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Rocío Prieto Valdivia
from Revista delatripa 42
by delatripa
Mi punto de risa
Violencia en la pandemia. Los aprendizajes.
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Desde los inicios del confinamiento, a mediados de marzo en México, una de las primeras ideas que vinieron a mi mente era que para julio ya estaríamos como en esas películas con tintes gore en las que la gente roba y mata hasta a sus vecinos por una ración de comida. Afortunadamente no ha sido así, aunque también tenía la esperanza de que esta situación nos hiciera replantearnos como sociedad las maneras de relacionarnos y nos acercara más para fortalecer el tejido social, rompiendo con las barreras sociales, culturales y económicas en favor de una nueva sociedad más empática y solidaria; algo que tampoco se ha dado.
Si bien hay personas o grupos de personas haciendo cosas en favor de los más vulnerables, la realidad es que en lo general seguimos siendo los mismos de siempre y la violencia va permeando las nuevas maneras de relacionarnos, así como encontrando nuevas formas de presentarse, debido a que las manifestaciones tradicionales ya son fácilmente focalizadas y señaladas.
En otras palabras, la violencia se mantiene mediante nuevas estrategias, como la llamada cultura de la cancelación. Con esto no intento destacar que la violencia sea buena o mala, aunque hemos aprendido que es negativa siempre aunque en ocasiones querramos pensar que nace con un fin positivo. La realidad es que ese tipo de violencias, las que vemos con causas a las que llamamos justas, nacen como respuesta a otras violencias no justas, dando que el origen de toda violencia es injusta.
He de reconocer que la situación actual no es lo que esperaba, para fortuna de todos y quizá era porque siempre he tenido pensamientos apocalípticos y pesimistas, mismos que, felizmente, no están sucediendo.
Desde mi perspectiva, la violencia es y será parte de nuestra cultura, mientras sigamos confundiéndola con la agresividad. Ser agresivo es la forma en la que nos vamos desempeñando en la sociedad, como parte de una estrategia de supervivencia. Tal como un tigre acecha a su presa, corre tras de ella y aprovecha cada una de sus habilidades y características que lo hacen superior para la supervivencia.
Ser agresivo, al menos para mi manera de entender al mundo, es necesario para sobrevivir en todos los sentidos. Ser violento es abusar de nuestra superioridad y de esa agresividad natural con la que nacemos.
Los aprendizajes cotidianos nos llevan a desarrollar este instinto violento, convertido en una especie de herencia maldita que venimos arrastrando a través de
las generaciones y que parece no tener un fin cercano. Hemos visto cómo los nuevos movimientos en favor de las minorías terminan convirtiendo sus discursos en discursos de odio y generándose divisiones entre los propios grupos relacionados a los movimientos.
De manera personal, me gustaría que esta cultura de la violencia estuviera en sus últimos días, esperaba que la pandemia nos dejara como algo bueno el fin de la violencia, pero voy notando que no será así. Mientras, sigo preparándome como en las películas apocalípticas, listo para darle con el pico en la cabeza a mi vecino cuando alguno de los dos nos quedemos sin comida.