Cuentos para el andén Nº54

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nº54

febrero2017

elmuro [3] andénuno [5]

Un día resbaladizo, Carlos Castán andéndos [9]

El hombre lobo, Angela Carter andéntres [13]

Tres microrrelatos de Ana Vidal cuentoscomochurros [16] lapuertadelanevera [18] diccionariodesaturno [19] Sttorypics [20] sinopsis [21] brevemente [22]

Relatos en cadena dindondin [24] decamino [26] entrecocheyandén [28]

novedades

Cabo de Ajo, José Mª Sanchez-Bustos

Hoy conoceremos Gastronomix, un proyecto que apoya a jóvenes en riesgo de exclusión social enseñándoles a contar historias a través de los fogones.

Edita: Grupo Andén C/ Feijoo, 6 - 28010 Madrid | edicion@grupoanden.com | www.grupoanden.com Comité editorial: Alejandro Moreno, Víctor García Antón, Leticia Esteban | Editora: Natalia Muñoz. Asesores de contenidos: Sergi Bellver, Juan Carlos Márquez y Kike Cherta (España), Juan Martini y Mónica Pano (Argentina), Mª Luz Carrillo (México) Publicidad: edicion@grupoanden.com | Diseño: www.jastenfrojen.com Ilustración: Coordinación: www.leticiaestebanilustracion.com Ilustración portada e interior: Diana Zalbidea Paniagua | Instagram: @dianazalbidea LinkedIn: https://www.linkedin.com/in/diana-zalbidea-paniagua

Con la colaboración de:


elmuro

Tema: Rojo

Ganadora: La chimenea soñadora. Macarena Fernández - Sevilla (España) Finalistas:

Alfombra roja en la Gran Vía. Alfonso Gamo Madrid (España) Alma de dragón rojo. Tania Amador - Alcorcón (España) Sin título. Juan Carlos García - Ibiza (España)

Concurso de fotografía Participa enviando tus fotos a lector@grupoanden.com Consulta las bases y mira las fotos en Facebook y grupoanden.com Tema del próximo concurso: De viaje

Te escuchamos: Cuentos para el andén @cuentosanden lector@grupoanden.com

Entre las páginas de este número 54 de Cuentos para el andén encontraremos muchas niñas, todas inquietantes. Niñas que aparecen y desaparecen en las palabras de Carlos Castán, nuevas Caperucitas en los bosques de Angela Carter, niñas que aún no han nacido entre los microrrelatos de Ana Vidal y alguna otra niña que juega con sus muñecas en Relatos en Cadena. Y más cosas. No te quitamos más tiempo, esperamos que lo disfrutes. FE DE ERRATAS: En el anterior número pusimos como autora de andén 3 a Lola Rivas, cuando el nombre correcto es Lola Vivas

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andénuno

Un día resbaladizo Carlos Castán

YO sabía que aquella faldita de cuadros con los leotardos debajo iba a alterar a María porque a mí mismo, a distancia, ya me había dado un vuelco el corazón. Pude, aun con todo, reaccionar a tiempo y disimuladamente le hice cambiar de acera con un pretexto vago pero urgente que ahora no recuerdo. No quería que viera a aquella niña que, entre las piernas de una pareja de adultos, se afanaba de puntillas por alcanzar a ver un escaparate iluminado vestida con una ropa tan parecida a la de nuestra hija. No quería que la viera porque esa silueta en el contraluz de la vidriera tenía además su tamaño y sus coletas. Sabía que no podría soportarlo porque yo no podía soportarlo, aunque de hecho no hacía otra cosa más que eso, soportarlo, de la misma manera que quedé cristalizado y sin embargo andaba y gesticulaba, que juraría haber llorado y mis ojos permanecieron secos, que quedé sin habla y no paraba de hablar intentando llamar la atención de mi mujer en dirección opuesta, señalándole sombras de la noche, objetos lejanos, cómo entre la llovizna de octubre las farolas dejaban caer sobre las cosas un débil vapor amarillento. A veces, simplemente no mirar se hace más duro que un penoso esfuerzo físico, no mirar a aquella niña que apoyaba sus manitas en el cristal, volver la vista, renunciar a toda esa dolida ternura y fingir interés por cosas que en realidad resbalan, colocadas en medio de la tarde para resbalar en la mirada. La tarde húmeda de otoño repleta de objetos resbalosos, hecha de calles mojadas resbaladizas y gotas de agua en torno a la luz y en los escaparates deslizándose.

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andénuno

De repente el estrépito y los gritos de los transeúntes nos hicieron volver sobre nuestros pasos. La niña, al tiempo que gritaba "mamá" había pretendido cruzar la calle en diagonal hacia donde estábamos, se había escurrido en el asfalto y al camión de las gaseosas no le dio tiempo a detenerse. Frenó pero patinó, dijeron. En seguida la gente se arremolinó en la calzada, dejaban sobre los charcos las bolsas con sus compras, se deshacían despreocupadamente de sus paraguas, no tiene importancia, el caso es ayudar, enterarse bien de todo, señalar al culpable, correr al teléfono, ofrecer una tila, no pudo usted hacer nada, ya lo vimos, se le echó encima, a mí casi me ocurre la semana pasada. Al cielo preguntaban a berridos "¿de dónde ha salido esta niña? ¿de quién es la niña?" Los presuntos padres de la cría, los que estaban con ella junto al escaparate, pertenecían ahora al grupo de los interrogadores. Caí en la cuenta de esto apenas un instante antes de oír la voz de mi mujer imponerse claramente en el agitado desorden: "¡Es mi hija! Retírense, es mi hija!" Es ésta la estación de los patinazos. Resbalan personas y cosas sobre la tierra, acaso también sucesos o días enteros que caen en silencio como esas estrellas viejas que se desploman en mitad de la noche o las hojas de los árboles que se desprenden dejando por todas partes dorados montones de tristeza. No pudo hacerse nada por ella. Como casi siempre ocurre, también esta vez fue tarde. Compadecidos de nuestro estado nos han facilitado el papeleo, las pastillas y todo lo demás, nos hemos sentido arropados a pesar de no tener familia en este país tan lejano del nuestro. La maestra de la pequeña nos ha dicho que la última semana la niña anduvo lejana y despistada, le extrañó todos los días el mismo vestido gris, y tan tristona, despeinada, dijo, quizá cansada. Nos han llevado en volandas nuevamente al cementerio donde hemos creído morir otra vez mientras nos despedíamos de la niña. Aunque

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andénuno

mi mujer y yo juraríamos haberla enterrado dos jueves atrás, haber pasado ya por ese trago, haberlo soportado todo abrazados bajo el mismo paraguas, las náuseas, el temblor de piernas, todo, todo igual que esta tarde. Hace dos jueves. Todo igual. Hubiéramos asegurado entonces que no era posible sufrir más. Que no era posible volver a sentir alegría pero tampoco un dolor tan punzante como el de ese momento. Ese otro jueves perdido en la lluvia de este mismo otoño resbaladizo la dejamos en este mismo recinto, muy cerca de aquí, en una tumbita pequeña que esta tarde, con tantos nervios y tanta agua y tan poca fuerza en las piernas, no hemos sabido hallar.

tw Del libro: Frío de vivir. Ed. Salamandra, 1997. Carlos Castán (Barcelona, 1960). Licenciado en Filosofía por la Universidad Autónoma de Madrid. Profesor en un Instituto de Enseñanza pública en Madrid. Autor de los libros de relatos Frío de vivir (Salamandra, 1997), Museo de la soledad (Espasa, 2000, reeditado en Tropo), y Sólo de lo perdido (Destino, 2008); y de las novelas Polvo en el neón (Tropo, 2012) y La mala luz (Destino, 2013).

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IlustraciĂłn de Alejandra Acosta - LicantropĂ­a


andéndos

El hombre lobo Angela Carter

ES un país del norte; tienen clima frío, tienen corazones fríos. Frío, tempestad, bestias salvajes en el bosque. Es una vida dura. Las casas son de troncos, oscuras y llenas de humo por dentro. Hay una burda representación de la Virgen tras una vela parpadeante, una pierna de cerdo colgada para que se cure y una sarta de mustios champiñones. Una cama, un taburete, una mesa. Penosas, breves, pobres vidas. Para los hombres de las tierras altas, el diablo es tan real como vosotros y yo. O más aún, porque no nos han visto a nosotros ni tienen constancia de nuestra existencia, pero el diablo se deja vislumbrar con frecuencia en los cementerios, en los inhóspitos y conmovedores pueblos de los muertos donde las tumbas se decoran con retratos naif de los fallecidos y, como no hay flores para poner, como allí no crecen flores, ponen pequeños exvotos, panecillos y, en ocasiones, pasteles que los osos, surgiendo pesadamente de las lindes del bosque, roban. A medianoche, sobre todo en la Walpurgisnacht, el diablo organiza meriendas en los camposantos e invita a las brujas; luego, desentierran los cadáveres frescos y se los comen. Cualquiera os lo podría decir. En las puertas, las ristras de ajos cierran el paso a los vampiros. Si un bebé de ojos azules nace con los pies por delante en la noche de san Juan, tendrá el don de la clarividencia. Si descubren a una bruja —una anciana cuyos quesos maduran cuando los quesos de sus vecinos se resisten u otra vieja a quien su gato negro, ¡qué siniestro!, sigue todo el

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tiempo—, la desnudan y buscan la marca, el pezón supernumerario que amamanta a su familia. Lo encuentran pronto. Después, la lapidan. Invierno y clima frío. —Ve a visitar a la abuela, que ha estado enferma. Llévale las galletas de avena que le he preparado en el hogar y un botecito de mantequilla. La obediente niña hace lo que su madre le dice. Ocho kilómetros de camino por el bosque. —No dejes el camino, que hay osos, jabalíes, lobos. Ven, toma el cuchillo de montero de tu padre; sabes usarlo. La niña tenía una roñosa capa de piel de oveja para protegerse del frío; conocía tan bien el bosque que no le daba miedo, pero nunca bajaba la guardia. Cuando oyó el aterrador aullido de un lobo, dejó caer los regalos, sacó el cuchillo y se giró hacia la bestia. Era enorme, de ojos rojos y fauces grandes y babeantes. Cualquiera se habría muerto de miedo al verlo, excepto la hija de unos montañeses. Se le lanzó a la garganta, como hacen los lobos, pero ella le asestó un golpe con el cuchillo de su padre y le cortó la pata derecha. El lobo soltó un aullido, casi un sollozo, cuando vio lo que le había pasado; los lobos son menos valientes de lo que parecen. Se alejó desconsolado entre los árboles, tanto como se lo permitían sus tres patas, dejando un reguero de sangre. La niña limpió la hoja del cuchillo en su mandil, envolvió la pata del lobo en el paño con el que su madre había envuelto las galletas y siguió hacia la casa de su abuela. Poco después, empezó a nevar con tanto ahínco que el camino y todas las huellas, marcas y rastros que pudiera haber, quedaron sepultados. Descubrió que su abuela estaba tan enferma que se había acostado y había caído en un sueño inquieto. Por sus gemidos y temblores, la niña supo que tenía fiebre. Le puso

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andéndos

una mano en la frente; ardía. Sacó el paño de la cesta para hacerle una compresa fría y la pata del lobo cayó al suelo. Pero ya no era la pata de un lobo. Era una mano, cortada por la muñeca; una mano endurecida por el trabajo y moteada por la edad. En el índice, tenía una verruga y, en el corazón, una alianza. Por la verruga, supo que era la mano de su abuela. Apartó la sábana, pero la anciana se despertó y empezó a forcejear con ella, chillando y gritando como una posesa. Sin embargo, la niña era fuerte y, armada con el cuchillo de montero de su padre, logró someter a su abuela el tiempo necesario para descubrir la causa de la fiebre. En el lugar donde había estado su mano derecha había un muñón, ya purulento. La niña se santiguó y gritó tan alto que los vecinos la oyeron y aparecieron al instante. En cuanto vieron la verruga del índice, supieron que era el pezón de una bruja. A palos, sacaron a la bruja de la cama y, tal como estaba, en enaguas, la arrastraron hasta la linde del bosque, donde la acribillaron a pedradas hasta que murió. Desde entonces, la niña vivió en la casa de su abuela. Y prosperó.

tw Del libro La cámara sangrienta, Ed. Sexto piso, 2016. Angela Carter, narradora y periodista inglesa (1940-1992), destacó como escritora de cuentos en los que se observa la influencia de las historias populares y el psicoanálisis. Amar, Venus Negra, El Doctor Hoffman y las infernales máquinas del deseo, Fantasmas de América y maravillas del Viejo Mundo y Héroes y villanos son algunas de sus obras destacadas. En compañía de lobos y La juguetería mágica han sido llevadas al cine.

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andéntres

Tres microrrelatos de Ana Vidal

Innata A Mariela no la llamaron nunca por su nombre. Desde que no nació todos se empeñaron en olvidarla sin recuerdos y, por más que grite, tire jarrones en la sala, abra puertas o sople a los ojos de su madre, nadie la mira ni la escucha. Últimamente le ha dado por probarse el vestido de comunión de su hermana y cada mañana lo encuentran fuera del armario. Quizás un día alguien hable de lo que nunca ocurrió y pueda empezar a morir.

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andéntres

Mimí La tía Mimí no tenía ni una arruga, pero sí una sombrilla y un bañador que sacaba todas las mañanas de verano al embarcadero. Allí se sentaba a esperar y oteaba el horizonte, con la vista puesta en algo que no terminaba de llegar. Jamás sonreía. Vivía en un destiempo, igual al de cuando pisó tierra, acompañada solo por una caja de fotos amarillas y una muñeca. Para ella siempre eran las ya en punto y los surcos de la edad salían corriendo, porque les era imposible agarrarse a su ilusión. Porque los recuerdos que se mantienen vivos no se hacen viejos, le repetía a su ajada —ella sí— compañera de porcelana.

Yo mataré monstruos por ti Quizá no lo sabes, pero en las rodillas habitan los miedos. Por eso las araño por las noches, me tiro al suelo de cualquier parque, en los barrizales, en las cuestas abajo. Lo hago solo para matar mis temores y poder volver contigo. Y cuando llego, tú, con cuidado, me preguntas cómo he podido caerme otra vez y me pones dos tiritas, como dos luceros, que lo curan todo.

tw Del liibro: Érase de una vez, Ed. Enkuadres, 2016. Ana Vidal Pérez de la Ossa (Madrid, 1973). Licenciada en Derecho y mediadora familiar, trabaja como redactora para una editorial jurídica. Algunos de sus microrrelatos están publicados en diferentes antologías de varios autores. Puntadas sin hilo (Las Puertas del Hacedor, 2013) y Érase de una vez (Enkuadres, 2016) son sus dos libros en solitario.

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cuentoscomochurros

Fuego de

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cuentoscomochurros

dragón EL niño ruge, despliega sus alas de escamas satinadas, sobrevuela las casas de los aldeanos ensombreciendo los patios traseros, los graneros y los prados, trepa con sus garras por las paredes del castillo, se pasea por las almenas como una gárgola jorobada, escupe confeti rojo y naranja por la boca, ceniza negra que cubre los cielos, fuego imaginario que sueña con quemar piel extraña, con enrojecer la dermis, con hacer brotar las primeras ampollas blancas, perladas como pompas de jabón en una bañera un domingo por la mañana. Luego de un rato, explotan las ampollas arrojando lava blanquecina que chorrea cuerpo abajo, mezclándose con las lágrimas del príncipe y los gritos ahogados de la princesa encerrada en la torre más alta, se despelleja la piel de los amantes por el fuego de dragón, huele a beicon, a huevos fritos con patatas, saliva el niño a la hora de comer en día de fiesta. Las trenzas de ella y los rizos de él se esfuman de un fogonazo. Huele a peluquería en día de boda, a matanza del cerdo en el mes más frío del año y el príncipe y la princesa ya solo se distinguen por la corona de él y la diadema de ella, sus esqueletos reducidos a bolitas de papel maché aplastadas contra el asfalto en el último acorde de la banda de música. Los fuegos artificiales se apagan y el desfile termina abriendo un cráter en la plaza que se vacía como un hormiguero sobre el que han vertido una garrafa de agua. Y entonces una garra cubre el sol y de un zarpazo levanta al niño dragón del suelo, es su madre que lo arrastra como solo una madre puede arrastrar a un hijo camino a casa, con las brasas del incendio llameando aún en su garganta.

tw Colaboración mensual con Cuentos como Churros: ellos eligen una de las cuatro fotografías seleccionadas de El muro y cocinan con ella un rico churro que publicamos aquí. I Tania Amador, finalista de nuestro Concurso de Fotografía de este mes.

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lapuertadelanevera

Autopsia Aurora Hildegar da En la autopsia de anoche, te robé el corazón. Lo tiene s congelado.

Tania AE Resultado de la ne Autopsia: ¡No tie n! zó cora

http://aurorahildegarda.blogspot.com.es/

Ventana Caldero Tras esta vent ana encontrarás aire fresco. Y las sobras d e anoche, también fresq uitas.

Plácido as Cuando quier do, un m el d descansar a. an si er p la baja http://placidario.blogspot.com.es/

ValentinBayonMuntaner Lo voy a repetir. Da igual qué sepas, aprendas o puedas hacer. Lo importante es agarrarte para trepar. http://www.sttorybox.com/users/valentinbayonmuntaner

Repetir Noelia A Repetir es la téc nica tica con que la p didáciedra de camino l , sie pedago mpre la misma ga, se a se enseñarn gura de os.

Luna Para ser feliz, tir obligatorio repe postre.

https://lunapaniagua.wordpress.com/

Déjale una nota al mundo en La puerta de la nevera: www.grupoanden.com

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diccionariodesaturno

Una nueva civilización está empezando de cero en Saturno, aún no tienen claros algunos conceptos, ¿les echas una mano con el diccionario? Participa en www.grupoanden.com

er a hac

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Sttorypics

Sttorypics @Marrodriguez De todo el palacio, los muros de esta estancia son mi lugar preferido. Si el aire se hace denso deambulo por el cuarto. Intento inspirar la pluma de Vicente, en ocasiones no puede escucharme, entonces traigo a mis amigos, pero si nos hacemos notar mucho, cree que está perdiendo la cabeza.

@Tete Todo listo. Faltan las musas.

@Macilento Ayer, mi editora me pidió que escribiera una de esas historias con el color desconocido, (rojo) ese que ya no escribimos desde que la violencia terminó. Me fui a los libros de historia y a las películas de los siglos XX y XXI para buscar inspiración... me alegra no vivir en aquella época de barbarie y enajenación. Haré el intento.

Cada mes Sttorybox elige una imagen de nuestro concurso de foto, sus usuarios escriben microhistorias en Sttorypics sobre ella, y nosotros publicamos las mejores aquí. I Fantasia Painting. Rossana Favero - Depanama (Sri Lanka)

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sinopsis

«Entre ruinas» La Tierra. Año 3090. Un grupo de exploradores visita la tierra para investigar su destrucción. El informe final del capitán concluye: "Destruyeron lo que tenían por ansiar lo que no poseían".

Chelo Cadavid | http://perseida14.blogspot.com.es/

Al pequeño Adolf le gustaban las ruinas. Cuando era niño, visitaba las del castillo de Lamberg e imaginaba el aspecto que tendría una gran ciudad en ruinas. Durante la guerra, se sintió en la gloria cuando vio Ypres destruida. Adolf soñaba con ver toda Europa en ruinas.

Plácido | http://placidario.blogspot.com.es/

Tercera y última entrega de la saga "Los humanos en la Tierra". Adrián y Nerea se despiertan en un planeta asolado por el hombre. Deberán sobreponerse e intentar recomponerlo y repoblarlo.

Luna | https://lunapaniagua.wordpress.com/

Tenemos el título del próximo éxito editorial, nos falta la sinopsis ¿nos ayudas? Participa en www.grupoanden.com

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enero

brevemente

Niña Mala Semana 16 de concurso: 16 de enero de 2017 Ganadora: Anaïs Baranda Barrios ¡No quiero volver a verte nunca más! ¡Me tienes harta, eres mala, muy mala! La agarró del brazo intentando poner la mayor cara de enfado que sabía y se dirigió a la habitación. ¡Mira cómo tienes todo! —gritó mientras la zarandeaba— ¿quieres que lo haga yo también? ¡Egoísta! —sentenció dándole un tortazo. Abrió la puerta del armario y la arrojó dentro: "¡A ver si me dejas en paz un rato!" Cerró de un golpe y acto seguido la niña, con las mejillas empapadas en lágrimas, se sentó sobre la cama con la mirada fija en el armario donde acababa de encerrar a su muñeca.

febrero Cáculo de posibilidades Semana 17 de concurso: 6 de febrero de 2017 Ganador: Pepe Fuertes Tarazona El armario donde acababa de encerrar a su muñeca preferida envuelta con papel de regalo reciclado del año anterior. Pongo una. El baúl donde había escondido el coche de madera del pequeño. Pongo una. Las pistas que indicaban dónde tenían que buscar los regalos de Navidad. Pongo una. La ilusión en los ojos de los niños buscando tesoros, aunque sepan que, año tras año, sólo encontrarán sus propios juguetes. Pongo una. Los décimos y participaciones que, de nuevo, no han tocado. Pongo otra. La carta de despido, la notificación del banco y la nevera vacía. Lleno el cargador, lo pongo en la pistola y me quedo mirándola. Debo decidir.

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brevemente

Visita inesperada Semana 18 de concurso: 13 de febrero de 2017 Ganador: Lorenzo Rubio Martínez Debo decidir qué hacer con el loro que, por sorpresa, se ha posado en mi hombro mientras dormía en la isla desierta en la que vivo desde el naufragio del crucero. Lo primero que pienso es en comérmelo, pero me hice vegetariano en estas tierras y ahora solo pruebo cocos. Lo segundo, atarle un mensaje de socorro y lanzarlo a volar, pero se vive muy bien aquí y echaría de menos a los simios. Al final, decido dejarlo en mi hombro, llamarlo Bocazas y hacerme pirata. En cuanto encontremos el tesoro, vamos a enterrarlo en el lugar más recóndito de la isla.

Cumpleaños Semana 19 de concurso: 20 de febrero de 2017 Ganadora: Martina Polo Barrachina. En el lugar más recóndito de la isla encerró a los piratas que mamá le había presentado. Luego, subió al torreón del castillo y allí dejó dormidas a todas las princesas que conocía. Cogió las cosquillas y las metió sin cuidado en un cajón, y soltó al unicornio y a los dragones y ni siquiera giró la cabeza para mirar cómo desaparecían. Encogió a los gigantes y a las hadas les quitó la varita y les cortó las alas. Hecha la limpieza general, cerró los ojos y sopló las velas.

tw Relatos finalistas de enero y febrero de 2017 del concurso Relatos en Cadena, organizado por la Cadena SER y Escuela de Escritores. Puedes leer todos los seleccionados en www.escueladeescritores.com o www.cadenaser.com.

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dindondin

38 Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería Libro Club Del 23 febrero al 6 de marzo Ciudad de México http://www.cultura.df.gob.mx/

12º Encuentro Profesional de Productores y Guionistas de Cortometrajes Hasta el 10 de marzo Madrid http://www.madrid.org

Premio de relato corto Fernández Lema 2017 Hasta el 15 de marzo. Premio 3.000 € www.premiosfernandezlema.com

Microteatro por dinero Hasta el 5 de marzo: "Por la calle de la amargura" Madrid http://microteatro.es/

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decamino

www.proyectogastronomix.org

Gastronomix es un proyecto social y gratuito de cocina, gastronomía creativa y reciclaje personal. Una alternativa vital y laboral pensada para que 50 jóvenes y estudiantes que se hallan en situación de desempleo o en periodo de formación, encuentren en esta iniciativa las herramientas para lanzarse. Durante un año académico, los alumnos seleccionados se abren a un nuevo horizonte cada sábado por la mañana; una formación profesional y humana, especializada en cocina y gastronomía, que les proporciona importantes recursos para incorporarse al mercado laboral o continuar su proceso formativo incrementando sus posibilidades de conseguir un empleo estable y duradero. La formación de nuestra Escuela-Cantina está a cargo de un chef de Basque Culinary Center. ¿Quieres sentarte a nuestra mesa?, tenemos una cantina en la que puedes degustar nuestros platos, haz tus reservas en la web: http://www.proyectogastronomix.org/cantina.html

tw Gastronomix es uno de los proyectos de la Fundación la Casa y el Mundo. En este momento, mientras continúa andadura con el presente curso, calienta ya los fogones con la vista puesta en la nueva edición 2017-2018.

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entrecocheyandén

Cabo de Ajo José Mª Sanchez-Bustos Alumno de Talleres RELEE

DURANTE el verano, decidimos ir a pasar unos días en Cantabria. Elena, mi mujer, quería que reservásemos un hotel, pero yo prefería ir de camping. Así que nos alojamos en una casa rural con pretensiones de hotel cerca del Cabo de Ajo. Por la mañana nos despertó el canto de un gallo. Esto le encantó a mi yo rústico. Sin embargo, a Elena le hizo articular más de una palabrota. Pero lo peor vino después, cuando yo abrí la ventana y se nos llenó la habitación de olor a establo. —¡Qué peste! —dijo Elena tapándose la nariz—. ¿A qué huele, Pepe? —preguntó. —Deben de ser las vacas, ¿no las oyes mugir? —contesté conciliador. Por suerte hacía un día espléndido, y Elena recobró su buen humor ante la perspectiva de una jornada completa de playa. —Me gustaría que hoy estuvieras todo el tiempo conmigo —me dijo. Y yo le contesté que vale—. Así que nada de escaquearte, ¿de acuerdo? Bajamos a desayunar. A Elena le encantaron los sobaos pasiegos mojados en el café con leche. Una leche riquísima, dijo ella. Yo me conformé con una Coca-Cola. Elena se habría mosqueado si yo hubiese cargado con el equipo de buceo, pero al menos me llevé las gafas camufladas en la funda de la cámara de fotos. Echamos todo en el coche y salimos hacia la playa. Yo conducía. Elena cantaba: "How many seas must a white dove sail before

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entrecocheyandén

she sleeps in the sand". Siempre ha sido una sentimental, y le siguen emocionando las viejas canciones de Dylan. Mis sueños hacía tiempo que parecían dormidos. Cuando llegamos, busqué un buen sitio cerca de la orilla, y muy diligentemente planté la sombrilla, abrí las sillitas y extendí las toallas. A ella le encanta que sea detallista. Luego me senté y desplegué el periódico. —Se te olvida algo —me dijo, tendiéndome la crema de protección solar—. ¿Me la extiendes por la espalda? Luego te das tú. Obedecí sin rechistar. Después intenté leer —noticias y editoriales de verano, un aburrimiento—, hojeé el diario de cabo a rabo, me enzarcé con un sudoku endemoniado y fracasé. Y como no sabía ya qué hacer, me dediqué a escarbar la arena con los talones. —Me pones nerviosa. Te vas a hacer daño en los calcañales. ¿Quieres estarte quieto? Y yo que sí, que vale. Después de un rato, aprovechando que ella estaba tumbada al sol con los ojos tapados, me levanté y le dije que me iba a dar un baño. Con mucho disimulo cogí las gafas de buceo y caminé hacia la orilla. El agua estaba más que fresca. ¡Qué delicia! Me calé las gafas de buceo y me sumergí una y otra vez, gozando de esa evasión indescriptible de la ingravidez húmeda. Al cabo de algunas inmersiones, me di cuenta de que la corriente me había arrastrado. Estaba muy lejos de la orilla. Intenté acercarme a nado, pero no conseguí avanzar. A lo lejos, vi cómo cambiaban la bandera amarilla por otra roja. La cosa estaba jodida. ¡Qué bien me hubieran venido las aletas! Sin ellas era inútil luchar contra la corriente. ¡Esta mujer y sus manías! Me impulsé hacia arriba y agité un brazo, pero nada. La corriente me estaba llevando poco a poco hacia unas rocas, oscuras, con aristas afiladas. Tenía que mantener la calma. Así, cuando el oleaje me lanzara contra la escollera, podría agarrarme fuerte e izarme fuera del agua. No sería fácil. Podría

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morir. Era consciente de ello, pero no sentí temor. Estábamos solos el mar y yo, ni nada ni nadie más, ¡y yo tenía que ganar la partida! Las olas, cada vez mayores, me fueron acercando. Vi un saliente romo, y calculé que con el impulso de la siguiente ola podría agarrarme a él. La ola me aproximó suavemente a mi objetivo. Me agarré con fuerza al saliente, al tiempo que la ola se estrellaba con estrépito. Su reflujo tiró de mí con una violencia brutal. Esperé a que una nueva ola llegara. Aguanté el reflujo, y sin perder tiempo me impulsé. Conseguí ponerme en pie sobre las rocas, pero sentí un dolor muy intenso en las plantas de los pies. No podía dar un paso. Me incliné hacia adelante, y, con sumo cuidado, apoyé las manos en las rocas. El oleaje me azotó las piernas con furia. El mar no quería soltar su presa. -No puedes quedarte ahí -dijo una voz. Levanté la vista y vi una mano tendida. Me agarré a ella y tiró de mí hasta sacarme de la zona de peligro. Entonces sentí deslizarse algo caliente por mi antebrazo derecho. Miré y vi, casi aterrado, manar la sangre. Los socorristas llegaron en seguida y me curaron las heridas. Cuando regresé junto a Elena, la encontré bastante angustiada. —¿Qué te ha pasado?, ¿qué tienes? —me preguntó, cogiéndome las manos. Yo le dije que no era nada, solo unas rozaduras sin importancia. —¿Sabes?, los socorristas estuvieron muy ocupados con otros tres tan inconscientes como tú. Me tenías muy preocupada. Le besé la frente. En nuestra habitación, ella se me aproximó para colgarse de mi cuello y besarme. Me acosté y hablamos: —¿Me quieres? —me preguntó Elena, acomodándose junto a mí en la cama. —Sí, te quiero. Claro que te quiero —le contesté.

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Ella fijó sus ojos claros en los míos. Y me pareció ver encenderse una lucecita verde en la oscuridad de sus pupilas. —¿Me querrás siempre? —volvió a preguntar, sin desconectar sus ojos de los míos—. ¿Volverás a dejarme sola? —No puedo saberlo —le dije pasados unos instantes eternos. Era inútil mentir. —Oye, Pepe, cuándo estabas esta mañana a la deriva, ¿pensaste en mí? —preguntó mientras me pasaba su índice por los labios. —Pensé en mis aletas —me atreví-… y sí, claro, pensé en ti mucho —mentí, refugiando mi cabeza en su regazo.

tw José María Sanchez-Bustos. Salamanca, 1947. Licenciado en Ciencias Económicas por la Universidad de Bilbao. Ejercí mi profesión en La Rioja, Salamanca y Madrid. En 2006 tuve la oportunidad de conocer Escuela de Escritores, donde he seguido varios cursos a lo largo de los últimos años, que me sirvieron para impulsar mi metamorfosis en escritor, proceso en el que continúo desde hace dos años de la mano de Isabel Cañelles.

FE DE ERRATAS: En el anterior número, el nº53, en esta misma sección, publicamos por error que el autor del relato "El homenaje" era Luis Ángel Pérez, cuando el nombre correcto es Luis Ángel Guerras.

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