nº28
junio 2014 elmuro [3] andénuno [5]
El oro celeste, Manuel Moyano andéndos [9]
La campanilla, Carmen Peire andéntres [13]
La comedora de luz, Juan José Flores lapuertadelanevera [17] nueva estación
Iconcursocolaborativo [19] dindondin [24] decamino [25] brevemente [27]
Relatos en cadena entrecocheyandén [29]
Tajada de melón, Catalina Tovorovsky metroligero [31] pormotivosajenos [32]
novedades
Martirio
Publicamos los relatos de 10 lectores: ganador, accésits y finalistas del I Concurso Colaborativo, la primera convocatoria cuyo premio en metálico crece con cada participante.
Edita: Grupo Andén C/ Feijoo, 6 - 4ºA - 28010 Madrid | edicion@cuentosparaelanden.com | www.grupoanden.com Comité editorial: Alejandro Moreno, Víctor García Antón, Leticia Esteban | Editora: Natalia Muñoz. Asesores de contenidos: Sergi Bellver, Juan Carlos Márquez, Kike Cherta y Juan Martini (Buenos Aires, Argentina) Publicidad: edicion@grupoanden.com | Diseño: www.jastenfrojen.com Ilustración: Coordinación: www.leticiaestebanilustracion.com Ilustración portada e interior: © Andrea Alemanno | alemanno.a@gmail.com | http://andreaalemanno.blogspot.com
Con la colaboración de:
elmuro
Tema: Horizontes
Ganador: H2 - Rafael Ramírez (México)
Finalistas:
Barrancas del Cobre - Daniela Ortega. Chihuahua (México) Lloret de Mar - Diana Torres. Les Roquetes (Barcelona) Difícil horizonte - Javier del Monte. Madrid
Concurso de fotografía Participa enviando tus fotos a lector@grupoanden.com Consulta las bases y mira las fotos en Facebook y grupoanden.com Tema del próximo mes: Texturas
Te escuchamos: Cuentos para el andén @cuentosanden lector@grupoanden.com
En este número 28 de Cuentos para el andén publicamos a los 10 seleccionados del I Concurso Colaborativo: participaron 213 textos de 8 países, el premio creció hasta 509,75 €; nos metemos dentro de una casa de muñecas que es una fundación para artistas, incorporamos 1 nuevo Taller Colaborador desde Buenos Aires y traemos La puerta de la nevera repleta de notas. Y más cosas. No te quitamos más tiempo, esperamos que lo disfrutes.
www.grupoanden.com
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El oro celeste Manuel Moyano
ANSELMO Verdejo tenía trato con los ángeles. Era un hombrón forzudo y cejijunto que trabajaba en el alquitranado de carreteras, y a quien un buen día, en la comarcal de Estriégana a Sigüenza, atropelló un turismo de matrícula suiza que se dio a la fuga. Lo último que vio Anselmo Verdejo en su vida fue la cruz blanca sobre fondo escarlata de la Confederación Helvética. Después cayó en un coma profundo del que no regresaría sino seis meses más tarde: paralítico, castrado y ciego. Si sus ojos materiales dejaron de ver, no así los de su corazón. Anselmo Verdejo les contó a las enfermeras que durante su larga convalecencia había viajado hasta el cielo, y que allí, vestido con ropa de faena, había paseado por calles amplísimas cuyos adoquines eran todos de oro. También contó que había estado platicando con un arcángel llamado Ismael, rubio y de espléndidas alas blancas, quien le había prometido revelarle algún día el secreto de la Pureza. Cuando la señora de Verdejo y sus tres hijos oyeron la historia, se miraron a los ojos largamente, lloraron en silencio, y dieron a Anselmo por un caso perdido. El bueno de Verdejo, de hecho, ni siquiera se acordaba de ellos. Se lo llevaron a casa y lo tenían todo el tiempo en el salón, como a un mueble, y el turno de limpiarle las heces creaba siempre agrias discu-
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siones entre ellos. Anselmo iba a lo suyo. No le preocupaba el mundo exterior, con el que casi se encontraba incomunicado, y en cambio realizaba con su mente frecuentes travesías al cielo y ampliaba el número de sus conocidos por aquellas latitudes. A Ismael se sumaron Samael, Anael, Gabriel y Sabaoc, y Anselmo decía que pasaba frecuentes apuros porque los confundía entre sí, tan rubios todos, y tan altos, y con los ojos de un azul tan puro. Como una vez, harta de oírle, su mujer le mandara no contar más gilipolleces, Anselmo Verdejo se enfadó mucho y le dijo: verá señora como yo nunca miento; y al día siguiente, cuando despertaron, vieron que Anselmo tenía una pluma muy grande y muy blanca en la mano, y él dijo: ésta me la prestó Gabriel (él pronunciaba "Grabiel"), y contó que al arcángel le había dolido mucho al arrancársela. Imaginaron que pudiera ser la pluma de un cisne, que el viento hubiera arrastrado hasta la ventana, y la esposa dijo esto no prueba nada en absoluto. Al día siguiente amaneció Anselmo con una corona trenzada de flores, regalo de Sabaoc, y ya era difícil imaginar que aquello hubiera venido volando por la ventana. Pero nadie le creía, y el hijo mayor le dijo: papá, por qué no traes uno de esos adoquines de oro de los que hablas; y Anselmo le contestó: no sé si podré, caballero, porque son muy pesados para hacer el viaje. Con todo, apareció al día siguiente con un ladrillo entre las manos. El ladrillo pesaba una barbaridad y era dorado y brillante, y lo llevaron a un joyero que certificó esto es
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oro puro, vale una fortuna. No le dijeron de dónde lo habían sacado, pero le pidieron a Anselmo que se trajera del cielo un capazo lleno de adoquines, y que entonces le creerían para siempre, y que no volverían a poner nunca en duda nada de cuanto dijera. Anselmo dijo bueno, veremos si no me lisio al arrancarlos, porque el cemento que usan allí es muy fuerte, pero lo intentaré. Ninguno de ellos durmió esa noche, haciéndose cábalas sobre el número de adoquines que cabría en el capazo, imaginando las casas, las fincas, los coches, las joyas, las ropas de lujo que comprarían con aquel dineral. Amaneció, y hasta bien avanzado el día no se aventuraron a entrar en el salón, por miedo a interrumpir el sueño o viaje astral de Anselmo. Cuando por fin lo hicieron, encontraron allí al señor Verdejo, sentado como siempre en su silla de ruedas, pero el pobre hombre estaba muerto: muerto del todo. Un hilo de baba le colgaba desde el labio inferior hasta el pecho, y sus manos, desolladas, estaban cubiertas por un polvo muy fino que brillaba como oro bajo el sol de la mañana.
tw Del libro: El oro celeste. Xordica Editorial, 2003. Manuel Moyano (Córdoba, 1963) obtuvo el Premio Tigre Juan 2002 por El amigo de Kafka y el Premio Tristana de Novela Fantástica 2006 por La coartada del diablo. Autor también de El oro celeste, El experimento Wolberg y Teatro de ceniza, sus relatos y microrrelatos han aparecido en numerosas antologías.
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La campanilla Carmen Peire
TRAS muchos años sin volver, evasivas y excusas, estoy ante la casa familiar, dispuesta a recuperarla con calma, abriendo los rincones para que cuenten el por qué de mi ausencia. La brisa mece recuerdos, al salir de la escuela, almendrucos robados, de vuelta del río, regresando siempre. ¿Por qué no he seguido? Era parte de mí, muy dentro, cobijo y rechazo. ¿Qué predomina? Las noches de verano en el porche eran los grillos y el canto de las lechuzas. Al subir los escalones he cerrado los ojos, como cuando niña, por si controlo aún el espacio. Pero mi zancada ahora es más grande. Por las contraventanas he mirado al interior, las manos, orejeras sobre el cristal, todo dormido, la luz que empieza el rescate. Siento resistencia en los goznes, aunque no vence: consigo abrir la puerta. La cocina parece más pequeña, ahí está la mesa familiar donde comíamos o temblábamos de miedo con historias de mayores, yo con calcetines, balanceando los pies y tapándome la cara para no asustarme. Naftalina y leche de cabra, un respiro para continuar, un café.
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De la primavera, rescato la luz de la mañana por las rendijas y mi dormitorio intacto, colchas de estrellas sobre fondo rosa, la misma tela para las mesitas y la pantalla de la lámpara. Lavanda en los armarios y, en vacaciones, el suelo para leer mientras los mayores hacían la siesta, tiempo sagrado sin ruido ni juegos. Tumbada sobre las baldosas, las historias vuelven, yo de protagonista, surcando mares, cruzando bosques plagados de dragones, explorando cuevas hasta el centro de la tierra. Nunca como princesa encantada, dormida y quieta, nunca esperando el rescate en la torre del castillo. Tengo frío; con una manta por encima inspecciono el resto, el dormitorio de los hermanos, la bañera de patas de bronce, la tulipa que ilumina los pasos, todo igual, el sabor de antes. Hay una habitación en la que no entro, cama de matrimonio y crucifijo en la pared; dormiré en mi cama, con la colcha de siempre. Me froto los brazos para entrar en calor. El salón ante mí, la luz del atardecer en las ventanas. Sábanas que cubren los muebles. Respeto y silencio de un lugar vedado, solo de mayores, no estoy cómoda; cuando pude acceder era tarde, sofás ajenos a mis juegos, orden riguroso sin risas infantiles. Algo me empuja a una pared y mueve mis manos que deslizan una tela; aparece el aparador, contundente y rojizo, sus cajones y su vitrina: figuritas de cristal de los roscones, la imagen del sagrado corazón, con algún dedo de menos; dos vasitos verdes, ¿no había media docena?; los tapetes de ganchillo y… la campanilla. Me ha costado descubrirla, delante de mí, oculta en la memoria. Ha resonado por la casa, como antaño, se cae el velo que cubre el olvido, serpiente que muda su piel en mi garganta, me quema. Durante cinco años, antes de
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que me fuera, la campanilla sonó a todas horas, suplantando la voz de padre, saliendo de su dormitorio para recorrer pasillos, salón, cocina, porche, tuberías. Al principio de su enfermedad, a la primera llamada, acudíamos todos. Un esfuerzo porque se sintiera atendido. Después, íbamos despacio, solo alguno, mi madre, mi hermana mayor; al final, lo jugábamos a los chinos. Hasta el último día. Sonaba insistente, un rato largo, yo sola en la casa, mi turno. Habíamos llegado a repartirnos las horas. Dejé que sonara, tilín, tilín, una vez y otra. Seguro que el viejo no quería nada, solo molestar, como siempre: súbeme la persiana, no tanto, así no, ¡serás imbécil! Colócame la almohada, trae algo de beber; ¿dónde están mis gafas? ¡Queréis acabar conmigo! Tilín, tilín, tilín, aquel sonido estaba tan dentro que ya no significaba nada. No acudí a su llamada. Ya se cansaría de tocarla, a ver si se dormía de una vez, me quedaba apenas media hora para el cambio de turno e irme con mis amigos al bar. Por fin calló. Por fin. Cogí un cigarro y me lo fumé en el porche hasta que llegó mi hermano, siguiente turno y solo dos palabras: está dormido. Después me marché. Y el silencio se hizo definitivo. Las sombras me envuelven, está anocheciendo. Entierro el aparador bajo la sábana, sin poder mirarlo, cierro puertas y contraventanas y salgo de la casa. Fumaría en el porche, pero lo he dejado y no tengo cigarrillos. tw Del libro: Horizonte de Sucesos. Cuadernos del Vigía, 2011. Carmen Peire (Caracas, Venezuela): La campanilla nos acerca a ese universo extraño de la familia y a los sentimientos encontrados que se pueden desarrollar en una persona cuando regresa a la casa familiar tras muchos años de ausencia.
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La comedora de luz Juan José Flores
ADELINA se comía la luz. Ella misma me lo dijo en uno de aquellos veranos que de niño yo pasaba en el pueblo, en casa de los abuelos, aquel en el que ella ya no podía dudar de que me gustaba con locura. No fue una confesión por su parte, ni la necesidad de explicarse, de desbaratar sospechas, conjurar rumores que nada le importaban. Supuse entonces que lo hizo sólo para distinguirme en cierto modo, pero tardé algo más en comprender que también me estaba probando. Nunca me obligó a que le guardase el secreto, y sin embargo supe que debía hacerlo. La luz de después del amanecer parece que poseía la dulzura más ecuánime, sin excesos, a fruta que aún conserva algún resabio de verdor, la textura liviana, como de clara de huevo a punto de nieve. Adelina se la comía poco a poco, a pellizcos, aún desganada a aquella hora temprana, y la mezclaba en un tazón con la leche humeante de la mañana, con el pan que en ella desmigaba. Había momentos del día en que la luz se tornaba un punto ácida y efervescente, y hacía cosquillas en el paladar como una gaseosa. La de los días de lluvia sabía a aguas ferruginosas o a caldo frío de berzas, según la estación. A la hora de la siesta de aquellas tardes de la canícula, la luz era áspera algunas veces y difícil de tragar, malograda por el exceso de calor, y a Adelina le parecía el aguardiente que su padre le dejaba probar en las bodas y los bautizos. La primera vez que la vi comiendo luz, regresábamos de bañarnos en el río. Fuimos los últimos del grupo en vol-
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ver. Ella acababa de enseñarme a besar, me había mostrado una senda de gozo que recorría sus pechos incipientes, la espiral de su ombligo, que se demoraba apenas por la tibieza del vientre estremecido. Entonces la vi extender los brazos, las palmas de las manos hacia arriba, algo ahuecadas como para recoger agua de lluvia o los copos silenciosos de una nevada imposible que estaba dejando el río de cobre derretido y su cuerpo del color de las calabazas maduras. Nunca había contemplado aquel lugar de aquel modo. Adelina se llevó luego las manos a la boca, una y otra vez, comió con deleite y un poco de glotonería aquella luz crepuscular que se derramaba por sus labios, por su barbilla, que resbalaba cuello abajo buscando su cuerpo; la alternaba con moras un tanto verdes que iba cogiendo de las zarzas, para compensar aquel sabor que ella encontraba algo almibarado, casi empalagoso, en cualquier caso excesivo. La textura del manjar se había vuelto densa, explicaba, porque allí se juntaba el poso de luz de todo el día, y a veces se le pegaba un copo a los dientes, como un caramelo de café con leche. Entonces lo supe. Qué podía hacer sino creerla. Volvió a besarme y percibí su sabor, el sabor de la luz, que ya no olvidaré. También los pájaros de la tarde picoteaban aquella luz que se iba posando en los campos, y Adelina decía que hacían acopio de ella para la noche, y que se la podían comer en pleno vuelo, más pura cuanto más arriba, hasta que a aquella hora los gorriones se sentían cebados, pesados y torpes para volar alto. Adelina se pinchó en un dedo con una zarza, una diminuta gota de sangre de la que me pareció ver escapar algún destello. Algunas noches la vi melancólica, lamiéndose en las manos como un polvo de luna que luego le daba carraspera y la hacía toser, o como ida, la mirada fija en las luces color caramelo de las farolas asediadas por enjam-
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bres de insectos enloquecidos. “Esa luz no es como la otra -me decía-. No se puede comer, es amarga y venenosa, me podría matar”. Adelina tenía pocas amigas indiscutibles en el pueblo. “La extranjera”la llamaban, porque sus padres habían emigrado a Alemania, allí vivían, la familia hablaba ya aquella lengua que les mellaba el acento de la suya. " ¡Extranjera!" le gritaban a veces, como un insulto, para soliviantarla sin lograrlo; buscaban extrañarla aún más. Es verdad que era distinta, aunque de otro modo. Nunca he conocido a nadie como ella. Acertaban sin acertar quienes así la señalaban. Las chicas de su edad se le apartaban durante aquellos veranos, desconfiaban, hacían correr infundios sobre ella y su familia. "Tuvo una bisabuela que comía tierra en los cementerios." Todas salvo Consuelo, que la defendía siempre porque también estaba loca por ella, aunque a veces se la viera ofuscada por la obligación que sentía de desmentir rumores, por la indiferencia lánguida de Adelina ante ellos. En cuanto a los chicos, el vilipendio no era peor, puede que sólo más tosco. Ninguno osaba decir que la deseaba. Tan sólo destacaban que era flaca y desgarbada, aunque tuviera aquellos ojos osados que a mí me enamoraron, con los que sabía mirar el mundo, mirarnos a todos como si un copo de luz nos hubiera caído en el rostro, un bocado apetitoso. A mediados del verano, mi amigo Bernardo organizaba una cacería nocturna de gorriones en el huerto de su padre e invitaba a todo el que tuviera una escopeta de balines. Entonces tenía lugar una especie de torneo entre los mejores tiradores. Además de la escopeta había que acudir provisto de una escalera y una linterna. La noche escogida solía ser la de san Lorenzo. Unos cuantos ojeadores escudriñaban con las linternas por entre las ramas de
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los árboles más frondosos, para descubrir a los gorriones que dormitaban, mientras los cazadores, en lo alto de la escalera, apuntaban y disparaban con la escopeta. Los pájaros no huían al sentirse descubiertos por aquella luz imprevista que no se podía comer, que era amarga y mataba, los ojos como negras cabezas de alfiler, fascinados por la linterna. A las doce todo terminaba, se hacía el recuento de las presas abatidas por cada uno y se proclamaba al vencedor. Aquel verano en que me enseñó a besar, Adelina quiso que fuéramos juntos a ver la lluvia de estrellas fugaces en la noche de san Lorenzo. Yo le dije que sí, claro, pero que nos veríamos pasadas las doce, tras la cacería, porque no podía desairar a mis amigos, faltar a aquella fiesta de hombrecitos embravecidos que todos aguardábamos un año tras otro. La noche se llenó en aquel huerto de pequeñas detonaciones y de puntos luminosos, enjambres de luciérnagas gigantes y enloquecidas como si olieran otra luz oculta entre las ramas de los frutales. Al recoger las piezas que abatí, empuñando entonces la linterna como otra arma, creí ver chispas escapar de la sangre que cubría aquellos cuerpecillos. Supe entonces que Adelina no me iba a esperar.
tw Del libro: Vida de Perro. Editorial Menoscuarto, 2007 Juan José Flores (Barcelona 1955). Es licenciado en biología por la Universidad Central de Barcelona. Ha publicado las novelas Como un ángel herido (1997) Ed. Thassàlia, En el umbral (2002) Ed. Edhasa, Todas las primaveras (2005) Ed. Alfaguara, El corazón del héroe (2009) Ed. Alfaguara, así como el libro de cuentos Vida de perro (2007) Ed. Menoscuarto, que fue finalista del V premio Setenil. www.juanjoseflores.net
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lapuertadelanevera
Papel
Víctor Salgado
http://www.go losinasliteraria s.es/ El
ido Beatriz Carilla Eg
/ .wordpress.com adelamatrioska , http://anatomi co di rió pe de l
huga en pape Envuelve la lec ré noticias fresca y yo tend rá va se conser e tuya, pr m Sie r. rio del mundo exte Nevera.
papel lo aguant a todo. Me cambio al gr afiti. ¡Temblad nevera s!
Jugar Luzma Bolado a ser e M gusta jugar me do dios. Y cuan has fic s la o aburro, tir o. er bl ta l de
Mónica Druetta Me propuso jugar a las escondidas... pero le dije que yo contaba con los ojos abiertos...
Gotas montedecane s Querido, si ve s unas gotas de sang re en el suelo de la co cina no te alarmes, he as esinado al aburrimiento.
Sara Lew
/ logspot.com.es tosilustrados.b http://microrela . ra neve
do la He descongela cojín para que un é ar Dentro prep soy buen te acomodes. No si quedan pa anfitrión; discul s. ta go
Llave Patricia Nasello
.com.es/ asello.blogspot http://patrician s
da, la Con la llave roba el bosque. n ro rie ab autoridades es br les so evivient Los pocos árbo en lo eb pu de mendigan asilo pueblo.
Fran
http://enloaltod elcarajo.wordpr ess.com/ Olvida la
s llaves, solo sir ven para cerrar puertas.
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Iconcursocolaborativo
En Cuentos para el andén hemos creado el primer concurso literario cuyo premio en metálico aumenta con cada nuevo participante. Recibimos 213 microrrelatos, de 8 países. Estos son los seleccionados:
Ganador Papel secundario Ricardo Hierro DÉJALE a ella el papel de pájaro y haz tú de tortuga. El público acaba siempre aborreciendo al pájaro. Te lo digo yo, que he visto esta función cientos de veces. Durante el primer acto les resulta simpático ese incesante aleteo. Se dejan encandilar por el monólogo de las migraciones, todos esos viajes. Pero hacia el final de la obra, tanto derroche de actividad llega a cansar a los espectadores. Relajan entonces la atención y pasean la mirada por los rincones inexplorados del escenario donde se esconde la silenciosa tortuga. Y, lo creas o no, se enamoran del personaje. tw Ricardo Hierro. De Gijón. Viviendo en Madrid.
Accésits Calcinados Patricia Figuero CADA vez son más. Ellos, los hombres calcinados. Desde hace semanas diría, incluso, que son mayoría. Están en todos sitios; en las azoteas, en los parques, junto a las vías del tren… No he visto gente más silenciosa. Al principio parecían estar perdidos, y era muy triste mirar sus manos, ásperas y oscuras, como a punto de desprenderse de sus muñecas. Aunque ahora que son muchos, mayoría, ya digo, hay algo distinto en ellos, en su forma de aproximarse. Cuando nos cruzamos, yo fuerzo una sonrisa cómplice, como diciendo: "reconoced mis cenizas", pero enseguida regreso a casa, apresurando el paso. tw Patricia Figuero. www.patriciafiguero.com Es de Madrid, y viaja y viaja. Licenciada en Publicidad, cursó estudios de Guión de Cine en la Escuela TAI y trabaja como redactora freelance. Ha publicado en Relatos 04 (Ed. Tres Rosas Amarillas), La carne despierta (Gens Ediciones) y Relatos de Mujeres 7 (Ediciones Torremozas).
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Iconcursocolaborativo
Los corazones alados Ana Ferrer HABÍA oído hablar de ellos, pero yo sentía que el mío era un nido. Un espacio hecho con ramas, que esperaba siempre a los heridos en otras historias. Hombres que venían buscando el sueño y dormían en mí por las noches, como invitados del reposo, con las constantes basales y las palabras revueltas en pesadillas. Y se despertaban a la mañana siguiente convertidos en cuervos con alas. Invencibles. Capaces de todo, menos de quedarse. tw Ana Ferrer. Santiago de Compostela (1988) http://cafeconlechesinazucar.blogspot.com.es/
Informe Paz Monserrat SE trata de Caperucita. Al principio, la alegría de la casa. Siempre haciéndole recados a su mamá, tarareando las canciones de moda y deseando tener éxito en el instituto. Después, devorada sucesivamente por su profesor, su jefe, y ahora su marido, que jura necesitarla y quererla con locura. Lleva dos días en la casa de acogida, y esta tarde se acaba de dar cuenta de que la directora tiene todos los rasgos de la cara sospechosamente grandes. tw Paz Monserrat. http://pazmonserratrevillo.blogspot.com.es/ Retrato autobiográfico de una compañía de teatro: Protagonistas: la mamá, la profe, la amiga. Entre bastidores: una niña caprichosa, una estricta gobernanta. Fuera del escenario: la lectora, la escritora, la gandula. A veces otras, procedentes de remotas geografías. La directora nos mira desde el espejo. Nosotras nos burlamos de los aires que se da.
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Iconcursocolaborativo
Finalistas Inconsciente Asun Gárate YA vienen a buscarme, se lamenta la niña subida a la rama más alta del árbol más alto del bosque de sus sueños. No quiere bajar, solamente desde allí conseguirá alcanzar el cielo, detener el viento que agitó el mar y agrandó las olas, acompañar a las cigüeñas, buscar a su hermanito. Oye cómo la llaman. Alguien, quizás su madre, le ha tocado los pies. Pero no piensa volver sin Dani. Y la próxima vez que jueguen en la playa, no permitirá que la corriente se los lleve. Ni a él, ni a ella, ni a su pelota de colores.
Desorden Miguelángel Flores UN hombre se afeita, se levanta y después, despierta. Se peina y apaga el despertador. Sale hacia el trabajo, luego se viste, pone la tostadora y se ducha. Cae en lo desordenado que ha amanecido el día cuando, al bajar al garaje por la rampa, es atropellado por su propio coche, mientras él va conduciendo. tw Miguelángel Flores. www.eternidadesypegos.blogspot.com Es el menor de doce hermanos, lo cual dice mucho de todo. Nacido en Córdoba en el 67, lo emigraron a Sabadell en el 68. Escribe microficción y teatro, de oído y sin mala intención. A veces actúa y dirige, también contra nadie. A final de año, Editorial Talentura publicará su primer libro de relatos.
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Iconcursocolaborativo
Decisión irrevocable Elena Casero ANOCHE me morí en tus brazos. Lo hice sin pensar, por cariño, por ti, como siempre. Te asustaste solo un poco. Después, cuando yo ya había cerrado los ojos y creías que no te veía, te relajaste y sonreíste feliz. Me abandonaste en el sofá, tal como me había muerto, algo desmadejada. Te escuché hablar con ella. Tu voz sonaba con un timbre pulido, tan diferente del que usas conmigo, tan áspero que araña el corazón. Te perfumaste y saliste de la habitación sin darme siquiera un triste beso. Esta mañana, he decidido no volver a morirme nunca más. tw Elena Casero. http://elenacasero.blogspot.com.es/ Técnico de Empresas Turísticas. Trabajo en una multinacional. Músico por vocación tardía. Ha escrito: Tango sin memoria (Mira Editores - 1996) reeditado por Talentura Libros, Demasiado Tarde (Mira Editores -2004), Tribulaciones de un sicario (Talentura Libros -2009) y Discordancias (Talentura Libros - 2011).
Efecto mariposa José Ángel Maneiro EL mar golpea las rocas obsesivo, alentado por la lluvia y el viento. Ella, que nunca ha sabido caminar descalza sobre las rocas de la playa, camina descalza sobre las rocas de la playa, que además están cubiertas de espuma. Resbala, y al resbalar no sabe que su caída lo obligará a Él, muchos meses después, a buscar una solución desesperada en un libro de autoayuda, el mismo libro que también agarra Ella, otra Ella, sin saber que Él es lo que siempre ha estado buscando.
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Iconcursocolaborativo
Las vírgenes de la sala 3 Ivana Miglino LAS vírgenes de la sala tres dan grima. Las hay del tipo mafiosas, siniestras. Sus pechos de mandarina alimentan al niño famélico del hambre que le da el amor. Conservan su virtud de naftalina sentadas en altares color carmín. Rubias, pelirrojas, morenas a juego con sus pequeños, los toman de la mano, de la patita o acarician la mejilla. Trepadas en los arboles, construyen nidos de ramas secas, que albergan su instinto de mamá pájaro. Se dejan pintar por internacionales pintores que las conciben con cara de lejía. tw Ivana Miglino (Buenos Aires 1983) De profesión cronopio, especializada en plantar pensamientos de a cientos en canciones y relatos que me permiten vivir del cuento, charlar con los pájaros y fotografiar la vida que anda suelta por la ciudad. Sin hijos, ni familia numerosa, una verdadera hecatombe para mi pobre abuela.
Margaritas ME quiere mucho, poquito, nada. La puta margarita deshojada mil veces. Porque aunque me quieras o no me quieras, soy yo la que se arranca los pelos, la que se trasquila el pubis en esta noche negra. Porque aunque sé que me quieres y sé que no me quieres y sé que no te quiero, me aferro a esta flor donde te arranqué el deseo y me arrancaste las ganas. tw Isabel Wagemann (Chile, 1972) Presente en antologías como Por favor sea breve 2, Parafilias Ilustradas, De Antología, 201. Antología de microrrelatos. Es parte del grupo de escritoras "Microlocas" con quienes publica La Aldea de F, y la serie de micros Post Mortem para Piedad y Deseo, Otros Hijos de la misma noche (Hijos de Mary Shelley).
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dindondin
Exposici贸n: Chema Conesa. Retratos de Papel. Hasta el 27 de julio. D. G. de Bellas Artes, del Libro y de Archivos. Madrid http://www.madrid.org
Exposici贸n: Quino por Mafalda Hasta el 31 de octubre Museo del Humor. Buenos Aires. Entrada gratuita http://www.museos.buenosaires.gob.ar
Concurso Norma de literatura infantil y juvenil Hasta el 18 de julio Premio de 15.000 U$D http://escritores.org
El vag贸n de la radio (Infantil) Desde el 24 de agosto Museo Nacional de los Ferrocarriles Mexicanos. Puebla (M茅xico) http://www.mexicoescultura.com
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decamino http://http://fundacionnewcastle.tumblr.com/
“
La FUNDACIÓN NEWCASTLE es una institución humilde y a la vez ambiciosa que en su sede -una casa de muñecas modelo Newcastle- pretende llevar a cabo un programa de exposiciones, becas, talleres y residencias artísticas. También alberga una interesante colección de arte contemporáneo. Javier Castro -el impulsor de este pequeño proyecto- no tiene dinero pero sí ilusión y muchas ganas de apoyar a la escena nacional, de disfrutar con los artistas y de paso desea demostrar que es posible soñar proyectos interesantes pese al contexto de crisis.
”
tw La Fundación Newcastle acaba de convocar una beca para críticos y comisarios, hasta el 9 de julio y el día 24 de junio abre sus puertas con su primera exposición: "Desapariciones", donde podremos ver pintura, escultura y vídeo dentro de la pequeña gran sede por primera vez.
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brevemente
Cómplices Semana 28 de concurso: 4 de junio de 2014 Ganadora: Patricia Collazo González Mucho me temo que vienen a rescatarme. Dirán que me estás consumiendo, que acabarás conmigo. Tú no escuches. La jeringuilla en equilibrio en el borde del lavabo no responde, pero tiembla cuando los golpes en la puerta trabada arrecian. Juan, ¡ábrenos!. Te ayudaremos… Estira la goma, un extremo en la mano libre y otro entre los dientes. Percibe la presión tranquilizadora en el brazo. No temas, mi niña, musita mientras sus dedos expertos tantean en busca del lugar exacto. No temas. No nos separarán Ella rueda trémula y culpable hasta los pies de Juan, que ya ausente, se ovilla sobre las baldosas frías y comienza a temblar.
Hilos
junio
Semana 29 de concurso: 11 de junio de 2014 Ganador: Adrián Pérez Se ovilla sobre las baldosas frías y comienza a temblar. Cuando abre los ojos se da cuenta de que su mano ya no cuenta dedos, sino una maraña deforme y roja que poco a poco va carcomiendo el brazo, la clavícula, la columna, el coxis. Todo él se desmorona. Lejos de allí, en un lugar remoto, alguien ha empezado a tirar del hilo.
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brevemente
Lo inevitable Semana 30 de concurso: 18 de junio de 2014 Ganador: Miguelángel Flores Alguien ha empezado a tirar del hilo. Lo sabía. En cuanto alguien viera la hebra se empeñaría en cortarla de raíz, como si fuera imprescindible hacerlo. Ahí está. Así funcionan. Si alguien ve una puerta de armario abierta, la cierra, aunque ni le estorbe. Si tiene unas copas de cristal a mano, las choca para oírlas, y ya. Si le regalan flores, las huele sin pensar hacerlo. Así es. Es algo reflejo, genético y muy humano. Lo mismo, cuando encuentran a un hombre colgado de una viga, gritan como si les fuera la vida en ello. Luego, si se fijan, acaban arrancando esa hilacha de su pantalón.
tw Relatos finalistas de junio, del concurso Relatos en Cadena, organizado por la Cadena SER y Escuela de Escritores. Puedes saber quién ganó y consultar las bases en www.escueladeescritores.com o www.cadenaser.com.
entrecocheyandén
Tajada de melón Catalina Tovorovsky Alumna del Taller Literario Juan Martini
1. CAMINAMOS callados sin tocarnos hacia su auto ahora. Nos acabamos de conocer en la fiesta. Yo lo vi ni bien entré y me le puse a revolotear en negra espiral para que me registrara. Él estaba con unos amigos poco interesantes. Por lo macizos y homogéneos parecían rugbiers. Y por lo felices. Fue eso justamente lo que me atrajo. Se lo notaba a gusto con su vida. Se compartía generoso. Me miró las tetas que asomaban en forma de corazón de mi vestido escotado. Me agarró de la cintura. Mi cintura, que es un poco gruesa, al contacto con su brazo se volvió frágil, diminuta. Su tamaño me hizo sentir en la escala justa, la chica exacta. Ese primer contacto nos bastó. Bailamos un rato, para justificarnos. Un amigo le dijo Indio ¿vos te quedás? nosotros nos vamos. Compramos una coca. Caminamos hacia su auto. 2. Su auto es grande y lujoso. El asiento de cuero me chupa. Cuando cierro la puerta, se genera un silencio presurizado que define el afuera y el nosotros.
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Sus brazos son duros como piedras. Me quedo pensando en las personas y las vidas que llevan a cuestas. Le pregunto si entrena mientras presiono con mi dedo índice su bíceps derecho. Es corto. Le faltan palabras. Le sorprende mi humor insolente. No me descifra. Nos significamos lo mismo: lo distinto. En el semáforo nos besamos y tocamos por adentro. Me dice te voy a re coger. Le pongo cara de emoticón sonriente y levanto el pulgar. Pega una maniobra ruidosa que raya de negro el asfalto y entramos al telo. 3. Le saco la remera y me ofrece su cuerpo espectacular. Tiene la espalda seca (¿usa talco?) y suave. Lo huelo. El perfume que lleva puesto sobre la piel le roba al pecho su olor natural y combinados los dos olores arman un perfume denso de animal majestuoso. Me desnuda con práctica. Mientras me agarra el culo con sus mega manos, hunde la cara en mis tetas. Me baja la tanga con los dedos del pie. Y, como si yo fuese una tajada de melón, me levanta con sus superpoderes de las nalgas para sentarme a caballito en sus hombros pero con mi sexo en su cara. Y me golpeo la cabeza contra el techo. Y pierdo el conocimiento.
tw Catalina Tovorovsky. Es Licenciada en Letras y especialista en derecho de autor, disciplina en la que se desempeña en la actualidad. Escribe cuentos en el taller literario de Juan Martini. Es crítica literaria y docente de lengua y literatura. Dirige la agencia literaria Farber. Vive en Buenos Aires.
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metroligero - holakokoro
Š Jasten FrÜjen
tw Kokoro es un personaje singular, que se cuela en CpA, para contarte historias en pocas palabras.
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pormotivosajenos
Martirio
30/05/14
Necesito tener
las tripas en orden Esta entrevista se pudo realizar por cortesía del programa Entreacústicos (Los Conciertos de Radio 3) en La 2 de TVE. Si quieres ver el concierto, toca este texto.
P- ¿En qué tren estás subida ahora? R- Estoy recién llegada de México, Argentina y Chile de la gira De un mundo raro, con mi hijo, el guitarrista, productor y antropólogo Raúl Rodríguez. Estoy ya por el 8º programa de radiogladyspalmera.com Cantes rodados que estoy haciendo desde febrero y un viernes al mes doy la conferencia "La Mujer y la copla en nuestra educación sentimental" en el Teatro del Barrio de Madrid. P- ¿Qué es lo que más te ha emocionado de cantar a Chavela? R- Poder sentir cómo paladeaba las frases, cómo convertía en poesía todo lo que cantaba y las neuronas de vida vivida y sentida que encerraban sus palabras. P- ¿Qué representa Chavela para Martirio? R- La cantora más emocional y verdadera que he oído. La Dignidad, la Vocación, la Libertad.
P- Si pudieras intercambiar con Chavela una virtud o un defecto ¿cuál elegirías? R- Elegiría su enorme disciplina, teñida de humor, su falta de artificio. Su inteligencia. P- Completa la frase: yo para ser feliz… R- Necesito tener las tripas en orden P- Los trenes que se pierden ¿vuelven a pasar? R- Sí, si estas atenta y es el momento en que estás preparada para cogerlos. P- Lo breve si bueno… R- Si bueno, lo breve y lo extenso. P- ¿Qué libro te ha marcado? R- 100 años de soledad, de García Márquez, mi novelista favorito. P- ¿Qué libro estás leyendo ahora? R- Las tres bodas de Manolita de Almudena Grandes P- Cuéntanos un truco infalible R- Gárgaras de un vaso de agua con una cucharada de lavanda hervida,
un poco de sal gorda y limón. Gran remedio para la garganta. P- ¿Cuál es la mejor forma de contar un cuento? R- Con la luz apagada y la voz queda y modulante. P- ¿Un medio de transporte que prefieras? R- El tren. P- ¿Hacia dónde te orientas cuando buscas refugio? R- Hacia dentro, a mis santos y a los queridos que ya no están. Con los amigos. En los paisajes. Con la música. En el Arte. P- ¿Cuál es la ciudad donde te encuentras mejor? ¿Qué es lo que más te gusta de ella? R- Madrid, porque me pone las pilas para trabajar, tengo todo a mano y me confundo con la gente por las calles. Aunque para sentir y beber vida me bajo a Andalucía con mi gente, a Huelva, Málaga y Sevilla.
tw Lo próximo será este verano seguir con la gira de De un mundo raro, Cantes por Chavela que me lleva por España, y en otoño viajaré si Dios quiere a Argentina para trabajar allí un proyecto de tangos y coplas con el bandoneonista Rodolfo Mederos y su grupo.