Cuentos para el andén Nº36

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nº36

abril2015

elmuro [3] andénuno [5]

Madera de boj, Alfonso Fernández Burgos andéndos [8]

La muerte desordena, Ángel Olgoso andéntres [10]

Barro, Manuel Vilas cuentoscomochurros [12] lapuertadelanevera [17] IImicroconcurso [18] diccionariodesaturno [20] IIcursoconcurso [22] brevemente [26]

Relatos en cadena dindondin [29] decamino [30] entrecocheyandén [31]

La rana, Lydia Monreal

novedades

metroligero [34]

Publicamos el relato de tres lectores, ganadores del II Microconcurso: textos de 100 palabras, 5 preseleccionados por jurado, de los cuales 3 fueron elegidos por los lectores en votación abierta en Facebook.

Edita: Grupo Andén C/ Feijoo, 6 - 4ºA - 28010 Madrid | edicion@grupoanden.com | www.grupoanden.com Comité editorial: Alejandro Moreno, Víctor García Antón, Leticia Esteban | Editora: Natalia Muñoz. Asesores de contenidos: Sergi Bellver, Juan Carlos Márquez, Kike Cherta, Juan Martini (Buenos Aires, Argentina) y Mónica Pano (Argentina) Publicidad: edicion@grupoanden.com | Diseño: www.jastenfrojen.com Ilustración: Coordinación: www.leticiaestebanilustracion.com Ilustración portada e interior: © Nadia Campanotta | http://nadiacampanottaillustrator.blogspot.it/

Con la colaboración de:


elmuro

Tema: El paso del tiempo

Ganadora: Hombre frente al tiempo. Paula Pérez, Madrid (España)

Finalistas:

Olvido. Lautaro Vincon Avellaneda (Argentina) Picaporte en desuso. María del Carmen Allonca, Buenos Aires (Argentina) Si título. Carlos Rivero Badajoz (España)

Concurso de fotografía Participa enviando tus fotos a lector@grupoanden.com Consulta las bases y mira las fotos en Facebook y grupoanden.com Tema del próximo concurso: Fauna autóctona

Te escuchamos: Cuentos para el andén @cuentosanden lector@grupoanden.com

www.grupoanden.com

En este número 36 de Cuentos para el andén leeremos relatos de Alfonso Fernández Burgos, Ángel Olgoso y Manuel Vilas, junto con nuevas promesas de 6 a 10 años (de edad) que nos visitan en CursoConcurso. También hablamos de un espacio nacido para el arte urbano de la mano de siete jóvenes. Veremos el fútbol en Saturno, buscaremos los rincones de la Nevera. Y más cosas. No te quitamos más tiempo, esperamos que lo disfrutes.

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Madera de boj Alfonso Fernández Burgos

EL boj es un arbusto que si se tiene la paciencia necesaria y se le dan los cuidados que requiere puede llegar a convertirse en un árbol frondoso. Un árbol cuya madera es durísima, de la misma naturaleza de las piedras. El boj ornamental necesita de una maceta grande, tiene un tronco firme y unas hojas verdes y lustrosas. Yo sé todo esto porque mi madre tenía uno y aunque era indudable que le gustaba el aspecto de aquel arbusto -como le gustaban los cigarrillos de marihuana- lo que más le fascinaba era su nombre. Hay pocas palabras tan cortas, sonoras y exóticas. Al decir "boj" caía en un trance estético, se le llenaba la boca de la "j" final y la dejaba ahí, en el aire, como algo vaporoso e ingrávido. "Bojjj", decía con miedo de que alguien no comprendiese tanta belleza si la acortaba. Cuando venía alguien a casa, ella hablaba a las visitas mientras su mano -como distraída- señalaba la copa casi esférica del arbusto. No sé si era consciente de lo que hacía, no sé si los demás eran conscientes de la prestidigitación soberbia de mi madre, pero en un momento de la charla dejaban de fumar porros y empezaban a interesarse por el boj. Era entonces cuando mamá se acercaba a él y lo acariciaba con la palabra. "Es un bojjjj", decía, y aunque no se oyeran las exclamaciones de sorpresa, yo estoy convencido de que sus amigos también en su interior estiraban el tiempo y decían "bojjjj".

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andénuno

También yo empecé a contagiarme de aquel amor por el arbusto. Ella lo regaba y le limpiaba las hojas con un paño humedecido con aceite de oliva. Cuando volvía del colegio, mi madre seguía en su negocio macrobiótico, entonces yo aprovechaba su ausencia para mostrarle mi amor al boj y decir su nombre con muchas, muchas más jotas finales que las que usaba mamá. Una tarde mamá no volvió. A partir de entonces me quedé yo solo para regarlo. Lo hacía a todas horas, cuando llegaba del colegio, en los intervalos que hacía para los deberes de la escuela, cuando llegaba mi padre, después de ducharme, cuando mamá llamaba por teléfono sorbiéndose los mocos, cuando papá venía con mujeres a casa. Cuando papá no venía y me cuidaba mi vecina Claudia. Yo tomaba aquella regadera y le echaba agua al boj, al mantillo aromático, a las hojas cada día menos brillantes, al tronco de la dureza de los pedernales. Poco a poco fue perdiendo el lustre de todas aquellas jotas finales. Mamá al llamar y preguntar cómo me iba en el colegio o si comía bien, nunca me preguntó por el boj. Dejaron de venir visitas. Y un olor como a bosque de otoño y jotas podridas se fue haciendo el dueño de la casa. Ya solo queda el tronco, sin hojas, sin raíces, como una síntesis, como un ademán esbelto de lo que fue en otro tiempo. Ahora ha dejado de tener jotas para ser un amasijo de cruces desobedientes de una dureza inusitada, casi invencible.

tw Del libro: Extinciones. Ed. Gens, 2014. Alfonso Fernández Burgos (1954, Jabugo, Huelva), como escritor de cuentos ha obtenido distintos galardones y ha participado en varias antologías. Obtuvo el premio Fernández Lema 1996, el premio Villa de Murchante 1998 de cuentos, el segundo premio de narrativa Café Bretón en 2004 y en 2007 resultó finalista del XXXIV Hucha de Oro y del XII Premio Mario Vargas Llosa NH de relatos.

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andéndos

La muerte desordena Ángel Olgoso A Ángeles Encinar DE niños, estudiábamos juntos, comíamos nueces y nos reíamos con ganas. Clara era pequeña, asustadiza. Yo la llamaba Ardilla. En verano íbamos a nadar a la poza. O nos tendíamos en la hierba y mirábamos hacia lo alto picoteado de pájaros. Clara tenía el pelo corto y los calcetines bien tirantes. Yo, un bozo castaño sobre el labio. Clara olía a lápices de colores. Yo iba por ahí haciendo garabatos con su nombre. Lo trazaba con la puntera en la tierra de la plaza. Lo grababa a navajita en los troncos de la alameda. Lo dibujaba en el aire con un ascua del brasero sujeta entre dos palitos. Clara dijo que nos casaríamos. Yo dije que sí con la cabeza. Después de nuestro pacto secreto llovió afuera. Se levantó viento y saltaron chispas en los cables de la cuesta. Esas mismas centellas, blancas de pura maravilla, me calentaron por dentro durante años. Hice la mili. Solo aplastaba chinches, fregaba platos, miraba los ollares de los caballos echar vaho como chimeneas. Volví al lado de Ardilla. Trabajé en un taller. Luego en la Planta Azucarera. Un día sentí mucho frío, como si me hubieran enterrado de golpe la cara en la nieve. O chapuzado en la poza en invierno. O caído en el tanque de carbonatación de la fábrica. Pareció una chuscada de Amador, mi hermano grande. Si pienso en él, lo único que recuerdo es un abejorreo de risas y coscorrones alrededor mío. Desde el día del frío, el mundo no sabe más a Clara. Tampoco tuve tiempo de hacer la maleta. Ni de

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andéndos

devolverle la llave del que sería nuestro piso. Algo me arrojó al otro lado. A un lugar sin polvo en el que nada sucede. Solo me llegan ecos. Sé que vinieron los vecinos. Que se inclinaron sobre mis padres, achatados en el borde de las sillas de anea del comedor. Y estaban las lágrimas. Gordas como espejos de mano quebrándose sobre el terrazo. Desde el día del frío no he vuelto a ver a Clara. Pero sé que un dolor quiere subirse a ella como quien intenta tomar un tranvía. Un dolor redondo como una nuez y afilado como un lapicero de colores. Ardilla no lo deja entrar. Sé que para Clara aún ocupo el mismo espacio de costumbre. Cree que nadamos juntos, que nos reímos con ganas, que nos tumbamos en la hierba boca arriba. Cree que todavía se sube los calcetines blancos y que yo ando por ahí escribiendo su nombre. Me reclama para partir nueces y besarme tras las tapias del cementerio. Dice que nada nos separará. Que está unida a mí, para siempre, como al hormigueo de una extremidad fantasma.

tw Del libro: Breviario negro, Menoscuarto Ediciones, 2015. Ángel Olgoso (Cúllar Vega, Granada) es autor de numerosos libros de relatos, entre los que destacan Cuentos de otro mundo (1999), Los demonios del lugar (2007), Astrolabio (2007), La máquina de Languidecer (2009) y Las frutas de la luna (Menoscuarto, 2013, XX Premio Andalucía de la Crítica). Se le considera un maestro del microrrelato, que cultiva desde finales de los setenta.

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andéntres

Barro Manuel Vilas

ESTABA paseando por las afueras un día que me encontraba con muy buen humor, el suficiente humor como para pasear y salir de casa. Llevaba ya un buen rato de paseo cuando me topé con una finca con las tapias desmoronadas. Unas viejas y grandes piscinas vacías y llenas de suciedad aparecieron delante de mis ojos: paredes de un verde despintado, ramas y bichos negros en el fondo, y ni una gota de agua. Eran dos piscinas: una de adultos, la otra de niños. La de adultos era muy profunda, lo que daba idea de su edad. Como todo el mundo sabe, las piscinas muy hondas suelen ser de los años setenta. Las piscinas actuales tienen muy poca profundidad. Lo justo para que no te rompas el esternón. Pero las de antes tenían tres metros de hondo y algunas, hasta tres y medio o incluso cuatro metros. Solían tener hasta trampolines. Blancos y elásticos trampolines para los viejos acróbatas del recuerdo. Esta que estaba a mis pies debía de tener cua-

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andéntres

tro metros de hondo. Qué maravilla bañarse en medio de tanta agua, casi un buen simulacro de la alta mar. Pero allí no había nadie, y daba la sensación de que esas piscinas escondían treinta años de abandono. Estaban abandonadas a su suerte. Una piscina es muy fácil de abandonar. Se la deja allí y ya está. Aquello que simbolizó el día de fiesta y las voluptuosidades acuáticas acaba convirtiéndose en un miserable agujero. Se deterioran las paredes; se resquebraja la pintura especial; se oxidan las escaleras y crujen si las tocas como un columpio del siglo XIX; hojarascas oscuras, bajo las cuales se esconde el esqueleto de algún animal, se adueñan del fondo; y la tierra de alrededor, junto con sus milenarias piedras, empujan para derribar los muros de contención de la vieja estructura arquitectónica de la solitaria piscina abandonada en mitad de un campo. Di un salto por la parte de menos altura y me metí dentro y comencé a pasear por el fondo de la piscina. En ese instante, el cielo se oscureció y comenzó a llover torrencialmente. No me apetecía irme de allí. Milagrosamente, el agua empezó a subir de nivel, hasta que en unas horas, caída ya la noche, sin cesar la lluvia torrencial, la piscina se llenó, mojándome las ropas, mojándome todo. Era verano y no me importaba estar allí, bajo los truenos azules y el agua resplandeciente. Muy solo me sentía, eso sí. Pero tan solo como siempre, si acaso ahora en un lugar extraño. Cuando la piscina estuvo llena, dejó de llover. Y yo me pude dar un baño fantástico, bajo la luna del verano último, bajo la bella y loca, nocturna luz de agosto. Estuve nadando y buceando toda la noche en aquellas aguas, en aquel bendito estanque, en aquel barro sin nombre.

tw Del libro: Zeta, Ed. Salto de Página, 2014. Manuel Vilas es narrador y poeta. Como narrador es autor del libro de relatos Zeta (DVD, 2002, Salto de Página 2014) y de las novelas Magia (DVD, 2004), España (DVD, 2008), Aire Nuestro (Alfaguara, 2009), Los inmortales (Alfaguara, 2012), El luminoso regalo (Alfaguara 2013) y los textos reunidos en Listen to me (La Bella Varsovia, 2013).

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cuentoscomochurros

Etern 12


cuentoscomochurros

TENGO una buena y una mala noticia. La buena es que hay vida después de la muerte, la mala es que es muy aburrida. Por ejemplo, Emilia Monteagudo falleció un lunes cualquiera. La causa fue un ictus que le llegó de puntillas. Emilia se acostó con dolor de cabeza y se despertó fantasma. No somos nadie. Ella enseguida se dio cuenta de que estaba muerta. Comprendió que el cuerpo que abultaba en la cama, tan parecido a un montón de hojas secas, era en realidad el suyo. Emilia no podía gritar. No podía patalear. Estaba muerta. Su marido roncaba tan a gusto. Estaba vivo. Cuando el vivo de su marido despertó, no notó nada extraño. Se levantó en silencio y se fue a poner el café al fuego. Emilia quiso ir a avisarle, plantarse en la cocina y decirle aquí estoy, bien muerta, mírame, pero, por más que lo intentó, no logró alejarse de la carne de su cuerpo. Tomen nota: resulta que el alma está cosida a los pies y no puede despegarse.

idad

Desde el pasillo, su marido le gritó que se les hacía tarde. Ella sonrió sin usar su boca. ¿Tarde para qué, a ver? Tarde para todo. Su marido entró en la habitación y le tocó un hombro, o se lo tocó, al menos, al montón de hojas secas que antes era Emilia. Su marido le dijo que no se hiciera la remolona. ¿Será posible, pensó ella, que no te des cuenta que estoy aquí de cuerpo pre-

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cuentoscomochurros

sente, y de espíritu presente también? Su marido se encogió de hombros y se marchó al trabajo. Emilia no se lo podía creer. Se quedó sola en casa. Sola con su cuerpo ya vacío. Emilia no podía moverse ni tampoco manipular nada. ¿Cómo iba a hacerlo, si ya no tenía dedos ni huesos? Ni siquiera podía encender la radio. Emilia se quedó allí, mirando la habitación quieta. La luz entraba por la ventana como haciéndole cosquillas al suelo. Flotaban motitas de polvo. Sonido de coches lejanos. Pasaron los minutos, las horas. La luz cambió. De vez en cuando, pasaba un camión o sonaba un claxon. Dos años atrás, se habían mudado a esa casa en las afueras: qué tranquilidad, había dicho Emilia al dejar las maletas. En la mesilla, había una foto enmarcada, con Emilia y su marido frente a las Casas Colgadas de Cuenca. Emilia la miró y la miró hasta que dejó de reconocerse y de reconocer el recuerdo. Se arrepintió de no tener más cuadros. Se arrepintió de no haber elegido un papel de la pared menos monótono. Miraba las flores del único florero y contaba los pétalos. No había nada más que hacer. A mediodía, un grupo de escolares pasó cerca de su ventana. ¿Qué harían allí, tan lejos del instituto? Risas, voces aflautadas, correteos. Emilia se concentró en recoger cada una de esas palabras adolescentes. Separar los grititos para grabarlos en su mente y así poder alargarlos luego. Los adolescentes se fueron y la dejaron sola de nuevo. Emilia comenzaba a ser consciente de lo que le esperaba. Miraba el techo y el suelo buscando algún insecto. Ella, que tanto había presumido de tener siempre la casa impoluta. Maldito desinfectante, maldita lejía. Lo que habría dado ahora por encontrarse a una araña alfombrando con su tela un rincón. En cierto momento, la luz del sol cayó sobre el espejo, y de ahí rebotó a la pared. Un mapamundi de luz temblorosa. El efecto duró una media hora. Luego se apagó y la noche fue

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cuentoscomochurros

cayendo. Durante un rato, se incrementó el sonido de los coches. Oscuridad. La farola de la esquina se encendió y su luz trazó un círculo que rozaba la mesilla, iluminaba justo la mitad de la foto de su visita a Cuenca. Solo se les veían los pies, a ella y a él. Por fin, después de quinientos años, su marido abrió la puerta de la casa. Gritó su nombre varias veces. Emilia se concentró en ubicar cada uno de los sonidos que le llegaban desde el pasillo: ahora se está quitando las botas, ahora ha ido al baño, ahora rebusca en la alacena. Emilia oyó a su marido andar descalzo, cada vez más cerca, aproximándose. Tuvo miedo de que fuera a descubrirla tan pronto. Porque, por aburrida que fuera la habitación, era mucho mejor que un ataúd, mucho mejor, infinitamente mejor.

tw Colaboración mensual con Cuentos como Churros: ellos eligen una de las cuatro fotografías seleccionadas de el muro y cocinan con ella un rico churro que publicamos aquí. La fotografía es de Carlos Rivero, finalista de nuestro Concurso de Fotografía de este mes.

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lapuertadelanevera

Peregrino

o Germán Cornej o, al in gr re Pe , ¡Cuidado ca el Sa ! ta er pu ta abrir es ja, y de frío al que nada e qu al e pone calient . tra en cu en nada

Sandra La mayor desdic ha del peregrino es no poder recorrer todos los caminos

http://lavidaenvideoclip.blogspot.com.es/ http://desiertosyjardines.blogspot.com.es/

Natural M. Caballero -¡Natural, lo q ue se dice na tural, tampoco es, abuelita!... -¿Pero tú has visto qué ojos tiene?...¿Qué orejas?... ¿Qué dientes ?... http://www.wattpad.com/user/ManoloCaballero

Rosi García l No es natura a er fu té es porque . ra ve ne la de

http://dibujandounpensamiento.blogspot.com.es/

Marco García No es natural que prefiramos a las mascotas en lugar de las personas... pero es más razonable.

Rincón garra Miguel Ángel Al cón rin Por inventar un on ar em curvo, me qu a. er gu ho en el

Lucía Berruga En el rincón de la nevera he puesto a en friar la ira; ya no me lo tom aré todo en calient e. http://sobrevolandolacultura.blogspot.com.es/

Déjale una nota al mundo en La puerta de la nevera: www.grupoanden.com

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IImicroconcurso

De papel Patricia Collazo

es un Microconcurso ional ac rn te in en certam le tros ctores. abierto a nues pular. ón Con votaci po labras. pa 0 10 s, 48 hora

Alcobendas. España www.laletradepie.com

A cada vuelta del tambor de la lavadora, unas cuantas letras desaparecen, mientras los trozos de papel flotan caprichosos, siguiendo una cruel coreografía. Sentada sobre las baldosas frías, ella observa el devenir de te quieros, besos recónditos, abrazos borroneados, que giran sin remedio. A su lado, la caja de madera vacía, presencia la escena, con la boca abierta en una grotesca mueca. Con el centrifugado, ya sólo quedan pequeños cúmulos de celulosa, que se unen y separan aleatoriamente, pero conforman una masa pegajosa una vez escurridos. Entonces, ella, abre la lavadora y rasgándose en pedazos, va metiéndose en su interior.

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IImicroconcurso

Túnel Leonardo Dolengiewich Mendoza. Argentina www.mepodesleeraca.blogspot.com

YO me como la tierra. El lugar que habito debe conservarse impecable y no puedo permitir que nadie vea ni una pizca de polvo aquí. El doctor me dijo que tengo cálculos renales. Le conté la verdad. Me advirtió que si sigo así, en un año me van a reventar los riñones. Ese es mi tiempo. Esa es mi apuesta. En un año, mi destino dictará sentencia: libre o muerto.

Tuareg Ángeles Navarro Madrid. España

LOS camellos acusaban el cansancio. Hakim, el guía, nos llevó al oasis donde se hallaba la haima a la que llamaban hotel. Jaime se había empeñado en una luna de miel aventurera. Pese a la crema factor 50, me salieron ampollas hasta en los labios. Hakim se ofreció a curar mis quemaduras. Conocía remedios para los males del sol. Jaime aceptó y trepó a una duna para fotografiar el atardecer. Me quedé con el bereber que descubrió el rostro oculto bajo el velo y el turbante. Jaime volvió a España. Yo vivo en un oasis, con aire acondicionado, eso sí.

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diccionariodesaturno

Una nueva civilización está empezando de cero en Saturno, aún no tienen claros algunos conceptos, ¿les echas una mano con el diccionario? Participa en www.grupoanden.com

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¿Qué pasa cuando los niños nos cuentan cuentos a los adultos? Esta vez inspirados en el cuento Huracán de Txabi Arnal Gil y Neus Bruguera. Ed. Kalandraka.


IIcursoconcurso

CATEGORÍA POLLITO (6-8 años) Primer premio Las bailarinas, Sofía Madrid (8 años) ÉRASE una vez en Villabailarina un grupo de chicas que naturalmente practicaban el ballet, las chicas se llamaban: Colette, Violette, Tea, Nicky y Paulina. Un día, practicando en el Teatro de la Rosa, se presentó un gran vendaval, ya no podían ensayar. El día del espectáculo no se sabían los pasos, todos los que venían a verlas habían pagado 8.000.000.000 € por cada entrada, el público estaba muy decepcionado pero Colette se acordó de su tataratataratatarabuela Bailonga, ella había inventado una coreografía, Colette se la dijo a sus amigas. El público asombrado por su talento las felicitó con rosas y margaritas. Fin.

Segundo premio El huracán y el pueblo, Patricia García (8 años) HABÍA una vez un pueblo muy feliz que tenía muchos colores. Pero… también había un huracán que no era bueno, más bien era tan envidioso que quería los colores del pueblo. El pobrecito huracán era de colores oscuros como negro o gris oscuro, también era de colores de tristeza como blanco o azul. Quería ser el más bello de todos los habitantes del pueblo y demás, además también quería chincharse de ellos. Esa noche no durmió nada, se quedó despierto planeando un plan maléfico que pudiera ayudarle a cogerse los colores del pueblo. Al final se hizo un mapa para saber qué sitio arrasar antes. Este es el mapa:

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IIcursoconcurso

Se hizo números decimales para saber dónde, cuándo y en qué sitio atacar y arrasar el pueblo. Al día siguiente el huracán atacó y se llevó todos los colores del pueblo. Al final todo se puso al revés, el huracán parecía un bonito arcoíris, en cambio el pueblo parecía el país de la tristeza, la envidia y la desgracia. El huracán se iba a chinchar como había dicho, pero el pueblo le empezó a tirar piedras y a chillar: ¡Qué has hecho con los colores, devuélvelos! ¡No somos un país triste, nos obligas a serlo! Entonces el huracán se fue, y el pueblo, decidido a saber por qué lo hacía se fue a la cueva del huracán, se encontraron el mapa y tuvieron una idea: le dijeron al huracán que les devolviera los colores, que tenían una idea. Al huracán lo pintaron con acuarelas y el huracán les tenía que devolver los colores. Y así fue. Le pintaron con acuarelas y el pueblo volvió a tener sus colores. El huracán prometió no volverlo hacer, y vivieron felices y comieron perdices y a mí no me dieron porque no quisieron.

Tercer premio Y después el huracán, Daniel Olivar (6 años) Y después el huracán se llevó el pueblo entero..

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IIcursoconcurso

CATEGORÍA GORRIÓN (9 años) Primer premio Brújula huracán, Marina Sanabria (9 años) HABÍA una vez un pueblo y en ese pueblo había dos niños llamados Carmen y Mario. Un día estaban paseando por la calle, Carmen tropezó con algo. Era una brújula muy rara que parecía de otro mundo, enganchada a ella había un papel con las instrucciones de uso: Ellos, llenos de curiosidad, pulsaron el botón verde, pasaron unas series de cosas, el viento cambió de brisa a viento, y de viento a remolino con huracán. El remolino les llevó a un mundo extraño, las personas eran de viento, aunque se podían tocar. Un niño viento gritó alarmado: - ¡Humanos!, ¡humanos en la ciudad! Unos hombres les llevaron ante el Rey Muchoviento, que dijo: - ¡Cómo os atrevéis a entrar en Huracán, nuestra preciada ciudad! - Perdone, Rey Muchoviento, Carmen se encontró esta brújula y nos llevó hasta aquí. - ¡Aun así, encerradlos en la celda! -chilló el Rey En la celda en que les habían encerrado había una chica llamada Remolino. - Me encerraron aquí intentando tener paz en vuestro mundo y el mío. Entonces Mario tuvo una idea para escapar, cogió un palo y abrió la puerta, pero la puerta tenía alarma y los guardias les persiguieron. Remolino dijo que se fueran sin ella. De repente, se encontraron en el lugar donde se había tropezado Carmen. Ellos jamás olvidaron esa brújula y a Remolino, quienes les habían salvado. Fin.

Segundo premio

El huracán, Andrea Prieto (9 años) ÉRASE una vez un huracán que soplaba muy flojo, pero a medida que iba creciendo, el huracán soplaba más fuerte. Un día el huracán era muy grande, pero no tenía amigos. Entonces decidió hacerse un amigo, su amigo era un niño llamado Víctor. Los dos decidieron buscar muchas aventuras juntos.

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IIcursoconcurso

CATEGORÍA JILGUERO (+10 años) Primer premio La sinceridad de la poesía, Ami Sheikh Durrah (10 años) LLUVIA, Noche y Día, con ellos se encuentra la valentía. (1) Serpientes, escorpiones y tiburones, la gente tonta los ven como mascotas.(2) Plantas, animales y libros, sus moléculas no paran… son como niños.(3) Tacones de 50 pisos, pendientes de aguja y otras torturas, quien tenga dignidad no se las pondrá.(4) Fin.

Segundo premio El pueblo sin color, Ana Martín (10 años) HABÍA una vez un pueblo cerca de las montañas donde sus habitantes siempre tenían una sonrisa en la cara, por eso lo llamaban "Villa sonrisa". Este pueblo, como su nombre indica, era muy sonriente y además tenía mucho color. Una vez en el pueblo "Villa sonrisa" unos magos atacaron el pueblo (hacía mucho, mucho viento). Y entonces, en un abrir y cerrar de ojos todo el pueblo se volvió gris. Los habitantes y vecinos estaban muy tristes y aunque no os lo creáis, ¡ya no sonreían!, fue muy, muy triste. La gente estaba muy defraudada y decidieron ir en busca del color. Estaban muy, muy exhaustos de tanto buscar y resulta que el color vino él solo. Fin.

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brevemente

Pinturas de guerra Semana 22 de concurso: 16 de marzo de 2015 Ganador: Alejandro Vaghetti Jou Pintando aquellos extraños bisontes, dinosaurios, dragones y la colección entera de coches de carrera, le sorprendió el estremecedor bombardeo. La guerra había estallado, tal como se lo explicaron el día anterior; y sabiendo que no era un juego tenía que salir inmediatamente de la casa. Una vez a salvo en el refugio, todos lloraban, incluso sus padres, porque habían tenido que dejarlo todo. Pero él no, a él no le faltaba nada. Todo estaba dibujado en la pequeña libreta gris que llevaba en el bolsillo de su pantalón.

marzo La costumbre Semana 23 de concurso: 23 de marzo de 2015 Ganador: Ignacio Artacho Lara Todo estaba dibujado en la pequeña libreta gris que llevaba en el bolsillo de su pantalón: los primeros garabatos intrascendentes; los avances prometedores que llevarían a laboratorios de medio mundo a disputarse sus servicios; aquellos insoportables castillos de ecuaciones que le consumieron las noches y el matrimonio; la hermosísima serie de bocetos de virus y bacterias merecedora de figurar en el catálogo de cualquier pinacoteca. Y, por fin, el hallazgo formidable, la cifra y la fórmula que -de demostrarse- supondrían el fin de la enfermedad. Todo estaba en aquella libreta que siempre llevaba en el bolsillo del pantalón y que ahora golpeaba rítmicamente contra el cristal a cada vuelta del tambor de la lavadora.

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brevemente

El amante arrítmico Semana 24 de concurso: 6 de abril de 2015 Ganador: Francisco Javier Guillén Domínguez A cada vuelta del tambor de la lavadora descartaba la idea de volver a intentarlo en la cama y renunciar a aquella bendita cadencia que ahora procuraba no perder sujetándole las nalgas.

Autoconvencimiento

abril

Semana 25 de concurso: 13 de abril de 2015 Ganador: David Garduño Navarro Procuraba no perder, sujetándole las nalgas con firmeza, la intención de seguir siendo sólo amigos.

El paquete Semana 26 de concurso: 20 de abril de 2015 Ganador: David Botija Ibáñez La intención de seguir siendo sólo amigos; la custodia de los niños; la domiciliación de las facturas; los turnos de paseo del perro; el uso de los vehículos familiares; el reparto de los bienes inmuebles…; todo había sido pactado sin problemas. Tan sólo les quedaba por acordar qué hacían con el incómodo cadáver del mediador familiar.

tw Relatos finalistas de marzo y abril de 2015 del concurso Relatos en Cadena, organizado por la Cadena SER y Escuela de Escritores. Puedes leer todos los seleccionados en www.escueladeescritores.com o www.cadenaser.com.

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dindondin

Café con Letras Adolescentes y adultos. Biblioteca infantil de Oaxaca. Entrada gratuita. Oxaca (México) http://www.mexicoescultura.com

Vallecas Calle del Libro Hasta el 30 de abril de 2015 Madrid. (España) http://www.vallecastodocultura.org

JazzAtlántica 2014 Hasta el 17 de junio de 2015 Teatro Rosalía de Castro. A Coruña (España) http://www.guiadelocio.com

La Noche de los Libros 23 de abril de 2015. Madrid. (España) http://www.madrid.org/

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decamino

www.espositivo.es

ESPOSITIVO es un proyecto que hemos ideado 7 jóvenes emprendedores, con edades comprendidas entre los 25 y los 28 años, que compartimos el interés por el Arte Urbano y la Cultura. Lejos de ser arrastrados por la idea de pesimismo generalizada, los de a bordo hemos querido dar forma a un concepto que fuese positivo desde su esencia, el título. Nace como un concepto híbrido entre galería de arte y espacio de eventos, poniendo el foco en el arte urbano. Un local de tres plantas con personalidad que trata de alejarse de la concepción fría y elitista de las galerías tradicionales de arte.

tw Desde finales de abril y hasta mediados de junio el artista en galería será el pintor An Wei. Quienes ya conocen el espacio pudieron ver una pequeña muestra de su trabajo, pero será entonces cuando puedan apreciar realmente que la superficie sobre la que trabaja es un mero vehículo, mientras que la obra en sí representa su alma. También estamos preparando una expo para junio, aún por cerrar, dentro del circuito de Photo España.


entrecocheyandén

La Rana Lydia Monreal Alumna de Escuela de Escritores

ELEGIMOS para sentarnos parte del último y del penúltimo pupitre. Como ninguna de nosotras era alta, esbelta o graciosa, pasamos desapercibidas para el resto de la clase durante varias semanas hasta que Rosabel preguntó quiénes eran las escuchimizadas del fondo de la clase. Resumiendo, que franqueábamos los días como tres insignificantes suspiros deambulando por los pasillos, cogidas de la mano y con una mueca por sonrisa en nuestras bocas. De la clase recuerdo mi admiración por el cartel, pegado a la pared, que nos mostraba la ecdisis de una serpiente. La mitad de su cuerpo estaba cubierto por la vieja piel, la otra mitad brillaba con la nueva. Cada día acariciaba el mural. Entre los chicos de la clase los había altos y desgarbados, bajos, regordetes, con ojos asustadizos y alguno con semblante distraído. Sólo destacaban dos por simplones. De las chicas solo evoco a Rosabel. Sentada en la primera fila conseguía las mejores notas y siempre llevaba unos deberes impecables. Empezó siendo la delegada de clase con nuestro voto en contra, porque tenía esa estúpida sonrisa que ninguna de nosotras podía soportar, o tal vez, porque todos los chicos la admiraban, ya que era rubia, y, para colmo, tenía los ojos azules. Así que después de esas elecciones, cada vez que nos la tropezábamos por los pasillos era como golpearse con un martillo en un dedo. Ella, con aires de superioridad, levantaba la cabeza con desdén. Nosotras nos hacíamos pequeñas, muy pequeñas, casi diminutas. Rosabel, a su vez, se aseguró de que estuviéramos completamente aisladas hasta el punto de hacer que prefiriéramos almorzar en clase antes que salir al patio. Recuerdo con nitidez el día en el que se produjo nuestra muda

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de piel. Fue en una clase de historia. Era primavera. Rondaban las doce de la mañana. Los dorados rayos de sol cruzaban las rendijas de las cortinillas y chocaban contra la mesa de estudio. Sobre la misma los libros esperaban estoicamente a ser abiertos. Esparramadas entre los bancos y el tablero no perdíamos de vista las copas de las palmeras, que alcanzaban el tercer piso del instituto. Hacía calor. En el ambiente sonaba un cansino ronroneo de una lección que leía Rosabel. La historia de la Grecia antigua no era lo nuestro. A ratos, como de costumbre, dibujábamos pececitos dentro de unos cubos cuadrados que aprendimos a hacer en la clase de dibujo técnico. Una mosca se desperezaba en el ventanal. Al fondo de la clase, la pizarra verde sujetaba la pared, y la profesora, de pie sobre la tarima, poco a poco se volvía difusa. Mi compañera de pupitre, ajena a todo, mataba el tiempo jugando con un pequeño botecito envuelto en papel de aluminio que tenía guardado en su mochila. El día anterior había encontrado una rana en el jardín de su casa y se la quedó. Por la mañana dentro de un frasco se la llevó a clase para enseñárnosla. Justo en la parte en la que Ulises iba a dar un beso a la sirena ocurrió. Le pedí a mi amiga que pusiese el bote sobre el pupitre. Ante lo cual ella, además, decidió destaparlo un poquito. Mis ojos se abrieron de par en par cuando oí el primer croar de la rana, que se perdió en el denso ambiente. La profesora, confusa, sólo hizo el gesto de levantar la cabeza pero no dijo nada. Se hizo un silencio eterno durante varios minutos. El rumor comenzó de nuevo. Vi en la mirada de mi compañera la intención de volver a abrir el bote. Otro croar de la rana rasgó el ambiente, añadiendo esta ocasión la salida inesperada de la prisionera. Ninguna de las tres dudamos ni un momento en intentar cazarla. Con un libro quise impedir su salto y golpeé la mesa con tal ímpetu que el estuche abierto, lleno de rotuladores salió disparado, y cada uno de ellos voló en direcciones opuestas. A su vez, la que estaba en el banco de atrás, trató de recuperarlo con tan mala fortuna que se golpeó contra el cristal de la ventana, cerrada por casualidad. Nosotras, sin pensarlo, salimos corriendo en busca de la rana. Salto a salto había alcanzado los primeros bancos de la fila. Ella, feliz y contenta, no dejaba de croar.

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A esas alturas la pequeña visitante era el centro de atención. Resultaba muy evidente que a los otros treinta y seis adolescentes no les importaba mucho la clase. Unos la seguían con la vista muy divertidos. Algunas chicas salieron corriendo y gritando. Rosabel, pensando que era un ratón, se subió de un salto a la silla y desde allí empezó a correr por encima de las mesas. Otros, simplemente, aprovecharon para guardar los libros en la mochila. El borrador junto con algunas tizas andaba por el aire. Se oían unos gritos por acá, otros por allá. Un estruendoso ruido rebotó en el ambiente. Alguien había lanzado un libro contra la tarima. Un sonoro "¡Silencio!" retumbó en el aire. Todos nos quedamos quietos. La profesora avanzó despacio hacia nosotras. - ¡Ya estáis cogiendo esa rana, deprisa!… -nos gritó-… y ¡Tú! Rosabel ¡Bájate de la mesa de una vez!… Los demás callaban. La rana apareció en su bote y nos faltaban manos para empujarla a las profundidades de la cartera. -Vosotras tres… ¡a Dirección ahora mismo! -añadió furiosa mientras saltaban centellas de sus ojos y nos señalaba la puerta con el dedo. Una detrás de otra, con la cabeza agachada, desfilamos camino de nuestro castigo. Alguien dio una palmadita y seguido todos aplaudían a nuestro paso. Fue muy difícil no sonreír. Pasaron dos semanas antes de volver a clase con nuestras cinco mil copias de "Nunca más llevaré ranas a clase", pero a partir de ahí, Rosabel no volvió nunca a hablar sobre nuestra silueta y yo sentí que mi nueva piel era más colorida que antes.

tw Lydia Monreal Mena (Ibi, Alicante), estoy enamorada de la narrativa breve pese a mi corta experiencia en este mundo. Me fascina jugar con pocas palabras para contar mucho. Finalista en un concurso en Alicante con el relato La Noche de antes. En este momento trabajo en un libro de relatos.

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metroligero - holakokoro

Š Jasten FrÜjen

tw Kokoro es un personaje singular, que se cuela en CpA, para contarte historias en pocas palabras.

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