Cuentos para el andén nº8

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julio-agosto 2012

elmuro [3] andénuno [5]

Peter Pan, Fernando Iwasaki andéndos [9]

Cocodilos a la espera, Emilia Lanzas andéntres [12]

Cabeza rapada, Jesús Fernández Santos dindondin [16] decamino [17] breveMente [18]

Relatos en Cadena entrecocheyandén [20]

La estafa, Laura García metroligero [22] pormotivosajenos [23]

próxima estación...

Carlos Chamarro

andéndos Franz Kafka

entrecocheyandén Talleres de escritura Fuentetaja

andéntres Óscar Esquivias

metroligero Miguel Ángel Moreno

Edita: grupo andén comunicación C/ Feijoo, 6 - 4ºA - 28010 Madrid edicion@cuentosparaelanden.com www.grupoanden.com

Con la colaboración de:

Más cuentos en:

Diseño: www.jastenfrojen.com Publicidad: publi@cuentosparaelanden.com Impresión: Eurocolor Consejo editorial: Alejandro Moreno, Víctor García Antón, Juan Carlos Márquez y Leticia Esteban Ilustración: Coordinación: tiagertrudis.wordpress.com Ilustración de portada e interior: © Simona D'Agostino | simodago86@hotmail.it | http://simonadagostino.blogspot.it/ D.L.: M-42629-2011


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elmuro

Tema: Arte y ciudad

Ganador: Shadowman, Fernando Mateos. Palma de Mallorca

Finalistas: Ciudad en movimiento 0, David Tijero. Bilbao Sin título, Carlos Rivero. Badajoz Sin título, Leyre Alcalde. Madrid

Concurso de fotografía Participa en nuestro concurso enviando tus fotos a lector@cuentosparaelanden.com. Consulta las bases y mira las fotos en Facebook, [Cuentos para el andén] en la pestaña “Notas”, también las tienes en www.grupoanden.com

Tema del próximo mes: Agua y ciudad.

Buenas noticias: este verano Cuentos para el andén baja hasta los pasillos del metro

Te escuchamos: Cuentos para el andén @cuentosanden

de Madrid para quedarse: ahora podrás encontrar la revista en todos los Bibliometros. En la contraportada de este número tienes las ubicaciones y horarios. Estamos ahí: junto al andén. (¡Ah! en verano el número es doble: volvemos en septiembre). No te quitamos más tiempo, esperamos que lo disfrutes.

lector@cuentosparaelanden.com www.grupoanden.com

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Peter Pan Fernando Iwasaki

CADA vez que hay luna llena yo cierro las ventanas de casa, porque el padre de Mendoza es el hombre lobo y no quiero que se meta en mi cuarto. En verdad no debería asustarme porque el papá de Salazar es Batman y a esas horas debería estar vigilando las calles, pero mejor cierro la ventana porque Merino dice que su padre es Joker, y Joker se la tiene jurada al papá de Salazar.

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andénuno

Todos los papás de mis amigos son superhéroes o villanos famosos, menos mi padre que insiste en que él sólo vende seguros y que no me crea esas tonterías. Aunque no son tonterías porque el otro día Gómez me dijo que su papá era Tarzán y me enseñó su cuchillo, todo manchado con sangre de leopardo. A mí me gustaría que mi padre fuese alguien, pero no hay ningún héroe que use corbata y chaqueta de cuadritos. Si yo fuera hijo de Conan, Skywalker o Spiderman, entonces nadie volvería a pegarme en el recreo. Por eso me puse a pensar quién podría ser mi padre. Un día se quedó frito leyendo el periódico y lo vi todo flaco y largo sobre el sofá, con sus bigotes de mosquetero y sus manos pálidas, blancas blancas como el mármol de la mesa. Entonces corrí a la cocina y saqué el hacha de cortar la carne. Por la ventana entraban la luz de la luna y los aullidos del papá de Mendoza, pero mi padre ya grita más fuerte y parece un pirata de verdad. Que se cuiden Merino, Salazar y Gómez, porque ahora soy el hijo del Capitán Garfio.

tw Del Libro: Ajuar funerario. Páginas de Espuma, 2012. Fernando Iwasaki (Lima, 1961) es autor de más de veinte títulos de diversos géneros como relato, novela, ensayo y crónica. Sus relatos han sido recogidos en varias antologías de España y América Latina, y su obra ha sido traducida al ruso, inglés, francés, italiano, rumano y coreano.

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andéndos

Cocodrilos a la espera Emilia Lanzas

SENTADO ante la ventana de su habitación, Anselmo espera la inminente llegada de los cocodrilos. Salieron el lunes, el martes, el miércoles y, hoy jueves, Anselmo sabe con certeza que también vendrán. Pero no antes de que la avenida esté desierta, únicamente iluminada por la luz adocenada de las farolas. Siempre en grupo parecen seguir a uno de ellos, un cocodrilo oscuro de unos tres metros con grandes hileras de placas óseas. Antes de que comience a amanecer, desaparecen. Anselmo se mantiene escondido, atisbando entre las cortinas como un hurón de hojalata, en penumbra, con la escopeta cargada reposando sobre sus piernas. A veces le atenaza un cosquilleo rasposo, una pesadez dulzona, de abandono, como a un niño que le han quitado el balón y nadie está dispuesto a defenderle. Observa la noche apenas rota por la luna y nota cómo su espalda se vuelve corteza. Hoy, por primera vez desde la jubilación, el tiempo se le ha caído encima. No comprende la torpeza de los operarios en colocar la puerta nueva, por mucho que le pareciera toda una obra de arte con multicerrojo geométrico de cuatro direcciones, protector de aleación y cilindros de acero. Por eso era inevitable la prisa y había abierto el armario de fresno con cierta brusquedad para sacar su escopeta de cañón estriado. Una buena escopeta, con la precisión de un rifle. Ya lo había probado en la tapia del cementerio contra unas latas de cerveza y algunas palomas despistadas que habían caído con rotundidad de goterón. Las letras Holland Holland impresas en dorado. Sir Samuel Baker asegura que es la más precisa a una distancia de cien metros, le había dicho su padre al regalársela. Oliendo el aire como un letargo, Anselmo piensa en los demonios y en la medianoche. Aquellos cocodrilos que a veces corren erectos sobre sus dos extremidades posteriores. Aquellas fieras de ojos como periscopios, negros y vacíos, que invaden la larga avenida. Con sus mandíbulas estrechas.

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andéndos

Anselmo se pregunta si tras el resto de las ventanas habrá otros que también estarán al acecho. Si muchos conocen aquello y, al igual que él, callan. Tal vez antes tampoco se hubiese percatado, cuando se pasaba las horas rellenando partes de accidentes en aquella oficina desde donde veía ponerse el sol como un cilindro. Pero cuando le llegó la jubilación, todo cambió. El principio del fin o el fin del principio, dudaba siempre Anselmo. El tiempo le trajo una existencia gelatinosa. Pero al final el ocio le permitió darse cuenta de lo que estaba pasando a su alrededor. Le llevó a la noche sin sueño, al más leve ruido, a sentir cualquier alteración: a los cocodrilos. Manteniendo la escopeta sobre sus rodillas, Anselmo siente su cabeza amojamada, contrahecha. Por la ventana entreabierta se cuela un frío de pantano. Y Anselmo recuerda la gran puntería de su padre y confía en que él le ayude, de alguna forma. Entonces los oye. Un arrastrarse de lija, caliente, metódico, sobre el asfalto. Anselmo nota zigzags en su cerebro, la boca de castaña. Se asoma con cautela levantándose apenas de la silla. Ya han llegado, alza la escopeta y la apoya sobre la reja. Nota sus brazos de roca. Suda. Los cocodrilos avanzan por la avenida, en grupo, sigilosos; capitaneados por el más grande de ellos miran a todos lados inspeccionando el terreno. Buscan. Sus cortas patas, sus miradas huecas.

tw Del Libro: El síndrome del pez. Editorial Gens. 2012 Emilia Lanzas, Corcoya (Sevilla). Es periodista, ejerce en diferentes publicaciones y colabora en varias revistas digitales. Ha sido redactora jefe del periódico Generación XXI. Ha dado clases de escritura creativa a niños y ha sido galardonada en los certámenes Día de la mujer trabajadora 2007, Filando cuentos y La lectora impaciente.

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andéntres

Cabeza rapada Jesús Fernández Santos

ERA un viento templado. Las hojas volaban llenando la calzada, remontándose hasta caer de nuevo desde las copas de los árboles. Su cabeza rapada al cero, aparecía oscura del sudor y del sol, como las piernas con sus largos pantalones de pana. No había cumplido los diez años; era un chico pequeño. Íbamos andando a través de aquel amplio paseo, mecidos por el rumor de los frondosos eucaliptos, envueltos en remolinos de polvo y hojas secas que lo invadían todo: los rincones de los bancos, las vías. Menudas y rojizas, pardas como de castaño enano o abedul, llenaban todos los huecos por pequeños que fuesen, pegándose a nosotros como el alma al cuerpo. Cruzaban sombras negras, luminosas, de los coches; los faros rojos atrás, acentuando su tono hasta el morado. Aunque no hacía frío nos arrimamos a una hoguera en que el guarda de la obras quemaba ramas de eucaliptus esparciendo en el aire un agradable olor a monte abierto. Allí estuvimos un buen rato, llenando de él nuestros pulmones, hasta que el chico se puso a toser de nuevo. - ¿Te duele? - le pregunté. Y contestó: - Un poco - hablando como con gran trabajo. - Podemos estar un poco más, si quieres. Dijo que sí y nos sentamos. Eran enormes aquellos árboles, flotando sobre nosotros, cantando las ráfagas en la copa con un zumbido constante que a intervalos subía; y más allá del pilón donde el hilo de la fuente saltaba, se veía a la gente cruzar, la ropa pegada al cuerpo, íntimamente unidas las parejas. El chico volvió a quejarse. - ¿Te duele ahora? - Aquí, un poco.

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Se llevó la mano bajo la camisa. Era la piel blanca, sin rastro de vello, cortada como las manos de los que en invierno trabajan en el agua. Otra vez tenía miedo. Yo también, pero me esforzaba en tranquilizarlo. - No te apures; ya pasará como ayer. - ¿Y si no pasa? - ¿Te duele mucho? El guarda nos miraba con recelo, pero no dijo nada cuando nos recostamos en el cajón de las herramientas. Freía sardinas en una sartén de juguete. A la luz anaranjada de la llama el olor de la grasa se mezclaba al aroma de la madera que ardía. - Ese chico no está bueno. - ¡Qué va, no es más que frío! El chico no decía palabra. Miraba el fuego pesadamente, casi dormido. - No está bueno… Ahora no tenía un gesto tan hosco. El chico escupió al fuego y guardó silencio. - Va a coger una pulmonía ahí sentado. Me levanté y le cogí del brazo, medio dormido como estaba. - Vamos - dije - vámonos. Le fui llevando, poco a poco, lejos del fuego y de la mirada del guarda. Mientras andábamos, por animarle un poco, froté aquella cabeza monda y suave, con la mano, al tiempo que le decía: - ¡Que no es nada, hombre! Pero él no se atrevía a creerlo y, por si era poco, vino de atrás la voz del otro: - ¡Le debía ver un médico! - Ya lo vio ayer. Esto pasó con el médico: como no conocíamos a nadie, fuimos al hospital, y nos pusimos a la cola de la consulta, en una habitación alta y blanca, con un ventanillo de cristal mate en lo más alto y dos puertas en los extremos abriéndose constante-

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andéntres

mente. La gente aguardaba en bancos, a lo largo de las paredes, charlando; algunos en silencio, los ojos fijos vagos, en la pared de enfrente. La enfermera abría una de las puertas, diciendo: "Otro", y el que en aquel momento salía, saludaba: "Buenos días doctor". Una mujer olvidó algo y entró de nuevo en la consulta. Salió aprisa, sin ver a nadie, sin saludar. Exclamaba algo que no entendimos bien. Todos miraron las baldosas, como si cada cual no pudiera soportar la mirada de los otros, y un hombre joven, de cara macilenta, maldijo muchas veces en voz baja. El médico auscultaba al chico y, al mismo tiempo, me miraba a mí. Nos dio un papel para que fuéramos al día siguiente. - ¿Es hermano tuyo? - No. Al día siguiente no fuimos donde el papel decía. Se inclinó un poco más. Debía sufrir mucho con aquella punzada en el costado. Sudaba por la fiebre y toda su frente brillaba, brotada de menudas gotas. Yo pensaba: "Está muy mal. No tiene dinero. No se puede poner bien porque no tiene dinero. Está del pecho. Está listo. Si pidiera a la gente que pasa, no reuniría ni diez pesetas. Se tiene que morir. Se tiene que morir. No conoce a nadie. Se va a morir porque de eso se muere todo el mundo. Aunque pasara el hombre más caritativo del mundo, se moriría. Reunimos tres pesetas. Decidimos tomar un café y entrar en calor. - Con el calor se te quita. Era un café vacío y mal alumbrado, con sillas en los rincones. La barra estaba al fondo, de muro a muro, cerrando una esquina, con el camarero más viejo sentado porque padecía del corazón, y sólo para los buenos clientes se levantaba. Tres paisanos jugaban al dominó. Llegaban los sones de un tango, entre el soplido del exprés y los golpes de las fichas sobre el mármol. Sólo estuvimos un momento; lo justo para tomar el café. Al salir todo continuaba igual: el viejo tras el mostrador, mirando sus pies hinchados; los otros jugando y el que andaba en la radio, con los botones en la mano. La música y la luz parecían ir a desaparecer de pronto. Viéndolos por última vez, quedaban como un mal recuerdo negro y triste.

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andéntres

En el paseo, bajo los árboles, de nuevo empezó a quejarse, y se quiso sentar. Pisábamos el césped a oscuras. Buscó un árbol ancho, frondoso, y apoyando en él su espalda, rompió a llorar. De nuevo acaricié la redonda cabeza, y al bajar la mano me cayó una lágrima. Lloraba sobre sus rodillas, sobre sus puños cerrados en la tierra. - No llores- le dije. - Me voy a morir. - No te vas a morir, no te mueres…

tw Del Libro: Cuentos completos. Alianza Editorial. 1985. Jesús Fernández Santos, (Madrid; 1926 - Cerulleda (Valdelugueros, León); 1988). Es autor de una extensa obra literaria que incluye novela, relato, ensayo, crítica cinematográfica y guiones, también realizó cine y televisión. Con su primera novela, Los Bravos (de 1954), entra en la novela social española al lado de escritores como Juan Goytisolo, Rafael Sánchez Ferlosio y Luis Martín Santos.


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dindondin

Microteatro por dinero Los martes de julio: improvisaciones C/ Loreto y Chicote, 9. Madrid www.teatropordinero.com

Cine de Verano en Madrid 37 Municipios. 273 Proyecciones Del 5 de julio al 2 de agosto de 2012 http://www.madrid.org/cinedeverano/

XXXVII Concurso Pintura RĂĄpida al Aire Libre Riaza (Segovia) 21 de julio de 2012 www.1arte.com

Catas ciegas Cada viernes se cata un cuento de 21:00 a 22:00 Tres rosas amarillas C/ San Vicente Ferrer, 34. Madrid www.tresrosasamarillas.com

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decamino

Tormenta & marea Metro: Bilbao c/ Manuela Malasaña 23 | 28004 Madrid

Tormenta & Marea es un showroom de decoración y galería de arte. Creado por los diseñadores Susana Blanco y Jose Javier Castrillo. Su producción de decoración se distingue porque todas la piezas están realizadas a mano, el material principal es el hierro y la madera; son piezas de arte aplicadas a la decoración. El Showroom cuenta con un espacio principal de venta de mobiliario y proyectos de interiorismo seguido del espacio de la galería de exhibición y venta de piezas de otros artistas, sumado a dos espacios para intervenciones.

tw www.tormentaymarea.blogspot.com | tormentaymarea@hotmail.com | 91 446 49 50 / 627 94 00 01 Programación julio: En el mes de Julio tienen como exposición protagonista a "DAVE MCKEAN" el portadista de Miracleman, Hellblazer y The Sandman, el dibujante de Arkham Asylum y Signal to Noise, el creador de Cages, es simplemente una celebridad. También tienen en venta continua, obras de otros artistas, pintores, ilustradores, escultores...


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breveMente

Manos Semana 27 de concurso: 7 de junio de 2012 Ganador: Adrián Pérez Avendaño - Además, el pollo rebozado siempre humea demasiado. - Pues te hago salmón a la plancha. Está fresquísimo. - Sabes que me dan miedo las espinas. - Entonces te preparo una macedonia de frutas, que eso sí te gusta. - Tengo la barriga un poco... - Tómate aunque sea un vaso de leche con galletas. - No insistas, mamá. No tengo hambre. - Está bien, hija. Si no quieres comer, no comas, pero por lo que más quieras lávate bien esas manos antes de acostarte.

Ave, María Semana 28 de concurso: 14 de junio de 2012 Ganadora: Mar Horno García

junio

Por lo que más quieras lávate bien esas manos antes de acostarte. Ya sabes que si tienes las uñas sucias los ángeles no vendrán a visitarte mientras duermes. Ella obedece sumisa pero sabe que su madre miente. Aunque las tenga mugrientas, el ángel aparece cada noche. Tiene el pelo suave, las alas pequeñas, la risa un poco ronca y una barba que siempre pincha.

El niño grande Semana 29 de concurso: 21 de junio de 2012 Ganadora: Montaña Campón Pérez La risa un poco ronca y una barba que siempre pincha. Su madre solo le deja salir las tardes de tormenta, cuando el riachuelo espontáneo que se forma en la calle le permite flotar sus barquitos de papel. -¡Mirad! -increpa a la cuadrilla que regresa del trabajo-. Hoy sí que va deprisa el mío, os voy a ganar... ¡Os voy a ganar! Lo que él no comprende es que aquéllos, sus amigos de siempre, hace más de treinta años que ya no juegan a los barcos.

tw Relatos finalistas del mes de junio del concurso Relatos en Cadena, organizado por la Cadena SER y Escuela de Escritores. Puedes saber quién ganó y consultar las bases en www.escueladeescritores.com o www.cadenaser.com.

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entrecocheyandén

La estafa Laura García Alumna de Escuela de Escritores

LOS recuerdos son como los sueños, imágenes en blanco y negro. Y yo recuerdo las tardes de invierno largas, sin color. Únicamente el cuarto de costura de mi madre concentraba los colores, colores de las telas que se iban convirtiendo en faldas, en vestidos, en blusitas con volantes y manga ranglan. Como rayos de luz salían despedidas las conversaciones de palabras redondas, independientes. Dobladillo... Bies... Sobrehilar... me alcanzaban mientras intentaba hacer los deberes en mi habitación. De fondo, igual que una orilla de playa, podía sentir el jaboncillo azul deslizándose sobre la tela, pegado al borde de los patrones de papel marrón, la palma de mi madre contra la tela. Los recuerdos congelados en mi memoria se accionan con una sonrisa, o con una imagen, o con una pregunta, provocándome los mismos sentimientos, cada vez. Esta mañana, por ejemplo, me he acordado de una mujer que llegó una tarde a casa vendiendo enciclopedias. Su voz grave recorrió todo el piso en apenas un segundo. Mi madre la llevó al salón, al de las visitas. Fue muy curioso porque yo no podía dejar de mirarla, de estudiarla, estaba llena de detalles, de pequeños gestos que enmarcaban su rostro tras el humo de sus cigarrillos. -Hola bonita, ¿cómo te llamas? -dijo sonriéndome. Entonces se decía así. Cigarrillos. Me parecía una palabra tan larga y musical. - ¿Me acercas ese cenicero, corazón? Cuando daba una calada, la pintura de los labios se quedaba marcada igual que les pasaba a las actrices americanas, sus dedos tan elegantes llegaban sin dificultad al final del cigarrillo, y desde allí, con unos toquecitos, la ceniza caía. Pasaba las páginas de la revista que enseñaba a mi madre como mi profesora de tercero, chupándose el dedo. A mí me parecía tan chic. Ahora ya no se usa la palabra chic, pero entonces era tan estupendo conocer a alguien chic. Igual que pasar las páginas aguantando el sabor cada vez más amargo del dedo. -Los siete tomos de la Historia Universal Comparada tienen las letras doradas. Mi madre, en realidad, no parecía tener demasiado interés por aquellos siete tomos, sino por el traje pantalón que vestía; miraba asombrada su atrevido y desconocido color verde, sus figuras geométricas que yo había visto en las portadas de algunos discos. Supongo que trataba de grabar en su mente aquel traje tan

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moderno. Mi madre tenía otra perspectiva de las personas que la hacía ver lo que sólo otra buena modista es capaz de ver. Así de sencillo. Tantos detalles nos tenían a las dos como hipnotizadas. -Y la niña podrá aprovecharla hasta que termine la universidad. Mi madre que hasta entonces sólo había estudiado las hechuras del traje, empezó a escuchar con detalle lo que aquella mujer decía. Y decía mucho. Encuadernación en pastas de piel roja, historia antigua, Grecia, el Imperio español, los Reyes Católicos, cada vez me recordaba más a mi profesora de tercero, incluso habló sobre un atlas en uno de los tomos, con multitud de imágenes a color. El último. -Quizá así estudie por fin -dijo mi madre. Las dos, mi madre y yo, me imaginamos estudiando, por fin. Yo quería estudiar, pero no podía evitar distraerme. Sólo era eso. Pero mi profesora de tercero le dijo a mi madre que yo era torpe, que no valía. Valer o no valer se sigue utilizando ahora. Es como una moneda para el éxito en la vida. A mi profesora de tercero la recuerdo por aquella vendedora, sólo por eso. Pero difuminada, como una sombra. -No sé qué dirá mi marido, tendré que hablar primero con él. -Muy bien, yo le dejo la revista para que la lean detenidamente. Ahora es una pena que desperdicien una oportunidad así. Por los hijos todo es poco. Me deja una pequeña señal y yo se la reservo sin compromiso. El resto de la tarde sólo pude pensar en aquella mujer de voz grave, en las fotografías a color del último tomo, en las palabras de la profesora de tercero. Mi madre estuvo haciendo varios dibujos del traje pantalón. ¿Qué te parece? me decía. A mí me parecía que le estaba quedando igual de chic que a la vendedora de enciclopedias. Tuvo un gran éxito el traje, aunque se quejaba de lo difícil que era coser aquellas enormes solapas. Bueno, a mi padre lo de la enciclopedia no terminaba de parecerle mal, ni bien. Si yo quería estudiar lo haría y ya está. Lo decía sin mirarme. Y yo me sentía pegada a la silla, rozando el suelo, sin poder columpiar las piernas. Mi madre no se atrevió a decirle que ya estaba reservada. Fue un secreto extraño, aquella mujer nunca regresó. Tal vez pensó que debería devolver la señal porque no compraríamos la Enciclopedia de Historia Universal Comparada, o tal vez la despidieron y se quedó con el dinero, o tal vez pasó lo que nosotras pensábamos. O tal vez se fue a América. La vergüenza que sentía mi madre nos impidió hablarlo con nadie. Aunque sí entre nosotras. - ¿Te acuerdas de aquella mujer que vino a casa a vendernos unos libros para que estudiases? Aún la estamos esperando, ¿verdad hija? -me ha dicho esta mañana sonriendo.

tw Laura García Villarejo nace en Madrid en 1964. Tiene la costumbre de romper lo que escribe cuando los folios se ponen amarillos.

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metroligero - Miguel Ángel Moreno

© Miguel Ángel Moreno 2012

- Perdón ¿voy bien para la Plaza de los Cubos? tw www.sintinta-miguel.blogspot.com


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pormotivosajenos - Carlos Chamarro

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Un truco infalible:

sonreír mirando a los ojos P- ¿En qué tren estás subido ahora? R- En uno con varios vagones que incluyen: la serie OKUPA2 (TVE1), estreno Señoras qué y ensayando una obra de teatro de creación, aún no podemos desvelar su título. En septiembre arrancaré el rodaje de una peli y también una tv movie para TV3. P- ¿Cuál es el peor aprieto en el que te has encontrado? R- Cuando era joven, tenía que actuar en dos sitios diferentes y me perdí con el coche en una urbanización buscando el segundo lugar… llegué tarde y el público se me echó encima. P- ¿El rodaje o la obra de teatro en el que más te has divertido? R- ¡En todos! Es una herencia de familia, disfrutar y divertirme en todo lo que hago, la vida así se torna más liviana. P- Completa la frase: Yo para ser feliz… R- Intento vivir cada momento intensamente para olvidarme del pasado y no crear expectativas del futuro. P- Los trenes que se pierden ¿vuelven a pasar? R- Algunos sí, no todos… pero a veces hay que sacar otro billete, lo que encarece un poquito más el trayecto.

P- Lo breve si bueno… R- Se saborea mejor. P- ¿Qué libro te ha marcado? R- Cien años de soledad. P- ¿Qué libro estás leyendo ahora? R- El efecto Mozart. P- Cuéntanos un truco infalible. R- Sonreír mirando a los ojos. P- ¿Cuál es la mejor forma de contar un cuento? R- Pensar que eres uno de los personajes… y no lo digo por los tres cerditos. P- ¿Un medio de transporte que prefieras? R- El tren me encanta. Me gusta porque te permite recorrer países sin bajarte de él y además es muy cinematográfico. P- ¿Hacia dónde te orientas cuando buscas refugio? R- Tengo épocas, épocas donde me oriento hacia la montaña, otras que me oriento hacia el mar y desde hace algún tiempo me oriento hacia dentro. P- ¿Qué es lo que te gusta de Madrid? R- La M30 y la M40 a las 9 de la mañana es el mejor momento para meditar, y hablando más en serio la comunicación que hay con la gente en la calle.

tw En breve estrena OKUPA2, recientemente ha estrenado En fuera de Juego, la serie online ¿Quieres algo más? del director Joaquín Oristrell, pendientes del estreno en TV de Señoras que…

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