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Blanca Vázquez

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Roberto Cardozo

Roberto Cardozo

Desvaríos de la freaky neurosis.

Aborto sí, aborto no, aborto quién sabe

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Hablar sobre despenalización del aborto, no es fácil. Estar a favor y expresarlo de manera abierta conlleva la crítica y el repudio de la fracción más conservadora de la población. Muchos de ellos, personas cercanas que estimas, no están preparados para entender que existen muchas razones por las cuales una mujer puede tomar una decisión así. El aborto, en algunos estados, es legal únicamente en casos de violación, malformaciones fetales o cuando peligra la vida de la madre. En la Ciudad de México, la despenalización del aborto, implica que este procedimiento puede realizarse a todas aquellas mujeres que lo decidan, sin importar el motivo. A eso le llamamos, respetar la autonomía de una mujer sobre su cuerpo.

Existen diversos argumentos contra el aborto, por ejemplo que ser madre es una bendición, que si deberían salvarse las dos vidas, dando en adopción al hijo no deseado; que si abortar es un crimen, hasta el famoso “se embarazan por gusto, pues asuman las consecuencias”. Pero de todos ellos, el más cruel me parece el siguiente: “Ahora, todos quieren embarazarse, sólo para poder abortar”. Como si abortar fuera parte de un plan de vida o vacacional, el cual deseáramos cumplir. Una mujer no se levanta un día diciendo: “¡Oye! como que se me antoja abortar”. ¡No! Abortar no es fácil y precisamente no lo es, porque existen muchos prejuicios al respecto. La mentalidad mexicana se cimentó sobre bases profundamente religiosas, con estructuras patriarcales e ideologías machistas; donde la mujer tiene la carga del cuidado de sus hijos y se exalta la

maternidad como virtud. Para el mexicano, la figura de la madre se equipara a la de una mártir que vive al pendiente de sus hijos, aún a costa de su propio bienestar. Una madre representa sacrificio, abnegación, amor incondicional. Incluso, para enfatizar nuestro carácter religioso-devoto hacia la maternidad, tenemos como ícono la imagen de la Virgen de Guadalupe, a quien cada año, se le ofrecen mandas, peregrinaciones, misas, rosarios y serenatas; todo en aras de la fe. Tal es la importancia de la madre en nuestra cultura.

Desde la perspectiva feminista, de la cual me he ido empapando poco a poco; y aún no termino de comprender, decir que un niño no debería nacer, porque sus padres no tienen el dinero suficiente para mantenerlo, es clasista. Realmente, creo que todo ser humano, debería aspirar a tener una calidad de vida; pero en nuestro país, existen millones de personas viviendo en la pobreza. Pedirles que no se reproduzcan, vendría siendo algo así como la ideología nazi; así que no, el enfoque no es por ahí.

Para asimilar la idea del aborto, debemos comprender que no todas las mujeres desean ser madres. Embarazarse implica un costo, no solamente económico, sino también emocional, mental y físico, para el cual, me atrevo a decir, nadie, absolutamente nadie, está preparado para cubrir. No se nos enseña a ser madres, tenemos una idea preconcebida acerca de la maternidad; casi, casi, un estereotipo. Pero en la práctica, vamos aprendiendo y ejecutando diferentes tipos de crianza, los cuales muchas veces no coincidirán con el pensamiento de otras mujeres. ¿Hay un tipo de maternidad adecuada? No, no podría encasillarla o clasificarla. Lo que sí creo es que debemos criar seres humanos funcionales, satisfechos y felices con sus logros y que sean capaces de ser adultos tolerantes, con respeto a los derechos y autonomía de los demás. Ser madre, implica un compromiso de por vida y eso, es algo que debemos tomar en cuenta, al momento de embarazarnos.

La despenalización del aborto, en lugares donde ocurre, también va ligado a programas de educación sexual para la población; necesarios para crear conciencia sobre la importancia de los métodos anticonceptivos y el autocuidado. Abortar, es respetar esa autonomía que como mujeres tenemos sobre nuestros cuerpos.

Otra premisa que debemos aceptar es, que la maternidad no te hace mejor en comparación a una mujer que decide no tener hijos. Ser madre, no te concede superioridad moral para juzgar a otras por abortar. Tener hijos es una decisión personal, porque a final de cuentas, ni el estado, ni el vecino, ni el amigo, ni los familiares, se harán cargo de ellos. Abortar es parte de esa decisión. El aborto no dejará de existir porque a algunos no les parezca. El aborto ha existido desde siempre. El tema es, que decidir abortar de por sí es difícil; como para encima, tener que lidiar con un proceso penal por haberlo hecho.

Cito, de manera textual lo que se pretende con la despenalización del aborto. Esto, sacado de un blog argentino, sobre una campaña de despenalización:

“Queremos que los derechos sexuales y reproductivos sean reconocidos como derechos básicos de todas las personas. Para eso, es necesario garantizar el acceso universal a los servicios públicos de salud y educación que los sostienen.

Nuestro lema, así como nuestro trabajo de años es integral: Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir. Esto implica realizar modificaciones en los sistemas de Educación, Salud y Justicia, y también, por supuesto, profundos cambios culturales”.

Más claro que esa premisa, no podría decirlo. Abortar no sólo implica creer que yo estoy bien y tú estás mal; o viceversa. Abortar es una decisión personal. La ley está para proteger los derechos de todas las mujeres; no sólo de quienes creen en Dios y desean ver nacer a niños, de manera indiscriminada. ¡Ya basta de politizar lo religioso! Y sinceramente, no creo que lo mejor que pueda pasarle a un ser humano sea nacer. La verdad, yo hubiera preferido no hacerlo jamás. Pero acá estoy, escribiendo esta columna, con pensamientos subversivos, para generar controversia.

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