delatripa: narrativa y algo más / No. 53

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Agosto 2021

¡Que nadie se mueva! Terrorismo y otras fieras


Revista

No. 53

Agosto 2021

Es un proyecto de la Catarsis Literaria

Editada en Matamoros, Tamaulipas. Revista de Circulación Mensual. Dirigida por: Adán Echeverría. Edición: Larissa Calderón. Colaboraciones a romeodianaluz@gmail.com Consejo Editorial: Javier Paredes Chí, Cristina Leirana, Blanca Vázquez, Roberto Cardozo, Rocío Prieto Valdivia, Mario Pineda Quintal y J.R. Spinoza.

Contenido Mediodía en Belfast José Trinidad Aranda Aranda 5 El día que la ciudad se partió en dos Alicia Leonor 13 Minificciones Javier Paredes 14 ¡De a poco! Irina Garcés 15 Reloj Blanca Vázquez 16 Verano J. Sainos 17 Cautivante Anel May 18 Elena, Corazón de condominio Juan Machín 21 Azul Wen Edith 27 Un jour, un amour Alberto Quero 28 Los huaraches de mi abuelo Rossy Murillo 31 Terrorista Rocío Prieto Valdivia 32 Esquirlas Adriana Rodríguez 33 ¿Qué somos? Jesús Fuentes 35 El deseo Héctor Hernández 39 Tres narraciones Eduardo Barragán Ardissino 41 Tras tu ventana Astrid G Reséndiz 43 Ciudad Suicida Mario de la Cruz Arreola 44 El cubo Pedro Morante Baluarte 45 ¡Extra, Extra! Alfa Tao 64 Está prohibido echar a valor cometas Marcia Bautista Ramos 65 Todo concuerda Susana Mercedes Pérezsalvatierra Rodríguez

Ya soy chango Félix Martinez 72 Minificciones J.R. Spinoza 73 Pocos rayos de sol Mario A. López Efiigenio 74 Justicia terrenal Servando Clemens 75 Sobre El amor en los tiempos del cólera David Sarabia 76 El encriptado silabar de Laura Solórzano Adán Echeverría 77 Por qué no existe el mundo Marco Ornelas 81

Matriarcadia: Separatismo

Norma Leticia Vázquez González

Introspecciones del Erizo Javier Paredes Chí

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Un modo para todo

Nancy Yáñez Corrales Demersales en A Mayor Sofía Garduño Buentello

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Interés superior Larissa Calderón

F es de Fantástico. J.R. Spinoza.

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Bajo el barandal.

Rocío Prieto Valdivia.

Mi punto de risa. Roberto Cardozo

Incipit.

Blanca Vázquez

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Desvaríos de la freaky neurosis. Gema E. Cerón Bracamonte

Nos vemos en el slam. Mario E. Pineda Quintal

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Editorial

¡Qué nadie se mueva! El 15 de agosto de 2021, el grupo que gobernara de 1996 a 2001 Afganistán, recuperó el poder del que había sido expulsado por un ejército occidental de países aliados encabezados por Estados Unidos de América. Ante este hecho, la Mass Media Mundial, se ha dedicado a escribir que se ha liberado al monstruo. Y publican un encabezado tras otro para que todo occidente caiga en la misma narrativa: ¡El islam y los musulmanes son lo peor que le ha pasado al mundo! Son capaces de derribar torres gemelas, son capaces de hacer explotar embajadas y consulados, son capaces de destruir monumentos históricos, destruir líneas del metro, son capaces de decapitar a un maestro de preparatoria, son capaces de atacar una sala de conciertos y de explotar y rafaguear una revista de dibujos divertidísimos que no hace más que burlarse de la modernidad. Y entonces hacen una generalización como Los Talibanes, para decir: “¿Quiénes son los talibanes y qué buscan?”, publica The New York Times; buscan gobernarse por ellos mismos, sin invasores saqueando su país. No, el New York Times no habla de eso. ABC de España titula: “Quiénes son los talibanes y por qué conquistan Afganistán”, y la respuesta es porque quieren retomar su país invadido por los gringos, españoles, franceses, ingleses, alemanes, quienes lo saquean desde el 2001. La Islamofobia a todo lo que da, en los últimos días, y nada harán los medios mexicanos más que continuar con esa narrativa. Porque en México y todo Occidente, al parecer las mujeres no sufren violencias, se les respetan sus derechos, y no sufren por el cómo deben de vestirse. Acaso les ha dejado de sonar el caso de Jeffrey Epstein quien se suicidara en prisión, en cuya isla, acudieron famosos de la talla de Bill Clinton, Donald Trump, el príncipe Andrés, hijo menor de la Reina Isabel II de Inglaterra, sobre este último hay pleno reconocimiento de haber sido identificado por muchas víctimas de haber participado en las orgías con jovencitas menores

de edad que la red de Epstein y su pareja Ghislaine Maxwell, lograban contactar ofreciéndoles becas en exclusivas escuelas de arte, ciencias, maravillosas universidades de las más prestigiosas a nivel mundial. ¿’Acaso ya se han olvidado del caso Nxivm: por el que condenaron a Keith Raniere a 120 años de prisión, en donde también se traficaban con mujeres de la alta sociedad, y en la que estaban involucrados personajes de las altas esferas de los medios de información mexicanos, así como de grupos políticos y sus familiares como el hijo de Carlos Salinas de Gortari: Emiliano Salinas, o Clara Luz Flores; una secta dedicada a la trata de mujeres y a la extorsión sexual, en la que les pedía que entregaran a sus hijas menores de edad para que fueran poseídas como esclavas sexuales de Keith, líder de la secta? O, en el tema de las religiones, ¿se han olvidado acaso de Naasón Joaquín Garcia, líder y autonombrado profeta de la Luz del Mundo, dedicados a tomar niñas menores de edad como esclavas sexuales, que mujeres cercanas a él le entregaban? ¿Cuántos líderes de la política mexicana del estado de Jalisco y la CDMX están involucrados en esta secta, cuántas diputaciones han entregado los partidos políticos mexicanos a personajes de esta secta? Pero hoy, los medios mexicanos siguen publicando la narrativa que con la llega del grupo de resistencia afgana, son las mujeres las que van a padecer. Seguramente sí. Porque todas las religiones son en extremo machistas. La iglesia católica durante decenas de años se dedicó a quemar mujeres en la hoguera, y desarrolló nuevas técnicas para torturarlas. Talibán significa "estudiante religioso adelantado”; pero el mundo occidental, de una manera grotesca, decidió usar esa palabra para equipararla a Terrorista Asesino de Mujeres, haciendo que ese concepto y acepción se disperse por la comunidad. Haciendo creer que en occidente las mujeres viven mejor que en el mundo musulmán.

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Habrían que recurrir a la lectura del Corán, a conocer el libro y adentrarse en la historia de las religiones. Nosotros, los mexicanos somos producto de la mezcla que en 300 años se dio entre la población de España que invadió (a punta de sangre y hostias) las tierras de los pueblos americanos. Pero dejamos de mirar que España misma estuvo invadida durante 800 años por el mundo árabe, y anteriormente por el Imperio Romano. Una de las acepciones de la palabra “terrorismo” es: sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror; ¿por qué no se considera terrorismo una Guerra contra el Narco iniciada en el año 2006, en el que la sociedad mexicana tenía miedo de salir. Acá en Matamoros, Tamaulipas, los compañeros me comentan: “No estuviste acá entre el 2008 y 2010. Eran escenas de guerra las que se vivían día tras día. No se podía salir de casa. Salías y no te imaginabas si regresarías a casa. Había balaceras día y noche, levantaban a las mujeres, desaparecían los jóvenes” “Sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror”, es la noticia de todos los días en cualquier país de América, en muchas escuelas de los Estados Unidos. Pero los terroristas seguirán siendo los musulmanes, los del mundo árabe, los que sean diferentes a nosotros.

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Mediodía en Belfast “… y así es como se vive un mediodía en Belfast…”, la frase del documental aquel lejano día de mayo que se derretía en el salón de cuarto año de primaria quedó grabada en su mente, al igual que las penurias que tenía que pasar en la escuela, pocas, comparadas con las que convivía en su casa. La vida era dura, como el rústico asfalto que sentía bajo los desgastados tenis. Lo entendió cabalmente ese día al ver el documental sobre la vida en Europa. Como se decía entonces “le cayó el veinte”. Pudo ver que una vida diferente era posible, sin hambre, vistiendo bien, con una casa amplia y bonita, juguetes y un clima siempre fresco que dejaba las mejillas sonrosadas. Su realidad no podía ser más diferente. La barriga llena de lombrices, vistiendo extrañas combinaciones, pero gracias a los frailes que atendían el albergue cercano al periférico, por el rumbo de su casa. Las tardes desérticas, entre las tareas a medio hacer y el desfile de borrachos a partir de las cinco, preludio de la función estelar, como en el box: la presentación de “el Granuja López”, tan conocido con ese de ese modo que se afirmaba que así estaba escrito en su acta de nacimiento. No era fácil aceptar esa vida luego de haber visto el documental en la escuela. ¿Su única opción era aguantar hasta tener edad para largarse en busca de una mejor suerte y así dejar de ver a su mamá recibiendo en el estómago los puñetazos de El Granuja? Para no dejar huellas en el rostro, golpeaba con la mano abierta. Esas bofetadas sonaban como aplausos, pero retumbaban en su pequeño pecho. El sonriente ratón, apenas perceptible por el uso, se humedecía con las lágrimas que caían en silencio. Hasta que todo quedaba también callado, en una quietud que sólo interrumpían por momentos los ladridos de los perros que en los alrededores peleaban en la basura algo para comer. El Granuja fondeado de borracho y su mamá, Serafina, levantándose poco a poco y con cuidado para no despertarlo de nuevo. Se secaba las lágrimas y abrazando a su pequeño lo consolaba diciéndole que ya todo había

José Trinidad Aranda Aranda pasado, que se durmiera, que mañana tenía que ir a la escuela. Y muy temprano, antes de que el sol mostrara la cara, abría los ojos y mirando por alguno de los agujeros del jacal se llenaba con un cielo gris, nublado, fresco. ¡Cómo le gustaba esa imagen! Muy parecida al cielo de Belfast al mediodía. Y soñaba: algún día iría allá, a vivir y ser uno más en esas tierras, lejos del olor a hule quemado, de los pacientes zopilotes y del calor aceitoso que desde temprano lo atrapaba. Así pasaron sus años de primaria, apenas aprobando los cursos, pero creciendo en cuerpo y en vivacidad, superando los abusos de los niños más grandes que le hacían burlas por su manera de vestir, con esa ropa no de medio pelo, sino de tres pelos, lo que le valió el apodo. No importó que Serafina lo hubiera llamado Dylan. Le gustó el nombre desde que vio aquella serie gringa de jóvenes millonarios y algunos “wanna be”, en la casa donde trabajó cocinando y lavando siendo muy joven. Las burlas también eran por vivir en un jacal agujereado, emparchado con cartones, bolsas de plástico, latas de leche o refresco. Por no tener papá. Porque a su mamá se la agarraba un cabrón que además de que la tenía medio muerta de hambre la madreaba, aunque no era la única. Todo esto era como los golpes que recibe el hierro cuando es trabajado en el yunque, endureciéndolo. Así se fue forjando el carácter del muchacho, transformando poco a poco al “Tres Pelos”, niño asustadizo y débil en una alimaña urbana, pero con la aspiración de salir del estiércol en que había brotado para ir a un prado limpio y hermoso. Con el tiempo se ganó que le llamaran por su nombre, pues desde que vio aquel documental dos cosas se quedaron grabadas en su mente: que nadie más abusaría ni se burlaría de él y que a como diera lugar su meta era llegar a aquella isla europea y poder vivir y morir en la ciudad de sus sueños: Belfast, con sus cielos grises y sus mediodías frescos y nublados. Por eso, cuando de sus primeras fechorías pudo obtener un smartphone en buenas agosto 2021

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condiciones, salvo por una imperceptible fisura en el display, el Tres Pelos, se iba al parque para aprovechar la señal del wi-fi que el gobierno puso gratis para mantener a raya a la raza, para que sintiendo ese destello de igualdad y entumecida por el facebook, el instagram y los juegos en línea, esos hijos olvidados por todos no pensaran en la situación de miseria que vivían, para que disfrutaran de un paraíso virtual aunque siguieran viviendo en un purgatorio real. Allá en el parque se ponía a buscar videos de Belfast y aunque no entendió del todo el conflicto entre católicos y protestantes, no lo consideró un impedimento para hacer de esa ciudad el lugar ideal para vivir y también para morir. Menos le importó enterarse después que tampoco era la ciudad con el mejor nivel de vida. Lo suyo era como esos amores a primera vista que no se explican por las cualidades de la persona amada. De esa manera se enteró de que en Belfast se construyó el famoso Titánic y que incluso existía un museo sobre ese barco enorme. Vio la película y conoció la historia de los astilleros y lo importantes que habían sido para la vida de la ciudad. Esto lo hacía en sus ratos libres, porque en su mente seguían firmes dos ideas: ser “alguien” y salir del agujero en el que la vida lo había colocado, llegar a su soñada Belfast, con sus grandes astilleros y su Ayuntamiento “de estilo eduardiano, con su cúpula de 53 metros de altura”, según había leído en Wikipedia. Pero para eso se requería de mucho esfuerzo, no precisamente académico, sino del otro. Ese que no se plasma en ojeras por las noches estudiando hasta tarde. No de ese que deja un callo en el dedo anular de tanto restregar el lápiz contra la hoja una y otra vez o del que adormece repitiendo “siete por una, siete”, “siete por dos, catorce”, “siete por tres, veintiuno”, “siete por cuatro, veintiocho”, hasta el infinito. Eso no era complicado, aunque daba flojera hacerlo porque era aburrido. Para lo que se requería tenerlos “bien puestos” era para destacar en la horda de vagos que se la pasaban viendo cómo pellizcarle las nalgas a la vida, cómo sacar para la chuleta y para el vicio, medrando de la 6

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gente honrada que todavía se podía encontrar en la colonia: chambeadores que llegaban ya muy noche a sus casas, incautos enamorados que al llegar a la visita de la novia o al retirarse tenían que pagar peaje, muy de vez en cuando forzar la cortina metálica de algún negocito, una vinatería, una miscelánea o una frutería y una que otra menudencia como estas. El líder de la banda y aprendiz de gángster era el Gorky, apodo producto de la mezcla de las palabras Gorila y Porky. Aspiración y destino de Juan Ismael. Quería intimidar como un gorila, pero su metabolismo siempre fue rebelde y le daba aspecto de cerdo de engorda. La sabiduría popular fusionó en una palabra lo que Juan Ismael quería ser y lo que era en realidad. El Gorky había aceptado en la banda al Tres Pelos con más indiferencia que entusiasmo. Había algo en él que no terminaba de agradarle, pero a fin de cuentas un par de puños y piernas más para las chambas no venían mal, así que ahí estaba disponible para lo que fuera menester. Carisma y poder de persuasión, eran dos cualidades de Tres Pelos con las que se ganó la simpatía y la confianza de los demás integrantes de la banda, con ellos convivía, organizaba la tanda para las chelas poniendo el ejemplo en la coperacha y si conseguía algo de mota también la compartía. Por todo ello la gente de “la compañía” le fue agarrando cariño y respeto, esto último aún más cuando madreó a dos orangutanes que se estaban pasando de lanza con el Zopi. A la hora del crepúsculo venía caminando más que ebrio de la casa de su novia y los gandallas lo quisieron aligerar cayéndole a trancazos. Si no fuera por Tres Pelos dejaban bien tieso a el Zopi. ¡Ah, cómo se les fue encima! Los dejó tendidos y sobre sendos charcos de sangre. Sólo con sus puños. Como se dice, a los puros guamazos se convirtió en héroe pues el Zopi era muy estimado por tranquilo, muy briago y grifo, pero pacífico y respetuoso con todos. El hecho no terminó de agradar al Gorky. Su instinto de supervivencia le decía que el carisma de Dylan no le convenía, así que la idea de deshacerse de él comenzó a tomar forma en su mente. Por lo pronto tenía que simular beneplácito


por la acción del Tres P., como también le llamaban, y esperar el mejor momento para actuar. Con diecinueve años Dylan tenía todo el ímpetu del mundo para hacer lo que fuera necesario y ganar el dinero que lo sacara de la miseria. En casa sus hermanos mayores habían emigrado, uno a Cancún y el otro a Los Ángeles, esa era la versión oficial, pues nunca recibían noticias de ellos. En la economía familiar no tenían ninguna influencia, y sólo comenzó a estabilizarse gracias a las “chambas” que Dylan comenzó a hacer. Al principio el Granuja no se dio cuenta por lo ebrio que llegaba y lo poco que veía a su entenado, sin embargo, una semana que tuvo que quedarse en casa enfermo se percató de unos cuchicheos en la pieza que servía de cocina, y entre los agujeros de los cartones vio a Dylan entregándole unos billetes a su madre. Luego ató cabos, Serafina ya casi no le exigía dinero, se limitaba a recibir lo que él le daba y sin embargo no faltaba la comida, sencilla pero constante. Con el radar encendido el Granuja no tardó en enterarse de las andanzas de su entenado y de lo que parecía ser el inicio de una carrera en el bajo mundo. Le entró la ambición y consideró apropiado imponerle tributo al chamaco. En su corta visión del mundo eso era: un niño apodado el Tres Pelos, débil y asustadizo con el que podía hacer lo que quisiera. Después de haber tomado media botella de ron, lo esperó una madrugada a una cuadra de la casa, pacientemente, como el cazador a su presa, sentado en una de las piedras que estaban amontonadas junto a la calle para una construcción que se estaban tardando en comenzar. Antes de salir de la casa se cruzó con Serafina, quien por la expresión que vio en el rostro del Granuja sintió una extraña inquietud. - ¿A dónde vas?,-preguntó mientras se tallaba las manos secas en el mandil. - A arreglar un negocio con un clientito que se ha estado “haciendo al mismo”- el Granuja apretó los dientes, y salió de casa dando grandes pasos haciendo crujir la grava de la calle. Serafina lo vio desaparecer al doblar la esquina. Volvió a sentirse intranquila, un sentimiento al que a pesar de todo no se acostumbraba.

Cuando el Granuja oyó los pasos que esperaba le salió al encuentro y yendo al grano le exigió: -Ya sé que estás ganando buen dinero con el Gorky y yo tengo algunos pendientes que necesito liquidar, así que quiero que me des de lo que ganas para ir saliendo de ellos. Dylan detuvo su marcha al oír las primeras palabras, pero no contestó, se quedó en silencio viendo de reojo al Granuja y mordiéndose el labio inferior. -¡¿No me oyes, cabrón?! ¡Te estoy hablando! Necesito lana, y bien sé que tú traes o la puedes conseguir. Antes de que pudiera continuar Dylan lo interrumpió. No fue fácil empezar a hablar, pero los recuerdos de las hazañas del Granuja golpeando a Serafina por darle la cena fría, obligándola a tener sexo con él a pesar de su aspecto cochino y desaliñado, hicieron que su voz estallara como un látigo. -¡Estás pendejo si crees que te voy a mantener, pinche borracho! ¡Demasiado te has aprovechado de mi jefa como para que también quieras hacerlo conmigo! ¡Quítate de mi camino y no estés chingando! Esa respuesta fue una verdadera sorpresa para el Granuja. En realidad, oír un par de frases completas del chavo era una novedad para él, nunca había tenido tiempo para tanto. Pero conocedor de los procedimientos gansteriles y previendo una posible resistencia había cargado con una ayuda. Con rapidez propia de otros tiempos sacó la navaja 007 que le había acompañado siempre, la desplegó en sus intimidantes veinte centímetros y apuntando al Tres Pelos insistió: -Tú no me vas a hablar así, niño. Te sientes muy chingón, pero yo te voy a recordar el respeto que me debes. El filo de la navaja brillaba a la luz de la triste lámpara de vapor de sodio que se encontraba a cincuenta metros. Sonriendo, el Granuja blandía la navaja despacio, como un torero que se prepara para lanzarse a matar. Como clavado en su sitio, Dylan rogaba a Dios que el infeliz que tenía enfrente cumpliera su amenaza y se lanzara sobre él. Con rabia se le vino encima seccionando el aire en busca del cuerpo insolente que se negaba a someterse. La idea no era matarlo, sino replantear las reglas del juego, no se trataba de eliminar a quien podía darle la jubilación. agosto 2021

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Cuando Dylan vio venir al Granuja se mantuvo en su sitio y respiro hondo. No tuvo temor. Calculó los movimientos de la mano que traía el brillante filo y en el momento justo la sujetó con fuerza con su mano izquierda, la torció y haciendo girar el cuerpo del Granuja lo golpeó con el puño derecho cerrado en la zona hepática. Vio caer la navaja y sintiendo más asco que coraje remató la acción con una patada que fue más bien un empujón en la espalda. Sorprendido, iracundo y tratando de mantener el equilibrio el Granuja trastabilló, giró bruscamente para darle la cara al muchacho, pero perdió el equilibrio y cayó sobre el montículo de piedras donde se había sentado a esperar. El sonido de su cráneo al golpear una de las piedras más grandes fue como el de un coco seco al partirlo con un machete, convulsionó un par de veces y ya no se movió más. Dylan tardó unos segundos en reaccionar. Nunca se imaginó que las cosas pudieran ser tan fáciles. Ver al Granuja inmóvil, muerto, era algo con lo que había soñado desde mucho tiempo atrás, pero entonces le parecía imposible. Ahora que lo veía pensaba que esto podía haberlo hecho mucho antes, mientras dormía la borrachera, pero el miedo que le había infundido se lo impidió, y la posibilidad de lastimar de algún modo a su mamá le impedía causarle daño al Granuja, aunque él fuera un especialista en eso. Antes de continuar su camino a casa Dylan recogió la 007 y se la echó al bolsillo trasero del pantalón de mezclilla. Cuando Serafina vio llegar a su hijo lo abrazó y por los fuertes latidos de su corazón supo que algo había pasado. Cuando le mostró la navaja en silencio lo entendió todo. Se abrazaron y lloraron mucho tiempo con los ojos cerrados, de pie, entre la pieza grande y el tinglado que servía de cocina. Con las primeras luces del día, antes de que el sol asomara radiante por el oriente de la ciudad, y mientras los zanates anunciaban a gritos el inicio de una jornada más, los primeros obreros que salían de sus casas para dirigirse al trabajo descubrieron el cuerpo del Granuja boca arriba, con los ojos opacos muy abiertos, y con un grito sordo congelado en la boca abierta. El levantamiento del cadáver sólo llamó la atención en la cuadra, pero el chisme pronto corrió 8

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por toda la colonia. Aunque se rumoró la posibilidad de un homicidio, los peritos dictaminaron muerte accidental debido al estado alcohólico en que se encontraba el occiso. Perdió el equilibrio y cayó sobre las piedras golpeándose la zona hepática y el cráneo, lo que le ocasionó la muerte. Al Tres Pelos poco le importó el dictamen pericial, desde el momento en que vio muerto al Granuja se sintió fortalecido, aunque asustado y con el pulso acelerado. Le pareció como si se hubiese quitado una gran losa de encima. Haberlo ayudado a morir le proporcionó una nueva conciencia sobre sus capacidades. De cierto modo su nueva actitud se transmitía sin palabras y de pronto todos se acordaron de su nombre: Dylan empezó a sustituir a “Tres Pelos” en las bocas de todos. El Gorky se dio cuenta de esa actitud y pensando en utilizarla a su favor, decidió expandir sus negocios aprovechando el empuje que el chavo traía. Lo puso a coordinar a los dealers del sur de la ciudad, marihuana y metanfetaminas aumentaron su circulación bajo la dirección de Dylan. Con el tiempo, aunque seguía siendo modesta, la carpa de Serafina se convirtió en una verdadera casa de concreto, cómoda y bonita, muy superior a lo que ella hubiera soñado jamás. No le gustaba el modo como su hijo había conseguido todo eso, pero tampoco se sentía capaz de reprocharle nada, sólo le pedía que se cuidara mucho. El Gorky se paseaba ufano por todo el sur de la ciudad en un Mustang rojo del año, apenas cabía detrás del volante, pero el motor 5.0 no lo dejaba mal a la hora de salir en medio de un llamativo rechinar de llantas. Por su parte Dylan prefirió siempre andar en motocicleta y ahora tripulaba una poderosa BMW de 1200 centímetros cúbicos, muy bien conservada, modelo 1999 a la que hacía rugir tres veces antes de parar en seco junto a los demás integrantes de su equipo, que gritaban y aplaudían obscenidades entusiasmados ante esa demostración de poderío. La moto le permitía moverse con agilidad y rapidez para inspeccionar los puntos de venta de la


mercancía que movía para el Gorky, en un semicírculo que iba de oriente a poniente de la ciudad, pasando por el sur. El negocio de la droga es como un tiburón, no puede dejar de moverse constantemente o muere, nunca de muerte natural, sólo puede ser por las balas de la policía o de la competencia. Por eso el crecimiento de los negocios del Gorky había llegado a cubrir cada vez más territorio entrando en tensión con la gente de Sidronio “EL Muñeco”, personaje recién llegado del norte del país a controlar la distribución en los bares del centro y norte de la ciudad. El Muñeco hizo su presentación en sociedad tres años atrás con la matanza de nueve dealers a los que ordenó decapitar y apilar en la cancha de basquetbol de una comunidad rural entre Puerto Progreso y Mérida. Por supuesto nadie vio ni oyó nada. Con eso y el asesinato de Lorenzo “El Guarro”, hasta entonces capo que dominaba los negocios en esa parte de la ciudad, la más lucrativa por ser frecuentada por una fauna extravagante, tanto local como extranjera, con muchos recursos y una insaciable sed de droga. La pregunta no era si llegarían a enfrentarse los grupos del Gorky y el Muñeco, sino cuándo. Cada vez ese día estaba más cerca y así lo entendió el grupo del sur, por lo que empezaron a reclutar más gente y proveerse de armas. Un policía muerto de un balazo en la cabeza mientras patrullaba con su motocicleta en el periférico sur, fue un mensaje que el Muñeco envió al Gorky. Días después, los muchachos de Dylan acribillaron a un policía ministerial que era informante del Muñeco. Así se fueron sucediendo golpes recíprocos a sus respectivas estructuras hasta que luego de mes y medio de intercambios violentos, Dylan ejecutó un plan para golpear con más fuerza a sus adversarios. Se trataba de la quema de tres taxis y ejecución de dealers que trabajaban para el norteño, y de paso destruir una buena cantidad de su droga. En todos los casos Dylan tuvo participación activa. Cuando lo del moto-patrullero, apenas sus halcones avisaron de lo que había pasado y dieron la descripción de la camioneta de los sicarios, salió a recorrer el rumbo con dos pistolas nueve milímetros, disimuladas bajo la chaqueta y una

Uzi del mismo calibre debajo del asiento adaptado de la moto. Hecho un bólido recorrió el periférico y rutas aledañas por más de dos horas, pero, aunque estuvo cerca, según los informes que iba recibiendo, nunca pudo hacer contacto visual con los sicarios. El ataque a los taxis que trabajaban para el Muñeco a las afueras del Flying Club, se dio mientras los taxistas veían el número especial de Drusila Styles en el tubo, momento de confianza excesiva en que dejaron sin vigilancia sus vehículos, era un intervalo entre los pedidos que recibían de las fiestas en las que se agotaba de pronto la dotación de drogas. Cuando Dylan recibió el aviso de que el campo estaba libre eran las cuatro y media de la mañana, llegó en menos de dos minutos pues esperaba agazapado cerca del lugar, le acompañaban otras tres motos con dos tripulantes cada una. Al acercarse a los taxis, en lo que dura un spot de radio los que iban de pasajeros en las tres motos adhirieron a la parte de abajo de las fascias traseras de cada auto un dispositivo explosivo, programado para funcionar cincuenta y cinco segundos después. Ese tiempo fue más que suficiente para que Dylan y su gente se alejaran al ritmo de los espasmos de los tacómetros que indicaban los casi imperceptibles cambios de velocidades, llegando a los ciento veinte kilómetros por hora en menos de treinta segundos, convenientemente en todo el trayecto ninguna patrulla se atravesó. Lo macabro del plan era que además de las cargas explosivas dejaron junto a cada auto, amarrados de pies y manos y con la boca sellada con cinta canela, a un dealer de la zona controlada por el Muñeco, los dejaron caer de una pick up que llegó detrás de las motos y sin detenerse dio la vuelta en “U” para salir a toda carrera. Además de eso se sabía que los tres taxis tenían una buena cantidad de droga que al ser destruida significaría una gran pérdida de dinero, la parte más sensible del crimen organizado. En el tiempo programado y mientras los taxistas confiados admiraban los movimientos sensuales y atléticos de Drusila, como magnetizada al tubo metálico siguiendo un ritmo lounge, tres explosiones sucesivas hicieron retumbar el local y desataron el caos entre la agosto 2021

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clientela. El éxtasis al que los había llevado la estrella del pole dance se cortó de pronto. Fue como si un trueno interrumpiera un dulce sueño. Las otras chicas también salieron corriendo hacia las puertas traseras entre empujones, insultos y una oscuridad total provocada por las explosiones, En ese momento el equipo ya se encontraba a más de un kilómetro del lugar del ataque, y en pocos minutos llegó a la bodega que les servía de refugio para trabajos como este. Allá esperaron a que empezara a clarear el día y dejando la moto Dylan abordó el Camaro modelo 97 que utilizaba de vez en cuando para disimular su presencia y los otros seis salieron en una Durango que tenía la pintura quemada por el sol, pero con motor y suspensión modificados, procuraban ir juntos para evitar complicaciones. En todo ese tiempo sólo el Gorky conocía su ubicación, pues solamente con él se reportaban. Al salir de la bodega Dylan observó que el cielo estaba muy nublado, y el alumbrado público seguía encendido a pesar de la hora. En noviembre los nortes, con sus bajas temperaturas rompen la monotonía del clima de la Península de Yucatán. Son pocos los días así por lo que hay que disfrutarlos antes de que el calor aplastante vuelva a caer. Los motores rugieron llevándolos de regreso al centro de operaciones de la banda. Lo que Dylan no imaginaba era que algún infiltrado del grupo del Muñeco había dado aviso del trayecto que estaban siguiendo, de modo que al bajar del puente que pasa por encima de la carretera a Cancún se encontraron súbitamente con un bloqueo. Ocho camionetas se encontraban a lo largo del camino en el lado derecho de la cinta asfáltica, listas para tender una cortina de plomo y fuego para los que atravesaran su camino. La maniobra evasiva apenas les permitió evitar los primeros disparos, y agazaparse detrás de sus vehículos. Pronto, la Durango y el Camaro mostraban sus costados derechos como coladores, sin cristales y con las llantas reventadas. Dylan y su gente respondían al fuego como podían. El cielo seguía gris, la mañana fría, pero sudaban como en una sauna, dos de ellos ya estaban muertos, otros tres con varias heridas y las municiones se agotaban. En un momento el tableteo de las ametralladoras ya sólo venía de un lado. Dylan comprendió que estaba perdido, que hasta ahí llegaba su carrera, su vida, sus planes. Entendió muy bien que no alcanzaría a ver un nuevo día. Al no recibir respuesta, para concluir la tarea, la gente del Muñeco empezó a avanzar hacia los dos vehículos que ya parecían de papel picado, Al oír avanzar a los sicarios, Dylan supo que era el momento final, miró un cielo de aluminio opaco, exhaló un suspiro y el vaho de su respiración se arremolinó frente a él. Pensó en su madre, flaca y triste, trabajando hasta morir. Recordó su sueño, conocer y vivir en aquellas tierras frías de días grises, y en su rostro una sonrisa intentaba acomodarse al darse cuenta de que el último instante de su vida sería en una mañana que se pintaba como aquella imagen ya lejana en el salón de cuarto año de primaria, aquella imagen que lo hizo soñar con una vida tan diferente a lo que estaba pasando en ese momento. Lo último que escuchó fue un andar metálico y veloz que se detuvo violentamente a su derecha y luego el movimiento del sicario cortando cartucho, mientras él, sentado en el pavimento con la espalda apoyada en la llanta trasera izquierda del auto se llenaba los ojos de un mediodía en Belfast.

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El día que la ciudad se partió en dos Alicia Leonor Esa tarde de noviembre del 2010, después de tener un día estresante, entre juntas y problemas laborales, por fin pude salir a casa. Agradecí tanto que fuera otoño, porque en la carretera no habría el tráfico que se crea en verano, de gente regresando de la playa. Al tomar la avenida Lauro Villar, me extrañó que no hubiera el tráfico del diario; no le di importancia, quería llegar y descansar. Sonó el celular y dejé de lado el plato de arroz y chile que acababa de servirme; al escuchar la voz atropellada de mi hija, entre estruendos que no sabía qué eran, y la interferencia, se dificultaba entender lo que me decía. Solo alcancé a escuchar: Mamá estamos bien, nos resguardaron en Elektra de la sexta. No entendí. Ella debió imaginar mi sorpresa, porque me añadió: Mamá, ¡mira las noticias! Y se cortó la llamada. Traté de remarcar, pero no tenía señal, y el teléfono de casa tampoco tenía línea. Corrí a la televisión, pero el canal local no decía nada. Apresurada fui por la vieja grabadora al cuarto de lavado y comencé a buscar una difusora, nada, no decían absolutamente nada. En el silencio de la casa y de la calle vacía, de pronto escuché gritos, camionetas que pasaban a alta velocidad y helicópteros sobrevolando muy bajo, parecían estar sobre mi techo. Fue cuando me atreví a salir, quería saber lo que pasaba. En ese momento supe que habían asesinado a una persona, un capo importante, y precisamente al lugar de los hechos, solo lo dividía una pared de la escuela de música dónde estudiaba mi hija. Lo recuerdo y todavía siento aquel vacío en el alma, esa desesperación, esa incertidumbre. Para ese momento ya era noticia nacional, y yo sintiéndome culpable por no saber de mi hija, y ni siquiera estar enterada de lo que pasaba fuera de mi burbuja laboral. Comenzaba a obscurecer, y la radio decía: no salgas si no tienes a qué salir. Yo si tenía que salir, recuerdo que subí a mi camioneta y solo avance

unas cuantas cuadras porque, todo era un caos, camionetas, carros, camiones atravesados, no se podía circular, y yo buscando por dónde poder avanzar. Cuando salí de ese caos, entré a otro peor. La calle primera era una calle fantasma, completamente obscura, no había luz eléctrica, solo la luz de mi auto alumbraba el área por dónde iba pasando, y me dio escalofrío ver carros baleados, y gente desvalijándolos. Me sentía en el set de una película de Hollywood, solo así podría explicar todo aquel descontrol. El camino que normalmente hacía de casa al lugar que deseaba llegar es de 15 minutos, ese día fue una hora y media que hasta el día de hoy, ha sido la más larga de mi vida. Cada que avanzaba una cuadra, sentía en mi cara la luz de un faro que me apuntaba desde lejos, hasta que llegue a la calle sexta y busqué un espacio entre tanto desbarajuste, para estacionarme. Bajé apresurada y comencé a caminar muy nerviosa, pero decidida a buscar a mi hija donde me indicó que estaba en la última llamada. Toda el área estaba llena de soldados y obscura, en una entrecalle por la que atravesé pude escuchar como golpeaban a una persona y gritaba que lo soltaran. Yo apresuré mis pasos y faltando cincuenta escasos metros para llegar, me detuve helada cuando escuche tras de mí: ¡Alto, no avance!; al tiempo que cortaban cartucho a mi espalda, mientras varios reporteros corrían entre la confusión, en ese momento me quebré y solté el llanto más fuerte que jamás me había escuchado, solo atiné a decir: - ¡Mi hija está en Elektra; quiero sacarla de ahí! El soldado bajó su arma y me dijo que ahí ya no estaban los estudiantes, que ya se los habían llevado. Yo, con el llanto a raudales, le pedí que me dejara cerciorarme que ya no estaba. El mismo soldado me abrió paso, y les indicó a otros que agosto 2021

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bajaran sus armas, que olo iba por mi hija. Personal de la tienda me informó que el padre de uno de los alumnos se los había llevado, que todos estaban bien. Me regresé a casa desconsolada, sin mi hija, pero con la esperanza de que en realidad estuviera bien. No podía parar de llorar, nada me consolaba. Me senté en la sala y de pronto escuché el timbre del teléfono. Era mi hija. Ese fue el día en que la ciudad se partió en dos, y me partió a mí.

Minificciones

Javier Paredes

Heraldo Enoc regresó a la Tierra en forma de ángel. Su propósito era compartir a la raza humana conocimientos prácticos sobre la energía termonuclear de las estrellas y leyes fisicoquímicas subyacentes a la multiplicación de los panes y peces. Las milicias del Estado Islámico lo confundieron con un avión enemigo y fue derribado por la cólera de los misiles. Cayó cerca del monte Ararat, en un hambriento poblado kurdo.

144000 Antes de cerrar la puerta, el encargado de la cámara le dice: -Cuando entres ahí, tú serás el único responsable de tu muerte o salvación. Luego le pide que se quite la ropa y el brazalete que lo identifica como el prisionero 144000. Viktor Franzmen, hombre raquítico, diezmado por el hambre, obedece al militar, no sin antes toser y sentir un dolor muy fuerte en las costillas. Una vez adentro, encuentra una silla acojinada, un escritorio y siete libros de medicina. Los han puesto a manera de burla, ya que no podrá regresar a su consultorio en la ciudad de Praga. El psiquiatra no se deja conmover por estos objetos: ningún suspiro ni lágrima vierte. Aleja su vista de ellos, como si nunca hubieran sido parte de su vida. En vez de tomar asiento junto al escritorio, se sienta en el suelo y cierra los ojos. De unos orificios en las paredes metálicas, emerge un gas tóxico. Lo inhala, como si aire limpio se arremolinara en sus pulmones. Bajo los efectos alucinógenos, observa la nube que guio a los judíos durante su travesía en el 14

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desierto. Es transportado al Tabernáculo: atraviesa el velo del Sancta Sanctorum, y halla la Gloria de Dios en forma de humo y relámpagos azules. Dicha humareda proviene del Arca de la Alianza, entre querubines de oro. Una voz le pide que tome la vara de Aarón y con ella golpee el piso, a fin de producir un gran terremoto que conmueva a toda la Tierra y abra los sepulcros y el mar vomite a todos sus muertos. Después de acatar la orden, Viktor es arrebatado por un torbellino de fuego, semejante al que levantó a Enoc y al profeta Elías, para que vieran el rostro de Elohim y gozaran de su presencia en el Tercer Cielo. El psiquiatra cree que ese gas es la misma nube que vio Moisés en la cima del Monte Sinaí; y la columna de fuego que atravesó los sacrificios de Abraham, cuando Yahvé hizo que durmiera para que no se diera cuenta en qué momento establecía el pacto. Adentro de la cámara, Viktor Franzmen no puede diferenciar entre muerte y salvación.


¡De a poco! —¡Un toque de romero!, un trago de vino blanco o si quieres botella y media, ¡no importa!, —tapando la botella con un corcho. —Si cocinas desde adentro, cualquiera comerá tu plato, ni notarán que te has pasado de sal o de pimienta—, voltea los filetes de salmón. —¿Si sabes que eso último es falso?, —dice el chico de gafas rojas. —¡Cómo te atreves a desafiar al abuelo de esa forma?, te hace falta más vino— le sirve. —Jaja, ¡espléndido mi dulce Louis! Tienes toda la razón, le da un beso en la frente. —No tomo abuelo, gracias. O sea no tomo blanco, solo tinto, —dice el chico de gafas rojas. —¡El pescado va mejor con blanco! No sabes nada de maridaje. Ni deberías apellidarte Báez Cabrito Milán, lo único cabrito que tienes es tu mal genio, —grita molesta la chica alta. —Deja en paz al pobre chico, Louis, tu hermano aún no se repone del ajetreo del restaurante de Luca. Ven, ven Louis, —sella el salmón y prepara los espárragos, jala la silla de madera y se sienta frente a la barra.— quiero que me muestres una pizca de tus clases en Mallorca. —Abuelo, tu restaurante tiene más estrellas Michelin de lo que mi hermano alguna vez podrá aspirar en la vida, acomoda los platos en la mesa de madera. —Querida Louis ve con tu abuela, esos profiteroles no se armarán solos. Louis frunce el ceño, hace una mueca con el labio, coge su copa de vino y entra a la casa, arrastra los pies para caminar. Verano, y como es tradición de la familia Báez Cabrito Milán, cada año, los hijos del empresario Felipe Agustín Báez Cabrito pasan las vacaciones en la casa de playa del abuelo Marcelo Eduardo Báez Cabrito, dueño y chef del restaurante La Quinta Ventana, última franquicia ganadora de dos estrellas Michelin, ubicada en Puerto Madryn, Argentina. Además de esa Ventana, Felipe poseía cuatro más, una en Riviera Maya, otra en el Mediterráneo, Grecia y dos más en Sicilia.

Irina Garcés Era fuerte y trabajador, decidido a conquistar mundos esparciendo alegría por medio de lo que ha unido a más de dos personas, la comida. Símbolo de gozo, placer y amor. Carismático, innovador y con mucho sentido del humor, alcanzó la fama gracias al romero, fue uno de los pioneros en introducirla a bebidas, postres y platillos de medio tiempo. Con anillo de boda y puro robusto en la mano derecha. Le gustaba dejar la mano derecha libre, esta siempre debía estar en guardia con algún sartén, copa o ramo de romero. —¿Por qué lo salpimientas exactamente igual a lo que dice la receta?, exhala el humo del puro. —¿Qué tiene de malo abuelo?, dijo Louis. —Nada, pero es simple. No hay goce. Huele esto, acerca romero a la nariz de Louis. —abuelo, ya me sé esa historia, es la misma que papá nos contaba de niños, no todo es romero. —No todo es estructura, yo jamás estudié como tú, y mira a donde llegue. Eres bueno, demasiado técnico, pero te hace falta más pimienta. —Louis es alérgica a la pimienta, es por ese que este luce más rosa. —Hablo de esto muchacho, señala el corazón de Louis. Cocinas bien, pero te hace falta el toque. Cocina para la persona que más ames, y tus platillos serán extraordinarios, —sorbe el vino. —Todos me dicen eso, no en tus palabras, pero... ¡Tú!, lo haces ver tan simple, haces algo en 10 minutos, no sigues técnicas, no sigues estructura, no sigues nada y, ¡mira! Pura estrella Michelin. —Hijo, el secreto está en ser feliz y gozarlo. No hay más. Haz lo que te gusta. Sé que te gusta la cocina; pero te has perdido en tantos cuadros, deja que fluya, inventa, si algo no viene en un libro, en internet, o en las clases. Cámbialo. A veces nos metemos tanto en el ritmo agitado de la vida, que olvidamos la simpleza y el goce de las pequeñas cosas. Disfruta tu vida como el mezcal, a besitos y de poco en poco, no quieras caminarla como un shot.

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Reloj

Blanca Vázquez

Quédate en mi pecho por más tiempo, no quiero que te vayas otra vez. Anda, quédate. Puedes decir que hubo inventario y que olvidaste cargar el celular para avisar. Por lo menos espera a que oscurezca un poco ¿Sí? No amor, no pienses que soy caprichosa, lo que sucede es que quiero que te quedes un poco más. A veces creo que no me amas, ya sé que me repones el tiempo. No, no me estoy quejando. Quédate veinte minutos anda. Quítate la camisa. ¿Es nueva? No quiero saber por qué te la regaló. Mejor vete. No olvides el reloj, lo dejaste en la mesita mientras me desvestías.

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Verano

J. Sainos

Con el inicio del verano llegan los recuerdos, escape de la realidad. Los destellos del sol brindan una melancolía del pasado que suena tan distante en el presente de rutinas y deberes diarios. Salí de la oficina, no pude evitar la comezón en los ojos, los destellos de luz de un día de verano contrastan con la luz tenue de los focos y espacios cerrados de mi rutina diaria. No sabia de ella hasta que me detuve y cuestioné ¿qué hacía? ¿por qué lo hacía? La respuesta obligada fue dinero, por un momento me sentí triste y caminé, reflexionando el ahora; me llené de tal nostalgia, que reprochaba los sueños, recorría con escalofrío la incertidumbre, los recuerdos de felicidad que se desestimaron por no comprender el valor de los momentos de una vida que ahora son la añoranza de un pasado que no volverá. Con el paisaje me doy cuenta de que vivo en una jaula atado por las deudas y las promesas de comodidad; donde borraron mi nombre y me pusieron un número, pasivo interminable de la industria, contribuyente para el gobierno y una figura ausente en mi familia. Mientras la T.V. grita: ¡renuncia! y las redes venden la falacia de vivir en fotos e invenciones, pienso en no convertirme en bufón. He tomado una banca en el parque como mi propiedad no como protesta sino como máquina del tiempo y de los recuerdos, donde puedo respirar, tomar un poco de aire, donde regreso a esa juventud tan sobre valorada, tesoro que como todo en la vida no sabes que tienes hasta que lo pierdes. Regresaré a ese lugar; camino interminable, círculo vicioso de estabilidad donde seré vigilante del sueño de mi niña, deseando que disfrute su verano, rutina de clase baja; mi padre lo hizo por mí y ahora yo me esfuerzo para que mi niña tenga eso que yo no tuve algo, que todos buscamos, una oportunidad. Desestimé el cansancio, el aburrimiento, los paseos en bicicleta, juegos, sonrisas, caminar bajo la lluvia y disfrutar del césped de un día soleado. Verano, nos vemos en un tiempo; cuando pueda volver a bajarme del tren y me regales un destello de esperanza.

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Cautivante —¿De qué color eran las flores de mi casa? –Te pregunté cuando llegaste. —Rosas –contestaste. —No es cierto. Eran amarillas— respondí. Esa noche no me abrazaste. Al día siguiente te vi besar al militar. Cuando te pregunté por qué lo besaste me dijiste: — porque no quise matarlo. Tu amiga se llamaba Victoria, trabajaba para una armería y era preciosa. Yo en ese entonces no lo sabía pero ella siempre llevaba una pistola cargada en el liguero. Debía ser buena con las armas. Pero a la hora de conversar se volvía insulsa. Siempre me besaba en la frente, como a un niño o a un viejo, yo lo odiaba pues sólo quería tocarle los senos que siempre estaban pareciendo salirse de sus blusas ceñidas. Me los imaginaba como frutas redondas, maduras y jugosas. Ella estaba acostumbrada a tratar con hombres. Era parca, pero sexi. Ella me hacía sentir encadenado a sus movimientos. Tú eras una mujer hermosa con un arma más poderosa que la de ella entre las piernas. Me gustaba oler tus zapatos cuando te quitabas las medias y las sacudías frente a mi cara de idiota. El viejo dueño de la armería siempre seguía los protocolos. Primero has esto luego aquello siempre lo oía decir. A veces me imaginaba a mí mismo tomando un arma, apuntarla hacia él y quedarme con todo ése dinero que siempre había en la caja. Él tenía tanto y yo tan poco. La vida no era justa con todos. Sólo lo supe por sus botas, no había nadie más que él que usara ese tipo de botas viejas de militar. Quiero pensar que no tuviste alternativa. No sé si tú pediste o él ofreció. Al llegar a casa y ver las huellas, las reconocí de inmediato. El pecho comenzó a dolerme y tuve la intención de ir a la cocina a tomar un vaso de agua, pero el saber lo que podía estar pasando en la recámara me detuvo. Caminé por el pasillo lentamente, entonces los vi a los tres revueltos entre las sábanas. 18

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Anel May Después de todo, los pezones de tu amiga sí eran rosados y suculentos como los había imaginado. No sé cómo demonios, pero fue lo primero que pensé antes de reaccionar y tirarme sobre el viejo. Lo demás pasó muy rápido. Forcejeamos, rodamos por los escalones, algo se rompió, una astilla se clavó en mi mejilla derecha; no sentía dolor. Escuché la detonación que me hizo llevarme las manos a los oídos. Recuerdo ver la luz del disparo en medio de la semi oscuridad. La piel de Victoria era muy blanca y aún con el cabello revuelto seguía luciendo esplendorosa. Ya se había cubierto la desnudez con una sábana. Sus formas sinuosas se dibujaban en las sombras. No te vi hasta que caí y sentí mojada mi camisa; me toqué el abdomen y sentí la sangre caliente escurriendo entre mis dedos. Hasta ese momento no sentía nada. Tú estabas parada desnuda descalza y te amé más que nunca. Llorabas pero yo no podía escucharlo pues aún tenía el sonido del disparo martillando mis tímpanos. Un zumbido constante en los oídos como cuando iba al antro y escuchaba música estruendosa por horas. Peor me sentía. De pronto me dio risa pensar que tenía un hueco en la barriga, y me imaginé que me iba a pasar como en las caricaturas, que cuando tomara líquidos me saldrían por el orificio. Eso me hizo reír más fuerte. Recordé que tenía sed, y me pregunté por qué no paré antes a beber un poco de agua. Mi madre me dijo que mi primera palabra fue agua. Según ella porque estaba ingresado en el hospital con fiebre, tenía apenas ocho meses y aún no podía hablar. Me contó que cuando llegó a verme lo primero que le dije fue agua. Tumbado boca arriba pude ver que lo que se rompió al caer fue el florero con las margaritas marchitas. Sentí el agua de la vasija rota mojándome el cabello. Quise voltearme para lamerla y entonces los pétalos regados me recordaron a los altares de día de muertos. Te dije que las flores eran amarillas.


II Sara tenía los pies sucios y pelados de tanto andar descalza, así le gusta caminar. Desde pequeña le gusta andar para todos lados con las patas peladas como le dice su madre. Ahora que es adulta lo sigue haciendo. Es la época de la canícula y los pies se cuecen en el asfalto. Aún no han caído los primeros chubascos y las lluvias se han atrasado este verano. Sara camina en las calles del pueblo tratando de buscar la sombra y evitando los lugares escampados que le queman las plantas de los pies. Aparte va jugando, pensando que si pisa una raya de las banquetas pierde. A veces se imagina que caerá a un gran río de lava y que tendrá una muerte lenta. Otras veces piensa que caerá en arenas movedizas o que se la tragarán las pirañas o los tiburones o lo que sea. Pero va haciendo maromas brincando entre las piedras, los baches y las escarpas. Cuando ella nació pasó demasiado tiempo sin respirar, el aire no llegó a sus pulmones lo suficientemente rápido para volverla una niña como tantas. La hizo única. La dejó en el limbo de las maravillas. Con una madre alcohólica, una abuela anciana casi ciega y un padre ausente, su condición era una bendición que le permitía soñar despierta. La primera vez que Roberto la vio, imaginaba que iba conduciendo su camioneta. Hacía el ruido del motor con la boca y agarraba un volante imaginario mientras corría tanto como le alcanzaba correr con sus pies rechonchos. La fiesta del pueblo sería en pocos días y sería muy bueno tener con quién ir, así tal vez los chicos de la cuadra dejarían de molestarlo si lo viesen llegar con una mujer. Se veía bailando toda la noche, mostrando sus mejores pasos, vestido como todo un galán. Iba a estrenar la colonia que le regalaron sus abuelos en su último cumpleaños y la ropa que usó la noche buena pasada, pues esa le hacía ver más guapo según sus primas.

Luego la llevaría a cenar los tradicionales panuchos del mercado con doña Marta que trabajaba toda la noche en su fondita. A él no le gustaba la cebolla y además si la iba a besar no quería tener mal aliento. Había guardado sus gastadas semanales por más de un año y tenía buen dinero ahorrado. Era muy vivo para las cuentas. Después de unos meses de novios le pediría a sus abuelos que lo acompañaran a pedir su mano, llevando por supuesto su dote de despensa para que sea más fácil el asunto. Sus abuelos siempre decían que el dar regalos abre puertas. Además, él sabía que en casa todos lo cuidarían siempre, pues así se lo habían dejado muy en claro. Sara ya venía de regreso cuando a él se le ocurrió hablarle. Ambos con el corazón de niños. Se vieron por primera vez fijamente cuando él dijo su nombre a media cuadra del parque. A ella siempre le había dado miedo ése niño que la veía siempre con ojos atigrados. Sólo quiso huir cuando vio que la seguía, su abuela siempre le había dicho que se cuidase de los hombres de malos pensamientos y mirada cochina. No sabía muy bien a qué se refería su abuela con eso pero entendió que algo muy malo le iba a pasar si la alcanzaban por eso siempre pasaba corriendo cuando se acercaba a la casa de Roberto que siempre la veía pasar dentro de las rejas de su casa. Sara quiso volar con los pies cuando se dio cuenta que él estaba tratando de alcanzarla. Por un momento notó que la gente le gritaba algo pero no entendió qué decían, siempre le decían loca o cosas peores así que había aprendido a ignorarlos. Sólo corrió y corrió inflando los pulmones con el aire hirviente de la canícula. Entonces sintió el dolor más fuerte de su vida pero pudo volar. Vio el cielo azul de forma tan nítida que su mano derecha se alzó un instante para tocarlo, pero entonces cayó. Fue un golpe seco sobre el asfalto hirviendo. El conductor de la camioneta no alcanzó a frenar de golpe. Le dio de lleno. agosto 2021

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El hombre se bajó a mirarla y gritaba que no era su culpa, que ella había salido corriendo de la nada y que todos lo habían visto, sólo gritaba no es mi culpa, no es mi culpa. El último recuerdo que Sara se llevó de este mundo fue el rostro de Roberto bañado en lagrimas y gritando su nombre. Lo vio mientras yacía con la cara semi aplastada contra el piso. Sólo sentía dolor en todos lados. Mientras lo miraba decidió que no era tan feo.

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Elena, corazón de condominio

Juan Machín El amor a uno solo es una barbarie Nietzsche

Elena Revueltas, justo después de firmar el acta de su divorcio, decidió abjurar por completo y para siempre de la monogamia y practicar, desde ese mismo momento, el poliamor, simple y llanamente. Se sabía con capacidad de amar a muchos, sucesivamente o al mismo tiempo, pues había descubierto que tenía un corazón de condominio, que le permitía cantar con Silvio, que el suyo era un amor de surtidor. Sin embargo, conociendo los límites del número posible de amantes (de acuerdo al famoso número de DunbarMachín) y por un principio de equidad elemental, Elena había organizado su red poliamorosa, aceptando un máximo de 5 amantes simultáneos, asignando a cada amante un solo día de la semana, de lunes a viernes, y dejando al azar, quién sería el afortunado de estar con ella el sábado o el domingo, mediante un sorteo en el que todos tenían oportunidades iguales. Cuando perdía un amante, buscaba inmediatamente su remplazo. Así, el día en que Leonardo se fue a vivir a Veracruz, Elena revisó su lista de posibles amantes en espera, y Juan Machín encabezaba la lista. Elena le mandó un mensaje diciendo que ya podía incorporarse a su red de amantes y le informó que tenía disponible el jueves para él. Machín, desde que conoció a Elena, se enamoró de ella y aunque no le gustaba la idea de compartirla, estaba dispuesto a aceptar sus reglas y tener un departamento en el condominio de su corazón. Juan tenía la secreta esperanza de ir desplazando a los otros condóminos y se trazó el plan de ser el mejor amante posible, para primero, en poco tiempo, pasar a ocupar el penthouse y, con el tiempo, ir desalojando a los demás inquilinos, hasta quedar como el único y absoluto dueño del corazón de Elena. Como una primera jugada de su estrategia y, para ir, como dicen por ahí, midiéndole el agua a los camotes, le escribió a Elena expresando su alegría de ser aceptado en su condominio-corazón, pero planteando el grave problema de que sólo podía los viernes, el día asignado a Francisco. Como a Elena le gustaba

mucho Machín y, desde hacía tiempo, quería que fueran amantes, le pidió a Francisco que cambiara su día. A regañadientes, Francisco aceptó, pero empezó a odiar a Machín, a pesar de ser un fiel seguidor de Gandhi, vegano y yogui consumado. De esta manera, Machín, feliz, se volvió el amante oficial de Elena de los viernes, sin duda el mejor día de la semana: había empezado con el pie derecho. Rápidamente, Juan enamoró a Elena, de forma tal, que ella pronto comenzó a hacer trampa en los sorteos del fin de semana y, sospechosamente, Machín ganó los siguientes cuatro sábados y domingos. Parecía que el plan de Machín iba viento en popa, hasta que ayer, en el sorteo semanal, al volver a resultar ganador los cuatro amantes restantes se inconformaron con Elena y, exigieron que Machín fuera expulsado, apelando al artículo 21 de la Ley sobre el régimen de condominio de inmuebles para el Estado de Morelos, establecido por los artículos del 1106 al 1109 del Código Civil, de acuerdo a la reforma del primero de abril del año dos mil quince que a la letra dice: “cada condómino usará de su unidad condominial, en forma ordenada y tranquila, no podrá, en consecuencia, realizar acto alguno que afecte la tranquilidad de los demás condóminos y ocupantes, o que comprometa la estabilidad, seguridad, salubridad o comodidad del condominio, ni incurrir en omisiones que produzcan los mismos resultados”. Con todo el dolor de su corazón de condominio, Elena tuvo que reconocer que Machín estaba afectando la vida condominial y aceptó terminar con él. Machín, inconforme, consultó con su abogado, quien no le dio esperanzas y le recomendó que mejor mudara su corazón roto a su anterior domicilio particular.

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Wen Edith

Azul

Cuentan los antiguos habitantes de una extraña tierra, que hace muchos siglos existieron los gigantes de arena. Eran tan ligeros como el viento que el mundo los llenó de un peso con el cual no pudieron vivir ni caminar. Fueron muriendo lento y dolorosamente hasta que los últimos que quedaban dejaron de luchar, y así fue como el firmamento los colocó en lo alto del cielo. Quien los miró, se conmovió de su dolor y en su lugar los dotó de una ligereza capaz de hacerlos formar figuras inimaginables. Con el paso del tiempo los gigantes de arena dejaron de hacer ruido en la tierra y disfrutaban tanto de su libertad que volver, no fue una opción. El firmamento preocupado del destino de unas tierras tan fértiles decidió entonces mandar a nuevos pobladores y los gigantes de arena se sintieron celosos. Pensaban que el mundo les pertenecía por el hecho de haber llegado primero y fue tanto su enojo que rogaron al cielo poder bajar de nuevo. El firmamento les dio una única oportunidad, debían aprender los movimientos de los nuevos pobladores hasta poder ser igual que ellos, esa era la única manera de regresarlos a su mundo. Los gigantes de arena observaron durante mucho tiempo cada cosa que aquellos individuos realizaban. Su vida les parecía correcta, estaba llena de tareas que se podían realizar sin ningún problema, pero lo que más les gustaba era que los nuevos pobladores se movían con una enorme facilidad, era como si en lugar de caminar, levitaran. Pero no todo fue perfecto, aquellos individuos parecían hacerlo solo en presencia de alguien más, pues llegada la noche se volvían pesados como rocas y así dormían, sin ser capaces de soñar. Los gigantes estaban en problemas, querían bajar pero no querían ser igual que aquellos nuevos pobladores. Su vida arriba era mejor y decidieron entonces quedarse ahí. El firmamento les preguntó la razón y ellos contestaron que la vida en la tierra estaba infestada de algo que no podían comprender y su miedo a volver a ser pesados era muy grande. Los gigantes observaban sigilosamente a los pobladores de la tierra y dotados de su poder de transformación tomaban la forma de sus pensamientos, creían que de esa manera las pena de los pobladores se aminoraban y los hacia menos pesados por las noches; quizás si lograban soñar despertarían siendo diferentes. Eso nunca pasó. Los gigantes entonces empezaron a pagar por lo que hacían y el firmamento les robó la mitad de su ligereza y así los hizo contagiarse de la misma pena de los pobladores. Rogaron noche y día para que su poder les fuera devuelvo, pero el firmamento enojado los unió aún más a su desgracia y entonces los llenó de un peso que no podían soltar. Incapaces ahora de ayudarse a sí mismos optaron por ayudar a los pobladores regalándoles figuras de nuevo. A veces, los gigantes de arena se ponen demasiado tristes y su tristeza los vuelve tan pesados que en lugar de figuras le regalan a los pobladores días de llantos, y a veces los pobladores voltean hacia el cielo, sintiendo que los siguen en sus sueños.

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Un jour, un amour *

Alberto Quero A Claudio, quien –al fin- parece haberme contado una historia verídica

Estabas cansada cuando te sentaste en aquel solitario banco. Habías pasado toda la mañana recorriendo la Cité; estuviste, entre otros sitios, en el quai de Montebello, donde compraste un librito sucio, escrito por un poeta desconocido, a un buquinista cualquiera (Vamos, no mientas: admite que sólo lo hiciste para no sentirte avergonzada con tus compañeros de tour; aún hoy, tantos años después no has aprendido a hablar francés y crees que puedes resolverlo todo con el puñado de frases inglesas que te sabes. No, no exageres: tú no dominas el inglés... te das a entender, sí, pero nada más) y después, más perdida que otra cosa, te separaste del grupo y fuiste a parar ahí, a la plaza del Vert Galant. Viste el reloj; era casi mediodía. ¡Ah, París, París! La Ciudad Luz, Lutecia, el centro de la Galia... pensaste en Julio César, en Carlomagno, en Hugo Capeto, en San Luis IX y en Enrique II. Pensaste en el Cardenal Richelieu, en Luis XIV y por supuesto en la Revolución. Y tú ahí, en esa ciudad gigantesca, histórica, mucho más antigua que tu Caracas. Sí, la misma por donde pasaron Descartes y Pascal, Víctor Hugo y Baudelaire, Mallarmé y Rimbaud, Verlaine y Sthendal, Sartre y Camus; la del mayo francés y la Sorbona... Te sentiste pequeñita ante tanta majestuosidad, te sentiste minúscula, microscópica. Tanto, que ni siquiera notaste cuando él se sentó a tu lado sonriente, esperando que repitieras aquella frase que, aun sin saber qué significaba, tanto le había atraído. (“El amor será obsesivo o no será” dijiste casi sin darte cuenta) No era un truco; verdaderamente él desconocía el nombre de la lengua en la que habías pronunciado, convencida, tu definitiva sentencia, suponía, en todo caso, que se trataba de un idioma romance: un idioma romance en boca de una latina (un romance, tu boca) pero ignoraba cuál era. Al menos tenía la seguridad de que no era francés; no porque supiera hablarlo: (él estaba tan extraviado como tú) sino que fue la inexistencia de acento lo que le hizo deducir que ambos compartían la 28

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condición de extranjeros. –Spanish... –le respondiste, aún un poco confundida- it is Spanish. Te temblaban las manos. Tal vez a causa de lo vertiginoso del encuentro, por la rápida y quizá excesivamente somera presentación personal o por la hora que era. Aunque más probablemente debido al aire extraño y exótico que rodeaba a aquel tipo que acababas de conocer (¡Oh, prodigio inexplicable!: súbitamente dejaste de sentirte cansada) Fueron horas conversando. Y no te acuerdas de qué, es decir, no detalladamente: hablaron de ti, de él (fue entonces cuando te dijo que era árabe) Hablaron de ambos, de la ciudad, del mundo (¡Ése era el momento! ¿Por qué no le preguntaste más?) Caminaron lentamente, ahí en la plaza. Te dijo que le parecía muy curioso el que ustedes dos, siendo extranjeros no supieran hablar francés y tuvieran que comunicarse en inglés. (Aún había cosas que preguntar, cosas importantes) Sonreíste, no sabías qué decir. Siguieron caminando. Hablaron de tantas cosas, de tantas... dejaste que él llevara la conversación, que te llevara a ti. (Y tampoco entonces, acuérdate) No querías saber qué estabas haciendo. Y menos qué harías después. Algo había en él: su conversación, su voz... quién sabe. Algo, algo que te atraía, que te gustaba. Y te dejaste envolver por esa ambigua incertidumbre. Quizá no era solamente él sino también la situación: los alrededores, el contorno, esa fugacidad que presentías, esa posibilidad de lo efímero (Y claro, por primera vez en tu vida no te estabas ahogando en un vaso de agua: querías actuar hacia delante, sin pensar en las consecuencias) Tras la trigésima vuelta al Vert Galant, se fueron... te fuiste con él. Visitaron los Campos Elíseos, Notre Dame, la Plaza de la Concordia, subieron a la Torre Eiffel (tú por segunda vez, ya habías estado ahí con el tour) Cerca de Montmartre te dio hambre y comieron algo por ahí (Y todavía sentías que había inquietudes por resolver)


En Père Lachaise estuvieron más tiempo del que recuerdas. Vieron las tumbas de tantos famosos; los celos que sentiste cuando él te pidió quedarse a solas frente a la de Isadora Duncan (y después frente a la de Sarah Bernhardt) se esfumaron cuando te dijo que había sentido un profundo escalofrío frente al sepulcro de Chopin; le dijiste que a ti te pasó igual cuando viste el de Bizet y que Carmen era tu ópera favorita (“L'amour est enfant bohème / il n'a jamais, jamais connu de loi”) Se tomaron de las manos mientras caminaban por el Bois de Boulogne. (Ése hubiera sido un buen momento para disipar todas tus dudas) Una vez mñas te dejaste llevar. Hiciste el amor con él. Sabías que todo iba a terminar en eso, que no iba a pasar de allí (Y eso fue lo que más te gustó...) estabas consciente de todo. Pero en aquel momento no pensabas en eso. Ni en nada, las horas no avanzaban, el tiempo ya no era perecedero, dejaba de ser huidizo, todo se detenía, todo cambiaba, incluso él: en aquel momento ambas a Mahoma, a Gilgamesh, a Avicena, a Aníbal que había bajado de su elefante sólo para ir por ti. Él era, al mismo tiempo, Caracas y el imprecisable lugar del Cercano Oriente en el que había nacido. (No, no es que no te acuerdas: nunca se lo preguntaste) era Estambul la que te besaba, cada una de sus calles, sus mezquitas, sus edificios... era toda Constantinopla, todo Bizancio. A la vez te acostaste con La Meca, con El Cairo y con Bagdad, estuviste con Cartago, con Beirut, con Pérgamo, con Luxor, con Tebas; te rozaba Damasco, Nínive, Mileto y Tel Aviv ¿O era Ankara? Qué importa. Qué importa si fuiste otomana, persa o cretense, qué importa si fuiste babilonia, egipcia, yemenita o fenicia, o tal vez hitita, caldea o asiria... qué importa: al final la media luna sobre el Nilo. No querías despertarte. Ya no lo sentías a tu lado, adivinabas que se había ido. Eso impreciso, que parecía un sueño, una película o simplemente un lugar común en cualquier novela. Aquella aventura (aunque te empeñes en decir que fue un breve pero intenso amor-a-primera-vista sabes bien que no fue sino eso: una aventura que tuviste el último día de tus vacaciones en París), había terminado. Miraste el reloj. A esa hora él debía

estar volviendo a su ciudad, a su vida; a esa hora su vuelo debía estar saliendo. Y el tuyo iba a hacer lo mismo menos de una hora después, así que te convenía apresurarte. Miraste las nubes, las veías correr a través de la ventanilla del avión. Atrás quedaba Francia, a tras quedaba París y el Vert Galant... atrás quedaba él. Se separaron tan rápidamente como se habían encontrado; sin despedidas, sin palabras. Sin inglés Ni siquiera le preguntaste por qué había ido hasta allá; estabas segura de que no había sido un viaje de placer (¿O sí? No te enfades... sí lo fue: en cierta medida sólo eso fue) Él no iba únicamente a hacer turismo; pero sabes eso porque lo dedujiste de su conversación: por algo te decía que al fin tenía un poco de tiempo libre (¿Libre de qué, de quién?) Pero bueno... Volviste a sentarte. (Nada ya todo se terminó) Una vez más pensaste en que parecía una película; se te antojaba que ese tipo de situaciones sólo se producían en la ficción: o mejor: no se producían. Nunca. Quisiste echarle la culpa a él. Pero no pudiste. (Hubiera sido injusto, además) Buscaste razones, motivos, algo que te dijera por qué. (Quizá porque no eres una francesa llamada, digamos... Anne-Marie, porque no eres una femme fatale ni una cabaretera del Moulin Rouge –y, de paso, Tampoco él es Toulouse-Lautrec- sino que eres simplemente una chica contemporánea común, que pasa desapercibida en cualquier estación del Metro... el de aquí o el de allá: quizá sólo gracias a ti se parezcan Bobigny y Agua Salud. Sea como sea, lo único que te queda por hacer es abrir los ojos y ver que la plaza en la que estás hora no es el Vert Galant sino la de Altamira, que el obelisco que tienes frente a ti no es la Torre Eiffel, que el río que atraviesa la ciudad en la que estás no es el Sena, porque esto no es París: es el Guaire y estás en Caracas) Suspiraste, trataste de pensar en otra cosa. Y tampoco pudiste. (Se terminó porque sí, porque se tenía que terminar. Bueno, si quieres creer que fue por cobardía tuya, hazlo... es muy posible que así sea: te pudiste haber ido con él ¿no?) sólo fue un affaire –te dijiste- algo que tuviste el último día de tus vacaciones en Europa... y que ahora sí (para variar) te estás ahogando en un vaso de agua. agosto 2021

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Recordaste otra vez. Pensaste en lo extraña que es la vida. (Claro: la vida es la vida, no es un film, no es una novela... ni siquiera es un cuento corto escrito por un ocioso estudiante de Letras –que jamás ha estado en París- durante los días de una larguísima huelga universitaria con la que jamás estuvo de acuerdo... Eso es todo: la vida es la vida. C'est la vie!) Viste el librito en francés; sonreíste. Diste unas vueltas. T e sentaste otra vez. Seguías estando cansada.

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Los huaraches de mi abuelo Eran las seis de la tarde y en la habitación contigua, en la televisión se escuchaban las noticias; para mi todo es terrorismo. Mejor decido ir al lado este de la casa dónde se encuentra mi taller. Tomó un par de tiritas de cuero para terminar el diorama que he hecho en honor a mi querido abuelo. Parece que lo veo caminar. Con su paso lento, lo veo que llega y es mi abuelo dando vuelta por aquella esquina de la tienda de don Jesús el tendero se alegraba de sus visitas. Cuando mi abuelo regresaba después de varias horas de trabajo y trae en su mano derecha 1 bolsa llena de mangos por cierto ataulfo son sus preferidos, su pulpa es dulce y se deshace en su boca de sonrisa deshabitada. Al llegar a la casa y ya en la puerta lo esperaban aquellos chiquillos inquietos y deseosos por abrazar aquel señor que nos brindó su amor le damos la bienvenida mientras entraba por el zaguán, siempre gustoso nos saluda, sonríe y acaricia las cabezas de sus nietos. Que por alguna razón vivían en su casa, desconozco los motivos de mis abuelos para criar a esos niños. Minutos después sale su mujer ella es mi abuela, de esa gran cocina con su mandil a cuadros lo recibe con un beso y su clásicas preguntas de todos los días —¿Como te fue viejito? ¿Tienes hambre? —y le da un beso en las manos. Mi abuelito contesta como siempre: — Ve sirviendo, por favor, que el hambre ya me hizo señas. Le da unas monedas al nieto más grande para que vaya a la tienda de don Jesús por un refresco; a mi abuelo le gustaba mucho la Pepsi. Mientras Jorge va por el refresco el abuelo se dirige a la habitación a cambiarse los huaraches de correa color café por unas pantunflas afelpadas que le regalo de uno de sus hijos. Entre gritos y bullicio los niños lo sacan de su habitación y lo llevan por el gran pasillo mientras lo invitan a pasar al comedor donde ya estaba su plato favorito ese con flores y de porcelana blanco ya servido con la deliciosa sopa de fideo colorado.

Rossy Murillo

Ya estando sentados a la mesa les decía a los niños que se comieran toda la sopa. — El que no se terminé su plato de fideos, no comerá un mango. Los minutos pasan; Por fin los niños se han terminando la sopa, pero falta el guisado el abuelo se pregunta si será ese delicioso bistec diezmillo de los que le gustan tanto a mi abuelo. Mi abuelita le da primero a mi abuelo y si es su guisado favorito acompañado de arroz, ensalada y con una salsa de molcajete. al terminar de saborear aquellos mangares preparados por la abuela. Se dirige a la sala a descansar ahí era donde pasaba su tiempo por las tardes leyendo el periódico y escuchando sus discos preferidos eran de acetato en aquella consola color café, junto a él los niños ven caricaturas el abuelo mientras lee su sección del periódico, los atisba y los cuenta uno por uno. Esta tarde falta Jorge que acompaña a su abuelita mientras ella lava y limpia la cocina. Los niños se empiezan a inquietar corren, brincan y gritan. El caso es que no dejan leer al abuelo José. Al verlos con tanta energía les pide que le quiten canas los niños muy contentos aceptamos mirándonos a los ojos, pues nuestro relajo volvió a funcionar porque recibíamos un peso por cana. En cuestión de minutos ya dormía en su rostro se notaba la placidez, y nosotros esperando que despertara para recibir los pesos para fugarnos a la tienda con don Jesús y comprar unos gansitos. Esos deliciosos pastelitos donde salían un patito ¿lo recuerdan? Y así en un abrir y cerrar de ojos transcurrieron algunos años de mi niñez. Mientras termino el par de huaraches, acomodo la pequeña lámpara junto al sillón, pongo en la mesita un trozo de diario y termino de pintar las paredes del diorama. Estos recuerdos me llenan de melancolía, tristeza y añoranzas por volver a ver aquellos ojos verdes esmeralda y en sus pies los huaraches color café. Por hoy ese terrorismo de la televisión no ha triunfado. agosto 2021

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Terrorista

Rocío Prieto Valdivia Cuando talas un árbol no solo acabas con su verdor

Fue en lunes cuando los trinos de los pajaritos dejaron de escucharse, y aquellas imágenes se quedaron incrustadas en mis pupilas. Ahí estaba él con machete en mano y asestaba con furia cada golpe. Quería salir para gritarle que se detuviera. A los días dejé de ver el vuelo de los colibríes mientras lavaba la ropa cada fin de semana. Y ya no volví a ver por las tardes a los pájaros color amarillo que tanto me gustaban. Con gran dolor cargué cada rama por el trecho que conduce del patio trasero hacia el portón que rechina cada vez que hay que salir por víveres para seguir sobreviviendo. Fue al inicio del verano; en tu defensa dijiste que ya había crecido demasiado, y con cada golpe sobre sus quebradizas ramas los vuelos se iban extinguiendo. Quedaron muñones de lo que fuera una alegría pero no sangraron, solo se quedaron como estacas viendo al norte. La ventana se volvió un lienzo grisáceo, y a lo lejos el ruido de la ciudad aturdía mis oídos; dejé de escuchar el zumbido de las abejas. Ahora extraño los días de asombrarme por el color amarillo entre los densos ramajes que solo han quedado en la memoria. Quiero que entiendas que talar un árbol no solo es un impulso, o un capricho. Que importaba que se colara al patio del vecino, si al abrir la ventana sus ramas abarcaban el lienzo celeste, y que por las noches de lluvia aquellas siluetas se hicieran presentes. Si al llegar la madrugada la luminosidad era un arco iris y los ruidos sinuosos de la ciudad eran opacados por los alegres trinos. Todo el verdor y el asombro de ver libar a los colibríes yace en la agreste de un pedazo de infértil tierra. Han pasado 5 días que parecen 5 siglos. Y me pregunto dónde se han refugiado las aves color amarillo, las abejas que rondaban las pequeñas flores. Los pequeños colibríes de alas fuertes. A dónde se han marchado los dulces cantos. Ahora en que casa los sombras agrestes asustarán en las noches de tormenta. No te dije nada para evitarnos una tercera guerra mundial y solo por las noches cuando intentas abrazarme. Me preguntó a mi misma ¿Qué hago aquí con este terrorista ambiental de mierda?

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Esquirlas La tarde pasaba lenta, el barullo de la gente en la oficina me hacía pensar «¡Ojalá que esto termine pronto!» entre el papeleo, los requerimientos, las órdenes de compra, el teléfono sonando y los gritos de mi jefe histérico, me estaban taladrando la cabeza. Después de 8 largas horas de suplicio, acabó a las 5:00 pm; salía de la oficina con dirección a la parada del colectivo, iba con el tiempo justo para llegar a la universidad, esperaba mientras leía unos mensajes en el celular, cuando se asomo el camión a la esquina, dando vuelta a gran velocidad, frenando de manera súbita, frente a la parada, en cuanto abrió la puerta, los gritos se hicieron llegar — ¡súbase, súbase! — Agitaba la mano de manera enérgica hacia adentro, mostrando ansiedad en el rostro. En cuanto me subí dio arranque a toda marcha, sin dejar siquiera que tomara asiento, víctima del prejuicio pensaba en que iba tarde para su revisión de vuelta, hasta que un estallido nos asustó; el chófer del camión — ¡Chingada madre, ya nos alcanzaron! ¡abajo! — Nos gritaba a los pasajeros. No me dio tiempo de nada, cuando una segunda detonación atravesó el cristal de la ventana de atrás — ¡puta madre! — se escuchaba decir al chófer, pensé que no llegaría a la universidad, tenía examen final ese día; encaramados en el suelo del camión, una señora protegía a una niña que lloraba, un hombre del final tomó el acojinado de uno de los asientos para hacer barricada, los demás apilados sobre el piso, uno al lado del otro se cubrían la cabeza y algunos los oídos, no faltó el listillo que iba asomándose videograbando, poniendo en riesgo su vida, yo no paraba de pensar, si ir a mi examen o dejarlo pasar, el camión tomó la avenida principal, detrás de él, venían dos camionetas oscuras, de reciente modelo, equipadas con grupos de un aproximado de 6 personas en cada una, jovencitos de no más de 20 años, armados hasta los dientes, arrojando granadas y disparando a diestra y siniestra entre ellos, uno de ellos nos rebasó, quedamos en medio de la trifulca, uniéndose más adelante una patrulla de estatales que abrieron fuego, las detonaciones se escuchaban una detrás de otra, comenzando una

Adriana Rodríguez guerrilla, tirada en el suelo, me arriesgue a bajar en la siguiente parada, al parecer irían sobre la avenida y seguir ese curso, me ponía en la mirilla, el chófer del camión accedió a bajarme, menos responsabilidad para él, detrás de mí, bajaron la señora con la niña, la mujer corrió hacia los edificios próximos y yo tomé la calle que cruza para ir a la universidad, en cuanto puse un pie abajo, el camión arrancó tomando otra ruta, detrás de él, se unieron otros dos vehículos más que emboscaron a la unidad oficial, intentando huir de aquello, apresure el paso, cuando un fuerte golpe sacudió la carrocería de un auto, causando la colisión de otros más, un vehículo tipo Hummer color negro, embestia un neón azul, el parachoques quedó hendido, el impacto fue tal que quedó ganchando al vehículo de enfrente, la camioneta seguía empujando a los vehículos contra para abrir paso, no dejando maniobrar a los conductores, en menos de un minuto, se había ocasionado un choque en cadena, que abrió paso al perpetrador, detrás otra camioneta de color oscuro viajaba a exceso de velocidad en persecución, haciendo disparos inciertos, apuntando a todo lo que se moviera, no recuerdo ni como pude pensar, solo me tiré al suelo, comencé a avanzar para cruzar el estacionamiento de un local comercial, con las personas corriendo a mi alrededor, me apresure a llegar detrás una camioneta tipo van de una tintorería que estaba en el lugar, me puse en cuclillas detrás del área de las llantas, esperando a que todo pasara, otro vehículo detrás abriendo disparo a ráfagas y a gritos — ¡ábranse a la verga! — impactaba a los vehículos ya dañados; cubría la cabeza con las manos, alcanzando los oídos para reducir el sonido, cuando una mujer llegó corriendo junto a mí, lloraba, hiperventilando, a punto de un colapso, gritaba histérica, me puso de nervios, mi reacción fue violenta, le sujete ambas manos, le grité pidiendo que se calmara, que se detuviera, que dejara de hacer eso, la mujer gritaba más, no pude con eso y le dí una cachetada, la mujer me vio sorprendida, cubriendo el golpe con la mano, con los ojos llorosos, un poco más tranquila, asintió, la agache junto a mi y le dije que agosto 2021

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no se moviera, si no hasta que todo aquello tuviera fin, fueron minutos eternos, en los que proyectiles impactaron contra la carcasa de la camioneta, en las paredes de los locales, rompiendo cristales de las ventanas,tan solo escuchando los casquillos caer sobre el pavimento, una detonación más estridente sacudió en vibraciones, solo vimos un destello de luz, seguido de un sólido eco que retumbó mientras veíamos como pedazos de metal caían por doquier, un rechinido de llantas, después solo hubo silencio, los motores de los vehículos echando humo, algunos trozos de metal aún encendidos, personas saliendo de sus escondites, mirando a la vez algunos cuerpos inertes tirados sobre el asfalto, no supe qué fue de la mujer, seguí mi camino; 06:30 pm llegue a la universidad, para encontrarme con que había perdido el examen, el profesor no quiso aplicar de nuevo la evaluación, aún con mi "pretexto" así que sin hacer más, me retiré, al llegar a casa, me di cuenta que en la pantorrilla, llevaba esquirlas incrustadas que no había sentido por la adrenalina.

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¿Qué somos?

Jesús Fuentes

Una tarde más, una más de las tantas que estaban juntos. El cielo entre bermejo y dorado, resplandecía en el amplio espejo del mar. Un atardecer de postal (aunque estas ya están en desuso: ¿quién envía postales en estos días?). Sus miradas clavadas en el crepúsculo, único, irrepetible, de un verano tórrido. Una vista perfecta desde ese enorme ventanal, ubicado en el tercer piso, habitación 307, del hotel Vista al mar, sobre el bulevar costero. Los cuerpos aun húmedos, envueltos de pasión. Recién se habían amado, con locura, como gatos en el tejado, irreverentes, con sus rasguños, con sus jadeos… y ¡ya se deseaban de nuevo! Sus ojos en embeleso, hablándose. ¿Atracción mutua? ¿Necesidad de amar? ¡Sentirse amado? ¿Apego? Solo ellos lo sabían. Al atardecer impoluto, lo devoraba la oscuridad. Con hambre, bajaron al restaurant de sushi, ubicado en la planta baja del hotel. Ordenaron…octopus roll (queso, aguacate y camarón capeado por dentro, forrado en pulpo) y los condimentos: jengibre y wasabi. Ella maneja con destreza los “hashi” (palillos). Él con torpeza; pide mejor un tenedor. Ríen. Ella, inserta su mirada en los ojos de él, preguntándose: ¿estaré de verdad enamorada?, ¿será una de mis locuras? -¿En qué piensas?, ¿estás bien?, demanda él. - Sí, todo bien. Pensaba en vivir el momento, solo por hoy, como dicen los doble A. Es algo que he aprendido en las juntas de comedores compulsivos. - “Vive y deja vivir”, expresión también de ellos, afirma él. En el elevador, se abrazan. Él, con ternura la besa en la frente. La ama, seguro está de ello. Y ella, ¿sentirá lo mismo?, se cuestiona. Ya en la habitación, ella de inmediato se descalza, se introduce al baño. Él, se deja caer en la cama, de espaldas, meditabundo. Se escucha el correr del agua en la regadera. -¡Ven!- exclama, y agrega: ¡el agua esta riquísima! Inquieto, con el champú, le enjabona todo el cuerpo, como si moldeara una figura de cera. Ella siente sus pechos, arder, se elevan como crestas de oleaje. Con suavidad se recorren sus cuerpos, en armonía; el líquido tibio resbala sobre ellos. Sus bocas, asfixiándose. Con tersura, le seca la espalda, evoca la escoliosis de ella. Ya, en la amplia cama, tendidos, uno al lado del otro, indulgentes, entre las horas inciertas del verano, esperan en silencio, como esperando a alguien que nunca dijo que vendría.

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El deseo ––Vámos a nadar en la alberca––les dijo Huguín a sus amiguitos cuando acabaron de comer hot dogs, pizzas, sándwiches y helados en su fiesta de cumpleaños. Todos apoyaron la idea y de inmediato fueron a cambiarse para meterse a la alberca que estaba ubicada en el patio de la residencia. Todos traían sus trajes de baño, dispuestos a nadar. Después de dos horas de nadar, sus padres los llamaron para partir el pastel. ––¡¡Que lo muerda, que lo muerda!! Le gritaban sus amiguitos a Huguín dispuestos a que mordiera el pastel y hacerle una travesura, sin embargo eso no ocurrió. Solamente se dispuso a soplarle a la vela para apagarla. ––Pide un deseo ––le dijo Ana, su mamá. Huguín, antes de apagar la vela se concentró y pidió un deseo con el pensamiento. Sabía que aunque era imposible que se le concediera lo que había pedido, de todos modos era una ilusión muy grande lo que había pensado. Así que sin más, simplemente sopló y la vela y ésta se apagó. Hubo muchos cánticos y muchos invitados tomaban fotografías que enmarcaban la celebración. Pasado un rato, algunos de los padres de familia les llamaron a sus hijos para retirarse. Otros seguían platicando y conviviendo con Sharon y Esteban, los padres de Huguín. De los pocos amiguitos y primos de que aún quedaban en la fiesta, planearon jugar otra a cosa cuando acabaron de comerse el pastel. ––¿Qué podríamos jugar? ––les preguntó Huguín. Unos dijeron que a los encantados, algunos dijeron que preferían jugar Xbox en la televisión, otros dijeron que a las escondidillas, siendo ésta última la opción la que la mayoría estuvo de acuerdo. ––Uno, dos tres ––dijo Ramiro antes de que pudiera voltear de la pared para ponerse a buscar a los demás, pues él había sido el elegido para ser el primero que buscara a los demás Como la casa era muy grande, no hubo ningún problema en esconderse en los jardines, la

Héctor Hernández cochera, las recámaras, los baños o incluso en la cocina. Lugar que el pequeño Huguín había escogido para esconderse. Cuando ramiro iba encontrando a uno por uno, gritaba: ––¡!Un, dos, tres, encontré a Iván!!¡¡ Un dos tres, encontré a Pedro!! Y así gritaba sucesivamente cada que encontraba a alguien. Como ya era hora de que muchos se fueran, incluyendo a Ramiro, pensó en no dejar el juego inconcluso antes de encontrar a todos. Así que se dió prisa y recorrió los lugares en los que no había buscado. Huguín escuchó que Ramiro había encontrado a casi todos. Entonces pensó en meterse adentro del gran refrigerador que recientemente habían comprado sus papás. Ese es un lugar donde nadie podría encontrarlo, así que abrió las puertas y entró. Se acomodó y esperó un rato. Los minutos pasaban, uno, dos, tres, cuatro hasta completar una hora, luego dos, luego otra. Como vió que nadie lo encontraba se acurrucó un rato pero se le olvidó salir y se quedó dormido. El tiempo de sueño fue tan largo que cuando despertó y abrió la puerta se dió cuenta que caía nieve por todos lados, eso le sorprendió mucho. Pensó que era una mala broma de sus amiguitos. Pero lo que más le llamó la atención cuando salió del refrigerador fué que se dió cuenta que enfrente a él estaba un mamut. Creyó que estaba soñando, pero se pellizcó el brazo para saber si estaba soñando y se dió cuenta que estaba despierto. El mamut era de verdad. Justo como lo había pedido en el deseo cuando sopló la vela, después se dio cuenta que estaba frente a otros mamuts que habían vivido hace millones de años, Huguín pensó que le harían daño, pero al contrario. Los mamuts eran muy dóciles, tanto que incluso se dejaron tocarse la trompa. Eso lo impresionó mucho, aún así pensó en gritar para pedir ayuda, sin embargo se dió cuenta que estaba solo y que nadie iba a poder ayudarlo. Afortunadamente la buena suerte estaba de su lado cuando a lo lejos agosto 2021

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vió que un hombre con una lanza, cubierto de pieles de animales, se le acercaba. “Menos mal”, pensó Huguín, “le preguntaré donde estoy, quizás él me pueda decir cómo regresarme a mi casa”. Desafortunadamente no ocurrió como lo esperaba, pues cuando el hombre pasó frente él, le preguntó dónde estaban. El hombre parecía no entenderle nada, incluso solo se le quedo mirando y siguió caminando. Huguín no se dió por vencido y caminó detrás de él, pensó que si llegaba a algún lado podría haber más gente, así que lo siguió mientras la nieve seguía cayendo. Como el hombre vió que Huguín tenía frío se quitó una de las pieles y se la dió para protegerse del frío, a lo que Huguín aceptó gustoso. Después de caminar casi una hora, llegaron a donde se veía humo que salía de unas viviendas Qué buena suerte tengo, pensó Huguín, quizás haya gente que me pueda ayudar. Pero no fue así, cuando llegaron el hombre fue recibido por su familia que al ver a Huguín le dieron la bienvenida y lo invitaron a entrar a su choza. Adentro estaba una señora que parecía la abuelita de todos, ella era la única que podía entender a Huguín. ––Pasa, siéntate con nosotros. ––Habla mi mismo idioma, pensó Huguín. Claro que puedo hablar tu idioma, incluso puedo saber lo que piensas ––le dijo la señora, dándole una vasija con un poco de té de hierbas caliente–, toma, es bueno para quitarse el frío. ––Dónde estoy preguntó Huguín. ––Pues, estás en la tierra de los sueños ––dijo la señora. ––¿La qué? ––preguntó de nuevo Huguín un poco confundido. No sabía de qué le hablaban. ––Según tengo entendido, pediste un deseo para conocer a los mamuts y como eran los lugares donde vivían. Pues aquí lo tienes, tu sueño se ha cumplido. ––¿Y cómo regresaré a mi casa?, quizás mis papas estén preocupados ––decía Huguín con cierto pesar. ––No te preocupes regresarás a su debido tiempo, primero acábate tu té. Cuando Huguín se terminó su té, se quedó dormido y despertó en su cama cuando sintió que muchas voces. ––Huguín, Huguín, despierta, nos tenías muy preocupados. Eran sus papás y todos sus amiguitos que lo estaban buscando y al no encontrarlo se preocuparon. Huguín quiso contarles a dónde había ido, pero creyó que era inútil. No le creerían. Del lugar que visitó, lo único que pudo conservar fué una cadena que la señora le había regalado, antes de que se quedara dormido. Ahora Huguín, sabía que a veces lo que pedimos se nos puede conceder como fué su caso al visitar la tierra de los deseos.

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Tres narraciones

Eduardo Barragán Ardissino

Sólo una vez El policía Carlos Herrera siempre fue muy diferente a la gran mayoría de las personas. Desde elinstante en que comenzó a tener uso de razón supo del increíble y mágico don con el que había sido bendecido, como si alguien se lo hubiese susurrado al oído, con lujo de detalles. Decidió no confiarlo a nadie y siempre se abstuvo de hacer uso de esta habilidad, pues sabía que únicamente podría usarla una vez en toda su vida. Encerrado en su celda, lugar donde cumpliría una condena cuya cantidad de tiempo ya había olvidado, no podía más que repetirse a si mismo que había desperdiciado por completo el don que siempre lo había tenido tan orgulloso. Ahí sentado con lágrimas en los ojos, podía pensar en todas las ocasiones en las que debió haber usado su poder y en las tantas otras en las que en su momento optó por no usarlo. Recordaba una y otra vez aquella fatídica noche. La noche en la que, vigilando su sector con su uniforme puesto, y pensando en su creciente deseo de volver a casa junto a su esposo y a su hija, se encontró con esa escena, en ese callejón oscuro al que dirigió su mirada accidentalmente. La mujer era incapaz de gritar, pues uno de los asaltantes armados le cubría fuertemente la boca con su mano libre; mientras que el otro, al acábar de arrebatarle todo lo que ésta poseía de valor, comenzó a desprender los botones de la camisa de su víctima de un modo violento. Levantando su arma reglamentaria, Carlos les ordenó detenerse y bajar las armas, considerando innecesario abrir fuego en ese momento. No obstante, los victimarios no fueron de ese parecer, ya que no dudaron ni un segundo en usar sus pistolas contra sus dos blancos humanos, antes de huir del lugar a toda velocidad, sin darles oportunidad de reaccionar a ninguno de los dos. —Llegó… el momento de... hacerlo —pensó decidido, al verse herido en el hombro, al igual que la desconocida mujer y recordando a su

familia que lo estaba esperando decidió que no moriría aún. Las vidas de los dos parecían tener los segundos contados; por lo tanto, un instante después de aquellas últimas palabras, ocurrió lo que él estaba esperando. El tiempo mismo comenzó a correr en reversa a una velocidad impresionante. En dos parpadeos se encontraba nuevamente presenciando el crimen, a metros de distancia de los protagonistas; sin embargo, él ya no era el mismo de antes. Sin pérdida de tiempo intervino disparando dos de sus proyectiles a las piernas de uno y del otro, evitando que pudieran dañar a la dama. Fue corto el tiempo en que creyó haber reservado y usado sabiamente su don inexplicable; como también fue corta su sensación de triunfo. Encerrado, condenado a años de prisión, separado de su querido Esteban y de su pequeña y amada Diana, no lamentaba haber ayudado a esa muchacha, ni haber asistido a los dos asaltantes con el fin de evitarles la muerte. Lo que lamentaba era no haber hecho uso de su poder en una mejor circunstancia de su vida. Tal vez no habría acabado todo así. Aunque quería odiar a la víctima de aquel acto criminal, por haber testificado en su contra (acusándolo de negligente en el uso del arma, y negando todo el peligro que, según él, ella corría), no podía hacerlo; entendía que actuó así por miedo a represalias por parte de sus agresores. A quienes no podía evitar detestar era a los familiares y amigos de uno de ellos, muerto poco después del suceso, en el hospital. Por culpa de éstos, que declararon en todas partes lo "buen pibe" que era el hombre, y que exigieron "justicia" contra Carlos, él estaba donde estaba. A pesar de lo mucho que le doliera, debía resignarse a su situación y aceptar que, para la gente, eso era la justicia.

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Quieren divertirse —¿Ese soy yo? —pensó Matías estupefacto. Ya no le importaba en lo más mínimo el escenario que tenía frente a él. Los restos de aquel accidente automovilístico que se había cobrado una víctima fatal, ya no tenían ninguna importancia, al haberse visto a sí mismo en la vereda de enfrente, entre todos esos espectadores. Esa visión no duró mucho, pues aquel individuo igual a él no tardó en confundirse y en desaparecer entre la multitud que se había reunido para ver lo que quedaba del pobre peatón atropellado. A pesar de lo común que se volvió esa clase de accidentes en el pueblo durante ese último tiempo, la gente no perdía el interés en ellos, con excepción de Matías. Él solo pudo pensar en ese sujeto durante toda esa semana. No había error: ese hombre era exactamente igual a él, y eso lo perturbaba. Hubo días en los que, por medio segundo, creyó haberlo visto de nuevo. ¿Se estaría volviendo loco? ¿Por qué le afectaba tanto lo que había visto? Entonces, siete días después, ahí estaba de nuevo. Tenía la misma expresión imparcial en el rostro que aquel día. Caminaba muy aprisa. Sin dudarlo, Matías siguió por horas al misterioso sujeto que tanto lo desconcertó sin conseguir alcanzarlo. El perseguido, en ocasiones, volteaba para ver su perseguidor, solo para seguir avanzando sin cambio alguno, como si nadie estuviera detrás de él, lo cual aumentaba la obsesión de Matías por estar cara a cara con ese tipo. Tan hipnotizado ya estaba con esa visión que, para cuando se dio cuenta, el auto ya lo había golpeado fuertemente, matándolo casi al instante. El revuelo de curiosos no se hizo esperar. —¿Esa soy yo? —pensó Julia, al notar a esa mujer exactamente igual a ella, entre toda la multitud de gente que seguía acercándose a mirar...

Como todas las noches Estaba solo en su cuarto, como todas las noches, con la única diferencia de que, en ese caso, tenía la pistola en la mano, decidido a usarla. Como todas las noches, sus padres estaban peleándose escandalosamente entre ellos. Trasladaron, como todas las noches, el pleito al patio, donde el padre llevaba las de ganar. Determinado a no soportarlo más, apuntó desde su ventana, sin importarle quien fuera a recibir la bala. Esa noche no sería como todas.

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Tras tu ventana Astrid G. Resendiz Te mira tras la ventana. Te asecha desde lejos, esperando el momento idóneo. Ese, en que todos se van a dormir y permaneces despierto. Siempre sale a deambular por las calles luego de las diez y media, abre bien tus ojos y escucha muy bien, te contaré por qué. Posee características que le proveen cualidades especiales para acechar a sus presas. De dia, es un pobre espíritu sin fuerza. Luego de que el ultimo rayo de luz deje de filtrarse por las rendijas del ventanal, empieza su metamorfosis. Le salen filosas garras y colmillos; su cuerpo se ennegrece como la noche y adquiere un aspecto humeante; a pesar de esto, su gélido cuerpo congela todo a su paso, dejando detrás de sí, aquel rocío que caracteriza a la noche. De esa forma sabrás que se encuentra cerca, acechándote. Conforme las tinieblas se van aprovechando de la despedida del sol, adquiere otras habilidades; se comienza a multiplicar lo que le permite abarcar otras regiones. Su visión nocturna se vuelve aguda y su olfato se potencializa; pudiendo oler a miles de kilómetros a un pequeño apestoso que no se quiso bañar; así, saborea mejor a los pequeños desobedientes. La ropa sucia se engancha con mayor facilidad entre sus garras. Es sutil y silencioso, se escurrirá debajo de tu puerta; humeante traspasará tus ventanas, entrará por tus narices y como oleada irá recorriendo cada parte de tu ser, hasta envolverte con su cuerpo, posará sus garras en tu espalda, sujetándote para que no puedas escapar y con sus colmillos devorará desde la cabeza hasta tus pies cualquier rastro de tu alma, así hasta consumirte. Muchas personas insensatas, no lo creen y no previenen a sus hijos. Por las mañanas los encuentran dormidos, sin saber que no volverán a despertar por qué se los ha devorado por dentro. Por eso te ruego que te prepares para dormir, intenta cerrar tus ojos, suspira y arrópate entre tus cobijas, las cuales serán tu escudo por si el coco entra a confirmar si ya estás dormido. El ultimo rayo de luz está filtrándose por la ventana, ha llegado su despertar. Lávate las manos, acaba de cenar, tiende tu cama pequeño mío. Apúrate, te pido, que solo te queda poco tiempo antes de que el coco busque famélico a quienes devorar. Me despido con un beso, tu madre está por llegar, recuerda lo que te he contado, es hora de volver a mi morada. Pero, no tengas miedo mi niño, tu sabes que te amo, por eso te lo he contado, no quiero que mueras como lo hizo mi hermano.

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Ciudad Suicida

Mario de la Cruz Arreola

Son las 7:00 a.m., estrellas el despertador contra la pared, pateas la puerta de la recámara, te metes a bañar medio dormido, chocas con la puerta de acrílico de la regadera y la rompes haciéndote algunas cortadas, te bañas entre hilos de sangre, te vistes, tomas el portafolio y te avientas por la ventana, desde el cuarto piso azotas contra el techo de un automóvil, te levantas con un brazo doblado en un sentido imposible, tomas un taxi, le avientas los billetes en la cara al conductor, arrancan a toda velocidad, chocan contra un bote de basura, atropellan a un par de peatones, desbaratan el costado de otro carro, llegas al edificio donde trabajas y subes a tu oficina con pedazos de cristal en la cara, tu jefe te espera mirando el reloj: “Llega Usted tarde otra vez”, sales del despacho del jefe y vas a tu escritorio, se oye un disparo y los demás empleados se inclinan un poco desde sus escritorios para ver al jefe acostado con la cabeza perforada sobre el escritorio, con los sesos desparramados grita: “¡Sigan trabajando idiotas!” mientras se levanta con una engrapadora en la mano poniéndose grapas en los dedos para asomarse por una ventana; en el rincón de la cafetera, otro empleado escupe el café frio y restriega el aparato contra la pared hasta electrocutarse; aparece un cliente con una ametralladora y balea a quien encuentra a su paso, hasta que un francotirador de la policía le pega un tiro en la frente; entre maldiciones y reclamos los empleados siguen trabajando, hemorrágicos, con miembros rotos o mutilados; al final de la jornada todos acumulan un monte de papeles arrugados y sanguinolentos sobre el escritorio del jefe, quien lleva ya su décimo lanzamiento del día desde la ventana. Llegas a tu casa, te sirves un plato de tachuelas, empiezas a masticarlo, prendes la televisión, todos los canales transmiten el mismo programa que empieza diciendo tu nombre y aparece el nuevo hogar de tu viuda, donde ella conversa tranquilamente en la cocina con su nuevo esposo, la cámara pasea por la limpia casa y sale al patio, donde un niño está parado viendo pasar a los carros en la calle, la cámara rodea al niño hasta enfocarlo de frente y el niño te dice: “Papi, te extraño, quiero estar contigo”.

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El cubo Desperté, no veía nada. La oscuridad total invadía el lugar. Presentí, que había estado por siempre aquí. Estuve largo rato en cuclillas hasta que me cansaba y entonces me paraba cuanto mi largo es. Después de unos momentos inerte decidí moverme, dí unos pasos al costado hasta encontrar el límite; es que esa falta de luz total impedía siquiera que me pudiera ver las manos, sin embargo sentía que lo hacía; podía poner tres dedos simulando números, luego cuatro hasta cinco; estirar los brazos y no verlos, pero saber que estaban ahí, es la sensación que tiene un manco por su miembro fantasma. Dí dos, tres, seis, nueve; nueve pasos es lo que había de un extremo al otro, luego por el filo la misma distancia, hacia delante, tres, seis, nueve; coincidió con la medición anterior; levanté mis manos sobre mi cabeza y toqué el cielo raso, a solo unos centímetros sobre mí. Era un cubo. Este espacio era cuadrado, cuadrado perfecto, es decir, su construcción era prolija, fina, liza; si lo pudiera ver incluso pensaría que sus paredes eran negras. El clima o la temperatura del lugar era cálida, ideal, no hacía ni demasiado frío ni demasiado calor, incluso el suelo sin tarimas, ni de espuma o alguna otra comodidad, era increíblemente, no sé, no lo puedo describir con palabras, solo sé que es cómodo. Me encorvo como un feto cada cierto tiempo y entonces duermo en confort. Nuevamente estoy despierto, es extraño, no recuerdo mi sueño; me toco la cabeza, la cara, palpo mi ser y me siento distinto, como si estuviera rasurado. Me acuclillo y toco mis rodillas. Soy delgado medianamente alto, o eso creo, no tengo forma de medir, sin embargo el cubo oscuro es alto, entonces soy alto; si fuera más pequeño entonces lo soy. ¿Cómo saberlo?, pienso y la imagen desaparece en la oscuridad absoluta. Creo en mi mente una figura que imagino que es… se borra, lo negro del cubo es tan absorbente que incluso se traga mis pensamientos.

Pedro Morante Baluarte

Vuelvo a mi soledad perenne decidido a estar en este limbo sin resolución, pero, qué es esto? Me impaciento. Veo algo, ¿cómo es posible? Es un objeto o eso creo. Trato de acercarme con la curiosidad del ciego y siento lo que antes, durante mucho tiempo no sentía, angustia. “Hay alguien aquí” Me duermo en forma automática, como si alguien apretara un botón de desconectar. No puedo determinar cuánto tiempo estuve inconsciente. No hay forma de medir las horas en esta garganta oscura de este cubo negro. Me siento y la sensación de otra presencia me perturba. ―¡Quién está aquí!― Gritó con desesperación para que por lo menos el eco me conteste y, en mi mente se ven las palabras saliendo de mi boca convirtiéndose en cenizas negras cayendo luego al suelo. No hay fonía, no hay sonidos. Sin embargo ese ente está acá conmigo. No me pienso quedar todo el tiempo en mi rincón, quiero saber quién es. Me levanto, camino al costado con la precaución de un elefante en una tienda de cristales. Extiendo mis brazos, y como si hubiera tocado algo filudo, eléctrico, hirviente, saltó hacia un lado. “Toqué”, sí, toqué algo y ese algo también saltó a su lado, cada uno asustado del otro, cada uno con angustia y curiosidad a la vez. Regreso a mi lugar en posición de caracol, me meto en mí ser. Me duermo. Abro mis ojos 一ingenuo yo一 y creo ver un nuevo día: aparento ver de a pocos a otros que me observan. Me siento de inmediato y miro, es decir, percibo que cientos de seres me rodean, entonces me tocan, siento la angustia de un ave en un nido de víboras. Trato de atravesar la pared tan sólida como la oscuridad impenetrable del lugar. Es imposible. Me volteo y enfrentó lo inevitable. Todos se sientan a mi alrededor y me “miran”, alguien me toca el pelo y mi cabellera es larga ahora. ¿Cómo es posible eso? hasta hace un instante era corta. Me preguntan, quieren saber quién soy. No hay palabras que salen de sus bocas, agosto 2021

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las intuyo y, yo también quiero saber ¿quiénes son?, ¿qué hacen acá en esta jaula? ¿Quién soy yo? Como piezas de dominó cada uno van cayendo en una desconección automática, el que está al frente que lo siento mayor, el que parece pequeño de mi derecha, uno gordo de mi izquierda y, así, todos se duermen de improviso, luego caigo yo, y por primera vez o tal vez por última, sueño. Me veo corriendo tras un joven en un campo hermoso, lleno de luz y colores. Siento la naturaleza, el ruido rítmico de lo cotidiano, las sonrisas de todos y la alegría de un nuevo día. Sigo al joven a todos lados, como si fuera su gemelo. En eso, veo al pequeño ente que estuvo conmigo en el cubo; recuerdo el cubo; veo al viejo que estuvo al frente; volteó y veo a todos, y los recuerdo como si fueran personas de mi cotidianidad. El joven corre y yo tras él, como un imán vivo. El pequeño corre igual tras el perro; El gordo quieto al costado de un árbol; el otro, es ahora delgado a los pies de un poste, otro es sólo un objeto. Me miró luego de acomodar mis ideas y, soy negro y alargado, oblicuo. Descubro todo. Soy una sombra y ellos sombras conmigo.

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¡Extra, extra!

Alfa Tao

¡Nació el primer bebé con IPhone incluido! Y no importó que naciera con el dispositivo integrado en su mano: en vez de palma y dedos, pantalla táctil. Tampoco que rompiera la regla de fidelidad generacional de su familia por Android. Pareció irrelevante que los niveles de triglicéridos, glucosa y colesterol estuvieran por los cielos y que su sangre en vez de roja, al contacto con el oxígeno se coloreara primero de azul y luego de rosa. Mucho menos inquietante fue que, durante su trayecto a través del canal de parto; el dispositivo donde se reproducía la música del obstetra, cambiara abruptamente la reproducción del “Himno a la alegría” de Beethoven, por una playlist retro de Spotify que daba inicio con la canción “Cerdo” de Molotov. Y oiga usted esto: ni a los allí presentes, ni a las benditas redes sociales, les perturbó que antes de llorar; el nene se tomara una selfie y expusiera las partes privadas de su madre en Instagram. ¡Lo que a todos irritó, fue que nació zurdo!

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Está prohibido echar a volar cometas Márcia Batista Ramos El 18 de agosto, nuestro país conmemora la fiesta de la independencia británica, ya pasan ciento y dos años de que los ingleses se fueron; y la abuela Samira, que ya está tan vieja cuanto el tiempo, dijo que no conoció paz en sus largos años de vida. Porque nuestro país, siempre estuvo acechado por el mal, y muchos milicianos, prometiendo paz, cuando apenas, vinieron a matar a nuestro pueblo, y a traficar el opio, y a robar nuestra paz. En los últimos años los bombardeos fueron tantos, que las abejas dejaron de producir miel y ya no pudimos exportar, ni consumir el oro dulce que ellas nos dejaban. Nuestros campos están muy pobres, ya no recuerdan los tiempos productivos, cuando las ovejas pasteaban bajo los olivos durante dos o tres meses, después, los frutos maduraban y la cosecha era abundante. Las guerras que arrastramos desde el siglo pasado, parecen que acabaron hoy, domingo. Porque los “estudiantes” (se llaman así en su idioma) tomaron la capital, después de arrasar con miles de vidas a su paso. Ahora, ellos vuelven victoriosos al gobierno, de un país que no consideran suyo y que no saben, exactamente, qué hacer para promover el desarrollo y llegar a ser bien vistos a los ojos del mundo. La abuela Samira, me contó que Mansur, el hijo de su hermano menor, llegó ayer con su familia desde una provincia del sud, cerca de Kandahar, todos están muy asustados, abandonaron su casa y sus tierras porque los “estudiantes”, llegaron a su pueblo como cerdos salidos del infierno: violando a todas las mujeres y niñas que lograban capturar. Dijo que su vecino Abbas, mató a su propia hija delante de todos, para que los “estudiantes” no la toquen y con toda su furia les gritó: - “¿Para eso quieren gobernar? ¿Para ultrajar a mujeres y niñas? ¡Mátenme, cerdos, ya no podrán tocar a mi hija!”

Y ellos se retiraron empuñado fusil, con sus barbas largas… No les gustó ser enfrentados, ellos harían cosas peores con la linda hija de Abbas, pero no les gusta que nadie les diga violadores. No les gusta que les digan la verdad, porque ofende su complejo de correctos, de salvadores de la patria. El señor Abbas, logró hacer unos cuatro disparos antes que lo maten, pero quedaron cuatro “estudiantes” muertos. Entonces, fue cuando Mansur decidió venir con su familia para estar cerca de los parientes, si algo le pasa. Estoy dolida, así como todas las mujeres del país e igualmente están sufriendo los hombres que son hijos de Dios, porque las noticias de las atrocidades que los “estudiantes” vienen cometiendo a su paso son aberrantes; cometieron un brutal atentado en una maternidad… Y dicen que quieren construir un país seguro… Mi madre con los ojos llenos de lágrimas dijo que, desde hoy todo será distinto, hay que cumplir un estricto código social. Ella sabe muy bien, pues ella ya vivió cuando ellos gobernaron anteriormente y dijo que, si cumplimos las nuevas Leyes, no seremos azotadas, ni maltratadas públicamente. Entonces ella quemó algunas ropas coloridas que tenemos, algunos shorts y vestidos cortos, también nuestros cosméticos (nos dijo que a muchas mujeres con las uñas pintadas les han sido amputados los dedos), asimismo, quemó nuestros zapatos con tacones, que pueden producir sonido al caminar (un varón no puede oír los pasos de una mujer, según los “estudiantes”). Mi hermana está llorando inconsolablemente. Ya no podremos seguir estudiando en la universidad o cualquier otra institución educativa, debemos dejar de practicar deportes, ninguna mujer volverá a entrar en cualquier centro o club deportivo o montar en bicicleta, motocicletas o caballo. No logro llorar, creo que estoy en estado de choque pues, de alguna manera no estoy

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asimilando el estricto código social a que debemos regirnos, que incluye graves restricciones a la libertad de circulación, expresión y asociación de la mujer, evidenciando un trato marginal, atentatorio a los derechos humanos y misógino. Son muchas las vejaciones a las que nos someten con la excusa de “protegernos y sacralizarnos”, son indecibles. En este preciso instante, tengo la sensación de que es una pesadilla todo el retroceso que representa a nivel de garantías a los derechos individuales de todas las mujeres. Todo eso es, indiscutiblemente, criminal. Ya que bajo las reglas de los “estudiantes” las prohibiciones para las mujeres reflejan odio y aversión a nosotras, a niveles enfermizos. Nuestro país es pobre, los consecutivos años en guerra nos hicieron más pobres, muchos hombres murieron y otros tantos están mutilados, pero, los “estudiantes” prohíben, completamente, el trabajo femenino fuera del hogar, que igualmente se aplica a profesoras, ingenieras y demás profesionales. Sólo médicas y enfermeras tienen permitido trabajar en algunos hospitales, bajo pena de ser azotadas, golpeadas y abusadas verbalmente por contravenir a las reglas La lista de exclusiones es larga y todas las mujeres debemos someternos. Ya no podremos reír en voz alta (ningún extraño debe oír la voz de una mujer); hablar o estrechar las manos a varones que no sean “mahram”; y de subir en taxi sin un dueño y guardián; tener presencia en la radio, la televisión o reuniones públicas de cualquier tipo. Tampoco, nos permiten ser fotografiadas o filmadas. Estamos prohibidas de usar indumentarias de colores vistosos, lavar ropa en los ríos o plazas públicas y acceder a los baños públicos. Para cada prohibición viene un castigo cruel, por ejemplo, reciben azotes en público aquellas mujeres que no oculten sus tobillos. No sé si logro explicarme, yo y todas las mujeres de todas las edades, desde el domingo 15 de agosto del año 2021, estamos privadas de libertad en nuestro país, por el hecho de ser mujeres. Ya no podremos cantar o hacer una selfie, escribir un poema o salir a tomar un helado… Se me olvidaba: Está prohibido echar a volar cometas.

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Todo concuerda El inspector Villa estaba cansado, tuvo una dura semana con muchos contratiempos y eso le evitó dormir bien. Se acercaba el fin de semana y planeó visitar su cabaña del lago e ir a pescar. Eso lo relaja mucho, con aquella paz que se respira entre árboles y montañas, lejos del bullicio de la urbe que tanto lo desespera. Ya había colocado sus cañas junto con su cesta de aparejos cuando, de manera sorpresiva, el teléfono sonó. –Inspector Villa, siento molestarlo, pero lo necesitamos. –Umm… Enseguida estoy con ustedes. “La paz tendrá que esperar”, pensó. El inspector Villa llegó en apenas media hora al lugar del siniestro: la sala de conciertos de la ciudad. Afuera estaba atestado de mirones y curiosos, con una incómoda llovizna que le calaba hasta los huesos. –Hola Fran, siento estropear tu pesca, pero nos informaron de este suceso y pensamos en ti. –¿Ya tiene algo el forense? ¿Posible hora de la muerte? –Está por confirmar, pero parece que fue ayer en la noche, sobre las 22 horas. Era primer violinista de la Sinfónica de la Ciudad. ¡Muy bueno, por cierto! Toda una pérdida, ¡y tan joven! El inspector subió al escenario, se agachó y observó el cuerpo del violinista detenidamente. “Pobre muchacho”, pensó. Observó sus manos cansadas sobre su partitura y sus ojos aún abiertos, como adivinando el compás. Su violín no estaba a la vista. Pero una cosa llamó poderosamente la atención del inspector: en una esquina de la partitura aparecían en escarlata dos iniciales góticas, “GC”, seguidas del número romano XXXIII, como si de una señal encriptada se tratase. Un signo de alerta mezclado con un extraño placer recorrió sus venas por un segundo.

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Susana Mercedes Perezsalvatierra Rodríguez

El lugar era de lo más llamativo: enormes cristaleras daban a un jardín de árboles y enredaderas que lo entretejían todo a modo de una vieja sinfonía de Beethoven. Karl, el violinista yacía tendido en el suelo y su mano inerte parecía dirigir ese misterioso entramado aún sin resolver. El inspector estiró el cuello y reprimió un bostezo. Aquello le era conocido, su materia gris comenzaba a trabajar. –¿Quién reportó el suceso, Peña? –El intendente, esta mañana. Cuando abrió el auditorio se encontró con este desagradable cuadro. –Y eso, ¿sobre qué hora fue? –A las ocho horas, se quedó hecho un guiñapo y no lo comunicó hasta un poco antes de las nueve horas. El grupo forense fue rápido en llegar gracias a su cercanía al lugar. El resto ya lo sabes. –Antes de pronunciarme esperaré al informe completo del forense. Pero… ¿quiénes estaban ayer aquí en el ensayo? –Parece que solo vinieron los músicos de cuerda: violín, viola, violonchelo, contrabajo, arpa, clavicémbalo, piano, guitarra y bajos. Fue un ensayo de afinamiento de cuerdas. Todos estuvieron en el ensayo, según el informe preliminar. Se quedaron hasta las 20 horas, aunque el forense dice que el chico murió unas dos horas más tarde. Ya los citaron a todos y están en camino. Traen sus respectivos instrumentos. –Quiero que se coloquen en el orden en que estuvieron ayer en el ensayo. Cada uno con su instrumento musical. Una vez dispuestos los músicos, el inspector Villa observa la escena detenidamente y advierte que, la guitarra, el bajo y el violín (que se encontró bajo el piano), tienen las mismas marcas en la madera, a los tres les faltaba una cuerda y además se sentaron juntos en el ensayo.


Todo indicaba que algo pasó entre ellos y ese era el enigma a resolver. Después de un intenso y arduo interrogatorio a Junger, el guitarrista y a Klaus, el bajista; le confiesan al inspector Villa que, junto con Karl, el primer violín, pertenecían a una secta de cultura musical ancestral en la que practicaban el ritual de la “Nota de la Muerte”, cuyo sonido simulaba el paso al más allá. Ese sonido era el más agudo alcanzado en una afinación de cuerdas. Representaba un estado alterado de la consciencia, era el tránsito a un nivel más preciado del más allá. Se trataba de la renovación de la alianza existente entre el hombre y el cosmos. Con la elevación del sonido a un grado superior, se encontraba a un espíritu poderoso que se transmutaba con su música para hacer contacto con el universo divino. Los tres “guerreros de cuerdas”, guitarra, bajo y violín, alcanzaron el éxtasis, pero sólo el violín logró la nota perfecta. ¡Todo concuerda!

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Ya soy chango Ayer por la noche habló mi mamá a la plataforma petrolera donde trabajo desde hace más de diez años, para dar una noticia que jamás esperé recibir. Siempre lo supe y por ser el mayor, mi abuelito me procuraba. No se me olvida, que ya de dieciocho años, llegó a la casa manejando una bicicleta. Era para mí. Ese detalle de su afecto no lo olvido, siempre le demostré respeto y cariño, no me costaba mucho esfuerzo porque era un ser humano especial. Recuerdo que cuando empecé a laborar como ayudante de mecánico en las plataformas petroleras, al enterarse se puso contento ya que no siempre lo veía cuando visitaba Veracruz. Cuando le conté todo sobre mi trabajo, le dio mucho gusto. Él laboró en los muelles siempre cercano con el mar. Dejó de reír, me miró serio, queriendo demostrar la importancia de lo que me iba a sugerir. Que aceptara ser ''Chango'' una función en la que se debe subir a treinta metros de altura para enganchar los tubos que se introducirán para perforar y extraer el valioso energético. —¡Sí, abuelito!, ya verá que voy a pedir que me capaciten en la labor de ayudante de perforador Pero, por más que me esforzaba, fueron pasando los años y no me daban la oportunidad. La última vez que lo vi fue aquel verano del setenta y cinco cuando aún era soltero y fui al norte a visitar a mi madre y, por supuesto, a mi abuelito, un mes antes de la triste llamada de ella. Al llegar a verlo, mientras disfrutaba su café, sonrió con mirada interrogante. — ¿Ya te puedo llamar chango mijito? — Casi me raspaba la cara con sus callosas manos, como cuando niño, pellizcando mis cachetes. —Ya mero, abuelito le contesté por enésima vez. La madrugada pasó lentamente y yo tenía los ojos hinchados de tanto llorar. No sabía qué hacer con la tristeza que me salaba los ojos y cómo no delatarme con mis compañeros.

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Félix Martínez Pasaron los meses hasta que un día me llamó el ingeniero para darme la noticia; por fin me capacitarían en esa tarea, e iba a desempeñar yo solo el trabajo. Por un momento mi tristeza desapareció y sentí la valentía correr por mis venas. Después de varios días en cursos teóricos llegó el gran día. Fui escalando desde la base de la plataforma, metro a metro, hasta llegar al extremo más alto desde donde se bajaban los tubos, que posteriormente seria por donde fluiría el líquido viscoso. Tomé con firmeza el tubo y lo ensamblé para, después poner otro. Era una labor pesada, peligrosa, pero de las más importante para la extracción del petróleo. Eso lo sabía mi abuelito y por eso me pregunto muchas veces. Por él insistí para desempeñar esa función. Ya eran cerca de las 7 de la noche y el cielo se pintaba de rojo y amarillo. Ese viento tan agradable que hay en altamar me impulsaba más fuerte allá en las alturas. Tomé un respiro para beber un poco de agua y descansar viendo el cielo. De golpe se me vino el recuerdo de la llamada de mi madre. —''Murió tu abuelito por la madrugada''. Sentí que algo se me atoraba en la garganta, porque no le podría decir que ya era ''chango'', mucho menos enseñarle el video de mi trabajo. Las lágrimas se me escurrían como gotas de mar, y ahí, en ese lugar donde me encontraba solo y lo disfrutaba, volví mis ojos al cielo y grité con todas mis fuerzas… —Abuelito, ya soy chango. Abuelito, te cumplí, ya soy chango.


Minificciones

J.R. Spinoza

Merary Una cosa es segura, mi hermana había sido enviada por algún dios. Cuando lloraba, las nubes se tornaban oscuras y lluvia gorda bajaba del cielo. A mis padres les preocupaba esta situación así que mantuvieron esto en secreto y me amenazaron en muchas ocasiones sobre lo que me pasaría si revelaba los poderes de mi hermana. Por lo que el tema no se mencionaba nunca. Incluso la llamaron Merary, que significa: amada. Pasaron los años y ella crecía. Si sabía o no de aquel don, lo ignoré siempre. Pero era cuidadoso en no hacerla enojar, pues desde aquella vez que le pegué, al pueblo entero lo azotó una tormenta de arena. Cuando cumplió los once tuvo su primera sangre. Se tornó indomable. Un par de semanas después llegó muy molesta. Un joven la había manoseado. Y vi llover fuego y granizo. Como pudo, mamá la calmó. Durante los meses continuaron ocurriendo este tipo de eventos, cada vez que ella se lastimaba o enfurecía. Comprendí que esto debía parar. Cualquier día podría matarnos con esos terribles poderes. Así que le asesiné. Entonces todo se oscureció. Nos cubrieron las tinieblas.

Para la más bella Se leía en la carta. Junto al sobre, un collar de oro, con corazones labrados en rubí. El fabricante había pasado días en su fragua y con sus manos, como único instrumento, dio forma al obsequio de bodas. La novia era Afrodita. Piel blanca y ojos de mar. No sonreía, pero no por eso se veía menos hermosa. Hefestos, enamorado, henchido de orgullo y regocijo, pronunció sus votos. Ella contestó con un “Acepto”, en imitación, tenía la voz dulce como la lluvia en una mañana de verano. Permanecieron estoicos mientras el artista terminaba el retrato, para el que el dios labraría después decenas de cuadros, cada uno más exquisito que el anterior. La primera noche, fue también el primer beso. Quizá la más feliz para él. No advirtió que su amor no era correspondido. Pensó, quizá, que la diosa del amor, tenía la obligación de amar.

Volveré para tu cumpleaños Le dijo a su hija. El destino era un planeta recién descubierto. Una órbita irregular lo hacía estar paralelo a la Tierra cada dos mil años. No pudieron encontrar ningún ser vivo, solo ruinas de lo que alguna vez fueron ciudades. Recolectaron muestras por nueve días. Regresó a casa según su palabra. En el centésimo cumpleaños de su hija.

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Pocos rayos de sol

Mario A. López Efigenio

Para cuando el verano venga, yo quizá opte por ir a la playa a pesar de las grandes cantidades de gentes que se arremolinan por sentir un poco del calor del sol, sal en su boca y arena en su cuerpo. Por muy estereotipada que parezca la situación, quiero ir. Quiero recordar mi infancia en donde con un vaso de plástico tomaba arena, un poco de agua y compactaba un montículo al que trataba de asemejar como el castillo que algún día construiría a mi madre; luego llegábamos a la casa y nuestra casa en obra negra contrastaba como el mundo imaginario y perfecto que había ingeniado mientras que sentía esa felicidad que el propio mar te da. Para cuando el verano venga, lo mejor sería que vuelva a mi casa a abrazar a mi mamá, los años posteriores a la muerte de mi papá originaron en ella una tristeza absoluta que, con la dependencia a la violencia generada de tantos años de matrimonio, le ha dado una extraña dependencia y gusto por el sufrir. Pueda que haga eso, ir a mi casa y recordar los días de mi etapa adolescente, recorrer las calles, visitar amigos y con suerte, ver viejos amores. Para cuando el verano venga, lo mejor que podría hacer es solo tomar el autobús más cercano que haya y perderme en cualquier lugar que me brinde la posibilidad de matar a ese falso ser interior que tengo y renacer. Iría a un pueblo remoto, a las montañas o al bosque en donde el sonido de la naturaleza me ayude a estar en paz a falta de difícil acoplamiento con la sociedad. En una contraparte estaría la posibilidad de hacer las paces con Dios, el amoroso, el omnipresente, el árabe, el judío, da igual; buscar a uno de los miles de dioses para poner en él todos mis problemas o bien, otorgar mis desventuras a cada uno de ellos. Requiero de forma urgente transformar mi falta de fe, no importa si me miento, si resulta absurdo, manifiesto medidas desesperadas para poder soportar todo este dolor. Por otro lado, para cuando el verano venga lo mejor que podría hacer es salir e ir por la vida en una vagancia absoluta en donde las ganas de beber, comer, enamorarme, dormir, pelear, sonreír o llorar, sean ejercidas en un empeño total que me hagan decirme a la cara “¿cuánto esperé por vivir?”. La valoración que se le tiene al verano radica en simple fiesta, alegría, descanso o libertinaje que es aderezado por los rayos ultravioleta que las personas asimilan como dadores de felicidad. Admito que soy igual a los demás en ese aspecto, a esta etapa del año le otorgo una estima que levanta en mí ligeras emociones por presenciar los días de calor, días de vacacionar o días en los que los rayos del sol hacen de mi vida una más alegre y llevadera. Para cuando el verano llegue, yo estaré feliz de hacer lo más posible que he idealizado, lo que he soñado, ir y venir del mundo, de la mano del alumbramiento del sol, de sus colores que me alimentan. Por lo pronto yo seguiré desde mi celda, consiguiendo solo unos pocos rayos de sol.

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Justicia terrenal

Servando Clemens

Esa noche estaba cansado de tanto viajar y pensar. Decidí estacionar mi camión en una cantina que estaba situada a las afueras de la cuidad. Entré un poco indeciso porque tenía cinco años sin probar alcohol. No conocía a nadie en ese tugurio pestilente. Me senté a la barra, al lado de un anciano que usaba un parche negro en el ojo izquierdo. Le pedí al cantinero una cerveza bien helada. Saqué la billetera, miré la fotografía de mi hermano y mis ojos se humedecieron. Sentía un hueco en el pecho. Un tipo entró a la cantina haciendo escándalo y exigiéndole música al cantinero. Se notaba que ya estaba muy borracho, o quizá drogado. Se situó a un lado del viejo a quien al parecer conocía. Charlaron de mujeres, atracos y de dinero mientras bebían como si no hubiera mañana. —¿Y que pasó con el joven del jetta blanco? —preguntó el viejo, casi en un murmullo—. La policía todavía está haciendo muchas preguntas. —El cabrón está internado en una clínica —contestó el tipo—. Aguantó los dos plomazos que le metí en el pecho. Me acerqué un poco más, me hice el desentendido y agucé el oído. —Ah, bien —respondió el viejo, prendiendo un cigarrillo—. ¿Y el carro? ¿Pudiste venderlo? —Lo vendí en partes. El terreno ya estaba calientito. —¿No tienes miedo de que ese amigo cante? ¿Te vio el rostro? —preguntó el viejo—. Si yo fuera tú, me iba derechito al hospital y lo remataba ahí mismo, ¡plas!, un tiro en la frente y se acabó. —No va a decir nada, no te preocupes —aseguró el sujeto, después se empinó la cerveza y eructó. —Dame diez mil pesos y yo hago el trabajito, ando corto de dinero. —Ya te dije que no es necesario. Ese tarado está conectado a un aparato, esperando a que la familia se decida a dejarlo ir al más allá. Ya sabes, los animales y los muertos no hablan. —Bueno, pues salud y felicidades —dijo el viejo, sonriendo y los dos chocaron las botellas. La sangre me empezó a hervir. Estaban ahogados en alcohol, apenas podían moverse y actuaban imprudentemente. Introduje la mano al bolsillo de mi chamarra, saqué la navaja suiza y la abrí. Buenas noches, le dije al cantinero y pagué. Me puse de pie y clavé la navaja en el ojo derecho del anciano. Finalmente tomé por la espalda al infeliz que le desgració la vida a mi hermano y le rebané la yugular. El piso se inundó de sangre. Por fin la música se detuvo. El anciano chillaba en el piso. Salí caminado tranquilamente. Nadie dijo nada. —¿Qué más le puedo decir, viejita? Me dolía el alma —le confesé a mamá en prisión—, por eso lo maté…

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Sobre El amor en los tiempos del cólera Como no tener en cuenta el 14 de febrero, si es la fecha del nacimiento de mí esposa Itza Vianney. O sea, que ese día es festejo por partida doble. Otro dato curioso es que nos llevamos 13 años de diferencia ¡toda una generación! Cuando yo tenían el cabello largo y mosheaba con los riffs de Metallica y Sepultura, mi esposa estaba en el kínder Chopin a una calle de mi casa. Así es que en mi adolescencia y juventud anduve aquí y allá como barco a la deriva, visitando islas, encallando en puertos sin saber que el amor de mi vida vendría más de una década después. Bueno, en realidad no me urgía casarme, pero cuando me llegó, me llegó, A todos nos llega, a unos muy temprano, a otros a su tiempo, y algunos más tarde, pero a todos nos llega, el amor es como la muerte, es inherente a la vida misma. Quizá, algún grupo dirá: Yo no nací para amar, nadie nació para mí, pero puede que no han buscado, o en su caso se aferran a imposibles, confundiendo el amor con la pasión, y la amistad con otra cosa. Esto último me recuerda al memorable personaje de Florentino Ariza, el eterno enamorado de Fermina Daza en la novela El amor en los tiempos del cólera. Quien de joven corteja con cartas de amor en la plazuela a la chica, enamorándose perdidamente de ella. Al principio Fermina tiene interés, y ve algo en él. Pero ella se va y cuando regresa varios años después, queda desilusionada al tener frente a ella a un perdedor, -viendo en él a una sombra y no a una persona- por eso decide casarse con el medico Juvenal Urbino. Y allí empieza el periplo de un corazón que no dejó de amar y de jurar conquistar a tal mujer. Florentino trabaja sin descanso con la ambición de tener una fortuna para hacerse merecedor de tal amor. Me encanta el íncipit de la novela: era inevitable. El olor de las almendras amargas le recordaba siempre el destino de los amores contrariados. Esta hermosa obra habla sobre la toxicidad del amor que a pesar de no ser 76

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David Sarabia

correspondido, es incondicional. Y del aguante, de una esperanza que parece no tener fin. Florentino se tuvo que esperar cincuenta años –a la muerte de Juvenal– para volver a la carga. ¿Amor u Obsesión? Aunque Florentino tiene amoríos durante esos 50 años, no se casa, porque se reserva para Fermina. Tal acción me suena como reversar el sexo para la vejez. El amor tiene que ser de dos; mágico, reciproco, para poder vivir intensamente tal sentimiento. En caso contrario, debería quedar el amor para uno mismo, y abrir las puertas a nuevas oportunidades. El estilo narrativo de García Márquez es sublime, maneja su pluma con una narrativa poética inigualable como si fuera la partitura de una balada. No hay página donde no se lea una frase, un aforismo, o un párrafo lleno de imágenes, sabiduría y poesía. Como en Cien años de soledad, Márquez prescinde de los diálogos, hay pocos, y los que hay son necesarios para darle fuerza a la narración. La historia avanza profundizando en las emociones y sentimientos de los personajes, en las acciones, anécdotas, recuerdos de manera lineal con saltos en el tiempo, técnica muy utilizada en los escritores del boom –que por cierto son mis autores de cabecera; Márquez se desborda en maestría, y por algo EL AMOR EN LOS TIEMPOS DEL COLERA es nombrado como su segundo mejor libro. La novela avanza y uno se pregunta por qué tal título, pero no les diré el por qué, lo único que les puedo decir es que cuando lo descubran, soltaran la risa, por ironía, chiste, una ocurrencia del personaje quizá en complicidad con el propio autor. Pero les aseguro que es genial. Por último, se las recomiendo ampliamente para las fechas en que se celebra el amor. Leerla acompañado(a) con corazones rojos, rosas y osos de peluche. El que ya tiene un amor se enfurecerá con Florentino, quien no lo tiene, tendrá una luz de esperanza al final del túnel.


El encriptado silabar de Laura Solórzano

Adán Echeverría

No era mía la voz, sino del viento Laura Solórzano

En la búsqueda que realicé para el desarrollo del Mapa Poético de México (en 2008), encontré el trabajo de Laura Solórzano (Jalisco, 1961). Desde entonces he disfrutado una y mil veces su trabajo poético, al grado de compartirlo en mis redes sociales, usar versos de la autora como epígrafe para algunos de mis textos, o presentarlo a los asistentes a mis talleres de creación literaria, quienes siempre terminan contagiados de mi entusiasmo por sus letras. El trabajo de Solórzano presenta gran anchura temática: pasa de la pasión cárnica, atraviesa las historias familiares (los años que transcurren desde una mirada infante y recalan en una mirada cuidadosa como el de una madre), en su obra se palpa el deseo, como la indiferencia, el abandono, la consumada felicidad, y todo visto siempre desde el sentirse poeta, desde el saberse escritora en constante dedicación… “—Papá, ¿sabes?, quizá se publique mi libro… —¿Cuál libro? —El de poemas, papá, te acuerdas que te conté… —Ah, sí, sí… Tú que escribes, deberías escribir relatos o una novela. Escribir, lo que se dice escribir.” (“Coprolitos”, en Lo que soñó la novia del hombre lobo, 2019)

Y desde ese sentirse y saberse dueña del oficio, es de donde la autora nos brinda libro a libro una razón para leerla, recorrer pausadamente cada una de las letras que ha ido escogiendo, como quien está en busca de oro, y tiene que filtrar y cernir miles de litros del río, guijarro a guijarro. Porque lo que en la obra de Solórzano llama la atención son los sonidos, y es en ellos (en paladear los fonemas) en donde Laura nos hace detenernos; en esa forma visual que tiene el sonido de cada palabra, la recuperación de cada fonema, la conjunción entre consonante y vocal. Es por ello que, en cada una de sus obras, el trabajo poético que Solórzano desempeña para la construcción de sus versos, me recuerda a aquellos monjes de la edad media que iban trazando una a una las letras sobre el papel, o aquellos cajistas que contaban las

pequeñas letras metálicas haciendo cálculos de los tipos que entraban en cada línea, (en su caso verso, estrofa, poema), con sumo cuidado y dedicación en las imprentas. Escuchemos: “Decirte cosa, cal, cisterna de cisne subido al despojo que fragua el césped en tu fobia, frontal e indiferente, inhóspita y subdividida en cierta acidez, te tengo anestesiado, sonámbulo de casa de sequedad de severa insuficiencia, sucia e inyectada.” (Lobo de labio, 2003) “Me encajo en la nocturna idea de un suave farol y en la factura de foco hirviente: siento una claridad defectuosa. Me alzo en la fortuna de haber resistido alegres faldas con una inflamación de respiros que se lleva el fotón a su discurrir eléctrico”. (“Franz”, en Un rosal para el señor K., 2005)

No necesitamos ser unos estudiosos de la poesía para mirar, sentir, ver, y oír estos dos pequeños fragmentos que ahora presento. El sonido “c” y “s” del primer fragmento, tanto como el fonema de la “f” y la “v” del segundo fragmento son por demás claros. Ahora, la construcción poética no es solamente tomar el recurso y aplicarlo. Imagen, ritmo y sentido, dicen que es lo principal (tal vez lo mínimo) que se debe presentar para estar frente a un poema. Solórzano da prueba de su genialidad al construir poderosas imágenes y versos, impulsándose en el sonido de cada sílaba, y haciéndonos reconocer en la concatenación de los versos, incluso en su aliteración, el canon de sus propias lecturas. En aquel “suave farol” como una “nocturna idea” donde el hablante lírico nos cuenta (mientras nos canta) que decide “encajarse” se nos despliega el oficio de escribir tanto como lo escrito, la propia obra a la que la autora quiere referenciarse; y en el giro poético se termina por dilucidar aquello de: “una claridad defectuosa”; tanto como en “El ojo de mis luces se abre a la descomposición de la noche” nos permite descubrir (en ese lenguaje verbal encriptado) la voluntad de todo escritor que agosto 2021

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se atreve sobre la blanca hoja, al amparo de las tinieblas; pues ante la noche de la inconsciencia está la luz de cada lectura: “Las manos de mi mente mueven la inmensidad” (¡qué tal este cúmulo de “emes” en el que la autora regodea su silabar!). Pero veámoslo completo: FRANZ Me encajo en la nocturna idea de un suave farol y en la factura de foco hirviente: siento una claridad defectuosa. Me alzo en la fortuna de haber resistido en alegres faldas como una inflamación de respiros que se lleva el fotón a su discurrir eléctrico. El ojo de mis luces se abre a la descomposición de la noche. Las polillas de lejanos párpados, aletean su pestaña de angustia. El equilibrio oscuro coloca su manto y el vuelo de los robles hace rugir al viento. Vierto mis alas al festival informe del iris: una miopía provechosa. Las manos de mi mente mueven la inmensidad para que el sitio calme su rostro errante y yo encaje mi labio aquí. (Un rosal para el señor K., 2005)

¡Wow! Kafka se sentiría contento de haber sido homenajeado con tal profundidad. La imaginación creciente (el ojo de mis luces), la noche como inspiración en la avanzada del insomnio creativo (polillas de lejanos párpados, aletean su pestaña de angustia). Uno puede leer y releer el poema, leerlo en voz alta (que es como se disfrutan más los poemas) y paladearlo, recostarse en el poema, satisfecho de su sonoridad, de su profundidad. Uno puede quedarse a vivir en este poema. ¡Y esto apenas empieza! La autora nos va regalando a lo largo de su obra ese ideal del sonido, del encriptamiento de la idea dentro de las sílabas, nos hace ver al poeta como ese ser humano cotidiano, que al tomar la pluma (el teclado) se convierte en un asceta, mago, arquitecto, y va tallando y tallando la hoja blanca para que el poema tenga forma. Vamos descubriendo al escritor tanto como el oficio del poeta, de alquimista literario: “¿Ese ruido es la razón que en esta ribera jactanciosa, yo fecunde una y otra vez la misma trama interior, la misma cantaleta de púrpuras?”

se pregunta la autora, descubriéndose, quitándose aquel velo, dejando el manto sobre la 78

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cama, mirando hacia la ventana que es su propio pensamiento: “porque quiero el concierto que habrá de perseguirme en esta luz que soy y que ingresa en mí como un Yo en fuga”.

El movimiento de la voz poética de Solórzano es cadencioso, rico en sonoridades, con ímpetus de oleaje sobre los riscos escarpados perdidos en la bruma, en el acantilado que es en sí mismo el oficio por el que la misma autora desdobla cada uno de los fragmentos que la conforman: psicóloga, artista visual, poeta, maestra, editora, curadora de letras, que no cede, que continúa estudiando y recordándose, dándose cuenta del avance por el que ha caminado: “La poesía es para mí la manera de estar en contacto con la realidad interior que cobra vida leyendo o escribiendo poemas. En mi vida cotidiana es el espacio de la imaginación y la creatividad y también del desdoblamiento”. (Dice Laura Solórzano en entrevista realizada por Mayra Navarro de Lemus). Y podemos percatarnos de que es muy real lo que ha expresado si leemos el siguiente poema: “destilación En el estanque de nuestros ojos, el sonido del agua. Amigo mío, por la rendija se van los círculos. La musculatura del silencio nos quiebra. El deseo compone una intensa sinfonía de huesos donde la piel es una escultura inesperada: sensual elocuencia ceñida en amada oscuridad El mundo oprime el habla de los cuerpos en una conversación que calla su eje y se extraña al masticar aquí sus hierbas nudosas. Hemos ensayado tanto el diámetro de las palabras, su ángulo trémulo. Pero seguimos oyendo, sin pausas, el adiós del agua.” (Oración vegetal, 2015)

Porque la piel, en verdad que es “una escultura inesperada”, y necesitamos de esa mirada del poeta para poder comprenderlo, valorarlo, entenderlo, significarlo en el recorrer nuestra propia historia, nuestro crecimiento corporal y físico, cárnico y mental, que nos permitiría describirnos y también descubrirnos mientras más avancemos por el interior de nuestros pensamientos, como pudiéramos vernos a través


de un microscopio, como lo ha hecho la autora en cada una de sus obras: En Lobo de labio como mujer cargada de erotismo, reconociéndose en el deseo del Yo: “Yo batallaba en ti en una duda dada.” “Ese pecho, esa barca que se cierra sobre el lago de la luna, no he sido yo.” “Rajada en el cubo como cicatriz de córnea a la deriva, iba yo una vez encinta” “Yo persigo una laguna de roca intermitente, y en la punta de compuerta te miro obrar como si en la persecución yo sucumbiera.” “yo parto la raíz y en la disección nadas, como si mi lunar fuera una luna llena. Te orillo a llamar y te lloro al complicar tu música.” “yo al venir te digo ven, quiero un campamento en la cumbre del cuerpo.”

O desde la tercera persona de Un rosal para el señor K., que no es más que la tradición lectora, donde la autora recrea el objeto desde el cual también busca descubrirse: “El hombre espera con las manos a la sombra de su credo”

“Quiero ser el ala de una idea que busca el ave de su propia ventana” “Que la imaginación sea un dios. Que la imaginación sea un dado” “Métricas aun ocultas, en abismales lápices, expansivos, sin fin”.

En Nervio náufrago, la autora utiliza de nuevo su Yo para expandir su poética, pero lo hace ahora intentando el uso de los conceptos desde los que, como si de un lienzo se tratara, la autora consigue plastificar su voz, y canta, (cuenta y canta, como exigía Octavio Paz) con un lirismo profundo y reflexivo: “Quiero el incendio de un lugar quemado por su espejo / (…) Quiero regresar por los huesos a comer de aquella primera identidad”

“Entre las dos manos, un libro nace” “Hoy experimenté con el color, la débil luz y la ausencia. Algunos miraban de pie cómo el nido había caído desde las ramas”

Para Oración vegetal, la autora ya es una clara dominadora de su tema, encriptar en el sonido de las palabras, porque en el silabar está el concepto, en deconstruir el concepto y volverlo imagen se encuentra su oficio de escritora, y como escritora es más que una artista, es mujer, y maestra, y madre, y ser humano consciente, para transmitir en el lector aquella savia vital, que es la sabiduría del poeta, ya que su oficio lo puede equiparar con aquel que cultiva la tierra para extraer de la semilla, que es la idea, la voz que le permita comunicarse con el otro, y eso es vivir consciente por cada momento de la vida: Vivero La voz surge insegura en la semilla. Desespera entre canciones de sucesos pasajeros. En ese viaje divaga, en esa esquina la voz se nubla impenetrable y germina en la antesala de las palabras. Yo atisbo con el ojo olfativo, con parpadeo de impaciente espera, este ánimo es el mirador del comienzo. Un murmullo que afirma en cada paso la persecución de un fruto. En cada ser el nuevo humus promete la planta la geografía y el sistema, emprende un crecimiento hacia el diseño de sí.

Incluso, en su libro de cuentos Lo que soñó la novia del hombre lobo, la idea de la palabra como herramienta vital del ser humano, también es aterrizada por la autora, que hace que la novia del hombre lobo diga: “No había palabras. Por eso empecé a balbucear, para llenar eso que no se llenaba, un vacío incómodo que nos encerraba como en un puño.” Magnífico. La autora recurre a la poesía, el espacio en el que mejor se mueve, para atrapar en el cuento, el mismo significante: novia-mujer-discurso-palabraidea-pensamiento, distinto y distante del hombre lobo-bestia-hombre carente de lenguaje que apenas se consuela en gruñir, acicalarse vanidosamente el pelo, recostado frente al espejo soñando con el cuerpo de otras mujeres: “Te pregunté cualquier agosto 2021

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cosa, pero tú invariablemente gruñías”, remata fabulosamente la autora. Este ha sido un pequeño acercamiento al encriptado silabar (o silabeo) en el que la búsqueda del sonido nos pide que escuchemos gustosos los fonemas de cada verso, en el que la autora ha encriptado tanto el gusto lector, como el oficio de poeta, sin dejar de tocar el abanico de temas que la han conformado en sus años de escritora. Los invito a disfrutar de su lectura.

Literatura consultada Navarro de Lemus, Mayra. (2019). Laura Solórzano. Entrevista en la sección Ideas del portal de noticias Informador: https://www.informador.mx/ideas/Laura-Solorzano20190830-0004.html Revisado el 5 de agosto de 12 a 17 horas. Solórzano, Laura. (2003). Lobo de labio. Alojado en https://www.elcalamo.com/ Revisado el 5 de agosto de 12 a 17 horas. Solórzano, Laura. (2006). Un rosal para el señor K. Dirección General de Extensión. Coordinación editorial. Universidad de Guanajuato. 64 pp. Solórzano, Laura. (2011). Nervio náufrago. Editorial La zonámbula. 68 páginas. Solórzano, Laura. (2015). Oración vegetal. Mano Santa Editores. 63 páginas. Solórzano, Laura. (2019). Lo que soñó la novia del hombre lobo. Letras para volar. Programa universitario de fomento a la lectura. Universidad de Guadalajara. 85 pp.

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Por qué no existe el mundo La revelación no es un acontecimiento sino El Acontecimiento. Existe una tradición dispersa sobre el “desvelamiento” entre filósofos, científicos y sabios. Siddharta Gautama alcanzó la iluminación debajo la higuera; a Newton la caída de la manzana seguramente le ayudó para elucidar la teoría de la gravedad (Según William Stukeley biógrafo del físico inglés); Descartes recibió el mensaje en un sueño (Discurso del método). Markus Gabriel descubre la ontología realista «…para ser precisos el 23 de junio de 2011, hacía la una y media de la tarde durante una comida en Nápoles con el filósofo italiano Maurizio Ferraris… (Por qué no existe el mundo)». Markus comienza su reflexión filosófica de cero y descubre el Nuevo realismo, luego entonces: el mundo no existe. Esta será la primera premisa. Lo que llamamos mundo, es decir, el campo de sentido de todos los campos de sentido no existe; lo que existe son una pluralidad de mundos, y a cada uno de estos diferentes ámbitos los podemos conocer aplicando la “objetividad” y la “razón (raciocinante diría García Morente, si se me permite la expresión)”. Es cierto, no tenemos el conocimiento absoluto, pero tenemos “conocimientos parciales verdaderos” que nos sirven en la practicidad diaria y, además, iluminan nuestra vida. No existe el Primer principio; el Absoluto; la Verdad (así, con mayúscula); existe lo parcial, lo finito, muchos ámbitos ―o mundos― y desde ahí, edificamos en la incertidumbre. Para Markus Gabriel, su nuevo realismo es la superación de la postmodernidad; si el siglo XX fue relativista y postmoderno, el siglo XXI será realista y objetivo ―opinión que comparte íntegramente con el filósofo italiano Ferraris―. Para el filósofo de la Universidad de Bonn, el litigio discursivo entre los metafísicos y los relativistas se resuelve con la ontología realista. Ecos aristotélicos resuenan en sus palabras, pero esta vez, con argumentos de filósofos y científicos contemporáneos. Markus Gabriel decide tomar el derrotero de iniciar su reflexión filosófica de cero, decía, y, para esto, como todo pensador auténtico, crea su propia jerga conceptual que comparte con su antecesor italiano, Maurizio Ferraris (Manifiesto del nuevo realismo). Así tenemos que a los postmodernos los llamarán constructivistas (o metafísicos subjetivos) y a los pensadores que siguen los principios de la modernidad metafísicos (objetivos). Argumenta el pensador alemán defendiendo su sistema de ideas que el nuevo realismo se percata de la

Marco Ornelas

objetividad que existe y es fácil de demostrar contra los postmodernos, infiriendo, que: el ser humano se equivoca, pero no siempre está equivocado; existen conocimientos o certezas que son irrefutables a desprecio de los relativistas, y para ilustrar con un ejemplo sus disquisiciones, el pensador alemán nos habla del Vesubio, y dice: nadie puede demostrar que el volcán italiano no exista, o peor aún, que sea producto de la imaginación humana; lo que para el pensador italiano Maurizio Ferraris representa la característica de la inenmendabilidad (o el carácter saliente de lo real). El error deviene cuando el científico pretende aplicar su ciencia o metodología ―de conocimiento― a un objeto que no le corresponde dicha aplicación, cada ciencia tiene su ámbito de conocimiento. La falla la encontramos cuando por mencionar un ejemplo: los matemáticos quieren aplicar la exactitud a las ciencias inexactas. El pleito contemporáneo por ganar la significación reside en la disputa de la Modernidad (metafísica y absolutista) contra la Postmodernidad (constructivista y relativista) y la posible salida de conciliación, según Markus Gabriel es su Nuevo realismo (crítica ecléctica de las dos posturas en pugna). Empecemos por explicar porque según este filósofo no existe el mundo. Escribe Markus Gabriel: si el mundo es lo omniabarcante, es decir, el ámbito donde se encuentra contenido todo (las cosas, los hechos, la vida, el universo y todo lo demás que pueda existir), tal “mundo” no existe ni puede existir por puro sentido común, lo que existe son muchos ámbitos de existencia, no uno sólo; esto no significa que los pequeños mundos sean perspectivas de un único mundo, sino que existen muchos pequeños mundos, es decir: ¿en qué campo de sentido podría estar el campo de todos los campos de sentido? Por deducción: si apareciera en algún campo de sentido ya no sería la totalidad, de aquí se concluye su inexistencia. Así tenemos que los metafísicos afirman que existe una regla que abarca el Todo, y, además, aseguran haberla encontrado. Por otro lado, y en forma de antítesis, los constructivistas concluyen que no podemos conocer esa regla omniabarcante, que es imposible; jamás podremos comprender ese Todo demasiado amplio para cualquier pensamiento humano. Según Markus Gabriel, lo que podemos comprender es lo parcial y a ese ámbito finito podemos aplicarle las reglas de la razón para conocerlo

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objetivamente ―a sabiendas que nos podremos equivocar, aceptando la corrección, y así, hacer avanzar a su vez, el conocimiento humano―. Markus Gabriel se propone hacer una contribución a la filosofía del siglo XXI, planteando que la realidad no está compuesta exclusivamente de objetos físicos que pertenecen a las ciencias naturales, asegura en su ejemplos y argumentos, que no todos los objetos conciernen al principio de causa y efecto, existen también los pensamientos y los valores que no están en ninguna parte del universo material, estos se superponen al universo físico, sin embargo, esto no debe hacernos caer en el error de reducir su existencia a la de un objeto físico, pero es claro que existen. La pifia en estas dos posturas antagónicas reside en no hacer la pregunta correcta, la cual, para Markus Gabriel es: ¿Dónde existe algo? En vez de ¿Existe algo? Además, muy al tono del pensador ibérico Ortega y Gasset, Markus Gabriel le exige al filósofo claridad, aunque él, los versos que nombra como musa de su inspiración son los siguientes: «Lo que puede expresarse puede expresarse con claridad». Recordemos que antes, el pensador ibérico había escrito: «…la claridad es la cortesía del filósofo». Así, recorriendo este camino, Gabriel nos presenta cuál es su posición con respecto al quehacer filosófico, y esta es: filosofar para el gran público. Es por ello que, en sus ejemplos, cita series de televisión, libros best sellers y películas de Hollywood en el mismo tono de Slavoj Zizek, quien, de este libro, dijo, que era: “un majestuoso experimento mental”. Los diferentes mundos o campos de sentido son una construcción de lo humano con lo “existente (es decir, lo que sí existe)”, y a ese “existente” podemos aplicarle las reglas racionales y científicas nunca totales y últimas; porque como sabemos, el mundo está en constante cambio, por lo tanto, el quehacer del filósofo es (re)comenzar desde cero (pero con la experiencia del pasado, recordemos a Santayana y el olvido de la historia). Para nuestro filósofo, el mundo (así con minúscula) no es la totalidad del Todo sino un ámbito de ámbitos donde aparece algo, es decir, infinitos mundos. Negarlo es reducir el conocimiento, mutilar la realidad, por esto: no existe el mundo: sino muchos mundos con ámbitos existentes; de lo anterior, Markus Gabriel establece que la reducción ontológica se da cuando los físicos pretenden que todo, es física; los biólogos pura biología, y cuando, los matemáticos creen que todo es simplemente y llanamente matemáticas. Lo importante para no caer en el error de la reducción ontológica es crear una teoría del error, es

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decir, aplicar el método adecuado a cada ámbito de existencia, y es así que llegamos a la pregunta: ¿qué es la existencia? Para Markus Gabriel, la existencia: es el hecho de que algo aparezca en un campo de sentido. Si todo lo que existe, existe en un ámbito de sentido, deviene la ontología de los campos de sentido, donde lo que existe aparece y el aparecer puede ser verdadero o falso, porque la realidad misma puede presentarse en distintos ámbitos de sentido o de distintas maneras. Recordemos la premisa inicial: no existe el Mundo, sino muchos mundos donde cada objeto particular exige autonomía, así tenemos que el mundo termina siendo pospuesto constantemente. Esta acción nunca finalizada puede equipararse a una especie de ontología fractal. El Nuevo realismo representa la doble tesis según la cual los hechos y las cosas pueden ser conocidos en sí mismos, y, en segundo lugar, los hechos y las cosas en sí mismos no pertenecen a un solo campo de sentido. Como sabemos, existen otras corrientes del nuevo realismo como lo son la de los filósofos: Quentin Meillassoux, Graham Harman y Ferraris, quizá la distinción del discurso de Markus Gabriel, de los otros realismos contemporáneos sea la ontología de campos de sentido, aquella que afirma que todo lo que conocemos aparece en un campo de sentido determinado y concreto. A todo esto, escribe Markus Gabriel: … nuestra sociedad también se articula en subculturas, capas de edad o grupos sociales. La sociedad también es una diversidad variopinta de perspectivas sobre sí misma y no una unidad en la que haya que integrar a los supuestos extraños. El reconocimiento de la circunstancia de que otros piensan y viven de modo diferente es el primer paso para derrocar un pensamiento obligatorio que desea abarcarlo todo. Por eso también la democracia se opone al totalitarismo, puesto que consiste en el reconocimiento de la realidad de que no existe una verdad definitiva, omniabarcante, sino sólo un manejo de perspectivas ante el que debe tomarse posición política. El pensamiento fundamental de la democracia acerca de la igualdad de todos los hombres afirma, entre otras cosas, que somos iguales en tanto que vemos las cosas de distinta manera. Por lo tanto, tenemos derecho a la libertad de expresión. Sin embargo, esto no significa que todas las perspectivas sean igualmente buenas o, siquiera, que todas sean verdaderas. Por eso discutimos entre nosotros, ejercemos la ciencia, o el arte, para descubrir qué caminos son viables y cuáles nos están vedados.

De lo anterior podemos decir que: la cosa en sí misma se manifiesta de distintas maneras, incluso en estas diversas manifestaciones son cosas en sí mismas, y solo depende en qué campo de sentido aparezca algo para poder conocerlo: la pluralidad de los fenómenos


no es ninguna ilusión sino la base del nuevo realismo: existen múltiples mundos; el ―único― mundo no existe. Del filósofo Markus Gabriel se han publicado en español los siguientes títulos: Ética para tiempos oscuros, El sentido del pensamiento, Yo no soy mi cerebro, Sentido y existencia, Neoexistencialismo, El poder del arte y Por qué no existe el mundo, este último lo podríamos considerar un libro de divulgación de las principales ideas del pensador alemán y su Nuevo realismo, lejos del complejo tratado filosófico. Contribución ecléctica a la superación del nihilismo postmoderno: «… esa visión del mundo que todavía aprisiona a la humanidad (El poder del arte)». Discurso dividido en seis apartados, una introducción y un epílogo. Estoy seguro que la valía del libro tiene que ver con su confrontación con el discurso postmoderno relativista, que como bien dijo el filósofo inglés, Julian Baggini: «Una vez que se deja escapar de la botella el genio del relativismo, puede tomar prácticamente

cualquier forma». Quizá los breves comentarios críticos que le podemos hacer al discurso del Nuevo realismo de Markus Gabriel sean aquellos que se refieren a los argumentos majestuosos que brinda y que están muy cercanos a la teoría especulativa y la abstracción pura. Hagamos memoria y pensemos en las críticas que se le hicieron en su momento a la teoría especulativa y sus principales representantes (Fichte, Schelling y Hegel), así como su olvido de los datos concretos de la experiencia y su exceso racionalista. A lo largo del libro, Markus Gabriel nos presenta varios ejemplos lógico-formales que parecen más acrobacias mentales que argumentos probatorios. Otro punto crítico del libro es el relativo a la verdad (con respecto a las ciencias sociales) y la declaratoria de “objetividad” que puede derivarse en violencia contra lo diferente. Pero ¡alto! No vayamos tan rápido: pongamos en contexto al Nuevo realismo diciendo que este discurso apenas está en ciernes y como sabemos, en filosofía, la reflexión avanza lentamente; el tiempo dirá cuáles fueron sus hallazgos o bien sus errores.

Markus Gabriel Por qué no existe el mundo México, Océano, 2016, 247 pp.

Bibliografía BAGGINI, Julian. Breve historia de la verdad. España. Ático de libros. 2018. 93 P. BORGES, Jorge Luis, et al. ¿Qué es el budismo? España. Alianza editorial. 2000. 127 P. DESCARTES, René. El discurso del método. España. Alianza editorial. 2011. 208 P. FERRARIS, Maurizio. Manifiesto del nuevo realismo. Chile. Biblioteca nueva. 2012. 119 P. GARCÍA MORENTE, Manuel. Lecciones preliminares de filosofía. Argentina. Losada. 2017. 431 P. GABRIEL, Markus. Por qué no existe el mundo. México. Océano. 2016. 247 P. GABRIEL, Markus. El poder del arte. Chile. Editorial Roneo. 2019. 91 P. ORTEGA Y GASSET, José. ¿Qué es filosfía? España. Alianza Editorial. 2015. 400 P. RAMÍREZ, Mario Teodoro. Cambio de paradigma en filosofía. La revolución del nuevo realismo. México. Diánoia, volumen LXI, número 77, noviembre 2016. 131-151 pp. WITTGENSTEIN, Ludwing. Tractatus lógico-philosophicus. España. Alianza Editorial. 2012. 192 P.

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Matriarcadia: Separatismo Terrorismo feminista vs. terrorismo machista La activista defensora de los derechos saudí, Loujain al Hathloul, fue detenida por las autoridades de Arabia Saudí por intentar cambiar el sistema político de ese país y dañar la seguridad nacional, se le consideró terrorista. Fue detenida el 7 de mayo de 2018 cuando trabajaba para dar refugio a mujeres víctimas de abuso en el reino ultra conservador. Tres años después quedó en libertad cumpliendo una parte de la condena de cinco años a la que había sido sentenciada. Para empezar, éste es un tema muy amplio que tiene muchas aristas, sin embargo, el primer párrafo es un claro ejemplo del mal llamado “terrorismo feminista”, y cuidado, aquí el término hembrismo no entra, ni siquiera para las separatistas porque las separatistas no somos hembristas, explicaré eso más adelante. Y asimismo explicaré por qué no debe confundirse el término “terrorismo feminista” y cómo hay incluso mujeres, que defienden que no existe un “terrorismo machista”. El terrorismo machista, que es el que más conocemos, es sanguinario y solapado por gobiernos; de ahí que los movimientos feministas que son mal llamados “terroristas”, sean criticados en todo el mundo. No es otra cosa que el patriarcado queriendo seguir sosteniendo su poderío sobre el mundo. Promueven guerras contra terroristas fundamentalistas, pero se quejan del feminismo, cuando las mujeres vivimos en su terrorismo todos los días: violencia de género, acoso sexual, feminicidio, publicidad misógina y sexista, falta de acceso a lugares seguros, violencia en televisión exhibicionista en programas deportivos, violencia

obstétrica; pero como funciona dentro del mismo patriarcado, lo ven normal. Digo, hay cosas que siempre van a existir y otras que nunca deberían haber existido, los machos pueden hacer sus matanzas terroristas y sus proyecciones sexuales entre ellos, consiguiendo a los más desfavorecidos, las mujeres teniendo nuestro mundo aparte viviríamos mejor. No uso el término terrorismo feminista aludiendo a que el feminismo sea lo opuesto al machismo, uso el término “feminista” por cuestiones prácticas y para no caer en cacofonías, además, debemos recordar que en las marchas del 8M y 25N, así como todo este movimiento de mujeres, entran todos los feminismos y todos los tipos de mujeres. Una mujer hembrista no tiende a participar en estos movimientos, y las poquísimas que llegaran a participar, lo harían con conciencia; lo que ustedes ven son infiltradas. Además, existe la psicopatía integrada, que no se cura nunca y en las mujeres con ese trastorno, actúan con las características que tiene un psicópata integrado en versión femenina, y desde luego que no todas esas mujeres van a andar matando a diestra y siniestra, la mayoría de los psicópatas integrados solo se alimentan de la energía de las personas, pero ése es tema para otra columna. Así pues, debemos distinguir bien esos límites para no meter a todas las mujeres en el mismo saco. Las aliadas de los machitos proclaman que no existe eso de terrorismo machista y que el movimiento feminista está debatiendo sobre la inclusión del término “terrorismo machista” en la agenda pública, y argumentan que existe cierta agosto 2021

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confusión por la mezcla de dos planos, el teórico y el estratégico. En el primer aspecto se trata de entender un fenómeno tan complejo utilizando analogías con otras violencias. En el segundo se busca generar una alarma y una respuesta gubernamental que esté a la altura del problema, recurriendo a la imagen de la lucha contra el terrorismo por su capacidad de sensibilizar conciencias y movilizar recursos. Y todavía profieren que esas metáforas pueden terminar confundiendo ambos planos. Y continúan diciendo que la violencia machista se basa en el silencio y el secreto, en cambio, el terrorismo precisa y busca publicidad, está organizado y con fines políticos; y con esto, se puede crear alarma e inflar las cifras de feminicidios. Dado lo anterior, podría decirse que quienes sí ejercen terrorismo son las feministas, sin embargo, es un error, así como no querer reconocer el “terrorismo machista”. Lo correcto es el término “lucha feminista”, en lugar de “terrorismo feminista”. Nosotras tomamos las calles para visibilizarnos y tomar lo que nos pertenece, así lograron las sufragistas el derecho al voto, quedándose esas mujeres en sus casas, seguiríamos como hace trescientos años. Por otra parte, el terrorismo, que muchas y muchos dirán que no tiene género, yo me atrevo a decir que sí tiene género, y que el mayor terrorista del mundo es EUA; y lo que hacen los árabes es defenderse, que por cierto, no dejan de ser machistas y patriarcales, haciendo la guerra junto con EUA obedeciendo a las hormonas masculinas. Así pues, el peor terrorista es Estados Unidos por metiches y derrocar gobiernos que no se acoplan a sus intereses. Y la dinámica es la misma, el control estadounidense sobre los países mal llamados “tercermundistas”, como si fuera una analogía: Estados Unidos el macho, América Latina la mujer, con la diferencia que el juego de dominio geopolítico se da entre los gobiernos y las leyes patriarcales, si las gobernantes fueran mujeres libres, otra cosa fuera. Un hombre que ejerce violencia contra una mujer la tiene viviendo en el terror, porque cómo puede un hombre violentar a la mujer con la que 86

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vive, que le da a sus hijas e hijos, con la que tiene sexo, eso nunca lo va a comprender mi ideología separatista. La diferencia entre terroristas musulmanes es que es muy difícil que uno de ellos termine haciendo el amor con un terrorista estadounidense o con algún trabajador o trabajadora del Capitolio; en cambio, una mujer sí termina en brazos de su terrorista hombre. Y el feminismo nunca ha matado a nadie, nunca ha reprimido a nadie, ni le ha truncado la vida a nadie. Y sí hay un orden patriarcal que mueve los hilos para seguir sometiendo a las mujeres, porque todo hombre se siente superior a una mujer. ¿Qué más pruebas de que vivimos en un terrorismo machista? No necesitan fabricar bombas, ni estar rezando a deidades, ni organizarse. ¿Cómo van a hacerlo, si ellos tienen otros métodos de control? Nos estuvieron dando migajas de poder, de libertad, de igualdad, si toman lo que quieren. Vean a los Incel, o célibes involuntarios, matando gente porque ninguna mujer les da entrada, una prueba más del poder destructor del terrorismo machista. Aunque los hombres nos defiendan de ataques terroristas exteriores (que no todos los países son víctimas de terroristas), nadie nos defiende de los ataques terroristas de nuestros hombres, que no es violencia de género, si no dadas las condiciones sí reúne los requisitos para ser terrorismo machista: sí existe una organización inconsciente, nos prohibieron el desarrollo y lo siguen haciendo, nos manipulan, usan la venganza sexual, nos han dejado sin recursos, al igual que los terroristas ejercen su control dosificado, moderando la intensidad, y ejercen estrategias de miedo sobre muchas mujeres. Por eso le temen al separatismo, que es como contrarrestaríamos los efectos de ese terrorismo, y no ejerceríamos nosotras terrorismo porque en el separatismo los hombres no tienen cabida para lo que ellos consideran el acceso a las mujeres: heterosexualidad, matrimonios y descendencia que siga perpetuando el “terrorismo machista”. Fuente: https://feministas.org/violencia-de-genero-oterrorismo.html artículo de Begoña Pernas Jueves 17 de septiembre de 2015


Introspecciones del Erizo Arquitecturas del Tiempo Aunque sean emblemas de lo eterno para el judeocristianismo, tanto nubes como catedrales y la luz del día son efímeras arquitecturas del Tiempo. No sin razón en la Pintura autores impresionistas como William Turner y Claude Monet representaron la evanescente materialidad del paisaje. Y Jorge Luis Borges escribió que son nubes la memoria, La Ilíada y La Odisea. El poeta Constantino Cavafis alguna vez dijo que todas las ciudades son la misma ciudad, pero ninguna es dos veces la misma. Los espacios urbanos y sus habitantes somos el Río de Heráclito: no hay un ser inamovible, aunque parezca que dos segundos sean simétricos. Somos sucesión de otredades. Por ello, una fotografía no es testimonio de inmanencia, sino memento mori, motivo para concluir la introspección con este verso de Nezahualcóyotl: "No para siempre aquí, tan sólo un instante".

Madalena de Proust La madalena de Proust es metáfora de la Anamnesis, símbolo del Tiempo bergsoniano y símbolo del Tiempo vertical en la metafísica de Gaston Bachelard; es el instante poético conformado por simultaneidades, ambivalencias: varias emociones y fechas en un solo recuerdo. Sin marcas de principio y fin, Pasado, Presente y Futuro acontecen. Podemos acceder a su hondura de significados por medio de lo que Henri Bergson llamara Intuición y Agustín de Hipona llamara Espíritu. Los sentidos son llaves que abren puertas en la memoria: un olor, un sonido, inclusive un fragmento de alguna imagen percibida, es suficiente para detonar añoranzas, la Saudade que grandes compositores portugueses han expresado a través de fados. Por ejemplo, cuando escucho la canción Ao longe o mar, de Madredeus, es inevitable sentir lontananzas; entonces, como dice un poema de Nicolás Guillén, "Agua del recuerdo voy a navegar". La madalena de Proust también es Fernweh, palabra germánica para referirse a la añoranza de viajar, sentimiento que impulsó exploraciones geográficas de personas como Alexander von Humboldt. Cristina Peri Rossi expresó el significado con este verso: "Tenía nostalgia de todos los lugares en los cuales jamás habíamos estado". agosto 2021

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Un modo para todo Educación Pública deficiente en Oaxaca, ¡voy a diferir! La Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares (ENDUTIH), tiene como finalidad obtener información sobre la disponibilidad y el uso de las tecnologías de información y comunicaciones en los hogares y su utilización por los individuos de seis años y más edad en México, para generar información estadística en el tema y apoyar la toma de decisiones en cuestión de políticas públicas; asimismo, ofrecer elementos de análisis a estudios nacionales e internacionales y público en general interesado en la materia (INEGI, 2015-2020). De acuerdo a los resultados de ENDUTIH 2018, Oaxaca se sitúa entre los 10 estados con menor porcentaje de población (45 %) con acceso a la conectividad, aumentando el porcentaje en la ENDUTIH 2020 al 55 % siendo la penúltima entidad con menor porcentaje de población con acceso a la conectividad, apenas ganándole a Chiapas que tiene un 45.9%. Es bien sabido que el estado de Oaxaca es una de las entidades con mayor rezago educativo, con mayor porcentaje de población en condiciones de pobreza, y que al igual que en otras entidades con la pandemia, se incrementó el desempleo, las actividades turísticas colapsaron, aumentó la brecha de desigualdad social y educativa; sin embargo, en muchas de las comunidades indígenas donde no se permitió el acceso ni la salida de sus pobladores, sí se tuvo clases presenciales a diferencia de las escuelas de la capital y los

municipios conurbados, donde se optó por seguir las clases televisadas, enviar instrucciones, tareas y videos por WhatsApp o dar clases en línea un par de horas y un par de días por semana. Pero es grato saber que existen docentes de escuelas públicas comprometidas con la educación, que fue el caso de la maestra de 6º año de primaria que estuvo a cargo del grupo de mi hijo y sus 29 compañeros y compañeras; durante 10 meses, meses en los que dedicó horas de su vida personal, siendo una docente a un paso de jubilarse, fue la única docente de toda la escuela que dio clases de lunes a viernes de 9:00 a.m. a 12:00 p.m. o más, donde posterior a ello revisaba tareas y enviaba comentarios por Classroom, en ocasiones a las 10:00 p.m. o más tarde llegaban las notificaciones de las tareas calificadas. La maestra, por no estar familiarizada con la tecnología tuvo que tomar capacitaciones para aprender a usar las herramientas que facilitaran su labor docente, también para poder dar la clase y dar seguimiento a su alumnado. En las finales de cada trimestre encargaba proyectos especiales que se daba a la tarea de revisar, organizaba concursos, competencias, obras de teatro, etc. Como siempre pasa, no faltan los inconformes, pero agosto 2021

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en lo personal es de admirar el trabajo que desempeñó la docente con ésta, la primera generación con ciclo escolar 100 % virtual. Adicional, motivó a algunos de sus alumnos para participar en las olimpiadas virtuales de matemáticas, donde un par formaron parte de la delegación estatal; no lograron gran resultado en la competencia nacional, pero con haberlos motivado a participar, lograron más de lo que ellos mismos imaginaron. En su momento manifesté mi reconocimiento y gratitud a la docente y le refería a una plática que una psicóloga dio en un evento escolar donde dijo “algo que nos dijeron o escuchamos en nuestra infancia marcó nuestras vidas y gracias a eso hicimos las cosas diferentes”, así la docente comprometida con la educación de su grupo de escuela pública en una de las entidades federativas con mayor rezago educativo marcó la diferencia en sus alumnos, nuestros hijos e hijas que sí tuvieron clases (virtuales) todos los días durante los 10 meses del ciclo escolar 2020 – 2021. Aunado a todo lo ya mencionado, tuvo el detalle de mandar a hacer un obsequio, un detalle para sus alumnos con mejor promedio con el objetivo de seguir motivándolos, obsequio que pudo no haber dado, gasto que se pudo haber ahorrado de su salario bien ganado.

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Demersales en A mayor Que nadie se mueva: terrorismo y otras fieras Cuando pienso en la palabra terrorismo pienso en Afganistán, Irak y Siria. El terrorismo como el mártir que aborda un avión o la bomba que explota en un lugar público, en un tren o en un edificio dejándo decenas a cientos de muertos, heridos, amputados y familias enteras llorando sus pérdidas me parece una realidad muy ajena a la realidad mexicana y sin embargo, hemos crecido desde pequeños con ese terror imaginario respirándonos en la nuca. La televisión, las torres gemelas cayendo, los aviones estrellándose contra ellas son las imágenes icónicas del terrorismo. Y el terrorismo es, a su vez, la fiera que el ser humano utiliza para sembrar el miedo en la gente, para paralizarlo todo, para dominar y mantener un orden ilegítimo y cobarde. Hace unas semanas, sin saber nada acerca de lo que se avecinaba respecto al conflicto en Afganistán, vi la película El pan de la guerra, mejor conocida como The Breadwinner, la cuál se sitúa en el año 2001 cuando Afganistán se encontraba aún bajo el mandato del talibán y cuenta la historia de Parvana, una niña que vive en Kabul y cuyo padre es arrestado injustamente. Ante este suceso y ante la prohibición de que las mujeres ganen dinero, salgan a la calle, o incluso, sean vistas en público, Parvana decide hacerse pasar por un chico para poder trabajar y ayudar a su familia a sobrevivir. El mensaje del filme es claro: el régimen talibán es un reinado del terror, de la violencia

y del abuso a las infancias, a la vejez y a la mujer. No obstante, la película tiene un fin que se percibe como esperanzador. Está implícito que termina en octubre de 2001 cuando el ejército americano invade Afganistán para derrocar al Talibán, a quien acusaban de albergar a Osama bin Laden y otros líderes de al Qaeda vinculados a los ataques del 11 de septiembre. El pasado 15 de agosto de 2021, a 2 meses de cumplirse veinte años de la promesa de liberación americana, los talibanes toman Kabul, el presidente huye del país, los pobladores sacan todo su dinero del banco, intentan huir por todos los medios posibles y ante las pocas posibilidades y al filo del terror, se suben al ala de un avión y a unos cuantos segundos de haber despegado caen, caen, caen al vacío. Al ver el video de este suceso no puedo sino sentir en el pecho el terror voraz que se apoderó de esa persona al saber que no podría subir a la aeronave. Lo único en lo que puedo pensar es que hay cosas que no puedo imaginar, cosas que ignoro y que ellos saben. Ellos saben qué está por suceder. Nadie quiere vivir terrores de esa magnitud. El terror que nos produce la naturaleza es una cosa pero el terror producido por el humano hacia el humano traspasa las barreras de lo entendible, de lo cognoscible, de lo estudiable, lo describible. El terrorismo es una fiera que el agosto 2021

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humano creó, una mascota que ataca a la mínima orden. Cuidado con la fiera se lee en letras rojas. Terrorismo, fiera, son palabras que no alcanzan. Los actos de los que han sido víctimas millones de personas a lo largo de la historia en manos de otros humanos (que no sé si llamar humanos) habitan el plano de lo inefable. Humanos que han perdido su cualidad de persona y su capacidad de humanidad. No son personas, no son humanos, son otra cosa que no tiene nombre ni rostro. Y ante lo desconocido más vale que nadie se mueva. Y en ese no moverse la mujer y la niña ha sido la prisionera más recluida. Hoy, vuelven a perder el derecho a entrar a la universidad, a moverse libremente, a conocer el rostro de las otras. Me retracto: el terror si tiene un rostro y ese rostro ha sido siempre predominantemente masculino.

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Interés superior Un lugar seguro Hay una fuerte campaña de los medios de comunicación contra el regreso a clases. Aquí y allá encontramos comentarios que van desde una postura adultocéntrica, siempre con la mejor intención de proteger a la infancia, pero sin darles muchas alternativas. El fuego cruzado entre el gobierno federal y los medios de comunicación parece ignorar que hay un sector de la población que en medio de su batalla campal por conseguir el favor de la opinión pública, tienen necesidades, pero sobre todo derechos, y que el interés superior del menor, es precisamente la atención que el Estado, los padres, madres, cuidadores y la sociedad, deben proporcionar a la infancia para el efecto de garantizar su desarrollo integral, tanto físico como emocional, que les permita alcanzar la edad adulta y una vida sana, con o sin pandemia. Y aquí quiero recalcar la siguiente frase: tanto físico como emocional. Hay una justa preocupación por que los y las menores no se contagien de Covid 19, pero hay otros factores que contemplar, y que el confinamiento, como tal ya no existe; la niñez está en todas partes, menos en la escuela. La Unicef contempla que alrededor del mundo 150 millones de niños y niñas no han vuelto a las aulas, 37 millones son mexicanos. Una de las prioridades para este organismo es la atención a la salud emocional de la niñez y luego recuperar el rezago educativo. Más de 5 millones de estudiantes menores de edad no se inscribieron al sistema educativo virtual, pero lo que más alarma es el aumento de la violencia domestica que sufre la infancia. La violencia y explotación sexual también aumentaron, junto con los embarazos

adolescentes. Otro punto crítico de la situación emocional de menores de 18 años es la tasa de suicido que, según el Inegi, aumentó un 12%. Si lo dividimos por sexo, 6 de cada diez suicidios fueron niños y 4 de cada 10 fueron niñas. Nueve de cada diez fallecimientos se debieron a lesiones autoinfligidas (88%), de niñas, niños y adolescentes de 10 a 17 años, fueron por ahorcamiento, estrangulamiento o sofocación, la segunda causa fue por arma de fuego. Las razones que llevan a menores de edad al suicidio son la violencia, el abuso sexual, el acoso o bullying, el abuso de sustancias, enfermedades mentales, entre otras, siendo ya este fenómeno un problema de salud pública; y es que a la estadística del Inegi aún faltaría aumentar los intentos de suicidio para tener un cuadro más amplio de la magnitud del problema. Hoy el gobierno pone a la escuela como una actividad esencial, independientemente del color del semáforo de riesgo, pero cada familia decidirá si sus hijos e hijas asisten o no. Por eso creo que el debate debiera ser sobre cómo construir espacios seguros para los niños, niñas agosto 2021

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y adolescentes. Sobre cómo la escuela puede ayudar para prevenir, detectar y contener contagios de Covid 19, con los protocolos, la disciplina y la participación de los padres de familia, el profesorado y las autoridades educativas. Cómo hacer con la participación de todos los involucrados que en lugar de temer a la escuela, ésta sea un refugio para que las mujeres puedan regresar al mercado laboral, para que los niños no se queden solos en casa o con cuidadores que no garanticen su seguridad y educación, sin que tengan que acompañar a sus padres y madres al trabajo, a las compras y otras actividades, o sean ellos mismos los que laboren o anden en espacios que los pongan en un riesgo mayor de contagio. Pero sobre todo, tenemos que hacer del hogar y la escuela un lugar seguro que los proteja de la violencia, el bullying y del abuso sexual, pero también de la discriminación, la indiferencia y el abandono. Un lugar seguro para aprender, expresarse, desarrollar sus emociones y su personalidad. Un lugar seguro para convertirse en adultos libres, empáticos y sin la carga emocional que conlleva una infancia dolorosa.

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F es de Fantástico Compañeros todos Del escritor mexicano Adán Echeverría he leído: Mover la sangre, Tutlefem/ Lerotic, Ciudad Abierta y Compañeros Todos. En esta ocasión daré mis impresiones de éste último. El libro lo publica FICTICIA Editorial, un sello especializado en cuento contemporáneo. Con una reseña en la contraportada de Carlos Martín Briceño en la que dice: “…Compañeros todos es un perturbador muestrario de las distintas maneras en que se abordan las relaciones humanas y la sexualidad en el siglo XXI…” Ciento sesenta páginas divididas en dos partes: Fémenite y Ciudanizarse. La primera con siete cuentos de los cuales mis predilectos son: Luminiscente Jandra, que habla de la soledad, las adicciones y la maternidad. “Sus veintidós años en puerta y una vejez interior le arruga, una a otra, las glorias y los claroscuros del recuerdo que a ratos muerden. Un moretón acá, un pellizco al otro lado, y sube sube sube la magia del raciocinio con sus alas de diamantina: sobreviviré, sobreviví y viviremos en paz”. Los cuentos de Echeverría además de contar con una narrativa contundente, están impregnados de poesía, cuentan sí, pero también cantan. Por ello es tan disfrutable este libro. Otro cuento es Desdoblarse los aromas. En el que el autor usa el sentido del olfato para contar una historia atípica, que sería tabú para muchos lectores. Es el ritmo trepidante lo que te mantiene leyendo hasta el final:

“Tal vez fue la fuerza del animal y el poder de la visión de tenerlo encima, con las garras rasgando sus pezones…” De la segunda parte “Ciudanizarse”, me gustaría destacar: Atrapado en la luz, a mi gusto, el mejor cuento de todo el libro. Nos narra la historia de un hombre en situación de calle y su tormentoso pasado. La luz juega un elemento poético y macabro: “…te voy a enseñar a ser más dócil, a ser una señorita como debiste serlo siempre, y aprendió a no sonreír. A tener miedo a los cuartos luminosos de tan blancos”. “Soy Ishvar, la luz, esa luz que trae paz a tu conciencia, el brillo, el brillo, el brillo del árbol, y esas manos y rostros…” Sexo, violencia y esa lacerante incomodidad es la sensación en este cuento, en todo el libro. Como si al leer, Echeverría nos lanzara con su pluma la luz de la verdad, que es tan brillante que nos quema los ojos y el cerebro. Preferimos ignorar el dolor ajeno, pero este no desaparece, continúa, crece y vendrá por nosotros tarde o temprano. Echeverría sabe que no existen las víctimas en un mundo podrido, solo a través de ciertos crisoles se puede decir que tal o cual es víctima. Todos somos victimarios, atrapados en una carrera de ratas nonsense. agosto 2021

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Catorce cuentos, que se sienten parte de un mismo libro: Compañeros todos. Elegí escribir solo de tres, esperando que el lector se interese y evitando revelar el contenido total del libro. Compañeros todos es un excelente libro de cuentos y Adán Echeverría un talentoso escritor.

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Bajo el barandal Vacunas o dosis anti terrorismo “La vacuna para la ignorancia siempre será una buena dosis de lectura”

El verano llegó a Ensenada y con él las miles de dosis de la vacuna de los laboratorios Johnson & Johnson para vacunar a los mayores de 18 y más. Largas filas se hicieron presentes en los distintos puntos de esta bella ciudad que entró en semáforo verde. En los supermercados ya podemos introducir a los niños, pero no en las áreas verdes de esparcimiento; y tal pareciera que el verano solo lo vamos a poder vivir y recordar por las largas filas y las temperaturas altas en dicho sector de la población que ya ha sido vacunado con su dosis única. Vivir el verano como lo conocíamos antes de la pandemia será una estampa que muchos llevaremos en la memoria o en un poema. Tendremos que ser cautelosos pues cualquier cambio de clima podría convertirse en una grave afección pulmonar. Sobre todo para los niños quienes no están inmunizados aún. La tercera ola viene cargada de terrorismo y auto secuestro por parte de nosotros mismos. Algunos valientes han empezado a realizar eventos culturales, con tan mala fortuna de no recibir público y hacer que dichos personajes se paseen cómo fieras por

todo el lugar, y no solo éso, sino asestar un brutal ataque contra los rebeldes que se atrevan a imitarlos. ¿Será que la vacuna también nos da el poder de volver sicarios a los artistas locales de Ensenada? ¿O ya éramos unas fieras antes de la pandemia? Sé que aburre el recordatorio sobre tan feroz tiempo, aunque para algunos dicho lapso ha sido un preámbulo para incrementar sus creaciones como lo es para la escritora ensenadense Lourdes García Santos, quién escribe historias de todo tipo con tan solo 100 palabras; en ellas podemos encontrarnos “con el señor con el que vive” huyendo de un temblor y olvidarse de su familia mientras grita al otro lado de la acera y su esposa y sus pequeños hijos aún siguen en el edificio. O a un señor siendo víctima de alopecia, o la no tan clásica abuelita huyendo a disfrutar del verano con su enamorado secreto. Entre las obras de dicha autora se encuentra el libro Déjame que te cuento: 100 historias de 100 palabras. Yo creó que cada persona vive el verano de la mejor manera posible; algunos siendo rehenes de nuestros propios demonios y actuando como fieras agosto 2021

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encarceladas; otros, cómo una servidora, esperando la segunda dosis de la vacuna Astra Zeneca. Esperando que dicha dosis me de un súper poder de sicario o ya de perdida poder sobrevivir a los nuevos tiempos que se nos vienen encima, y así, cómo Lourdes García Santos, lograr hacer de este auto secuestro y terrorismo hogareño un lugar dónde las fieras puedan ser domesticadas en una bella historia que logré hacer sonreír a los lectores. Desde este barandal imaginario me despido para seguir observando la fiereza de una polilla aferrarse a la vida. Quizás querido lector ella pueda ser una protagonista en una historia de terror.

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Mi punto de risa ¿A costa de qué? La primera vez que caminé por el centro de la ciudad de Mérida me sentí muy cómodo y tranquilo pensando que me mimetizaba con los demás tonos de piel de las mareas de gente pasando por las calles. En otras ocasiones me quedé a dormir en las bancas de la Plaza Grande, como le llamamos al parque central de la ciudad, sin que sintiera que mi vida corría peligro. Es probable que fuera por una cierta incapacidad para percibir el peligro, o porque en esos tiempos lograba empatizar con los elementos de seguridad pública que rondaban estas céntricas zonas. Con el paso del tiempo empecé a sentir que esta imagen de la policía, en todos los niveles de seguridad, iba separándose cada vez más de la realidad y de la función principal de guardar el orden. Cada día estoy convencido de que el funcionamiento de las fuerzas policiales no ha cambiado mucho, pero sí las formas más ágiles de comunicación han sacado a la luz muchas acciones alejadas de su tarea primordial. Con la muerte de José Eduardo, un joven veracruzano que llegó a Mérida en pos de mejores oportunidades de trabajo y vida digna, salen nuevamente a la luz estas situaciones al margen de la ley de parte de los cuerpos policiacos en Yucatán. Los yucatecos estamos tan acostumbrados a mirar hacia otro lado cuando se trata de mantener el orden y la seguridad, aún a costa de que se violenten algunos derechos humanos, pero esta grave situación de hace unos días, evidencia nuevamente que urge una revisión a fondo del acontecer en estos temas.

Desde la formación de los agentes de seguridad, sus condiciones de trabajo y la forma en que la ley se aplica; todo tiene que ser puesto en el reflector, analizado y cuestionado de forma en que se puedan tener mejores condiciones de convivencia entre los yucatecos, visitantes y las autoridades, en este marco de diversidad y respeto por cualquier ser humano por el simple hecho de serlo. Los yucatecos estamos acostumbrados a la tranquilidad y la seguridad, nos jactamos de tener el estado más seguro del país y por mucho, también la ciudad capital más segura de México. También estamos acostumbrados a este estado de las cosas, en el que tanto opresores como oprimidos prefieren que así sigan, pero sin darnos cuenta de que día a día se va debilitando el límite de la legalidad y de la moralidad en sentido de la convivencia social en un marco de respeto y humanismo. ¿Pero, a costa de qué pretendemos que la seguridad sea lo más importante? ¿Hasta dónde permitiremos los ya cotidianos atropellos en todos los niveles y sentidos de impartición de justicia y en pos de mantener el orden? ¿Realmente vale la pena para todos? Me queda claro que para unos pocos sí, aquellos que no son susceptibles de ser sospechosos, el precio es justo y en ocasiones algunos tienen que “sacrificarse” porque las autoridades no son infalibles. Esta línea cada vez más débil está a punto de romperse y recordemos que a toda fuerza aplicada se opone otra con igual fuerza, incluso puede ser mayor. agosto 2021

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Incipit La naturaleza del terrorista ¿Por qué aprendemos a temer el terrorismo, pero no el racismo, no el sexismo/machismo, no la homofobia? Angela Davis

Un salón de clases o una escuela puede convertirse en un territorio hostil y ignominioso, muchas veces acudimos con temor porque ahí estarán aquellos que someten, burlan y nulifican a quienes no consideran adecuados para estar ahí o por mera diversión escolar; y no hablo solo entre estudiantes, no, sucede entre los docentes que en algún momento (eso espero) de su vida pensaron que se dedicaban a la enseñanza para poder brindarse a los demás y ser paciente y empático. ¿Cuántos de ustedes han tenido actos hostiles al interior del aula? 1 El inspector lingüístico nos dice que el Terrorismo es la Dominación por el terror, la Sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror o la Actuación criminal de bandas organizadas, que, reiteradamente y por lo común de modo indiscriminado, pretende crear alarma social con fines políticos; entiendo que al leer esta definición podría creerse que lo que he estado compartiendo está fuera de lugar, pero no. Sucede que cuando un profesor le dice a un estudiante que parece niña porque se quejó de su calificación o se sorprende porque una estudiante no tiene pareja y asume que por eso está de mal humor está generando un ambiente de desagrado, si lo repite de manera constante y la o el estudiante no reportan o buscan apoyo empezarán a tener un animadversión por llegar

a un espacio que para muchos es donde se logran consolidar las alianzas, las amistades y los reconocimientos humanos. 2 Para Terry Eagleton el terrorismo es una invención de la Modernidad y de la expansión capitalista, y que la cultura no es más que un vehículo o un medio mediante el cual se negocia la relación entre los diferentes grupos; esta idea puede muy bien afincarse al espacio privado y al espacio público. Quizá cause susceptibilidad entre los que me leen, pero en mis años de docente me he topado con historias catastróficas y tristes; pienso en la tristeza porque muchas veces las esperanzas e inquietudes de un ser humano son soterradas por las fieras académicas que creen que por tener otros títulos (como títulos nobiliarios) pueden menospreciar o ridiculizar a quienes en algún momento les tuvieron respeto.

1. Me refiero a la Real Academia de la Lengua Española. https://dle.rae.es/terrorismo 2. Eagleton, Terry. Terror sagrado La cultura del terror en la historia. UCM, España, 2007.

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He pensado que aterrorizar a otro ser es resultado del rencor, ya que se basa en el desprecio a la vida del otro y eso es un crimen. Recuerdo el caso de un profesor que fue reportado por el grupo porque no daba clases, despreciaba las opiniones del estudiantado y nulificó su petición y derecho a cambio de maestro ¿Y qué hizo? Orquestó una campaña de desprestigio contra una estudiante y escribió documentos donde la deploraba en diversos sentidos; claro que no pensó que la joven que estaba informada, que sabía de sus derechos y obligaciones como universitaria expuso de manera firme los errores del Dr. Cuando pensamos en fieras viene a nuestra mente la imagen de un animal salvaje, pero no creo que los animales actúen con dolo, lo hacen por mera supervivencia, no están pensando: Fulano me quitará mis horas, Soy mejor profesor que aquel, Entrará a dar clases porque yo lo digo, no me importa que no tenga la preparación. Dime Dr. Que no somos iguales… No, la fiereza en el reino animal se restringe a continuar las cadenas alimenticias; en el caso de los seres humanos es en mala lid, usando el terror como un ejercicio de supremacía, de esa que sólo jode y crea división social.

Itasavi1@hotmail.com Facebook: Blanca Vázquez Twitter: @Blancartume Instagram: itasavi68

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Desvaríos de la freaky neurosis La aldea mundial Bienvenidos al mundo donde la tecnología y los medios de comunicación revolucionaron el modo de percibirnos. Las distancias se esfumaron. La televisión, internet y redes sociales nos permiten conocer cómo se vive en diferentes partes del mundo y ofrecen la posibilidad de contactar a personas situadas al otro lado del orbe. Jamás en la historia de la humanidad se había gozado de tal proximidad. Las personas ya no hablan por teléfono, ahora envían solicitudes de amistad por facebook. Ni siquiera necesitan conocerte; si tu perfil es atractivo, es razón suficiente para que te contacten. ¿Tiempos de pandemia? No es obstáculo, al contrario, ahora se estilan las reuniones de ordenador; con eso de la sana distancia, siempre será más prudente que intentar reunirse físicamente. Bienvenidos al mundo donde las personas que trabajan en televisión, farándula o se convierten en “youtubers” alcanzan fama de manera inmediata. Son los Dioses que idolatra la juventud, quienes imponen moda, actitudes e incluso formas de pensar. ¿Quién no desea ser famoso? Abrir su cuenta de youtube, facebook, instagram o tik tok, para subir videos absurdos pero que alcanzan miles de seguidores. ¿A quién le importa leer un libro?, al final, todas las buenas historias terminan en la pantalla grande. A tal grado que La naranja mecánica, parece haber sido obra de Stanley Kubrick y no de Anthony Burguess. Y es que a veces la sociedad camina de reversa, a pesar de todos los avances tecnológicos habidos y por haber.

Sócrates, Platón, Marx, Darwin, Freud, Sartre, Kierkegaard, Einstein, parecen haber muerto de nuevo. No son famosos en las redes sociales, salvo por quienes rara vez los citan para impresionar con una frase. ¿Quién se ha apoderado de nuestro mundo?, ¿quién lo gobierna realmente? Es ésta una aldea extraña con habitantes extraños, con desconocidos como amigos y muchas lagunas por llenar. Estamos conectados, pero al mismo tiempo, ajenos a todo aquello que nos rodea; tan es así, que es frecuente ver a las personas dentro de una reunión, pegados al celular, en vez de intentar iniciar una charla con el compañero de trabajo o de mesa. Sí, es una gran ventaja que el hombre pueda comunicarse en diversas maneras y con distintas personas alrededor del mundo, pero por otro lado, hemos perdido el enfoque y el interés hacia las personas que realmente importan y ésas son, con quienes convivimos a diario. agosto 2021

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Nos vemos en el slam Ya no hay vino en el Macay La primera vez que fui al Museo de Arte Contemporáneo Ateneo de Yucatán (Macay) estaba en la primaria, nos llevaron de excursión y lo único que recuerdo es que, después del recorrido, nos pusieron hacer unos dibujos para una supuesta exposición. De este punto, pasaron muchos años para mi regreso al museo que ha anunciado su cierre por falta de presupuesto y aunque lo percibía elitista, sí será una grave perdida en la infraestructura cultura de Yucatán, quizás del sureste mexicano. Como en otros textos de esta columna, vuelvo abordar mi época de universitario, pues es en la que más me interné en el ambiente artístico de Mérida y muchas veces visité el Macay, para ver las exposiciones… y tomar vino. A mi desaparecida cuenta de correo electrónico en Hotmail llegaba una invitación (enviada también a un chingo de personas) para asistir a la inauguración de una nueva exposición. Recuerdo que me ponía de acuerdo con amigas y amigos para vernos ahí con la frase ¡Hay vino en el Macay! o simplemente iba ante la obviedad de que los encontraría en una de las salas, subiendo las escaleras entre mucha gente después del corte de listón o en el “brindis de honor”. La inauguración también representaba el inicio de una noche perfecta porque la ingesta descontrolada de vino me dejaba “happy” y luego, con compañía o sin ella, me encaminaba a La Quilla u otro foro cultural para terminar la fiesta y la borrachera. No tengo en la memoria nombres de creadores o de alguna exposición, pero de todas las salas la que más me gustó fue la que destinaron a los estudiantes de la Escuela Superior de Artes de Yucatán. Literal, era un cuartito en la planta baja, casi desapercibido, en donde se montaron varias exposiciones de jóvenes artistas encaminándose a la grandeza.

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Siempre me pregunté ¿Por qué no les dan una sala de las grandes? ¿Por qué había grandes espacios para personas de otros estados y países, pero no para los locales? No sé qué vaya a pasar con este edificio, espero será resucitado otra vez como museo con un espacio digno para creadores locales jóvenes en vez de un cuartito. Me hubiera gustado pasar entre las puertas de las salas y tras ver las obras de un artista extranjero, siguieran las primeras creaciones de una yucateca o yucateco que escogió el arte como profesión. Por cierto, era muy chistoso ver a gente bien vestida desesperada por agarrar bocadillos de una bandeja o pidiéndole a los meseros vino como si fuera de una cosecha de muchos años cuando realmente era del barato.

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Blanca Estela Vázquez Hidalgo. CDMX. 1973. Radica en Guerrero. Licenciada en Literatura Hispanoamericana, maestra en Estudios Socioterritoriales y maestra en Humanidades. Ha publicado Los Letargos de Artume (Conectivo La Tarántula Dormida), Ojos de Lechuza (Rojo Siena), El corazón en la mano (Editorial Fridaura); en “Antología Gatuna”, (Editorial Alevosía). Coordinadora y colaboradora del libro Hermenéutica de las Humanidades (Editorial UAGro/EON, Editora), Poética sin fronteras / Poetics without borders. (LAMA/ Ediciones Valparaíso/ Círculo de poesía) y Estigia aquí dentro del cuerpo (Ediciones Trinchera). Es parte del cuerpo editorial y columnista delatripa y columnista de la revista electrónica Bitácora de vuelos. Cristina Leirana. Salamanca, Guanajuato. 1971. Escritora. Doctora en Literatura y Comunicación. Profesora de Literatura. Vive en Mérida. Ha publicado relatos, artículos y poemas en El Juglar del Diario del Sureste; las revistas Tierra Adentro, Diálogo cultural entre las Fronteras de México; Navegaciones Zur; en antologías como Anuario de poesía 2007 (Conaculta, 2008); Vamos al circo (BUAP, 2016); Corto circuito (BUAP, 2017). Primer lugar del Certamen Nacional de Recopilación de Tradiciones Orales ISSSTE (1987). Becaria del PACMYC, de “Alas y raíces a los niños de Yucatán” y del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes. Libros de su autoría: Conjurando el silencio. Algunos aspectos de la diversidad literaria (ICY, 2005); Catálogo de textos mayas publicados entre 1990 y 2009 (ICY, 2011); El gato bajo la lluvia, cuentos de horror y suspenso volumen II (en coautoría con Jorge Arquieta, Editorial El Gato Bajo la Lluvia, 2017) y Dos penínsulas (El Gato Bajo la Lluvia, 2018). Gema Evangelina Cerón Bracamonte. 1979. Vive en Mérida, Yuc. Columnista desde el número 21. Licenciada en Nutrición por la Universidad Autónoma de Yucatán. Escritora y Artista Visual. Programa de Formación Literaria de la Escuela de Escritores de Yucatán “Leopoldo Peniche Vallado”. Creadora del blog “Nutritura” Nutrición y Literatura, como programa de radio por internet de junio del 2019 hasta agosto del 2020. Sus cuentos han sido publicados en las revistas “El canto del ahuehuete” y “delatripa, narrativa y algo más”, “Ojos de perro azul”. Antología “Karst, Antología de Escritores yucatecos”. Su obra visual ha sido expuesta en el Centro Estatal de Bellas Artes e Impulso Universitario. Actriz y dramaturga de la obra “Una gatita bailarina” transmitida a través del programa “Cultura en Línea” SEDECULTA, 2020. J. R. Spinoza. Matamoros, Tamaulipas. 1990. Escritor y profesor mexicano. Columnista en delatripa: narrativa y algo más, desde el número 45, de la que forma parte del consejo editorial. Becario del PECDA (emisión 23), en la categoría de Jóvenes Creadores por novela. Presidente Ateneo Literario José Arrese de Matamoros. Columnista en Editorial Tríada Primate de Perú. Ha publicado entre otros: El demiurgo y otros cuentos fantásticos (Kaus, 2020). Los deseos de Serena (Catarsis Literaria, 2021). Tragaluz (Winged, 2021). Larissa Calderón. CDMX, 1978. Mamá dedicada al hogar, columnista y editora en delatripa: narrativa y algo más, traductora y lectora. Licenciada en Lenguas Modernas. Diplomada en lengua, cultura y civilización francesa. Diplomada en Creación Literaria por la SOGEM. Escribo sobre los derechos de la infancia. Nancy Yáñez Corrales. Ocuituco, Morelos. 1977. Licenciada en Biología en la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco, y Maestra en Ciencias en Conservación y

Aprovechamiento de Recursos Naturales en el Centro Interdisciplinario de Investigación para el Desarrollo Integral Regional, Unidad Oaxaca. Se ha desempeñado como servidora pública en el sector ambiental, Tesorera del Consejo Directivo la Asociación Civil Biodiversidad y Desarrollo Social BIOSOC A.C. Es creadora del emprendimiento MAYEH artesanías, del corazón y manos de mujeres artesanas; donde diseñan, elaboran y comercializan artesanías, café amigable con la biodiversidad y otros productos artesanales; con un comercio justo y empoderamiento económico de mujeres. Norma Leticia Vázquez. Chihuahua. 1985. Narradora y poeta. Premio Municipal de Publicaciones en cuento, creación colectiva 2011. Minificciones en Ficción Express, BUAP 2016, 2017, 2018 y 2019. En poesía ha publicado Flores de luna (Doble hélice, 2019), No haremos obra perdurable, 2019; Coordenadas de voces femeninas, 2020. Javier Enrique Paredes Chi. Umán, Yuc. 1989. Estudió Ingeniería en Computación en la Facultad de matemáticas, UADY. Ha participado en talleres de Matemáticas, Física y Computación, organizadas por la Sociedad Matemática Mexicana, CINVESTAV y el CIMAT. Como escritor ha publicado en la antología Karst: Escritores de la Península Yucateca, revista el Canto del Ahuehuete y portal cultural La Piraña. Como artista visual sus ilustraciones han sido publicadas en revistas digitales. Pinturas y dibujos presentados en exposiciones: Impulso Universitario A.C., ESAY, galería Mérida, galería Mesoamericana, galería Le Cirque, el Gran Museo del Mundo Maya, galería Arte y Punto, 8° Encuentro de Pintores de la Península de Yucatán y Gran Logia Unida la Oriental Peninsular. Roberto Cardozo Peraza. Mérida, Yuc. 1975. En el equipo editorial desde el primer número. Columnista desde el número 23. Maestro en Matemáticas, escritor y guionista. Columnista en la edición electrónica de Opinión de Yucatán. Ha publicado la plaquette de poesía En los ojos la noche (Catarsis Literaria El drenaje, 2011); Antología Poética (Rojo Siena, 2014). Premio del público en la Antología de Microrelats Negres del Centro Cultural La Bòbila (Barcelona, 2012). Guionista, Co Productor y Co Director de ECO (2016). Premio El cine te mueve en tu comunidad 2016. Co-guionista del cortometraje Semilla (2017), producido en el programa Polos Audiovisuales de IMCINE; Premio Colibrí del IV Festival de Cine y Video Kayche’ Tejidos Visuales 2017; elegido como parte del acervo de la 1ª Muestra Internacional de Obras Audiovisuales sobre Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNAM. Co-guionista de Vas a terminar muerto (2020). Sofía Garduño Buentello. Cuernavaca, Morelos. 1992. Radica en Ensenada y es columnista en delatripa desde su edición número 31. Rocío Prieto Valdivia. Mexicali, Baja California. 1974. Escritora, promotora de lectura imparte talleres infantiles y juveniles de escritura, lectura y arte. Columnista y parte del equipo editorial de la revista delatripa desde 2018. Coordinadora del Festival internacional de grito de Mujer sede Ensenada desde el 2013. Directora de Arte Letras Migrantes desde 2003. Ha publicado en Monolito, La Piraña, Histeria, La Huella del Coyote, Diario del sureste, Elipsis, Poetómanos, Archipiélago, Maquina Combinatoria, entre otras.

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