NĂşmero 39. Diciembre 2018.
Revista
No. 39. Dic. 2018. Es un proyecto de la Catarsis Literaria.
Editada en Matamoros, Tamaulipas. Revista de Circulación Mensual. Dirigida por: Adán Echeverría. Edición: Larissa Calderón. Colaboraciones a romeolobos@yahoo.com.mx / Consejo Editorial: Paty Rubio, Cristina Leirana, Blanca Vázquez, Roberto Cardozo, Mario Pineda Quintal y Waldo Contreras López.
Contenido
Uraki.
Libertad.
Annia Bautista.
La búsqueda.
Beatriz M. Mejía.
Mi velorio.
Ana Helen Sánchez Herrera.
El vestido de lentejuelas. Rocío Prieto Valdivia.
Restaurar.
Pedro Hernández.
16
3
José Martín Hernández.
5
Ángel Fuentes Balam.
81
Hadas Hellmann’s.
83
Aquella tarde.
13
Adolfo Reyna.
14
Gabriel Avilés.
85
Pedro Tec.
92
Todo el mundo sabe.
Jéssica de la Portilla Montaño.
94
La madrugada. Heriberto Morales Leyva.
Fin de la vida.
Irma Margarito de la Cruz.
Furtiva.
17 25
El Ojo en la acera de enfrente. Waldo Contreras López.
95
Dando vueltas con Silvia. Silvia Polanco Euán.
97
Paty Rubio.
26
Demersales en A mayor.
Waldo Contreras López.
28
Mi punto de risa.
Los ojos tras los árboles. Una muerte sombría. Juli Calleja.
La muerte de una mujer. Lizeth Márquez Flores.
31 32
Más allá de la muerte. Marisol Guadalupe Velasco Pino.
El silencio de Helena. Marta Aragón R.
Dos relatos.
Waldo Contreras López.
Tres narraciones. Javier Paredes Chí.
Desdoblarse los aromas. Adán Echeverría.
34 36 43 53 56
La meridamorfosis. Iván Noé Espadas.
Dos relatos.
Luis Damián Garibay.
Vestirse para el fin.
Iliana Hernández Partida.
Tacón dorado. Jesús Fuentes.
59 68 77 79
Sofía Garduño Buentello.
99
Roberto Cardozo 101
La Niña TodoMePasa dice: Jéssica de la Portilla Montaño
103
Incipit. Blanca Vázquez
105
Desvaríos de la freaky neurosis. Gema E. Cerón Bracamonte
Nos vemos en el slam. Mario E. Pineda Quintal
109
107
Uraki.
Annia Bautista.
—Oye Tía, tú te acuerdas ¿cómo era mamá?, cuéntame la historia que le recuerdas a la abuela cuando te enojas. —¿Y tú cómo sabes de eso? —Te oí el otro día, cuando hiciste llorar a la abuela; no escuché mucho, pero recuerdo que le gritabas: ¡Uraki! ¡Uraki! —¿Y para qué quieres escucharla? —Te digo cuando la termines; porque quiero pedirte algo y quizá escuchando la historia completa sepa cómo pedírtelo. —Bueno, pues. Sujio era un muchacho muy alegre, vivía con su mamá. Eran muy unidos e iban a muchas partes juntos; hasta cocinaban juntos. Pero Uraki, su madre, tenía un problema en la cabeza, y a veces se enojaba de repente como si estuviera discutiendo con alguien y le reclamaba a Sujio; le pedía cosas que sabía que no podía cumplir. Por ejemplo, una vez que preparaban un caldo, le dijo: ¡Lo arruinaste!, no quería echarle tanta sal, ahora ¡arréglalo! No sé si lo entiendas pero se trataba más que de cambiar el caldo, se refería a reparar su contacto fragmentado. Antes de que la abuela de Sujio muriera, todo era armonía entre él y su madre; él la disculpaba porque pensaba que se sentiría muy triste, pero las cosas llegaron a tal grado que Sujio tuvo que mudarse lejos, ya no la soportaba. Todo el tiempo eran pleitos. Luego de algunos meses, una llamada telefónica le hizo saber a Sujio que Uraki había muerto. Fue al velorio, esperando encontrar algo que lo hiciera sentir menos mal, como si quisiera borrar una culpa. Frente al ataúd abierto empezó a calmarse, sentirse mejor; escuchó la voz de su madre diciéndole que lo quería mucho, sin ningún reproche. Sujio se puso muy contento de poder oírla aún, entonces se le ocurrió que quizá podría escucharla para siempre. Sujio, enternecido por ese amor, decidió comprar una planta y estaba decidido a que con la ayuda de Uraki la harían crecer juntos. Su madre hasta le sugirió cuál comprar; una azul, porque era un color que a ella le gustaba mucho. Regaban la mata en el día, y por la tarde después de comer. Todo iba bien entre ellos, hasta que Sujio fue ascendido en su trabajo y lo requerían más tiempo en la oficina; dejó de regar la planta por las tardes, a veces lo hacía por la noche, cuando se acordaba. Su madre al principio le decía: Sujio esa planta necesita más agua, acuérdate que también come. Después: ¡Tú dijiste que la cuidaríamos juntos! Luego:
diciembre 2018
delatripa 39
3
¡Maldita sea ,Sujio!, para qué la compraste si no la ibas a cuidar, ¿quieres que se muera? Un día que hubo mucho trabajo en la oficina y llegó a casa, escuchó a su madre con los ultimátum de la planta, a lo que Sujio harto le gritó, que sí, que la dejaría morir, que sí era más importante su vida que la de esa maldita planta. Peleaban y Sujio no veía la forma de ganarle a su madre; irritado, puso la planta sobre la mesa y tomando una silla la destruyó golpeándola, hasta que la tierra quedó esparcida por toda la cocina. Puso a hervir agua en una olla, le dijo a su madre que haría un caldo a su gusto, no como ella quisiera; echó la planta al hervor con todo y la tierra que levantó del piso. Le gritó a Uraki que esta vez no tenía nada de sal; se llevó una cucharada de lodo a la boca, recordó exactamente el sentimiento aquél cuando después de estar todo bien su madre le había pedido arreglar aquél caldo después de lo que parecía una lucha interna. Sujio cayó sentado en la cocina con la cara de horror como quien comprende haber cometido una injusticia y con la boca abierta de la impresión no dejaba de pensar en que su madre debió haber tenido la misma lucha cuando murió la abuela. Por eso los cambios de humor.., por eso el pleito “interno” en el que terminaba culpándolo a él. —Ahora dime Sulita, ¿por qué le interesa a una niña como tú esa historia? —Porque cuando murió mamá, yo sabía que seguía aquí conmigo; siempre nos llevamos bien, pero ahora ha empezado a regañarme: ¡Sulita bájate de ahí, Sulita no corras, Sulita no escuches a escondidas! ¿Tú crees que la abuela siga regañando a mamá y por eso mamá parece siempre enojarse conmigo? Sé que cuando haces llorar a la abuela gritándole ¡Uraki!, mamá se tranquilaza. Quiero proponerte algo: ¿y si hacemos con la abuela lo que Sujio con la planta crees que mamá se vaya y me deje en paz? Te lo agradezco Tía, por haberme contado esa historia; me hace extrañarla menos, ¿tú cómo le haces? ¿Verdad que tú no vas a regañarme? Por eso mamá me dejó contigo —¡Sulita! ¿Otra vez hablando con esa muñeca? Directora, Sulita está otra vez hablando con su muñeca Tía, las dos están muy sucias y traen lodo en las bocas.
4
delatripa 39.
diciembre 2018.
La búsqueda.
Beatriz Mejia
—Se llama Alejandra— dijo. Y se sostuvo de la cerveza para no irse de bruces contra la mesa. Era su primera señal de vida después de dos horas explicándome: el proceso de fermentación del líquido, en aquella botella que continuamente amenazaba con caérsele de las manos. La cuenta de las botellas era desconocida para mí; porque, después de la número veinte tenía mis fichas garantizadas, y ya no me preocupaba seguirlas contando. Esa noche le tocaba a Tita estar en la barra y nunca me hacía malas cuentas. Por fin volvió a mirarme, sus ojos vidriosos aún eran cálidos y no pude evitar estremecerme como el primer día que lo vi. Hacía ya quince años de eso. —La conocí en la primavera, pero ella hablaba de casarse; yo me sentía muy seguro de su amor y me hice el sordo— decía con voz apagada. Aquel hombre apenas podía articular palabras pero, experta en el lenguaje de los borrachos, no me costó nada entender que había decepción en su discurso, y también culpa. Me estaba contando todo a mí, y era consciente que no solo era su escucha, también era la que más lo había amado. Echó otro trago a la garganta y rozo mi pierna más por camaradería que por deseo. Nuevamente se había enamorado de una chiquilla que después de la novedad, lo abandonaría a su suerte. Y yo, que rayaba ya los treinta, había dejado de ser desde hace varios años un objeto de deseo para aquel hombre de mediados de cuarenta. Ahora, como su resignada confidente, seguía callada las peripecias del sátiro en la búsqueda incesante de la nínfula perfecta. Esas palabras no eran cosa mía, era un rezo copiado muchos años de viva voz de mi amante, porque después de caer rendido le gustaba filosofar (otra palabra suya) y yo prefería aceptar otra hora para tener un respiro extra. Al principio era la conveniencia del descanso, pero también porque en ese tiempo a sus treinta años, aquel hombre desaliñado de lentes remendados parecía tener todas las respuestas; incluso de aquellas cosas que ni me preguntaba. Por ejemplo, me explicaba todo lo que se debía saber acerca de Lolita, un libro que insistía en ponerme a leer pero que, en cuanto me contó de que se trataba ¡inmediatamente rechacé! Aquel escritor diciembre 2018
delatripa 39
5
pervertido que sigo sin aprenderme el nombre ¿Nabo qué?, ¡Del nabo qué! Le decía completamente salida de mi poca paciencia de adolescente. Él, que no paraba de reír por mi obstinación, terminaba con una sonrisa tierna. Y algo en su vientre le recordaba a qué había ido, y entonces su sonrisa se tornaba maliciosa y me tumbaba en la cama con la energía renovada. De eso hacía ya mucho tiempo, y con el correr de los años mientras para otros clientes ya comenzaba yo a llamarles la atención, para mi amante se iba difuminando como la terminación de mis rasgos infantiles. —No te preocupes, la próxima vez iré con calma— Me aseguró. Mientras tomaba otro trago amargo del líquido que centellaba en la botella número, yo que sé. Ahora los desamores se sucedían con más frecuencia para él, cada primavera. Ya sea por una y mil excusas. Ahora, el cansancio en su mirada se extendía hasta su cuerpo; aunque la chispa en su sonrisa se embarcaba cada cuando en la búsqueda perfecta. Un día, su mano desaparecerá de mi pierna y solo ahí me daré cuenta que el invierno ha llegado.
6
delatripa 39.
diciembre 2018.
diciembre 2018
delatripa 39
7
8
delatripa 39.
diciembre 2018.
diciembre 2018
delatripa 39
9
10
delatripa 39.
diciembre 2018.
diciembre 2018
delatripa 39
11
12
delatripa 39.
diciembre 2018.
Mi velorio.
Ana Helen Sánchez Herrera.
Pedí que no se le avisara a nadie de mi deceso. Ni muerta quiero gente hipócrita en mi casa. Mi familia son los únicos seres que siempre han estado a mi lado incondicionalmente, siempre. Sabía que esto pasaría tarde o temprano, así que he dejado todo preparado, nunca me gustó ser una carga para nadie, por eso pagué el servicio funerario con tiempo anticipado, porque si algo tenemos seguro es la muerte, más aún cuando sabes que estás enferma. Lo que más me duele dejar es mi hijo, es pequeño y aun me necesita. Mi padre lo toma de la mano mientras caminan detrás de mi ataúd, me llevan a mi última morada, mi niño camina lento, cabizbajo, con los ojitos y naricita roja. Mis hermanos abrazan a mi madre, mi hermana es sostenida por la mano de mi padre y mis cuñadas, Mariana y Nancy van juntas. Mis sobrinas, todas ellas adolescentes de entre trece y dieciséis años e hijas de diferente mamá, y aun que tienen el alma emponzoñada, en estos momentos se apoyan y consuelan unas a otras. Solo espero haber sido un mal ejemplo para ellas por no seguir los tiempos ni los lineamientos que la sociedad nos impone por ser mujeres, espero que al haberme conocido hayan entendido que no es fuerza casarse a cierta edad y que no deben hacerlo solo porque se les va el tren, el amor no necesita un papel, qué si quieren tener un hijo, lo tengan cuando ellas quieran tenerlo y que no hay límite de edad cuando se quiere estudiar, que siempre vayan por lo que quieren. Nunca es demasiado tarde. Escucho, a lo lejos, “El rescate” de Enrique Bunbury; la caja con mis restos ha descendido al agujero y la tierra me cobija con su calor; como dice otra de sus canciones, “No fue bueno, pero fue lo mejor.”
diciembre 2018
delatripa 39
13
El vestido de lentejuelas.
Rocío Prieto Valdivia.
Cada noche, Araceli se quita el maquillaje frente al espejo; en el pequeño cuartito de azotea que renta en la colonia Roma. Minutos más tarde cuenta cada peso que ha ganado durante la noche; separa dos billetes de 20 pesos y los pone bajo las almohadas de sus pequeñas hijas, les besa la frente, les hace la señal de la santa cruz y se sienta a estudiar bajo la tenue claridad de una vela. Una hora más tarde plancha los uniformes, coloca los platos boca abajo, no sea que una cucaracha deposite su excremento en ellos, y de su bolso saca unas cucharillas de plástico. En la nevera hay leche fresca, yogur y un emparedado para cada una de las niñas. Hoy la fortuna ha estado de su lado. Julio, su cliente nuevo, le ha cumplido cada capricho. Araceli no es tonta; ha fingido inocencia, y Julio cayó en su juego; el círculo vicioso del deseo apenas comienza. Araceli da un beso que enciende a Julio. Y lo deja encendido, pensando en sus redondos pechos, en esas piernas largas y en arrancarle el vestido de un solo intento. Minutos después se despide con la promesa de volver de nuevo. —¿Paso por ti el sábado? —Los sábados cobra muy caro la niñera; sería el doble— le dice, mientras se inclina un poco y esos redondos pechos lo excitan. El regordete hombre de 60 años saca de su cartera un billete de 500, al dárselo le toca un pecho; Araceli se tiene que guardar el asco para otra ocasión, mejor sonríe. —Te espero el sábado. El auto rojo de Julio arranca, mientras ella apresura los pasos en esa oscura avenida que conduce a su casa. Encuentra un teléfono público y de ahí llama a sus hijas. Contesta la más grande, y le dice que habrá una función de payasos cerca de la casa, la madre le promete dejarles el dinero donde siempre. Araceli quisiera no estar en esa esquina, no mentir sobre su nombre. Para Julio es Sonia, para Josué es Sandra, sólo para Adán es Araceli; esa mujer que es inalcanzable, la dulce Araceli, la callada, y casta Araceli. La chica que lo vuelve loco, que es su compañera en la clase de filosofía. La que con esfuerzos saca a sus hijas adelante, la que pasa horas en la biblioteca leyendo; la compañera que a quien le cuenta historias sobre princesas y dragones.
14
delatripa 39.
diciembre 2018.
Araceli se instala en sus recuerdos de niñez, y se lamenta de su suerte, repitiendo la misma letanía que por años ha escuchado de su madre: Si no hubiera sido tan tonta, si no se hubiera quedado sola, si no… Y se ve a ella misma mancillada por su padrastro, casada con Félix, siendo tan infeliz. Cierra los ojos por un momento, respira y el aire en sus pulmones le aclara las ideas. Se sienta de nuevo en el sillón y toma su libro, mañana tendrá que resolver un examen sobre los poetas del siglo XX. Entre cierra los ojos para evocar el rostro de su amigo, de su cómplice aunque se niegue a ella misma Adán la hace sentir especial y única. En la oscuridad de ese cuartito de cuatro por cuatro metros, con su vestido de lentejuelas brilla de nuevo, gritándole a los hombres su verdad, una que ella no quiere aceptar.
diciembre 2018
delatripa 39
15
Restaurar.
Pedro Hernández.
Últimamente ha estado causando problemas; llevo días tratando de vaciar su base de datos, pero esta cosa solo forcejea o no sigue mis órdenes. Al parecer tampoco responde a comandos típicos. Si no hubieran existido estas cosas no pasaría por esto, tienen una capa más resistente, perjudicando el proceso de corregirlo. Creo que sus circuitos están fritos, pero aún puede hablar, mover partes de su cuerpo y aún responde a cualquier tacto que su cuerpo detecte. —Has sido malo, creo que solo me costará más hacer que te reparen. Es mejor que yo mismo me encargue... Solo es cuestión de tiempo que su esposa y sus hijos de se den cuenta, que ese viaje de negocios tomará más de un mes. —Por favor, ¡déjame ir ya!— Suplicó después de retirarle la cinta. —Estás defectuoso. Debo repararte para tu familia, has sido malo. —¡Es una orden! ¡Déjame salir de aquí maldito pedazo de metal!— Volvió a suplicar. —Solo necesito abrir la base de datos. Tan fácil como lo que usted hizo después del accidente y mire...quede como nuevo. —Serás un humano perfecto, lo juro… Alrededor del sótano, sonó el crujir violento de un hueso rompiéndose.
16
delatripa 39.
diciembre 2018.
La madrugada.
Heriberto Morales Leyva.
Desde hace unas horas dejé de existir para todos los que me conocen; recién hoy me trajeron a la que fuera la casa de mi niñez, ya me colocaron en la caja y mis padres, pobres viejitos, no dejan de llorar, lloran perdonando al cansancio, muriéndose en cada lágrima conmigo, ahí viene mi hermano Eduardo a ponerle un suéter grueso a mi madre, al parecer no le ha bajado la fiebre desde hace tres días que la visité, mi padre después de varios meses de estar en cama por fin se levanta, tiene los ojos más tristes que nunca, Uriel ya se incorpora a la escena, le pide a mis padres que se sienten, para que no se cansen de estar parados. Uriel, mi hermano menor, se me acerca, me mira y platica su sentir, me está recordando nuestra niñez, todas las travesuras que de niños hicimos, las veces que nos hicimos llorar, ahora él me hace llorar a mí, balbucea y con sus lágrimas riega mi cara como a una planta, como si quisiera darme otra vez vida, dentro de mí también lloro porque ya no me sale nada de los ojos, llora, se va, me dice gracias, perdón y te amo. Mientras lo veo alejarse también le digo te amo. A lo lejos oigo a mi pequeña sobrina Astrid que pregunta por mí, mi cuñada trata de distraerla para que no se enfrente a pensar en la muerte a esa tiene edad, yo estoy de acuerdo, no merece una escena así, viene mi hermano Julio a poner flores cerca de mi féretro, tiene los ojos rojos, no quiere verme, pero en un descuido me alcanza a ver, empieza a sollozar como un loco, el más inexpresivo de mis hermanos esta alterado, mi cuñada viene y lo consuela, tiene ya la camisa mojada, a lo mejor de sudor o de lágrimas, pero a esta hora nadie suda, son las cinco de la madrugada y no entiendo por qué puedo percibir esta escena, oigo que mi hermano mayor acaba de llamarle a Julio, dice que ya viene de Morelos…
diciembre 2018
delatripa 39
17
18
delatripa 39.
diciembre 2018.
diciembre 2018
delatripa 39
19
20
delatripa 39.
diciembre 2018.
diciembre 2018
delatripa 39
21
22
delatripa 39.
diciembre 2018.
diciembre 2018
delatripa 39
23
24
delatripa 39.
diciembre 2018.
Fin de la vida.
Irma Margarito de la Cruz.
No me imaginé morir tan cruelmente. Mis papás pagaron un dineral para comprar la caja que es de un color café oscuro; mis hermanas también cooperaron para el transporte hacia mi pueblo natal. Compraron todo tipo de flores para el funeral. Mi mamá me bañó después, me vistió con una ropa nueva y me tapó con una cortina blanca. Me velaron en la casa de mis padres donde nací vinieron las familias a verme, mis abuelos, mis tíos y otras personas que me conocieron. Desde aquí puedo sentir el llanto de mi madre con mis hermanas, mis hermanitos están jugando en el patio. Conforme va apareciendo la gente le dan el pésame a mi papá, las personas traen veladoras que le dan a mi mamá para que alumbre en donde estoy. Veo a mis tías ayudando a mis hermanas a servir de comer a las personas que llegan. La banda de viento empieza a tocar. Después de una noche, al otro día me llevan al camposanto a enterrar, fueron cargando mi ataúd hasta llegar al cementerio, mi padre, mi esposo, y mis tíos. Y la banda de viento venía atrás de nosotros, llegando ahí me enterraron me pusieron flores alrededor y las veladoras. Yo veía mi esposo llorando como nunca, estaba muy triste. También yo lloraba mucho, al saber que mis familias estaban destrozadas, y que nunca me volverán a ver, pero de una cosa estaba segura, que por fin iba a conocer a mi bebé por primera vez, ver su carita, mi niña, mi ángel de la guarda que me está esperando allá en el cielo.
diciembre 2018
delatripa 39
25
Furtiva.
Paty Rubio.
Se hallaban sentados en un viejo bar de la ciudad. Lalo no podía evitar la nostalgia en sus pupilas. Los tres días al lado de Liza, estaban devolviéndole la calma y la alegría. —¡Ven conmigo!, el vuelo a Los Ángeles sale a las nueve de la mañana. Dijo ella, mirando esperanzada a quien fuera el amor de su vida y la causa de no haberse casado nunca. Tuvo novios, amigos, amantes… pero no se casó, aunque se lo pidieron muchas veces. Y aunque lo había intentado, nunca pudo quedar embarazada. ¿Cuántos años habían pasado? ¡Una vida entera! Sus padres se la llevaron de Nayarit sin previo aviso, de la noche a la mañana. Así había sido siempre. Nunca regresó a Compostela, y un año después de estar viviendo en Tamaulipas se la llevaron a los Estados Unidos. Cuando llegó a vivir a Compostela, tenía 16 años. Conoció a Lalo en la playa; y desde el primer momento supo que lo amaría siempre y quería que fuera él quien le curara esa virginidad que le estorbaba. Para Lalo también fue una revelación. Él, recién había cumplido 17, y un año atrás había comenzado su recorrido con las putas de la Zona Roja del pueblo. Con los amigos alardeaba de conocer lo que una mujer necesitaba en la cama. Cínico, decía que las mujeres sólo eran para acostarse con ellas. Estaba acompañado de su mejor amigo cuando descubrió a Liza. Aquel día Lalo al ver a la chica que se acomodaba sobre la arena para asolearse a unos cuantos metros de ellos. —He dicho una verdad a medias; ahora me doy cuenta de que hay mujeres para coger y otras para casarse. Sentados uno frente al otro en el viejo bar de Compostela, Liza le pidió que la acompañara a Los Ángeles. Lalo habló con voz temblorosa, despacio; ella escuchaba el monólogo, casi sin parpadear. Y a medida que él contaba lo sucedido, los ojos se le iban anegando en llanto —Partiste sin despedirte, y eso marcó mi vida. Nunca, nunca deje de pensarte. Al lograr tener independencia económica te busqué. No quise jamás lo suficiente a nadie como para casarme. Conocí a muchas mujeres, pero en todas te buscaba. Cuando llegué a los cuarenta y cinco, una mujer me dio la noticia de que sería padre. El chico se llama Romero, ahora tiene tres años, lo amo mucho, pero ni él me llevó a casarme con una mujer que no amaba como a tí. Lo veo cada fin de semana. 26
delatripa 39.
diciembre 2018.
Y siguió y siguió hablando de los años esperando una carta, una llamada que le indicara donde podía encontrarla. Le relató sobre cuántas pistas falsas llegaron a darle de su paradero, y las tantas veces que viajó por el país en pos de ella. Siempre regresando a Compostela con los pies a rastras y la ilusión resquebrajada. De cuántas veces se llegó a olvidar de su propósito de olvidarla, para por fin dejar de ir tras ella. Y ahora, cuando sin esperarlo ella regresaba a darle de nuevo una ilusión, estaba Romero en su vida y… Liza supo que no sería justa con él si insistía en apartarlo de su hijo. Estaba enferma y pronto moriría. ¿¡Cómo atreverse, después de ilusionarlo, a dejarlo y ésta vez para siempre!? Se levantó de la silla, secándose los ojos con el dorso de la mano y tomando su bolso: —Ya regreso, voy al baño. Lalo se quedó mirando la mesa. Liza salió del establecimiento. Subió a su carro y se fue llorando, sin mirar hacia atrás.
diciembre 2018
delatripa 39
27
Los ojos tras los árboles. Waldo Contreras López.
Aquella mujer de complexión delgada, huesos gruesos, piel morena y ojos de alimacoa, puso el fluir de su sangre en alerta nomás sintió ese ligero cambio en la atmósfera inmediata, en los límites de aquel vasto pedazo pelado, en medio de aquel exuberante bosque que se alimentaba del manar eterno de aquellos otrora caudalosos ríos, bajados de las vertientes de la sierra madre. Esa casi imperceptible perturbación de la naturaleza la había empezado a notar, cuando de verdad empezó a admirar y amar a aquel hombre de gestos pacíficos, mirada clarividente y sonrisa escasa. Nativo de aquellas tierras y orgulloso de su sangre, aquel muchacho de estatura media, musculoso, muy moreno y de pelo largo, tieso como como hojas de palma, tenía una presencia poderosa donde fuera que se parara. Su joven compañera de vida había adquirido una sensibilidad tan intensa para percibir hasta el zumbar de la sangre correr entre los músculos de su amado. Ella sabía que Yerabo estaba por llegar aún y cuando él apenas estaba a unos cincuenta metros del pequeño poblado. Los pasos de Yerabo eran tan pesadamente silenciosos que se escuchaban por encima del silencio humano; y más todavía, por encima del tronar del bosque y todo su esplendor, y aún mucho más, por encima del estruendo de la tormenta que llegaba junto a él. Surabi supo de la cercanía de aquel portento humano, pues las chicharras, grillos y pájaros que chillaban de oscuridad y viento fiero, callaron asombrados ante el acariciador silencio de aquel andar y se sintieron al fin en otra buena compañía en medio de tanta naturaleza, y se pusieron mejor a escuchar aquella suave música monótona, hermosa como un preludio y certera como un rítmico compás indígena. Cuando Yerabo cruzó el dintel de la choza, su compañera ya soplaba la hornilla. Él sintió su cálida prestancia femenina, el aroma a té de hojas de guayaba y escuchó el crepitar de los elotes, tomates y chiles que se asaban a brasa directa. Pero lo que más amaba sentir era el amoroso mirar de tres pares de ojos que le observaban con curiosidad e idolatría siempre renovada en cada noche, desde un enorme petate de vaqueta tendido en el suelo y acolchado por hojas de sauce. Surabi le recibió con los brazos extendidos hacia delante, tomó con fuerza sus antebrazos y le besó ambos puños mientras se lo comía con esos bellos ojos de serpiente de río. Los niños se levantaron de la 28
delatripa 39.
diciembre 2018.
vaqueta de un salto, y se empezaron a querer montar sobre sus hombros. Apenas terminaban de cenar cuando Yerabo escuchó un zumbido cada vez más fuerte dentro la aldea. Eran sus vecinos quienes esperaron el tiempo suficiente para acudir en muchedumbre a casa de aquel joven. Fue el más viejo del grupo quien le llamó desde fuera con una urgencia sabia y pausada. Se levantó de la mesa, no sin antes darle caricias a la joven mujer e increpar a los niños duramente para que apuraran a echarse al petate y dormir. Yerabo sintió el aliento caldeado de aquel nutrido grupo de hombres y percibió el respiro y mirar anhelante que esperaba como siempre una respuesta. El anciano cortó con su voz estentórea la tensa interrogante que flotaba, y casi se podía palpar entre el dintel de aquella casa aromada a mujer, comida y candidez infantil: —Los ricos del pueblo quieren ver tus piernas batiendo el aire. Creen de verdad que les has ofendido mucho. —Nada han de hacerme. Soy invisible a ojos de rico. Son tontos criollos que no ven más allá de la fibra que cubre sus ojos de rana. —Morirás entonces, la terquedad en tu caso es quien asesina. —Viviré para contar historias años después, historias de sabio anciano. Viviré, pues los grandes abuelos de esta gigante vida-vibra me protegen. Ellos son yo y yo soy ellos, por algo estos criollos me temen y hasta me nombran "el mal verde". II. Yo escuché la bella cacofonía que construían con sus gargantas toda la animalada parida por nuestra madre. Tanto las cigarras y grillos; tanto el pájaro del alba y su maníaco cantar a la negra noche; tanto el ulular del búho y el grito espanta niños de la blanca lechuza; tanto la música siempre eterna de la hoja en cada árbol, clamaban el callar del silencio en el pisar poderoso de Yerabo. Toda la natura clamaba a grito pelado para acallar el zumbido que hacían los pies de mi muchacho tratando de huir de la muerte que lo jalaba por el cuello. Sí. Escuche usted, jovenazo. Yerabo fue colgado por el cuello hasta morir. ¿Qué le espera a su cuerpo recio? Me preguntaba... su pisar ya no lo besa mi madre. Su voz se ha ahogado por el tensar victimario de la terquedad... su cuerpo. ¿Te digo algo? Me preocupaba de verdad aquel día, por su joven y pesada antipresencia... su adiós sin palabras recién hecho. Mi pobre muchacho. diciembre 2018
delatripa 39
29
Fue emboscado por esos hombres. Esos criollos. Yerabo ya los había agraviado mucho con sus cada vez más frecuentes asaltos; esos atolondrados e ingeniosos actos de justicia. Se disfrazaba de bosque ¿sabes? De ramadas y varas de carrizo; confiaba mucho en esta tierra madre que lo pariera con ése, su carácter temerario y piadoso ¿sabes? Asaltaba a esos hombres y mujeres ricos para ayudar a su gente... nos amaba tanto. No es bueno ser terco, confiado y cándido a la vez. Lo vi colgando de aquella rama. El viento lo besaba y el viejo abuelo árbol parecía querer bajar su rama para que los pies sigilosos de mi joven aplanaran de nuevo la tierra y se fuera corriendo como coyote, lejos, lejos de la muerte. Mi muchacho, nuestro hombre. Y lo colgaron para escarmentarnos. En ese abuelo gigante que está nomás entrando a nuestra tierra, ese viejo tule, convertido en arma de suplicios y muerte... Hasta fiesta hicieron, esos canallas rubios... Su cuerpo no pudimos tenerlo para darle la ceremonia que todos nosotros merecemos. A los días, nomás divisé un montón de piedras de río; lo sepultaron como cristiano y en su cruz el cura de la biblia lo llamó Jesús. Ese nombre. Dicen que el hombre de la cruz llamado Jesús había sido un piadoso, valiente como nuestro Yerabo... Los dos vapuleados y asesinados como gente mala. ¿Qué coincidencia, no?
30
delatripa 39.
diciembre 2018.
Una muerte sombría. Juli Calleja.
No tenía idea de que la muerte fuera tan sombría u oscura, no se le olvidan aquellas personas que murmuran en esa casa de frío adobe y con un día de cielo nublado, que hacía que la gente se sintiera tan miserable ante la muerte. Los de enfrente, se encontraban espantados y tratando de recuperar el aliento, cuando se enteraron de que le habían dado un balazo en la nuca, cruzando la calle, al efectuarse un tiroteo entre los grupos criminales. Su hermana mayor, de cabello largo, se encontraba en la esquina junto con sus dos hijas, lloraba, porque en vida la quiso mucho y no aceptaba la muerte de su hermana menor. Su féretro estaba adornado con tela azul, se encontraba en medio de la sala, en cada esquina tenía una vela y la familia se encontraba en un rincón de la casa platicando que habían gastado mucho a la hora de recuperar su cuerpo en el SEMEFO, mientras que uno de los familiares se encontraba moviendo los frijoles en la olla para los demás parientes. Ella ya estaba allí, conformándose con lo que había en ese cementerio, con un olor putrefacto a su alrededor, escuchando el llanto de los vivos que van a visitar a sus familiares o amigos, quienes sentían un profundo dolor desde el fondo de sus almas porque ya no estaban con ellos. La vestidura blanca que lleva puesta no estaba tan mal, no podía pararse y verse en el espejo, pero se sentía cómoda con ese enagua y huipil blanco que le dieron en su primera comunión, el rosario que lleva en sus manos es muy llamativo, era un regalo de su madrina, pero a la vez, se sentía incomoda, porque no se podía mover. En su funeral se veía todo tipo de flores: rosas, lirios, claveles... Había veladoras y velas que humeaban toda la casa y las cuales por un instante pensó que estaban llorando. Le agradaba el olor a copal y se preguntaba, ¿Y ahora qué sigue?
diciembre 2018
delatripa 39
31
La muerte de una mujer. Lizeth Márquez Flores.
Octubre lunes por la tarde, la calle luce desierta. Transitas agotada después de un arduo día de escuela y trabajo. Unas botas militares caminan detrás de ti, el miedo inunda tu respiración. Corres apresurada quieres escapar, no puedes, te arrastra hacia el callejón. Te amordaza, te agrede con instinto animal, tu cuerpo se consume en dolor ya no puede más. La muerte desvanece tu vida, te besa los labios y dice “descansa en paz, querida.” Tres días después te encuentran en un terreno baldío, llegan policías acordona el lugar toma fotos y te trasladan a SEMEFO es allí donde inicia la pesadilla. El rostro de tu madre perdido, palpa tu cuerpo desmembrado, limpia cada centímetro de ti. Te viste con colores vivos con un vestido blanco, trenza tu cabello que hasta el lunes era largo. Te sientes a gusto porque sabes que estás en tu pueblo. Las cuatro paredes del ataúd son incomodas, tu cabeza está trazada por algunos rastros de navaja, tus labios lucen de un color zarzamora. Tus pies descalzos e hinchados tienen un olor desagradable. Entre tus manos rechonchitas un costalito de maíz, frijol y mostaza, un bule de calabaza lleno de agua y un ramillete de margaritas posado en tu abdomen. El techo de láminas iluminado por el reflejo de las velas, simultáneamente dan luz a lo que antes pudo ser tu rostro. Tu padre te mira desquiciado de terror, te besa la frente repetidas veces diciendo “voy a encontrar a ese maldito y voy a vengar tu muerte.” Ver así a tu madre y a tu padre te duele más que estar muerta. Luz, tu hermana pequeña pasa sus manos sobre tu rostro intentado despertarte, su desesperación se nota en el temblor de sus dedos, inocentemente pregunta “¿mamá, por qué no despierta? Parece otra, su rostro no es el mismo ella no es mi hermana.” Tú te conmueves y gritas pero nadie te escucha. Arturo con su rostro inexpresivo, pone en tus manos una flor silvestre y se retira escondiendo un par de lágrimas bajo la manga de su camisa. Tus otros tres hermanos se hacen los fuertes, no te lloran. La lluvia rodea las paredes de tu casa de madera. Sara y Rebeca vienen a tu despedida toman un par de tragos, pensativas y como recordando el domingo antes de tu muerte. Sara llora en silencio no pude creer lo que pasa, Rebeca es más animosa no llora siempre fue así. Él no llega, quizá piensa que por no asistir el jueves a la cita lo estabas rechazando, quizá no se enteró de lo que te sucedió. El olor a pan y café abren tu apetito. Al inicio de la noche había muchas personas llorando tu ausencia poco a poco fueron disminuyendo y quedaron las que te ama de verdad, una mujer dice casi musitando “tal vez se lo merecía.” El ruido del amanecer te despierta cuando duermes después de
32
delatripa 39.
diciembre 2018.
morir, afuera las flores de muerto bailan de izquierda a derecha al paso de la aurora, unas mujeres cantan entre el llanto. Se eleva tu féretro, tu cuerpo se mueve de un lado a otro. Si estuvieras viva eso te dolería. Tu madre se aferra al ataúd diciendo que no te puedes ir, que eres muy joven para morir, pero ya estas muerta. Sigue abrazada a los restos de tu cuerpo sin dejar de llorar. Las piedras suenan sobre la madera, allá abajo es húmedo y tétrico. Lo último que recuerdas son voces diciendo “descansa en paz” tú sabes que no va hacer así. Ya te imaginas a tu madre en plena avenida de la ciudad con pancartas exigiendo justicia, gritando “¡Ya no más feminicidios en Guerrero!” y te das cuenta, que descansar en paz, es imposible.
diciembre 2018
delatripa 39
33
Más allá de la muerte. Marisol Guadalupe Velasco Pino.
Si hablo de todas las vidas que se ha apropiado el mar no terminaría, pero basta con contar el casi rapto de la mía. Aquel día de las vacaciones de verano, nos dirigíamos de regreso a nuestro hogar. Habíamos ido a visitar a la abuela a La Costa Grande y de regreso quisimos aprovechar el último día de vacaciones y pasamos a Acapulco. Todo marchaba bien, mis hijas jugaban en la arena, era la primera vez que lo visitaban, así que estaban muy emocionadas. Cayó la puesta de sol y nos disponíamos a partir, hasta que por unos segundos me distraje comprando alguna chuchería y al voltear de reojo noté que Alexa, mi hija mayor, ya no estaba sentada en la arena. Le grité a mi madre preguntándole por ella y solo me respondió: ¿qué no estaba contigo? Tiré el esquite que había comprado en el momento que la vi siendo revolcada por la ola, salí corriendo sin importar que no supiera nadar, fue extraño que el agua no me permitiera llegar hacía ella. Poco a poco se la iba tragando conforme yo avanzaba. Logré tomarla por el brazo y la levanté para que pudiera respirar. Desde aquel momento tardé para ir al mar, a veces lo culpaba pero en otras lo tomaba como un escarmiento para tener cuidado con lo que me importa. En el cuento Lo secreto de la autora María Luisa Bombal, nos insinúa una muerte que no se percibe por los personajes ¿Pero cómo saber que estás muerto? A lo largo de la historia se habla de vida después de la muerte, la vida eterna la llaman algunos. Pero no lo sabemos, también cabe la posibilidad de volvernos seres extraños a este mundo, como en un pirata fantasma por ejemplo. Por otro lado hace reflexionar acerca de aquellas muertes que han ocurrido en su extensión. Y no solamente respecto a piratas, si no a accidentes, descuidos, tal vez muertes intencionales, etc. Vidas tragadas por el mar, porque por estar en un territorio o vida ajena, ella ya nos toma como pertenencia. He ahí el secreto de la espuma, ella sabe lo que ocurre en ese paraíso aparentemente color azul, sabe lo que no podemos ver. “…las olas al retirarse dejaran atrás un largo manto real hecho de espuma, de una espuma irisada, recalcitrante en morir y que susurraba, susurraba… algo como un mensaje"1. 1
34
B om b a l , M ar í a . “L o s e c r e t o ” . h t t p s : / / ci u d ad s e v a. co m . We b . 1 5 . oc t . 2 01 8 . https://ciudadseva.com/texto/lo-secreto/.
delatripa 39.
diciembre 2018.
Aquel mensaje que no entendemos es el de una muerte, el de alguien encerrado en una situación que no sabe si es real o irreal. ¿Cómo va a saber que está muerto más que con las señales que se presentan? Alguien que no existente físicamente no deja huellas tangibles en este mundo ¿y cómo un humano puede estar respirando bajo el agua? La muerte no se puede entender, ni saber en qué momento dejas de existir, puede que al niño de 15 años lo hayan despertado las estrellas marinas porque ya se estaban comiendo la cáscara que lo cubría y que ellas le hayan quitado la esencia de dejar huella. Fantasmas o no, ya formaban parte del misterio que invade las aguas de los mares, buscando la manera de escapar de sus propias almas, mientras tienen sentimientos encontrados y el único mar que han encontrado es el que les da batalla por dentro. Lo llegué a interpretar como seres fantasmales por el hecho de la luz verde que los bañaba parejo, y poniendo como referencia personal, que en una caricatura llamada Bob Esponja un personaje es un pirata fantasma que vive bajo el agua, El Holandés Volador (llamado así en la 2 caricatura) . Siguiendo la teoría de Umberto Eco he creado el pacto ficcional con el cuento, donde he vuelto existente lo que en él está dicho. También hago una interpretación desde mi punto de vista y cómo lo relaciono con las experiencias como lo plantea el teórico Paul Ricoeur cuando se refiere a que el texto se vuelve autónomo, en cuanto pasa a manos del lector.
2
Nombro esta caricatura como una forma que me han pintado a un pirata fantasma que vive bajo el mar.
diciembre 2018
delatripa 39
35
El silencio de Helena.
Marta Aragón R. El silencio era hostil casi perfecto. Jorge Luis Borges.
Silenciosa, Helena hilaba en la rueca con los ojos puestos en el huso y la mente en la lejana Lacedemonia donde vivió con su primer esposo, el de la rubia cabeza, el Atreida Menelao de quien había huido con uno de los hijos de Priamo, rey de Troya. Ofuscada por la voz de Afrodita, de hermosas mejillas, decidió dormir en el mismo lecho que Paris, príncipe joven y hermoso, en Ilion la tierra de domadores de caballos. Recordó el viaje en la negra nave bajo Urano lleno de estrellas o iluminado por la ruta Helios. El girar de la rueca engrandeció el silencio que vibraba en las paredes de piedra de su estancia. Estaba sola, rodeada de aquel silencio espeso y abrumador, y en momentos como ése, el arrepentimiento se le clavaba como estilete en medio del pecho. Se dijo: perra, maldita, merecedora que la negra ker la sumiera en el profundo sueño de la muerte, pero ignoraba los designios que tendrían las inexorables Moiras para ella, mujer bellísima, de carne débil. Detuvo la rueca al terminar de hilar el blanquísimo vellón de las ovejas de Troya. Se puso de pie y se acercó a la ventana abierta desde donde se contemplaba la costa que se diluía en el horizonte. Allí estaban ancladas, muy cerca de la reventazón del oleaje, las negras y cóncavas naves de los aqueos con el velamen arriado. En ellas se encuentran Agamenón y Menelao, dispuestos a llevarla de regreso a Esparta. Un estremecimiento helado se instaló en la boca de su estómago. La sangre correría como río, y era posible que ella misma estuviera viviendo sus últimos días. Levantó la vista y se contempló en un gran espejo de estaño bruñido adosado en la pared frente a ella. Podía verse 36
delatripa 39.
diciembre 2018.
de cuerpo entero. El peplo era de lino finísimo, traslúcido, dejaba ver sus formas perfectas; la cara ovalada, blanca como alabastro, adornada de facciones armoniosas que resaltaban la negrura de sus rizos sostenidos por una diadema de oro, cayendo suaves sobre sus hombros altos y torneados. Su belleza, que le había significado gloria y castigo, era amada por reyes, en medio de una guerra que ponía en peligro a Ilion, tierra de domadores de caballos. El espejo le devolvía su propia imagen, razón del amor y deseo que provocaba. No sólo Paris frecuentaba su lecho, hasta el mismo Priamo, de brazos y piernas sarmentosas, había buscado las mieles de su cuerpo. Pero ninguno le provocaba placer más intenso que Héctor, su cuñado, que visitaba su lecho cuando Paris se iba en busca de efebos o doncellitas según le apeteciera. Comprendía la torva mirada de Andrómaca, de oscura piel cetrina, mujer alta y elástica, de negra cabellera. El silencio entre las dos mujeres era conocido por todos y las razones también. Paris fingía no saber. Dejaba que Helena disfrutara los goces del amor a su antojo. Bendecida por Afrodita merecía deleitarse con los placeres de la diosa. Regresó los ojos al espejo, Paris lo había hecho montar en aquella pared porque adoraba contemplar su desnuda piel aceitada bajo la parpadeante llama de la lámpara de aceite. Helena había entendido que Paris estaba más enamorado de sí mismo que de ella. En cambio Héctor era diferente, carecía de esa belleza casi femenina de Paris, siendo dueño de un cuerpo viril y bien proporcionado. Un ligero estremecimiento la recorría cuando lo veía vestido para la guerra, con armadura y grebas
de bronce, el casco empenachado con crines de caballo, el enorme escudo hecho de nueve capas de piel de buey y la gran pica de fresno que no podían cargar dos hombres juntos; lo recordaba yaciendo junto a ella vencido y exhausto por los combates amorosos. Héctor carecía de la sutil perversión de Paris, y lo superaba con su virilidad portentosa. Cuando su acostumbrado sigilo desbordaba su imaginación, otro estremecimiento recorría la espina dorsal, era la profunda mirada de Andrómaca. Sabía que si ella era sigilosa, la mujer de Héctor era hermética, como odre sellado. Jamás cruzaban palabra, sólo aquella mirada que se clavaba en su carne y la hacía sentirse odiada hasta la muerte. Regresó a la rueca con sus manos aladas, invadida por el arrepentimiento de haber abandonado a su primer marido, el rubio Menelao, quien junto a su hermano había reunido a todos los aqueos que se aprestaban a la lucha dentro de las negras y cóncavas naves, con los velámenes arriados esperando el acto que detonara aquella lucha cruenta de la que ella era culpable, y volvió a desear que la oscura ker la sumiera en el último sueño. El siseo de la rueca se mezcló con el silencio que espesó hasta convertirse en noche densa, sin luna ni estrellas y una pequeña lágrima corrió por sus mejillas. Las palabras de Héctor chocaban contra las paredes de su mente con eco ensordecedor: Mañana irían al combate luego del sacrificio propiciatorio. Hacía unos momentos su cuñado había abandonado el lecho rumbo al tálamo que compartía con Andrómaca, madre de su único hijo, y Helena se dispuso a ponerse su mejor peplo, de heliotropo finísimo que resaltaba la negrura de sus cabellos y el blanco alabastro de su piel. Coronó sus oscuros rizos con una diadema de oro que reflejaba la danzarina luz de la lámpara. El espejo le devolvió el esplendor de su belleza oscurecida por el resto de la noche que se iba. Se dio vuelta para acomodar los pliegues de la túnica y se esparció por el recinto
un delicado aroma de sándalo que le habían traído de la India lejana. De un pequeño tarro de cerámica decorado sacó un poco de kohl con el que se sombreó ligeramente los ojos a la usanza de las egipcias, y pintó de carmín su boca pequeña y carnosa. Cubrió de brazaletes sus brazos y un par de pendientes brillaban entre sus cabellos. Lucía bellísima, los esclavos la contemplaban boquiabiertos a su paso lento y cadencioso. Despuntaba Helios cuando llegó al patio del palacio donde estaba todo listo para el sacrificio. Fue degollado un toro blanco, el mismo Priamo había cortado antes algunos pelos de la testuz para ofrecerlos a los dioses inmortales arrojándolos a las brasas en las que esparcieron también, cebada con sal marina. Desollado el bovino, se colocaron los cuartos engrasados, con las entrañas encima, sobre las brasas. Los dioses quedaron satisfechos con el aroma del sacrificio y los hombres con la carne del toro y las previas libaciones de vino rojo hechas en bellas copas de oro. El temor a la muerte cercana se esparcía entre los comensales, pese a que los ánimos se caldeaban por la proximidad del combate. Se escuchaba a los hombres de Ilion proferir maldiciones en contra de los argivos y los griegos. A poco rato los hombres rugían con el deseo inminente de acabar con los aqueos. Helena muy callada sentía sobre su ser la intensa mirada de Andrómaca que en esos momentos abrazaba a su hijo. Algo muy frío hizo que Helena palideciera. En cuanto se fueran los hombres quedaría a merced de su cuñada y no habría quién la protegiera. El viejo Priamo se iría al templo a suplicar a los dioses por el éxito de aquella guerra que ponía en peligro la vida de sus herederos, porque sus otros cincuenta hijos no eran merecedores de tanta gracia. diciembre 2018
delatripa 39
37
Los hombres partieron ajuareados con armaduras de bronce, cascos empenachados con crines de caballo y capas rojas que ondeaban con la brisa. El fragor de los carros de guerra, las pisadas de los corceles, el tintineo de las armas inundaron patios y edificios del palacio. Ruido que se fue diluyendo conforme avanzaban al campo de batalla. Helena se recluyó en sus habitaciones acompañada por sus esclavas que caminaron sigilosas detrás de ella. Hasta las habitaciones de Helena llegó el estruendo del combate, el choque de los metales, los relinchos de los caballos, los gritos de furia o de agonía de los combatientes. Imaginó a Helios resplandeciendo sobre los enormes escudos, cascos, armaduras y armamento; la sangre y las visceras derramarse de los vientres abiertos. Se estremeció. Criada bajo las estrictas reglas y la frugal vida de Esparta, nunca había podido entender el afán de los hombres por derramar sangre. Era mejor vivir pendiente de las placeres del tálamo. Por qué la muerte es la privilegiada, pensó, antes que un pensamiento temeroso se apoderara de su atención; el recuerdo de la torva mirada de su concuña la hizo temblar como una hoja bajo la brisa. El combate cesó al guardarse el sol, se silenció el ambiente. Ni los pájaros despidieron al día ni el viento agitó las ramas en los jardines. Sólo aquel silencio de hielo, de fría escarcha cayó con la noche en sus habitaciones. Helena dejó ir a sus esclavas en la creencia que las Moiras habían tejido su destino y su vida era una lámpara a punto de apagarse y en nada podían ayudarla. Estaba cansada de ese miedo visceral en agonía. Su belleza le obsequió placeres que tenían un alto precio, bajo el el odio sordo que Andrómaca le profesaba. Decidió no resistir, se abandonó a los designios inescrutables de las Moiras. Se quitó la fina clámide color heliotropo, las ajorcas, sandalias 38
delatripa 39.
diciembre 2018.
y diademas y sin más adornos se dispuso a a esperar tendida en el lecho, quieta y callada, como una estatua de mármol pulido. El espejo le devolvió su imagen perfecta, aquella belleza reconocida en toda la Hélade, y apagó la lámpara para sumirse en aquel silencio que latía furioso dentro de su cabeza. La espera se hizo eterna. Hasta que percibió unos pies descalzos acercarse poco a poco. Tembló como una hoja, como si la noche fuera el más crudo invierno, una presencia estaba encima de ella. La invadió un aroma de nardos, cayeron rizos pesados sobre el pecho, unas manos tibias se posaron sobre su cuello y sintió en la cara el aliento tibio, oloroso a menta. Andromaca le decía: ̶ ¿Creías que Héctor era el único que deseaba disfrutar tu belleza exquisita?
diciembre 2018
delatripa 39
39
40
delatripa 39.
diciembre 2018.
diciembre 2018
delatripa 39
41
42
delatripa 39.
diciembre 2018.
Dos relatos.
Waldo Contreras López.
Aurora Borealis. La vi por primera vez en la puerta de entrada del bar en donde laboro como mezclador de música y técnico de audio y video; me llamó la atención su figura menuda, sus piernas largas, su tez blanca como los pétalos de lirio y sus ojos, sus ojos enormes y azules: —¡Qué ojos tan bellos niña! ¿Son tuyos? —Sí —me contestó, con su sonrisa enmarcada por sus labios gruesos de boca grande y dentadura blanquísima— me costaron quinientos pesos en la “plaza de la mujer”—agregó mientras me empujaba para abrirse paso sin apartar su mirada de la mía, con gesto coqueto; se alejó al ritmo ruidoso de sus zapatillas, regalándome un adiós con su mano que parecía una mariposa agitándose bajo las luces de neón que iluminaban tenues el ámbito de la sala, y dejándome envuelto en el ámbito de su perfume, olor a cítricos, inundado en su risa sonora, musical y alegre de niña pájaro. Se ganó el corazón y el aprecio de todos en aquel bar con el paso de los días y a medida que se apoderaba de la pista de baile y los ánimos vespertinos ya decaídos en aquel bar de mala muerte. La jovencita era un prodigio de feminidad y coquetería, de dulzura y alegría explosiva; de cadencia, ardor y abrumadora desnudez sobre la pasarela. Se le veía corretear por aquí y por allá de un extremo a otro, con paso danzarín y una energía incombustible; era una de esas almas paganas y libertinas que solo existen para hacer de la vida algo digno de disfrutar sin despilfarro de ánimo ni pérdida de tiempo u oportunidad. Tenía talento para eso y más: se ganaba el pensamiento durante varias horas o días de todos aquellos quienes la veían en sus
convulsiones dancísticas; y se ganó el mío en especial. En la mayoría de sus ejecuciones sobre la pasarela o alrededor del brillante tubo cromado ella volteaba su rostro pálido y sudoroso hacia el cubículo desde el cual manejaba la música y las luces multicolor; ella dirigía sus miradas brillantes hacía mí sin avistarme en medio de la oscuridad, pero sabiendo que me embelesaba y sin duda la miraba, me regalaba su mejor sonrisa y su mejor evolución sobre la pista y luego, al terminar de ejecutar su número “el momento sexy”, bajaba las escaleras, se metía en mi reducto a oscuras y me obsequiaba besos en las orejas, palabras ardientes o alguna de sus prendas perfumadas. Así era con todos, generosa con sus estallidos de terremoto. Este pequeño prodigio de alegría andante nos regaló en una mala tarde uno de sus mejores días sobre el mundo: se encontraba “copeando” con un par de clientes, dos viejos lobos de las cantinas quienes pagaban el dinero necesario para que jovencitas como ella les acompañaran; tenían al menos unas cuatro horas de tertulia cuando, en el punto más animado de la fiesta, ella se puso de pié, se quitó las enormes zapatillas de plástico para luego aventarlas con gesto teatral a un rincón sobre el templete de los músicos, se acomodó el cortísimo vestido entallado color azul rey y luego se puso a bailar como gitana: levantaba las manos y batía palmas, giraba sacudiendo las caderas; su cabello largo y negro parecía un enorme pájaro luchando contra ella para liberarse de esa posesión demoníaca que le hacía moverse como una diciembre 2018
delatripa 39
43
loca sensual; y esas evoluciones tenían a todos perplejos, sometidos por una emoción (y la esperanza de que comenzara a desnudarse) que los mantenía sembrados y temblorosos sobre las sillas. Y al fin, el más viejo de quienes le pagaban la copa, golpeó una botella contra la mesa a manera de balazos, rompiendo el encanto en el cual estábamos todos hundidos, y le gritó entre risas: “¡Hey, ven acá pinche cabrona maníaca, no te estoy pagando para que le bailes a todo mundo”. Ella se detuvo al instante con aires de ofendida, golpeó el suelo con su pie descalzo mientras cruzaba los brazos y sacaba las nalgas, hizo un gesto de puchero para luego tomar vuelo y dirigirse a la mesa con pasos de bailarina de ballet, agarrar una botella de cerveza y bebérsela de tres tragos, golpearla contra la mesa a manera de balazos emulando al viejo con voz ronca y gestos actorales: “No te estoy pagando para que le bailes a todo el mundo (“Pinche viejo amargado, agregó)”, luego soltó una de sus hermosas carcajadas musicales y se dejó caer sobre los muslos del anciano. Todos la conocíamos como Aurora Borealis, la excitante bailarina de pasarela quien a sus dieciocho años de edad recién cumplidos ya era una de las “coperas” más solicitadas en toda la zona sur de la ciudad; se llamaba en realidad Flor Jacaranda, pero se dejaba acariciar por mí con el apelativo de Yaqui. Flor Jacaranda se presentó como una jovencita fugada de su marido desde una ciudad del sur del país. Era una mujer atribulada por el miedo de morirse dormida, que le temía a los “aparecidos”, a los perros negros, a la oscuridad en los cuartos de renta y a los feroces estruendos de los rayos en noches de tormenta; una mujercita de hablar fluido y cotorro en sus explosiones químicas de drogas duras, de voz queda y tristona cuando estaba sobria; amaba las flores, las ranitas de cerámica con sus caritas femeninas y hociquitos besucones (yo soy una ranita como esta, que espera al príncipe que le robe un beso y la convierta en su reina. Decía), a los gatitos desvalidos y todos aquellos a quienes ella consideraba, según su juicio “hombres de verdad y no mamadas; que tengan muchos detalles lindos y miradas tiernas, que sean sobre todo unos buenos roba-besos” Aurora Borealis fue encontrada muerta en un basurón municipal situado al norte de la ciudad. Su cuerpo vuelto un escombro de huesos y cenizas; una apología a la maldad y a la mala índole citadina contra mujeres como ella, un tributo para una sociedad podrida hasta sus cimientos más profundos. Flor Jacaranda, una triste y breve historia local reducida a un espacio escondido entre notas rojas de alto impacto y promocionales de productos para una mejor lubricación vaginal o una poderosa erección 44
delatripa 39.
diciembre 2018.
del pene; Yaqui en un basurero municipal, con su cuerpo garbo, blanco, con su cabellera negra otrora pájaro nocturno, con sus mordidas en las orejas, con sus palabras sensuales y ropa de bailar… con todo su ser; su desnudez abrumadora reducida a un trozo de carne chamuscada. Quemada viva, Aurora Borealis apenas pudo ser identificada pues una de sus largas piernas macizas no fue devorada por el triste holocausto que hicieron con ella: en su pierna tenía un tatuaje del Escorpión del Zodiaco; junto a su cadáver hallaron su bolso, sus escasas pertenencias desperdigadas entre la basura: sus abalorios de puta, sus cajitas de maquillaje “dark”, sus lápices labiales y dos estuches para lentes de contacto, uno de ellos vacío y el otro que portaba unos de color rojo-fuego. Dos días anteriores al cual hicieron la denuncia de desaparición la vieron salir de uno de los muchos bares de la zona norte de la ciudad junto a otra bailarina y acompañadas, según dijeron testigos, por al menos cuatro hombres con aspecto de sicarios. Fue encontrada muerta junto a su amiga: “quemadas vivas”, dijo el médico forense a la madre de la otra jovencita. El cadáver de Flor Jacaranda nadie lo reclamó, fue depositado en la fosa común después de un mes de haber sido encontrado. No dejó ningún recuerdo en la ciudad, ningún atisbo vital que pudiera hacerle recordar cómo alguien que caminó por estas calles; su voz cantarina, su risa musical y sus aspavientos corporales ya han sido olvidados debido a la vorágine de los días cargados de nuevos espantos. A mí solo me dejó sus mirar de ojos “azules” fija en mi rostro embelesado e invisible, tres de sus prendas de baile olor a Aurora Borealis, su luz expansiva y de colores reflejada en su piel blanca que me iluminaba los días en mi oscuro cubículo de dee jay, de miércoles a domingo. Flor Jacaranda fue una aurora, mi aurora. Para todos fue en vida esa belleza hoy olvidada: Aurora Borealis.
diciembre 2018
delatripa 39
45
Cantinas, centos nocturnos, lupanares y llongos. Las putas: ¿Qué otra cosa han de ser estas mujeres sino unas hijas de la mala vida? Todas ellas tienen una historia jodida, un mal momento o una mala decisión que las trajo a este sub-mundo de media luz, de colillas de cigarro en el suelo, de corcholatas, gargajos, cerveza derramada y vómito (siempre el vómito) provocado por excesos (poca comida, mucho alcohol, mucha cocaína). Jamás he escuchado de sus voces de tonada alcohólica la historia de los buenos padres, de metas a largo plazo, de una buena infancia, de ilusiones. Todos tenemos una historia. La de ellas no es tan mala; todos tuvimos malos momentos o malas decisiones; el pasado que si no lo comprendemos regresa para jodernos todos los días. Las putas. Su presente sin futuro es lo jodido, el suelo lodoso que las hunde paso tras paso: el trago de cerveza que se toman, la bolsa de droga que se acaban, el tipo que en el hervir de su calentura las compra y en el apagón de la libido y el pago de billetes por su sexo-servicio, las desdeña. Todo esto las ahoga en un mundo en el que la ilusión del amor solo es un eco del pasado que se aleja como la luz a la salida de un pozo que nos traga. Y a pesar de todo esto no son las peores personas que puedes conocer por acá: son maestras del engaño porque no les queda de otra y te lo dicen: viven del desamor y el desengaño, de la equivocación y el pedazo de mundo que a todos nos hace falta hasta la muerte. Venden un momento perdido en otro lugar, un instante fugado por un mal acto, una mala palabra o un gesto de desprecio. Viven de la consecuencia por errores de otros. En sus cortas alegrías jamás hay bonanza, solo buenos días ganados por una noche de borrosidades hechas de alcohol y drogas para amordazar el asco. Dinero y nada más; dinero que se esfuma al día siguiente debido al pago de armaduras y remordimientos de consciencia hacia sus hijos de su puta madre. Un círculo sin fin. Voces, sombras y fantasmas citadinos. Todos reunidos en torno a una mesa. La falsa alegría exultante contenida al saboreo de una gota de cerveza; el continuar de la tragedia, la tristeza oculta que se asoma más y más a medida que avanza la noche y se acaba el ámbar de olvido y la sustancia polvosa enajenante. El desaparecer de la armadura que les fortalece. Y la lágrima brota y el nudo comienza a desatarse. Un hombre o una mujer en la mesa de la esquina, es el rincón más oscuro; ella o él lloran; alguien cerca ve el acto que intenta redimir, que intenta lavar el error, que intenta llenar el vacío de esa alma solitaria …y
46
delatripa 39.
diciembre 2018.
ese quien ve se acuerda de aquello que le lleva ahí de seguido, y afloja el pecho y lo prepara …y el fisgón comienza a cantar a grito pelado y quien llora levanta su rostro y le atiende, dice que sí con la cabeza, dice “sí” para sí mismo. Le hace una seña al cantante con el dedo: “me gusta”. Hay una comprensión que los separa: a las cantinas se viene a llorar solo. Las cantinas, los lupanares o los centros nocturnos son tan bellos por dentro como son tristes al verlos desde una distancia ajena a los sentidos más recónditos y su percepción de las cosas que explican el porqué de la existencia de lugares como estos. Mariposas nocturnas y la luz artificial, hay que hablar de ello…los sentidos más recónditos y su percepción de las cosas… No es raro sentir tristeza al ver como decenas de mariposas nocturnas giran en su volar loco alrededor de una lámpara del alumbrado público, ¿hay alguien que no ha sentido una opresión en el alma al presenciar el modo obsesivo con el cual estos animales de Dios mueren en torno a esa luz que las enceguece a la vez que las esperanza? Una esperanza artificial que las asesina, una enfermedad, un vicio de morir sin ganas de evitarlo. Un morir de nada. Así se ven las cantinas, centros nocturnos y lupanares a la lejanía, a lo lejos provocan la misma opresión en el alma, el mismo vacío que provocan las lámparas y su luz amarillenta y boba con sus mariposas nocturnas en su ámbito de vida artificial. Los seres humanos de la noche no se reúnen en rincones oscuros: se reúnen bajo luces que les alumbran igual y por parejo, aquí todos somos iguales, todos somos una mascarada. Un mundo, una vida artificial que nos artificializa el rostro y nos guarda nuestra verdadera alma. Las putas no serán algo más que putas bajo esta luz; los puteros no serán algo más que puteros bajo el alumbrar de estas lámparas tubulares. ¿Qué puedes esperar de este mundo de mentira? ¿Cómo puedes soportarlo si vienes huyendo de una mentira ajena o propia? ¡Solo es soportable un mundo de mentira siendo también un mentiroso! Una vez le oí decir a un gran amigo dueño de una gran cantina: “aquí todo es mentira, aquí nada existe, aquí todo es un pinche enredo del cual es mejor vivir a lo lejitos”. Y sí: los besos, las caricias, las palabras con sus miradas son el transcurrir de la cinta de una mala película en algún cine de media noche. Aquí hasta el dinero es pura falsedad. Cuando las luces se apagan y la última nota de la canción en diciembre 2018
delatripa 39
47
la sinfonola se va con el viento helado todo muere. Es como el despertar de un sueño: sueñas con el beso caliente de una boca desconocida, sueñas con el sexo poderoso dado por una corporación anónima y al despertar no queda ni la sensación del billete en la mano, ni del beso en tus labios, ni del olor o sabor a almizcle de un genital pétreo. No hay pesadillas por acá, solo grandes y bellos sueños. El inconsciente colectivo que al despertar llora ante tanta vida real. Por todo esto el alcohol, la droga, las mujeres y el dinero son tan importantes en lugares como este. La cantina es un lugar para todo: un empleo para que mujeres se vendan, para que vengan hombres a comprarlas no sin antes ahogarse en droga y alcohol. La asociación perfecta de motivos y necesidades; el psiquismo Freudiano en toda su potencia: “la falta eterna, la satisfacción nula; la miseración de la persona”, la humanidad poética que sufre y se cura, se cura y sufre. Aquí la pesadilla es la pesada vida REAL. A la distancia solo puedes sospechar la intensa miseria que habita dentro de lugares como este; a la distancia sientes ese vacío abismal en el estómago, ese nudo en el alma. Al devisar estos lugares te vas enterando que a este mundo se ha venido a perder y que dentro de las cantinas, centros nocturnos y lupanares está el monstruo al que temes, la justificación palpable de tu falla humana.
48
delatripa 39.
diciembre 2018.
diciembre 2018
delatripa 39
49
50
delatripa 39.
diciembre 2018.
diciembre 2018
delatripa 39
51
52
delatripa 39.
diciembre 2018.
Tres narraciones.
Javier Paredes Chí.
In nomine Patris.
El 12 de abril de 1979 Abraham Celis, quien fuera mi padre y pastor de una iglesia presbiteriana, decidió quitarse la vida. Para entonces yo era un joven de 17 años. Como todos los días, antes del desayuno, nos reunió en la sala. Pero no hubo lectura de ningún salmo ni el canto "Sólo a Dios la gloria", en vez de ello lo oímos hablar sobre el poder de las Tinieblas. Dijo palabras duras, ásperas, cortantes. Dorcas no dejaba de llorar. David les pedía a gritos que se detuvieran. Yo no pude evitar el disparo. Bajo otras circunstancias hubiera creído que la conducta de mi padre se debía a la Semana Santa, pues muchas veces lo escuché pronunciar larguísimos sermones que progresaban dramáticamente hasta concluir en la esperanza del Agnus Dei resucitado. Pero aquel viernes no fue la causa. Su agitación anímica era exponenciada por los dolores que en los últimos meses estaba padeciendo. Mis hermanitos fueron los últimos en enterarse de que estaba enfermo de cáncer. Su ausencia no les pesa tanto como a mí, y no porque mi relación con él haya sido ejemplar, sino porque llevo, como una marca indeleble sobre la frente, el nombre y el apellido de un presbítero suicida.
diciembre 2018
delatripa 39
53
Luz distante. “No está más lejos que una palabra o una gota de lluvia.” Mahmud Darwish. “¿Hasta dónde me alcanzará esta lluvia?” César Vallejo.
Hoy llueve mucho. El viento golpea como si fuera a destruirlo todo. A mi alrededor las mesas están vacías. Mientras bebo otra cerveza, me remonto al aguacero de Rashomon y al sonido del agua en películas de Andrei Tarkovski; es decir, los días de cine con Helena Mansfield a mi lado. ¿Dónde estará ahora? Hace más de un año que no la veo. La última vez, antes que regresara a Vancouver, también estaba lloviendo. Nos encantaba desvelarnos escuchando jazz, blues, soul, rock. Fumábamos, bebíamos, cogíamos como bestias. Nuestras voces brincaban de un lado a otro, de mi idioma a su idioma natal, pero no como si jugáramos Rayuela, porque no eramos prolongaciones de Horacio y la Maga, ni Julio Cortázar era su autor favorito. Tanto júbilo en nuestros cuerpos era imposible que se extendiera por muchos años. Tormentas de otras relaciones se repitieron en nuestras peleas. La música se redujo a un estribillo de Joy Division: “el amor nos separará otra vez.” Su rostro, sus manos, el calor de su belleza; a toda ella la perdí en el ruido, en la violenta oscuridad de esa caída. Los meses juntos se desintegraron más rápido que las nubes. Tal vez ahora observa la quietud del firmamento desde una ventana de avión, o atraviesa kilómetros por medio de trenes, autobuses, taxis; con su cámara fotográfica y sus vestidos negros, azules y violetas; sin tempestades en su espíritu. De cualquier forma, está muy lejos de la luz que ilumina fragmentos en mi memoria. Mientras un disco gira en mis recuerdos y reproduce plainsong, esa canción de The Cure que pareciera haber sido escrita tan sólo para señalarme la distancia de Helena, afuera la lluvia se intensifica y la noche se extiende por todos los rincones de la ciudad.
54
delatripa 39.
diciembre 2018.
Señal del pacto.
Al tercer día del viaje encontraron el lugar. Era la misma caverna que Ismael había visto en aquel sueño. Le dijo a su padre: aquí debemos hacer el altar y ofrecer el sacrificio. Abraham no dudaba de los sueños de Ismael, pues siempre ocurría lo que Dios le mostraba. No obstante, les hacía falta el cordero. Él tiraba del asno, en cuyo lomo habían atado la leña. Isaac llevaba una antorcha, e Ismael un cuchillo. Así que le preguntó a su primogénito dónde lo encontrarían, y le respondieron que adentro ya estaban preparados el altar, la hoguera y la ofrenda del holocausto. La antorcha proyectaba tres sombras deformes en las paredes de la caverna. Isaac quería salir, pero Ismael le advirtió que, si lo hacía, su cuerpo iba a sufrir dolores sin reposo. Y como antes había constatado que quien se resiste a los mandatos divinos sufre irremediablemente, no le quedó de otra que permanecer ahí hasta que el ritual concluyera. Un ruido fuerte y continuo, como de muchos truenos, antecedió a la llegada del ángel. Su aspecto no era antropomórfico, sino más bien se parecía a una esfera semejante en color al crisólito. En cada una de sus rotaciones emitía relámpagos y la voz que profirió: ¿Recuerdas, Abraham, cuando te saqué de Ur de los caldeos y prometí engrandecer tu nombre y que tu descendencia sería tan vasta como los astros? Pues es tiempo de que obtengas el fruto de tu fe. Por cuanto no esperaste que curara la esterilidad de Sara y engendraste con tu sierva Agar a este joven que me ha servido de profeta, hoy vas a morir. Tus hijos te enterrarán en esta cueva. Luego, la voz se dirigió a Ismael y le ordenó que con ese cuchillo le cortara el cuello a su padre, tal y como habían acordado en aquel sueño.
diciembre 2018
delatripa 39
55
Desdoblarse los aromas.
Adán Echeverría
Tuvo que hacerse la desentendida la mañana que su esposo llegó a casa con el perro. Preparar la cena, lavar los trastes, sacar los botes de basura, cualquier acción la sumía en esos restos del matrimonio que se hundían por el fregadero hacia el drenaje. Retenía en la mente el último disgusto que su marido le ocasionara, y cómo picaba. Prometió llegar temprano a casa para que ella saliera con su amiga, y esa noche se sentía hermosa para un encuentro femenino tantas veces retardado. Las horas pasaron y del esposo ni sus luces. No hay sonrisa en la espuma de los trastes, sólo fingir en este hogar a punto de irse por el fregadero. Mientras tanto, la espera camina por su piel, hiriendo de a poquito. Él decidió renunciar a su trabajo en el gobierno para crecer independiente y en menos de un año había dejado al matrimonio en quiebra. Con todo, ella pudo conseguir trabajo en el despacho de un conocido de su amiga. A esa “chingada vieja” la tengo entre ceja y ceja: la muy puta siempre presumiendo, y la mirada del esposo cruzaba la habitación para cazar los ojos de su mujer, como los murciélagos detrás de las luciérnagas: furiosos y alterados. Era cierto que con un proyecto él alcanzaba, en un mes, el sueldo que ella conseguía al año. Pero las oportunidades no caen del cielo y su carácter no le ayuda. Horas enteras perdidas en la computadora. Para ti es fácil porque la putita de tu amiga te resolvió la vida; sólo tienes que mover el trasero y cuidar que no se te caigan las tetas. No me empujes. Pues no me mires de esa forma. La realidad no es andar quejándote mientras yo pago las cuentas, piensa la esposa mientras va separando la basura, dejándolo rumiar su enojo. ¡Y ese pinche perro!, cómo cree que lo vamos a mantener. Los escarceos femeninos con su amiga la tenían al borde. Hacía tiempo que el orgasmo era una ilusión en casa; los resoplidos de su esposo y la falsedad de una sonrisa de parte de ella: tres minutos y a enjuagarse el semen con la regadera. Le era necesaria esa salida con la amiga, de alguna forma suponía algún inicio y, por qué no, sacudirse por completo la rutina. Aquella noche él no llegó sino hasta las dos de la mañana y la despertó para que ella pagara el taxi. Cuando entró a la casa vio la computadora (con todos sus proyectos) hecha pedazos, y la sonrisa de triunfo marcada a la perfección en el rostro de su esposa. Más que la computadora fue esa sonrisa abierta y radiante como de flor en primavera, la que llevó al “hombre” a perderse en la violencia que le iba hinchando las venas del cuello, raspándole los brazos cual si mil murciélagos de pronto se abrieran paso por su carne, haciéndolo bramar de 56
delatripa 39.
diciembre 2018.
ira; tanto, que pudo ver reflejado su rostro de animal enfurecido dentro de los asustados ojos de su mujer quien, cabizbaja, tuvo que ceder a recogerlo todo, con el labio roto, mientras aquel se iba al patio a dormir la borrachera. Ella no quiso hablar de divorcios ni separaciones. A la mañana siguiente se hizo la desentendida cuando su esposo llegó con el perro, y ni siquiera le armó escándalo, aun cuando era claro que ella tendría que recoger los excrementos. Al contrario, se esmeró en cada cosa que iba limpiando por la casa, mientras en la mente se le aclaraban las ideas. Dime que estamos bien, que ya no estás enojada. Te traje este perro de regalo para que te cuide cuando yo no esté, para que te cuide hasta de mí. Ella guardó silencio. Ahora, además de los resoplidos de su esposo, debía tragarse el aullido del perro gimiendo por las noches. Para qué discutes con borrachos. Ella pasó el dedo meñique sobre el labio roto, miró con ternura a su esposo y lo supo: le entregaría todo hasta que él dijera basta. El puritito deseo le animaba la carne: dime que soy tu puta, le gritaba intentando convencerlo de que él era su dueño. Y al esposo le fascinaba esta nueva etapa de su mujer. Era mentira eso de que a las chicas la ternura las derrite; su esposa no lo quería tierno, debía ser como un dios cubriendo su cuota de bestia y ángel sobre la piel de su: “¿princesa?”. Otra vez, era la frase recurrente de ella, todavía puedo una vez más. Los días pasaron y los calores que inundaban el hermoso y endurecido cuerpo de la esposa no cedían por lo que su marido comenzó a pretextar cansancio. Y entonces ella dió el siguiente paso: no quedó compañero de oficina que no le haya recorrido el cuerpo con los labios. Se sabía sola y dispuesta. En el fondo estaba convencida de que no podría detenerse, que le era necesario explorarlo todo, había dicho que “le haría el amor hasta que dijera basta”, pero no fue suficiente. Y justo cuando el esposo prefirió colgarse de un proyecto que lo mantuviera fuera de casa por lo menos un mes, ella aprovechó la ocasión para meter a su amiga entre las sábanas del matrimonio. Fue ese remolino de aromas de hembra proveniente de la recámara, lo que hizo crecer los aullidos del perro en el patio, aumentando la fuerza de su continuó rascar la puerta queriendo entrar a la casa. El olor que transpiraban las mujeres entrelazadas en la habitación incitaba al animal. Era una esencia agridulzona de fluidos y sudor que escapaban de las sábanas hasta hurgarle el hocico y la nariz y enredarse en su lustroso pelo, caminando despacito hasta su piel y más adentro. diciembre 2018
delatripa 39
57
Tal vez fue el instinto de todo predador que no quiere permanecer domesticado, o quizá fueron las feromonas, el caso es que el perro brincó una tarde sobre la hembra humana que se paseaba desnuda después de tomar un baño, justo cuando abrió la puerta para sacar la basura al patio. Tal vez fue la fuerza del animal y el poder de la visión de tenerlo encima, con las garras rasgando sus pezones, o por lo repulsivo que le pareció la imagen del hocico de la bestia dejando caer su baba sobre su rostro que, soportando las rapidísimas embestidas, la otrora esposa fiel alcanzó esa muerte pequeña que brinda el orgasmo, y luego vomitó. Los días siguientes fueron vértigo tras vértigo. Se decidió a abandonar a su amiga, sin mayor explicación, para entregarse al recuerdo de ese instante que en parte le aterraba y de continuo se le presentaba nebuloso: el perro ladraba con furia y chirriaba los colmillos sometiendo a su presa, y ella se hacía líquida sin poder contenerse. Era constante el imaginarse desnuda y jadeante sobre las rocas de un acantilado, mientras el oleaje marino le salpica en el rostro restos de sal, fósforo y azufre. Ella tenía que levantarse aprisa de la cama para sentarse bajo el agua fría de la regadera apretando muslos y piernas. La búsqueda había terminado, sonrió extasiada. El esposo regresó del viaje y ella lo recibió serena y diligente. Sabía que a partir de ahora, con el perro andando por toda la casa sin restricciones, y justo después de los tres minutos de gloria que el marido aún exigía para sentirse poderoso, ella podía encerrarse en el baño, amarrarse un pañuelo en la boca, y restregar su cuerpo desnudo sobre la pelambre de la bestia que, tenía razón su marido, había llegado a casa para protegerla.
58
delatripa 39.
diciembre 2018.
La meridamorfosis.
Iván Noé Espadas.
Cuando GregorSamsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto. F. Kafka
El médico deslizó el diagnostico por encima del escritorio. Se acomodó los lentes con los dedos diciendo a bocajarro —Usted tiene el mal de Larry Curly… en la carpeta que le entrego se encuentran los resultados del estudio, algunas personas llevan vidas normales...solo es cuestión de hacer unos ajustes en el día a día. Demetrio tomó en silencio los papeles, no hizo preguntas; ya se había cansado. Después de salir de la clínica se dirigió a un café cercano, entró, tomó asiento; sobre la mesa se encontraba una revista con reportajes de cine clásico, abrió sus páginas al azar y la mirada divagante que tenía se transformó en una explosiva expresión de sorpresa. Demetrio se acababa de enterar que su enfermedad llevaba el nombre del hermano Larry Curly, uno de los Tres Chiflados. Ruidosas aves antecedieron a la noche. Una tempranera estrella brillaba en el cielo rojizo. Demetrio la veía con atención, no pensaba en nada, solamente la observaba. Una de sus manos jugueteaba las llaves metidas en el abismo de la bolsa del pantalón. No estaba preparado para esperar, nunca lo había estado, quizá el hecho de haber nacido a los siete meses de gestación justificaba todo lo relacionado con sus prisas. Observar el cielo en el parque de San Juan podía aplacar la impaciencia, pero no por mucho tiempo. Miró el reloj de su pulso para confirmar la hora. Solo faltaban quince minutos; respiró profundo mientras se congratulaba por la mejoría que él mismo se había diagnosticado en los últimos días. En la calle de enfrente, el semáforo se puso en rojo deteniendo el tráfico. Demetrio observó con cierta curiosidad al camión que se detuvo cerca de él, pertenecía a una empresa de exterminio de plagas. En la caja del vehículo se encontraba la imagen de un escarabajo o posiblemente una cucaracha patas arriba levantándose de una cama, el slogan decía, “No dejes que se instalen en su casa”. Demetrio sonrió, ya que horas antes había releído La metamorfosis de Kafka, un texto que su psiquiatra le había recomendado evitar, ya que unestudio arrojó que leerlo en ciertos estados de ánimo podía causar claustrofobia e inexplicables impulsos al caos.
4. The Ottawans.
diciembre 2018
delatripa 39
59
Observó nuevamente la hora. El local en el segundo piso a donde asistiría ya había encendido sus luces interiores y alguien abrió la ventana que daba a la calle. Al instante se percató de que un merolico se había instalado muy cerca de él. Se extrañó, pensaba que este oficio, al igual que el de los reparadores de juguetes, se había extinguido desde hacía años. ¡Qué madres podía ofertar un vagabundo que no pudiera ofrecer Mercado libre o Amazon! La gente, con la mirada fija en las pantallas de sus teléfonos, caminaba sin distraer su atención a otros lados. Al merolico eso le importaba poco, y no le impedía trabajar: ¡Damita, caballero, usted que tiene sueños inquietos, usted damita en el trabajo! ¡Joven que se levanta todas las mañanas sintiéndose miserable insecto, un repugnante escarabajo… aquí tengo lo que usted busca, lo que usted necesita... Demetrio escuchó con atención y despegó aún más los parpados, mirando con asombro al que pronunciaba esas palabras. Pensó que así tenían que ser las casualidades: inesperadas, absurdas y desconcertantes. Dos eventos que se relacionaban en tan poco tiempo estaban bien… ¿pero tres? ¿Podría haber un tercero? ¡Sería imposible! de suceder rompería la armonía del cosmos. Demetrio sonrió de sus mismas ocurrencias y atravesó la calle rumbo al número 38, piso 4. Ahí se hacían las sesiones de Neuróticos Anónimos. Había llegado a ese lugar por recomendación de sus colegas de trabajo: habían observado que él entraba en un estado de trance muy extraño. Al sonar un chasquido de dedos decía abruptamente en voz alta lo que estaba pensando, ya fuera una maldición o un pensamiento obsceno. Había consultado a varios especialistas, le dijeron que era una forma en la que el cerebro se revelaba ante a el estrés que había acumulado durante décadas. Ya en el interior del establecimiento de Neuróticos Anónimos saludó a algunos conocidos del lugar. El señor que sufría ataques de ira le estrechó la mano amablemente con un suave apretóny una palmadita en la espalda.La mujer depresiva con ataques agudos de tristeza hizo lo mismo con la sonrisa más genuina que había visto. El pornófilo, que siempre miraba con inquietante alegría los traseros de mujeres y hombres por igual, se limitó a ofrecerle unas palabras con voz angelical, propia de los hombres célibes. Al que le decían “el Mensajero” porque aseguraba ver imágenes místicas y gritaba episodios del apocalipsis a la menor provocación, únicamente lo miró con la serenidad propia de los ateos que están paz con Dios y con el diablo. También estaba al que cariñosamente le apodaban “el Sin Palabras”, el tipo que un mal día declaró que la palabra dicha se había corrompido y decidió hablar sólo hasta estar seguro de decir verdades, entonces su voz empacó maletas y se marchó para siempre. Y la última del grupo, una señora obesa y cincuentona de la cual
60
delatripa 39.
diciembre 2018.
nunca supo su alias ni el tipo de demonios que la atormentaban, pero que siempre vestía con bermuda negra y camisa de rallas verticales en negro y blanco, con un silbato aprisionado entre los labios. Demetrio tomó asiento en espera de que se abriera la sesión de la noche. A su lado se sentó don Milcar, un burócrata cuarentón que al parecer se angustiaba por las cosas más simples de la vida. Lo saludó con una voz temblorosa y seria, como si en la entrada hubiera saludado al mismísimo diablo, le dijo a Demetrio – ¡He descubierto algo horrible, compañero. Demetrio llevó la mirada al techo, juntó las manos, entrelazó los dedos y dijo para sus adentros: “Ruego para que las tonterías de ese pendejo lunático no afecten mi sano juicio”. Milcar se llevó la punta de los dedos a la boca y se mordisqueó las uñas, su cuello sudaba copiosamente. –Fue hace veintidós años, en la preparatoria, mi maestro, el de matemáticas… nos enseñó… nos enseñó… las complejas operaciones de binomios al cuadrado. –Milcar, amigo… entiéndelo, todos… todos los pinches maestros de prepa enseñan binomios… métetelo en la cabecita… ¿dónde putas madres está el problema?–Le contestó Demetrio, pausadamente, haciendo un esfuerzo sobrehumano por mostrarse paciente, aunque sentía que las palmas de sus manos y la punta de su nariz se calentaban. –Veintidós años, siete meses y catorce días y hasta ahora no he aplicado la operación… En las noches me pongo a pensar que saber a la perfección las operaciones del binomio al cuadrado no evitó que me corrieran de mis trabajos, que mi mujer me dejara y se fuera con su primo. Que mi hijo pisara la cárcel por vender mariguana en la Universidad. Tampoco me alejó de los médicos y de las demandas. Demetrio lo miró compasivo, era obvio el ataque de ansiedad que sufría su compañero de sesión; sustrajo de su bolsillo una especie de termómetro, que medía los niveles de ataque de pánico; se lo colocó en la palma de la mano a Milcar. Casi al instante notó que su compañero tenía el nivel 07. El más alto históricamente registrado. Demetrio sabía que esos estados eran muy contagiosos, prefirió no o contestar y miró por la ventana abierta. Se llevó el dedo índice a la boca hasta rozar los labios y de esa forma le pidió que se callara. En ese momento inicio la sesión. Subió al estrado Tomasito, a quien después de presentarse todos saludaron en coro:“Buenas noches compañero anónimo”. Era un hombre de unos treinta y cinco años, cabeza rapada y complexión corpulenta; Demetrio llegó a pensar que era el más enfermo del “selecto” club, con la imposibilidad de sociabilizar, pues a pesar de su aparente pasividad, de la nada se ponía frenéticamente violento. Esta actitud lo había hecho perder todo; su único futuro parecía diciembre 2018
delatripa 39
61
ser de inquilino permanente del psiquiátrico y de sus bellos jardines floridos. Apretó con fuerza el micrófono, como si quisiera estrangularlo, alzó los labios, mostraba los dientes chocando entre sí para que los demonios de su cuerpo no le salieran por la boca y con voz monótona y pausada expresó: –Anoche tuve sueños que me inquietaron, y me desperté convertido en un insecto… o más bien un escarabajo, eso fue lo que sentí. En este momento Demetrio no pudo evitar mirar hacia atrás y ver el rostro de los demás, para constatar si ellos se habían dado cuenta de lo que el hombre había dicho. Pero todos seguían escuchando atentos, como si nada importante se hubiera suscitado. A Demetrio le pasó por su mente ponerse de pie, apuntar al tipo del micrófono y con toda su fuerza gritar emocionado “¡Hey! ¡Hey! ¿Escucharon todos? ¿Escucharon todos? El loco este, palabras más, palabras menos, acaba de citar la primeara oración de La metamorfosis de Franz Kafka”. Pero pensó que seguramente se hubiera visto muy neurótico, aun para una sesión de Neuróticos Anónimos. Además, estaba convencido rompería la armonía del cosmos. Cerró los ojos y respiró profundamente para tranquilizarse. Al regresar la vista al lugar, se dio cuenta que se encontraba parado, apuntando al atril; sus deseos habían ido más allá: había realizado todo lo que supuestamente imaginó no hacer.También se percató de algo mucho más grave, el lugar le había abierto las puertas al caos. La armonía se había roto como la punta de un bate impactando en un cristal. Una cadena de eventos con sus efectos se había iniciado. Todos se encontraban de pie, gritaban y peleaban. El señor que saludó a la entrada repartía golpes y maldiciones al por mayor. La mujer depresiva lloraba con los brazos tiesos y en alto, como si personificara la más conmovedora de las tragedias. El místico, parado sobre una silla, gritaba anunciando el fin de los tiempos. Al pornófilo le hacían falta manos para saciarse en su bacanal de traseros. La mujer anónima tocaba el silbato y a puño cerrado repartía golpes con singular alegría. Demetrio miró al frente, donde se hallaba el atril, y comprendió cuánta razón tenía Milcar: el binomio al cuadrado no lo estaba salvando de que un endiablado Tomasito lo estuviese lanzando por la ventana. En ese momento alguien le tocó la espalda, acercó sus labios a su oído derecho, de reojo pudo ver al “Sin Palabras” diciendo –Tranquilo... tranquilo amigo. Es sólo Kafka que está de paseo por Mérida y anda caminando en San Juan.
62
delatripa 39.
diciembre 2018.
diciembre 2018
delatripa 39
63
64
delatripa 39.
diciembre 2018.
diciembre 2018
delatripa 39
65
66
delatripa 39.
diciembre 2018.
diciembre 2018
delatripa 39
67
Dos relatos.
Luis Damián Garibay.
La más amada. Era el segundo año de matrimonio de Carlos Montenegro con su esposa Lucía Lafuente. Carlos trabajaba como ingeniero en una empresa constructora en esta ciudad. Siempre que llegaba a casa, después de una larga jornada laboral, encontraba la silueta de su mujer frente a la computadora. Lucia pasaba la mayor parte del tiempo conversando con viejos amigos de la universidad en una conocida red social, especialmente con Raymundo, su ex novio, de quien Carlos sólo sabía que fue su mejor amigo. Al hombre le inquietaba ver a su esposa todas las noches tecleando frenéticamente en la computadora y que no le prestará ela mínima atención a su llegada. Era como si no estuviera ahí. En varias ocasiones se acercaba a la mujer que alguna vez amó y la besaba en la mejilla esperando respuesta, pero ella apuntaba hacia la cocina y así le hacía entender que esa noche cenaría solo. Luego de masticar lentamente con la mirada perdida en algún punto, se dirigía a su cuarto para ver televisión y tratar de dormir acompañado del ruido que esta emitía y mitigaba su sensación de soledad. Pero a veces, entre tanto cámbiele y cámbiele, y por no encontrar algo que lo entretuviera, le aparecía un famoso canal para adultos, conocido como “Golden”, y entre queriendo y no queriendo, le bajaba el volumen al aparato y se dejaba arrastrar suavemente por las mujeres desnudas que inyectaban deseo su nostálgico cuerpo. Impaciente como un perro en brama, las noches que ocurría esto, Carlos se levantaba de su cama y se dirigía con su esposa para demandarle un poco de calor. Mientras ella se vaciaba en la pantalla, el hombre la acariciaba y con sus labios buscaba su boca, una boca siempre lejana y cerrada. Angustiado, alzaba la voz y trataba de exigirle sexo. Pero Lucía le exclamaba que esas no eran maneras de pedirle las cosas, por tanto, Carlos regresaba a su habitación sintiendo el peso de todos los hombres derrotados en la historia de la humanidad. Olvidó la última vez que tuvo relaciones con ella. Dos años atrás le pidió un hijo, pero Lucía le explicó que no era tiempo y que aún no estaba lista para eso. Carlos pensaba que despertar en la madrugada para calmar el llanto de un niño le aliviaría su soledad. Este tipo de situación se repitió durante mucho tiempo en la vida de la joven pareja. Pero un día ocurrió algo distinto. Carlos colocó las llaves en la manija de su puerta y al entrar a su hogar alcanzó a ver una imagen borrosa donde se supone que siempre encontraba a su mujer. Se puso 68
delatripa 39.
diciembre 2018.
los anteojos y aun así no logró encontrarle forma a lo que estaba viendo. Al acercarse, se llevó una gran sorpresa, en lugar de que estuviera la joven y esbelta mujer con la que se había casado, estaba una bola de masa arrugada y de color piel, que pesaba aproximadamente cincuenta kilos y estaba sobre la silla giratoria. Desconcertado, Carlos dio vuelta a la extraña figura y al verla de frente lanzó un grito al notar que tenía ojos, dos orificios que parecían nariz y una línea larga que dibujaba una boca. Rápidamente salió de su casa. El pánico y la extrañeza lo invadieron. Estaba mareado. Se decía a sí mismo que estaba en un sueño del cual pronto despertaría. Tras veinte minutos tomando aire aclaró su mente y volvió a entrar a su casa. En eso notó que ya no estaba la masa. Gritó el nombre de su esposa. Se dirigió por un martillo y dijo que llamaría a la policía, pero no lo hizo. Buscó en la cocina, en los dos baños, en la sala y en la habitación de visita. Escuchó ruidos en su cuarto en el fondo de la casa. Martillo en mano, caminó lentamente y abrió cuidadosamente la puerta, que rechinó un poco. Encontró a la masa. Sentada sobre su cama con la luz apagada y la televisión encendida sintonizando el canal para adultos que tantas noches miró solo. Se sintió mareado. Dejó caer el martillo. Se acercó lentamente al extraño ente. Al verlo de frente notó que lo estaba observando. El hombre se quedó inmóvil. Sintió un molesto tragó de saliva que bajó por su garganta. La masa lo miraba y por la inmensidad de la impresión, Carlos cayó desmayado. A las siete de la mañana, el hombre despertó abrazado de la masa. No se exaltó, pues se sentía cómodo y cálido y una sensación de cariño fluía por todo su cuerpo. Cerró los ojos y se dejó caer de nuevo en lo profundo de su sueño. Una hora después sonó su despertador y pegó un brinco de la cama. Quitó los brazos de la masa y miró restos de masita en sus manos y brazos. También en su boca. Apagó el despertador y sin entenderlo comenzó a manosear a la masa y a besarla. No podía detenerse. La masa, sintiéndose querida, se dejó amasar. A los ocho y un cuarto, Carlos recibió una llamada a su celular. Era un compañero que lo interrogaba por su ausencia en el trabajo, a lo que él respondió que tuvo un problema mecánico con su automóvil y que en poco tiempo llegaría. Soltó a la masa y corrió a bañarse. Al salir, sintió una hermosa sensación que lo hizo sonreír al ver que en el comedor había un plato con chilaquiles, huevos estrellados, una ensalada de fruta y un café humeando. La masa estaba sentada en la silla. Tras devorar el delicioso desayuno, Carlos le dio un beso a la amada de su masa y se fue a su trabajo. diciembre 2018
delatripa 39
69
En el trabajo todos lo notaron diferente. Entusiasmado, enérgico, sonriente y una luz parecía proyectarse en sus ojos. De regreso a su morada, encontró a la masa en el suelo, al parecer se había caído de un sillón de la sala tras quedarse dormida. Carlos la cargó entre sus brazos y la llevó a su cama. Se puso su pijama, apagó la luz, cerró la puerta y se cubrieron con una cobija. Trataba de dormir, pero sentía que algo le inquietaba, estaba confundido pero no quería preguntarse qué sucedía. Sólo se sentía querido. La soledad se había retirado. En la oscuridad, sintió un leve aire caliente en su oreja, esa sensación lo excitaba, era la masa quien le estaba soplando, esa sensación lo exaltaba. Se dio la vuelta y quedó mirándola de frente. Comenzó a pasar sus dedos por la piel de la masa. Apretujaba ese estado extraño de la materia que aceleraba su corazón y su respiración. Lo hacía sudar. Cerró sus ojos y comenzó a besarla. Pasó su lengua por casi toda la masa. Se bajó los pantalones… Pasaron cosas, que por la salud mental de quien esté leyendo esto, no describiré. Un domingo soleado Carlos arreglaba una silla de madera en el patio, cuando al entrar por una bebida miró que su amada masa estaba frente a la computadora con el monitor prendido. Carlos nunca supo cómo era que la masa se trasladaba de un lugar a otro, ni le interesaba saber. Lo que le inquietó en ese momento fue verla frente a la máquina en la que pasó momentos muy decepcionantes con Lucia. Recordó a su esposa. ¿Dónde estaba? Habían pasado siete meses y la olvidó por completo. Parecía que estaba bajo algún hechizo de la masa que no le dejó preguntarse por ella. Sintió una molestia que le recorrió por el cuerpo al notar la presencia de su masa en la computadora. Se dirigió hacia ella para quitarla de ahí. Apunto de llegar a la silla, miró que se apagó la computadora. Creyó que la masa le intentaba ocultar algo. La tomó con ambos brazos y la encerró en su cuarto. Salió en su vehículo y se dirigió al Mirador donde frente al paisaje del puerto que se pintaba bajo él, comenzó a cavilar en relación a lo que había sucedido los últimos meses de su vida. Se agitó su respiración y le salieron unas lágrimas. Estaba furioso pero a la vez confundido. De regreso a su casa, se dirigió a la computadora y en el buscador encontró abierta la cuenta del perfil de la red social de Lucía. Inspeccionó por unos segundos y encontró una conversación con el tal Raymundo. Al leerla cuidadosamente, se enteró que había platicado un día antes de su primer encuentro con la masa y él le pedía que dejara su casa y su matrimonio para tener una nueva vida en el Salvador. Parecía que Lucía deseaba intentarlo pero que no estaba segura de dejarlo a él, a Carlos, pero que no quería vivir una mentira. 70
delatripa 39.
diciembre 2018.
El hombre explotó en cólera. Lo atrapó una vergüenza mutiladora. Gritó sin cesar maldiciones contra Lucía y deseó la muerte a ella y a Raymundo. Caminó hacia la caja de herramientas y tomó su martillo. Fue a su cuarto y le quitó la llave. Ahí estaba la masa amada. Intacta, desconcertada, muda. Carlos se abalanzó y con toda su furia martilló una y otra vez a la masa. Por horas, llorando, gritando. Se levantó y lanzó el martillo contra la pared. Contempló el cadáver de quien estuvo enamorado. En eso escuchó un pequeño ruido que provenía de ella. Se acercó aún agitado y miró que dos pequeñas masitas salían por debajo de ese cuerpo deshecho. Se cumplió uno de los sueños más anhelados del ingeniero Carlos Montenegro, por fin se había convertido en padre.
diciembre 2018
delatripa 39
71
El sex apeal en acción. No fue hasta ese día que descubrí porque esa muchacha me decía el chico de los chinitos y los ojos pizpiretos. Mirándonos de frente en un conocido café de la ciudad, apuntó hacia mis costados y noté que dos enanos orientales me tomaban de los brazos y sonreían a los otros clientes y a los meseros. Asombrado, les pedí a los pequeños que me soltaran pero no cedieron en ningún momento. Entonces me sumergí en la plática de esa hermosa mujer, cuya belleza absorbía mi atención y me hacía olvidar la presencia de los chinitos. —¿Por qué estamos aquí? —pregunté. —Porque tengo que confesarte algo. —me dijo mientras mordía su labio inferior. —¿Qué pasa? ¿En qué te pudo ayudar? —Me gustas. Se me hizo un nudo en la garganta y sentí terremotos en el estómago. —¿Enserio? —Fue lo primer que se me ocurrió decirle. Volteé a ver a los pequeños orientales y me miraron asentando la cabeza, como para confirmar las palabras de esa bella mujer. —¿Desde cuándo? — le pregunté. —Pues... Desde... Desde qué tienes esos chinitos. —¿Qué? —Si. Ya van más de dos semanas. —¿¡Más de dos semanas!? —exclamé— ¿Más de dos semanas desde que te gusto o desde que tengo esos chinitos?
72
delatripa 39.
diciembre 2018.
—Ambas cosas. —Pues yo no los conozco. No sé que hacen aquí. No pudieron haber estado desde hace dos semanas conmigo. Es imposible. Molesto, comencé a forcejear con los chinitos para que me soltaran. No lo podía creer. Los chinitos comenzaron a gritar palabras en cantonés y la gente del café empezó a incomodarse. Un mesero se me acercó y me pidió que me calmara, no lo hice. El rostro de la bella dama que tenía de frente comenzó a enrojecer de la pena y de un sobresalto se paró de su silla, tomó su bolso y me dijo: —No puedo creer que seas tan egoísta, tan inmaduro. Lo único por lo que te quería y mira como los tratas. —¿A qué te refieres? —le dije confundido. En ese momento ella se fue y acto seguido los chinitos me soltaron de los brazos y se dirigieron con el mesero que nos había atendido. Se sujetaron de él y la mujer que minutos antes me había confesado que le gustaba y estaba a punto de salir por la puerta del café, se dirigió al mesero y le sonrió coquetamente. No entiendo a las mujeres (me dije a mi mismo). No entiendo a las mujeres. Ayer, cuando pasaba por la calle Primera, miré que la hermosa mujer caminaba hacia un hotel con el mesero y con los dos chinitos que lo sujetaban de sus brazos. Bueno, por lo menos aún me quedan mis ojos pizpiretos, pensé. Por la otra acera pasó una linda chica americana que me robó la mirada. Cruzó la calle para dirigirse a mi y sin preguntarme me quitó los ojos y me dijo: —Am sorry, those are mine. diciembre 2018
delatripa 39
73
74
delatripa 39.
diciembre 2018.
diciembre 2018
delatripa 39
75
76
delatripa 39.
diciembre 2018.
Vestirse para el fin.
Iliana Hernández Partida.
Te escribo para contarte cómo estoy muriendo. Todos los augurios se cumplen y los seres humanos comenzamos a ver la destrucción de lo que era nuestra casa: movimientos telúricos resquebrajan países enteros, otros sucumben lentamente a incendios. Los científicos tienen en la mira día y hora de la conclusión definitiva de estos días que muchos hemos malgastado penosamente. Qué te diré de mí, si hace tanto que la tecnología nos mantenía en contacto pero pospusimos el tiempo para encontrarnos frente a frente, nunca tuvimos el tiempo suficiente para escaparnos a descubrir quiénes somos; no pasamos de los íconos en las redes sociales alzando el virtual pulgar aprobatorio. Ahora el tiempo se ha terminado, levanto los ojos al cielo: una nube gris y roja se mantiene sobre nuestras cabezas, ahora no tenemos el control del reloj, toda conexión con los otros se tiñe de desesperación y terror. Se nos han resbalado los años como moneda sin valor, parece mentira que estamos ante el fin, a tan sólo unos días. Me doy cuenta que no supe acercarme a todos los que amo. No me senté frente a ellos a escucharlos sin arrebatarles la palabra (porque lo que yo tengo que decir siempre es más importante). El fin del mundo se acerca y un extraño dolor me recorre sienes, brazos, piernas. Pienso en que no pude recorrer más tierra que la que piso en este momento, los países alejados se me aparecían como una fantasía peligrosa, no fui capaz de romper esquemas ni de alzar mi voz contra las injusticias cotidianas, el temor y la desidia me han carcomido anticipadamente. La decepción me embarga como los días pasados con toda su incoherencia, la pútrida intolerancia que tantas veces vestí y critiqué ya no tiene lugar en el fin del mundo. El morbo está aquí con toda su estupidez, veré con los pocos que me rodean, en este momento, cómo mi mundo será avasallado por un odio que viene de lo que no comprendo ¿O será realmente justicia divina, harta de ver la porquería de hogar que he construido con todos los que vivimos en esta enorme Arca de Nadie? Escribo sin razón, a solas, para contarte lo que no podrás leer; a pesar de todo te escribo porque mis palabras caducas ya no tienen más refugio que esta hoja, ¿Cómo se te ha ido la vida? ¿En diciembre 2018
delatripa 39
77
qué búsquedas? ¿Cuándo te volviste distante con todos los accesorios que atiborran esta existencia tecnológica? Algunos de mis vecinos al enterarse del inminente fin se han encerrado en sus casas, unos preparan un suicidio colectivo, otros (muchos, incomprensiblemente, muchos) se han lanzado a correr desnudos por las calles, como si se liberaran de una buena vez de sí mismos. Los dueños de supermercados se atrancaron en sus negocios con pistola en mano mientras los policías usan –otra vez- la fuerza para robar la poca comida que queda en algunas casas, yo transcurro he pasado horas buscando agua para refrescarme la garganta, el calor es agobiante, los perros ladran a la nada en alucinación constante. Y sin embargo estamos más vivos que nunca, así con todo y fracturas por peleas, hematomas y rasguños que nos hemos provocado los unos a los otros, estamos muy vivos; como una prueba inútil en medio de lo imposible (salvarnos), aun latiéndonos la piel en esto que se nos volvió una trampa: el hogar. El mundo es ahora un caldero en el que habrán de evaporarse todos nuestros odios y frustraciones, será por eso que crecieron exponencialmente los amantes a toda hora del día, a falta de alimento, el beso y su prolongado espasmo se nos vuelve necesario, otra razón para no terminar de morirnos antes de este fin que ya se anuncia en el temblor constante de la tierra. Todo lo que veo se vuelve registro de muerte colectiva. Muero en todos porque el pánico me tritura. Los minutos se han vuelto elásticos, se nos regala en ellos la angustia, el no saber qué hacer, en qué pensar. ¿Cuándo olvidamos pensar en nuestra muerte? Hay llantos como ecos, cables como astillas mortales que vuelan por los aires, muros despidiendo grietas, ríos de basura y ratas que aprendieron a mirar como personas, pero estamos entumecidos en esa rara inmovilidad de las víctimas. Nada tiene sentido ya porque ya agotamos todos los gritos y todas las lágrimas posibles, el lenguaje se nos secó porque ya nos cansamos de orar de todas las maneras posibles y no hubo respuesta ni signo en el cielo a nuestras (hipócritas) promesas. El mundo se desmorona frente a nuestros ojos en este fin, el tan anunciado fin que deseábamos ignorar, ya no queda sensatez en ninguno de nosotros, el más cuerdo, busca ropa limpia bajo los escombros para que su último respiro no lo encuentre impropiamente vestido.
78
delatripa 39.
diciembre 2018.
Tacón dorado.
Jesús Fuentes.
Eliza entra, cierra la puerta. Se descalza las zapatillas de tacón dorado. La habitación en penumbras, falta poco para el amanecer. Camina hacia la cama, dónde la niña, su hija, Margarita, duerme con placidez. “Parece un angelito en un retablo en el Santuario de Guadalupe”, piensa. Se inclina y con amor besa la pequeña frente. Con ternura acaricia sus cabellos rubios. ¡Ya pronto! ¡Ya pronto mi pequeña!, murmura. Dejándose caer poco a poco, se sienta en el piso, sobre un pedazo de alfombra desgastada, recargando su espalda con sus treinta y ocho años en la orilla de la cama. Los recuerdos emergen del fondo de su mente, se arrastran, cómo al final de un túnel, rodando de dolor, rendidos ante el destino y sus misterios. ¿Por qué? ¿Por qué a ella?, le dijo al Médico, casi con furia. “Los estudios arrojaron eso, un pequeño tumor en el cerebro de Margarita, es necesario una cirugía, y entre más pronto, mejor”, dijo el Doctor. ¿Qué hacer? Ella, madre soltera, con sueldo bajo en esa maquiladora. Sola. Sandra, amiga y compañera de trabajo, le comentó que ella se prostituye, tres días a la semana, en un bar club de la calle turística. Que los mejores días son los fines de semana. “Llega gente de todo en busca de vértigo”, le comento. “Ya sabes, el deseo nunca se va, no se llena, no cesa, ahí puedes juntar lo necesario para la cirugía de tu hija”, le menciono. Lo pensó. Lo dudo. Ese día, el primero, se vistió provocativa, se pintó los labios de rojo intenso. Alguien le había dicho que los labios carmín, atraen más a los hombres. Se calzo unas zapatillas con tacón dorado, las que siempre llevaba al bar. Las mismas que se acaba de quitar. Al lado de Sandra, llega al antro. Se detiene e intenta correr. Ella la detiene con fuerza, como si unas tenazas aprisionaran su brazo. Ya dentro, la gente en busca de emociones. Hombres y mujeres al igual. Unos beben para olvidar o para recordar. Algunos bailan. Las canciones se repiten unas tras otras, como olas que llegan a la playa y regresan al mar. Tantas veces escuchadas, esas voces, señuelo para una conversación. diciembre 2018
delatripa 39
79
Eliza se ha tomado unas cervezas, baila sola, culpa de las cervezas o de su dolor, su tristeza; con sus demonios, con su cólera, las ganas de dejarse besar y hacerlo, el comienzo… Agita la pelvis, los brazos en el aire, permanece con los ojos cerrados, entreabiertos, perdidos. Lo que importa era conocer a alguien, sonreír, beber, coquetear, fingir o no interés. Así comenzó todo. La música era lo de menos, el poder rozar los cuerpos. Lo demás se daba solo. En el bar club hay de todo, vendedores de droga, policías que de cuando en cuando entran y se hacen que no ven nada; niñas ebrias que el novio carga por el que dirán, borrachos que se roban tarros, botellas. Ya cuatro meses. Hoy había sido otra noche, una madrugada más, otro fin de semana para generar dinero. ¡Ya falta menos! Llora, confirma que el sabor de las lágrimas no es tan salado, poco importa. Eliza, la tacón dorado, como le conocen en el bar, sabe lo que hace. ¡Qué más da!
80
delatripa 39.
diciembre 2018.
Libertad.
José Martín Hernández.
Algo había pasado, sentía un fuerte dolor en mi espalda y cabeza. Al abrir los ojos, todo era color gris en distintas tonalidades. De alguna manera había llegado hasta ese lugar y me encontraba tirado frente a la puerta de una casa. Intentaba levantarme, pero aquel dolor me lo impedía. No recordaba gran cosa de lo que me había ocurrido. Tenía hambre, sed y me sentía entumido, no sé si por el frío del amanecer o por el tiempo en que mi cuerpo estaba en una misma posición, ¡Quería auxilio! Seguía intentando ponerme en pie; por fin lo logré y quise llamar a la puerta, solo pude emitir un llorido lastimoso y volví a caer. Se escuchaban voces, una de ellas la de una mujer, que llamaba a su hijo para almorzar. El olor a tocino que cocinaba llegó a mi nariz, era tan agradable que empecé a babear e hice otro intento fallido por levantarme; lo más que hice fue quejarme. De alguna forma, aquel niño me escuchó y salió a ver lo que ocurría; pude ver borrosamente su silueta y alcancé a escuchar que llamaba a su madre con un timbre de voz tierna y algo nerviosa. ¡Qué madre no atiende a su cachorro al escucharle con un llamado de esa manera! Su madre atendió la llamada inmediatamente; su voz se escuchaba preocupada al tiempo que preguntaba por lo que ocurría. Me desmayé, no supe cuánto tiempo pasó hasta que desperté; me encontré dentro de una especie de granero, tenía un plato de comida caliente con tocino que me seguía haciendo babear. “Guau”; aquella comida estaba tan sabrosa, que mientras la tragaba llegué a pensar que nunca había probado algo semejante, pero una vez que mi apetito feroz se había saciado, me dije; “Es por el hambre”. Pasaron algunos días, durante los cuales atendieron mis golpes, y gracias a la atención y reposo pude recuperar mi fuerza y movilidad. El niño me llevó algunas cobijas por si tenía frio, estaba muy al pendiente de mí, siempre se aseguraba que tuviera agua y
diciembre 2018
delatripa 39
81
me preguntaba si quería comer algo. Es agradable tener a alguien que se preocupe por ti. Entre las cosas que aún no he logrado, es el poder comunicarme con ellos; cada vez que lo intento escucho gruñidos y gemidos que salen de mí. Mi visión es borrosa y sigo sin recordar qué me pasó. No saben mi nombre, y hoy escuché al niño que la familia se reuniría para tomar una decisión sobre lo que harían respecto a mi futuro. Don Pedro, con tono de voz que parece salir de entre un tubo, llamó a su esposa e hijo; la señora Panta y Alberto acuden y reunidos todos ante mí, se hacen preguntas: ¿Cómo llegó aquí?, ¿Por qué llegó a nosotros?, ¿Cuál es su nombre?, ¿De dónde viene?, ¿Qué le pasaría?, pero la pregunta más insistente era ¿Cómo se llamará? Ninguno podía contestar, y mis ojos empezaron a lagrimar ante la imposibilidad para comunicarme. Alberto detectó la situación y de inmediato propuso un nombre, cerrando con ello aquella situación tan incómoda. De cierta manera, me agrada cómo suena el timbre de voz de Alberto al llamarme por mi recién asignado nombre. Don Pedro y la señora Panta intercambiaron miradas, y aceptaron la propuesta. Decidieron que debo seguir con ellos hasta que alcance mi recuperación total. Al momento no me he recuperado totalmente. Sigo sin poder comunicarme con ellos, sigo viendo borroso y en gris, los olores y sabores de las comidas que prepara la señora Panta me agradan tanto que “muevo la cola de gusto”, distingo claramente cada una de sus voces; además; soy libre de ir y venir por toda la propiedad, es más, si quisiera abandonarlos lo puedo hacer en cualquier momento. ¡Nunca lo haría!, solo hago el comentario para realzar mi libertad. Me siento feliz y daría mi vida por ellos. Los he adoptado como familia y me llaman Bravo.
82
delatripa 39.
diciembre 2018.
Hadas Hellmann’s.
Ángel Fuentes Balam.
—Colecciono hadas en este frasco. La mayoría se me escapa, pero con un poco de práctica puedes agarrar hasta dos o tres al día. Son muy escurridizas. Les dejo pan en la mesa y enseguidita vienen un montón de ellas a comerlo. Velas. Para Manzana resulta ridícula la ilusión de la pequeña Chuni. Toma el frasco de mayonesa Hellmann's que alberga, a lo menos, diez moscas. Lo pone a la altura de sus ojos y lo examina. Luego mira a la niña y lanza una sonrisa débil para disimular su tristeza. —Me tienes que enseñar a capturarlas. —Sí. Yo te enseñaré. ¿Cuánto tiempo estarás aquí? Manzana baja la cabeza y siente un nudo en la tráquea. —Mucho. El orfanato donde se hallaba antes, había tenido que disminuir su población; puesto que los recursos para sostener a los niños se agotaban a paso gigante. El gobierno ignoraba las peticiones de las casas hogar para los infantes callejeros y decidía, en cambio, invertir en centros de prostitución, debido a que sus dueños subvencionaban gran parte de los puestos inamovibles del senado. Los niños mayores fueron blanco del éxodo. Manzana tenía trece años cumplidos, según una tarjetita calendario que tenía la imagen de San José que habrían dejado los que la abandonaron cuando era un bebé; el calendario tenía dos círculos: un círculo grande que marcaba diciembre y uno pequeñito que marcaba el quince, ambos de tinta roja muy gastada. Además de la tarjetilla, un cartón con una leyenda la bautizaba: Hola, me llamo Manzana mis papás son muy pobres y no pueden mantenerme. Por favor, quiero que este sea mi hogar. El lugar donde la habían llevado era miserable; administrado por unas señoronas solteras que le encomendaron sus genitales al buen dios. A una de ellas se le apareció en sueños, ordenándole que se dedicara a la beneficencia infantil. Ella se organizó con otras vírgenes perpetuas y pobremente sostuvieron el orfanato. Manzana vivió los primeros trece años de su vida sin abuso, en un medio sucio y endeble. Eso acabó cuando la población de niños creció desmesuradamente y aquellas mujeres no se dieron abasto. Parecía ser que la moda entre los padres del nuevo milenio era el abandono. Veintidós niños fueron repartidos en tres hogares distintos. Tenía catorce horas de llegada cuando conoció a Chuni, una pequeña de ocho años con rasgos orientales. Al llegar la había recibido diciembre 2018
delatripa 39
83
una mujer grande, pero no tanto como las señoras del otro lugar. Más bien, una mujer en la treintena que, arreglada y maquillada exageradamente como siempre estaba, era muy guapa. Chuni se pegó a Manzana de inmediato, como otras dos niñas. El lugar estaba repleto. —Las hadas son rápidas y pequeñas. Debes tener cuidado cuando quieras atraparlas. —¿Cuánto cuesta ésa? —¿Cuál? —Ésa, la grandecita. —Tres mil ochocientos. Es la más nueva. Está limpia. —La quiero. Manzana se encontraba de pronto inclinada en una habitación que olía a gatos muertos. Una lengua se metía en el lugar donde orinaba, una húmeda y porosa lengua. Ella cerraba los ojos sin entender qué sucedía, incómoda con esa sensación. —¿Qué es esto? —No me mintieron…— El hombre miró, sonriendo, a la treintañera. La mujer siempre estaba presente en todos los intercambios, para seguridad de la materia prima. —Está bien cerrada. El hombre le introdujo los dedos lentamente, preso de un temblor animal. —¡Ay! No me gusta. Déjenme salir. —Es muy raro, pero las hadas vienen cuando hay popó en el baño. Muchas veces, allá las agarro. Manzana quedó en silencio durante las siguientes tres semanas. —¿Te llevaron al cuarto de los gatos verdad? Cada vez que se bañaba, se tocaba allí. Una sensación de estar vomitada la obligaba a no mirarse en ninguna superficie pulida. —La primera vez que me llevaron yo igual me quedé sin decir nada. Manzana lloraba mucho. Fue llevada al cuarto de los gatos muertos al menos quince veces en el primer mes. —Un día Manzana, un día nos volveremos hadas y escaparemos por la ventana. Manzana quería decirle a Chuni que sus preciosas hadas eran sólo moscas mierderas; pero, en silencio, ella también había empezado a creer. 84
delatripa 39.
diciembre 2018.
Aquella tarde.
Adolfo Reyna.
Tomó retratos mentales de las calles que navega a costillas del ocio. Repasa lo edificios con la mirada, se instaló en varias jardineras de un parque donde los niños son un vestigio de una sociedad enferma de indiferencia. Comió en un lugar donde el polvo es un guardián de recuerdos muertos, donde las voces quedas no hacen más que empujar las vidas al precipicio de los olvidados. Salió sin prisa. Prendió un cigarro de esos que amalgaman el cuerpo. La tarde avanzaba, los autos sonaban sus bocinas en protesta valiente; querían montar a sus dueños. Fumarolas escapaban con rabia por los tubos de escape. Los chiquillos que no conocen el parque, correteaban en las banquetas llenas de usureros, de libros y zapatos viejos. Vinieron a su mente tantas ideas que perecieron en el instante mismo en que llegaron: una taza de café, volver a casa, los silbidos de advertencia que se alejaban, el fantasma de su cumpleaños número cuarenta que se acercaba, su madre, la tristeza en las arrugas, y en el caldito de pollo, de la señora de la fonda que le atendió, y el trinar de las aves. Fue entonces que notó que estaba lejos del centro la ciudad. Unos candelabros maravillosos de buena hechura, llamaron su atención. Entro a uno de esos lugares de antigüedades donde todo está perfectamente amontonado. Donde el preciso desorden invita a imaginar las historias que guardan aquellas baratijas, y cómo fue que llegaron ahí. Cuando figuraban en su mente la ideas de cómo esas cosas habían escapado de la casa de algún Marqués en épocas de pelucas blancas, una voz tranquila, dulce y almidonada, lo toma por sorpresa. ─ ¿Qué buscas?─ Giró la cabeza y no encontró a nadie, lo que hizo a su corazón palpitar con fuerza y pausadamente unos segundos. Detrás de unas vasijas enormes, se encontraba una mujer lustrando algunos retratos. Era la silueta de una mujer de estatura media. Llevaba puesto un abrigo que en algún momento debió ser considerado elegante y de buen gusto. Algunos cabellos grises escapaban a su rostro, el resto caían sobre su espalda, sostenidos por una peineta. Asomaba la mirada de unos lentes que iban perfectamente con sus labios húmedos; contrario a su piel árida, aquellos labios era lo que quedaba de una dama que hasta el último cortejo del viento emanaría sensualidad.
diciembre 2018
delatripa 39
85
─ Perdón, caminaba por las calles y de pronto me encontré dibujando historias para estas cosas. ─ Lo sé, ─dijo ella.─ son piezas excepcionales. Cuando mi abuela murió decidí refugiarme aquí. A ella le gustaba coleccionar y mostrar estas cosas. Y digo mostrar porque cada vez que un turista se acercaba con la intensión de comprar algo de lo que ves, ella encontraba cualquier pretexto para no separarse de ellas. Supongo que es difícil desprenderse del pasado. Si el pasado nos abandona, estaremos en paz, pero jamás seremos libres. En fin. agradezco tu visita.─ lo dijo a manera de despedida. Eera probable que él tuviera el valor de cambiar esta historia, además se sentía expuesta en recuerdos ante un extraño. Al siguiente día, envuelto en el ajetreo de la oficina, no pudo sacar de su cabeza, la contemplación de aquella mujer y el roce delicado de sus manos sobre aquellos objetos. Era un cuadro momentáneo y fugaz, de armonía y belleza. Imaginó historias sobre la mujer, aunque le seducía la incertidumbre de un pasado que ignoraba. Cerró la computadora, tomó su abrigo y volvió a aquel lugar con cierta desesperación. Cuando estuvo ahí, encontró a aquella ninfa frente a una cómoda de hechura barroca. Estaba de rodillas frente a ella. Lustraba diligentemente cada uno de sus rincones. De su hombro caía el tirante de su vestido dejando al desnudo una parte de su espalda. Se meció los cabellos al tiempo que volvió la cabeza para encontrarse con la mirada de él. Parecía que ambos sabían que el retorno y el encuentro estaba anunciado. Cruzaron fuego en las miradas y deslizaron sus labios cautelosamente. Desprendieron los vestidos y cayeron de espaldas sobre un sillón que algún psicoanalista desearía para escudriñar en los recovecos de sus almas descarnadas. Liberaron sus manos sobre el espacio y frotaron sus cuerpos desnudos una y otra vez hasta que encontraron el paraíso momentáneo. Ella enterró las uñas con fuerza sobre la espalda desnuda del sujeto y él atirantó los hombros de ella sobre su pecho. Si no fuera obligación de un sueño, sucumbirían ante la idea de los tesoros de una vida danzando a su alrededor con la epopeya de su respiración. Desnuda, dejo caer sobre su cuerpo un velo que aguardaba sobre un perchero de aspecto clásico. Tomó entre sus brazos los mismos retratos del día anterior para frotarlos en su regazo. Parecía que bailaba con ellos, meciéndose delicadamente con aquellas fotografías. ─ ¿Es tu abuela? ─dijo él.─ Era hermosa. ─ Soy yo ─respondió─ Fue la última foto en una exhibición en París. Después de eso no volví a modelar. ¿Por qué volviste? Sabía, que, al verte de nuevo, algo pasaría. Necesitaba esa sensación casi 86
delatripa 39.
diciembre 2018.
extinta, de saberme extraña ante los ojos de alguien. Ser descubierta. Aquella mañana desperté en medio de cuerpos desnudos, tragos, ropa, humo de cigarro y el sol de una mañana cadenciosa en las inmediaciones de Francia. Tomé un abrigo, cigarros y vino, para salir de ese lugar. confundida y con el corazón pausado; un espasmo que puede terminar con tu vida, poner una pistola en tu boca o llevarte a las vías de un melancólico tren. Llegué demasiado lejos escapando: primero eres una pequeña que abraza un peluche entre las piernas para ahuyentar los ruidos de una casa fría y sola. Un muñeco de felpa que un ebrio y confundido padre había llevado a casa un sábado en la madrugada. Después eres una adolescente a la que le acarician las piernas en una camioneta a la luz de la luna, aquella que, entre halagos de chicos promiscuos y respiraciones sudorosas, quiere limpiar sus pies de lodo y escapar del pueblo para atrapar luciérnagas en la ciudad. Aquella noche los reflectores cegaron mi vista, los aplausos bloquearon mis sentidos, el perfume del ambiente inundó mi consciencia llevándome a terminar aquella pasarela en automático. Estaba en la punta de un monte precioso sintiéndome sola. Esa mañana salí a toda prisa de ese lugar, para vagar por Saint-Jacques y el Serna. Los hombres me asediaban; me perseguían y violaban con la mirada. Desnuda debajo del abrigo, buscaba seguridad. La tarde entristeció. Bebí al fondo mientras todos querían fornicar conmigo. Escuché gritos, silbidos, aplausos, violines, autos, chelos, caballos, poesía, mi padre y los tacones contra el asfalto. Entré en un teatro abandonado. Bebí el último trago y rompí la botella contra la primera butaca para trazar una línea con el filo de ella a la altura de mi corazón. Caminé hasta el escenario mientras las luces iluminaban mi mentón elevado. Tras de mí, un arroyo de sangre me despedía. Caí secamente en el centro de la tarima. Después de eso no supe nada. Recuerdo con angustia el techo de aquel cuarto de hospital. La tranquilidad, el zumbido del ruido blanco y el cielo violeta de aves suicidas. Dormí y había vuelto a casa. Dormí de nuevo y mi abuela había muerto. ─ Gracias por su visita, ─repetía una y otra vez frente al espejo, mientras todos la ignoraban.─ Gracias por su visita, Gracias… gracias.
diciembre 2018
delatripa 39
87
88
delatripa 39.
diciembre 2018.
diciembre 2018
delatripa 39
89
90
delatripa 39.
diciembre 2018.
diciembre 2018
delatripa 39
91
Pedro Tec
y su propuesta visual que regenera nuestras raíces
Gabriel Avilés.
Pedro Tec es un joven fotógrafo yucateco, el cual a través de su propuesta visual nos incita a reconocer nuestras raíces, a estar orgullosos de esta tierra mayense, de este pueblo tan cálido, tan sincero y arraigado a sus tradiciones, a su cotidianeidad, a esos hombres de maíz que revelan la naturaleza del Ser y que Tec capta de una manera intensa, alejándose de las cánones que rigen la fotografía contemporánea en México, esa fotografía con temáticas violentas, dolorosas o llenas de repudio para ofrecer al espectador reflejos de ceiba. Cada imagen que Pedro, a través de la lente, crea, nos revela el sentir de un pueblo acostumbrado a estar en contacto con la naturaleza, con el monte y sus diversas historias, historias sin edad, atemporales, eternas, llenas de esa magia que sólo los maestros de la cámara han sabido enarbolar. Una gran virtud de este artista gráfico es que en su estética no hay una ruptura con la fotografía mexicana de la primera mitad del siglo pasado, al contrario, la regenera, la reinventa sin caer en clichés o en lo reiterativo, en consecuencia, su propuesta se convierte en actual cuando vemos las emociones en cada una de sus tomas ofreciendo un mensaje reproducido por la mente del espectador que se dirige a lo lúdico, a la esencia del arte, no a un documentalismo inexpresivo que se perderá con el tiempo. Este artista ha sido invitado a exponer en diversas partes de la república y otros países donde cada fotografía ha generado una reverberación en el espectador al descubrir que México, y en particular, la península de Yucatán es generadora de interesantes propuestas artísticas donde jóvenes como él rescatan su cultura y la muestran al mundo con orgullo. Dentro de sus exposiciones destacan Maayaob (Los Mayas) realizada con el apoyo de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas donde se fusionan el arte fotográfico con el arte lírico de Isaac Carrillo, dada a conocer a finales del año pasado; asimismo, este restaurador y arqueólogo ha presentado Los Dueños del Monte; en la 2ª noche de Poesía de la Alianza Francesa de Mérida, con la exposición Donne Maya, fue ahí donde conocí su labor creativa e inicié admirar su obra la cual hace apenas unos días sirvió como complemento en un concierto del Cuarteto Yucatán en el Centro Cultural Olimpo. En exposiciones colectivas destacan Frutos y Raíces realizada en la república de El Salvador y sus colaboraciones con la Comisión Nacional de los Derechos Humanos de nuestro estado y el 1er Foro de 92
delatripa 39.
diciembre 2018.
Comunicación Indígena que se efectuó en el estado de Hidalgo. Otro gran logro para señalar de Tec, es ver sus imágenes en los tomos II y VI de la Enciclopedia Yucatanense, en su más reciente actualización. Sin embargo, una gran cualidad de Pedro Tec es su humildad, en el buen sentido, siempre apreciando y agradeciendo las oportunidades que se le presentan, colaborando con otros creadores de buena fe, abierto a promocionar su trabajo sin problema alguno, mostrar por medio de su sensibilidad el baluarte de tener sangre maya Para finalizar escribo unos versos que nacieron al profundizar más en su proceso y resultado creativo:
Hombre de maíz. Caminas por montes no por olvidos tu piel abraza la luz mientras la nostalgia se surce al henequén y clama entre espinas la devoción de un pueblo que se niega a morir en barro o maderas del ayer por ello se arraiga en piedra. Hombre de maíz el sol desciende a ti para ascenderte a la otredad del cosmos.
diciembre 2018
delatripa 39
93
Todo el mundo sabe.
Jéssica de la Portilla Montaño.
Dicen que el agua es la mejor medicina. Pero todo el mundo sabe que las lágrimas son ponzoñosas, especialmente si surgen de los ojos de una niña. Por eso no hay que hacer llorar a ninguna: cada gota contiene un poco del alma que se desmorona. Cuando un mar de llanto toca algo, ese “algo” se desdibuja, se disuelve poco a poco y al final ese “algo” se decolora. Esto lo sabe todo el mundo, inclusive las fotografías: si una de ellas se inunda con lágrimas, deberá resignarse a ir desapareciendo. Una fotografía se borró sin que su dueña lo quisiera. A pesar de ello, la imagen no estaba muerta: primero fue escaneada y después se convirtió en el eterno fondo de escritorio de una niña abandonada por su único amor. Cada noche, ella encendía su laptop para verse abrazando a su ex novio. Alguna vez ambos fueron felices, pero todo el mundo sabe que nada es infinito. La niña había perdido ese amor, aunque no lo “perdió” como si fuese dinero; más bien, dejó que se perdiera dentro de ella. Amó tanto a ese niño que ese amor se deshizo cada vez que ella lloró. Él nunca vertió una sola lágrima por la niña, por eso su amor seguía vivo aunque el de ella no. Todo el mundo sabe que el cariño de verdad no muere, y el de la niña jamás fue real: ya no lloraba por su amor extinto, sino por tantas horas desperdiciadas escribiendo cartas que terminaron en una hoguera autobiográfica. El niño no sabía nada de esto, de ningún modo volvió a hablar con ella, sólo guardó sus sentimientos en una maleta donde coleccionaba retratos de sus amigas y ex novias. Todo el mundo sabe que con los años las cosas se hacen viejas, las hojas se vuelven amarillas y la tinta indeleble pierde pigmento. Lo que nadie descubre aún es qué sucede con una obsesión que se queda intacta, que se deja sumergida en stand-by. La niña expresó su sentir hasta que su corazón se acabó porque así son las niñas, eso todo el mundo lo sabe, pero lo que no se dice es que los niños son egoístas y si logran experimentar algo han de reservarlo siempre para sí. Qué increíble es la ciencia, decía la imagen cada que la niña mojaba su computadora portátil. La pantalla de cristal líquido no se diluyó ni tuvo un cortocircuito: sólo se formó sobre ella una capa salada que la protegía del polvo y de la amnesia.
94
delatripa 39.
diciembre 2018.
El ojo en la acera de enfrente. El zapato del otro ampolla mi pie de príncipe.
¿Desde cuándo la actividad literaria, y todo aquello que tenga que ver con el arte, nos hacen portadores de un conocimiento el cual nos pone por encima de los demás? ¿Desde cuándo todos aquellos que dedicamos algo de tiempo a cualquier actividad artística nos tomamos esa soberbia libertad de opinar sobre tal-o-cual tema con ínfulas y discursos de graduados en la vida? Si bien tenemos la capacidad de hacer un juicio de valor acerca de actividades o fenómenos, tenemos también el deber intrínseco de detenernos y, ponderar al menos, aquello que criticamos. Criticar por medio de la lupa del análisis y considerando todo aquello que llevó al fenómeno a parar dentro el crisol que llamamos cultura. Pero, al contrario, hacemos un juicio más atornillado con las tripas que acomodado con esa reflexión de la que somos capaces al ser portadores de cualquiera que sea nuestro conocimiento. Muchos de nosotros creemos de verdad que la cultura solo tiene que ver con los actos sublimes del arte. Error. Todo ente social es cultura, nos guste o no. Nos creemos mejor que el que escucha o hace música reggaetón nomás por ser "rockeros" o bailarines de ballet. Criticamos tanto un género musical con muletillas sobadas como: "esa música es para pendejos y está
hecha por gente sin talento". Perdón. Si bien no soy un crítico de arte, al menos respeto lo que no conozco de fondo y lo pondero. Hace años escuchaba despotriques contra Britney Spears y de verdad hasta creí que su música era muy mala. Yo me creía un letrado por escuchar rock y tener algunas lecturas. Mi amor por la música y las letras me viene ayudando a crecer en este sentido de despotricar contra lo que no me agrada de alguna disciplina artística. Si no me gusta, no despotrico. Y ya. Pues bien, la buenaza de Britney no me caía bien, pero en una reseña a uno de sus discos (aquel que grabara después de su decadencia post-éxito), el crítico mencionó a los mejores productores de música electrónica y hip-hop (habían trabajado con grandes figuras tanto del rock como de la música de lap-top) entre quienes apoyaron en muchos de los detalles más luminosos del plato. Escuché el disco y me pareció magnífico. Mi opinión acerca de la música de esta rubia despampanante y sensual cambió. Me avoqué a la escucha sin parámetros previos. Solo intenté escuchar el trabajo que hacían esos dee jays noruegos. Claro, el disco fue un éxito rotundo y no diciembre 2018
delatripa 39
95
nomás por los músicos e ingenieros de sonido que colaboraron. Britney ya era un fenómeno de masas y…es por algo, le duela a quien le duela. Creo que todos evolucionamos en gustos acerca de cualquier fenómeno artístico pero esto no significa que esa evolución sea en línea recta o ascendente. En ese sentido, no involucionaré si escucho reggaetón después de llevar años escuchando jazz lo mismo que no seré un idiota retrógrada si leo a Coelho después de haber leído a Faulkner, Borges, Sholojov, Piglia o Cortázar. Mucho menos me tomaré la soberana libertad de recomendarle al mundo "no leas ni escuches tal autor ni tal música porque eso está hecho por pendejos" Señoras y señores. Porque criticamos en base a lo que conocemos y este es un error. "Lo que te choca te checa", reza el dicho. Pero esa percepción no debe ser tan plana. No estamos para estar repudiando lo que nos choca. Si nos choca, nos invita. Si tenemos la capacidad de crear música, poesía, artes visuales y narrativa: ¿por qué no somos capaces de dejarnos invitar y entrarle al baile, investigar los porqués de un fenómeno y darles explicación desde la perspectiva de una totalidad y no solo dejándonos llevar por nuestras ínfulas de iluminados? Ahora bien. Parece que nos molesta que una fulano de tal tenga éxito con un producto u obra la cual consideramos mucho menor que lo que conocemos. Hay que mencionar a los más socorridos: Coelho y el reggaetón de Maluma, por ejemplo. ¿Por qué estos personajes ofenden a la comunidad "intelectual" y/o literaria? En este asunto, ningún chile nos embona: Nos ofende la sublime pompa de jabón de nuestra susceptibilidad literaria que Dylan gane un Nobel y Borges no. Nos ofende que el reggaetón sea preferido sobre el rock. Ojalá yo tuviera el alcance de estos personajes pero mi éxito en el mundo literario no nomás depende de mi genio. Ya lo dijo Kurt Cobain, ese multi-vendedor de discos (que, dicho sea de paso y aunque me gusta lo suficiente para tener en mi estante con toda su discografía, su música no es tan brillante...pero algo tiene): "Yo no he hecho nada especial. Mi éxito tiene que ver más con el hecho que la gente decidió escuchar esto en vez de aquello. No soy un genio. Está fama nada tiene que ver conmigo" Menos mame más acción. Más acción porque he escuchado a quienes se quejan y se amargan porque estos fenómenos tienen más alcance que lo que a nosotros nos gusta o tenemos a bien crear. Más acción y menos mame. Dediquémonos a crear y compartir. Si la masa no tiene al alcance el cacho de "cultura" que nosotros conocemos pues nuestra labor es llevársela, explicársela y dejársela regalada. Porque así como somos buenos para subiremos al tren del despotrique, también debemos ser buenos para regalar aquello de lo que nos quejamos le hace falta al mundo para ser mejor.
96
delatripa 39.
diciembre 2018.
Dando vueltas con Silvia Esperando lo mejor.
Santa Claus llegó a la ciudad, dice Luis Miguel. Celebremos con luces y regalos. Es mejor dar que recibir. ¡Pero a ver si has de recibir aguinaldo! ¿Y la pobreza? Aquellas estadísticas nos revelan que aumentó en Latinoamérica. ¿Cómo entonces disfrutaré esta temporada siendo coherente con mi preocupación genuina por ella? Países desarrollados y subdesarrollados, una falacia las diferencias marcadas entre la misma raza. Los unos tienen para dar y disfrutar, los otros, esperando recibir, también buscan imitar el ideal de la felicidad. ¿Quién nos ha enseñado que así tiene que ser? Diciembre, el esperado, diciembre, el muy nombrado; bueno hay que saber que occidente no piensa lo mismo que oriente; sus cosmovisiones son diferentes, sus prioridades son otras. El uno se place con comida, bebida y comodidad, el otro busca la paz interior y conexión con la naturaleza, la mente y el cuerpo. Pero ambos tienen algo en común, la necesidad de subsanar problemas humanos. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) informó que en el 2017 en América Latina y el Caribe aumentó la pobreza en 2015 y 2016; son 186 millones de
personas las que se encuentran en situación de pobreza en la región, y la agencia de las Naciones Unidas para la alimentación y la agricultura (FAO), dio a conocer que en 2018, 59 millones de personas del medio rural no pueden satisfacer sus necesidades básicas. De cualquier manera, es posible que comamos pavo o si no se tiene mucho probablemente se cocine una gallina y un poco de pastas para disfrutar en estos días. Familia, amigos, parejas, chelas, vino, bodas, nacimientos, comida, abundará por estos días un poco más que en otras épocas del año. Pues muchos le siguen al dicho “comamos y bebamos que mañana moriremos”. A pesar de las cifras, a pesar de las tristes noticias. Pues ¿qué podemos hacer? ¿Acaso salir y darles un pedazo de pizza y sodas para calmar nuestra conciencia? Bueno, quizá no sea así. Por supuesto que no será esa la solución. Entonces ¿qué podemos hacer? diciembre 2018
delatripa 39
97
¡Con los programas sociales lo solucionamos!, ¡por supuesto!, ¿cómo no pensé en ellos?, pero si ellos nos han ayudado en los últimos años. Las cifras de pobreza han aumentado. Notamos las evidencias, pero estamos cómodos de hacer como que las ignoramos. La vida y el tiempo pasa, el progreso se pone en marcha y seguimos padeciendo el mismo dolor. Cada temporada navideña nos alegramos y celebramos, pues eso es lo que nos concierne como humanos; dar gracias por el trabajo y el esfuerzo del año que está a punto de terminar. El necesitado siempre va a existir, lo dijo aquel Carpintero. El enfermo, el hambriento. ¡Oh vaya pobreza espiritual! La que no alimenta, aquellas palabras vanas que me prometen vida feliz y terminan en ruina moral. No, esa no la queremos. Anhelamos autenticidad, alguien que nos quiera amar, alguien que se interese en cada detalle de nuestro ser; en aquellas historias largas, aquellas risas que escandalosamente son extrañas ante los demás, aquellas tristezas y angustias que el año nos trajo; ese amigo, esa amiga, esa persona que es capaz de amar. Aquél que no solo me da una galleta que le sobró sino que la cocina exclusivamente para mí. Esa clase de amor vale agradecer, valorar y conservar. Pues cuando la galleta sepa amarga e insuficiente para el ser, la amistad cubrirá nuestro espíritu. ¡Así humanos! Así seamos. Porque con la boca comes, pero con el corazón sonríes y celebras la Navidad y un año más.
98
delatripa 39.
diciembre 2018.
Demersales en A mayor. Cuentos de andróginos. Realidad irrefutable: somos cuerpo y el cuerpo tiene un lenguaje que se expresa más allá de las palabras, un idioma que no es traducible en términos verbales. Así, el cuerpo habla a través del hacer y ese accionar consolida una identidad histórica. Somos nuestra historia. Lancemos una pregunta al aire: ¿quién eres? El siglo pasado habrías respondido que eras un hombre o una mujer, con tal estado civil y habrías enunciado cifras y números a diestra y siniestra: estatura, peso, edad, número de hijos o mascotas, los días de vacaciones que tienes al año. En este siglo, la identidad trasciende a las cifras, nos definimos por el hacer que antecede al ser y si el cuerpo es la vía de acción, entonces el cuerpo se transforma en identidad. Soy cuerpo y mi cuerpo habla. Habito mi cuerpo y el cuerpo me habita. Esta piel es la que consolida la idea de que soy mujer (en términos de sexo) y femenina (en términos de género) dentro de un sistema heterobinario. Fui construida como una mujer femenina. Sin embargo, esta feminidad no se manifiesta tan logradamente como la cultura (en la que estoy insertada) quisiera. Las fronteras entre lo femenino y lo masculino se me antojan cada vez más difusas y observo otros cuerpos parlantes que buscan entablar diálogo con el mío. Acaso sea por amistad, por deseo, por una búsqueda anónima de sosiego, por una llamada a la batalla o a la compañía. Las fronteras se diluyen y cuando hubimos despertado el andrógino
siempre había estado ahí, éramos nosotros esa suerte de fuerza que continua amenazando a los dioses o al menos nos comportamos como si poseyéramos tal poder. El fundamento de cualquier sistema binario se constituye a través de definir lo que es por lo que no es. Hemos programado nuestras mentes para decodificar los fenómenos a través de ausencias. No obstante, la realidad humana (simulación o no) es un campo infinito de incertidumbres. Así, las manifestaciones sexuales del cuerpo también son un campo fértil de incertidumbres, de diálogos intuitivos que a veces llegan a alguna parte y en otras ocasiones se disipan en el episodio esporádico de la vida de un individuo. Esta incertidumbre es la única garantía de nuestra libertad y la intuición es el instrumento que comunica a la mente con el cuerpo a la hora de accionar. De lo contrario, estaríamos determinados congénitamente. diciembre 2018
delatripa 39
99
100
delatripa 39.
diciembre 2018.
Mi punto de risa La Estepa Sangrante. Reseña. Hace unos días fui invitado para estar en la presentación del nuevo libro de León de Almeida, La Estepa Sangrante. León es un artista que arriesga en pos de lo que él considera su camino por el arte; y es que una de las características de la poesía, quizá su debilidad, es que los poetas suelen utilizar un lenguaje críptico, en esa búsqueda que los lleva por una ruta que juega con los límites de sus lectores. León de Almeida va por ese camino, sobre todo porque siempre ha demostrado escribir primero para él mismo, a manera de introspección y a través de él, hacer una crítica del mundo que le tocó vivir. He de reconocer que, de una primera leída, ese lenguaje críptico que mencioné, suele tornarse sinuoso y complicado, lo que podría llevar al lector a dejar la obra a un lado, pero que descubre un gran potencial si, como amantes de la poesía, vamos descubriendo el universo poético que nos envuelve en un lirismo que va adquiriendo la personalidad del autor. El propio autor se va descubriendo entre los aparentes recovecos literarios por los que nos va llevando. Es una obra con mucha violencia, en la que las imágenes se mueven con dinamismo dramático, pero una violencia que vive dentro del hablante lírico, a pesar de que intenta hacernos pensar que está depositada en el ser amado-odiado que descubrimos en las líneas.
Al final, nos encontramos con una obra llena de ingenuidad disfrazada. Por otra parte, la excesiva adjetivación nos termina de demostrar toda la pasión y sentimientos contenidos que van saltando verso a verso. Podemos decir también, que se identifican dos partes en el poemario, y en la segunda parte, voltea sus esfuerzos hacia un tema más social y, por ende, se lee mayor sobriedad, y el juego de luces y sombras literario se acentúa contrastante. Del mismo modo, notaremos una devoción teológica que abunda en cada poema, en el que puede elevar al ser amado al nivel de sacramento, como elevar reclamos sacrílegos. Se puede notar mucha religiosidad como la base de su relación con la vida y con el mundo. Finalmente, se reconoce en el autor un dominio del lenguaje que enriquece de imágenes barrocas los textos. Definitivamente, un poemario que se debe diciembre 2018
delatripa 39
101
leer con mucha calma, y releer para ir descubriendo nuevos caminos en el mismo texto. Un trabajo arriesgado, sin duda. Algo que no es para leer a la ligera, un trabajo que exige del lector una serie de ejercicios que hacen de la lectura de La Estepa Sangrante algo ríspido, de posibles frustraciones y desencuentros. Como siempre, el tiempo y los lectores pondrán a cada escritor en su justo lugar. León de Almeida se tardó veinte años en publicar un trabajo nuevo, y no sé si con esa lentitud, le será concedido su lugar en la literatura, pero llegará.
INDOLENCIA. Rásgame fruncido ceño Omnisapiente cual mítico demonio Cuando habito enervado claustro (indagante fragilidad acogedora) Ondea sobre mi asta la insignia por tus ojos colmados de extrañeza sublimas el humo que mi respirar desgasta como el tiempo al viejo guardián en su garita eón cierne infranqueable muralla enyuga enhiesto el cuello pende en sinuosa valla bravío madejo de Caín el sello doblégame barbecho infame edredón en que posas esperanza sacra indolencia me razone mientras desgarro en resuellos tu tardanza.
102
delatripa 39.
diciembre 2018.
La Niña TodoMePasa dice: Mi niñez digital: Ni millenial ni tan equis. Nací poco antes de que terminaran los años setenta. Por apenas siete meses no soy Millennial, esos que según ya traen “el chip digital integrado”. Durante toda la vida me creí parte de la Generación Equis, ésa a la que supuestamente todo le vale medio pepino o menos. Ahora algún académico se sacó de la manga el híbrido Xennial: ni fui Equis ni soy Millennial. Afirma que tuve niñez analógica con juventud digital… ¿Niñez analógica? Tal vez, pero ni tanto. Todos los viernes veía Chespirito en un enorme televisor de antena de conejo, y para sintonizar otro canal había que levantarse del sofá y darle vuelta a unas rueditas del aparatejo hasta que la imagen en blanco y negro agarrara color. Tuve la infaltable videocasetera formato Beta, y los fines de semana íbamos a alquilar películas a un VideoCentro de Robles Domínguez y Calzada de los Misterios. De un día a otro nos actualizamos a VHS, pero había menos opciones y la renta era más cara. Poco importaba el tamaño del videocasete: había que comprar un aparato rebobinador que enredaba las cintas de vez en vez. Niñez analógica… Apenas si fue un esbozo. Hacer tareas escolares nunca fue lo mío, así que como hija única solo tenía tres opciones: ver televisión, agarrar cualquier libro a mi alcance (así leí joyitas como Nacida inocente y No quiero ser virgen), o seguir jugando sola al Turista Mundial. Lo peor no era que jugara sola, sino que siempre me hacía trampa para que Peter Venkman o Egon Spengler ganaran la partida y mi amor.
Entonces llegaron los videojuegos. Mis primos ricos tuvieron su Atari con el Pacman, y la primera vez que usé un mouse fue cuando me prestaron una Macintosh para que “dibujara” y no me aburriera –léase: para que no estuviese interrumpiendo la plática de los mayores–. Mis primos hermanos experimentaron con una cosa llamada Intellivision cuyos controles parecían teléfonos celulares, y por el resto de sus vidas mi tío Miguel –lo más parecido que tuve a un papá– les compró cuanto Nintendo apareció en el mercado. Habrá sido en un centro comercial que me enamoré de una consola llamada Sega Genesis, y con lágrimas de cocodrilo en los ojos le rogué a mi madre que me comprara el cartucho de un tal Wonder Boy. Ahora que lo veo en YouTube, muero de risa por la simpleza de los gráficos; pero por un tiempo muy corto fue mi mayor trauma. Gracias a Dios mis obsesiones son tan intensas que se autodestruyen a las pocas semanas. Recuerdo bien una ocasión en que mi mamá, orgullosa jefa de familia que mantenía sin ayuda a su hija y a su madre y Si te gustó este artículo, no olvides compartirlo en tus redes sociales. Síguenos en la página de Facebook de TodoMePasa Ediciones. Twitter @todomepasa
diciembre 2018
delatripa 39
103
hasta a un par de tíos abuelos, me entregó una cajita con una nota que decía algo así: “Sé bien que lo que quieres es un Nintendo, pero te compré este regalo”. Si la memoria no me engaña, se trataba de un pequeño juego de pinturas, óleo o acuarelas, de esas con imágenes –creo que eran payasos– numeradas por color. Habría que preguntarle a mi mamá qué porcentaje ahorró de su quincena de secretaria para poder regalarme en mi cumpleaños, probablemente en el número ocho, un Nintendo Entertainment System, el famosísimo NES. Porque además me compró la versión de lujo que traía el cartucho con Super Mario Bros., Duck Hunt, y el juego de “Las Olimpiadas” (World Track Class Meet), ése que incluía un Power Pad o “Tapete” que también funcionaba con un título de Barbie haciendo aeróbics a la Jane Fonda. Mi cerebro pesimista me obliga a creer que pasé una niñez solitaria y triste… Pero, sin contar el bullying que aguanté desde el kínder del Colegio Las Rosas hasta el último año de preparatoria en el Colegio Simón Bolívar, en realidad crecí rodeada de mi familia materna y de familia adoptada. Muchos amigos de mi mamá me pasearon por todas partes, y por temporadas conviví con ciertas personas que en su momento fueron las más importantes, las únicas. Cuando pienso en las tardes de He-Man y Nintendo es imposible no recordar a Omar Abdalá, mi compinche y primo hermano, quien conseguía y terminaba un título tras otro: Bubble Bobble, Indiana Jones y el Templo de la
104
delatripa 39.
diciembre 2018.
Perdición, Megaman, Contra. Y cuando pienso en los Thundercats y Los Simpsons viene a mi mente Pepito el de los cuentos, ese vecino con quien iba a nadar a Teotihuacán y que algún sábado tocó a mi puerta a las ocho de la madrugada porque el niño quería jugar Mario Bros. Pasé una inolvidable fiesta de cumpleaños riendo porque mis tres compañeras del colegio perdían con el Goomba que sale a los pocos segundos de comenzar Super Mario, o porque brincaban mal y se les iba el hongo rojo que te hace crecer. En esa misma fiesta la mitad de los asistentes se sentaron del lado derecho del “Tapete” para según evitar que nuestro enemigo virtual nos ganara, mientras tres chicos corríamos desenfrenados sobre los números del lado azul. Nunca logramos vencer al tal Cheetah. Más o menos así fue parte de mi niñez digital. Ahora que si hablamos de mi juventud y las computadoras…
Incipit. Y creímos que había un equilibrio natural. Huracán, huracán que te llevas el mundo a volar huracán, huracán que conviertes mi huerto en campo desierto huracán Silvio Rodríguez
Sabemos que el mundo se ha calentado más de un grado centígrado desde la Revolución Industrial, el pacto sobre el clima de París, el cual ha sido no llevado a cabo y que se firmó en 2016 en el día de la Tierra buscaba restringir el calentamiento a dos grados. Todos los días pienso que es muy acertado lo que Bernard Shaw mencionaba: Sin arte, la crudeza de la realidad haría que el mundo fuese insoportable. Vivimos o sobrevivimos a una época de catástrofes naturales que han sido ocasionadas por cuestiones políticas que vislumbran sólo el poder. Es por ello que el Arte Contemporáneo es determinante para seguir brindando luz y oportunidades de accionar de una manera diferente; tal vez no se puede evitar lo que ya se ha destruido, pero sí se pueden conformar estrategias en las políticas públicas y en las acciones cotidianas de quienes nos llaman "los de a pie". Cuando el Arte mueve a la reflexión y al intercambio entre la diversidad de agentes sociales (artistas, ecologistas, políticos, sociedad civil, líderes sociales) significa que ese debate está haciendo camino. Considero que el artista no puede quedarse paralizado ante los informes de salud, la nulidad
de espacio o el anuncio de una próxima debacle. El espacio de la investigación que analiza y patrocina obras de arte que levantan interrogantes morales acerca de la interacción humana con la naturaleza, mientras motiva a las audiencias a vivir dentro de un límite, el cual las compromete por generaciones, por ello es importante esta Semana de la Ciencia y la Tecnología. Hay seres humanos que a pesar de los avatares no cejan en su ideal o filosofía de vida; Lucy Lippard ha estado siempre en la constante de pensar que la crisis ecológica es en gran medida responsable de la preocupación actual por el lugar y el contexto, pero lo es también la nostalgia provocada por la pérdida de raíces. La raíz griega de la palabra “Ecología” significa hogar, un lugar difícil de encontrar hoy en día; esto la ha llevado a pensar en la misión que el Arte mantiene y su relación con el maltrato de la Tierra. Y es que en muchas de las situaciones expuestas el artista, el intelectual o académico pierde piso de lo que debe tener claro, y que es su propósito de hacer ARTE, y de manera desafortunada en lugar de proporcionar una fortaleza en pro del
diciembre 2018
delatripa 39
105
ambiente -algunos- lo han dañado. Hace algún tiempo leía un texto de Eduardo Galeano que parafrasearé, si Dios hubiera escrito en los mandamientos Cuidarás de la naturaleza quizá el ser humano habría hecho caso... no sé, somos tan impredecibles como inconscientes. ¿Por qué no actuamos? Un boogeyman común hoy en día es la industria de los combustibles fósiles, que en las últimas décadas se ha embrollado a llevar a cabo el papel de villano con la valentía de la literatura de los comics. Todo un subcampo de la literatura sobre el clima ha hecho una crónica de las maquinaciones de los cabilderos de la industria, la corrupción de los científicos y las campañas de propaganda que aún hoy continúan degradando este debate. La temática de los desastres naturales (terremotos y huracanes) nunca ha estado alejada de las letras, por el contrario, ahí quedan registrados los eventos que han sacudido a la humanidad, pero no queriendo verme antropocéntrica diría “ha sacudido a la vida” por ello cuando leo a Haruki Murakami con su texto Después del terremoto, que aborda ese terrible pasaje con el movimiento telúrico de la ciudad japonesa de Kobe lo analicé a 1 través de la Ecocrítica , la cual busca llevar la naturaleza a un primer plano. En estos seis cuentos se nos exponen las vidas de personas que van a ser colisionadas por este evento natural; pero, qué tan natural se vuelve cuando sabemos que las explotaciones mineras, los cambios de cauce de ríos y construcciones no certificadas van a respaldar que se sucedan estos eventos, ahí es cuando la ecocrítica interviene y nos permite no sólo hacer análisis del discurso narrativo en la forma y el fondo, sino que nos permite ampliar la mirada del crítico literario y por sobre todo nos obliga a revisar otras áreas de conocimiento. 1
Lawrence Buell (USA). Claudio Guillen, español, literatura comparada.
2
106
delatripa 39.
diciembre 2018.
“Lo seguía adondequiera que fuese, lo ayudaba en todo lo que hacía. Era como si me hubiese convertido en una parte de él. Y cuando vives mucho tiempo de esta forma, acabas por no saber siquiera qué es lo que tú deseas en realidad”.
El ser humano y la naturaleza podemos considerarles entes independientes, pero se dañan de manera mutua. Sin embargo, el ser “racional” ha querido ver esa relación como un campo de batalla, en el que él quiere ser ganador, por esa razón busca ganarle a la naturaleza, doblegarla. Si llevamos a cabo un estudio ecocrítico tendríamos que reconocer la realidad de la naturaleza que aparece en el texto dejando de lado la carga simbólica humana. Investigar no solo la forma del texto, sino encontrar los lugares prexistentes en el paisaje e intervención de la mano humana, lograr una dislocación radical y pienso en lo que Michel de Certau propone visibilizar el lugar físico y cómo es modificado por las acciones sociales y las personas; las costumbres locales, la adaptación pragmática a las circunstancias y la movilidad siempre impredecible. Claudio Guillén2 menciona que “En la naturaleza misma, inagotable, inmensa, cabe tal vez recuperar una ética y una transcendencia» Si la ecocrítica se inquieta por la ética y la tematología por la transcendencia, ¿por qué no podemos considerar la posibilidad de unir ambas para analizar, y en lo posible evitar, la desertización de nuestro campo literario? Ser humanos no nos hace únicos, por el contrario, nosotros somos sólo un elemento más de este ecosistema.
Itasavi1@hotmail.com Facebook: Blanca Vázquez Twitter: @Blancartume Instagram: itasavi68
Desvaríos de la freaky neurosis. Mundos y finales. Hubo un tiempo, cuando niña, que me obsesioné con el tema de la peste bubónica. En algún momento escuché sobre la muerte de miles de personas en la Europa medieval a causa de esta epidemia, y comencé a investigar todo lo existente al respecto. Mi padre tenía una enorme colección de libros y aquellos de medicina e historia fueron de gran ayuda para satisfacer mi curiosidad. Aunque siempre me consideré una niña miedosa, me atraían los temas relacionados con la muerte, enfermedades y sucesos sobrenaturales. De entre todas las ideas que rodeaban mi exaltada imaginación infantil, la muerte era algo recurrente, pues me aterraba sobremanera. Supongo que vivir cerca del cementerio y tener una abuela curandera y media bruja, exacerbaban el problema. Mi padre también coleccionaba libros de ocultismo y magia blanca, además de figurillas de diferentes santos, Budas y hasta la diosa Kali, quien parecía querer asesinarte cada vez que la mirabas. Más que la idea de la muerte, me aterraba envejecer. No quería ver mis carnes arrugarse o perder la lozanía. Pensaba en la vejez como algo indigno y siempre quise morir joven, cuando mucho a los cuarenta años; de preferencia a causa de alguna enfermedad terminal o algo parecido. Mientras más trágico, mejor. A la edad de siete años, vi a mi tía fallecer de cáncer. Mi madre la cuidó durante algunos meses y yo la veía apagarse poco a poco. Recuerdo bien el funeral, el aroma de las flores y el aire enrarecido con cierto tufo a podredumbre. Mi tía emanaba aromas extraños desde antes de morir, supongo por las quimioterapias o quizás por el tumor estomacal que la royera por dentro. Recuerdo cuando le dijeron a mi prima de seis
años que su madre estaba en el cielo y cómo ella, la menor de cuatro hermanos, abrazaba a su padre mientras ambos lloraban inconsolables su pérdida. Tiempo después, me obsesioné con el Apocalipsis, ese del cual habla la Biblia. Supe también de las profecías de Nostradamus y el fin del mundo. Desde aquel momento, he esperado pacientemente ver al mundo colapsar. A mis treinta y nueve años, me siento como la sobreviviente de varios apocalipsis. Recuerdo la paranoia precedente al nuevo milenio, cuando afirmaban que el mundo colapsaría a causa de un fallo en las computadoras en el año dos mil. Seis años después, quienes profesaban que el mundo se destruiría el seis de junio del 2006, por tratarse de la fecha de la Bestia o 6-6-6. Más adelante, quienes apostaban que el mundo terminaría en diciembre del 2012 debido a las profecías mayas. En cada una de esas fechas me reí sobremanera de quienes juraban que el mundo acabaría. No creo que la humanidad sea eterna,
diciembre 2018
delatripa 39
107
pero aún los dinosaurios vivieron ciento cincuenta millones de años sobre la faz de la tierra, antes de ser destruidos por un meteorito. Tampoco pienso que la raza humana sea tan afortunada para contar su historia en millones de años; pues aunque pretendamos ser la creación más perfecta del universo, no lo somos. Creemos que nuestra racionalidad nos hace mejores, pero no es así. La historia de la humanidad está teñida con la sangre de las guerras, por naciones que quieren someter a las demás. Por culturas que conquistan y arrasan a otras y; sobre todo, por la tremenda desigualdad que implica pertenecer a diferentes estratos sociales o incluso, nacer en países menos privilegiados. Es cierto, el hombre evolucionó y logró enormes avances en comunicaciones y tecnología; pero, aún en este mundo globalizado, la gente sigue muriendo a manos de personas sin escrúpulos, por la delincuencia organizada, por la diferencia de género, ideología, preferencias, racismo o clasismo. Los niños son mancillados a manos de depredadores sexuales, y existe el infame negocio de la trata de personas. La discriminación y violencia se experimenta en todas las naciones. Tampoco sabemos cuidar nuestros recursos naturales, nos hemos agotado las reservas. El hombre ha destruido flora y fauna. Se han extinto diversas especies por la depredación que producimos en aras de la civilización. Los seres humanos somos una plaga que destruye todo lo que toca y si algún día el planeta colapsa, será responsabilidad nuestra. A menudo suelo pensar en el fin del mundo, tal y como lo hicieron en el Apocalipsis o incluso Nostradamus. Por supuesto, no creo que tales referentes fueran a cumplirse tal y como se escribieron, sino que se trata de una gran metáfora. El hombre camina hacia su inexorable final causado por malas decisiones, impulsos violentos y ansias de poder ilimitado. Quizá se necesite el impacto de un nuevo meteorito para hacernos entender que existe algo
108
delatripa 39.
diciembre 2018.
mucho más importante que nuestras aspiraciones de grandeza. Hasta ahora, el hombre no ha descubierto otros lugares en el universo compatibles con la vida tal y como la conocemos. Por ello, éste mundo es lo único que tenemos y debemos cuidar. De nada sirven los esfuerzos de los ambientalistas, si los gobiernos no hacen su parte para legislar y proteger los recursos naturales; evitando por ejemplo, la destrucción de áreas verdes por el crecimiento de la mancha urbana. El cambio climático es un hecho que estamos experimentando, al igual que el deshielo de los polos. Urgen cambios para proteger al planeta. Nuestro medio ambiente no es lo único que debemos proteger. Para poder considerarnos una especie inteligente, debemos realizar acciones en beneficio de la humanidad. Me sorprende mucho por ejemplo, la enorme contradicción de aquellos animalistas dedicados a rescatar a perros callejeros, pero que nunca se han tocado el corazón para auxiliar a los niños de los albergues o a quienes viven en situación de calle. Consideremos también que las cosas se ponen candentes cuando sacrifican a un perro que atacó a una persona. Hay quienes brincan de indignación. No pretendo descalificar la labor de los animalistas, pero ¿dónde queda la solidaridad con el género humano? Hace falta trabajar en la tolerancia a diversos niveles. Si la humanidad acabase consigo, lo tendríamos más que merecido. Sin embargo, no creo que mis ojos lleguen a ver un apocalipsis como tal. Bueno, todos morimos un poco cada segundo, tenemos fecha de caducidad. El fin del mundo no será aquel anunciado en las profecías, pero sí será el día de nuestra muerte.
Nos vemos en el slam. Entre personajes blancos y negros. De Roma ya se ha dicho tanto que tratar de dar una opinión acerca de esta película de Alfonso Cuarón puede caer en uno de los montones de la gran diversidad de críticos. Por eso en vez de hablar en sí de este filme, me gustaría abordar uno de los elementos que la hacen atractiva, el blanco y negro. El uso de esta combinación para la fotografía me hizo recordar los largometrajes de Temporada de Patos de Fernando Eimbcke y Güeros de Alonso Ruizpalacios, ambas películas mexicanas protagonizadas por la juventud y conflictos que se van encadenando hasta que llegan a un punto de quiebre para luego diluirse en un final muy abierto. Me atrevo a decir que en las tres películas está bien usado el extremismo que pueden significar ambos colores. Las tramas lo justifican, porque dependiendo de la escena, cada persona se convierte en blanco o negro, es agresivo o pasivo, alegre o triste, valiente o cobarde, protagonista o secundario. Abordando esta contrariedad, en Temporada de Patos me gusta cómo los personajes chocan en discusiones o situaciones en el hogar que los parece tener atrapados en la maldición del ángel exterminador en la que solo se dan tregua con una mariguaneada que los rescata de ambos colores, pero pasado el efecto vuelven a necesitar de la oscuridad, por no decir soledad, o un nuevo amanecer. Al hablar de Güeros sería tonto no mencionar la escena en la pulquería. Ahí en esa fotografía bicolor los buscadores y el buscado se encuentran sin lograr combinarse dejando en claro que el blanco o el negro (usted decida cuál es
diciembre 2018
delatripa 39
109
Epigmenio Cruz) siempre le va a decir a otro ¿Qué putas haces en mi casa? A pesar de que suene a todo volumen un himno romántico de Juan Gabriel. En Roma, la diferencia del color, la veo en los hijos, porque ellos representan la realidad de México, donde el jodido no tiene más futuro que la muerte y el rico, por más que esté al borde del último suspiro, tiene más oportunidades de vivir, incluso utilizando a los de abajo para salir de un mar embravecido. Estaré mal o bien en lo que digo, ya ustedes dirán, lo importante al final de cuentas, es no olvidarse del cine mexicano, pero del cine mexicano que no intenta copiar gringadas o sale con historias burdas avaladas o protagonizadas por cómicos de televisa; vean el de los directores, guionistas y fotógrafos nacionales que saben trabajar en el séptimo arte más allá de una cara bonita.
donativos Este es un proyecto cultural autofinanciable. Si quieres apoyarnos en nuestra labor de promover y difundir la narrativa, la dramaturgia, el cuento, el ensayo y la minificción, puedes donar a esta cuenta:
nombre: Adán Waldemar Echeverría García / banco: Banamex / sucursal: 710 no. de cuenta: 3387106 / CLABE: 002910701033871062 / no. de tarjeta: 5204 1653 2063 3690
110
delatripa 39.
diciembre 2018.