De viaje es una exposición póstuma con obra seleccionada de la pintora castellonense Beatriz Guttmann (Benicarló 1931-2014). Su fallecimiento dejó un vacío crítico entre colegas y en la andadura del Museo de Arte Contemporáneo de Vilafamés, donde se volcó desde sus inicios. La propuesta invita a planear tanto por lugares geográficos como naturales y cromáticos, sendas que la pintora recorrió en vida, y que ahora nos llegan en una suerte de espiritualidad de largo alcance para la reflexión.
La actividad artística de Beatriz Guttmann desbordaba lo puramente creativo -ejerció de periodista radiofónica, televisiva y periodística, y ha dejado una extensa obra dilatada a lo largo de más de sesenta años entre pintura (en técnicas mixtas y óleos), monotipos, cerámicas, esculturas y diseño de joyas.
Su ausencia ofrece una suerte de impacto artĂstico que reverbera en una meditaciĂłn de largo alcance.
La exposición se enmarca en el ciclo Revolutionaires, lo que entronca con la exposición itinerante de 1998 de la que formó parte la obra de Beatriz Guttmann, titulada Mujeres que fueron por delante, que se pudo ver en el Museo de Bellas Artes de Valencia, en la Diputación de Castelló y en la Lonja de Alicante. Desde luego que Beatriz Guttmann pertenece a esa silenciosa punta de lanza que, en los años cincuenta, combinó partos, duelos y cuidados con la necesidad artística.
La obra de esta artista castellonense puede verse en The Hispanic Society of America en Nueva York o el Museu d´Art Contemporani de Barcelona, en la Iberoamérica Verein o en el Museo Pushkin de Moscú, ya que la ambición y la perseverancia fueron también su mapa de ruta.
Compone De viaje obras de gran formato de su recorrido por el mundo, sí, pero en cada una de ellas, la autora da un paso atrás para teñir mezquitas y paisajes desde su particuar punto de vista: el cielo precipitándose en una lluvia anaranjada, el agua verde desbordando un inmenso Niágara al borde del lienzo, los márgenes amarillos de un Orinoco. Paisajes oníricos y, a la vez, terrenales.
Los enormes cuadros de la dĂŠcada de los noventa rezuman luminosidad y osadĂa, y a pesar de que la artista ha entrado en la sesentena por esa ĂŠpoca, la obra habla de una trayectoria joven.
Con una presencia rotunda repartida en las dos salas, no queda más que emprender viaje a Puerto Rico, a Samarcanda y Bujara en Uzbekistan, y dejarse arrastrar por la mediterraneidad que impregna los paisajes de aquí y de allí. Junto a las obras que recorren una geografía remota, hallamos también algunas que corresponden a la serie “Dunas” de una autora, fascinada por las formas en movimiento de la arena tocada por el viento.
Ésta es una pequeña muestra en número de obras, pero ambiciosa en su representatividad, que incluye alguna pieza de cerámica y un gran número de diseños de joyas de su autoría. Una ocasión sin igual para admirar el estallido de color en una obra de gran formato que nos lleva a la contemplación de lo lejano para descubrir su singular visión. Paulina Fariza.