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LA SOLEDAD. Uno de los temas de la película.

Hsu

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• Marcela Fernández Vidal

Nunca mejor aplicada la expresión “llegó para quedarse” como síntesis del arribo de Juan Martín Hsu al territorio del cine argentino en el rol de director. Su trayectoria previa a la decisión de ser cineasta

Director de revela,a simple vista, su condición de buscador incansable. En su viaje sin mapas ni GPS pasó por las carreras de actuario, los errantes computación, matemática y letras antes de iniciar la de diseño de imagen y sonido en la Universidad de Buenos Aires, de la que egresó en 2006 para luego realizar talleres de especialización.

Entrevista al cineasta autor de la premiada La Salada. “El cine me ofrece múltiples recursos para expresarme, comunicarme con otros y

conmigo, y es una excusa para trabajar mis inquietudes personales”, sintetiza Hsu con un entusiasmo reafirmado en cada nuevo proyecto. Nació en Argentina en 1979, su madre es taiwanesa y su padre, ya fallecido, era chino.

Juan Martín Hsu La Salada

El testigo impasible

OPINIÓN Gustavo Ng

Juan Martín Hsu jamás levanta la voz. Ni exagera expresiones con su cara, ni gesticula con las manos. Es las antípodas del efectismo. Su circunspección contrasta con las realidades que expone en sus películas. En La Salada, el multifacético entrevero de mundos entre sí exóticos, en Diamante Mandarín, la irreal explosión de saqueadores, presidente que huye en helicóptero, jubilados que reclaman sus dólares martillando la puerta de los bancos. Ni siquiera enfatiza momentos, personajes, situaciones: le basta con mostrar una realidad que es de por sí una masa chirriante. Hsu comparte con el público lo que atestigua con sus ojos rasgados, impasibles por fuera, azorados por dentro. Y lo que atestigua es la Argentina. Una escena hecha de inmigrantes, cuyas vidas se entrecruzan, en la que todo

¿En qué consistió la beca Proa que ganaste?, le preguntó Dang Dai.

Fue el primer esbozo de una idea, de la cual nació La Salada. A partir de 2007, año de la beca, y de unos talleres en los que yo participaba con la película, fui haciendo la escritura del guión, que terminé en 2010. Lo presenté en un concurso del Incaa para financiar primeras películas y lo gané. Tardé junto con mi equipo dos años en poder cobrar ese dinero y así logré filmar La Salada en 2013. Finalmente, se presentó en el 2014. ¿Qué otras películas o cortos hiciste?

La Salada es mi primer y único largometraje. También hice el corto Diamante Mandarín que fue parte de “Historias Breves 10”, una serie de películas que sale cada siete años integrada por 7 a 10 cortos de directores nuevos financiada por el Incaa. De Historias Breves I, hace 20 años, salieron por ejemplo Pablo Trapero,

sucede precipitada e irracionalmente, sin lógica, en general derrapando hacia la debacle. No se entiende la lógica que regula las relaciones, no se conciben los porqués, no se explican las contradicciones. Y aun así, Hsu hace sentir que esa realidad casi disparatada es nuestra realidad. El escenario desconcertante que es la Argentina es suyo como su nombre chino. La suya no es la mirada de un extranjero, sino la de un argentino, como la de Sarmiento, la de Héctor Murena o la de Ricardo Piglia. A esas miradas, que hacen ver como extraño nuestro mundo cotidiano, este joven director de cine con mente de filósofo le agrega algo del acervo que llega desde el mundo chino. Sus películas aportan, a la vez, un nuevo espejo para que la sociedad argentina se observe y chispas genuinas del modo de ver amasado durante milenios en el otro extremo del planeta.

Lucrecia Martel, Adrián Caetano y otros cineastas. Además tengo un corto anterior, Ropa sucia, mi tesis de estudio en 2006, y hay varios otros más anteriores, pero forman parte de mi etapa estudiantil. ¿Qué encontrás en el cine?

Podría haberme expresado con otras áreas artísticas; en un tiempo escribía, también me gusta pintar, podrían haber sido mis elecciones. Pero lo que me atrae del cine es que es un arte muy complejo y también muy nuevo, de modo que hay muchas libertades para experimentar.

Pensar en cine es vivir todo lo que hacés diariamente, es un arte tan multidisciplinario que te permite hilar desde tantos conceptos y tantas cosas. Es infinita la manera de combinar esos recursos. Y se asocia a lo que sea que yo esté buscando íntimamente. Todo eso aparece a través de escenas e imágenes.

Siento que con el cine me puedo expresar

mejor que con cualquier otra actividad artística. Es a la vez un aprendizaje constante pues me permite repensar mi trabajo y me brinda la posibilidad de reformularlo en cada proyecto. ¿Qué temáticas te interesan?

Básicamente la de la inmigración, aunque me costó mucho comprender que ése era el tema. Pero no me interesa lo informativo de cómo llegaron al país, sino conocer al inmigrante, conocer al otro a través de los sentimientos, algo que no veía en la películas sobre el tema. El eje son los sentimientos de los personajes, sin idealizarlos pero tampoco juzgarlos. Intento buscar esa mirada que es pararse en su mismo piso, en su misma línea y contarlos, contar las experiencias de estos inmigrantes en la Argentina, un poco a también través de lo que yo viví y sentí, de lo que sienten mis padres, mis amigos chinos, taiwaneses, coreanos, bolivianos, porque cuando me juntaba con ellos siempre había puntos en común que nos permitía entendernos perfectamente. ¿Por ejemplo?

Esos límites y fronteras difusos en los que viven estos personajes, que no son ni de un lugar ni de otro, son gente errante, esa es la sensación. Me preguntaba por qué hay ciertos inmigrantes, en el caso de los orientales, que hablan muy poco castellano y siguen viviendo aquí, o por qué no vuelven a su país, por ejemplo a Corea o a China, ahora que son potencias económicas. ¿Encontraste la respuesta?

No hay una sola. Hay muchos que se vuelven y otros que se quedan y era un poco contar que ni siquiera ellos lo piensan o se lo plantean, ni tienen una respuesta. Acá me refiero más a gente mayor. Con los amigos de mi generación, a quienes conozco desde la adolescencia, siempre pasaba que yo no me sentía -claro que hoy estoy más seguromuy argentino, pese a haber nacido aquí, un poco lo que habla la película, pero tampoco me sentía taiwanés o chino. A mis amigos coreanos que vinieron desde chicos les pasaba algo parecido, y siempre está la sensación de estar en estos límites borrosos, errantes, en un limbo. Es un poco lo que cuenta la película . También me interesaba hablar de los ricos cruces interculturales que se conforman en estos límites. Otro gran tema es la soledad.

Una de las ideas era evitar estereotipar y estigmatizar al inmigrante; una de las maneras es que entre ellos se vean como iguales y que el espectador los vea como

un igual. Básicamente, estos sentimientos de melancolía y soledad creo que son los puntos de conexión que favorecen dejar de diferenciar al otro y verlo a través de estos sentimientos compartidos. ¿Con que criterios estéticos trabajas? Fueron muy diferentes para la película y para el corto. En La Salada lo viví más como una cuestión de búsqueda. Tenía un guión gigante y debí ir limpiándolo durante la fi l- mación y la escritura. Al hacer el rodaje, por cuestiones de dinero tenía que sintetizar las escenas o directamente sacarlas, y en esas encrucijadas empezó a aparecer más lo que iba a ser realmente la película. Además infl uyeron los problemas concretos para fi lmar en el espacio de la feria. Todo el tiempo era elegir y seleccionar qué fi lmar y cómo pensarlo para que quedara bien. Estas circunstancias hicieron que todas las propuestas estéticas previas se cayeran y empezáramos a buscar nuevas a partir de lo poco que había. En ese momento la pasé muy mal, pero con el tiempo me fui dando cuenta de que le hizo bien a la película: le empezó a dar vida. A veces el cine pierde un costado artístico a la hora de fi lmar, porque por razones monetarias necesita planearlo tanto que pierde libertad. En mi caso, al improvisar día a día, hora a hora, empecé a tener más libertad y empezamos a encontrar algo que no era la que habíamos pensado al principio. La película solo estaba ahí y era una piedra

muy rugosa que había que ir esmerilando. ¿Y con el corto?

Ahí fue al revés. En el guión de la película tenía 90 hojas y terminé fi lmando unas 50. Para el corto, en cambio, presenté un guión de 17 hojas y cuando gané el concurso, antes de fi lmar empecé a trabajar con uno de 3 hojas, ya no por una necesidad de presupuesto, sino por una decisión consciente. El cálculo normal para un guión es una hoja por minuto de fi lmación. Esta vez fue expandir una pequeña idea. El equipo es el mismo que el de La Salada. Trabajo mucho con Nicolás Torchinsky, director de fotografía, y Tebbe Schöningh, que es alemán, sonidista. Confi ó mucho en lo que me van diciendo. Tengo mucha miopía, uso lentes, no veo nada en general y soy muy sordo, ellos son mis ojos y mis oídos. El corto es más una especie de thriller y esa no era la idea original, fue apareciendo porque había mucha libertad estética para fi lmarlo. Tanto en el corto como en la película aparecen los actores Ignacio Huang y Chang Sung Kim. Los demás son no son actores profesionales. ¿Cómo definirías a los personajes de tus películas?

Los pensé siempre como que van transitando una historia hasta el fi nal, llevan una caja de acero, con una tapa, cada tanto pueden ver algo de lo que hay adentro cuando se tropiezan, pero no llegan a saber qué es. La caja se abre un poquito,

pero nunca del todo, y eso es lo que está atrapado: los sentimientos de estos personajes están atrapados en esa caja. Y el espectador se ubica en su misma perspectiva. Para mí, esa es la tensión presente en estas películas. ¿Qué directores te gustan?

Me gusta mucho el cine argentino, y aprendo de él constantemente. En La Salada hay un personaje (el que interpreta Huang) que vende DVDs y ahí aparecen fragmentos de las películas que a mí me encantan: de Leonardo Favio (Juan Moreira), de Fabián Bielinsky (Nueve Reinas), de Martín Rejtman (Rapados) y de Juan Villegas (Sábado). Todos ellos me gustan como directores, cómo pensaron el cine, cómo piensan el lenguaje cinematográfi co o cómo piensan al espectador. También me gusta Rodrigo Moreno, director de El Custodio.

Del exterior, mi gusto va cambiando. Puedo citar ahora de Portugal a Miguel Gomes o a Joâo Pedro Rodrigues; para La Salada me guié mucho de directores taiwaneses como Hou Shiao Shien (Millennium Mambo, The Assassin), Wong Kar-wai, Tsai Ming-liang. También quisiera citar a Richard Linklater o Martín Scorsese de EE.UU. Y es por etapas, hoy vuelvo a ver directores que vi en la facultad, como, por ejemplo, Luc Besson. No todo es de cine de autor, también veo cine más de tipo hollywoodense como, por ejemplo, Mad Max. Me gusta el cine en general.

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