153 cm sobre el mar En marzo de 2015 nació Mujeres Mirando Mujeres desde el blog Arte a un Click, un proyecto precursado y gestionado por mujeres del mundo del arte para presentar el trabajo de distintas artistas, y también para dar el protagonismo debido a todas esas agentes del arte que cada día apuestan por dar lugar y valor a las artistas con las que trabajan, ya sean blogueras, periodistas, gestoras, comisarías, galeristas o museólogas. La relación de Arte a un Click con Marte permitió presentar MMM en un curso de verano que la Universidad de Castellón organizó en colaboración con el MACVAC en 2017. Y este mismo año, 2018, la iniciativa tomó los muros reales mediante la exposición colectiva El poder de la presencia en las salas de Est Art, con la participación de artistas seleccionadas que optaban a un premio de exposición individual en ECO Les Aules, otorgado por la Diputación de Castellón. Verónica Ruth Frías participó con una obra en la que invertía el sexo de la Última Cena, y con esa impugnación de la masculinidad de las representaciones artísticas desde hace dos milenios, con una mesa de mujeres vestidas de rojo, llegamos aquí. Cuenta la propia Verónica cómo desde 2005 se viene transformado utilizando el disfraz, el maquillaje y el camuflaje para adquirir otras identidades, con las que nos cuenta aquello que le preocupa, indigna o simplemente quiere. A lo largo de sus años de creación, Verónica nos habla desde la videocreación, la fotografía, la performance, el dibujo y hasta la cerámica, para transmitirnos sus inquietudes y sus anhelos. Por primera vez, el reconocimiento del protagonismo histórico de la mujer que con inteligencia plantea la artista en 153 cm sobre el mar se podrá ver completo, incluyendo la performance en la que Verónica interviene la Biblia cambiando los nombres de los apóstoles por creadoras, mostrando a la mujer caminando sobre las aguas, multiplicando los panes o transformando el agua en vino.
Cada temporada comisariada por Marte para ECO Les Aules tiene un hilo conductor, en este caso, ésta lleva por título Revolutionaries. Las exposiciones programadas tratan el arte que refleja una transformación profunda y cuestiona las estructuras de toda clase que se tejen en las sociedades. El ser social del artista determina su papel crítico, confluyendo en su obra elementos de oposición e inconformidad con lo existente. El artista revolucionario como destructor de lo establecido dentro del orden social, cultural y desde luego moral, que invita a la acción desde un pensamiento estético en el sentido del compromiso por la igualdad. Desde lo revolucionario en estética, artistas que han jugado transformaciones en sus propias líneas de creación, hasta los que toman conciencia de su papel social y de la importancia que tiene el reflejo de su obra en la construcción de nuevas ideas para el cambio. La obra de Verónica Ruth Frías es la más adecuada para iniciar el ciclo, pues la vocación de impulsar la evolución fue ya la premisa que expuso en ARCO en 2018, donde implicó a sus compañeras en la iniciativa I am a Woman. El arte como dice Gombrich, Hauser, Marx, Canclini, Gabriela Mistral, y muchos otros, tiene relación con el alma de los individuos, pero inmersos y jugadores de un papel transformador y transgresor en el mundo y en la sociedad, una sociedad que no es igual sino diversa.
Arte para que el respeto y el reconocimiento de los derechos cautiven mentes. Son artistas las que (también) exigen a la sociedad para que no se sigan perdiendo vidas y se erradique el principal fenómeno de violencia actual, el machismo. Son el arte y la cultura las herramientas perfectas para combatir ese espanto que amenaza con carcomernos a todos.
Contra este arte encontramos la comodidad de abandonarse al rol de pupilo y ceder el propio pensamiento a la repetición de creencias, porque la autonomía del pensamiento es ahora todo un reto. Arte ¿para qué? Para no ser esclavos, para ser libres (esto ya lo decía Kant más o menos). Porque debemos recordar que las estructuras que no nos hacen críticos, nos debilitan. ¿Quién puede desobedecer sin quebrar el orden más que una persona que piensa por sí misma y se encuentra en plena libertad crítica? Y la libertad de pensamiento deviene naturalmente en libertad de acción. El artista tiene una responsabilidad enorme pues debe mantener un pensamiento propio y provocar también un pensamiento propio en el otro. Cuestionarlo todo parece ser un camino a la libertad.
Hace tiempo que parte de las manifestaciones artísticas dejaron de ser sólo obra para convertirse también en procedimiento, y eso implica que quienes en épocas remotas solo eran espectadores se han convertido, poco a poco, en elementos imprescindibles para que la obra artística sea considerada como tal. Tener en cuenta la opinión del público e incluso hacerlo parte de la obra, ha transformado al artista en un actor crítico capaz de relacionarse con el contexto social en que se encuentra inmerso, adquiriendo un rol de catalizador de los cambios sociales que ocurren en el entorno. Es lógico dudar de si realmente estas manifestaciones artísticas tienen verdaderas repercusiones en la esfera pública. Para que esto suceda, no basta con solo integrar en una obra a las personas de fuera del medio artístico, es también necesario concebir el arte como un proceso social y entender que espacio, tiempo y cultura son inseparables.
La obra de Verónica nos habla de compromiso social, en consonancia con un creciente interés de los ciudadanos por mirar lo que ocurre alrededor y querer dejar constancia de lo que desean, reforzando la idea del arte como creador de espacios/tiempos políticos, donde se asumen identidades y compromisos que contribuyen al crecimiento de la cultura democrática. Un compromiso que, a través de sus elementos artísticos y estéticos, busca, en mayor o menor medida, un cambio social.
Verónica es una catalizadora del cambio, activando la autoexpresión y autorrepresentación de la ciudadanía, que solo por el hecho de encontrarse, quizá casualmente, con estas manifestaciones artísticas, se convierte en colaboradora directa de ella. Sin las personas que visiten la exposición, las obras no se concretan y el carácter activista desaparece. Al igual que pasó en ARCO, la realización de la obra cede protagonismo y es asumida por todos los que acudan a verla. Quienes fotografíen, graben o divulguen este material por diferentes medios de comunicación, se transforman también en parte de la comunidad activa que forma parte del proceso de realización y recepción.
Es necesario entender al arte como un agente transformador de sociedades y, más aún, comprender que la cultura va de la mano de estas mismas transformaciones sociales. El desafío es saber aprovechar esta característica del arte, para así comprender al fin que es posible hacer cambios reales en la sociedad a través de él. La obra de Verónica Ruth Frías es una oportunidad para todos. Joan Feliu