Introduccion a la historia

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BENEMÉRITA ESCUELA NORMAL “MANUEL ÁVILA CAMACHO” LICENCIATURA EN EDUCACIÓN PREESCOLAR

PRIMER SEMESTRE

HISTORIA DE LA EDUCACIÓN EN MÉXICO.

Evidencia de lectura: Introducción a la historia.

Profesor: Margil de Jesús Romo Rivera.

Alumna: Danna Gabriela Jaime Flores.


INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA

I.- LA HISTORIA DEL HOMBRE Y EL TIEMPO Los beneficios que esperaba la historia “los orígenes de las cosas presentes descubrimientos en las cosas pasadas por que una realidad no se comprende nunca mejor que por sus causas”. Leibniz. La conteponeidad provoco que se dijera a que a partir de 1830 ya no había historia. La ignorancia de pasado no se limita a impedir el conocimiento del presente, si no que compromete en el presente de la misma acción. Es importante el cocimiento entre las cosas pasadas de aquellas creencias desaparecidas, sin dejar rastro menor, formas sociales avanzadas, técnicas muertas, que han dejado, al parecer, el dominar del presente. Escribía Maquiavaleo y pensaba Humé o Bonald “en el tiempo hay algo inmutable: el hombre”. Sabemos que el hombre ha cambiado mucho de espíritu y sin duda hasta los más delicados mecanismos de su cuerpo. Ni el mayor genio es capaz de tener una experiencia total de la humanidad.

II.- LA OBSERVACION HISTORICA. Para el historiador es imposible comprobar los echos que estudia para ello que quiere rendir testimonios. El explorador en la actualidad sondea opiniones públicas sobre los grandes problemas del mundo: hace preguntas, toma apuntes, comprueba y enumera respuestas. El investigador del presente no goza en esta cuestión de mayores privilegios que el historiador de pasado. El historiador se ve obligado a no saber lo que ocurre en su laboratorio si no por sus informaciones de un extraño. El pasado es un dato que ya no se puede modificar. Pero el conocimiento del pasado es algo que eta en constante progreso que se transforma y se perfecciona sin cesar. Los exploradores del pasado no son hombres completamente libres, les prohíbe que sepan de él, lo mismo que no les entrega científicamente o no. Los relatos delicados a la información de los lectores no dejan pasar una maravillosa ayuda al investigador ya que proporciona un encuadre cronológico casi normal y seguido,


se impone un cuestionario en el momento en que ya no nos resignamos pura y sencillamente los dichos de nuestros testigos en el momento en que nos proponemos obligarles a hablar aun en contra de su gusto. Es casi infinita la diversidad de los testimonios históricos. Una de las tareas más difíciles a las que se enfrenta el historiador es la de reunir documentos que cree necesitar y esto no será posible sin la ayuda de diversos guías (inventarios de archivos o bibliotecas, catálogos de museos, repertorios bibliográficos). El espectáculo de la investigación con los hechos y fracasos, no es casi aburrido. La mayoría de las grandes desastres de la humanidad ha sido en contra de la historia. Entre las causas que llevan al éxito o al fracaso n la búsqueda de documentos no hay de ordinario nada en común tal es el elemento incondicional imposible de eliminar que da a nuestras investigaciones algo que da trágica intimidad en que tantas obras del espíritu hayan tal vez, con sus límites, una de las razones secretas de su destrucción. Cualquiera que se a la edad de la humanidad el investigador estudia los métodos de observación hechos con uniformidad sobre rastros y fundamentalmente los mismos. III.- LA CRÍTICA Tenemos en cuenta que no todas las narraciones son verídicas y a su ves las huellas materiales pueden ser falsificadas. Así como las falsas reliquias se han vendido desde que hubo reliquias. Es cosa de teólogos y filósofos el discutir las “creencias comunes” los historiadores no tienen más que recitar lo que las fuentes le ofrezcan; es decir, “que nos den la historia según la reciben y no según la estiman”, pero para que una filosofía impregne toda su época no es necesario que obre exactamente según su letra, ni que la mayoría de los espíritus sufran sus defectos más que por una especie de osmosis , muchas veces mas semiconsciente. Para la historia el peligro de un cisma entre la preparación y la obra tiene doble aspecto, primero atañe y cruelmente a los grandes ensayos de la interpretación, faltan al deber primordial a la veracidad pacientemente imposible escapar de una oscilación sin tregua entre algunos de los temas estereotipados que impone la rutina. Si un historiador emplea un documento, debe indicar, lo as brevemente posible su procedencia, es decir el medio de dar con el, lo que equivale a someterse a una regla universal de probidad.


Existen dos formas de detectar un testimonio violento. El primero es el engaño acerca del autor y la fecha: la falsedad en el sentido jurídico de la palabra. La duda vacila entre escritos que se presentan al abrigo de garantías jurídicas impresionantes. Es pueril enumerar la infinita variedad y razones por que puede haber para mentir. Aunque los historiadores, naturalmente llevados a intelectualizar demasiado la humanidad, harán muy bien recordando que todas estas razones no son razonables. Los falsarios no se proponían otra cosa que asegurar a una iglesia un bien que le disputaban o apoyar la autoridad de Roma, o defender a los monjes contra el obispo, a los obispos contra los metropolitanos, al papa contra los soberanos, al emperador contra el papa. El plagio en aquel tiempo parecía ser el acto mas inocente del mundo: el analista, el hagiógrafo se apropiaban sin remordimiento trozos enteros de escritores más antiguos. El fraude por naturaleza, engendra el fraude. La mayoría de los cerebros, el mundo circundante no haya si no mediocres aparatos registradores. Añadiendo que no siendo los testimonios en verdad si no la expresión de recuerdos, los primeros errores de la percepción se exponen siempre a complicarse con errores de la memoria que ya había sido denunciado uno de los viejos juristas. Se toma en cuenta que estas personas no son de ordinario las menos prontas a afirmar. No existe el buen testigo, solo hay buenos y malos testimonios. Muchos acontecimientos históricos no han podido ser observados si no en momentos de violencia conmoción emotiva, o por testigos cuya atención fuera solicitada demasiado tarde, si había sorpresa o retenida de las preocupaciones de acción inmediata, era incapaz de fijarse suficientemente en aquellos rasgos a los que el historiador atribuía hoy, y con sobrada razón, un interés preponderante. De individuo a individuo la facultad de observación no es, tampoco, una constante social, cabe mencionar que muchos de los errores se remontan a causas mucho más significativas de una atmosfera social particular, por dicha razón adquieren a menudo, a su vez, como la mentira, un valor documental. La critica del testimonio, que trabaja sobre realidades psíquicas, para siempre una arte lleno de sutilezas y para ello no existe libro de recetas. De la confrontación de las narraciones evangélicas nació la exegesis en la base que casi toda critica se inscribe un trabajo de comparación, por los resultados de la misma nada ienen de automáticos, hallan necesariamente semejanzas y otras veces diferencias sin embargo según los casos, el acuerdo de un testimonio con los testimonios vecinos puede imponer conclusiones exactamente opuestas.


Comúnmente los plagiarios se traicionan con frecuencia por sus errores cuando no comprenden su modelo, los contrasentidos por tanto denuncian el fraude, para desenmascarar una imitación es reducir a uno solo lo que primero creamos dos o varios testimonios. Para que un testimonio sea reconocido como autentico el método exige que presente una cierta similitud con los testimonios vecinos, toda originalidad individua tiene sus limites. Valuar la probabilidad de acontecimientos es medir las oportunidades que tiene que producirse. El pasado es un echo que no deja lugar a lo posible, la incertidumbre esta en nuestra memoria, o en la de los testigos y no en las cosas.

IV.- EL ANALISIS HISTORICO Ranke invita a los sabios, al historiador a desaparecer ante los hechos, existen dos maneras de ser imparcial: la del sabio y a del juez, tienen una raíz en común, que es la honrada sumisión a la verdad. El sabio provoca la experiencia que tal vez arruines sus más caras teorías mientas que el buen juez interroga a los testigos sin otra preocupación que la de conocer los hechos tal cual sucedieron. De ambos lados, una obligación de conciencia que no se discute, llega el momento de que ambos caminos se separan, cuando el abio ha observado y explicado, su tarea acaba. Y al juez en cambio, le falta dictar sentencia. Durante mucho tiempo al historiador se le considero como una especie de juez de los infiernos, encargado de distribuir elogios o censuras a los héroes muertos, por tanto esta actitud responde a un instinto poderosamente arraigado. La historia esta en la relación con seres capaces, por su propia naturaleza, de fines constantemente perseguidos. El “comprender” es una palabra que domina e ilumina nuestros estudios, no podemos ocultar que es una palabra llena de dificultades, pero también de esperanzas. La vida y la ciencia tienen el mayor interés en que este encuentro sea fraternal. Para elaborar una ciencia se requiere una materia y un hombre es abigarrada la realidad humana y la del mundo físico. El trabajo de recomposición viene después del análisis para seguirle siendo fiel a la vida en el constante entrecruzamiento de sus acciones y sus reacciones, no es


necesario pretender contemplarla entera, en un esfuerzo generalmente basto para las posibilidades de un solo sabio. Es muy saludable que centrar el estudio de una sociedad es uno de sus aspectos particulares, o aún mejor es uno de los problemas precisos que plantea tal cual estos aspectos: creencias, economía, estructura de las clases o de los grupos, crisis política por esa razón e debe escoger los problemas y no serán solo mas firmemente planteados, si no que por lo general, habrá mayor claridad en los hechos de contacto y de intercambio o condición, tan solo de querer descubrirlos. El historiador no sale nunca del tiempo pero por una oscilación necesaria que ya el debate sobre los orígenes nos ha hecho ver, considerando algunas veces las grandes ondas de los fenómenos emparentados que atraviesan la duración de parte en parte y otras el momento humano que estas corrientes se estrechan en la intricada mañana de las conciencias. Es necesario un nuevo y delicado esfuerzo de análisis que ya será muy poca cosa limitarse a discernir un hombre o una sociedad el aspecto principal de su actividad. Todo análisis requiere como herramienta, un lenguaje apropiado, capaz de dibujar con precisión el retorno de los hechos que aun conservando la flexibilidad necesaria para adaptarse progresivamente a los descubrimientos no tenga fluctuaciones ni equívocos. La historia pues recibe en su mayor parte su vocabulario de la materia misma de su estudio. Nuestra historia de la ciencia no dispone de un sistema de símbolos aparte de todo idioma nacional. El historiador habla exclusivamente con palabras, con aquellas palabras de su país.


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