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Los retos con América Latina

Las relaciones sino-latinoamericanas florecieron notablemente. Pero es hora de un balance crítico y de asumir las tensiones existentes, plantea este experto de la UNAM, nacido en Argentina, y coordinador de la Red Académica de América Latina y el Caribe sobre China.

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En la última década, el análisis

puntual sobre la relación entre América Latina y el Caribe (ALC) y China –si bien insufi ciente- se ha incrementado en forma signifi cativa: de las Malvinas a Mexicali, incluyendo en China, Estados Unidos y la Unión Europea, la relación ha despertado un importante interés, también resultado de la creciente presencia china global. Centros de enseñanza de lengua –en ALC y en China-, el intercambio cultural, profundos lazos políticos bilaterales y multilaterales, así como la dinámica comercial y de inversión, entre muchos otros aspectos, refl ejan la profundidad y extensión de esta nueva relación desde hace apenas fi nales del siglo XX, y sin dejar de lado viejas e históricas relaciones desde el siglo XVI.

Un grupo de aspectos anteriores, y con el objeto de generar debate y discusiones en la región, son relevantes. En primera instancia, nuevas instituciones interesadas en la temática –particularmente en EE.UU. y Europa, pero no sólo-, parecieran querer “volver a redescubrir la rueda”, es decir, como se han enterado de que la temática existe desde hace apenas un par de años, el tema efectivamente “existe” desde entonces. Esta perspectiva, sin embargo, deja de lado décadas de esfuerzos académicos, empresariales y públicos en ALC y en China: el Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Academia de Ciencias Sociales en China, por ejemplo, lleva más de cuatro décadas analizando el tema y existen otras en ALC con similar profundidad. Segundo, buena parte de las discusiones y debates, por el

momento, se han dejado llevar por el extremo de ser “pro-chinos” o contrarios a China. Un análisis desde ALC debiera permitir un diálogo regional y con China desde un ángulo conceptual, empírico, crítico y propositivo, más allá de si los resultados sean convenientes a los respectivos gobiernos.

Los esfuerzos de la Red Académica de América Latina y el Caribe sobre China (Red ALC-China) refl ejan un extenso y profundo análisis y diálogo sobre la temática: como resultado de los Seminarios realizados en 2012 y 2014, la Red publicó 4 tomos en 2013 con 66 artículos de 79 autores y cuatro tomos en 2015 con 73 artículos de 93 autores de ALC, China y muchos otros países. La heterogeneidad, profundidad y extensión de las temáticas analizadas es muy llamativa (Ver www.redalc-china.org).

La relación entre ALC y China ha sido, sin lugar a dudas, espectacular en los últimos 15 años, y más allá de enormes diferencias en los registros de los respectivos fl ujos:

1. Iniciando con el comercio en una primera fase, China en la actualidad representa 12% del comercio de ALC y se ha convertido en el segundo socio comercial sólo después de EE.UU. (hace dos décadas apenas y si aparecía en las estadísticas); al menos tan importante es señalar que ALC también es el cuarto socio comercial de China;

2. ALC, y con base en estadísticas regionales, registra un enorme y creciente défi cit comercial superior a los 75.000 millones de dólares desde 2012 y con tendencia a la alza; si bien es cierto que Centroamérica y México son la principal causa de este défi cit, toda la región ha empeorado su desempeño comercial con China;

3. El comercio ALC-China destaca por exportaciones hacia China de bajo nivel tecnológico y de bajo nivel agregado –las

exportaciones de nivel tecnológico medio y alto apenas representan 5% del total en la actualidad-, mientras que más de 60% de las exportaciones chinas son de nivel tecnológico medio y alto. Si Raúl Prebisch viviera seguramente hubiera destacado esta estructura de centro-periferia;

4. Otra característica es el alto grado de concentración: las principales exportaciones de ALC a China –minerales diversos, oleaginosas y cobre- aumentaron de 50% del total en 2000 a 72% en 2014, con importantes repercusiones en la distribución del ingreso de la región.

Aunado a las tendencias anteriores, apenas en el último lustro China se ha convertido en una creciente fuente de fi nanciamiento e inversión extranjera directa: según instituciones como la CEPAL en el último lustro China ha invertido en promedio anual 10.700 millones de dólares en ALC y el fi nanciamiento durante 2005-2014 fue superior a los 118.000 millones de dólares. No obstante lo anterior –y en el marco de la estrategia de la Nueva Ruta de la Seda desde 2013 y la más reciente one belt-one road strategy, en la actualidad el mayor reto para ALC son los proyectos “llave en mano” (turn key projects), es decir, la capacidad de ofrecer fi nanciamiento, tecnología, empresas, proveeduría, fuerza de trabajo y demás aspectos de los respectivos proyectos, en su totalidad por parte de empresas chinas y sin insumo alguno local-regional: el ron, mate, tequila y hasta la feijoada no serían locales. Los retos para el “desarrollo” de ALC, desde esta perspectiva, son mayores que nunca, más allá de múltiples llamados a la cooperación.

Al menos de la misma relevancia es la creciente brecha entre el desempeño económico arriba planteado y las muy limitadas instituciones existentes en ALC (y en China):

CELAC. Líderes de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños junto al presidente chino Xi Jinping.

los organismos empresariales, públicos y académicos, en general, son recientes, carecen de representatividad y financiamiento, y mucho menos con un análisis prospectivo y propositivo y con proyectos propios para sobrellevar las limitaciones arriba señaladas. Es más: existen países completos sin una institución especializada en China. Dos casos regionales son destacables. Por un lado, la novena Cumbre Empresarial de América Latina y el Caribe con China, realizada en octubre de 2015 en Guadalajara, México. Más allá del tequila y los mariachis, fotos y buena comida, la “cumbre empresarial” fue limitada y pobre en la participación de los países latinoamericanos y la representatividad de empresas chinas, pero llamó particularmente la atención la estrecha visión estratégica y propositiva entre ALC y China.

El país anfitrión –México- tiene una responsabilidad mayor, pero también los demás países latinoamericanos y China no han sabido sacarle jugo a una institución crítica en la relación regional con China.

En segundo lugar, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) realizó en enero de 2015 la Primera Reunión Ministerial del Foro China-CELAC en Beijing: aquí no fueron mariachis ni tequila,

pero también el ambiente y la comida fueron buenos. El Plan de Cooperación definió una agenda –con “características chinas”- con compromisos de que el comercio aumente a flujos anuales de 500.000 millones de dólares, mientras que el acervo de inversión china aumentaría a 250.000 millones de dólares, además de 6.000 becas gubernamentales y otros iguales para plazas para recibir capacitación en China y 400 maestrías profesionales; brilló por su ausencia un compromiso “latinoamericano”. CELAC, sin embargo, cuenta con una secretaría pro-tempore, pero sin capacidad de seguimiento, monitoreo y gestión alguna. La capacidad de “contar” estos compromisos no recaerá en las instituciones latinoamericanas.

Como resultado, China y sobre todo los países de ALC deben hacer una gran inversión y esfuerzo en instituciones para el conocimiento y la concreción de propuestas. Si bien este esfuerzo recae mayormente en ALC, también es en interés de China. Como lo demuestran recientes publicaciones de la Red ALC-China, existen históricos y actuales significativos sentimientos y movimientos anti-chinos que no pueden ignorarse: si la relación en el corto plazo no es armoniosa, muy difícilmente lo será en el largo plazo. ■

Por razones importantes y diversas,

muchas de ellas obvias, es inevitable hablar de Estados Unidos cuando se analiza la relación entre China y América Latina. En primer lugar, la relación entre EE.UU. y China es la más importante del mundo a nivel bilateral; en segundo lugar, por la larga y a veces confl ictiva historia de los lazos entre Estados Unidos y América Latina y el Caribe. Tanto China mira de reojo al país norteamericano cuando acciona en la región (ya que la considera el “patio trasero” de EE.UU.), como también lo hacen los países latinoamericanos al relacionarse con China. Completa esa dinámica la mirada norteamericana sobre lo que pasa entre China y la región. Aquí van, entonces, unos breves apuntes preliminares a una investigación de fondo y a un debate necesario.

Hablar de la mirada estadounidense hacia las relaciones sino-latinoamericanas implica necesariamente hablar en primer lugar de EE.UU., en particular sobre quiénes miran en vez de quién mira, antes de abordar el cómo miran y el qué ven. Cabe aclarar también que una mayoría de norteamericanos se interesa poco por la política exterior en forma regular y menos aún por las relaciones internacionales, excepto en alguna situación de crisis o de guerra. El tema también es secundario tanto para los que están interesados específi camente en China como en América Latina. Sin embargo, esto no debe llevarnos a concluir que el tema no es importante, sino simplemente refl exionar sobre la multiplicidad y yuxtaposición de asuntos relevantes en el espacio discursivo y público norteamericano. Hay numerosos estudios que rastrean regularmente la evolución de la opinión pública sobre China, opinión principal que condiciona las que se puedan tener

LATINOAMÉRICA

Triángulo con Washington

El especialista argentino de la Universidad de Georgetown analiza el seguimiento que se hace en Estados Unidos acerca de los vínculos de China con América Latina

ANÁLISIS II Gonzalo Paz

Universidad de Georgetown

sobre lo que hace el país asiático en y/o con América Latina. Desde al menos 2004 el tema es abordado con bastante frecuencia por la prensa escrita y en el ciberespacio (web, blogs, Facebook, Twitter, etc). Y no sorprende entonces que también sea de interés regular para centros de estudios, fundaciones o think tanks.

Por sus efectos inmediatos y capacidad de acción, es inevitable referirnos al gobierno y el estado (“la administración”). Aquí hay que señalar dos aspectos singulares: por un lado sus distintas opiniones o matices de las distintas áreas (las más notables y obvias, el

Advertencias

En octubre de este año, la Cancilllería china convocó al embajador de EE.UU. a que explicara el paso de un buque militar de su país cerca del archipiélago Spratly del Mar de la China Meridional. El gobierno chino aseguró que "vigiló, siguió y advirtió" la maniobra sin éxito y no descartó "acciones futuras", si se repite. "China se opone firmemente a cualquier país que utilice la libertad de navegación y sobrevuelo como pretexto para dañar a la soberanía nacional e intereses de seguridad de China", dijo un vocero oficial. El Mar de China se ha convertido estos meses en un escenario de conflicto entre Washington y Beijing.

En la embajada china en Buenos Aires, en julio último, al celebrarse el 88° aniversario de la fundación del Ejército Popular de Liberación, el agregado militar Tao Xianyang hizo una advertencia en el mismo tono e igual sentido.

Departamento de Estado, el Tesoro, el Consejo de Seguridad Nacional, el Pentágono/ Comando Sur, y los numerosos organismo de inteligencia), y por otro un alto grado de continuidad en la política ofi cial entre la administración Bush y la de Obama.

A partir de las precauciones y limitaciones señaladas, es posible trazar un bosquejo rudimentario de la reacción norteamericana.

La pregunta sobre la mirada de Washington forma parte de una pregunta mayor, de hecho la más importante en las últimas décadas en el debate sobre política exterior norteamericana: ¿qué debe hacer una superpotencia (la del status quo, EE.UU.) frente a la emergencia de una nueva superpotencia (la revisionista, China, el desafi ante estratégico)? Y el contexto de los últimos años de esta pregunta lo ha constituido como mínimo la sobre extensión (overstreching) estadounidense en diversas guerras (Golfo I y II, Afganistán, Irak, terrorismo) y una economía menos dinámica y más vulnerable.

Contacto Washington-Beijing

Es en este marco que se entiende mejor la acción que refl eja la política norteamericana sobre las relaciones de China con los países de la región. Desde abril de 2006, Washington y Beijing tienen un diálogo de alto nivel sobre América Latina. De acuerdo a un funcionario anónimo que participó en el primer encuentro, en la capital china, el propósito era evitar “que se cruzaran los cables” en la región.

La existencia del diálogo es pública, pero el contenido no, si bien ambas partes adoptaron la formalidad de reunirse cada uno por su lado con los embajadores latinoamericanos para informar de lo hablado, para minimizar la percepción en la región de un “G-2” o condominio en ciernes.

En términos de las relaciones entre ambas superpotencias hay un intento de administrar una relación bilateral y por evitar un confl icto que los realistas creen que tarde o temprano ocurrirá pero que los constructivistas creen no determinado, es decir que las relaciones entre superpotencias (son y serán) lo que ellas quieran que sea. La consecuencia principal de este diálogo fue y es el límite a la estrategia de varios países de la región (la Venezuela de Chávez en primer lugar) de arrastrar a China a su propio confl icto bilateral con EE.UU., como un apoyo

Líderes del "G-2". Xi con el presidente Barack Obama, los líderes de las dos naciones con más poder sobre la Tierra.

externo estratégico (external balancer).

El caso Chávez

Esta dinámica se hace evidente en el hecho de que aunque el ex presidente Chávez visitó públicamente 6 ó 7 veces Beijing, Hu Jintao nunca visitó Caracas como presidente, violando deliberadamente uno de los principios cardinales de la diplomacia, la reciprocidad. China también establece la preeminencia jerárquica de su relación con EE.UU. y se mueve de determinada manera para afectar la percepción norteamericana en la región.

En general, lo hace con mucha cautela, y tratando de eliminar o minimizar acciones que puedan leerse como un desafío abierto a los intereses, influencia o lisa y llanamente hegemonía histórica, real o percibida, de EE.UU. en la región. Sobran ejemplos sobre esto, como cuando el presidente Hu se negó a prestar dinero al presidente Kirchner para pagar la deuda al FMI en 2004, o como cuando hizo público su “libro blanco” sobre América Latina: lo hizo el 5 de noviembre de 2008, el día después de la elección presidencial norteamericana.

El timing no fue casual, China quiso evitar a toda costa quedar enredada en la campaña política. Vale la pena mencionar, sin embargo, ya que viene al caso, que el tema fue mencionado una vez en el debate del

26 de septiembre de 2008 entre los entonces candidatos demócrata Barack Obama y republicano John McCain. El actual presidente dijo: “La presencia notoria de China en América Latina es proporcional a nuestra ausencia”. Se puede rastrear en los informes del Comando Sur, en la Florida, y en los testimonios que prestan sus autoridades ante el Congreso, la evolución de la visión de la administración en el área estratégica y de seguridad sobre la presencia creciente de China en la región, en particular vinculada a Cuba, Venezuela, el canal de Panamá, el posible canal de Nicaragua, el tráfico de drogas y precursores, la recolección de inteligencia, las visitas militares de alto nivel, el intercambio y entrenamiento de personal militar, la venta de sistemas de armas, etc., que en síntesis no es de alarma ni de preocupación inmediata pero sí de constante vigilancia y monitoreo minucioso.

Competencia y desconfianza

Más allá de los acuerdos estratégicos destinados a prevenir escaladas, es obvio que las relaciones siguen siendo de competencia y desconfianza entre ambas potencias. La construcción por parte de China de instalaciones en los cayos y corales del Mar del Sur de China reclamados por varios países como propios y la reciente navegación de barcos militares norteamericanos

en sus cercanías es un buen ejemplo y un test de voluntades. Tampoco hay que olvidar que el acuerdo transpacífico (TTP), del que también forman parte Chile, Perú y México, anunciado en octubre pasado, es el elemento central de la pata económica del llamado “pivot” al Asia, quizá una de las acciones más importantes de la política exterior de Washington hacia China y el Asia en años, que la opinión preponderante en Beijing considera como “contención” y/o “encerramiento”.

La reunión China-Celac del 8 y 9 de enero de 2015, valiosa en sí misma, es también una mínima pero calculada respuesta china al pivot. Independientemente de las razones por las cuales EE.UU. y Cuba anunciaron el 17 de diciembre de 2014 que retomaban las relaciones diplomáticas, es indudable que una consecuencia buscada fue eliminar una fuente central y frecuente de fricciones entre Washington y los países del área, que alimentaba una franja importante de antiamericanismo, de la cual siempre potencias extra regionales han tomando ventaja.

De no mediar nada extraordinario (que no se puede descartar a priori), quizá el próximo momento relevante para analizar la dosis de cambio y continuidad de la política exterior y mirada norteamericana será la campaña presidencial de 2016 y las decisiones que tomará la nueva administración que se hará cargo de Estados Unidos a principios de 2017. ■

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