Septiembre 2021
Sensacional de Deportes Héroes y heroínas deportivos
Revista
No. 54
Septiembre 2021
Es un proyecto de la Catarsis Literaria
Editada en Matamoros, Tamaulipas. Revista de Circulación Mensual. Dirigida por: Adán Echeverría. Edición: Larissa Calderón. Colaboraciones a romeodianaluz@gmail.com Consejo Editorial: Javier Paredes Chí, Cristina Leirana, Blanca Vázquez, Roberto Cardozo, Rocío Prieto Valdivia, Mario Pineda Quintal y J.R. Spinoza.
Contenido Sobre Sendero de Suicidas Éder Élber Fabián 5 Golpe de potencia Beatriz Mérida 7 Sueños en la sierra de Oaxaca Daniel Barrera Blake 9 Un instante antes del abismo Eduardo Omar Honey Escandón De lo ocurrido en Zona Centro de una ciudad del Bajío Mario López Araiza Valencia Luz Wend Edith 15 Un cuento de Dios Alfonso Díaz de la Cruz Knockaut, Dower Maximiliano Guzmán 17 La caída del gigante Pablo Gómez 19 La fruta de dios J.R. Spinoza 21 Los ángeles aman el rock David Sarabia 22 La boda José Martín Hernández Torres En el atrio Paty Rubio 33 Dos narraciones Rocío Prieto Valdivia 34 Jodidos, pero contentos Jesús Fuentes y Bazán 38 El chico del traje negro Jeimy Sánchez 41 Dos narraciones Estrella Gracia González 42 Minificciones Lourdes García Santos 46 El águila negra Rosy Murillo 47 Del otro lado del espejo Ottoniel Herso 48 Viento y arcilla Javier Paredes Chí 51 Martilleo Mario López Efigenio 53 Sin ventaje alguna Adán Echeverría 57
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Alegría es felicidad Beda L. Domínguez 63 El murciélago Mauricio Vidaury Cazares 64 El diario de nuestra aventura Ximena E. Baltazar 72 Sobre La casa de Asterión Samantha Niño Pardo 75 Sobre El monstruo pentápodo de Liliana Blum David Sarabia 76 Sobre ¡Toc, Toc! de Melba Alfaro Silvia Cristina Leirana Alcocer 77 Sobre el capítulo uno de El efecto Lucifer Melissa López Arredondo 79 Minificciones Blanca Vázquez 81 Acerca de La casa de Asterión Susan Vianeth Rosales Orozco 82 El tipo de hombre que se quiere formar en el Sistema Educativo Mexicano Samuel Torres Beltrán 81
Matriarcadia: Separatismo 29
Norma Leticia Vázquez González
Introspecciones del Erizo Javier Paredes Chí
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Un modo para todo
Nancy Yáñez Corrales Demersales en A Mayor Sofía Garduño Buentello
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Interés superior Larissa Calderón
F es de Fantástico. J.R. Spinoza.
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Bajo el barandal.
Rocío Prieto Valdivia.
Mi punto de risa. Roberto Cardozo
Incipit.
Blanca Vázquez
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Desvaríos de la freaky neurosis. Gema E. Cerón Bracamonte
Nos vemos en el slam. Mario E. Pineda Quintal
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Héroes y heroínas deportivos Un narrador de fútbol sóccer contaba una anécdota sobre un entrenador, que en algún momento llegó a ser el seleccionador argentino, y del cómo fichaba a sus jugadores: Cuando le dijeron al míster de las cualidades del chico Zárate, decidió coger el primer avión y cruzar el Atlántico para ir a verlo. El contacto le había avisado a la familia del pibe, y lo estuvieron esperando durante toda la tarde. Sin embargo, por cuestiones del clima, quizá, el vuelo se atrasó. El entrenador llegó a la ciudad del chico pasada la media noche. Sin embargo, no podía irse a dormir al hotel. ¡Tenía que ver al chico! No le bastaron los vídeos, necesitaba estar frente a ese jovencito de 12 años de edad. Así que convenció a los agentes deportivos, y desde el aeropuerto emprendieron camino a la casa familiar del novel jugador. Llegaron. Los padres del jovencito abrieron la puerta sorprendidos de que el famoso entrenador internacional, a quien solamente conocían por las transmisiones de televisión y por fotos de la prensa, estuviera en su barrio, a las puertas de su hogar: - Disculpe, míster, pero no hubo manera de despertar al Paulo. - No se preocupe. ¿Puedo pasar a su habitación? - Pero es que está dormido. -rezongó la madre. - No importa. El entrenador subió la escalera y llegó junto a la cama del jovencito. Estaba tremendamente dormido. El experimentado estratega lo observó detenidamente por alrededor de cinco minutos en un silencio brutal, y luego dijo: - ¡Qué gran pinta tiene! Es un jugador excepcional. ¡Vámonos! Y se despidió de la familia. Al día siguiente firmaron al chico para jugar en Europa. De esa manera los entrenadores argentinos creen en los jugadores jóvenes de la Argentina, remató su anécdota el comentarista deportivo. Me pareció una anécdota de lo más
Editorial
romántica, pero que pinta de pie a quienes creen en sus ciudadanos, en las capacidades de su pueblo. Que idolatran a sus héroes, que creen en su pueblo, en sus músicos, en sus escritores, en sus deportistas. Que distinto es en otros países. En México, al parecer es necesario pisotear las carreras y el nombre de aquellos que alguna vez brillaron. En México, los personajes que construyen la prensa elevan a cualquier personaje, lo celebran cuando triunfa, y al primer tropiezo, se deciden a destruirlo. Lo hemos visto con la figura de Hugo Sánchez, con Julio César Chávez, lo vemos con Ana Gabriela Guevara, lo hemos visto con Rafael Márquez, con Cuauhtémoc Blanco, lo hemos visto igual con Javier Hernández, Adrián Fernández y ahora hasta con “Canelo” Álvarez y lo vemos con “Checo” Pérez. No importa el deporte, no importa la hazaña. La prensa deportiva se encargará siempre de buscar ensombrecer los logros. “Máximo anotador de la Selección Nacional Mexicana de Sóccer”, y entonces la prensa dice: Si jugaba contra puro equipo bananero, que juegan al sóccer con cocos, y cuando hay partido corren a buscar a los once que jugarán. Así arman la selección, con el carnicero, el de correos, el taxista. Como no va a meterle goles. “Cinco veces goleador del Real Madrid”; y entonces la prensa dice: Pero qué equipazo tenía a su alrededor. Si en ese equipo no hubiera metido ni un solo gol. Además es tan payaso que por eso lo dejó la esposa. Y entonces, deciden meterse hasta con la vida personal. “Campeona mundial de atletismo en los 400 metros”. La prensa dice: pues porque es un marimacho que compite con puras mujeres, así cómo no. Ella siempre compitió con hombres por eso está fogueada. En México se trata siempre de ensuciar el nombre del otro. Pareciera que nos hemos cansado de la figura del héroe, de la heroína. Y de pronto nos unimos sin darnos cuenta a participar del
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escarnio, a ver mafias en todas partes. Porque al parecer en nuestro país nadie es capaz de lograr nada sin la mancha de la corrupción. Los mexicanos vivimos sumidos en el drama. Y esa es la gran narrativa que los medios de comunicación mexicanos: “El pobre Cuau no tenía ni tachones para jugar al sóccer. Iba de Tepito a las instalaciones del América, con unos zapatos destruidos, y ahí los compañeros le prestaban sus tachones, pero hasta que los sentaban en el segundo tiempo. Solo porque Isaac Terrazas le prestó en una ocasión los tacos, es que el Cuau pudo demostrarle a uno de los visores que había bajado del equipo grande a las fuerzas básicas, y vio la calidad del Cuau”. Y venden esa historia llena de mocos y pobreza. Cuando el mismo personaje es Gobernador de un estado de la República, la narrativa cambia. “Es solamente un naco de Tepito dándose aires de grandeza ahora. ¿Cuánto le habrá costado hacerse gobernador? Que pena terminar con tu carrera deportiva y tu nombre por dedicarte a robar del erario”. Ese termina siendo “el camino del héroe” para nuestros deportistas mexicanos. Y no lo dudes, también para nuestros escritores y artistas mexicanos.
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Sobre Sendero de Suicidas
Eder Elber Fabián
Si con sus anteriores trabajos como Cuerdas de mar (1995), Al fuego de la panga (2001), Defensa del oficio (2009), Sewa yoleme (2012) el poeta Rubén Rivera había conseguido tocar nuestras fibras más sensibles, con el poemario Sendero de Suicidas (merecedor del premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes 2021) logra conmovernos, deslumbrarnos e impresionarnos ante una obra única en su género. Pero… ¿qué la hace única? Comencemos por destacar la idea de congregar a casi cincuenta genios de la escritura con un solo propósito: Mostrarnos sus últimos pensamientos antes de suicidarse. Si bien la idea de reunir en un libro a suicidas ya había sido probada por Héctor Gamboa en No escribiré más… Antología de literatos suicidas o en Melancolía y suicidios literarios. De Aristóteles a Alejandra Pizarnik de Toni Montesinos, Rivera va más allá de mostrarnos las vidas de estos personajes, con un estilo único logra “poetizar sobre la muerte”. Con dos propósitos iniciales: Homenajear aquellos que han decidido quitarse la vida y tratar de responder a la pregunta ¿por qué se suicidan los genios? Rubén Rivera logra tomar el lugar de los suicidas para brindarnos, por medio de un lenguaje profundo y cargado de emociones, las últimas impresiones que tienen los suicidas antes de abandonar esta vida. Aunque a primera vista parecería ser una empresa sencilla, la realidad demostró que no lo fue. El poeta originario de Guasave, Sinaloa, ha mencionado que se trató de un proceso lento y desgastante, el cual tardó en completar durante cinco años. Sendero de Suicidas se encuentra dividido en diez secciones, cada una representa un método elegido por el suicida para terminar con su existencia. Tales métodos son: Bala, agua, soga, gas, veneno, barbitúricos, anhídrido carbónico, raíles, vacío y diversos (donde encontramos métodos tales como cortarse las venas, beber desinfectante, sobredosis de cocaína, exaguinación, etc.) El poemario abre con una cita de Schopenhauer tomada de El mundo como
voluntad y representación, para encontrarnos a la postre con una breve pero intensa reflexión, hecha por Rivera, sobre qué pasa por la mente del suicida antes de acabar con su vida: “Antes de matarse un suicida piensa en el castigo, en dejar una marca, un gran agujero en el corazón de alguien: un suicida sabe que su vida es pólvora, filo mellado, aspereza de soga y vértigo de beleño…” Vale la pena decir que esta reflexión contiene un tono poético admirable, la cual la vuelve más profunda. En cada una de las secciones encontraremos una cita que estará relacionada con el suicidio, con la muerte, o bien, con la poesía. Así la primer alusión pertenece a Balzac, quien nos declara que “Cada suicidio es un sublime poema de melancolía” Frase que al igual que la advertencia en la puerta del infierno de Dante, nos dará la bienvenida para escalar esta senda. El primer suicida que nos recibe es el poeta griego Kostas Karyotakis, uno de los mayores autores vanguardistas de su país. Rivera logra entrar en la psique de Karyotakis apoderándose de sus emociones y sentimientos previos a la muerte. Si bien el poeta mexicano no cita como tal algún poema de Kostas, podemos percatarnos que entre los poemas de éste y el poema del mexicano existen tonos similares. De igual forma, se vuelve visible las similitudes entre las reflexiones propuestas en la poesía de Karyotakis y las reflexiones propuestas por Rivera. Para comprobar lo anterior compárese estos versos del poeta griego: “Acaso queden detrás nuestro los versos/ diez versos solamente acaso queden,/ como las palomas que sueltan los náufragos al ocaso/ y dejan su mensaje cuando ya es tarde” Con los del poeta sinaloense “Siempre estuvo esperando un navío que jamás llegó, o quizá cuando llegó ya era viento, humo, nada.” Así se torna evidente que entre ambos poemas existe un vínculo, ya sea por el tono o bien por el mismo sentimiento melancólico. Aunque podríamos pensar que siempre prevalecerá ese tono umbrío a lo largo del poemario, habrá momentos en los que el suicida se despida de esta vida de una forma no digamos septiembre 2021
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alegre, pero si serena. De esto da ejemplo el compatriota de Kostas, el escritor Periclís Yanópulos “Escucho el brillo del oleaje, moja mis pies… Ya no iré a casa a encender las luces de nuevo, porque mi casa será el mar” o bien el poeta mexicano Manuel Acuña que en sus últimos momentos piensa sólo en una persona “Oh, Rosario, cómo quisiera ser tus labios. Tú bien sabes que estoy en ti, no te preocupes por la vida…” Mientras que en el recuerdo de Yanópulos encontramos que el poeta desea volver al estado original de las cosas: la naturaleza. En el recuerdo correspondiente a Acuña hallamos la pasión, y si se quiere, la devoción que el poeta sigue profesando por su único amor esperando quedar en ella después de la muerte. Ante esto se vuelve visible que Rivera recurre a algunos tópicos como Amor Post Mortem, Carpe Diem, Tempus Fugit, para lograr más intensidad en sus poemas. De igual forma, es relevante destacar que el poeta sinaloense hace patente lo dicho por Jean Michel Maulpoix acerca del sujeto lírico moderno “Es un hombre compuesto por muchos hombres, toma el aspecto de una hiperbólica acumulación de fragmentos identitarios” Así Rivera toma las identidades, los aromas, los pensamientos y demás rasgos de estos poetas y otros como: Heinrich Von Kleist, Vladimir Maiakovski, José Asunción Silva, Jaime Torres Bodet, Pablo de Rokha, Paul Celan, Li Po, Alfonsina Storni, Jorge Cuesta, Sylvia Plath, Leopoldo Lugones, Alejandra Pizarnik, Césare Pavese, Hai Zi, Anne Sexton, etc. Para dar paso del yo lírico a una multiplicidad de voces, socorriéndonos de lo dicho por Diana Bellessi, podríamos señalar que el yo lírico, en este caso Rubén Rivera, se vuelve otro u otros a través de sus máscaras que serán todos los suicidas congregados dentro del poemario. Al finalizar Sendero de Suicidas tuve la misma sensación de Flaubert al escribir sobre el envenenamiento de Emma Bovary, pude sentir el veneno correr por mi garganta, la bala incrustada en la sien, la soga apresando mi cuello. Esto por medio del lenguaje delicado, pero a la vez directo, del discurso preciso y polisémico que utiliza el poeta. Pero sobre todo, tuve esta sensación por las reflexiones poéticas cargadas de sentimiento que formulan los suicidas. Con Sendero de Suicidas Rivera nos da una muestra de poesía brillante, única, novedosa y original. No queda más sino agradecer al poeta por brindarnos este hermoso libro, que desde su publicación queda ya inscrito como una de las grandes obras de la poesía mexicana. Rivera, Rubén. Sendero de Suicidas. México: F.C.E, INBAL, ICA, 2021.
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Golpe de potencia Escondido bajo los arbustos, el fango en el que he caído refresca mi herida, un tajo profundo en el costado izquierdo provoca que disminuyan mis defensas. Trato de recordar mi origen en aquel valle desértico de horcos salvajes del que he descendido. Durante largo tiempo fui entrenado para ser simplemente un rompehuesos pero mi destreza en estrategia subió mi categoría. Me seleccionan porque soy confiable, uno sólo de mis golpes colocado con suficiente energía puede matar a mis contendientes sin que opongan resistencia. Marte08, mi usuario, sabe bien de lo que soy capaz y no dudó en escogerme para la mayoría de sus combates. La temporada anterior estuvimos juntos en los primeros lugares del ranking. “Orfok y Marte08”, “Marte08 y Orfok”, ¡los compañeros invencibles por siempre! o al menos eso creí por un tiempo, hasta el fatal día en que SusyQ, otra usuaria, llegó a nuestro campo de batalla. Los primeros días después de conocerse se mandaban mensajes desde la consola de videojuegos, Marte08 concentrado en la batalla de vez en cuando le indicaba a SusyQ las recompensas que no debía perder o los atajos que podía tomar si quería lograr pronto las metas. SusyQ era pésima peleando, intentó competir con héroes populares como “Tricia, la vengadora”, “Mogún, el desarmador” incluso con “Trampa del Infierno”, ¡con “Trampa del Infierno”! con quien no había manera de perder: ¡Control+Z, Control+Z! y sus enemigos no encuentran salida. SusyQ no estaba para ser gamer, pero si Marte08 la encontraba en línea no dejaba de invitarla a ser parte de su equipo de la muerte. El equipo de la muerte que la temporada pasada había logrado ser el más letal de esa región; ahora en vez de miedo daba tristeza. Y todo porque Marte08 no podía pelear sin llamar a su enamorada cada vez que la encontraba en línea. Un día, de pronto, Marte08 volvió a la jugada.
Beatriz Mérida
Al parecer SusyQ desapareció de la faz de la tierra porque no se le menciona en el chat, no le manda oro, armas o polvos mágicos de regalo, ni es convocada a ninguna otra competencia que pueda estropear. Nuestro líder vuelve a ser competitivo y las jornadas intensas nos colocan entre los favoritos. El verano llega y con él la temporada de eSports donde estamos inscritos en competencia. ¡De las profundidades del valle desértico, he surgido como uno de los horcos más aguerridos! y un amor adolescente no podrá truncar el destino de ¡Orfok, el rompehuesos! Ése es mi grito de guerra, mientras Marte08 arma la combinación perfecta: experiencia hasta el punto máximo; defensa contra toda prueba; movimiento y agilidad, elección premium; polvos mágicos y armas en barra llena. ¡Nuevamente recorremos juntos el campo de batalla! y toda la potencia en mi golpe mortal tiene por punto de tiro a mi archienemigo: “Trampa del Infierno”. Es la hora de la verdad, los números llenan la pantalla en orden regresivo, “Trampa del Infierno” corre hacia mí, el brazo en alto me amenaza con una guadaña. Pero no ataco, debo esperar a tenerlo más cerca y mi golpe de potencia será letal. Pero algo falla, mis pies y manos no responden ¿Por qué Marte08 no ha reaccionado? “Trampa del Infierno” aprovecha la situación y de un tajo me derrumba. El fango refresca mi herida mientras trato de recordar mi origen en aquel valle desértico. Pero no puedo concentrarme porque desde mi posición puedo ver a dos adolescentes abrazados al otro lado de la pantalla y por el chat del juego, entre emojis de corazones, alguien menciona que Marte08 y SusyQ se acaban de hacer novios.
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Sueños en la sierra de Oaxaca Le gustaba sentir el tacto de cuero granulado de su balón, y esos pequeños surcos que lo circundaban y dividían en gajos. Lo aprisionaba entre sus manos mientras su vista se concentraba en el aro rival. La noche era tranquila, solo se violaba el silencio por uno que otro grillo alegre. Por eso, cuando el árbitro sonó su silbato, Diego reaccionó como resorte, arrancó con la mente puesta en su meta. Botaba el balón con soltura, sin restarle velocidad, levantando una pequeña nubecilla de polvo con cada bote. El equipo contrario mantenía una defensa personal, le apareció de frente el primer defensor, Diego, sin disminuir la velocidad, hizo una finta hacia la derecha y en el último segundo giró hacia la izquierda con el balón pegado a su mano, el defensor pasó de largo y en el acto se levantó una ovación estruendosa en todo el estadio. Buscó a sus compañeros de reojo, todos rezagados o marcados por defensores, el cronómetro sobre el tablero contrario se comía los segundos rápido, no había tiempo, tendría que ser él. Cinco. Otro contrario le salió al encuentro extendiendo sus brazos con las palmas de las manos abiertas, intentaba ensanchar su cuerpo al máximo, convertirse en muro. Diego repitió la hazaña anterior, pero esta vez el drible fue hacia la derecha, el estadio estalló en un nuevo rugido. Cuatro. Entró en el área, debajo del aro lo esperaban dos torres rubias. Tres. Tomó el balón y dio los últimos dos pasos sin botarlo. Dos. Se metió entre los dos grandotes pasándose el balón alrededor del cuerpo con habilidad, para esquivar los manotazos bajos. Uno. En el paso final, el del salto, un pedrusco se le enterró en su pie. Trastabilló… Por suerte el árbitro había marcado una falta a su favor, lo que le daba la última oportunidad de romper el empate a favor de su equipo mediante un tiro libe. Se acomodó detrás de la línea. Miró el cronometro sobre el tablero de vidrio, solo quedaban cuarentaicinco centésimas. Miró el marcador colgado en el centro del estadio,
Daniel Barrera Blake
ochentiocho puntos para ambos equipos. El público rechiflaba, golpeaba los asientos le gritaban de todo. El árbitro sonó el silbato y Diego tiró más rápido que nunca. La pelota en el aire, el tiempo ya muerto. El estadio vuelto una tumba, nadie hablaba, nadie respiraba, la tensión se solidificaba y el balón de gajos dibujando un amplio arco en el aire. Entró limpio, pura red. La muchedumbre reventó. Las luces parpadearon, sus compañeros lo abrazaron, lo cargaron. Después encabezó la vuelta de la victoria a toda la cancha mientras el público coreaba “triquis, triquis” Aún no terminaba su vuelta del triunfo, cuando oyó, por encima de los aficionados, otro grito: ¡Diego, ya es tarde, es hora de cenar! Recorrió los últimos metros con sus brazos en alto. Detrás de él los rivales desaparecieron junto con sus compañeros, árbitros y público. El marcador colgado en el centro del estadio se volvió de aire, las potentes luces se apagaron. Al terminar su vuelta, topó contra el cuerpo de su mamá. —Ya voy mamá Ella le pasó el brazo por los hombros y lo rejuntó contra su cuerpo. —Vámonos a cenar, mi amor —le dijo mientras observaba los tableros sin algunas tablas, los aros sin red y el piso de tierra. “Pinches cabrones” agregó en voz alta, al viento. Aunque Diego intuía que le hablaba a todos esos políticos que tenían años prometiendo pavimentarles la cancha. —No te preocupes, mamá, aun así ganaremos —le dijo, refiriéndose a su equipo de básquetbol. La mamá le sonrió y asintió, después se volvió para mirar de nuevo la cancha por encima del hombro y agrego: “pendejos”
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Un instante antes del abismo
Eduardo Omar Honey Escandón para H.E.D.D.
Estuve a punto de morir un 22 de septiembre. Iba a bordo de un avión cuyo destino era Miami. Enfilamos al despegue y los motores aceleraron. Estaba sentado del lado derecho. Escuché claramente cuando hizo ¡CLAC! El avión brincó un poquito. El piloto mantuvo la aceleración. Vino otro ¡CLAC! y uno más ¡CLAC! El piloto frenó el avión. Me hundí en mi asiento como otras decenas de pasajeros por segundos que se extendieron largos minutos en el reino de lo subjetivo. Son instantes en los que te asaltan pensamientos: ¿alcanzará la pista? ¿Qué habrá del otro lado? ¡Que suerte tienen los que están al lado de las puertas de emergencia! ¿Besé a mamá de despedida? ¿No había un muro enfrente? Escuchas invocaciones en varias lenguas. Algún grito de angustia. Se huele la esperanza de un milagro. Cuando finalmente el gigante alado se detiene, surjo del asiento. He renacido cuando no hay más movimiento. El no-movimiento también es vida. Décadas después, quizás tras una conversación olvidada, me pregunto si ese día, ese 22 de septiembre estuve en tus labios a la distancia. Quizás rezaste por mí. Quizás pediste por mí con tu corazón. Quizás prometiste algo a cambio si regresaba a ti. Quizás no era el momento. Quizás aún teníamos historia que contar. Quizás, aún separados, al encontrar el diario perdido por veinte años, es simple y sencillamente un impasse en nuestro camino. Quizás vuelvas a rezar por mi. Quizás haya un retorno, ahora sí, antes del final.
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De lo ocurrido en Zona Centro de una ciudad del Bajío Parecía una tarde como cualquier otra, entre la rutina de las personas que salían de trabajar, estudiantes y merodeadores sin quehacer de la Zona Centro. Mediados de julio, la humedad saturaba el aire, estaba fresco y uno que otro ya traía puesto un abrigo para evitar resfriados. Las charlas de aquellos caminantes eran un zumbido recurrente durante mis trayectos, que intentaba aislar con la música emitida desde mis audífonos. No era de los que escuchara conversaciones ajenas o que se interesara en los problemas de otros, me gustaba el mundo creado por las imágenes vivas que la música inspiraba. Mi mundo interior apartado del exterior. Cualquier ritmo era bueno al pasar por el centro, me permitía enfocarme en llegar a mi destino. Eran alrededor de las seis mientras pasaba frente a la Casa de la Cultura. El grito de una mujer traspasó los audífonos, pero no fue suficiente para que mi atención se desviara de la música. Luego del alarido, percibí dos más, probablemente de unos niños. Me pregunté por qué tanto alboroto, era martes, un escándalo era raro y más a inicios de la semana. El cuarto grito provino de un hombre cuando me disponía a transitar el pasillo que unía la zona peatonal con una calle. Definitivamente algo sucedía que requería mi atención. Fue en cuanto pausé la canción en curso que un estruendo me hizo caer. Sentí algo de polvo en las comisuras de los labios y una fina cobertura de material áspero sobre mi cuello y la parte posterior de la cabeza. A mí alrededor me encontré con pasos veloces que iban en varias direcciones. Por supuesto, un clamor que acompañaba a la gente vuelta loca y que me paralizó. Entonces el suelo se agitó, como si algo muy pesado cayera cerca de donde me hallaba. Le siguió la onda sonora, que se combinó con los chillidos de los transeúntes. Levanté un poco la cara. Allá en la zona peatonal, a cielo abierto, una mujer señalaba el rumbo de la Catedral. Lo que
Mario López Araiza Valencia generaba el caos ocurría cerca del templo. Muerto de curiosidad y miedo, me incorporé y abrí paso entre empujones para ser testigo de lo mismo que la mujer veía desde su lugar. Me esperaba la caída de un rayo, la explosión de un tanque de gas o quizás el colapso de alguna estructura dañada por el paso de los años. No obstante, era algo que entraba en todas las categorías y a la vez estaba fuera. El cielo de la Zona Centro resplandecía con fuegos artificiales y nubes de colores que surgían de improviso. Ora nacía una roja, ora una azul, chocaban y una onda luminosa las unía. Era energía envuelta en una especie de pelea, una danza o una competencia cósmica, que quienes presenciábamos abajo nos resultaba difícil de explicar. El suelo retumbaba bajo nuestros pies con cada nube de color que aparecía. Algunos huían despavoridos, mientras que otros se hacían los valientes quedándose a tomar videos y fotografías. Yo me resistí a hacerlo, quería que mis ojos y cerebro capturaran fielmente lo que pasaba y, si lograba salir de ahí, poder contarlo con lujo de detalle. Después de unos segundos de estar frente a lo insólito, una explosión verde cubrió una de las torres de la Catedral. Muchas grietas aparecieron en la estructura de más de doscientos años de antigüedad y el impacto fue tan fuerte que empezó a colapsar. El sonido de quiebre y caída me estremecieron, era algo nuevo que se añadió a todo lo que había experimentado en esos minutos. Una capa de humo se formó a partir del derrumbe de la torre y sentí el polvo ahogándome. Me tapé los ojos y la nariz, aquello se estaba poniendo peor y era momento de escapar. Fue cuando los vi. Saliendo de la nube de polvo, dos figuras se precipitaron sobre las ruinas de la torre de la iglesia para chocar con la fuente de la zona peatonal. La imagen que conservo es muy extraña. Una de las figuras era pequeña, encorvada y se asemejaba a una mujer anciana. Su par de tenis era lo que más resaltaba: blancos con
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negro. Tenía un delantal puesto, su cabello recogido en un moño y lo más increíble de todo era el cuchillo de obsidiana que sostenía en una mano. La mujer emergió de los escombros de la fuente, sin rasguño visible por el golpe. Me dirigió una mirada enigmática que me conectó con muchas presencias dentro de ella, antiguas y de otros lugares del universo. Acto seguido se elevó por los aires blandiendo el cuchillo, lista para dar batalla a un hombre con atavíos militares de otra época. El hombre lucía con gran porte y detrás de su bigote blanco esbozaba una mueca de agresividad. En sus manos brillaba una espada que chocaba con el cuchillo de la mujer produciendo las volutas de colores que llenaban el cielo. ¿Qué era lo que sucedía en el siempre aburrido centro de la ciudad? ¿Quiénes eran esos dos seres de apariencia humana que luchaban destruyendo lo que tocaban? Busqué mis audífonos, ya no quería escuchar la sinfonía del espectáculo perturbador de esa tarde. Lamenté no encontrarlos, seguramente yacían destruidos por las pisadas de alguno de los que huyeron. De la sorpresa pasé al dolor y ya nada me detuvo en el centro. Como pude comencé a correr, cerré los ojos y me tapé los oídos intentando regresar a mi mundo interior, ya que el exterior nuevamente me resultaba indigerible. Arribé a casa sin saber cómo. Las noticias repetían una y otra vez lo acontecido. “Extraterrestres”, “Héroes de otros mundos”, “Demonios de los últimos días” vociferaban los reporteros sin tener idea sobre lo que hablaban. Mis padres preguntaron y no les contesté. Me encerré en el cuarto, apagué la luz y no quise saber más. El asombro de capturar con detalles algo sorpresivo se había vuelto amenaza, de maravilla pasó al miedo, la música transformada en ruido que lastimaba mis sentidos y que reproducía sin cesar la mirada que la mujer me dirigió antes de encarar al hombre. Me perdí entre las presencias contenidas en los ojos de la mujer, sus voces me llevaban a la Ciudad de México a los años ochenta y aún más atrás, a los principios del Siglo XX. Seguramente trataba de decirme quiénes eran los personajes que peleaban en el centro de mi ciudad. Basta. Alejé las voces, me aparté de la mirada de la mujer en lo profundo de mi cabeza y regresé a mi cama. Debí continuar con mi camino desde el primer grito que escuché, absorto en la música, salvando mis audífonos y dejando que los combates en mi interior se resolvieran sin verse aumentados por la intromisión de otros venidos de quién sabe dónde.
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Luz
Wend Edith
No necesitas dormir más. Es tu alma y no tu cuerpo la que se encuentra cansada. Necesita naturaleza, música, libertad. Necesita verdad y conciencia. No. No necesitas dormir más, necesitas despertar. Juanma Quelle
Siempre creí que en el interior de un humano existían al menos dos tipos de componentes para hacerlos funcionar, el fuego y el hielo. Dicho de otra manera, creía que cuando las personas eran frías, su interior estaba congelado y cuando el fuego ponderaba, era porque el calor de fuera impregnaba por dentro una especie de cataclismo de felicidad. Hace unas semanas el hielo se apoderó de mi vida y decidí viajar a lo alto de las montañas. Encontré entonces a dos habitantes, uno de fuego y otro de hielo. Justo cuando pretendía lanzarme desde arriba, el hombre de hielo me rogó escuchar al hombre de fuego. Yo no pretendía cruzar palabra alguna con aquel desconsiderado que me había abandonado durante tanto tiempo y que ahora se dignaba a querer entablar conmigo una conversación. No me interesaban sus excusas ni mucho menos sus disculpas. El hombre de hielo aun así volvió a rogarme que escuchara. El de fuego dijo entonces, que no pretendía de ninguna forma excusarse por su ausencia, pero me perdonaba por mi poca fuerza. Estas palabras fueron el declive total para que yo quisiera lanzarme contra el hombre de fuego de una manera poco amigable, pero el impacto de sus palabras sembró también la duda en mi mente. Siguió diciéndome que durante días había intentado prender el fuego en mí, y que en infinidades de veces quiso aparecer, pero mi prioridad parecía ser el hombre de hielo. Dijo también que había desarrollado una especie de amistad con mi verdugo y que me importaba poco destruirme desde dentro. Era cierto, lo único que me interesaba era reprochar su ausencia. Ocupado entonces en repartir culpas, olvidé que el fuego no crece en el hielo y cerré así, su entrada para siempre. Absorto y lleno de vergüenza me encontraba yo, frente al hombre que atacaba cada uno de mis argumentos. El de fuego, permanecía callado y aparentaba una sonrisa solitaria que brotaba desde su interior, sus gestos estaban llenos de burlas hacia mí, parecía darse cuenta que, aunque su final había llegado, el daño causado lo mantenía vivo aún. Con mis ojos abiertos e iluminados, podía observar como el hombre de fuego poco a poco tomaba color y a su vez el hombre de hielo perdía su blancura y se volvía negro. Mi interior hasta ese momento congelado, empezó a producir calor y sintió que la altura nos llenaba de miedo. Quise dar un paso hacia atrás y en su lugar tropecé con una roca, logrando con esto caer de súbito desde lo alto de aquella montaña. Al momento de despeñar, sentí rozar los dedos del hombre de fuego y lo escuché susurrarme: solo el fuego puede combatir al hielo, lo destruye desde dentro, como a ti. ¿Qué si regresé del viaje? Quizás sí.
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Un cuento de dios
Alfonso Díaz de la Cruz
Y así, sin más, una fresca tarde de octubre, mientras una suave llovizna cubría el valle, el dios se bajó de su pedestal y, sin que nadie lo viera, se marchó dejando el templo atrás. Lo cierto era que estaba sorprendido con todas las cosas que de él se decían: que si estaba al pendiente de las acciones de los humanos, que si él no permitiría tal o cual cosa, que si él exigía tal o cual sacrificio o prueba de fe… De cierta manera se sentía, sobre todo, presionado por la perfección que le adjudicaban y que, al parecer, por ser un dios, tenía que cumplir cabalmente, lo que le dejaba totalmente exhausto. Por otro lado, y esto fue lo que finalmente lo llevó a tomar su resolución, se había cansado de todas las guerras y atrocidades que día tras día y en todas partes del mundo se realizaban en su nombre. Sangre, insultos, improperios, menosprecio… muertes. Era demasiado. Más que cansado se sentía culpable. Y triste, sumamente triste porque decían que todo ello se llevaba a cabo en su nombre, pero nadie jamás se tomó la molestia de acercarse a preguntárselo; ni su nombre, ni si en realidad quería que mataran por él; de manera que por las noches, cuando nadie lo veía, lloraba despacio, en silencio, por todas las muertes que le cargaban. Salió por la puerta trasera del templo y bajó al pueblo. Como todo mundo idealizaba a su conveniencia al dios, nadie lo reconoció, e incluso hubo quienes le sacaron la vuelta, por su aspecto andrajoso. Al llegar al pueblo, cruzó por la calle principal hasta llegar al mercado. Ahí se compró unos tenis nuevos (de su talla) con los que terminó de recorrer las callejuelas del pueblo. Por la tarde se recostó en un banco de la plaza principal a contemplar las nubes. Se maravilló al ver la cantidad de figuras divertidas que éstas formaban. Al caer la noche entró en un bar y se bebió una cerveza, sin prisa alguna, disfrutando de cada una de las sensaciones que vivía y del barullo en el que se envolvía el bar. Al poco tiempo, ingresó al equipo de futbol local donde jugó como portero durante algunos años. Le apodaron “el ateo”, porque era el único que no rezaba antes de cada partido. Ni siquiera cuando ganaron el torneo de la región. Pasaron los años y se retiró del futbol y hay quien se atreve a decir que del pueblo. Algunos especularon que había partido hacia la costa donde entró a trabajar en un barco de carga. Hay quien dice que sólo se retiró de la vida pública y que vivía en lo alto de un edificio en la calle 57, número 12, interior 3. Lo cierto es que de eso ya hace muchos años y que, con el tiempo, el dios murió. Quienes pudieron encontrarse con él, podían afirmar con toda seguridad que era un hombre feliz. Los feligreses del templo, por su parte, jamás se enteraron de esto. Creyendo que alguien lo había robado decidieron elaborar una nueva escultura, de barro, a la que continuaron adorando como su dios.
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Knockaut, Dower
Maximiliano Guzmán
Directo de Izquierda, guardia, Cross y dos pasos hacia atrás y uno a la derecha. Peludo lo tiene Dai Dower, peludo y las luces y el argentinito viene peliagudo, Pascual, Pascual, y otro Cross y ya tiene la cara como plastilina roja, le duele. — Y seguro que le duele — me dice Oscar que escucha la radio con la ansiedad de ratoncito. Cross, Cross, croar de sapito de boxeo y se cae al piso en un Knock out sublime. —Pobre Dower, che, pensó que en San Lorenzo sólo se jugaba al fulbito y entre pelota y pelota le pelotearon la jeta— exclama conteniendo una tristeza metafísica Elvio Granados quien desconfiado creía que Pascual no estaba a la altura de la competencia. —Era un escenario y cayó en un Ring, no se dio cuenta — le dice un borracho moviendo de un lado a otro un billete de diez pesos. Y yo pienso, pienso porque Oscar no piensa, en que Dower debe estar soñando con un Mar lleno de peces de colores que vomitan vacas y las vacas comen relojes bajo el agua y el tiempo se detiene, se detiene por un rato. Dios ha visto caer al británico que ahora mudo duerme en el hospital porteño. — Descansa, Oscar, tomate otra cerveza y decile a tu mujer que perdiste cuarenta pesos otra vez por apostarle al perdedor— le digo a mi buen amigo. Yo no le apuesto a nadie, yo si tengo que apostar le apuesto a las vacas que comen relojes en el sueño de Dai Dower, esas vacas controlan el tiempo, lo tienen en sus estómagos y la Reina lo lleva cargando de los hombros porque es su peleador favorito. Y un Cross y un directo al mentón y así hubiese ganado pero no le salió, no le salió, Pascual Peréz metió primera, segunda y tercera. Y la Inglesa en la puerta de la habitación catorce del Hospital esperando que lo despierten a su marido.
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La caída del gigante ¡Nuestro árbol estaba enfermo! La escalera de tripié fue puesta justo debajo del árbol. Se amarraron las cuerdas para fijar los brazos del Olivo. Se oyó el tac-tac del machete y el trrrrrrrrrrrrrrrrt de la motosierra. De pronto, un golpe al piso me indicó que cayó la primera rama, provocando que en la mesa, cerca al teclado de mi computadora, cayera una arrepentida y escurridiza lágrima de nostalgia. El viejo olivo, que fielmente guardó los recuerdos de mis hijos, empieza con el final de su vida. ¡Ya se va un testigo de nuestra historia familiar! Conoció a Licha y luego al Juny y a Tavo. Estuvo presente en los inicios de vida de Silvia. Mis hijos, póker de ases. Su tronco fue marcado como territorio primeramente del “Pinto” pasando por una variedad de “Caninus vulgaris”: “Manchitas” “Muñeca”, varios mas, terminando con “Osa”, la majestuosa e inquieta gran danés de Ángel. Infinidad de veces escuchó: “A la rueda a la rueda de san Miguel, san Miguel…”, y: “A la víbora víbora de la mar, de la mar, por aquí pueden pasar…”; al tiempo en que sus hojas bailoteaban con el balanceo de su tronco al ser embestido por las inocentes jugarretas de la infantilidad. Y con él se van los momentos de alegrías, de algarabía y de aquellos sucesos que lo rodearon mientras firmemente crecía, dando frutos y abrigo a cientos de pájaros y diferentes aves, que puntualmente, anunciaban el alba con sus cantos, recibiendo y dando gracias a Dios por ese nuevo día y que al término y cerca del ocaso, regresaban para nuevamente piar mientras se acomodaban en su nido, contando las aventuras que pasaron en su viaje diario por los montes, charcas y arboledas circundantes. El Tío Meme seguía en su tarea destructora, dale que dale con el machete y la sierra. Y yo, lejos de las arañas y bichos que se cobijaron en sus ramas, resguardado dentro de casa, y rasguñando las teclas para expiar la culpa por permitir su caída, me sumía en la cueva craneana del recuerdo, metiéndome en cada rincón de su historia, añorando y deseando retornar sobre el irretornable camino andado del tiempo. Lo que yo
Pablo Gómez diera por estar en aquel momento en que mis hijos Pablo y Tavo dijeran: “Mi madre y yo lo plantamos, en el límite del patio, donde termina la casa, fue mi padre quien lo trajo, yo tenía cinco años y él apenas una rama….” ¡Nuestro árbol estaba enfermo!. Recuerdo que primero Juny no podía estar bajo el árbol, pues de inmediato se afectaba y la alergia daba su primer aviso haciéndole estornudar. Después fui yo, luego Tavo y le siguieron el resto de la familia. Ya no era seguro andar en el traspatio. El huerto familiar, recién iniciado en macetas con plantas de tomate, chile, calabacitas, cilantro, albahaca y otras más, lo perdimos, pues se contaminaron con la plaga. También “El Compañerín”, benjamínico nieto, se vio afectado. Y fue por este último por lo que optamos a quitarlo y donarlo para que se convirtiera en composta. Lejos quedaron aquellos tiempos en que fuimos regalados con sus frutos, verdes y grandes aceitunas que una vez curtidas, hicieron una delicia en el paladar de la familia y de nuestros vecinos y amigos. A la vez que la “Chiquis”, nuestra bella y dócil mascota doberman, cruzada con pastor alemán, se regocijaba luciendo su brillante pelaje, por aprovechar los frutos que por su madurez caían como regalo floral fáunico. Aun no sé cómo la “Chiquis” se comía solo la pulpa y tiraba al piso los huesitos, que por cierto, quedaban regados por doquier. ¡Atardece!. Y con tristeza vemos cómo la parvada de aves empieza a llegar haciendo vuelos en círculo sobre lo que una vez fue su espacio para pernoctar y practicar sus pajareras noches de apareamientos en que pico con pico y sin recato alguno se dedicaban a la continuación de su estirpe. Los techos, porches, cercas y cornisas de las casas vecinas empezaron a recibir a nuestros amigos alados, quienes parecían estar desconcertados. Postes y cables de la energía eléctrica de las calles a la redonda, presenciaron aquella legión de aves desconcertadas por la ausencia de su nidal.Vuelan por aquí, vuelan por allá. septiembre 2021
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“…Mi árbol brotó, mi infancia pasó….” ¡Nuestro árbol estaba enfermo!. Me pregunto: ¿Nuestro olivo haría lo mismo conmigo? No sé si los buenos árboles vayan al paraíso. Si así fuere y a mí se me concediera, pronto lo seguiré y quiero verlo allá para que me reclame mientras me cobijo nuevamente bajo su sombra. Ahora, en este plano terrenal, habremos de ocupar su espacio. Sé que no hay nada que lo pueda sustituir, aunque sí es seguro que lo que hagamos, deberá llevar un grato mensaje en recuerdo a su memoria Recordando a Alberto Cortez, tarareo: “….Cuando un amigo se va Queda un espacio vacío, Que no lo puede llenar La llegada de otro amigo….” Finalmente: “… Mi árbol quedó, mi infancia pasó, hoy ya sin tu sombra, tenemos recuerdos, mis hijos y yo…” Gracias Amigo Olivo! Gracias por el cobijo de tu sombra que por más de 3 décadas nos protegieras del sol y la inclemencia de los alisos. Gracias por la felicidad que nos brindaste al dejarte posar por avecillas que con sus cantos nos iniciaron el nuevo sol de cada día y el anuncio del final en un nuevo atardecer. Gracias por permitir regocijarme observando desde mi recámara, a escasos dos metros de tu follaje, el revolotear en las jugarretas de las inquietas familias pajarracas. Gracias por esconder de nuestra vista a los traviesos gnomos en las noches oscuras. ¡Gracias Amigo Olivo! ¡Lo siento mucho! ¡Adiós, amigo!
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La fruta de dios La frase “vamos a echar una cascarita” se entiende en cualquier lugar de Latinoamérica, incluso me atrevería a decir que en cualquier sitio donde hablen español. El fútbol (a diferencia del polo, el golf y la esgrima), es un deporte que no tiene miramientos en el origen humilde de sus practicantes. Hasta el más pobre puede disfrutarlo, y así ha sido desde su invención, que a falta de pelota se ha jugado con cocos, melones y naranjas. Siendo éstas últimas las predilectas por su escaso valor comercial. Para evitar que se mancharan de jugo al patear la fruta, los muchachos del barrio (de cualquier barrio), le hacían un hoyito y con un popote sorbían el líquido. Dejando poco más que la cáscara. De ahí viene el término: “cascarita”. Mi historia con Diego, comenzó también con una naranja. Mi padre me había dejado a cargo del puesto por unos minutos mientras discutía con su proveedor. No recuerdo el día, pero sé que recién había cumplido los siete. Como hijo de comerciante, los números nunca fueron problema para mí. Sumaba desde los cuatro y para los seis ya sabía multiplicar y dividir. Conocía los precios de cada fruta exhibida en el mostrador y sabía dar el vuelto de billetes grandes. Un hombre vino a comprar un kilo de plátanos y se quedó admirado de que un chico de mi edad supiera usar la balanza. Yo me sentí grande. Pensaba que en unos años sería yo quien hablase con el proveedor y en lo orgulloso que estaría mi padre. —¡Te roban!— el grito de la tiendera vecina me sacó de mis ensoñaciones. Un muchacho de algunos catorce (después supe que tenía en realidad trece) había cogido una naranja y comenzó a caminar haciendo dominadas con ella. Se paseaba el esférico de los pies a la cabeza y después a la rodilla, al pecho y los hombros. La fruta nunca tocó el suelo. Yo corrí tras él y cuando lo llamé ladrón, se giró sin dejar caer la naranja y continúo dominándola mientras me respondía.
J.R. Spinoza
—No soy ningún ladrón, pibe. He tomado prestada la naranja, cuando gane la copa, pagaré a vos una docena. Esa noche, antes de dormir, me reproché el no habérsela quitado. Hoy, cuarenta y siete años después, pienso que es uno de los recuerdos más valiosos de mi vida. Otro de ellos fue poco después del Mundial de México, en 1986. Para aquel entonces Diego se había convertido en una especie de dios para mis paisanos al levantar la Copa del Mundo. Yo había contado la historia de la naranja hasta la extenuación, pero pocos la creían. Era 30 de julio y la selección volvía al país. Muchos fuimos al aeropuerto de Ezeiza a ver a nuestros campeones. El lugar estaba lleno, pero los policías les crearon un perímetro a los jugadores, de modo que pudiesen caminar con libertad. Algunos saludaban, otros lanzaban besos, pero no Diego. El llevaba un balón en los pies y al igual que el día que lo conocí, no permitió que tocase el suelo. Algo me dijo, no se me hubiese ocurrido a mí solo, que le gritase algo, cualquier cosa. —¡Me debes una naranja!— por un momento temí que mi voz se perdiese entre tanto ruido. De alguna forma consiguió filtrarse. El campeón del mundo detuvo la pelota. Miró a la derecha, después a la izquierda, y lo juro por mis padres. Me sonrió. Un par de semanas después recibí una paquetería no esperada. Una docena de naranjas, un balón y una nota. Con esta pelota ganamos la final. Copa del Mundo de 1986. Mi deuda está saldada. Diego Armando Maradona. El balón estaba autografiado.
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Los ángeles aman el rock
David Sarabia
Kois caminaba sin prisa por una calle solitaria a las cuatro de la madrugada. Su cabello largo, castaño claro, sobrepasaba tres dedos bajo los hombros, y ondeaba por algunos ramalazos del viento fresco de marzo que anunciaban el fin del invierno. Con las manos metidas dentro de los bolsillos de la chamara negra de motociclista, tarareaba, alegre y mareado, un riff de Metallica. A la vez que la melodía avanzaba debido a que su mente era la aguja del tornamesa, tuvo un presentimiento: Malo, bueno, raro, quién sabe, el exceso de droga y cerveza lo mantenía en un estado de aturdimiento. Pero, era interesante, su intuición lo alertaba. El concierto estuvo fenomenal, ya no eran los noventas, amaba esa época, cuando el mundo era más sencillo sin menos tecnología digital. Cuando se comulgaba con el artista utilizando un disco compacto, de vinil o un casete como medio de interface para viajar a otros mundos utilizando a la música como vehículo de escape a la elevación, la salvación o la perdición: ¡Maldito nuevo mundo! Tenía claro que las épocas seguían su curso, las modas iban y venían, algunas desaparecían para siempre; ¡Pero el Rock no, maldita sea, era la mejor música jamás inventada! Ansioso, retiró la aguja de la superficie del disco imaginario, se detuvo. Silencio. Los edificios departamentales con sus ventanas oscuras, las tiendas de conveniencias con sus luces neones, ambos, eran los únicos testigos de su presencia y necesidad de querer más. Le urgía levantar avión. Un poco de nitro para despegar de nuevo no le caería nada mal. Aparte del rock, la droga era una invención infernalmente divina que adoraba. Y la combinación de ambas, de música y estupefacientes le provocaba una magia sintética e interna inigualable, algo tan similar como el éxtasis sexual orgiástico, provocado por la eyaculación en medio de un Viaje Astral. Un olor a sexo llegó a sus fosas nasales. En algún lugar, detrás de las ventanas oscuras de uno de los edificios, una pareja copulaba con intensidad dentro del silencio. Aspiró hondo como si se tratase de una larga línea blanca. ¿Les gustaría un trio? Sonrió malicioso.
Miró a su derecha, una ventana de vidrio polarizado en negro, en forma de nicho, estaba elevada del piso a la altura de su codo, con una repisa lisa, especial para lo que necesita. Era una de tantas ventanas del antro FIFI'S CLUB, donde la música electrónica, la bebida, el baile, la lujuria y otros pecados eran el epicentro de una juventud en busca de placeres. Le gustaba el FIFI'S CLUB. De cuando en veces le apetecía ir a conocer doncellas de la High Society para hechizarlas con palabras rebuscadas llenas de literatura gótica y llevárselas a un hotel barato, o en su caso, a algún callejón mal oliente para saciar sus instintos carnales. Los revolcones en medio del suelo frío y rodeados por pailas de maderas o tambos de basura, mezclado con el aroma y los jugos de hembra fina, salvaje, lo revitalizaban y le recordaban lo dichoso que era el mundo. Adoraba el sexo, Pero, más al Rock. Se tambaleó y por mero reflejo colocó su antebrazo sobre la repisa para no perder el equilibrio. De la bolsa interna de la chamarra, extrajo una botellita de Tequila, la destapó y colocó pegado al vidrio polarizado. Se enderezó, levantó el rostro y aspiró hondo de nuevo ese olor dulce y penetrante de orgasmo femenil. Sacudió la cabeza, después la ladeó y con su mano hizo su melena hacia un costado para que no le estorbara. De la bolsa de su pantalón sacó una bolsita de plástico, diminuta, contenía dos gramos de polvo blanco. Vacío su contenido sobre la repisa formando un montículo, similar a los que hacen las hormigas. Metió de nuevo su mano dentro de la bolsa de la chamarra. Hurgó, y palpó dos utensilios especiales para la operación que iba a ejecutar: Una tarjeta de crédito, que se encontró tirada, y el cuerpo de una pluma para escribir, desprovista de la punta, el resorte y la tinta, sólo el tubo, la cual fungía como pajilla. Con la tarjeta de crédito cortó un pedazo del montículo blanco, deslizó la tarjeta sobre la superficie de la repisa en un movimiento hacia su izquierda y después hacia su derecha formando una larga línea. Cortó otra ala del montículo, reduciéndolo, e hizo el mismo movimiento: dos líneas blancas lo esperaban.
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Se guardó la tarjeta. Abrió la botella, la empinó dando un largo trago. El tequila desgarraba su garganta conforme bajaba. No le molestaba, al contrario, eran caricias balsámicas que apagaban una sed infernal. Despegó los labios de la boca de la botella y la arrojó a la calle donde se quebró. Decidido, tomó la pluma-pajilla llevándosela a su fosa nasal derecha. Se inclinó y aspiró toda la raya sin detenerse un segundo. Cambio de fosa y repitió. ― ¡Mierdaaaaaa! ―gritó eufórico― ¡Divina mierda, qué buena! Alzó los brazos hacia el cielo negro y aulló a una luna menguante, muy inclinada hacia el oeste. Dentro de su cavidad nasal, una sensación de entumecimiento incrementaba su goce, a la vez que una mucosa picosa se deslizaba por su faringe dejando una estela de rastros de cocaína. El vidrio polarizado reflejó un par de luces rojas y azules, intensas, parpadeantes, que giraban como faros. Después, las luces blancas de los estrobos leds delanteras y traseras, bailoteaban acompañando un sonido agudo y violento de sirena. Kois giró, para ser recibido por el potente haz de luz de una linterna que lo cegó. ― ¡Mira nomás a quien tenemos aquí, a un Rock Star versión pirata del siglo veinte!― dijo el oficial que sostenía la linterna. Kois recibió un puntapié en el tobillo y un toletazo en la boca del estómago por parte del otro oficial. Sin aire, se llevó las manos al estómago, mientras el oficial agresor lo sujetaba por los hombros, girándole con la cara hacia la ventana. Aturdido, sintió como sus manos fueron puestas violentamente hacia atrás y esposadas con una agilidad felina. El haz de luz alumbró la superficie de la repisa. ― ¡Mira, jovencito! mínimo hay más de un gramo. Te vamos a encerrar por narcomenudista, el ministerio publico te enviará a la Federal, seguro te van a dar tu calentadita. Con lujo de fuerza, Kois fue empujado contra la patrulla; el tórax recargado en la puerta trasera y su barbilla sobre el capacete. Las luces rojiazules bailoteaban sobre sus pupilas. El oficial de la linterna tomó fotos con su celular. Después, se enfundó unos guantes de látex, y con el dorso de la mano, como si fuera una
pala mecánica, empujó el material blanco hacia la orilla, donde descendió como cascada dentro de un sobre de evidencia, junto con el kit para drogarse. Kois fue tomado de los cabellos y jalado hacia atrás para abrir la puerta. Sin ninguna contemplación fue arrojado dentro del asiento trasero. La puerta fue sellada con la punta del pie del oficial represor. El otro apagó la linterna, se dirigió hacia el lado del volante, se quitó los guantes, los tiró y entró a la patrulla. Tomó la radio, dijo un par de códigos, a los que fueron respondidos en central. El oficial golpeador se sentó de copiloto, cerró su puerta con furia mientras giraba su rostro para ver al detenido a través de la malla de acero: era un joven de veinte años, delgado, de pelo largo, chamarra negra, totalmente drogado, quien se removía incómodo en medio de gestos mecánicos debido a que la cocaína entumía su quijada, la cual se movía desviada. ―Hey, chavo, te tuve que golpear porque te resististe al arresto― Soltó una risotada, y así como rió, la seriedad aparecía acompañada de un gesto de desprecio―. Estas hecho una basca, eres la vergüenza de tu familia, ojalá, la verdad, y te lo deseo, ojalá que cuando lleguemos a la Comandancia, ese polvito te haya provocado un infarto. Serias parte de la estadística. Un mugroso menos en el mundo. El oficial al volante, dio marcha a la patrulla. Apagó la sirena, manteniendo los códigos encendidos en las torretas. ― Ya déjalo, pareja― dijo girando el volante, para dar vuelta hacia una avenida que daba hacia una calle que rodeaba el sector, por la falda de un par de cerros, que conectaba a un lugar de pobreza deprimente, una periferia que de un lado tenía una colonia pobre de asentamientos precarios; las casas amontonadas como favela por la ladera izquierda, y a la derecha, el desfiladero. Cuando el pareja intuyó hacia donde se dirigían, sin dejar de mirar a un Kois que se removía en medio de espasmos y tics, dijo en tono siniestro. ―Deberías detenerte en un lugar oscurito, cuando lleguemos a la curvas, y tirar a éste chamaco por el despeñadero, para que mañana, cuando esté hinchadito por los gases, se lo coman los perros roñosos muertos de hambre. ─ No estaría mal, pareja, no estaría mal. septiembre 2021
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Bailoteó los dedos sobre el volante, emocionado; miraba una avenida solitaria flanqueada por postes de luz y casas de luces apagadas. Ni un alma despierta, solo ellos tres en ese tramo. Kois, entre el delirio y el viaje, iba hacia atrás, a unas horas. Se encontraba nuevamente dentro de una bodega que fungía como antro bar clandestino, con un templete improvisado donde una banda tocaba heavy y alternativo: cóvers de Sound Garden, Pearl Jam, Nirvana, Guns and Roses, y otros. Era un lugar chico, ambientado con luces sombrías para no llamar la atención, con paredes revestidas de material insonoro de alta calidad. Allí se juntaba la tribu urbana amante de las guitarras eléctricas, de todas las edades; se presentaban bandas de todos los estilos –desde un rock clásico hasta el metal extremo― la tribu del nuevo siglo, que se negaba a morir ante la ola de modas musicales. Kois iba a conquistar mujeres, maduras y jovencitas, le daba igual, conque fueran bellas y de carnes apetitosas. Bebía en exceso y compraba droga. Esta noche, la música que sonó a través de las bocinas era la que adoraba, y prefirió el delirio de las notas musicales a los placeres de la lujuria carnal. Las palabras: droga, Fifi's Club, licor, mujeres, música, bar clandestino, mujeres del Fifi's, mujeres rockeras, todas me gustan, droga, quiero otro pase… giraban como ruleta dentro de la mente de Kois. Una bofetada de agua tibia lo regresó al interior de la patrulla. Abrió los ojos, apenas movía su quijada. Era maravilloso, estaba muy bueno el condenado polvo. ―Oye, pendejete, cuál es tu nombre, vamos a ver que broncas tienes pendientes― le pregunta el pareja mientras ríe mostrándole la botella de agua vacía. Kois puso los ojos en blanco, hizo la cabeza hacia atrás, temblado, respondió. ―Mi nombre es Koisteusth, ―movimiento de quijada, hacia un lado―, comandante de la treceava Legión del señor Bael, primer Gran Rey del Infierno ―abrió la boca y la torció en una mueca. En un movimiento repentino, se inclinó hacia adelante golpeando su rostro contra la malla de acero. Y miró al pareja con un par de ojos 24
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totalmente abiertos y oscuros. Temblando balbuceo―. ¡Kois para los amigos! Y les sonrió con una contorción labial extraña que trataba ser amigable. Los policías cruzaron miradas. El oficial al volante dijo, en tono irónico. ― Nos estas dando a entender que… eres un demonio― y carraspeó ahogando una risa, debido a que su intención era oírse serio, interesado. Kois se enderezó, sin dejar de temblar. Su pie derecho daba golpes al asiento mientras su rodilla telegrafiaba involuntariamente. Un espasmo fuerte hizo que su columna serpenteara. Y habló, dejando escapar un tufo a tequila con olores gástricos. ― Así nos nombró ÉL ―dijo con voz profunda. Dejó de temblar. Su quijada se enderezó esfumando la mueca― desde que vino a la tierra encarnando al Cordero de Dios. Nos dijo Demonios. ¡Maldito! ¡Yo Soy Ángel, y siempre lo seré! La patrulla tuvo una fuerte sacudida interna debido a que uno de los neumáticos pisó el interior de un bache, provocando que Kois cayera de lado. ― Sí que andas bien pasado, estrellita de Rock. Traes mucha cagada en tu cuerpo, y también un viaje muy loco.― comentó tras el volante sin dejar de reírse, a la vez que divisaba la avenida que lo conectaba con la calle que circundaba los cerros. Las favelas de casas estaban a la vista. La madrugada seguía oscura, densa, silenciosa. ― ¡Tirémosle al barranco y nos vamos a comer unos tacos! ―Propuso el pareja―. Puede, y si es un ángel como él dice, le saldrán alas y volará. Ambos policías mostraron sus dientes en una sonrisa grotesca cargada de complicidad, como si fuera el plan de una broma con altas probabilidades de realizarse. La seriedad regresaba por parte de los oficiales. ― Oye, muchacho ―dijo el del volante, con tono sarcástico―. ¿Qué música te gusta? Bueno, como andas disfrazado su pongo que el rock. ¿O me equivoco? El malestar provocado por las convulsiones, desaparecieron, tal como si la palabra rock fuera un conjuro sanador. Kois se sentó derecho, con el rostro compuesto, sereno, y con un tono de voz meloso, dijo:
― Si son tan amables. Pueden sintonizar las estación 98.3 de FM, a esta hora tocan música de rock en español. Me gusta más en inglés, de preferencia de los noventas, si es grunge o alternativo, o mejor algo de metal como Metallica, mucho mejor, así se me despeja un poco la cabeza. O en su caso, dentro de mi chamarra traigo una memoria. El problema, es que estoy esposado, y no podría pasárselas por la malla que nos divide. Los policías cruzaron mirada, sorprendidos. Llegaron a la T, donde la avenida conectaba con la calle que circundaba las colinas. Dio vuelta a la izquierda y miró la larga serpiente asfáltica que se mantenía recta hasta una larga curva en ascenso, para seguir de enfrente hasta otra curva muy inclinada que daba vuelta y se perdía por el costado de un segundo cerro. A la derecha tenía el barranco con una ladera escarpada con gruesas rocas. El fondo no se miraba, por la oscuridad. A la izquierda, hileras de viviendas humiles, encimadas y pegadas las unas con las otras, escasamente iluminadas por los postes de luz. El oficial copiloto extrajo una memoria de la bolsa de la camisa de su uniforme y anunció como si fuera un maestro de ceremonia. Se la mostró. ― Traemos algo mejor. Mira, el rock ya no está de moda, es de viejos. Bueno, nosotros dos no estamos tan jóvenes, pero reconocemos lo bueno, el rock nunca nos gustó. Esto, es la Onda ― y la metió en la entrada USB del estéreo y giró el volumen a tope. Una música potente de Dj comenzó a retumbar con un ritmo pegajoso, muy bailable. Una mezcla de Reggae jamaicano y hip hop americano, con un cantante de voz pausada, rítmica, con flow, con acento de hombre puertorriqueño. Kois lanzó un grito de horror a la vez que abría la boca como si fueran las fauces de un felino furioso, mostrando dientes, lengua, saliva. Los ojos los tornó en blanco. De nuevo comenzó a convulsionarse de forma salvaje. Ambos oficiales se carcajearon al ver la reacción del detenido, aunque el oficial del volante sólo miraba de reojo por el espejo retrovisor debido a que estaba tomando la primera curva; la gracia era, que el chico tremolaba como si lo estuvieran rociando con agua bendita.
─ ¡QUITEN ESA BASURA! ─ La voz de Kois, ahora gutural, monstruosa, era la de un ser que se hundía en un fango pestilente, con la voz llena de lodo y agua negra, donde su lengua daba la impresión de chapotear y bramar emitiendo un terrible sonido blasfémico ─ ¡APAGUEN ESO, QUITEN ESA MIERDA! La malla se combó al recibir un cabezazo, y después una patada con ambas plantas del pie. ─ ¡Eitale, pendejo, te vamos a cargar los daños a la unidad! El reguetonero seguía cantando, hablaba de mujeres, sexo, autos, fiesta. El mismo estribillo, daba vueltas, con el mismo ritmo carente de melodía artística, talento, creatividad, inventiva. Era un insulto para la buena música, las letras profundas llenas de poesía, literatura, corazón y alma. Los dioses del rock merecían la eternidad, los seudo músicos serían lanzados al lago de fuego. Esa letra simplona daba vueltas una y otra vez como una rueda de la desgracia. El reguetonero insistía mareando, hipnotizando, idiotizando, con rebanas de excremento musical. Kois gritó, sintiendo inmensa laceración, potente tortura, desgarramiento mental e intelectual, cada nota era un latigazo con cadenas de hielo punzante que partían al espíritu. Los policías festejaban carcajeándose. El oficial al volante mantuvo sus manos firmes, iban cuesta arriba, hacia la curva cerrada que daba vuelta al cerro. Kois lanzó otro grito de furia, rabia, dolor, con la fuerza de todo un averno guardado en su interior. De sus poros comenzó a emerger humo, también de sus oídos, ojos, fosas nasales, boca. El piloto asustado le dio un golpe al pareja, para que controlara la situación. El humo estaba llenando el interior de la unidad. Pero lo que realmente lo aterró, tras el volante, fue sentir como su pie hundía el acelerador a fondo en contra de su voluntad: ¡¿Qué carajos?! En un último grito de arrebato en medio del suplicio, el cuerpo de Kois ardió en una inmensa llamarada que abrasó a los oficiales, quienes al sentir como sus ropas se encendían y su piel se achicharraba, chillaron como cerdos enloquecidos de dolor y pavor. Instintivamente, intentaron abrir las puertas, pero las llamas salían por las ventanas septiembre 2021
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envolviendo a la patrulla en una bola de fuego, la cual, descontrolada subía la cuesta a cien kilómetros por hora, tomando la curva en línea recta y saliendo de ella volando hacia el abismo. La patrulla golpeó contra una saliente rocosa y puntiaguda dando un giro de campana para después caer de costado y rodar sobre las piedras de la ladera, chocando con una roca y después con otra. En el interior, ambos policías solo miraban lumbre, e intuyeron que caían y después, con desesperación sintieron los golpes y los giros como si estuvieran dentro de una licuadora que cortaba con lenguas filosas que derretían sus ojos y piel. Al llegar al fondo del barranco, ambos policías conocieron la antesala del sufrimiento eterno. Después, el misterio y el fuego siguieron consumiéndoles durante el sueño profundo apagando sus gritos. Un vagabundo con el cerebro dañado por las metanfetaminas lo miró todo. Corrió hacia la orilla y divisó con fascinación el fondo del precipicio. Atónito miró cómo salía de la patrulla accidentada, un hombre en llamas. Juró ver un par de alas extenderse, como fénix para después plegarse en los omoplatos desapareciendo. El hombre en llamas comenzó a caminar con dificultad ladera arriba, subiendo las rocas. Conforme subía, la lumbre se apagaba y al llegar a la orilla, se vio cara cara con un joven de cabellos largos y chamuscados, humeantes, quien le saludaba con su mano formando unos cuernos con sus dedos, ─el saludo Heavy─ a la vez que le preguntaba sin mover los labios: ¿Dónde venden? ¡Mira que se me quemó todo, y quiero sentirme bien! Te prometo que estarás conmigo cuando los ángeles rebeldes regresemos al cielo, al lugar que pertenecemos… El vagabundo sólo atinó a apuntar con su dedo hacia una dirección. El joven, con la ropa negra, rota y llena de tizne, se fue, perdiéndose en la oscuridad mientras las luces de las casas se encendían. La gente comenzó a salir de sus casas, se asomaron al barranco, y en el fondo, vieron las llamas adornadas por una torreta que lanzaba destellos azules y rojos. Como no había nada que hacer, alguien llamó a la policía.
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La boda Empezaban las aves a revolotear en el campanario de la iglesia, el sol teñía de rosa las pocas nubes de aquel atardecer, anticipando una noche estrellada. Por largo tiempo las campanas que tañeron a todo bando anunciaban que la misa por la boda terminaba, los novios avanzaban hacia la puerta de la iglesia, salieron entre lluvia de arroz y aplausos, caminaron por la polvorienta calle acompañados de un mariachi. Aunque siendo en contra de la tradición, el padre del novio había conseguido celebrar la fiesta en su casa. Convenció con argumentos relacionados al mayor espacio para la enramada, los músicos, el baile; pero, sobre todo para atender a la gran cantidad de invitados. A dos cuadras de la iglesia se localiza la casa del novio, a donde todos asistieron. Los amigos de la pareja acompañaban muy de cerca a los recién casados. Otras personas, caminaban más alejadas, susurrándose al oído, cosas que no se podían entender; no obstante, se interpretaban por la forma en que los dedos de sus manos entrelazadas señalaban, por como fruncían el ceño y que sus labios parecían hincharse al hablar. Secreto a voces en pueblo chico, infierno grande. Al momento en que la pareja arribó a la fiesta, se escuchaba un aburrido vals, los novios bailaron y aprovecharon para intercambiar algunas palabras acompañadas de miradas enmarcadas entre cejas que parecían hundirse al centro de sus frentes, los padres de ambos se acercaron para bailar con la nueva familia, interrumpiendo lo que pudo ser el primer pleito del matrimonio, en tanto los padrinos esperaban el turno para bailar. Después de aquel intercambio de bailadores, los recién casados al reunirse continuaron sus comentarios de manera más discreta. El conjunto de música regional interpretó una pieza que incitó a los presentes a bailar, las madrinas de la pieza musical del “billete” prepararon los alfileres y los bailadores sus billetes. “Cueritos de rana” fue la pieza musical
José Martín Hernández Torres
que se prolongó más de los esperado ante tanta concurrencia deseosa de bailar. Los amigos, los tíos, primos y sobrinos, aportaron algo de billetes al velo de la novia o al saco del novio. Las luces iluminaban la polvareda levantada por los bailadores, el conjunto de músicos retumbó por todas las rancherías aledañas a la casa del novio. El amor entre la pareja se veía coronado en la gran fiesta que la familia del novio ofrecía; no podía faltar el tradicional asado de puerco con olor a orégano, servido con arroz y puré de papas, acompañado de frías cervezas que sudaban gotas de rocío. El padre del novio había echado la casa por la ventana, se mostraba contento y abrazaba a la novia deseándole lo mejor para la vida nueva que emprendería en compañía de su hijo. El brindis por la pareja no se pudo escuchar, los ruidos de los parloteos de ajenos a la familia, mejor conocidos como “gorrones” tenían mayor resonancia que aquel padrino encargado del mismo. Después de un descanso, el baile de la víbora y del conejo pone a los festejados e invitados en movimiento. La liga y el ramo se lanzaron, para entrar de lleno a la bailada, “hasta que el cuerpo aguante o amanezca” como luego dicen. Había un secreto que la pareja escondía, sabían de la existencia de una persona más, un tercero entre el matrimonio bendecido recientemente. Cruzaban las miradas tratando de disimular el descontento por la presencia de esa persona en el lugar. Al día siguiente, los “amanecidos” notaron que el padre del novio vociferaba, la familia de la novia no entendía lo que pasaba. ¡Faltaba uno de los recién casados! Se empezó a correr la voz de que el novio se había fugado con uno de sus padrinos a los Estados Unidos.
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En el atrio
Paty Rubio
Romina Paniagua contaba quizás con 16 años; ni ella podría saber la edad exacta que tenía. Desconocía cualquier recuerdo que se asemejara a unos brazos maternos. Vivía en el tercer piso de un edificio abandonado y casi derruido. Estaba sola desde que tenía uso de razón. En la adolescencia se vio forzada a vivir en las calles, acompañada de la carencia de más chiquillos qué, como ella, no tenían ni “perro que les ladre". Viviendo de la caridad de otros y comiendo de lo encontrado en la basura. Una noche de tantas, despertó con un hombre encima que la sometió con violencia hasta vaciársele dentro. No tuvo conciencia de haber quedado embarazada. Pasaron los días y meses en los que su vientre se fue abultando, pero como ya tenía tiempo sin ver a nadie, y solo salía de esa derruida habitación para buscar entre la basura su alimento, nunca supo o estuvo consciente de que el crecimiento de su vientre, contra la delgadez extrema de su famélico cuerpo, se debía a que una vida se gestaba en su interior. Una helada noche de invierno, helada al extremo, ¡tanto! que en las calles se había creado una inusitada capa de hielo. Tuvo temor ante el dolor acusado que sufría. Sabía que a siete cuadras estaba un hospital. Muchas veces había rebuscado en la basura de ese sitio, donde llegó a encontrar algún harapo para vestir. Era tan fuerte el dolor qué, con las escasas fuerzas que le quedaban, se encaminó hacia el edificio de urgencias médicas. No bien daba unos cuantos pasos, cuando el dolor la doblaba y hacía caer al piso, de donde se enderezaba en cuanto aquel aminoraba un poco. La calle estaba desierta debido a que los habitantes permanecían en el interior de sus cálidos hogares. Ella iba poco a poco avanzando, según el dolor se lo permitía. Había logrado caminar cinco cuadras entre tropezones, cuando llegó al atrio de una iglesia que estaba al paso. De la caída en ese punto ya no se pudo levantar. La criatura en su vientre no se sostuvo más y cayó en el hielo formado en el piso. Ella se arrastró tratando inútilmente de levantarse. A un metro escaso de su destino, se desmayó, desangrandose y sin proferir ningún sonido. Su corazón se detuvo congelado y resquebrajado como cristal, en muchas, muchas partes. Al amanecer el cuidador del templo, atisbó hacia afuera mientras abría las puertas, algo notó que lo hizo a salir al atrio tiritando por esa helada mañana. Al acercarse, horrorizado, lo que encontró fue a un recién nacido, de color azulado y sin respirar y a un metro de distancia, una chica esquelética rodeada de sangre hecha hielo.
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Dos narraciones
Rocío Prieto Valdivia
Anti heroísmo. El deporte nunca fue mi fuerte, y tengo malas historias sobre él. Odié, durante los años noventa, los domingos y no entendía porqué un puñado de hombres corrían de un lugar a otro tras una pelota de colores. Si me remontó a los años de primaria, que cursé junto al poeta y escritor Antonio León, no me puedo explicar cómo fue que Toño me convenció que fuéramos a las dichosas olimpiadas escolares. Aún recuerdo cuando mencionaron nuestros nombres. Nos habíamos apuntado en voleibol. Días antes habíamos estado ensayando con el profesor de educación física, Ricardo, quien nos hizo una jugarreta y terminó poniendo a Antonio en tiro de bala, y a mi en carreras de relevos. Aunque yo era muy alta no se permitían alumnos de 5to grado en dicha disciplina, además yo era malísima para jugarlo. Solo les servía de barrera a mis compañeras. Recuerdo que Antonio iba cómo todo un profesional en atletismo; la verdad tal vez de última hora el maestro optó por ponernos en esa lista. Más bien Antonio parecía un tenista. Debió estar de moda el tenis pues la mayoría de los demás compañeros iban vestidos igual. La carrera de relevos fue un fracaso, y el maestro nos miraba con los ojos encendidos de coraje. Ese día fue una de las primeras veces que pisé el estadio de béisbol llamado Beto Ávila; años más tarde dicho estadio fue remodelado y se renombró cómo Rubén Sánchez Legaspy. Ahí tuve la desdicha de vivir durante algunos años, hasta que llegué a odiar el béisbol, y ni hablar de los Padres de San Diego y los demás equipos. Odiaba los domingos, y ver cómo masticaban tabaco, los cientos de latas de cerveza tiradas por el recinto, los gritos de las porras aún taladran mis sentidos. Tengo presente un recuerdo muy vívido con el padre de mis hijos barriendo el centro del diamante, y cómo con una cubeta llena de orificios iba formando cada línea, el olor a las mariscadas 34
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que cocinaban cada lunes en sus dichosas juntas de mesa directiva. Por otra parte, amaba los juegos olímpicos y recuerdo cuando Nadia Comaneci volvió a ganar. Creó que si hay heroínas una de ellas es la gran Nadia. Para otros será Ana Gabriela Guevara, Soraya o tal vez Paola Espinoza. Entre los héroes siempre tendremos a Raúl Ramírez, a Fernando Platas, y al gran Hugo Sánchez. Y aunque haya personas como yo que los deportes les valga un cacahuate y sean un tipo de anti héroes deportivos, el deporte es una disciplina que nos enseñan en las escuelas. Jamás voy olvidar cómo el contingente de nuestra escuela primaria arribó a las mini olimpiadas escolares. A los compañeros de salón y, aunque no logramos traernos ninguna medalla, nos divertimos mucho. Antonio León, si acaso lees esto, adoraba tu poder de convencimiento para iniciar cada aventura. Ya sé porqué el maestro nos puso en la lista de atletas, ¿recuerdas, Antonio, las escapadas a la panterita? Después de pasar 10 minutos viendo las vitrinas nos regresábamos corriendo para que no pillaran que nos salíamos por el agujero que daba a la calle.
En el campo de fútbol Hoy mientras te veía correr por el campo de fútbol y defendiendo la banda derecha, portabas tu playera con esa gallardía que tanto me enamoraba y tus musculosos brazos sobresalían de ella. Los mismos brazos en los cuales muchas veces sostuvieras mis nacaradas piernas; en tu antebrazo izquierdo la banda de capitán. Vi que de tu rostro resbalaban goterones de sudor. Esos mismos goterones que tantas veces caían en mi cuerpo; tus shorts apretados color blanco de tela traslúcida dejaban ver tu masculinidad y recordé como me volvías loca cuándo te salías de bañar y de mi boca brotaba el aguamiel que te ofrecía entre risas y juegos. Detuve mis pasos y me pregunté dónde quedó ese heroísmo con el cuál nos enfrentábamos a la vida. ¿En que cañería se fugaron los sueños? Aún recuerdo con tristeza la tarde en que llegaste feliz por tu nuevo nombramiento en el recién formado equipo de fútbol de salón de tu trabajo y como el rostro se te iluminaba. Y yo con mi pose de empoderamiento femenino me porté como una idiota y destruía nuestros sueños, sin darme cuenta fui acabando con esa complicidad. Y todo por porque no se me daba la gana de verte así con ese entusiasmo reflejado en tus palabras; no quise darte del dinero de ambos para que pudieras comprarte tus zapatillas de fútbol rápido y para colmó de males tampoco quise guisar las costillas que habías comprado para festejar juntos ese pequeño triunfo. Al día siguiente al salir rumbo al trabajo te aventé la puerta en las narices, el portazo se escuchó hueco por todo el departamento, fuiste muy paciente y yo una dramática. En la tarde cuando regresé de la oficina seguías en el pequeño departamento con paredes amarillas, y las ventanas estaban abiertas. El viento corría y las cortinas se movían graciosamente cómo danzando, burlándose de mi soberbia. Sobre la mesita de roble color rojo, junto a la sala estaba aquella caja color naranja con letras blancas. No sé de donde sacaste esos tenis de franjas amarillas. Tampoco quise averiguarlo, seria mejor no hacerlo.
En tu rostro se notaba la tristeza, querías compartir todo a mi lado incluyendo esas tardes noches y la adrenalina que sientes al patear un balón, ir de media cancha hacía la portería contraria y esquivar a la “Changa”, el medio campista del equipo contario que te tiene como su peor enemigo, y que cada vez que puede te da un aventón, te mete el pie, aunque le marquen falta a cada rato y a medio partido lo expulsen por acumular tarjetas amarillas. Ese “Changa” se cree todo un jugador de primera división, pero el pobre apenas si logra meter un gol y eso porque tú eres benevolente con él. Pero fuera del área de juego la “Changa” es a todo dar. Te cuenta de sus aventuras amorosas. Mientras consumen sus bebidas energéticas. Según él es irresistible, Arturo sólo presume para no parecer un hombre solitario. Para creerse a sí mismo héroe en la cancha chica. Azul, su mujer, ha dejado de amarlo como tú lo hiciste conmigo o al menos eso te contaba él. Te he perdido. Debí saberlo la tarde cuando llegaste con la caja de tus zapatillas deportivas, no las pudiste comprar tú, no tenías ni un solo centavo y además esos colores nunca te gustaron; los días transcurrieron y los problemas continuaron hasta volverse insostenibles. Yo incitada por otras feministas, quería sentirme parte de ellas, hasta que una tarde tomaste las pocas pertenencias y enfilaste el auto con rumbo desconocido; te ibas de “mi departamento”, te lo recalqué tantas veces durante nuestras absurdas peleas. En una de ellas me rompiste el labio al manotear contigo, te me fui a los golpes presa de un ataque de dramatismo innecesario. En ese tiempo yo había conseguido un ascenso en mi trabajo e impulsada por el movimiento feminista que recién iniciaba en el puerto quise probar suerte por mi sola. Te grité que eras un fracasado, que sólo te la pasabas corriendo tras una pelotita y leyendo en la sala; a los meses de nuestra separación ya eras el director de la Facultad de Ciencias Marinas. Los libros que leías septiembre 2021
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eran para terminar otro doctorado y poder concursar para un puesto más alto que el mío. Y sacarme de trabajar para formar una familia. Tendríamos al bebé que tanto habíamos anhelado, ahora que estabas por cumplir los 40 años y yo los terribles 30. Pero yo acabé con nuestros planes. Tú seguiste jugando fútbol y los nuevos uniformes han visto el cambio de tu cuerpo; ya no usas nuestro número de la suerte en la playera, te has puesto el numero 74. Y entre las asistentes a las canchas hay una chica que porta una camiseta con el mismo número y una pancarta con la leyenda “el 74 es el mejor”; odio que cada vez que metas un gol ella se para de las gradas y festeja, además se voltea para que todos le vean el número. Esto lo sé por Azul la mujer de Arturo que es mi amiga; ella me insistió tanto esta tarde para que fuéramos y armarle un alborotó a esa mujer que mi amiga supone es con quien me pones los cuernos. Dice que una no puede perder su posición social que da ser esposa del jefe de departamento en la prestigiada universidad. Y que hay que aguantar sus gustos tan bizarros; pues algún sacrificio hay que hacer para no perder los privilegios. Ella no sabe que ustedes aman el fútbol y en la cancha los 10 jugadores de los dos equipos lo dejan todo además de lucir como Adonis y verse como enemigos. Y aunque son de distintas facultades, dentro de la cancha todos forman un conjunto “Los Raíz Cuadrada contra Los Dioses Marinos.” Arturo el esposo de Azul siempre dice que eres terco, y que culpable de que lo expulsen. Sabes los físicos siempre quieren tener la razón. Aunque sé que tú eres paciente y benevolente con él, para ti y los demás esos partidos sirven de desahogó de los días tan complicados que hay que enfrentar con los estudiantes, sobre todo con los de nuevo ingreso. Al llegar al partido nos recibe en la entrada del complejo deportivo el boletero, desde una pequeña taquilla nos extiende un pequeño boleto con la leyenda “Final del torneo Interligas Universitarias”. El partido está por comenzar mientras vamos entrando te busco con la mirada. Tú estás cerca de la portería y al otro lado de la red veo la mujer junto a ti, parecen platicar. 36
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A medida que nos vamos acercando veo con más claridad y la reconozco es Rebeca, la compañera de la facultad que algunas veces te llamaba a casa. Aprieto los puños llena de irá contra mi misma. Rebeca trae colgada en el hombro izquierdo la cámara réflex que juntos compramos para tus prácticas de campo. Los recuerdos me inundan, nos puedo ver juntos por la orilla de las playas de Tulum fotografiando a las pequeñas crías de tortugas, y el día que vimos el atardecer tirados en esas blanquecinas arenas. Ahora es ella la que saca de tu maleta deportiva el termo favorito y una toalla que te pasa por la frente para enjugarte el sudor, ambos se lanzan miradas y sonríen, a través de la red le acaricias el vientre que luce abultado al parecer, de unos 5 meses de embarazo. No te has dado cuenta que yo los he observado. A mi lado esta Azul, caminamos hacía las gradas y nos confundimos con los demás asistentes, las esposas de los jugadores que hoy han asistido porque es la final de la temporada, solo nos divide una pequeña barrera de las otras mujeres impidiendo que nos demos con todo. Porque el equipo deportivo del cual ahora eres capitán y goleador está a punto de coronarse campeón. Los minutos transcurren, Azul me dice que parece que tengo atole en las venas, ya qué en el segundo tiempo Rebeca te seca el sudor de la frente con su mano y la tienes abrazada de su aún acotada cintura y platican muy juntos, te muestra la cámara, supongo con tus mejores jugadas, porque durante todo el partido no ha dejado de tomar fotografías. La Changa ya nos vio. Azul le hace una seña y se acerca a nosotras. Se ve eufórico al verla en la final. Piensa que ha recuperado un poco del amor de su mujer, ella se muestra cariñosa y lo besa. Las luces de la bodega donde están las instalaciones quiero pensar que te ciegan la vista hacia donde estamos. Es el motivo para que sigas con tu amorío con Rebeca. No es que tenga atole en las venas, lo que Azul no sabe es que hace más de 18 meses que ya no vivimos juntos. La mitad de los meses que tienes de vivir con Rebeca supongo, y de ser el mejor goleador de la temporada. Los mismos
meses que tengo yo sumida en la rutina de los martes de café y escuchar las historias de Azul sobre ustedes dos. Lo que Azul no sabe es que la euforia de Arturo no es por ella si no por mi presencia en la final. Ni yo misma lo sabía. Los minutos pasan y en el segundo tiempo, a escasos 10 minutos que acabé el partido, han sacado a tu acérrimo enemigo; la “Changa” provocó su expulsión al darle una patada al centro delantero del equipo contrario. Se ha armado una pelea entre los jugadores del equipo en desventaja contra los posibles campeones; tú, que eres un pacifista, separas a uno de los rijosos. El árbitro marca como penal la acción del equipo contrario y se van a tiempo extra Arturo no sale bien librado y el paramédico le hace una señal a Azul. Le pide que acompañe su marido a la enfermería. Arturo con la nariz fracturada y toponeada me sonríe, Azul me indica que irá por el coche y la maleta de Arturo. Me pide que me quedé un momento acompañándolo y para no ser descortés aceptó. Mientras Azul se va alejando Arturo me pasa la mano por detrás de la cintura, me susurra al oído y le digo que tengo que ir al baño. Faltan 8 minutos para que finalice el encuentro. Al pasar por el área de las porterías te veo correr y del rostro te corren gotas gruesas de sudor, tus pantalones deportivos ceñidos en las piernas, tu cabello cayendo de lado y esa sonrisa que embauca a cualquier mujer. Solo tu cuerpo ahora está más fornido, los cabellos se han platinado; ya no eres el escuálido muchacho que conocí en Tulum durante el encuentro universitario. Sobresales de entre todos los demás jugadores. Al menos ante mis ojos incrédulos. Tal vez debí ser menos feminista, creer menos en esa farsa del derrocamiento del absurdo patriarcado. Lo único que conseguí fue perderte. Y echarte a los brazos de Rebeca. Con la cabeza agachada me detengo en la entrada de los sanitarios. Siento una mano cariñosa que me toca el hombro. Quiero imaginar que eres tú. Y no Arturo. Me dejo llevar, y nos besamos en la oscuridad. La algarabía, los gritos y las porras me vuelven a esa realidad que ahora tengo, sé que no eres tú quién me besa y me toca los pechos ni me levanta la mini falda acariciando mis muslos. No puedes ser tú porqué en los altavoces te proclaman como el mejor goleador de la temporada. Dentro de mi mente distorsionada por la nostalgia lo eres, ese héroe llegando a Ítaca, el hombre que aún amo. Mientras siento un pequeño bulto que crece al roce de mis piernas, me maldigo una y otra vez.
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Jodidos, pero contentos
Jesús Fuentes y Bazán
Atardece, una pertinaz lluvia cae, los autos que circulan en la avenida salpican y mojan a los transeúntes que van en la acera. Estos vociferan madres a los conductores. Un indigente, empuja con desgano un carrito de mandado, de esos que hay en los súper mercados, atiborrado de cartones, trapos y galones de plástico vacíos de leche. Detrás de él, no menos de cuatro perros lo siguen, alineados uno tras otro, como soldados tras su comandante. Armando, se refugia de la lluvia, bajo ese toldo de sombra de la dulcería “Sonris”, ubicada en la esquina, junto a la “Espiga”, la panadería. Sus cabellos de estambre bermellón, mojados, resbalan por su cara de ojos engrandecidos, revestida por rayas de colores patrios (verde, blanco, rojo). Su playera verde, del tri, empapada. Hacia sus malabares en ese crucero, el crucero de los niños, dice él, por la ubicación de la dulcería, cuando comenzó a llover. Se cruza de brazos, mientras su vista se pierde entre los autos que avanzan lento (el semáforo se quedó en ámbar), y las pocas personas caminan con prisa. Piensa, sin pensar. Quince años tenía cuando el accidente los dejó huérfanos. Nora, su hermana tenía trece. ¿Qué sería de ellos? Se habían quedado solos, así, de pronto, ¡solos! Del imprudente borracho que impactó de frente con su pick up, al pasarse un alto, el auto compacto de sus papás, nada se supo. El DIF municipal les ofreció ayuda los primeros meses, cada quincena recibían una despensa; poco a poco se fue alargando la entrega, hasta que un día, nada. Decidieron quedarse en esa casa de interés social que sus padres habían adquirido, en el fraccionamiento “El Roble”. Al fallecer éstos, la deuda se canceló y la casa, fue su casa. Él, recién termino la secundaria en el sistema abierto y seguirá con la preparatoria. Nora asiste a una secundaria vespertina para trabajadores. En ocasiones trabajaba con sus vecinas como doméstica. Armando, después del accidente, entró a trabajar en una tienda de abarrotes, como el mil usos. Que injusta es la vida; más es la vida y hay que vivirla, piensa. Lo explotan mucho, le pagan poco. Ahí está, firme; sus pensamientos mojados por la lluvia y sus dieciocho años. Entre semana el trabajo en los abarrotes, lo cansa; los sábados y domingos, payasito de crucero para los niños. Eso le quita lo cansado del trabajo semanal; de rellenar anaqueles con mercancía varia, desde alimentos enlatados, rollos de papel sanitario; sacar y acomodar frutas y verduras, hasta kilear croquetas para perros y gatos. Al llegar a casa, por la tarde noche, Nora lo recibe alegre, se le cuelga al cuello, lo besa y dice: mi hermano, ¡mi héroe, gracias! Son libres, con sus carencias, pero libres. Agradece el no haber estado encerrados en un albergue del DIF. Oscurece. Pensando todo y nada, sumerge la mano en la bolsa de su pantalón deslavado de mezclilla, toca unas monedas y decidido, ingresa a la panadería. A Nora le gustan los cuernos rellenos de crema; le compra dos y para él su empanada favorita, de calabaza. En el televisor, nada bueno, la selección de México de fútbol perdió con la de Honduras, en el Azteca. Con placidez camina sobre la acera mojada, sus tenis rojos, raídos, caracolean el agua. Eleva su mirada al cielo, donde las nubes se deslizan al abrazo de una luna brillante.
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El chico del traje negro
Jeimy Sánchez
Después de salir de la escuela mi grupo de amigos hablaba sobre qué pasaría si un terremoto golpeara la escuela mientras estamos en clases. Yo iba detrás de ellos escuchando; la verdad mis amigos a veces pueden ser muy molestos. Cuando llegamos a casa de mi amiga, escuché pasos dentro del bosque, pero cuando di vuelta no había absolutamente nadie. En mi pueblo todo es bosque y las casas están todas juntas, por eso vamos en grupo de regreso a casa, siempre escucho ruidos, probablemente son ardillas o cualquier otro animal. Por la noche mientras me preparaba para dormir, lo vi por primera vez; pasaba por la calle vestido con un traje negro muy elegante; como era de noche no podía ver bien su cara, pero lo que llamaba la atención eran sus ojos azules. Encendí la lámpara que estaba sobre mi mesa de noche, el chico del traje dirigió su mirada hacia mi ventana, después corrió hacia el bosque y no lo volví a ver. Al día siguiente en la escuela, le conté a mis amigos, pero ellos me tomaron por loca. Por la noche volvió a pasar frente a mi casa y de nuevo corrió al bosque como si quisiera que lo siguiera. Pasaba por mi casa todas las noches y siempre corría hacia el bosque. Esto duró casi dos semanas; hasta que una noche cuando corría al bosque tomé mi chaqueta y me la puse arriba del pijama para seguirlo y ver a dónde me llevaba. Como mis padres seguían dormidos, abrí la puerta lento para no despertarlos, pues nunca me dejarían salir a esas horas de la noche. Dudé unos segundos, pero de todos modos entré al oscuro y espeso bosque. Mientras buscaba al chico del traje tropecé con la rama de un árbol; a lo lejos se veía una luz que salía de lo que parecía ser una cabaña. Hacía un poco de frío; entré a la cabaña para calentarme, había una pequeña cocina y una sala de estar con una chimenea; me senté en la sala y sentí que alguien me observaba. Decidí salir a revisar, escuché que alguien se escondía en los arbustos y cuando revisé me di cuenta de que era el chico del traje. Me acerqué y le pregunte: ¿Por qué querías que te siguiera?, no me respondió. Me miró con cara de confusión, como si no entendiera. Me tomó de las manos y me llevó a un lugar que nunca había visto, el lugar estaba iluminado gracias a las luciérnagas que pasan por ahí. “¿Es lo que querías que viera?”, pregunté. De nuevo me miró como si no entendiera. Sacó de sus bolsillos una rosa y me la entregó, se acercó a mi oreja y me susurró: Vuelve a casa antes que noten que no estás. Cogí la rosa y sin pensarlo dos veces volví a casa. Era de día, así que probablemente mis padres estaban despiertos, pero cuando abrí la puerta seguían profundamente dormidos. Puse la flor en agua para que no se marchitara y regresé a mi cama. La noche siguiente el chico del traje no volvió a aparecer. Conservo la flor que me regaló; me proporciona seguridad cuando duermo y sé que algún día el chico del traje y yo nos volveremos a ver
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Dos narraciones
Estrella Gracia González
El Niño A mediados de la primavera del dos mil dos, mi esposo Arturo y yo nos mudamos al centro de Minneapolis. Nuestro antiguo trabajo en “Le Sueur”, un pueblo ubicado al sur de Minnesota nos permitió ahorrar suficiente dinero para hipotecar solamente el cincuenta por ciento del valor de nuestra nueva casa. Ya nos hacía falta un cambio, vivir el invierno en los pequeños pueblos es muy difícil para los que no estamos acostumbrados. Los días son breves, las noches muy largas y la melancolía invasiva, y si algo se termina en la despensa tienes que conducir largas distancias para comprarlo. De pequeña deseé formar al clásico hombre de nieve con su nariz de zanahoria, al igual que jugar a las guerritas; ya grande descubrí, que la blancura de la nieve es hermosa, pero también traicionera, y después de terminar con un ojo morado, menos me daban ganas de quedar como “Jack Torrance”… no es mi estilo. Así que cuando mi esposo, por suerte encontró trabajo como gerente en un bar, nos mudamos a donde el frío se siente igual, pero los accesos a la diversión lo hacen más llevadero. La casa es estilo cottage, construida en mil novecientos veinte, la fachada es verde con molduras color café al igual que el porche, los pasamanos con herrería le dan un toque moderno, simplemente… ¡me encanta! Desde que llegamos a Minneapolis, Arturo se pasó las noches trabajando y los días durmiendo; yo fui caso contrario, porque durante el día me dediqué a conocer cada rincón de la casa, desde el pequeño ático hasta el húmedo sótano. Para celebrar Halloween, con el bello color naranja del otoño, adorné el porche con calabazas y manzanas rojas que trajimos de nuestra última visita a “Belle Plaine”. Con ellas llené algunos canastos que coloqué intercalados en los escalones; en el patio instalé arañas y dos espantapájaros con sus respectivos bieldos; como toque final, pendí una bruja en el árbol que está pegado a la banqueta, no fue la bruja del oeste, fue 42
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“Winnie”; y con ese atuendo tan colorido logré un perfecto contraste. Para entonar con el ambiente me disfracé de “Elvira, la amante de la noche”. Ese día, conocí a Mitch, una gatita blanca que parecía estar hecha con retazos de tela; Pinky, mi perro chihuahua, la recibió muy bien. Los niños del vecindario llegaron diciendo: ¡dulce o truco!, pero no soy buena para los trucos, así que los llené con dulces del caldero. Algún que otro vecino que aún no me conocía, aprovechó la ocasión para platicar conmigo y felicitarme por la decoración. Por ellos me enteré de que mi casa era una de las más antiguas del vecindario. Me preguntaron si sentía miedo o si algún suceso paranormal me había sucedido, contesté que no, mi salud mental estaba perfecta y mi casa cubierta de amor y paz. Las visitas terminaron cerca de las dos de la mañana, recogí cuanto pude y sin ganas de retirar mi disfraz me senté frente a la computadora para navegar en la red. Un vaso con leche y una rebanada de pay de calabaza calmaron mi hambre y Pinky me acompañó recostándose a mis pies. Las noticias del clima anunciaban un frente frío y las páginas de ofertas comenzaron a emerger: Ropa, zapatos, perfumes, todo con descuento para el próximo Black Friday. —¡te voy a comprar un suéter! ¡están divinos!— dije a Pinky, pero me ignoró. ¿Alguna vez has sentido la presencia de algo o alguien? ¿Y observas a tu alrededor y no hay nada? Miré al pasillo hacia el lado derecho, la puerta de mi habitación se encontraba abierta y la luz encendida —¡perfecto, así la dejé!— pensé, y continúe navegando en la red. Tres veces tocaron mi rodilla, un toque tras otro, como cuando alguien llega por tu espalda y te toca al hombro para que voltees. No miento, sí me asusté. Me asomé bajo el escritorio, ¡pero nadie cabía ni estaba ahí! El mueble estaba pegado a la pared. Pinky se levantó, estaba alerta con su colita levantada, mirando fijamente algo que siguió con los ojos hasta bajar la escalera. Un paso ligero y
cauteloso se escuchó bajando por cada escalón, la madera crujía suavemente. Me quedé confundida, sin hacer ruido, caminé despacito hacia mi recámara, tomé el bate que estaba bajo la cama y sigilosa bajé. Todo estaba en su lugar, puertas y ventanas cerradas y las lámparas de noche encendidas. Me serené, era evidente que cosas así sucedían por sugestión, no es bueno prestar atención a los comentarios vagos de las personas. A finales de enero del dos mil tres, me enteré de mi embarazo y eso nos llenó de felicidad, pero ese horario de trabajo de Arturo siempre fue un desorden. Realmente lo veía poco y se perdía de mucho, pues no podía tocar mi vientre en las madrugadas, que era cuando mi bebé más se movía. Cuando sentí que mis labores eran muy rutinarias, decidí entrar a un curso literario, por fin tuve un pretexto para tomar el Bus y marcharme a la librería para abastecerme de lectura. Llegué a la plaza comercial de la 5017 Excélsior avenue, a mi adorada librería que ya se encontraba abierta. Al entrar, bajé por los dos escalones alfombrados y entre los estantes busqué la sección de terror: Stephen King, H.P Lovecraft, Ted Dekker y… Heinrich Kramer ¿El martillo de los brujos? Leí la contraportada y ¡vaya que eso sí es terror! Unos ojos tristes me observaban desde un libro mal acomodado, Edgar Allan Poe, bueno… ¿Por qué no? Camino a casa leí algunos cuentos: el cuervo, el gato negro, el retrato oval. ¡vaya que es muy bueno! Al llegar a casa mi esposo estaba por irse, sin otra opción más que aguantar mi desánimo, lo acompañé a tomar el taxi. El viento soplaba fresco con ese rico aroma que trae el otoño, las hojas remolineaban por la banqueta cuando el cielo esbozó un relámpago, seguido de un sonido estrepitoso; por reacción, cerré los ojos y encogí los hombros. Arturo dijo: —¡Llevaré el paraguas, no tarda en llover! —¡Por favor! —contesté. ¿Por qué el viento se ensaña conmigo? ¿Por qué siempre se empeña en dejar en mi puerta las hojas del otoño? Pregunté mientras sobaba mi vientre, pensando en recoger las hojas. Mitch llegó maullando, pasando su cuerpo entre mis piernas,
así que juntas entramos a la casa hasta el cuarto de lavado. Levanté el apagador para encender la luz, para mí mala suerte el foco dio su último destello dejándome a obscuras. Armada de valor y tanteando entré los ronroneos di con la escoba y el recogedor. Sin poder ver caminé para salir de esa tenebrosa obscuridad, y sentí el zarpazo en mi pierna, me estremecí al escuchar el gruñido: —¡Gata atravesada! ¿qué hacías tras de mí? ¡casi me matas! —grité, tocando mi pecho. Mitch se alejaba con la cola encrespada. Respiré profundo y me dirigí a barrer. Cuando abrí la puerta una fina lluvia caía, aproveché para cenar y limpiar la cocina al sonido del tic tac del reloj del gato Félix. Por último, acomodé los cojines de la sala, que suelen desacomodarse de la nada. Terminadas mis actividades, me preparé para dormir. Exhalé y estiré mi cuerpo para liberar el estrés del día. Pinky se subió a la cama para dormir en su lugar de siempre. Tomé el libro de Edgar Allan Poe y me dispuse a leer. El corazón delator: “Cada noche, a eso de las doce, descorría el pestillo de su puerta y la abría muy suavemente”, me quedé dormida… lo sé, porque una música infantil proveniente de la sala me despertó: “row, row, row your boat, gently down the stream; Merrily, merrily, merrily, merrily, life is but a dream. La lámpara estaba encendida, Pinky no reaccionó al ruido, quizás para él no era extraño como lo fue para mí. Me senté por breves segundos, la música seguía y mi corazón se aceleró. Moví los ojos de un lado a otro al mismo tiempo que pensaba en qué hacer. Me levanté, pero justo cuando puse los pies en el suelo, la música se apagó. Fui a ver cómo estaba todo, se encontraba sin novedad. Mitch dormía en el sillón y aproveché para acomodar de nuevo los cojines. Camino a la habitación encendí una que otra lámpara del pasillo. Y otra vez, profundamente dormí. No tuve noción del tiempo, no supe si pasaron horas o segundos después de haberme dormido, pero sé que entre el sueño escuché una voz infantil que susurró a mi oído: ¡Ahí viene el niño! Un helado escalofrió recorrió mi cuerpo dejándome chinita la piel. Otra vez mi corazón septiembre 2021
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palpitó acelerado y volví abrir los ojos. Lo primero que vi fue el techo de mi habitación. Me hallaba acostada, boca arriba, cuando nunca duermo así. Todo se encontraba sumergido en la oscuridad, la lámpara estaba apagada y el silencio era incómodo. —¡No me gusta la obscuridad, odio la obscuridad, quiero luz! —pensaba, mientras sentía como el sudor escurría por mi sien. —¿Qué escuché? ¡Se que alguien habló!— quise sentarme, pero mi cuerpo estaba paralizado, no podía mover mis extremidades, tampoco pude girar la cabeza, sólo mis ojos lograban moverse. Una sensación incómoda de sentirse observado fue lo que me obligó a mirar a la izquierda. La pequeña silueta sobresalía entre la obscuridad, me observaba, permanecía quieta, en silencio. —¿Qué espera? ¿Qué hace ahí? ¿Por qué no desaparece?— yo estaba abrumada, consciente de que estaba a su merced. De pronto volví a escuchar la voz de un niño que ahora gritó: ¡Ahí viene el niño! Abruptamente, el niño que había permanecido quieto saltó a la cama, abriendo sus piernas en compás sobre mí, brincaba y brincaba con furor meciendo sus brazos para seguir tomando impulso. Quise verle el rostro, pero no pude, solamente veía como su cabello lacio se elevaba en cada brinco, su silueta decía que era un niño de entre tres a cinco años y que estaba disfrutando lo que hacía porque no paraba de hacerlo; mientras yo, sentía que el corazón me palpitaba ya en la cabeza. Cerré los ojos, quise gritar con la esperanza de que alguien me escuchara, pero no pude hacerlo, mi quijada estaba atorada y la lengua completamente pegada al paladar. Ese niño, como duende en cuento de terror, no paraba de brincar y se carcajeaba gozándose, alimentándose de mi miedo. En un último intento volví a abrir los ojos y miré a Pinky, sé que él sintió que algo me ocurría, se levantó de su lugar y se recostó pegado a mí. Como acto de magia, el niño desapareció como humo y pude recuperar el aliento. Pinky no se alejó ya y la luz llegó enseguida. Por la mañana, mientras hacía el desayuno, le platiqué a mi esposo con lujo de detalle lo sucedido, pero él se limitó a decirme: —¡Se te subió el muerto!— Quizás Edgar Allan Poe me sugestionó con su “Corazón delator”, ¡quizás sí, quizás no! Mi perro es el que sabe más al respecto, aunque sé que el muy egoísta nunca me dirá nada. Arturo trabaja en el mismo bar, ahora durante el día. Mi hijo, es ya un niño de tres años y sabe pronunciar muy bien algunas palabras. Es muy inquieto, desacomoda los cojines de la sala lanzándolos por doquier y deja regados los juguetes, pero lo amo y disfruto verlo jugar. A veces me da la sensación de que no juega solo. En ocasiones corre como loco gritando: ¡Ahí viene el niño! y se carcajea.
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El circo ¡Pobre enano! Cuál es la gracia de atropellarlo para que la gente ría —dijo la niña a su madre; a lo que ella respondía con un “sí” sin prestarle atención. Se carcajeaba alimentando sus ánimos, comiendo grandes pedazos de algodón de azúcar que dejaban pegostiosa su mano. —¡Mamá!— insistió la niña. —¡¿Qué quieres?!, diviértete, ríete, pero cállate, deja de molestar. El sudor escurría por la frente de la pequeña. Desanimada, encorvó la espalda y recargó las manos en el angosto pedazo de asiento. Columpiar los pies y observar sus zapatos blancos, con esas calcetas percudidas, le fue más entretenido que la mofa de los payasos. El intermedio se anunció bajo el ruido de la lluvia que golpeaba la carpa. La emoción de la niña fue tan grande, que de un brinco se levantó de su lugar al ver a los vendedores caminando entre las gradas, exhibiendo esos juguetes luminosos que nadie más vende, y solamente en el circo se consiguen. —¡Quiero un aro luminoso! —dijo la niña, pero por oferta, tuvo que conformarse con una nariz de payaso y con el aroma de las deliciosas palomitas con mantequilla. El espectáculo que esperaba por fin llegó, los trapecistas aparecieron embelleciendo el escenario. Las mujeres lucían una silueta perfecta con esos leotardos ajustados adornados con canutillos y lentejuelas doradas. Los hombres fortachones salieron corriendo por la cortina respaldando a su equipo y saludando al público. La mirada de todos se fue al rayado cielo de la carpa, donde los acróbatas se mecían y mecían dando piruetas. Los sonidos de sorpresa eran unísonos, al igual que los aplausos. Una breve falla de tiempo malogró un ejercicio y un trapecista cayó a la red. La burla se escuchó. —¡Qué pendejo!— exclamó la madre. —¿Por qué?— preguntó la niña. —¡Imagínate! Sin la red estaría hecho caca. Los acróbatas terminaron su rutina. Se despidieron con una enorme sonrisa y reverenciaron a su público sin dar importancia a los insultos que algunos impertinentes gritaron. La niña aplaudía emocionada. — ¿Por qué lo bueno dura tan poco?— se preguntaba. El espectáculo había llegado a su fin. —¡Ya pa' que te paras! Deja que se vaya la gente —adustamente ordenó la madre.— Ven, deja ponerte la nariz de payaso.— Ajustó el elástico y después lo estiró para decir: ¡Pup, jaja, qué nariz tan grande y colorada! —¿Puedo ser un payaso?— preguntó la niña con una ligera sonrisa conformista. —Si. Al salir, las luces del circo ya dormían, el estacionamiento se encontraba casi vacío y ligeramente fangoso por la lluvia que había caído. Un resbalón llevó a la madre a azotar en el suelo embarrándose de lodo. La niña miró a su madre y soltó a reírse a carcajadas tocándose la panza por el dolor que la risa le causaba. La mujer entre enojo preguntó por qué se reía de su desgracia a lo que la niña contestó: —Te faltó una red, para que no terminaras hecha caca.
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Minificciones
Lourdes García Santos
Olimpiada Nerviosa al máximo, la competencia estaba por comenzar. Entrenó por cuatro años, la rutina debía salir impecable. Se encomendó a los santos, su abuelita le inculcó esa devoción; la practicaba sobre todo en los momentos difíciles. Llegó su turno, corrió hacia la pista, saludó, concentrada subió a la barra. La música transportó su espíritu a elevadas dimensiones, se dejó seducir. Cálidas ovaciones multiplicaron su emoción. Tras bambalinas, Natalia, excelente gimnasta rusa, campeona a vencer, aplaudía embelesada, con admiración. Los jueces premiaron a Samantha con el oro, probó la gloria, pero la aprobación y respeto de su rival la hizo llorar.
Estreno —¡Hora de irnos!— gritó el entrenador. Me despedí por enésima vez de la familia. Anhelaba regresar con una medalla dorada. Tres años atestiguan mi dedicación total a ese sueño; trabajé para comprar todo lo necesario; centímetro a centímetro recorrí las pistas superando mis tiempos. Viajamos durante trece horas, cruzamos el océano; emoción reflejada en risas nerviosas, abrazos impulsivos, canciones motivadoras como “La chica de Ipanema”. Ya en el hotel, cuatro por dormitorio, procedí a vaciar mis maletas; allí encontré un mensaje: “Hijo, no encontré tus tenis, acomodé unos de tu papá, nomás medio número más chicos, pero son nuevecitos”.
Corredor La bandera de cuadros distaba doscientos metros; poco lo separaba de la gloria. Hundía hasta el fondo el acelerador, celebraba anticipadamente la victoria, embelesado con el ruido ensordecedor de los motores. En la última vuelta, una llanta rodando a gran velocidad fue a impactar el lado derecho de su auto, haciéndole perder la dirección y arrojándolo contra la barrera protectora, la cual sobrevoló acabando su trayectoria chocando contra el público. Lo despertaron tremendas cachetadas de su mujer, quien se defendía del golpazo, cuando le cayó encima. Estaba harta de esperar el día que, por lo menos, llegara a la meta.
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El águila negra Recuerdo cuando llegaba Alfredo o el águila negra a la mueblería, donde se desempeñaba como chofer de reparto de aquel gran negocio familiar de don Chávelo López, empresario del pueblo. Llegaba muy a la línea, recién bañado y perfumado como acostumbraba; le gustaba estar unos minutos antes para fumarse un cigarrillo recargado en aquella pared del edificio, con la rodilla izquierda doblada hacia el muro y su mano derecha peinándose aquella gran melena que parecía de león, los rizos le caían sobre sus hombros. Y siempre vestía livais negros con su camisa mismo color. De su cuello colgaba un gran dije de águila hecho de plata, de ahí el sobrenombre. La gente rápido lo identificaban en la tienda de don Chávelo. A aquel caballero de melena abundante le gustaba enamorar a cuanta dama le gustará; se creía un galán y su verbo era tan bueno que cualquier chica creía en él; era muy difícil que alguna pueblerina se resistiera a los halagos de Alfredo, el águila negra. Un día llegó una nueva empleada recomendada no sé por qué cuñado del dueño, y cuando entraba, por aquel arco de ladrillo que dividía la mueblería de la banqueta, todo se iluminaba. La joven era esbelta, hermosa, con su cabello largo y un gran peinado de los años 70s que llamaba la atención. Parecía una artista del cine de Hollywood. Su ropa era sencilla pero elegante, botas hasta la pantorrilla y su mini falda y blusa de alter con hebilla plateada. El dueño de la mueblería le explicaba las labores que tenia que cumplir en aquella oficina, que era pequeña e incluía una máquina de escribir. Al ver a la dama se acerca Alfredo, le extiende la mano y haciendo reverencia: — Desde este momento seré su mas fiel enamorado.
Rosy Murillo María Rosa al escuchar a aquel tipo atrevido se sonroja, se da la vuelta y se dirige a su lugar de trabajo. Desde ese momento, cada que pasaba el águila negra por la oficina intercambiaban miradas. Se gustaron. A ella le parecía un héroe, tan gallardo. Pero decidió ignorarlo al caminar después de la salida del trabajo Con el pasar de los días, las compañeras le advirtieron lo mujeriego que era. Y le contaban todos los chismes del caballero. Ella solo escuchaba más no le importaba; creía más en el hombre y tenía confianza en ella misma. Pensaba que en cuanto fuera su novio le seria fiel a sus caprichos y fue tanta su confianza que le aceptó la invitación al cine. Alfredo después de tantos intentos por fin logró que salieran juntos. Y así empezaría aquel romance en que unos días eran felices y otros tormentosos y llenos de falsedad. Los casó el cura del pueblo y por el civil el juez Castillo, y comenzó el compartir la vida de aquella pareja tan desigual en todos los sentidos. Ella tenía buena educación, a la antigua, con principios y modales; y él educado en una familia carente de buenos sentimientos e insensibilidad. Aquel matrimonio desigual acabó con la belleza y felicidad de María Rosa. Su héroe no era más que un simple atleta sin medalla.
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Del otro lado del espejo Siempre tuve una extraña pasión por coleccionar objetos inusuales. Comencé de niño guardando los huesos de perros o gatos muertos que encontraba en la calle, y les tallaba el que creía que era su nombre. De más grande comencé a coleccionar cosas más serias, como una cama en la que mucho tiempo atrás un cura escondió los cadáveres de una docena de bebés. Conforme me gané la fama de comprador excéntrico de objetos extraños y paranormales, muchos farsantes intentaron engañarme. Me ofrecían desde imitaciones de cadáveres de momias hasta un refrigerador sellado, del que, a cualquier hora, de manera espontánea se escuchaban los gritos de varias personas siendo golpeadas y asesinadas. Me negué a comprar baratijas por ser simplemente llamativas. Yo iba en busca de algo que estableciera cercanía con otra vida, con otros mundos, que en realidad tuviera aprisionada el alma de un ser antiguo, que abriera la posibilidad de romper los límites de la ciencia, y que me mostrara que las más grandes aberraciones y monstruosidades se encuentran escondidas o capturadas en los objetos más simples. Así fue como conocí la tienda de objetos misteriosos del brujo Anjiit. Él era un ser extraño. A pesar de su gesto sereno, su mirada parecía guarecer con disimulo la costumbre de la mentira y la violencia. En cuanto me vio a mí y a mi esposa entrar a su tienda, no pudo dejar de observar con exagerado deseo a mi mujer. Intenté que la visita fuera rápida. En definitiva, era un hombre de pocas palabras, virtud que iba bien con su negocio, debido a que, más que hablar debía demostrar la razón por la que sus objetos extraños eran llamados como tal y eran vendidos a precios tan elevados. Me convenció de comprarle su espejo “gusano” y acepté en cuanto me mostró cómo funcionaba. Anjiit tomó un libro y caminó lentamente hacia el espejo, lo atravesó y después me miró desde el otro lado del cristal reflejante. Con mucha mayor intensidad miró a mi esposa. Al regresar, el libro no pudo pasar de vuelta, pero él 48
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Ottoniel Herso
sí. Antes de pagarle la enorme cantidad que me pidió por el espejo, me explicó tres sencillas reglas. La primera era que, siempre que cruzara el espejo para explorar del otro lado, tenía que llevar conmigo un objeto, debido a que el espejo te dejaba regresar siempre y cuando le entregaras algo a cambio. En caso de no llevar algo, el espejo no dejaba regresar al visitante. Era un gusano de cristal hambriento de materia. La segunda regla, era que todo aquello que le entregabas para que te dejara regresar, no podía volver del lado original. Y la tercera, era que el espejo no podía destruirse a menos que fuera destruido desde el lado real. Cuando llegué a casa con mi maravilloso espejo, como un niño pequeño comencé a entrar y salir por él todo el tiempo que me era posible. Dejaba baratijas del otro lado para poder regresar y desordenaba también las de este lado en busca de objetos inservibles qué ofrecer al gusano. Mi esposa Clarisa no se sentía atraída por las antigüedades macabras que yo acostumbraba a comprar, sin embargo, siempre mostró respeto hacia mi colección. Pero, en este caso tan singular, se sintió tentada por atravesar el espejo como nos vio hacerlo al brujo y a mí. Nos tomamos de la mano y cruzamos la superficie de cristal. En mi otra mano sostuve una copa vacía. Estuvimos un buen rato del otro lado, explorando nuestra casa. Era idéntica. Lo interesante es que, aunque fuese un reflejo experimentable de la misma casa, podía ser completamente otra. Poseía los objetos que del otro lado ya no estaban. El lado “virtual” del espejo, por así decirlo, devoraba y devoraba cosas hasta volverse un reflejo deformado por la acumulación de objetos. Además de eso, en el lado virtual no existía nadie además de nosotros. Nos asomamos por la ventana y todo estaba como en el mundo real, solo que deshabitado, ningún alma, ningún ruido, ningún ave interrumpía la serenidad del silencio.
Al cruzar el espejo de regreso, me di cuenta que Anjiit olvidó darme las particularidades de la primera regla: El espejo escoge qué o quién se queda en cada uno de los lados. En esta ocasión, el gusano de cristal decidió que me dejaría pasar con la copa en mi mano, pero no con mi esposa. Pasé de nuevo a través de él con el mismo objeto, e intenté la misma salida. Pero el maldito espejo me escupió de nuevo con la copa. Clarisa después intentó pasar de este lado sosteniendo un florero, pero fue inútil, la segunda regla se cumplió a la perfección: ningún objeto ofrecido como boleto de regreso al espejo, puede volver al lado real. Probé más de cien formas diferentes de engañar al cristal, pero fallé. Intenté por horas, incluso intenté canjear el paso de mi esposa a cambio de otra vida. Hice cruzar a un perro y a un gato, pero en cada ocasión regresaba solo yo y las mascotas. Si pasaba más de dos minutos en el lado virtual del espejo, comenzaba a dolerme la cabeza y los huesos, así que no podía estar materialmente mucho tiempo con Clarisa. Desesperé y casi enloquecí. Busqué por toda la casa algún objeto que el espejo pudiera tomar a cambio de Clarisa, pero fue inútil. Cada vez que era escupido al lado real, sentía como si el espejo se burlara, y al mismo tiempo me dijera que debía entender que Clarisa ya pertenecía al lado virtual. Era suya. No pude soportarlo más, hice hasta donde mi imaginación divisó posibilidades. Tomé las llaves del auto para ir en busca del brujo. Me imaginé poniéndole las manos en el cuello, ahorcándolo con catarsis endiablada hasta hacerle explotar los ojos. Pero una voz familiar que no era la de Clarisa, me llamó con tono burlón desde el lado virtual. — Leandro, apreciado Leandro, veo que te diriges a buscarme, enfurecido, sin control, para que solucione los problemas que tienes con mi espejo — dirigí de inmediato la mirada al brujo, que se encontraba detrás de Clarisa — te recomiendo que no vayas, porque, no me encontrarás en la tienda, y porque eso implica que yo me quede… solo con tu esposa. Su forma de mirar a Clarisa mientras me retaba con su burla hicieron que fuera consciente de cuánto la sangre puede arder de furia animal
por todo el cuerpo. Noté que Clarisa intentaba moverse, pero sus manos, sus piernas, hasta su gesto horrorizado se hallaban congelados. Parecía que el brujo la había inmovilizado con su magia. — ¡Maldito brujo! Dime que carajos es esto ¡Dime porqué mi esposa no puede regresar al lado real! — sin darme cuenta, los ojos se me llenaron de lágrimas. — Te daré solo una breve explicación de la razón por la cual tu hermosa mujer no puede volver contigo. Esa razón es, porque el espejo decide quién se queda de qué lado, y el espejo decide, lo que yo desee — conforme el brujo emulaba cada palabra, su gesto se volvía obsesivo y demoníaco. — O regresas a mi esposa de este lado ¡O te despedazo el puto cuerpo con mis manos y dientes! Al instante en que dictaminé mi amenaza, mi sangre alcanzó la máxima temperatura que se puede alcanzar cuando uno enfurece, mi vista se nubló por el colapso de furia que hacía reacción por todo mi cuerpo, y me arrojé hacia el cristal con la intención de cumplir mi palabra. Pero el espejo no me dejó pasar. Otro intento inútil sumado a la lista de mi desesperación. — Te dije que yo escogía quién se quedaba y pasaba a qué lado. No intentes nada más por favor, que todo será en vano. Permíteme mejor, mostrarte al acto siguiente del espectáculo. Con un movimiento de su mano, sin poder comprender lo que había sucedido, en una milésima de segundo, el brujo hizo que el vestido de mi mujer cayera el suelo, dejándola únicamente en ropa interior. Colapsé por completo, y la idea de romper el espejo, con la misma rapidez con la que él hizo caer el vestido, me resultó la única solución. Creí que, si rompía el espejo lo más rápido posible, tal vez Clarisa no sufriría dolor, tal vez su existencia se evaporaría cual triste sueño, como el resultado de salvarla de todo lo que el brujo podía hacerle. De cualquier forma, yo estaba en el lado real. Tomé una silla, y con toda la locura que mis huesos y músculos eran capaces de actuar, la arrojé al espejo maldito. Pero, no se quebró en los miles de fragmentos que deseaba ver. Lo intenté dos veces más, y nada. El brujo se rio con toda la fuerza que su estómago le permitía, y tal septiembre 2021
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vez fue eso lo que le hizo perder por unos segundos el control sobre Clarisa. Aprovechando el descuido del brujo, ella hizo lo mismo que yo intenté: arrojó una botella de Whisky sobre la superficie del espejo. En mil pedazos se deshizo su imagen frente a mí y por fin pude entender en donde me encontraba varado. Pegada a un fragmento de espejo, al instante de caer de rodillas por la tristeza, pude leer una etiqueta que decía:
TIENDA DE OBJETOS MISTERIOSOS “ANJIIT” NOTA: ESTE ESPEJO SOLO PUEDE DESTRUIRSE DEL LADO REAL.
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Viento y arcilla
Javier Paredes Chí
Se contagió. Fue inevitable. La enfermedad lo rodea como laberinto. Infiere que su vida se extinguirá como breve remolino de arena, que no tendrá mayor trascendencia su tumba; que a lo más van a extrañarlo tres días y al cuarto ya no quedarán nostalgias ni lágrimas. Armando cree que ni siquiera ha sido funcional como piedra de tropiezo, se considera una partícula de polvo entre piedras distribuidas al azar, inmersas en su estólida quietud. Repasa sus recuerdos en cada endeble respiro. Cuestiona el mundo desde su infancia: "Las piedras no son eternas, se equivoca el salmista al utilizar una roca como metáfora de dios. ¿Bereshit bará: la luz y el primer día? ¿Al sexto surgió la humanidad a partir de la arcilla? ¿Fue el Hombre un ser viviente con el primer soplo? " No puede levantarse. El viento se aleja de su nariz. Antes era un presbítero y redactaba apologías sobre la resurrección del Agnus Dei; ahora piensa que prolongar su mente a través de la escritura es vana resistencia contra el silencio y olvido.
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Martilleo
Mario López Efigenio
El sonido del martillero se escuchaba en todo el panteón. Era un ir y venir del martillo por todo el ataúd de mi abuela quien yacía muerta. “¡Toc! ¡Toc! ¡Toc! El ruido se entrelazaba con el ruido de mi madre, mis hermanos, mis primos y mis tías, auxiliado por la música fúnebre compuesta por un bombo y dos trompetas. En el fondo quería estallar y es que ese ruido me turbaba al grado de querer salir corriendo. ¡Toc! ¡Toc! ¡Toc! El ataúd apenas y era clavado a la mitad mientras por otro lado varios perros callejeros no paraban de llorar, ya que dentro de su pandilla uno también había muerto. ¡Toc! ¡Toc! ¡Toc! El martilleo por fin cubría gran parte del ataúd y una vez que daba casi fin ese martirio, mi madre se tira a la tumba donde mi abuela quedaba. ¡Toc! ¡Toc! El martilleo terminaba y el cuerpo inerte era guardado para siempre, pero entonces yo pedía por piedad volver a escuchar el sonido de ese martillo, entre más sintiera cerca a mi abuela, mejor.
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Sin ventaja alguna Ya sonaba la música que lo introducía a la Arena. Brincaba en puntas de pie y lanzaba los puños, hacia adelante, derecha, izquierda, gancho, upper, recto, derecha, izquierda. Seguía con los ejercicios de la mandíbula, abrir al máximo, cerrar, mascar al aire, porque era necesario no descuidar la concentración, una quijada fuerte para sostener el protector bucal. Para esta ocasión era él quien subiría primero al cuadrilátero. Todo era distinto. Su nombre ocupó el segundo lugar en las marquesinas, y la bolsa de los premios, ganara o perdiera también era dos tercios menor. Ellos piensan que no se dio cuenta que las letras de su nombre eran hasta un punto más pequeño en toda la publicidad que había circulado, y cómo no. La oportunidad de pelear con Money había llegado quizá demasiado pronto. Era cierto que él también se mantenía invicto, y que no se jugaba nada en esta ocasión, porque Money no había querido arriesgar la corona con él. ¡Vaya! no se trataba de arriesgar nada más que su propia integridad. ¿Callarás voces? Si ganas tus críticos ya nada tendrán que objetar, le decían todos, desde su agente, hasta aquellos periodistas de la televisora que llevaba varios años haciéndose cargo de impulsar su carrera. No podía saber si la Arena estaba llena para verlo ganar de nuevo, o para alegrarse si caía derrotado. La gente gritaba, pero no como otras veces. Todo era diferente. El alarido de aquel México, México, se escuchaba, pero… como si los miles de asistentes se hubieran puesto de acuerdo, nadie gritaba su apodo como en otras ocasiones. Voy a morirme en el cuadrilátero, había dicho una y otra vez durante los meses de preparación, en cada entrevista. Me he matado entrenando. Estoy concentrado. Hemos planeado una verdadera estrategia para ganar. Pero ellos quieren que pierda. Todos quieren que pierda, pero sé que algunos aún tienen esa ligera esperanza de que yo salga adelante en esta pelea. Era esta la pelea que estaba esperando. Seguía brincando en puntas y comenzaron a caminar hacia el cuadrilátero, puso sus manos en el hombro de uno de sus asistentes que caminaba delante de él. La gente brincó de sus asientos. El público era un alarido continuo, y como era su costumbre había
Adán Echeverría podido aislar los sonidos y concentrarse solo en su respiración, con la vista hacia el frente, y la cara levantada; pudo cerrar los oídos para escuchar apenas un monótono beeeeeeeeep que se alargaba cuan largo era el camino a recorrer hacia el cuadrilátero. A su paso las personas lo iban tocando, como si intentaran tocar al Cristo que atravesaba muchedumbres, pero mientras aquel dejaba en cada roce a su piel, un poco de su paz y milagrería, él en cambio lograba que en cada toque el miedo fuera desapareciendo de su cuerpo. Cada contacto de aquellas manos que se alargaban para tocarlo e intentaban saludarlo, lo iban deteniendo, y él dejaba que todos los temores y los nervios fueran cayendo con cada roce, para que al subir al cuadrilátero, y pasar entre la primera y la segunda cuerda, se hallase vacío de cualquier debilidad. Su concentración era plena. Siguió dando brinquitos sobre el entarimado, abría y cerraba la mandíbula, movía cintura y cuello. Todo se hizo una oscuridad azul, los flashes saltaban por todos lados. Mantuvo la vista en un punto fijo, para evitar ver a su contrincante caminar hacia el cuadrilátero. No sería él quien validara cada uno de sus pasos. Nadie cree en mí. Todos esperan que caiga ante el campeón invicto. Esperan mi derrota. El silencio entró hacia sus oídos, se había cerrado por completo, y ya lo tenía de frente. Money estaba parado junto a él, como una estatua de ébano, tantas veces repetida en las leyendas, como un oscuro dios de la guerra, respirándole en la cara. Esta era su oportunidad, y no pensaba dejarla pasar. El réferi daba las instrucciones de siempre, levantó los puños hacia adelante, Money los golpeó hacia abajo con sus propios puños, y se dio la espalda para ir hacia su esquina dando más brinquitos como bailarín de tap. Miró una vez más la multitud. Ellos lo odiaban, y podía sentir su odio mascándole la piel; endureció los músculos. Escuchó algunas palabras de su entrenador que abandonaba el cuadrilátero. Lanzó una última mirada hacia la oscuridad de su memoria; sonó la campana, y miró a Money venir hacia él, con el brazo izquierdo doblado y pegado a su torso, como un guerrero que carga un escudo, y lo supo… esta sería su primera derrota y solo deseaba no terminar noqueado. septiembre 2021
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Alegría es felicidad
Beda L. Domínguez
He buscado desde niña la forma y la formula de la alegría, de la felicidad. Algunas veces creí encontrarla en riachuelos donde remojaba los pies y cruzaba alegremente cada mañana para ir a mi escuela primaria, a 3.5 kilómetros de casa. Me sentía feliz cortando los melones de coyote, recogiendo los huevecillos de las pichigüilas y peinando mi cabello locamente enredado con las barañas del monte. Miraba mis pies percudidos y sin calcetas. Ese día había amanecido con una de cada color puestas y mejor me las quite, no sé ni donde quedaron, por ahí, en algún lugar del campo. Ya las veré a mi regreso, pensaba .Y dije que amanecí con mis calcetas de color distinto en cada pie porque nos amanecía en los montes. Salíamos de casa, oscura aún la mañana, con los morrales de libros y cuadernos y el lonche para la mediodía. En esos tiempos la escuela era todo el día, con dos horas para comer y hacer la tarea que entregaríamos esa misma tarde. Yo era muy feliz. Casi siempre intercambiaba mi lonche por golosinas que no podía comprarme porque nos daban muy poco dinero o nada para gastar en el recreo. Los compañeros se peleaban por hacer trueques conmigo. Mi padre que a veces se iba de cacería nos tenía hartos de pato asado, de conejos al horno con verduras y legumbres, de carne asada. Mis compañeritos de la primaria me daban sus cajitas de cereal del elefantito, mmm, hojuelas de chocolate y a veces papas Sabritas. Yo les daba los tacos de harina con pato, carne asada o frijoles con chorizo a cambio… compartíamos alegremente.. Era muy rápida para hacer la tarea y siempre me sobraba tiempo. Le hacía mandados a una señora del pueblo, como ir a comprarle las tortillas del mediodía. Por el camino siempre abría el paquete de las tortillas calientitas y me comía una, o dos, o tres. Creo que ella lo sabía, pero nunca me dijo nada; mis cachetes rojos me delataban, era la felicidad de sentirme satisfecha, sin nociones de que era una niña mañosa. Y me enamoré… aaayyy, cómo me enamoré del César. Era un chico güerito, hermoso de 6 años… yo estaba en segundo y tenia 6.5 años, era mayor que él. El Cesar se miraba tan limpio siempre. Entonces conocí la vergüenza. No quería que me mirara sucia o fea, y menos con calcetas de diferente color o sin ellas, ni con los cachetes rosados con los mocos secos que se me quedaban rebeldemente pegados en tiempo de frío, en que tenía que ir a la escuela fuera como fuera, agripada y hasta con lluvia a veces. Yo no sé si el César me quería o yo le gustaba, y ahora que me acuerdo, creo que no me importaba; yo lo miraba y eso me llenaba de alegría. Hasta imaginé un día que nos casaríamos y seríamos dueños del cine local, donde invitaríamos a todos nuestros amigos y solo veríamos películas de caricaturas. Eso fue cuando era niña. Ahora de adulta sigo, ya no buscando la forma de la felicidad, sino disfrutándola cada que la vislumbro, que la siento, que la saboreo. Creo que la alegría de vivir está inspirada en momentos, hay que saber aprovechar los buenos, esa es la fórmula para continuar creyendo en que la vida es buena, que vale mucho la pena vivirla.
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El murciélago
Mauricio Vidaury Cazares
En la isla de los niños vivía un pequeño de nombre Pedro; aquella isla estaba en China. Todos ahí eran felices, iban y venían de un lado a otro. La libertad se respiraba. Pero un día Pedrito fue con su mamá al mercado y vio que había varios animales extraños; al caminar entre los aglomerados y estrechos pasillos de ese gran mercado, se percató que estaba lleno de animales raros, que le hablaban. El niño se talló los ojos y siguió caminando lento, hasta que se encontró a un murciélago. Estaba en una jaula. Tenía brillosos ojillos y su voz era chillona. Pedrito escuchó lo siguiente ; — ¡Oye niño!, sácame de aquí y te daré una dulce. Titubeó por un momento. Con mucho miedo se acercó a la jaula. De repente salió un señor gruñón que le gritó — ¡No toques ahí, niño! Ve con tu mamá. Pedro salió corriendo muy asustado. Y el animal se enojó. Al llegar con su mamá, le contó que en uno de los pasillos se encontró a un murciélago y que le dijo que lo sacara de la jaula, pero que cuando iba a sacarlo salió un señor gruñón que lo regañó; la mamá le dijo que no debe andar de curioso. Pero eso era normal en su cultura. Pasaron los días, Pedrito volvió con su mamá al mercado, pero esta vez todo estaba muy raro; no había gente, ya no estaban los animales extraños. Pedro le pregunta a su mamá; — ¿Por qué no hay tantas personas como el otro día? — Es que hace días vino una señora a comprar el murciélago que viste en la jaula. El resultado fue catastrófico. Aquél animalito estaba infectado por un virus en forma de corona. Mortal para las personas, y aparte es muy contagioso. Pedrito sigue preguntando y a la vez razona en su mente — ¡Qué extraño!, pero ¿cómo se infectó el murciélago? Ahora los días siguen con lentitud y el niño se va poniendo triste pues su vida llena de juegos al aire libre se acabó. Dicen en las noticias que otro animal infectó al murciélago y el murciélago a los humanos. Pedrito debe de usar cubre bocas, lavarse las manos bien, y estar en cuarentena para que no te contagie. Ahora sólo se divierte en casa, estudia en casa y no puede salir.
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El diario de nuestra aventura Después de haber tomado esa decisión, creímos apropiado hacer un diario sobre nuestro viaje. Desde que empezamos a juntar dinero hasta que consiguiéramos el propósito: ser libres y cumplir ese sueño que nos carcomía por dentro, gritando por salir. Como yo era el futuro escritor, fui el primero en plasmar letras dentro de él, decidí que lo narraría como si le hablara a alguien, probablemente a mi futuro yo. Hola, ¿por fin eres feliz?, ¿lo logramos?, creo que es un poco pronto para preguntarte eso, ¿no? Hace unos días tomamos la decisión de huir, juntos, Aiden, Basil, Cian, Dante y yo (¿seguimos siendo amigos?), ahora empieza la aventura de conseguir los medios para salir de este horrible lugar, espero que nadie note que algo tratamos, sería lo peor. No sé si recuerdas porqué lo decidimos, pero creo fue porque sonreír empezó a doler más que llorar, porque todos parecían felices menos nosotros, los días se volvían eternos, no quería abrir los ojos. Pero ahora, que sé que éso está por terminar, se siente como si, aunque el mundo se terminé, estaremos juntos, que volaremos por el cielo. Llámame loco, pero creo escuchar al tren que está a punto de partir. Lo lograremos, yo lo sé.
Ximena E. Baltazar
mensajes de despedida, diciendo que no nos buscaran, que “estoy harto de tener que cumplir sus expectativas, quemar mis pestañas estudiando sin parar, y tener que enterrar mi sueño sólo porque no les parece, ya no más, adiós.” Después de que hasta el último de nosotros lo mandara, el auto avanzó hacía un futuro más brillante. El camino fue estresante, no podíamos evitar pensar que cada coche que pasaba por nuestro lado eran ellos, demandando que paráramos el auto y que volviésemos a la jaula. Para evitar accidentes, cambiamos al conductor cada dos horas, al final cada quién condujo una vez, queríamos estar lo más lejos posible de ellos. Al llegar a nuestro destino, decidimos encontrar un departamento en el que pudiéramos vivir hasta que lográramos el objetivo de este viaje, ser libres y felices. Durante los primeros meses, todo fue relativamente bien, teníamos trabajos y yo estaba cerca de publicar una novela de forma independiente, era sobre nosotros, de cómo a veces, aunque vayas contra la corriente, puedes ser feliz y cumplir tus sueños. Si pudiera volver en el tiempo, me hubiera quedado en esos momentos, todavía había esperanza. Luego todo se vino abajo. II
Esos meses pasaron volando. Guardar silencio y ahorrar. Rotábamos el diario y descargábamos en él nuestras frustraciones y alegrías. A veces, me regresaba a leer lo que habían puesto mis compañeros. El día de la partida nos recuerdo subiendo al carro de mis padres. Auto que robé. En la cajuela había cinco mochilas con nuestra ropa y una maleta pequeña con todo el dinero que habíamos juntado, consideramos que, si lo usábamos en efectivo, se tardarían más en encontrarnos. En estos momentos, ya estábamos a una hora de distancia de esa ciudad, listos para mandar los 72
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—Debería suicidarme— dijo Cian durante la cena de los domingos —¿Qué?— pregunté desconcertado. —Si —comenzó al mismo tiempo que dejaba su tenedor sobre la mesa—, no estamos llegando a ningún lado, tu novela fue rechazada. No aceptaron a Aiden en el programa de música. Dante ya falló en veinte audiciones. Basil no ha hecho nada. Y simplemente nadie quiere exhibir mis pinturas en sus galerías —dijo con frustración y tristeza en la voz—. Se supone que seríamos felices, no te he visto sonreír desde que salimos a
ese parque hace tres meses, estoy harto de tener que esperar a que me volteen a ver. —Yo también estoy harto —continuó Dante—, no importa cuánto me esfuerce, nadie me quiere, nadie me voltea a ver. —Simplemente, no sé si soy bueno —musité, salió de mi boca, como si mi corazón hubiese reemplazado al cerebro. —¿Realmente mis canciones son tan malas?— preguntó preocupado Aiden —¡No! —gritó Dante— no quiero que ninguno de ustedes empiece a arrepentirse de haber huido, creen que hubiéramos estado mejor como marionetas de nuestros padres, condenados a cumplir siempre sus expectativas. ¡Somos libres, carajo! Una carcajada brotó de él, como un chorro de luz que nos bañó a todos. La energía en la habitación cambió, como si alguien hubiese aumentado la nitidez en los colores. Dante tenía ese efecto en nosotros. —No me tomen el pelo —agregó—, todos ustedes desbordan talento, los estúpidos que no los aceptaron no son más que unos idiotas ciegos que se niegan a ver en brillo que ustedes tienen. Si no fuera por ustedes, probablemente yo hubiera sido un delincuente y estaría en prisión, no sean idiotas —volvió a esperar una reacción— sabes, Cian, que iría hasta el fin del mundo y de regreso por ustedes, así que si quieres hacer éso, cuentas conmigo, porque ni muerto te libras de mí. Viajemos juntos al Hades —en ese momento no entendí el poder de la palabra. —Hasta el fin del mundo —dijeron los demás—, o hasta la muerte. La muerte, la maldita muerte. Salimos aquella tarde de paseo, como antes, cuando éramos felices. Todos habíamos alcanzado la mayoría de edad en los últimos meses. Nos preocupaba poco que nos encontrasen nuestros padres. Su poder sobre nosotros menguaba con cada día. Antes de encender el coche, eché un último vistazo a mis amigos, todos sonreían; eran sonrisas que conocía como la palma de mi mano, que siempre limpiaron mi cielo nublado, esta sería la última vez que las vería, estarán conmigo para siempre.
No dudé más y pisé el acelerador hasta que todo se volvía oscuro, la velocidad nos hacía sentir vivos y la letra de una de las canciones de Aiden me susurraba en el oído: Esta pesadilla que sueño todas las noches Tu mano que está tan cerca, pero tan lejos Dime ahora Ese nombre que flota en mi boca El significado de este triste sueño Mi mente que está atrapada en un laberinto nostálgico Sálvame En este sueño eterno que es el más profundo Mi secreto azul que está dormido Este mundo roto En nuestro diario olvidado Llévame hacia ese secreto
Escuché el claxon de un camión. La última imagen se difumina en colores y cristales rotos. Llantos y el sonido de ambulancia fueron mi arrullo. III Desperté. Escuché cómo las enfermeras a mi lado decían que era un milagro. A lo lejos pude ver otras cuatro camas de hospital donde estaban mis amigos. Un accidente, fue lo primero que pensé, al menos no sobreviví solo, ellos siguen conmigo, no se han ido aún. Cuando la enfermera regresó con un doctor le pregunté cuándo iban a despertar mis amigos, por un momento compartieron miradas el doctor y la enfermera luego vi un poco de duda y preocupación, hasta que dijo, con una sonrisa algo cálida, “Primero hay que valorarte a ti”. El tiempo en el hospital no fue tan malo luego de que mis amigos despertaran, pasábamos todo el tiempo hablando, el único que me parecía más callado que antes era Cian, pero era normal, ¿no?, habíamos sufrido una experiencia traumática. Los días pasaron rápido, y después de estar un mes en el hospital, por fin nos dejaron regresar a todos a casa, no entiendo por qué septiembre 2021
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estuvimos tanto tiempo, muy probablemente creían que estábamos locos, no lo sé. IV Hoy era día de limpieza. Había pasado un año desde que nos intentamos ahogar en ese lago, ahora todo estaba bien, había publicado dos novelas y aunque los demás no habían cumplido sus sueños, se mostraban felices cuando les leía mis historias. Eran mis lectores de prueba, mis confidentes y animadores; eran algo más, mis hermanos. Dentro de una de las cajas que Cian planeaba tirar, encontré algo que pensaba perdido, el diario de nuestra aventura, hacía mucho que no lo veía. Un texto me llamo la atención, era la letra de Cian, decía: Creo que esta será la última entrada, mañana les diré a los chicos lo que planeo hacer, tal vez me acompañen, no esperaría menos de ellos, los amo, son los mejores amigos que alguna vez pude pedir, estaremos felices, me aseguraré de eso.
Cuando levanté la mirada estaba solo en la habitación en donde antes estaban ellos conmigo limpiando. Por fin lo supe, todo ese tiempo que pasó después del accidente estuve solo, ellos no sobrevivieron. Solo, solo, solo, solo… Dentro de mí dolor escuche a Aiden cantar: “¿No escuchas mi voz? Te estoy buscando. Una vez más me quedo solo. Sálvame”.
Tomé su mano y caminé hacia sus voces. Ya no vi más luces, ya no oí nada, no sentí nada, no olí nada. No volví a abrir mis ojos. El diario de nuestras aventuras cayó al suelo.
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Sobre La casa de Asterión
Samantha Niño Pardo
Este texto me pareció sumamente triste ya que habla desde el punto de vista de un minotauro llamado Asterión quien siempre vivió sin escapar en su infinito palacio. Cuando salió por primera vez, al anochecer ya se encontraba en el palacio nuevamente debido a los rostros horrorizados que la gente del pueblo le brindaba, a las rocas que le seguían y a los llantos que generaba su presencia. Asterión narra su historia de una manera que transmite los sentimientos a través de las descripciones que recibimos. Cuenta las formas en las se entretiene a causa de la soledad, describe que algunos de sus juegos constan en cerrar los ojos y fingir que duerme hasta que en realidad lo hace, tirarse de las azoteas del palacio hasta ensangrentarse, y su juego favorito que consta en fingir que otro minotauro viene a visitarlo y toma el papel de anfitrión. Sale a la luz la ignorancia del minotauro cuando menciona que su casa es tan grande como el mundo, transmitiendo de nuevo ese sentimiento de soledad y desesperación. Menciona que cada nueve años llegan nueve personas a visitarlo y que el sale alegremente a su encuentro, pero que antes de que Asterión pueda ensangrentarse las manos, ya yacen todos los cadáveres en el piso. Lo cual se puede interpretar en como los nueve jóvenes se quitan la vida antes de encontrarse con Asterión. En la parte final del cuento se vuelve a presenciar el sentimiento de extrema soledad que el minotauro sufre, ya que empieza a preguntarse a sí mismo cuándo es que su redentor lo llevara a un lugar con menos galerías y pasillos. Dando a conocer que ansía la muerte. El cuento describe que un día una espada de bronce y resplandeciente como el sol se levanta, y la última línea del cuento narra lo que sucedió con el minotauro. “¿Lo creerás Ariadna? –dijo Teseo.– El minotauro apenas se defendió”. Como mencioné antes, el propósito de este cuento es transmitir la soledad que el minotauro afronta, por lo que en lo personal me parece un cuento sumamente triste y descriptivo, y logra cumplir el propósito de transmitir el sentimiento de soledad. El cuento también trasmite la sensación de lástima por la criatura. Me parece que lo único que el minotauro quería era ser amado.
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Sobre El monstruo pentápodo de Liliana Blum Ha pasado bastante tiempo de que una novela me dejara perturbado, o inquieto, ya sea por sus ideas o escenas vertidas en ella, sean o no ficción. Hay historias que abren mentes por lo que informan, y otras se quedan grabadas en la psique por lo que transmiten. En este caso, la novela El monstruo pentápodo me abonó un par de malos sueños, 50 páginas antes de terminarla (en la noche) y cuando la concluí (en la siesta del domingo), cosa, creo yo, aunado al entorno en el que vivimos hoy en día con el aumento descomunal de la inseguridad, aunado a los casos de feminicidios que ha impactado a la sociedad por su crueldad. Estamos ante una novela que profundiza en la mente del depredador, quien, en un principio decide terminar con su vida debido a que está consciente del monstruo quién es. Pero, por azares del infortunio, un ángel se atraviesa en su camino activando nuevamente sus deseos enfermos por vivir. Por lo tanto, Raymundo Betancourt decide volver a la carga –ya había cometido varios crímenes de pederastia– y fija sus ojos en la niña Cinthia, de 5 años, a la cual ama, desea y secuestra para satisfacer sus bajos instintos. Es una historia estrujante que cala el alma, desgarra, y oprime el corazón encerrándote en una atmósfera de calabozo sin esperanza alguna de salvación con el monstruo Pentápodo, y si, se imaginaran por qué es el de cinco patas… Liliana Blum toca el tema del desamor, la necesidad de sentirse amado y ser correspondido aunque sea utilizado para nefastos fines. Este sentimiento, se encuentra encerrado en el pequeño cuerpo de Aimeé, una mujer enana, quien se enamora perdidamente por un hombre que le da un poco de atención y migajas de cariño, y quien sin saber, se convierte poco a poco en su cómplice hasta quedar hasta el cuello de lodo. La estructura narrativa de Liliana es interesante; la historia corre en presente, con un narrador omnisciente cuando trata sobre la
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David Sarabia
andanza de Raymundo Betancourt, un empresario de la construcción, quien decide acondicionar el sótano de su casa como cuarto de placeres y torturas para confinar allí a Cinthia, su amor platónico, objeto de sus perversos deseos. Alternando con un diario en primera persona escrito por Aimeé, donde ella desahoga sus anhelos, amores, miedos, indignación, dudas. En el diario de Aimeé es una especie de flash backs de los hechos ya consumados. Pero aun así, mantienen en alerta y tensión al lector aunque ya sepa algunas cosas, la angustia radica en el cómo o qué va a pasar en el inter. Ambas narrativas se van intercalando hasta llegar al desenlace. No los voy a spoilear. Pero lo que sí les voy a decir, aunque Liliana no sea del todo gráfica, aunque sí lo dice y lo narra con poderosas emociones encontradas. Primero los sentimientos de una niña atrapada, que llora y sufre, muy por encima de su desgracia, la ausencia de sus padres y estar lejos de casa. La conciencia de una Aimeé contrariada y que se auto tortura mentalmente queriendo justificar las acciones monstruosas de su amado. Novela recomendable, fea, de terror y horror real, -lo más seguro que dentro de un par de años ya sea un clásico, una especie de Lolita Mexicana, pero más escalofriante- que al terminar de leerla te deja esa sensación que te hace reflexionar. Primero te deja pasmado queriendo tratar de entender por qué hay seres que no sienten la más mínima empatía. Y gente indiferente cuando la tragedia no es la que toca la puerta de su casa. También, los que son padre o madre, o queremos serlo, de estar al pendiente de los hijos, de no descuidarlos, de tener ese ojo de águila siempre. Por último, lo único que puedo decirles, que siempre, podrá haber una esperanza, y que un corazón secuestrado por la oscuridad, podrá en algún momento tocar la luz y creer en lo más sagrado que es la vida misma. Y esa valiente decisión, podrá hacer la diferencia entre la vida y la muerte.
Sobre ¡Toc, Toc! de Melba Alfaro
Silvia Cristina Leirana Alcocer
Hermosas imágenes de nuestra región y nuestra cultura, en ágiles acciones están presentes en ¡Toc, Toc! Los cuentos son dinámicos e interactúan con sus lectores. Conocemos a Paj Chujuk, quien se siente protegido por su amigo Alux; a Toc, que invita a su vecino todas las mañanas a hacer ejercicio y éste le expresa su cariño con música de tambor. ¡Toc, Toc! también recrea peligro: cuando el Pequeño Pirata se enfrenta a Boca Negra, uno siente terror, hasta se pone en posición de ataque para defender a Flor de Mayo. La narradora nos invita a participar y nuestras acciones influyen en la solución del conflicto. Este libro también recrea imágenes, sentimos trascurrir la colorida redondez de una tarde en compañía de nuestros seres amados. “Frijolito Tranquilidad” con su poder extraordinario hace mucho mejor este mundo; “Turix, la libélula” expresa una creencia muy nuestra y cómo es interpretada por la protagonista, que la vive con alegría. La visión fresca en “El cocodrilito Raymundo” da una estampa regional y fantástica de una visita a Celestún. “Gusarapos” muestra de forma festiva la visión de alguien que se ha sentido discriminado, que se siente lento, que cuando cree que va a fracasar, ¡triunfa! La comida como expresión del amor está en “Vacaciones”; “El cambio” expresa espacialmente cómo la protagonista percibe la protección paterna. “El mago” es una invitación a ser educado; “Topitorí, topití” tiene un sabor a Rafael Alberti; en “Domingo maravilloso” vivimos un día de asueto como niños con la visita al parque del Centenario. “Guanábana” rememora el ambiente previo a los ciclones, desde el punto de vista emocional: las familias nos unimos para atender las emergencias climáticas y dentro de la alerta se crea una atmósfera semejante a la de las vacaciones. Jóvenes amigos que buscan estar juntos; los impedimentos para lograrlo fortalecen la amistad, esto es lo que se expresa en “Noviembre”. ¡Toc, Toc! conecta con nuestra infancia, los personajes se nos vuelven cercanos, los ambientes se quedan como recuerdos de lo vivido o soñado. Los lectores de todas las edades disfrutamos el libro, porque somos también los protagonistas de lo que aquí se narra. Alfaro, Melba ¡Toc, Toc! Mérida: El Gato Bajo la Lluvia, 2020.
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Sobre el capítulo uno de El efecto Lucifer Melissa López Arredondo Pensé que era un libro que hablaría acerca de sucesos paranormales, con el simple hecho de leer el nombre y ver la imagen de portada. El libro explica cómo una persona aparentemente normal es capaz de cometer actos atroces sin necesidad de que tenga un trastorno o un pasado traumático. Según el efecto Lucifer, un factor situacional sería capaz de sacar toda la maldad que existe en las personas. En efecto, si pones atención el efecto Lucifer está apoyado en uno de los experimentos más famosos y perturbadores de la historia: el experimento de la prisión de Stanford. En 1971, Philip Zimbardo y su equipo de profesionales escogieron a un grupo de 24 estudiantes universitarios, normales y sin problemas de conducta, a estos muchachos les habían dicho que iban a participar de un estudio psicológico de la vida en prisión y que les iban a pagar 15 dólares al día; 15 dólares hasta el momento en que ellos decidieran renunciar. El experimento se llevó con gran realismo; se construyó de hecho una prisión simulada en el sótano de la facultad de psicología en la Universidad de Stanford, que imitaba una prisión real. Se planeaba que durante una semana la mitad de los voluntarios interpretaría libremente a los prisioneros y la otra mitad a los guardias de seguridad. Fue tal el realismo del experimento que incluso se simularon los arrestos de los voluntarios en sus mismas viviendas. Y se les obligó a utilizar un uniforme de presidio y los otros vestían uniformes de policías. El caso aquí es que al inicio de los experimentos, las instrucciones no fueron dadas de manera clara; estaba hecho así de adrede. Se les dijo por un lado a los presos que se comportarán con libertad y a los guardias se les dijo que evitaran la violencia pero que mantuvieran siempre el control; no hizo falta mucho tiempo hasta que se generó una situación caótica.
Después de un día relativamente tranquilo el segundo día de internamiento los prisioneros se amotinaron en contra de los guardias, construyendo barricadas en sus celdas para evitar que los guardias entraran. Los guardias que perdían el control introdujeron estrategias psicológicas improvisadas. Primero separaron a los presos buenos de los malos. Luego repartieron castigos que incluían confinamiento y la humillación pública de los prisioneros rebeldes para que al quinto día los guardias de seguridad, ya habían probado el poder pues eran los únicos que tenían instrumentos de control físico como porras, esposas y gafas oscuras para evitar contacto visual. Se habían vuelto sádicos, según las palabras de Zimbardo, y los reclusos permanecían totalmente humillados deprimidos y con signos de estrés agudo. De hecho dos prisioneros tuvieron que abandonar el experimento por un colapso nervioso; debe haber sido tan estresante la situación pues cuando completó el experimento, la prometida de Zimbardo, que también era psicóloga, le dijo: Creo que es terrible lo que le estás haciendo a estos chicos. Por tanto el experimento fue cancelado antes de llegar al séptimo día. Este experimento se ha hecho muy famoso por un par de películas que explotan más la parte dramática; siendo que lo más importante va más allá del morbo; y yo creo que es la pregunta psicológica, que al fin y al cabo se convierte en una pregunta filosófica, ¿realmente se necesita tan poca cosa para que una situación, una ventana rota o una simple orden, como el caso del experimento, despierte lo peor de nosotros? Es un libro sorprendente e inquietante acerca de cómo una persona puede terminar de héroe o de malvado. Encubre una teoría general sobre la educación humana y la vulnerabilidad de su condición.
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Minificciones
Blanca Vázquez
Diario Lo encontré atrás de la casa. En la casita que el abuelo había hecho para los tiliches. Las pastas gruesas y de color caqui tenían grabadas sus iniciales A. I., caligrafía bien cuidada y en las esquinas un pequeño dibujo a lápiz. Cada hoja tenía fechas que sentí lejanas. No salí cuando me llamaron a comer ni a cenar. En mis ojos había pozos de añoranza y dolor. Escondí el diario debajo de mi ropa y lo llevé a mi cuarto; Stand by me sonaba en la radio.
Naranja No estaba cerca de ella casi nunca, pero me gustaba ver su rostro a contra luz. Sus ojos guardaban un abandono de años, como si en ellos se hubieran guardado los que vivieron antes que ella y yo naciéramos. Un sol pálido escurría al caer la tarde. Adentro, el olor a naranja recién partida hacia que me centrara en sus labios, los imaginaba dulces, y entonces lloraba.
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Acerca de La casa de Asterión
Susan Vianeth Rosales Orozco
La casa de Asterión, gran obra literaria correspondiente a acontecimientos de la antigua Grecia, es un breve cuento expresado por el escritor Jorge Luis Borges, donde conocemos a Asterión una figura mítica del minotauro, descrita como una criatura desagradable y aterradora con cabeza de toro y cuerpo de humano, resultado de la relación de Pasifae, pareja de Minos, con un toro. Siendo Asterión, el personaje principal, nos llega a transmitir con gran voz melancólica y desgarradora su historia, principalmente su soledad, ocasionada por el mismo encierro en el interior de un laberinto al cual fue llevado por su propio padre, donde describe la infinidad de caminos y riquezas que se encontraban dentro. Al mismo tiempo se nos muestra a Teseo uno de los héroes griegos más grande que podían existir. Asterión contaba con grandes sueños uno de ellos no ser temido por el mismo pueblo del cual irónicamente era príncipe, un pueblo que le temía simplemente por su apariencia, siendo llamado sencillamente una bestia. Pero así mismo, Asterión se preguntaba sobre su verdadero objetivo dentro de este mundo, y contando con la soledad y desespero si algún día alguien llegaría a vencerlo. Con esto, Teseo desea un enfrentamiento, siendo este el último vencedor dentro de la vida de Asterión, pero para nuestra sorpresa al final conocemos la nobleza que Asterión tenía en su corazón por el simple hecho de querer ser aceptado por su alrededor. Este gran relato nos lleva a conocer y analizar la vida de una manera completamente diferente, y haciendo hincapié que cada una de las vidas que pueden llegar a existir cuentan con una batalla y laberinto diferente que nunca llegaremos a conocer, donde se puede expresar que vivimos encerrados en nuestros propios sueños y destinos, pero nunca sabremos con exactitud cuál será nuestro final, más que la muerte, y cómo conforme pase más tiempo llegue a ser más difícil percibir y conocer lo que realmente estamos viviendo.
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El tipo de hombre que se quiere formar en el Sistema Educativo Mexicano Octavio Fullat habla acerca de que la educación es una actividad compleja y que en ella intervienen acciones, ideas, sentimiento, personas, objetos, instituciones e incluso bioquímica, donde se aborda el concepto “Educanda” el cual se relaciona no con domesticar como algún animal sino capacitar, dirigir, guiar y orientar a una persona. Al hablar de el hombre intemporal, Esperanza Ordoñez comenta que es llamado intemporal porque cada una de las corrientes que lo sustentan, toman ciertas características de algún modo absolutas que elevan la esencia por encima de la existencia. Se abordan fundamentos filosóficos como: el idealismo, Neo-Escolastica, Neo idealismo, Fenomenología y Espiritualismo; sobre el hombre positivo, se habla acerca de la antigua cultura educativa basada en cuestiones de memorización, ahora llevadas a un razonamiento, desde donde se abordaron los siguientes fundamentos filosóficos: Empirismo, Liberalismo, Positivismo, Pragmatismo y el Existencialismo. El hombre deshumanizado, percibe al hombre como un ser productivo y a la tecnología como un despertar para la educación. Con el hombre íntegro, se habla de que el hombre no puede ser considerado únicamente como un sujeto de ciencia, ya que el hombre posee sentimientos que influyen como torrente de amor, poesía, fe, esperanza, coraje, impotencia, etc., aquí se exponen teorías antropológicas y filosóficas como: freudo-marxismo, anti psiquiatría, anarquismo, socialismo utópico, existencialismo, y marxismo. ¿Qué tipo de hombre se quiere formar en el Sistema Educativo Mexicano en base a la “Filosofía de la Educación” ?, la respuesta es que se quiere formar un hombre capaz de entender que la educación es una actividad compleja, que lo que caracteriza al conocimiento humano es la distinción entre lo general y las cosas singulares. Tanto los saberes teológicos y científicos de la educación, como también los totalizadores del fenómeno educativo; su objetivo es conocer que el
Samuel Torres Beltrán
sistema educador está estructurado por los subsistemas psicobiológico, socio histórico y axiofilosófico. También es importante que los educandos conozcan acerca de los saberes integradores acerca del fenómeno educacional, los cuales procuran la formación de sistemas, que desde perspectivas distintas hagan comprensible o bien explicable y también, según el caso, manipulable, el acontecimiento educativo en su globalidad. Es necesario entender que la Filosofía de la Educación no es ni ciencia ni tecnología educacionales, ni tampoco es pedagogía o teoría de la educación. Es un cuestionamiento de lo que se hace y se dice en los campos educativo y pedagógico en general. Ya que no hay hombre sin un proceso educador, según Kant, la filosofía de lo educativo plantea un interrogante radical, dado que tampoco tenemos educación sin que se produzcan palabras, enunciados y argumentos, nos maravillará que esta disciplina aborde igualmente el análisis de los lenguajes tanto de educadores como de científicos y de tecnólogos de la educación. La Filosofía formula preguntas nada normales y apunta a respuestas desconcertantes, con respecto a los datos educativos. Con base en el “hombre intemporal” el tipo de hombre que se quiere formar en el Sistema Educativo Mexicano es aquel que cuyas corrientes que lo sustentan, tomen ciertas características de algún modo absolutas, que eleven la esencia por encima de la existencia; es decir, lo que debe de ser o haber, sobre lo que existe idealizando un tipo de hombre a salvo de cuantos acontecimientos desastrosos ha padecido el mundo y con miras a construir una sociedad a la par con él, que conlleve a la salvación de la humanidad. De acuerdo al idealismo se pretende que los hombres tengan sus raíces en la vida social, así como también, en el proceso de conocimiento; separando la conciencia de la realidad en su persecución hacia lo absoluto, que representa lo septiembre 2021
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divino. Por ejemplo: Sócrates rechaza el relativismo y escepticismo y trata de obtener conocimientos universalmente válidos. Su método filosófico consiste en partir de casos concretos para llegar a las ideas generales. Respecto de la Neo-Escolastica, ésta trata de renovar la filosofía escolástica y conciliar esta filosofía con el positivismo. Maritain y Mercier son dos grandes autores de este fundamento filosófico, Maritain descubre, por un lado, la filosofía platónico-aristotélica y, por otro, el patrimonio doctrinal del cristianismo. Y Mercier se caracteriza por armonizar la filosofía y la ciencia. En base al Neo Idealismo su esencia puede quedar dentro del espiritualismo y nace en razón al cientifismo filosófico. Aquí se identifica la realidad con el pensamiento, siendo el acto originario del conocimiento la intuición intelectual. En la Fenomenología aplica como un método de captación por la conciencia, no sólo de cualidades sensibles al contacto con el exterior, sino también de la aprehensión intuitiva de esencias inteligibles. La postura del Espiritualismo referente a la pregunta inicial, al espíritu como una realidad sustancial de existencia distinta a la del cuerpo e irreductible a él. Sobre “El hombre positivo” el tipo de hombre que se quiere formar el Sistema Educativo Mexicano es aquel que cuya educación tienda a formar al hombre en cuanto a hombre, dándole lo que necesita para la vida: cultivar todos los aspectos de la personalidad humana, los físicos, los intelectuales, los estéticos y religiosos, que permitieran el desarrollo armónico de las potencialidades del individuo. De acuerdo al Empirismo ninguna certeza es posible y ninguna verdad es absoluta, pues niega las ideas innatas, afirmando que el pensamiento es el fruto de la experiencia sensible, ya que todo conocimiento tiene su origen y fundamento en la experiencia y es a través de los sentidos, como el hombre puede ir registrando todas las impresiones. Michel Montaigne comenta que antes de que el hombre dedique o defina su formación profesional o sus actividades científicas, requiere de una formación que le permita conocer las cosas que le rodean, los porqués de su vida y de la realidad, es decir, que se le fomente un espíritu de saber juzgar 84
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y reflexionar. El liberalismo es un sistema de ideas y principios doctrinales, también considerado como una metodología y una práctica que persiguen la consecución de libertad cada vez mayor. Thomas Hobbes consagró sus mejores esfuerzos a una concepción filosófica del mundo y de la vida humana; acerca del problema del conocimiento, llega a la idea radical de un empirismo matemático, considera a la geometría como la única disciplina cierta, donde todo objeto de conocimiento enraíza en ella y sólo llegamos a conocer aquellos objetos que podemos construir. El positivismo, es el conjunto de teorías consideradas el romanticismo de la ciencia, ya que todas ellas, al igual que el idealismo, pero en su oposición, centran a la ciencia como la única manifestación legítima de todo lo finito y lo infinito. Augusto Comte es el fundador de este fundamento filosófico, la esencia de su teoría filosófica, descansa en tres aspectos: Carácter empírico, práctico y relativista. El pragmatismo se centra en fincar la verdad en los servicios que los objetos y todo conocimiento humano o científico preste a la conservación de la vida o la fomente, rechaza la idea de lo absoluto, admite el evolucionismo de la realidad como una totalidad en constante movimiento que sufre cambios y regeneraciones, por lo que se acepta la relatividad. Uno de los representantes de este fundamento es Jeremy Bentham quien se dedicó principalmente a estudios políticos, siempre preocupado por la problemática social, intervino en el ordenamiento legislativo de su país. Y su pensamiento filosófico, se clasifica dentro de una teoría utilitarista, argumentando que nuestra vida se da entre el placer y el dolor, lo que lo lleva a representar el placer con el bien y el dolor con el mal. Por último tenemos al Existencialismo, movimiento filosófico del siglo XX. Y tiene su tendencia marcada hacia la antropología, el análisis sobre la existencia del hombre y su desarrollo en el mundo. Uno de sus autores es Karl Jaspers, quien menciona que el hombre busca un más allá trascendente e inalcanzable, esa búsqueda constituye la única posibilidad de alcanzar su
existencia, pues el ser humano se va construyendo a través de su elección y en esa medida puede llegar a ser. Respecto de el “hombre deshumanizado”, el tipo de hombre que se quiere formar en el Sistema Educativo Mexicano es aquel que centre al hombre como un ser productivo, fincando la educación en el despertar de la tecnología. Aquí se ven involucradas tres corrientes de pensamiento. El estructuralismo, el cientismo y el neopositivismo, existiendo entre ellas diferencias notables, pero la esencia en la concepción del hombre es muy similar, ubicándolo como un simple objeto. El estructuralismo se caracteriza por dos actitudes que son: realizar estudios a totalidades, es decir, cualquier objeto de estudio se concibe como un todo significativo, en donde cada una de sus partes o elementos confortantes se relacionan entre sí y con el todo, de tal modo que si existe alteración en algunos de ellos, esto repercute en la configuración total. La segunda disposición es la formalización teórica, a través de la investigación empírica, elaboran modelos teóricos que muestran las leyes inherentes, los comportamientos, las transformaciones y las relaciones entre sus elementos, así como también los mecanismos a través de los cuales la estructura se autorregula. Sus investigaciones evitan los fenómenos aislados, se centran en totalidades y en función de la sincronía, es decir, en fenómenos coincidentes. Levi Strauss es representante de este pensamiento y se dedicó a la investigación de la organización social en grupos humanos, para indagar el sistema de relaciones, normas y reglas que los ligan para transformarlos en sistemas de clasificación y organizarlos en oposiciones binarias, que le permita analizarlos científicamente y lograr descubrimientos verdaderos sobre la estructura de la mente humana y la naturaleza del hombre. El cientismo viene a constituir el positivismo comtiano con la exclusión de sus dos primeras etapas, que constituían al estado teológico y al estado metafísico, para instalarse en el Estado Positivo, donde se sostiene que no hay otro conocimiento verdadero que el conocimiento científico, que reduce todo a lo empírico natural, aceptando como verdaderas las ciencias concretas
o naturales y negando toda cientificidad a las ciencias humanas. Sitúa el progreso de la humanidad en el desarrollo de las ciencias y la tecnología. Las investigaciones del iniciador Román Jakobson están centradas en el campo de la lingüística en sus diversos aspectos y en el terreno de la fonología. A través de su obra pretende dar conexión al estructuralismo europeo y las aportaciones de la lingüística. Sus últimos trabajos están enfocados al desarrollo y perturbaciones del lenguaje en los niños. Por último el Neopositivismo que se fundamenta en las corrientes del empirismo y en el positivismo de Comte, su finalidad es dotar a la filosofía de una validez que sirva para ayudar a la resolución de problemas científicos mediante el análisis lógico del lenguaje. Haciendo a la vez, una crítica sobre el curso que los metafísicos le han otorgado a la filosofía, al partir de problemas insolubles o seudoproblemas, y pretender aportes sobre realidades trascendentales que lo único que han logrado es rezagarla de cualquier rama del saber y de la ciencia misma. Bertrand Rusell programa una reforma a la lógica, catalogándola de muy limitada o paupérrima por ocuparse de proposiciones enunciativas. Propone una lógica que estudie el concepto y las formas de relación, proposiciones atómicas, proposiciones moleculares. El uso de los símbolos como se hace en matemáticas, ya que no se puede efectuar una separación radical. Sobre el “hombre íntegro”, ¿qué tipo de hombre se quiere formar en el Sistema Educativo Mexicano?, simple y sencillamente lo que busca es que el hombre vuelva a reintegrar lo mental y lo manual, lo racional y lo irracional, eso es lo que se busca, crear hombres íntegros. Un hombre íntegro se constituye por una comunidad que intenta crear hombres de verdad y preservar un ser que busque la trascendencia, la humildad y los valores que forman parte de nuestros orígenes. El papel de la educación en formar hombres íntegros hará que la educación al igual que la comunidad tengan un objetivo en común: Formar hombres y mujeres que no solo busquen la excelencia como callejón sin salida, sino que septiembre 2021
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también busquen la trascendencia como una nueva luz, nuevo comienzo, para conservar su humanidad y no convertirse en un engranaje, ósea en una persona conformista y que no aspira a más. Dentro del Naturalismo tenemos a Luis Feuerbach, que convierte a la filosofía en una teoría del ser, una antropología, sustentada en su evolución, rechazando la metafísica como una doctrina trascendente. Su pensamiento: Dios fue mi primer pensamiento, la razón mi segundo, el hombre mi tercero y último. El Anarquismo es considerado como una doctrina que aboga por la abolición del estado, dado que a través de la dirección política que éste da a la sociedad, se convierte en su peor enemigo, es coercitivo, explota al hombre, lo aniquila. Aquí tenemos al autor Saint Simon, el cual se dedicó al estudio de la ciencia, la política y los negocios. Se le considera uno de los precursores de la sociología contemporánea. En sus escritos, aparece el problema obrero como uno de los más importantes. Plantea el fin de la explotación del hombre por el hombre, organizando una sociedad a la que a cada hombre se le desarrollarán sus capacidades y según éstas se le empleará, para lograrlo sugería que los dirigentes de la sociedad fueran los sabios y los industriales. Basa su teoría en un “nuevo cristianismo” que fue inspirado en el Evangelio. El marxismo encuentra dos situaciones que lo provocan y lo convierten en movimiento vigoroso. La primera es la época del maquinismo con todas las transformaciones que trae consigo, y la segunda, es la concentración de trabajadores mal pagados que determinan convertir el socialismo utópico en socialismo revolucionario. Uno de los representantes de este pensamiento es Vladimir Ilich Lenin el cual desarrolló su teoría en base al marxismo, donde manifiesta que al unirse proletariado y campesinado, dando paso a la revolución, obtendrían el poder. Una vez logrado lo anterior, a través del marxismo, se inculcaría una nueva conciencia política para llegar a constituir una sociedad sin clases ni estado, teniendo siempre presente la acción revolucionaria “praxis”; destacó la importancia que las instituciones escolares deben dar a las necesidades del poder obrero y 86
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partir del desarrollo de potencialidades en cada educando, concediendo igualdad de oportunidades para desarrollarse y formando una verdadera conciencia de igualdad, así como una férrea voluntad, pues ello permitiría elevar a la dictadura proletaria a la etapa del comunismo. El marxismo heterodoxo considera que bajo presiones políticas ha perdido su carácter dialéctico, quedando en un dogmatismo equiparable a la escolástica medieval. Uno de sus representantes es Lukacs, el cual critica a los soviéticos mencionando que han caído en un esquema rígido, haciendo aplicaciones dogmáticas, cuando el método dialéctico consiste en mostrar una realidad, hacer las aplicaciones teóricas y revivificarla. Y por último tenemos al fundamento filosófico Anti psiquiatría, el cual es un movimiento iniciado en la época de los cincuentas, en el mismo contexto de la psiquiatría, sostiene que la enfermedad mental, puede constituir una respuesta sana a una sociedad enferma, con lo que reclaman a la locura como la aventura que debe ser vivida y concluida libremente. Se le considera a Ronald David Laing como el iniciador de la anti psiquiatría, se especializa en el estudio del comportamiento y tratamiento de los esquizofrénicos crónicos. Descarta así mismo, toda forma de reprimir a los sujetos o tratarlos como simples objetos de estudio; es partidario de establecer una familiarización, acercamiento y afectividad con los pacientes, haciendo notar que a través del amor, pueden revelar hechos significativos. Concuerda con Cooper, Basaglia y SAS en tres principios: i) No sólo la biología y la psicología proporcionan explicaciones del morbo mental, también y de forma preminente hay que contar con la sociología; ii) La institución manicomial trabaja para que el enfermo se “cure”, es decir, para que acepte la norma social; iii) El enfermo mental queda despersonalizado delante del psiquiatra pasando al nivel de cosa; la psiquiatría es una real represión social, aunque enmascarada.
Para concluir solo me queda decir que estos aprendizajes fueron de mucha utilidad para mí, abriéndome la mente a un nuevo conocimiento. La filosofía de la educación se ha ido integrando con el tiempo, observando, mejorando al correr de las diferentes épocas, y, a decir verdad, bajo la influencia de dos circunstancias. Una la constituye el hecho mismo de la educación, tan significativo en la existencia humana, tan variable de pueblo en pueblo y de época a época. Otra reside en el desarrollo de la propia cultura, dentro de la cual, ciencia y filosofía encierran la mayor importancia respecto de aquella integración. Por lo tanto, la educación se enriquece y mejora a través del tiempo con los estudios e innovaciones que hombres y mujeres en su práctica pedagógica realizan y comparten con las conductas y necesidades de cada niño de acuerdo a su cultura y su contexto en el cual se encuentran. Cualquier estrategia basada en un planteamiento de investigación escolar lleva al docente a tener en cuenta tres ideas fundamentales: el trabajo con problemas escolares, la identificación, definición y el tratamiento de los mismos. La elaboración de hipótesis de trabajo, de programas, de unidades didácticas. Y la comprobación, que es un ensayo mediante procesos de experimentación a partir de hipótesis elaboradas. No puede haber pueblo con progreso sin educación, hasta ser una necesidad para cada ser humano. No se puede comprender un desarrollo en cualquier pueblo sin la falta de la educación impartida de forma equitativa
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS Fullat, O. (2004). Filosofía de la Educación. Desconocido: Sistesis Educación. Ordóñez, E. (1995). El hombre que conforman nuestras escuelas. Coahuila: Normal Superior de Saltillo.
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Matriarcadia: Separatismo Separatismo y deporte México suma 73 medallas en todos sus juegos olímpicos, no destaca en logros deportivos pese a ser un país grande, a ser el país con más hispanoparlantes y a estar dentro de las 15 economías más grandes del mundo. Se ubica en la cuarta posición de América Latina, y 42 de 149 países ganadores de medalla. Las mujeres han dado 16 medallas olímpicas. Soraya Jiménez, en Sidney 2000, fue la primera mexicana en lograr la primera medalla de oro en un deporte exclusivo de hombres, halterofilia. La primera participación de México en Juegos Olímpicos fue en París 1900, de manera formal a partir de 1924 en París; la primera medalla la ganó el equipo de polo, la de oro la ganó el equipo de equitación en Londres 1948. La edición de Los Ángeles 1932, con 1408 participantes de todo el mundo, 1282 hombres y 247 mujeres, significó para México la incursión de la mujer en Juegos Olímpicos con María Uribe y Eugenia Escudero, en lanzamiento de jabalina y esgrima, respectivamente. En 1968, Norma Enriqueta Basilio Sotelo fue la primera mujer en la historia en llevar la antorcha olímpica y encender el pebetero durante la inauguración de los XIX Juegos Olímpicos. En los pasados Juego de Tokio 2020, se ha logrado casi la paridad de género, así como la participación de mujeres de todos los países que acuden a la justa veraniega, y la competencia de las mujeres en todos los deportes. Sin embargo, la igualdad de género en los Juegos Olímpicos sigue siendo un desafío: la participación femenina no garantizó que no fuéramos estereotipadas, percibidas como objetos deseables con atención en los uniformes, desvalorizadas por la prensa, los organizadores y la publicidad, retribuidas con menores montos salariales o de financiación. Un aspecto que no puedo pasar por alto es la gimnasia artística debido a la afición que tengo a
ese deporte. Considero que la gimnasia artística es el deporte más difícil, requiere más entrenamiento que cualquier otro, y siempre llama más la atención la gimnasia femenil que la varonil, y aquí pongo de nuevo el dedo en la llaga, son las mujeres gimnastas quienes han tenido que padecer abusos de entrenadores y médicos, cuando no comentarios despectivos de jueces y reporteros; de por sí en un deporte que te exige concentración total, más que otros deportes, como para todavía andar soportando situaciones de quienes no tienen ni la menor idea de lo que implica practicar años para llegar a ser atleta de élite. México perdió la oportunidad de tener una escuela de gimnasia artística, como China y Estados Unidos. La gimnasta checa Vera Caslavska, después de brillar en México 1968, en la década de 1970 estuvo enseñando gimnasia a niñas en México, el gobierno no quiso pagar más para la formación de gimnastas y se estancó la preparación de jovencitas, no tuvimos un desarrollo gradual, y tuvimos que lograr el nivel de las grandes gimnastas en poco tiempo. Los saltos, la velocidad, la forma de puntuar no es la misma a la de hace 30 años. El tiempo nos alcanzó. Estados Unidos albergó a los entrenadores soviéticos, y ellos sí invirtieron en la formación de atletas a partir de la década de 1970, después de los triunfos de Turishcheva, Korbut, Comaneci y Neli Kim. La gimnasia fue un deporte soviético, alguna atleta alemana o japonesa participaban en 1950, pero la maquinaria era comunista. Ahora las gimnastas chinas arrasan medallas debido al intercambio de deportistas rusos después de la Revolución Cultural en China. septiembre 2021
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En un comienzo, de 1950 a 1968, las gimnastas eran entrenadas por mujeres, en 1970 cambia la edad en la que recomendaban iniciar los entrenamientos, modifican la complexión de las gimnastas, e inicia la participación de entrenadores hombres, y años después se conocerían los primeros abusos sexuales cometidos contra las gimnastas por parte de estos hombres, siendo Olga Korbut de las primeras en denunciar públicamente. Error el permitir que hombres entraran a campos donde exclusivamente había mujeres, error el permitir que un médico como Larry Nassar estuviera la frente del equipo de gimnastas en Estados Unidos; ya han denunciado más de 200 mujeres abusos sexuales cometidos por el médico de la Federación de Gimnasia. No puede ser que ni siquiera respeten a las mujeres que van a competir por una nación, no es cualquier deporte, se trata de una disciplina que exige dejar de tener vida social. Y los machos se quejan cuando mencionamos el separatismo femenino, cuando ellos ejercen su separatismo y nadie los critica, porque, ¿cómo le llaman a que tardamos casi más de 100 años para alcanzar la paridad en Juegos Olímpicos? Los Juegos Olímpicos eran de ellos, ellos tienen sus espacios y no hay ninguna mujer en ellos, sus cantinas. Y las mujeres solas, no quieren que nos unamos y nos apoyemos unas a otras, por siglos saborearon las victorias y nos prohibieron soñar con lograr algo más que una casa con maridos e hijos. Nosotras queremos protegernos, cuidar nuestra integridad, nuestra salud. Simone Biles dio un claro ejemplo al retirarse de las competencias en la final individual en los Juegos Olímpicos de Tokio. Fue la mejor decisión, recordemos que hubo quienes no pudieron decidir cuando tenían motivos para hacerlo, como la gimnasta soviética Elena Mukhina, quien fue obligada a participar en 1980, recién operada de una fractura en su pierna. Fue obligada a ir a los Olímpicos y su entrenador eligió para ella un salto realizado por hombres, el salto Thomas, introducido por el estadounidense Kurt Thomas, y ahora prohibido en competencias femeniles y varoniles. Elena no pudo decidir, tuvo que realizarlo, según su entrenador les daría el oro porque gimnastas como ella no se rompían el cuello. No 90
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obtuvo la medalla de oro, en los entrenamientos previos a la competencia en Moscú 1980, al tener una lesión reciente no pudo tomar la altura ni el impulso correctos, aterrizó con el mentón y con 20 años de edad quedó en estado tetrapléjico, murió a los 49 años de paro cardiorrespiratorio, ocasionado por secuelas dada su condición de discapacidad. Los periodistas sin ética dicen que Elena Mukhina quedó tetrapléjica por querer superar a Comaneci; no, no quedó en ese estado por querer superar a Nadia, su desenlace fue la rivalidad entre naciones, querer demostrar el poderío ruso, soviético, sobre el rumano y el estadounidense, fue por no poder decir “No puedo, no quiero”. Debemos tomar espacios para nosotras. Los hombres deben salir de los espacios deportivos de mujeres: médicos, entrenadores, directores técnicos, manejadores, árbitros, patrocinadores. O digan, ustedes si les gustaría que sus hijas fueran abusadas por hombres en espacios que se supone son seguros. Aprendamos a decir “No”, y a orientar a otras mujeres. Finalizo recordando a Jeanette Zacarías, boxeadora mexicana de 18 años a quien le indujeron el coma después de quedar noqueda en Canadá por una boxeadora, hace unas semanas, en una pelea llena de irregularidades desde antes de iniciar. Falleció lejos de sus familiares. La familia, los manejadores y nosotras mismas debemos tener conciencia de nuestras capacidades y saber retirarnos a tiempo. ¿Dónde está el manager? Pues buscando dinero; al final se enriquecen ellos, y eso pasa hasta en peleas de hombres, pero recordemos que siempre, a una mujer la van a explotar más que a un hombre en todos los ámbitos, siempre haciendo el trabajo que nadie quiere hacer, trabajo gratis, trabajo extra, mal pagado, para que otros crezcan a costillas de nuestro esfuerzo y talento que queda invisibilizado. Para las mujeres todo nos cuesta más, pareciera que no quieren vernos exitosas. Llegamos al deporte y somos carnada sexual, nos pagan menos, los valores patriarcales son trasladados a todos los sectores sociales, incluso donde hay mujeres. Debemos hacer las cosas diferentes. Decidamos ahora nosotras, separatismo femenino en el deporte y en todos los ámbitos para ser libres.
Introspecciones del Erizo
Individualidad y Universalismo
El universalista busca experiencias totalizadoras. Aquellas en que un instante no es ínfima gota del Tiempo, sino el océano de infinitas y simultáneas realidades. Istvan Lyapunov era uno de estos seres. Creía en el principio alegórico subyascente al Ulyses de James Joyce; es decir, creía que uno de sus días era emblema de la Historia; una caminata por la ciudad, representación de todos los caminos del Hombre. Se entregaba por completo a sus pasiones. En la mujer que amaba, en la visión fractal de los árboles, en la presencia inquieta de los remolinos, en cada paisaje observado desde la perplejidad metafísica, reconocía la completez de su existencia, y pensaba que ese Dios esférico imaginado por Jenófanes, luego reinterpretado por Plotino y Blaise Pascal; y el Atman, Unidad del Brahamanismo, no son invenciones vacuas, sino arquetipos de la plenitud que sólo en la Tierra se puede conseguir. Sabía que ninguna emoción despertada por el Arte es pura: una elegíaca pieza musical del Barroco podía producirle al mismo tiempo una intensa tristeza y una intensa alegría. Istvan Lyapunov no era considerado un gran escritor, tan prolífico como sus coterráneos; pero eso no le importaba. Para él, su vida era continua escritura; no tenía prisas. En cada uno de sus poemas, depositaba la esencia de su individualidad y universalismo.
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Demersales en A mayor Entre el dolor y el placer: la lucidez Tomo cada noche y cada mañana ochocientos miligramos de valproato de magnesio, ciento cincuenta miligramos de Bupropion, cuatro gotas de clonazepam. Desde hace más de cinco años he consumido drogas prescritas, drogas legales pero a fin de cuentas, drogas. Me las tomo con un traguito de agua y con todas sus consecuencias: somnolencia, cansancio, hambre, pérdida de la líbido, falta de concentración, subida de peso, depresión, manía, ansiedad, irritabilidad, pensamientos de muerte y pensamientos de vida. Cuidado con las paradojas farmacéuticas, los antidepresivos pueden producir ideaciones suicidas y conducir a la muerte. Lo dice en letras chiquitas. A lo largo de estos últimos cinco años he probado un sinfín de cocteles distintos para descubrir mi diagnóstico; tomé pregabalina (porque al psiquiatra le daban comisión por receta), oxetol (para obsesivos-compulsivos), litio (el que te vuelve zombie), lamotrigina (por qué a mi mamá le cae bien), valproato, antidepresivos, ansiolíticos y otros muchos que ya no recuerdo. Y fue así porque, verán, no sé si sea lo mismo en otros países pero en México la lógica es al revés. No se da el diagnóstico y luego el medicamento, sino todo lo contrario. Lo medican a uno y cuando logran atinarle a una relativa y mediocre funcionalidad entonces te dicen (me dijeron y escuché): tienes bipolaridad. Soy bipolar. Aunque leí hace poco en redes sociales que no estamos enfermos que somos neurodiversos. Me muero de la risa. No
me lo tomen a mal, lo digo en el buen sentido. Sinceramente no sé por qué me da tanta gracia. Ahora, también se dice que no son solo tipos de bipolaridad: Tipo I, Tipo II, ciclotimia o trastorno bipolar no especificado, sino todo un espectro como el del autismo. Lo único que recuerdo haber registrado en la memoria respecto a los tipos fue que alguno incluye depresión y manía y otro, depresión e hipomanía. A mi me tocó la más aburrida, la que no incluye manía, la que no incluye euforia, la que no incluye los súperpoderes, la habilidad de hablar varios idiomas sin nunca haberlos escuchado antes, capacidades cognitivas sin precedentes, energía ilimitada, datos ilimitados, redes sociales ilimitadas como lo que ofrecen las compañías de telecomunicaciones. Nunca me ha parecido justo que mamá no me heredara esa parte de la psicosis maniacodepresiva, del transtorno bipolar, de la enfermedad, la condición, el problema de salud mental y muchos otros eufemismos para decir que estamos locas, locas de remate. No se preocupen por mí. Estoy en proceso de estar en paz con ello. Pero esta historia no comenzó hace cinco años. Es una herencia. La bisabuela Elena dormía con cuchillos bajo la almohada y veía judíos que no eran aquellos que se consideraban descendientes de Judá, hijo de septiembre 2021
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Jacob, a su vez hijo de Isaac, quien era hijo de Abraham. Sus judíos eran más bien una especie de demonios. Una vez, incluso, mató a alguien, tal vez era uno de esos judíos materializado. Nunca fue diagnosticada ni se le medicó pero las alucinaciones que tenía, su discurso enloquecido, el aspecto de bruja entre velas que llegué a presenciar a mis cinco años solo podían ser de alguien con esquizofrenia. (Dato interesante: una bipolaridad no tratada se puede transformar en esquizofrenia). La abuela María tuvo varios episodios psicóticos a lo largo de su vida. En alguna ocasión me los describió como un viaje sinestésico de LSD. Recibió electroshocks en los setentas y la metieron al manicomio varias veces. La encontraban desnuda rondando por las calles del vecindario después de haber pasado varios días sin dormir, sin comer y sin beber una sola gota de agua. Mi madre, mi madre me duele porque la he visto muy de cerca. En estos momentos tengo veintiocho años y fue a la edad a la que identificó por primera vez una crisis fuerte. Y digo fuerte porque no me dejarán mentir los que han vivido en esta matrix, una vez sabiéndose bipolar la memoria vuelve como ola arremetiendo con fuerza dentro del cráneo. Se ha abierto un flujo y al ponerle atención logramos ver los indicios primigenios, las pistas primeras y los botones a punto de florecer de una locura tímida y poco madurada. En 2001, a penas se comenzaba a investigar acerca de ésto a lo que llamamos
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bipolaridad y a mi madre le indicaron que tomara litio, el único medicamento que se usaba hasta ese momento para tratarla. Cada que se convertía en una diosa ingobernable y poderosa, elevaban su dosis para mantenerla sedada. Así, mi madre volvía a estar en los huesos y a perder abundantes mechones de cabello. Los huecos en su cuero cabelludo evidenciaban su deterioro interno. Vuelvo a mí, producto de la genética, aunque hay teorías que establecen que la bipolaridad puede ser aprendida o, en palabras de mis incontables amigos psiquiatras y psicólogos, ambiental. De cualquier manera, destino o aprendizaje, ésta es la manera en la que percibo, siento y vivo la realidad. En ocasiones, percibo el entorno con tanta intensidad que esta se vuelve abrumadora y me destruye con un puño avasallador. Otras veces, los colores, los paisajes y las emociones son tan vibrantes que no puedo sino desanudar las lágrimas que se me atoran en la garganta y llorar por todo y por nada. Pero, la mayoría de las veces, me siento más despierta que aquellos que me rodean. A pesar del medicamento, a pesar de que mis amigos crean que estoy sedada y drogada en todo momento, no puedo sino ver con claridad. Y esa lucidez, en más de las ocasiones, tritura la carne ya abierta y, en menos, lame el orgasmo continuado. Entonces pienso que me gusta ser quien soy a pesar del costo social, físico, mental y anímico que conlleva.
Interés superior En la cueva del lobo Una parte fundamental de lo que consideramos los padres como el sano desarrollo de los niños y niñas, además de la nutrición, la educación y la protección, es encontrar y fomentar sus habilidades por medio del deporte o el arte. Buscamos esos espacios propicios de acuerdo a nuestras posibilidades, y de la oferta que haya en el lugar donde vivimos, para que nuestras hijas e hijos aprendan una o varias de estas disciplinas. Deseamos hagan algo que les guste, desahoguen su energía, les otorgue estructura y les despierte esa hambre de hacer algo bien y sobresalir en ello. Para algunos sobresaturamos a las y los menores con actividades, para otros la mejor forma de ocupar su tiempo y tengan una educación integral. Pero hay casos en las que el niño o la niña tienen un talento especial y sus habilidades les dan para hacer de eso que parecía un pasatiempo una actividad competitiva, y cuando hablamos de deporte en convertirse en atletas aunque eso implique sacrificar no solo su tiempo de ocio, sino la escuela formal. Se dice que uno de los deportes más exigentes es la gimnasia artística, la cual tiene más de doscientos años de existencia, creada por Johann Friedrich Simon en Alemania en 1811, se convirtió en deporte olímpico en 1896, pero fue en Amsterdami 1826 que pudieron competir las mujeres, la edad mínima para competir ha cambiado desde que una Nadia Comaneci de 14 años obtuviera un histórico 10 perfecto en las barras asimétricas durante los Juegos Olímpicos de Montreal
1976. Para 1981 subió a 15 años y en 1997 pasó a 16 años, edad mínima que se mantiene hasta hoy. Atletas de esta disciplina inician desde los cinco o seis años de edad, para poder convertirse en competidores de élite. Los países con más medallas olímpicas en este deporte son URSS/Rusia, EEUU, Japón, China y Rumania. Pero esas medallas significan el duro entrenamiento y muchas niñas y niños que como Nadia dieron todo por una medalla para su país, inclusive su niñezEl éxito de la Federación de Gimnasia de Estados Unidos (USAG) tiene a cuestas el abuso sexual a las competidoras por parte del médico deportivo del equipo de gimnasia femenino y de la Universidad de Michigan, la mayoría menores de edad. Las 102 medallas que han acumulado los EEUU hoy significan la salud mental de muchas atletas, incluida Simone Byles quien con 5 medallas olímpicas, decidió cancelar su participación en la competencia por equipos y el all arround en Juegos Olímpicos de Tokio 2020, llevando la conversación de la salud mental de los atletas como tendencia durante septiembre 2021
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toda edición de la justa olímpica. Y más allá, al declarar durante el juicio que si bien acusa al médico, quien ya cumple una condena de por vida, también deben rendir cuentas y ser enjuiciado todo el sistema que permitió los abusos, así como los agentes del FBI que actuaron erráticamente ante las denuncias y permitieron que el médico abusará de 70 menores más, después de las primeras acusaciones. Al caso que llaman ya “el mayor escándalo deportivo” en ese país, involucra a niñas y adolescentes acostumbradas a un sistema de trabajo, de por sí abusivo, entrenamientos de 35 horas semanales, concentraciones sin acceso a teléfono o internet, niñas que sufrían lesiones, que eran restringidas en su alimentación, debían ser fuertes, sin miedo a saltar y flexibles, pero a la vez sumisas y entregadas al sueño olímpico. “El abuso físico y anímico era la norma. La metodología era la crueldad” menciona Jennifer Sey en el documental de NETFLIX Atleta A. En el cual involucra en ese régimen de terror y abuso a los entrenadores rumanos Martha y Bela Karolyi, quienes fueron entrenadores de Nadia Comaneci en Rumania, y en EEUU fundaron un Rancho donde las gimnastas del equipo femenil de gimnasia de EEUU se concentraban. ¿Cuántos adultos se necesitaron para permitir y perpetuar el abuso a cientos de niñas? Desde entrenadores, directivos de todos los niveles, el FBI ¿Cómo estar prevenidos para no dejar a las niñas y niños a su suerte justo en la entrada de la cueva del lobo?
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F es de Fantástico Padres sin hijos En 2020 el jalisciense Hiram Ruvalcaba ganó el Premio Nacional de Cuento José Alvarado que convoca la Universidad Autónoma de Nuevo León. El libro estuvo a la venta durante este 2021 y hace poco logré hacerme con una copia. Una reseña en la contraportada escrita por Eduardo Antonio Parra, nos anuncia que: “Hiram Ruvalcaba aborda en estas páginas uno de los temas eternos de la naturaleza humana, y lo hace con el pulso firme, el instinto y la precisión de un cuentista consumado”. Llama la atención el gran cuidado de la edición, desde su exterior hasta su interior. La dedicatoria de Ruvalcaba a su padre, su hermano y su hijo como una trinidad que juega con el propio tema de los cuentos y el título mismo del libro. La epígrafe de Margarita García Robayo que aporta valor y profundidad y ni siquiera han comenzado los cuentos. Ocho cuentos repartidos en ciento siete páginas, de los cuales, el primero y el último están estrechamente conectados. Visita Familiar 1: Sí, uno, porque después vendrá la 2. Nos narra como el padre Damián escapa de prisión para ir a la escuela por su hijo, con planes de llevárselo lejos. Todo esto desde una segunda persona falsa que resulta ser Damián, el protagonista del cuento. “Hace años que no lo ves y te preguntas si puedes confiar en este hombre grande, grotesco, que te conduce a tropezones por la calle”.
El cuento cumple, está bien narrado, pero me parece, tiene una función más importante,
ciertamente Ruvalcaba no siguió la regla (que muchos suelen seguir) abre con el mejor cuento (vendrán mejores cuentos en las siguientes páginas). Pero Visita Familiar 1, sirve como potenciador del último cuento, el que cierra el libro y el que me hizo escribir esta reseña. Elefantes marinos: Un gran cuento narrado en tercera persona, el protagonista Santiago, un padre joven, detiene su auto a mitad de la calle. Desconcertado por lo que acaba de hacer (o no hacer), tiene que decidir cómo lidiar con el que posiblemente es el error más grande de su vida. Me ha dejado un nudo en las entrañas. Es buen arte cuando te hace sentir, es por ello que Elefantes marinos es uno de mis cuentos predilectos de todo el libro. Tiempo de calidad: Un viaje padre e hijo por carretera. De esas veces que los padres se ven obligados a probar su valía. Es divertido y de alguna forma me hizo sentir un estilo más norteamericano de narrar. La flor del aire: No estoy seguro que este cuento tenga que ver tanto con la paternidad. Más bien es Sara quien ocupa toda nuestra atención. Es un texto muy bien narrado y aunque lo que se cuenta no es demasiado impresionante, logró mantener mi atención y expectativa de principio fin. La palabra de Dios: El mejor cuento de todo el libro, no me sorprendería verlo en septiembre 2021
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algún top ten de cuentos latinoamericanos contemporáneos. Es bellísimo. La historia, la forma en que maneja la tensión narrativa, una trama que se va desmenuzando poco a poco hasta que llega a un clímax y luego el autor logra concluirlo de forma experta. Cuando Eduardo Antonio Parra escribió: “…se halla ante la obra de uno de los narradores jóvenes mejor dotados para el género”. Seguro que estaba leyendo este cuento. “…se me ocurrió que el llanto de un niño es la palabra de Dios. Y es palabra poderosa, porque nada es lo mismo después de que escuchas llorar a tu chiquillo: lloran fuerte, como si presintieran todo el dolor que les espera…”
Cómo mueren los pájaros: Ahora es el hijo quien debe probar la valía al padre. Resulta repetitivo decir que está bien narrado, pero todos los cuentos del libro lo están. Quien habrá leído por lo menos veinte libros de cuentos, advertirá que esto no sucede a menudo. Ruvalcaba no tiene cuentos malos ni regulares (no que yo los haya leído). Sólo buenos, muy buenos y excelentes. Esa es la calidad de un Premio Nacional. ¿Por qué no hablas con él?: El temor de un padre primerizo y una visita para comprar una carriola resultan en una reflexión sobre la masculinidad, ésta diferente del siglo XXI que nos trae más dudas que certezas. ¿O es qué todo hombre que va a ser padre tiene estas inquietudes? Tal vez sí, tal vez un poco de ambas o ninguna. Pero Ruvalcaba lo escribe y nos hace reflexionar con ello. Visita Familiar 2: Quien dijo que segundas partes nunca fueron buenas seguramente no ha leído Padres sin hijos (ni visto la película de Shrek 2). Años después de lo ocurrido en el primer cuento, Damián recibe un mensaje de su padre, quien le pide que vaya a verlo a prisión. A diferencia de la parte 1, el texto se narra en primera persona. Con un Damián adulto, divorciado. El cuento es poderoso y tiene varias partes plagadas de poesía. Va creciendo a manera que lees, hasta sacudirte, como sacuden las palabras de Rubén al protagonista. Sin duda, un gran cierre, para un gran libro.
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Bajo el barandal ¿Soñar es la llave del heorísmo? La silla de la cima, siempre va estar vacía. Por que no hay tiempo para descansar. Edgar Fuentes.
Romper la hoja en blanco es un acto de heroísmo. ¿Cuántas veces nos habremos soñado siendo campeones de algún deporte en particular? Muchos de los nacidos en los años setentas crecimos con la imagen de Nadia Comaneci o con la figura de Fernando Platas. O viendo al tenista Raúl Ramírez ganar medallas. Aún recuerdo cuando el tío Miguel nos indicaba hacia casa del padre de Raúl Ramírez, ubicada a pocas cuadras del centro hospitalario al cual yo pertenecía; y desde la ventanilla del auto mirábamos los trofeos y medallas que brillaban en esa ventana inmensa. Por instinto uno sigue mirando hacia sus recuerdos de niñez. Hace unos días el escritor yucateco Carlos Martín Briceño preguntaba si aún había gente que miraba los juegos olímpicos. ¡Claro que la hay! Y nos enorgullecemos de nuestros atletas mexicanos. Sabemos que México no es una potencia mundial en atletismo y que nos ha costado mucho esfuerzo ser merecedores de las preseas conseguidas. Nuestra querida atleta, oriunda de Tijuana, Baja California, Alexa Moreno quién se desempeña en la disciplina de
gimnasia lo sabe, pues se rumora que ella adquirió su propio equipo deportivo para poder prepararse para los juegos olímpicos Tokio 2020. Nos queda claro que nuestro amado y benevolente cabecita de algodón prefirió armar una consulta absurda en vez de adquirir equipo deportivo para apoyar a los atletas. Consulta que ha sido víctima del bullying social, y los ensenadenses ya empiezan a pedir el enjuiciamiento para nuestro presidente municipal, a pesar de reconocer y nombrar a la antes ciudad deportiva como estadio deportivo Raúl Ramírez reconociendo al tenista oriundo de este puerto. Es que nuestro alcalde pertenece al partido en el poder. No obstante las luchas y las miles de peticiones que Armando Ayala ha hecho para que nuestro municipio tenga lugares de esparcimiento público y hasta un estadio de béisbol le pidió al presidente Andrés López Obrador en su visita al puerto. De lo que estamos seguros los ensenadenses es que de nuestro Centro de Alto Rendimiento han surgido excelentes gimnastas, y que nuestro municipio cuenta con atletas de nivel mundial. septiembre 2021
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Debo decirles que no me gustan los deportes y es raro que hable de política, no quiero ser como algunos que aprovechan las debilidades de nuestros gobernantes para obtener popularidad. Respeto el punto de vista de aquellos que se dicen analistas políticos. El heroísmo, los héroes somos todos aquellos quienes no dejamos de asombrarnos con lo que pasa en el mundo. Quienes luchamos por hacer de este país un sitio digno para las futuras generaciones. Seamos nuestros propios héroes y hagamos valer el heroísmo de romper la hoja en blanco; y aunque algunos como yo no nos gusten los deportes, ni porque el activador físico tenga unos brazos musculosos y debajo del cubre bocas su sonrisa sea encantadora. Aun así te niegas hacer los ejercicios de bajo impacto para bajar los 13 kilos que has aumentado por cambiar tu rutina, y le echas la culpa a la pandemia, a lo mal que has pasado tras la muerte de tu madre, tras perder el beneficio de reclamar al hombre que dejaste por inmaduro, y que también murió por Covid, por los malos hábitos alimenticios, por la falta de ejercicio, por el cierre de los campos de beisbol que frecuentaba. El activador físico te observa unos minutos y te dice que la disciplina hace que los héroes deportivos lleguen al pódium, y te empieza hablar de los atletas como si el también fuera uno. Sonríes casi por inercia y das cuenta que tu personaje ya tiene un rostro, un nombre sobre todo una condición física de diez. Su heroísmo ha triunfado por esta vez. Los invitó a disfrutar de una caminata a la luz de la luna. O de una lectura porque yo pienso batir un recorrer histórico al recorrer mi propio kilómetro del libro un día a la vez. Claro yo los estaré viendo desde éste barandal imaginario.
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Mi punto de risa Todos somos héroes Un héroe o heroína es una persona que se distingue por haber realizado una hazaña extraordinaria, sobre todo si requirió de mucho valor. Por alguna razón, desde tiempos inmemorables, la humanidad se ha sentido necesitada de enaltecer a estos personajes que se salen de toda expectativa dando lugar a hermosas epopeyas, poemas, cantares y toda la obra artística de los principios de la humanidad. En esas épocas que se pierden entre lo real y lo imaginario, estos hechos extraordinarios marcaron en el colectivo esa necesidad de muchos por salirse de lo ordinario para obtener el reconocimiento social. En nuestras épocas, los actuales héroes ya no solo son aquellos quienes pelean contra dragones rescatando princesas de castillos enclavados en lo alto de las montañas, los podemos encontrar en todos los ámbitos de la sociedad, sobre todo en los deportes. Personalmente, nunca he sentido esa necesidad de ensalzar a la gente que hace cosas extraordinarias, sobre todo si son cosas que yo no hago y que generan un beneficio únicamente a quien realizó alguna hazaña, como en los deportes. Puedo entender la felicidad de ver que tu equipo favorito gane un campeonato y que los jugadores se desempeñen mejor que en tiempos anteriores, los disfruto, pero no los elevo al nivel de semidioses como suele suceder. Pero hay otro tipo de héroes, esos que suelen disolverse entre la sociedad por lo poco
impactante de sus actos. Esos que solemos llamar héroes anónimos son los que tienen todo mi respeto y admiración. Aquellos que están para ayudar a los demás, aquellos que sobreviven día a día con todas las adversidades a las que se enfrentan y aún así dan más de lo que no tienen. Si bien, admirar a un artista o deportista nos permite fijar estándares que nos motivan, el hecho de enaltecer a las personas me parece que debería resultar un tanto quedarse en esa primera infancia en al que necesitábamos a los héroes para ganar confianza sobre el mundo e ir entendiendo sobre los valores universales. Sin embargo, de adultos, enaltecemos y glorificamos héroes como una forma de suplir la falta de esos valores que no aprendimos de niños. Un adulto admira, reconoce y disfruta de acciones heroicas como las de los deportes, pero deificar implica niveles superiores de algo que veo más como evasión de la realidad, que es lo que sucede con muchas personas que son seguidoras de equipos deportivos. De adultos, nuestra obligación debería ser convertirnos en esos héroes épicos que seguirán las generaciones que vienen detrás, en la búsqueda de imágenes referenciales que les ayuden a integrarse a un mundo cada vez más caótico. Bueno, eso supongo, honestamente nunca he tenido héroes ni de los cómics y nunca he sido fanático de nada, tampoco soy o estoy cerca de ser uno.
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Incipit Sin límite de tiempo Para ser luchador, primero hay que parecerlo Frase popular
Un rumor ensordecedor entró en mis oídos, las luces multicolores alegraron mis pupilas y confieso que mi corazón palpitaba como un tambor en desfile cuando escuchaba la porra de ¡Los rudos, los rudos, los rudos! Y es que si no han pisado la Arena Coliseo1 en el centro del país yo les invito a hacerlo, sé que no se arrepentirán de visitar El Embudo Coliseíno, esa construcción de forma circular y que ha pervivido en el barrio de la Lagunilla. Y es que quiero platicarles sobre la Lucha libre como una metáfora de la vida, una lucha constante que nos tira y nosotros con fragor nos levantamos y seguimos dando catorrazos y hasta a veces nos aventamos alguna que otra quebradora. Este deporte nacido en nuestro país desde los años 20s ha visto a un sinnúmero de personajes que se han quedado en la memoria colectiva y han hecho el regocijo y la muina de cientos de generaciones: El Santo, El Blue Demon, El Rayo de Jalisco, El Mil Máscaras, El Huracán Ramírez, Atlantis, El Perro Aguayo, La Parka o el Dr. Wagner; pero deben saber, y sé que así es, que también han existido otros luchadores que por múltiples situaciones han quedado en el recuerdo de quienes pudimos verlos o bien, de las historias que cuentan en nuestros hogares; y es que, no me dejarán mentir, una noche de familia viendo o
escuchando la lucha libre era increíble. Claro que uno se emocionaba cuando decían que iban a quitarle la máscara, le picaban los ojos o que se había aventado de la última cuerda del pancracio. El Dr. Alfonso Morales solía decir en sus narraciones que el luchador era un psicólogo natural que movía a las masas, y sí, vaya que lo hacen, hagan de cuenta que cuando uno entra al mundo de la lucha estamos en una distopía y ahí todo se puede y todo se vale, bueno, hasta se vale que el respetable pueda gritar vivas o ¡fuera, fuera! Pero muchas veces, varios nombres se quedan en el corazón de sus fanáticos, en aquellos que acuden cada ocho días a las funciones luchísticas, y es a ellos a quienes 2 quiero recordar, sobre todo a Memo Rubio “El Padrino”, de gran porte y excelente condición
1. La Arena Coliseo en la Ciudad de México es una arena para lucha libre y boxeo, ésta se encuentra en el Centro Histórico de la Ciudad de México, para ser exactos en la calle Perú #77 entre República de Brasil y República de Chile en la Delegación Cuauhtémoc. 2. Memo Rubio, nacido en Ciudad de México como Guillermo Rubio Zárate siempre fue fiel creyente del trabajo, la dedicación y la honestidad ante el rival.
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física, quien salía al cuadrilátero después de pasar el día entero entrenándose en el gimnasio Gloria, eso no lo eximia de compartir con su familia a quienes les enseñó que la disciplina del deporte siempre harían de ellos buenos ciudadanos. La lucha libre en México es un deporte por excelencia, que se ha atribuido como un gusto culposo o un placer no grato, pero ¿por qué o quiénes lo dicen? Muchas veces esos intelectuales que no entienden la pasión por la vida, y lo mero mero que es vivir en la capirucha, pero si el mismísimo Carlos Monsivaís en su Museo de El Estanquillo guarda una colección de máscaras y artilugios en torno a este deporte; él sin proponérselo –o quizá sí– era un cronista fiel de las máscaras y las cabelleras, sabía de los quiebres y de los cinturones que unos u
otros habían ganado, las llaves y las contrallaves son importantes, pero de lo que estoy seguro es que librados nada más al rostro humano, la variedad de la lucha libre 3 sería mucho menos expresiva. Y es que sin duda la lucha libre es nuestra vida misma, libres vamos y con tantas máscaras como nos es posible, nos esforzamos como Memo Rubio para demostrar que no sólo aquellos que aparecen en los refulgentes anuncios pueden cumplir su más grande sueño; sí, entiendo que eran otros tiempos, que hoy hay mucho de show en este deporte, pero saben, no interesa, porque ahí se sigue viendo al bien y al mal enfrentarse y no siempre gana el que nosotros queremos, es pues como nuestro destino, lleno de raspones caídas y una que otra pérdida de cabellera.
Itasavi1@hotmail.com Facebook: Blanca Vázquez Twitter: @Blancartume Instagram: itasavi68
3. superluchas.com/carlos-monsivais-y-la-lucha-libre-a-dos-anos-de-su-partida/
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Desvaríos de la freaky neurosis Saltando sin ton ni son Mi acercamiento al deporte se limita a correr por un breve período de tiempo, en la infancia, cuando mi madre nos levantaba temprano para ello. Y después, en la preparatoria, cuando debía correr un “maratón” de 4 km, una vez al año, para pasar la materia de “Atletismo”, a la cual me inscribí porque me convencieron de que era mucho más fácil que unirme a Teatro. En casa no había deportistas. Mi padre era de esos especímenes peculiares a quienes no les gustaba el fútbol, o cualquier otro deporte; a no ser artes marciales o karate; que de eso sí recuerdo haberlo visto muy entusiasmado aprendiendo junto con un amigo. En mi hogar había incluso espadas a manera de katana, pero nunca el televisor prendido en un partido o serie deportiva. Sin embargo, recuerdo muy bien un libro ilustrado sobre proezas deportivas, donde se hablaba acerca de los mejores deportistas de todos los tiempos; entre ellos, la inigualable Nadia Comanecci. Mi madre, por cierto, era a la única que le gustaba ver la gimnasia artística en los años de Olimpiadas. Mis hermanos y yo, sufríamos cada vez que debían quitar la programación infantil, para transmitir los juegos. El hecho de no ser deportista me hace sentir que poseo nulo conocimiento del tema en cuestión; aunque confieso sentir admiración hacia las personas que optan por ejercer alguna disciplina deportiva en sus vidas. Es del dominio público que México no es un país donde se impulse el deporte. No somos una eminencia en el medallero olímpico y sin
embargo, los atletas paralímpicos nos demuestran cada cuatro años que sí, que en México existe un enorme potencial para lograr lo imposible. A veces es mucho más costoso practicar un deporte que una disciplina artística, pues implica costear diversos gastos como uniforme deportivo, equipo de protección, entrenamiento e incluso el pago de los viajes para poder foguearse en diversas competencias. También es cierto que quienes viajan a la Ciudad de México, tienen muchas más oportunidades de triunfar en su deporte. Principalmente, porque los estados al interior de la República, funcionan como un semillero de talentos, donde cada cierto tiempo, los promotores deportivos viajan para seguir reclutando a los posibles candidatos estrella. Para los clubes particulares, resulta un negocio redondo, pues patrocinar a un deportista talentoso, los sitúa en la mira y con ello ganan el prestigio necesario para seguir funcionando y reclutando a más deportistas. septiembre 2021
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En este sentido, para un deportista, lo más rentable sería conseguir patrocinadores para financiar sus gastos. Por desgracia, no todos tienen las mismas oportunidades, así que en muchas ocasiones, las familias de los deportistas, tendrán que afrontar todos aquellos costos por su cuenta. Hablar sobre las posibles causas por las cuales en México no se impulsa al deporte, sería ahondar en un océano de posibilidades (o mejor dicho, imposibilidades); que implican tanto la esfera de lo político, como lo cultural y social; de lo cual no estoy tan empapada. Pero de lo que sí estoy segura como mexicana y como nutrióloga es que si en este país se impulsara al deporte, así como la actividad física en general; nuestras cifras de morbilidad y mortalidad serían muy diferentes. Basta recordar que las principales causas de muerte del mexicano son las enfermedades crónico degenerativas, producto de unos malos hábitos alimentarios y poca o nula actividad. Sin embargo, mientras el gobierno no legisle iniciativas para impulsar el deporte, o no asigne el presupuesto necesario para ello, los mexicanos continuarán haciendo proezas, no sólo en el ámbito del deporte que practican, sino en sus vidas cotidianas; para poder solventar la disciplina que han escogido. Seguirán saltando de un lado a otro, esperando encontrar la oportunidad que los salve del anonimato y lograr con ello, ser los héroes que tanto soñaron.
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Nos vemos en el slam Un museo para disfrutar las obras de arte del deporte Más de un comentarista o crítico deportivo ha calificado alguna jugada deportiva como obra de arte, digna de estar en un museo y en la inmortalidad, como las originales creaciones de memorables artistas. No veo en fuera de lugar esta analogía, tanto el artista como el atleta, comprometidos con su desarrollo, se encuentran en la práctica constante para dar resultados merecedores de premios y aplausos por montón. Tanto es mi respaldo para reconocer una jugada o acción deportiva como obra de arte, que me gustaría hacer un museo donde se expusieran la grandes obras realizadas en los campos, gimnasios, pistas, estadios y canchas. En una sala tendría monitores de pantalla plana, para que parezcan cuadros, donde los visitantes puedan ver memorables hechos del mundo deportivo como cuando Maradona burló a los ingleses para hacer el mejor gol de los mundiales en la Copa de México 1986. También se podría apreciar el salto de Michael Jordan cuando su cuerpo recorrió en el aire 77.1 pies en un concurso de clavadas o Usain Bolt imponiendo un aparentemente inmortal récord en el mundial de atletismo de Berlín. En otra sala colocaría estatuas de mármol como el David de Miguel Ángel, por ejemplo, a la difunta levantadora de pesas Soraya Jiménez cargando los 222.5 kilogramos que la convirtieron en la primera medallista de oro mexicana en Juegos Olímpicos. No faltaría una estatua de la rumana Nadia Comaneci en una posición de la rutina que le otorgó el diez perfecto en los Juegos Olímpicos de Montreal 1976. En el museo también se apreciaría a la tenista Serena Williams a punto de dar un servicio.
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En el museo instalaría un domo para recrear en su interior una tercera o cuarta dimensión en la que se aprecien grandes momentos del deporte como los nocaut de grandes pugilistas o el cierre del juego 7 de la Serie Mundial de Beisbol de 2001. Daría la oportunidad a los visitantes a disfrutar en vivo cuando Felipe “Tibio” Muñoz ganó la medalla de oro en la natación de México 1968 o el “Maracanazo” del mundial de Brasil 1950. Los hechos mencionados son apenas parte de los atractivos de lo que habría en el museo, para que la gente disfrute las hazañas deportivas como una obra de arte. Sin duda, sería un museo lleno de héroes por ser el más alto, el más rápido, el más fuerte.
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Blanca Estela Vázquez Hidalgo. CDMX. 1973. Radica en Guerrero. Licenciada en Literatura Hispanoamericana, maestra en Estudios Socioterritoriales y maestra en Humanidades. Ha publicado Los Letargos de Artume (Conectivo La Tarántula Dormida), Ojos de Lechuza (Rojo Siena), El corazón en la mano (Editorial Fridaura); en “Antología Gatuna”, (Editorial Alevosía). Coordinadora y colaboradora del libro Hermenéutica de las Humanidades (Editorial UAGro/EON, Editora), Poética sin fronteras / Poetics without borders. (LAMA/ Ediciones Valparaíso/ Círculo de poesía) y Estigia aquí dentro del cuerpo (Ediciones Trinchera). Es parte del cuerpo editorial y columnista en delatripa y columnista de la revista Bitácora de vuelos. Cristina Leirana. Salamanca, Guanajuato. 1971. Escritora. Doctora en Literatura y Comunicación. Profesora de Literatura. Vive en Mérida. Ha publicado relatos, artículos y poemas en El Juglar del Diario del Sureste; las revistas Tierra Adentro, Diálogo cultural entre las Fronteras de México; Navegaciones Zur; en antologías como Anuario de poesía 2007 (Conaculta, 2008); Vamos al circo (BUAP, 2016); Corto circuito (BUAP, 2017). Primer lugar del Certamen Nacional de Recopilación de Tradiciones Orales ISSSTE (1987). Becaria del PACMYC, de “Alas y raíces a los niños de Yucatán” y del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes. Libros de su autoría: Conjurando el silencio. Algunos aspectos de la diversidad literaria (ICY, 2005); Catálogo de textos mayas publicados entre 1990 y 2009 (ICY, 2011); El gato bajo la lluvia, cuentos de horror y suspenso volumen II (en coautoría con Jorge Arquieta, Editorial El Gato Bajo la Lluvia, 2017) y Dos penínsulas (El Gato Bajo la Lluvia, 2018). Gema Evangelina Cerón Bracamonte. 1979. Vive en Mérida, Yuc. Columnista desde el número 21. Licenciada en Nutrición por la Universidad Autónoma de Yucatán. Escritora y Artista Visual. Programa de Formación Literaria de la Escuela de Escritores de Yucatán “Leopoldo Peniche Vallado”. Creadora del blog “Nutritura” Nutrición y Literatura, como programa de radio por internet (2019-2020). Sus cuentos han sido publicados en las revistas “El canto del ahuehuete” y “delatripa, narrativa y algo más”, “Ojos de perro azul”, “Karst, antología de Escritores yucatecos”. Su obra visual ha sido expuesta en el Centro Estatal de Bellas Artes e Impulso Universitario. Actriz y dramaturga de la obra “Una gatita bailarina” transmitida a través del programa “Cultura en Línea” SEDECULTA, 2020. J. R. Spinoza. Matamoros, Tamaulipas. 1990. Escritor y profesor mexicano. Columnista en delatripa: narrativa y algo más, desde el número 45, de la que forma parte del consejo editorial. Becario del PECDA (emisión 23), en la categoría de Jóvenes Creadores por novela. Presidente Ateneo Literario José Arrese de Matamoros. Columnista en Editorial Tríada Primate de Perú. Ha publicado entre otros: El demiurgo y otros cuentos fantásticos (Kaus, 2020). Los deseos de Serena (Catarsis Literaria, 2021). Tragaluz (Winged, 2021). Larissa Calderón. CDMX, 1978. Mamá dedicada al hogar, columnista y editora en delatripa: narrativa y algo más, traductora y lectora. Licenciada en Lenguas Modernas. Diplomada en lengua, cultura y civilización francesa. Diplomada en Creación Literaria por la SOGEM. Escribo sobre los derechos de la infancia. Mario Pineda. Mérida, Yucatán, 1986. Licenciado en Comunicación con maestría en Comunicación Política y Marketing Electoral. Premio de Poesía Joven Jorge Lara Rivero y autor de las plaquets Cuadrante Nostálgico;
P(r)o(l)emas y se vislumbra la venganza; Pasajero/Revisteros. Columnista en delatripa, director del medio deportivo Señor Aficionado, reportero en Periódico Cubano y locutor deportivo en 69 Opichén Radio. Nancy Yáñez Corrales. Ocuituco, Morelos. 1977. Licenciada en Biología por Universidad Autónoma Metropolitana, Xochimilco, Maestra en Ciencias en Conservación y Aprovechamiento de Recursos Naturales en el Centro Interdisciplinario de Investigación para el Desarrollo Integral Regional, Oaxaca. Se ha desempeñado como servidora pública en el sector ambiental. Tesorera del Consejo Directivo la Asociación Civil Biodiversidad y Desarrollo Social BIOSOC A.C. Es creadora del emprendimiento MAYEH artesanías, del corazón y manos de mujeres artesanas; donde diseñan, elaboran y comercializan artesanías, café amigable con la biodiversidad y otros productos artesanales; con un comercio justo y empoderamiento económico de mujeres. Norma Leticia Vázquez. Chihuahua. 1985. Narradora y poeta. Premio Municipal de Publicaciones en cuento, creación colectiva 2011. Minificciones en Ficción Express, BUAP 2016, 2017, 2018 y 2019. En poesía ha publicado Flores de luna (Doble hélice, 2019), No haremos obra perdurable, 2019; Coordenadas de voces femeninas, 2020. Javier Enrique Paredes Chi. Umán, Yuc. 1989. Estudió Ingeniería en Computación en la Facultad de matemáticas, UADY. Ha participado en talleres de Matemáticas, Física y Computación, organizadas por la Sociedad Matemática Mexicana, CINVESTAV y el CIMAT. Como escritor ha publicado en la antología Karst: Escritores de la Península Yucateca, revista el Canto del Ahuehuete y portal cultural La Piraña. Como artista visual sus ilustraciones han sido publicadas en revistas digitales. Pinturas y dibujos presentados en exposiciones: Impulso Universitario A.C., ESAY, galería Mérida, galería Mesoamericana, galería Le Cirque, el Gran Museo del Mundo Maya, galería Arte y Punto, 8° Encuentro de Pintores de la Península de Yucatán y Gran Logia Unida la Oriental Peninsular. Roberto Cardozo Peraza. Mérida, Yuc. 1975. En el equipo editorial desde el primer número. Columnista desde el No. 23. Maestro en Matemáticas, escritor y guionista. Columnista en Opinión de Yucatán. Ha publicado la plaquette de poesía En los ojos la noche (2011); Antología Poética (Rojo Siena, 2014). Premio del público en la Antología de Microrelats Negres del Centro Cultural La Bòbila (Barcelona, 2012). Guionista, Co Productor y Co Director de ECO (2016). Premio El cine te mueve en tu comunidad 2016. Coguionista del cortometraje Semilla (2017), producido en el programa Polos Audiovisuales de IMCINE; Premio Colibrí del IV Festival de Cine y Video Kayche’ Tejidos Visuales 2017; elegido como parte del acervo de la 1ª Muestra Internacional de Obras Audiovisuales sobre Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNAM. Co-guionista de Vas a terminar muerto (2020). Rocío Prieto Valdivia. Mexicali, Baja California. 1974. Escritora, promotora de lectura imparte talleres infantiles y juveniles de escritura, lectura y arte. Columnista y parte del equipo editorial de la revista delatripa desde 2018. Coordinadora del Festival internacional de grito de Mujer sede Ensenada desde el 2013. Directora de Arte Letras Migrantes desde 2003. Ha publicado en Archipiélago, Maquina Combinatoria. Sofía Garduño Buentello. Cuernavaca, Morelos. 1992. Radica en Ensenada y es columnista en delatripa desde su edición número 31.
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