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María Jesús Méndez

Demersales en A mayor

El dúo autor-lector y el tercero subjetivo

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Cuando nombramos, de pronto, como por arte de magia y gravedad los objetos encuentran la forma de abstraerse. Así, su código (la palabra que les ha sido asignada) logra almacenarse en nuestra memoria. Leer no solamente supone el acto de sentarse con un libro entre manos y recitar palabras para nosotros mismos. Leer es traducir el mundo tangible a un mundo de abstracción codificada por medio de significaciones e imaginarios personales. De esta manera, leemos gestos, leemos tonos de voz, leemos colores, música, olores y los representamos de manera subjetiva. Todo comunica y todo cuanto comunica es materia leíble. No obstante, cuando hablamos de la palabra escrita, leer es enfrentarse muchas veces a espacios desconocidos, palabras sin representación porque nunca nos las habían presentado o porque nunca nos habíamos encontrado con ellas.

Se comienza a practicar la lectura gracias al uso de ciertas representaciones (palabras) en ciertas circunstancias. Después, la lectura se practica mediante la observación contextual. Habrá palabras desconocidas cuya proximidad con otras que ya conozcamos nos permitirán inferir su significado y aprenderlo. Habrá otras, que se verán como espacios en blanco carentes de sentido y forma. Si la curiosidad es más que la apatía de tomar un diccionario, o por lo menos, de explorar en el buscador, lograremos llenar un vacío entre las líneas del libro. De lo contrario, a nuestro próximo encuentro con la palabra desconocida volveremos a encontrar el abismo en la página. No obstante, los encuentros cercanos con una misma palabra en distintos contextos alcanzarán el punto de ser

suficientes para que nuestra mente infiera su significado. Leer es, en su expresión más simple, escuchar la repetición incesante de la palabra papá o mamá en distintos momentos cuando nuestros padres quieren que hagamos el gran descubrimiento de los nombres con los que quieren que nos refiramos a ellos. Nótese la palabra descubrimiento. Gran parte del aprendizaje es una revelación.

He conversado en infinidad de ocasiones con personas que no logran salir de sí mismos. Digo esto porque observo que no tienen las palabras suficientes para comunicar lo que les sucede, lo que necesitan o piensan. En ese sentido, me parece que concibo su existencia como un encierro en sí mismos. La lectura del mundo y su nombramiento nos permite tener los suficientes recursos lingüísticos para expresar nuestras ideas de la manera más precisa posible bajo los términos de nuestras propias significaciones que comparten o no cosas en común con las significaciones de otros. Es un hecho que la comunicación humana supone todo un reto; entre lo que quisimos decir, lo que se entendió, lo que pensamos que dijimos y lo que el otro piensa que quisimos decir, hay un gran páramo que nos divide y nos separa de los demás. De ahí la importancia de leer. Leer es ejercitar el lenguaje y el lenguaje es la única manera de comunión con el otro y lo otro.

Así, pienso que la noción del tercero analítico introducido por Thomas Ogden en teoría del psicoanálisis, se puede extrapolar a toda relación humana permeada por un intercambio de subjetividades. Si lo trasladamos al campo de la lectura, la interrelación de subjetividades del dúo autor-lector encamina el surgimiento de una nueva subjetividad. En terapia, esto supone un mismo espacio y un mismo momento en el que analista y analizando, cooperan en pro de que el analizando llegue a la resolución de sus conflictos. Sin embargo, la lectura de cualquier libro trasciende tiempo y espacio y no busca resolver ningún conflicto y sin embargo, paradójicamente, lo hace.

Se podría decir que la comunicación de la subjetividad del autor es unidireccional, no obstante, el autor escribió pensando en un lector potencial. El lector ya existía antes de saber que sería el lector. El lector ya tenía una influencia en el autor incluso antes de existir como lector. Para fines de esta discusión llamaré al tercero analítico de Ogden como tercero subjetivo. El tercero subjetivo es ese nuevo imaginario nutrido por autor y lector, es un tercer ser que se gesta a partir de su encuentro telepático, un encuentro lejano en tiempo y distancia. No quisiera hablar de este tercero subjetivo en términos de funcionalidad (¿para qué sirve?), sino más bien, evidenciar el milagro de su existencia.

Ahora, regresando a la pregunta que nos ocupa: ¿por qué leer? ¿Cuál es la importancia de la lectura? Para responderla recurriré a las palabras de Franz Mon: Hasta un pedazo de papel salpicado por unas gotas de agua es un campo de lectura; las sombras delicadas, las minúsculas marcas en la superficie bastan para hacerlo legible. Son suficientes para ponernos sobre la huella de articulaciones desconocidas y sugestivas. De ahí el punto apical, la médula, los cimientos de lo que es la lectura y dónde radica su valor. Primero, porque todo comunica y todo cuanto comunica es leíble, es decir, puede ser interpretado por un observador. Y si todo comunica y todo es leíble entonces leer es nuestra manera de entender y aprender el universo. Segundo, porque nos enfrenta a lo desconocido, o dicho de otra manera, nos da la oportunidad de conocer. Si todo es desconocido pero todo es leíble, entonces no estamos desamparados, el mundo quiere ser descubierto y ser observado. Tercero, sugestiona, sugiere, evoca. La lectura, es un catalizador que materializa las cosas que sabíamos solo de manera intuitiva.

En psicoanálisis, el término de transferencia ha tenido diferentes connotaciones bajo el lente de distintos teóricos. Sin embargo, me detengo en la definición que Melanie Klein le otorga como una reescenificación de todas las fantasías inconscientes de un paciente. De manera análoga, la lectura es transferencia en cuanto a que detona la reescenificación de nuestras propias motivaciones en distintos contextos. La lectura es eso que sucede cuando vivimos un libro o leemos un campo de lectura porque en realidad no somos simples espectadores, alguien nos está contagiando con otra vida, alguien transfirió también su subjetividad a nosotros y por un breve lapso de tiempo, somos la misma persona que el otro, seguimos siendo nosotros y además, surge una tercera entidad, un diálogo de subjetividades, un libro nuevo.

Interés superior

Deshumanización e infancia

“Un niño maltratado, suele convertirse en un adulto que NO mostrará empatía y reaccionará con ENFADO ante el malestar o sufrimiento del otro”, escribe Eduardo Calixto, médico, doctorado en neurociencias por la UNAM.

Un ser humano que, desde temprana edad, es violentado tiene una alta probabilidad de que pueda serle arrebatada una parte de su humanidad, esa parte que se construye en el interior y se exterioriza en forma de compasión. La gran capacidad de las personas para, no solo entender, sino sentir lo que el otro. Esa construcción dentro de nosotros que reprime nuestro impulso de destruir y lastimar.

Si tomamos en cuenta esta consigna y nos vamos a la estadística que México en 2015 reporta a UNICEF de que el 63% de las niñas, niños y adolescentes han sufrido algún método de disciplina violento, y que 1 de cada 2 niñas, niños y adolescentes sufrieron agresiones psicológicas; siendo las niñas quienes sufren más maltrato psicológico y sexual, y los niños métodos de castigo físico más duros o el ser asesinados, veremos que el hogar no es el único espacio donde la niñez es violentada, también lo es la escuela, la comunidad, las instituciones y hasta en los medios digitales.

Prácticamente en todos los entornos en los que los menores participan, corren el riesgo de sufrir algún tipo de violencia ¿No es esta la primera forma de deshumanizar a una sociedad?

Una de las últimas revoluciones en cuanto a derechos humanos se trata, es la que dota a la infancia, no solo de cuidados y amor, sino los hace sujetos de derecho. En la columna pasada veíamos el derecho que corresponde a la vida y el desarrollo.

Cada mes revisaremos brevemente los derechos de las niñas, niños y adolescentes como un ejercicio de consciencia, porque somos los adultos y los gobiernos, los obligados a velar su cumplimiento; el conocerlos es una forma de prestar atención a que las infancias estén protegidas de la deshumanización. Uno de los contenidos en la declaración de los derechos de la niñez que tiene suma importancia es su Derecho de Prioridad: Niñas, niños y adolescentes tienen derecho a que se les asegure de manera prioritaria (antes que los adultos) el ejercicio pleno de los todos sus derechos, para tal efecto se considerará su interés superior.

El interés superior, es un concepto legal que solo se aplica a la niñez, un ejemplo claro, es cuando en una disputa de guardia y custodia el tribunal de lo familiar se ve obligado a priorizar el bienestar y sano desarrollo del menor sobre los derechos del

padre o la madre. O en un caso de adopción, se privilegia el derecho del infante a vivir en una familia que garantice su desarrollo integral, al derecho individual de ser madre o padre.

El gobierno de México se comprometió ante organismos internacionales a cumplir la agenda de la infancia y la adolescencia 2019-2024, en la que debe poner fin a todos los tipos de violencia contra las niñas, niños y adolescentes.

Para esto debe asegurar el pleno funcionamiento de las Procuradurías de Protección a la Niñez, que incluyen una adecuada asignación presupuestaria para que estas cuenten con personal multidisciplinario y suficiente. Así como, desarrollar e implementar mecanismos de identificación y denuncia de casos de violencia que sean amigables y accesibles para los niños y niñas, de acuerdo a su rango de edad.

Es labor ciudadana conocer y vigilar el cumplimiento de esta agenda. Y en lo personal, creo es una forma de detener la deshumanización de una sociedad; necesario es pensar siempre en el interés superior de la infancia.

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