Teología II

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Teología ii

Formación Pastoral Iglesia Metodista Libre Latinoamérica



Teología iI

Ustedes estudian con diligencia las Escrituras porque piensan que en ellas hallan la vida eterna. ¡Y son ellas las que dan testimonio en mi favor! Juan 5:39 NVI

FORMACIÓN PASTORAL Iglesia Metodista Libre Latinoamérica


Equipo Directivo Directora de área Dra. Delia Nüesch-Olver Equipo de Formación Pastoral Latinoamérica Dr. Paul Olver, Dr. Glenn Lorenz, Dr. Ricardo Gómez y Dr. Casto Rojas Coordinador de proyecto John Jairo Leal Rincón Equipo de Trabajo Beth Gómez, Jennifer Porras Pabón, Luis Fernando Pérez Rojas y Shirley Yomara Cadena Maldonado Diseñador Johan Ferney Ríos Arboleda

Permitimos a otros distribuir, remezclar, retocar y crear a partir de esta obra de modo no comercial, siempre y cuando nos den crédito y licencien sus nuevas creaciones bajo las mismas condiciones. Elaborado en Medellín, Colombia 2018


INTRODUCCIÓN La teología es el estudio acerca de la persona de Dios y sus relaciones con su creación. De ante mano debemos reconocer que es una tarea que nos desborda, pues cómo podrá el ser humano finito, limitado, entender a un Dios infinito y eterno. Sin embargo, el llamado de Dios es a que lo conozcamos y entendamos que Él es Dios y que no hay otro fuera de Él. Así pues, nuestro esfuerzo en este módulo es dar a conocer lo que Dios nos ha revelado en las Escrituras sobre sí mismo. Para tal fin hemos decidido seguir mayormente la estructura del Libro de Disciplina en sus artículos de religión ¶101-131. Este material ha sido preparado por Luis Fernando Pérez Rojas, Shirley Yomara Cadena Maldonado y John Jairo Leal Rincón. Hemos usado y adaptado material de PIC y del Curso Omega para Plantadores de Iglesia Manual 2. Se sugiere que este módulo se enseñe usando la metodología de aula invertida porque es la que mejor ayuda a desarrollar los materiales y lograr las metas. En esta, los plantadores o pastores-estudiantes reciben los materiales previamente al encuentro (el tiempo presencial de clase), hacen la lectura comprendiendo el contenido y realizan todas las asignaciones dadas. En el encuentro se socializan los materiales, se profundiza en los contenidos, se revisan los ejercicios y se solucionan interrogantes que hayan surgido. Preferiblemente esta asignatura se debe realizar en grupo y bajo la supervisión de un formador debidamente avalado por la Iglesia Metodista Libre; para una excepción, por condiciones especiales, debe comunicarse con la persona a cargo en su iglesia, distrito o conferencia. Este material está dirigido tanto para personas que están en el proceso de Plantación de Iglesias Comunitarias, como para pastores en iglesia ya establecidas que están camino a la ordenación. El diseño del módulo presupone que cada lección de esta asignatura corresponde a 3 horas de encuentro de grupo (incluyendo un tiempo de descanso por lección); por ello es ideal seguir una de las siguientes modalidades para completar esta asignatura: Plan extendido: 12 encuentros semanales de 1 hora y media cada uno. Esta modalidad es ideal cuando un mismo grupo está realizando 2 o más asignaturas al mismo tiempo. En esta modalidad recomendamos que en una semana se revise la asimilación del contenido (use las actividades de evaluación llamadas “preguntas de reflexión” y “lecturas complementarias”), y en la siguiente revise el desarrollo de los ejercicios de evaluación personal y los planes de acción. Plan regular: La asignatura se puede completar en 6 encuentros semanales de 3 horas cada uno (una variante a esto son dos encuentros semanales de1 hora y media). Antes de cada encuentro usted deberá completar todas las actividades indicadas para la lección. Plan intensivo: La asignatura se puede completar en 1 encuentro de aproximadamente 18 horas. En esta modalidad se espera que el estudiante sea muy disciplinado de tal forma que, durante cada unoa de las 6 semanas previas al encuentro, lea completamente el contenido del manual, desarrolle las actividades de evaluación tocantes al pensamiento (preguntas de reflexión e informes de lectura) y evaluación personal. En el encuentro el formador indicará cuándo y cómo completar y reportar las actividades de evaluación llamadas planes de acción.


A lo largo de todos los manuales podrá encontrar algunos de los siguientes íconos. En ocasiones puede encontrar dos de estos íconos fusionados, esto implica que tiene el significado de los dos. A continuación se los presentamos con su significado:


CONTENIDO Sílabo ..................................................................................................................................................... 7 1 El Ser Humano .................................................................................................................................. 9 • Introducción ......................................................................................................................................... 10 • El ser humano, un ser creado ............................................................................................................... 12 • Naturaleza de la humanidad ................................................................................................................. 13 • El ser humano es un agente moral libre ............................................................................................... 14 • La composición del ser humano .......................................................................................................... 15 • El pecado .............................................................................................................................................. 19 • Actividades de evaluación ................................................................................................................... 24 2 La Salvación ....................................................................................................................................... 25 • Introducción ......................................................................................................................................... • La salvación ......................................................................................................................................... • El sacrificio de Cristo ........................................................................................................................... • La nueva vida en Cristo ....................................................................................................................... • La justificación ..................................................................................................................................... • Actividades de evaluación ...................................................................................................................

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3 La Salvación II ................................................................................................................................... 41 • Introducción ......................................................................................................................................... 42 • La regeneración .................................................................................................................................... 43 • La adopción .......................................................................................................................................... 46 • La santificación .................................................................................................................................... 48 • La restauración ..................................................................................................................................... 53 • Actividades de evaluación ................................................................................................................... 54 4 La Iglesia ............................................................................................................................................ 57 • Introducción ......................................................................................................................................... • La iglesia .............................................................................................................................................. • La iglesia y el reino de Dios ................................................................................................................ • Funciones congregacionales ................................................................................................................ • Actividades de evaluación ...................................................................................................................

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5 La Iglesia II ........................................................................................................................................ 71 • Introducción ......................................................................................................................................... 72 • Los líderes ............................................................................................................................................ 72 • Los oficios eclesiales ........................................................................................................................... 76 • La disciplina eclesial ............................................................................................................................ 78 • Actividades de evaluación ................................................................................................................... 80 6 Las Últimas Cosas ............................................................................................................................. 81 • Introducción ......................................................................................................................................... 82 • Definición ............................................................................................................................................. 83 • El reino de Dios ................................................................................................................................... 83 • El retorno de Cristo .............................................................................................................................. 84 • La resurrección .................................................................................................................................... 87 • El juicio ................................................................................................................................................ 89 • Actividad de evaluación ....................................................................................................................... 91 Bibliografía ........................................................................................................................................... 93


Sílabo SÍLABO 1. Asignatura Teología II 2. Descripción del curso El curso presenta al estudiante los conceptos fundamentales para comprender el ser humano, la salvación, la iglesia y el final de los tiempos. 3. Objetivos generales Al concluir esta lección el estudiante: • Comprenderá los conceptos fundamentales de la salvación. • Podrá analizar su vida personal y ministerial frente a los conceptos fundamentales de la salvación. • Se verá retado a participar activamente en el reino presente de Dios y a poner su esperanza en el reino futuro. 4. Evaluación • El estudiante llevará un diario, físico o digital, en el que responderá las preguntas que se presentan durante la lección y desarrollará las actividades de evaluación que se encuentran al final de cada lección. • El estudiante deberá elaborar un sermón que trate sobre la salvación o la iglesia. 5. Recursos Lecturas complementarias Snyder, A. H. “Misión, sanación y el fin de la escatología”. En La salvación de toda la creación. Buenos Aires, Argentina: Kairos, 2016.

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Sílabo Criterios de evaluación – sermón Por favor escriba un sermón que trate sobre la salvación o la iglesia. Usted es libre de usar cualquier texto bíblico que desee, pero necesita hacer un estudio y una exposición claros de cualquier texto primario que elija. Se revisarán las analogías y descripciones que use y cómo las usará, así que sea claro y preciso. Si la ilustración que utiliza tiene defectos, asegúrese de describir las limitaciones de la ilustración, o si usa una analogía bíblica diga qué aprendemos de la analogía. Por ejemplo, si dice que la iglesia es como una familia, también debe asegurarse de describir cómo la iglesia no es como una familia. El sermón se calificará según la claridad teológica, la simplicidad y la precisión, así como sobre la buena técnica para elaborar sermones.


Sílabo

1 EL SER HUMANO Propósito de la lección

Comprender la naturaleza del ser humano y las implicaciones del pecado sobre la historia de la humanidad.

Resultados de la lección Al concluir esta lección el estudiante: • Comprenderá la naturaleza del ser humano.

• Identificará las consecuencias del pecado en toda la creación. • Será consciente de la necesidad vital de un salvador.

Contenido

• Introducción • El ser humano, un ser creado • Naturaleza de la humanidad • El ser humano es un agente moral libre • La composición del ser humano • El pecado • Actividades de evaluación


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El Ser Humano INTRODUCCIÓN

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recí en un lugar muy hermoso en el campo. Cada día en la mañana me gustaba ver y escuchar la diversidad de pajaritos cantando y revoleteando por toda el campo, el paisaje era hermoso, la luz del sol hacía resplandecer todos los árboles, las plantas, los cultivos y las flores que esparcían un suave olor, olía a naturaleza. Todas las mañanas al despertar corría por el campo y buscaba a papá en el corral de las vacas, él con una hermosa sonrisa me invitaba a entrar al corral y me daba un beso en la frente, además de darme un vaso de leche fresca de vaca. Después iba buscar a mamá que estaba haciendo queso en la parte de atrás. Ella me tenía una arepa con queso y aguapanela. Ella me dada un beso en la mejilla y me abrazaba. Yo comía y luego iba con mamá al río. Ella lavaba la ropa, mientras que yo me bañaba y disfrutaba del río, luego jugaba con mis carritos en la orilla del rio. Todo era maravilloso, era perfecto para mí. Cuando un día, llegaron unos hombres armados y amenazaron a papá para que dejara la finca que mi abuelo le había dejado como herencia. Mamá le suplicaba que nos fuéramos lejos, pero él no aceptó. Al día siguiente, muy de madrugada llegaron esos hombres y sacaron a papá de la camisa y lo pusieron en el molino de maíz, y allí le dispararon por no haber dejado la finca. Mamá y yo salimos corriendo y nos escondimos entre las plataneras y vimos cómo papá era acribillado. Ese día lloré y prometí que me vengaría de esos hombres por la muerte de papá. Con el tiempo ingresé a un grupo armado con el fin de asesinar a esos hombres que dispararon contra papá, sus rostros estaban vivos en mi memoria y el corazón se aceleraba al recordarlos, la rabia y el dolor transformaban mi rostro. Mamá me insistió que no lo hiciera, pero la decisión ya estaba tomada movido por el rencor y el dolor. Dentro de las filas de ese grupo armado buscaba a esos hombres que habían asesinado a papá, pero no los encontraba. Mientras tanto, me convertí en un hombre materialista, la filosofía, la rabia y el rencor se apoderó de mi corazón, me convertí en un hombre ateo, sin temor de nada y con ansias de venganza, me convertí en un hombre sanguinario, tenía rabia con todo el mundo. No me importaba mi vida, ni la vida de los demás, quería desquitarme con el que se atravesara en mi camino. Así que fui apodado como “el diablo”. Sin embargo, en muchas ocasiones dentro de las filas de ese grupo armado lloré y me pregunté si Dios existía o si era bueno ¿Por qué habían personas tan malas? ¿Por qué había permitido que estos hombres mataran a papá? ¿Dónde estaba papá ahora? ¿Para qué yo había nacido si todo era dolor y sufrimiento? Me quedaba dormido inundado de preguntas sin respuestas. Al despertar en la mañana veía como el sol resplandecía sobre toda la naturaleza, los pájaros cantaban y revoloteaban, las ardillas salían, las montañas se veían hermosas y todo era perfecto, pero mi vida no. Sin embargo, eso me hacía pensar: ¿Cómo se había formado todo? ¿Quién lo había diseñado tan hermoso, tan perfecto? Cierto día nos encontramos con otros compañeros del grupo, ahí vi a uno de los hombres que había asesinado a papá, me llené de rabia y lloré, recordé cómo asesinó a papá,


El Ser Humano mi rostro se transfiguró. Ese día se quedaron con nosotros y yo esperé el momento para vengarme, el hombre salió a hacer sus necesidades del cuerpo y se alejó del campamento y yo salí detrás de él. Lo aprehendí desprevenido, le quité las armas y luego lo golpeé con toda mi ira hasta que lo maté. Aunque había hecho justicia por mis mismas manos, eso no quitaba mi dolor por la pérdida de papá, me sentía impotente, solo y fracasado. Me tocó huir de las filas de ese grupo armado por haber matado a ese hombre. Dos años después de esto, llegué al pueblo de mi abuela. Mi abuela me recibió muy bien, ella era una fiel creyente en Jesucristo. Siempre me compartía de Dios y decía: “Dios es bueno”. Esas palabras retumbaban en mi cabeza, yo con rabia le contestaba: “Dios no existe, si existiera no habría tanta maldad en el mundo”. Ella me explicaba por qué había maldad en el mundo a través de la Biblia, yo no creía nada de eso, pues eso eran solo historias inventadas. Hasta que comencé a tener una serie de sueños y revelaciones. Dios me mostró que así como viví con mis papás en la finca cuando era niño, que todo era hermoso y perfecto, así había sido antes de la caída de Adán. Al igual que Adán que había decidido, yo también decidí, entre tomar las armas para vengarme o haber perdonado a esos hombres. Yo mismo había buscado este camino de violencia. Sin embargo, ¿Qué camino iba a tomar ahora? ¿Cuál era el propósito de mi vida? A los pocos días, mi abuela abrió su casa para el estudio de la Biblia, ella me invitó y yo me quedé esa noche allí, ella invitó a todos sus conocidos. Allí una persona comenzó a hablar de Adán y Eva y el pecado, después habló de un nuevo Adán, Cristo. Eso me impactó ese hombre era el nuevo Adán y eligió obedecer a su Padre y morir por mí. Así que esa noche acepté a Cristo en mi corazón y caí de rodillas ante él pidiéndole perdón y perdonando a los hombres que mataron a papá. Este pequeño testimonio nos muestra que todos los seres humanos al trascurrir el tiempo reflexionamos en preguntas claves sobre la vida, la muerte, qué hay después de la muerte, la maldad, el origen de toda la creación. Estas preguntas y otras las ha tratado de responder la antropología. La antropología es el estudio del ser humano. Tiene como propósito responder preguntas comunes, pero bastante complejas. Entre ellas están: ¿Qué es el ser humano? ¿Cómo está compuesto? ¿Cuál es su origen? ¿Cuál es el propósito de la vida? ¿Qué le hace feliz? ¿Qué es la muerte? ¿Qué hay después de la muerte? ¿Cuál es mi destino después de la muerte? No solo la antropología ha querido dar respuesta a estos interrogantes, también la filosofía, quien también ha fallado en su intento. Por esta razón, tanto la antropología como la filosofía, han puesto la mirada en la Biblia que es la Palabra de Dios (2Ti. 3:16-17). Esto comprueba lo dicho por Calvino años atrás: “La humanidad nunca alcanza un conocimiento claro de sí mismo a menos que primeramente mire a Dios, y luego de contemplarlo, [y conocerlo], comience a estudiarse a sí mismo” (Milne, 2008, pág. 140). De ahí que, es necesario acudir a la Escritura para conocer a Dios y así poder llegar a conocernos a nosotros mismos y dar respuestas a los interrogantes planteados. Allí podemos obtener una respuesta segura y clara para entendernos a nosotros mismos a la

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El Ser Humano luz de Dios y de su propósito para la humanidad (Milne, 2008). Así que observaremos lo que la Escritura enseña sobre el origen de ser humano.

EL SER HUMANO, UN SER CREADO Lo primero que debemos tener en claro es que el ser humano es creado por Dios (Gn. 1:26, 2:7, 21, 5:1; Mt. 19:4; Hch. 17:26, 28). El hombre no se creó a sí mismo, ni viene del homo sapiens, es decir, no evolucionó de mono a hombre, ni es el producto de un proceso cósmico. La Escritura nos dice que somos creación de Dios, Él hizo al ser humano. El proceso de creación consistió en dos aspectos: Dios tomó polvo de la tierra y formó al hombre, luego, sopló en su nariz hálito de vida. De esta manera, el ser humano fue un ser viviente (Gn. 2:7). El ser humano fue creado a imagen de Dios, es decir, la imagen de Dios por sus atributos naturales trasferibles como inmortalidad, el ser humano fue creado inmortal. Dios es amor (1Jn. 4:8), entonces el ser humano fue creado lleno de amor y capaz de amar. Dios es justicia y misericordia así fue creado el ser humano (Ex. 20:6-8). Dios es pureza (1Jn. 3:3), por tal motivo el hombre fue hecho en pureza inmaculada, sin mancha. Dios es inmutable, por esta razón creó al hombre capaz de permanecer firme, sin embargo sujeto a la posibilidad de caer, de ahí que le previno (Gn. 2:16-17) (Magallanes, 2005). Además, la imagen de Dios se refleja en el ser humano en los siguientes aspectos: 1. La personalidad: tanto el ser humano como los animales fueron creados del barro, pero lo que los diferencia, es que el animal no razona, ni tiene personalidad. Mientras que el ser humano tiene la capacidad de razonar y reflexionar sobre su propia vida, y entorno. “Es un ser afectivo, capaz de sentir emociones y amar; toma decisiones frente a las opciones que se le presentan” (Donner, 2011, pág. 45). 2. Representante de Dios: el ser humano gobierna en lugar de Dios, es el administrador de todo lo creado y es responsable ante Dios por su mayordomía. Dicha mayordomía debe reflejar el carácter de Dios manteniendo la armonía y perfección de la creación. 3. Un ser en relación: las personas fuimos creados con la capacidad de relacionarse y vivir en armonía con Dios, consigo mismo (Gn. 2:25), con sus semejantes (Gn. 2:25), y con la naturaleza (Gn. 2:15). La relación con la naturaleza se establece por medio del alimento que produce y el trabajo de cuidar y labrar el huerto (Gn. 1:2830). El trabajo no aparece como castigo, al contrario, se ve como una bendición y privilegio que dignifica al ser humano (Gn. 1:27). 4. Un ser procreador: el ser humano también refleja la imagen de Dios en el sentido que tiene la capacidad de procrear (Gn. 1:28 cf. 2:18-25). Dios creó al hombre y la mujer con la capacidad de procrear, ambos son indispensables para la procreación (Gn. 2:21-24 cf. Gn. 2:18). Ahora, observemos que el sexo dentro del matrimo-


El Ser Humano nio fue creado bueno y puro (Gn. 1:31), es un regalo de Dios para disfrutar (Gn. 1:18). El sexo no existe simplemente para multiplicar al ser humano, sino también para expresar y experimentar amor en una relación única, profunda y duradera. El sexo debe experimentarse sin miedo, vergüenza o arrepentimiento en el matrimonio (Gn. 1:31, 2:25, cf. Cnt, 1Co. 7:3-5). La Biblia nos enseña que el proceso de la procreación no solo es la obra del hombre y la mujer, sino que también, es un proceso donde Dios interviene (Sal. 139:13-16). Así que, todo ser humano existe porque Dios lo ha creado (Ec. 12:1; Is. 64:8; Mal. 2:10; Stg. 3:9; Ef. 2:10; 1P. 4:19). De igual manera, el ser humano refleja la imagen de Dios porque tiene la capacidad de diseñar y crear cosas nuevas de lo que existe. Dios formó al ser humano y a los animales de la materia existente, del polvo que de la tierra (Gn. 2:7,8 19). El término “formar” se usa para referirse al trabajo que hace un alfarero o un herrero quien les da la forma a su creación (Jr. 18:2,4; Is. 44:12). Este verbo tiene la idea de “diseñar” y “formar” algo hasta que sea perfecto. Dios mismo formó al ser humano y a los animales hasta dejarlos perfectos. Además, le dio al ser humano la creatividad para darle un nombre a cada animal (Gn. 2:19-20). En el Antiguo Testamento, encontramos bastante evidencia de esto: El SEÑOR... ha llenado del Espíritu de Dios en sabiduría, en inteligencia, en conocimiento y en toda clase de arte, para elaborar diseños, para trabajar en oro, en plata y en bronce, y en el labrado de piedras para engaste, y en el tallado de madera, y para trabajar en toda clase de obra ingeniosa. También le ha puesto el don de enseñar... Los ha llenado de habilidad para hacer toda clase de obra de grabador, de diseñador y de bordador en tela azul, en púrpura, en escarlata y en lino fino, y de tejedor; capacitados para toda obra y creadores de diseños. Ex. 35:31-35 cf. Ex. 36:8 Dios utilizó su creatividad para crear de la nada cosas y les dio forma hasta dejarlas hermosas y perfectas (Gn. 1:31). De igual modo, nos dio a nosotros los seres humanos todo tipo de creatividad y obra ingeniosa. La creatividad en nosotros los seres humanos es innata porque Dios nos la ha dado (Stg. 1:17). Le corresponde a cada ser humano reconocerla y ponerla a disposición del mismo creador.

NATURALEZA DE LA HUMANIDAD En la Escritura podemos encontrar que la naturaleza del ser humano la integra varios aspectos: el espíritu, el alma, el cuerpo y la carne. De igual manera, hay otras referencias, especialmente en el Antiguo Testamento a algunos órganos como: el hígado y las entrañas que están asociadas con ciertas emociones humanas (Milne, 2008). En este mismo sentido, cuando se hace referencia al corazón, la voluntad y los pensamientos se hacer referencia a la persona completa, al centro de la personalidad, es decir, al centro de gobierno de la persona, en donde está la voluntad. El término que se utiliza aquí es corazón pero que se traduce así: Ahora van a saber si el Señor me ha enviado a hacer todas estas cosas, o si estoy actuando por mi cuenta (corazón). Nm. 16:28, 24:13

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El Ser Humano Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los Al ver el Señor que la maldad del ser humano en la tierra era muy grande, y que todos sus pensamientos tendían siempre hacia el mal. Gn. 6:5 Se arrepintió de haber hecho al ser humano en la tierra, y le dolió en el corazón. Gn. 6:6 El Nuevo Testamento tiende a sustituir la palabra corazón por mente o entendimiento en donde se esperaría corazón (Ro. 12:2; Ef.4:17,23) (Donner, 2011). De igual manera, Jesús cuando citó la Ley agregó “mente”, cuando la cita no contiene la palabra mente (Mc. 12:27-30, cf. Dt. 6:5). En esta escena un escriba se acercó a Jesús para preguntarle cuál era el primer mandamiento? Jesús le respondió: “Oye, Israel. El Señor nuestro Dios es el único Señor — contestó Jesús—. Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas” (Mc. 12:30). Sin embargo, el escriba expresa: ¡bien haz dicho! Y no le respondieron “te sorprendimos añadiendo una palabra a la Escritura” (Dt. 4:2). Así que, el término corazón es intercambiable con mente. En esto podemos observar que el hombre fue creado como un ser con libre voluntad para decidir, con libre albedrio.

El ser humano es un agente moral libre Los primeros capítulos del libro de Génesis dejan claro que el ser humano fue creado como corona de la creación. Además, el ser humano fue dotado de todos los privilegios para una plena y placentera vida en la tierra (Gn. 1:31). Dios creó al ser humano como un ser moral con todas las capacidades para decidir entre el bien y el mal. Dios le advirtió a la primera pareja qué pasaría si ellos decidían comer del árbol de la ciencia y el mal (Gn. 2:16-17). Dios de ninguna manera impuso su voluntad al ser humano, sino que les dio el privilegio de decidir si tomaban el fruto prohibido o tomaban el fruto del árbol de la vida (Gn. 3:6). En otras palabras, Dios creó un ser libre, con voluntad para poder decidir entre las opciones que se le presentan en la vida. Por ello, el ser humano es libre de tomar sus propias decisiones en cada momento de la vida y auto-gobernarse. De ahí que esta libertad nos hace responsables ante Dios por nuestros actos. Observemos que la primera pareja tuvo la posibilidad de decidir entre comer el fruto prohibido o no. Dios esperaba que ellos vivieran en perfecta obediencia a la voluntad amorosa y bondadosa de Dios. No comer el fruto del árbol prohibido demostraba no solo obediencia, sino también su gratitud ante el Creador por todas las cosas que habían recibido. Sin embargo, ellos mismos escogieron comer el fruto prohibido para “ser como Dios” (Gn. 3:5). La Biblia enfatiza en muchos pasajes la responsabilidad humana ante Dios pues es un ser libre. Un ejemplo lo observamos en la ley del talión que fue creada para defender los derechos de los seres humanos y generar consciencia que cada individuo es responsable por sus propias actos ante Dios y la ley. El individuo que quebrantaba


El Ser Humano algún derecho de otras personas automáticamente perdía sus derechos, y le otorgaba facultades a un pariente del individuo herido o muerto de hacerle lo mismo que él había hecho a su familiar (Dt. 19:12; Nm. 35:19). De igual manera el pacto con Noé y toda la creación enfatiza que todo ser humano es responsable ante Dios por la vida de las personas, pues Dios nos pedirá cuenta a todos los seres humanos, incluso a los animales (Gn. 9:5). La Iglesia Metodista Libre, de acuerdo a lo que hemos visto en la Escritura, deja claro que cree que el ser humano es un agente moral libre: Dios creó al ser humano a su propia imagen, inocente, moralmente libre y responsable para escoger entre lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto. Por el pecado de Adán, el ser humano, como heredero de Adán, está corrompido en su misma naturaleza, de modo que desde su nacimiento está inclinado al pecado. Él no es capaz por sus propias fuerzas y obras, de restaurar por sí mismo su correcta relación con Dios y merecer la salvación eterna. Dios el omnipotente, proporciona todos los medios de la Trinidad para hacer posible que el ser humano pueda responder a su gracia por fe en Jesucristo como Salvador y Señor. Por la gracia y ayuda de Dios la persona es capacitada para hacer buenas obras por su propia voluntad (Libro de Disciplina, 2015, ¶111).

La composición del ser humano Uno de los debates más acalorados que se dio en el siglo pasado, y que algunos continúan en la actualidad, es la composición del ser humano. Es decir, está el ser humano compuesto de dos partes: cuerpo y alma (bipartito); o por tres partes: cuerpo, alma y espíritu (tripartito). Aunque no intentaremos presentar todo el debate, sí vale la pena mencionar algunos asuntos. La posición bipartita afirma que el ser humano se compone de dos partes. Afirman que en la Biblia los términos “alma” y “espíritu” son intercambiables y complementarios para referirse a lo mismo (Gn. 2:7, 6:17, 7:22; Sal. 33:6, 104:29, 30; Mt. 10:28; Lc. 1:46; Ec. 12:7; 1Co. 5:3,5). Argumentan que, en las Escrituras en unas ocasiones “morir” significa que el alma sale del cuerpo (Gn. 35:18 cf. Ec.12:7), y también se habla de encomendar el espíritu (Sal. 31:5 cf. Lc. 23:46); y a los muertos se les llama espíritus (Heb. 12:23). La posición tripartita afirma que el ser humano se compone de tres partes y uno de los textos favoritos para mostrar que el alma y el espíritu son diferentes es Hebreos 4:12: “la Palabra de Dios penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas...”. De igual manera, leen 1 Tesalonicenses 5:23 como un texto contundente para su posición: “Que Dios mismo, el Dios de paz, los santifique por completo, y conserve todo su ser —espíritu, alma y cuerpo— irreprochable para la venida de nuestro Señor Jesucristo”. Ahora bien, el solo debate debe hacer patente la dificultad de entender un ser humano dividido por secciones o cavidades. Por otra parte, debemos resaltar que si empezamos a tomar textos fuera de su contexto cultural y literario la Biblia podría apoyar casi cualquier cantidad de compartimentos en el ser humano. Por ejemplo si leemos Marcos

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El Ser Humano 12:30 pensando en esto, podríamos decir que el Señor mismo avaló una idea de un ser humano con cuatro partes: corazón, alma, mente y fuerzas. Entendiendo esto debemos recordar que Tesalónica era una ciudad griega altamente permeada por el pensamiento del filósofo Platón. Este había enseñado que el ser humano era cuerpo, alma y espíritu; Pablo no trató de luchar contra esa cosmovisión de los tesalonicenses sino que la usó para explicar que Dios quería santificarnos por completo. El no luchar contra esa idea no quiere decir que la aprobaba (como tampoco luchó contra la idea de la esclavitud pero claramente no la aprobaba). Entonces, ¿Desde la perspectiva bíblica cómo está compuesto un ser humano? La Escritura no apoya una idea divisionista del ser humano, sea en dos, tres o más. Desde las Escrituras podemos afirmar que el ser humano es una unidad de mente y cuerpo. Cuando la Biblia se refiere al ser humano puede usar varios términos, como lo es: “cuerpo”, “alma”, “espíritu”, “corazón” o “mente”. Estos términos son sencillamente diferentes formas de aludir al todo del ser humano. El término que la Biblia utiliza para alma en hebreo es “nefesh”, y en griego “psyche”, que significa: “alma”, “vida”, “persona”, “ser viviente”, e inclusive lo usa como pronombre “yo”. En la Biblia se hace referencia a la persona como una unidad. En otras palabras, “el alma no es la parte inmaterial del ser humano, ni contraparte del cuerpo material, sino que denota el conjunto que conforman la realidad material más ese aliento de vida que hace que todo llegue a ser un ser humano” (Donner, 2011, pág. 55). Observemos que la Biblia al mencionar una parte del ser humano, alude a la totalidad de la persona. El rey David expresó: “porque no dejarás mi alma en el seol” (Sal. 16:10). Él no estaba pensando que su cuerpo quedaría en la tumba y el alma saliera. Está diciendo que Dios no dejaría su vida, su ser, en la tumba. En el pensamiento judío el ser humano es una unidad y con nombrar una parte se alude a todo del ser humano. Este mismo texto bíblico lo cita Pedro cuando habla de la resurrección de Jesús (Hch. 2:27). Es decir, Jesús resucitó en persona, en su totalidad, dejando claro que allí “alma” se refiere a todo lo que es la persona y no a una parte (Hch. 1:3). Es decir, tenía un cuerpo que evidenciaba sus heridas, de hecho, Tomás metió su mano en su costado (Jn. 20:27). Jesús les dijo: “Soy yo mismo. Tóquenme y vean: un espíritu no tiene carne ni huesos, como ustedes ven que tengo yo” (Lc. 24:39). ¿Por qué Jesús expresó que no era un espíritu? Para el pensamiento griego, el alma/espíritu estaba encarcelada en el cuerpo material que era malo; cuando la persona moría, se esperaba que el alma/espíritu fuera liberada. La resurrección contradice esta idea, porque Jesús resucitó completamente, no una parte, sino en toda su persona. En resumidas cuentas, la Biblia nos muestra que el ser humano es una unidad, es integral. No debemos interesarnos exclusivamente en las almas sino en toda la persona, en todo lo que ella es. Recordemos que el cuerpo fue creado bueno, así que, debemos pensar y ver de manera integral al ser humano, y ministrar a sus diferentes necesidades: físicas, emocionales, espirituales, sociales, mentales, etc. El ser humano antes de la caída En el primer capítulo de Génesis, podemos observar que Dios había creado todo en perfecta armonía, Él mismo dijo que era “bueno en gran manera” (Gn. 1:31). Luego, el segundo capítulo amplía 1:27-30. Allí Dios formó al hombre del polvo de la tierra,


El Ser Humano lo creó a su imagen. El ser humano fue creado inmortal, puro, sin mancha y lleno de amor y capaz de amar. Además, con la capacidad de hacer justicia y misericordia (Ex. 20:6-8). Después, plantó un huerto en donde hizo crecer todo árbol deseable a la vista y bueno para comer. También el árbol de vida en medio del huerto y el árbol de la ciencia del bien y del mal (Gn. 2:7-9). En el huerto era donde se encontraba la realidad celestial con la terrenal. De esta manera, la figura de armonía y abundancia es completada mencionando los ríos y los recursos minerales de la tierra (Gn. 2:10-14). Con la descripción tan hermosa del paisaje, Dios procedió a poner al hombre en el huerto para que lo trabajara y lo administrara. Adicional a esto, Dios le dijo al hombre que “de todo árbol del huerto puede comer, pero del árbol de la ciencia y el mal no puede comer”. Dios no le dijo esto por puro capricho, en realidad quería evitarle la muerte (Gn. 2:15-17). Sin embargo, aunque todo era armonía, Dios observó y nuevamente evaluó y expresó: “no es bueno que el hombre esté solo”, en contraste con “era bueno en gran manera” (Gn. 2:18 cf Gn. 1:31). Dios notó que algo le faltaba al hombre, el versículo siguiente esperaríamos que Dios formara de una vez a la mujer, pero no es así. Dios primero formó de la tierra todos los animales y todas las aves, y los trajo al hombre, pero no se halló ayuda idónea para él (Gn. 2:18,20). Es necesario recordar que, la ayuda idónea tiene la idea que una persona es el sostén de la otra, no de subordinación (Is. 30,5; Os. 13,9). Seguidamente, el relato nos cuenta cómo fue que Dios creó a la mujer de la costilla de Adán. Dios hizo caer en sueño profundo a Adán, tomó una de sus costillas e hizo a la mujer y la trajo a él. Al encontrar a su ayuda idónea, Adán exclamó a voz en cuello: “esto es carne de mi carne, hueso de mi hueso...” y “estaban ambos desnudos y no se avergonzaban” (Gn. 2:21-25). De esta manera, la creación llega a la plenitud, la armonía y perfección. De ahí podemos concluir que la naturaleza humana y la creación física son buenas, no pecaminosas. Ya que el ser humano fue creado a imagen de Dios: inmortal, puro, lleno de amor y capaz de amar. Además, de ser capaz de hacer justicia y misericordia (Ex.20:6-8), y capaz de tomar la mejor decisión y permanecer firme. La caída del ser humano La progresión de los primeros relatos nos permite deducir que ha pasado algún tiempo. Ahora, el relato introduce un tercer personaje: la serpiente. Esta era astuta más que todos los animales que Dios había creado. El término “astuta” no tiene una connotación negativa, podría traducirse como “cuerda” o “prudente” (Pr. 12:16,23). Esto nos ayuda a ver la armonía de la creación y responde la pregunta: ¿qué hace un animal malo en la creación que es calificada por Dios como buena? La serpiente es creación de Dios, es algo bueno (Gn. 1:26b). Sin embargo, Satanás, un ángel bueno, no entra allí como un ser maligno porque posiblemente no ha ocurrido la caída de Satanás. Observemos como Donner nos explica la caída: Resulta lógico que Dios pronuncie juicio aquí [Gn. 3:14-15], si este es el momento de la caída. En tal caso la caída de Satanás y la caída del ser humano coinciden, en el sentido de que cada uno representa la tentación para el otro. Así como el fruto del árbol es presentado al ser humano como algo que lo hará “igual a Dios”, así el ser humano representa para Satanás la oportunidad de hacerse Dios (Donner, 2011, pág. 66).

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El Ser Humano La serpiente cierto día le preguntó a Eva: “¿Es verdad que Dios les dijo que no comieran de ningún árbol del jardín?” (Gn. 3:1b). La serpiente distorsiona el mensaje, generaliza la prohibición: “no coman de todo árbol”. Esta afirmación da la idea que Dios es tacaño y cuestiona su bondad; el hombre ha olvidado que Dios mostró su bondad abundante al entregarle todo lo creado para que lo señoreara. A la pregunta la mujer aclara: “Podemos comer del fruto de todos los árboles —respondió la mujer—. Pero, en cuanto al fruto del árbol que está en medio del jardín, Dios nos ha dicho: “No coman de ese árbol, ni lo toquen; de lo contrario, morirán” (Gn. 3:2-3). Hasta aquí la primera pareja ha mostrado que ha comprendido el mensaje de Dios, sabe que la advertencia protege su vida. Sin embargo, la serpiente fue más astuta y le explicó que no tendrían consecuencia, que no morirían por disfrutar el fruto. Más bien, Dios les estaría impidiendo beneficiarse de un resultado positivo al comer, pues sus ojos se abrirían y llegarían a ser como Dios: “sabiendo el bien y el mal” (Gn. 3:5-6). Aquí la serpiente deseaba “usurpar el lugar de Dios en su relación con los seres humanos, lograr que confíen y le obedezcan a él para así apoderase de ellos” (Donner, 2011, pág. 66). El argumento de la serpiente fue tentador y traicionero, pues presenta lo malo como si fuera bueno. Después de este traicionero argumento, Adán y Eva deben decidir si confiar y creer en la palabra de Dios o en la palabra de la serpiente que no les ha provisto nada, lo único que le ha dado es sembrar duda y cuestionar la bondad de Dios. Adán y Eva observan “árboles hermosos, los cuales daban frutos buenos y apetecibles”, al igual que, el árbol del conocimiento del bien y del mal (Gn. 2:9). Después de observar, la mujer fija su vista en uno que es bueno y agradable a los ojos, pero que este, a diferencia de los otros, es codiciable para alcanzar la sabiduría, en contraste con el “árbol delicioso a la vista y bueno” que contiene la vida (Gn. 2:9 cf. 3:22). Aquí hay un contraste, comer el árbol de la ciencia del bien y el mal para alcanzar sabiduría era comer la muerte, en vez de decidir comer el árbol de la vida para alcanzar la vida para siempre. Después de pensar y reflexionar, la mujer extiende su mano, toma del fruto, come, y le da a su marido, el cual también come. Después de eso, sus ojos fueron abiertos y conocieron que estaban desnudos (Gn. 3:6-7). Irónicamente, Dios les mandó a gobernar sobre todos los animales y fue un animal quien terminó gobernándolos (Gn. 1:26b). Aquí se rompió la armonía y la perfección de la creación y entró el pecado al ser humano y el mundo creado. El pecado del ser humano consistió no solamente en desobedecer sino que mostró: 1. Desconfianza o falta de fe: no creyeron la Palabra de Dios y dudaron de su bondad. De ahí que, la primera pareja al creer la palabra de la serpiente, cambia la relación con Dios por la del usurpador. 2. No reconocieron el amor y la bondad de Dios a través de la advertencia: creyeron que la advertencia dada por Dios era un capricho y no una protección. 3. Rechazaron y cambiaron el amor de Dios por un amor egoísta: lo cambiaron por un amor centrado en sí mismos y no en Dios” (Magallanes, 2005, pág. 129).


El Ser Humano El ser humano desea ser gobernado por su propia voluntad egoísta, “ser como Dios”, usurpa el lugar de Dios y decide lo que es bueno o malo por sí mismo. En vez de someterse a la voluntad de Dios que muestra lo que es bueno y malo, decide seguir sus propios designios (Ro. 1:21-25).

EL PECADO El término pecado significa literalmente “errar en el blanco”. Transmite la idea de dar en otro lugar, “no dar en el punto” adecuado. Sin embargo, su énfasis está en dar donde no se debe dar. El término en hebreo es “chata”, se usa 522 veces en el Antiguo Testamento y se emplea para expresar el mal moral, la idolatría, y los pecados ceremoniales (Ex. 20:20; Jue. 20:16; Pr. 8:36, 19:2). Los siguientes verbos también son usados en el Antiguo Testamento para referirse al pecado: • “ra”: se refiere a romper o arruinar. Puede indicar algo injurioso o moralmente incorrecto (Gn. 3:5, 38:7; Jue. 11:27). • “pasha”: contiene la idea de revelarse o transgredir (1R. 12:19; 2R. 3:5; Pr. 28:21; Is. 1:2). • “awon”: contiene la idea de torcer, hace alusión a la culpa que produce el pecado (1R. 17:18). • ‘shagag’: se refiere al error que se cometió, por tal razón, sobre el culpable recae el peso de la ley y las consecuencias del error (Lv. 4:13; Nm. 15: 22). En el Nuevo Testamento el término para pecado es “hamartía” (Mt. 1:21), que también tiene la carga semántica de errar en el blanco. La idea es de fracaso, culpa y malas acciones concretas. También se encuentran los siguientes términos para referirse al pecado: • “adiakía”: expresa la idea de maldad en términos sociales de injusticia. • “Anomía”: expresa la resistencia permanente a la voluntad de Dios (1Jn. 3:4). • “Parábasis”: hace referencia a quebrantar la ley (Ro. 4:15). Estos son algunos términos, pero no son todos, pues hay muchas palabras, conceptos y acciones que tienen la connotación de pecado. Sin embargo, como se expresó anteriormente, la característica del pecado es que está en contra de la naturaleza santa de Dios (Sal. 51:4). La expresión más clara de pecado es usurpar el lugar de Dios, los seres humanos se rebelaron contra la voluntad de Dios (1Jn. 3:4; Dt. 9:7; Jos. 1:18). Todos los seres humanos son pecadores porque después de la caída, la naturaleza humana se tornó pecadora. El rey David mismo era consciente de su condición humana: “Yo sé que soy malo de nacimiento; pecador me concibió mi madre” (Sal. 51:5). El alcance del pecado El pecado irrumpió la armonía y la plenitud de la creación. Ahora Adán y Eva sabían que estaban desnudos y se avergonzaban. Anteriormente estaban desnudos y no sentían vergüenza. Así que cubren con hojas su desnudez y se esconden de Dios (Gn. 2:25 cf. Gn. 3:7). El pecado rompe la armonía y la relación con Dios, y dentro de ellos mismos:

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El Ser Humano se avergüenzan de su desnudes y tienen miedo (Gn.3:8-10). La cosmovisión del ser humano acerca de un Dios amoroso y bondadoso se distorsiona. Ahora Dios es un ser temible. La relación que era un diálogo frecuente al aire del día, pasa a ser un tormento al escuchar la voz de Dios y se esconden. Aquí ya no aparece Dios como creador y Padre sustentador, sino como juez (Gn. 3:8-10). Sin embargo, Dios a pesar de saber lo que había ocurrido, llama a Adán y le pregunta: “¿Dónde estás?” A lo que Adán le responde: “Escuché que andabas por el jardín, y tuve miedo porque estoy desnudo. Por eso me escondí”. Así que Dios le pregunta: “¿Quién te ha dicho que estás desnudo? ¿Acaso has comido del fruto del árbol que yo te prohibí comer?” En esta pregunta vemos la gracia y misericordia de Dios. Sin embargo, Adán, a pesar de ser descubierto, no se hace responsable de sus actos y justifica su mala decisión culpando a Eva: “la mujer que me diste por compañera me dio ese fruto y yo lo comí” (Gn. 3:12). Y Eva responsabiliza a la serpiente: “la serpiente me engañó, y comí” (Gn. 3:13). Ahora Dios como juez, se dirige a la serpiente y pronuncia juicio contra ella: “Por causa de lo que has hecho, ¡maldita serás entre todos los animales, tanto domésticos como salvajes! Te arrastrarás sobre tu vientre, y comerás polvo todos los días de tu vida” (Gn. 3:14). Aquí la serpiente no recibe ninguna modificación en su diseño (Gn. 1:26). Lo que quiere enfatizar la maldición y el juicio, es que la serpiente será humillada y vencida hasta el polvo. Tal como los reyes humillados y vencidos lamen el polvo (Sal. 72:9; Is. 49:23, 65:25; Miq. 7:17). Es curioso que la misma palabra polvo ya se ha usado para decirnos que el ser humano ha sido formado del polvo de la tierra (Gn. 2:7). Sin embargo, el verso siguiente, continúa con la sentencia de la derrota y destrucción de la serpiente por medio de un hombre creado del polvo: “Pondré enemistad entre tú y la mujer, y entre tu simiente y la de ella; su simiente te aplastará la cabeza, pero tú le morderás el talón” (Gn. 3:15). Aquí, la profecía es evidente: la simiente de la mujer, es decir, Cristo, el ser humano le aplastará la cabeza, destruirá la serpiente y esta le herirá el calcañar. Esto hace referencia a la muerte de Jesús, pero dicha herida no es una herida definitiva, sino que es una aparente derrota, Cristo tendrá la más grande victoria al resucitar de la muerte. Luego, Dios se dirige a la mujer y le expresa: “Multiplicaré tus dolores en el parto, y darás a luz a tus hijos con dolor. Desearás a tu marido, y él te dominará” (Gn. 3:16). El gozo de dar a luz se empaña con el dolor en el parto, y la relación de ayuda idónea en la pareja es tergiversada, pues la mujer deseará dominar al hombre y este terminará subyugándola. Pasa de una relación armónica a una relación posesiva y dominante. Ahora Dios dicta la sentencia al hombre, pero no maldice al ser humano, esta recae sobre la tierra y la serpiente. A causa de la maldición a la tierra, esta se hace improductiva, de ahí que, la sentencia obliga al ser humano a afanarse para obtener su sustento, y a cuidar las cosechas de los espinos y cardos que hacen improductiva la tierra y disminuye la cosecha que se espera. Este proceso de cultivar la tierra y de su improductividad, le hará al ser humano trabajar mucho, fatigarse y sudar para conseguir el pan de cada día hasta que vuelva a la tierra (Gn. 3:17-20).


El Ser Humano De cierta manera, se observa la gracia de Dios con el ser humano, pues, la muerte es un descanso de las labores y de su condición pecaminosa (Gn. 3:22), que trajo enfermedad, violencia, injusticia y maldad. La muerte y el pecado eran antinaturales al ser humano, pero vinieron a adherirse a la naturaleza humana. De ahí que el ser humano nace, crece, se reproduce y muere. Esta última etapa genera gran impacto en los seres humanos que los lleva a reflexionar sobre el propósito de la vida y qué hay después de la muerte. En muchas ocasiones esto les ha llevado a buscar respuesta y encontrar sinceramente a Dios. En pocas palabras el alcance del pecado se observa en cuatro relaciones: 1. La relación del ser humano con Dios: la relación de confianza y amor pasa a una relación de miedo. El ser humano se esconde de la presencia de Dios porque lo percibe como juez (Gn. 3:8, 10). De la cercanía pasa a una relación distante por la expulsión del ser humano del huerto. La relación de comunión y armonía se acabó y entró la muerte del ser humano, tanto espiritual como física. El hombre quiso huir de la presencia de Dios e intentó esconderse de su presencia. Tal actitud es evidente hoy día también; basta pecar contra Dios para querer huir de su presencia, puesto que el miedo al castigo es enorme. A pesar de nuestro pecado, Dios sigue buscándonos para restaurar la relación rota con Él. 2. La relación del ser humano consigo mismo: pasa de ser seres en constante relación con Dios, a tener miedo y vergüenza. Entró el egoísmo y la muerte física en acción (Gn. 3:10, 19). Además, tanto el hombre como la mujer se ven frustrados. El hombre con su trabajo y la mujer con los dolores al dar a luz. Estas consecuencias vienen a formar parte de la vida. 3. La relación del ser humano con los demás: el hombre al culpar a Dios y a la mujer de sus actos demuestra que no se arrepiente de lo que ha hecho, sino que culpa a otros de sus decisiones (Gn. 3:12). Entra la autojustificación del ser humano. La relación de pareja, es decir, del hombre con la esposa, se hizo una relación posesiva, dominante y competitiva. Al igual que con los demás seres humanos al no interesarse por el cuidado de ellos, por vivir en comunidad y armonía (Gn. 4:9), sino enfocarse en el bienestar individual (Gn. 4:6). De ahí que Dios llama a su pueblo a amar al prójimo como a sí mismo (Mt. 22:36-40). 4. La relación del ser humano con la tierra: la tierra deja de ser cien por ciento productiva para el ser humano que se sostiene de lo que ella produce. Aquí se observa la frustración al cultivar y no cosechar lo que se espera. La tierra comienza a producir cardos y espinos en sus cultivos lo que hace mucho más difícil la tarea para el ser humano (Gn. 3:17). La tierra comienza a sufrir las consecuencias del pecado, es tanto que el ser humano comienza a explotarla y degradarla. La tierra es vista solamente como fuente para obtener riquezas, olvidando que ella es su hogar. Hoy podemos ver las más graves consecuencias del pecado con el cambio climático en nuestra tierra, nuestro hogar. El pecado afectó la totalidad del ser humano: la voluntad, la mente y el entendimiento, los afectos, las emociones y el corazón (Jn. 8:34; 1Co. 1:21; Ro. 1:24-27; Mc. 7:21). El pecado afectó el corazón del ser humano, esto se evidencia en las conductas exter-

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El Ser Humano nas como el amor al dinero, la inmoralidad sexual, homicidios, los malos gobiernos y políticas opresoras y corruptas (Mt. 6:19-34, 1S. 8:1-18). Es la depravación del ser humano (Stg. 1:14, 4:1). De lo anterior podemos deducir que, el pecado no solo afectó a Adán y a Eva, sino que trajo consecuencias drásticas para las generaciones siguientes. Después de la caída, podemos observar que se produce el primer asesinato (Gn. 4:8:1-12), las primeras venganzas (Gn. 4:14), aparece la poligamia (Gn. 4:19). Al igual que, la mala concepción de las ofrendas y de Dios (Gn. 4:4-5). También debemos tener en cuenta que, todo pecado es cometido ante Dios y contra la naturaleza de Dios (Sal. 51:4). Todo pecado es ejecutado por los seres humanos creados con libre albedrío y afectó a toda especie humana, pues todos son pecadores y les espera la muerte (Ro. 5:12). El pecado no es obra de Dios, es el resultado de las decisiones de los seres humanos. Ellos deciden si aceptan a Dios y o lo rechazan. El pecado y el creyente Adán, un ser vulnerable, un ser humano como cualquier otro, llega a un entorno dotado de gracia y privilegios, y tuvo una responsabilidad que ningún humano volvió a tener. La facultad de decidir el futuro de la raza humana. Sin embargo, nosotros podemos decidir el futuro de nuestras generaciones. Dios le entregó a Adán un poder de decisión al advertirle que no debía comer del fruto del árbol del bien y del mal, puesto que las consecuencias no solo las tendría él, sino toda la humanidad. Quizá para nosotros es fácil cuestionar la decisión tomada por Adán y Eva, porque somos conscientes de la profundidad y las consecuencias devastadoras que implicó esa desobediencia, pero nosotros somos igual a ellos. El ser humano, durante décadas, se ha revelado contra Dios y no quiere saber nada de Él. No obstante, podemos saber por las Escrituras que, durante los inicios de la humanidad hubo seres humanos que procuraron el bien y buscaron la voluntad de Dios en sus vidas. La respuesta que Adán le dio a Dios no fue la más sensata, pero es de gran satisfacción para el ser humano saber que en Adán fracasamos y sellamos nuestra culpa, pero Dios en Cristo quitó el acta de culpa de en medio de nosotros (Col. 2:14). A partir de Adán, la naturaleza del ser humano es pecaminosa, pero Dios no abandonó a la humanidad. Él escogió a un pueblo para que anduviera delante de él y fuera recto, además le dio leyes y normas para que vivieran de acuerdo a su voluntad, pero a pesar de esto, este pueblo rechazó el gobierno de Dios y se volvió idólatra. La ley dada por Dios evidencia irremediablemente, la magnitud del pecado en la raza humana. La ley no tiene el poder para controlar ni quitar el pecado (Ro. 8:9). El pecado continúa haciendo división entre el ser humano y Dios, pero Dios, en su infinita misericordia, se acerca a la humanidad. Dios envió a su Hijo a vivir como un humano más. Jesús representa un nuevo Adán. Verdaderamente ser humano y verdaderamente Dios, capaz de resistir el pecado, pero también expuesto al mismo. Jesús, el nuevo Adán, es la solución definitiva que Dios le da al pecado de la humanidad. Él es la única esperanza y salida para el ser humano. No hay otro camino, pues por nuestras obras no podremos ser justificados. Eso lo entendió el joven musulmán que llegó a experimentar satisfacción por haber cumplido los requisitos que Alá le había impuesto pero que también en algunas oportunidades sentía deseos de eludir sus rígidos requisitos.


El Ser Humano Jesús es denominado el “nuevo Adán” porque con el primer Adán la humanidad es condenada. Pero con el segundo, Jesús, recibimos la libertad del pecado y sanación de toda la creación (Jn. 3:16). El segundo Adán es un ser único, no fue engendrado por hombre porque nació por obra del Espíritu. Aunque ellos esperaban el mesías, su nacimiento causó gran alboroto, disgusto para unos, gran alegría para otros. El nuevo Adán llegó a un mundo totalmente contaminado por el pecado, sin embargo se mantuvo sin pecado. Dios envió a Jesús con el propósito claro de salvarnos de nuestros pecados (Mt. 1:21) y sanar las relaciones que se rompieron en la caída de Adán. En Jesús, Dios da a conocer el propósito eterno para la humanidad y la creación, liberarla de la esclavitud del pecado. El nuevo Adán, a diferencia del primero, con su obediencia trajo bendición para toda la creación. Jesús se convierte en la única esperanza para la humanidad, aunque esta le ignore. Contrario a lo que hizo Adán, Jesús sí obedeció su llamado cumpliendo fielmente con su ministerio. Tanto Jesús como Adán fueron tentados, pero con resultados y consecuencias totalmente contrarias (Mt. 4:1-11). Jesús resistió la tentación, se mantuvo firme y obediente al Padre, (Fil. 2:8). Según Donner: Hubo solamente dos casos en la historia del mundo donde la tentación era algo netamente externo. El caso de Gn. 3 donde es tentada una persona que no lleva dentro de sí esta concupiscencia y el caso de la tentación de Jesús, quien tampoco tenía esta concupiscencia dentro de sí. El primer hombre cayó frente a esta tentación, el segundo hombre venció la tentación, venció al tentador, al pecado y a la muerte (Donner, 1995, pág. 14). El nuevo Adán recibe este nombre porque su obediencia no tuvo límite, él fue obediente hasta la muerte. Se entregó como pago por el pecado, sufrió el maltrato y el escarnio público por amor a la humanidad, llevando el pecado de todos nosotros. El nuevo Adán se diferencia del primer Adán porque es verdaderamente hombre y verdaderamente Dios, no hubo nada que lo separara de Dios, su relación fue íntima y creciente. Jesús murió, pero también resucitó. “En la muerte de Cristo en la cruz, él llevó el pecado del mundo. Allí se midió finalmente el pecado, y se les reveló a los hombres… su perversidad, a la luz del carácter legal de la muerte de Cristo” (Chafer, 1974, pág. 651). Jesús fue santo en toda su manera de vivir y no se encontró ningún pecado en él (1Jn. 2:5), fue santo y sin mancha, estuvo en un mundo lleno de maldad, contaminado por la rebelión, el egoísmo, el rencor, y el abuso de poder. Además, sufrió mucha persecución, pero su corazón solo supo amar, su vida fue transparente, denunció la injusticia y se hizo digno de muerte, pagando el precio por los pecados de la humanidad, llevando el pecado en su cuerpo, aun cuando nunca cometió pecado. Es en el segundo Adán que el ser humano puede ser regenerado, a través de un acercamiento genuino, el viejo hombre es condenado y muerto con Cristo. El ser humano que intenta complacer a Dios, pero todavía está bajo el control de la naturaleza pecaminosa, necesita ser liberado de su naturaleza de pecado por la gracia y la fe en Cristo. La caída de Adán, llamada pecado original, hizo que el hombre fuera incapaz de obedecer a Dios. Esta naturaleza corrompe cada parte de su humanidad, pero no puede destruir la imagen de Dios de la que es portador. Ha deformado y desfigurado la naturaleza del ser

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El Ser Humano humano, de modo que le es imposible saber lo que es natural en el ser humano y lo que es pecado. Sin embargo, una vez que la persona tiene nueva vida por la presencia santa del Espíritu de Dios, descubre su verdadera humanidad y entiende que ya no es pecador en Cristo, sino una nueva criatura (2Co. 5:17). Por la gracia de Dios, la imagen de Dios es restaurada en la persona y esta, responde con fe al único que puede librarla, Jesús.

ACTIVIDADES DE EVALUACIÓN 1. Teniendo en cuenta toda la lección, reflexione en torno a las siguientes preguntas. • ¿Qué dice respecto al ser humano? • ¿Cuál es la verdadera naturaleza del ser humano antes de la caída? • ¿Cuál fue el pecado de Adán y Eva? • ¿Qué relaciones se rompieron con la caída? • ¿Qué dice respecto a la salvación? ¿Cómo se efectúa? ¿Quién lo hizo? ¿Por qué esa persona en especial lo pudo hacer? ¿Qué debo hacer para obtenerla? • ¿Cómo puedo responder a la sanidad de toda la creación? • Reflexione y pídale al Señor que le ayude a ser ese hijo que le espera mientras Él regresa, tiendo su esperanza y su vista en las cosas que no ven, pero que son eternas. • Así como el amor y la gracia del Señor han sido en su vida totalmente sin merecerlos, piense en una persona que le ha lastimado y que según sus ojos no merezca el amor suyo ni de Dios. Perdónele y anímele con unas palabras de aliento y esperanza. Después de realizar esta actividad, comente con su tutor cómo fue esta experiencia. 2. Conociendo las consecuencias del pecado en nuestras vidas, realice un breve escrito donde pueda reflexionar sobre aquellas áreas de su vida donde más ha sido marcado por pecados ajenos o propios. Además, piense en cómo la ley de su país le ha afectado positivamente y/o negativamente su vida. ¿Cuál es la intención de la prohibición de la ley de su país? ¿Es buena, por qué? ¿Cuál es el valor de esta?


El Ser Humano

2 LA SALVACIÓN Propósito de la lección

Guiar al estudiante para que pueda comprender las implicaciones de la salvación efectuada en su vida.

Resultados de la lección

Al concluir esta lección el estudiante: • Comprenderá las implicaciones de la salvación en su vida. • Tomará conciencia del amor manifestado en el sacrificio de Cristo. • Aceptará la nueva identidad otorgada por los méritos de Cristo.

Contenido

• Introducción • La salvación • El sacrificio de Cristo • La nueva vida en Cristo • La justificación • Actividades de evaluación


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La Salvación INTRODUCCIÓN

H

abía una vez cinco hijos que vivían con su padre en un palacio en las montañas. El mayor era un hijo obediente, pero sus cuatro hermanos menores eran rebeldes. Su padre les advertía respecto al río, pero no escuchaban. Les suplicaba que se mantuvieran lejos de las orillas para que la corriente no los arrastrara, pero el encanto del río era demasiado fuerte. Cada día los cuatro hermanos rebeldes se acercaban aún más hasta que uno de ellos se atrevió a tocar y a sentir las aguas. “Sosténganme de la mano para no caerme”, dijo, y sus hermanos así lo hicieron. Pero en cuanto tocó el agua, con un tirón la corriente lo arrastró junto con los otros tres hermanos y se los llevó río abajo.

Dieron tumbos contra las rocas, a través del cauce rugiente, arrastrados por el oleaje. Sus gritos pidiendo auxilio se perdieron en la furia del río. Aunque luchaban por recobrar el equilibrio, no podían hacer nada contra la fuerza de la corriente. Después de horas de lucha, se abandonaron al impulso del río. Las aguas finalmente los arrojaron en la orilla de una tierra extraña, en un país lejano y en un lugar desolado. Había salvajes en esa tierra. No existía seguridad como en la suya. Vientos fríos azotaban la tierra. No era cálida como la suya. Montañas escabrosas cubrían la tierra. No era acogedora como la suya. Aunque no sabían dónde estaban, de una cosa estaban seguros: no los hicieron para ese lugar. Por largo tiempo los cuatro jóvenes se quedaron exhaustos en la orilla, estupefactos por su caída y sin saber a dónde acudir. Después de un tiempo hicieron acopio de su valor y se volvieron a meter al agua esperando poder caminar río arriba. Pero la corriente era demasiado fuerte. Intentaron caminar por la orilla del río, pero el terreno era demasiado escabroso. Consideraron trepar las montañas, pero los picos eran demasiado altos. Además, no conocían el camino. Finalmente, hicieron una fogata y se sentaron. —No debimos haber desobedecido a nuestro padre —admitieron—. Estamos muy lejos de casa. Con el paso del tiempo los hijos aprendieron a sobrevivir en la tierra extraña. Hallaron nueces para comer y mataron animales para aprovechar las pieles. Determinaron no olvidarse de su tierra ni abandonar las esperanzas de regresar. Cada día se dedicaban a la tarea de hallar comida y construir refugio. Cada noche encendían una fogata y contaban historias acerca de su padre y su hermano mayor. Los cuatro hermanos anhelaban verlos de nuevo. Entonces, una noche, uno de ellos no apareció junto al fuego. Los otros lo hallaron a la mañana siguiente en el valle con los salvajes. Estaba construyendo una enorme choza de paja y lodo.


La Salvación —Ya me cansé de nuestras charlas —les dijo—. ¿De qué sirve recordar? Además, esta tierra no es tan mala. Voy a construir una gran casa y me estableceré aquí. —Pero esta no es nuestra casa —objetaron los otros. —No, pero lo es si no piensan en la verdadera. —Pero, ¿qué de nuestro padre? — ¿Y qué de él? No está aquí. No está cerca. ¿Debo quedarme para siempre esperando su llegada? Estoy haciendo nuevos amigos; estoy aprendiendo nuevas cosas. Si viene, que venga, pero no voy a quedarme sentado esperándolo. Y así, los otros tres dejaron a su hermano con la choza de lodo que estaba construyendo y se alejaron. Continuaron reuniéndose alrededor del fuego, hablando de su casa y soñando con regresar. Algunos días más tarde un segundo hermano no apareció en el campamento. A la mañana siguiente los hermanos lo hallaron en la falda de una colina contemplando la choza de su hermano. —¡Qué atrocidad! —les dijo mientras se acercaban—. Nuestro hermano es un completo fracaso. Un insulto a nuestro apellido. ¿Pueden imaginar una acción más detestable? ¿Construir una choza y olvidarse de nuestro padre? —Lo que hace no está bien —convino el menor—, pero lo que nosotros hicimos tampoco estuvo bien. Desobedecimos. Tocamos el río. Pasamos por alto las advertencias de nuestro padre. —Pues bien, tal vez cometimos una o dos faltas, pero comparado con el majadero de la choza somos santos. Nuestro padre se olvidará de nuestro pecado y lo castigará a él. —Ven —instaron los dos hermanos—, regresa a la fogata con nosotros. —No, pienso que me quedaré aquí para vigilar a nuestro hermano. Alguien tiene que anotar sus errores para mostrárselos a nuestro padre. Y así los dos regresaron, dejaron a un hermano construyendo y al otro juzgando. Los dos hijos restantes se quedaron cerca al fuego, animándose mutuamente y hablando de su hogar. Entonces, al despertar una mañana, el hijo menor descubrió que estaba solo. Buscó a su hermano y le halló cerca del río apilando piedras. —Es inútil —explicó mientras el hermano que apilaba piedras trabajaba—. Papá no vendrá a buscarme. Debo ir a él. Lo ofendí. Lo insulté. Le fallé. Solo hay una alternativa. Construiré un sendero junto al río, para regresar e ir hasta la presencia de nuestro padre. Apilaré piedra sobre piedra hasta que tenga suficientes como para recorrer el camino río arriba hasta el palacio. Cuando él vea lo duro que he trabajado y lo diligente que he sido, no tendrá otra alternativa que abrirme la puerta y permitirme entrar a casa. El último hermano no supo qué decir. Regresó a sentarse junto al fuego, solo. Una mañana oyó una voz familiar detrás de él.

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La Salvación —Papá me ha mandado a que te lleve a casa. El hijo más joven levantó sus ojos para ver la cara de su hermano mayor. —¡Viniste a buscarnos! —exclamó. Por largo rato los dos se abrazaron. —¿Y tus hermanos? —finalmente preguntó el mayor. —Uno construyó una casa aquí. Otro lo está vigilando. El tercero está haciendo un sendero río arriba. Y así el primogénito se dispuso a buscar a sus hermanos. Primero fue a la choza de techo de paja en el valle. —¡Fuera de aquí, extraño! —gritó el hermano por la ventana—. ¡Tu presencia no es grata aquí! —He venido para llevarte a casa. —No es cierto. Has venido para quitarme mi mansión. —Esto no es ninguna mansión —replicó el primogénito—. Es una choza. —¡Es una mansión! La mejor de todo el valle. La hice con mis propias manos. Ahora, fuera de aquí. No puedes apoderarte de mi mansión. —¿No te acuerdas de la casa de tu padre? —No tengo padre. —Naciste en un palacio en una tierra distante, donde el aire es cálido y los frutos abundantes. Desobedeciste a tu padre y acabaste en esta tierra extraña. He venido para llevarte a tu hogar. El hermano miró por la ventana al primogénito como si reconociera una cara que recordara haber visto en un sueño. Pero la pausa fue breve porque rápidamente los salvajes que estaban en la casa cubrieron la ventana. —¡Fuera de aquí, intruso! —exigieron—. Esta no es tu casa. —Tienen razón —respondió el primogénito—, pero tampoco es la de él. Los ojos de los dos hermanos se encontraron de nuevo. Una vez más el hermano constructor de la choza sintió un tirón en su corazón, pero los salvajes habían ganado su confianza. —Todo lo que quiere es tu mansión —exclamaron—. ¡Dile que se vaya! Y así lo hizo. El primogénito buscó al siguiente hermano. No tuvo que andar mucho. En la colina cerca de la choza y al alcance de la vista de los salvajes estaba el hijo buscador de faltas. Cuando vio que el primogénito se acercaba, le gritó: —¡Qué bueno que viniste para observar los pecados de nuestro hermano! ¿Te das


La Salvación cuenta de que le ha vuelto la espalda al palacio? ¿Te das cuenta de que nunca habla de casa? Sabía que vendrías. He guardado un registro cuidadoso de sus obras. ¡Castígale! Aplaudiré tu cólera. ¡Se lo merece! Enfrenta los pecados de nuestro hermano. —Tenemos que enfrentar primero los tuyos —dijo el primogénito con dulzura. —¿Mis pecados! —Sí, desobedeciste al Padre. El hijo se retorció y dio una palmada al aire. —Mis pecados son nada. Allí está el pecador —exclamó señalando la choza—. Déjame contarte de los salvajes que se quedan allí… —Prefiero que me hables de ti. —No te preocupes por mí. Déjame mostrarte quién necesita ayuda —dijo corriendo hacia la choza—. Ven, miraremos por las ventanas. Él nunca me ve. Vamos juntos. El hijo llegó a la choza antes de percatarse de que el primogénito no lo había seguido. Luego, el hijo mayor se dirigió al río. Allí, halló al último hermano que estaba metido hasta las rodillas en el agua apilando piedras. —Papá me ha enviado para que te lleve a casa. —No puedo hablar ahora. Tengo que trabajar —dijo el hermano sin siquiera levantar la vista. —Papá sabe que has caído. Pero él te perdonará… —Tal vez —interrumpió el hermano luchando por conservar el equilibrio contra la corriente—, pero tengo antes que llegar al palacio. Tengo que construir un sendero río arriba. Primero le mostraré que valgo la pena. Luego le pediré su misericordia. —Él ya te ha dado su misericordia. Te llevaré río arriba. Nunca podrás construir un sendero. El río es demasiado largo. La tarea es mucha para tus manos. Papá me ha mandado para que te lleve a tu hogar. Yo soy más fuerte. Por primera vez el hermano que apilaba piedras levantó la vista. —¡Cómo te atreves a hablar con tanta irreverencia! Mi padre no va a perdonar con tanta facilidad. He pecado. ¡He pecado grandemente! Él nos dijo que evitáramos el río y desobedecimos. Soy un gran pecador. Necesito trabajar mucho. —No, hermano mío, no necesitas trabajar mucho. Necesitas mucha gracia. La distancia entre tú y la casa de nuestro padre es demasiado grande. No tienes suficiente fuerza ni piedras para construir el camino. Es por eso que nuestro padre me envió. Él quiere que te lleve a casa.

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La Salvación —¿Estás diciendo que no puedo hacerlo? ¿Estás diciendo que no soy lo bastante fuerte? Mira mi trabajo. Mira las piedras. ¡Ya puedo dar cinco pasos! —¡Pero tienes que dar cinco millones más! El hermano más joven miró al primogénito con enojo. —Sé quién eres. Eres la voz del mal. Tratas de seducirme y alejarme de mi trabajo sagrado. ¡Aléjate de mí, víbora! —respondió y le lanzó al primogénito la piedra que estaba a punto de colocar en el río. —¡Hereje! —gritó el constructor de caminos—. Sal de esta tierra. ¡No puedes detenerme! Voy a construir este camino y llegaré hasta mi padre y él tendrá que perdonarme. Me ganaré su favor. Me ganaré su misericordia. El primogénito sacudió su cabeza. —Favor ganado no es favor. Misericordia ganada no es misericordia. Te imploro, déjame llevarte cargado río arriba. La respuesta fue otra piedra. De modo que el primogénito se dio vuelta y se alejó. El hermano menor lo estaba esperando junto a la fogata cuando el primogénito regresó. —¿Los otros no vinieron? —No. Uno decidió divertirse, el otro juzgar y el tercero trabajar. Ninguno escogió a nuestro padre. —¿De modo que se quedarán aquí? El hermano mayor asintió lentamente. —Por ahora. —¿Y nosotros regresaremos al padre? —preguntó el hermano. —Sí. —¿Me perdonará? —¿Me hubiera enviado si así no fuera? Y así el hermano más joven se subió a la espalda del primogénito y emprendió el camino hacia el hogar (Lucado, 1997, págs. 7-11). Esta parábola refleja muy bien la caída del ser humano como también las diferentes formas de pensar sobre el perdón y la salvación. Algunos se han acostumbrado a vivir lejos del Padre que no les interesa volver a casa. Otros piensan que juzgando y comparándose con otros, ellos son mejores para recibir el perdón y la salvación del Padre. De la misma manera, otros piensan que deben hacer méritos suficientes a través de buenas obras para obtener el perdón del Padre. Otros piensan que son tan malos que el Padre no les puede perdonar y recibir nuevamente. De ahí que debemos comprender el concepto bíblico de la gracia, la justificación y la salvación.


La Salvación LA SALVACIÓN El término salvación viene del verbo salvar “sozo”. Este puede significar “rescatar de una calamidad”, “de una situación peligrosa”, “poner a salvo” o “estar seguro” (Sproul, 1996). El término en hebreo significa “preservar la vida y proporcionar una vida próspera y plena” (Martínez, 2001, pág. 241). Sin embargo, en su sentido más amplio, el término puede traducirse de manera diferente puesto que, Dios salvó a Israel de diferentes situaciones en diversos escenarios culturales durante la historia. De ahí que, podemos definir el término salvación como “salvar del peligro”, “librar”, “rescatar”, “preservar”, “proteger”, “aprovechar”, “llevar (algo)” y “volver sano y salvo”. En el pensamiento griego, contenía la idea de “mantener a alguien vivo”, “dar bienestar a un necesitado” y “preservar la vida”. Esta idea también era referida a los dioses que rescataban a sus seguidores de los peligros de la vida. En este mismo sentido, el concepto de salvación se encuentra en el judaísmo del tiempo de Jesús. El término salvar, de manera más amplia, contiene la idea del auxilio de Dios en las dificultades terrenales de Israel. En el Nuevo Testamento, el verbo salvar alcanza un sentido profundo, pues se refiere al rescate integral de la persona. Es decir, la salvación de toda la persona, la unidad de la persona y de manera permanente. Además, el concepto de salvación podría contener la idea de curación de un enfermo (Mc. 5:34; Lc.7:50) o la liberación de un demonio (Mt. 15:28); también incluía la liberación del pecado y sus consecuencias (Jn. 5:14), el rescate (propiamente en las cartas paulinas) de los edictos de la ley, del poder de Satanás, de la debilidad de la carne y de la propia muerte espiritual; en resumen, de la condenación eterna (Martínez, 2001). Así mismo, lo entendieron los padres apostólicos, como Clemente que usa al término con la idea de liberación eterna, que promete la máxima preservación frente al máximo peligro: la ira de Dios. Sin embargo, la salvación eterna se empieza a disfrutar aquí y ahora (Lc. 19:9), no después de la muerte. La salvación se hace efectiva al creer en Jesús y exclusivamente a través de él (Hch. 4:12). El apóstol Pablo luchó con este concepto antes de su conversión. Pablo creía que el judaísmo era la única respuesta a la salvación, de las diversas religiones que prometían salvación y liberación de la muerte eterna. Él se convirtió en maestro y defensor de la fe judía (Hch. 8:1-3). Fue básicamente por este motivo que persiguió a los cristianos. Además, es posible que considerara la fe cristiana como una secta más (Hch. 7:58). Notemos lo que Pablo expresó acerca de sí mismo: Anteriormente, yo era un blasfemo, un perseguidor y un insolente; pero Dios tuvo misericordia de mí porque yo era un incrédulo y actuaba con ignorancia. Pero la gracia de nuestro Señor se derramó sobre mí con abundancia, junto con la fe y el amor que hay en Cristo Jesús. 1Ti. 1:13-14 Por lo tanto, Pablo necesitaba la intervención de Dios para cambiar y convertirse a Cristo. Pablo al tener el encuentro con Cristo, reconoció a Jesús como el mesías esperado por Israel. Todo lo que él defendía de la fe judía, la ley, los profetas y los escritos apuntaban a Cristo (Hch. 9:20). Pablo reconoció a Jesús como el Señor, esta palabra era utilizada en el Antiguo Testamento para referirse al Dios de Israel (Hch. 9:5, 6).

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La Salvación Además, Pablo como experto en la Biblia hebrea reconoció que la ley era la guía para llegar a Cristo (Ga. 3:24). Pablo también dejó claro que la función de la ley era resaltar el pecado de la humanidad y la necesidad de un salvador (Ro. 3:20 cf. Ro. 5:8). La ley era el indicador que la humanidad necesitaba, un mediador para acercarse a Dios, porque su pecado no le permitía cumplir las demandas de la ley. La ley sirvió para mostrar la incapacidad del ser humano y así llevarlo a Jesús que cumplió todas las demandas de la ley. Por tal razón, únicamente a través de Jesús hay salvación (Ro. 5:21). Pablo lo entendió y puso su fe únicamente en Cristo. Como consecuencia, su conversión ocasionó cambios prácticos en su vida, él nunca volvió a ser el mismo. Por eso, cuando Pablo afirmó “lo he perdido todo a fin de conocer a Cristo” (Fil. 3:8), inevitablemente alude a lo sucedido camino a Damasco cuando se encontró con el Cristo resucitado (Hch. 9:4-6). Pablo reconoció su total necesidad de un salvador, él reconoció lo terrible que era su pecado y creyó que en Cristo estaba el perdón y la vida eterna. Él creyó y demostró su fe en su obediencia a Jesús; fue lleno del Espíritu Santo y se convirtió en instrumento de Dios (Hch. 9:17-31). Por lo tanto, Pablo no fue objeto de un trato preferencial; todos debemos comenzar reconociendo que somos pecadores y Pablo sí que lo hizo. Todo esto deja claro que Dios tuvo un plan para la vida de Pablo que incluyó su trasfondo religioso y su vida antes de la conversión. De igual manera, Dios tiene un plan para cada uno de nosotros y en su infinita misericordia usa nuestro pasado para mostrarnos la grandeza de su gracia ante nuestra gran maldad. La formación de Pablo como fariseo, su trasfondo familiar, su fidelidad al judaísmo y su nacimiento en Tarso fueron factores importantes en su preparación para el destino final de su vida como misionero de Dios entre los gentiles. Dios en su infinito amor e inmensa bondad usa nuestro pasado lleno de pecado y nos convierte en herramientas útiles en sus manos para la proclamación del evangelio. Esta salvación solo es posible por fe. La fe es la seguridad y la confianza en la persona de Jesús, en su obra y en sus enseñanzas. Así como el hijo menor de la historia estaba convencido, y tenía la confianza que el hermano mayor lo vendría buscar para llevarlo a casa, y él no hizo nada, solamente esperó confiadamente porque tenía fe, que solo a través de la obra del hermano mayor, de llevarlo cargado lo podría llevar nuevamente a casa. Así mismo es creer que, a través de su obra, Cristo cargó nuestro pecado y como consecuencia, recibimos salvación y volvemos a casa. En el Antiguo Testamento se usa el término en hebreo “batāh” que da la idea de esperar confiadamente en Dios. También se usa el término hebreo “amān” que significa mantenerse fiel a Dios. En el Nuevo Testamento se usan los términos griegos “élpis”, “elpizo” y “pístis”, “pistéou”. Estos términos muestran dos características principales del creyente: confianza en la persona que revela, Cristo (Jn. 1:18); y apego al conocimiento revelado a través de las enseñanzas de Cristo (1Jn. 1:1, 8 cf. Hch. 1:1). El arrepentimiento y la fe son la entrada para disfrutar la salvación (Hch. 2:38). La fe que salva es dada por Dios. La fe es un regalo de Dios porque lo convence de pecado y de juicio a través del Espíritu Santo (Ro. 12:3 cf. Jn. 16:8-13). El Espíritu Santo guía al ser humano a la verdad, trae esa convicción que da sentido a la obra y enseñanzas de Cristo. Después, la persona decide aferrarse a esta enseñanza y confesarla como suya


La Salvación (Ro. 10:10-11). Creer en Jesús genera confianza en su obra para salvación (Hch. 2:3738). Porque nadie puede salvarse a sí mismo, ni siendo “bueno” ante la sociedad, solo por la obra de Cristo hallamos salvación. Él da a cada uno la fe para creer y el poder para seguirlo (Hch. 1:8).

EL SACRIFICIO DE CRISTO Para comprender un poco más el concepto de salvación es necesario reconocer la magnitud de nuestro pecado y lo incapaces que somos de acercarnos a Dios por nuestra propia cuenta. Es imposible acercarnos al Padre como lo pretendía el hermano trabajando duro, construyendo un camino con piedras río arriba para llegar donde el padre. Es solo a través de Cristo, el hermano mayor, que podremos llegar donde el Padre y escapar de la condenación eterna. Aunque no lo merecíamos, Dios en su bondad y misericordia, se acercó a nosotros y nos amó a tal punto de enviar a su Hijo a morir por nosotros. Como vimos en la historia el hijo mayor fue a buscar a sus hermanos, y ellos que habían caído no hicieron nada para que el padre mandara al hermano mayor. La Iglesia Metodista Libre de acuerdo con la Escritura cree que: Cristo ofreció de una vez y para siempre el único sacrificio perfecto por los pecados de todo el mundo. Ninguna otra satisfacción por el pecado es necesaria; ninguna otra puede redimir (Iglesia Metodista Libre, 2015, ¶114). La Biblia es enfática en esto: el amor de Dios es tan inmenso que su Hijo padeció en nuestro lugar, Él es el sacrificio vicario, su amor sobrepasa nuestro entendimiento (Jn. 3:16). El mismo Dios se hizo carne y habitó entre nosotros (Jn. 1:14). Él se encarnó para mostrarnos el camino al Padre y para identificarse con nosotros en las realidades de la vida humana, en el sufrimiento, muerte y tentación (Heb. 2:18). Aunque sufrió y vivió la realidad humana de la tentación, no pecó (Heb. 4:15). Con esto aprendió obediencia y fue perfeccionado para ser autor de eterna salvación (Heb. 5:9). La obediencia de Cristo también lo calificó como sumo sacerdote, compadeciéndose de nuestras debilidades (Heb. 4:15). Él se encarnó porque era preciso que en todo se asemejara a sus hermanos, para ser un sumo sacerdote fiel y misericordioso al servicio de Dios, a fin de expiar los pecados del pueblo (Heb. 2:17). Jesús como sacerdote es mediador de un nuevo y mejor pacto (Heb. 8:6). Él es el abogado que intercede ante el Padre celestial por los seres humanos totalmente pecadores (1Jn. 2:1). Jesús como cordero sin mancha y sin pecado llevó los pecados del mundo entero (Jn. 1:29, 36). Él una vez y para siempre se ofreció a sí mismo como sacrificio perfecto ante el Padre (Heb. 7:27, Heb. 9:12; 10:10). Así que derramó su sangre por todo el mundo para perdón de pecados, porque sin derramamiento de sangre no había perdón (Heb. 9:22). Este es el nuevo pacto que Dios ha hecho con todo el mundo: “el que crea e invoque el nombre del Señor será salvo” (Jn. 3:16 cf. Ro. 10:13-17). De ahí que, la salvación es obra cien por ciento por los méritos de Cristo y no por nuestras buenas obras, como lo quería hacer el hermano trabajador, que se quería hacer méritos ante su padre, quería mostrar que valía la pena y por eso el padre debía recibirlo. Él no comprendió lo

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La Salvación que comprendió el hermano menor que descansó en la obra del hermano mayor porque la salvación es por gracia para que nadie se gloríe (Ef. 2:8-10). La Escritura expresa que la salvación es exclusivamente a través de Jesús, de su muerte y resurrección. No hay otro camino para llegar al Padre, “en ningún otro hay salvación, porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los seres humanos mediante el cual podamos ser salvos” (Hch. 4:12). En ese mismo sentido, Pablo expresó: “hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los seres humanos, Jesucristo hombre” (1Ti. 2:5). De igual manera, el libro de Hebreos animó a su audiencia a no descuidar la salvación que fue dada por medio de la obra de Cristo en la cruz, Jesús es quien garantiza un mejor pacto (Heb. 7:22, 8:6). Dios salva a todos los que se acercan a Él, a través de su Hijo, ellos reciben la vida eterna (Heb. 7:25). Los que se acercan por medio de Jesús a Dios tienen la libertad de entrar confiadamente ante la presencia de Dios, al lugar santísimo por la sangre de Cristo (Heb. 10:19).

LA NUEVA VIDA EN CRISTO La Biblia nos enseña que a través del sacrificio de Cristo, no solamente tenemos entrada a la presencia de Dios, sino que recibimos nueva vida por su muerte. De ahí que afirmamos que: Una nueva vida y una correcta relación con Dios son hechas posibles por medio de los actos redentores de Dios en Cristo Jesús. Dios, por su Espíritu, actúa para impartir nueva vida y llevar a las personas a una relación con Él, al arrepentirse y responder por fe a su gracia. La justificación, regeneración y adopción, santificación y restauración hablan significativamente de nuestra entrada y continuidad en la nueva vida (Libro de Disciplina, 2015, ¶115). Cuando el ser humano cree en el sacrificio de Cristo y lo confiesa como su único Señor y Salvador, el Espíritu Santo viene a morar dentro de él. El Espíritu Santo restaura su imagen dentro de cada corazón que cree en Cristo (Ez. 36:26-27 cf. Hch. 2:38, Ro. 10:921). El sacrificio de Cristo posibilita la vida de Dios en el ser humano para tener una correcta relación con Dios. Por medio de la muerte de Cristo en la cruz del calvario, Dios nos da una nueva vida. El apóstol Pablo lo entendió y lo comunicó a diferentes iglesias de su época. A los hermanos de Corinto les escribió lo siguiente: Y él murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para el que murió por ellos y fue resucitado. Así que de ahora en adelante no consideramos a nadie según criterios meramente humanos. Aunque antes conocimos a Cristo de esta manera, ya no lo conocemos así. Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo! 2Co. 5:15-17 Notemos que como Cristo murió por todos, lo más lógico es que todos murieron. Así que los que viven no deben vivir para sí mismos, sino para agradar y corresponder a aquel que pagó por nuestros pecados. Pero como el que murió resucitó por nosotros, también nosotros debemos vivir como resucitados no sirviendo a las obras de la natu-


La Salvación raleza pecaminosa porque hemos muerto a esa naturaleza. Por esta razón, si alguno está en Cristo nueva criatura es, las cosas viejas pasaron, el poder del pecado no se enseñorea dentro de la nueva criatura. En ese mismo sentido, Pablo expresó desde su experiencia que como se identifica con la muerte de Cristo, él está allí juntamente crucificado con Cristo, ya no vive Pablo sino que Cristo vive en Pablo (Ga. 2:20-21). De igual manera, el apóstol Pablo lo expresó a los hermanos de Roma: ¿Qué concluiremos? ¿Vamos a persistir en el pecado para que la gracia abunde? ¡De ninguna manera! Nosotros, que hemos muerto al pecado, ¿cómo podemos seguir viviendo en él? ¿Acaso no saben ustedes que todos los que fuimos bautizados para unirnos con Cristo Jesús en realidad fuimos bautizados para participar en su muerte? Por tanto, mediante el bautismo fuimos sepultados con él en su muerte, a fin de que, así como Cristo resucitó por el poder del Padre, también nosotros llevemos una vida nueva. En efecto, si hemos estado unidos con él en su muerte, sin duda también estaremos unidos con él en su resurrección. Sabemos que nuestra vieja naturaleza fue crucificada con él para que nuestro cuerpo pecaminoso perdiera su poder, de modo que ya no siguiéramos siendo esclavos del pecado; porque el que muere queda liberado del pecado. Ro. 6:1-7 Pablo constantemente trasmite la idea que el que ha muerto con Cristo, ha resucitado con Cristo. Ahora tiene una nueva vida, el pecado resulta antinatural al creyente porque ha sido liberado a través de la muerte de Cristo del poder del pecado. El creyente ya no es esclavo del pecado, este ha perdido su dominio y poder. El pecado choca con la nueva naturaleza del creyente. En la vieja vida el pecar deliberadamente era normal, pero ahora es consciente de su lucha constante para que este no le domine (2Ti. 1:7). Así que, el creyente al ser una nueva criatura no debe permitir que el pecado reine en su cuerpo mortal, ni obedecer a sus malos deseos. Más bien, debe ofrecer su cuerpo a Dios como si hubiera resucitado de la muerte a la vida. En palabras de Pablo: “…ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios” (Ro. 12:1). La vida nueva se da si andamos conforme al Espíritu de vida, es decir, somos gobernados por Cristo Jesús que nos ha libertado de la ley del pecado (Ro. 8:1). Debemos vivir bajo la verdad de esta buena noticia y aplicarla a nuestras vidas. Solo cuando creemos en Cristo, nuestros pecados son perdonados y se nos permite vivir en una nueva y maravillosa relación con Dios. Si caminamos con Dios, procuraremos ser santos y estaremos listo para que Él haga la obra de santificación en nuestro corazón. Dios expulsará la naturaleza pecaminosa de nuestra vida y seremos libre del pecado (Ro. 6:6–6:23). Además, ¿Cómo considerarse muerto al pecado? ¿Cómo sucede esto? Entreguémonos a Dios y Él nos liberará del pecado. Si Dios resucitó a Jesús de los muertos, puede santificar nuestra vida a través del Espíritu Santo, de tal manera que, vivamos completamente para Él.

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La Salvación LA JUSTIFICACIÓN Como vimos en la parábola inicial, uno de los hermanos comenzó a juzgar al que había construido la choza; esto lo hacía para justificarse. Pues él no era, ni hacía lo que el hermano constructor. Él comenzó a compararse y a justificarse porque creía que sus pecados eran muy pocos comparados con los de su hermano; por esa razón se creía mejor y tenía justificación para ser llevado de nuevo a casa. Esta es la tendencia de muchas personas, encontramos a muchos comparándose con otros y justificándose como mejores y creyendo que por eso tienen mérito para ser justificados por sus buenas obras ante Dios, pero esto no es bíblico. Una buena noticia para el creyente, es que a través de la fe en Cristo somos justificados. La justificación por la fe es un tema que recorre toda la Biblia. La justificación es un término legal que pone énfasis en que, por medio de una nueva relación en Jesucristo, las personas son de hecho contadas como justas, siendo liberadas de la culpa y del castigo por el pecado (Libro de Disciplina, 2015, ¶116). La doctrina de la justificación por la fe es muy importante para el cristianismo porque motiva al crecimiento espiritual. Por consiguiente, la justificación es instantánea y conduce a la santificación. También es muy importante porque trae al creyente, la seguridad de su salvación a través de la obra de Cristo. De ahí que, los creyentes tienen la justicia necesaria para obtener la vida eterna. Esta enseñanza es la que distingue al cristianismo bíblico de todos los sistemas de creencias religiosas. En algunas religiones, el ser humano debe realizar diferentes obras como: ritos, obras de caridad, ser “bueno”, seguir todas las creencias al pie de la letra, etc. Es decir, la salvación depende de las obras. En el cristianismo bíblico el ser humano es salvo exclusivamente por gracia, por medio de la fe en Cristo (Ef. 2:8-9). El término “justificado” contiene la idea de hacer justo al creyente por medio de un pronunciamiento o tratado como justo en un sistema legal. La justificación es un acto exclusivamente de Dios. Allí, Dios perdona los pecados del creyente, y aplica la justicia de Cristo al ser humano pecador. Esta justificación es exclusivamente por la fe en Cristo, no es por las obras del creyente. La justicia de Cristo es imputada al creyente al creer (Ef. 2:8; Tit. 3:5). El creyente al confesar y creer en Cristo, es declarado justo por Dios; de esta forma, es liberado de la culpa del pecado y absuelto del castigo (Ro. 9:30). Dios hace justos a los pecadores a través de Jesús, y transforma su corazón para restaurar la imagen perdida de Dios en el ser humano. De esa manera, el justificado ahora es perfecto por Cristo para acercarse con libertad a Dios. La justificación está enmarcada en una declaración legal de juicio en donde se le imputan cargos al sentenciado y se le condena. Notemos la expresión de Pablo: “¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará?” (Ro. 8:33-34). En el juicio alguien acusa a la persona de delitos cometidos. El juez declara al imputado culpable o inocente. Si el imputado es culpable es condenado. Lo contario a la condenación es la justificación. Pablo expresa: “Dios es el que justifica”, es decir, declara que alguien no es culpable por haber creído en Cristo. En


La Salvación un juzgado el más importante es el juez, pues es el que tiene la facultad de condenar o justificar. Así que, pueden traer todas las pruebas de sus pecados y acusarle. Sin embargo, Dios como juez lo declara no culpable, por el hecho de haber creído en Cristo. Puesto que ha creído, Cristo llevó todo su pecado en la cruz y pagó el castigo allí (Mt. 26:28). El creyente solo necesita creer que es así y vivir conforme al Espíritu, puesto que “ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (Ro. 8:1). En el juicio, Dios como juez nos declara legalmente libres de todo cargo en nuestra contra. En primer lugar, no tenemos que pagar un castigo por los pecados pasados, presentes y futuros, puesto que, Cristo ya pagó (Heb. 7:27, 9:12, 10:10). En este mismo sentido, el apóstol Juan nos pone en un juzgado y presenta a Jesús como abogado que intercede ante el Padre (juez), por los pecados cometidos (1Jn. 2:1). La obra de Jesucristo el justo, es la que hace libre del pecado al creyente. Ahora Dios nos ve a través de la obra de su Hijo amado. Así que, el creyente no está sujeto a ninguna acusación de culpabilidad o condenación. La justificación es exclusivamente por la fe. Abraham no fue justificado por las obras. Al contrario, Abraham fue declarado justo porque le creyó a Dios y eso le fue contado como justicia (Ro. 4:1-5). En ese mismo sentido, Pablo continúa expresando: “bienaventurado aquel a quien Dios le atribuye justicia sin la mediación de las obras” (Ro. 4:6). Después cita a David y recuerda: “¡Dichosos aquellos a quienes se les perdonan las transgresiones y se les cubren los pecados! ¡Dichoso aquel cuyo pecado el Señor no tomará en cuenta!” (Ro. 4:6-8). De ahí que, la justificación incluye claramente el perdón de los pecados. El rey David había experimentado la justificación por la fe por sus pecados (Sal. 51). David expresó: “Él perdona todos tus pecados y sana todas tus dolencias.... Tan lejos de nosotros echó nuestras transgresiones como lejos del oriente está el occidente” (Sal. 103: 3, 12). De esta manera, Dios también muestra a Israel esa justicia, aun cuando este ha pecado y no es justo. Me deleito mucho en el Señor; me regocijo en mi Dios. Porque él me vistió con ropas de salvación y me cubrió con el manto de la justicia (Is. 61: 10). En este mismo sentido, Pablo habla que, para nuestra necesidad de justicia, se ha manifestado la justicia de Dios, de la que dan testimonio la ley y los profetas. Esta justicia de Dios llega, mediante la fe en Jesucristo, a todos los que creen (Ro. 3:21-22). La declaración de Dios en la justificación es que tenemos los méritos de la perfecta justicia delante de Él a través de Jesucristo. Es decir, somos justos porque Dios nos imputa la justicia de Cristo, no la nuestra. Así como la primera pareja cayó en pecado y ese pecado fue imputado a la humanidad, y todos se hicieron pecadores (Ro. 5:19); de igual manera, los pecados de la humanidad se le imputaron a Cristo, y el llevó el pecado, siendo sin pecado. Al ser sin pecado es justo. Así por la justicia de Cristo, ahora su justicia es adjudicada a los creyentes. Por esta razón, somos considerados justos. De ahí que, Pablo puede expresar que Dios hizo que Cristo fuera hecho “nuestra sabiduría, es decir, nuestra justificación, santificación y redención” (1Co. 1:30). Además, Pablo expresa que no quiere su “propia justicia que procede de la ley, sino la que se obtiene mediante la fe en Cristo, la justicia que procede de Dios, basada en la fe” (Fil. 3:9). El apóstol Pablo reconoce que la justicia que tiene ante Dios, no está basada en sus obras, sino que es la justicia del Hijo de Dios (Ro. 3:21-22).

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La Salvación Después de la justificación viene la obra de la santificación. Dios no nos declara justos en base a los méritos de justicia del ser humano o de santidad, sino sobre la base de la justicia perfecta de Cristo. Dios no nos puede declarar justos por la santidad que Él hace en nosotros porque nunca podríamos ser declarados perfectamente justos. La razón es que no podemos decir que no tenemos pecado porque lo hacemos mentiroso a Él (1Jn. 1:8-10). Así que, bajo nuestra santidad nunca habría justificación y perdón de pecados. Nunca podríamos tener la seguridad de la justificación y una relación perfecta con Dios. No es por la santidad, ni por ningún mérito humano, sino por la justicia de Cristo adjudicada al ser humano. Por esta razón, Pablo expresó: “ya que hemos sido justificados mediante la fe, tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Ro. 5:1). Si la justificación se basara en lo que somos interiormente, nunca habría seguridad y confianza de expresar: “ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús” (Ro. 8:1). No habría la seguridad de perdón de pecados, ni confianza de poder acercamos a Dios “con corazón sincero y con la plena seguridad que da la fe” (Heb. 10:22). Además, no habría lugar para hablar de la abundante gracia y el don de la justicia (Ro. 5:17). Ni tampoco de que la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor (Ro. 6:23). Sin fe es imposible alcanzar la justificación. La fe es necesaria para ser justificados y es dada por Dios en diferentes medidas a cada persona (Ro. 12:3). Así que, nadie es justificado por la bondad innata de la fe, sino es dada por Dios. De ahí que, no podemos pensar que la fe tenga méritos delante de Dios porque la fe es otorgada por Dios mismo. La fe por sí misma nunca ganará la justificación. La fe dada por Dios permite al ser humano creer y confesar a Cristo y ser justificado por los méritos de Cristo (Ro. 5:17-19). Así que, la justificación en ningún momento depende del ser humano o de la fe, sino de Dios. Sin embargo, cómo entender lo que expresa Santiago en su carta cuando expresa: “¿No fue declarado justo nuestro padre Abraham por lo que hizo cuando ofreció sobre el altar a su hijo Isaac? …Como pueden ver, a una persona se la declara justa por las obras, y no solo por la fe” (Stg. 2:21, 24). Aparentemente, la expresión de Santiago no concuerda con el contenido paulino donde dice: en repetidas ocasiones que, “nadie será justificado en presencia de Dios por hacer las obras que exige la ley” (Ro. 3:20). Esta misma declaración la encontramos en la carta a los Gálatas: …al reconocer que nadie es justificado por las obras que demanda la ley, sino por la fe en Jesucristo, también nosotros hemos puesto nuestra fe en Cristo Jesús, para ser justificados por la fe en él y no por las obras de la ley; porque por estas nadie será justificado. Ga. 2:16 cf. Ga. 3:11, 5:4 Lo que Santiago está diciendo es que: “Abraham creyó a Dios y le fue contado por justicia” (Gn. 15:6). La misma fe de Abraham lo llevó a las obras: salir de su tierra (Gn. 12:4). La misma fe lo llevó a ofrecer a su hijo: “pensando que Dios lo podía levantar de los muertos” (Gn. 22 cf. Heb. 11:17-19). Si Abraham hubiera creído y no hubiera salido de su tierra, es decir, si no hubiera obrado, esa fe sería muerta (Stg. 2:17). Así que Santiago está diciendo que Abraham mostró su fe a través de sus obras, la fe es


La Salvación perfeccionada por medio de estas (Stg. 2:18 cf. 2:22). La fe en Dios se muestra amando al prójimo (Stg. 2:8). La fe y las obras van juntas, por eso Abraham creyó y actuó conforme a su fe (Stg. 2:26). De ahí que, fue declarado justo y llamado amigo de Dios (Stg. 2:23). En este mismo sentido, Pablo expresa que: “a Abraham la fe le fue contada por justicia” (Ro. 4: 2, 3, 9, 11, 13, 22). La justicia de Dios En los escritos de Pablo, queda claro que la justicia de Dios debe entenderse como la demostración del amor de Dios, que corrige la relación entre el ser humano pecador y el Dios perfecto. Todos los creyentes somos declarados justos por Dios con un objetivo en especial, participar activamente en los propósitos de Dios para el mundo. Esto significa que la justicia no es un estado que nos permite ser espectadores en el mundo. Es una actividad en la que los cristianos debemos participar activamente. La justicia significa que somos llamados a hacer la voluntad de Dios en este mundo. Ser hechos justos por la gracia de Dios significa participar activamente en el mundo proclamando el evangelio (Ro. 1:14-15). Para esto, Dios nos ha dado dones que debemos poner al servicio de la iglesia (Ro. 12:3-8). Además, somos llamados a demostrar un estilo de vida contrario al que caracteriza al mundo (Ro. 12:1-2). Dios no da la justicia, sino que nos convierte en justos. Somos justos por su obra redentora en la cruz. Y ahora Dios espera que hagamos lo que Él considera justo. Pablo entendía la verdad de que la fe es un don del Dios justo (Ef. 2:8). Es un don que se ha concedido a todos los seres humanos por gracia inmerecida, ya que nadie puede jamás ganarlo. Esto nos lleva a otro aspecto importante de la salvación. La salvación que se le concede al ser humano debe ser entendida como un don de la gracia inmerecida. La gracia de Dios El ser humano recibe la gracia de Dios a través de Cristo, el Hijo mayor, como un don gratuito. El ser humano depende de la gracia que es dada solo por Dios. Todo esto es posible por la muerte de Cristo y constituye la esencia de la doctrina sobre la justificación. En el libro de Romanos, Pablo proclama victoriosamente que la justificación es un favor inmerecido. Por eso, concluye su exposición sobre la justificación con un grito de victoria: “¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál principio? ¿Por el de la observancia de la ley? No, sino por el de la fe. Porque sostenemos que todos somos justificados por la fe, y no por las obras que la ley exige” (Ro. 3:27-28). Esta verdad se reitera en 1 Corintios 15:55: “¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?”. Por lo tanto, la justificación del ser humano es el resultado de la gracia de Dios, expresada en Cristo; y esta, hace posible nuestra reconciliación con Él. Al igual que la justificación, la reconciliación es una obra exclusiva de Dios y demuestra el amor de Dios para con nosotros. Él siempre nos ha amado y por eso envió a Jesús a la cruz para reconciliarnos con Él. Fue su plan. A través de Cristo, Dios reconcilió consigo al mundo (2Co. 5:19) y, como un don de gracia, esto se convierte en un llamado importante, no solo para nosotros, sino para el mundo entero: ¡Reconcíliese con Dios! Esto deja claro que el acto de salvación de Dios en la muerte de Cristo abarca al mundo entero. Por lo tanto, la justificación es un acto de Dios que establece un estado de salvación: “…esta gracia en la cual estamos firmes…” (Ro. 5:2).

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La Salvación ACTIVIDADES DE EVALUACIÓN 1. Haga dos listas donde pueda reflexionar sobre la gravedad del pecado y sus consecuencias en su vida. La siguiente tabla le ayudará a identificar los pecados propios o ajenos que han traído consecuencias graves para su vida (pueden ser externas o internas).

2. Teniendo en cuenta la nueva identidad que tiene en Cristo, lea las siguientes citas bíblicas y desarrolle la siguiente tabla:


La Salvación

3 LA SALVACIÓN II Propósito de la lección

Identificar la salvación como un estado, y a su vez, un proceso continuo en la vida de cualquier creyente en Cristo.

Resultados de la lección

Al concluir esta lección el estudiante: • Comprenderá la salvación como un estado y un proceso continuo de por vida. • Identificará aquellas áreas en su vida donde no ha estado viviendo en santidad. • Tomará conciencia de la necesidad de ser plenamente restaurados por Cristo.

Contenido

• Introducción • La regeneración • La adopción • La santificación • La restauración • Actividades de evaluación


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La Salvación II INTRODUCCIÓN

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ndrés, es el menor de tres hermanos. Él fue levantado en un contexto poco amable, donde el “pan de cada día” eran los disparos. A muy corta edad empezó a hacer mandados para los pandillas del barrio. Estudió solamente la primaria porque prefería estar con los “amigos” del barrio, que le daban algo de dinero por los mandados. Cuando cumplió 20 años, la mayoría de sus “amigos” ya no estaban, muchos habían muerto en enfrentamientos con otras pandillas, otros huyeron y él quedó al frente del “negocio”. Andrés tenía a su cargo la venta de la droga y el control de su barrio. Su mamá durante este tiempo recurrió a diferentes tipos de ayuda. Sin embargo, nada pudo ayudar a Andrés. Su mamá desesperada se refugió en Cristo y todos los días oraba por él. Una noche se quedó dormida leyendo la Biblia esperándolo. Andrés al entrar a la casa vio a su mamá dormida con la Biblia abierta. Así que tomó la Biblia y con curiosidad la abrió. Andrés leyó: “Hijos, obedezcan en el Señor a sus padres, porque esto es justo. “Honra a tu padre y a tu madre —que es el primer mandamiento con promesa— para que te vaya bien y disfrutes de una larga vida en la tierra” (Ga. 6:1-2). Andrés sintió que realmente alguien le había hablado a través de ese libro. Su corazón comenzó a palpitar más fuerte y esas palabras penetraron en su corazón. Sin embargo, Andrés continuó desobedeciendo a su mamá. Su mamá se despertó y Andrés volvió a salir. Su mamá le dijo: “Mijo no se valla, vea que por ahí lo buscan para matarlo”. Pero él no le hizo caso y salió nuevamente. Esa madrugada Andrés fue blanco de una ráfaga de disparos que mató a su “amigo” y lo dejó mal herido, él sangrando recordó las palabras de la Biblia y le pidió a Dios que no lo dejara morir. Y ese día no murió. Con el tiempo se recuperó y asistió un par de domingos a la iglesia, pero todavía era el jefe de la pandilla que mandaba todo el barrio. Un día mientras Andrés se dirigía a la tienda de “Don Pacho” fue abordado por un hombre que con un revolver lo hizo arrodillar y puso su revolver en su cabeza. Andrés consternado, recordó las palabras de la Biblia y de su madre: -Hijo mi oración a Dios cada día es por tu vida- y en su mente dijo -Dios líbrame- Cuando el hombre estaba a punto de disparar, uno de sus “amigos” disparó primero y le salvó la vida. Andrés le contó a su madre lo que le pasó y su mamá le dijo las mismas palabras que él había leído en la Biblia. Su mamá lo invitó nuevamente a la iglesia, pero tuvo suficientes excusas para rechazar la invitación, pronto Andrés olvidó lo sucedido y continúo manchando sus manos de sangre, corrompiendo su cuerpo con drogas y envenenando a otros. Ocho meses después, Andrés fue capturado por la policía y llevado a la cárcel. Allí se encontró con un familiar de alguien que él había matado y fue golpeado hasta caer casi muerto. Justo en ese momento recordó las palabras de su mamá que salía de la cita que había leído, le pidió a Dios otra oportunidad. Allí pidió a su mamá una Biblia y comenzó a leerla y a cambiar. Un año después de estar en la cárcel fue dejado en libertad porque no encontraron pruebas en su contra, dijeron que su hoja de vida estaba limpia. Eso sorprendió a Andrés y está convencido de que fue un milagro.


La Salvación II Al salir de la cárcel se propuso seguir a Dios, pero cuando llegó al barrio fue recibido por sus “amigos”, quienes hicieron una fiesta hasta el amanecer. Continúo su vida ignorando el llamado de Dios por dos años más. Fue en ese tiempo que empezó a sentir mucho dolor en su estómago, el dolor era tan fuerte que no podía soportarlo, cada vez se hacía más insoportable, trataba de calmarlo con las drogas, pero cada vez su estado era peor, al punto de vomitar sangre. Las palabras leídas ese día llegan a su cabeza una y otra vez: “Hijos, obedezcan en el Señor a sus padres, porque esto es justo. “Honra a tu padre y a tu madre —que es el primer mandamiento con promesa— para que te vaya bien y disfrutes de una larga vida en la tierra”. Andrés fue al médico y para su sorpresa, le diagnosticaron cáncer de estómago avanzado. El médico dijo: “Lo siento Andrés, ya no podemos hacer nada por ti, te queda poco tiempo de vida”. Sus oídos no podían creer lo que escuchaba y en ese momento sintió que quería vivir, que tenía una deuda con su familia y con su barrio, que necesitaba a Dios en su vida. Andrés cayó de rodillas y lloró desconsolado, le pidió perdón a Dios, a toda su familia. Entendió que no podía rechazar el llamado de Dios. entregó su vida por completo a Jesús y decidió caminar con él durante el tiempo de vida que le fuera otorgado. Ese día Andrés sintió que era amado por Dios y que el Padre lo recibía como ese hijo perdido, sintió en su corazón que era hijo de Dios por la muerte de Jesús en la cruz. Inesperadamente Andrés fue empezó a sanar, sus vómitos cesaron y su rostro cambió. Ahora Andrés se dedica a resarcir el daño causado. Trabaja por la restauración de jóvenes y niños que están en las drogas. Él expresa que no es perfecto, pero que solo la gracia de Dios lo salvó y lo restauró. Este testimonio refleja la gracia y la regeneración de Dios en la vida de Andrés. Él ahora vive para agradar a “aquel que lo llamo de tiniebla a luz” a aquel que lo libró de la muerte y le dio el regalo inmerecido de la vida eterna. Aquí observamos la regeneración de Andrés, un hombre que se sumió en el mal pero en quien Dios comenzó a hacer su obra hasta que respondió al llamado y fue regenerado.

LA REGENERACIÓN Una parte del camino de la salvación es la regeneración. El término regeneración ilustra muy bien el concepto de lo que Dios hace por el ser humano caído. La regeneración es el proceso y el resultado de recuperar el diseño original y la función de lo que se ha dañado. En ese mismo sentido, la regeneración es el proceso por el cual Dios restablece su imagen en el ser humano. Podría decirse que Dios restaura la relación con el ser humano y le da vida espiritual. En otras palabras, Dios hace “nacer de nuevo” o de “arriba” al ser humano (Jn. 3:3-8). La Iglesia Metodista Libre cree que Dios regenera al ser humano: La regeneración es un término biológico que ilustra que, por una nueva relación en Cristo, uno tiene derecho, de hecho, a una vida nueva y una naturaleza espiritual nueva capaz de tener fe, amor y obediencia a Cristo como Señor. El creyente es nacido de nuevo y es una nueva creación. La vida anterior ya pasó; ha comenzado una nueva vida (Libro de Disciplina, 2015, ¶117).

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La Salvación II En pocas palabras, la persona que cree y entrega su vida a Cristo, ahora tiene una nueva relación con Dios. Por esa razón, Dios le da una vida nueva y una naturaleza espiritual. A continuación, veremos algunos aspectos clave sobre la regeneración. 1. La regeneración es obra de Dios La regeneración al igual que la justificación es una obra exclusiva de Dios. Aquí el ser humano no puede hacer nada, todo lo hace Dios. El Evangelio de Juan en el prólogo, nos deja en claro que “…a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios. Estos no nacen de la sangre, ni por deseos naturales, ni por voluntad humana, sino que nacen de Dios” (Jn. 1:12-13). En este mismo sentido, Jesús le expresó a Nicodemo que el nacer de nuevo procede de Dios y no por deseo del ser humano (Jn. 3:5-6). En la Escritura se resalta que Cristo nos hizo “nacer de nuevo”, “renacer” (Stg. 1:18; 1 P. 1:3). La analogía del nacimiento ilustra muy bien lo que Jesús quiso enseñar a su audiencia, y estos lo entendieron muy bien. Es verdad que nadie por su voluntad fue engendrado, nadie pidió ser traído al mundo, ninguno fue traído por su voluntad, eso es imposible. De esa misma manera, el ser humano no puede hacer algo para ser engendrado y nacer de nuevo. Lo natural es que Dios mismo lo haga nacer de nuevo. En este mismo sentido, el profeta Ezequiel nos dice que Dios prometió regenéranos y darnos una nueva vida espiritual: Les daré un nuevo corazón, y les infundiré un espíritu nuevo; les quitaré ese corazón de piedra que ahora tienen, y les pondré un corazón de carne. Infundiré mi Espíritu en ustedes, y haré que sigan mis preceptos y obedezcan mis leyes. Ez. 36:26-27 Es muy importante observar que, siempre que se habla de regeneración, es el Espíritu Santo quien se encarga de restaurar su imagen en nosotros. Sin embargo, toda la santa Trinidad está involucrada en el proceso de regeneración (Ef. 2:5; cf. Col. 2:13; Stg. 1:17-18; 1P. 1:3). 2. Relación del llamamiento y la regeneración La gracia preveniente es el concepto de que Dios siempre toma la iniciativa y se acerca al ser humano, trabaja en él antes que este responda. Así que, la regeneración vendría a ser primero y luego el llamamiento en el cual la persona responde con fe salvadora. Sin embargo, la regeneración y el llamamiento pueden ser al mismo tiempo como lo indica Pedro: Pues ustedes han nacido de nuevo, no de simiente perecedera, sino de simiente imperecedera, mediante la palabra de Dios que vive y permanece... y esta es la palabra del evangelio que se les ha anunciado a ustedes. 1P. 1:23, 25 Pedro transmite la idea de que el nuevo nacimiento va junto a la proclamación del evangelio por el cual Dios lleva a cabo su llamamiento eficaz. En ese mismo sentido, Santiago expresa: “por su propia voluntad nos hizo nacer mediante la palabra de verdad, para que fuéramos como los primeros y mejores frutos de su creación” (Stg. 1:18). “Al tiempo que el evangelio llega a nosotros, Dios nos habla por medio de este para con-


La Salvación II vocarnos a su presencia (llamamiento eficaz) y darnos una nueva vida espiritual (regeneración) de manera que estemos capacitados para responder en fe” (Grudem, 1994, pág. 734). Ejemplo de lo anterior, son Cornelio y su familia, quienes mientras Pedro proclamaba el evangelio, recibieron el Espíritu Santo (Hch. 10:44). De ahí, podemos concluir que tanto el llamamiento como la regeneración ocurren simultáneamente. Sin embargo, la conversión de Cornelio muestra que la gracia preveniente ha trabajado en él para efectuar el llamamiento y responder en fe (Hch. 10:2-3). De igual manera, encontramos la conversión de Lidia, que mientras escuchaba, el Señor le abrió el corazón para que respondiera al mensaje de Pablo (Hch. 16: 14). Dios había trabajado en ellos anticipadamente. Les abre sus corazones, para estar en condición de escuchar el evangelio y responder en fe. De ahí que, Pablo expresa que: “el que no tiene el Espíritu no acepta lo que procede del Espíritu de Dios, pues para él es locura. No puede entenderlo, porque hay que discernirlo espiritualmente” (1Co. 2:14). En los que Dios no ha trabajado, no entienden y no pueden buscar a Dios, no pueden responder en fe (Ro. 3:11). Así que, la gracia preveniente les regenera el pensamiento para que puedan responder en fe salvadora. De todo lo anterior podemos concluir que, la regeneración va primero que el llamamiento o vienen casi juntas. Sin embargo, esta obra de Dios, no la podemos percibir porque: “El viento sopla por donde quiere, y lo oyes silbar, aunque ignoras de dónde viene y a dónde va. Lo mismo pasa con todo el que nace del Espíritu” (Jn. 3:8). 3. La naturaleza de la regeneración Al creer en Jesús, el Espíritu Santo viene y habita en el creyente. Jesús expresó que el Espíritu Santo: “vive con ustedes y estará en ustedes” (Jn. 14:17). Él es el que hace efectiva la redención, pues nos convence de pecado y de juicio (Jn. 16:8). Al convencernos, y nosotros responder al llamado de Dios, Él viene y mora dentro de nosotros. Al vivir dentro de nosotros nos da vida espiritual, puesto que nuestro espíritu estaba muerto en delitos y placeres. Por consiguiente, estábamos muertos para Dios por nuestros pecados (Ef. 2:1, 5; Col. 2:13). Nuestro espíritu vive para Dios a causa de la justicia de Cristo imputada al ser humano (Ro. 8: 10). Además, vivifica también nuestros cuerpos mortales para no vivir conforme a las obras pecaminosas (Ro. 8:11). De ahí que, nos hace renacer. Es decir, tanto del espíritu, como de nuestro cuerpo. De esta manera, la regeneración afecta cada área del ser humano. Así que, Pablo puede expresar en su carta a los corintios: “si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!” (2Co. 5:17). A través de la obra de la regeneración, Dios nos da vida nueva y es un proceso instantáneo. Sin embargo, no podemos saber con exactitud cuándo sucede porque el peregrinaje de cada persona es diferente. Aunque, el cambio interno se hace evidente en el comportamiento, en sus actitudes y en el gozo de la persona. Además, se toma conciencia de una nueva vida espiritual que le facilita disfrutar de la presencia de Dios, la cual anhela (Sal. 16:11). Nace el deseo de orar, de leer la Biblia, de adorar y compartir su gozo a los demás. De ahí que, la constante relación con Dios crea en el creyente un vínculo de confianza y convicción en la obra de Cristo para perdón de pecados y salvación (1Jn. 2:28, 3:21, 4:18).

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La Salvación II 4. La regeneración genuina trae resultados en la vida Como se expresó anteriormente, la regeneración trae una nueva vida integral. Pues: “ninguno que haya nacido de Dios practica el pecado, porque la semilla de Dios permanece en él; no puede practicar el pecado, porque ha nacido de Dios” (1Jn. 3:9). El apóstol Juan expresa que el nacido de nuevo es regenerado, es consciente de pecado, y ya no disfruta el pecado, se convierte en enemigo permanente del pecado. De ahí que, el nacido de nuevo no peca deliberadamente porque tiene la presencia del Espíritu Santo en su vida. Notemos que el regenerado no peca conscientemente como lo hacía antes, sino que abandona todo pecado, este ya no es su amante secreto. Su estilo de vida y valores cambian, al adquirir los valores del reino de Dios, y al no amoldarse a los valores y estándares del mundo (Ro. 12:1-13:14). Ahora lo que lo caracteriza es el fruto del Espíritu Santo: Amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. No hay ley que condene estas cosas. Los que son de Cristo Jesús han crucificado la naturaleza pecaminosa, con sus pasiones y deseos. Ga. 5:22-24 El amor viene de Dios y este amor nos lleva a amar a Dios y al prójimo (1Jn. 4:7 cf. Ro. 5:5). Un amor verdadero a Dios lleva naturalmente con gozo a vencer el mundo con sus deseos y pasiones, a obedecer sus mandamientos que no son gravosos (1Jn. 5:3-5). El amor nos lleva naturalmente a amar al prójimo, y hacer obras de misericordia (Stg. 2:8, 18) y a practicar la justicia (1Jn. 2:29). Por otro lado, las pruebas y tribulaciones, son afrontadas por aquel que ha nacido de nuevo con sumo gozo, sabiendo que la prueba de la fe produce paciencia y la paciencia se desarrolla plenamente, para hacerle perfecto y completo, sin que le falte nada (Stg. 1:3-4, cf. Heb. 5:8). Es decir, el regenerado sabe que la prueba de la fe lo hace crecer, y así reflejar el carácter de Dios. Cuando no sabe cómo afrontarla puede acercarse a Dios con confianza y pedirle sabiduría. El objetivo de las pruebas es que nos acerquemos a Dios y dependamos de Él (Stg. 1:6-11). A través de las pruebas se producen buenos propósitos en nosotros (Ro. 8:28). Por último, el beneficio de los nacidos de nuevo es que Dios los protege de Satanás: “sabemos que el que ha nacido de Dios no está en pecado: Jesucristo, que nació de Dios, lo protege, y el maligno no llega a tocarlo” (1Jn. 5:18). Además, “el que está en ustedes es más poderoso que el que está en el mundo” (1Jn. 4:4). El Espíritu Santo que está en nosotros es más poderoso para mantenernos firmes que cualquier otra circunstancia (Ef. 5:25).

LA ADOPCIÓN Ampliando un poco el testimonio de Andrés, él había crecido sin su padre terrenal, su padre lo había abandonado. Sin embargo, el día que se convirtió se sintió que tenía un Padre celestial que lo había protegido, le había hablado a través de la Biblia y que siempre lo había estado buscando. Esto es bíblico, ella nos dice que al creer en Cristo llegamos a ser de la familia de Dios. Así que como Iglesia Metodista Libre creemos:


La Salvación II La adopción es un término filial lleno de calor, amor y aceptación. Realza que por una nueva relación en Cristo el creyente ha llegado a ser su hijo amado, librado del dominio del pecado y de Satanás. El creyente tiene el testimonio del Espíritu de que es un hijo de Dios (Libro de Disciplina, 2015, ¶118). Como bien lo expresa nuestro Libro de Disciplina, el término adopción es filial, implica cercanía máxima. Dios nos hace miembros de su familia, nos recibe con todo su amor y aceptación en su hogar. Pasamos a ser hijos de Dios porque su imagen ya fue restaurada en nosotros. La adopción es volver a casa de donde nunca debimos haber salido. Así como una persona decide adoptar a un niño por gracia, y el niño no hace nada, no tiene méritos, pero llega a ser su hijo legítimo. La adopción es exclusivamente la acción de Dios mediante la cual Él nos reconoce como su imagen restaurada a través de Jesús y nos hace miembros de su familia. Juan nos dice: “más a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios” (Jn. 1: 12). Este verso podría ser mal interpretado al pensar que la acción es del creyente por haberlo recibido y creído en Él. Aún muchos dicen ser hijos de Dios por ser creados por Dios. Sin embargo, Juan no deja lugar a dudas y expresa: “Estos no nacen de la sangre, ni por deseos naturales, ni por voluntad humana, sino que nacen de Dios” (Jn. 1:13). El mensaje es claro: la adopción es la exclusiva acción de Dios que regenera para que puedan creer. Tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, no se es hijo solamente porque se haya nacido del progenitor, sino porque realiza el mismo oficio y vocación que el padre. De ahí que, Jesús les expresó a los judíos que se enorgullecían de ser hijos de Abraham, pero que su vocación incrédula, y constante al mal no reflejaba a quien ellos decían era su padre (Jn. 8:34, 37 cf. 40,41). Sus acciones e incredulidad reflejaban, sin lugar a duda, que su padre era el diablo (Jn. 8:44). Si Abraham realmente fuera su padre, ellos creerían en Jesús, pues tendrían la vocación de creer como Abraham (Jn. 8:39-40 cf. Ga. 3:29, 28-31, 1P. 3:6). Ahora los judíos expresan que tienen como padre a Dios. Y Jesús le contesta: Si Dios fuera su Padre, ustedes me amarían... Ustedes son de su padre, el diablo, cuyos deseos quieren cumplir. Desde el principio este ha sido un asesino, y no se mantiene en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando miente, expresa su propia naturaleza, porque es un mentiroso. ¡Es el padre de la mentira! Jn. 8:42-44 También los judíos mentían al decir que eran hijos de Dios, pues no creían en Jesús y lo querían asesinar (Jn. 8:40). De ahí que, mostraban a través de sus acciones que eran hijos del diablo. Por las obras y la vocación se conoce al verdadero hijo de Dios. En este mismo sentido Pablo expresó: Cuando estabas muertos en delitos y pecados...éramos hijos de desobediencia siguiendo los deseos de la carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás. Ef. 2:2- 3, cf. Ef. 5:6

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La Salvación II De ahí que el hijo se conoce por lo que hace, por su comportamiento. Al ser adoptados por creer en Jesús, nuestra imagen es restaurada a través del Espíritu Santo que hace morada en nosotros (Jn. 14:17 cf. Ro. 8:14). Notemos que habla en términos familiares morar o vivir. Además, la familiaridad de Jesús: “no los dejaré huérfanos” (Jn. 14:18). De ahí que, Pablo dice: Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: “¡Abba! ¡Padre!” El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y, si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues, si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. Ro. 8:14-17 Pablo nos explica que al ser guiados por el Espíritu de Dios somos hijos de Dios, pues hemos recibido el Espíritu de adopción que nos acerca confiadamente al Padre. No solo nos acerca al Padre, sino que tenemos la familiaridad de llamarlo “Papito” con toda confianza. Porque realmente nos ha amado, ha demostrado su amor para con nosotros enviando a su unigénito Hijo (1Jn. 3:1-2). Además, nos ha hecho herederos de Dios, es decir, nos permite estar donde Jesús está y disfrutar toda la creación, tenemos los mismos privilegios y beneficios de Jesús. Por esta razón, Pablo deja claro que:

…si ustedes pertenecen a Cristo, son la descendencia de Abraham y herederos según la promesa... Ustedes ya son hijos. Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: “¡Abba! ¡Padre!” Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y, como eres hijo, Dios te ha hecho también heredero. Ga. 3:29, 4:6-8 cf. Heb. 2:12-13 Además, Pablo también deja claro que como hijos de Dios: “aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo” (Ro. 8:23). En pocas palabras, la resurrección, el nuevo cuerpo glorioso para disfrutar de toda la creación de Dios.

LA SANTIFICACIÓN Como vimos en el testimonio de Andrés, al convertirse a Cristo tuvo un cambio de vida que le permitió comenzar a ayudar a las personas que están en las drogas. Este cambio de vida se llama santificación. Como Iglesia Metodista Libre creemos que: La santificación es aquella obra de salvación de Dios que empieza con nueva vida en Cristo por la cual el Espíritu Santo renueva a su pueblo a la imagen de Dios, transformándoles por medio de momentos decisivos dentro de un proceso extendido, de un estado de gloria a otro, y conformándoles a la imagen de Cristo. Al rendirse a Dios en fe, y al morir a sí mismo a través de la entera consagración, el Espíritu Santo llena a los creyentes de amor, y los purifica del pecado. Esta relación santificadora con Dios


La Salvación II sana la mente dividida, redirige el corazón hacia Dios, y capacita a los creyentes para agradar y servir a Dios en sus vidas cotidianas. De esta forma, Dios libera a su pueblo para amarle con todo su corazón, alma, mente y fuerza, y para amar a su prójimo como a sí mismo (Libro de Disciplina, 2015, ¶119). El libro de disciplina deja en claro que la verdadera santidad es el proceso de Dios por el cual libera al ser humano de su egoísmo para que pueda amar a Dios y su prójimo. La verdadera santidad es el gozo de amar a Dios y al prójimo. Tanto la santificación como la justificación comienzan con la acción previa de Dios en la vida del ser humano y exige una respuesta de su parte. Pablo nos expresa que: “nos salvó mediante el lavamiento de la regeneración y de la renovación por el Espíritu Santo” (Tit. 3:5). Es decir, la santificación comienza en la regeneración. La regeneración o nuevo nacimiento hace que el pecado sea innatural a la nueva criatura. Pues, “Ninguno que haya nacido de Dios practica el pecado, porque la semilla de Dios permanece en él; no puede practicar el pecado, porque ha nacido de Dios” (1Jn. 3:9). Aquí observamos, un cambio radical en el estilo de vida del creyente, ya deja de practicar el pecado como un hábito o estilo de vida (1Jn. 3:9). El creyente se hace consciente de su pecado y este, se convierte en su enemigo principal. Al ser consciente del pecado, el cambio moral inicia, siendo esta la primera etapa de la santificación. Pablo nos muestra esta etapa de la santidad como un hecho completo: “pero ya han sido lavados, ya han sido santificados, ya han sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y por el Espíritu de nuestro Dios” (1Co. 6:11). Vista la santidad como algo ya efectuado, como un proceso completo, Pablo puede expresar de los creyentes que: “a todos los santos en toda la región de Acaya” (2Co. 1:1). Y que estos tienen “herencia entre todos los santificados” (Hch. 20:32). Los creyentes son santificados y tienen herencia porque “ustedes considérense muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús... Así el pecado no tendrá dominio sobre ustedes, porque ya no están bajo la ley sino bajo la gracia” (Ro. 6:11, 14). En ese mismo sentido, Pablo expresa que los creyentes han sido: “liberados del pecado” (Ro. 6: 18). Los creyentes son santos porque el poder del pecado ha perdido toda su fuerza, ya no tiene dominio sobre el creyente. Pablo dice: “Pues Dios no nos ha dado un espíritu de timidez, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2Ti. 1:7). En otras palabras, al morir con Cristo toda persona queda libre del pecado y al habitar la simiente de Dios le da el poder para vencer todo pensamiento y comportamiento pecaminoso en vida. De ahí que, Pablo expresa: “no permitan que el pecado reine en su cuerpo mortal, ni obedezcan a sus malos deseos. No ofrezcan los miembros de su cuerpo al pecado como instrumentos de injusticia, ofrézcanse más bien a Dios...el pecado no tendrá dominio sobre ustedes” (Ro. 6:12-14). Al no tener el pecado ningún dominio sobre nosotros, implica “una reorientación de nuestros deseos de manera que ya no tenemos una inclinación dominante hacia el pecado en nuestra vida… Este cambio en los deseos e inclinación de la persona ocurre al comienzo de la santificación” (Grudem, 1994, pág. 327). Aunque podemos hablar de un proceso definido, ya realizado, la Biblia nos muestra que la santificación es un proceso que va aumentando a lo largo de la vida.

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La Salvación II La santificación va aumentando a lo largo de la vida Las personas que se han identificado con Cristo han muerto al pecado y han sido levantadas con Cristo. Es decir, están “muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús” (Ro. 6:11-13). Sin embargo, Pablo reconoce que la naturaleza pecaminosa continúa en él: Sabemos, en efecto, que la ley es espiritual. Pero yo soy meramente humano, y estoy vendido como esclavo al pecado. No entiendo lo que me pasa, pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco. Ahora bien, si hago lo que no quiero, estoy de acuerdo en que la ley es buena; pero, en ese caso, ya no soy yo quien lo lleva a cabo, sino el pecado que habita en mí. 18 Yo sé que en mí, es decir, en mi naturaleza pecaminosa, nada bueno habita. Aunque deseo hacer lo bueno, no soy capaz de hacerlo. De hecho, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. Y, si hago lo que no quiero, ya no soy yo quien lo hace, sino el pecado que habita en mí. Así que descubro esta ley: que, cuando quiero hacer el bien, me acompaña el mal. Porque en lo íntimo de mi ser me deleito en la ley de Dios; pero me doy cuenta de que en los miembros de mi cuerpo hay otra ley, que es la ley del pecado. Esta ley lucha contra la ley de mi mente, y me tiene cautivo. ¡Soy un pobre miserable! ¿Quién me librará de este cuerpo mortal? 25 ¡Gracias a Dios por medio de Jesucristo nuestro Señor! En conclusión, con la mente yo mismo me someto a la ley de Dios, pero mi naturaleza pecaminosa está sujeta a la ley del pecado. Ro. 7:14-25 Aquí Pablo nos muestra la realidad de todo creyente. Dios lo ha limpiado del pecado, pero esto no implica que le haya quitado todas las luchas con su naturaleza pecaminosa. Esto es, para que dependa única y exclusivamente de Dios, de su ayuda y su gracia. En este sentido, podemos hablar que la santidad va en aumento. Notemos que Pablo también habló de su lucha interior: Para evitar que me volviera presumido por estas sublimes revelaciones, una espina me fue clavada en el cuerpo, es decir, un mensajero de Satanás, para que me atormentara. Tres veces le rogué al Señor que me la quitara; pero él me dijo: Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad. 2Co. 12:7-9

Lo que Pablo nos expresa en su contexto más amplio es que él más que nadie tenía la posibilidad de gloriarse por las revelaciones, pues Dios lo había llevado al paraíso (2Co. 12:4-5). Él tenía de que gloriarse, tenía “méritos”. Sin embargo, el texto nos deja claro que fue la gracia de Dios que lo llevó al paraíso y no los méritos propios porque aún combatía con el pecado (2Co. 12:7). De ahí que, Pablo nos expresa que: No es que ya lo haya conseguido todo, o que ya sea perfecto. Sin embargo, sigo adelante esperando alcanzar aquello para lo cual Cristo Jesús me alcanzó a mí. Hermanos, no pienso que yo mismo lo haya logrado ya. Más bien, una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y esforzándome por alcanzar lo que está delante, sigo avanzando hacia la meta para ganar el premio que Dios ofrece mediante su llamamiento celestial en Cristo Jesús. Fil. 3:12-14 Aquí podemos observar que Pablo habla de un proceso de santificación que dura toda la vida. Por esa razón, les había expresado a los filipenses que él estaba convencido


La Salvación II que el que comenzó tan buena obra en ustedes la irá perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús (Fil. 1:6). Dios los perfeccionaría, pero ellos también debían disponerse a ser trasformados. Observemos como lo expresa Pablo: “antes ofrecían ustedes los miembros de su cuerpo para servir a la impureza, que lleva más y más a la maldad; ofrézcanlos ahora para servir a la justicia que lleva a la santidad” (Ro. 6:19). Observemos los adverbios “antes” y “ahora” “indican que Pablo quiere que ellos hagan eso de la misma manera: si “antes” se entregaban cada vez más al pecado, “ahora” ofrézcanse cada vez más a la justicia por la santificación” (Grudem, 1994, pág. 786). En este mismo sentido, Pablo expresa que a lo largo de la vida cristiana “todos nosotros... somos transformados a su semejanza con más y más gloria por la acción del Señor” (2Co. 3:18). Pablo expresa que cuando nos disponemos para que Dios transforme nuestra vida nos vamos asemejar más a Cristo en su forma de pensar, en sus palabras y en sus acciones. Así que, la santidad es un proceso en donde Dios santifica; el creyente anhela dejar su pecado y clama a Dios para que le ayude, pues en sus fuerzas no puede (Heb. 12:1-14). Por consiguiente, “la tarea como creyentes es crecer más y más en la santificación, de la misma manera que antes habían crecido cada vez más en el pecado” (Grudem, 1994, pág. 786). Así el creyente es perfeccionado, es santo. En palabras de Wesley es hecho perfecto en amor. En la comprensión wesleyana de lo que la Biblia enseña “nacer de nuevo es el principio de la plena salvación… la santificación es un proceso gradual y es una ‘segunda bendición’ después de la justificación” (Garrastegui & Jones, 2002, pág. 94). En otras palabras, necesitamos seguir creciendo en nuestra vida cristiana tanto como haber nacido de nuevo. El gráfico 3.1 nos ilustra la forma en que vemos este proceso de formación espiritual en el que la imagen de Dios es renovada. Gráfico 3.1. Cómo Dios nos transforma desde la perspectiva wesleyana

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La Salvación II El creyente y la santidad Cuando somos conscientes del gran amor con el cual nos ha amado Dios, respondemos con un agradecimiento profundo. Este agradecimiento se refleja en una vida íntegra, que muestra que de verdad deseamos agradarle y expresarle nuestro amor a través de una vida de obediencia. Esto es lo que Jesús desea: “si ustedes me aman, obedecerán mis mandamientos... ¿Quién es el que me ama? El que hace suyos mis mandamientos y los obedece” (Jn. 14:15,21). Además, estos mandamientos no son gravosos. A pesar que, la Biblia siempre apela al amor como requisito para vivir en santidad, también nos da otras razones para hacerlo: • La necesidad de mantener limpia la conciencia delante de Dios (Ro. 13:5; 1Ti. 1:5). • El deseo de ser vasos “para los usos más nobles” y tener una eficacia creciente para la obra del reino de Dios (2Ti. 2:20-21). • El deseo de ver que los incrédulos acuden a Cristo por medio del testimonio de nuestra vida (1P. 3:1-2, 15-16). • El deseo de recibir bendiciones presentes de Dios en nuestra vida y ministerio (1P. 3:9-12). • El deseo de evitar la disciplina de Dios en nuestra vida (Hch. 5:11, 9:31; 2Co. 5:11). • El deseo de buscar una recompensa celestial superior (Mt. 6:19-21; Lc. 19:17-19). • El deseo de caminar de una forma más íntima con Dios (Mt. 5:8; Jn. 14:21) • El deseo que los ángeles glorifiquen a Dios por nuestra obediencia (1Ti. 5:21; 1P. 1:12). • El deseo de paz (Fil. 4:9) y gozo (Heb. 12:1-2) en nuestra vida. • El deseo de hacer lo que Dios nos manda, simplemente porque sus mandamientos son rectos, y nosotros nos deleitamos en hacer lo que es correcto (Fil. 4:8; cf. Sal. 40:8) (Grudem, 1994, pág. 796). La belleza y el gozo de la santificación No honraríamos las Escrituras, si no resaltamos el gran gozo que trae la santificación. Cuanto más crecemos a la semejanza de Cristo, tanto más experimentaremos personalmente el gozo y la paz que son parte del fruto del Espíritu Santo (Ga. 5:22). Pablo dice que a medida que crecemos en la obediencia a Dios, cosechamos “la santidad que conduce a la vida eterna” (Ro. 6:22). Él se da cuenta que esta es la fuente del verdadero gozo. “Porque el reino de Dios no es cuestión de comidas o bebidas sino de justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo” (Ro. 14:17). Al ir creciendo en santidad vamos creciendo en conformidad a la imagen de Cristo, y cada vez se va viendo más de su carácter en nuestra vida. Esta es la meta de la perfecta santificación que esperamos y anhelamos, y que será nuestra cuando Cristo regrese. De ahí que, todo el que tiene esta esperanza en Cristo, se purifica a sí mismo, así como él es puro (1Jn. 3:3).


La Salvación II LA RESTAURACIÓN Como vimos en el testimonio, Andrés en la cárcel fue un hombre que empezó a leer la Biblia. Muchas personas dirían se que se había convertido, pero que al salir se había descarriado o había vuelto al mundo. Sin embargo, Dios estuvo ahí con él y Dios nuevamente en su misericordia le dio una nueva oportunidad. Como Iglesia Metodista Libre creemos que: El cristiano puede mantenerse en una creciente relación con Jesús como Salvador y Señor. Sin embargo, él puede entristecer al Espíritu Santo en las relaciones de la vida sin volver al dominio del pecado. Cuando esto sucede, debe aceptar humildemente la corrección del Espíritu Santo, confiar en la intercesión de Jesús y sanar dichas relaciones. El cristiano puede pecar conscientemente y cortar su relación con Cristo. Aun así, por el arrepentimiento ante Dios, se garantiza el perdón y restauración de la comunión con Cristo, pues no todo pecado es el pecado contra el Espíritu Santo, es decir, el pecado imperdonable. La gracia de Dios es suficiente para aquellos que verdaderamente se arrepientan, y, con su ayuda, corrigen sus vidas. Sin embargo, el perdón no le da al creyente libertad de pecar sin sufrir las consecuencias. Dios ha dado responsabilidad y poder a la iglesia para restituir a un creyente arrepentido por medio de la reprensión amorosa, consejo y aceptación (Libro de Disciplina, 2015, ¶120). Dios es un Padre amoroso, tierno, que desea que todos sus hijos se arrepientan y vuelvan de sus malos caminos. El Antiguo Testamento nos muestra un Padre que sufre por sus hijos y que se duele por ellos. Observemos: Desde que Israel era niño, yo lo amé; de Egipto llamé a mi hijo. Pero cuanto más lo llamaba, más se alejaba de mí... Yo fui quien enseñó a caminar a Efraín; yo fui quien lo tomó de la mano. Pero él no quiso reconocer que yo le cuidaba Lo atraje con cuerdas de ternura, lo atraje con lazos de amor. Le quité de la cerviz el yugo, y con ternura me acerqué para alimentarlo... ¿Cómo voy a dejarte, Efraím?, ¿cómo entregarte, Israel?... Mi corazón está trastornado, y a la vez se estremecen mis entrañas. Os. 11:1-8, cf. Jer. 31: 20 Aunque Israel se descarrió, cayendo en idolatría, Dios como Padre siempre lo quiso atraer con lazos de amor. El Nuevo Testamento también nos muestra la figura del Padre que está dispuesto a correr hacía el hijo perdido que se arrepiente. La parábola ilustra muy bien que el hijo menor pidió la parte de la herencia que le correspondía y se fue a malgastarla lejos de casa viviendo perdidamente (Lc. 15:13). Observamos que el hijo perdido gastó toda la herencia hasta quedar sin nada, y finalmente tuvo que recurrir al trabajo más humillante para los judíos: criar cerdos (Lc. 15:16). Con la hambruna se vio obligado a comer de la comida de los cerdos; estando en esa condición reflexionó: ¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen comida de sobra, y yo aquí me muero de hambre! Tengo que volver a mi padre y decirle: Papá, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no merezco que se me llame tu hijo; trátame como si fuera uno de tus jornaleros. Lc. 15:17-19

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La Salvación II Aquí observamos que el hijo perdido se arrepintió e inició el camino para regresar a casa. Y al verlo el Padre, movido a misericordia corrió hacia él y se echó en su cuello y lo besó (Lc. 15:20). Este es el amor del Padre que recibe y restaura a todos los hijos perdidos que reconocen su pecado. El pecado aleja al creyente de Dios y estorba su comunión con Dios. Tanto el hijo menor como el mayor estaban perdidos porque el pecado les separaba. Sin embargo, el Padre estuvo dispuesto a invitarlos a la fiesta. El hijo menor se arrepintió y estaba gozando de la fiesta, mientras que el mayor, no había entrado. Todo lo contrario, criticó al Padre por la forma de proceder con el hijo menor, a pesar de que había gastado toda su herencia con rameras. Sin embargo, el Padre lo anima a entrar y disfrutar de la fiesta porque el hijo que se había descarriado había vuelto al rebaño del Padre (Lc. 15:31-32). La culpa de haber pecado es algo valioso que Dios utiliza para redimir a los descarriados, a fin de que haya reconciliación. Dios está dispuesto a recibir a todo aquel que se ha alejado de Él. Dios recibe a todo el que confiesa su pecado y se aparta (Pr. 28:13). Así que, el propósito de Dios es restaurar a todo creyente que se ha descarriado, restableciendo la comunión con Él y rescatándolos de los patrones destructivos de vida. En este mismo sentido, Pablo nos instruye a tener un corazón amoroso para restaurar, con un espíritu de mansedumbre y considerando a las otras personas como a nosotros mismoSs (Ga. 6:1). De igual forma, Santiago nos invita a hacer volver al pecador de su error (Stg. 5:20). Tal como Jesús dio el ejemplo, nosotros debemos restaurar en amor y con toda humildad (Jn. 20:15). Por esa razón, no debemos creernos superiores o más santos que el hermano que se ha descarriado (Ga. 6:3). Pablo anima al que se siente firme: ese que mire que no caiga, no sea que también sea tentado (Ga. 6:1). Pablo nos dice que todos los creyentes deben sobrellevar las cargas los unos de los otros en amor. El creyente restaurado a imagen de Dios debe ser un agente de reconciliación (2Co. 2:5, 17-20). Así como en cierto tiempo llevábamos la imagen de aquel hombre terrenal, Adán. Ahora llevamos la imagen de Cristo. Pues Dios, desea que seamos transformados según la imagen de su Hijo (Ro. 8:29). Dado que Jesús fue el agente de restauración de todas las cosas creadas, Él nos invita a seguirlo (Col.1:20-21).

ACTIVIDADES DE EVALUACIÓN 1. Teniendo en cuenta lo visto en esta lección, reflexione en torno a las siguientes preguntas: • ¿Con cuál verdad en específico el Señor le confrontó al ver esta lección? ¿Algún conocimiento nuevo adquirió? • ¿Qué aspectos de su vida no ha estado viviendo en santidad? ¿Con cuáles pecados lucha actualmente? ¿Qué impedimentos encuentra para abandonarlos? • ¿Qué se propone hacer para avanzar en su vida de santidad? ¿Qué decisiones debe tomar? ¿Qué debe empezar a hacer o dejar de hacer? • Ore pidiéndole sabiduría, dominio propio y un mayor entendimiento de la santidad del Señor para que así, su obediencia sea la respuesta a tanta gracia.


La Salvación II 2. Teniendo en cuenta la parábola del hijo pródigo (Lc. 15:11-32), ¿Con cuál hijo se identifica usted? ¿Qué va a hacer para disfrutar más de la compañía y gracia de su Padre? ¿Le cuesta aceptar su gracia y amor? ¿Qué actitud del Padre le confronta y le estremece su corazón? Teniendo en cuenta el ejemplo del Padre, ¿Qué le gustaría imitar de su carácter? Finalmente, piense en una persona que necesite el abrazo y el perdón cuando, ante nuestros ojos, merece la indiferencia y el castigo. Comparta con su tutor esta experiencia.

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4 LA IGLESIA

Propósito de la lección

Identificar el rol y las responsabilidades de la iglesia como representante del reino de Dios en la sociedad.

Resultados de la lección

Al concluir esta lección el estudiante: • Comprenderá el rol de la iglesia como parte del reino de Dios. • Identificará sus responsabilidades como parte de la iglesia de Cristo. • Se comprometerá a cumplir con las funciones congregacionales.

Contenido

• Introducción • La iglesia • La iglesia y el reino de Dios • Funciones congregacionales • Actividades de evaluación


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La Iglesia INTRODUCCIÓN

“C

onozco un amigo que siempre que viaja, visita iglesias en la región donde llega. Él dice que le gusta conocer las diferentes iglesias porque le llama la atención sus estructuras antiguas y coloniales. Algunas iglesias tienen estructuras muy complejas y llamativas, tienden a mostrar el estilo arquitectónico que imperaba en su época. Estas suelen ser los mejores edificios de cada región, y en muchas partes son una expresión de orgullo local o nacional. Además, algunas se encuentran entre las obras arquitectónicas más destacadas del mundo”.

El párrafo anterior nos permite ver el concepto que algunos tienen de iglesia: una estructura arquitectónica o una institución estática y sin vida. Una gran mayoría de personas piensan que esas estructuras son la iglesia porque así nos han acostumbrado, esa es la tradición. De ahí que podemos escuchar entre las personas la idea de que la iglesia es el edificio. De igual manera podemos encontrar este mismo concepto de iglesia entre los cristianos. No es raro escuchar a un miembro de la iglesia invitando a un amigo a la iglesia, es decir, al edificio. Además, podemos escuchar a los creyentes expresarse: “va a ir mañana a la iglesia”. El concepto de iglesia como un edificio es muy popular, pero no es bíblico. Para la Iglesia Metodista Libre es muy importante comprender bien el concepto de iglesia como lo presenta la Biblia. Así que, la Iglesia Metodista Libre ha resumido el concepto de iglesia como lo presenta la Biblia: La iglesia es creada por Dios; ella es el pueblo de Dios. Cristo Jesús es su cabeza y su Señor; el Espíritu Santo es su vida y su poder. Es tanto divina como humana, celestial y terrenal, ideal e imperfecta. Es un organismo, no una institución estática. Existe para cumplir los propósitos de Dios en Cristo. Ella ministra a las personas con el amor del redentor. Cristo amó a su iglesia y se dio a sí mismo por ella, así que debe ser santa y sin mancha. La iglesia es una confraternidad de los redimidos y de los que ofrecen redención, predicando la palabra de Dios y administrando los sacramentos de acuerdo a las instrucciones de Cristo. La Iglesia Metodista Libre se propone representar lo que la Iglesia de Cristo debe ser en la tierra. Por tanto, requiere una entrega específica con respecto a la fe y la vida de sus miembros. En sus requisitos busca honrar a Cristo y obedecer la palabra escrita de Dios (Libro de Disciplina, 2015, ¶121).

LA IGLESIA La palabra iglesia viene del término griego “ekklesia” que significa “una asamblea llamada afuera”. En otras palabras, es una asamblea de ciudadanos libres llamados en conjunto por un heraldo. En este mismo sentido, el término en el Nuevo Testamento se deriva de la palabra hebrea “qahal” que era usada frecuentemente por los israelitas para referirse a los llamados en conjunto para un propósito en particular (Gn. 49:6; Sal. 26:5).


La Iglesia Sin embargo, en el Nuevo Testamento se observa que hay un desarrollo en el uso del término. La palabra es usada 114 veces en el Nuevo Testamento. Se usa 92 veces para referirse a una congregación de creyentes específica. Por consiguiente, la palabra “ekklesia” es casi siempre traducida como “iglesia”, “congregación”, “asamblea” o “reunión”. También, se usa para designar geográficamente a los cristianos reunidos en conjunto. Puede ser en una casa local (Col. 4:15); en una agrupación de creyentes en una ciudad (1Co. 4:17; Ga. 1:22; 1Ts. 1:1). 3); en agrupaciones de creyentes regionales más grandes, (Hch. 9:31) o de cristianos dispersos a través de una localidad geográfica (Hch. 8:1-3). También esta palabra es usada para hacer referencia de todos los creyentes de todas las épocas, y todas las localidades geográficas que están espiritualmente unidos a Cristo, la cabeza de la iglesia (Ef. 1:22-23; Col. 1:18). Esto es conocido como la iglesia universal. Todos los creyentes, incluyendo a los que ya han muerto, son parte de este cuerpo, la iglesia. El término abarca el cuerpo completo de creyentes en Jesucristo (1Co. 12:28; Ef. 1:22-23; Heb. 12:23). Estas personas han sido apartadas por Dios, llamadas fuera del mundo para su deleite, buenos propósitos y voluntad eterna. (1Co. 1:2; Ro. 1:7, 8:28). Los creyentes del Nuevo Testamento vivían en una cultura donde cada dios tenía su propio templo. Algunos de esos templos paganos eran tan impresionantes que aún hoy sus restos continúan siendo una gran atracción principal para los turistas. Con toda seguridad, la cultura local en la cual los primeros cristianos vivían, apreciaba los templos ostentosos y con gran atractivo. El Nuevo Testamento cambia radicalmente la visión de los judíos al no enfocarse en un templo ostentoso y hermoso, sino que, enseña que ellos mismos son el templo. Por ejemplo, Pablo enseñaba que los creyentes mismos, y no una construcción humana son el templo de Dios (1Co. 6:19). Dios no habita más en edificios, sino en su pueblo (Hch. 17:24). Ellos son una casa espiritual, hecha de piedras vivas (1P. 2:5). Cuando Cristo se ofreció como sacrificio, terminó con la labor del sumo sacerdote, y nadie puede añadir a ella (Heb. 7:27). En la muerte de Cristo, el velo del templo fue rasgado y ya no hay ninguna separación entre Dios y el ser humano (Mc. 15:38). Ya no hay ninguna tribu separada exclusivamente para oficiar el sacerdocio (1P. 2:9). Todos los creyentes somos ahora sacerdotes y ministros de Dios y podemos acercarnos delante de Dios sin necesidad de algún otro mediador que no sea Cristo mismo. En el Nuevo Testamento podemos ver que, al dispersarse los cristianos en Asia menor no hicieron ningún intento por reconstruir el templo. De hecho, los primeros edificios de la iglesia no se construyeron hasta el siglo cuarto. En lugar de esto, los creyentes formaban iglesias en las casas que se asemejaban a la enseñanza informal y la oración de la sinagoga judía (Ro. 16:5; 1Co. 16:19; Col. 4:14; Fil. 1:2). El llamado para las iglesias actuales es examinar si sus edificios y formas de adoración cumplen con este modelo de adoración informal y confortable. A diferencia de las sinagogas donde se reunían los judíos para la instrucción, las iglesias del Nuevo Testamento lo hacían para fortalecer la comunión con Dios y con el prójimo.

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La Iglesia Naturaleza de la iglesia Como vimos anteriormente, el concepto de iglesia en la Biblia se refiere a personas que han sido llamados hacia afuera. Es decir, están en el mundo, pero no pertenecen a él (Jn. 15:19). Así que, la iglesia es la asamblea, reunión o congregación de los creyentes de todos los tiempos que han creído en Cristo como su Señor y salvador. La iglesia es tan valiosa que: “Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella” (Ef. 5:25). Ser iglesia implica que los creyentes han entrado en relación con Dios por la obra de Cristo y ahora entran en una nueva relación con el prójimo en amor (1Co. 11:18, 22). La iglesia es el cuerpo de Cristo visible en el mundo y testimonio para los que no le conocen. Sin embargo, la iglesia no siempre ha hecho honor a su nombre: “los llamados hacia afuera” de ser diferentes para mostrar el amor de Dios. Así que, la iglesia es un cuerpo mixto. En pocas palabras, en la iglesia está presente el trigo: los verdaderos creyentes, y la cizaña: falsos creyentes (Mt. 13:24-30). En este mismo sentido, Jesús ya había expresado esta gran verdad: Muchos me dirán en aquel día: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios e hicimos muchos milagros?” Entonces les diré claramente: “Jamás los conocí. ¡Aléjense de mí, hacedores de maldad!”. Mt. 7:22-23 Aquí observamos la realidad de la iglesia, es un cuerpo mixto que a nuestra vista no podemos distinguir fácilmente los verdaderos creyentes de los falsos. De ahí que, se ha usado dos términos para distinguir a la verdadera iglesia. La iglesia universal o invisible está conformada por verdaderos creyentes del pasado, presente y futuro que han nacido de nuevo. Por otro lado, la iglesia visible según Agustín, es el conjunto de personas que son miembros de una iglesia local/institución. Salerno la define como: Un cuerpo organizado de creyentes, guiados por un pastor(es) adecuadamente espiritual, que afirma su relación al Señor y a los otros creyentes por medio de una observación regular de la Cena del Señor, dedicado a la autoridad de la Palabra de Dios, reunido regularmente para la adoración y el estudio de la Palabra, y dirigido hacia el mundo para evangelizar (Discipulado Cristiano, 2016). En la iglesia visible podemos encontrar toda clase de personas. Sin no creyentes que son miembros de la institución, o cristianos nominales. Es por eso que muchas veces la iglesia ha fallado en representar a Cristo, porque una parte considerable de los que pertenecen a la institución, en realidad no son creyentes (Salerno, 2016). Sin embargo, “nosotros estamos limitados por lo que nuestros ojos ven, es por eso que no podemos muchas veces diferenciar a un cristiano de un no cristiano, pero esto no es lo mismo para Dios” (Salerno, 2016). Dios conoce el corazón de cada persona que es miembro de la iglesia, sabe quién es realmente cada uno. Aún conoce el corazón de los que no están en la iglesia pero que pertenecen a ella. “Agustín decía que esto es posible. Por alguna variedad de motivos, un verdadero cristiano puede no


La Iglesia ser miembro de ninguna iglesia” (Salerno, 2016). Observemos algunos ejemplos que da Salerno: • En un contexto de alta persecución, un cristiano puede no encontrar una iglesia local a la cual afiliarse. • Personas que se convierten al borde de la muerte no tienen tiempo de afiliarse a ninguna iglesia local (Lc. 23:43). • Nuevos cristianos que aún no saben que deben afiliarse a una iglesia local. En resumen, la iglesia invisible es la iglesia universal de los verdaderos creyentes, de todos los tiempos que son salvos por la obra completa de Cristo (Ef. 5:25). Esto incluye tanto las personas del Antiguo Testamento que miraban hacia el futuro con la esperanza en el mesías, como los creyentes del Nuevo Testamento que miraban hacia Cristo; y nosotros que miramos hacia atrás, recordando la obra de Cristo. Los creyentes tenemos el sello del Espíritu Santo, Él mora en nosotros y nos da el poder para ser testigos de Cristo (1Co. 3:16; Hch. 1:8). Ser testigos de Cristo implica proclamar el reino presente y futuro de Dios (Mt. 28:19). Esta tarea es de todos los creyentes verdaderos. Por otro lado, se le dio a la iglesia la administración de las ordenanzas y sacramentos que anuncian el regreso de Cristo en el futuro (Mt. 28:19; 1Co .10:16,17). La iglesia tiene toda autoridad: Dios sometió todas las cosas al dominio de Cristo, y lo dio como cabeza de todo a la iglesia. Ésta, que es su cuerpo, es la plenitud de aquel que lo llena todo por completo. Ef. 1:22-23 Metáforas de la iglesia Definir la iglesia como simplemente una estructura física es limitar su significado, pero si no es un edificio, ¿qué es? Es un cuerpo viviente compuesto de creyentes en Cristo, es la forma como Dios se ha hace visible en la tierra. Para mostrar esta verdad, el Nuevo Testamento usa algunas metáforas. • Una familia (1Ti. 3:14-16; Ef. 3:15). En esta familia, Dios es Padre, Jesús es su único Hijo, y nosotros somos sus hijos e hijas adoptados (Jn. 1:12-13; Ef. 1:5). Por ello, llegamos a ser hermanos y hermanas en Cristo (2Ts. 3:15; 1P. 2:17). • Un cuerpo (1Co. 12:12). Esta metáfora claramente muestra la relación orgánica entre los cristianos individuales, las partes; con la iglesia que es el cuerpo y con Cristo (“la cabeza”). Los creyentes son sus miembros unidos unos con otros, y todas las partes del cuerpo unidas a la cabeza, Cristo. La iglesia es el cuerpo visible de Cristo en la tierra, que refleja el amor, la misericordia, la bondad, la unidad dados por el Espíritu Santo (Hch. 2:43-47). La iglesia es el cuerpo de Cristo para abundar en buenas obras. Ahí es donde Cristo se hace presente y de manera visible en el mundo. • Un rebaño (Hch. 20:28-29). Jesús es el verdadero Pastor (Heb. 13:20-21), Él es el dueño y sustentador del rebaño. Los creyentes son sus ovejas que se someten a la buena dirección de su Pastor.

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La Iglesia • Una novia (Ef. 5:25-33; Ap. 21:2; Jn. 3:29). Como tal, es amada por Cristo, pero sujeta a Él. Él es el novio, que dio su vida por ella. • Un templo viviente (Ef. 2:20; 4:11). Cristo es la viviente piedra angular. La iglesia es comparada con un templo viviente que es santo (1Co. 3:16-17), que está en constante crecimiento (Ef. 2:21-22), y es espiritual (1P. 2:5). Los creyentes son piedras vivas en el templo. • Un sacerdocio (Ap. 1:5-6). La fuente de este sacerdocio es Jesús. Todos los creyentes son parte de este sacerdocio (1P. 2:5-9), y pueden acercarse confiadamente trayendo sacrificios aceptables (Ro. 12:1-2; Heb. 13:15) a la presencia del Rey (Heb. 4:16). • Una rama (Jn. 15:1-16). Los creyentes son las ramas vivientes que producen un fruto permanente. Depende completamente de la vid para vivir y dar su fruto a tiempo. • Un pueblo (1P. 2:9-10). La relación de los miembros de la iglesia de Cristo no está limitada a las líneas étnicas o raciales, sino basada en su nueva herencia como una nación santa.

La iglesia, el pueblo de Dios El Nuevo Testamento nos muestra que la iglesia son los creyentes en Cristo. “El libro de Hechos deja claro que hablar del Espíritu Santo es hablar de la iglesia, ya que el ministerio del Espíritu Santo es un ministerio que se desarrolla dentro de la iglesia” (Donner, 2011, pág. 211). La iglesia está compuesta por todos los creyentes de todas las razas, hombres y mujeres en donde habita el Espíritu Santo (Ga. 3:28; 2Co. 1:21; Ef. 1:13). En el Nuevo Testamento podemos ver claramente que el pueblo de Dios, que antes era solo la nación de Israel, ahora lo es la iglesia. Observemos la razón para tal afirmación: 1. En el Antiguo Testamento los israelitas reciben la ley porque son el pueblo de Dios (Ex. 19:5-8). En el Nuevo Testamento los creyentes en Cristo reciben la ley en sus corazones, es decir, el Espíritu Santo, porque ahora son el nuevo pueblo de Dios (Ez. 36:26-27, Jer. 31:33 cf. Hch. 2:5). 2. En el Antiguo Testamento mueren tres mil incrédulos que adoraron el becerro de oro (Ex. 32:28). En el Nuevo Testamento por creer son añadidos tres mil personas de todas las regiones al pueblo de Dios que se bautizaron (Hch. 2: 5, 41). 3. En el Antiguo Testamento el pueblo de Dios debía ser testigo de Dios a todas las naciones (Is. 55:4). En el Nuevo Testamento Dios empodera a su pueblo para que sean testigos hasta el fin del mundo (Hch. 1:8). 4. En el Antiguo Testamento Dios le expresa a su pueblo: ustedes serán un reino de sacerdotes, gente santa (Ex. 19:6). En el Nuevo Testamento, Dios le expresa a su


La Iglesia nuevo pueblo que deben ser santos, que ellos son nación santa y real sacerdocio (1P. 1:15, 2:9). Estos paralelos nos muestran que el pueblo de Dios es la iglesia. La iglesia está llamada a reflejar el amor y la unidad de Cristo, a ser sus manos y sus pies. Cristo se hace visible a través de las obras de misericordia que realiza la iglesia y la proclamación del evangelio (1Co. 12:27). La iglesia como pueblo de Dios existe con los siguientes propósitos: • Reflejar el carácter de Dios, y glorificar a Dios (1P. 1:16). Una comunidad donde se invita al creyente a vivir un amor sacrificial como Cristo amó a la iglesia, un amor “a pesar de” (Ef. 5:25; 1Co. 13). Este amor se puede practicar porque Dios ha derramado de su amor en nuestros corazones (Ro. 5:5). Este amor cuestiona el individualismo y la falta de unidad, la falta de sensibilidad por los necesitados. El amor impulsa a dar para compartir con el propósito que no haya ningún necesitado (Hch. 2:43-47). • Anunciar las virtudes de aquel que la llamó (1P. 2:9). El pueblo de Dios al realizar la gran comisión anuncia el amor de Dios con el cual nos amó, que aun estando muertos en delitos y pecados Cristo murió por nosotros (Ef. 2:1-2 cf. Ro. 5:8). • Interceder ante Dios por todas las personas (1Ti. 2:12; 1P. 2:9). A través de la iglesia, el pueblo de Dios, hay un cambio en la sociedad. La iglesia como pueblo de Dios es la encargada de establecer el reino de Dios en la tierra.

LA IGLESIA Y EL REINO DE DIOS La iglesia es una comunidad que representa una nueva humanidad puesto que han nacido de nuevo (Jn. 3:8). A través de la obra de Cristo en la cruz fueron restauradas las relaciones que se rompieron en la caída del hombre (Gn. 3:1-19). Ahora tenemos una relación con Dios y podemos acercarnos confiadamente ante el trono de la gracia (Heb. 4:16). No solo la relación con Dios ha sido restaurada, también la relación con el prójimo. Ya no es una comunidad caracterizada por el individualismo, ni por el egoísmo, sino por al amor que ha sido derramado en sus corazones (Ro. 5:5). Ahora pueden amar a Dios y a las demás personas porque se ha restaurado la imagen de Dios en ellas. Esta comunidad, siguiendo el ejemplo de Hechos, practica la justicia social y comparte sus bienes con otros, mientras espera la venida de su Señor (Hch. 2:44 cf. Mt. 25:31-46). La iglesia no se apega a nada terrenal porque ha comprendido que solo son administradores de los recursos que Dios ha puesto en sus manos (Mt. 25:14-30, Lc. 16:1-12). Esta comunidad ha entendido que todas las personas son imagen de Dios y que en Cristo: “Ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer, sino que todos ustedes son uno solo en Cristo Jesús” (Ga. 3:28). De la misma manera, los miembros de esta comunidad han restaurado su relación consigo mismo. Ya no sienten temor al acercarse a Dios, sino que lo ven como un Padre

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La Iglesia amoroso. Además, no le tienen miedo a la muerte porque saben que Él los recibe al morir (1Jn. 4:18; Fil. 1:21). Su culpa y su conciencia ha sido limpiada por la sangre del cordero (Heb. 9:14). De ahí que, no se amoldan a este siglo, sino que día tras día cambian su manera de pensar y aprenden a conocer la voluntad de Dios, la cual es perfecta (Ro. 12:2). Al ser renovados cada día tienen la mente de Cristo (1Co. 2:16). Por consiguiente, han restaurado la relación con la tierra y toda la creación. Han aprendido y comprendido que Jesús murió por todo el mundo, no solamente por los seres humanos (Jn. 3:16). Dios está interesado también en los animales (Gn. 7:2-3 cf. Jon. 4:11). Está interesado en la salvación de la tierra (Gn. 9:13, Jon. 4:11), es decir, la restauración es integral. Por esta razón, debemos ser conscientes que, como mayordomos de la creación, daremos cuentas de nuestra mayordomía (Gn. 1:27 cf. Mt. 25:14-30; Mc. 12:1-12). Por todo lo anterior, la iglesia vive el reino de Dios aquí y ahora (Lc. 17:20-21). Vive la tensión del “ya” está el reino de Dios, “pero todavía no”. El reino de Dios ha llegado al ser humano restaurando las relaciones que se perdieron en la caída, pero todavía se espera el reino de Dios en su plenitud con la segunda venida de Cristo. Sin embargo, “el reino” siempre se refiere al señorío de Dios sobre el ser humano. El reino de Dios está realizando cambios espirituales y está suprimiendo el pecado de la tierra y librando a los seres humanos del poder del pecado. La iglesia es capacitada a través del Espíritu Santo para vivir una vida de sumisión a los mandatos del rey Jesús (Hch. 2:5). Esta ley fue dada en el sermón del monte (Mt. 5-7). De ahí que, la iglesia está llamada a instaurar el reino de Dios en la tierra con la proclamación que Dios juzgará al ser humano por la rebeldía. Sin embargo, Dios ofrece amnistía a través de Jesús. La iglesia está llamada a proclamar este mensaje y a vivir el reino de Dios aquí y ahora. La visión de un reino universal es parte integral del plan de Jesús desde el principio de su ministerio (Lc. 4:18-19). El reino de Dios tiene que ver con los propósitos integrales de Dios para con toda la creación.

FUNCIONES CONGREGACIONALES Una de las razones más importantes por las que la iglesia se reúne es para adorar al Señor. La Iglesia Metodista Libre cree esta verdad y la expresa de la siguiente forma: Según la palabra de Dios y la costumbre de la iglesia primitiva, la adoración pública, la oración y la administración de los sacramentos, deben efectuarse en un lenguaje entendido por el pueblo (Libro de Disciplina, 2015, ¶122). A continuación, evidenciaremos algunas razones por las que es necesario el congregarnos: 1. La adoración congregacional La adoración congregacional permite a los cristianos identificarse con un cuerpo más grande y diverso de creyentes. También permite dar testimonio y así, mostrar el poder de Dios actuando en su vida. Adicional, los creyentes se pueden animar mutuamente, reconociendo que no están solos y que el Espíritu de Dios está obrando en sus vidas.


La Iglesia Además, la adoración congregacional permite un mayor ejercicio de los dones espirituales para la edificación del pueblo de Dios como un cuerpo. 2. Los sacramentos El bautismo y la Cena del Señor son los dos sacramentos universalmente aceptadas por la iglesia. Sin embargo, hay una gran variedad de opiniones en cuanto a cómo deben ser practicadas. La Iglesia Metodista Libre considera que: El bautismo con agua y la cena del Señor son los sacramentos de la iglesia instituidos por Cristo. Ellos son medios de gracia por la fe, pruebas de nuestra profesión de fe cristiana, y signos del ministerio de gracia de Dios hacia nosotros. Por ellos, él obra dentro de nosotros para vivificar, fortalecer y confirmar nuestra fe (Libro de Disciplina, 2015, ¶123). a. El bautismo En el Nuevo Testamento encontramos la práctica del bautismo. Podemos notar que el bautismo del Nuevo Testamento era realizado inmediatamente después de que alguien era salvo por cualquier creyente que guiaba al convertido a la fe (Hch. 8:36). Ellos no esperaron a que una iglesia fuera establecida para bautizar a los convertidos (Hch. 16:33). Aún más, el bautizo muestra que en la iglesia no hay rangos; somos un reino de sacerdotes con diferentes roles pero no diferentes rangos. Por otra parte, debemos mencionar que, entre los cristianos, existen tres posturas de lo que significa el bautismo: • El bautismo para salvación y regeneración. Esta posición, sostenida por la iglesia católica, enseña que el bautismo es un medio por el cual la iglesia concede gracia que salva a las personas. Entonces el bautismo es necesario para salvación y al administrarlo produce regeneración. • El bautismo de creyentes. Esta postura es sostenida, entre otros, por bautistas, menonitas y la mayoría de iglesias pentecostales y carismáticas. En ella se enfatiza que el bautismo debe ser administrado exclusivamente a los que han creído en Cristo y han dado evidencia razonable de su fe. Se entiende el bautismo como un símbolo externo de un cambio interior. A la vez, el bautismo sirve como un testimonio público de la fe personal de alguien en Cristo (Hch. 2:41, 10:48). • El bautismo como símbolo del pacto. Esta opción es defendida especialmente por luteranos, episcopales, metodistas, presbiterianos y reformados. En ella se señala que así como la circuncisión fue la señal del antiguo pacto (Gn. 15:17), el bautismo es la señal de los que están en pacto con Dios a través de Cristo (Col. 2:11-12; Mt. 26:28; Lc. 22:20). De allí se desprende que: dado que nuestros hijos son parte del pueblo de Dios (1 Co. 7:14), que no encontramos una prohibición bíblica de bautizar infantes, que la Biblia registra el bautizo de familias enteras en las que posiblemente habían infantes (Hch. 16:15; 33, 1Co. 1:16; Hch. 2:39) y que históricamente el cristianismo ha bautizado infantes, entonces es posible hacerlo.

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La Iglesia Frente a este asunto la Iglesia Metodista Libre afirma: El bautismo con agua es un sacramento de la iglesia, instituido por nuestro Señor, significando la aceptación del beneficio de la redención de Jesucristo, para ser administrado a los creyentes, como una declaración de su fe en Jesucristo como salvador. El bautismo es un símbolo del nuevo pacto de gracia como la circuncisión fue el símbolo del antiguo pacto, y como los infantes son reconocidos como incluidos en la expiación, ellos pueden ser bautizados mediante la petición de los padres o tutores que prometan darles la necesaria enseñanza cristiana. Se les requerirá confirmar el voto por sí mismos antes de ser aceptados como miembros de la iglesia (Libro de Disciplina, 2015, ¶124). b. La Cena del Señor La Cena del Señor es muy importante por eso afirmamos: La Cena del Señor es un sacramento de nuestra redención por la muerte de Cristo. Para aquellos que la reciben recta, dignamente y con fe, el pan que partimos es una participación del cuerpo de Cristo; e igualmente la copa de bendición es una participación de la sangre de Cristo. La cena es también una señal del amor y unidad que los cristianos tienen unos con otros. Cristo, de acuerdo a su promesa, está realmente presente en el sacramento. Pero su cuerpo es dado, tomado y comido solamente de una manera celestial y espiritual. Ningún cambio es efectuado en los elementos; el pan y el vino no son literalmente el cuerpo y la sangre de Cristo. Tampoco están el cuerpo y la sangre de Cristo presentes literalmente con los elementos. Los elementos nunca deben considerarse como objetos de adoración. El cuerpo de Cristo es recibido y comido por fe (Libro de Disciplina, 2015, ¶124). El Señor mismo nos mandó a tomar parte del pan y de la copa en su memoria. Él dio primeramente esta ordenanza a los discípulos en el aposento alto la noche antes de su muerte (Mt. 26:26-28). Pablo recuerda a los corintios la importancia de la Cena del Señor en el contexto de la iglesia local (1Co .11:23-34). La Biblia no es específica en mostrar dónde se debe realizar, quién puede oficiarla y con qué frecuencia se debe hacer. En lo que sí es claro, es que es un mandato para todos los creyentes como una forma de recordar el sacrificio del Señor por nosotros. Jesús personalmente explicó el significado de cada uno de los elementos. Ellos representan su cuerpo quebrantado y su sangre derramada. La frase clave es “haced esto en memoria de mi” (1Co. 11:25-26). La Cena del Señor nos ayuda a recordar el costo de nuestra salvación. Hace que nos enfoquemos en la muerte de Cristo en la cruz del calvario. Cada vez que participamos de los elementos, proclamamos la realidad de su sacrificio. El Apóstol Pablo, al dar instrucciones en cómo debe ser celebrada, dijo que cuando participemos debemos recordar la muerte del Señor hasta que Él venga. Esto mantiene a los creyentes enfocados en el precio de nuestra salvación y con la esperanza puesta en que Cristo regresará nuevamente. Sin embargo, no se debe abstener de participar en la Cena del Señor por los pecados cometidos, antes bien, es el momento adecuado para reconocer nuestra indignidad delante de Dios, pedir perdón y pedir la ayuda del Señor en nuestras luchas y debilidades (Heb. 2:18, 4:15-16).


La Iglesia 3. El ministerio de la Palabra La lectura de la Palabra, la predicación, y la enseñanza deben ser una parte fundamental de la reunión de los creyentes. Jesús dijo a los discípulos que enseñaran a los nuevos convertidos a obedecer: “todas lo que les he mandado a ustedes” (Mt. 28:20). Pablo instruyó a Timoteo a ocuparse en la lectura, la exhortación y la enseñanza (1Ti. 4:13). Deberíamos notar que hay una gran diferencia entre proclamar la palabra de Dios y simplemente hablar acerca de la Palabra. Muy frecuentemente los predicadores, maestros de la biblia y líderes de discusión Bíblica dan sus pensamientos e impresiones de las Escrituras, o simplemente vuelven a presentar mensajes que han oído en el pasado. En lugar de leer la Palabra y permitir que Dios hable a través de ella. El leer unos cuantos versos antes del sermón o durante un estudio bíblico no es suficiente. Es un mal servicio al pueblo de Dios cuando los líderes presentan sus propias ideas en lugar de abrir la Palabra y mostrar el mensaje de Dios claramente en la Biblia. El mensaje de la Biblia es el que va a confrontar y transformar a las personas que escuchan. Si no hay Palabra de Dios no hay transformación (Heb. 4:12 cf. Is. 55:10-11). Un estudiante de la Escritura debería estudiar, preparar, meditar, orar, pensar, examinar, investigar y escuchar al acercarse a la Palabra. La Biblia está viva, es activa y es una fuente de sabiduría y discernimiento (Jn. 5:39). El módulo de Interpretación Bíblica, Método de Estudio Bíblico y Predicación para la Transformación están diseñados para facilitar el estudio bíblico y la predicación. El objetivo con el uso de estos módulos no es simplemente aumentar el conocimiento bíblico, sino aplicar la verdad de Dios para que las vidas sean cambiadas de acuerdo a la voluntad de Dios. 4. La edificación mutua A través del Nuevo Testamento hay una serie de mandamientos de cómo los creyentes deben relacionarse los unos con los otros. Estos mandamientos de “unos con otros” describen cómo los cristianos deben comportarse entre sí. Una de las funciones de la iglesia es animar a la práctica de amarse mutuamente. El énfasis en la unidad y el cuidado por los demás pone a la iglesia aparte de otros grupos. Es solo a través del Espíritu de Dios trabajando en el corazón de los creyentes que podemos obedecer estos mandamientos. Algunos de los mandamientos enlistados en la Escritura de “unos a otros” son: • Amarse unos a otros (Jn. 13:34, 15:12,17) • Preferirse unos a otros (Ro. 12:10) • Aceptarse unos a otros (Ro. 15:7) • Instruirse unos a otros (Ro. 15:14) • Saludarse unos a otros (1Co. 16:20) • Servirse los unos a los otros (Ga. 5:13) • Perdonarse unos a otros (Ef. 4:32) • Exhortarse unos a otros (Col. 3:16) • Animarse unos a otros (1Ts. 4:18) • Motivarse unos a otros (Heb. 3:13)

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La Iglesia 5. El evangelismo La iglesia existe para llevar el evangelio a los que todavía no han rendido su vida a Cristo (Mt. 28:19; Hch. 1:8). El evangelismo es una de las funciones bíblicas que se aplican a todos los niveles de la iglesia. Debemos evangelizar individualmente, en grupos pequeños y como iglesia local. Cada uno requiere que el evangelio pueda ser presentado claramente. Sin embargo, hay diferencias entre los métodos que trabajan más efectivamente. Nosotros estamos usando Plantación de Iglesias Comunitarias (PIC). Buscamos una Persona de Paz que nos lleva a la Casa de Paz. Una Persona de Paz es alguien que, a pesar de no ser creyente, está dispuesto a escuchar y saber más acerca de Jesús. Son personas que el Espíritu de Dios ha estado preparando para cumplir un papel estratégico en la expansión del reino de Dios. Uno ejemplo de ello lo encontramos en la historia de Zaqueo (Lc. 19:1-10). La enseñanza fundamental es que los discípulos tenían que salir y buscar personas dignas (Mt. 10:11, 13), quienes facilitarían la expansión de las buenas nuevas entre los no creyentes. Observemos otro personaje, Cornelio estaba siendo preparado por Dios, y cuando llegó el tiempo Dios le dijo a Cornelio que invitara a Pedro a su casa. Este convocó a sus parientes y familiares más cercanos los cuales creyeron y fueron bautizados por el Espíritu Santo (Hch. 10:24). Dios siempre está preparando Personas de Paz. Lo que debemos hacer es buscar Personas de Paz que nos ayuden a expandir el evangelio entre su comunidad. Dios está usando Personas de Paz para traer muchas personas alrededor del mundo a que crean en Él. Cuando hablamos de evangelizar no estamos pensando en ir a predicarle a los inconversos, sino ir a buscar Personas de Paz que Dios ya ha preparado para recibir las buenas nuevas. Nosotros simplemente implementamos las instrucciones que Jesús les dio a sus discípulos (Lc. 10; Mt.10). Este método es eficaz para impulsar y sostener un movimiento bíblico que alcance Latinoamérica para Cristo. Esto se realizará por medio de desarrollar, empoderar líderes y plantar iglesias. 6. El dar La iglesia primitiva estaba profundamente envuelta en aliviar las necesidades físicas de los demás (Hch. 2:44, 46, 4:32-37). Aunque su énfasis específico fue dar a los más próximos, su preocupación incluía hermanos y hermanas en otras áreas (Stg. 1:27 cf. 1Co. 8). Además, ellos también daban para las necesidades de aquellos que salían para fundar nuevas iglesias y hacer discípulos (Fil. 4:18, Ro. 16:2). Parece que habían desarrollado programas para dar más conscientemente, pero también había ofrendas espontáneas de los creyentes. a. Los pobres Los creyentes vendían sus posesiones, lo ponían en un fondo y lo daban a los hermanos y hermanas necesitados de la iglesia (Hch. 2:45; 4:34-35). Sin embargo, parece que esta forma de dar implicaba todo un programa dentro de la iglesia. Ellos traían el dinero de la venta de sus bienes y lo presentaban a los apóstoles para distribuirlos a los pobres (Hch. 4:35). Los discípulos hicieron lo mismo en Antioquía. Cuando enviaron ayuda a las iglesias


La Iglesia de Judea, lo hicieron enviando su contribución por medio de dos personas (Bernabé y Saulo) a los ancianos en Judea (Hch. 11:28-30). Los ancianos habrían distribuido la ofrenda. La iglesia recogía esta colecta cada semana de una manera organizada. (1Co. 16:2). b. Las viudas Se tenía un sistema similar para ayudar a las viudas. La disputa de Hechos 6 se dio debido a que el número de viudas que necesitaban ayuda creció, a tal punto que los apóstoles no fueron capaces de supervisar adecuadamente el dinero. Por ello, pidieron a la iglesia que los creyentes de origen griego escogieran siete hermanos llenos del Espíritu para ayudar en esta tarea. También había una lista de viudas en la iglesia de Éfeso mientras Timoteo ministraba allí (1Ti. 5:3-16). Pablo dio a Timoteo direcciones generales que solo las viudas realmente necesitadas, recibieran ayuda. Si tenían familias creyentes la iglesia no era responsable de ellas. O también si eran jóvenes, lo suficiente para volver a casarse, ellas deberían hacerlo y no ser una carga para la iglesia. Parece ser que había una clara organización por parte de la iglesia para ayudar a los necesitados. Actualmente, si se desea organizar un programa similar, es necesario que personas piadosas sean seleccionadas para supervisarlo, como en Hechos 6. c. Plantadores de iglesias El apóstol Pablo era frecuentemente el receptor del apoyo de las iglesias mientras ministraba a los perdidos en áreas no alcanzadas. De hecho, la ocasión para el libro de Filipenses fue el agradecimiento por una ofrenda de la iglesia de Filipos a Pablo cuando ministraba en Roma. En la sección final del libro, Pablo alaba y agradece a ellos por su generosidad, y les asegura que Dios suplirá sus necesidades como una respuesta de su amor hacía él (Fil. 4:18-19). Comúnmente, los creyentes usan el: “Dios suplirá todo lo que les falte”, pero sin tener en cuenta el contexto de dádiva y gratitud en el que se usa. Las ofrendas le permitían a Pablo y otros dedicarse totalmente al ministerio en lugar de hacer tiendas. d. Pastores y líderes Es responsabilidad de la iglesia local cuidar las necesidades de los pastores y otros líderes. El principio del Antiguo Testamento para el diezmo es el fundamento para que las congregaciones sean responsables de pagar a sus líderes. En el Nuevo Testamento, cada iglesia normalmente se encargaba de las necesidades de sus líderes. Por ejemplo, Pablo dijo a los Gálatas que sostuvieran a sus maestros (Ga. 6:6). Le dijo a Timoteo que enseñara a las iglesias a pagar a los maestros de la Palabra de Dios (1Ti. 5:18). Las iglesias que toman seriamente esta responsabilidad son normalmente bendecidas por Dios por su fidelidad.

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La Iglesia ACTIVIDADES DE EVALUACIÓN 1. Teniendo en cuenta las metáforas que usa la Biblia para hacer referencia a la iglesia, busque las diferentes citas bíblicas dadas durante la lección (pág.52) y halle las diferencias y similitudes entre cada una de ellas.

2. Reflexione y revise qué papel cumplen las funciones congregacionales descritas en esta lección. Para ello, tenga en cuenta las siguientes preguntas: • ¿Qué importancia y función tiene la adoración congregacional en su ministerio eclesial y vida personal? ¿Qué va a empezar a hacer para crecer en esta función congregacional? • ¿Qué importancia y función tienen las ordenanzas (el bautismo y la Cena del Señor) en su ministerio eclesial y vida personal? ¿Qué va a empezar a hacer para crecer en esta función congregacional? • ¿Qué importancia y función tiene la Palabra en su ministerio eclesial y vida personal? ¿Qué va a empezar a hacer para crecer en esta función congregacional? • ¿Qué importancia y función tiene la edificación mutua en su ministerio eclesial y vida personal? ¿Qué va a empezar a hacer para crecer en esta función congregacional? • ¿Qué importancia y función tiene el evangelismo en su ministerio eclesial y vida personal? ¿Qué va a empezar a hacer para crecer en esta función congregacional? • ¿Qué importancia y función tiene el dar en su ministerio eclesial y vida personal? ¿Qué va a empezar a hacer para crecer en esta función congregacional?


La Iglesia

5 LA IGLESIA II Propósito de la lección

Conocer e edificarse dentro de la estructura eclesial en la que se encuentra.

Resultados de la lección

Al concluir esta lección el estudiante: • Comprenderá la responsabilidad y privilegio que hay en el servicio a Dios. • Identificará el tipo de estructura a la que pertenece la Iglesia Metodista Libre. • Tomará conciencia de las responsabilidades de cada persona al servicio de Dios.

Contenido

• Introducción • Los líderes • Los oficios eclesiales • La disciplina eclesial • Actividades de evaluación


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La Iglesia II INTRODUCCIÓN

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a iglesia es una entidad espiritual, creemos que existe el reino sobrenatural de Dios. Creemos también que el ser humano no es producto de un proceso evolutivo, sino que fue creado con atributos físicos y espirituales. Somos más que sangre, carne y químicos. Deseamos vivir una vida sobrenatural, viviendo en el Espíritu en vez de la carne. Pablo declaró: Pues, aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas. 2Co. 10:3-4

La iglesia debe usar este poder divino. Esencialmente hay dos formas disponibles para hacerlo: la oración y los dones espirituales. Ambos tienen acceso al poder de Dios en beneficio de su pueblo y obra. Ambos son necesarios para cumplir con el ministerio encomendado por Cristo, pero que es demasiado difícil para el esfuerzo humano. El Señor nunca intentó que ministráramos en nuestras propias fuerzas. Sus intenciones son ayudarnos. Jesús instruyó a sus discípulos que no dejaran Jerusalén o iniciaran su ministerio hasta que recibieran el poder del Espíritu Santo (Hch. 1:4-5). En la Iglesia Metodista Libre creemos que: El Espíritu Santo es derramado sobre la Iglesia por el Padre y el Hijo. Él es la vida y el poder testificador de la Iglesia. Él otorga el amor de Dios y hace real la soberanía de Jesucristo en el creyente de modo que sus dones de la palabra y del servicio alcancen el bien común y edifiquen a la Iglesia. En su relación con el mundo Él es el Espíritu de verdad, y su instrumento es la palabra de Dios (Libro de Disciplina, 2015, ¶107). El Señor dio variedad de dones para capacitar a su cuerpo y así, empoderarles para llevar a cabo su obra. Por eso nosotros como Iglesia Metodistas Libre reconocemos que: …Dios otorga dones espirituales de liderazgo y servicio a hombres y mujeres. Dado que los dos fueron creados a imagen de Dios, esa imagen se refleja mayormente cuando hombres y mujeres laboran en armonía en todos los niveles de la iglesia. Por tanto, todos los puestos dentro de la iglesia son accesibles para cualquier persona a quien Dios haya llamado (Libro de Disciplina, 2015, p. 7).

LOS LÍDERES La primera categoría de los dones incluye a los líderes descritos en Efesios 4:11-16. Estos no son oficios o posiciones para los cuales las personas son elegidas. Estos son simplemente personas dadas por Dios a la iglesia de Cristo para equipar y así juntos cumplir con la gran comisión. El pasaje de Efesios menciona a los apóstoles, profetas, evangelistas y pastores/maestros. Los apóstoles son los enviados para ser parte del fundamento de un nuevo ministerio. Los profetas declaran la Palabra de Dios a la iglesia, mientras que los evangelistas comparten el mensaje de salvación para los perdidos. Los


La Iglesia II pastores/maestros cuidan y enseñan al pueblo de Dios. El papel de un líder en el cuerpo de Cristo no es solamente hacer evangelismo; también debe equipar a otros cristianos para hacerlo. Habilidades dadas por el Espíritu Santo a la iglesia Otra categoría de los dones son las habilidades dadas a los creyentes por el Espíritu Santo. Las habilidades naturales o aprendidas deberán ser usadas en el servicio a Dios. Sin embargo, el Espíritu también da a los creyentes habilidades para contribuir de una manera única a la edificación de la iglesia. Estas son llamados dones espirituales. Estos, tienen ciertas características sobresalientes que resaltamos a continuación: • Todo creyente tiene por lo menos uno (1Co. 12:7; 1P 4:10). • Son dados por el Espíritu como desea, y no de acuerdo a nuestras preferencias (1Co. 12:11). • Son principalmente para el beneficio de la iglesia, en lugar de beneficio propio (1Co. 12:7,12-27; Ro. 12:4-5). • El don (o dones) que tenemos es la obra del Espíritu (1Co. 12:4). Los ministerios en que los usemos están unidos a Cristo (1Co. 12:5), y su efectividad es obra de Dios (1Co. 12:6). Nuestra responsabilidad es simplemente obedecer. Los dones espirituales y la iglesia Dios ha distribuido estos dones con el propósito de edificar al cuerpo de Cristo, la iglesia. Los dones son para ministrar a todas las personas, y a través de ellos, el poder de Dios se hace presente de forma visible en el mundo. El uso de los dones permite no caer en la autosuficiencia de la comunidad y resalta que todo lo que se logra hacer es pura gracia de Dios. Tanto el líder como los miembros están necesitados, somos una comunidad de necesitados. De ahí que, cada miembro es importante. 1. La importancia de cada miembro La ilustración del cuerpo en 1 Corintios 12 muestra la necesidad de que cada miembro cumpla su papel para obtener la función plena del cuerpo. Así como el cuerpo físico sufre cuando un miembro está enfermo, el cuerpo de Cristo se duele cuando un miembro falla en el uso de su don. Cada creyente tiene buenas obras que realizar (Ef. 2:10). Estas obras no pueden ser realizadas en nuestra fuerza humana. Necesitamos el poder sobrenatural del Espíritu Santo obrando a través de nosotros para completarlas. Como Metodistas Libres creemos que: El crecimiento llega con la aceptación de una completa responsabilidad para el uso de los talentos naturales y dones espirituales en el servicio y ministerio. El Espíritu Santo capacita a cada creyente con habilidades naturales para el servicio y ministerio. Estos son un depósito que debe ser usado de manera que glorifique a Dios. Utilizar bien las habilidades dadas por Dios es nutrir el crecimiento personal. El Espíritu Santo también distribuye, como él quiere, dones espirituales de palabra y servicio para el bien común y la edificación de la iglesia (1 Corintios 12:7; 1 Pedro 4:10-11). Los dones espirituales deben ser ejercitados bajo la dirección de Cristo con Su amor y compasión, y no deben ser causa de división en la iglesia. Así pues, todo debe hacerse decentemente y con orden. El lenguaje de la adoración debe ser el len-

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La Iglesia II guaje del pueblo. Toda comunicación en la adoración debe ser inteligible (1 Corintios 14). El creyente no busca los dones por los dones, sino el carácter y el poder del Espíritu Santo como la evidencia de la plenitud del Espíritu Santo (Libro de Disciplina 2015, ¶3413). 2. La función de las personas con dones Dios ha dado seres humanos capacitados a la iglesia para guiar y entrenar a los creyentes. Cada iglesia local tiene individuos que han sido capacitados de manera única para estas áreas. Sin embargo, nunca ha sido la intención que se conviertan en un grupo elite que realice el ministerio de la iglesia. En lugar de esto, Pablo deja claro que están para preparar al pueblo de Dios y así desarrollar la obra del ministerio (Ef. 4:11-13). Es vital que cada creyente descubra y use sus dones en el ministerio. 3. Ministrando la gracia de Dios Cuando usamos nuestros dones, estamos de hecho ministrando la gracia de Dios (1P. 4:10-11). La gracia de Dios y el poder fluyen a través de nosotros hacia los demás cuando servimos (1Co. 13). Dios quiere ministrar a las personas, y Él ha escogido hacerlo a través de nosotros y específicamente, a través de nuestros dones espirituales (1P. 4:10). Él ya ha decidido cómo quiere usarnos a cada uno de nosotros, y nos ha dado el don correspondiente. Nuestro trabajo es usarlo y llevar fruto para Él (Jn. 15:16). Descubramos nuestros dones espirituales Descubrir cuáles son nuestros dones toma tiempo y paciencia. Esto lo podemos hacer al involucrarnos en el ministerio del cuerpo de Cristo, y evaluando lo que Dios está haciendo a través de su vida. Sirviendo en comunidad se dará cuenta que los dones sobresalen por sí mismos. No hay ningún test (prueba) para los dones espirituales en la Biblia. Ellos no dependen de las habilidades naturales o aprendidas. Un médico no tiene necesariamente el don de misericordia, ni un maestro el don de enseñanza. Es posible que tales personas tengan cierta capacitación y experiencia en tales profesiones, pero no es lo mismo en cuanto a los dones espirituales. Sus dones, de hecho, podrían ser evangelismo, administración o de algún otro tipo. Evaluar su profesión no es quizá la mejor forma para descubrir sus dones espirituales. Un don es descubierto por su efecto cuando es usado. Al ministrar a otros, la gracia de Dios, su poder y bendición, fluyen a través de nuestros dones a un grado que sobrepasa la habilidad humana. La única forma de descubrir nuestro don es involucrándonos en varias formas dentro del ministerio en una comunidad y así poder observar cómo Dios lo usa. El proceso es esencialmente “prueba y error”. Ya que el poder de Dios fluirá a través de nosotros hacia los demás, es importante escuchar su consejo. Puede que no notemos cómo es que Dios nos está usando, pero otros lo harán. Hay muchos dones espirituales listados en el Nuevo Testamento. Debido a que cada lista incluye diferentes dones, parece probable que ninguna lista está completa. Debe haber muchos otros tipos de dones de servicio. También es claro que cada creyente tiene por lo menos un don. Algunos podrían tener dos o más. Es difícil decirlo. Debido a su diversidad, es necesario que los creyentes se involucren en muchos tipos de ministerio.


La Iglesia II Aunque los talentos naturales o aprendidos no son lo mismo que los dones espirituales, el entrenamiento o el talento pueden ciertamente incrementar la efectividad de un don. Por lo pronto, si una persona tiene el don de enseñanza, esto significa que Dios quiere bendecirle en tal ministerio. ¡Pero el don no es un sustituto de estudiar para poder tener algo que decir! Dios está dispuesto a bendecirnos en lo poco. Él también desea bendecirnos en lo mucho. El tener un don no es una excusa para ser perezoso. Esto aplica para cualquier don. Una vez que descubrimos qué don tenemos, deberíamos hacer todo lo posible por desarrollarlo, para que lleguemos a ser mejores herramientas para el servicio en la iglesia (1P. 4:10). Figura 5.1 Dios multiplica nuestro esfuerzo

Dos advertencias respecto al uso de los dones Como se declaró anteriormente, recuerde que nuestro conocimiento de cualquiera de estos dones proviene de la Biblia. Segundo, la disponibilidad de algunos de estos dones es asunto de desacuerdo en el cuerpo de Cristo. La controversia se centra normalmente alrededor de si algunos dones están o no disponibles para la iglesia hoy. Algunos piensan que debido a que la revelación escrita ya ha sido completada, algunos dones, especialmente los de formas milagrosas ya han cesado. Nosotros como Iglesia Metodista Libre creemos que lo que la Biblia enseña sobre los dones espirituales de la iglesia del Nuevo Testamento está vigente en la iglesia hoy. Sin embargo, creemos que hay varios impedimentos para descubrir y ministrar estos dones. A continuación daremos algunas razones: 1. Razones personales • Temer a algún abuso o mal uso de los demás. • Falta de entendimiento del trabajo sobrenatural en la esfera física. Este es un problema de visión del mundo. • Mantener problemas personales de pecado no resueltos y/o falta de fe. • Falta de compromiso para servir y ministrar a los demás. • Intentos de imitar a otros en el uso funcional de los dones. • Esforzarse demasiado para “obtener los dones” en lugar de buscar al dador de los dones. • Adoptar una actitud de “espera del don antes de ministrar”, en lugar de proceder obedientemente para servir y ministrar a los demás, confiando en que el Señor cum-

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La Iglesia II plirá su propósito a través de esto. De hecho, podríamos estar totalmente desapercibidos de los efectos del uso de nuestros dones espirituales al buscar amar y servir a los demás. 2. Problemas organizacionales • Desequilibrio doctrinal: algunos excluyen ciertos dones, otros los sobre enfatizan. • Sobre enfatizar ciertos dones como una “marca de espiritualidad” en lugar de como un ministerio a los demás. • Enseñanza no bíblica acerca de los dones y falta de libertad para usarlos. • Presentar los dones como un fin en sí mismos, en lugar de una herramienta para el ministerio.

LOS OFICIOS ECLESIALES Hay muchas palabras que se usan en el Nuevo Testamento para los líderes, tales como ancianos, diáconos, presbíteros, capataces, obispos y maestros. Los requisitos son enumerados para solo tres de estos oficios, y por eso solamente veremos estos. En l Timoteo 3, Pablo presenta los requisitos para los encargados u obispos. En Tito 1, él usa los mismos requisitos para los ancianos, pero en medio de la lista usa el término obispos. Esta indica que los términos son intercambiables y pueden ayudarnos a determinar los oficios de la iglesia (cf. Hch. 2:17,28; lP. 5:1,2). El gráfico 5.1 presenta un cuadro sinóptico con los requisitos de cada oficio. Gráfico 5.1 Requisitos para obispos, ancianos y diáconos


La Iglesia II El gráfico 5.1 nos ayuda a ver que, en su epístola a Tito, Pablo reitera la lista de requerimientos para los ancianos y los obispos. Observe que esta lista de requerimientos es parecida a la lista extendida presentada en l Timoteo 3:1-7. Por otra parte, los requerimientos para los diáconos son parecidos a los de los ancianos, solo que a los diáconos no se les requiere ser capaces de enseñar. Los requisitos espirituales de los diáconos son igualmente estrictos como los de los ancianos. También debe tener reputación aprobada. La única diferencia, de no ser requerido para ser capaz de enseñar, se entiende fácilmente conociendo su papel. La palabra griega, “diakonos”, (que se traduce “diácono”) se refiere al “que sirve”. La primera aparición de los diáconos parece estar en Hechos 6. En aquel tiempo había problema en la iglesia. Algunas de las viudas necesitadas no se tenían en cuenta en la distribución de la comida. Los apóstoles que manejaban la iglesia pensaban que no sería conveniente que abandonaran su responsabilidad de enseñar y de orar. En lugar de ello, pidieron a la iglesia que escogiera a siete hombres que se encargarían de la tarea de distribuir la comida. Por lo anterior algunos entienden que los diáconos del Nuevo Testamento eran responsables de las necesidades materiales y sociales dentro de la iglesia. Sin embargo, esa diferenciación no es del todo acertada, pues Hechos 6-8 nos amplía el rol de dos diáconos: Esteban y Felipe. En ambos casos su función no se limitó a un rol de servicio material sino que ejercieron, con mucha efectividad, labores evangelísticas. De allí que los requisitos espirituales tenían que ser estrictos. En 1 Timoteo 3:11 se usa la forma femenina de “diakono”. Una interpretación cree que esto significa “la esposa del diácono”. Otros lo interpretan como ser una diacona mujer o diaconisa (cf. Ro. 16:1 donde a Febe le llaman diaconisa). En las iglesias que tienen diaconisas, ellas hacen un papel de servicio igual al de los diáconos. En el cuerpo de Cristo todos sirven de diferentes maneras y cada uno de los líderes de la iglesia tiene diferentes responsabilidades y privilegios. Observemos cada uno de ellos: 1. Responsabilidades Pedro en su primera carta en el capítulo 5 enumera las responsabilidades de los ancianos, los pastores y los obispos al cuidar del rebaño de Dios. • Hacer el trabajo de un evangelista (2Ti. 4:5). • Gobernar. La palabra griega traducida como mandar o gobernar es “proistemi”, que significa: “encargarse de”, “dirigir”, “presidir”, “ser protector” o “guardia”. Note que Pablo especificó que para cumplir con su deber Timoteo no debería dominar a la iglesia, sino que debía ser un buen ejemplo para ellos (1Ti. 4:12). Es decir, a través del ejemplo debía guiar y gobernar la iglesia. Así que Timoteo debía: • Leer la Palabra en público (lTi. 4:13). • Predicar la Palabra (2Ti. 4: 1-2). • Enseñar la Palabra (Tit. 2:1). • Exhortar en amor (1Ti. 4:13). • No descuidar el don (1Ti. 4:14).

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La Iglesia II 2. Privilegios Los ancianos fieles merecen respeto. El respeto es el resultado de la vida santa que ellos deben tener. La congregación debe tomar en serio su llamamiento. En dos sentidos: • Por un lado, los ancianos fieles que enseñan también merecen el sostén financiero. Pablo especifica en 1 Corintios 9:7-12 que la nueva iglesia había de sostener a los que trabajaban para enseñar. Hay que determinar dentro del contexto de la iglesia cómo cumplir con esta responsabilidad hacia sus ancianos. La meta debería ser sostenerlos para que puedan dedicarse al ministerio completo de la iglesia. Aunque Pablo estaba dispuesto a trabajar como hacedor de tiendas cuando faltaba una iglesia para sostenerlo, él se dedicó de inmediato al ministerio completo tan pronto como fue posible. Esto parece ser el caso en Hechos 18:1-5 cuando Silas y Timoteo aparentemente trajeron un regalo de las iglesias en Macedonia (2Co. 8:1-4). Es la responsabilidad de la congregación servirles de esta manera y así demostrar su respeto por la enseñanza de la Palabra. • Por el otro lado, las personas deberían tener cuidado de no acusarlos de una falta a menos que esté bien apoyada por dos o más testigos (1Ti. 5:19-20). Sin embargo, si prueban que un anciano ha pecado, debe ser disciplinado con más severidad que un miembro común. Puesto que está en una posición pública. Un anciano ejerce mucha influencia sobre las personas, ya sea para bien o para mal, y por eso, debe recibir una disciplina más seria si cae, pero siempre buscando la restauración (Ga. 6:1).

LA DISCIPLINA ECLESIAL Todo cristiano debe reflejar el carácter de Dios, puesto que la imagen de Dios está siendo restaurada en su vida (Gn. 1:27). Dios constantemente en la Biblia nos llama a ser santos como Él es santo (Lv. 19:2 cf. 1P. 1:16). Él disciplina a sus hijos en amor (Heb. 12:5-6 cf. Dt. 8:5), y ninguna disciplina es en el momento de recibirla, parece agradable, sino más bien penosa; sin embargo, después produce una cosecha de justicia y paz para quienes han sido entrenados por ella (Heb. 12:11). El apóstol Pablo en todas las cartas insta a los líderes y la comunidad a exhortarse los unos a los otros en amor (Col. 3:13-17, cf. Heb. 3:13, 10:24). Sin embargo, el término disciplina literalmente no se emplea en la Biblia. Aunque es mandado a ejercerla en por lo menos tres pasajes en el Nuevo Testamento (1Co. 5; Mt. 18, 2Co. 2). Estos pasajes enseñan ciertos principios con respecto a algunas prácticas de disciplina en la iglesia que son aplicables a la vida actual de la iglesia. 1. La disciplina en la iglesia es un mandato bíblico (1. Co. 5) La iglesia en Corinto tenía un caso de un hermano que estaba involucrado en inmoralidad sexual (Co. 5:1). El apóstol Pablo escribió a la iglesia, dando instrucciones en cuanto a cómo se debía tratar a este hermano: • Quitarlo de la iglesia (1Co. 5:2) • Entregarlo a Satanás (1Co. 5:5)


La Iglesia II • No asociarse con él u otros hermanos que eran fornicarios, avaros, idólatras, maldicientes, borrachos, ladrones (1Co. 5:11) • Quitar al hombre perverso (1Co. 5:13) Pablo también les comparte el propósito de estas medidas disciplinarias: “...para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús” (1Co. 5:5). 2. La disciplina en la iglesia debe seguir ciertos pasos (Mt. 18:15-22) Jesús dijo que cuando un hermano peca, debemos emplear los siguientes procedimientos: • Primero, ir y reprenderle en privado. Si él escucha, la relación está restaurada (Mt. 18:15). • Segundo, si no escucha, llevar a dos o tres testigos y confrontarle (Mt. 18:16). • Tercero, si aún no escucha, compartirlo con la iglesia (Mt. 18:17). • Si todavía no escucha a la iglesia, tratarlo como si fuera incrédulo (Mt. 18:17). Algunas traducciones de la Biblia indican que este es un “pecado contra usted”. Pero sin importar si el pecado es contra usted personalmente, o es un pecado que usted ve, los mismos principios se aplicarían. 3. La restauración del hermano arrepentido es la meta de la disciplina (2Co. 2) En su segunda carta a la iglesia en Corinto, Pablo escribe acerca de qué hacer cuando la persona que peca se arrepiente después de ser disciplinada: • Perdonarle y consolarle (2Co. 2:7). • Volver a afirmar su amor para él (2Co. 2: 8). La razón que Pablo da para esto es: “Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros” (2Co. 2:11). El perdón y la restauración son características de Dios, quien reconcilió al ser humano pecador hacia Él mismo por medio de Jesucristo. Cuando la iglesia rehúsa reflejar estas mismas características de Cristo, Satanás gana una victoria sobre la iglesia. Nosotros “vencemos” a Satanás al perdonar y restaurar a los pecadores arrepentidos. Por otro lado, la disciplina correctiva ejercida en amor es necesaria y positiva por cinco razones, 1) Es positiva para el individuo disciplinado, 2) para otros cristianos cuando ven el peligro del pecado, 3) para la salud de la iglesia como un todo, y 4) para el testimonio corporativo de la iglesia. Sobre todo, 5) porque nuestra santidad es para reflejar la santidad de Dios. El ser miembro de una iglesia debe tener un gran significado, no para nuestro orgullo, pero para la gloria del Nombre de Dios (Dever, 2004, pág. 48).

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La Iglesia II ACTIVIDADES DE EVALUACIÓN Lea y reflexione sobre los siguientes pasajes y prepárese para participar en clase sobre este tema de la disciplina. 1. Lea Juan 5:27-30. ¿A quién ha entregado el Padre autoridad para juzgar? Ahora lea Mateo 18:15-17. ¿A quién ha delegado Jesús la autoridad de juzgar en este mundo? ¿Ha sido la iglesia fiel administrando esta responsabilidad que Dios nos ha dado? 2. Lea 1 Corintios 5:1-2. ¿Cuál es la acción que Pablo enseña que debe tomarse en cuanto al miembro que está en pecado en la iglesia de Corinto? Ahora lea los versículos 3-5. ¿Bajo qué autoridad (en el nombre de quién) debería actuar la iglesia? ¿Cuál es la última esperanza en tal acción? ¿Cree que Pablo enseñó acerca de la disciplina eclesiástica como una forma cruel y sin corazón de actuar, o como una manera amorosa que beneficiaría el alma de esa persona? 3. Un escritor ha dicho que los cristianos deberíamos “Abrir la puerta de enfrente de la iglesia y cerrar la puerta de atrás.” ¿Cuál es el significado de esta declaración? El autor dice que en vez de esto hemos “Cerrado la puerta de enfrente y abierto la de atrás.” ¿Cuál de estas dos declaraciones cree usted que es más bíblica? ¿Cuál idea cree usted que ayuda más a tener una membresía bíblica y saludable? 4. Lea Romanos 14:1-4. ¿Cuáles son algunas formas en que la disciplina de la iglesia podría caer en un abuso? Tómese un tiempo para meditar acerca de cómo su iglesia puede cumplir el mandato del Señor, según Mateo 18:15-17, de manera cuidadosa y fiel, y a la vez guardarse de abusar de él (Dever, 2004, págs. 48-49).


La Iglesia II

6 LAS ÚLTIMAS COSAS Propósito de la lección

Comprender asuntos concernientes al reino presente y venidero de Dios, a su vez, fortalecer la esperanza en el retorno de Cristo.

Resultados de la lección

Al concluir esta lección el estudiante: • Reconocerá en qué consiste el reino presente y venidero de Dios. • Fortalecerá la esperanza en el retorno de Cristo y sus implicaciones para nuestras vidas. • Se verá motivado a seguir viviendo en obediencia como respuesta al regalo de la salvación.

Contenido

• Introducción • Definición • El reino de Dios • El retorno de Cristo • La resurrección • El juicio • Actividad de evaluación


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Las Últimas Cosas INTRODUCCIÓN

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racias a la globalización y a los medios de comunicación podemos saber instantáneamente qué está sucediendo en cualquier lugar del mundo. Los medios de comunicación nos muestran los principales eventos internacionales. Algunos de estos eventos se han observado y grabado, y nosotros lo podemos revivir de forma dramática. Hemos podido ver una serie de terremotos en vivo como el de México, Haití, Venezuela, Ecuador y Chile. Y algunos sismos y terremotos en otras partes de Latinoamérica y del mundo. Hemos visto y estamos experimentado el cambio climático con desastres naturales incalculables. Bajas de temperaturas, lluvias torrenciales con granizo e inundaciones. Huracanes que golpean las costas y tsunamis que arrasan ciudades enteras, montañas enteras desprendiéndose. Además, oleadas de calor e incendios forestales que han consumido miles de hectáreas. Todo esto ha cobrado millones de vidas humanas. De igual manera hemos visto algunos fenómenos en el cielo como el eclipse lunar total, llamado “luna de sangre”, y otros. Por otra parte, hemos visto un cambio en la economía mundial y la devaluación de nuestras monedas nacionales. Además, de cambios políticos y gobiernos corruptos que han desangrado la economía de nuestros países. Esto ha llevado a diferentes cambios sociales como la migración masiva de nuestros compatriotas a otros lugares de Latinoamérica y del mundo. No solamente eso, sino que también hemos escuchado anuncios y rumores de guerras, sin mencionar lo que ya está sucediendo: las violentas y constantes guerras en el medio oriente. Además, algunas potencias desarrollando bombas nucleares y amenazando con destruir ciudades y continentes enteros. Todo esto ha despertado temor en algunos por su vínculo con una profecía apocalíptica. Todo lo anterior ha dado pie para que algunos se levanten a interpretar las profecías bíblicas y los medios de comunicación han recreado las diferentes hipótesis sobre el final del mundo que los científicos han formulado. De ahí que, se ha generado un gran impacto en toda la sociedad y muchos viven con temor de las últimas cosas. Este tema lo han tomado muchos cineastas que han recreado las diferentes hipótesis sobre las últimas cosas. Sin embargo, las últimas cosas no son simplemente los sucesos del final de la historia, es un tema más complejo de lo que podría suponerse. En un momento así los cristianos somos convocados a discernir “las señales de los últimos tiempos”, y a discernirlas con el fin de cumplir más fielmente la misión que hemos recibido de Jesucristo, el Señor de la historia. La consigna es clara: nuestra misión como discípulos es servir a nuestro Señor en este mundo y dentro de nuestra propia historia, y para hacerlo tenemos que entender lo mejor posible la realidad de nuestro mundo y de nuestros tiempos (Stam J. 1998).


Las Últimas Cosas DEFINICIÓN La palabra “escatología” viene del término griego “eschaton” que significa “último”. Escatología hace referencia al fin del mundo, tiene que ver con las promesas de Dios y su cumplimiento. Es decir, el fin de la historia en el que Cristo regresará a la tierra para establecer su reino eterno de justicia y juicio entre todas las naciones (Dn. 2:44; Mt. 5:26; 1P. 1:5; 1Jn. 2:18). No obstante, el reino de Dios, ya ha sido establecido en la tierra por medio de la encarnación de Cristo. Jesús calificó su tiempo como la llegada del reino de Dios (Mt. 12:28; Mc. 1:14, 9:1; Lc. 13:18-20; Jn. 3:3). El reino de Dios alude a su gobierno y su señorío sobre el ser humano por los siglos de los siglos (Sal. 145:13).

EL REINO DE DIOS En todo el Antiguo Testamento observamos a Dios como el dueño absoluto de todo lo creado: “el Señor es rey, está vestido de majestad; el Señor está vestido y ceñido de poder; la tierra está segura, no se derrumbará” (Sal. 93:1). “Su reinado es eterno” (Ex. 15:18). Sin embargo, los seres humanos se han revelado contra Dios, le han dado la espalda teniendo en poco su poderío y aún peor, creando diversos dioses conforme a su imaginación. El reino de Dios ha sido menospreciado, pero esto no será para siempre. Dios hará juicio y mostrará su soberanía ante los seres humanos, el día del Señor llegará (Is. 2:12-17; Sof. 3:15; Zac. 14:9). El día del Señor contiene la idea de un juicio sobre la humanidad al final de la historia (Am. 5:18; Mal. 4:1). El término “juicio” referido a Dios aparece 20 veces aproximadamente en toda la Biblia. El Antiguo Testamento contiene el mayor número de referencia a este tema (Is .2:12; 13:6,9; Ez. 13:5, 30:3; Jl. 1:15, 2:1,11, 31, 3:14; Am. 5:18, 20; Abd. 15-21; Sof. 1:7,14 Zac. 14:1; Mal. 4:5). El día del Señor también está relacionado con el Mesías (Is. 4:2, 9:6, 11:1); el gran rey del linaje de David (1Cr. 17:11-14; Sal. 72). Por medio del Mesías vendrá el día de Señor, el juicio para todas las naciones y la liberación para Israel (Mal. 3:1). El reino de Dios llegó con la encarnación del Mesías. Juan el Bautista expresó: “Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos está cerca” (Mt. 3:2 cf. 4:17). Jesús mismo expresó: “Dense cuenta de que el reino de Dios está entre ustedes” (Lc. 17:21). En otras palabras, el día de salvación anunciado en el Antiguo Testamento, ya ha llegado en la persona de Jesús (Lc. 2:26-30). Ya está el reino de Dios entre nosotros. Dios ha juzgado el pecado de la humanidad en la muerte de Jesús (Mt. 27:45 cf. Am. 8:9). Al igual que estaba dando salvación a todos los que confían en su muerte y resurrección (Lc. 18:30). Ahora Cristo ejerce el gobierno de Dios a la derecha del Padre por medio del Espíritu Santo (Hch. 2:33). Sin embargo, la escatología, es decir, las últimas cosas, siempre va unida a la misión de Dios de restaurar la humanidad (1P. 1:3, 13, 21). Ellos reciben el poder de Dios para instaurar el reino de Dios en la tierra aquí y ahora (Hch. 1:8 cf. 2:21). Así que, estamos en el “ya” ha llegado el reino de Dios, pero “todavía” no. El reino de Dios se establecerá completamente con la segunda venida del Mesías (Lc. 21, 22:29).

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Las Últimas Cosas Cristo vendrá en gloria para juzgar a los vivos y a los muertos (Mt. 25:31-46, cf. 1Jn. 2:28). El reino de Dios se establecerá en plenitud y armonía con la restauración de todas las cosas, y el ser humano vivirá eternamente con Dios (Ap. 21:3). “Él les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir” (Ap. 21:4). El cristiano está bajo el reino de Dios porque ha recibido el Espíritu Santo que le ayuda a vivirlo (Ez. 36:26-28, cf. Ro. 8:1). Sin embargo, espera una restauración total porque sigue luchando con la naturaleza pecaminosa (2Co. 5:17, cf. Ro. 7:14-25). El cristiano y la creación completa anhela y espera el reino de Dios en su plenitud. Ansiamos la liberación del pecado y de la corrupción (Ro. 8:22-26). Deseamos la consumación de la salvación, y el pleno surgimiento del nuevo hombre incorruptible a la estatura de Cristo (Ef. 4:13). Respecto al reino de Dios, la Iglesia Metodista Libre cree que: El reino de Dios es un tema prominente en la Biblia proporcionando a la vez al cristiano su responsabilidad y esperanza. Jesús anunció su presencia. El reino es considerado ahora como el reino de Dios establecido en los corazones y vidas de los creyentes. La iglesia, por medio de sus oraciones, ejemplo y proclamación del evangelio, es el instrumento apropiado, designado por Dios para la edificación de su reino. Pero el reino es también futuro y se relaciona con el retorno de Cristo cuando el juicio caiga sobre las cosas presentes. Los enemigos de Cristo serán dominados; el reino de Dios será establecido; ocurrirá una renovación cósmica total, tanto material como moral; y la esperanza de los redimidos será una realidad completa (Libro de Disciplina, 2015, ¶126).

EL RETORNO DE CRISTO Referirnos al reino de Dios implica hablar del retorno de Cristo. Él vendrá como rey y viene a establecer su reinado en la tierra de forma plena y para siempre. Toda su creación anhela y espera la gloriosa aparición de nuestro Señor Jesucristo. Nosotros como Iglesia Metodista Libre creemos que: El retorno de Cristo es seguro y puede ocurrir en cualquier momento, aunque no nos toca a nosotros saber la hora. A su regreso él cumplirá todas las profecías relacionadas con su triunfo final sobre el mal. La reacción del creyente debe ser de gloriosa expectación, vigilancia, preparación espiritual y diligencia (Libro de Disciplina, 2015, ¶127). El Antiguo Testamento predijo que Cristo, el Mesías, vendría y moriría por los pecadores (Is. 7:14, 53:1-12). Y así ocurrió: el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros y murió por los pecados de los seres humanos (Jn. 1:14, cf. Mt. 26:28). Jesucristo es el cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento “ya” se hizo realidad, pero los cristianos vivimos nuevamente a la expectativa futura del regreso de Cristo “todavía no” (Mt. 24:30, 42, 44, 50).


Las Últimas Cosas El término en griego para la segunda venida de Jesús es “parusia” que significa “venida” o “llegada” (Mt. 24:3; 1Co. 15:23; 1Ts. 2:19; 2Ts. 2:1, 8). Esta palabra se usaba en el primer siglo para la llegada de un emperador o gobernante o para manifestaciones de la divinidad en la tierra. Al ser el imperio tan extenso, el emperador iba una vez a la ciudad, pero tardaba mucho tiempo en volver. Así que, este evento era único y ninguna persona se lo podía perder. Todos los ciudadanos salían a las afueras de la ciudad a recibir al soberano para darle la bienvenida a la ciudad. Por tal razón, el término trasmite la idea de un regreso que ninguno se lo debe perder, es una acción definitiva y decisiva (1Co. 15:52 cf. 1Ts. 4:15-17). Jesús vendrá a reinar, será el retorno del Rey (Lc. 19:112, 1Jn. 2:28). Los términos escatológicos que se usan para la venida de Cristo son dos: “apokalypsis” que significa “revelar” o “manifestar a la persona de Cristo” (1Co. 1:7; 2Ts. 1:7,;1P. 1:7) y “epifanía” que significa “manifestación de la deidad” (2Ts. 2:8; Tit. 2:13). El término da la idea de correr el velo de tal manera, que queda visible lo que estaba oculto. En el Nuevo Testamento hay más de 250 referencias al retorno de Cristo. La segunda venida de Jesús puede ocurrir en cualquier momento porque nadie sabe el día ni la hora (Mt. 24:36). En cualquier momento aparecerá la señal en el cielo del Hijo del Hombre. Su venida es inminente y será como un relámpago que se ve desde el oriente hasta el occidente, todo ojo lo verá: los vivos y los muertos (Mt. 25:27, cf. Ap. 1:7). “Verán al Hijo del Hombre, que vendrá en las nubes con gran poder y gloria” (Mc. 13:26). La venida de Jesús será una venida decisiva porque después vendrá el fin (1Co. 15:24). A su regreso, Él cumplirá todas las profecías relacionadas con su triunfo final sobre el mal (Ap. 20:10). Y todos los seres humanos tendremos que compadecer ante el tribunal de Cristo (Ap. 20:11-15). Notemos que Jesús se negó a dar señales, no fomentó una mentalidad adicta a “las señales de los últimos tiempos”. En esa misma línea de pensamiento, afirmó que la venida del reino de Dios no viene con advertencia o cálculos, o señales visibles (Milne, 2008). De ahí que, es necesario conocer algunas recomendaciones muy valiosas respecto a los últimos días, como lo expresa Milne: 1. Hay que tener cuidado con la frase “los últimos días”. Algunos pasajes se refieren claramente a todo el período entre las dos venidas de Jesús (Hch. 2:17; 1Co. 10:11; Heb. 6:5). El reino de Dios ya está aquí, pero aún se espera su establecimiento total. Pablo nos da algunas características principales de la vida en todo este período (1Ti. 3). Jesús nos da señales de la presencia del reino. En este sentido el fin está siempre cerca porque Jesús, el rey, está cerca (Fil. 4:5; Ap. 22:20) (Milne, 2008). Así que, el cristiano vive una expectativa diaria y se prepara cada día para el regreso de Cristo (Mt. 25:1-46). 2. Jesús deja en claro que su venida es inesperada. Ningún estudio de señales podrá quitar el sentido de sorpresa, incluso entre los más fieles (Mt. 24:42). Jesús vendrá como ladrón en la noche (1P. 3:10 cf. 1Ts. 5:2). No se sabe qué día vendrá el señor (Mt. 24:42). Vendrá a la hora que menos pensamos (Mt. 24:44). De igual manera, no nos corresponde saberlo (Hch. 1:7).

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Las Últimas Cosas 3. Jesús afirmó que ni Él mismo sabía cuándo ocurriría (Mt. 24:36 cf. Mc. 13:32). Por lo tanto, ninguno debería atreverse a afirmar tal conocimiento. La persona que admite el desconocimiento de la venida de Cristo refleja la mente de Cristo. 4. La escala del tiempo de Dios es totalmente diferente a la humana: “pero no olviden, queridos hermanos, que para el Señor un día es como mil años, y mil años como un día” (2P. 3:8). Después de estas recomendaciones y advertencias, es de suma importancia reconocer que el regreso de Cristo nos trae esperanza y de ninguna manera, temor. Debemos tener la confianza que, si permanecemos en Él, no seremos avergonzados (1Jn. 2:28). Así que, el regreso de Cristo nos debe motivar y generar el deseo de hacer la voluntad del Señor y de estimularnos los unos a los otros en obediencia. No se debe predecir la venida del Señor, pero sí se debe predicar la venida del Señor para vivir de manera expectante el retorno de Cristo. La iglesia debe vivir la tensión de “ya” pero “todavía no”, en cualquier momento llegará el Señor. Cristo nos dio algunas razones especificas por la cuales vendrá nuevamente. Estas, nos deben motivar a la fe y a las buenas obras que son el resultado de creer en Cristo. Así que Cristo viene a la tierra a: • Reinar sobre toda su creación (Lc. 23:42; 1Ti. 6:14-16). • Triunfar sobre la muerte y el mal (2Ts. 2:7-8; Ap. 19:11-21). • Resucitar a los muertos y a trasformar (a los que estén vivos) a la plenitud de vida eterna (1Ts. 4:16; 1Co. 15:52; Fil. 3:21; 1Jn. 3:3). • Reunirse con nosotros (1Ts. 4:17; 2Ts. 2:1; Jn. 14:3). Cristo vuelve porque quiere estar con nosotros, es un encuentro amoroso: las bodas del cordero. • Juzgar (Mt. 25:31; 2Ts. 1:7; 2Ti. 4:1; Hch. 17:31); Aquí Cristo nos permitirá juzgar con Él (1Co. 6:2; Ap. 20:4). • Reunir todas las cosas en Cristo (Ef. 1:10-12, Col. 1:20). Este verbo en griego significa recapitular, encabezar, juntar todo en su pleno sentido, resumir todo en un sistema final. La venida de Cristo va a culminar en su sentido pleno de propósito de la creación. Dios va a recapitular todo en la persona de Jesús, todo será restaurado, volverá a su plenitud y armonía como en el principio. Notemos que este verbo es muy importante porque nos da la idea de una restauración y no una destrucción final de todo. Otro punto importante es que por mucho tiempo se ha enseñado que los cristianos no pasaremos por lo que se llama la gran tribulación, puesto que, seremos raptados. Se cree que mientras ocurre la gran tribulación en la tierra, los creyentes estaremos en las bodas del Cordero. Pero… ¿Es esto cierto? Esta interpretación de escapismo contradice lo que expresa la Biblia. Ella constantemente, nos llama a gozarnos en las diversas pruebas (Stg. 1:2 cf. Ro. 5:3). Pablo declaró: “Alégrense en la esperanza, muestren paciencia en el sufrimiento, perseveren en la oración” (Ro. 12:12). De igual manera, el libro de Apocalipsis llama a los que sufren a perseverar en momentos de sufrimiento


Las Últimas Cosas hasta la muerte (Ap. 2:7, 11, 17, 26, 3:5, 12, 21 cf. Ap. 7:14). Aquí hay una inversión del valor que tenemos de la vida: “porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia” (Fil. 1:21). Notemos este principio en la vida de todos los apóstoles. Ellos fueron testigos de esto, quienes murieron como mártires. El libro de Apocalipsis se escribió para dar esperanza ante la realidad del sufrimiento extremo, se exhorta a tener la mirada en Cristo y no en los sufrimientos presentes. De igual manera, Jesús ya había expresado la hostilidad de las personas del mundo, pero invita a confiar porque Él ya venció al mundo (Jn. 16:33). De igual manera, Jesús les expresa a las iglesias de Apocalipsis que el que venciere heredará la vida eterna. Según algunos intérpretes, la gran tribulación durará siete años. Ellos suman los 3 años y medio de Apocalipsis y los 3 años y medio de Daniel para un total de7 años. Sin embargo, no encontramos ninguna clave hermenéutica que nos autorice para hacer eso. En Daniel 9:24 no tenemos nada que indique un lapso de siglos entre la semana 69 y la semana 70, ni nos autoriza a importar de la semana 70 al libro de Apocalipsis. El Nuevo Testamento nunca menciona las 70 semanas, mucho menos identifica la semana 70 con la gran tribulación final (Stam, 1999). Wesley siempre conectó la venida del reino con la salvación presente: “Él ya está renovando la faz de la tierra. Y tenemos fuertes razones para creer que la obra que Él ha comenzado la continuará hasta el día de su Señor Jesús; que él nunca interrumpirá esta obra bendita de su Espíritu hasta que no haya cumplido su promesa; hasta que Él haya puesto un final al pecado y la miseria, la enfermedad, y la muerte; y reestablecido la santidad y felicidad universal, y haya causado que todos los habitantes de la tierra canten juntos ¡Aleluya! ¡El Señor Dios omnipotente reina!” (González, 1996, pág. 18).

LA RESURRECCIÓN La doctrina de la resurrección es fundamental. La resurrección de todos los seres humanos muertos da esperanza al creyente en Cristo. Al respecto, creemos lo siguiente: Habrá una resurrección corporal de los muertos, justos e injustos, los que han hecho bien a resurrección de vida; los que han hecho mal a resurrección de condenación. El cuerpo resucitado será un cuerpo espiritual más la persona será entera y mantendrá su identidad. La resurrección de Cristo es la garantía de la resurrección para aquellos que están en él (Libro de Disciplina, 2015, ¶128). Jesús mismo nos enseñó sobre la resurrección de todos los muertos, tanto los cuerpos de los justos como de los injustos serán resucitados. Él expresó que no nos asombráramos de lo que iba a enseñarnos, dijo: “viene la hora en que todos los que están en los sepulcros oirán su voz, y saldrán de allí. Los que han hecho el bien resucitarán para tener vida, pero los que han practicado el mal resucitarán para ser juzgados” (Jn. 5:28-29).

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Las Últimas Cosas El concepto de la resurrección inicia con la destrucción de la muerte (Os 13:14; Is. 25:8, 26:19). La destrucción de la muerte se dará cuando Cristo vuelva a la tierra (1Co. 15:55). Cristo murió para que el poder del pecado fuera destruido (Ro. 6:6, 8:3). Teniendo en cuenta que Jesús no tenía pecado, la muerte era deudora al dar muerte a un inocente. Así que, el Espíritu Santo levantó de los muertos a Jesús porque fue sin pecado (Ro. 8:11). Y ahí está la victoria de Jesús sobre la muerte que entregará a sus muertos: “Y el mar devolvió los muertos que guardaba, la Muerte y el Hades devolvieron los muertos que guardaban, y cada uno fue juzgado según sus obras” (Ap. 20:11-13). En la resurrección todos seremos juzgados, unos viviremos eternamente en el cielo y en la tierra restaurada. Otros, sufrirán la segunda muerte porque no estaban inscritos en el libro de la vida (Ap. 20:15). Así como Adán y Eva no creyeron en la palabra de Dios, de la misma manera, los que no creyeron las palabras de Cristo serán condenados (2Ts. 2:12). Estos morirán por sus propias decisiones, no se arrepintieron de su maldad, sino que despreciaron una y otra vez la Palabra de Dios. Serán lanzados al lago de fuego por no haber creído en Jesús, en su obra redentora de amor (Jn. 3:16). Allí será el crujir de dientes (Lc. 13:28). De ahí que la Iglesia Metodista Libre expresa sobre el destino eterno de cada ser humano: Nuestro destino eterno es determinado por la gracia de Dios y cómo respondemos a esta gracia, y no por un decreto arbitrario de Dios. El cielo de gloria eterna y la bendición de la presencia de Cristo esperan a los que confían en Él y obedientemente siguen a Jesús como Señor y Salvador. Pero un infierno de sufrimiento eterno y separación de Dios esperan a los finalmente no arrepentidos (Libro de Disciplina, 2015, ¶130). La vida venidera La vida venidera está en marcada en la plenitud de Dios y la perfección del hombre hecho a la estatura del Cristo resucitado. Observemos cómo será la vida eterna: • Una vida corpórea (1Co. 15:35-37 cf. Jn. 20:27; Hch. 1:3, 7:55). • Una vida responsable (Ap. 23:3; Lc. 19:11-26; 1Co. 6:2). • Una vida perfecta (Gn. 1:28 cf. Sal. 8:4-6; Ap. 21:4, 24). • Una vida gozosa de felicidad (Is. 65:18). • Una vida centrada en Dios (Ap. 21:4, 22; Mt. 5:8; 1Jn. 3:2; Sal. 16:11). • Una vida armoniosa con la creación (Is. 11:6-9). • Una vida en comunidad (Ez. 40-48; Heb. 13:14; Ap. 21:4, 24). Tierra nueva y cielos nuevos Es importante notar que la Biblia nunca habla de la destrucción total de la tierra. De hecho, en el tiempo de Noé la tierra no fue destruida en su totalidad (al igual que lo muestra en libro de Apocalipsis). Dios salvó a los animales, a Noé y a su familia. Pero la tierra no fue destruida, más bien fue inundada. Luego, el pasaje presenta que Dios hizo pasar un viento recio sobre las aguas y las aguas disminuyeron (Gn. 8:1). Pasados unos días, Noé envió una paloma, pero esta volvió al arca porque no halló donde asentar su pie. Al cabo de unos días, la envió nuevamente y esta trajo una hoja de olivo, y entendió Noé que el agua ya había sido retirada sobre la tierra (Gn. 8:9-11). Desde que el viento recio secó la tierra, comenzó la restauración


Las Últimas Cosas de la vegetación: el olivo para dar la hoja necesitó un tiempo prudente. Notemos dos puntos importante en el pasaje: el pasaje hace una alusión a la creación, en donde el Espíritu se movía sobre las aguas (Gn. 1:2). Y el viento recio hace alusión al Espíritu Santo (Ez. 37:7-9 cf. Hch. 2:2). En este mismo sentido, el salmista expresa: “envías tu Espíritu, son creados, y renuevas la faz de la tierra” (Sal. 104:30). El Espíritu Santo está renovando la faz de la tierra, es decir está restaurando la tierra. De igual manera, Isaías contiene más la expectativa de cielos nuevos y tierra nueva en referencia a la restauración de toda la creación, y no de una destrucción (Is. 65:17). No se expresa una destrucción total de la creación actual, sino una renovación, libre del pecado, muerte y corrupción. Los cielos nuevos y la nueva tierra es nuestra tierra. La tierra que pisamos aquí y ahora, pero renovada. La misma tierra, es decir, toda la creación será liberada de la esclavitud de la corrupción (Ro. 8:21). Así que, toda la creación gime con dolores de parto por la restauración y espera la manifestación de los hijos de Dios (Ro. 8:19, 22). Podemos decir que el Espíritu Santo da testimonio a nuestro espíritu que somos hijos de Dios (Ro. 8:16). Y la tierra anhela la revelación de quienes son hijos de Dios (Ro. 8:19). Dios restaurará la creación para sus hijos. En la tierra restaurada es que la nueva Jerusalén baja, en otras palabras la presencia de Dios morando nuevamente con el ser humano (Ap. 21:2). En palabras de Juan: ¡Aquí, entre los seres humanos, está la morada de Dios! Él acampará en medio de ellos, y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios. Él les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir. Ap. 21:3-4 Notemos la armonía y plenitud de la restauración, toda la creación no estará sujeta a la vanidad, corrupción y dolor (Heb. 1:10; Ro. 8:20,21; 1Co. 15; Ap. 21).

EL JUICIO La Iglesia Metodista Libre cree en el juicio final. Allí todo ser humano, tanto vivos como los muertos de todos los siglos tendremos que compadecer. Como Iglesia Metodista Libre creemos que: Dios ha designado un día en el cual juzgará al mundo con justicia de acuerdo con el evangelio y nuestros hechos en esta vida (Libro de Disciplina, 2015, ¶129). La capacidad de juzgar está relacionada con el poder de dar la vida (Ap. 20:15). Como el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo a los que quiere les da la vida. El Padre no juzga a nadie, sino que ha entregado al Hijo todo su poder de juzgar. Para que todos honren al Hijo como honran al Padre… Así como el Padre tiene la vida en sí mismo, así dio también al Hijo tener vida en sí mismo, y le dio poder de juzgar, por cuanto Él es el Hijo del hombre. Jn. 5:21-23, 26-27

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Las Últimas Cosas Así que, por el poder de Dios obrando por medio de Jesús todos los seres humanos seremos resucitados en nuestros cuerpos para ser juzgados. Todos debemos comparecer ante el tribunal de Cristo, para que cada uno sea recompensado por sus hechos estando en el cuerpo, de acuerdo con lo que hizo, sea bueno o sea malo (2Co. 5:10). Tanto creyentes como no creyentes, seremos resucitados para estar delante de Jesús. Él juzgará a todos los seres humanos por sus hechos. Los justificados ante Dios son por la fe en Cristo y su obediencia a Él en amor (Ro. 9:30-10:11). A estos les dirá: “buen siervo y fiel entra en el gozo de su Señor”, pero los otros, irán al lago eterno (Ap. 20:14). Los criterios de Dios para juzgar a la humanidad son: • Dios es un juez justo y envió a su hijo a morir por los pecados de todos (Ro. 1:17). • Dios le ha dado la responsabilidad del juicio final a Jesucristo (Jn. 5:22). • Cada persona será juzgada de acuerdo a la comprensión de la voluntad de Dios y del evangelio de Jesucristo. Todos los que hemos creído en Jesucristo seremos salvos. Por lo tanto, le seguimos en obediencia. Para muchas personas, cristianas o no, la idea de la condenación eterna es desagradable y, según algunos, contraria al énfasis bíblico en el amor de Dios. Pero, si es cierto que el amor tiene que ver con relaciones mutuas, entonces uno podría argumentar que la perspectiva que es realmente contraria al amor divino es el universalismo o la idea de que todas las personas de alguna manera serán finalmente salvas. Por atractivo que parezca, abrazar el universalismo es imposible para la posición arminiana wesleyana, la cual insistirá completamente en la importancia de la respuesta humana a la gracia divina. La doctrina de la condenación eterna, o el infierno, es, de hecho, el resultado lógico de la afirmación bíblica de la responsabilidad humana ante Dios (Lodahl, 1994, pág. 235).


Las Últimas Cosas ACTIVIDAD DE EVALUACIÓN Realice la siguiente lectura y responda las preguntas a continuación. Howard, A. S. “Misión, sanación y el fin de la escatología”. En La salvación de toda la creación. Págs. 215-243. Buenos Aires, Argentina: Kairos, 2016. • ¿Qué conocimiento nuevo adquirió? ¿Qué reforzó o recordó? • ¿Qué aspectos le invita a cambiar esta lectura? • ¿Qué decisiones tomará para seguir creciendo a la semejanza de Cristo?

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Bibliografía Bibliografía Chafer, L. Teología sistemática. Estados Unidos: Publicaciones Españolas, 1974. Donner, T. (1995). La santificación: desde la perspectiva del Antiguo Testamento. Medellín: SBC. Garrastegui C. y Jones W. Estas doctrinas enseño: guía de estudio para las obras de Wesley. Asheboro, NC. Wesley Heritage Foundation, 2002. Grudem, W. (1994). Teología sistematica: Introducción a la Doctrina Biblica . Miami, Florida: Vida, 1994. Iglesia Metodista Libre. (2015). Libro de disciplina. Indianapolis: Free Methodist Publishing House, 2015. Lodahl, M. The Story of God . Kansas: Beacon Hill Press, 1994. Lucado, M. En manos de la gracia. Nashville: Caribe, 1997. Milne, B. Conocerán la Verdad: un manual para la fe cristiana. Lima: Puma, 2008. Salerno, M. Discipulado cristiano. Obtenido de Discipulado Cristiano: http://discipuladocristiano.org/2016/05/20/la-iglesia-invisible/. 20 de 05 de 2016 Stam, J. Escatología bíblica y misión de la iglesia. Costa Rica: Semilla, 1999.

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