Núm. 7 12/12/2016
CUENTO CUENTOS CONTIGO
Reto semanal microrrelatos temáticos
BASES (salvo excepciones): No hay premio, ni ganador ni perdedor solo el placer de escribir y ser leído por un semejante. Se trata de escribir un microrrelato semanalmente de no más de 200 palabras sobre un tema que se propondrá los lunes. Durante la semana y hasta el sábado por la noche (24:00 h) se podrán colgar los relatos que habéis escrito. En el encabezamiento del mensaje tendréis que poner el tema de la semana y el número del reto que se trata. El domingo lo reservamos para comentarios, chascarrillos, besazos y abrazos virtuales y dar sin complejos a “me gusta”. El que más “me gusta” o emoticono haya recibido el domingo antes de las diez de la noche, pone tema el lunes y lo hará acompañándolo de su relato; ese será el pistoletazo de salida. En caso de empate, los empatados deberán ponerse de acuerdo vía interna con la mayor diligencia posible.
¿Os apetece jugar?
SEMANA 7 04/10 dic 2016
RETADOR: Marcelo Ă“scar Barrientos T.
TEMA:
NAVIDAD El mundo se divide en personas que odian y aman estas fechas. Yo soy de las segundas, teniendo mil motivos para no hacerlo. Cualquier lugar a la esperanza es un lugar agradable.
MEDIDAS DE NAVIDAD (Fuera de concurso)
Marcelo Óscar Barrientos Tettamanti Es curioso como medimos las cosas, muchos de mis recuerdos más bonitos son de cuando la mesa del comedor me llegaba a la nariz. Mi madre estaba con cara de agobio preparando la mesa de los dulces donde me asomaba con una enorme dificultad, me recuerda que no he de tocar nada hasta después de la cena y yo no es que le haga caso, hay tantas cosas que la indecisión me paraliza. Las comidas son típicamente europeas, aunque en mi Rosario natal las temperaturas veraniegas rondan para estas fechas los cuarenta grados. Toda la maravilla de aquellos días se fue cuando vine a vivir a España, he pasado navidades absolutamente solo, frías en todo sentido, pero siempre tuve en cuenta el sentido de estás fechas, el verdadero, y descubrí que se puede ser feliz por decisión propia aunque estés triste alguna vez. He vivido navidades con calor y con frío intenso las vivo ahora. Hoy, aunque mi familia sigue lejos nos vemos por internet y mi hijo mide con su brazo la distancia a los dulces de la mesa, yo lo alzó para abrazarle, así nos medimos él y yo, con abrazos.
Julia Álvarez
Siempre me hago la misma pregunta: ¿por qué me tiene que gustar la Navidad? Pues lo confieso, no me gusta nada. Sé que muchos me van a dar un sinfín de razones, todas muy válidas, para enamorarme de estas dichosas fiestas, pero me cuesta. He perdido la ilusión en ellas, he dejado por el camino personas a las que echo mucho de menos, todo se ha vuelto tan materialista: hay que comprar para comer, para beber, para regalar, …Hay que comprar, y después comprar más. Todo se ha vuelto tan vulgarmente consumista que añoro aquellas navidades cuando en mi casa, muy modesta, mi madre se afanaba por cocinar cosas sencillas pero sabrosas, adornábamos la casa, donde sonaban los villancicos y se escribían entrañables felicitaciones porque era casi la única ocasión a lo largo del año para estar en contacto con algunos familiares y amigos. Parece que estoy hablando de la prehistoria, pero sí, mis queridos niños modernos, no había móviles, ni whatsapp, ni correo electrónico, era un esfuerzo y se valoraban las cosas y las personas. Eran tiempos más humanos.
LA NAVIDAD QUE ME QUITARON
Rosa Marina González Quevedo De niña esperaba diciembre con la expectativa de quien se prepara para una gran fiesta. Todo cambiaba de repente: la música era distinta, la mesa familiar se vestía de blanquísimo encaje, el aire se llenaba del perfumito del lechón asado en leña y del humo de castañas. El árbol de Navidad era pequeñín y mi madre lo adornaba con bolitas de cristal y guirnaldas de colores. La casa se llenaba de parientes, vecinos, amigos y desconocidos que pasaban y entraban a brindar, a bailar y a vivir la emoción de algo que renacía para todos. Sin embargo, era todavía una niña cuando la Navidad fue prohibida en mi isla. Nunca supe por qué se dejaron de comer castañas y nueces y membrillos y turrones. Nunca más se escucharon villancicos. Las polillas devoraron el mantel de encaje y las bolitas de cristal de mi árbol, mal guardadas en cajas de cartón, fueron rompiéndose, una por una, con el paso de los años. Luego, transcurrió el tiempo. Y así, un buen día, tras ser declarada oficialmente inofensiva, resurgió la Navidad en mi verde caimán. Claro, para mí nada volvió a ser igual: yo ya no era la de antes, había emigrado. Tampoco mi familia era la de antes: faltaban mis abuelos, mi padre, mis viejos pa-
rientes y amigos. Nada, que igual que las bolitas de cristal, la Navidad de mi infancia se habĂa destruido. Y bien, al final somos hijos del tiempo. Hoy, con alegrĂa, espero la Navidad en esta tierra extranjera donde amo y vivo. Y cada diciembre, con paciencia, usando el engrudo feliz que nos da la memoria, pego con cuidado los recuerdos. Para no olvidar.
LUCES DE NAVIDAD
Pura Carmens
Le despertó el ruido. Se extrañó, pues era pasada la medianoche. Miró a su alrededor medio dormido y entendió qué pasaba: los obreros del ayuntamiento estaban poniendo las luces de navidad en las calles y habían dejado el motor del camión en marcha para mantener caliente la cabina hasta volver de su tarea. No se lo reprochaba; si él estuviera en su caso, habría hecho lo mismo. Lo que le cabreaba es que, despierto, volvía a ser consciente del frío y el hambre. Colocó los cartones e intentó volver a dormirse.
Macamen de
Vega
Había sacado las cajas del altillo con sumo cuidado. Ella había intentado impedírselo por todos los medios, apelando a su torpeza para poder ayudarle, pero él había insistido en hacerlo solo. Rendida a su cabezonería le observaba sentada en el sillón, sin poder parar de llorar. Detalle tras detalle, sin olvidar uno solo, iba abriendo las cajas y colocando cada adorno en el lugar que su propia tradición familiar le había concedido con los años: el ángel barbudo sobre el centro de mesa, cada una de las seis bolas de cristal en un brazo de la lámpara, las velas azules junto a las fotos de los nietos en la cómoda..... El sonido del timbre la sacó de su contemplación y con más dificultad que nunca logró arrastrar su artritis y su pena hasta la puerta. Era su nieta mayor que volvía del instituto y la miraba asustada. Le cogió la mano y juntas caminaron hasta el salón. La niña apretó fuerte la mano de la abuela con enorme ternura e, intentando no asumir el alcance de lo que estaba ocurriendo, dijo muy bajito: —Pero abuelo, si hoy es 17 de mayo...
NAVIDAD
EN
EL
MAR
Tomás Ángel El pesquero Esmeralda cabecea serenamente esta Nochebuena. Martín sale mientras los demás siguen cantando. Ajusta la bufanda y se recrea en su olor, huele a los abrazos de su mujer. Sus compañeros se meten con él porque dicen que no es bufanda de pescador y bromean sobre esos tonos pastel tan poco masculinos. Él aguanta paciente las bromas porque sabe que le envidian, desearían tener una esposa tan bonita. Y además a punto de ser padres por vez primera. Pronto será el reencuentro y le devolverá la prenda que le dejó para poder celebrar "juntos" la Navidad. Desde dentro, Pedro se asoma por el ventanuco. Contempla como Martín se recrea en su bufanda-tesoro y se le arruga el corazón. El resto del año es un chaval cabal, pero al llegar estas fiestas, su mente no asume que ni ella ni el que iba a ser su primer hijo, sobrevivieron al accidente. Y un año tras otro por estas fechas, todos en el Esmeralda le regalan la misma mentira: chanzas sobre su bufanda y miradas de envidia. Y por turnos se ocultan para llorar las lágrimas que a Martín no le permite su locura de Navidad.
Yolanda Nava Queridos Reyes Magos: Queridos Reyes Magos: este año mi carta será un poco más larga porque os pediré a vosotros todos los regalos. Tengo mis motivos para no pedirle nada al gordo barbudo. Cada año en Nochebuena, mientras mamá ultima la cena, Papá Noel llega con su flamante saco cargado de regalos y me ayuda a abrir los paquetes en mi cuarto. Después me sienta sobre sus rodillas y desliza su mano por mis muslos hurgando con sus rechonchos dedos bajo mi falda; dice que eso no tiene nada de malo, que todas las niñas buenas consienten para mostrarle su agradecimiento, pero a mí no me gusta. Además, odio su perfume. Es mareante. Huele como el del tío Miguel, el hermano de la abuela que nos visita cada año en estas fechas.
María José Montero Núñez
Cincuenta años habían transcurrido desde que celebró la navidad como una fiesta. Lo recordaba perfectamente: Toda la familia compartiendo manjares humildes, sonrisas sinceras, villancicos desafinados (que acababan provocando una gran carcajada), los regalos de los Reyes Magos, que no iban más allá de unos simples calcetines y unos duros en un sobre artesano con el nombre de cada niño o niña que se encontraba en la casa y, para los adultos, un pañuelo bordado con su correspondiente inicial. Después, todo cambió. La muerte entró en escena. La casa quedó vacía. La emigración hizo su aparición y cada cual emprendió su nuevo destino, por necesidad e imposición, sin volver a coincidir en esas fechas señaladas y, por mucho tiempo añoradas, hasta que pasaron a un segundo plano. *** —¿Qué estás haciendo, mi amor? —Le escribo una carta a los Reyes Magos, abuela. ¿Quieres que te la lea? —Claro. Me haría mucha ilusión saber qué les pides. Con la candidez de la inocencia, el niño leyó alto y claro.
Queridos Reyes Magos: Este año lo quiero todo y no quiero nada. Lo quiero todo, porque os pido que le traigáis felicidad al mundo. Que acabéis con la pobreza, las guerras y las enfermedades. Yo no necesito nada, pero sería el niño más feliz del universo si consiguiera ver cumplido mi deseo.
La abuela lo besó con infinita ternura mientras sus ojos se inundaban de lágrimas. Se veía a si misma cuando niña y, sin esperarlo, volvió a palpar el bulbo del espíritu navideño.
PELADILLAS
Dolo Espinosa Hartas de ser las grandes olvidadas de la Navidad y de acabar siempre abandonadas en las bandejas, tras acaloradas reuniones, tomaron la decisión de rebelarse contra su destino. Aquella Nochebuena las cosas iban a cambiar para ellas. Esa noche, en las casas del todo el país, las peladillas aplastaron a los polvorones, hicieron huir a los turrones, empujaron a los bombones hacia zonas cálidas donde acabaron derretidos, expulsaron a los mazapanes, derribaron a las frutas escarchadas y hasta jugaron al hula hoop con los roscones de vino. Apoyadas en su gran número, las peladillas, dulces duros por naturaleza, acabaron con todos y cada uno de sus oponentes hasta lograr ser las únicas ocupantes de todas las bandejas en todos los hogares. Y entonces, felices y satisfechas, esperaron el momento en que los postres fueran servidos. Su gran momento... La mañana de Navidad, en las bandejas de todos los hogares, las peladillas volvieron a llorar su soledad.
Mariví Rodríguez Gómez El crepitar del fuego, el dulce y soporífero calor de la chimenea, sirvieron de somnífero al abuelo. Soñaba con las navidades de su niñez. La mesa estaba lista, el mantel que la abuela había bordado para el ajuar, la cristalería reluciente, los candelabros con las velas encendidas representaban una elegante coreografía, mesa puesta para doce, la vajilla de la cartuja junto con la cubertería de alpaca de las bisabuelas completaban el menaje de la tradicional cena de Nochebuena. Los pequeños de la casa decoraban el árbol de Navidad, cantando villancicos Unos cuantos tonos de WhatsApp sacaron al abuelo de su ensoñación; miró el móvil, fotos de hijos y nietos en distintos puntos del planeta le deseaban ¡Feliz Navidad!
Marco Villa
Llevaba un año esperando aquel combate y no tenía duda de que sería el ganador. Era el mas fuerte, el mas conocido, el mas esperado y el que contaba con un mayor número de seguidores. La voz del presentador resonó en todo el pabellón. —A mi derecha, con sus 150 kilos de peso y calzón rojo, el único, el inigualable, el magnífico… SANTA CLAUS. Todo el público se volvió loco, aplaudían, gritaban… GO, GO, GO, hasta hacer temblar las paredes del recinto. —A mi izquierda con 90 kilos y calzón blanco… EL REY MELCHOR. Unos tímidos aplausos se oyeron en el fondo sur acompañados de un grito unánime que resonó como un disparo. —Éeechale huevos, amigo, éeechale huevos, échaleeeee hueeeeevos, amigo, echale hueeeeevos. Y aquel año una pequeña afición logró que el casi desconocido rey Melchor se llevara la corona de Laurel y es que todos sabemos que no hay nada que de mas alas a un hombre que el famoso… ”no hay huevos”.
ACRÓSTICO NAVIDEÑO
Iria Aránzazu Noche de paz, noche de amor ¡Ay!, qué rico el polvorón Va la gente de bar en bar Ingiriendo tapas sin parar Días de compras sin fin Acontecen grandes deseos Definitivamente ¡voy a encontrar empleo!
SU ÚLTIMA NAVIDAD
Marisol Buscalioni Sánchez Como
cada
año,
desembalábamos
las
figuras
del
nacimiento, algo que se había convertido en tradición de varias generaciones. Observaba a mi madre que afanosa colocaba una a una cada figura en su lugar y que a pesar de comprar todos los años una nueva, siempre era repetida, de diferente color pero igual. No la servía de nada colocarlas a su gusto porque cada mañana yo las cambiaba. Cuando llegaba Nochebuena, nos sentábamos todos juntos en la mesa alrededor de humildes manjares y alegres caras. Como siempre, llegaba la llamada telefónica de “Papa Noel”, que a mi hermano y a mi nos hacia mucha ilusión y nos hacia salir a la calle para ver como pasaba con su trineo, que como todo niño inocente creíamos en ello. En Nochevieja, nos preparábamos las uvas cinco minutos antes de la cuenta atrás y cuando comenzaba, mi padre repetía una a una las campanadas, provocando en todos la risa y a duras penas nos las podíamos terminar. Mi abuelo, a mi lado, se reía tiernamente, ideando al mismo tiempo ponernos el día de
Reyes aquella cabeza hecha de patata que siempre nos colocaba, haciéndonos creer que era nuestro regalo y cuando los encontrábamos, él era el hombre más feliz, pero en silencio se nos iba yendo. Aquella Navidad de 2010 fue la última que cenó con nosotros, pero cada año le siento a mi lado y eso hace que la Navidad siga siendo igual de especial para mí.
Juan Carlos
García Crespo
—¿Un relato de navidad?, ¿como voy a escribir algo sobre la navidad si no creo en ella abuelo? —¿Cómo que no crees en la navidad? Eso no es posible. —No abuelo, la navidad me parece un engaño. Además, ya sé lo de los Reyes Magos. —Claro que sabes lo de los reyes magos, Carlos. Llevaron oro, incienso y mirra al Señor. Todo el mundo lo sabe. —No abuelo, ya tengo 13 años y no creo en esas cosas. —¿Cómo que no crees? no puedes olvidar ya, aun te queda tanto por vivir. —No abuelo, odio la navidad. De nada sirven los regalos. Y tengo que escribir un relato sobre ella y solo puedo decir que no me gusta y que estoy deseando que pasen esos días. —Vamos a ver hijo, ¿por qué no crees? Cuéntame que te hace pensar eso. La navidad es la mejor época que existe desde siempre. —Me aburren estas fechas; ya no soy un niño, abuelo. —No vuelvas a decir eso jamás. Tienes que seguir siendo niño toda tu vida. Si no, te convertirás en lo mismo que ellos. Te levantaras todas las mañanas de mal humor para ir a trabajar, te llevarás mal con tu mujer y solo
pensaras en ganar dinero para gastarlo en tonterías y cosas inútiles. Tienes que seguir siendo un niño par a continuar sonriendo y ser feliz. No lo olvides —me recalco—, así es como yo he conseguido llegar a mi edad con esta juventud.
Buenaventura José Díez Aláez Casi dormido, deseé dormirme. Y es como si pidiera explicaciones: ¿Hay río, cielo, sol, olvido; hay ayuda sin alguien?
RELATO GANADOR DE LA SEMANA
EL REGALO DE NAVIDAD
Cris Flantains Cuando Peter le había regalado el androide a su esposa no había contado con esto. Ahora volvía a casa, desde los grandes almacenes, arrastrando los pies entre la nieve con dos regalos: uno para Ann y otro para Nicolás, así se llamaba aquel organismo sintético de apariencia humana. Le había comprado la colonia masculina preferida de Ann que, por supuesto, él no soportaba. Al principio todo fue como la seda, Ann tuvo acompañante para ir al cine, para pasear, alguien que le ayudara a recoger la cocina mientas conversaba con ella. Y más aún: alguien a quien comprarle esas horribles camisas de “mariquita” que tanto le gustan a ella. Y ya cuando le descargó un programa de literatura, fue un sueño cumplido, al fin tuvo con quien conversar sobre los libros que ambos leían. Peter había sentido autentico desahogo, durante
un tiempo estuvo seguro de que aquello había sido la mejor inversión de su vida, ¡se la había quitado de encima de un golpe de billetera! porque, eso sí, Nicolás le había costado una pasta. Pero de un tiempo a esta parte, algo había cambiado, se sentía fuera de la manada: interrumpía cuchicheos, provocaba incómodos silencios, era el único que no se reía ante cosas que ni entendía muchas veces. Se sentía raro, lejos, distinto... y sin querer había empezado a hacer cosas como por ejemplo comprarle una colonia al Androide con el fin de... aun no había puesto palabras a eso. Cenaron. Ellos no pararon de reír y charlar animadamente mientras se levantaban juntos para ir a la cocina y volver tan contentos con el pavo, con el consomé que “te ha quedado riquísimo”. Peter intentó intervenir varias veces pero no acababa de pillarlos el punto. Llegaron los postres. Si no hubiese sido porque era navidad no hubiese aguantado tanto y luego los regalos: qué desastre. Primero los dio él. Se sintió tan ridículo cuando le tendió el paquetito a Nicolás. Sin disimular su malestar le entregó el suyo a Ann y se levantó de la mesa sin esperar a que lo abriesen —Espera —dijo Nicolás—. Yo también te he comprado un regalo. Vaya, aquello parecía no tener fin. Pusieron un enorme paquete ante sí. Eso le hizo recobrar algo el ánimo. Se
fue emocionando a medida que iba sacando envoltorios y papeles. De pronto la vio: una preciosa mujer vestida con el uniforme del Atleti parecía dormir metida en la caja. Miró a Ann con esos ojuelos de perro fiel que parece que lo entienden todo. —Te encantará cariño —le dijo—; os vamos a dejar solos para que os conozcáis. Cuando Nicolás y Ann volvieron del concierto de Navidad, ya se habían tomado un pack de cervezas e iban por la mitad del documental “Los momentos más brillantes de la historia del futbol español” (el regalo de Ann) Aquello iba a funcionar, seguro.
Editado por Puri Sรกnchez para
cuento cuentos contigo