MAGAZINE DE FICCIÓN
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DICIEMBRE 2019
Mag
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Nuestra 2 ª Antología TINTA, PAPEL Y... ¡ACCIÓN!
35 FORMAS DE SONREÍR
AL ESPECI DE O CUENT AD El NAVID
Mundo de los Pos tres Navideños
La segunda antología de
¡Pásatelo de cin e!
Créditos El Tintero de oro Magazine nº 4 diciembre 2019
Microrrelatos: Emerencia Alabarce Estrella Amaranto Isabel Caballero Ulises Castellano I. Harolina Payano Josep Mª Panadés Yessy Kan Bruno Aguilar Emilia H. Disla P. Mª Carmen Píriz Mirna Gennaro Francisco Moroz Marta Navarro Julia C. Cambil Mery Pérez Pepe de la Torre Marina Collado Beba Pihen Mirella S. Paola Panzieri Omar González
Irene F. Garza Ramón Márquez Juana Medina Lucas Kurt David Serrano Puri Otero Carla Guerrero Mª Carmen Moreno Mora Javier Rodriguez-Morán Mila Gómez Rosa Berros Carles Leo Jimmy Díaz Relatos Navidad: Estrella Amaranto Rosa Berros Pepe de la Torre David Rubio Atribución de autoría: Todos los relatos incluidos son propiedad de sus respectivos autores Diseño y maquetación: David Rubio Contacto: eltinterodeoro@hotmail.com
Índice EDITORIAL Por Navidad, ¡sonrisas y lectura!
7 David Rubio
MICRORRELATOS: LA SONRISA Relato con fondo La ciudad imaginaria Capoeira El espadachín Un verdadero milagro Prioridades Ella y yo Aroma navideño Un hombre peligroso El incidente La sonrisa de Mona Lisa ¿Quién le pondrá el cascabel al gato? Vértigo Sombras Mi número de la suerte
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Emerencia Alabarce Estrella Amaranto Isabel Caballero Ulises Castellano I. Harolina Payano Emilia H. Disla P. Josep Mª Panadés Yessy Kan Bruno Aguilar Mª Carmen Píriz Mirna Gennaro Francisco Moroz Marta Navarro Julia C. Cambil Mª Pilar Moreno
Liberado 57 Los pardillos 59 Hacia el infinito 61 La receta de la abuela 65 Puzzle 67 Verde Esperanza 71 Villana 73 Obra inacabada 75 Aquella primera vez 77 La espera 79 Y entonces sonrió 83 ת85 El regalo 87 El desquite 91 La impagable ayuda 93 El cielo no se toma por consenso 97 El atributo 99 Y entonces sonríe 101 ¡Bam! 105 El apóstol 109
Mery Pérez Pepe de la Torre Marina Collado Beba Pihen Mirella S. Paola Panzieri Omar González Irene F. Garza Carles Leo Juana Medina David Serrano Lucas Kurt Puri Otero Carla Guerrero Mª Carmen Moreno Javier Rguez-Morán Mila Gómez Rosa Berros Ramón Márquez Morgan Vicconnius
CUENTO DE NAVIDAD El mundo de los postres navideños
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por Estrella Amaranto, Rosa Berros, Pepe de la Torre y David Rubio
TINTA, PAPEL Y... ¡ACCIÓN! A hombros de gigantes
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¿CONOCES Un espacio para compartir tu pasión por los blogs de relatos. Puedes usarlo como quieras: leyendo, comentando o participando en las distintas secciones:
tos a l e r rso de u c n o C al mensu mbre e i c i d e d A partir r en el a p i c i t r a podrás p os que t a l e r e od concurs on 16 c a t n e u ya c s. edicione latos
e Re d r e ómo c Tall e c n onve c e t tus e d ¿No o lgun a ó en d a p i que c i Part ? s o t que a r rela a p ión c c e os s m a d esta o os p d o t e entr arlo. r o j e m
¿Qué te cuentas ? ¿Quieres hablarn os de tu libro? ¿de tu b log? ¿una res eña? ¿un artículo de Narra tiva? Esta es t u secció n.
Micro rretos Escribe un micr orrelat partir d oa e un dis parado creativ r o que s e propo cada m ne es y pa rticipa él en es con ta revis ta digit al.
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POR NAVIDAD... ¡SONRISAS Y LECTURA! ¡ESTAMOS EN NAVIDAD!, así que El Tintero de Oro no podía dejar pasar estas festividades sin ofreceros un regalo, amigos lectores. Así que pen-sando y pensando, y luego pensando un poquito más, se nos ocurrió que no habría un mejor regalo que sonrisas y lecturas. Y eso es lo que vais a encontrar en estas páginas. Nada menos que 35 sonrisas; desde las que nacen desde la ternura, hasta las que son la misma firma de la crueldad. Un amplio y variado abanico de historias que seguro podréis disfrutar mientras esperáis en las interminables colas de los centros comerciales; o cuando esteis en el sofá, saciados de cenas y comidas navideñas; o para amenizaros los viajes en transporte público… Elegid el momento para regalaros una sonrisa.
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Pero también tenemos un regalo más: un bebé. No se asusten, hablamos de un bebé literario por supuesto. Y es que este mes se ha publicado Tinta, papel y… ¡acción!, la segunda antología de relatos de El Tintero de Oro, el libro en papel que recoge las historias que fueron seleccionadas en la segunda parte del concurso mensual en el que participan aquellos autores que publican sus relatos en blogs. ¿Todavía no están saciados? Déjame pensar... ¿qué sería una Navidad literaria sin un cuento de Navidad? Os invitamos a descubrir en un relato escrito a cuatro manos el curioso mundo de los postres navideños en una aventura en la que quizá todos aprendamos una necesaria lección. Espero que disfruten de este número tanto como de la época tan entrañable que vivimos año a año. Rían, coman y canten; pero también recuerden el camino andado y sueñen por el que todavía nos queda por recorrer. En nombre de todos los que han participado en esta revistas os deseamos una muy ¡Feliz Navidad! David Rubio
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UNA SONRISA, POR FAVOR Microrrelatos participantes en el reto: La sonrisa
LA SONRISA FINAL Decía Poe que para conseguir un relato redondo lo mejor era hacerlo empezando por el final. Pensar en el efecto que deseas provocar al lector tras el punto final. Y de eso va este reto: de empezar la historia por el final. Para ello, todos los autores debían escribir un microrrelato de hasta 300 palabras cuya frase final fuera "Y entonces sonrió". La sonrisa es la reacción, gesto o expresión humana más versátil. Lo primero que nos sugiere son cosas buenas: alegría, felicidad, esperanza, ternura…; pero desde luego también puede erizarnos la piel según el contexto: sarcasmo, burla, maldad, locura… Os invito a disfrutar de los 35 micros que han participado en este reto creativo y que seguro que os van a dejar con una sonrisa en los labios.
EMERENCIA ALABARCE
RELATO CON FONDO SOY DE UNA FAMILIA RARA. Nos apodan Los Duendes y no pensamos extinguirnos. Nadie ha ido más lejos sin salir de casa. Nos empleamos a fondo. Ayudamos a salir de aquellos hornos a los de la estrella de David cuando los nazis ocuparon nuestros dominios. A Frodo se lo presentamos nosotros a Tolkien. Aunque después no contó en su libro de quién era hijo, verdaderamente, el Bolson aventurero. El caso fue que encontró el anillo en nuestros dominios, muy lejos de esas montañas nubladas. Y no hace falta esperar a 2030 para conocer los habitantes de Marte. Ellos viven entre nosotros desde hace tiempo y son los antecesores de muchos de los que presumen en la superficie de ser normales. Nuestros descendientes están ilusionados con estos grandes logros de nuestra estirpe. Y sin
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miedo alguno a desvelar nuestros secretos de la existencia humana. Ya han comenzado a subir y bajar por las galerías ocultas del metro quienes nos ayudarán a darle luz necesaria a la nuestra. Colocan ya los espejos. Han llegado las buenas personas con mirada de cristal de luna. Ellos nos están aconsejando cómo debe entrar la iluminación en toda esta profundidad donde vivimos. Así conseguiremos que la gente pase su vida de estación en estación más felices. Y sin dudarlo se vayan quedando para siempre. Para cuando Venecia se hunda y floten las magnolias, ya se habrán venido una mayoría a vivir con nosotros. Confiamos. También lo harán todas las hormigas y las abejas. Lo deseamos. Cuando arriba se termine por apagar la esperanza, mueran los temores y se ahoguen las incertidumbres, aquí se alumbrará el futuro y entonces, sonreiremos.
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S O T O F Y E J A E VI M E S O J A I C N E R EME
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Estrella Amaranto
ESTRELLA AMARANTO
LA CIUDAD IMAGINARIA I ME ACOSTUMBRÉ DE tal manera a su presencia, a la voz que se adentraba en mi pecho y acariciaba mis hombros, al cálido tono con el que interpretaba magistralmente sus canciones, que cada noche sentada en la esquina de mi cama le soñaba, le invitaba a acompañarme entre mis sábanas aladas, jugueteando con su abrazo de terciopelo azul y sus inquietas manos recorriendo los cabos y golfos del mapa geográfico de mi tembloroso cuerpo, entregado a sus caprichos. II Pronto sucumbí al hipnótico deseo de llegar hasta la ciudad flotante y luminosa, alfombrada de tupidas madreselvas y fuentes adornando sus calles. Con puentes donde cruzaban el olvido y
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y el recuerdo, cada uno de espaldas al otro y avenidas de la libertad robada e hipotecada vilmente. No tardé un segundo en instalar mi campamento de refugiados del desamor y la desesperanza, que casi de forma instantánea, acabó abarrotado y aterido del frío de la soledad no deseada. III Mi cabeza de tejados de piedra dejaba resbalar las finas gotas de lluvia por los aleros para limpiar las calles y permitir que los niños saltaran alegremente en los charcos que se formaban. Mis brazos entrelazaban las fachadas enjalbegadas y renegridas por la humedad, con balcones de hierro perfumados de jazmines. Mis piernas se alargaban en callejuelas románticas y frondosos parques plateados por la luna.
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IV Notaba como las mariposas del sueño giraban en círculos sobre mis hombros de ladrillo y cemento, de pilares de piedra o de muros de granito… Nunca dejaron de anidar los pájaros en mis manos, hechizándome con sus trinos mientras el viento afinaba sus instrumentos de metal para regocijo de los niños, haciéndome cosquillas en los pies con tal de que no me quedara dormida para siempre durante aquel plácido concierto. Y entonces sonreí.
ISABEL CABALLERO
CAPOEIRA
RACHID ES MÁS NEGRO QUE el fondo del infierno, más listo que cien diablos juntos, le llega a la altura del corazón a Benearo. Ambos son esclavos, propiedad del mismo señor de las Madeiras. El gigante lucha con un pie anclado en la tierra. Sortea las piedras y guijarros que le arrojan, los cuchillos y puñales aumentan la apuesta. Se agacha e inclina, baila y muda con rapidez inusitada para alguien de tal tamaño. Ligado un brazo a la espalda y el otro suelto. El aire silba a su lado. Vuela su fama de tal modo que es honra del amo, lo alimentan y cuidan tanto como a sus caballos. Rachid le cura las heridas con emplastos de barro y hierbas. Le enseña tácticas y danzas tri-
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bales de su tierra africana que aúna con estrategias de capoeira. El canario no sabe cómo se llaman sus artes, solo sabe que saltaba los barrancos de su isla como nadie y que era más fuerte que ninguno. —¿Y tú Rachid…, de dónde viniste? —Me apresaron en Tagaos, cabeza del reino de Bu Tata. —Yo también era un hombre libre. Tiembla el canario con el sonido de una flauta o llora porque el cielo se estrella, o se estremece porque sí. Su ancha nariz perforada por una anilla. Muchas mujeres han probado su hombría. Tantas que no abarca a todas. Rachid aprovecha alguna, no quiere que se canse el campeón. Frota con esparto trenzado el cuerpo de Benearo, limpia y restriega como una madre agitada que cuida de su enorme retoño. Después se bañan en la poza bajo la higuera refractada y parece que la luz tiñera de verde a un gigante y a su menguada sombra. —Eres como mi madre. —Una madre canija y negra. Los dos se miran, y entonces, sonríen.
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SUS RELATOS TE ENLOQUECERÁN
ISABEL CABALLERO
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LIBÉRATE
BOOK TO LAND Ulises Castellano BOOKTOLAND.BLOGSPOT.COM
ULISES CASTELLANO
EL EL ESPADACHÍN ESPADACHÍN
EL COMBATE COMENZÓ. Agarré mi espada con fuerza y, en cuanto sentí el contacto frío con la empuñadura, los nervios huyeron despavoridos. —¡En garde! —grité movido por la adrenalina. Vivía la como si toda mi existencia fuera a depender de ella. Desde que era un chaval, no hubo una tarde en la que no hubiera desenfundado la espada. Practicaba solo: con los peluches de mi habitación, entrenando técnicas al aire...; y, en el gimnasio, con mi equipo, no había quien me ganara. Todos mis compañeros temían el momento en el que les tocara combatir conmigo. Muchos de ellos detestaban enfrentarse a mí porque su ego no les permitía perder contra un tío flaco y bajito. Francamente, no soy de las personas que impone mucho a primera vista.
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Aunque, también he de admitir que me gusta que me infravaloren de esa manera, para que después quien me critica se lleve una agradable sorpresa. La pelea no duraría mucho, o al menos nadie pensaba que podría alargarse más de medio minuto. Me tocaba combatir contra un hombre algo más joven que yo. Podría rondar la treintena, pues las entradas que tenía en la cabeza y los kilos de más, parecían delatar el clásico perfil de un hombre recién entrado en el mundo laboral y familiar. Sin embargo, sus primeros pasos me dejaron desconcertado por unos segundos. Sus piernas eran como dos plumas que se movían sin apenas esfuerzo. Antes de que pudiera reaccionar, ya se había hecho con todo el espacio del que disponíamos. —Ahora verás... —añadió el hombre, empleando una técnica en ataque de gran maestría. La verdad es que me sorprendió verlo en el gimnasio cuando entré. Su físico no era el típico de un espadachín: flaco y medianamente alto. Cuando pensé en lo que me estaba diciendo, me di cuenta de que estaba pecando de lo mismo que los demás: estaba teniendo prejuicios. Lo miré a los ojos y me vi a mí mismo reflejado. Observé su anillo en el dedo y, cuando volvió a atacar, me rendí ante mi propia falta de
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ética. Fingí que no me daba tiempo a reaccionar y me dejé tocar por la punta de la espada. Por primera vez, me había dejado ganar. Pensé en el tiempo que había pasado desde la última vez que veía a mi contrincante salir victorioso. Ni siquiera me acordaba. Y entonces sonreí.
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IDALIA HAROLINA PAYANO
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I. HAROLINA PAYANO
UN VERDADERO MILAGRO CARLOS NO VE la hora de llegar a casa, ha tenido un mal día en la oficina, para colmo, las calles congestionadas lo hacen demorar más de lo acostumbrado, y esa extraña sensación durante todo el día que no acababa de entender. Sin duda algo no estaba bien... —¡Por Dios, y toda esta sangre! ¿Mi vida dónde estás? ¿Qué ha pasado? —Por fin llegas, no he podido buscar ayuda. ¿Crees que estará vivo aún? —Claro que sí, Patricia, estarán bien, vaya-mos al hospital ¿Te duele mucho? Ella se desmayó no bien la cargó. Él estaba tembloroso, pero era urgente, no quería perderlos. Se reprochó no poner ese teléfono, una llamada hubiera evitado...
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Lloraba, debía controlarse o tendrían un accidente y no se salvaría ninguno de los tres. La oyó quejarse y luego un grito muy fuerte, no podía detenerse, ya casi llegaban. —Por favor resiste, el dolor debe ser insoportable, piensa en nosotros y la felicidad que nos traerá... ¡Llegamos! Se paseaba, era imposible calmarse, había pasado una hora y nada, ni siquiera servía la máquina de café. Un señor se le acercó y preguntó la hora, Carlos lo miró como si se tratara de un sueño, tardó en decirle que eran las siete. El señor dijo que había cumplido su cometido, y se marchó. —¿Cuál cometido? ¿A qué se refiere? No hubo respuesta, a decir verdad, sí, salió el doctor y le dijo: «No sabría explicarle cómo, ha sido un milagro, un ángel estuvo ahí con nosotros y pudimos salvarlos. Entre solo un momento, eso les ayudará a los tres.» —Gracias, mi amor, eres la mujer más valiente que conozco. Y tú, ¡campeón!, eres lo más hermoso que jamás haya visto. Te llamaremos Nicolás. ¿De acuerdo? Ella asintió, y él entonces sonrió...
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EMILIA H. DISLA P.
PRIORIDADES SE LE NOTABA NERVIOSO, hacia una horrible mueca de dolor, empezaba a sudar copiosamente y a lamentar su situación. En un gesto de valor, cruzó la calle, había una cafetería, entró y allí vio el letrero: «BAÑOS» Y entonces sonrió.
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S O T A L RE A R PA E S R I D A EV
JOSEP Ma. PANADÉS
ELLA Y YO
—¿ME OYES? Si me oyes, haz el favor de manifestarte. —(¿?) —Te digo que te manifiestes. —Te… ¿te refieres a mí? —¡Por fin! Ya era hora de que aparecieras. Me temía lo peor. —Pe… pero es que no me lo puedo creer. ¡No es posible! —De hecho, yo también tenía mis dudas. —Es muy extraño. Me dijeron que nunca podría comunicarme directamente contigo, que mi labor era la de hacerme notar lo justo y necesario… —¿Cómo que lo justo y necesario? ¡Ahora veo que has sido la culpable de todas mis desgracias! —No exageres. Yo solo he hecho mi parte, con mayor o menor fortuna, pero el responsable fi-
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nal de todas las decisiones has sido tú. Así que no me líes. —Bueno, vale. Yo habré tenido parte de culpa en todo lo que he hecho y me ha pasado, pero tú también has jugado un papel muy importante, lo cual, en cierto modo, me alivia. —Pero ¿exactamente para qué me has llamado? ¿Para darme la culpa de todos tus fracasos? Si de eso se trata, doy media vuelta y me voy por donde he venido. —Te he llamado para salir de una duda, digamos que existencial. —¿Cuál? —Quería saber si realmente estabas ahí. —Y ¿por qué dudabas? —Porque últimamente son muchas las veces que me han dicho que no existías. —¿Y quién te ha dicho esa majadería? —Sin ir más lejos, Olga, esta mañana, cuando le he dicho que no quería volver a verla. «No tienes conciencia», me ha replicado. —¿Esta mañana? —Sí, al poco de levantarme me ha llamado por teléfono. —Ah, es que esta mañana me he despertado más tarde de lo habitual. Ya sabes, tus resacas me dejan fuera de juego. ¿Y qué le has contestado? —Nada. He colgado. Me he sentido aliviado. Y entonces he sonreído.
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YESSY KAN
AROMA NAVIDEÑO LA OSCURA REINA de la noche extendía su cabellera azabache sobre la fiesta entrañable de navidad. El aroma suculento que flotaba en el aire de los guisos, era único e inolvidable. Ese justo día, mi dueña se le ocurrió salir con sus amigas a cantar villancicos, si, así de lindo, y me dejo solo, con un patético y desabrido hueso. El olor a comida en la cocina me tenía cautivado, tanto así, que sufrí una transformación como el personaje de la historia de Jekyll and Hyde. Sin pensarlo más, salí corriendo para la cocina; allí me encontré con varias ban-dejas cubiertas con papel plateado. Algo me decía: «No lo hagas» pero la tentación fue más poderosa, y comencé devorando los salchichones. Luego mis mandíbulas trituraron al dorado y jugoso pajarón, bañado de exquisitas
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salsas que lamí y relamí hasta quedar agotado. Pero, aun así, no paré, seguí engullendo el jamón horneado con piña y cerezas, que estaba de chuparse la pata. Comí a toda velocidad, todo pasó tan rápido que perdí la noción del tiempo. La mesa era un completo desastre y enseguida comencé a sentirme mal, no sé cómo llegue hasta mi camita. —!Danko! Medio aturdido escuche la voz de mi ama, casi no podía mover el cuerpo. Si hacía un movimiento rápido podría explotar. Lo único que se me ocurrió, fue saludarla con mi típico movimiento de cola. Sabía que, lo que había hecho me costaría quizá hasta la vida. Cuando entró a la cocina, un grito desgarrador hizo levantarme, luego caí de nuevo al piso. —¡Oh no! —exclamaron las amigas, con los ojos como platos. —¡Tranquilas, ordenaré el pollo agridulce de los chinos! — dijo. Su rostro lucía severo, pero de alguna forma, también parecía dulce. Y entonces, me sonrió.
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EXISTE UN LUGAR DONDE TODO ES POSIBLE
YESSY KAN
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B R U N O
A G U I L A R
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BRUNO AGUILAR
UN HOMBRE PELIGROSO EL PROFESOR JAIME MORENO era un hombre peligroso, aunque no de la forma en que nos tiene acostumbrados el cine. No sabía absolutamente nada de armas ni jamás se había peleado, pero esgrimía argumentos cargados de cordura, honestidad y espíritu crítico con el acierto del mejor tirador olímpico, algo que a no pocos resultaba de lo más molesto. Su país se hallaba sumido desde hacía tres largos años en una devastadora guerra civil. El bueno del profesor, impulsado por el loable deseo de acabar con ella, daba puntual testimonio de las atrocidades cometidas a ambos lados de las barricadas, condenando con igual saña a Verdes y Colorados ante todo aquel que lo quisiera escuchar. Sus argumentos convencían, sin duda, pero no a la velocidad exigida por las dramáticas
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circunstancias. Y mientras tanto, miles de inocentes morían víctimas del fuego cruzado. En el mismísimo corazón de la Unión Europea, ante el centenar de periodistas desplazados para la ocasión, el profesor Moreno intentaba sacar de la neutralidad a la política internacional cuando un fuerte estampido lo lanzó desmadejado al suelo. No importaba el color de los billetes recibidos por el sicario, si verdes o colorados, tal vez incluso estuvieran mezclados, lo cierto era que la vida le abandonaba sin remedio a través de un agujero humeante abierto en la cabeza. Lo que sus verdugos no pudieron predecir fue que junto con la vida también escaparon todas aquellas ideas que por falta de tiempo y medios el profesor tenía enquistadas en su interior, sueños de libertad que alcanzaron a cuanto periodista había sido testigo del cruento atentado. Lo último que Jaime vio antes de expirar fueron sus bolígrafos rasgando folios a toda velocidad, los mensajes que colgaban con urgencia en las redes sociales, sus llamadas a través de los móviles… Y entonces sonrió.
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Ma. CARMEN PÍRIZ
EL INCIDENTE BUSCABA SU CHAQUETA, rebuscaba por los cajones del armario. No la encontraba y estaba segura que se la había puesto una de esas noches. —¡Deja de buscar! Ya he mirado yo esos cajones, no la veo. Quizás la has dejado olvidada en la cafetería o el salón. —Pero… ¡Tiene que estar! Estoy segura, no te acuerdas, es la que tenía las perlas en los hombros. —Si… Mañana preguntamos en recepción, a ver si la han entregado allí. —Venga vamos, que ya es hora. Rosa se volvió a agachar buscando en los cajones de abajo y… —Ay, ay, ay, uf, ya me he hecho daño en la espalda. ¡Qué daño me he hecho...!
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...—¡Ves ya te dije yo, que no te agacharas! ¿Y ahora qué…? ...—¡Vete tú, yo me quedo en la habitación! ¡Ya se me pasará! ...—¡No, mujer! Haz un esfuerzo, lo de hoy no te lo puedes perder, con lo guapa que estás. ...—Me tomaré una pastilla e iré por ti. ...Las dos asistieron a la fiesta y regresaron a la habitación a dormir. ...Su amiga le calentó una toalla, le puso calor en la zona donde tenía el dolor. Le vino muy bien y alivió durante la noche. ...A la mañana siguiente su amiga cuando se despertó volvió a repetir el calor en la espalda y le masajeó con las manos. El alivio fue evidente. Se levantaron a desayunar. Rosa se volvió a la habitación, pidieron una manta caliente y se quedó en la cama. ...—¡Eres como una madre! Me has cuidado mejor que ella, le dijo su amiga. Volvería muchas veces contigo, sin lugar a dudas. ...—Bueno, mujer, nos hemos adaptado las dos muy bien, y encima lo estamos pasando de maravillas, qué más podemos pedir. ...—¡Pues… otro viaje! Y que no me duela nada. Y entonces sonrieron.
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M ª CARMEN PÍRIZ
LOSMUN DOSDE CARMEN mariacarmenpiriz.blogspot.com
ISLA DE
LOS VIENTOS DE MIRNA GENNARO
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MIRNA GENNARO
LA SONRISA DE MONA LISA JUAN HABÍA RECORRIDO las calles del pueblo con la mirada del pintor ávido de un modelo. Las imágenes de las mujeres con las que se cruzaba se le metían por la retina formando composiciones diversas. Tenía en la mente un tipo de mujer, una idea de mujer. Al cruzar una calle, esquivando las aguas que arrojaban desde un balcón, tropezó con ella. Alcanzó a extender su mano para sostenerla. Olivia era todo lo que buscaba. Si hubiera un mundo de ideas, ella sería la idea de belleza que su pincel perseguía. Iba acompañada por una criada. Ninguna de las dos había conocido nunca a un pintor, menos a uno como él, cuya mirada irradiaba un genio incomprendido. Ella portaba un aire de ensueño y lejana tristeza. Se mostró cordial, pero tímida.
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Amable, pero recatada. Al principio no entendió lo que él le pedía. Tuvo que escuchar varias veces la propuesta. No se habría prestado a ser modelo, si no fuera porque la criada le explicó que sería una estrella fugaz en el cielo oscuro de su vida. El pintor seguía hablando para convencerla. Ya se estaba resignando cuando ella, finalmente, aceptó y lo siguió a su taller. Serás mi Mona Lisa, le dijo él en un momento en que detuvo su pincel para contemplarla por el mero placer de agasajar a sus ojos. Y ella se sintió intimidada al punto de perder la sonrisa. El pincel siguió obrando el milagro de atrapar sobre el lienzo su mirada retraída. ...El pintor le hablaba, le explicaba que pocas veces su mano se enamoraba de lo que veían sus ojos. Le contaba que hay un lugar en el cielo en el que se encuentran las miradas, los gestos de las manos, las intenciones más tiernas y las sonrisas. Y entonces sonrió.
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¿QUIÉN LE PONDRÁ EL CASCABEL AL GATO? FRANCISCO MOROZ
COMO ACOSTUMBRABA, Mariano, entró en la oficina sin saludar a nadie, desabrido, mal educado, furibundo y chulesco. Pareciera ser el líder de una manada imaginaria donde él representara al macho alfa dominante. Ya acostumbrados a su forma de proceder intentamos ignorarle, cada uno concentrado en su tarea, pero él, dándose ínfulas de poderío capto nuestra atención significándose con una fuerte voz. —¡A ver vosotros, panda de nenazas lloronas! —nos increpó exaltado—. Tanto quejaros del exceso de trabajo y de los horarios laborales interminables, pero aquí estáis dándolo todo por la empresa y del negrero que os explota sin consideración.
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...Todos levantamos la mirada al unísono un tanto confusos, avergonzados y sin saber bien que contestar mientras él continuó con su perorata recriminadora. ...—Si fuera yo, me plantaba en el cubículo de la bestia y le cantaba las cuarenta poniéndolo en su sitio de una puta vez, que es lo que se merece el mafioso que tenemos por jefe. No como todos vosotros que agacháis la cabeza cada vez que pasa por vuestro lado y le llamáis señor. ¡Un don mierda es lo que es y punto! ...—Pues va a tener la oportunidad de hacerlo en persona, ya que tiene tantos redaños, y así dará ejemplo a sus compañeros en vez de comerles la cabeza día tras día —dijo una voz desde detrás del interfecto, pues lo presentimos muerto en vida. ...Mariano en su agitación acalorada, no se había percatado que tras él, había aparecido la figura de nuestro temido director, que terminó con una situación violenta con una contundente frase: «Acompáñeme al despacho caballero. Tengamos una conversación en privado.» ...Intuimos que habíamos asistido al finiquito de un gilipollas que lastraba las de por sí interminables y mal pagadas jornadas laborales. En eso sí tenía razón el Mariano. ...Y entonces sonreímos.
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ABRAZO DEL LIBRO
FRANCISCO MOROZ
¡S
n é i
! o l e t
"Escribir es la manera más profunda de leer la vida."
Francisco Umbral
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MARTA NAVARRO
s o t n Cue s o d n u b a vag LlĂŠvatelos Contigo cuentosvagabundos.blogspot.com
MARTA NAVARRO
VÉRTIGO
«¡UN ACCIDENTE!», escucho gritar a lo lejos. Una imprudencia, un despiste, un error... dirán luego. No. No lo ha sido en absoluto. Nada de lo ocurrido sucedió por accidente. Y tal vez sea esa incomprensión lo que en el fondo más me duela. Una eternidad sobrevolando bajo esta mágica capa de superhéroe los abismos del mal, del dolor, de la miseria; contemplando a vista de pájaro la fragilidad de la vida, tantísimo desconsuelo... Imposible era salir indemne, debieran saberlo. El desengaño y la frustración, también la soledad, hace ya mucho que devoraron mi alma. Nadie sin embargo se dio cuenta; soy bueno disimulando. Pero hay días en que la desesperación y el infinito cansancio que de un tiempo a esta parte siempre me acompaña al fin vencen. Esos días, días como hoy, encaramado
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unas veces a la más alta azotea de la ciudad, al campanario de cualquier iglesia olvidada y ya sin nombre otras, cruzo los dedos, libero en un suspiro la ansiedad atrapada en mis pulmones, me asomo retador al vacío y, olvidado un instante de mi esencia inmortal —eterno hombre de acero— con conmovedora ingenuidad, murmuro: «tal vez hoy...». Cierro los ojos, en un breve latido de esperanza ofrezco mi cuerpo al abismo y, entonces sonrío.
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JULIA C. CAMBIL
SOMBRAS
CAMINA DESPREOCUPADAMENTE, como solo puede hacerlo quien aún no ha vivIdo lo suficiente. Se siente hermosa, segura de sí misma luciendo su conjunto nuevo. La luz de las farolas rebota cómplice en su melena ondulada y le arranca notas musicales de color al son de su taconeo contra la acera. Esa noche ha quedado con Rick119, por fin van a conocerse en persona. Él se limita a observarla, solo eso. Noche tras noche. Aquel cuerpo grácil, casi etéreo, ocupa cada vez más y más espacio en sus pensamientos y en su soledad. No va a hacerle daño, eso quedó atrás, cuando le gritaban más fuerte sus demonios que su cordura. Ahora todos ellos callan adormecidos en un mar químico de pastillas multicolores. Está curado y no es peligroso, o eso dice el informe de la
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última bata blanca que le otorgó de nuevo la libertad. Junto al banco acordado hay una figura masculina que no se distingue con detalle, pero ella juraría que no es su cita. ¿Acaso un chaval de diecisiete años puede ser tan corpulento? Empieza a temer que Rick119 le haya estado mintiendo. Si es el caso tendrá que oír cuatro cosas. ...Pero no llegan a cruzar más de dos palabras. Antes de que pueda reaccionar, la sombra, dotada repentinamente de materia, atenaza por completo su cuerpo como una camisa de fuerza humana. Intenta gritar, zafarse de la mordaza que la asfixia, pero no puede. Siente que una marea de jadeos y excitación animal la arrastra hacia los setos. Sus pies apenas tocan el suelo. ...Despierta rato después, tiritando sobre la tierra húmeda pero indemne. A su lado yace Rick119, de vuelta al mundo de las sombras para siempre. Ahora lo comprende: no la ha salvado para ayudarla, sino porque es suya. Y entonces sonríe.
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JULIA C. CAMBIL
DIMITIENDO DE Mร Te atraparรก DIMITIENDODEMI.BLOGSPOT.COM
S O Z A T E R A D I V DE
MARร A PILAR
Porque la vida estรก para ser contada mpmoreno.blogspot.com
Ma PILAR MORENO
MI NÚMERO DE LA SUERTE EL TRES APARECIÓ en mi vida en una concatenación de hechos que convirtieron mi frustración en alegría. La señal mágica más contundente que me ha ocurrido en toda mi existencia. Estaba claro que en el aire pululaban los números de la suerte y ese me tocó a mí. Había encontrado un trabajo en la ciudad, una amiga me dejaba su apartamento a cambio de que se lo cuidara porque se iba a Camerún con una ONG, y yo, ¡por fin!, podía emanciparme. ¡Qué momento! Trabajo y piso que me aseguraba la independencia a coste cero. ¡No me lo podía creer! Llamé a todos los amigos para celebrarlo con pizzas y bebidas que pedimos al restaurante del bajo y el apartamento se llenó de música y jolgorio hasta el amanecer. Caí rendida nada más acostarme. La alarma sonó a las
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siete para recordarme que a las ocho tenía que estar en mi puesto de trabajo. En la nebulosa del sueño, recuerdo que saqué el brazo, la apagué y seguí durmiendo. Me desperté con una sensación extraña, no sabía dónde me encontraba. Necesitaba un café bien cargado, pero mamá, que era la que siempre lo preparaba, no estaba allí, así que me froté los ojos para vislumbrar que la pantalla del móvil marcaba las tres. ¡No podía ser! Mi primer día de trabajo y ni siquiera me presenté. ¡Cómo había actuado de forma tan estúpida! Sentada en el borde de la cama, con los hombros caídos y sujetándome la cabeza porque me iba a estallar, sentía una rabia infinita. La elocuencia de aquel silencio me embargaba. Empecé a deambular por la habitación buscando una salida al caos mental que tenía. Y esa era mi cacareada independencia. El tono de un mensaje en el móvil llamó mi atención. Una tienda de moda me invitaba a participar de grandes descuentos antes de las rebajas. Trato de clienta VIP. ¡Qué rápido se habían enterado de que iba a tener pasta! Descubrí dos mensajes anteriores: en uno, me informaban de mi alta laboral en la Seguridad Social; y en el otro, la entidad bancaria me avisaba para que no acudiera al trabajo por un aviso de bomba. Respiré aliviada y entonces sonreí.
LA PRIMERA ANTOLOGÍA DE
MERY PÉREZ
PORQUE CADA HISTORIA CUENTA https://clioenelespejo.blogspot.com
MERY PÉREZ
LIBERADO SIEMPRE QUISO QUE su vida cambiara. Estaba cansado de ser miserable. Trató de cambiar eso, pero infortunadamente no pudo. Y llegó a la conclusión de que nunca sería feliz. Esa tarde salió animado con rumbo a su destino. Caminaba con afán sin detenerse. La luz estaba en rojo. Ary continuó caminando sin inmutarse. Se sintió liberado —e incluso feliz— al ver venir hacia él el Mazda azul cielo. Y entonces sonrió.
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P E P E
DE LA TORRE
S A N U E R ENT O R T CUA S A N I U Q ES ESPACIO ABIERTO AL LIBRE TRÁFICO DE LETRAS entreunascuatroesquinas.blogspot.com
PEPE DE LA TORRE
LOS PARDILLOS —Y ENTONCES SONRIÓ —digo. —¿Y eso qué significa? —Que me jodió vivo... —No entiendo. —¿Lo qué? —No controlo esa manera de jugar. —Joder... —resoplo—. ¡Empecemos! «Póker texas Holdem», ¿vale? —Vale. —Dos cartas ocultas para cada jugador y cinco boca arriba sobre el tapete. —¿Siete? —Pero solo cuentan cinco. —Ahí me pierdo... —¡Muy fácil! Combinando tres del tapete con dos de mano, cuatro del tapete con una de mano o cinco del tapete, cosa que es una tontería.
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—Exacto y, movido por su euforia, igualo la apuesta y enseño mis cartas. —¿Y por qué dices que te jodió? —Él no, ¡el primer jugador! —No entiendo... —Nosotros pecamos de pardillos y enseñamos cartas antes de que él hablara de nuevo... —Quieres decir que... ¡No! ¡¿Tenía la improbabilísima...?! —Exacto. —Ahora entiendo... —dice mirándome con la boca bien abierta—. «¡Y entonces sonrió!»
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MARINA COLLADO
HACIA EL INFINITO
REACCIONÓ CON ASOMBROSA incredulidad ante lo que sus ojos contemplaban, la espectacularidad de las formas y colores que el firmamento le mostraba la dejó maravillada. Su corazón latía con fuerza, la emoción era tan intensa que sentía que se quedaba sin respiración. Por un momento creyó que había muerto y su alma estaba flotando entre nubes de algodones, estrellas fugaces, nebulosas y cometas que le daban afectuosamente la bienvenida con un gran despliegue de luces multicolores en medio de una gama de formas geométricas jamás imaginadas, ni siquiera en sueños habría conseguido crear o idear la belleza que su mirada atónita visualizaba en aquellos momentos. ...El espectáculo era de lo más impactante y tuvo que pellizcarse para comprobar que seguía
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allí, en pie, en lo alto de la cima de la montaña a la que acudió atraída por un pensamiento constante que no podía abandonar, debía subir a la cumbre y descubrir el misterio que se escondía tras los sueños repetitivos e insistentes que durante su vida se habían ido produciendo. Se pellizcó para comprobar que estaba despierta y que no se trataba de una ilusión óptica o de algún tipo de alucinación con la que su mente quisiera tratar de confundirla. Se había armado de valor e inició el ascenso por el abrupto camino que la condujo a la cúspide de la montaña y allí estaba, postrada de rodillas ante la grandeza que el firmamento le mostraba. Ante ella se abrió un camino de luz indicándole el destino a seguir y sintió que debía impulsarse sobre sí misma e iniciar el vuelo, su vuelo hacia el infinito. Era tan grande la sensación de plenitud que experimentaba y tanta la placidez que no se lo pensó, nada malo podía ocurrirle, se deshizo de los miedos que la acompañaron durante el trayecto y se propulsó hacia el espacio infinito sobrevolando la inmensidad del firmamento y en su ingravidez se encontró segura y confiada. Se fundió en un abrazo con el Universo y se sintió inmensamente dichosa, estaba en casa, estaba donde la esperaban... y entonces sonrió.
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DANZA
CON
LAS
LETRAS
AL
RITMO
DE...
EMOCIONES Y
s o d i t a L
MARINA
COLLADO ht tp :// em o c i o n e s yl at id os . bl og s p ot . c o m /
Relatos con voz propia
ahora yo digo Beba Pihen
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BEBA PIHEN
LA RECETA DE LA ABUELA ¿CÓMO ERA LA la receta del dulce de naranjas en gajitos?… Venía probando desde que se pintaron las primeras naranjas. Tal vez porque estaba sola y llena de nostalgias. Primero recurrió a su memoria oxidada y enredada: muñecas, canciones y rodillas peladas; jugar a las visitas con el juego de té de la abuela; con ella al frente, por supuesto, olorosa a naranjas. El sabor revivía, pero la receta, no. Estaba un poco preocupada. Le había prometido a su nieta que le enseñaría a hacerlo y no había caso con sus neuronas. «Vamos a Internet. Veinticinco recetas: que si se pelan, que si se ralla la cáscara…» — ¡Ay, abuela! ¿Cómo lo hacías? ¿Los gajitos se dejaban en cal viva? —¡Pero, no! ¡Eso es para el zapallo en cubitos! ¡Te lo enseñé mil veces!
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—¡Abuela; no te metas así en mi cocina! Dame alguna señal cuando vengas de visita. Me dan palpitaciones. —Bah, Doña Angustias… Calladita. Sentate y cerrá los ojos. ¡Vamos! ¡Sin miedo, que estoy en el Paraíso y no necesito espantar a nadie! Un soplo de brisa desde el patio. ¿O una caricia de la abuela? —Tenés las manos tibiecitas. Como si… no… —Como si estuviera viva. ¡Sí, señorita! ¡El amor no muere! Respirá hondo y contá hasta cinco. —… tres, cuatro, cinco. «¿Fue un beso?» ¡Ah, cierto! ¡Se dejaban en salmuera toda la noche… Después se lavaban bien a fondo y se dejaban impregnar de almíbar. ¡Uy, ya te fuiste! Se asomó a la puerta del jardín. Por detrás de la copa brillante y dorada del naranjo, se escapaba una nube preciosa, regordeta y sonrosada. Le dijo ¡gracias! y sopló un beso. Se le llenó el corazón de dulces recuerdos. Y, entonces, sonrió…
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MIRELLA S.
PUZZLE ...RECORRÍA ESA CUADRA asiduamente y nunca había reparado en la casa decrépita, con la ventana ojival de palacio gótico. ...Esa mañana, capté la silueta de una mujer detrás de los vidrios. Vi solo el cuello pálido y unos flashes de pelo endrino. El resto del cuerpo se esfumaba entre las sombras del ambiente. La segunda ocasión fue un mediodía. Al llegar a la altura de la casa aminoré el paso de modo inconsciente y giré la cabeza justo cuando llegaba a la ventana. Debía de estar agachada y me mostró su frente orgullosa, el dibujo enérgico de las cejas, los ojos del color de la hierba silvestre. Estos ojos tienen el aroma de la menta, pensé, aspirando un olor fresco, inaudito, que prevalecía por encima del escape de los autos. Quedé cautivado y
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sumé esa porción a la anterior. Me gustan los acertijos, sería excitante armarla una pieza a la vez, igual que un puzzle. La tercera es en una noche sin luna, extrañamente solitaria de transeúntes y coches. La vereda parece que me llevara, como las cintas móviles de los aeropuertos. No fumo, pero hubiera sido el instante perfecto para detenerme bajo la luz de la esquina y encender un cigarrillo. Me atrapan los misterios, quiero descifrar quién es ella, la que se presenta por partes. Leí demasiadas novelas negras. ...Estoy llegando a la ventana. Apago mi cigarrillo imaginario en el piso, con un movimiento circular del pie. Me acerco y ahora me engolosina con su boca. Los orificios de la nariz se le ensanchan en la respiración. Percibo el deseo. Sigue ofreciéndose en fragmentos, como si la totalidad de ella me estuviera vedada. ...Ya formo parte de la oscuridad del interior. Sus labios se abren, desnudando el marfil afilado de sus dientes hambrientos de mí. Y entonces sonríe.
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MIRELLA S
VOLARĂ S CON SUS LETRAS palabrascomopajaros.blogspot.com
I R E I Z N A PAOLA P
E T A L Á REG UNAS RISAS
PAOLA PANZIERI
VERDE ESPERANZA ESPERANZA CRUZÓ LA puerta de seguridad con las manos metidas en los bolsillos traseros del vaquero ajustado y avanzó por la acera, sin más. La seguía Juan, con la cabeza alta y esa mirada que se perdía en el infinito al atravesar las gafas de pasta negra. Esa mañana habían acudido al banco con la convicción de que el préstamo les sería concedido. «Lo siento de veras, pero el estudio revela que el proyecto es inviable», había concluido el director. El joven apretó los labios y tras largas zancadas alcanzó a la muchacha que caminaba ligera delante de él. Agarró una de sus manos y acompasó el paso al de ella. Esperanza bajó entonces la mirada y sin mediar palabra entrelazaron sus dedos. Luego Juan la atrajo hacia sí.
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Siguieron adelante sin aparente rumbo fijo. La mujer descansaba la cabeza en el hombro de Juan mientras él mantenía la mejilla apoyada en la testa de ella. Un folleto que pendía de una farola se resistía a salir volando con las ráfagas de aire y su aleteo llamó la atención del muchacho que, como de costumbre, parecía buscar estrellas en el cielo. —¡Mira lo que dice ahí! TRASPASO NEGOCIO DE COMIDA PREPARADA. PRECIO A NEGOCIAR. FACILIDADES. TLF: 629887779 —Aún no podemos poner en marcha nuestro restaurante —añadió Juan— pero podríamos empezar a soñar por ahí. Ella atrapó el anuncio en el momento en el que el viento se lo iba a llevar, lo metió en el bolsillo, miró a Juan con ojos chispeantes, y, entonces, sonrió.
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OMAR GONZÁLEZ
VILLANA
LOS DOS HOMBRES subieron al ring observando hacia el mismo asiento del público, y con idéntico objetivo. Ambos miraban a Mireya, querían deslumbrarla, pero ninguno imaginaba que cada porrazo del otro llevaría una intención similar. La mujer sabía que se golpearían por ella, satisfecha escuchó la campana, y entonces sonrió.
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. F E N E A R I ARZ G IMAGIN A LEE SUEÑA
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IRENE F. GARZA
OBRA INACABADA BURBUJEASTE ANTE MÍ, exasperada por la atención que otros no quisieron darte. Oliste la desesperación que habitaba en este juego inmundo de necesidades. Y yo, yo, me presté a ti, poseíste mis actos, deslizándote tan adentro que apretabas y ahogabas. Disfrutabas al saber qué poder se te había entregado. Fiel siervo, perro enamorado de lo que solo podré decir que tocó miseria. Y es que te amé, nada más verte, lo hice. Qué iluso, pueril e insostenible tener que creer que después de tanto tiempo se dibujaría ante mí un borroso trazo, etérea apariencia en la que me anclé, a ella, a los dos. Arrastrándome al creer que lo habíamos logrado. Triste mezquindad. Pero erraste, no debiste traicionar el amor, el nuestro, podía, sí, lo hice, permitir tus juegos sucios, pero era solo por la
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cobardía de creer que sino pecaba me abandonarías, pero tu insano egoísmo erigió otros escenarios en los que no quisiste hacerme partícipe, no iba, no podía permitir que jugaras con otros como lo hacías conmigo, todo eso nos pertenecía, era nuestro vínculo, lo único de lo que me proveíste y me negué a soltarlo. Poco importaron tus suplicas, justificaciones, la verdad es que en ese momento te vi pequeña, me diste pena, repulsión, por el contrario, yo, quedé liberado, por una vez sentí cual era mi dictamen, el renacimiento del conocimiento. He de agradecértelo, sí, gracias a ti sé cuál es mi camino. Tú siempre serás la primera, la mejor, me reconociste en el momento exacto en el que todo empezó, lo comprendiste, el despertar de tu obra, la mía, y entonces sonreíste.
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CARLES LEO
AQUELLA PRIMERA VEZ HABÍA MIRADO EL reloj hacía un minuto. Cambié el peso de pie, carraspeé un poco e inicié de nuevo la cuenta de las baldosas alejándome. Escuché la puerta, sus pasos y me giré. Sus ojos acallaban un otoño temprano. «¿No hay mejoría?», dije casi rogando. Mi hija se abrazó a mi cuello por respuesta. «Te está esperando», me dijo mirando la puerta abierta. Me acerqué con cautela, temor, y me asomé. Estaba sentada, su cabeza inclinada hacia una revista de variedades, sus dedos gráciles. Su mirada me detuvo en el quicio de la puerta. «¿Necesita algo?», me acabó preguntando inquieta. «Vengo de visita... busco a mi esposa». Ella miró la habitación vacía. «Creo que se ha equivocado», respondió amable. Di un paso atrás azorado. «¿Sabe? —Me interrumpió de in*
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mediato—. Yo también espero una visita. Mi hija y mi marido». Me sostuve apoyado en sus ojos. Su aroma me arrastró muy lejos de allí. «Espero que lleguen pronto», logré balbucir como aquella primera vez en nuestra adolescencia. Se atusó la blanca melena, pareció contar las arrugas de mi cara. «¿No nos conocemos, verdad?» Y entonces sonrió.
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JUANA MEDINA
LA ESPERA CIELO PLOMIZO, nubes a la altura de los ojos, necesidad de dormir al tiempo que la angustia no permite ni un segundo de descanso. Como un rayo vuelve a la mente la palabra «preeclamsia», hace ya tantos años de eso. Su mujer en una camilla que corre como un relámpago a la sala de cirugía. Por entonces él fumaba. Y fumó como todos, para calmar los nervios que se tensaron más, para tener las manos ocupadas que no dejaron de temblar, para todo lo que se mentía con el cigarrillo. Ahora piensa con qué mentirse. Algunos de sus amigos se embotan con alcohol. Tampoco sirve. Quiere estar despierto, despierto y desesperado. Claro, está el celular. Sí, todos en el aeropuerto lo tienen encendido. También él, pero aunque intenta distraerse con algún juego, lo deja inmediatamente. Necesita noticias.
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El aeropuerto ruge en sordina como los truenos lejanos. Casi se alegra de estar solo. Los que esperan en compañía se alimentan mutua-mente la angustia y el temor. «¿Se sabe algo más? ¿Hubo otro aviso? Por radio dicen que cayó un avión que venía de la cordillera…» Tiene ganas de gritar: «¡Cállense!». Piensa que sería mejor el silencio, pero siente que todo eso también está dentro de él; su hija, su chiquita, ¿dónde?, ¿cómo está? No puede hacerse la última pregunta: «¿Volveré a verla?» Por el altoparlante suena su nombre llamándolo a «Informes». Corre como si se le escaparan y, ¡allí esta su niña! Se abrazan llorando. Salen mientras ella dice: —Perdí el avión, pero no pude avisarte. Vine en ómnibus y en auto hasta aquí, porque sabía que estabas esperando. Llega un viento que lo barre todo. Asoma un rayo de luz. Y, entonces, sonríe.
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JUANA MEDINA
FICCIÓN
La receta de los sueños
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BAJO MI
EMBARCADERO D A V I D
S E R R A N O
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DAVID SERRANO
Y ENTONCES SONRIÓ SUS MANOS SE rozaron. Sus ojos hicieron que todos sus miedos desaparecieran al comprender que los dos sentían lo mismo. Y entonces sonrió.
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LUCAS KURT
Prueva y Herror E N IE V A O C N I R D B A Á D F E I E R D E A S D A A L L A T S N I
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LUCAS KURT
ABRIÓ SUS OJOS y se encontró con más de diez pares de pupilas que la examinaban. Todas pertenecían a caras conocidas, todas de amigos o familiares que la querían. Habían llegado desde varios puntos de la ciudad, en cuatro o cinco autos, y la observaban desde arriba, encorvándose un poco sobre su cama. Estaba triste, con ganas de llorar. Aunque intentaba evitarlo, para no preocupar a sus visitantes, sus ojos demostraban cansancio y la inclinación de sus labios, dolor. Ese dolor que desde hacía tanto tiempo la venía acompañando y la obligaba a calcular fríamente sus movimientos y evitar algunas comidas. Ese dolor que hasta parecía cómodo dentro suyo. Tanto, que no creía que vaya a irse nunca de allí.
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La saludaron. Los turistas, invasores de esa pena absoluta, querían saber cómo estaba. Como si no supieran que sufría en silencio, como si estuvieran esperando una mentira para calmar su conciencia, pusilánimes. Pero no, no señor, ella no los iba a dejar marchar tan fácil. Con una punzada en el estómago se incorporó, para poder hablarles de frente mirándolos al alma. Ahora sí, llorando de dolor y gimiendo de pena, les explicó su suplicio, les demostró su angustia, les graficó a uno y cada uno de ellos su cobardía. Gritó, pataleó, castigo al aire con sus puñetazos. Lloró hasta perder la última barra de fuerza que le quedaba en ese frágil cuerpo, en ese malnutrido y devastado cuerpo. Con esfuerzo, se acostó nuevamente. Recorrió con su mirada los rostros sorprendidos de los intrusos. Levantó la vista hacia las luces blancas y ablandó sus garras. Cerró los ojos. Relajó todos sus músculos. Y entonces sonrió.
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PURI OTERO
EL REGALO SE HABÍAN CONOCIDO de jovencitos en las fiestas del pueblo. Cuando se veían ella se mostraba recelosa y el pacientemente esperó a ganar su confianza, con bonitas palabras y alguna que otra flor silvestre que encontraba a su paso cuando la iba a buscar. Supieron esperar a que la llama del amor invadiera sus corazones y un atardecer, a la orilla del río, se dieron su primer beso. «Te quiero», se dijeron al unísono mirándose a los ojos. Después de aquel día sus vidas discurrieron por el mismo camino. El tiempo fue pasando y la monotonía fue parte de su día a día. Una mañana, él le preguntó: —Dime, cariño. ¿qué quieres para tu cumpleaños?
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—Una varita mágica. —¿Qué vas a pedirle? —Te lo diré cuando me la regales. Llegado el día se reunió toda la familia a comer. A la hora de los postres se procedió a la entrega de los regalos para la abuela que cumplía 80 años. La mujer los fue abriendo uno por uno hasta que llegó al más esperado. ...—Aquí la tienes, y ahora dime, ¿qué le vas a pedir? —Que me beses como la primera vez. El hombre acercándose la besó en los labios y ella entonces sonrió.
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Dulcinea del Atlรกntico P U R I
O T E R O
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CARLA GUERRERO
o t i r c s E á t Es El lugar donde se materializan los sueños
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CARLA GUERRERO
EL DESQUITE RAFAEL ESPERABA EN el aeropuerto. La celebración anual de cardiólogos retirados la cual integraba su padre, había finalizado. Sentado y somnoliento, recordaba cuando de adolescente, la situación era a la inversa. Esos días no eran sus mejores recuerdos... Solitarios viajes, donde se aburría escuchando las repetidas canciones en su reproductor de CD, obligado por el deporte que practicaba profesionalmente a sus dieciséis años. ...Como vivían solos, a su padre se le hacía imposible acompañarle por razones laborales y le esperaba de regreso de madrugada en el mismo aeropuerto. —¡Buongiorno! —¿Come stai?
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Reacomodándose en su asiento volvió a sumirse en sus recuerdos, amargos por la soledad que llevaba escondida en su pecho en esos tiernos años. Agradecía silenciosamente la oportunidad de desarrollarse como deportista de élite, pero sobre todo saludable, frente al contraste en que vivía su padre. Ya jubilado, cada día se le dificultaba más respirar, aquejado de una dolencia que le restaba fuerza al corazón para bombear sangre oxigenada, después de que él salvara tantas vidas... Tristes imágenes en la mente de Rafael, de un avión estrellado hacía un tiempo atrás, la ansiedad de la espera lo estresaba, ya que de casualidad no venía su padre en él. No, él no era como esos hijos que se desquitan de sus progenitores haciéndoles pagar con la misma moneda algún daño provocado inconscientemente. Pese a que había sentido la amarga soledad de la falta de compañía paterna en ese entonces, Rafael le protegía. «¡Arribo del vuelo siete-cero-dos!» Esta vez el altavoz de forma estruendosa lo sacó de sus cavilaciones... y entonces sonrió.
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Ma. CARMEN MORENO MORA
LA IMPAGABLE AYUDA
SEGURAMENTE, MI PADRE se llevará una gran sorpresa cuando me vea a aparecer por casa a estas horas de la mañana, cuando se supone que debería estar en el trabajo, sacando cuentas y más cuentas. El autobús está a rebosar, pero se levanta un chaval y me cede su asiento, aduciendo que se baja en la siguiente parada. Me siento, y no puedo evitar acordarme de momentos puntualmente significativos de mi vida y lo perdida que hubiese estado si encima de no tener madre, no hubiese tenido un padre como él. Recuerdo cómo, cuando ya fui teniendo edad de que me bajara la que sería mi incordio mensual, se sentó y me explicó en qué consistía, lo
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que tendría que hacer, hasta cómo se ponían las dichosas compresas. Para que la clase resultara favorable gastó un paquete entero… hasta que supo ponerlas de la forma correcta. ...No fue ningún trauma ni dolor de cabeza, gracias a su clase magistral. ...Cuando por fin me bajó, llegó la charla sobre sexo, la cual la mayoría de padres habría evitado argumentando mil y una tonterías. Sin embargo, el mío, se sentó y me hablo de sexo, de métodos anticonceptivos, de ginecólogos… una charla muy completa e instructiva. ...Cuando me abre la puerta se sorprende, me besa y me invita a pasar a la cocina. Está haciendo la comida, arroz caldoso de conejo. Me invita a quedarme, acepto, tonta no soy. ...Se sienta y me pregunta por mi visita a esas horas, si hay algún problema… ...Lo miro llena de ternura, como le quiero, cuánto le debo, cuanto le necesito, más si cabe a partir de ahora. Le cuento mis recuerdos. Que va a tener que enseñarme. Que va a ser abuelo. Yyyy ¡Es una nena! Nos miramos a los ojos, y entonces sonreímos.
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Mª CARMEN MORENO MORA
y d a l e d a l l i t o c a s e m e r sob ¡NO TE VAS A CREER LO QUE TENGO QUE CONTARTE!
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Luis Javier Rodríguez-Morán
RELATOS
EXCLUSIVOS
JAVIER RODRÍGUEZ-MORÁN
EL CIELO NO SE TOMA POR CONSENSO, SINO POR ASALTO
Dijo el líder de los bárbaros. Los mercaderes, más tranquilos, se fueron a comer y entonces sonrieron.
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E a l i N M C z e m U รณ G E N T R JUNTANDO O LETRAS Y S VIDA milaencuentros.blogspot.com
MILA GÓMEZ
EL ATRIBUTO
ADOLFO ENAMORÓ A Encarna hasta el altar de cruces con su aventajado atributo, situado en partes bajas y buena parte del día utiliza desde la cabeza. Parco en saberes y de rústico proceder. Cuando en el trabajo le hacen pensar más de su habido en ideas, llegado a casa, descarga la corta mente rompiendo cosas y reglas de forma desordenada. Con ella, tendrá su momento, pues, ¡le tienta! Después, con los hijos crecidos en espíritu, ni se lo plantea. No entiende, ese dialecto tan refinadamente adecuado y educado, con que le paran la cabeza. Siente impotencia, Encarna, muy hábil, consuela. Joaquín utiliza la cabeza para maniatar clavos manipulando claves. Con estudios matemáticos y modales refinados. En el trabajo no permiten
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cabos sueltos ni airear trapos sucios. Al irse su cabeza a tan altas esferas, no percata, que una de sus escarceos amorosos, le tenía atado por sus bajos mentales. Teniendo estudiadas las partes fuertes y débiles de su esposo, cansada de tosquedades a la vez que satisfecha con los juegos carnales, Encarna, consigue seguir disfrutando con el atributo que la conquistó. También, que hija e hijo que parió, tuvieran por padre biológico uno inverso, así, tendrían las dos partes equilibradas. .Al saber por credenciales de la paternidad, Joaquín compra el silencio de Encarna con suculenta compensación. No le importa, anda sobrado de dinero y no vislumbra educación dual. En adelante, estudiaría mejor desde arriba. Él es bien recibido a su lujosa casa, por pelotillas, y una esposa esbelta, muy complaciente. Esta, con picardía, se ganó la confianza de las dos posiciones de Joaquín, actuando según conveniencia. Adolfo sigue asentado cómodamente en su zona baja, dando buena vida a esa parte allá donde se tercie. Encarna siente los placeres satisfechos. Y entonces sonrió.
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ROSA BERROS
Y ENTONCES SONRÍE A SU MARIDO siempre le han entusiasmado las figuritas de mazapán, así es que este año ha decidido hacerlas ella misma. No resultan difíciles y llevan pocos ingredientes. Mientras amasa el azúcar molido y la almendra triturada, siente que el hombro se le resiente. Aún le quedan secuelas de la luxación que sufrió hace unas semanas. Añade las claras de huevo y sigue mezclando, aunque cada vez le cuesta más. Saca del fondo de la alacena el frasco de esencia de limón y echa un par de cucharaditas pequeñas. Será suficiente. Cuando la masa está uniformemente mezclada, o eso le parece tras mirarla guiñando el ojo izquierdo que aún está algo inflamado, la estira
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con el rodillo y forma las figuritas con los moldes: un abeto, un reno, una campana, un Papá Noel, un muñeco de nieve... Las dispone en la bandeja del horno y las hornea con cuidado de que se doren sin quemarse. Para una vez que se anima a hacer en casa ese dulce, quiere que todo salga perfecto. Cuando termina de sacar la primera tanda del horno, el aroma a almendras impregna la casa, pero sobre todo la cocina. En ese momento llega su marido. —¿Qué haces, Amparo? ¡Qué bien huele! ¿No vienes a darme un beso? Ella sale al pasillo escondiendo un precioso reno de mazapán en la espalda y le da un tímido beso en la mejilla mientras él le toma la mano libre y se la lleva a la nariz. —Mmm, te huelen las manos a almendras amargas. Saca de la espalda la figurita con un ¡tachán! torpe y emocionado. Sabía que ese postre era el más adecuado. Su marido se lo mete en la boca con glotonería, ella le mira con tristeza y entonces sonríe.
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ROSA BERROS
Cuéntame UNA HISTORIA
Pura LITERATURA elblogdelafabula.blogspot.com
RAMÓN MÁRQUEZ
HE'S OUT THERE
FA
S A NT FA
E T A É
S A NT
E T ÉA
S A NT
E T ÉA
A F www.novelesco.com
RAMÓN MÁRQUEZ
¡BAM!
UNA MUECA APEÑAS perceptible cruzó el rostro de Lennerman. —¿Y bien? —insistí, picando con la tapa de la estilográfica sobre el folio. —Señor Eldorf, creí haberle dejado claro que durante la entrevista no iba a responder a preguntas de índole personal. Me había costado mucho conseguir aquella oportunidad y no podía desaprovecharla. El galán mostraba indicios de haber perdido la paciencia, remarcándome que debía actuar ya y lanzar el comodín que tenía bien guardado bajo la manga. Apreté los labios y abrí el portafolio que usaba para escribir.
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...—Pues eso es justo de lo que deseo hablar — dije, mientras sacaba una fotografía y la dejaba sobre la mesita de caoba que nos separaba. ...Lennerman la observó y arqueó las cejas, sorprendido. Una copia de sí mismo y la mujer desnuda nos miraban indignados desde un lecho revuelto. A pesar de ser una instantánea mal tomada ella no perdía ni un ápice de belleza. ...—¿Cómo la ha conseguido? —preguntó él, tajante. ...—Tengo mis medios. ...Una sonrisa lobuna cruzó sus facciones. No me gustó nada. ...—¡Ya comprendo! —exclamó—. ¡Usted era el fotógrafo pervertido! ...Intenté parecer impávido. Yo no era esa clase de hombres. Pero me había llegado un soplo y acudí, buscando una exclusiva que acabó siendo mucho más. Nunca imaginé que me toparía con la dolida viuda de Richard Hansen, el magnate del petróleo más rico de Estados Unidos, retozando en la cama con Lennerman, el gigoló. ...¡Bam! ...—Un millón de dólares —solté, serio. ...—¿Perdón? ...—Es el precio de mi silencio por no publicar la fotografía, tomada la misma tarde en la que Hansen fue enterrado.
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Lennerman me estudió. Luego todo sucedió muy deprisa. Alguien, desde atrás, rodeó mi cuello con un tipo de cordón. Intenté forcejear en vano. —Será que no, señor Eldorf —dijo el galán. Y entonces sonrió.
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MO
N A RG
S U I N O C C I V H A I R A Z
ESTREMÉCETE morganvicconiuszariah.wordpress.com
MORGAN VICCONIUS ZARIAH
EL APÓSTOL
ESTEBAN SIEMPRE FUE una persona sensata. Sus amigos se preguntaban qué le hizo anclarse en aquella secta. No sabían que sus reflexiones lo hacían buscar el camino de una iluminación espiritual. Un día escuchó hablar del maestro. Un hombre que se autoproclamaba la reencarnación de una divinidad. Al principio, el mensaje del gurú era sobre amor y liberación. Después, con el paso del tiempo, se volvió de un tono más oscuro y misterioso. Su carisma arrastraba consigo a un puñado de feligreses, que veían en Hierofante su tabla de salvación, su entrada al reino del cielo. Su doctrina abarcaba desde la astrología, hasta los extraterrestres. Sus prácticas de liberación del ego fascinaron a Esteban. Con el trascurrir de algunos años se convirtió en
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uno de los doce apóstoles que estarían cercanos al maestro; uno de los dirigentes de La Orden Del Sol Interior. Llegó la fecha indicada. En la noche el maestro trascendería su estado físico a un plano de conciencia pleno y universal. Los doce apóstoles junto a los demás seguidores se irían con él a la dimensión increada del Ain Soph; allí de donde habían manado las diez Sefirot. «¿Qué pasa que aún no llega Esteban?», pensó el Hierofante ocultando sus ya marcados signos de ansiedad. Todos llevaban sus sagradas vestiduras. «No esperaría una traición de su parte a estas alturas.» Pronto se oyó un sonido en la puerta. Era él. Todos tenían el veneno divino sobre la mesa. Después de aquella gran cena se despedirían del plano físico. Un suicidio colectivo les conduciría a la salvación. Pero alguien irrumpió en la puerta con violencia. Era la policía. El Hierofante lanzó a Esteban una mirada despreciativa. El apóstol sostuvo su mirada con un respiro de alivio, y entonces sonrió.
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¡GRACIAS
POR
TU
COMPAÑÍA!
El Tintero de Oro te desea ¡Feliz Navidad!
Tras las sonrisas ¡un cuento de Navidad! Escrito a por Estrella Amaranto, Rosa Berros, Pepe de la Torre, y David Rubio
El Mundo de los
Postres Navideños
FELICIDAD, FAMILIA, REENCUENTROS, sentimientos aglutinados junto con manjares típicos... En Navidad, la dulzura impera por cada rincón, pero si hay un mundo donde ese sentimiento adquiere todo su significado es en «El mundo de los postres navideños». Sin embargo, a pesar de su dulzura, hubo una vez que esa condición quedó en entredicho... Era víspera de Nochebuena y la casa de Don Turrón bullía. Cada año, todos los familiares repartidos por el mundo se encontraban allí y pasaban un rato en compañía antes de ofrecer su dulzura a los humanos.
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...—¿Qué tal por tierras teutonas, querida? — preguntó don Turrón a Berlina, su esposa, nada más llegó. ...—Poco, ya sabes... ¿y el pequeñín? ¿Dónde tienes a mi Polvoroncillo? —contestó ella. ...—Ha salido un momento con su hermano Mazapán... —¿Dónde? Necesito abrazarlo después de tanto... ...—Han ido con el abuelo a no sé qué —interrumpió Torrijas de leche, la viuda y cuñada de Don Turrón. De pronto, la puerta se abrió y entraron los pequeños con Alfajor, el abuelo. —¡Mis pequeños! —gritó Berlinesa abrazando a ambos—, qué ganas tenía de acariciar vuestra dulzura. —¡Nuera! ¡Ya viniste acá! —irrumpió Alfajor sin siquiera moverse del umbral, como si extrañamente no quisiera entrar todavía. —¡Abuelo! —exclamó Berlinesa—, entre, ¿qué hace ahí parado? ...—Pues veréis... —dijo el abuelo echándose a un lado y dejando paso a un familiar que hacía mucho que no se presentaba en las reuniones
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familiares y que puso en jaque esa típica personalidad tan dulce: Helado de chocolate vegano con té verde. La primera en cuestionar su presencia fue una de las tías Peladilla: —¿Y ese qué hace? Menudo postre de Navidad más triste. Helado, frío como el tiempito que tenemos y encima sin mantequilla ni nata ni nada rico. —Ja, ja. Parece un ratoncito mustio. ¡Eh, tú, Helado de chocolate vegano con trocitos de té verde! —¿habrase visto qué nombre más rimbombante?—, ¿entiendes castellano? Sí, soy yo, Torrija. —No deberías burlarte tanto, Torrija —dijo serio Alfajor—. Tú que tan pronto sirves de postre navideño como de postre de Pascua no eres la más apropiada para criticar a los demás. —Bueno, padre, de todas formas hay que hacer algo. Solo faltaría que les gustara más a los humanos y nos relegaran para siempre —se lamentó Turrón, haciéndose eco de lo que todos sentían y no se atrevían a confesar. —Pues encima de mí estaría muy bueno —dijo Torrija un poco amoscada por el rapapolvo de
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de Alfajor—, aunque para eso tendríamos que derretirlo. ...—Ja, menuda idea —exclamó don Turrón—. ¿Por qué no lo metemos en el microondas? Un poquito y a baja potencia… —¡Ay, querido esposo! No sé qué me da… —Berlinesa, no vamos a matar a tu hermano solo quitarle ese aire tan… frío. —Es verdad, se da tantos aires… —¡¡¡¡Nooo!!! —gritó Polvoroncillo—. No quiero que queméis al tío cocholate. ...La cena de Nochebuena fue todo un éxito, aunque no para todos los miembros de la familia de don Turrón. Helado de chocolate vegano yacía desmadejado en un cuenco: el mismo en que, a baja potencia y durante unos segundos, había permanecido en el microondas; lo suficiente para perder su apetitoso aspecto cremoso y adquirir la consistencia del barro mojado. Nadie en la mesa se dignó mirarlo más que para apartarlo a un lado y abrirse camino hacia una Peladilla. Los humanos disfrutaron con los dulces tradicionales. Don Turrón y los niños, Polvoroncillo y Mazapán, fueron los triunfadores absolutos de la cena, aunque Berlinesa, Alfajor y
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demás familiares también recibieron la atención merecida aquella noche. En la mañana de Navidad, casi todos los postres se engalanaron para ofrecer de nuevo sus encantos gustativos a los humanos. El casi era Polvoroncillo, que intentaba encaramarse al cuenco en el que se hallaba Helado de chocolate vegano con té verde. —¿Necesitás ayuda? Polvoroncillo se giró para ver a su abuelo rodando hacia él. —¡Hola, abuelo Alfajor! ¿Oyes eso? Parece que el tío cocholate vegano está llorando. No me gustó lo que hicieron papá y los demás. ...—Estuvo muy mal, por muy altanero que sea ese tipo no se lo merecía, y menos en Navidad. Va, subí encima de mí para ver cómo está. ...Y así hizo el pequeño. Dentro del cuenco, pudo observar las lágrimas de chocolate que saltaban como los chorros de una fuente. —¿Cómo estás? —preguntó Polvoroncillo. —¡Ay, ay! ¡Mira lo que me hicieron! ¿Así se recibe a un familiar? —Lo… lo siento. ¿Puedo hacer algo?
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—¡Llévame de nuevo a la nevera, te lo suplico! ...Polvoroncillo bajó de Alfajor dispuesto a ello, aunque no sabía cómo podrían hacer tal cosa, siendo él pequeño y su abuelo, anciano. En ese momento, llegó don Turrón. ...—¿Qué hacéis todavía aquí? Los humanos pronto van a reunirse a la mesa. ...—Disculpá, creo que Polvoroncillo tiene algo que decir. Polvoroncillo observó al terco de su padre y apenas balbuceó: ...—De... deberíamos llevar a tío cocholate a la nevera. ...—¡¿Qué?! ¡Un rotundo no! Ya lo entenderás cuando crezcas. Vamos, que están a punto de servirnos. Los postres aterrizaron en la mesa, felices y preparados para ser degustados. Pero pasó el tiempo, y ni uno de ellos abandonó las bandejas. Entonces escucharon a uno de los niños humanos que verbalizó la opinión del resto de comensales: —¿Otra vez lo mismo? ¡Qué aburrimiento! ¿Cuándo podremos comer a Helado de chocolate vegano con tropezones de té verde, mamá? Y allí quedaron. Abandonados, inadvertidos.
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Fue tan decepcionante para los postres tradicionales aquel ostensible rechazo de los humanos, que al llegar la cena de Nochevieja temieron desaparecer del menú. Aquello les llevó a arrepentirse sobre su mezquina conducta con el forastero. Había que devolverle a su primigenio estado, con lo que nada mejor que enfriarlo en la nevera, de ello se encargó Polvoroncillo, pues su inocente súplica a fin de resucitarlo hizo que toda la familia cambiara de actitud, lo que le colmó de alegría, dando saltos y gritos: «¡hip hip hurra... Vivan las fiestas de Navidad y del Año Nuevo!» Con ese buen ánimo entraron al comedor donde todos lucían sus mejores galas perfumados de aromas deliciosos y con sabores únicos. ...Los comensales los miraron asombrados y aguardaron que se sentara un niño impaciente, después de cometer una de sus típicas travesuras. —Disculpa, amigo Helado vegano, pero he tropezado sin querer... en realidad, me han empujado y no sé cómo salir de aquí —balbuceó nervioso arqueando las cejas, don Turrón, a quien aquel niño al que le gustaba hacer trave-
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suras le había arrojado en el cuenco del postre exótico. ...—¡No te preocupes! Podemos hacer un dúo exquisito si ellos se deciden a probarnos. —le contestó con una amplia sonrisa tratando de tranquilizarle. ...—¡Ah, no lo había pensado antes, pero me parece una idea genial! —exclamó don Turrón mostrando sus sabrosas y exquisitas almendras en señal de aprobación. ...Inquietos por la curiosidad de aquella novedosa fusión de ambos postres, los humanos la saborearon y les encantó. ...Aquel incidente les ayudó a comprender que de nada les había valido ser tan prejuiciosos con lo diferente, puesto que la unión de lo tradicional con lo atípico fue lo que contribuyó a realzar sus virtudes y enriquecerse mutuamente.
Relato escrito por Estrella Amaranto, Rosa Berros, Pepe de la Torre y David Rubio.
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PRESENTA
LA ANTOLOGÍA CON LOS 45 RELATOS SELECCIONADOS DE LA 2ª TEMPORADA DEL CONCURSO
Tinta, Papel y... ¡Acción! LA SEGUNDA ANTOLOGÍA DE EL TINTERO DE ORO
FASCINACIÓN. Quizá esa sea la única capacidad que necesita alguien para escribir. Ser capaz de asombrarte ante lo que cada día nos ofrece la vida es el primer paso para luego poder trasladar una historia al papel. Pero la realidad no es la única fuente de fascinación, por supuesto. En una carta fechada el 15 de febrero de 1676, Isaac Newton escribió a Robert Hooke: «Si he podido ver más allá es porque me encaramé a hombros de gigantes», refiriéndose a que sin todos los descubrimientos y razonamientos de los sabios que le precedieron sus contribuciones científicas, por importantes que fueran, nunca hubieran visto la luz. Pienso que en la escritura pasa lo mismo.
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Deseamos contar historias porque nos asombra lo que vemos, pero también porque antes de escribir nuestras primeras frases hubo gigantes que a través de su obra nos contagiaron esa necesidad de imaginar historias. En este libro que tienes entre las manos encontrarás a seis de esos gigantes como son Julio Verne, Stephen King, H.G. Wells, Daniel Defoe, Víctor Hugo y Bram Stoker a los que hemos pretendido homenajear de manera sentida y, sobre todo, vivida. El Tintero de Oro, bajo el formato de un concurso de relatos, pretende unir pasado, presente y futuro. Volver la vista atrás para sacar a los clásicos de la estantería y jugar con ellos, porque jugar es el mejor sinónimo de escribir. En esta segunda antología hemos jugado mucho. En los seis capítulos en los que está estructurado el libro hemos viajado al centro de la Tierra, nos hospedamos en el inquietante hotel Overlook, visitamos un futuro muy lejano, sufrimos un afortunado naufragio que nos permitió conocer a uno de los personajes de ficción más universales, descubrimos la triste historia que se esconde entre los muros de Nôtre Dame y hasta llegamos a enfrentarnos al Príncipe de las Tinieblas.
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Seis obras maestras que nos han servido de marco para celebrar las Galas de Premios de un concurso en el que han nacido los fantásticos cuarenta y cinco relatos que estáis a punto de disfrutar con los cinco sentidos. Porque si hablamos de jugar y sentir la literatura, os aseguro que nada mejor que leer a un escritor novel. Dicen que en todo escritor existe un director de cine sin recursos económicos para poder trasladar a una pantalla la historia imaginada. Quizá. Aunque, y pese a ello, también contamos con la ventaja de que tampoco tenemos límites económicos para crear lo que nuestra imaginación sea capaz de concebir. Este libro está pensado como una sesión continua de entretenimiento, evasión, aventuras… Creo que sinceramente, aunque lamentándolo mucho, lo único que no os podemos ofrecer son las palomitas. A hombros de gigantes, Prólogo del libro David Rubio
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Descubre nuestras aventuras literarias
ÂżQuiĂŠn dice que la vida de un escritor es sedentaria?
XVIII EDICIÓN
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