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elmuro [3] andénuno [5]
Fragmento de Mortal y rosa, Francisco Umbral andéndos [9]
Tres microrrelatos de Juan Jacinto Muñoz Rengel andéntres [13]
Espero, Anna Starobinets dindondin [16] decamino [17] breveMente [18]
Relatos en Cadena entrecocheyandén [20]
Bajo las vías, Gema Moratalla García entreacto [21]
La ratonera, Agatha Christie metroligero [22] pormotivosajenos [23]
próxima estación...
Ana Turpin
andéndos Emilia Lanzas
entrecocheyandén Escuela de Escritores
brevemente Relatos en Cadena
metroligero Miguel Ángel Moreno
Edita: grupo andén comunicación C/ Feijoo, 6 - 4ºA - 28010 Madrid edicion@cuentosparaelanden.com www.grupoanden.com
Con la colaboración de:
Más cuentos en:
Diseño: www.jastenfrojen.com Publicidad: publi@cuentosparaelanden.com Impresión: Eurocolor Consejo editorial: Alejandro Moreno, Víctor García Antón, Juan Carlos Márquez y Leticia Esteban Ilustración: Coordinación: tiagertrudis.wordpress.com Ilustración de portada e interior: © Daniele Diella | blog: danielediella.blogspot.com D.L.: M-42629-2011
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elmuro
Tema: Arte y ciudad
Ganador: Arte furtivo, Víctor Fuenlabrada. Ontígola (Toledo)
Finalistas: Guerrero, Mascaró. Irma Penilla. Madrid Niño sentado al piano, Barcelona. Cristina Domercq. Majadahonda (Madrid) Madrid. Color en la Plaza Mayor. Montserrat Villanueva. Madrid
Concurso de fotografía Participa en nuestro concurso enviando tus fotos a lector@cuentosparaelanden.com. Consulta las bases y mira las fotos en Facebook, [Cuentos para el andén] en la pestaña “Notas”, también las tienes en www.grupoanden.com
Tema del próximo mes: Ciudad en movimiento
Te escuchamos: Cuentos para el andén @cuentosanden
En Cuentos para el andén traemos dos novedades este mes: nos asomamos por primera vez a la Feria del Libro de Madrid y celebramos este número de junio con un breve contenido teatral: entreacto. Además, presentando la revista en el teatro te harán un descuento del 40%. No te quitamos más tiempo, esperamos que lo disfrutes.
lector@cuentosparaelanden.com www.grupoanden.com
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andénuno
Fragmento de...
Mortal y rosa Francisco Umbral
EL METRO, ya sabes, la noche rápida y fulgente, las filtraciones, los escapes, la vida, fracasado es el que a los cuarenta años viaja en Metro, recuerda, el que tiene una moneda la cambia, el que tiene una moneda la cambia, te lo decías en la conciencia, lo repetían las ruedas del Metro el traqueteo, farallones de sombra, paredes humanas, el descenso al Metro, qué inmersión en la catacumba rauda de los tiempos. Volver al Metro. Cuando una ciudad tiene acacias, soles provincianos, cerveza, cuando una ciudad ignora el intestino férreo que le corre por el alma, el hombre de la calle, dicen, el hombre de debajo de la calle, y dabas la peseta, entonces el Metro valía una peseta, y te daban un billetito, un cartoncito, algo, consérvese a disposición de cualquier empleado de la compañía, consérvese a disposición de cualquier empleado de la compañía, era cuando entrabas en el Metro batiendo fuerte las puertas de hierro, inmenso útero latiente de multitud, de olores, de vendedoras, de carteles, y la mirada negra del empleado, bajo la gorra metropolitana y descosida, dando suelta al gas, al pitido, abriendo y cerrando las compuertas como una guillotina horizontal para el monstruo humano de mil cabezas. Amor en el Metro, toda la charcutería de las manos aferradas a la alta barra despintada, prohibido subir y bajar en marcha, antes de entrar dejen salir, prohibido vender en los coches, y el bajorrelieve de los rostros, la arcilla de la vida repartida en caras, muecas, cansancios, risas, estupefacciones y bocas. Macerados de profundidad, herméticos de velocidad, obstinadamente desconocidos, mayoría silenciosa de allá arriba, nocturnidad de aquí abajo, cada cabeza con su aureola de olor, de sufrimiento, de pelo, el alma como una colonia pobre, el cuerpo como un saco muy usado, y las flores profundas de la axila, y el orín secreto de los años.
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Viajar en Metro con un papel en el bolsillo, con el recado de la vida, con la carta de recomendación o la factura del mueble, y el aluvión de las madres, los funcionarios, la juventud y los mendigos. Todo un panel de ciudad, todo un mural de caras en el vagón, humanidad al temple, color bombilla, y la catástrofe rauda del Metro, su torpeza de hierros contra hierros, hasta la sonrisa inesperada de la muchacha pobre, el sol de las profundidades en un pelo de mujer o el agua quieta y cómplice de las miradas, entre tú y yo. Viene de todo al Metro, ya sabes, de modo que cuidado con los hombres de mirada verde que miran al hombre, como leíste una vez, y sálvate en esa cara obrera, en ese zarzal de pecas, en la niña planchadora, recadera, oficiala, aprendiza, en la muchacha sin empleo fijo que tiene el perfil estremecido por los reflejos subterráneos y los ojos llenos de anuncios. Te acercabas a ella cuando se removía la humanidad del Metro, y vuestro silencio comunicante sonaba ya más que todas las conversaciones del vagón a ése que le den por donde le gusta, te prometo que me quedan cinco duros, macho, estoy volcado, éste siempre corto de pasta, usted verá, doña Águeda, qué hacemos con él si en el Seguro no le dan la baja y el corazón lo tiene cada día más hinchado. Un bloque de silencio entre tú y yo, una barra de silencio en torno de la cual saltaban las conversaciones intermitentes y desdentadas del Metro, hasta la estación final, o aquélla adonde tú te bajabas, con un giro leve del perfil, que no sé si era una invitación o una despedida, pero yo me iba detrás y salíamos a una plaza con jubilados, a un barrio grande y poblado, con muchos camiones escorados y muchos toneles de vino desguazados en mitad de la calle. Era tu barrio, y qué difícil romper el acero de silencio que se había forjado entre nosotros, después de haberte visto subir las escaleras del Metro con prisa de gacela obrera, y tus piernas de andar y bailar, y un paraíso suburbial, con huertos y talleres. Pero no es verdad que me dieras la mano áspera y niña y me salvases para siempre entre tus soles y tus girasoles de barrio, sino
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andénuno
que estoy aquí para siempre, otra vez en el Metro, siempre en el Metro, como no es verdad que otra vida pase a través de mí, otro tiempo más claro, el que tiene una moneda la cambia, el que tiene una moneda la cambia, la vida sólo es el sueño alto y soleado de los que vamos en el Metro, de los que imaginan un allá arriba con niños y buen tiempo. El hombre del Metro sueña una ciudad de sol y ocio a la que nunca sale, la ciudad de las estatuas y los bares es una pesadilla del hombre de allá abajo, del viajero hundido, del que va en el Metro, tú, yo, asiento reservado para caballeros mutilados, todos caballeros mutilados, las madres terribles con la bolsa de la compra abultada, como otro embarazo, y la chica leyendo un libro gordo, y el de los recados silbando en el Metro y el sembrado de cabezas que tengo debajo de mí, una calva con mapas, una pelambrera con brillos, los cuatro pelos sobre un cráneo blanco y lechoso, la huella de las tenacillas en un pelo gris de mujer, como una ceniza en olas tenues de resignación, y el maíz violento de un pelo de muchacha, cebada adolescente que perfuma e ilumina. No, la ciudad no existe, la ciudad es una locura, una invención, una esperanza, una mentira. La sueñan desde allá abajo los que van en Metro, ánimas del purgatorio en túnel, justos en multitud, limbo húmedo, catacumba veloz. No existimos, no tomamos café, no hacemos el amor. Sólo nos sueña, desde lo profundo, un hombre silencioso que va en Metro.
tw Fragmento del libro Mortal y rosa. Editorial Planeta, S.A. Francisco Umbral (Madrid, 1932 - Boadilla del Monte, 2007).
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Tres microrrelatos de Juan Jacinto Muñoz Rengel
Impronta MI última novia imaginaria apareció en mi vida cuando yo tenía doce años. Siguió conmigo en el instituto, y también en la universidad, donde compartíamos campus y, al fin, habitación y cama en el colegio mayor. Contrajimos matrimonio antes de cumplir los treinta. No tuvimos hijos, claro. Pero para mí significó una impagable compañía que me hizo más fácil adentrarme en las crudas décadas de una madurez solitaria. Hace apenas dos semanas quedé viudo. Un conductor borracho; ni siquiera la vio. Desde entonces la gente no ha dejado de darme el pésame. Mi madre, para mi asombro, me llamó para preguntarme si quería que se viniera unos días a la ciudad. Era tan joven todavía, me dice la señora del segundo, agarrándome las manos. El periódico local publicó una breve nota del suceso, con una fotografía. Ahora acaba de llegarme una carta de condolencia de sus compañeros de facultad, que la recuerdan, y quieren hacerle un homenaje.
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andéndos
Fe MODELÓ aquel muñeco de nieve durante toda la mañana. Consiguió el viejo sombrero y los botones en el desván, la delgada zanahoria en el cajón de la nevera. Por la tarde le sacó una bandeja de galletas, y jugaron a las adivinanzas, a los soldados y a hacerse el muerto. Cuando esa noche su madre lo arrastró hasta su habitación, él se aferraba a los marcos de las puertas, llorando y suplicando que no lo dejaran allí, que lo metieran dentro, en la cocina, junto al congelador. A la mañana siguiente, en el círculo de escarcha roja del jardín, los rayos de sol calentaban siete metros de intestino, dos pulmones deshinchados, un hígado, un bazo y, sobre el montón de vísceras acosado por las moscas, una zanahoria y un musculoso y brillante corazón.
Inexplicable TENÍA dos hijos gemelos, idénticos. Ella los vestía con la misma ropa, y les preparaba simétricos desayunos cada mañana. Ellos se comportaban de la misma manera y parecían tener una única personalidad. Los dos sacaban las mismas notas en el colegio, se magullaban la misma rodilla -el mismo día, a la misma hora-, les gustaba la misma chica, hablaban a la vez para decir una frase semejante. Ella los arropaba por igual cada noche, en sendas camas gemelas, cada uno bajo su propio edredón azul de plumas. Luego, se acercaba con sigilo a uno de ellos, siempre el mismo, y le susurraba al oído: "Tú eres mi favorito".
tw Microrrelatos inéditos. Juan Jacinto Muñoz Rengel (Málaga, 1974) es autor de la novela El asesino hipocondríaco (Plaza & Janés, 2012) y de los libros de relatos De mecánica y alquimia (Salto de Página, 2009), Premio Ignotus al mejor libro de cuentos del año, y 88 Mill Lane (Alhulia, 2006).
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andéntres
Espero Anna Starobinets
NO sé exactamente de dónde ha salido. Probablemente, del frigorífico. Guardé ahí una olla con sopa. Mucho tiempo. Demasiado. La sopa me la había preparado mi madre (antes pasaba por casa de vez en cuando), pero no como de esa clase. Schi1. Al cabo de una semana, el contenido de la olla se cubrió con una película de color verdoso pálido y empezó a apestar. Puse la tapa a la olla y la metí en la nevera. Me daba pena tirarla; la había preparado mamá. Un mes después me desperté en plena noche con una sensación extraña de inquietud. Fui a la cocina a picar algo. En la nevera no había casi nada. Un par de salchichas, unos pelmeni, un limón que había estrujado aquella mañana. Y la olla. La saqué y me decidí a tirar la sopa. Contuve la respiración y levanté la tapa. Se había solidificado. Había cambiado. Era... casi bonita. Tenía que rascar el fondo y las paredes, comprar un producto para limpiarla y lavarla... No me apetecía hacer nada de eso. Decidí tirarlo todo, la sopa y la olla. Hice un paquete con varias bolsas y por la mañana la tiré a la basura antes de ir a trabajar. Me acerqué al contenedor, pero no fui capaz. Llevaba tanto tiempo conmigo... Me daba pena. Dejé el bulto junto a la basura y me fui a trabajar. Por la tarde seguía allí. Al día siguiente, cuando miré por la ventana, ya no estaba. Me asusté. Bajé y me acerqué al contenedor... Sí, allí estaba. Lo que pasaba es que no la había visto desde arriba. En cualquier caso, para no preocuparme sin motivo, me la volví a subir a casa y la metí en la nevera otra vez.
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Sopa de col, legumbres y carne. (N. de la T.)
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andéntres
Olía fatal. Dejé de utilizar la nevera. Y más tarde, también la cocina; puse un cerrojo de hierro en la puerta de la cocina. Comía fuera, en bares. Y un día llamé a mi madre y le pedí si podía irme a vivir con ella un tiempo. Ella me dijo que sí. Se alegró. Me mudé, pero al cabo de una semana empecé a ponerme nerviosa. Al fin y al cabo, la responsabilidad era mía. No dejaba de pensar en cómo estaría allí, sin mí. Sola, envuelta en las bolsas. De modo que regresé. Me mareé del olor, que impregnaba todo el piso de modo insoportable. La puerta de la cocina estaba abierta. Las bolsas estaban tiradas en el suelo. Y entonces la vi. Se me acercó confiada, curiosa. Era muy pequeña. Al principio no sabía qué darle de comer. Le preparaba purés de verduras o de patata, le empapaba pan blanco en leche... Pero no se lo comía. Me parece que no comía nada. Ni bebía. Tampoco sabía hablar. Dormía en la cocina. Por la noche le abría la puerta de la nevera para que tuviera luz, como si fuera una lamparita. Si no, tenía miedo. Cuando tenía pesadillas, arañaba la puerta de mi cuarto; entonces la cogía y me la metía en la cama. A pesar de que echaba una peste horrible. Hice mucho por ella. Sacrifiqué muchas cosas. Nunca ventilaba la casa porque le sentaba fatal. Creo que, salvo yo, nadie podría haber estado a su lado. Pero yo la quería. Llamé a mi madre y a todos mis amigos y les pedí que no vinieran más a mi casa. Llamé al trabajo y dije que lo dejaba. Y después corté el cable del teléfono. La quería muchísimo. Tanto que a veces la tocaba. Y la abrazaba. Creció deprisa, muy deprisa. Cada día era, más o menos, un centímetro más alta. Y era guapa. A su manera. De vez en cuando, alguien llamaba a la puerta, así que rompí el timbre. Para que nadie nos molestara.
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andéntres
Sucedió una mañana. Tiraron la puerta abajo y entraron en mi casa. Eran los vecinos de abajo con una gente vestida con monos de trabajo. Llevaban caretas antigás. Ella se asustó mucho, corrió a la cocina e intentó esconderse debajo de la mesa y detrás de la nevera. Pero ya era bastante grande y no cabía en ningún sitio. Abrieron todas las ventanas. Grité: "¡No, paren, se va a ahogar!". Me ataron las manos y me sacaron de mi piso. No pude ayudarla. Vi que tres tipos con máscaras antigás se quedaban dentro. Llevaban bombonas y rociaron la casa con una sustancia corrosiva y venenosa. Rociaron las paredes, el suelo, a ella. En plena cara. Y ella no podía esconderse en ningún sitio. Qué le hicieron... Dios mío, qué le hicieron... Desde entonces no la he vuelto a ver. No viene adonde vivo ahora. Recuerdo los días que pasamos juntas, cada hora, cada minuto, y no puedo perdonarme. Debería haber sido más cariñosa con ella. Abrazarla más a menudo. Hablar con ella. No debería haberla hecho dormir en la cocina, solita. Cuánta soledad debió de sentir. Me gustaría corregir mi error. Lo corregiré todo, todo. La semana pasada, mamá me trajo unas manzanas asadas. Las envolví en unas bolsas y las guardé en la mesita de noche. Hoy, cuando se han ido los médicos, he abierto el paquete un momento. Ya han empezado a cambiar un poco; se han reblandecido y se han cubierto de una pelusa blanca. Dentro de unos días cambiarán aún más. Espero. Tengo mucha paciencia. Ella volverá conmigo.
tw Del Libro: Una edad dificil. Editorial Nevsky Prospects. 2012. Anna Starobinets: “Estoy muy contenta de empezar a publicar en España, especialmente con este libro, un inquietante hijo primogénito”
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dindondin
TE REGALO UN CUENTO Cuentos para escuchar y para ver www.yotecuento.com
Curso de cocina charra en miniatura Salamanca 8 de junio 2012 www.escuelahosteleriasalamanca.es
Recital de poesía. Asociación literaria ANUESCA Café Libertad 8. Madrid 9 de junio 2012 www.libertad8cafe.es
XII Certamen Nacional de Pintura Rápida "Ciudad de Getafe" 10 de junio de 2012 www.getafe.es
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decamino
Ocho y Medio Metro: Plaza de España Calle de Martín de los Heros, 11 | 28008 Madrid
“
Ocho y Medio es un lugar donde el cine y los medios audiovisuales son los protagonistas. Definirnos por completo no resulta fácil: somos básicamente una librería, pero también una editorial y un espacio donde poder encontrar cursos, monólogos de actores, música, o tomar algo en nuestro café y disfrutar de la terraza
”
tw http://www.ochoymedio.com Programación junio: Ángela Bacaicoa organiza CINE DEBATE los tres últimos viernes de junio. Este año bajo el nombre AVATARES DEL DESEO. 15 de junio: Película Revolutionary Road de Sam Mendes (2008) | Presentación del ciclo a cargo de Liliana Lindenbaum (psiquiatra) | Colaboradores: María del Carmen Rodríguez Rendo (Psicoanalista), Juan Cavestany (Guionista) | Coordina: Carmen Peces (Psicoanalista) | 22 de junio: Película Melancolía de Lars von Trier (2011) | Colaboradores: Carmen Gallano (Psicoanalista), Mariano Barroso (Director) | 29 de junio: Película Shame de Steve McQueen (2011) | Colaboradores: Ángeles González-Sinde (Guionista-Directora), Ángela Bacaicoa (Pscioanalista) | Coordina: Graciela Goldenzweig. Cierra el ciclo: Ángela Bacaicoa.
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breveMente
Jugando con la realidad Semana 23 de concurso: 3 de mayo de 2012 Ganadora: Natalia Viana Nebot Se entrenaban para estar muertos. Yo no me lo podía creer cuando Pablo me lo contó. Pero él me juró que era cierto. Hasta me enseñó cómo se hacía. Por eso faltaba tanto a clase y se le caía el pelo. Un día, en casa, quise probar, pero recibí un bofetón, por asustar a mi madre con mis tonterías. Hoy Pablo tampoco ha venido al colegio. Ya hace dos semanas, y sus padres ya no van a la iglesia. Seguro que ha hecho el muerto tan bien, tan bien, que le han regalado ese maravilloso viaje que le habían prometido.
Montón Semana 24 de concurso: 10 de mayo de 2012 Ganador: Gabriel de Biurrun Baquedano Ese maravilloso viaje que le habían prometido sus padres con la mirada fija en el suelo y la sonrisa de comer limón, Corfú; la garantía de unas gafas de sol enormes, diecisiete tarjetas que venían con las flores, una copia de la esquela, una foto en la cuna, el certificado, un suplemento semanal, instrucciones de una crema para el pecho, la ecografía y la amniocentesis; prospectos de yodo, prospectos de hierro, la factura de la clínica y la del hotel. Habitación individual. Todo eso sobre la mesa, en ese orden. Y la ventana. Y al otro lado de la ventana, nada de nada.
Nada Semana 25 de concurso: 17 de mayo de 2012 Ganadora: Carmen Quinteiro Moreno Y al otro lado de la ventana nada de nada: ni los columpios, la pelota o los amigos. Nada es tan importante como quedarse cerca de su madre para cuando, como cada tarde, regrese su padre.
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breveMente
Patio interior Semana 26 de concurso: 24 de mayo de 2012 Ganador: Xavier Blanco Luque
may yo
Cuando, como cada tarde, regrese su padre a casa, Pedro estará escondido en el armario. El portero aprovechará para tirar la basura; la vieja del ático bajará a comprar ese paquete de sal que siempre falta en el momento más inoportuno. Algunos vecinos subirán el volumen del televisor. María preguntará por qué la mamá de Pedro llora todos los días. A esa hora estaré liada con la cena y no será posible responder. La cogeré en brazos, cerraré la ventana de la cocina y pondré en marcha el extractor: no soporto ese olor a pescado del patio interior, y además el pollo rebozado siempre humea demasiado. tw Relatos finalistas del mes de mayo del concurso Relatos en Cadena, organizado por la Cadena SER y Escuela de Escritores. Puedes saber quién ganó y consultar las bases en www.escueladeescritores.com o www.cadenaser.com.
www.gens.es
Feria del Libro de Madrid Firma de ejemplares: 3 junio 19:00 a 21:00 horas caseta 72 “Tres rosas amarillas”
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entrecocheyandén
Bajo las vías Gema Moratalla García Alumna de Talleres de Escritura Creativa Clara Obligado
Para Óscar Aníbal San Juan tocaba la última canción del día. La guitarra y su voz resonaban por los largos pasillos de Diego de León. Una pareja pasó a su lado y el chico, sin saber de dónde llegaba la música, empezó a tararearla. Aníbal sonrió, tocó el último acorde y recogió las monedas que solía poner como cebo en la funda. Al guardar la guitarra, el rasgueo de la cremallera se mezcló con el de unos tacones que corrían para no perder el último metro. La chica se detuvo sorprendida por el ruido que él había hecho. Al girarse hacia donde estaba Aníbal, vio la esquina vacía y echó a correr aún más deprisa. Con la guitarra a la espalda, Aníbal caminó hasta al andén de la línea 4 en dirección a Argüelles. El metro llegó con el maquinista mirando de reojo a los que estaban en el andén: la chica de los tacones, algo inquieta, un chaval incapaz de oír nada fuera de sus auriculares, y la pareja tarareando a dúo la canción. Se abrieron las puertas y subieron a los vagones. Por un momento, Aníbal tuvo la esperanza de que esa vez el conductor le viera y no se marchara dejándole allí. Sin embargo, como todas las noches, las puertas se cerraron y el eco del tren se perdió por el túnel. En seguida llegaron los demás músicos. Entre ellos, el Violinista, que había sido el primero en recibir a Aníbal. Desde el principio le había explicado cómo funcionaban las cosas, los lugares donde acabar la jornada y la perpetua rutina. Aníbal seguía las instrucciones al pie de la letra, aunque cada noche tenía menos ganas de volver al Agujero para salir a la mañana siguiente sin saber cuántos viajeros podrían escucharle. A un gesto del Violinista todos saltaron desde el andén. Las traviesas y los raíles se deformaron hasta mostrar la entrada al Agujero y el grupo se preparó para pasar la noche bajo las vías. Algunos se dedicaron a poner a punto sus instrumentos: una cuerda rota que nunca podía ser cambiada o madera que nunca brillaría por más que se la frotase. Cuando todos hubieron acabado sus rituales vacíos, se echaron a dormir. Ninguno lo necesitaba pero querían continuar con las costumbres de los vivos. Aníbal, abrazado a su guitarra, escuchó el siseo de la grieta mientras se cerraba. Tuvo una vez más la tentación de escaparse del Agujero, recorrer los pasillos a media luz, encontrar una salida y tocar sus canciones bajo la luz de la luna. El Violinista le miraba fijamente adivinando sus intenciones, advirtiéndole en silencio lo que ya le había dicho la primera vez: los ruidos de la ciudad ahogarán el sonido de tu música… sólo aquí abajo, tus canciones llegarán a algunos… sólo aquí seguirás siendo el músico que eras… Aníbal San Juan comprendió de nuevo que formaba parte de los músicos del Agujero y como habían hecho los otros, extendió su abrigo sobre la fría roca. Durmió hasta que llegó, sin luz, una nueva mañana. tw Madrileña de la cosecha del 76. Se licenció en Historia del Arte por amor al mismo. Actualmente es profesora, pero si viviera cien vidas querría ser escritora en todas ellas. Fue seleccionada para el Día Internacional de la Poesía en Segovia en sus ediciones de 2011 y 2012. Y sigue aprendiendo.
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entreacto
La ratonera Agatha Christie Teatro: Reina Victoria. Madrid | Desde el 11/4/2012 Con la colaboración de Alain Cornejo para Iniciativas Teatrales
(
(La SRA. BOYLE entra en la biblioteca. Alguien toca el piano en la salita. Se trata de la canción "Los tres ratones ciegos" tecleada nota a nota con un dedo.)
)
Mollie: ¡Qué canción tan espantosa! Srta. Casewell: ¿No le gusta? Quizá le recuerde una infancia desgraciada. Mollie: Yo tuve una infancia muy feliz. Srta. Casewell: ¡Qué afortunada! Mollie: ¿Usted no? Srta. Casewell: No. Mollie: Lo lamento. Srta. Casewell: Pero hace mucho tiempo de todo eso. Una acaba por superarlo. Mollie: Supongo que sí. Srta. Casewell: O tal vez no. Es muy difícil saberlo. Mollie: Según dicen, las experiencias que se tienen en la infancia te marcan de por vida. Srta. Casewell: Dicen... dicen... ¿Quién lo dice? Mollie: Los psicólogos. Srta. Casewell: Tonterías. Una sarta de estupideces. No soporto a los psicólogos. Ni a psiquiatras. Mollie: La verdad es que no he tenido mucho trato con ellos. Srta. Casewell: Pues mejor para usted. No dicen más que tonterías. Cada uno es dueño de su vida. Hay que mirar siempre adelante y no volver la vista atrás. Mollie: Una siempre acaba mirando a su pasado. Srta. Casewell: No tiene por qué ser así. Es cuestión de fuerza de voluntad. Mollie: Tal vez. Srta. Casewell: (Llena de convicción). Lo digo por experiencia. (Se acerca a Mollie). Mollie: Ojalá tuviera razón... (Suspira), pero a veces pasan cosas que te hacen volver la vista al pasado. Srta. Casewell: No se rinda: ¡Vuélvales la espalda! Mollie: No estoy muy segura de que ésa sea la mejor actitud. A lo mejor usted se equivoca. Quizá debamos enfrentamos de lleno a esas cosas. Srta. Casewell: Depende de a qué cosas se refiera. Mollie: (Con una ligera risa). A veces ni yo misma sé de qué hablo. (Se sienta en el sofá). Srta. Casewell: (Acercándose a Mollie). No voy a dejar que nada del pasado afecte a mi presente. Si miro atrás, no será para lamentarme. (Giles y Trotter bajan por la escalera)
tw Agatha Christie (Torquay 1890-Wallinford 1976)
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© Miguel Ángel Moreno 2012
metroligero - Miguel Ángel Moreno
¿Hacer clic aquí? tw www.sintinta-miguel.blogspot.com
Feria del Libro de Madrid | caseta 186
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pormotivosajenos - Ana Turpin
15/05/12
Un truco infalible: tener la conciencia tranquila
P- ¿En qué tren estás subida ahora? R- En el mío propio, ¡conduciendo yo y disfrutando del camino! P- ¿Cuál es el peor aprieto en el que te has encontrado? R- Camboya, rodeada de monos agresivos que parecían querer atacarme… en ese momento entró en mí un mecanismo animal y me fui hacia ellos pegando saltos y haciendo rugidos como si fuera una bestia muy feroz… ¡funcionó!… salieron corriendo muertos de miedo… ¡lo pude ver en sus caras! P- ¿El rodaje o la obra de teatro en el que más te has divertido? R- El especial de "Amar en tiempos revueltos" titulado "Flores para Belle"… guión 10, director Joan Noguera 10, equipo técnico 10 y actores 10, tres semanas intensivas para rodar dos tv movies… donde tuve que disparar, conducir un coche antiguo, volar en avioneta, era una fuga… ¡lo más!. P- Completa la frase: Yo para ser feliz… R- ¡quiero un camión!… (jajajaja)
P- Los trenes que se pierden ¿vuelven a pasar? R- los trenes que se pierden, se pierden… pero después pasan otros. P- Lo breve si bueno… R- que sea más largo... P- ¿Qué libro te ha marcado? R- Sexual Personae, de Camille Paglia. P- ¿Qué libro estás leyendo ahora? R- Maldito karma, de David Safier ¡muy gracioso! P- Cuéntanos un truco infalible. R- Tener la conciencia tranquila... no falla. P- ¿Cuál es la mejor forma de contar un cuento? R- "Érase una vez..." P- ¿Un medio de transporte que prefieras? R- Por orden: primero caminar con mis piernas, segundo bicicleta, patines o similar, después metro y por último coches ecológicos económicos. P- ¿Hacia dónde te orientas cuando buscas refugio? R- La playa ¡el mar es lo que más me gusta! P- ¿Qué es lo que te gusta de Madrid? R- La gente, que es una ciudad de mezclas, un crisol… la ciudad que nunca duerme.
tw Ana Turpin está actualmente en el Teatro Reina Victoria representando "La ratonera" en su tercera temporada en cartel.
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