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V I A JA R
AV ENTU RA
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CUÁNTAS VECES HEMOS SOÑADO en hacer girar una bola del mundo y detenerla al azar con el dedo índice, buscando el destino de nuestro siguiente viaje? Si la suerte estuviera de nuestro lado, puede que acertáramos en aquella playa paradisíaca que todo el mundo nos recomienda o en la ciudad de moda que aparece en las guías más cool. Pero ¿y si la paráramos en un sitio tan lejano como Singapur y decidiéramos ir hasta allí en bicicleta? Precisamente esta es la gesta que se propuso realizar Martijn Doolaard, un diseñador gráfico que abandonó su trabajo y las comodidades de una vida en Ámsterdam para cumplir el sueño de cualquier trotamundos que
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se precie: recorrer varios continentes al ritmo que marcan los pedales y dejarse llevar por la magia del momento en cada lugar que visitara. Como es evidente, una aventura de esa magnitud no podía improvisarse sobre la marcha, y parte de su éxito dependía de la planificación de los detalles más insignificantes. El protagonista de esta historia tenía claro de dónde partía y a dónde quería llegar. Sabía que disponía de un año entero para cumplir este reto de proporciones épicas y conocía bastante bien los rigores de desplazarse en bicicleta porque ya había hecho travesías de larga distancia con anterioridad. Aunque esta vez debía cargar en sus alforjas un equipaje que se adaptara a toda clase de condiciones climatológicas en varios países. “Es una decisión
DAPPER LUXURY LIFESTYLE
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Un año en bicicleta
Martijn Doolaard cambió su exitoso trabajo en una agencia de diseño y las comodidades propias de la gran ciudad por un viaje intercontinental en bicicleta hacia lo desconocido. Una aventura que lo llevó desde Ámsterdam hasta Singapur y que inmortalizó con su cámara de fotos TEXTO
David Moreu
FOTOGRAFÍAS
Martijn Doolaard (cedidas por Ed. Gestalten)
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CUÁNTAS VECES HEMOS SOÑADO en hacer girar una bola del mundo y detenerla al azar con el dedo índice, buscando el destino de nuestro siguiente viaje? Si la suerte estuviera de nuestro lado, puede que acertáramos en aquella playa paradisíaca que todo el mundo nos recomienda o en la ciudad de moda que aparece en las guías más cool. Pero ¿y si la paráramos en un sitio tan lejano como Singapur y decidiéramos ir hasta allí en bicicleta? Precisamente esta es la gesta que se propuso realizar Martijn Doolaard, un diseñador gráfico que abandonó su trabajo y las comodidades de una vida en Ámsterdam para cumplir el sueño de cualquier trotamundos que
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se precie: recorrer varios continentes al ritmo que marcan los pedales y dejarse llevar por la magia del momento en cada lugar que visitara. Como es evidente, una aventura de esa magnitud no podía improvisarse sobre la marcha, y parte de su éxito dependía de la planificación de los detalles más insignificantes. El protagonista de esta historia tenía claro de dónde partía y a dónde quería llegar. Sabía que disponía de un año entero para cumplir este reto de proporciones épicas y conocía bastante bien los rigores de desplazarse en bicicleta porque ya había hecho travesías de larga distancia con anterioridad. Aunque esta vez debía cargar en sus alforjas un equipaje que se adaptara a toda clase de condiciones climatológicas en varios países. “Es una decisión
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Un año en bicicleta
Martijn Doolaard cambió su exitoso trabajo en una agencia de diseño y las comodidades propias de la gran ciudad por un viaje intercontinental en bicicleta hacia lo desconocido. Una aventura que lo llevó desde Ámsterdam hasta Singapur y que inmortalizó con su cámara de fotos TEXTO
David Moreu
FOTOGRAFÍAS
Martijn Doolaard (cedidas por Ed. Gestalten)
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si podía seguir pedaleando, las cosas llegarían por sí solas”, comenta con una sonrisa. “Las sorpresas que me encontré por el camino fueron lo que me hizo seguir adelante, porque siempre había algo nuevo esperándome”. Mucha gente afirma que la recompensa de un viaje son las experiencias que se viven durante el trayecto y no el simple hecho de llegar a un destino. Una filosofía que encaja a la perfección con esta aventura intercontinental en bicicleta. Además, las estadísticas que aparecen al final del libro One Year On A Bike, que Martijn Doolaard publicó a su regreso a Ámsterdam, hablan por sí solas: 365 días de ruta, 16.032 kilómetros recorridos, 212 días montado en su mountain bike, 17 km/h de velocidad media, 73 km/h de velocidad máxima (en Turquía), 7 ruedas pinchadas, 4 cambios de cadena y, curiosamente, ninguna caída. Aunque la parte de crecimiento personal resulta imposible de cuantificar y es el verdadero regalo que se llevó gracias a esta hazaña. “Uno de los motivos de este viaje era superar miedos personales”, reflexiona con voz seria. “Me acostumbré a estar completamente solo y de noche en los lugares más inhóspitos. Sentí una gran conexión con la naturaleza después de pasar tanto tiempo en medio de esos paisajes”.
muy personal decidir lo que llevas para el viaje y lo que dejas en casa”, explica Martijn Doolaard. “Una cosa que aprendí es que la capacidad de conectar con las cosas que te rodean aumenta cuando menos cargado vas. Por este motivo me gusta tanto la simplicidad de moverme en bicicleta”. Una vez en la carretera, ya no había vuelta atrás. A partir de entonces no valían las excusas, solo debía pedalear hacia el horizonte cruzando pueblos, ciudades, países y continentes con el único objetivo de no desfallecer física o mentalmente. La rutina siempre era la misma, recorrer el máximo de kilómetros posible mientras brillara el sol y buscar un lugar donde pasar la noche, ya fuera en su tienda de campaña en medio de la nada o en un hostal. Sin embargo, la hospitalidad de la gente resultó sorprendente, sobre todo en Irán y Turquía, donde le ofrecieron comida y un lugar acogedor para dormir. “Te acostumbras a las charlas en las gasolineras, en A la derecha. Todo el los restaurantes y material que Martijn en los mercados”, Doolaard llevó en recuerda. “La las alforjas de su barrera del idioma bicicleta durante la mayor parte del viaje. puede dificultar La guitarra fue un la comunicación, recuerdo de la India. pero yo les enseAbajo. Detalle de sus ñaba fotos de mi botas en el lago de casa, de mi familia, sal Tuz Gölü (Turquía)
Arriba. Martijn Doolaard paseando en bicicleta por la legendaria playa de Goa (India), donde descansó unos días y se reencontró con una amiga de Nueva York. Abajo. Acampando en una playa solitaria a orillas del Mar Negro después de haber cruzado el continente europeo.
One Year On A Bike (Gestalten)
de amigos y de mi trabajo en el móvil. Además, una sonrisa significa lo mismo en todas partes”. La espectacularidad de los paisajes y el bullicio de las grandes concentraciones urbanas contrastaban con la calma de las aldeas y las playas desiertas. Todo ello mezclado con la soledad del ciclista que sabe que no puede malgastar su preciado tiempo. Demasiadas emociones concentradas en un mapa que se iba trazando a cámara lenta. Por este motivo, Martijn Doolaard aprovechaba cada parada para hacer fotos con su cámara y por la noche dedicaba unos minutos a escribir las anécdotas que había vivido durante la jornada. Al amanecer, elegía la ruta en el mapa off-line que había descargado en su móvil y sabía que, mientras aguantara la batería, no se perdería. “Me repetía a mí mismo que
puede disfrutarse como uno de los libros de fotografías de viaje mejor editados de los últimos años, pero también ofrece la posibilidad de abordarlo como el relato de una aventura de superación en esta época tan frenética y competitiva que nos ha tocado vivir. Martijn Doolaard dejó de lado la estabilidad económica de su trabajo en Ámsterdam y se propuso el reto apasionante de llegar en bicicleta a Singapur. Una travesía de 365 días que le cambió la vida para siempre y que ahora ha quedado inmortalizada para la posteridad en las páginas de este cuaderno de bitácora
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si podía seguir pedaleando, las cosas llegarían por sí solas”, comenta con una sonrisa. “Las sorpresas que me encontré por el camino fueron lo que me hizo seguir adelante, porque siempre había algo nuevo esperándome”. Mucha gente afirma que la recompensa de un viaje son las experiencias que se viven durante el trayecto y no el simple hecho de llegar a un destino. Una filosofía que encaja a la perfección con esta aventura intercontinental en bicicleta. Además, las estadísticas que aparecen al final del libro One Year On A Bike, que Martijn Doolaard publicó a su regreso a Ámsterdam, hablan por sí solas: 365 días de ruta, 16.032 kilómetros recorridos, 212 días montado en su mountain bike, 17 km/h de velocidad media, 73 km/h de velocidad máxima (en Turquía), 7 ruedas pinchadas, 4 cambios de cadena y, curiosamente, ninguna caída. Aunque la parte de crecimiento personal resulta imposible de cuantificar y es el verdadero regalo que se llevó gracias a esta hazaña. “Uno de los motivos de este viaje era superar miedos personales”, reflexiona con voz seria. “Me acostumbré a estar completamente solo y de noche en los lugares más inhóspitos. Sentí una gran conexión con la naturaleza después de pasar tanto tiempo en medio de esos paisajes”.
muy personal decidir lo que llevas para el viaje y lo que dejas en casa”, explica Martijn Doolaard. “Una cosa que aprendí es que la capacidad de conectar con las cosas que te rodean aumenta cuando menos cargado vas. Por este motivo me gusta tanto la simplicidad de moverme en bicicleta”. Una vez en la carretera, ya no había vuelta atrás. A partir de entonces no valían las excusas, solo debía pedalear hacia el horizonte cruzando pueblos, ciudades, países y continentes con el único objetivo de no desfallecer física o mentalmente. La rutina siempre era la misma, recorrer el máximo de kilómetros posible mientras brillara el sol y buscar un lugar donde pasar la noche, ya fuera en su tienda de campaña en medio de la nada o en un hostal. Sin embargo, la hospitalidad de la gente resultó sorprendente, sobre todo en Irán y Turquía, donde le ofrecieron comida y un lugar acogedor para dormir. “Te acostumbras a las charlas en las gasolineras, en A la derecha. Todo el los restaurantes y material que Martijn en los mercados”, Doolaard llevó en recuerda. “La las alforjas de su barrera del idioma bicicleta durante la mayor parte del viaje. puede dificultar La guitarra fue un la comunicación, recuerdo de la India. pero yo les enseAbajo. Detalle de sus ñaba fotos de mi botas en el lago de casa, de mi familia, sal Tuz Gölü (Turquía)
Arriba. Martijn Doolaard paseando en bicicleta por la legendaria playa de Goa (India), donde descansó unos días y se reencontró con una amiga de Nueva York. Abajo. Acampando en una playa solitaria a orillas del Mar Negro después de haber cruzado el continente europeo.
One Year On A Bike (Gestalten)
de amigos y de mi trabajo en el móvil. Además, una sonrisa significa lo mismo en todas partes”. La espectacularidad de los paisajes y el bullicio de las grandes concentraciones urbanas contrastaban con la calma de las aldeas y las playas desiertas. Todo ello mezclado con la soledad del ciclista que sabe que no puede malgastar su preciado tiempo. Demasiadas emociones concentradas en un mapa que se iba trazando a cámara lenta. Por este motivo, Martijn Doolaard aprovechaba cada parada para hacer fotos con su cámara y por la noche dedicaba unos minutos a escribir las anécdotas que había vivido durante la jornada. Al amanecer, elegía la ruta en el mapa off-line que había descargado en su móvil y sabía que, mientras aguantara la batería, no se perdería. “Me repetía a mí mismo que
puede disfrutarse como uno de los libros de fotografías de viaje mejor editados de los últimos años, pero también ofrece la posibilidad de abordarlo como el relato de una aventura de superación en esta época tan frenética y competitiva que nos ha tocado vivir. Martijn Doolaard dejó de lado la estabilidad económica de su trabajo en Ámsterdam y se propuso el reto apasionante de llegar en bicicleta a Singapur. Una travesía de 365 días que le cambió la vida para siempre y que ahora ha quedado inmortalizada para la posteridad en las páginas de este cuaderno de bitácora
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