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desde la moderación de la mesa:
Llegamos a un lugar, a una casa, que se presenta con un gran jardín y huerta. Esa primera capa de aproximación en el medio de la ciudad de Temuco, sin duda implicaba detenerse a escuchar y sentir. Este lugar es la casa de Zunilda Lepín, denominada “cuidadora de semillas” quien es una activa mujer que es parte y gestora de la red de semillas libres desde Temuco y en conexión con diversos lugares. Luego de escuchar su experiencia y comentar su proyecto de alimentación el cual pudimos además disfrutar. Comenzamos la primera mesa del encuentro “Curatorial en contexto” y que yo propuse titular “prácticas curatoriales, archivos y memorias pendulares”. Me parece que una primera aproximación tiene que ver con hacer puentes entre lo vivido esa mañana y la posterior conversación sobre prácticas curatoriales, es decir, pasar primero de un jardín; segundo de un círculo de conversación colectiva; y tercero hasta unas mesas tematizadas, ¿cómo hacer ese tránsito y adoptar formas de acceso desde nuestras ideas y nuestros cuerpos que puedan contener todos esos movimientos? ¿Cuánto de esos otros tiempos de escucha y atención podemos producir en estos momentos? Sigo pensando que una parte del arte contemporáneo puede acercarnos a formas menos apuradas, menos romanizadas y menos egoicas de lo que gran parte de la cultura actual ofrece. La mesa estaba pensada para ofrecer conversaciones y temas relacionados con las prácticas curatoriales, los archivos y las memorias pendulares. Las prácticas curatoriales entendidas como parte de una procesualidad, más cercana a un oficio que a un saber muy institucionalizado. La mayoría de quienes estábamos en el encuentro no estudiamos en alguna institución para hacer curadurías aunque la mayoría si estudió una carrera universitaria relacionada con el arte o humanidades. Quiero exponer en este punto algo que me parece importante, la práctica curatorial entendida cercana a un oficio quiere decir que hay un hacer implícito en esta práctica que nos vincula con las instituciones. Desde instituciones donde exhibir, o instituciones que aporten fondos para realizar la exposición o instituciones donde hemos estudiado alguna disciplina que nos da un marco de reflexión y en el mejor de los casos un método de acceso a un conocimiento. Es decir, las instituciones no son solo espacios depositarios del poder e inaccesibles, son máquinas de producción que sin duda pueden ser interpeladas y que en el mejor de los casos van aprendiendo lentamente de ese lugar de interpelación. Con esto quiero decir que al menos en Chile, la práctica curatorial está muy ligada a las instituciones y ha generado un saber que no necesariamente puede ser ejecutado por cualquier persona sin atender a este proceso de reconocimien- to del oficio. Por ejemplo: Una persona que hace zapatos, desde su oficio dirá que no todo el mundo puede hacer zapatos, hay un saber del oficio que nace desde la práctica. En este sentido no creo que haya que estudiar en alguna institución para hacer una curaduría únicamente, quien quiera puede aventurarse en diseñar una exposición tanto dentro de un museo como en un lugar extrainstitucional. Lo que sí creo es que hay que tener adquirido ese saber de a poco para comprender cómo ese campo de fuerzas y sentidos de lo institucional poroso y resquebrajado, realmente aporta una experiencia sensible y política de nuestro entorno cultural.
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Los archivos y las memorias pendulares implican un marco de reflexión posible según algunas ideas que vengo pensando con algunas amigas y compartiendo desde un proyecto de investigación. Es decir, cómo podemos aprender más y más y más de algunas experiencias del pasado que sin pensarlo ni proyectarlo siquiera, se conectan con impulsos del presente. Cómo hacer más puentes que encaren lo homogéneo y las formas de control que están en todo. Acciones pendulares que procesan más que instauran, que activan las potencias más que dirigen un sentido único. Qué perduran porque las reconocemos desde nuestras vulnerabilidades y fuerzas.
Las presentaciones fueron “La huerta como museo, el museo como suelo” de Ivi Marifil Martínez; “Presentación curatoría Zona Costera y Bienal Concepción en general” de Catalina Valdés; y “Temuco: la ciudad como expansión del Fuerte Militar” Patricio Alvarado Barria.
Sobre el encuentro en general quiero aportar con una reflexión que compartí en una de las conversaciones posteriores. Me refiero a las curatorías y los públicos. Muchas veces pensamos en las personas que van a ser los públicos o espectadoras de las exposiciones que hacemos. Pensamos en los futuros, en el porvenir. Recordé lo importante que es no planificar quienes queremos que vean esas curatorías, sino que pensar más bien en las formas de sensibilización de nuestras prácticas con otras formas de acceder a las personas que visitaran las exposiciones. Compartí la importante lección que nos dan cotidianamente las infancias a quienes somos adultas en formación. Cómo muchas de las exposiciones que hacemos tienen altos componentes de adultocentrismo, ¡y cómo no va a ser así! Si la sociedad completa está basada en una mirada enfocada únicamente en la mirada de las personas adultas. Muchas veces las infancias son invitadas a las exposiciones en lógicas más instrumentales de la gestión donde se cuantifica el tipo de público y su alcance en diferentes estratos de la sociedad. Enfocarnos en reflexionar críticamente en el adultocentrismo de nuestras prácticas culturales y sociales no significa invitar a más infancias o “simplificar” o incluso “infantilizar” nuestras prácticas. Si no que incluir en nuestras vidas, reflexiones, ideas y acciones a quienes nunca tienen acceso a aquello que hacemos, que se ven como un público residual, un cuoteo. Incluir quiere decir, darle espacio, considerar, escuchar, ser parte. Si incluimos en nuestras reflexiones a las infancias también podremos empezar a pensar en una sociedad que desestigmatice grupos relegados a espacios de control, y que lo sensible-heterogéneo forme parte de nuestros lugares. Acceder a pensar desde otros lados, sin duda hará que las curatorías y otras producciones culturales cuenten con un importante rol en nuestras comunidades. Esto para mí también significa algo que los feminismos nos han legado, la capacidad de hacer espacio a aquello que ha sido relegado. Gracias.