MAGAZINE DE FICCIÓN
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SEPTIEMBRE 2019
MICRORRELATOS
LA PRIMERA ANTOLOGÍA DE
Créditos El Tintero de oro Magazine nº 1 Septiembre 2019
Microrrelatos: Emerencia Albarce Isabel Caballero Patxi Hinojosa Josep Mª Panadès Mirna Gennaro Marta Navarro María Pilar Moreno Beba Pihen Puri Otero Estrella Amaranto Francisco Moroz Julia C. Cambil Beatriz Vélez Rosa Berros Jorge Valín I. Harolina Payano Luis Javier Rodríguez Ana Palacios Bruno Aguilar Ulises Castellano
Alonso Pintero Mª Carmen Píriz Araceli Rodríguez David Rubio Mila Gómez Carmen Ferro David Serrano Yessy Kan Mirella S. Paola Panzieri Cyn Romero Humberto Figuerola Irene F. Garza José Capel
Atribución de autoría: Todos los relatos incluidos son propiedad de sus respectivos autores Diseño y maquetación: David Rubio Contacto: eltinterodeoro@hotmail.com
Contenido 7
Abriendo puertas
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Un giro de empatía Emerencia Albarde
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¿Murakami? Beba Pihen
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El cerebro del alma Isabel Caballero
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Un día de verano Marta Navarro
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El bosque de Drostán Beatriz Vélez
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La investidura Javier Rodríguez-Morán
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Del otro lado Mirna Gennaro
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Ansiedad Patxi Hinojosa
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El secreto mejor guardado Josep Mª Panadès
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La llamaban loca Mª Pilar Moreno
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Atajo al Infierno Julia C. Cambil
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El último día de Sara Jorge Valín
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De quién es... Puri Otero
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No saldrás por esa puerta I. Harolina Payano
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La puerta Rosa Berros
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Antes de abrir la puerta Ulises Castellano
de abrir la puerta 73 Antes Mª Carmen Píriz
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Demasiado David Rubio
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La puerta del mundo Carmen Ferro
91
Obsesión Yessy Kan
97
¡Por favor, por favor! Paola Panzieri
103
La puerta Humberto Figuerola
109
Líneas convergentes José Capel
49
Desencuentro Bruno Aguilar
55
Cuestión de sensibilidad Ana Palacios
61
Alejandro Estrella Amaranto
minutos 67 Unos Alonso Pintero
77
Chantaje emocional Araceli Rodríguez
81
La página Mila Gómez
87
Al otro lado de la puerta David Serrano
93
Duplicado Mirella S.
99
Nadie lo creyó después Cyn Romero
105
Encadenados Irene F. Garza
5
?
¿CONOCES Un espacio para compartir tu pasión por los blogs de relatos. Puedes usarlo como quieras: leyendo, comentando o participando en las distintas secciones:
tos a l e r rso de u c n o C al mensu mbre e i c i d e d A partir r en el a p i c i t r a podrás p os que t a l e r e od concurs on 16 c a t n e u ya c s. edicione atos l e R de r e l l ómo c Ta e c n onve c e t tus e d ¿No o lgun a ó en d a p i que c i Part ? s o t que a r rela a p ión c c e os s m a d esta o os p d o t e entr arlo. r o j e m
¿Qué te cuentas ? ¿Quieres hablarn os de tu libro? ¿de tu b log? ¿una res eña? ¿un artículo de Narra tiva? Esta es t u secció n.
Micro
rretos Escribe un micr orrelat partir d oa e un dis parado creativ r o que s e propo cada m ne es y pa rticipa él en es con ta revis ta digit al.
www.concursoeltinterodeoro.blogspot.com
ABRIENDO PUERTAS
Aunque nos encanta jugar a darle sentido a lo que la vida nos va ofreciendo, las casualidades existen. Y la revista que hoy tienes en tu pantalla digital es un ejemplo. Muy modesto, eso sí.
Publicar una revista digital que complementara la iniciativa de EL TINTERO DE ORO era un proyecto que durante mucho tiempo vagabundeaba en esa nubosidad variable que son las ideas. Y allí habría seguido si el azar no hubiera llamado a la puerta. Pero será mejor comenzar por el principio. ¿Qué es El Tintero de Oro? Es muy posible que escribas ficción y además publiques tus historias en un blog. Ello es fantástico, pero es como si metiéramos nuestro relato en una botella y lo lanzáramos al mar, esperando que la corriente lo lleve hasta alguien que decida leerlo. Ese mar que es la red es una enorme oportunidad para darnos a conocer, pero también es un océano inabarcable. La iniciativa de
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El Tintero de Oro, bajo la excusa de un concurso literario, es una invitación para recorrer juntos esas aguas. La respuesta a la iniciativa, siguiendo el símil hidráulico, fue desbordante. Lo que empezó como una sección de mi blog reclamó su propio espacio en la red en el que pudiera crecer y multiplicarse con nuevos contenidos más allá del concurso. Una de ellas fue Microrretos. Cierto incidente real con unas llaves me trajo a la mente uno de los símbolos o imágenes más potentes en literatura, y también en la vida: las puertas. Todos debemos abrirlas para conseguir algo. En unos casos basta con mover una manija, pero esas no suelen ser importantes; las puertas que tenemos que cruzar para crecer de verdad, debemos romperlas. Estas y otras divagaciones me hicieron preguntarme ¿por qué no abrimos la puerta de esa revista? Una propuesta de concurso, una maravillosa acogida, un nuevo blog con más contenidos, un incidente con unas llaves, la imagen de una puerta y lo que ella me sugirió. Todo ello convenientemente ordenado por el azar fructificó en la revista que estás a punto de disfrutar con los estupendos 25 microrrelatos que contiene. Me pregunto qué hubiera pasado si se me hubiera ocurrido la idea mientras pelaba unas patatas… David Rubio
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ENTRE POR SU PROPIA VOLUNTAD Microrrelatos participantes en el reto creativo LA PUERTA
La Puerta Dicen que todos los caminos conducen a Roma. Puede ser, pero lo que es seguro es que todos tienen una puerta en su origen y otra en su destino. Las puertas son de esos objetos con un fuerte significado literario. Separan, y comunican, espacios. Son la frontera entre la seguridad de tu hogar o la incertidumbre del exterior; comunican universos, dimensiones paralelas o mundos de fantasía. Suelen utilizarse para salir o entrar; algunas siempre están abiertas, y otras nunca deberían abrirse. A continuación, vas a leer los microrrelatos participantes de este reto creativo consistente en escribir una historia con un máximo de 250 palabras con el requisito de comenzar con la frase: “ANTES DE ABRIR LA PUERTA…”. ¡Disfrutadlos!
DEL OTRO LADO
mirna gennaro
BLOG ISLA DE LOS VIENTOS
Antes de abrir la puerta, me sequé el sudor de la frente. Era un sudor frío, no sé si producto de la fiebre o del miedo. Esa puerta ha estado prohibida en mi casa desde que tengo memoria. Muchas veces estuve rondándola, toqué el picaporte, apoyé la oreja para escuchar del otro lado. Pero esas veces me contuve, porque algo extraño se iba apoderando de mí. En cada ocasión que estuve a punto de abrirla me pasó lo mismo: temblores, fiebres, mareos, ansiedad insoportable. Me juré que esta vez sería distinto. Para ello, comencé a prepararme
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con varios días de anticipación. Medité sobre lo que esperaba encontrar, traté de hallar calma en mi interior que compensara los síntomas. Había escuchado razones acerca de la existencia de algo monstruoso del otro lado. Mi familia fue eficiente inculcándome temores con fundamento. Me habían dicho que un tío lejano abrió esa puerta y que no pudo resistirla; cayó fulminado como si hubiera visto los ojos de Medusa. Una abuela de mi madre murió con los ojos en blanco y las manos crispadas como si hubiera sido electrocutada. Un tío de mi padre salió bastante bien, solo quedó mudo. Una prima sucumbió al horror y se refugió en un mundo paralelo. Pero ninguna de esas prevenciones me conformaba. Hoy lo intentaría yo. Antes de abrir la puerta, un instante antes, me llegó una carta que decía: «Detrás de la puerta solo está la verdad». Me lo quedé pensando.
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ISLA DE
LOS VIENTOS DE MIRNA GENNARO
Desearás Perderte En ella ISLADELOSVIENTOS.WORDPRESS.COM
S O T O F Y E J A E VI M E S O J A I C N E R EME
VIAJES RELATOS FOTOGRAFÍA
¿PUEDES PEDIR MÁS? VIAJEYFOTOS.BLOGSPOT.COM
UN GIRO DE EMPATÍA emerencia joseme
BLOG VIAJE Y FOTOS
Antes de abrir la puerta se agarró la nuez y aplastó las amígdalas sobre ella. Cada día fingía ser una persona diferente. Hasta ahora le había ido bien. En cuanto bajó la manivela, la batiente cedió, dio una vuelta de campana sobre su eje y él se tragó la nuez. Ese día, la puerta se cansó de ser ella misma.
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LAS COSAS DE PATXI
Mis cosas, ¡cosas mías! PATXI HINOJOSA
PATXIHINOJOSALUJAN.BLOGSPOT.COM
ANSIEDAD
patxi hinojosa
BLOG MIS COSAS, ¡COSAS MÍAS!
Antes de abrir la puerta, cierra los ojos. Es poco más que un pestañeo; busca alejar su ansiedad para evitar enfrentarse a una nueva versión de la misma. Ya había estado dentro antes. De aquí se sale ―intenta calmarse―, aunque no consigue olvidar los malos tragos pasados allí, y lo hace tragando saliva, como si quisiera adelantar trabajo y allanar el tortuoso camino. Recuerda los instantes previos, cuando notó cómo esa sensación gélida salía huyendo por debajo de la puerta y se enroscaba alrededor de sus temblorosas piernas bajo las perneras de los pantalones.
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Acaban de llamarle, ahora debe entrar. Cierra la puerta tras de sí dejándose fuera su escasa seguridad. ―Buenas tardes ―saluda su nerviosismo, pues son las diez de la mañana―. Perdone mi atrevimiento, pero ¿podrían bajar un poco el aire acondicionado, por favor? La mujer hace un gesto casi imperceptible a su ayudante, que se apresura a subir dos grados el termostato; y otro a él que, obediente, se sienta. Se la ha imaginado tantas veces cogiendo algo de una bandeja, girándose hacia él, dirigiendo el foco de luz hacia su cara empapada de sudor gélido… Intenta no apartar la vista de la puerta, en este momento la puerta más inaccesible del mundo a sus ojos; ansía poder atravesarla de nuevo, mas esta vez en sentido contrario, aunque aún falte lo peor. …, mientras presiona con suavidad el émbolo de una jeringuilla apuntando a un costado para expulsar el poco aire que pudiera contener. ―Y ahora, cálmese. ¿Qué muela me dijo?
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¿MURAKAMI?
BEBA PIHEN
BLOG AHORA YO DIGO
Antes de abrir la puerta me faltó el aire. Un gato gris se me puso al lado. «Curioso… ¿Alguna falla del Departamento de Seguridad?». Atisbé la Sala de Reuniones. Los doce ejecutivos del equipo parecían dormidos. «Poco interés en mi proyecto. Fracaso…». Solo había un asiento libre: el que yo había dejado un momento antes para ir al baño: ¡el trece! Luces y aparatos estaban apagados en medio de la penumbra de las cortinas. No podía abrir la puerta. El gato seguía ronroneando a mi lado. Intenté comunicarme por el celular; accionar la alarma del pasillo; llamar al ascensor… Todo estaba dormido, salvo el gato y yo.
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Temblé por el peso de la soledad y el fracaso, en ese edificio sumido en una parálisis serena… ¿Irreversible? El ronroneo parecía un mensaje cifrado; bordoneaba mi cuerpo y mi cabeza: No «Miau, Miau», sino «Murakami, Murakami…». Comencé a notar que lo entendía, sin necesidad de palabras ni gestos, como una arenga liberadora: «Adelante. Posiciónate. Estás fuera de un esquema opresivo». Desde mi cerebro, tal vez, se abrió la puerta; sereno, seguro, y sin el gato, entré a la sala donde todo estaba despertando. Entender a los gatos… ¿Dónde lo había leído?
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Relatos con voz propia
ahora yo digo Beba Pihen
AHORAYODIGO.BLOGSPOT.COM
S O T A L RE A R PA E S R I D A EV
EL SECRETO MEJOR GUARDADO JOSEP Mª PANADÈS BLOG RETALES DE UNA VIDA
Antes de abrir la puerta respiré hondo. Nunca había estado tan nervioso. Parecía como si el pomo se negara a girar. Pero eran mis manos las que se resistían. Sabía lo que dejaba atrás, pero ignoraba lo que me esperaba tras atravesar el umbral. «La esperanza nunca hay que perderla». Recordé esas palabras que mi madre me repetía hasta la saciedad. Por desgracia, mi madre ya no estaba para infundirme ánimos. Mi padre, de
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haber estado, tampoco habría sido de mucha ayuda, pues todo parecía darle igual. Siempre afirmaba que el futuro había perdido todo interés para él, que lo importante era vivir el presente. Siempre que me hallaba frente a una nueva etapa de mi vida decía: «Tal como están las cosas, nada puede ir a peor». Así de parco era mi padre. Sin embargo, esto era distinto. Aunque mis pies no querían avanzar, algo me empujaba a dar el paso y, una vez dado, no habría vuelta atrás. ¿Y si resultaba que todas las promesas eran falsas? No podía quedarme parado, el tiempo apremiaba. Es curioso, pensé. ¿Por qué la gente se empeñaba en que, llegado este instante, se veía una luz al final de un túnel y yo solo tenía ante mí una simple puerta? Una vez al otro lado, lo que vi es algo inenarrable. Me han prohibido contarlo. Como a todos los que me han precedido. Es y será, sin duda, el secreto mejor guardado.
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O R B E R E C L E A M L A DEL
ISABEL CABALLERO BLOG TARA
Antes de abrir la puerta hubo un tiempo en que bandadas de aves acudían a visitarme. Sus arrullos, gorjeos, graznidos y trinos me reconfortaban. Entre todas ellas prefería a los colibrís. Batían sus alas mientras libaban del alma de mi cerebro o del cerebro del alma. Cuando extendían sus lenguas... ¡Ahhh!, ¡entonces todo se inundaba de infinitas impresiones! El color de la música, el sexo redimido, la piel abierta, los sentidos dispuestos a recibir sus caricias excitando puntos vírgenes que incendiaban sensaciones jamás imaginadas.
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—Son alucinaciones que recrea tu mente enferma. ¿Desde dónde vienen tus pájaros?, ¿dónde están las huellas de sus pisadas?, ¿y los excrementos...?, porque defecarán ¿no? —ironizaba el doctor. —Acuden desde los lejanos páramos, las suaves praderas, los húmedos manglares y los bosques umbrosos; desde el calor de los cielos y la frialdad de los infiernos, y no cagan porque vienen ya cagados. Ya no escucho voces. Más allá de la puerta, el mundo exterior es plano. El psiquiatra diagnostica esquizofrenia en fase residual. Pienso que rebaja el paraíso a patología.
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SUS RELATOS TE ENLOQUERÁN
ISABEL CABALLERO
ALZAPALABRA.BLOGSPOT.COM
S O Z A T E R A D I V DE
MARร A PILAR
Porque la vida estรก para ser contada mpmoreno.blogspot.com
LA LLAMABAN LOCA
maría pilar
BLOG RETAZOS DE VIDA
Antes de abrir la puerta del despacho del doctor Zulueta se detuvo un instante para ajustarse el nudo de la corbata. Se sentía satisfecho. —Doctor, venía para llevarme a mi esposa. —Si hace apenas dos meses que la ingresó con un cuadro agudo de ansiedad… —Y que no hablaba, ¿se acuerda? —El doctor asintió—. La culpa de todo la tuvo el gato.
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—¿El gato? En el informe de ingreso no mencionó ningún gato. —Me contó que anochecía cuando lo vio cerca de nuestra casa. Estaba hurgando en la basura. Levantó la cabeza y dos luceros en medio de la penumbra se clavaron en ella. La siguió y se quedó. Se le enredaba entre las piernas y ella le acariciaba el lomo con su pie descalzo. Tenía que ver cómo respondía zalamero a las carantoñas con su ronroneo. Mi esposa cambió, doctor, no era la misma. Su llanto desesperado llenó la casa durante tres días. Después, el silencio. Me miraba con ojos de espanto. La mujer que más he querido en mi vida. Ahora participa en juegos de mesa, sonríe y habla. Puede volver a casa. —Me queda una duda, ¿qué vio o qué sintió una mujer tan serena y cariñosa en el momento que rompió en aquel llanto desesperado? —Un ligero hedor a vómito flotaba en nuestro dormitorio cuando fue a acostarse. Se me desató la furia, ¿sabe? En la manilla de la ventana aún se estremecía el gato ahorcado.
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UN DÍA DE VERANO
MARTA NAVARRO
BLOG CUENTOS VAGABUNDOS
Antes de abrir la puerta ni siquiera me miró. Aquella fue su última cobardía. Una mañana ardiente de verano, sin gestos ni palabras de consuelo, con un portazo que sobre mi cuerpo impactó como un disparo, me sacó de sus planes y su vida. Huyó de mi lado por sorpresa, a la carrera, cual alma llevada por el diablo. No pude detenerlo, perdí su rastro en un instante y todo en torno a mí fue de pronto silencio y soledad. Duele el desamparo. Duele la ausencia.
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Duele el rechazo. Duele la mentira y duele la derrota. Han pasado los días y las marcas de su coche en el asfalto se han borrado. Tengo hambre y mucha sed. Y miedo. Las noches aquí son largas y oscuras. El más leve ruido me espanta. No sé cuánto más resistiré. Acurrucado entre las zarzas que bordean la cuneta, atento al latido sordo de la carretera, apoyo la cabeza entre las patas, cierro los ojos y aguardo con paciencia su regreso. No desfallezco. Sigo esperando. En algún momento —a esa ilusión mi lealtad traicionada se aferra— culpable y arrepentido, él regresará, quizá, a buscarme.
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MARTA NAVARRO
s o t n Cue s o d n u b a vag LlĂŠvatelos Contigo cuentosvagabundos.blogspot.com
JULIA C. CAMBIL
DIMITIENDO DE Mร Te atraparรก DIMITIENDODEMI.BLOGSPOT.COM
ATAJO AL INFIERNO
julia c. cambil BLOG DIMITIENDO DE MÍ
Antes de abrir la puerta repasó el carmín furiosamente encendido de sus labios y apretó los muslos para sentir el arma que escondía entre ellos. Tenía miedo, pero aún era mayor la determinación que la impulsaba. Recorrió la estancia abriéndose paso entre el humo de los cigarros, con estudiado y sensual vaivén de caderas sobre sus tacones altos como precipicios. Muchos pares de ojos masculinos la devoraban lascivos al paso y eso, lejos de amedrentarla, le confirió sensación de poder. Paladeó el momento como si fuera un trago de buen whisky.
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Tal y como esperaba, Joe la requirió sobre sus rodillas con un gesto petulante y ella acudió sumisa. Era su jefe en aquel antro de mala muerte desde hacía meses, pero también el hombre que le había destrozado la vida a su madre. Resultaba curioso que le gustara desfigurar rostros de mujeres y que sin embargo se sintiera irremisiblemente atraído por la belleza de estas. Estaba decidida a ser la última cara hermosa que el matón viera en su miserable existencia. Lo envolvió entre caricias con olor a magnolia hasta que consiguió que bajara la guardia, pero justo cuando su mano viajaba cautelosa hacia el arma, una detonación prematura desmontó sus planes. El tatuaje negruzco en la frente de Joe resultaba de lo más elocuente: la mujer con el rostro cruzado de cicatrices había disparado el veintidós humeante que empuñaba. «No voy a dejar que cargues con la culpa de asesinar a tu padre», dijo. Luego descerrajó otro tiro en su propia sien.
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EL BOSQUE DE DROSTÁN beatriz vélez BLOG CAFÉ LITERATO
Antes de abrir la puerta del palacio, Drostán respiró profundo. Apenas había salido el sol cuando el temblor de las empedradas calles confirmó al Rey sus peores temores, no quedaba esperanza para su pueblo. Dejó atrás el edificio y recorrió los pocos metros que distaban de la muralla. En un monarca no cabía el miedo: si su pueblo caía en manos bárbaras, él caería también. Los soldados, acodados entre las almenas, flanquearon al soberano, con sus tensos arcos prestos a devolver el ataque. Con un breve gesto, Drostán mandó bajar las armas; el enemigo avanzaba inmisericorde entre las huertas que bordeaban la fortaleza tras días bloqueando la entrada
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lde alimentos y de agua a la ciudad. El General Negro se detuvo a las puertas de la muralla blandiendo su espada y reclamando entre gritos guturales la rendición inmediata de la ciudad. Rendirse y morir; luchar y morir. Al Rey Drostán solo le quedaba encomendarse a Dios y rezar por un final rápido para sus súbditos. Volvió a temblar el suelo a la voz del General. Los soldados negros se dispusieron para el ataque y, sin embargo, sus pies no lograron moverse. Millares de raíces brotaban del suelo enredándose en las piernas del aterrado ejército negro y retorciendo sus cuerpos como rugosos y marrones troncos. Exhalaron un grito mientras, de sus melenas, germinaban verdes hojas y una fina lluvia comenzaba a caer sobre la repentina arboleda. Drostán se arrodilló, mirando al cielo y agradeciendo el milagro del bosque.
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CAFÉ LITERATO BEATRIZ VÉLEZ
EL CAFÉ, MEJOR CON RELATOS cafeliterato.blog
E N T R E
L A S
B R U M A S
D E
G A L L A E C I A
JORGE VALĂ?N
Maxia
MAGIA brumasdegallaecia.blogspot.com
EL ÚLTIMO DÍA DE SARA JORGE VALÍN
BLOG ENTRE LAS BRUMAS DE GALLAECIA
Antes de abrir la puerta, solo escuchaba susurrar al miedo. Era una familia extraña, pero de trato correcto. La señora, una mujer alta y delgada de tez pálida y unos cincuenta años, parca en palabras como nadie, me hablaba siempre de usted y mantenía las distancias, aunque en ocasiones hasta se le escapaba una sonrisa. El marido, por contra, solía sentarse a la noche en el sillón sin soltar su pipa, embutido en un traje gris y con una novela en la otra mano; después de que yo hubiera acostado a los niños platicaba acerca de sus viajes de negocios o sobre las últimas novedades literarias. El trabajo no estaba mal pagado, aun teniendo en
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cuenta lo solitario de la casona. Solo ponían una desconcertante condición: No abras jamás La Puerta. Aquella noche ambos habían salido. Los pequeños dormían y yo miraba con un hormigueo en el estómago hacia el final de la escalera. Los peldaños se lamentaron a cada paso. El latido de mi corazón iba en aumento. Estará cerrada con llave, pensé. Me equivocaba. El crujir de las bisagras consiguió helarme el alma. La estancia se hallaba solo iluminada por la luz de luna colándose por una claraboya. El polvo lo cubría todo. En una mesita había un sobre, sentí que gritaba una advertencia al desdoblar el papel: «Tan solo pedíamos poder confiar en ti. Recoge tus cosas, a la salida te aguarda un carruaje. Esperamos no verte más.» En ese momento, desde el piso inferior, llegó el angustioso sonido de otra puerta abriéndose.
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LA INVESTIDURA javier rodríguez-morán BLOG RELATOS EXCLUSIVOS
Antes de abrir la puerta, Didi —candidato a presidente— se detuvo para amarrar los cordones de los zapatos. Por eso, Gogo —acompañante y aliado parlamentario— cruzó el umbral el primero y accedió a los urinarios reservados a los congresistas masculinos. Ya colocados, frente a las baldosas relucientes, bajaron las cremalleras al unísono y lanzaron una mirada sesgada y recíproca por encima de la placa de mármol divisoria, en prospección comparativa y discreta. —Vacaciones, ¿al monte o a la playa? —Mitad y mitad. Lo que diga mi esposa. — Por la misma razón yo voy al pueblo. —¡Vaya! —¿Subimos las cremalleras? —¡Hecho! —¿Nos vamos? —¡Vamos!
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Comprobada la flacidez extrema y el tamaño insignificante de ambas pollas, finalizó la conversación. En los pasillos, los congresistas, intercambiaban ocurrencias y mojigangas, en indigesta ensalada con aliño de ignorancia literaria. —¡Ah! Pues Monterroso, ya tal… —Anda, que los elefantes morados en la puerta amarilla del ministerio… —¡No es eso, no es eso! —¿Unamuno, dice usted? —Cuando despertó vio dinosaurios bajo la cama. —¿Y el relato? ¿Qué me dice usted del relato? —Pues eso, ya tal… Llamadas a votar sus señorías, se confirmaron las previsiones: ni acuerdo ni coalición de gobierno. —¿Y el pueblo soberano? —¡Psé! Ya se sabe. —¿El qué se sabe? —Pues eso, lo que dice la canción: «… hasta que la tortilla se vuelva; los ricos comerán pan, y los pobres mierda, mierda». —Didi, ¿y si nos separásemos?
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—¡No! Mejor nos ahorcaremos mañana.
Luis Javier Rodríguez-Morán
RELATOS
EXCLUSIVOS
Dulcinea del Atlรกntico P U R I
O T E R O
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DE QUIÉN ES... BLOG DULCINEA DEL ATLÁNTICO
PURI OTERO
Antes de abrir la puerta dudó, ya que al traspasar el umbral la vuelta atrás ya no era posible. Por un momento se puso a recordar todo lo que le había pasado y buscar así la culpa de aquella situación. «Pero, ¿qué es la culpa?», se preguntó. La culpa era no encontrar un trabajo con el que poder alimentar su estómago; o también, el haber echado de su casa al mal nacido de su marido que se gastaba todo el dinero en vino y putas; o también, no aceptar unas migajas de dinero a cambio de tener sexo con cualquiera. Y seguro que si buscaba en el fondo de su resquebrajada alma encontraría más definiciones sobre qué es la culpa, pero el tiempo apremiaba y los que estaban del otro lado insistían.
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—¡¡Policía, abra o echaremos la puerta abajo!! Sabemos que está dentro, no empeore más las cosas. La tacharían de cobarde por lo que iba a hacer, pero era eso o seguir como hasta ahora: buscando el origen de su culpa. No dejaba nada ni a nadie, solo la culpa de no haber hecho las cosas bien desde el principio. Por eso decidió abrir la ventana y tirarse al vacío. En el pavimento, el cuerpo de una mujer agoniza sin saber de quién es la culpa.
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DESENCUENTRO BLOG MENSAJE DE ARECIBO
bruno aguilar
Antes de abrir la puerta repasó una última vez el discurso por el que había recorrido media galaxia. Más que discurso, eran cinco palabras que el comité de Presentación había seleccionado tras años de estudios y discusiones: «Venimos en son de paz». Aun así, como le señaló uno de sus miembros, lo realmente importante no eran las palabras, sino la actitud. Debía mostrarse ante los nativos como alguien en quien confiar, evitando a toda costa que el miedo o la duda arraigara en sus primitivos corazones pues corría el riesgo de provocar reacciones inesperadas. Una vez fuera de la astronave, anduvo hasta colocarse en el centro exacto de la plataforma de bajada, como estaba estudiado, y abriendo los
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brazos hacia la masa expectante, entonó para ellos sus aullidos, ladridos y jadeos más exquisitos, proclamando a la humanidad un sincero: «Venimos en son de paz». Y para subrayar tan excelsos deseos de buena voluntad, ofreció a los congregados una pieza de orfebrería delicadamente trabajada que simbolizaba la llave con la que los terrícolas podrían abrir las puertas de su mundo. La reacción no se hizo esperar. —¡Es un ser de lo más agresivo, señor! —transmitió al centro base el capitán del destacamento que debía cubrir el primer encuentro alienígena, subiendo el volumen de voz para imponerse a los gritos histéricos de los civiles en desbandada—. ¡Aúlla y gruñe como un perro rabioso, y ahora nos apunta con una extraña arma! »¡Espero órdenes! —Fuego a discreción en tres, dos, uno…
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B R U N O
A G U I L A R
VIAJA A LAS
ESTRELLAS mensajedearecibo-relatos.blogspot.com
IDALIA HAROLINA PAYANO
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NO SALDRÁS POR ESA PUERTA i. harolina payano
BLOG ACÉRCATE COMPARTE Y FLUYE
Antes de abrir la puerta, echó un último vistazo a todo aquello que dejaba atrás, sus ojos hurgaban el entorno: muebles, cuadros, la exquisita decoración que con tanto amor escogieron. Los susurros y risas que salían como fantasmas de las paredes lo hicieron desviar la atención, unas lágrimas brotaron, pero pronto se recuperó. Por un instante, sus ojos se quedaron fijos en aquel viejo sofá, compañero de tantos años de felicidad (cómplice de besos y caricias, charlas amenas, comidas y juegos apasionados con su amada y difunta esposa) que pasó a ser testigo de largas horas de llanto, dolor, silencio y soledad; y una inmensa tristeza que no acababa de superar.
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Si no estuviera tan cargado de recuerdos, le haría un lugar, eso pensó. No, así no superaría la pérdida, ya era hora de dejarlo todo atrás, se repetía sin cesar. Justo cuando se proponía girar la manilla, un extraño brillo llamó su atención y lo hizo fijar la vista sobre ese mueble antiguo que ella tanto amaba. Ahí estaba su fotografía preferida, la del mejor paseo de sus vidas. Lucían radiantes, y como una señal, dejó la maleta frente a la puerta y la fue a buscar, la besó y apretó fuerte contra su pecho, tanto la oprimió que el cristal se rompió y lo traspasó. Cayó al suelo lentamente, tomó la foto ensangrentada, y con una leve sonrisa en los labios, expiró. Detrás se leía el siguiente mensaje: «Ni la muerte nos podrá separar.»
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CUESTIÓN DE SENSIBILIDAD
ANA PALACIOS
BLOG CUENTA CONMIGO
Antes de abrir la puerta para adentrarme en otra dimensión dirigí la mirada cargada de tristeza e incomprensión hacia aquella multitud alterada y ruidosa de parientes lejanos ataviados con ropas. No faltan voces afirmando que visitan esta clase de instalaciones para admirarnos de cerca, aunque tal vez lo dicen porque no pueden justificar de otra forma el hecho de vernos privados de libertad. Si su afirmación fuera cierta, deberían considerarnos embajadores de nuestras especies y aprender junto a nosotros una lección sobre la evolución y el destino compartido de todos; pero, pese al disfraz de interés científico y divulgación, la esencia siempre es la misma: unos se entretienen y ganan dinero a costa del encierro y sufrimiento de otros.
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Aquel día el aburrimiento habitual se vio interrumpido por la caída de un niño de tres años al foso y por los ensordecedores gritos de los espectadores. Mi curiosidad natural hizo que me acercara, agarrara del brazo a la criatura y lo arrastrara por el recinto ¿Qué otra cosa podía hacer? Mis gestos fueron interpretados como una amenaza y, aunque ni yo mismo puedo asegurar cuál hubiera sido mi siguiente reacción, diré sin temor a equivocarme que para acabar con la vida del niño solo hubiera necesitado segundos… De nada sirvió ser un admirado gorila joven, de espalda plateada, de cerca de 180 kilos de peso y de nombre Harambe. El pequeño salió ileso y yo fui abatido a balazos.
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Ana María Palacios
RELATOS PARA EL ALMA
ROSA BERROS
Cuéntame UNA HISTORIA
Pura LITERATURA elblogdelafabula.blogspot.com
LA PUERTA
ROSA BERROS
BLOG CUÉNTAME UNA HISTORIA
Antes de abrir la puerta, respiré hondo y me aseguré de que todo en mi atuendo estuviera en su lugar: ningún mechón fuera de sitio, la cremallera del pantalón perfectamente subida, y ninguna arruga que llamara la atención o afeara el conjunto. Por la mañana había escogido con sumo cuidado el vestuario. Ni excesivamente moderno y atrevido, ni rancio y sin gracia. Había prescindido del maquillaje y me había recogido el pelo en la nuca con un pincho de madera discreto. Quería dar la impresión de seguridad sin resultar demasiado seria y distante. Quería comunicar cercanía y confianza, sin transmitir la idea de poco fundamento y nula experiencia. Aquel trabajo
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era importante para mí y entrar con buen pie me parecía fundamental. Quería poder llevarlo a cabo sin excesivos problemas, sin que mi salud mental se resintiera, y sabía que empezar bien desde el principio y coger pronto la fama adecuada entre la exigencia y la amabilidad era algo imprescindible. Abrí la puerta y entré con seguridad. Di los buenos días con seriedad y esbocé una sonrisa amable, pero no demasiado cercana. Veintitrés pares de ojos adolescentes me miraban expectantes desde los pupitres. Me habían dicho que, aunque yo no lo notara, me estaban tomando el pulso y enseguida empezarían a tirar del hilo para saber hasta dónde podían llegar. Lo que yo no sabía es que durante los siguientes treinta y cinco años esa escena de iniciación se repetiría cada primer día de curso detrás de puertas similares.
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ALEJANDRO ESTRELLA AMARANTO
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Antes de abrir la puerta del hospital, su madre tenía claro su nombre. Ya de pequeño dio muestras de su desvergüenza y espontaneidad, pero no fue hasta los siete años que, bajo aquella apariencia, reveló esconder un gran temor a hacer el ridículo, a sobresalir más de lo necesario; controlando sus impulsos, abandonó su costumbre de decir palabrotas y al cumplir los diez su maestra de escuela decía de él, que era un niño educado y perspicaz. De los doce en adelante recogía tapones de plástico para recaudar dinero destinado a proyectos solidarios y hasta los dieciséis acompañaba en su día a día a personas en exclusión social. Careció de medios materiales para realizar una carrera, aunque si consiguió montar un pequeño negocio que le permitió vivir con dignidad; tuvo pocos pero grandes amigos tan altruistas como
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él. Nunca le dedicaron ninguna plaza, ni tampoco una calle minúscula, ni la letra de una canción... Cuando le visitó «La Parca» tuvo la lucidez suficiente para evocar el mensaje que su madre antes de nacer le transmitió: «Alejandro, el que protege al hombre, el encanto de la suave brisa que le alivia de su miseria y desgracia». Su familia le hizo un sencillo funeral y los vecinos del barrio llenaron de flores su ataúd. Luego, sus lágrimas inundaron su tumba hasta formar un río donde navegó después de muerto.
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ANTES DE ABRIR LA PUERTA ulises castellano BLOG BOOK TO LAND
Antes de abrir la puerta, pensó en todo lo que había vivido la última semana en el pueblo. Su trabajo de investigación había sido un éxito y, en parte, se debía a un rasgo que solía detestar por encima de cualquier otro: la charlatanería. Se había pasado siete días recorriendo las calles de aquel lugar, hablando con sus habitantes y recopilando cientos de anécdotas en una libreta para su próximo libro. Todas eran brillantes. Quizás, se dijo, porque ninguna era irreal, cada una surgió del llanto y la sonrisa de quienes la contaban. Eran cuadros en los que los contrastes eran cuestiones muy delicadas. En algunos casos, demasiado frágiles, aunque no le preocupaba. Tenía estilo para lo difícil. Le gustaban los problemas. Cuando Marcos se dispuso a dar el primer paso, seguro y melancólico a la vez, le vinieron a la cabeza momentos tan memorables como aquel día en el que entró por primera vez en el bar de
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Ronaldo. Un hombre recién llegado a la tercera edad, y con un negocio repleto de recuerdos que, para su sorpresa, no tuvo reparos en expresar. Estuvieron los dos solos entonces. Cara a cara. Y se encontró frente a la realidad, lejos de la fantasía que solía escribir. Tenía uno de los retos más emocionantes por delante. Le había llegado la hora de retratar la vida en su estado más puro, sin efectos ni puntos de más. Había llegado el momento que todo ser busca evitar. Ahora, solo le tocaba escribir…
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UNOS MINUTOS alonso pintero BLOG ALONSO PINTERO
Antes de abrir la puerta, Miguel oculta el filoso cuchillo en la parte trasera de su cintura. Avanza por la acera con ojos entrecerrados y un brillo de carbones encendidos. Lleva los labios cenizos y sabor a cobre. La sospecha ha crecido en su mente, como plantas rastreras en jardín sin dolientes. Josefina, su mujer, ha cambiado en las últimas semanas. Se pinta los labios exquisitamente, peinándose con frecuencia. Se ha puesto guapa cuando él regresa a la residencia. ¡Ella no es así!
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Después de andar un rato, la ve en la otra esquina. Un hombre que no conoce a su lado camina. Un extraño mayor que ella, de pelo gris y largas patillas. Josefina sonríe al verlo, pero Miguel tiene ojos duros y brillo de carbones encendidos para el desconocido. Apresurando el paso, lleva su mano en la parte trasera de la cintura, donde oculta su cuchillo. «Te presento a mi padre». Dice ella.
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A SORBOS
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ABRAZO DEL LIBRO
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"Escribir es la manera más profunda de leer la vida."
Francisco Umbral
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UNA VEZ MÁS
FRANCISCO MOROZ
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Antes de abrir la puerta sabía lo que se iba a encontrar. No obstante, se hacía el propósito de entrar y acomodarse junto al sillón todos y cada uno de los días por la mañana; así había sido durante los últimos cinco años, y seguiría siendo hasta que Dios quisiera llevárselo de este mundo. Esa acción cotidiana es la que le daba la motivación suficiente para seguir adelante, para levantarse cada amanecer y acostarse por la noche. Sin la fuerza que ello le insuflaba no era persona. Se sentaba con mucho esfuerzo en la silla; la artrosis le acompañaba desde que cumplió los sesenta, y las articulaciones le dolían con cada
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movimiento que realizaba. Y entonces, la saludaba con mucha ternura dándole los buenos días. Después le comentaba lo que tenía pensado hacer. Saldría a la calle con el andador para tomar el aire, que falta le hacía. Le hablaría de sus hijos y de sus nietos: los que en más de quince días no habían vuelto a visitarle; y eso era una eternidad para un tiempo tan limitado y unas horas tan eternas sin más compañía que la radio. Sacaría el álbum y miraría las fotos de boda, las de los bautizos y comuniones. La de los pocos viajes que hicieron juntos. Recordaría alguna anécdota de las que les hicieron reír, y acariciaría su precioso rostro joven, fotografiado hacía tantísimos años. Miraría el sillón vacío, y con lágrimas en los ojos, la volvería a echar de menos una vez más.
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ANTES DE ABRIR LA PUERTA M CARMEN PÍRIZ
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Antes de abrir la puerta quitó el sistema de seguridad, encendió la luz del pasillo. Volvió el detector hacia la pared para no ser detectada. Fue habitación por habitación comprobando que todo estuviera en orden, casi todos estaban tranquilos, dormían. Se paró ante una habitación. Desconfiaba de que allí algo se iba a encontrar. Decidida abrió. Uno de ellos no estaba en la cama, se oía un ruido de agua en el baño. Allí estaba el residente, enredando, empapado, con los pies mojados. Cogió una toalla, le quitó el pijama, secó su cuerpo. Como pudo lo llevó de la mano hasta
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la cama. Pudo acostarlo, no sin antes forcejear con él. Difícil hacerlo sin ayuda, pero esta vez no necesitó llamar a su compañero. Le puso una camisola seca, lo arropó. Siguió la vigilancia en el pasillo. Todo quedó tranquilo. Al salir volvió el detector hacia el pasillo, poniendo de nuevo el sistema de seguridad. No había llegado al lugar de pernoctar cuando suena un timbre, esta vez en el tercer piso. Allí sabía que es lo que esperaba antes de abrir la puerta. Reside un matrimonio, la mujer llama para cambiar al marido porque se saca la pilila del pañal y se moja. Le cambia el pañal, le cambia la cama, el residente sigue durmiendo. La noche es un abrir y cerrar de puertas para atender las necesidades de los residentes. Lo normal es encontrar a todos durmiendo, pero siempre hay algún imprevisto.
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M ª CARMEN PÍRIZ
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LA ESCRIBIDORA ARACELI RODRÍGUEZ
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CHANTAJE EMOCIONAL ARACELI RODRÍGUEZ BLOG LA ESCRIBIDORA
Antes de abrir la puerta que da a la calle, el sillón orejero le suplicó que se sentase. Las cortinas, menos pacientes, se cerraron de golpe instalando la penumbra en el salón. Asido a su bastón, avanzó a tientas hacia la salida. De poco le sirvió a la moqueta fruncirse y hacer la zancadilla. Fue el aparador, más astuto, quien lanzó la foto de aquella dama directamente a sus pies. Las lágrimas sobre la moqueta alertaron al pomo de la puerta. Se dijo que tampoco hoy nadie le pondría una mano encima.
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Y si los verdaderos demonios habitan en el cielo DAVID RUBIO
DEMASIADO david rubio
BLOG RELATOS EN SU TINTA
Antes de abrir la puerta consultó la hora. Demasiado pronto. Volvió al comedor para sentarse en el sofá y encender la televisión. Tras el telediario, y un episodio de su serie favorita, miró hacia la ventana. Estaba nublado. Casi chispeaba. Se levantó, acomodó los cojines y regresó al recibidor. Descolgó el paraguas del perchero. Antes de agarrar el tirador de la puerta se palpó la ropa. Demasiado frío. Fue al dormitorio y sacó un abrigo del ropero. Mientras se observaba en el espejo sintió que sus tripas gruñían. Se tocó la barriga. Demasiado vacía. Marchó a la cocina para prepararse más tostadas con mermelada junto a otro tazón de café con leche. Tras fregarlo y secarlo,
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cogió el paraguas. Comprobó que las llaves estuvieran en el bolsillo de su abrigo, ello coincidió con el tono de su móvil. Identificó quién le llamaba. Demasiado importante. Dejó el paraguas en el perchero y regresó al sofá para contestar. Mientras conversaba revisó su mail en la tableta electrónica. Había recibido un aviso de pirateo en su cuenta y le informaban de que debía revisar la seguridad. Demasiado urgente. Despidió bruscamente a su interlocutor para iniciar la reconfiguración de su perfil. Cuando finalizó los trámites, echó un vistazo por la ventana. Había salido el sol. Sentía calor. Demasiado abrigado. Siguieron unos cuantos «demasiados» más hasta que al fin decidiera encaminarse a la entrada de su casa y agarrar de nuevo el tirador. Antes de abrir la puerta consultó la hora. Demasiado tarde. Y dio media vuelta.
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LA PÁGINA mila gómez
BLOG ENCUENTROS
Antes de abrir la puerta se prepara para encontrar la llave adecuada. Sumida en quietud, ante su intrínseca mirada aparece la página. Caminó por líneas de largos párrafos y repasó. Algunas letras sobraban, otras debían estar impresas. Encontró errores, frases reiterativas en acciones e interrogantes acusadores. Palabras a las cuales no pudo dar nombre ni sentido. Espacios vacíos de recuerdos, desor-den en el contenido. Sin razones y absurdos razonamientos. La voluntad, oscilando por la buena intención, avanza pasos; luego retrocede, así, una y otra vez. Atascada en el buen desarrollo. A medias consciente. Descuidó la presencia en buena parte del camino. Se da cuenta. Es su evolución. Está aprendiendo y cree en saber corregir las faltas.
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Acudió a Su Superior de editorial. De la hoja entrega: Emociones, sentimientos y poses que olvidó de observar para conocerse mejor. Lo que hirió por carecer de sano humor. Palabras sin saber afrontar más las expresadas sin pensar. Impaciencia por cosas que se saborean. Vacilaciones. Perezas. Miedos. Culpas. Oportunidades postergadas. Creencias obsoletas en las que confió y no le cambiaron como esperaba.
Todo lo que la memoria quiso traer de su día con cubiertas de oscura energía. Está soltando, dejando ir, liberando. Algo en ella va desapareciendo. Siente paz. La página ha quedado con clara lectura, y justo en el punto final descubre la llave para introducirse al mundo onírico. Escribirá una abstracta, y al despertar, estudiaría con atención los signos traídos. Creando el día en una siguiente blanca.
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E a l i N M C z e m U รณ G E N T R JUNTANDO O LETRAS Y S VIDA milaencuentros.blogspot.com
NO DEJES PASAR EL TREN
CUENTOS EN EL ANDÉN
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LA PUERTA DEL MUNDO
carmen ferro
BLOG CUENTOS EN EL ANDÉN
Antes de abrir la puerta se miró en el espejo una vez más, otra más de cien. Detrás de aquel reflejo de mujer fatal, estaba ella, disfrazada para la ocasión. La emoción le salía desde el alma hacia los poros de su piel trémula, apenas cubierta por la negra transparencia del encaje de seda, sin rincones para la imaginación. Observó su estatura crecida, sosteniendo el equilibrio sobre los tacones imposibles de unos zapatos rojos de piel de tigre de baratillo. Los labios rojos y la mirada remarcada en el negro intenso de mujer de mal vivir. Así quería presentarse. Transparente y suya. Entregada en piel y alma al encuentro con el deseo. Dos años, un mes, veinticuatro días...
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La ocasión se presentó por sorpresa apenas dieciocho horas antes. Un viaje al centro de todo lo imaginado en tantos días de deseo contenido, oculto en el hilo conductor de la poderosa magia que borra las distancias. El momento acababa de tocar la puerta. Esperado, arriesgado. Intensamente emocional. Había llegado para gozarse con todos los sentidos. Recta, sonriente y cristalina, giró con decisión el pomo de la puerta. La entrada delcuarto de alquiler se abría a la aventura. Sabía quién estaba al otro lado. Ni una sola duda. Ante sus ojos la sonrisa maravillosa que abrazó con fuerza su cuerpo contra el suyo. Su mundo abierto de par en par. Todo lo que pasó después quedó escrito en la memoria de la piel y el alma, despertándola de un letargo al que no quiso volver jamás.
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AL OTRO LADO DE LA PUERTA
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Antes de abrir la puerta respiré profundamente y recordé sus últimas palabras: «¿Que te vas? Por mí como si te pudres en la puta calle, pero no tardarás ni una semana en volver suplicando que te perdone. Tu vida es una mierda. Sin mí no eres nadie, no eres nada, solo otra zorra que no tiene derecho ni a consumir el aire que respira. Recuérdalo. En menos de siete días estarás ante esa puerta implorando volver a mi lado, a tu lugar, ocupándote de que tu hombre, yo, sea feliz y cuidando de que todo sea de mi agrado. Porque, al fin y al cabo, es para lo único que sirves.» Habían pasado seis días y me encontraba ante la misma puerta. Me lo imaginé al otro lado, con la casa hecha una pocilga y apestando a cerveza.
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La sonrisa de autosuficiencia que se debía dibujar en su rostro al escuchar la llave en la cerradura, me hizo comprender que parte de aquel discurso era cierto: Mi vida era una mierda. Dejé las llaves colgando y giré en busca de mi nueva vida mientras la sonrisa cambiaba de cara con el repicar de mis tacones alejándose de aquel infierno.
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BAJO MI
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S E R R A N O
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EXISTE UN LUGAR DONDE TODO ES POSIBLE
YESSY KAN
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OBSESIÓN BLOG
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Antes de abrir la puerta se aseguró de que nadie lo viera y entró. Cerró con llave por dentro y subió a su habitación. Se acercó a ella, besó su mejilla hasta llegar a los labios purpúreos, lamiéndolos a lengüetazos. Una chispa en sus pervertidas neuronas le dejó caer en la cuenta de lo que estaba haciendo. Se maldijo por unos instantes, con los ojos cerrados, pero después volvió a mirar el cuerpo apacible, imperturbable. Le acarició el cabello, sus duros senos, su torso... Deslizó una mano hacia la parte íntima y palpó con los dedos aquella gélida oquedad, obstinación de su detestable perversión. Se
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acostó con ella, y con la lengua fue explorando cada centímetro del rojo violáceo de su piel. Ella, silente, solo lucía su irresistible y fría belleza en una espeluznante noche de negro crespón. Un etéreo aroma sanguinolento se esparcía en el aire. Respiró hondo, volvió a aspirar el olor y perdió el control. Su repulsivo ser lo tornó en un trance abominable. Se desvistió, una espeluznante sonrisa se dibujó en su rostro, y subió sobre ella. —Solo mía ... —susurró. El olor a putrefacción, el cuerpo gélido y rígido lo elevó a su mayor excitación, y comenzó a profanar la matriz marchita. Un fuerte estruendo interrumpió abruptamente su macabro ritual. El fétido cadáver abrió los ojos con un grito estentóreo. Su maldita existencia cayó convulsionada, y con la boca retorcida en su intento por gritar.
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DUPLICADO mirella s.
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Antes de abrir la puerta, ella titubea, no le gusta lo que va a hacer. Es un acto lícito, le aseguró el abogado, solo debía colocar el papel en el expediente. Su garganta está seca, las manos temblorosas y un pum pum desacompasado le bailotea en el pecho: se ha convertido en la concentración de todos los miedos. Saca el duplicado de la llave, la introduce en la cerradura. Antes de hacerla girar mira el pasillo tenuemente iluminado que se aleja, lúgubre, hacia las escaleras. A esa hora no hay nadie en las otras oficinas.
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El documento incriminador, que él con su vileza habitual había hecho desaparecer del expediente, inclinará la balanza de la justicia a su favor. Es una fotocopia del original, que tuvo la precaución de guardar. Una copia desteñida, como ella misma de lo que una vez fue, como la llave, como el lugar en que él la había puesto y ella permitió. Empuja la puerta, que chirría ásperamente. Se acerca al escritorio: su cara es una coalición de sudor y maquillaje. El aire le resulta irrespirable, como si hubieran esparcido esporas venenosas. La toxicidad que él emana ha impregnado la habitación. La carpeta con su nombre la espera en el centro del escritorio. Tiene que abrochar el documento en el interior. A sus espaldas oye cómo crujen los goznes oxidados de la puerta. Percibe la vibración de los listones del viejo parqué bajo los pasos demoledores que se aproximan.
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MIRELLA S
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I R E I Z N A PAOLA P
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¡POR FAVOR, POR FAVOR! PAOLA PANZIERI BLOG DE AQUÍ Y DE ALLÍ
Antes de abrir la puerta comprobé que no me quedara otra cosa que hacer en el cuarto de baño. Me había duchado y, pese a estar en una casa de campo con piscina, en un mes de agosto tórrido como el que más, me había secado el pelo con secador. Llamaron a la puerta, respiré un minuto más y abrí. Draco frenó su correr con ojos fuera de las órbitas. —Lo siento —dije mientras observaba a mi cuñado Juan atravesar el pasillo con sábanas en la mano—. Tendrás que buscarte un escondite menos solicitado.
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La pequeña Lorena apareció de la nada esgrimiendo un hacha de plástico. Draco brincó hacia la ducha, yo corrí la cortina y cerré. —Está ocupado —dije a mi hermano Pedro que acudía con cara de preocupación—, deberías ir al baño de fuera… La mesa de la cocina, tomada de asalto por un rebaño de niños en bañador parecía un campo de batalla. En el centro, una torre de bollos goteaba una mezcla densa de caca. El mantel presentaba una media docena de senderos serpenteantes de color marrón que se entrecruzaban formando un laberinto pegajoso. —¡Qué bien! —gritó mi cuñada María, al verme llegar—. Échales un ojo mientras yo limpio el colchón, a Pablito se le han escapado unas gotas… Me di la vuelta y volví al baño. —Draco, ¿estás ahí? ¡Déjame un hueco! Tranquilo que septiembre está a la vuelta de la esquina y con él, tu sofá y mis vacaciones de oficina.
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NADIE LO CREYÓ DESPUÉS BLOG
EL FANTASMA EN MI TINTERO
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Antes de abrir la puerta, Norman se preocupó. ¿Qué era ese maullido agudo frente a la casa? Sonaba a que era chiquito. ¿Alguien lo habría tirado siendo demasiado pequeño para vivir sin su madre? Con aprensión y urgencia, el joven salió al rellano. Vio a la pareja de felinos adultos que alimentaba siempre, inquietos, caminando de un lado al otro. Y, junto a ellos, un gatito negro. Antes de que pudiera huir, Norman lo dejó pasar e imaginó un compañero peludo para sus días. No tuvo tiempo de ponerse contento, porque el minino empezó a correr por todos los ambientes, hasta intentar meterse dentro del inodoro en el baño.
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De alguna forma, el pequeño terminó escondido debajo de la mesada en la cocina. Sus ojos tenían un resplandor azul, a la luz de la linterna con la que Norman lo buscaba. Una vez ubicado, decidió no molestarlo. Volvió al libro que había dejado, junto a su té, en el sofá. Y creyó que tendría un par de días para aclimatar a su inquilino. Sin embargo, cuando fue a la cama y apagó la luz, los ruidos fueron insoportables. Durante toda la noche, escuchó el maullido insistente de los gatos de afuera, llamando a la cría de monstruo de ojos luminosos. Eran las tres, cuando Norman lo encontró, metido en el cajón de los platos. Nunca había abierto el mueble. No había rastros de nada roto. Al día siguiente, el pequeño huracán de ojos azules apareció afuera, con los demás gatos.
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LA PUERTA HUMBERTO FIGUEROLA Antes de abrir la puerta recapacito, son las cuatro, la hora en que quedamos que vendría —lo vuelvo a comprobar en el iPhone a la vez que lo pongo en modo avión—, estará esperándome arregladísima con ese vestido de escote halter, calzada con sus stilettos de vértigo y sus carnosos labios pintaditos de rojo escarlata. O quizá me espere en la cama, desnudita toda… sé que me estoy jugando mi trabajo, mi futuro y quizá mi integridad física: ella es la amante de mi superior, un hombre peligroso y vengativo. No quiero ni imaginar lo que podría llegar a hacerme si descubriera que estoy liado con su amante, capaz sería de matarme a palos. Pero la tentación es irresistible,
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jamás follé como lo estoy haciendo con ella. Siesto es hacer el amor, le dije el otro día, yo he sido virgen hasta que teencontré. Ella ríe, ríe mucho conmigo, pero nunca se compromete y siempre salgo sin saber cuándo podré volver a verla o si ya nunca más la voy a ver… Luego, un día cualquiera me envía el más escueto de los mensajes. Como el de esta vez: Martes 13 a las 13. Lo siento, no puedo evitarlo, ¡abro! ¡Pascual! ¡Qué coño hace usted aquí? O es que usted, miserable mosquito, osa…. Estoy en el hospital con todo el cuerpo enyesado, y la enfermera me lo ha aclarado todo: Pobrecito, no sabes en qué día vives… claro, con tanto traumatismo… Hoy es lunes, hijo no martes.
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LA QUIMERA
Antes de abrir la puerta mi madre siempre se santiguaba, apenas lograba comprender la razón de su comportamiento. Pero en casa todos le teníamos un respeto reverencial así que, para no perturbar sus reacciones en las que se excusaba la frialdad y la molestia de tener que convivir con otros seres humanos, intentábamos no molestarla. Para un niño de siete años que busca el afecto de su progenitora, eso se convertía en silencios y juegos mentales que consistían en un orden predestinado a la incertidumbre. Pero el hecho de que cada día entrara en aquella habitación con un ritual establecido, hacía que la curiosidad fuera más fuerte que cualquier intento de buen comportamiento.Aprovechaba cuando hacía los recados
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para merodear por la zona sin ser visto, ni tampoco condenado. Lo más extraño es que jamás escuché ruidos, tampoco conseguí ver ningún movimiento de luz que delatara alguna presencia. Y el niño que crea mundos sigilosos y juega con ellos, se fue olvidando de todo aquello con la apatía de un período que nunca logra encontrar final.
―Maite, cariño. Hablemos. ―No. ―Han pasado tres años, es el momento de que dejes de entrar en la habitación del niño, de que nos comportemos como si siguiera con nosotros, deberíamos poder hablar de él. De llorarle y... ―No, por favor. ¡Cállate! Él sigue aquí, lo noto. No quiero que te escuche, no puede dejarnos. ―Pero…, está bien.
Con la fortificación inquebrantable que proporciona el dolor, nuestro hogar ―de nuevo― se sumió en una imperecedera oscuridad.
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Antes de abrir la puerta, cerró los ojos. A pesar de todo, Juan seguía tan pusilánime como siempre. Prefería creer que su cobardía era prudencia o sensatez. Al otro lado, enmarcado en madera barata, su sosias envejecido, apoyado con chulería en una pared inexistente y apuntando con una pistola más grande que su arrogancia. Juan sabía que no iba a disparar, sería un suicidio y morirían los dos. —No has cambiado nada —dijo su decrépito doble bajando el arma. —Tú, tampoco.
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—¿Para qué has venido? —Para olvidarme del pasado y hurgar en el futuro. —Sabes que no existe. Ni tampoco el pasado, tan solo un presente que se escurre entre palabras vacías. —¿Y tú? —Yo me extravié en la esquina de una recta infinita que llaman tiempo —Las rectas no tienen esquinas. —Entonces, explícame quién soy. —Llevo años preguntándome quién o qué eres. Supongo que solo un reflejo deformado física y emocionalmente. —Podría ser tu conciencia. —Hace poco que la perdí en un arrebato. —Quizás empezamos a parecernos. —Es lo que más me horroriza, pero hay una solución. Juan cerró de nuevo los ojos cuando sonó un disparo. El estruendo de cristales rotos ocultó el sonido seco de dos cuerpos al golpear contra el suelo.
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S I E S C R I B E S T U B L O G . . .
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