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INMIGRACIÓN

Oda al súper

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de la otra cuadra

Dar y recibir de comer hace una relación muy íntima, casi indestructible. Es lo que hacen, a diario, los supermercados argentinos de origen chino, llenos de historias ias de convivencia.

• Gustavo Ng gng@dangdai.com.ar

Atendiendo necesidades básicas

Pareciera haber un designio en la forma en que los chinos se relacionan con los argentinos. A nivel país, le proveen —a gran escala— tos necesarios para la vida diaria, a, a los que en produc-

los últimos años se les ha sumado la tura y las fi nanzas. En la escena doméstica, las

personas chinas atienden la necesidad básica de comida de los argentinos. Para cumplir esa tarea es que han puesto supermercados casi en cada manzana de Buenos Aires y otras ciudades. Una relación muy íntima. Quizás infraestruc- indestructible.

El árbol de Navidad

El helicóptero que se llevaba a De la Rúa, los ahorristas dándole martillazos a los frentes de los bancos, la multitud insultado a los diputados, las palmeras de la Plaza de Mayo ardiendo como antorchas. Hay muchas imágenes de la crisis del 2001 que quedaron grabadas en la mente de los argentinos. Muchas están relacionadas con los saqueos a supermercados, y entre las postales de tristeza y violencia, está la del chino que lloraba, llamémosle Wang. Wang se había jugado todo en la decisión de abandonar su tierra natal, donde tenía sus lugares conocidos, sus trabajos, sus parientes, amigos de toda la vida, personas conocidas, sus muertos en el cementerio, su futuro. Dejó todo por construir una vida en Argentina, y es lo que hizo desde el momento en que llegó. Trabajó sin cesar, cada día de la semana desde antes de que saliera el sol hasta mucho después de que se hubiera puesto. Pudo progresar, pero entonces vino el terremoto económico en Argentina y vio por televisión las imágenes de los saqueos, vio

a otro chino que amenazaba a una turba de saqueadores con un arma desde un balcón sin barandas en la planta alta de una casa, vio otros dueños de supermercados que se apuraron a hacer una pila de mercadería en la vereda para que no entraran a robarle todo… y entonces le tocó a él. Wang quedó en los recuerdos de mucha gente porque cuando le saquearon su supermercado había un equipo de la televisión. La cámara lo tomó, tratando de decir algo, luego apartándose, tomándose la cabeza, sentándose en la vereda. Llorando. La cámara tomó a los muchachos que, detrás de Wang, salían corriendo de su negocio llevándose el arbolito de Navidad. No se usan arbolitos de Navidad en China; Wang lo había comprado para hacerse amigo de los argentinos, y ahora los argentinos se lo sacaban. Le arrebataban su gesto de fraternidad. La última escena que se vio por TV tenía un toque de redención. Wang sigue llorando y una vecina, señora grande, con una bata liviana para soportar el verano agobiante, intenta consolarlo. Wang llora a los gritos, y la señora se queda fi rme a su lado, y los dos están mirándose a los ojos.

Lo correcto

“¿Qué creen que hacen con esas escopetas?”, le pregunta el padre a los hijos. Han salido de la cocina de su pizzería con las armas para dispararle a los negros que han roto las vidrieras a piedrazos. “Hace veinte años que tengo esta pizzería. Esos negritos crecieron comiendo mi pizza, ¿y ustedes quieren matarlos?” La

escena es de la película Haz lo correcto, de Spike Lee. Pues los negritos, blanquitos y otros argentinitos han crecido con la leche, las galletitas, el dulce, las bananas y los pañales que sus padres le compraron a los chinos en sus supermercados. No han corrido horas de mates, de charlas, confesiones, refl exiones sobre la vida, pero dar y recibir de comer hace una relación muy íntima. Quizás indestructible.

El distribuidor de pollos

Hablar de “intercambio cultural” inevitablemente remite al contacto en el nivel de los museos, las altas expresiones del arte y las creaciones del espíritu humano cultivado. Algo que es invariablemente elitista. Pero dos personas cualquieras pueden protagonizar un intercambio cultural, si portan acervos culturales diferentes.

El principal ámbito de los chinos que viven en Argentina es el supermercado. Muchos toman clases de español, pero no hay una mayoría que concurra a muestras de pintura en los centros culturales, conciertos en los teatros de ópera ni compre libros de los autores clásicos de la literatura nacional, igual que no hay una mayoría de argentinos que haga eso. Pero casi todos los argentinos que viven en grandes ciudades compran en los supermercados chinos. El intercambio cultural es allí.

Jonathan, peón en una empresa distribuidora de pollos, entra al supermercado sin nombre cargando un cajón al hombro. Ha visto de reojo al chino encargado, de aproximadamente su edad, y cuando pasa junto a él le grita “¡chinito! ¡No te olvidés de enchufar la heladera hoy!”, y recibe del chino por respuesta “¡Calláte! ¿Dónde está tu novio?” Se entienden. Y para llegar a ese entendimiento hizo falta un intercambio cultural.

No son chinos

¿Cuántos supermercados chinos hay? Imposible precisar el número, básicamente porque los supermercados no son chinos sino argentinos: están bajo la legislación argentina, en territorio argentino, dentro del mercado minorista argentino, mueven mercadería y dinero argentinos. Claro que sus titulares son de origen chino (algunos son nacionalizados argentinos), pero no hay un dispositivo para clasifi car los supermercados según el origen de sus dueños.

INMIGRACIÓN

Perfecta distribución geográfica

Si existiera un ingeniero social con el cometido de encontrar un mecanismo para integrar una inmigración al país que le resulte más exótico, se le podría ocurrir un patrón de asentamiento de gran dispersión y así evitar la concentración de la nueva población en un asentamiento centrípeto tendiente al ghetto. No existe tal ingeniero social, pero una cantidad de circunstancias se conjugaron para que en Argentina acabara materializándose un proyecto de ese perfi l tan singular. El grueso de la inmigración proveniente de Fujian comenzó a llegar en un momento en que tambaleaba el esquema de hipermercados espaciados. Los consumidores minoristas añoraban los almacenes barriales y eso es lo que los chinos les dieron. De alguna forma, atendieron la nostalgia porteña. Y no sólo eso, lo hicieron con muy buenos precios y aprovechando aspectos que sí resultaban positivos de los super, básicamente el autoservicio. Los supermercados chinos fueron cubriendo el mapa de las ciudades argentinas ni demasiado cerca ni demasiado lejos uno del otro. Los motores de tamaña movida fueron la necesidad de

los vecinos de tener a mano dónde abastecerse y la intensa, casi frenética, laboriosidad de los chinos inmigrantes. Así se conformó una red de supermercados chinos (más de 10 mil) con cada punto a la misma distancia de los más cercanos. Es una malla perfecta. Los chinos no se concentraron en un Barrio Chino para salir cada día desde allí hasta su supermercado, sino que viven cerca de su trabajo, con lo cual la dispersión no es sólo de puestos de trabajo, sino también de lugares de residencia. Es distinto al caso de los barrios chinos de Nueva York, San Francisco, París y otros. Pero otra circunstancia concurrió al establecimiento de la red natural de supermercados: los celulares e internet. Las nuevas tecnologías de la comunicación les permitieron a los chinos hacer negocios corporativamente desde donde estuvieran. La integración con los argentinos parece tan poco fl uida como el español que hablan los chinos y el chino que hablan los argentinos, pero el patrón de asentamiento no puede ser más propiciatorio.

Testimonio. Varinia Mangiaterra

El super de la otra cuadra es una casa. Ahí se cría a los niños, se almuerza, se merienda, se deambula en pantufl as... El carnicero argentino cayó enfermo y atendía el chino. Como no sabía cómo cortar la carne, los clientes le enseñaban. Después tuvo como una tendinitis en el hombro y una clienta le daba consejo tras sejo, que llamá acá, que te atienda tal especialista, que pedí turno, que tal cosa. Al fi nal le sacó turno ella. con-

La hermana de las dueñas les hace de niñera, le daba el bebé upa a mis hijos cada vez que decían "qué lindo bebé". Después tuvo una clausura. Largas semanas de espera tuvimos, y tuvo el chino dueño, en los pasillos kafkianos de la Municipalidad, a la espera de la reapertura. Lo vi cuando fui a renovar mi carnet de conducir. Pero ya lo reabrieron.

El carro del súper se le convirtió en carroza

La compositora y cantante de tangos Verónica Bellini tiene una orquesta llamada China cruel. Con ella canta El súper chino, tema sobre la historia de una mujer que, abandonada por su marido, se refugia en un supermercado. Allí “la miró Hao Lee / desde un banquito sentado (…) Se le arrimó y susurrando / le dijo ‘hola pleciosa’ (…) y ahí fue que el carro del súper

/ se le convirtió en carroza, / y ahí nomás sin perder tiempo / fueron marido y mujer”. En su novela El mármol, César Aira ubica en un supermercado chino la entrada a una maravillosa historia delirante.

Varias películas están usando un supermercado chino como escenario. Entre ella se destacan Nueva de Fujian, de Analía Orfi la, y el corto Diamante mandarín, en el que Juan Martín Hsu cuenta lo que le sucede a una familia china en el interior de su supermercado durante los saqueos de 2001. Hsu, argentino hijo de taiwaneses, despliega en sus películas la imagen que tiene de la Argentina: un país tramado por historias de inmigrantes. El supermercado en el que conviven el dueño chino, la verdulera boliviana, el carnicero argentino y la cajera peruana es un cuadro que quedará en la historia argentina. Se lo recordará cuando los hijos médicos, artistas, contadores o deportistas hayan dejado atrás el antiguo supermercado chino, de la misma manera que hicieron con el café los descendientes de gallegos, con el tambo los descendientes de vascos y con la tintorería los descendientes de japoneses.

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