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Meditación Evangelio

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El Seminario

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MEDITACIÓN DEL EVANGELIO

Sem.Jesús Valenzuela Ojeda, III de Filosofía

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¡QUE TAL SOCIAS y SOCIOS DE LA OBRA DE LAS VOCACIONES!

que alegría y gozo poder compartir con ustedes un mes más a través de este medio tan tradicional en nuestra casa que es el boletín Esfuerzo. En esta ocasión, meditaremos el evangelio del domingo 27 de diciembre, que corresponde a la fiesta de la

“Sagrada familia”.

Para la reflexión del evangelio nos centraremos en tres aspectos que empatarán mucho con la temática que hemos tratado en este boletín.

SOLEMNIDAD DE LA SAGRADA FAMILIA Lucas 2, 22-40.

“Transcurrido el tiempo de la purificación de María, según la ley de Moisés, ella y José llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley...”

La sagrada familia de Nazaret es, como ya lo sabes, el ejemplo privilegiado para todas las familias de buena voluntad que buscan alcanzar esa santidad trazada en los evangelios. En esta pagina de 20

Lucas se nos muestra un elemento fundamental que me gustaría resaltar para que este fuera el eje central de nuestra meditación: el cumplimiento de la ley.

Aunque a primera vista pareciera que es un simple seguir normativa trazada por la ley judía, creo que es importante primero analizar el contexto de este gesto de la Familia santa. Primero, y siendo rigurosos con los signos, María no debía como tal, apelando al dogma de si virginidad, realizar un tiempo de purificación para acercarse al templo a presentar a su hijo: ¡ella no conoció varón! En segunda, la kénosis de Jesus al hacerse pobre entre los pobres; Aquel que todo lo tenia se hizo uno de nosotros,

llegando a una familia que no tenia los recursos para poder ofrecer un cabrito, como viene prescrito como primera ofrenda al templo, sino que dieron a cambio la segunda prescripción, que son un par de tórtolas o dos pichones.

La sagrada familia de Nazaret nos enseña el valor tan importante de la eclesialidad: aun ellos siendo los padres del hijo de Dios, del Mesías todopoderoso que vino a salvarnos, cumplen como cualquier otra familia, y no de manera extraordinaria, lo prescrito por la ley.

“Señor, ya puedes dejar morir en paz a tu siervo, según lo que me habías prometido, porque mis ojos han visto a tu salvador...”

El viejo Simeón es un ejemplo también muy grande para nosotros, hasta podríamos identificarnos con su vida. El anciano fue un hombre al que Dios mismo le prometió que no descansaría en su casa hasta que viera al salvador del pueblo que con tanta pasión y entusiasmo había esperado en toda su existencia.

Sin embargo, no es solo esta promesa lo que hace que pueda encontrarse con el hijo de José y María, es también su espera, su confianza, su sencillez, el cómo en su relación con Dios siente el impulso del Espíritu para ir al templo; el como su fe tan grande en la promesa dada le permitió reconocer al Mesías inmediatamente al verlo, aunque este fuera solo un niño. ¿Estará

nuestro corazón listo para reconocer al Maestro al instante? “...y a ti una espada te atravesará el alma.”

Después del cántico de Simeón que diario rezamos en completas, el anciano le dirige unas palabras a la Madre del salvador. Este hombre es de los pocos personajes que vemos que le habla a María, que le muestra el camino que ha de seguir, que le recuerda que su hijo es un signo claro de contradicción, de cambio. Le recuerda que no debe olvidar el dolor que ha de padecer, que su hijo no es solamente suyo, sino que vino a salvar a la humanidad entera, que lo debe de acompañar, pero que no podrá apartar el cáliz amargo que ha de beber.

María conoce (y tal vez en ese momento no entienda) por boca del anciano Simeón, que el dolor de la cruz de su hijo atravesará su alma; que debe de estar lista para preparar su corazón a la herida, que será sanada por la Resurrección de Aquel que rompió las cadenas del pecado.

Este evangelio creo deja muy claro varios elementos que las familias buscamos en nuestro camino a la santidad, como es la sencillez, la espera, la resiliencia, el estar atentos a los signos de Dios, entre otras cosas. Que la Sagrada Familia sea un ejemplo para nuestras vidas: que podamos cumplir lo que nos trazamos como hijos de Dios, sin pretextos y sin desfallecer; que estemos atentos a los signos del Señor, porque tal vez, en el mas pequeño de nuestra familia se encuentra la salvación; y que podamos también ser resilientes y saber que después del dolor de la muerte llega la resurrección.

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