Sound City

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Dave Grohl, el niño bonito de Foo Fighters, invierte sus ganancias en documentar el final de unos históricos estudios californianos

Paul Crowder, Dave Grohl y Mark Monroe, el trío principal en la captura de un relato en vías de extinción 48 | 04-13 | RUTA 66

Grohl dirige a su equipo durante el rodaje de un largometraje que será recordado como cima musical

Pese a que la lista de figuras con las que ha trabajado da pavor, Lauderdale es sobretodo un soberbio artista en solitario

RUTA 66 | 04-13 | 49

A R C H I V O & F I L M S R O S W E L L F O T O S : M O R E U .

A

ntes de empezar a leer este reportaje, os propongo que desempolvéis vuestra colección de discos y miréis atentamente la información que aparece en los libretos. En la mayoría de ellos, junto a los créditos musicales, a los agradecimientos y a las letras de las canciones, aparecerá el nombre de un estudio de grabación concreto. Se trata de Sound City, un antro legendario ubicado en Van Nuys, California, que abrió sus puertas en 1969 y vio desfilar por sus pasillos a los nombres más ilustres del rock, desde Neil Young, Dr. John y Fleetwood Mac, hasta los Red Hot Chili Peppers, Rancid, Metallica, Rage Against The Machine y Nine Inch Nails. Si exceptuamos el caso de Abbey Road y su conexión con los Beatles, la gente no acostumbra a prestar atención a los estudios de grabación. Por este motivo, la gran pregunta que hasta hace poco se hacían muchos aficionados a la música era: ¿qué tenía de especial Sound

City para atraer a bandas y artistas tan famosos? Puede que la respuesta más entrañable la tenga Rick Springfield, que se encerró allí para dar forma al exitoso álbum Working Class Dog en 1981. “Sound City era un agujero en medio del universo, pero daba suerte a mucha gente”, afirmó el cantante en una entrevista. “En aquel lugar mugriento conocí a mi esposa y allí despegó mi carrera. Era como la parte trasera de un camión, los lavabos nunca se limpiaban y, además, tardaban mucho en pagarte los cheques”. Pero, más allá de las vivencias personales y de los recuerdos distorsionados por el paso del tiempo, el hecho que marcaba la diferencia era el sonido crudo y con reverb que se conseguía gracias a una consola Neve 8028 hecha por encargo en 1973 y que se convirtió en un mito dentro del circo del rock. Esta pequeña introducción a los entresijos del estudio nos sirve como punto de arranque para hablar de Sound City, el ambicioso documental que ha rodado Dave Grohl como homenaje a este lugar amado y odiado a partes iguales. No en vano, fue en ese rincón perdido en una zona industrial de Los Ángeles donde Nirvana grabó Nevermind en 1991 y, sin pretenderlo, cambió para siempre la industria discográfica, al mismo tiempo que marcaba a fuego el destino del propio Grohl (que entonces tenía tan sólo 22 años y vivía en una furgoneta). Si avanzamos dos décadas a ritmo de rock, descubrimos que Sound City cerró sus puertas en 2011 debido a la falta de clientes y al declive de la cultura analógica frente la dura competencia de la tecnología digital. Fue entonces cuando el

La primera pregunta es inevitable, ¿cómo te involucraste en el proyecto? En noviembre de 2011 recibí una llamada de Dave Grohl explicándome la idea y cuando se dio cuenta de que no era solamente un montador, sino que también había sido batería e ingeniero de sonido, pensó que encajaría perfectamente. Entonces me contó la historia de Sound City y yo no podía creer que tuviéramos la suerte de hacer una película tan apasionante. Tener la oportunidad de montar un documental sobre la magia del proceso de grabación y sobre ese estudio tan especial fue el trabajo de mis sueños. ¿Conocías la historia del estudio y el mito de su consola de grabación? Conocía su legado, pero no lo apreciaba en toda su magnitud. Yo había grabado en Sound City con Dave King, en una de las primeras formaciones de Flogging Molly, así que sabía que en el Studio A había una consola Neve 8028. Estaba familiarizado con el sonido de ese equipo porque también había trabajado como ingeniero en dos estudios en Inglaterra, cuando tenía veinte años: Advision Studios y Trident Studios, éste último situado en el Soho de Londres y con una reputación muy mala gracias a su propia leyenda. Tratándose de su debut cinematográfico, ¿crees que Dave Grohl tenía una visión clara del documental que quería realizar? Dave tenía una idea muy definida de la película porque es una persona que sabe exactamente lo que quiere y es muy bueno explicándose. Sin embargo, siempre estuvo abierto a ideas externas y me dio libertad para estructurar las secciones junto a Mark Monroe, el guionista. Dave venía a la sala de montaje, discutíamos los temas y cambiábamos cosas… era genial hacer esas jam sessions creativas, puesto que había un gran entendimiento. Además, él ya había hecho varias entrevistas y teníamos mucho material con el que trabajar. La cuestión no era qué utilizábamos, sino qué dejábamos fuera. La película tomó forma sin grandes dificultades y ella misma nos marcaba el camino a seguir, aunque teníamos claro que las sesiones de grabación debían ir al final. Por curiosidad, ¿podrías contarnos alguna anécdota del rodaje? Había once cámaras remotas repartidas entre la sala de control y el estudio, además de dos cámaras al hombro que se movían. Fue un rodaje muy complejo y Dave quería asegurarse de que todos entendieran lo que necesitábamos. La experiencia fue increíble y nos permitió obtener una gran cantidad de material para poder montar. Tuve la oportunidad de presenciar varias sesiones de grabación, como la de Stevie Nicks y la de Paul McCartney. ¡Ventajas de la profesión! Pero, como sucede en la mayoría de documentales, el proceso de producción se solapó con el de posproducción y la mayor parte del rodaje se llevó a cabo

D A V I D

Superado hace siglos el mal trago de Nirvana, el simpatiquísimo líder de Foo Fighters acomete uno de esos eventos tan poco frecuentes desde que arreció la crisis: el acontecimiento musical que, desde su interés e integridad, atraiga al gran público. Lo es este trabajado documental que, además, cuenta con estelar banda sonora confeccionada a base de nuevas grabaciones. De todo ello nos habla el músico y cineasta Paul Crowder, asistente del director debutante Dave Grohl en el proyecto.

a Dave Grohl y descubrir los secretos de un título que marcará un punto y a parte en el género de los documentales rock.

T E X T O :

¿SUEÑAN LOS ROCKEROS FAMOSOS CON OVEJAS ANALÓGICAS?

líder de los Foo Fighters compró la consola Neve que tantos discos de platino había grabado y la trasladó a su propio estudio para darle el uso que se merecía. En ese momento se encendió una luz que marcó el inicio de esta aventura cinematográfica. La primera idea de Grohl consistía en rodar un cortometraje sobre su experiencia personal en aquel lugar (coincidiendo con el vigésimo aniversario de Nevermind), pero cuando empezó a entrevistar a los artistas más relevantes que habían pasado por allí y vio que su testimonio era excepcional, tomó la decisión de hacer un largometraje documental que sorprendiera al mundo. “Cuando Dave me contó la idea, parecía un crío emocionado y su entusiasmo era real”, comentó John Fogerty con una sonrisa. “Entonces me di cuenta de que se trataba de una película de verdad”. Dave Grohl había tenido la idea más descabellada de su carrera, contaba con el apoyo incondicional de los nombres más respetados del rock y disponía de total libertad creativa, puesto que él mismo financiaba el proyecto a través de su sello (Roswell Films). Aunque una duda le revolvía la conciencia: “En esta época tecnológica donde todo puede manipularse, ¿existe alguna forma de mantener vivo el factor humano?”, se preguntaba el famoso músico convertido en director. Para conocer la respuesta, solamente necesitaba rodearse de un equipo de profesionales del cine que contribuyeran a hacer realidad su sueño y entonces surgió de nuevo la magia. Uno de los primeros en sumarse al proyecto fue Paul Crowder, el aclamado editor de Dogtown and Z-Boys y Riding Giants, además de director de Amazing Journey: The Story of The Who y músico de sesión con varios éxitos a sus espaldas, que sería el encargado de montar el documental con un ritmo endiablado. Después de un año de trabajo incansable, Sound City se presentó en el Festival de Sundance y recibió críticas entusiastas. Ruta 66 ha tenido la oportunidad de charlar con Paul Crowder para saber cómo fue el proceso de producción, conocer su experiencia profesional junto

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Paul Crowder, Dave Grohl y Mark Monroe, el trío principal en la captura de un relato en vías de extinción 48 | 04-13 | RUTA 66

Grohl dirige a su equipo durante el rodaje de un largometraje que será recordado como cima musical

Pese a que la lista de figuras con las que ha trabajado da pavor, Lauderdale es sobretodo un soberbio artista en solitario

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ntes de empezar a leer este reportaje, os propongo que desempolvéis vuestra colección de discos y miréis atentamente la información que aparece en los libretos. En la mayoría de ellos, junto a los créditos musicales, a los agradecimientos y a las letras de las canciones, aparecerá el nombre de un estudio de grabación concreto. Se trata de Sound City, un antro legendario ubicado en Van Nuys, California, que abrió sus puertas en 1969 y vio desfilar por sus pasillos a los nombres más ilustres del rock, desde Neil Young, Dr. John y Fleetwood Mac, hasta los Red Hot Chili Peppers, Rancid, Metallica, Rage Against The Machine y Nine Inch Nails. Si exceptuamos el caso de Abbey Road y su conexión con los Beatles, la gente no acostumbra a prestar atención a los estudios de grabación. Por este motivo, la gran pregunta que hasta hace poco se hacían muchos aficionados a la música era: ¿qué tenía de especial Sound

City para atraer a bandas y artistas tan famosos? Puede que la respuesta más entrañable la tenga Rick Springfield, que se encerró allí para dar forma al exitoso álbum Working Class Dog en 1981. “Sound City era un agujero en medio del universo, pero daba suerte a mucha gente”, afirmó el cantante en una entrevista. “En aquel lugar mugriento conocí a mi esposa y allí despegó mi carrera. Era como la parte trasera de un camión, los lavabos nunca se limpiaban y, además, tardaban mucho en pagarte los cheques”. Pero, más allá de las vivencias personales y de los recuerdos distorsionados por el paso del tiempo, el hecho que marcaba la diferencia era el sonido crudo y con reverb que se conseguía gracias a una consola Neve 8028 hecha por encargo en 1973 y que se convirtió en un mito dentro del circo del rock. Esta pequeña introducción a los entresijos del estudio nos sirve como punto de arranque para hablar de Sound City, el ambicioso documental que ha rodado Dave Grohl como homenaje a este lugar amado y odiado a partes iguales. No en vano, fue en ese rincón perdido en una zona industrial de Los Ángeles donde Nirvana grabó Nevermind en 1991 y, sin pretenderlo, cambió para siempre la industria discográfica, al mismo tiempo que marcaba a fuego el destino del propio Grohl (que entonces tenía tan sólo 22 años y vivía en una furgoneta). Si avanzamos dos décadas a ritmo de rock, descubrimos que Sound City cerró sus puertas en 2011 debido a la falta de clientes y al declive de la cultura analógica frente la dura competencia de la tecnología digital. Fue entonces cuando el

La primera pregunta es inevitable, ¿cómo te involucraste en el proyecto? En noviembre de 2011 recibí una llamada de Dave Grohl explicándome la idea y cuando se dio cuenta de que no era solamente un montador, sino que también había sido batería e ingeniero de sonido, pensó que encajaría perfectamente. Entonces me contó la historia de Sound City y yo no podía creer que tuviéramos la suerte de hacer una película tan apasionante. Tener la oportunidad de montar un documental sobre la magia del proceso de grabación y sobre ese estudio tan especial fue el trabajo de mis sueños. ¿Conocías la historia del estudio y el mito de su consola de grabación? Conocía su legado, pero no lo apreciaba en toda su magnitud. Yo había grabado en Sound City con Dave King, en una de las primeras formaciones de Flogging Molly, así que sabía que en el Studio A había una consola Neve 8028. Estaba familiarizado con el sonido de ese equipo porque también había trabajado como ingeniero en dos estudios en Inglaterra, cuando tenía veinte años: Advision Studios y Trident Studios, éste último situado en el Soho de Londres y con una reputación muy mala gracias a su propia leyenda. Tratándose de su debut cinematográfico, ¿crees que Dave Grohl tenía una visión clara del documental que quería realizar? Dave tenía una idea muy definida de la película porque es una persona que sabe exactamente lo que quiere y es muy bueno explicándose. Sin embargo, siempre estuvo abierto a ideas externas y me dio libertad para estructurar las secciones junto a Mark Monroe, el guionista. Dave venía a la sala de montaje, discutíamos los temas y cambiábamos cosas… era genial hacer esas jam sessions creativas, puesto que había un gran entendimiento. Además, él ya había hecho varias entrevistas y teníamos mucho material con el que trabajar. La cuestión no era qué utilizábamos, sino qué dejábamos fuera. La película tomó forma sin grandes dificultades y ella misma nos marcaba el camino a seguir, aunque teníamos claro que las sesiones de grabación debían ir al final. Por curiosidad, ¿podrías contarnos alguna anécdota del rodaje? Había once cámaras remotas repartidas entre la sala de control y el estudio, además de dos cámaras al hombro que se movían. Fue un rodaje muy complejo y Dave quería asegurarse de que todos entendieran lo que necesitábamos. La experiencia fue increíble y nos permitió obtener una gran cantidad de material para poder montar. Tuve la oportunidad de presenciar varias sesiones de grabación, como la de Stevie Nicks y la de Paul McCartney. ¡Ventajas de la profesión! Pero, como sucede en la mayoría de documentales, el proceso de producción se solapó con el de posproducción y la mayor parte del rodaje se llevó a cabo

D A V I D

Superado hace siglos el mal trago de Nirvana, el simpatiquísimo líder de Foo Fighters acomete uno de esos eventos tan poco frecuentes desde que arreció la crisis: el acontecimiento musical que, desde su interés e integridad, atraiga al gran público. Lo es este trabajado documental que, además, cuenta con estelar banda sonora confeccionada a base de nuevas grabaciones. De todo ello nos habla el músico y cineasta Paul Crowder, asistente del director debutante Dave Grohl en el proyecto.

a Dave Grohl y descubrir los secretos de un título que marcará un punto y a parte en el género de los documentales rock.

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¿SUEÑAN LOS ROCKEROS FAMOSOS CON OVEJAS ANALÓGICAS?

líder de los Foo Fighters compró la consola Neve que tantos discos de platino había grabado y la trasladó a su propio estudio para darle el uso que se merecía. En ese momento se encendió una luz que marcó el inicio de esta aventura cinematográfica. La primera idea de Grohl consistía en rodar un cortometraje sobre su experiencia personal en aquel lugar (coincidiendo con el vigésimo aniversario de Nevermind), pero cuando empezó a entrevistar a los artistas más relevantes que habían pasado por allí y vio que su testimonio era excepcional, tomó la decisión de hacer un largometraje documental que sorprendiera al mundo. “Cuando Dave me contó la idea, parecía un crío emocionado y su entusiasmo era real”, comentó John Fogerty con una sonrisa. “Entonces me di cuenta de que se trataba de una película de verdad”. Dave Grohl había tenido la idea más descabellada de su carrera, contaba con el apoyo incondicional de los nombres más respetados del rock y disponía de total libertad creativa, puesto que él mismo financiaba el proyecto a través de su sello (Roswell Films). Aunque una duda le revolvía la conciencia: “En esta época tecnológica donde todo puede manipularse, ¿existe alguna forma de mantener vivo el factor humano?”, se preguntaba el famoso músico convertido en director. Para conocer la respuesta, solamente necesitaba rodearse de un equipo de profesionales del cine que contribuyeran a hacer realidad su sueño y entonces surgió de nuevo la magia. Uno de los primeros en sumarse al proyecto fue Paul Crowder, el aclamado editor de Dogtown and Z-Boys y Riding Giants, además de director de Amazing Journey: The Story of The Who y músico de sesión con varios éxitos a sus espaldas, que sería el encargado de montar el documental con un ritmo endiablado. Después de un año de trabajo incansable, Sound City se presentó en el Festival de Sundance y recibió críticas entusiastas. Ruta 66 ha tenido la oportunidad de charlar con Paul Crowder para saber cómo fue el proceso de producción, conocer su experiencia profesional junto

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SOUND CITY | RUTA 66

Los secretos de la banda sonora desvelados Empecemos por lo más obvio. Real to Reel (RCA) no es una simple banda sonora para amenizar las tardes lluviosas de domingo, sino que se trata de una colección de canciones compuestas y grabadas específicamente para el debut cinematográfico de Dave Grohl. Evidentemente, la gestación de este disco ya ha creado su propia leyenda y, para muchos, se trata del lanzamiento discográfico del año. Este proyecto musical empezó gracias al gran número de artistas famosos que se prestaron a ser entrevistados para el documental y compartieron sus vivencias frente a la cámara. Interpretando su doble papel estelar de director y gurú musical, Dave Grohl cumplió su sueño de reunir un auténtico dream team del rock y no dudó en invitar a estas estrellas a su estudio de California (606 Studios), donde había instalado la consola Neve original de Sound City. Aislados del mundo exterior y con una libertad creativa sin precedentes, estos músicos improvisaron unas desmadradas jam sessions de 24 horas que quedaron inmortalizadas en la parte final de la película, como testimonio de una manera única de entender la música. Pero también crearon las canciones de este álbum, que fue grabado en analógico y salió a la venta el pasado mes de marzo. “Logísticamente fue una pesadilla reunir a toda esta gente, pero se trataba de un reto y lo logramos”, afirma el líder de los Foo Fighters. “Además, estuve muy cerca de conseguir que Barry Manilow tocara con Weezer”. Sacando el máximo partido a los rumores y mediante una eficaz campaña de promoción, se fueron desvelando poco a poco los detalles del disco. El primer single fue «Cut Me Some Slack», que sorprendió al mundo con la improbable (pero efectiva) colaboración de Paul McCartney y los antiguos miembros de Nirvana. La canción se interpretó por primera vez en el concierto benéfico para los damnificados del Huracán Sandy en Nueva York y después deslumbró a millones de espectadores en el programa televisivo Saturday Night Live. Entonces la mecha ya estaba prendida y cuando llegó el estreno mundial del documental en el Festival de Sundance, fue el momento perfecto para filtrar en Internet el segundo single, titulado «From Can to Can’t», con Corey Taylor (Slipknot) a la voz y Scott Reeder (Kyuss) al bajo. Aunque los días en Sundance aún deparaban varias sorpresas. Consciente de que todos los medios de comunicación estaban pendientes de su película, Dave Grohl decidió jugar sobre seguro y organizar un concierto de tres horas para celebrar el estreno, además de presentar algunas canciones nuevas. Para ese evento montó un supergrupo llamado Sound City Players con sus compañeros de Foo Figthers y varios artistas que aparecen en el documental, como John Fogerty, Stevie Nicks, Krist Novoselic, Rick Nielsen (Cheap Trick), Rick Springfield, Corey Taylor y Lee Ving (Fear). Por su parte, el director de fotografía de Sound City, Kenny Stoff, fue caldeando el ambiente en varias entrevistas y comentó que la sesión de grabación más especial fue la de «Mantra», un tema interpretado por Dave Grohl, Josh Homme y Trent Reznor. “Durante todo el rodaje hablábamos de capturar la magia del momento y esa noche lo logramos”, afirmó Stoff orgulloso. “La iluminación y la fotografía eran hermosas, la imagen tenía cierta distorsión debido al calor y la canción fue increíble. Para mi es el punto álgido de la película y capta un instante muy trascendente”. Después de escuchar esas declaraciones y de ver fragmentos del concierto de Sundance en YouTube, las expectativas todavía eran más altas. Solamente quedaba escuchar el disco con calma para descubrir como sonaban «Time Slowing Down» con la infalible sección rítmica de Tim Commerford y Brad Wilk (Rage Against The Machine), «You Can’t Fix This» con Stevie Nicks y Taylor Hawkins a la batería, «The Man That Never Was» con un renovado Rick Springfield acompañado por los Foo Fighters y el estallido punk de «Your Wife Is Calling» con el incombustible Lee Ving al micrófono. Evidentemente, hay opiniones para todos los gustos, pero nadie duda que el resultado ya forma parte de la leyenda de Sound City y eso es un gran elogio para los tiempos que corren. ← 50 | 04-13 | RUTA 66

Tom Petty, Rick Rubin, Josh Homme y John Fogerty, entrevistados por Grohl y su equipo

mientras yo estaba editando los fragmentos históricos de Sound City. Igual que sucedió en Dogtown and ZBoys y Riding Giants, este documental cuenta con mucho material de archivo. ¿Dónde lo encontrasteis y cómo lograste darle coherencia? El proceso de montaje se ha vuelto más sencillo que en la época de Dogtown y Riding Giants, aunque la parte más complicada sigue siendo encontrar las fuentes originales del material de archivo. En algunos casos fue imposible y tuvimos que utilizarlo en baja resolución, pero el equipo de documentación hizo un gran trabajo y contactó con antiguos empleados de Sound City, que nos cedieron numerosas fotografías. Además, muchas bandas de los noventa inmortalizaron el proceso de grabación de sus discos con cámaras de vídeo. Por ejemplo, hay imágenes increíbles de Rage Against The Machine y de Tom Petty trabajando en el estudio. Los inicios de Sound City fueron más difíciles de ilustrar, pero encontramos fotos de cuando se instaló la consola en 1973 y también de Buckingham Nicks grabando en su época dorada. Sound City trata sobre la pasión por el rock y la experiencia de grabar en analógico. ¿Cuál crees que es la esencia de la película? Es la historia de un lugar especial y de unos artistas geniales. También reflexiona sobre el hecho de que la tecnología digital nunca podrá reemplazar la pasión de la gente por la música. El documental cuenta la leyenda de este estudio de grabación que definió el sonido de la Costa Oeste en los años setenta, gracias a que Fleetwood Mac lo convirtió en un lugar de referencia para grabar y después acogió a los grupos más famosos. Aunque Sound City funcionó bien en la década de los ochenta, también atravesó grandes dificultades y estuvo a punto de cerrar, hasta que Nirvana aterrizó allí en 1991.

Fue entonces cuando recuperó su popularidad y contribuyó a definir el sonido alternativo de los años noventa. Supongo que es una reivindicación de la manera tradicional de grabar y del papel clave de los músicos… Si no sabías tocar tu instrumento, todo el mundo se daba cuenta. Tom Petty & The Heartbreakers necesitaron más de cien tomas para grabar «Refugee» como querían y así era cómo funcionaban entonces las cosas. Pero hoy haces una sola toma y puedes arreglarla con el ordenador. La película intenta mostrar que, a pesar de que existen grandes herramientas digitales, es necesario mantener la esencia humana. Puedes mezclar ambas cosas, pero nunca dejar que el ordenador haga todo el trabajo. Citando a Trent Reznor: “Todavía se necesita tener algo que contar”. Para demostrarlo, el documental nos abre las puertas a una sesión de grabación, que empieza como una jam session y termina con una canción. Todo ello sin ordenadores, solamente con músicos trabajando de manera artesanal y creando algo sorprendente. Y es especial porque sucede ante nuestros ojos. Muchos profesionales afirman que los documentales cobran vida en la sala de edición, cuando las entrevistas se mezclan con las imágenes de archivo. ¿Cómo fue el montaje de Sound City? Todas las películas pueden arruinarse o volverse asombrosas en la fase de edición. El montaje de Sound City fue muy natural porque decidimos contar la historia de manera lineal. Dave tenía claro cuando quería dar un giro argumental y mostrar el traslado de la consola de grabación a su propio estudio para realizar las sesiones. De este modo nunca tuvimos dilemas con la estructura narrativa. Las partes donde realizamos más cambios fueron la introducción, el traslado y qué sesiones de grabación mostrábamos. Aunque estas decisiones no supusieron ningún problema, puesto que siempre reforzaban la historia. El gran reto fue el calendario de trabajo, porque teníamos

que terminar la película a tiempo para presentarla al Festival de Sundance. Siendo un músico respetado que ha tocado en varios grupos, ¿qué fue lo más especial de participar en este proyecto? El simple hecho de recibir una llamada de Dave Grohl ya fue muy especial. Yo soy batería y él es el mejor batería de su generación, así que ha sido un honor montar su debut cinematográfico. Cuando me llamó, ya había entrevistado a un gran número de personas, pero me dijo que aún tenía un listado mayor, así que fue muy excitante ir descubriendo qué artistas participarían. Todas las sesiones de grabación tienen momentos asombrosos, aunque la de Paul McCartney con Krist y Pat fue la más especial. Casualmente acabó siendo el final perfecto de la película, porque confluyeron todos los detalles: cuatro músicos en una sala, sin tener ninguna idea de lo que harán y ver cómo improvisan. Se trata de tocar, de tener referencias musicales, de saber producir y de grabar el momento. Stacy Peralta era un skater profesional que dio el salto al mundo del cine y Dave Grohl es un músico famoso convertido en director. ¿Cómo es su manera de abordar el trabajo? La mayor diferencia es que Stacy había estado detrás de una cámara durante diez años cuando hicimos Dogtown, pero no quería poner límites a su creatividad. Por lo que respecta a Dave, él había participado en diversos videoclips de Foo Fighters y en el documental Back and Forth sobre la banda, pero ésta era su primera experiencia en la silla del director. Eso le dio mucha libertad, porque no creía que hubiera nada imposible. Cuando eres un director novel, no te preocupas por lo que no puedes hacer, simplemente encuentras una manera de avanzar. ¿Crees que esta libertad creativa ha marcado vuestra relación profesional? Esa espontaneidad se aprecia en ambas películas, además, mi relación con Stacy y con Dave ha sido muy parecida. Stacy y yo nos inspirábamos mutuamente, hacíamos cosas que generaban otras ideas, nos retábamos y el resultado siempre era mejor que al principio. Con Dave ha sido

Dave Grohl: Al buen tiempo, mejor cara Era David Lee Roth —cuyo éxito en la década de los ochenta es de un ancho incalculable—, el que decía que no podía respetar a un tipo como Sammy Hagar, su sucesor en Van Halen, porque para ser un músico creíble uno debe caer y levantarse, sentir que te has hundido en la miseria para renacer como artista. Dave Grohl sigue sin caer, y no hablamos precisamente de su trabajo como autor de canciones, que es más que discutible. Grohl, el de la eterna sonrisa, el amigo de sus amigos, el genial baterista, el eterno colaborador, ese no ha caído; y dadas las circunstancias, dudo que lo haga en un futuro inmediato. Cuando Kurt Cobain decidió poner fin a su vida, y con él la de Nirvana, a Grohl se le presentó todo un mundo por delante. Era joven, trabajador, y ciertamente talentoso. Todavía no había demostrado sus dotes de liderazgo, pero será él uno de los mejores bateristas de su generación, uno de los más recordados de la era. Tenía una pegada brusca y ágil, un tempo cuasi perfecto aún procediendo del punk y el hardcore (cuatro años con The Scream y los inicios de Nirvana): un cruce entre John Bonham y Clem Burke, el conductor de la banda, un perfecto director de orquesta. Hay baterías que siguen la canción, Grohl es justo lo contrario: es de los pocos que reescriben la pieza desde su posición, dando con ello un plus y una agilización fuera de duda. No hay más que prestar atención a «No One Knows» de Queens Of The Stone Age, aunque dudo que no lo hayan hecho de conocer ya la canción. Su versatilidad es también otro sello característico de su tocada, habiendo colaborado con Killing Joke, Tom Petty y Mike Watt, entre tantos otros, y en todos los casos coloreando los compases de matices frescos e inquietos pero sin perder la identidad tanto del origen de la composición como la suya propia. Esa magia en los timbales hace que la vieja guardia sienta admiración hacia el muchacho; hasta al mismísimo Paul McCartney le hubiese gustado formar parte de Them Crooked Vultures, el proyecto que formó Dave junto a Josh Homme y John Paul Jones. Fantástico baterista, como líder y guía de su propia banda, Dave dio comienzo Relajado entre amigos a Foo Fighters en cuanto concluyó la historia de Nirvana. Decíamos antes que se le presentaba todo un mundo por delante… El tipo tenía todas las de ganar. Procedía del trío más exitoso del planeta, pero él no había sido la cara ni el espíritu de las canciones de la banda; eso fue justo lo que acabó con Cobain y con él se marchó toda presión que pudiese existir. No tenía nada que perder al fin y al cabo, aún siendo bueno en su instrumento era solo un batería. Por eso sorprendió aún más cuando en el verano de 1995 se destapó con un disco tan fresco, original y pegadizo como el homónimo álbum debut de su banda (editado por Capitol), en el que tocó todos los instrumentos y compuso todas las piezas. Desapegado de la lobreguez grunge de Seattle, las canciones del álbum transmitían energía y aires positivos. Algo así como la crudeza de Hüsker Dü combinada con las melodías de Cheap Trick. El trabajo fue todo un éxito de crítica y de ventas, pero rápidamente Grohl se convirtió en el tipo de moda y la credibilidad de su primera gira se perdió en cuanto volvió a España presentando The Colour and the Shape; ya no sudaba la camiseta, ahora era una especie de bufón rendido a un público adolescente que eructaba repetidas veces frente al micrófono en busca del aplauso cómodo. ¡Muy punk! Aún eran peores los clips promocionales, en los que el ahora cantante y guitarrista daba rienda suelta a su vena dramática/cómica. No es de extrañar pues, que con There Is Nothing Left to Lose (1999) perdiese el rumbo de su propia banda. Foo Fighters había pasado de ser el interesante proyecto del ex baterista de Nirvana a ser un combo vendido y relegado al mainstream más devastador. Para demostrar que podía seguir siendo el músico humilde qué parece ser que es —“el tipo más encantador del planeta, y punto”, dice de él Bob Mould—, reclutó a miembros de Venom, de Celtic Frost, a Lemmy, y editó un álbum de metal bajo el alias Probot. No gustó a nadie, ni a los fans del metal extremo ni a los suyos propios. Parecía que el furor inicial de Foo Fighters se había desvanecido entre los críticos más sesudos. Pero he ahí que durante esa travesía y la actualidad, Dave seguía vendiendo miles de discos en Estados Unidos y llenando estadios en el Reino Unido, donde agotó las entradas para el Wembley Stadium y, ojo, dos noches seguidas en Milton Keynes. El público joven está hambriento de ídolos, por ello ahora Black Keys actúan en pabellones y Grohl es como el gurú para esa nueva horda de jóvenes. También lo es para los más veteranos, pues el respeto hacia su persona es total: de Jimmy Page a Macca, todos parecen venerar el trabajo de los Fighters. Es quizás Wasting Light (2011) el disco que le vuelve a unir al favor de público y crítica. Ha derrotado al tiempo, a su propia estela y a la inútil de Courtney Love. Foo Fighters llenan y venden más de lo que lo hiciera nunca Nirvana. ¿Es ese el triunfo del arte? No, pero este hombre va a seguir sonriendo otro puñado de años. ← SERGIO MARTOS

Es la historia de un lugar especial y de unos artistas geniales. También reflexiona sobre el hecho de que la tecnología digital nunca podrá reemplazar la pasión de la gente por la música. Cuenta la leyenda de este estudio de grabación que definió el sonido de la Costa Oeste en los años setenta similar, puesto que él cogía lo que habíamos hecho juntos, lo llevaba un poco más allá y me lo volvía a pasar para hacerlo más bonito. Había un gran entendimiento y era como una jam musical en la que compartíamos solos de batería. Dogtown and Z-Boys fue un documental transgresor y creó un estilo muy reconocible. ¿Qué recuerdas de aquella época? Era una producción independiente y no hubo ningún jefe de ningún estudio diciéndonos lo que teníamos que hacer. Stacy y yo hicimos lo que quisimos, sin saber si conseguiríamos los derechos de

la banda sonora. Con Sound City ha sido igual, puesto que nadie nos ha dado órdenes y Dave ha hecho realidad su sueño. Es cierto que el estilo de Dogtown ha influenciado a varios documentales y ahora estos ya no se perciben como algo aburrido, sino que son tan potentes como las películas de los estudios. Recuerdo que hicimos Dogtown en dos salas: una era para el montaje y no tenía ventanas, y en la otra estaban Stacy, Agi y Craig, también sin ventanas, pero con un sofá. En el tiempo libre aprovechábamos para patinar con el skate por los pasillos y por el parking. El trabajo en

Sound City ha sido distinto porque había seis oficinas, lo editamos en HD y, además, teníamos ventanas y un pinball. ¿Qué puedes avanzarnos sobre tus futuros proyectos cinematográficos? He vuelto a trabajar con el guionista Mark Monroe en un documental sobre Fórmula 1. En este caso, yo he dirigido y he montado el proyecto, que nos ha llevado tres años de trabajo. Se trata de la historia de este deporte, aunque nos hemos centrado en el período que hubo más muertes, entre 1968 y 1978, y hemos tenido la suerte de contar con Michael Fassbender como narrador. Queríamos mostrar cómo la voluntad de los pilotos y de los propietarios ayudó a superar los problemas que hacían que las carreras fueran tan peligrosas y cómo logaron convertirlo en el evento deportivo más caro, más visto y más exitoso del mundo. Si todo va bien, se estrenará en primavera. ! RUTA 66 | 04-13 | 51


SOUND CITY | RUTA 66

Los secretos de la banda sonora desvelados Empecemos por lo más obvio. Real to Reel (RCA) no es una simple banda sonora para amenizar las tardes lluviosas de domingo, sino que se trata de una colección de canciones compuestas y grabadas específicamente para el debut cinematográfico de Dave Grohl. Evidentemente, la gestación de este disco ya ha creado su propia leyenda y, para muchos, se trata del lanzamiento discográfico del año. Este proyecto musical empezó gracias al gran número de artistas famosos que se prestaron a ser entrevistados para el documental y compartieron sus vivencias frente a la cámara. Interpretando su doble papel estelar de director y gurú musical, Dave Grohl cumplió su sueño de reunir un auténtico dream team del rock y no dudó en invitar a estas estrellas a su estudio de California (606 Studios), donde había instalado la consola Neve original de Sound City. Aislados del mundo exterior y con una libertad creativa sin precedentes, estos músicos improvisaron unas desmadradas jam sessions de 24 horas que quedaron inmortalizadas en la parte final de la película, como testimonio de una manera única de entender la música. Pero también crearon las canciones de este álbum, que fue grabado en analógico y salió a la venta el pasado mes de marzo. “Logísticamente fue una pesadilla reunir a toda esta gente, pero se trataba de un reto y lo logramos”, afirma el líder de los Foo Fighters. “Además, estuve muy cerca de conseguir que Barry Manilow tocara con Weezer”. Sacando el máximo partido a los rumores y mediante una eficaz campaña de promoción, se fueron desvelando poco a poco los detalles del disco. El primer single fue «Cut Me Some Slack», que sorprendió al mundo con la improbable (pero efectiva) colaboración de Paul McCartney y los antiguos miembros de Nirvana. La canción se interpretó por primera vez en el concierto benéfico para los damnificados del Huracán Sandy en Nueva York y después deslumbró a millones de espectadores en el programa televisivo Saturday Night Live. Entonces la mecha ya estaba prendida y cuando llegó el estreno mundial del documental en el Festival de Sundance, fue el momento perfecto para filtrar en Internet el segundo single, titulado «From Can to Can’t», con Corey Taylor (Slipknot) a la voz y Scott Reeder (Kyuss) al bajo. Aunque los días en Sundance aún deparaban varias sorpresas. Consciente de que todos los medios de comunicación estaban pendientes de su película, Dave Grohl decidió jugar sobre seguro y organizar un concierto de tres horas para celebrar el estreno, además de presentar algunas canciones nuevas. Para ese evento montó un supergrupo llamado Sound City Players con sus compañeros de Foo Figthers y varios artistas que aparecen en el documental, como John Fogerty, Stevie Nicks, Krist Novoselic, Rick Nielsen (Cheap Trick), Rick Springfield, Corey Taylor y Lee Ving (Fear). Por su parte, el director de fotografía de Sound City, Kenny Stoff, fue caldeando el ambiente en varias entrevistas y comentó que la sesión de grabación más especial fue la de «Mantra», un tema interpretado por Dave Grohl, Josh Homme y Trent Reznor. “Durante todo el rodaje hablábamos de capturar la magia del momento y esa noche lo logramos”, afirmó Stoff orgulloso. “La iluminación y la fotografía eran hermosas, la imagen tenía cierta distorsión debido al calor y la canción fue increíble. Para mi es el punto álgido de la película y capta un instante muy trascendente”. Después de escuchar esas declaraciones y de ver fragmentos del concierto de Sundance en YouTube, las expectativas todavía eran más altas. Solamente quedaba escuchar el disco con calma para descubrir como sonaban «Time Slowing Down» con la infalible sección rítmica de Tim Commerford y Brad Wilk (Rage Against The Machine), «You Can’t Fix This» con Stevie Nicks y Taylor Hawkins a la batería, «The Man That Never Was» con un renovado Rick Springfield acompañado por los Foo Fighters y el estallido punk de «Your Wife Is Calling» con el incombustible Lee Ving al micrófono. Evidentemente, hay opiniones para todos los gustos, pero nadie duda que el resultado ya forma parte de la leyenda de Sound City y eso es un gran elogio para los tiempos que corren. ← 50 | 04-13 | RUTA 66

Tom Petty, Rick Rubin, Josh Homme y John Fogerty, entrevistados por Grohl y su equipo

mientras yo estaba editando los fragmentos históricos de Sound City. Igual que sucedió en Dogtown and ZBoys y Riding Giants, este documental cuenta con mucho material de archivo. ¿Dónde lo encontrasteis y cómo lograste darle coherencia? El proceso de montaje se ha vuelto más sencillo que en la época de Dogtown y Riding Giants, aunque la parte más complicada sigue siendo encontrar las fuentes originales del material de archivo. En algunos casos fue imposible y tuvimos que utilizarlo en baja resolución, pero el equipo de documentación hizo un gran trabajo y contactó con antiguos empleados de Sound City, que nos cedieron numerosas fotografías. Además, muchas bandas de los noventa inmortalizaron el proceso de grabación de sus discos con cámaras de vídeo. Por ejemplo, hay imágenes increíbles de Rage Against The Machine y de Tom Petty trabajando en el estudio. Los inicios de Sound City fueron más difíciles de ilustrar, pero encontramos fotos de cuando se instaló la consola en 1973 y también de Buckingham Nicks grabando en su época dorada. Sound City trata sobre la pasión por el rock y la experiencia de grabar en analógico. ¿Cuál crees que es la esencia de la película? Es la historia de un lugar especial y de unos artistas geniales. También reflexiona sobre el hecho de que la tecnología digital nunca podrá reemplazar la pasión de la gente por la música. El documental cuenta la leyenda de este estudio de grabación que definió el sonido de la Costa Oeste en los años setenta, gracias a que Fleetwood Mac lo convirtió en un lugar de referencia para grabar y después acogió a los grupos más famosos. Aunque Sound City funcionó bien en la década de los ochenta, también atravesó grandes dificultades y estuvo a punto de cerrar, hasta que Nirvana aterrizó allí en 1991.

Fue entonces cuando recuperó su popularidad y contribuyó a definir el sonido alternativo de los años noventa. Supongo que es una reivindicación de la manera tradicional de grabar y del papel clave de los músicos… Si no sabías tocar tu instrumento, todo el mundo se daba cuenta. Tom Petty & The Heartbreakers necesitaron más de cien tomas para grabar «Refugee» como querían y así era cómo funcionaban entonces las cosas. Pero hoy haces una sola toma y puedes arreglarla con el ordenador. La película intenta mostrar que, a pesar de que existen grandes herramientas digitales, es necesario mantener la esencia humana. Puedes mezclar ambas cosas, pero nunca dejar que el ordenador haga todo el trabajo. Citando a Trent Reznor: “Todavía se necesita tener algo que contar”. Para demostrarlo, el documental nos abre las puertas a una sesión de grabación, que empieza como una jam session y termina con una canción. Todo ello sin ordenadores, solamente con músicos trabajando de manera artesanal y creando algo sorprendente. Y es especial porque sucede ante nuestros ojos. Muchos profesionales afirman que los documentales cobran vida en la sala de edición, cuando las entrevistas se mezclan con las imágenes de archivo. ¿Cómo fue el montaje de Sound City? Todas las películas pueden arruinarse o volverse asombrosas en la fase de edición. El montaje de Sound City fue muy natural porque decidimos contar la historia de manera lineal. Dave tenía claro cuando quería dar un giro argumental y mostrar el traslado de la consola de grabación a su propio estudio para realizar las sesiones. De este modo nunca tuvimos dilemas con la estructura narrativa. Las partes donde realizamos más cambios fueron la introducción, el traslado y qué sesiones de grabación mostrábamos. Aunque estas decisiones no supusieron ningún problema, puesto que siempre reforzaban la historia. El gran reto fue el calendario de trabajo, porque teníamos

que terminar la película a tiempo para presentarla al Festival de Sundance. Siendo un músico respetado que ha tocado en varios grupos, ¿qué fue lo más especial de participar en este proyecto? El simple hecho de recibir una llamada de Dave Grohl ya fue muy especial. Yo soy batería y él es el mejor batería de su generación, así que ha sido un honor montar su debut cinematográfico. Cuando me llamó, ya había entrevistado a un gran número de personas, pero me dijo que aún tenía un listado mayor, así que fue muy excitante ir descubriendo qué artistas participarían. Todas las sesiones de grabación tienen momentos asombrosos, aunque la de Paul McCartney con Krist y Pat fue la más especial. Casualmente acabó siendo el final perfecto de la película, porque confluyeron todos los detalles: cuatro músicos en una sala, sin tener ninguna idea de lo que harán y ver cómo improvisan. Se trata de tocar, de tener referencias musicales, de saber producir y de grabar el momento. Stacy Peralta era un skater profesional que dio el salto al mundo del cine y Dave Grohl es un músico famoso convertido en director. ¿Cómo es su manera de abordar el trabajo? La mayor diferencia es que Stacy había estado detrás de una cámara durante diez años cuando hicimos Dogtown, pero no quería poner límites a su creatividad. Por lo que respecta a Dave, él había participado en diversos videoclips de Foo Fighters y en el documental Back and Forth sobre la banda, pero ésta era su primera experiencia en la silla del director. Eso le dio mucha libertad, porque no creía que hubiera nada imposible. Cuando eres un director novel, no te preocupas por lo que no puedes hacer, simplemente encuentras una manera de avanzar. ¿Crees que esta libertad creativa ha marcado vuestra relación profesional? Esa espontaneidad se aprecia en ambas películas, además, mi relación con Stacy y con Dave ha sido muy parecida. Stacy y yo nos inspirábamos mutuamente, hacíamos cosas que generaban otras ideas, nos retábamos y el resultado siempre era mejor que al principio. Con Dave ha sido

Dave Grohl: Al buen tiempo, mejor cara Era David Lee Roth —cuyo éxito en la década de los ochenta es de un ancho incalculable—, el que decía que no podía respetar a un tipo como Sammy Hagar, su sucesor en Van Halen, porque para ser un músico creíble uno debe caer y levantarse, sentir que te has hundido en la miseria para renacer como artista. Dave Grohl sigue sin caer, y no hablamos precisamente de su trabajo como autor de canciones, que es más que discutible. Grohl, el de la eterna sonrisa, el amigo de sus amigos, el genial baterista, el eterno colaborador, ese no ha caído; y dadas las circunstancias, dudo que lo haga en un futuro inmediato. Cuando Kurt Cobain decidió poner fin a su vida, y con él la de Nirvana, a Grohl se le presentó todo un mundo por delante. Era joven, trabajador, y ciertamente talentoso. Todavía no había demostrado sus dotes de liderazgo, pero será él uno de los mejores bateristas de su generación, uno de los más recordados de la era. Tenía una pegada brusca y ágil, un tempo cuasi perfecto aún procediendo del punk y el hardcore (cuatro años con The Scream y los inicios de Nirvana): un cruce entre John Bonham y Clem Burke, el conductor de la banda, un perfecto director de orquesta. Hay baterías que siguen la canción, Grohl es justo lo contrario: es de los pocos que reescriben la pieza desde su posición, dando con ello un plus y una agilización fuera de duda. No hay más que prestar atención a «No One Knows» de Queens Of The Stone Age, aunque dudo que no lo hayan hecho de conocer ya la canción. Su versatilidad es también otro sello característico de su tocada, habiendo colaborado con Killing Joke, Tom Petty y Mike Watt, entre tantos otros, y en todos los casos coloreando los compases de matices frescos e inquietos pero sin perder la identidad tanto del origen de la composición como la suya propia. Esa magia en los timbales hace que la vieja guardia sienta admiración hacia el muchacho; hasta al mismísimo Paul McCartney le hubiese gustado formar parte de Them Crooked Vultures, el proyecto que formó Dave junto a Josh Homme y John Paul Jones. Fantástico baterista, como líder y guía de su propia banda, Dave dio comienzo Relajado entre amigos a Foo Fighters en cuanto concluyó la historia de Nirvana. Decíamos antes que se le presentaba todo un mundo por delante… El tipo tenía todas las de ganar. Procedía del trío más exitoso del planeta, pero él no había sido la cara ni el espíritu de las canciones de la banda; eso fue justo lo que acabó con Cobain y con él se marchó toda presión que pudiese existir. No tenía nada que perder al fin y al cabo, aún siendo bueno en su instrumento era solo un batería. Por eso sorprendió aún más cuando en el verano de 1995 se destapó con un disco tan fresco, original y pegadizo como el homónimo álbum debut de su banda (editado por Capitol), en el que tocó todos los instrumentos y compuso todas las piezas. Desapegado de la lobreguez grunge de Seattle, las canciones del álbum transmitían energía y aires positivos. Algo así como la crudeza de Hüsker Dü combinada con las melodías de Cheap Trick. El trabajo fue todo un éxito de crítica y de ventas, pero rápidamente Grohl se convirtió en el tipo de moda y la credibilidad de su primera gira se perdió en cuanto volvió a España presentando The Colour and the Shape; ya no sudaba la camiseta, ahora era una especie de bufón rendido a un público adolescente que eructaba repetidas veces frente al micrófono en busca del aplauso cómodo. ¡Muy punk! Aún eran peores los clips promocionales, en los que el ahora cantante y guitarrista daba rienda suelta a su vena dramática/cómica. No es de extrañar pues, que con There Is Nothing Left to Lose (1999) perdiese el rumbo de su propia banda. Foo Fighters había pasado de ser el interesante proyecto del ex baterista de Nirvana a ser un combo vendido y relegado al mainstream más devastador. Para demostrar que podía seguir siendo el músico humilde qué parece ser que es —“el tipo más encantador del planeta, y punto”, dice de él Bob Mould—, reclutó a miembros de Venom, de Celtic Frost, a Lemmy, y editó un álbum de metal bajo el alias Probot. No gustó a nadie, ni a los fans del metal extremo ni a los suyos propios. Parecía que el furor inicial de Foo Fighters se había desvanecido entre los críticos más sesudos. Pero he ahí que durante esa travesía y la actualidad, Dave seguía vendiendo miles de discos en Estados Unidos y llenando estadios en el Reino Unido, donde agotó las entradas para el Wembley Stadium y, ojo, dos noches seguidas en Milton Keynes. El público joven está hambriento de ídolos, por ello ahora Black Keys actúan en pabellones y Grohl es como el gurú para esa nueva horda de jóvenes. También lo es para los más veteranos, pues el respeto hacia su persona es total: de Jimmy Page a Macca, todos parecen venerar el trabajo de los Fighters. Es quizás Wasting Light (2011) el disco que le vuelve a unir al favor de público y crítica. Ha derrotado al tiempo, a su propia estela y a la inútil de Courtney Love. Foo Fighters llenan y venden más de lo que lo hiciera nunca Nirvana. ¿Es ese el triunfo del arte? No, pero este hombre va a seguir sonriendo otro puñado de años. ← SERGIO MARTOS

Es la historia de un lugar especial y de unos artistas geniales. También reflexiona sobre el hecho de que la tecnología digital nunca podrá reemplazar la pasión de la gente por la música. Cuenta la leyenda de este estudio de grabación que definió el sonido de la Costa Oeste en los años setenta similar, puesto que él cogía lo que habíamos hecho juntos, lo llevaba un poco más allá y me lo volvía a pasar para hacerlo más bonito. Había un gran entendimiento y era como una jam musical en la que compartíamos solos de batería. Dogtown and Z-Boys fue un documental transgresor y creó un estilo muy reconocible. ¿Qué recuerdas de aquella época? Era una producción independiente y no hubo ningún jefe de ningún estudio diciéndonos lo que teníamos que hacer. Stacy y yo hicimos lo que quisimos, sin saber si conseguiríamos los derechos de

la banda sonora. Con Sound City ha sido igual, puesto que nadie nos ha dado órdenes y Dave ha hecho realidad su sueño. Es cierto que el estilo de Dogtown ha influenciado a varios documentales y ahora estos ya no se perciben como algo aburrido, sino que son tan potentes como las películas de los estudios. Recuerdo que hicimos Dogtown en dos salas: una era para el montaje y no tenía ventanas, y en la otra estaban Stacy, Agi y Craig, también sin ventanas, pero con un sofá. En el tiempo libre aprovechábamos para patinar con el skate por los pasillos y por el parking. El trabajo en

Sound City ha sido distinto porque había seis oficinas, lo editamos en HD y, además, teníamos ventanas y un pinball. ¿Qué puedes avanzarnos sobre tus futuros proyectos cinematográficos? He vuelto a trabajar con el guionista Mark Monroe en un documental sobre Fórmula 1. En este caso, yo he dirigido y he montado el proyecto, que nos ha llevado tres años de trabajo. Se trata de la historia de este deporte, aunque nos hemos centrado en el período que hubo más muertes, entre 1968 y 1978, y hemos tenido la suerte de contar con Michael Fassbender como narrador. Queríamos mostrar cómo la voluntad de los pilotos y de los propietarios ayudó a superar los problemas que hacían que las carreras fueran tan peligrosas y cómo logaron convertirlo en el evento deportivo más caro, más visto y más exitoso del mundo. Si todo va bien, se estrenará en primavera. ! RUTA 66 | 04-13 | 51


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