Cuentos para el andén Nº37

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nº36

abril2015

elmuro [3] andénuno [5]

Las dos cerillas, Robert Louis Stevenson andéndos [8]

El regreso a Roma, Luisgé Martín andéntres [14]

Tres microrrelatos de Martín Gardella cuentoscomochurros [16] lapuertadelanevera [19] diccionariodesaturno [20] nueva estación Fe de erratas

sinopsis [21] IIcursoconcurso [22] brevemente [24]

Relatos en cadena dindondin [26] decamino [27] entrecocheyandén [28]

Corazón Marino, Amelia Arévalo

novedades

metroligero [31]

Estrenamos sección con Sinopsis: proponemos a nuestros lectores el título del próximo éxito editorial y les pedimos una buena sinopsis. Publicamos aquí las mejores. Participa en www.grupoanden.com.

Edita: Grupo Andén C/ Feijoo, 6 - 4ºA - 28010 Madrid | edicion@grupoanden.com | www.grupoanden.com Comité editorial: Alejandro Moreno, Víctor García Antón, Leticia Esteban | Editora: Natalia Muñoz. Asesores de contenidos: Sergi Bellver, Juan Carlos Márquez, Kike Cherta, Juan Martini (Buenos Aires, Argentina) y Mónica Pano (Argentina) Publicidad: edicion@grupoanden.com | Diseño: www.jastenfrojen.com Ilustración: Coordinación: www.leticiaestebanilustracion.com Ilustración portada e interior: © Lorenzo Montatore | http://www.lorenzomontatore.com/

Con la colaboración de:


elmuro

Tema: Fauna autóctona

Ganador: Cruz del Sur, Rafael Ramírez - México DF (México)

Finalistas:

Extranjero residente, autóctono regularizado Rosa María García - Gran Canaria (España) Oteadero privilegiado Carlos Rivero - Badajoz (España) Sin título Ángel José Málaga - Lima (Perú)

Concurso de fotografía Participa enviando tus fotos a lector@grupoanden.com Consulta las bases y mira las fotos en Facebook y grupoanden.com Tema del próximo concurso: El sonido del silencio

Te escuchamos: Cuentos para el andén @cuentosanden lector@grupoanden.com

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Este número es una muestra cosmopolita de textos breves: traemos una fábula desde la Escocia del XIX de la mano de un clásico como R.L. Stevenson; desde Argentina desembarca una selección de microrrelatos del gran Martín Gardella y desde España Luisgé Martín nos trae un relato que habla sobre un regreso a Roma. Tendremos algo de prensa rosa de Saturno, cosas salvajes en la nevera, relatos de alumnos de taller… Y más cosas. No te quitamos más tiempo, esperamos que lo disfrutes.

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Las dos cerillas Robert Louis Stevenson

CIERTO día, un viajero atravesaba los bosques de California en plena estación seca, cuando los vientos alisios soplaban con fuerza. Había cabalgado un buen trecho y, sintiéndose cansado y hambriento, desmontó para fumar una pipa. Pero resultó que al llevarse la mano al bolsillo sólo encontró dos cerillas. Rascó la primera, y no prendió. —Bonita situación —dijo el viajero—. Me muero por fumar y no me queda más que una cerilla. ¡Y seguro que no prende! ¿Hubo alguna vez hombre más desdichado? —Sin embargo —caviló—, supongamos que enciendo la cerilla, me fumo mi pipa y la vacío aquí, en la hierba: la hierba podría incendiarse, porque está seca como la yesca. Y mientras intento sofocar a manotazos las llamas de delante, escapan, me persiguen por detrás y prenden esas matas de zumaque. Habrían ardido por completo antes de que pudiera alcanzarlas. Más


andénuno

allá de las matas veo un pino cubierto de musgo: también el pino se incendiaría al instante, hasta su rama más alta. Y la llama de esa larga antorcha… ¡los alisios la arrastrarían, blandiendo con ella el bosque inflamable! Ya oigo el bronco rugido que componen las voces combinadas del viento y del fuego. Ya me veo escapando al galope para salvar mi alma, mientras el incendio surca el aire en pos de mí y me encierra entre los montes. Ya veo arder durante días este agradable bosque, y al ganado achicharrado, y las fuentes secas, y al granjero arruinado, y a sus hijos arrojados al mundo. ¡Todo un mundo depende de este momento! Y tras esto, rascó la cerilla, que no prendió. —Gracias a Dios —dijo el viajero, guardándose la pipa en el bolsillo.

tw Del libro: Fábulas. Ed. Rey Lear, 2010 Robert Louis Stevenson (Edimburgo, 1850 - Samoa, 1894). Autor de obras como La isla del Tesoro o El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, en sus últimos años enfermó de tuberculosis y se trasladó a Samoa, donde los aborígenes le bautizaron como Tusitala (el contador de historias). Sus Fábulas se publicaron dos años después de su muerte.

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El regreso a Roma Luisgé Martín

CUANDO cumplió diecisiete años, los doctores le aconsejaron al marqués Albert Ludovic de la Villiers que hiciera un viaje para curar su melancolía. El muchacho, que tenía el rostro macilento y el cuerpo enflaquecido por la anemia, se pasaba las horas del día y de la noche tendido en la cama. Sólo tenían permiso para entrar en su cámara los mayordomos, que cada mañana le daban friegas en la carne con agua tibia para quitarle los olores, y el cardenal de París, con quien el joven se confesaba de sus pecados. La señora Fabignon, su preceptora, le visitaba también algunas tardes y le leía novelas de aventuras para vivificar con ellas su espíritu y azuzarle a emular las hazañas de sus héroes, pero ni D'Artagnan ni Julien Sorel le remediaban el ensimismamiento y la pesadumbre. Fue el cardenal, quebrantando con prerrogativa papal el secreto de confesión, quien les explicó a los doctores el origen de los males del marqués: el muchacho, huérfano de padre y madre desde muy pequeño, tenía un miedo aterrador a la muerte y creía que los aires del mundo sólo servirían para enfermarle. Soñaba cada noche con la guadaña y sentía en la piel el corte frío de su hoja afilada. En una ocasión se despertó incluso con una tajadura sangrante en el brazo, y aunque el mayordomo aseguraba que se la había hecho descuidadamente durante el sueño con un hierro suelto del dosel de la cama, él estuvo siempre convencido de que había sido obra de la Muerte, quien esa noche había logrado acercar más su segadera y había estado a punto por fin de llevarse su pellejo. Desde niño, Albert Ludovic había buscado panaceas que le permitieran vivir eternamente. A los doce años había ingresado en una hermandad de alquimistas que experimentaban con la planta del cacao, con excrementos macerados en alcohol y con hígados de yeguas para elaborar un ungüento maravilloso que, bebido, debía

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regenerar todos los humores del cuerpo y dispensar la salud perpetua. Dos años más tarde se unió a una cofradía de monjes gnósticos que aseguraban que leyendo los capítulos del Antiguo Testamento en un orden determinado se alcanzaba la purificación más alta y se conseguía la vida eterna sin necesidad de cumplir el trámite de la muerte. Y a los quince años, por fin, hizo amistad con un astrónomo soñador que estaba dibujando un mapa de las estrellas porque tenía la convicción de que los hombres, como la Virgen María, podían ascender al cielo sin haber muerto. Ninguna de estas filosofías alivió las congojas del marqués, que vio morir en pocos meses, sin componenda, al patrón de la hermandad de alquimistas, a tres monjes gnósticos emponzoñados por el tifus, al astrónomo, ya anciano, y a su tío abuelo Dominique, que había sido capaz de sobrevivir en la corte a las intrigas de Robespierre y de Fouchet pero no había podido librarse luego con bien de los daños de una hidropesía. Albert Ludovic se encerró entonces en su palacio, desinfectó los muebles y los muros con detergentes, y se puso a gemir dolientemente mientras buscaba en los libros de su biblioteca, más metafísicos que los que le leía la señora Fabignon, una solución a la muerte. Cuando los doctores le examinaron, después de un desmayo, llegaron a la conclusión de que su enfermedad no era sanguínea, sino mística. Uno de los cirujanos lo expresó sin palabrería: "Al marqués se le ha chiflado la cabeza -dijo-. No se le puede curar con cataplasmas, pócimas y bebedizos, sino con fantasías. Búsquenle una hembra que le aturda o llévenle a un lugar exótico en el que se olvide de sus penas". La preceptora Fabignon, que tenía propensión a tomar decisiones categóricas, mandó empacar de inmediato la ropa del muchacho en un baúl, dio instrucciones a los cocheros para que prepararan el carruaje y escribió cartas a una prima suya que vivía en Roma anunciándole su visita y rogándole que tuviera avisados a los mejores médicos de la ciudad por si acaso se producía algún contratiempo con la salud del marqués durante el camino. Albert Ludovic, con el gesto descompuesto por el terror, se negó a salir del palacio con rumbo tan lejano, pero la señora Fabignon, perentoria, amenazó con

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envenenarle las comidas si no obedecía, de modo que el muchacho, que conocía el temperamento agrio de su preceptora, eligió de entre las dos muertes la menos cierta. Emprendieron el viaje sin más tardanza. En el equipaje, además de las ropas, las pócimas curativas y los pertrechos, Albert Ludovic llevaba hasta cien libros de nigromancia y de teología en los que esperaba encontrar, a tiempo todavía de salvarse, un auxilio o un consuelo. Cuando el carruaje arrancaba cada mañana, él, molido por las pesadillas de la noche, se acomodaba entre los cojines de la cabina y comenzaba a leer algún tratado sentencioso para instruirse. Poco a poco, sin embargo, fue distrayéndose con el paisaje. A la altura de Burdeos, después de varias jornadas de trayecto, se dejó embeber por el verdor de los bosques y la turbulencia de los ríos que vadeaban. Sus cavilaciones no se volvieron más amables, pues a cada instante pensaba que toda aquella hermosura que veía a través de la ventanilla se malograría pronto, pero su rostro, extenuado y pálido, empezó a engordar y a atezarse por el sol. Recalaron en Marsella, donde el marqués vio por primera vez el mar, que le llenó de nuevo de melancolía. Desfilaron por los Alpes, nevados y fragosos. Durmieron en Génova y en Pisa. Recorrieron la campiña toscana, que tenía, a principios ya de otoño, colores escarlatas y rosáceos. Y llegaron por fin a Roma, la ciudad de Dios, donde Albert Ludovic esperaba encontrar alguna señal de sus quimeras. La prima de la señora Fabignon les alojó en un palacio renacentista desde el que se podían ver las aguas grises del Tíber y más allá los muros circulares del castillo de Sant'Angelo y la cúpula blanquecina del Vaticano. Al asomarse a la ventana de su alcoba la primera noche y contemplar aquel paisaje iluminado por el fuego de hachones gigantescos, el marqués se puso a llorar desconsolado. Cuando el paje italiano que habían contratado para que le atendiera acudió alarmado a preguntarle qué le disgustaba, Albert Ludovic le mostró los ojos llenos de lágrimas y, mientras señalaba por la ventana todo lo que iba enumerando, le explicó que aquellas pupilas pronto estarían mordidas por gusanos, descompuestas, y no podrían ver ya los tejados de las casas, ni los pretiles de los puentes, ni los ropajes colo-

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ridos de los romanos que jaraneaban en la plaza que había frente al palacio. El mozo, asustado, le sacudió el colchón, le caldeó la ropa de la cama con bolsones de agua caliente y se fue espantado. Albert Ludovic, que a pesar de su aflicción tenía la salud muy mejorada desde que salieran de París, visitó los mausoleos, los panteones y los capitolios, pero enseguida comenzó a citarse con personajes estrafalarios que, como él, anhelaban la inmortalidad. Un militar lombardo, que había luchado en Oriente como mercenario, le contó que una doctrina siria sostenía que el hombre que fuera capaz de eliminar de su cuerpo el semen hasta la última pizca quedaría purificado por completo y no tendría que sufrir la pudrición de la carne. Un cocinero que servía en los fogones del Papa le aseguró que no era el ayuno, sino la glotonería, lo que purgaba las vísceras de sus corrupciones. Y un ermitaño que vivía en las afueras de Roma, al lado del mar, le mostró las sangrías que se hacía en la piel, rebanándola para que los demonios se fueran del cuerpo. Albert Ludovic escurrió su semen, comió hasta indigestarse y se hizo heridas sangrantes en los brazos, en el vientre y en las piernas, pero todo eso, más que ayudarle en sus desvelos, le debilitó aún más. Una mañana de comienzos de diciembre, el marqués, que paseaba por la ciudad apoyado en un bastón, vio cómo una dama anciana arrojaba una moneda de oro en una fuente gigantesca y de piedras atronantes que llamaban Fontana di Trevi. Sorprendido por el gesto, que no sabía si era de demencia o de filantropía, se acercó a ella para observarla, y como oyó que hablaba en francés con sus criados, la saludó ceremoniosamente y le preguntó por qué había arrojado una moneda de tanto valor a una fuente callejera donde cualquier mendigo podía robarla. La dama le explicó entonces que con ese acto se aseguraba de que regresaría a Roma algún día. "La Providencia, caballero, garantiza a quien arroja una moneda en estas aguas que volverá a la ciudad antes de morir", le dijo afablemente. Al marqués le impresionaron aquellas palabras, pues creyó encontrar en ellas, misteriosamente, la respuesta a sus plegarias. Con la cabeza desovillada por aporías, silogismos y jeroglíficos, fue hilando un razonamiento en el que se figuraba que podía estar la eternidad:

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si lanzaba una moneda a la fuente antes de marchar a París, no moriría hasta regresar a Roma, de modo que para seguir vivo bastaría con no regresar nunca. Mientras tejía esas conjeturas y deducciones, de camino a casa, comenzó a sentir un júbilo extraordinario. Entró al palacio dando órdenes a todos para que comenzaran a recoger el equipaje. Él mismo se puso en faena con un brío que la señora Fabignon no le había conocido nunca. A la mañana siguiente, con las primeras luces del día, Albert Ludovic, que no había podido conciliar el sueño, dio orden de que cargaran los baúles en el carruaje mientras él iba a la fuente a arrojar la moneda. Se llevó la faltriquera llena para amarrar mejor su destino: si una moneda era el precio tasado por la Providencia, un puñado de ellas garantizaría más aún el derecho a regresar a Roma. Al llegar a la fuente, emocionado, tomó en un puño los francos de oro, se acercó a la barbacana que rodeaba el agua y arrojó con decisión las monedas, que brillaron durante un instante en el aire y chapotearon luego retumbantemente. Hicieron ruido como de lluvia fuerte o de granizo, pero Albert Ludovic no pudo oírlo, pues un corcel que se había desbocado cruzó al galope la plazuela de la fuente y le arrolló. Su cuerpo quedó tumbado bocabajo en el empedrado, con la nuca partida en dos trozos por una de las herraduras del caballo. Uno de los limosneros que rondaban por allí le cerró los ojos piadosamente y luego, con los pantalones remangados, entró en la fuente a por las monedas.

tw Del libro: Todos los crímenes se cometen por amor. Ed. Salto de Página, 2013. Luisgé Martín (Madrid, 1962). Ha publicado los libros de relatos Los oscuros (Alfaguara, 1990) y El alma del erizo (Alfaguara, 2002). Ha participado, asimismo, en diversos libros colectivos de relatos. En el año 2009 ganó el Premio Antonio Machado con el cuento Los años más felices, y en 2012 el Premio Mario Vargas Llosa con Los dientes del azar.

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Tres microrrelatos de Martín Gardella

Pasión alienígena ELLA es una chica de otro planeta. Tiene una nave espacial camuflada en la cocina de su casa, pero lo niega (dice que sólo es un electrodoméstico un poco antiguo, que hace un ruido muy particular). Disimula, prefiere ocultar su origen. Habla perfecto español, toma mate, come empanadas. Apaga las luces de su dormitorio cuando la desvisto, alegando ser un poco vergonzosa. Quiere convencerme de que es una mujer normal, pero no lo logra. Las caricias de sus manos de ocho dedos la descubren. Y sus besos hechiceros, tan distintos a todo lo antes conocido, tienen el sabor característico de las estrellas.

Los caminantes ME encanta pasear por la calle Florida. Es divertido observar en silencio a los veloces transeúntes de múltiples razas, escuchar a los artistas callejeros y dejarme tentar por las ventas ambulantes. Pero lo que más disfruto son los encuentros fortuitos, en medio del gentío, con esos sujetos exánimes que deambulan por el microcentro, invisibles a los demás caminantes, y tan parecidos a mí.

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Las mil y una bodas MIENTRAS el centro comercial permanece abierto, un vestido blanco se exhibe inmóvil en el escaparate. Cada noche, apenas el sereno abandona la sala, comienza la fantástica escena de la boda, en la que la novia imaginaria contrae matrimonio con un muñeco elegante de la sección de hombres. Todo el mobiliario los observa, mientras bailan un mágico vals vienés entre los percheros. La fiesta continúa alegremente hasta el alba, en que vuelven la quietud, el desamor, la indiferencia. Antes que se enciendan las luces del salón, los recién casados acuerdan su divorcio, sólo por las dudas. Saben que así sufrirán menos por la ausencia, en caso que uno de ellos tuviera la desgracia de partir.

tw Del libro: Instantáneas. Ed. Andrómeda, 2010. Martín Gardella (La Plata, Argentina, 1973) Es abogado, escritor y profesor universitario. Tras la publicación de Instantáneas, compiló y prologó en 2013 Brevedades: Antología argentina de cuentos re-breves. Es miembro fundador de la revista Internacional Microcuentista. Varios de sus cuentos cortos y microrrelatos han sido incluidos en múltiples antologías.

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cuentoscomochurros

Avestruz

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cuentoscomochurros

ERES un avestruz. Llevas una existencia de mierda sacando adelante unos huevos asquerosos del tamaño de un melón. Corres, corres que te las pelas. Andas todo el día como de puntillas para dar relevo a tu pareja en el cuidado de los huevos. Levantas mucho polvo con tus patas ortopédicas, con tu culo gordo, como si te persiguieran. Eres un avestruz (macho, hembra, casi da lo mismo), un centro de mesa con plumas, y estás harto de tanto tedio. Miras el azul del cielo sobre tu cabeza pelada como una posible escapatoria. Te dices que deberías echar a volar porque allá, tan lejos, tienen que pasar cosas. Pero no vuelas. Eres un avestruz (viejo, joven, da igual) y lo jodido es que no vuelas. Tienes las alas como de adorno y un cuello tan largo que solo sirve para mirar a lo lejos y beber el agua sucia de los charcos. Tienes miedo de las hienas, de la noche, tienes miedo de los otros avestruces. Lo tuyo es tener miedo, vigilar los huevos, correr de aquí para allá como si te cerraran las tiendas. Ocupas tu lugar en el nido y observas las bandadas de patos pasar sobre tu cabeza rumbo a alguna parte. Les miras cómo vuelan en formación de punta de flecha. Ellos son muchos, piensas, ellos se organizan. Has pensado algunas veces charlarlo con tu pareja. Te gustaría ir detrás de los patos, unirte a la comitiva, que pasen cosas. Pero te quedas en el nido. Tienes las alas cortas, unos huevos que cuidar. Eres un avestruz.

tw Colaboración mensual con Cuentos como Churros: ellos eligen una de las cuatro fotografías seleccionadas de El muro y cocinan con ella un rico churro que publicamos aquí. La fotografía es de Rosa María García, finalista de nuestro Concurso de Fotografía de este mes.

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lapuertadelanevera

Salvaje cochemandarin o Las mandarinas salvajes se atrincheraron en el cajón de la fruta, luch ando a muerte para qu e nadie arrancara su piel .

Condena ssi José M. Iaru a en para la ¿Hay una cond olvidado s ha berenjena que s verduras? la e d en el estante la nevera. Rescátala de

http://www.letracero.com.ar/

Renato Restrepo o, Planeta educad e. aj lv sa humanidad

Juan Carlos Sa nta Retirar todos los papelitos de la puerta de la nevera. Esa fue mi condena. https://fotosdesdelabase.wordpress.com/

M. Caballero na de cien años! nde ¡Co áa -sentenció el juez. Eso est a uin esq la vuelta de la -dijo el optimista asesino nonagenario. http://www.wattpad.com/user/ManoloCaballero

Rosi García basura, nt Enco ró en la raíso, pa un pequeño a de ad de ro siempre iguales.

Basura

Marco García No te limites po r tu entorno ni por quienes te rodean; hast a entre la basura nace vida .

http://dibujandounpensamiento.blogspot.com.es/

Déjale una nota al mundo en La puerta de la nevera: www.grupoanden.com

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diccionariodesaturno

Una nueva civilización está empezando de cero en Saturno, aún no tienen claros algunos conceptos, ¿les echas una mano con el diccionario? Participa en www.grupoanden.com

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a, jen ente. a ia o am / rop ectiv t.com.es io. p te sp spo on MO a men do re ines.blog s. Ant S I n l d R e TU jar a leye ertosyjar os lar es/ or i o a . r s i los n fav t e m V o d o o / c e . . / d 1 an http: qu a e en gspot los pañ soñ dra. cerse bero.blo e m u un San cono elcancer s q en ca uez. o de o l d e o en hac ríg ug 2. R ://elpase po etas l Rod te el y p t m t h tie tiqu ribe an no S ar y AJA os de las e s. Ma recio heco. v B i l d y a c lp RE sa erio rates mátic to de án Pa ara nau. P p . a e v r po 1 ap at ien o. I a 2 stic stella tiem a esc las m egam acañ e m Ca egó a res. de Dobl dor t e s ó de lo ll u a . q r 2 mp no de co e allim l A e c S i u q rto co ro ch a G RO ine SA color Imm ación repa d N a l E . e an nic PR ctura ragar eg mu llo" en e t s o L s e c 3 1. deb de la mari z. tra ien io. a ue " se a l m e r ir e ríg o ton 2. Á eleg l Rod tiemp a. An .com.es/ de ribe a de sitari logspot Ma rdid para erbero.b é c a 3. P form eodelcan s e a d elp / p:/ htt

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sinopsis

«El congreso» En este volumen se reúnen con una prosa única y magistral, los enredos y vicisitudes de una compañía de embaucadores y proscritos que buscarán a toda costa, hacerse de un lugar en los altos mandos de la sociedad moderna. ¿Lo conseguirán? Descúbralo, usted mismo.

Carlos Gómez González

Miguel Strogonoff: Basado en el libro homónimo de Julio Verne, la película narra las vicisitudes de un filete ruso que ha de atravesar las 5200 verstas de la estepa caucasiana para que el antojadizo zar se ponga ciego a proteínas. Al final, llega.

Buenaventura

En un mundo donde ya no existen los derechos humanos ni el amparo de la justicia, el gobierno y el pueblo traman aniquilarse mutuamente. Representantes de ambos bandos se reunirán en un congreso a partir del cual el tiempo y el espacio comenzarán a jugar un papel insospechado.

Sandra http://desiertosyjardines.blogspot.com.es/

Tenemos el título del próximo éxito editorial, nos falta la sinopsis ¿nos ayudas? Participa en www.grupoanden.com

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IIcursoconcurso

CATEGORÍA GORRIÓN (9 años) Primer premio Brújula huracán, Marina Sanabria (9 años) HABÍA una vez un pueblo y en ese pueblo había dos niños llamados Carmen y Mario. Un día estaban paseando por la calle, Carmen tropezó con algo. Era una brújula muy rara que parecía de otro mundo, enganchada a ella había un papel con las instrucciones de uso: Ellos, llenos de curiosidad, pulsaron el botón verde, pasaron unas series de cosas, el viento cambió de brisa a viento, y de viento a remolino con huracán. El remolino les llevó a un mundo extraño, las personas eran de viento, aunque se podían tocar. Un niño viento gritó alarmado: - ¡Humanos!, ¡humanos en la ciudad! Unos hombres les llevaron ante el Rey Muchoviento, que dijo: - ¡Cómo os atrevéis a entrar en Huracán, nuestra preciada ciudad! - Perdone, Rey Muchoviento, Carmen se encontró esta brújula y nos llevó hasta aquí. - ¡Aun así, encerradlos en la celda! -chilló el Rey En la celda en que les habían encerrado había una chica llamada Remolino. - Me encerraron aquí intentando tener paz en vuestro mundo y el mío. Entonces Mario tuvo una idea para escapar, cogió un palo y abrió la puerta, pero la puerta tenía alarma y los guardias les persiguieron. Remolino dijo que se fueran sin ella. De repente, se encontraron en el lugar donde se había tropezado Carmen. Ellos jamás olvidaron esa brújula y a Remolino, quienes les habían salvado. Fin.

Segundo premio El huracán, Andrea Prieto (9 años) ÉRASE una vez un huracán que soplaba muy flojo, pero a medida que iba creciendo, el huracán soplaba más fuerte. Un día el huracán era muy grande, pero no tenía amigos. Entonces decidió hacerse un amigo, su amigo era un niño llamado Víctor. Los dos decidieron buscar muchas aventuras juntos.

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FE DE ERRATAS: en el nº36 de Cuentos para el andén, pág. 24, entre los textos ganadores de la categoría “Gorrión” del II CursoConcurso, figuraba por error que la autora del cuento “El huracán” era Marina Sanabria, cuando debía figurar Andrea Prieto. Publicamos aquí de nuevo la página ya corregida.



brevemente

Presente y ausente Semana 27 de concurso: 4 de mayo de 2015 Ganador: Miguel Ángel Flores El incómodo cadáver del mediador familiar seguía en la alberca flotando. El chacho lo empujaba con el cayao, empeñado en hundirlo y olvidarse. Mi madre, en enterrarlo junto a las tomateras; que le daría jugo a los tomates, decía. Papá, que cerrara esa boca, que picado los marranos se lo comerían tan ricamente. Barbacoa, gritó el abuelo, que aún estamos a tiempo, y en mi casa mando yo. Los niños suplicábamos, chillones, ponerlo de espantapájaros mientras durara. De nuevo todos una jauría. Volvieron las amenazas, los juramentos. Y lo peor es que, aunque seguía allí como buscando en el fondo, ya no podíamos contar con él.

mayo Lapsus Semana 28 de concurso: 11 de mayo de 2015 Ganadora: María Elejoste Larrucea Ya no podíamos contar con él, llevaba un tiempo haciendo cosas raras: a veces hacia girar tanto su cola que salía volando como un helicóptero y con el torbellino tiraba las figuritas del armario, otras se colgaba de la lámpara, se sacudía y nos llenaba toda la alfombra de pelos, pero lo peor es cuando adoptaba la figura de caza, inmóvil como una estatua y la cola se le ponía morada. Hoy ha venido el veterinario y dice que no hay que sacrificarlo, nos ha explicado que las pastillas anti-pulgas son estas marrones, y las azules, las del abuelo.

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brevemente

Una herencia peligrosa Semana 29 de concurso: 18 de mayo de 2015 Ganador: Pepe Fuertes Tarazona - ¿Y las azules, las del abuelo? -preguntó Marius sacando dos varitas del arcón. - ¿Funcionan? - le contestó su madre sin mirar. El niño las examinó despacio. Una era celeste con un remate blanco en la punta. Tipo Merlín, sin duda. Conjuros de transformación. Hizo una filigrana y un chorro de chispas salió disparado, impactó sobre una tela y la convirtió en hierro. La segunda era muy oscura. De Nigromancia. Hizo un movimiento y un humo negro y espeso serpenteó hasta alcanzar una mosca muerta, que empezó a frotarse las patitas. - Sí. Las dos. - Pues escóndelas aquí, rápido. La Inquisición no tardará en llegar.

tw Relatos finalistas de mayo de 2015 del concurso Relatos en Cadena, organizado por la Cadena SER y Escuela de Escritores. Puedes leer todos los seleccionados en www.escueladeescritores.com o www.cadenaser.com.

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dindondin

Animales y faraones: el reino animal en el antiguo Egipto Hasta el 23 de agosto. Entrada: 4€. Caixaforum. Madrid http://agenda.obrasocial.lacaixa.es

Cuatro mil verdades Muestra sobre el legado de Tomás Eloy Martínez Hasta el 28 de junio. Entrada gratuita El Cultural San Martín. Buenos Aires. Capital Federal. http://agendacultural.buenosaires.gob.ar

XX Premio internacional del libro ilustrado infantil y juvenil. Convocatoria 2015 Hasta el 25 de junio Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) - Dirección General de Publicaciones. México DF http://www.filij.conaculta.gob.mx

Viejóvenes Hasta el 8 de junio. Entrada 20€. Teatro La Latina. Madrid http://www.teatrolalatina.es

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decamino

“ www.bosquescuela.com

La iniciativa Bosquescuela, desarrollada por Interprende y la Fundación Félix Rodríguez de la Fuente, pretende impulsar la educación infantil al aire libre en España. En ella lo más característico es que La Naturaleza es el Aula, los niños y niñas pasan la mayor parte del tiempo al aire libre y la mayoría de los recursos didácticos provienen del medio natural. Se trata de una metodología educativa muy vivencial que aprovecha la curiosidad como motor de aprendizaje y la gran diversidad que ofrece la naturaleza. Este tipo de educación empezó a desarrollarse en los años 50 en Dinamarca donde se extendió a otros países del norte de Europa con gran éxito. En Alemania existen más de 1000 escuelas infantiles al aire libre.

tw El primer centro Bosquescuela abrirá sus puertas en el mes de septiembre de 2015 en Cerceda (Madrid). Se trata de un centro de segundo ciclo de educación infantil (niños y niñas de 3 a 6 años) que cuenta con la homologación de la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid. El plazo de preinscripción y matrícula ya está abierto. Además Bosquescuela desarrolla un Programa de Formación dirigido a maestros, padres y educadores y Campamentos de Verano.


entrecocheyandén

Corazón marino Amelia Arévalo Alumna del taller de escritura La mano izquierda

NORMAN no recuerda un día tan caluroso como éste. Se agita y siente ahogos. Atiende, como todos los días, a los clientes del banco. Un trabajo pesado y agotador, según él. Suda a chorros. El aire acondicionado no funciona bien, por lo que pone a máxima potencia, sin sentir alivio alguno, el pequeño ventilador que tiene bajo del mostrador. Respira con dificultad, usa el inhalador. Oye sus tripas y mira el reloj, no aguanta más. Inclina y mueve la cabeza de un lado a otro, apoya las manos en los brazos del sillón para desencajarse y dice a la gente que espera a ser atendida que pase por la mesa de su compañero. —Enseguida vuelvo —dice. En la sala, coge la mochila, la abre y ve que en su interior solo hay una cucharilla y un yogur. —¡Otra vez! —murmura vaciando la bolsa. No hay nada, ni un pequeño bocadillo, ni una mísera galleta, nada. —Maldito viejo —dice convencido de que su padre cambió el bocadillo por ese ridículo yogur—. Pero ¿qué querrá? ¿Que me muera de hambre? La silla cruje al sentarse. Resignado destapa el yogur, chupa la tapa y, al dejarla en la mesa, observa algo escrito en ella. Lee: «¡PREMIO! Pide un deseo. Hoy te será concedido». «Ya no saben qué hacer para vender» piensa consternado. Con su pañuelo seca los goterones que le corren por la frente y el cuello. «No puedo más, este calor me está matando… Pues mira que hoy sí que me gustaría ser una foca y estar en el Polo Norte». Y se levanta con la intención de ir a comer como Dios manda. Empuja la pesada puerta giratoria. Arrastra los pies. Sale fuera y el calor amenaza con asfixiarle. Otra vez abre la boca,

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entrecocheyandén

afloja el nudo de la corbata, saca el pañuelo del bolsillo de su americana y se lo pasa por la cara, toda roja, por la frente y el cuello. Con pasos cortos, balanceándose, cruza la calle. Aturdido por el ruido de gente y del tráfico entra en la hamburguesería. —Una hamburguesa doble, doble de patatas fritas y una Coca-Cola, para llevar, por favor —pide sofocado al camarero. Al poco rato, sale con su bolsa de comida. Al cruzar la calle mira a ambos lados, adelanta la pierna derecha para andar y asustado ve que la carretera es un agujero. Retrocede y, sin querer, suelta la bolsa de comida, trata de recuperarla, tropieza, pierde el equilibrio y cae en un oscuro túnel. Al contrario de lo que esperaba, el golpe no es doloroso. Justo antes de perder el conocimiento, se espanta al ver toda su comida descompuesta en mil pedazos, tirada por el suelo. Despierta con el sonido de unas voces, sin duda vienen en su ayuda; las oye cada vez más cerca. Intenta levantarse pero no puede. Levanta la cabeza y ¡está en un inmenso mar de hielo! Aterrado ve un montón de focas que le observan. A lo lejos, dos hombres corren con mazas en las manos. Quiere pedir auxilio pero no tiene voz, de su garganta solo salen unos gruñidos que no reconoce pero que dan resultado porque los hombres se fijan en él. —Mira, mira esa —dice uno señalando a Norman. —Tiene que tener la piel muy sedosa con tanto sebo —dice otro-. ¡A por ella, que no se escape! «Pero, ¿qué dicen» ¿A por quién van esos imbéciles?». Cuando los tiene casi encima, Norman comprende que vienen a por él. Indefenso y asustado quiere retroceder y huir, pero cae de morros. Se mira las manos pero no tiene; en su lugar hay unas aletas negras. Se arrastra intentando avanzar, alza su cuerpo y lo deja caer una y otra vez con tanta fuerza que, justo cuando van a asestarle el mazazo en la cabeza, el hielo se parte y cae al agua.

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entrecocheyandén

Norman es hombre muerto, no sabe nadar y ha caído en un mar helado. Pero …qué raro, el agua no está fría y, además, nada como pez en el agua. ¡Qué alegría! ¡Está a salvo! La negrura dentro del agua es casi total, solo un haz de sol que se filtra le permite ver a un montón de focas que nadan tras un banco de peces. Sigue con un hambre atroz, recuerda la hamburguesa y las patatas fritas pero le producen náuseas. Sin embargo, aunque siempre ha odiado el pescado, le atrae tanto, que no puede por más que unirse al grupo, perseguir y engullir él también a los peces que nadan en círculo. Por primera vez se siente ágil, ligero como una pluma. Y nada y nada hasta perder la noción del tiempo. El mar está tranquilo. Durante unos instantes permanece en la superficie con la cabeza fuera del agua y observa con alivio que los dos hombres han desaparecido. Se acerca a la orilla, toma impulso y sale. Mira a los lados y queda pensativo. Ahora es una foca, sin calor, sin nada. Atrás queda su vida vacía, monótona en el banco, atrás quedan los yogures de su padre, atrás queda Emi, la vecina del cuarto a quien nunca dijo que le gustaba, atrás queda todo y, por primera vez en su vida, se siente feliz. Norman se queda quieto y erguido, apoya las aletas en el frío suelo de hielo, mira el maravilloso cielo de colores. Mueve los bigotes, cierra los ojos y deja que su pesado cuerpo se deslice de nuevo dentro del agua.

tw Me llamo Amelia Arévalo Díaz. Nací en Madrid pero mis raíces son de Nombela, un pueblo de Toledo. Me apunté a un taller de literatura para escribir la historia de mi abuela. De allí surgió un relato, publicado y titulado Operación biquini. Ahora he comenzado a esbozar mi primera novela.

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metroligero - holakokoro

Š Jasten FrÜjen

tw Kokoro es un personaje singular, que se cuela en CpA, para contarte historias en pocas palabras.

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