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Javier Paredes Chí
from Revista delatripa 43
by delatripa
Dando vueltas con Silvia
Entre cantos y risas con mi abuelo
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Entre cuentos y risas con mi abuelo me encontraba en mi infancia, como 3 o 4 años. La reina de las flores, se va a casar con un príncipe, era una de sus canciones favoritas cuando me sentaba junto a él, aquellas tardes después de llegar del kínder; yo reía y disfrutaba el ritmo. Algunos que aparecen hoy en memes redes sociales nos dicen algo como: “era feliz y no lo sabía”, pues sí, algo así ocurrió conmigo.
En aquella época no me daba cuenta de lo valioso que era, no solo ése momento de mi propia felicidad, sino de varios hechos que estaban ocurriendo al mismo tiempo, y los mencionaré a continuación:
No me daba cuenta de la historia detrás de la vida de mi abuelo; él había vivido en el siglo XX, nacido en 1916, 4 años después del hundimiento del Titanic; él había nacido poco después de la Revolución Mexicana, de hecho, su abuelo había sido esclavo, (es un dato que supe cuando era mayor); así es, su padre fue hijo de un esclavo, y no estoy segura si aquel entonces niño, estaba consciente de ello o no.
Mi abuelo tenía un carácter recio, muy ad hoc del siglo XX, vivió su juventud en los 40's, para entonces ya se había casado y había tenido más de 4 hijos.
Se enamoró de una chica en el parque, era clara de color y con ojos hermosos, no muy alta, pero esbelta, entre reservada y coqueta; abuela me cuenta que le encantaba ir a fiestas del pueblo y siempre andar con tacones. Mi abuelo le propuso matrimonio y se casaron, jóvenes de entre 16 y 18 años, aproximadamente. ¡Ah! Debo mencionar que para ello mi abuelo ya tenía una casa en un pueblo llamado Betania, y posteriormente compró uno en la ciudad, en ese entonces llamada Campeche; actualmente ese terreno se compone de 2 residencias.
Mi abuelo fue campesino, chiclero y luego trabajó en una empresa, donde logró tener una pensión para el resto de sus días con mi abuela; así que sus años de vejez, que fue cuando yo lo conocí, eran cada día un descanso y deleite, me supongo; yo solo pensaba en jugar y tenía mis problemas de niña; ya sabes, algo así como, no poder sacarle bien la punta al color, o quizá tener algo de miedo al no poder realizar el baile que debíamos practicar para fin de año, ya saben cómo puede ser el mundo de una niña
a esa edad, en la época de los 90's, bueno, al menos lo saben cuantos milleanialls en adelante lean este texto.
Mi abuelo me cantaba además una canción muy peculiar que personalmente yo no entendía, era algo así como: Marieta, no seas coqueta, mira que estos hombres… Marieta, no seas coqueta… cuando a Marieta la invitan al baile… Años después me enteré de que esa canción era una muy común en la Revolución Mexicana, y además descubrí que existe un libro que se llama “Marieta, no seas coqueta”, ¡increíble cuando lo descubrí por mí misma! Por supuesto, ya era mayor, e incluso ya estaba en la Universidad cuando hice cuenta de ello. Lo interesante es que no la conocí porque sea parte de un repertorio literario sino porque me la cantaban de pequeña, qué experiencia más profunda; me sentí parte de la historia mexicana.
Una tercera canción que recuerdo que es un poco más extravagante, pero para la mente de una niña de 4 años era solamente graciosa, va de la siguiente manera: Las mujeres de Ixtamal, cuando se van a bañar, lo primero que se lavan, lo primero que se lavan, esas patitas para bailar, esas patitas para bailar, pa' tras, pa tras…
Por mi parte, entendía que las mujeres de aquel lugar, que no recuerdo siquiera su nombre correcto (podría ser Izamal, Yucatán, ya que es cerca de Campeche, pero no lo recuerdo), eran muy bailarinas y además, muy limpias, eso era gracioso.
Hay algunas canciones más, pero no recuerdo todas; había una que el coro decía algo parecido a esto: Eres de Nunkiní, la belleza de la ilusión, mesticita, mesticita, de mi amor… Estas canciones me alegraban la tarde, además podía imaginarme las escenas del campo, donde esas mujeres, como mi abuela, estaban bailando y cantando alegremente, donde las mesticitas eran hermosas y trabajadoras. Esa era mi propia ilusión.
De pequeña no entendía la belleza de mi herencia maya, no era consciente de que el lenguaje muy bien hablado de mis abuelos, el Maya, era una riqueza cultural que pude haber aprendido, pero que nunca me enseñaron, tristemente. No podía entender que esas canciones venían de una cotidianidad de esfuerzo, de trabajo, de alegría en comunidad y de disfrutar la naturaleza todos los días.
Solo recuerdo que mi abuelo, en sus últimos años de vida, siempre anheló regresar a Chiví, sí, el pueblo donde nació, él deseaba regresar a cazar animales, quizá tomar café a las 5 de la mañana, alistarse vehementemente y emprender un día normal en el campo, como en sus años mozos.
Yo por mi parte, aun recuerdo esas canciones de mi abuelo, con mucho cariño porque era mi abuelo y me quería y yo a él, porque le pude apreciar y valorar por quién era, sin duda era una persona con un corazón muy valioso.
A veces me digo, quizá si hubiera sabido todos esos datos relevantes de mi abuelo que, ahora veo, no lo entendería o quizá sí, y su valor estuviera designado por todo eso, en realidad, no lo sé, pero la historia ya fue escrita y fue perfecta como tal.