Diciembre 2021
¿Qué tal las depresiones de fin de año?
Revista
No. 57
Diciembre 2021
Es un proyecto de la Catarsis Literaria
Editada en Matamoros, Tamaulipas. Revista de Circulación Mensual. Dirigida por: Adán Echeverría. Edición: Larissa Calderón. Colaboraciones a romeodianaluz@gmail.com Consejo Editorial: Javier Paredes Chí, Cristina Leirana, Blanca Vázquez, Roberto Cardozo, Rocío Prieto Valdivia, Mario Pineda Quintal y J.R. Spinoza.
Contenido El mail nunca enviado Regina Sarte 5 Carta de una niña tardía Chrys Sainos 7 La leyenda de Clembú Gladys Beatriz Gamboa Hamilton 11 Volver a los años felices Rocío Prieto Valdivia 13 El Reiki de Ali Irina Garcés 15 Querida Dafne Mario de la Cruz Arreola 17 Las luciérnagas Beatriz Pérez 19 Explosión de inocencia Daniel Barrera Blake 20 Del lamento de una tonta Juan Rogelio 25 La niña de los sueños Bryan David López Valencia 29 Cuando nadie sabe donde queda la esperanza Beda Domínguez 22 Doña Teofi Osiris Sagrario Jaimes 33 La matrix Blanca Vázquez 34 Minificciones Javier Paredes Chí 35 La última ventana vista al mar Giacomo Perna 37 Memoria Alicia Leonor 40 Tragaluz J.R. Spinoza 55 Vuelan las palabras Elizabeth Algrávez 69 Abigael Bohórquez y su Manifiesto poético Adán Echeverría 71 Descolonizando la enseñanza de la literatura yucateca contemporánea Silvia Cristina Leirana Alcocer 76
Vivir la vida
Salvador Zavaleta
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David Sarabia
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Sopa de Letras Dunas Arteson Beda Domínguez
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Matriarcadia: Separatismo
Norma Leticia Vázquez González
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Introspecciones del Erizo Javier Paredes Chí Demersales en A Mayor Sofía Garduño Buentello
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Larissa Calderón
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Interés superior
F es de Fantástico. J.R. Spinoza.
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Bajo el barandal.
Rocío Prieto Valdivia.
Mi punto de risa. Roberto Cardozo
Íncipit.
Blanca Vázquez
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Desvaríos de la freaky neurosis. Gema E. Cerón Bracamonte
Nos vemos en el slam. Mario E. Pineda Quintal
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Editorial
¿Qué tal las depresiones de fin de año? No. No todo mundo tiene la capacidad para la alegría. No todas las personas tienen como ídolo y como fin en la vida el acopio del dinero. No, no vivir persiguiendo dinero no te hace tonto, ni tarado, ni tampoco tiene porque sumirte en la pobreza. La pobreza es un estado del alma. La riqueza no tiene que ver con el alma. La depresión es uno de los Monstruos contra los que la Humanidad libra todos los días nuevas batallas. No. No todo comienza en la infancia. Algunas tristezas comienzan aún antes de la fecundación de un óvulo. Y como atinadamente nos cuenta en esta entrega, nuestra escritora Sofía Garduño: solamente quien ha sentido una depresión, puede describir lo que se siente. Agradece que esa persona no eres tú. Deprimirse no es por no tener dinero, ni por aspirar a lo que no se tiene, ni porque un hombre o una mujer te han roto el corazón. Las depresiones son algo con lo que muchos batallan todos los días. El ser humano, las sociedades que ha conformado, son quienes han decidido medir el paso del tiempo, de acuerdo a nuestra lejanía o cercanía del sol. Lo medimos de acuerdo a los movimientos terrestres: la rotación y la traslación. Hemos numerado los años, nombrado los meses, nombrado los días. Todo con la finalidad insana de mantener el orden en todo. Para poder generar fechas: fechas de nacimiento que midan nuestro paso por el mundo y nuestro envejecer. Y con esa numerología, en alguna época se decidió celebrar la encarnación del dios de los Católicos-Romanos. Un dios que se hizo carne en el vientre de una virgen. Y con base en esa mitología se decide que en esa reflexión se pueda aspirar a la paz: así de pequeños, así de enajenados somos los seres humanos, así de simples somos los católicos. Basamos nuestra paz, nuestro amor, nuestra armonía, nuestra esperanza, en el nacimiento de Jesús, alias el Cristo, que a los 33 años fue crucificado desnudo, se le traspasó un costado, se
le clavó en la cruz, se le montó una corona de espinas, se le desgarró la espalda a latigazos. Y todo para que los jefes de dichas iglesias vivan en palacios de oro, ganen dinero con la pobreza y la culpa de todos aquellos fieles seguidores. No. No tienes porque sentirte forzado a regalar, si no lo haces por amor. No, no tienes porque ver a ese tío, a esa tía que te cae tan mal, solo porque nos seguimos forzando a esas cenas navideñas. Una fecha más para la borrachera. Una fecha más para que las mujeres se la pasen cocine y cocine todo el día. Todo un año esperando el aguinaldo para gastarlo en una ropa, en una borrachera, en juguetes y luces, y más alcohol. ¿Acaso no es deprimente? Medimos el inicio y el fin de cada año. Medimos y medimos todo. Quien la tiene más grande, quien tiene menos tetas, quién se carga el mejor carro, la ropa más cara, el bulto de marca, el mejor maquillaje, y unos a otros se van golpeando, insultando, lastimando, unos a otros, por cumplir con las apariencias. Denme mi aguinaldo, no importa que haya sido un mal trabajador, no importa que jamás llegara a tiempo, y que no diera nada de mí, más que quejas y quejas y quejas. ¿Acaso no es deprimente? Un año en el que se enfermaron y murieron muchos conocidos, familiares, tantas pérdidas. Perdimos el empleo, perdimos un brazo, al esposo, a la esposa, a nuestros padres, la virginidad, el curso, dinero, la dignidad. Un año para celebrar las pérdidas, los fracasos. Sigues sin recibir un aumento, sigues sin poder pagar tus deudas, pero tenemos que creerle a Charles Dickens, que en la pobreza podemos ser felices. Porque seguramente tenemos que seguir esperando un Milagro Más de Navidad. Los años no terminan ni empiezan. El avanzar del reloj no determina tu vida, tampoco los astros, ni siquiera aquellos dioses del calendario. Lo cierto es que tienes que valorar lo
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que debas de valorar, lo que te haga bien únicamente a ti. Lo cierto es que nadie tiene porque hablarte de tus propias depresiones, son tuyas, súfrelas, disfrútalas, intenta luchar con ellas, a tu ritmo. No, no todos tienen que disfrutar las navidades, vivir en esas fantasías. No, no todos tienen que soportar tus depresiones y tus tristezas. El mundo es tan amplio para todos. No vayas a la cena navideña, desprecia a tu familia, no rompas piñata, lee toda la noche, solo, no bebas alcohol sino jugo de apio, al final lo único importante es aquello que te haga bien a ti mismo, si es que apelas por lo que es bueno para ti. Pensar en que el día de mañana sea mejor, debe ser algo de todos los días, no solamente para el próximo año, no solamente por Navidad. No. No todos somos felices en las fechas de un año que termina. Pero no importa, la realidad es que habemos muchos, que tal vez tengamos el espíritu suficiente para negar toda celebración de las sociedades humanas.
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El mail nunca enviado
Regina Sarte
De: sarasinemocion@gmail.com Para: señorfacebook@facebook.com Fecha: 12 de diciembre, 12:07 a.m. Querido señor Facebook. ¿Cómo está? Espero que bien, sin más preocupación que la de descubrir ese lenguaje que ahora utilizan los jóvenes. Sigo sin descifrar qué quiere decir "POV" o "GPI", ¿lo ha entendido usted? En fin, este no es un correo para reclamarle sobre la degradación de nuestro lenguaje, qué va, para eso ya le escribiré después. Sabe, decidí comunicarme con usted por este medio porque, bueno, una carta siempre será más personal. Y la gran ventaja es que actualmente ya no hay papel que mojar con lágrimas escurridizas, no, ya solo nos secamos el agua de los ojos con las mangas y el espejo oscuro ni se da por enterado. Justo como usted, querido señor Facebook. No se da por enterado. ¿De qué? Se preguntará. De su culpabilidad, querido, ¿de qué más? A usted poco le importa lo que me ha hecho, ¿verdad? Mire que para actuar como lo hace se debe tener un corazón muy duro, o no tener uno en absoluto. Sin intención de ofender, pero no logro concebir su crueldad. ¿Cómo es que nadie lo ha notado? ¿Soy la primera que le escribe con la misma queja? No lo creo, es tan común lo que usted hace, no puedo ser la primera. Detrás de un perfil se esconde una vida, una vida cansada de ver las fotos. Fotos de ella. De él. De ellos. Señor Facebook, ¿no fue avisado? Debieron hacerlo. Debió saber que a las 11:45 a.m., la subieron a la ambulancia. A las 12:00 p.m., entró en paro respiratorio. A las 12:05 p.m., declararon la hora de la muerte. Y a las 3:35 p.m. recibí la primera llamada. Mi hija se había ido. Sí, ella, Pamela. La pequeña de rulos castaños y sonrisa tierna. La que apenas anoche insistió en recordarme: “HACE 6 AÑOS Pamela en su primera visita al zoo" Y si eso no le bastó, decidió mostrarme la foto en la que él la cargaba mientras ella sostenía un vaso con lechuga y estiraba el brazo para alcanzar la rasposa y babosa lengua de una jirafa. Él. Usted seguramente lo conoce como Daniel E., pero yo le decía Dan. Mi Dan. Nadie nunca logró hacerme reír tan fuerte que se me salió el refresco por la nariz. Fue hace 8 años. Lo sé porque el mes pasado usted me lo recordó. En la foto estaba yo con los ojos achicados, una mano en la nariz, otra cubriendo mi boca, que esbozaba una carcajada. Y Dan a mi lado, luciendo una larga sonrisa. Insistió en que debía de tomar una foto del momento. Dijo que sería grandioso recordarlo cuando ambos estuviésemos tan viejos que ya ni refresco pudiéramos tomar. Después de recibir la primera llamada, me hundí en la desesperación. Si mi hija ya no estaba, ¿qué le había sucedido a mi compañero de aventuras? Lo diciembre 2021
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necesitaba. Necesitaba su abrazo. Necesitaba su olor. Y rogaba porque todo fuese mentira. Una mala broma. Un viaje perdido de mi imaginación inquieta. No lo fue, señor Facebook. Dan murió a los pocos segundos del choque. Me reconforta saber que no llegó a enterarse de lo de Pamela, no hubiese soportado el dolor. A las 3:40 p.m., justo cuando estaba por salir, recibí la última llamada. Al parecer habían identificado a Dan por su ID y las placas de su vehículo. Mi vida se apagó en ese momento. Han pasado cinco años. La terapia va funcionando, ¿sabe? A veces no los extraño. A veces el día pasa más rápido. A veces imagino que no salen exactamente a las 11:30 a.m. de la pastelería. Imagino que Pamela escogió mucho más rápido su pastel de cumpleaños y entonces llegan a casa. Y volvemos a ser tres. No la mitad de cero, como lo soy ahora. Siento que me haya explayado, señor Facebook, pero créame, esta actuación me cansa. El mundo cree que estoy mejor, usted lo cree... pero entonces... Entonces su crueldad me obliga a ver todas esas memorias perdidas de las que no puedo escapar. Le pido, por favor, de la manera más atenta, que deje de hacerlo. En unos días será Navidad, una festividad que ya no tengo fuerzas para celebrar, así que, por favor, le suplico que deje que la terapia haga lo suyo y permita que Dan y Pamela me acompañen en mis delirios no en mis adicciones. Esta vez no me muestre sus fotos. No insista en que revise mis recuerdos con notificaciones molestas, ignoradas e irrespetuosas. Quiero ser yo quien decida cuándo dejaré ir su presencia, no usted y su insistencia. Gracias por leerme. Felices fiestas. Sara.
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Carta de una niña tardía Queridos Reyes magos: Hola, ¿me recuerdan? Soy yo, la niña poblana rara e hiperactiva, que en los noventa inventaba historias de terror para asustar a los más pequeños, vestía de negro y quería ser actriz. Pues bien, la vida pasó, algunas cosas cambiaron: aún visto de negro, ya no tengo excesiva vitalidad, uso el teatro en vez del clonas para sobrellevar la realidad y en escencia todo sigue igual; sólo que ahora mis historias tratan de quitarle el sueño o por lo menos el varo a las instituciones. Voy bien con lo primero aún no consigo lo segundo. Pasó mucho tiempo desde que suspendimos la comunicación. Era parte de crecer. Además, realmente nunca fui una niña buena y tener que fingirlo era realmente agotador. Agradecí cuando mamá me explicó con gravedad el secreto peor guardado de todos los tiempos, como si mi inocencia fuera a desaparecer por enterarme que eran mis padres quienes compraban los juguetes que yo exigía cada navidad (generalmente aparecían enterrados entre montañas de ropa sin planchar o en las alturas menos exploradas del ropero de mis padres). Además, lo que ellos llamaban inocencia ya se había marchado años atrás, entre un par de raleighs escuchando a Sabina, el Alarma que leía mi papá los lunes y las historias de la vecina quien escondía billetes bajo la falda de la secu y rogaba cada díaba un dios crucificado, que su padre no le visitara por la noches. Creo que ese dios tenía cosas más importantes que hacer, porque jamás escuchó las peticiones de mi vecina... Por eso, yo no creo en las plegarias. ¿De qué sirve poner todas tus esperanzas en seres fantásticos que a fin de cuentas no escucharán? Porque no existen… Aplica también para dioses, reyes magos, hadas de los dientes, Satán Claus, AMLO y botargas similares. Por eso, terminar con las cartas, peticiones y plegarias era sensato. Hasta hoy. Este año ha sido particularmente complicado: una pandemia mundial vino a cambiar la vida como la conocíamos.
Chrys Sainos Así que, esta realidad pre apocalíptica es el pretexto ideal para justificar ésta carta. Pues, qué mejor momento para perder la cordura o reencontrar la fe que uno de esos fines del mundo a los que nos vamos acostumbrando cada vez más. Además, mis gustos tampoco han cambiado tanto, sólo envejecieron: Ya no quiero el microhornito, pero una freidora de aire me caería de puras perlas, el Ferrari rosa de Barbie, podemos cambiarlo por cualquier nave “que me lleve y me traiga” y aunque una tarjeta de crédito con presupuesto ilimitado cubriría todos los supuestos que se me pudieran ocurrir, los años me han enseñado algo que no sabía la última vez que les escribí: “Por más que te portes bien , nunca obtienes lo que quieres, menos cuando es oneroso”. Por eso, ahora sólo aspiro a la mediana medianía aun cuando de seres mágicos o de ritos paganos se trata. Hablando de ritos paganos, ya dejé de invocar espíritus e intencionar velas. Eso cuenta como portarse bien según yo. Ya no engaño a mis novios, ni viboreo a mis amigas (Es difícil cuando la mitad murió entre respiradores y un país que odia a las mujeres). También me harté del veganismo, entendí que no soy mejor o peor que los demás por el grupo alimenticio que elijo. Vamos, ya no intento madurar, con no llorar por las noches ni blasfemar por las mañanas me conformo. Quisiera entonces: un frasco de vidrio grande y bonito con hierba de la buena, un paquete de blunts vainilla para hacerle justicia y medio kilo de chocolates finos pa' el bajón. Libretas de pasta dura y un paquete de plumas de gel (la escritura es más suave y no mueres tras largas jornadas de escribir, además la tinta negra es lo más parecido a la felicidad), un beso de Nacho Vegas pues ya no alcancé boleto para verlo en vivo, un mechón de su pelo o el último disco que sacó, de a perdis. También quiero una foto bebiendo con el Yonki, necesito botas de plataforma negras para salir a rockstarear con toda la actitud gothstar, y el último libro de la gran Kyra Galván. diciembre 2021
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Ya que, si se quieren poner espléndidos... ¡el cielo es el límite! Pues, con una relación poliamorosa que no termine en polidrama yo sería sumamente feliz. Tal vez la nueva versión "proto realista" de poeta místico; pero ojo, que sea el deconstruido. Los poetas malditos ya no se usan. Tal vez con un par de músicos la armamos. Compositores de esos que saben contar historias con sonidos, trovadores enamoradizos o rockeros pierde almas. Una gitanita que incluya besos psicodélicos, faldón y caderines... Es más, si me pueden traer periodistas ¡también son bien recibidos! Me encantan. Artistas plásticos mejor no. Enamoran fácilmente porque tienen el arte en las manos y mi corazón de concreto no necesita volverse arcilla por ahora. Solamente un enorme favor, teatreros no. Son intensos, histriónicos, generalmente guapos pero nunca sabes cuando han salido del personaje. La mayoría nunca lo hacemos y bueno… "perro no come perro". Por último y para remediar una vida de abandono mágico, deseo pedir mirra para perfumar mi sendero espiritual, incienso para limpiar las malas energías de los críticos literarios y oro pa restregar mi opulencia en la cara a los otros escritores. Como si no hubiera un mañana, como si la magia en verdad existiera, como si esta niña jamás hubiera muerto y les mandara cariños escritos en papel.
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La leyenda de Clembú
Gladys Beatriz Gamboa Hamilton
Era una noche como cualquiera en la que acostumbraba a revisar mis notas y redactar el artículo que saldría al día siguiente. En esta ocasión hablaría sobre casas embrujadas, un tema que venía muy bien al día de muertos. A decir verdad, no era un tema que despertara mi interés; en pleno siglo XXI, creer en esas cosas me parecía absurdo, así que comencé el día con desánimo y preparada para escuchar lo que para mí eran fantasías de la gente. Comencé con una casa en el Paseo de Montejo, donde los vecinos aseguraban que en las noches se oían ruidos extraños; pensé que por ser una casa antigua, casi en ruinas, ¡seguro está infestada de ratas! y por eso los ruidos; así que seguí a la siguiente casa de mi lista y así una a una, las historias eran las mismas, que si ruidos, que sombras, que si escalofríos al pasar enfrente, que si era porque alguien había muerto, que si eran espíritus, que duendes, en fin, ya sabrán, millones de historias parecidas; y mientras más escuchaba, más me convencía de que los muertos no regresan a espantar y mucho menos se quedan habitando las casas de sus tragedias. Ya fastidiada, más que por visitar las casas, por la idea de que pasaría la noche tratando de escribir un artículo de algo que para mí, no existía, me encaminé a la última casa de mi lista; esperaba lo mismo que en las otras, platicar con los vecinos de las casas cercanas, pero mi sorpresa fue que al llegar vi entrando en ella a una viejecita; me acerqué, me presenté diciéndole que estaba realizando un reportaje sobre casas en las que espantan y que me habían dado esta dirección como una de ellas; ella sonrió y me invitó a pasar asegurándome que me contaría la historia de la casa, y que iba a encantarme escuchar; que lo mejor era que podría comprobarlo. Entré, no tanto por creer que me contaría algo real, si no que como es bien sabido, las señoras mayores cuentan historias fantásticas y amenas, por lo menos podría escribir algo basado en una leyenda interesante. Al entrar en la casa no me sorprendió la decoración antigua, pero sí, el que parecieran
como recién comprados, debo reconocer que sentí un ligero escalofrió al entrar en la sala, por un momento me sentí en aquel viejo cliché de las películas entrando a una dimensión diferente, moví la cabeza buscando despabilar mis pensamientos, me dije que sólo estaba cansada y que escuchar tantas historias ya me había sugestionado, así que ignoré esa sensación ilógica y me senté esperando escuchar esa historia que le daría sentido al día perdido en historias aburridas. Tomé un sorbo al café que la anciana me había servido y ni siquiera reparé en que momento lo trajo, y ahí comenzó lo extraño de mi día, me dijo que empezaría por contarme la historia de una casa que fue construida como el lecho de amor para un hombre español que se casaría con una joven mestiza, hermosa de cabellos negros y ojos grandes, todo estaba listo para la próxima unión, pero días antes de la boda, el novio que era un oficial, fue enviado de comisión a detener a una mujer a la que acusaban de brujería para quemarla en la hoguera. La mujer al ser atrapada lanzó una maldición: aquel hombre orgulloso de su galanura y juventud envejecería en pocos días, además de que la casa que construyó para disfrutar de su gran amor, se convertiría en su prisión eterna y que toda persona que entrara en esa casa, en pocos días también se volvería anciana, pero él, solo se rió y no hizo caso. A los pocos días, el oficial regresó a su pueblo y se casó. La felicidad que sentía no podía ser más grande y decidió que pasaría su primera noche de bodas en la casa que había construido para su esposa, sólo que para ese entonces, ya se había corrido el rumor de la maldición y nadie quería ir a trabajar con él, sólo una fiel sirviente de su esposa; así que después del banquete de bodas los tres partieron hacia la casa, al llegar a ella como era de esperarse, los nuevos esposos se retiraron a su habitación y pidieron a su sirvienta que no se les molestara, la joven asintió y se fue a la cocina para ver que todo estuviera en orden, fue entonces cuando escuchó un grito de su ama, diciembre 2021
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corrió y subió lo más rápido que pudo las escaleras y al entrar en la habitación vio con horror que sus patrones se habían convertido en unos ancianos. No podía creerlo pero de pronto algo llamó más su atención y era su propia imagen en un espejo, su pelo se estaba volviendo blanco, gritó y salió corriendo hacia la entrada de la casa, pero algo la detuvo y no logró salir; desesperada comenzó a llorar y a gritar el nombre de la bruja, afortunadamente lo sabía porque fue muy sonado el hecho que logró escaparse: ¡Clembú!, ¡Clembú!, gritaba desesperada suplicando que la escuchara, diciéndole que ella y su ama no le habían hecho nada; de pronto una brisa fría se sintió y apareció la bruja y con una risa espectral le dijo: “Todos pagaran por él, pero seré benévola contigo; tú podrás salir un día al año antes el día 1 de noviembre y traer a una persona a la casa, le contarás la historia y yo le enviaré de alguna forma un acertijo; si esa persona lo descifra todos los que estén en la casa volverán a ser jóvenes y fuertes, pero si no lo logra, al final del mes, también se convertirá en vieja y se quedará en esta casa atrapada hasta que alguien logre descifrarlo”. Luego todo se quedó en silencio. Le pregunté a la señora en qué había terminado la historia y me contestó, “aun no termina… entra en esa habitación” y me señaló una puerta.. Me acerqué por curiosidad y mi sorpresa fue que tras ella había una sala donde platicaban, veían televisión o jugaban en las mesas muchos ancianos, por un momento sentí un espasmo en el estómago y un escalofrió corrió por mis vértebras sólo de pensar que esos ancianos eran gente que había caído en la maldición. Recobré la cordura y mi parte sensata me hizo reaccionar y sólo reí, le dije a la señora que por poco y se lo creía, pero que me había dado gusto conocerla y saber que esa casa era un asilo. Le deje mi tarjeta por si en algún momento necesitaba algo; ella sólo me miro y me dijo: Nos vemos pronto. Salí de ahí con la sensación de que mi parte escéptica moría poco a poco; llegué a mi casa y me di un baño, preparé un café y decidí sentarme a escribir mi texto, encendí mi computadora y como era mi ritual entré a mi correo, sentí un balde de agua fría caer sobre mi rostro cuando vi un mensaje de Clembú. Traté de tranquilizarme pensando que quizá era mi imaginación, así que me levante y fui al baño, me lavé la cara para despejarme y al verme en el espejo, mi cabello tenía mechones blancos, así que regresé a la computadora, leí el correo y desde entonces duermo poco tratando de descifrar el maldito acertijo que me envió la hechicera. Cada día mi cabello es más blanco y todos los días lucho contra una necesidad imperiosa de salir a caminar y sin darme cuenta termino en la entrada de aquella casa. La viejecita abre la puerta me sonríe con decepción y puedo jurar que escucho a sus espaldas unas carcajadas, mientras obligo a mi cuerpo a detenerse y salir corriendo de ahí; cada día me alejo con menos fuerza y sé que un día en esa casa pasaré mi prematura vejez.
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Volver a los años felices
Rocío Prieto Valdivia La brevedad es la hermana del talento Antón Chejov
Todos los días Carolina se sienta a la entrada de la puerta de su casa; disfruta de los momentos en que Manuel, su compañero de vida, toma su siesta. Después habrá que cuidar de él para que no coma tantas golosinas. Ahí, en ese lugar, tiene una pequeña banca de caoba, algunos libros, las ramas de los árboles del vecino le brindan una sombra acogedora, algunas tardes es larga, otras es tibia. La vista a la bahía es hermosa, la escarpada costa, las nubes y el crucero, son algo que disfruta mirar desde su casa. Algunas veces, Carolina, se siente arropada por sus recuerdos de niñez. Esta tarde, en particular, las añoranzas la abordan; sabe que el invierno se acerca. Lo siente en sus huesos. Recuerda aquellos días en los cuales corría entre los matorrales. Los becerros recién nacidos mugían en el establo, los borreguitos balaban. Y la cocina de su abuela despedía un aroma inolvidable a canela y melaza recién hecha. Sus tías tostaban la harina para el champurrado, sus tíos y compañeros de juegos entrando a la cocina con el pequeño bidón de leche fresca para terminar de preparar la bebida, la cuál acompañaría a las delicias de su abuela. Lo que Carolina más recuerda de aquella habitación es el cuadro de la última cena, las paredes verdes, el comedor de 12 sillas y esa ventana que daba al gran jardín. De su rostro ajado por el paso del tiempo resbala una lágrima. Adentro de su casa, la algarabía es un eco que no despierta a Manuel. Ya está impuesto a las pláticas de sus nietas. Y hace unos días les ha traído un gran árbol que es adornado por unas pequeñas manos, que con mucho cuidado sacan de una cajita un par de mariposas, una minúscula hada color de rosa que por años ha estado presente en ese rincón anunciado los días felices, donde sus mujeres, como él les llama, lo consentirán con bocaditos dulces. Casi han terminado de adornar el árbol, y es un ritual que Carolina, la abuela, ponga la estrella. - Abuela ven, tienes que poner la estrella yo no alcanzo. - Deja que tu abuelita disfrute de la puesta de sol, Aurora. La anciana se levanta despacito, y entre sus recuerdos aparece una muñeca con los ojos grandes, el cabello negro, vestida de rojo, a su lado está su adorada abuela sonriendo, y con la vista puesta en las niñas y sobre todo en Carolina, su nieta, quién heredo sus ojos color ámbar, el cabello crespo y color azabache como ella, acompañada de sus primas también con muñecas vestidas iguales, algunas de cabellos rubios, otras pelirrojas. Avanza unos pasos hasta llegar donde sus nietas y su bisnieta están terminando de poner el árbol de navidad, y le dice despacito a Dayan, su otra nieta, que le traiga la sorpresa para Aurora. diciembre 2021
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La chica de cabellos alborotados y ojos ámbar sale de la habitación, corre apresurada hasta doblar la esquina de la casa. La vieja escalera cruje con cada paso. Minutos más tarde entra a su casa, tiene que recorrer el gran pasillo que da a su habitación, abre la puerta y un primoroso cuarto forrado con madera de caoba le da la bienvenida. De arriba de su clóset saca una caja grande que previamente entre ella y su abuela han envuelto, la madre de la chica le pregunta si ya terminaron de poner el arbolito en casa de su suegra. - Aún falta la estrella, mamá, pero mi abuela quiere sorprender a Aurora. - Tu abuela siempre tan detallista, recuerdo tu primera navidad y ese par de muñecas que aún conservas sentadas en tu cama. - La chiquis se va a poner feliz cuando abra el regalo, mamá. La chiquis como Dayan llama a la hija de su prima es un retrato viviente de ella y su amada abuela. Los minutos pasan, el abuelo ha despertado después de su siesta de las 4: 00 pm y ve de reojo a sus mujeres; respira hondo y es feliz, sus cabellos antes negros ahora lucen como una bolita de algodón. Su hija- nieta le dice al oído que en la cocina hay buñuelos, el anciano se levanta del sillón y empuja su andador apresurando el paso, no vaya ser que su mujer lo regañe por comer golosinas antes de la cena. Afuera el frío empezó, se escucha el ladrido de los perros, las sirenas anunciando muerte, pero adentro de la casa, Carolina intenta poner la estrella en la punta del arbolito. A su lado sus dos nietas, su hijo y su bisnieta la observan como con sus manos temblorosas pone la estrella, mientras en la gran caja una muñeca con ojos grandes, cabello negro y vestida de rojo, sonríe. Y en la cocina el abuelo roba un buñuelo acaramelado y le da sorbitos pequeños a su atole acanelado. Cuidando que su mujer no lo pille.
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El Reiki de Ali “Martini con vodka, martini con vodka, martini con soda y 4 rodajas de limón, martini, martini con vodka, martini con soda y 4 rodajas de limón. El sake en la estufa y el perro en el elevador” —¿Mesa para uno? —el chico del piercing me guiña el ojo y pela ojo a mis piernas. Prefiero bloquear el coqueteo y me alejo de él, —no, para tres— buena suerte para la próxima, amigo. Justo lo que pensaba, atrás de mí viene otro par y él hace exactamente lo mismo. Camino y camino por el pasillo de piedra, guirnaldas doradas, humo de incienso, luces amarillas y piso de madera. No debí ponerme el pantalón de cuero, no dejo de sacudirme, ojalá fuese el boogie de aquella canción de los 70's. El barista me guiña el ojo, quizás sea por el alaciado permanente, o la botella dorada de moschino que me eche al cuerpo. El segundero se mueve muy des-pa-ci-to, saco de mi bolso un teléfono de agua con aros de plástico, demasiado infantil, pero lo que sea para despejar la mente. Se supone que deben llegar a las 10, aquí nadie llega temprano, como si mi tiempo no fuese importante, que sexy es cuando alguien es puntual, se nota que le pone ganas y valora tu timing. Exagere con el perfume y el cabello, siento que cualquiera puede olerme desde la entrada, me vale, no importa. ¿Lo quieres?, ¡lo tienes!, ¿lo deseas? ¡Entonces lucha por él!, ¿te ves ahí? ¡Persíguelo! Hubiese querido que el efecto relajante de la leche dorada durara un poco más. Dos hombres, uno caucásico, el otro hindú, bastante sexy diría yo, pudiese ser de Bollywood, me levanto de la silla y muevo mi mano, menos mal que uno de ellos me ve. “¿debería esperarlos de pie o sentada?, ¿cómo se saludan en India?” Pienso demasiado y ya están aquí. —Namasté, Ali —une sus dos manos apuntando hacia arriba. Antes de que pudiese hacer algo, él rompe el hielo de una manera tan sutil, —¿es un teléfono de agua?, ¡vaya!, creí que ya no los hacían, son tan divertidos,— toma el juguete e inserta cinco aros. —Namasté, Amir, disculpa, no sé si está bien que salude así—imito su mismo saludo
Irina Garcés —No te apures, Ali, todo está bien, puedes saludar como quieras— su acento hacía que el español sonara muy gracioso. —¡Adal!, un gusto— saludo al inglés con un apretón de manos. —No me gusta llegar tarde, pero Amir no estaba listo, tuvo que cerrar la tienda antes de salir, no le gusta dejar solo a Daya, su aprendiz, aún no domina el español. —No se preocupen— se sientan en la mesa y cada quien saca su celular para leer el código QR y ordenar su bebida. Amir se coloca sus lentes y desbloquea su iPad, Adal conecta su MacBook al tomacorriente y bebe un sorbo del black coffee que le acaban de servir. —¿Por qué quieres el trabajo Ali?, baja la tapa de la laptop y la mira de frente. —Amo la ropa y los zapatos y considero que puedo abrir ese canal de expansión y comunicación para que “R´Dal & Amir” venda en todo México, no solamente en San Cris, con un plan de marketing y social media podemos aumentar sus ventas en shopify. Adal mira a Amir y ambos sonríen, —Te dije que era buena Adal. Adal mira la pantalla de su laptop y toma otro sorbo de café, toca su barbilla y le hace señas al mesero. —Dígame caballero, ¿todo en orden? —Sí, todo muy bien. Me puede traer la cuenta por favor. “Los nervios se apoderan de mi cuerpo una vez más, un súbito escalofrío me recorre la espalda baja y comienzo a temblar”. —Con esa pregunta me basta querida, Amir me ha hablado mucho de ti, después de todo el proceso inicial lo llevaste con él. Te seré sincero, estamos entre tú y otra candidata, la siguiente semana te damos respuesta. Gracias. —Gracias a ustedes, y quedo atenta. —Iré a pagar en caja, te veo en la tienda Amir— Adal se levanta y me sonríe. —No te preocupes, la cuenta va por nosotros— y tu respuesta lo dejó pensando. Un diciembre 2021
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gusto verte de nuevo Ali, que la diosa Ganesh ilumine tu caminar y tu trabajo, junta sus manos y me sonríe. Guardo mi agenda y mi teléfono en el bolso, la voz de Amir me da calma y mi cuerpo deja de temblar, ahora veo porque en la India son muy buenos con eso de la meditación y la tranquilidad. Menos mal sabía quien era la Diosa Ganesh, después de todo le guardo respeto y bastante admiración, no por algo me había preparado un mes para este puesto, me había encargado de estudiar la cultura hindú, sus costumbres y tradiciones, si me iba a encargar de vender su ropa, accesorios, imágenes, inciensos y demás, tenía que conocer cada uno. Salí de cafeología y comencé a caminar por el andador de Guadalupe, calles empedradas y tiendas de lado y lado, es raro no ver gente, 11:30 am y el sol se había ocultado, la temperatura comenzó a descender y mis piernas a temblar, saque de mi bolso una bufanda y me la puse encima de la que ya llevaba, había dejado mis guantes en el taller de Eduardo, el carpintero que me estaba armando una base para mi espejo de media luna, se vería encantador a la entrada del apartamento, el auto estaba en la agencia y la moto en el autolavado, todavía faltaban 15 minutos para ir a recogerla, no tenía que cocinar, las sobras del día de ayer me bastaban para alimentarme hoy. 72 horas para navidad y parecía que todo iba “bien”, un poco desanimada por la entrevista de trabajo, pero como dicen: Lo que es para ti será cuando deba de ser. En mi mente no dejaba de sonar: “Martini con vodka, martini con vodka, martini con soda y 4 rodajas de limón, martini, martini con vodka, martini con soda y 4 rodajas de limón. El sake en la estufa y el perro en el elevador”. Trabalenguas inventado por Memo, el novio de Andy, la mejor amiga del arqui, mi mejor amigo. En la noche de juegos del viernes perdí frente a ella, después de tres shots de tequila me parecía imposible recordar esas tres líneas. Me pregunto que habrá inventado ese par para la noche de hoy. No tenía muchas ganas de ir, no iba a ser lo mismo sin Ricky, mi novio, había tenido que regresar a Ciudad de México por un caso que tenía que cerrar, un buen abogado, sabía que echaba de menos la ciudad, pero él fue quien quiso mudarse conmigo, supongo que de verdad me ama. Crucé la avenida principal para ir al mercadito de los españoles y comprar un poco de fruta, me giré porque el sonido de una campana me tintineaba los oídos. —¡Ali, Ali, Ali, despierta! —Abrí mis ojos y el aroma a naranjo me hizo estornudar —Vaya chica, no había tenido a alguien que se durmiera en mi sesión, el reiki te hizo bien.
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Querida Dafne:
Mario de la Cruz Arreola
Querida Dafne: Rotulo de manera probabilísticamente registrable este último comunicado oficial de nuestra relación simbiótica, expresando el agradecimiento del conjunto biológico de mi entidad por el cese de tan problemáticas descargas emocionales. Este negentrópico evento ha recalibrado los parámetros de mis sensores a un grado de la más alta fidelidad entre los de series similares; la reorganización de los recursos ha sido tal, que ahora respiro con mayor economía, administro mis insumos racionalmente y reciclo mis desechos sin estorbosos protocolos administrativos. Mi estado se encuentra activado en equilibrio dinámico, los procesos han sido acelerados a su máxima capacidad, registro velocidades superiores a las cien teorías por fenómeno en cuanto a despliegue conceptual y categorizo a tus congéneres con sólo tres nanosegundos de captar sus señales iniciales. Cada día desarrollo una nueva unidad alterna de procesamiento, pudiendo dar cabida a los más variados insumos, porque puedo reconfigurarme con toda facilidad. Los antiguos códigos de nuestro consenso han adoptado una vigencia generalizada, descargan sus contenidos en cualquier relación interdependiente apta para el desahogo de mi banco de datos genético, evitando el estancamiento de los flujos. El nuevo modelo integrador ha compactado mis elementos para mayor versatilidad en el medio. Los beneficios de la crisis son evidentes: descargo los fluidos por los orificios adecuados. Hago patente mi homeostasis e incluso planifico reestructuraciones de incrementada complejidad, como la clausura de tu sector y el reciclaje del mayor número posible de terminales dependientes del ambiente. Como podrás apreciar, las alternativas de cambio son múltiples, no necesitabas clausurar las funciones de tu unidad de manera irreversible, existen formas de mantenerse activado a pesar de crisis degradantes como la nuestra. Mírame, soy funcional ejemplo de lo que te reporto. No necesitabas -repito- no necesitabas depositar tus componentes en los campos de desecho.
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Las luciérnagas En la Navidad del 1974, tenía 9 años. Eran probablemente antes de las 5 de la madrugada del 25 de diciembre y hacía frío. Estaba despierta, esperando escuchar algún sonido e ir a abrir los obsequios bajo el pino. Como soy la mayor, me tocaba envolver y esconder los regalos para mis hermanos pequeños. Ya conocía el contenido de casi todos. Me encantaba envolverlos desde entonces y hasta hoy: el papel, los dobleces y recortes, los lazos y moños, la cinta adhesiva. Aun así, siempre había alguna sorpresa para mí. Me levanté por tercera vez a despertar a papá, y esta vez no me hizo esperar. Sentía un montón de luciérnagas zumbando en mi estómago. De alguna manera lograba contenerlas sin que salieran volando por mi boca, mis orejas y mis ojos. Mis tres hermanos despiertos, en sus camas, brincaron fuera de ellas y corrieron a la sala, en piyamas, el pelo revuelto, y las luciérnagas persiguiéndonos por todo el pasillo. Formábamos una tropa iluminada por un cometa antes del amanecer. Mi madre soñolienta aún encendió el calefactor, así como las luces multicolores del árbol navideño y se sentó en el sofá. Mientras papá leía los nombres en las tarjetas de los regalos, anunciaba al destinatario, e inventaba mensajes graciosos del Polo Norte para todos, el enjambre de luces intermitentes revoloteaba sobre nosotros. Cada Navidad mi madre me envolvía la ropa nueva para el siguiente pulso de crecimiento, y recuerdo haber desenvuelto de una gran caja y entre abundante papel de china, un abrigo de lana clara, con una felpa muy suave en los puños y el cuello de la prenda. Me lo puse de inmediato. Mis luciérnagas salían de a poquito por el cuello y orejas, y se quedaban como haciendo rondas en torno a mi cabeza, como copos de diamantes alados. El abrigo me quedaba holgado, cubría la piyama y guardaba mi calor. Mientras mis hermanos alborotaban con los Tonka metálicos, la pista de carritos, y los Tinkertoy de madera en sus cilindros de cartón, abrí mi regalo sorpresa. El resto de las luciérnagas en mi estómago escapaban ya incontenibles, las manos me
Beatriz Pérez temblaban. Recuerdo haber desprendido el papel con cuidado allí mismo, tirada en la alfombra de la sala, entre los papeles coloridos, las cintas rojas, y el papel de china arrugado cubriendo buena parte del suelo. Era un pequeño equipo para pintar. Mientras las alborotadas luces iban de arriba abajo por mi pelo despeinado, sacaba una a una las piezas de la caja: un lienzo rígido lleno de líneas numeradas, como un rompecabezas con claves, que tenía impresa la imagen de un caballo de larga crin. Había también tres pinceles, un pequeño frasco con aceite de linaza y varios colores de pintura al óleo en pequeños contenedores también numerados. Ignorando los gritos de alegría, y a las luciérnagas que llenaban la estancia pulsando miles de luces dentro, fuera y alrededor de mí, coloqué la gran caja del abrigo a modo de mesa al frente, las pinturas en orden a un lado, los pinceles del más delgado al más grueso al otro, y el lienzo con el contorno del caballo en el centro. Cientos de lucecitas en mis manos titilando, en mi pintura, en los pinceles, en las paredes, y otras tantas en el techo. A las dos horas de abrir mi regalo, el caballo ya mostraba sus tonos castaños y parte del paisaje. Concentrada y con las piernas dobladas sobre el suelo, el tiempo voló. Aún no amanecía. Unos cuantos papeles y la caja de cartón protegían la alfombra de la sala de las chispas de colores. Las luciérnagas transformaban mi espacio oxigenado en luz, tranquilamente posadas en mis dedos, mi pelo y el suelo. Las mangas de mi nuevo abrigo, con gotitas de pintura, se mimetizaron con los tonos del palomino en el lienzo, brillando al alba de la Navidad.
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Explosión de inocencia “Sepa de una vez doctor, que a pesar de todo, esta es una historia de amor desencadenada por un ¡Epa! Pronunciado de labios de mí esposo hace apenas dos años. Y ahora, en esta semana, he comenzado a sospechar que pronto me abandonará. Verá usted, Dr. Torres, he visto a mi marido dos veces por el pasillo exterior de nuestra casa, simulando meditar algo mientras fuma un cigarrillo, pero en realidad presiento que ronda a la vecina, pues en ambas ocasiones se detuvo en el punto más cercano a la ventana de su cuarto de baño, del otro lado de la barda; supongo que mientras ella está adentro… ya sabe… evacuando. Y eso no es lo peor, lo más grave es haber descubierto que ha vuelto a rentar su viejo apartamento de soltero y lo utiliza solo para deponer. Mi Clemente doctor, se me va, estoy segura”. Momento, pareció decir el médico gastroenterólogo con su mano levantada. Enriqueta guardó silencio. —Tengo entendido que su problema es un tenesmo extremo, esa fue la información que me brindó mi asistente, recabada al momento de realizarle la cita. ¿Es esto correcto? —Correctísimo doctor, pero necesita entender la causa, y esa es, bueno… El médico la observó con detenimiento desde el gastado sillón giratorio donde descansaba toda su septuagenaria humanidad, y pensó que aquella era una buena oportunidad para salir del aburrimiento que venía sintiendo en los últimos meses, después de cuarenta años de praxis. “Por favor, cuénteme desde el principio. Y no se guarde nada,”, pidió el galeno, y al momento se acomodó con ambas manos entrelazadas sobre el voluminoso abdomen. Luego de tomar aire y dirigir la mirada hacia arriba en un claro intento de reacomodo de ideas, Enriqueta comenzó su narración en una de esas tardes grises e iguales unas a otras de finales de sus veintes. Por aquel entonces, Enriqueta acumulaba ya una gruesa experiencia como joven ermitaña. No por gusto propio, sino por una especie de obligatoriedad social; es decir que 20
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Daniel Barrera Blake Enriqueta jamás había sido un imán de hombres; en cambio, desde siempre había sido la reina de los apodos alusivos a la fealdad. Vaya, que la pobre era fea de a tiro. Adjúntese la inexistencia de habilidades en las complicadas artes del embellecimiento femenino (físicas o digitales) y una escasa planilla de amistades en su haber. Como si eso fuera poco, el departamento contiguo al suyo llevaba vacío muchos meses, brindándole un amplio reinado de soledad. Fue por esto que al expulsar la primera flatulencia, no tuvo reparos en sonoridades o probables resonancias, e incluso ese solitario acto, bajo tales circunstancias, podría calificarse de inocente. Su reinado de soledad fue sorprendido de manera bochornosa al escuchar, con toda claridad, un bien formado y espontaneo ¡epa!, proveniente directo de sus espaldas más allá de la pared, pronunciada por un hombre, y a todas luces, como reacción a su explosión de inocencia. Aquí cabe mencionar la caprichosa arquitectura del edificio en cuestión, el cual solo alberga dos pequeños departamentos por piso, uno de espaldas al otro, como en espejo. Por lo tanto… bueno, digamos que Enriqueta se mantuvo en total silencio, con la revista de chismes faranduleros apretujada entre sus manos, costumbre sobreviviente en ella a pesar del avasallador dominio de las redes sociales… “¿Cuánto tiempo tendré que mantenerme inmóvil…?” repasó sus opciones. Parecía improbable algún allanamiento criminal, la reja de entrada en la calle era muy segura. Menos probable sería que el dueño hubiera mandado trabajadores a realizar algún arreglo, de sobra conocía su tacañería. Eso la dejaba con las únicas dos opciones probables: que algún espíritu sin hogar hubiera decidido habitar el desocupado departamento contiguo… “obviamente no… ¿o sí?” o había un nuevo inquilino. Lo más seguro. Un nuevo vecino, el cual en ese mismo momento debía estar sentado en su propio trono, haciendo espejo con ella, sus espaldas apenas separadas por… “¿Cuánto, setenta centímetros?”… Los minutos pasaron y la
ausencia de ruidos de allá la tranquilizaron, se relajó tanto que la revista se le deslizó de las manos, produciendo lo que le pareció un estallido nuclear. De inmediato volvió a la inmovilidad de estatua, a las ascuas, a esperar alguna reacción; ya no un ¡epa! clarísimo, pero cualquier sonido avisador de una presencia en el baño contiguo. La reacción llegó en forma de “tin, tin” producido por el roce de la cerámica del depósito de agua, con el azulejo de la pared. Enriqueta sintió, ahora sí, un bochorno que le calentó las mejillas. Sus pensamientos volaron y dedujo que tarde o temprano tendría que toparse con el vecino nuevo. Eso sería desastroso, porque… “¿aparte de fea con el mote de pedorra?, no chingues…” así que, a continuar con el juego de las estatuas, apretar el esfínter y esperar el desalojo del baño vecino. Tiento a tiento, la especulación segundera. Así se completaron varios minutos sin haber gran actividad; es decir, allá con el inquilino nuevo, porque acá, la actividad cerebral era un hervidero. Enriqueta concentró cada sentido de su cuerpo en captar alguna señal de vida en el baño contiguo. Los sonidos llegaron una vez que sus oídos se acostumbraron a los silencios espejo; descubrió un tic tac muy preciso, como de reloj suizo, también un abatir de hojas cada tres o cuatro minutos… “mmm es culto, ¿Qué libro será?”, también descubrió unos pujidos tímidos. Con el correr del tiempo, la poco agraciada mujer fue haciéndose una idea del nivel de estreñimiento del nuevo vecino, y aunque decidió mantener el plan de reanudar su propia evacuación solo al escuchar que el vecino abandonaba el trono, su colón le propinó una traición tan potente, que el cansado esfínter nada pudo hacer. La segunda detonación fue lo suficiente escandalosa para provocar varios “tin tin” allá. Con toda seguridad el nuevo vecino se reacomodaba inquieto por la desagradable bienvenida, o peor, todos esos “tin tin” nerviosos podrían ser a causa de los movimientos involuntarios de una risa burlona intentando ser contenida. Enriqueta ya no tuvo fuerzas para meter en cintura a su esfínter y se decantó por dejar fluir la situación. Hubo varias explosiones más (ya sin inocencia), antes de alcanzar la descarga principal. Se llevó una agradable sorpresa al escuchar por encima de su propia evacuación compacta, como
del otro lado de la pared le llegaba el sonido de una evacuación más acuosa y abundante. Y en efecto, de aquel lado de la pared de azulejos, se encontraba el nuevo inquilino desalojando su intestino grueso con satisfacción, en medio una metralla liquida que provocaba un sonido de chapoteo. Clemente Juárez, contador público de profesión, metódico y amante del orden, la exactitud y la disciplina, no desperdició la oportunidad que le brindaba aquella vecina generosa por ponerle el ritmo y la pauta a su tripa. Y es que lo único en su vida sin funcionar tal como su reloj suizo, era su sistema gástrico, por eso aprovechó sin remordimientos esa serie de explosiones que fungían como notas musicales sobre el pentagrama. Enriqueta se pasó el resto de la tarde pensativa sobre la mejor manera de afrontar al nuevo vecino, en ese encuentro inevitable en un futuro próximo. Se debatía entre evadirlo o fingir extrañeza si es que el tema salía a colación. La mañana llegó y con ella llegaron las prisas, el desayuno a medias y todos los etcéteras de una mañana apurada, típica de una chica oficinista. Enriqueta no pensó en el episodio de la tarde anterior, sino hasta que accionaba la llave en la reja de entrada y la sorprendió un chiflido alegre que se aceraba desde la escalera. Se dio la vuelta y vio al vecino nuevo, debía serlo, al resto de los inquilinos los conocía. Caminaba hacia ella orondo, a gusto consigo mismo. Al pasar a su lado, le dedicó una sonrisa y una mirada de… “¿Complicidad?”, la solitaria mujer sintió una punzada tan ajena a ella, que no supo reconocer el origen de tal sensación; lo observó por un par de segundos más mientras se alejaba por la banqueta, ancho de gusto y con su chiflido triunfal… “¡Por dios!” De pronto lo entendió, después de tantos años en los que solo pudo conocer los por menores del cortejo amoroso por medio de telenovelas, ahora esa sonrisa pícara le sacaba del aletargamiento la intuición femenina de sopetón. La eterna experta en coqueteos mal correspondidos, la amada solo en un par de brevísimas ocasiones (no por falta de ganas) y solo con apuestas alcoholizadas de por medio, Enriqueta la fea pues, dibujó una amplia sonrisa en su rostro desgraciado al comprender que había sido objeto de un galanteo. diciembre 2021
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—¿Se imagina, doctor Torres?, yo, la más resignada de las resignadas, le acababa de brindar una gran liberación a ese hombre… —Sí, ya veo… El galeno apuró el relato con un gesto impaciente de la mano, su interés había dejado de ser meramente médico. La esposa desesperada, repitió entonces la inhalación profunda y el reacomodo de ideas con vista al techo, para narrar con apurada precisión el cortejo escatológico de por aquellos días, en los que las acciones románticas avanzaban a pasos acelerados gracias al metódico tratamiento de ella, repleto de adecuaciones sobre la marcha. Al principio surgió una complicidad impersonal, una camaradería comenzada a esa hora de cielo amoratado y terminada una vez se había alcanzado el clímax evacuatorio. Después cada cual volvía a sus actividades regulares sin interesarse por los ruidos provenientes del departamento espejo. Pero con la seguridad absoluta de que al próximo atardecer compartirían de nuevo su alivio gastrointestinal. Esa seguridad les brindaba calma al principio, pero con el correr de los días, la espera comenzó a volverse apremiante. Las mañanas se plasmaban de sonrisas coquetas sobre la entrada del edificio. Sonrisas de un amor secreto, pero sin decirse palabra alguna. No hacía falta. Por esos días, Enriqueta tuvo la obligación de asistir a una capacitación laboral fuera de la ciudad. Una semana completa en la que su mente se vio atormentada por la preocupación de su amado. El día de su regreso fue crucial. Se bajaba del taxi con sus maletas, cuando lo vio venir por la acera, con el vientre abultado y la cara de incomodidad… “¡oh, pobre hombre!” Pagó el taxi y de inmediato subió a su apartamento, al entrar azotó la puerta e hizo cuanto ruido pudo con la maleta y la puerta del baño. Era una manera de saludar y avisar a su amor, que su espera había terminado. Enseguida alcanzó a escuchar la puerta del baño espejo y un tímido “tin-tin”, era la señal, estaba listo. La sesión se prolongó mucho más de lo normal, ella misma había hecho ayuno de evacuación todo el día anterior, para estar a la altura de las circunstancias y brillar en ese reencuentro tan esperado.
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Enriqueta disfrutaba de la ducha después de su larga sesión de… “¿amor?”… el agua le acariciaba la piel y la hacía sentir satisfecha. Ducha increíble que fue interrumpida por un llamado insistente a su puerta. Era él. Dos tollas era toda su vestimenta al abrir la puerta, una la había convertido en turbante, la otra cubría su cuerpo delgado. Clemente irradiaba de satisfacción, no dijo nada, solo extendió el paquete acorazonado repleto de chocolates. Ella lo tomó de la solapa y lo introdujo hasta su alma. Después de ese día, la pasión se posicionó como un miembro más en la relación, los fines de semana les resultaron insuficientes para satisfacer toda esa pasión, incluso en los momentos de noviazgo normales, ya fuera en la sobremesa luego de un cena especial o disfrutando de una película en la comodidad del sofá, él inventaba alguna excusa tonta para retirarse a su departamento. Ella se levantaba también con una gran sonrisa de triunfo adelantado y se sentaba en su trono a esperar el “tin tin” indicativo de estar todo listo. Cualquier momento era bueno para tener sus maratónicas sesiones. El amor se apoderó de los domicilios espejo y en un arrebato, decidieron unir sus vidas. Enriqueta fue la mujer más feliz de la tierra, todo parecía ir a pedir de boca con el rápido progreso de su relación, que los llevó a comprar una casa donde podrían albergar una familia completa en un futuro. Los primeros meses fueron miel sobre hojuelas, hasta que la enfermedad cayó sobre Enriqueta. Un estreñimiento de intestinos que al contrario de mejorar con medicamento o volverse intermitente, empeoró a cada semana que pasaba, dando paso al desinterés y enfriamiento de su relación… —Ayúdeme doctor se lo suplico El gastroenterólogo comenzó a reír en su asiento, con temblor de barriga incluida. —Señora su caso está muy fácil… —Lo sabía doctor, sabía que usted me recetaría una buena medicina —dijo, enderezándose en su silla. El medico negó con la cabeza. —No Enriqueta, lo que usted necesita es instalar otro inodoro en su baño… pero esta vez no habrá pared de por medio,
—Doctor, es usted un genio, sabía que me ayudaría. Enriqueta suspiró aliviada y con manos juntas imaginó la nueva escena; hasta podrían agarrarse de la mano… “será hermoso”. —Doctor ¿cuánto le debo? —Se levantó sonriente la ex ermitaña —Oh no señora, esta consulta es de cortesía —¿Pero cómo doctor?, si usted ha salvado mi matrimonio El galeno la tomó con cordialidad por el codo y la encaminó a la salida, donde Enriqueta se deshizo en elogios a su genialidad para resolver su problema. La pobre ya no se enteró que al cerrar la puerta el gastroenterólogo se echó a reír a carcajada suelta. Solo tardó dos días en hacer instalar un inodoro extra en el baño marital, con una separación de apenas medio metro. La tarde por fin cayó, Enriqueta tenía todo listo, flores armonizaban el nuevo cuarto de baño en puntos estratégicos. No pudo esperar a que Clemente mostrara sus claros indicios de estar listo para intentar reanudar las sesiones, ahora legendarias, y lo invitó de manera directa. Después de algunos minutos parecía que la receta del médico no estaba dando resultados, Clemente no lo lograba. Enriqueta optó por esforzarse más, Clemente lo intentaba, pero el rosto desfigurado y colorado de ella, por el esfuerzo, fue lo opuesto a un afrodisiaco. Clemente se levantó de su trono y salió del baño. Enriqueta quiso ir tras de él, pero el esfuerzo ya había dado resultado en su intestino. Más allá del sonido de su propia evacuación abundante, retrasada por días, pudo escuchar la puerta de entrada que se abría y un segundo después se cerraba con suavidad. No había necesidad de que alguien se lo confirmara, ella supo que Clemente la acababa de abandonar. Enriqueta vaciaba su desdichado intestino, mientras sus lágrimas humedecían su desgraciado rostro, sentada sobre su trono nuevo.
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Del lamento de una tonta Estoy solita en mi cuarto, y tengo muchísimas ganas de contarle a alguien lo que siento, lo que traigo atorado en mi mente y en mi alma, pero mis papás están dormidos ya, mis primos están en sus casas y mi hermanita duerme plácidamente para ir al día siguiente a la escuela. Estoy sola, en la noche, en mi cuarto oscuro y pensando solamente en él. Era tan tímido como lo soy yo, y también su cara se le iba a poner rojita cada vez que me hablaba. Me acuerdo que fue eso justamente lo que impidió que me besara en cuanto me vio, y por eso tuve que ser muy paciente, esa única vez que nos vimos, para que él me fuera a acariciar con sus lindos labios, con esos labios vírgenes y deliciosos, llenos de tanta dulzura y de tanto amor, amor que, hoy lo confieso con tristeza, no supe valorar. Él puso su ser completo a mis plantas, él me repitió una y mil veces que lo que por mí sentía era amor, que nunca había conocido a nadie como yo y que se volvería loco de contento si yo le correspondía. Pero, ¿qué hizo esta niña tonta a tales ofrecimientos, a tales declaraciones? Nada más que darles una cruel patada y mandarlas muy lejos, despreciarlas y desviar mis ojos y mis sentimientos de ese pobre, pero tan valioso desdichado, para ir a posarlos sobre otros, que mucho menos se merecían mi atención, y por los que yo pensaba que estaba tan perdida como él lo estaba por mí. Pero ninguno hizo lo que él por mí. Ninguno me dijo que me amaba, ninguno llegó casi casi hasta mi casa nada más para verme un ratito, ninguno de ellos se quedó esperándome durante casi tres horas para que llegara a una cita que pensé yo que sería desastrosa, pero que terminó siendo el episodio más maravilloso de mi existencia. Me acuerdo que salí de mi casa con temor, porque pensé que él estaría muy enojado por haberlo dejado esperando por mí, pero lo que hallé en vez de ello fue que me miró y me sonrió
Juan Rogelio
como si yo no me hubiera tardado más de diez minutos en llegar. Estuvimos paseando por aquí y por allá, y fue la primera vez en mi vida que me sentí deseada, que me sentí en verdad querida, porque sus ojos no dejaron de mirarme ni un instante, porque su garganta no dejó nunca de desfogar un suspiro cargado de amor por mi cercanía, porque sus tímidas manos nunca cesaron en su intento de sujetar las mías. Nos fuimos a una plaza que está cerca de mi casa, donde pasamos unas horas más que maravillosas, paseando de aquí para allá, y por fin tomándonos de las manos, sintiendo la calidez del otro. A un tiempo, sentía el calor de sus ojos encima de mi cuerpo. Él me hizo sentirme no solamente bonita, sino hasta sensual, y feliz, por lo mismo: en mi vida alguien se había atrevido a mirarme como lo hizo él: con deseo, y a la vez con amor. Terminamos con nuestro paseo después de quién sabe cuánto tiempo. Me llevó a un sitio relativamente apartado, me dijo todo lo que me amaba, todo lo afortunado que era y lo muy feliz que estaba por al fin tenerme cerca, por al fin poder mirarme a los ojos y, un poco más, por al fin poder tener la oportunidad de besarme. Fue de lo más maravilloso cuando él se inclinó hacia mí y me besó con tanta dulzura como el que más. No es posible describir lo que sentí en ese momento, ya que todo se me olvidó. No me acordé del día que era, de la hora, de quién era ni tampoco de los demás. Fue como si al depositar su beso en mis labios él me hubiera sacado de este mundo para transportarme a otro, en donde solamente él y yo existíamos, en donde lo único intangible no era el aire, sino nuestro beso, el beso aquél que nos dimos. Yo sabía que me había enamorado, pero no lo aceptaba. Fue la lluvia la tercera invitada a aquella cita, y que creí que había arruinado las cosas completamente: yo le tengo un temor atroz a la diciembre 2021
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lluvia, más por el gran escándalo que hace al golpear contra las láminas y contra las ventanas que a su presencia. Pero, con todo, la presencia de él me hacía que no le tuviera el menor miedo, y que dejara de verla como uno de los fantasmas de mi vida para mirarla como un espectáculo más por el que pasa el ser humano, nada más. ¡Ah, cómo era estar con él! Fue tan caballeroso al tomarme por el brazo y conducirme hacia un taxi que estaba ya preparado para marcharse. Quizá fue por eso que quise corresponderle, acurrucándome contra él, ya estando en la seguridad del vehículo. Estoy segura que a él aquello le desconcertó muchísimo, pero una vez que lo desconocido se le empezó a volver cómodo, me empezó a acariciar el cabello. No hubo, en ese momento, en todo el mundo, una pareja que estuviera más unida que nosotros; absolutamente ninguna. Nosotros nos unimos de una forma casi mágica dentro de aquél taxi. Yo solamente pensaba en lo maravilloso que era sentirse amada. Él, por su parte, de seguro pensaba en una vida conmigo a su lado. Hoy ansiaría tanto haber pensado lo que él. Me dejó en la puerta de mi casa y me dio un muy cálido, aunque tímido, eso sí, abrazo, que quizá no me calentó como él quería, pero que sin duda hizo que me volviera a sentir querida, amada, protegida. ¡Cómo fui tonta al no valorarlo, al no aferrarme a él de la misma manera en el que él lo hizo a mí! No volvimos a salir nunca más, y poco a poco me fui olvidando de él, pero él no me correspondió, y continuó buscándome por semanas. Soy la más estúpida de las estúpidas, porque tuve un gran tesoro en mis manos y dejé que se me escapara. O, mejor dicho, permití que se fuera, que poco a poco reptara de la seguridad de mis manos para irse a buscar otras que le acogieran. Le desprecié a lo largo de muchos meses, meses larguísimos que él quería estar conmigo, y en los cuales yo hacía todo menos corresponder a sus tan puros, sinceros y humanos sentimientos hacia mí. Yo creí que nunca me lamentaría por haberlo perdido. Pero hoy, que se cumple exactamente un año de habernos conocido él y yo, 26
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me doy cuenta de lo mucho que lo extraño, de lo mucho que lamento haberlo dejado ir, de lo tanto que hizo él por mí y… sobre todo, de lo tanto que lo amaba. Mi papá siempre quiso que yo fuera escritora, quién sabe por qué. Quizá fue por eso que me decidí a escribir aquí, en mi cuaderno favorito, este lamento que me sale del fondo de mi corazón, el lamento de una tonta, que hoy mira hacia el cielo y le implora a Dios para que él la perdone alguna vez, y para que le dé otra oportunidad, que sé que no me merezco, porque él es tan bueno, tan noble y tan único, y yo lo que soy es todo menos eso. Me va a ser imposible olvidarlo. Su recuerdo se ha pirograbado en mi mente de un modo tal que lo veo en todos los chavos que me encuentro por la calle, que lo escucho en todas las voces que me hablan, e inclusive en las que salen del radio o de esos discos de música que escucho. Me suelo acordar de él yendo a esa plaza en donde estuvimos, y el pasear de aquí para allá hace que lo extrañe aún más, si es que eso es posible. Pero a veces es tal la fuerza de su recuerdo que me pongo a llorar amargamente, pensando en lo tonta que fui, y en que perdí para siempre a ese chico que tanto me amaba, y al que yo, tontamente, desprecié. Tuve otras citas, pero ninguna fue como aquella que tuve con él. Duraron muchísimo más, eso sí, pero no por eso fueron a superarla, y no porque el lugar en que se desarrollaron o las circunstancias que le gravitaron fueran menos, hablando en números, que las de esa cita entrañable, sino sencillamente por no contar con su presencia, por faltar él, por extrañarlo, por no escuchar ni su voz ni mirar sus ojos. No podría volver a mirarlo a él, porque me daría muchísima vergüenza el no poderle ver de frente, porque estaría muy avergonzada de mí misma, y sin duda más que enojada conmigo, por haberlo dejado ir y por haberle tratado así como muchas tratan a los chicos: con la punta del zapato. Aún siento encima de mis brazos, de mis mejillas y de mis labios aquellas tan deliciosas caricias, e igualmente añoro sentir cómo sus ojos recorrían mi cuerpo, ávidamente y desnudándome
con la mirada. Pero esencialmente me acuerdo de lo muy hermoso que es sentirse deseada, amada y, por sobre todas las cosas que él me pudo dar, protegida. Hoy que yo me di cuenta que lo amo, ya su amor no es para mí. No puedo creer que me haya llevado toda la noche escribir esto, a pesar de ser pocas las páginas que lo conforman. Veo que el amanecer está apareciendo en el cielo, y que pronto tendré que llevar a mi hermanita para la escuela. Por un lado, me sentiré mal, pues para llegar a su primaria tengo que pasar por aquél sitio en donde él me estuvo aguardando casi 180 minutos el día de nuestra cita, pero me siento igual un poco satisfecha porque sé que al volver aún mis padres se hallaran dormidos, y que podré dar rienda suelta a mi llanto. Pretendo dejar que mis lágrimas manchen lo que he escrito, porque esa va a ser, sin duda alguna, la mejor firma para autentificar que éste es mi lamento, mi lamento de tonta, de estúpida, de niña triste por haber botado aquello que hoy ve que tanto amaba. Perdóname, amor mío, por no haberte amado como tú me amaste a mí. Sé que me equivoqué mucho al no hacerlo, y no sabes cuánto desearía regresar el tiempo y corresponderte como te mereces, mi amor, mi vida, mi cielo, mi Israel.
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La niña de los sueños
Bryan David López Valencia
Entre los habitantes de un pequeño pueblo ubicado en la región alta de la montaña, en el estado de Guerrero, se narran relatos de voz en voz que van sembrando la curiosidad de todos aquellos, curiosos y oyentes, capaces de imaginar hasta lo más misteriosamente posible. Se cuenta, por ejemplo, del fuerte amor que existió entre cierto personaje masculino y su bella amante, misma que, logró regresar su espíritu de la muerte, una noche de un dos de noviembre, solo para darle un mensaje de viva voz a su amado a través de la corteza de un sauce que resguardaba sus dos iniciales encerradas en un corazón marcado con el filo de una navaja. Otra leyenda, relata los sucesos anormales, casi milagrosos, que logró "La niña de los sueños", una pequeña de apenas seis años de edad que, según se dice, fue seleccionada por Dios para tener uno de los dones más importantes en aquella tierra de fieles creyentes: la premonición. Ela, quien se caracterizaba por asistir a los bailes dedicados al santo patrón, reír inocentemente por cualquier cosa, cantar en nahua canciones infantiles y jugar con las gallinas de su padre, desde que aprendió a vincular palabras, tuvo la virtud de soñar cosas que tarde o temprano se terminaban haciendo realidad. La primera vez, por ejemplo, soñó que moriría una de las yeguas de su padre después de dar a luz, y misteriosamente así fue. Dos días después de haberle contado a punta de detalles a su abuela Lucrecia lo que había soñado, la yegua dio su último suspiro, muriendo luego de haber engendrado a un risueño potrillo. Eso no fue todo. En otra ocasión, Ela soñó que la catedral del pueblo sufriría un robo a las doce de la madrugada y que el ladrón sería nada más ni nada menos que Adelaido Cisneros, un pobre campesino que trabajaba en los campos, piscando milpa en las tierras del señor Miguel Valencia. A los cuatro días, en efecto, entre las cuatro y cinco de la mañana, se corrió la voz como pólvora: en la catedral había entrado un intruso a robarse la copa de oro con la que el padre daba la comunión en misa. No hubo sospechosos, pero Ela habló antes que cualquier otra persona; pidió, casi suplicando, que revisaran la pequeña choza de Adelaido Cisneros, pues estaba casi segura de que la copa estaba en ese lugar, bajo el petate en donde dormía aquel pobre hombre. Al principio, nadie le hizo caso, no obstante, la anciana Lucrecia, le contó de inmediato a toda aquella ocasión en que su nieta había visto en un sueño la muerte de una yegua. Más por respeto a la anciana que por realmente creer, decidieron ir a la casa Adelaido, y al entrar en ella lo encontraron sentado, comiendo frijoles en manteca con una tortilla dura, y bebiendo mezcal puro en la copa de oro de la iglesia. Nadie lo pudo creer; dos comunitarios tomaron al pobre hombre de sus dos brazos y lo golpearon a más no poder, dejándolo tumbado en el suelo con una costilla rota, en harapos y pidiendo perdón por haber tomado la copa. Todos, impactados, le preguntaron a la pequeña cómo había logrado semejante hallazgo, y ella sólo respondió que lo había soñado. Así, mientras pasaron los días, la pequeña Ela fue ganando más fama por su atractiva virtud, y gracias a ella logró descubrir muchas cosas que la dejaron pensando, no sólo por horas sino por noches enteras. No obstante, esto llegó a fastidiarla tanto que, a la edad de dieciocho años, decidió partir a la capital del estado para dejar a un lado su vida llena de premociones. Ahí conoció al que sería el padre de sus hijos, por lo que decidió quedarse y empezar de nuevo en esa ciudad nueva y misteriosa para ella. diciembre 2021
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Cuando nadie sabe donde queda la esperanza Beda Domínguez ¿Qué soñarán los niños que viven en las viejas casas? ¿Soñarán? ¿Tendrán esperanzas? Olimpia secó sus lágrimas, que neciamente dejaba escurrir desde sus hermosos ojitos negros. Se había dormido con hambre otra vez, y el olor a huevo frito recién cocinado le alteraba más. Su casa, si es que se podía llamar casa al pequeño cubículo de 2x 2 metros que a duras penas había podido cercar su madre con trozos de madera encontrados aquí y allá, y completado con mantas y pedazos de cartones viejos. La pequeña vivienda se encontraba casi pegada a otra de similar construcción, donde habitaban una pareja de ancianos que alguna vez tuvieron una familia, una gran casa, pero habían sido despojados de ella por un error de la Comisión Federal de Electricidad, que por medio de un recibo de cobro de luz, donde la exorbitante cantidad les había hecho punto más que imposible pagarlo, los había embargado. La pareja quedó en la miseria total, y con una pensión del gobierno con la cual tenían que elegir entre subsistir, o pagar un lugar más o menos digno para vivir, pues al transcurso de unos años, después de un desgastante pleito en el cual su único hijo los había apoyado, habían perdido la batalla contra el monstruo empresarial, casi al mismo tiempo que su hijo fallecía de isquemia cerebral múltiple. –Mamá otra vez no llegó a dormir, les dijo la pequeña, mientras se sobaba la panza intentando calmar sus intestinos que le reclamaban algo de alimento. –¿Otra vez?, le contestó la nana Marieta, sobrenombre que la niña le había dado a la anciana desde que la conoció, ya que le recordaba a una muñeca que había tenido a los 4 años de edad. –Nana, anoche yo tenía miedo, dijo la niña, se oían muy cerca las sirenas de los policías o las ambulancias, no sé… y mamá no vino y yo tenía frío y hambre, terminó de decir mientras los sollozos se hacían más fuertes provocando que empezara a temblar incontrolablemente, sacudiendo su cuerpecito de tan solo siete años. 30
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Don Renato solo movió la cabeza en señal de negación y le hizo señas a su esposa de que pusiera otro plato en la pequeña mesa. La niña se calmó un poco y bebió casi de un solo trago la taza de avena que la anciana le ofreció. Después, más tranquila, desayuno dos huevos y varias tortillas mientras los viejitos la miraban conmovidos. –¿Qué vamos hacer, viejo? –preguntó Marieta a su esposo. –Hablar al DIF, ¿ qué más? Somos muy grandes de edad, no nos dejarían quedarnos con ella. Además, ¿con qué le vamos a dar educación, una vida mejor? Mira esta casa, la de ellas. Su madre pudo hacer mejor las cosas, ahora ya es tarde y nosotros ya no podemos hacernos cargo de ella. Ella ya no va a volver viejo, dijo la Nana mientras miraba triste un horizonte a veces perturbado por alguna bolsa de basura vacía volando en el aire. El invierno había venido a volver más paupérrimo y miserable el lugar donde se encontraban avecindados. El frío obligaba a encender fogatas y los neumáticos botados por los dueños de alineadoras y llanteras que no querían pagar más por el servicio de recolección establecido por ley, habían hecho de esa clase de lugares, los más alejados de la Ciudad y clasificados como “cinturones” verdaderos cementerios de cauchos de desecho, que ahora les servían a ellos para procurarse calor. –¿Irás a buscar a su familia? –preguntó Marieta a Renato. –No me corresponde hacerlo, contestó él. Las autoridades lo harán cuando hagan el levantamiento del cuerpo, y para eso, hay que avisarles que hay uno. –Pobre, no alcanzo a llegar, dijo la anciana mientras miraba con ternura a la niña que ahora trataba de darse calor abrazándose con sus delgados brazos. Marieta la cubrió con su raído chal y la niña, ya con un ánimo mejor después de haber satisfecho su apetito, le dijo bromeando, ¡me encanta tu chal, Nana! ¿Sabes por qué? -No, dime.
–Porque el frío entra por un hoyo y por el otro se sale, por eso siempre está calientito, dijo la niña con los ojitos empequeñecidos de la risa. ¡Eres una traviesa! Le contestó con una sonrisa a medias Renato a Olimpia, mirando de reojo a su esposa, diciéndole con la mirada que se callara, que aún no era tiempo de decir nada más. –Ese chiste se lo aprendí al panadero que pasa vendiendo en las tardecitas, dijo Olimpia orgullosa. –Mira pues, las tablas de multiplicar deberías aprender, no esas mañoseadas, le reconvino Renato cariñosamente. –Ya sé abuelo Renato, perdón. ¿Me puedo dormir un rato en lo que llega mamá? Sólo comí y ya me dio sueño. –Si gusana, le contestó Don Renato, duérmete en nuestra cama y tápate con mi cobija gruesa, te la presto. Aquel día la vida de todos cambió para siempre. Olimpia despertó de su sueño para mudarse a un albergue temporal. Renato y Marieta volvieron quedar solos y morirían un tiempo después, ahí mismo, en ese cinturón de miseria colindante con las ladrilleras de la frontera norte, juntos, abrazados a su tristeza y abandono social. Sucedió aquí, en mi Ciudad, algo que pasa muchas veces, tanto que ya nadie presta atención a esas noticias: que una tarde, una madre, fallecida por sobredosis fue sepultada en una fosa común, aunque fue identificada visualmente por la pareja de ancianos. –Sí, es ella, ya no respiraba cuando la encontramos en el traspatio de la casa, venía a dormirse con su niña, dijeron los dos. Ella, la joven madre de Olimpia, para los demás no fue nadie, no tenía papeles, un acta de nacimiento, algo que le diera identidad, la niña tampoco.
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Doña Teofi
Osiris Sagrario Jaimes
Doña Teofi era conocida por todos los habitantes del pueblo donde vivía, Mochitlán; un lugar hermoso y tranquilo donde pasó 85 largos años, era el pilar más fuerte de la familia, sin embargo, cuando falleció todo cambió. Se dice que nació un 6 de febrero de 1935, los datos de la madre permanecen hasta la fecha en el anonimato, al igual que los primeros años de su vida, solo ella sabía cómo había sido su infancia. Lo que se sabe, es que vivía con su abuela, quien la educó para ser ama de casa y trabajar para poder comer en el día a día, ayudando con las tareas domésticas desde muy temprana edad, y aprendió la elaboración del chocolate. Por muchos años esa fue su vida, hasta que se convirtió en una hermosa mujer, de mediana estatura, de pelo negro y largo, su mirada reflejaba años de trabajo, dedicación y cansancio, un día conoció a la persona que sería su compañía por una larga temporada, un hombre alto, delgado y muy alegre, dedicado al campo, de buenos modales y aunque no tenía estudios, era un hombre sabio. A pesar de que su vida no estuvo rodeada de lujos, el amor y el cariño nunca faltaron, fruto de ello fueron dos niñas, las cuales eran totalmente diferentes, en cuanto al físico y comportamiento, la mayor traviesa e inquieta, la menor tranquila y reservada, su padre se encargó de educarlas lo mejor posible, compartiendo su sabiduría y su madre transmitiendo sus conocimientos domésticos, la vida paso lentamente, don Emiliano y doña Teofi, seguían trabajando, no había días de descanso y así permanecieron hasta que envejecieron, lamentablemente Emiliano enfermó un día y falleció, quedándose viuda doña Teofi, quien vivió sola durante catorce años más, trabajando como toda su vida, eso la mantenía ocupada y distraída, alejando malos pensamientos y tristezas, sus nietos alegraban sus días, siempre llenaban de color y de vida su casa solitaria, todos los días salía a vender algo diferente, nunca se sabía con qué iba a sorprender a la gente del pueblo, pues hacia chocolate, tamales, empanadas, buñuelos y chile rojo que nunca faltaba en las pozolerias, gracias a eso se ganó el cariño y reconocimiento del pueblo, había días en los que no tenía suerte para vender, pero eso no impedía que regresara a casa con su mercancía y lo mejor para ella, era regalarlo a la gente que conocía y muchas veces regalaba a personas desconocidas, que probablemente nunca volvería a ver, pero eso la hacía feliz, se sentía bien al ver a las personas sonreír por tan bello detalle de una anciana carismática, sencilla y de gran corazón. Doña Teofi era una gran persona, “la tía Teofi” le decían, vivía sola, pero siempre sonreía, siempre ayudaba a los demás, estaba tan llena de vida, hasta que una vez cayó enferma, jamás volvió a levantarse, perdió en recuerdo de sus hijas, de sus nietos y de la gente que la quería, sus últimas palabras fueron: “estoy bien”, días después falleció. Los nietos cuentan que el día en que falleció, fue todo el pueblo a acompañar y darle un merecido adiós, se dice que en el velorio había tantas flores que no cabían en la casa, tanta gente que abarcaba toda la calle de su domicilio, niños llorando desconsoladamente, y varias personas desconocidas que murmuraban que un día esa señora les había regalado un tamal o una bolsita de chocolate. Hoy todos la recuerdan así, tal vez doña Teofi ya no esté en este mundo, pero vivirá por siempre en los corazones y en las mentes de muchas personas, y será recordada como la Tía Teofi.
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La matrix
Blanca Vázquez
Todo nos fue narrado en un abrir y cerrar de ojos, nos dijimos que podíamos seguir juntos sin pensar en las consecuencias. Las constantes caminatas vespertinas, las risas continuas y las miradas amorosas nos hicieron pensar que el amor no tenía edad, que se valía enamorarse, aunque todo estuviera en contra. No me gusta la historia de Romeo y Julieta, yo no quiero morirme y tampoco él; pero nuestras familias se oponen. Mi padre cree que no me merece y su madre quiere que él se quede con ella para que le ayude al paso del tiempo. Cruzar la frontera de esto que llamamos amor nos ha llevado a crear unos avatares que tarde a tarde se reencuentran en la matrix, ahí nadie nos interrumpe, sólo hay problema cuando se va la luz.
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Minificciones Agnesi Agnesi es un lenguaje de programación. Su gramática sólo permite construir códigos válidos en forma de poemas. Verbigracia, si usted quisiera implementar cierto algoritmo de búsqueda u ordenamiento, tendría que traducir cada paso, de tal modo que el conjunto de instrucciones programadas sea un haiku, soneto o moaxaja. Puede ser utilizado para escribir versos de influencia becqueriana que, después de compilarlos y traducirlos a lenguaje binario, controlen el comportamiento aerodinámico de golondrinas robóticas.
Inalámbrico No ha sido necesario utilizar electrodos. Este dispositivo inalámbrico, semejante a un radio FM, detecta las ondas cerebrales de la gallina. Lo conecto a la red de mi computadora. Un programa traduce las señales bioelectromagnéticas en secuencias de video. Ahora estoy viendo lo que el ave sueña: todo parece cotidiano, salvo por la criatura que utiliza una vieja máquina de escribir. De los pies al cuello podría decirse que es una mujer. Su cabeza es una calavera de azúcar. Enfoco la imagen: ella escribe lo que está ocurriendo; es decir, la gallina dormida, el sueño y yo somos su escritura.
Javier Paredes Chí
El otro Después de analizar el relato de Juan José Arreola, el algoritmo de aprendizaje sin refuerzo, diseñado por el Dr. Rogelio Nakamura en el laboratorio de Lingüística computacional, construyó el siguiente texto: “Aún no sabemos si fue consecuencia de la Física cuántica, pero, al otro lado de la aguja, los átomos del camello se reorganizaron hasta formar un doble de Arpad Niklaus. Ocupa dos sitios al mismo tiempo...bueno, sólo en apariencia. El otro no tiene interés en el progreso de la Ciencia, ni siquiera habla; emite sonidos guturales, y camina desnudo. Publicaremos un artículo sobre su etología”.
Traducción sensorial Para el ingeniero Isaac Bauman, la Arquitectura es Música solidificada. Esta idea lo impulsó a crear un sistema de cómputo que traduce formas geométricas tridimensionales en ondas de sonido. A través de su invento, basado en la transformada de Fourier, Bauman ha logrado organizar espacios urbanos en categorías musicales. Por ejemplo, el espectro de frecuencias de la biblioteca central y el espectro de frecuencias del poema sinfónico El Moldava, de Bedrich Smetana, son iguales si consideramos solamente los armónicos fundamentales, y despreciamos las frecuencias no audibles, correspondientes a variaciones espurias en la iluminación del recinto.
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La última ventana vista al mar Sus manos jóvenes denegándose a posarse en aquel cuerpo de diosa para perderse en remolinos de arena, y Cris ahí no más observando o bien observándose ya lejos, que a estas alturas de la vida, tan próxima a la muerte, la diferencia se ha vuelto feble y borrosa. Su nariz caída asomándose más allá de su barriga paquidérmica, atreviéndose a mirarse o simplemente mirar a través de los espejos y espejismos del tiempo, vidrio feble de superficie acuífera e incierta – si supieras. Porque si supieras, mi querido, jamás te negarías semejante placer. Y desde su toalla, Cris se fatiga en creérselo, mientras la arena le empaniza el culo y las carnes podridas, el escroto colgante rociando el suelo, la brisa que desdeña sus pulmones atróficos, y su torso que lucha para incorporarse a su orgullo, que este también ya va rindiéndose a la injusticia de lo que es. Y, justamente, qué es esto, ni el memento de aquel cuerpo de Adonis que se refleja ahora en sus pupilas huecas – si supieras. Si supieras de los estragos del tiempo, mi querido. Sus manos alcanzan el bolso para buscar los cigarrillos, pero no hay encendedor – Macarena, Macarena querida, pásame el fuego. Las manos de tortuga acarician su piel igual de añeja y para que darse vuelta, para que enfrentarse otra vez a la decrepitud del cuerpo, magnificada por la desaparición de la belleza, envilecido por la prisa inclemente de las estaciones, solo serviría para reafirmar su situación. Un principio de tos acompaña la primera bocanada – pero qué dices, carajo, qué dices Cris si debajo esta cáscara de pasas todavía se esconde la ninfa del día de tu boda. Mas si hasta los cigarrillos perdieron su gusto, qué sentido tendrá. Qué sentido tendrá asomarse al calor de los recuerdos si al fin y al cabo es dolor y reproches. Y Macarena ahí a su lado jorobada por los años que fueron, ahí mismo delante de sus ojos, Macarena inmune a las trampas de la melancolía, acariciando su frente sudada, acunando el sopor del mediodía – qué suerte, Macarena, Macarena querida. Cris fuma sin gusto, admirando o admirándose – que dónde estará la diferencia, si la única realidad se encuentra en los ojos de quien observa – en la
Giacomo Perna
incertidumbre de la juventud que se le depara ahí sentada, a pocos metros de él, desafiando la impertinencia del tiempo que ha impuesto sus dictámenes, revelando cualquier destino y espantando el que será – qué envidia. El humo atraganta su rostro y el asma sus pulmones, y hace cuánto que un cigarrillo se ha vuelto una deliciosa tortura – justo ayer. Justo ayer todo era distinto. Justo ayer Cris, no buscabas aprobación entre los escombros de tu reflejo, no reclamabas los vestigios de tus recuerdos en tu mirada cansada, ojos contra ojos, ojos dentro de los ojos, ojos de cansancio y pena, pero más que todo, ojos de resignación. El viento fuma la mitad del cigarrillo – y tal vez mejor, Cris, mejor para tu asma crónica; cómo es que todo se volvió así, cuándo se volvió todo así. Su piel cedió a la atracción de la gravedad. Su barriga se infló como sandía. Su brazos enflaquecieron igual que sus piernas precarias. Su escroto dejó de servir. Las arrugas escarmientan su rostro. La incontinencia perjudica su cotidianidad. De su antiguo vigor solo queda la memoria, corrompida por la metamorfosis que aflige todo los pasados personales. Los abrazos de antaño se han vuelto una sábana de lino y nostalgia, pero cuando - justo ayer, Cris, justo ayer; pero si ayer entonces. A estas alturas de la vida no hay certezas en el ayer. Ayer es un tiempo indefinido, ultrajado por las marañas de la mente. Es la magnificación de un instante de décadas confusas, vendaval de momentos entrelazados que se vuelven uno y uno sólo en la evocación de la nostalgia – en cambio el mañana. Hoy en día Cris, tu mañana solo depara certezas - qué extraño. Y qué diferente, porque mire hacia atrás. Mañana es otro día que si estarás vivo le habrás vencido a la muerte. Mañana es otro día que si estarás muerto la naturaleza habrá cumplido con su oficio. No hay nada más cierto. La imparcialidad de la vida se hace más rígida con el pasar de los años, hay que aceptarlo. Su barriga se desinfla para cosechar aire – todo inútil, tus pulmones no quieren colaborar Cris, tampoco los juzgues. No queda otra sino seguir mirando para bucear en los recuerdos, y qué lejana la imprevisibilidad del mañana de una diciembre 2021
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mochila y una playa y qué será de mí, que será de nosotros – tú y yo, Macarena querida, a pisar las angustias entre bailes, ron y caramba qué nos esperará; ponme la crema en la espalda anda, que me quemo. Pero en aquel entonces de justo ahora, el incógnita es el mañana, abismo sin luz, y el anhelo sigue siendo el ayer despreocupado. Ayer tan chico construyendo reinados de arena para reclamar tu trono, mañana desconocido de naipes frágiles a la merced de los vientos. Y Cris sentado en su toalla destronado de sus ilusiones, buscando el niño que fue en los juegos de arena, reyes e hidalgos que desconocen el porvenir. Cris sentado en su toalla reclamando las respuestas del tiempo que no responde a ningún patrón – para que seguir persiguiendo lo que jamás se dejará atrapar, sino que te caerá encima de repente, cuando será el momento. Cris perdido en el destiempo de las diferentes sensaciones, entre evocaciones y plegarias que se entremezclan – que al final Cris, entenderás que son esencialmente lo mismo. Cris con ganas de fumar, cómo que no, pulmones todavía vírgenes en un cuerpo que aún se cree inmune a la herrumbre – si supieras. Porque si supieras, jamás te alejarías de tu castillo precario, jamás cambiarías la pala y la arena por unos años más y el espejismo de la madurez. Cris alcanza su mochila sin desprender la mirada – y qué tal un porro, pero ponme la crema, que la crema no, Macarena, ahora no, pues un porro tampoco, entonces un pucho. Qué milagro lo del tabaco, a estas alturas de la ingenuidad. Qué fácil concebir la esencia de la poeticidad y el dramatismo post adolescencial en una bocanada o dos, acunando las reflexiones profundamente insulsas que vacilan en la juventud. Una pose algo débauché y unos ademanes bien estudiados para afirmar una impresión de espontaneidad, sinécdoques desgastadas de las maldiciones juveniles, y la convicción de ser el único, el único Cris en un océano de tus parecidos, perfectamente iguales, que se afligen con preguntas que no encontrarán el beneficio de una respuesta sino en la decadencia del cuerpo, todos – tú, igual que los demás – convencidos de sus sobresalientes tormentos – llegará el día que se te revelará tu idiotez, y descubrirás que la unicidad no es una característica del ser humano, ni el más entrañable; qué bobo te 38
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sentirás. El viento arrolla el humo que se dispersa junto a tus reflexiones baratas, típicas de tu edad de oro – si supieras. Si supieras que la inconciencia de tu ahora es un relámpago de belleza en la ciclicidad aterradora de la vida – pásame el fuego Cris, que yo también quiero fumar. Pero es que todavía no estás listo. Todavía no te percatas de la suerte de la juventud, de la fortuna de tenerlo todo y la codicia de desear lo que te sobra. Es por esto que tus manos se pierden en la arena cálida, resistiéndose al ardor veraniego y al cuerpo de Macarena – ponme la crema, anda, espérate un rato. Cris deja que el viento se ocupe de apagar el cigarro, luego lo arroja a la basura a su lado. Sus ojos se acomodan sobre aquella espalda bendecida por la belleza, pero luego otra vez la distracción – si supieras. Si supieras que tus ojos tanto se arrepentirán un día, remembrando este momento en la playa, Macarena refulgente bajo el sol de agosto y la sal y la arena y su cuerpo tendido a tu lado – ponme crema, anda, ahora no – y tus manos distraídas, cerniendo arena para buscar tesoros perdidos – llegarán los lamentos de lo que fue, y ya será muy tarde para desviar la mirada de aquel niño esquelético, construyendo reinados sin jurisdicción alguna, sino aquella contemplada por la felicidad – si supieras. Si supieras Cris, en tu slip diminuto que tanto te avergüenza, rascándote las nalgas sonrojadas por el rozar de la arena, lloriqueando porque los más grandes no te dejan jugar, su supieras que sí es cierto, a estas alturas del ahora tan infantil, la edad no solo es un número sino también una condena al destierro, pero también lo será después, y la angustia que sientes ahora no será nada comparado con aquella que retornará un día para acompañarte hasta la muerte. Y Cris tan perdido entre su mamá color bronce y su papá igual de perdido en los crucigramas, reclamando la atención del tiempo que cuándo cumplirá su curso – si supieras. Porque si supieras, Cris, que el apremio de crecer se invertirá muy pronto, y no habrá marcha atrás. Solo te abandonará para ser suplantado por el apremio de morir. Cris sigue remodelando arena para que se incorpore a las formas deseadas, la mirada fija pero la mente desconcentrada – cuánto tiempo pasará hasta que yo también sea grande – y de Macarena ni una huella, salvo la hermosa silueta cacao con leche que atrae todos los soles,
ahí tendida al lado del chico grande que anhelas ser, magnificado por tu percepción de las medidas y la distancia del tiempo – si supieras. Si supieras que la vida jamás será tan simple y despreocupada, porque luego las angustias de los tal vez y la incertidumbre de los ojalá, pero sobre todo la estupidez de convencerse de no tenerlo todo. Si supieras lo que te espera, jamás te entregarías al tiempo que sigue, porque cada centímetro que conquistas y cada pelo que se abre paso en tu axila conlleva otra responsabilidad y obligación más. Si supieras lo que será, jamás liquidarías tu reinado para unos años más y una Macarena repantigándose en la toalla – pero qué dices Cris, si la única certeza de tu ahora es Macarena, impulso y razón de tu fortuna, balance para tus tropiezos, y el alivio de tus angustias en su mirada cómplice; ya basta de escarbar en la inocencia, que esto de no querer crecer en un cliché ya desgastado. Cris otra vez dueño de su presente, atrapado en el ahora tácito de la playa ardiente, y Macarena más bella que nunca, rezándole que por favor – ponme la crema, que me estoy quemando. Finalmente sus manos sacudiéndose de la arena para asomarse a su dorso lúcido, pero una mueca de ostracismo para confirmar su lejanía – si supieras. Si supieras de todos los instantes que dejarás pasar, sumergido en distracciones sin importancia. Solo el tiempo te revelará la trivialidad de tus pensamientos y la importancia del momento exacto – aún no estás listo. Es por esto que tus ojos buscan más allá de los hombros de caramelo y la crin de algodón, escarbando en la mirada resignada del hombre que anhelarías ser. El sosiego de haberse realizado y la despreocupación del que será, porque este ya ha sido. La comodidad de una casa de playa y la libertad de unas vacaciones all inclusive – si supieras. Si supieras que la única libertad es la de no poseer nada. Si supieras que el día que contarás con algo será el día en el que te despojarás de tu libertad. Si supieras Cris, que tu libertad está justo ahí en tus veinte y poco años, el mar que te pertenece por posibilidad y rescate, la inconciencia del que será y Macarena compartiendo tu total ausencia de obligaciones. Si supieras que estos ojos que fijas son los mismo que te fijan desde el otro lado del vidrio agrietado, envidiándote de la misma forma en la que tú ahora, lozano y tónico pero parco en la
comprensión, envidias su aparente sosiego – si supieras. Si supieras que la realidad se encuentra más allá de tus deseos, más allá de tus convicciones de infante, de perdido y de decrépito. Si supieras que la verdad es que siempre lo tendrás todo pero siempre te afligirás por más, pues la insatisfacción siempre se resistirá a ceder, solo se enfocará en otros páramos. Si supieras que este espejo que es el tiempo es mentiroso y traicionero, y siempre exalta la lejanía para aplastar el instante. Hasta que todo cambiará, y será un momento y nada más. Será el único instante de lucidez. Te revelará la insignificancia de una vida de alienación hacia el presente, pero será demasiado tarde. La única verdad, la verdad de un lecho empapado de excrementos y sudor y lágrimas ajenas se impondrá sobre todo lo demás, barriendo las ilusiones para demostrar la impía realidad de la muerte, única y sola certeza innegable en una vida de patético y solo aparente subjetivismo – no lo verás llegar. Te tumbará encima sin preaviso, desdibujando tus convicciones y anhelos para escupirte en la cara la importancia del presente sin más. Pero hasta aquel instante, seguirás perdido en el paroxismo de tus arrepentimientos crónicos, exacerbados por la escasez de aire que corroe tus pensamientos – qué lástima. Lástima porque si pudieras percatarte la importancia del ahora y la proximidad del fin, seguro que lo harías distinto – pero ojalá. Ojalá llegaras a darte cuenta a tiempo de esta última ventana vista al mar – pero aún no es el momento – que en vez de mostrarse por lo que es, se hunde en lo que fue para exhumar el deseo del que será en una orgía confusa de destiempo y generaciones – ya falta poco – y los dedos artríticos de Macarena entrelazándose en los tuyos – acércate que te pongo la crema, ahora no querido, ahora no, quédate tranquilo – y sus lágrimas presagiando el fin – fumamos entonces, ahora no, mi querido, ahora no – mientras Macarena sabia, tristemente consciente del ahora, adjunta otra almohada detrás de tu pescuezo – tranquilo, Cris, querido, aprovecha del buen panorama, mira el mar más allá de la ventana, una última vez.
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Memoria
Alicia Leonor
Ese día llegué corriendo donde la Abuela; desde pequeña, sentía esa necesidad de sentirme bien. Y buscaba una charla sabia. Me gustaba hablar de crecer, de ser feliz, de llorar. Y una vez que hablaba de llorar y de no sé cuántas cosas más, ella me contó un cuento de elefantes. La abuela decía que los elefantes eran muy inteligentes, que su cerebro pesaba casi seis kilos, y que el nuestro no llegaba ni a dos kilos, que era más de lo triple de grande que el nuestro, y aun así lloraban. Ese día también me dio un consejo: -Nunca te preguntes por qué, si lo necesitas, tú llora sin más. Ahora que soy mayor, reconozco lo sabia que era. Un día comenzó a circular un video donde se ve como una elefanta enorme llora la muerte de su bebé. Es una de las imágenes más tristes que he visto. No sé si sea correcto compararlo cuando alguien a quien aprecias te hace una herida profunda, constante, y tú sigues queriendo porque el amor no piensa, solo siente y aunque intenta mirar al cerebro de reojo imaginando que se tapa los oídos, no lo ve. Porque el amor no tiene orejas, ni ojos, ni siquiera cuerpo. No puedes arrugarlo y meterlo en el bolsillo. Ella me decía cuando entraba llorando por una caída, es tu herida y es tu responsabilidad, y tienes que saber qué hacer con ella. Ahorita te pondré merthiolate y un curita, y de paso me daba unos cuantos besos, al tiempo que decía: te sanarás. Siempre me repetiré lo sabia que era la Abuela, con sus palabras me preparaba para el futuro. Ahora los besos propios, me los doy yo. Y esa cosa roja que de pequeña tanto me gustaba porque aunque ardía, quedaban unos cuadritos dibujados en las rodillas. Ahora la tengo en mi peinador, solo para recordarla. Y así, entre los recuerdos de la Abuela, y mis reflexiones, resulta que comienzo a sanar de a poco. Pero la extraño tanto en estas fechas cuando el año va terminando, y miro por una rendija lo que hay al otro lado. Y recuerdo cuando pequeña me escondía tapándome con una sábana, creyendo que, si yo no veía, el resto no me vería a mí. Luego asomaba un ojo con cuidado para no perderme nada. Este año he hecho cada día lo que quería hacer. He dejado de reírme de lo que no me hace gracia. He visto que mis gorros no le gustan a todo el mundo, pero a mí me encanta ponérmelos y mirarme en el espejo. Sí, tengo varios espejos en casa. Ahora sé que el silencio es una maravillosa respuesta cuando no quieres decir nada. Sin embargo, estoy aprendiendo a no almacenar en la garganta durante más de una hora, las palabras que desean salir por mi boca. He aprendido a tapar mis oídos sin utilizar las manos, los destapo cuando aplauden mi suerte y se quejan de la suya. Me tapo los ojos sin utilizar las manos, cuando quiero convertir a alguien en invisible. Me creo todo lo que miento en mis textos. Sonrío mucho y mi frente está relajada. Escribo todos los días en la la oscuridad, y quietud de la noche. Me gusta que me lean, leerme, y me sigo mirando al espejo. Y así el año sigue feneciendo, y estoy convencida de que he perdonado. A sabiendas de que aquellos elefantes con los que soñaba desde niña, me prestaron para siempre, un gran pedazo de memoria.
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Tragaluz
fragmento de Novela
CAPÍTULO I Levanto la pistola y la coloco en mi boca. Siento el gusto del metal en la lengua. El teléfono suena. «Si no responde, lo haré. ¡Juro que lo haré!». —Bueno…Arturo, ¿eres tú?, ¿estás llorando? —su voz al otro lado de la línea me da esperanza, pero ésta puede ser el peor veneno. Retiro un poco el arma, lo suficiente para poder hablar. —P…puedes venir a mi casa. Est…toy muy mal. Necesito hablar con alguien o… —Tranquilo, tranquilo, iré enseguida. —No tardes —digo antes de colgar. Arrojo la pistola. Camino al baño y abro la regadera. Me coloco debajo del chorro de agua, así, vestido, con todo y zapatos. El agua está fría, pero ayuda, me ayuda a mantenerme enfocado, es real. Tan real como el día que comenzó todo.
Martes, 8 de diciembre. Acostumbraba a ducharme con música, coloqué mi celular en la taza de baño, arriba de la tapa del tanque. Era martes y sonaba I Feel Good de James Brown, descubrí la canción en una escena de la película Mi marciano favorito y se convirtió en una de mis preferidas para empezar el día. Me gustaba sentir el chorro de agua en la frente, abría la boca y retenía el líquido hasta llenarla, luego disparaba, como si mi boca fuese pistola de agua. Lo hacía desde niño, y nunca perdí el hábito. La canción cambió a Somewhere over the raibow, en ese momento escuché que se abría la puerta de la entrada. —¿Eres tú, Vanessa? —Sí, amor. Mi esposa era enfermera, hacía dos años que consiguió su plaza en el hospital y como era “la nueva” le asignaban el turno de la noche. Cuando la puerta del baño se abrió, ella ya se había deshecho de sus tenis, el pantalón y la filipina también quedaron en el camino. Yo recogería su ropa del suelo, era más práctico que
J.R. Spinoza
discutir por ello. Mi mujer era hermosa, ciertamente no estaba enamorado de ella como cuando novios, nuestro amor era diferente, más sensato y profundo. Aunque seguía teniendo el poder lascivo de excitarme. Amaba verla en lencería. Me gustaban mucho sus senos, ella lo sabía y me dejaba contemplarle a mi antojo. Se bajó las pantaletas —los llamaba calzones de abuelita, porque eran blancos y grandes, para que no se transparentara el uniforme— y se sentó a orinar. —Me cambiarán de área el siguiente mes. —¿Eso es bueno? —pregunté. Odiaba el área en que estaba, porque tenía que cuidar de los bebés recién nacidos, aun así pregunté. —Sí, no me gusta Cuidado Neonatal, iré a Quirófano, ¿puedes creerlo? —¡Genial! Te dije que te notarían —abrí la cortina para darle un beso. Ella se puso de pie y con los calzones en los tobillos, me echó los brazos al cuello para corresponder mi beso. Cerré la cortina y escuché el agua del inodoro. Mientras me secaba, ella lavaba sus manos. Sabía que se iría a dormir. Era mi hora de lectura. De las 6:20 a las 7:20 podía leer en completo silencio. Después tendría que despertar a Rodo, hacernos el almuerzo en lo que se baña, sentarnos a comer y llevarlo a la escuela. Durante el resto del día no tendría paz. Recuerdo que aquel día comencé a leer Ficciones de Jorge Luis Borges, por recomendación de mi amigo Tonatiuh. Leí el primer cuento en el que el autor es uno de los personajes y junto a su amigo buscan una región llamada Uqbar, omitida en muchas enciclopedias. No estoy seguro de haberlo entendido del todo, pero disfruté de la prosa y de la búsqueda de esta región. Terminé justo a tiempo para ir a despertar a Rodo. Entré a su habitación y me senté en la cama. Lo moví un poco del hombro, llamándole una, dos, tres, cuatro veces. Cuando abrió los ojos le pedí que se enderezara —de lo contrario volvería a dormirse—; obedeció y limpió sus ojos con las diciembre 2021
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palmas de las manos mientras emitía un leve quejido. —Ve a bañarte en lo que preparo el almuerzo. A sus siete años, Rodo era un niño muy obediente. Esto es mérito de mi esposa quien es muy firme a la hora de disciplinarlo. Almorzamos huevo con salchichas. —Papá, me pasas la cátsup, por favor —mi hijo aprendió de mí a no comer el huevo sin cátsup, hábito que mi esposa no compartía. Después del almuerzo, de cepillarse los dientes y peinarse, Rodo subió al asiento trasero del carro. Un Nissan Versa azul del año 2012. Mientras conducía, noté algo raro por el retrovisor, la mochila de mi hijo tenía una protuberancia. —¿Qué es eso que sobresale? —¿Qué? —No te hagas el inocente, abre la mochila. Rodo abrió resignado su mochila, incapaz de seguir fingiendo. Un par de dinosaurios se asomaron, como si tuvieran vida propia. —Sabes que está prohibido llevar juguetes a la escuela. —Prometo no sacarlos en clase. Con mis alumnos lograba hacer el papel de estricto, pero mi hijo simplemente me desarmaba con su mirada de súplica. —Está bien, pero si la maestra te los quita, no iré a reclamarlos. Rodo no respondió. Me dedicó una sonrisa y volvió a guardar sus juguetes. Lo acompañé hasta la entrada de la primaria Naciones Unidas, ubicada a cinco minutos en automóvil de la casa. Él se despidió de mí haciéndome la señal de la cruz y dándome un beso en la mejilla; seguro que en cinco años dejaría de hacerlo por vergüenza, así que lo disfrutaba al máximo en cada ocasión. Lo santigüé y le deposité un beso en la frente. Una maestra lo recibió en la entrada del portón. Una vez lo atravesó, me di la media vuelta. Al llegar a casa me senté en la mesa a preparar la clase del día, revisar si no tenía algún pendiente, es un viejo hábito de maestros. Para las diez de la mañana ya tenía mi clase lista y el material que iba a utilizar acomodado sobre la mesa, junto a mis portafolios. 56
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Fui a la recámara y tomé el celular de Vanessa —a veces olvida activar su alarma— digité la contraseña —ella sabía la mía y yo la suya— y verifiqué que el despertador sonara a mediodía. Salí de ahí y tomé las llaves del Nissan. Cerré la casa y conduje hasta El Papagayo. El restaurante estaba ubicado en el centro de la ciudad, muy cerca de mi trabajo. Estacioné el carro y entré. Al llegar no localicé una mesa vacía. Un hombre de cabello blanco acababa de desocuparla. Por un momento creí ver un número sobre su cabeza, como escrito con fuego. Me tallé los ojos y desapareció. Cuando me senté se me acercó Ariadna. —¿Lo mismo de siempre profe? —la chiquilla delgada, de cabello castaño y pecas en la cara había sido mi alumna hacía seis años. Fui su maestro de sexto grado, ahora se había convertido en una bella mujercita. Sabía que estudiaba la preparatoria en el turno de la tarde, de 2:00pm a 7:00pm y que estaba ahorrando para la inscripción a la universidad. —Sí, por favor —lo mismo de siempre era una orden grande de panchos y dos coca colas. —¿Y el profe Tonatiuh? —Ya sabes cómo es, jamás en su vida ha podido llegar temprano a ningún lado. Ella se fue, con una sonrisa dibujándosele en el rostro. Algunos minutos después llegó con la orden y la cuenta. Ella nos atendía a diario, pero se tenía que ir antes de que acabásemos de comer, por lo que desde hace tiempo le había pedido la cuenta anticipada para poderle incluir la propina a ella, en vez de a otra mesera. Una vez que había pagado, llegó mi amigo. Tenía el cabello despeinado y la camisa mal planchada. Se sentó mientras tomaba un totopo y lo introducía en su boca. —¿Qué onda mi Arturito? —dijo con la boca llena. —Ya empecé el libro que me recomendaste —dije tras darle un trago largo al refresco. —¡Excelente! Verás que una vez que comienzas con Borges no podrás parar, ese cabrón es Dios. Por un momento pensé en decirle que no entendí del todo el primer cuento, pero al final opté por decirle lo que quería oír.
—Sí, está muy bueno —no era del todo una mentira, la prosa era excelente. —Cuando lo acabes, tienes que seguir con El libro de Arena. —Verás que sí —tomé un totopo y me aseguré de tomar algo de carne y aguacate con él. La combinación hacía bailar a mis papilas gustativas. —Voy a irme de la ciudad —estaba por dar el siguiente bocado pero me detuve para escucharle mejor —hice un arreglo, me cubrirán tres semanas. —¿A dónde irás? —¿Recuerdas que te hablé de la feria del libro de Iztapalapa? —No mames, ¿te invitaron, cabrón? —¡Abuelita de Batman! —Eres un chingón, carnal —le di un par de palmadas en la espalda, de verdad estaba muy feliz por él. La siguiente media hora me habló de lo nervioso que estaba y de las cosas que le había facilitado la editorial. —Me pagaran el hotel, es un cuatro estrellas, pero está bien, es la primera vez que voy a presentar un libro con todo pagado. Tonatiuh llevaba cinco años siendo escritor, quizá más amateur que profesional, pese a que escribía todos los días. Yo le conocía desde la Normal Superior, estuvimos en el mismo salón. A medida que uno crece su círculo de amistades se va haciendo más pequeño, pero Tonatiuh ya no era sólo un amigo para mí, era mi hermano. —Deberíamos celebrar en la noche, vienes a mi casa y nos tomamos unas cervezas… —Gracias, pero debo preparar mis maletas, volaré desde muy temprano. Regresando yo te las invito, ¿cómo ves? —¡Ya dijiste, cabrón! Ésa fue la última vez que lo vi, hasta ahora. Escucho la puerta principal abrirse. Él me llama. Los pasos se acercan, luego se alejan de nuevo «Entró al cuarto». Silencio. —¡Arturo!, ¿dónde estás? Cierro la regadera y salgo del baño a confrontarlo. Él se da la media vuelta, trae mi pistola en la mano. Y me desconoce con la mirada.
CAPÍTULO II
Jueves, 10 de diciembre Los últimos diez años María Verónica Ibarra había llegado tarde a su trabajo. En el 2003 consiguió su doble plaza y en el 2008 fue promovida a directora con su plaza vespertina. En la mañana estaba bajo el mando del director Domingo en la escuela Melchor Ocampo. Pero de una treinta a seis de la tarde, ella era la jefa máxima de la escuela primaria Fernando Montes de Oca. Gracias a esto, y a que el noventa por ciento del alumnado era traído a la escuela —desde las orillas de la ciudad— por un transporte municipal, María Verónica podía darse el gusto de llegar cuarto para las dos o si sentía muy rebelde, dos con veinte. Ese día jueves llegó a las 2:13pm, empujó la puerta de cristal opaco —que permitía ver hacia afuera, pero no al interior— y descubrió a la maestra de primer grado parada junto a su escritorio. —¿Qué se le ofrece maestra? —había aprendido con los años que ser temida es mejor que ser amada. Siempre era mejor que los docentes se lo pensaran dos veces para hacer cualquier solicitud; así cuando se los concedía se mostraban más agradecidos, lo tomaban como un favor. La maestra Mayra era una mujer alta, de piel muy blanca, no era delgada, pero estaba lejos de ser gorda. Cada año se teñía el cabello de un color diferente. María Verónica recordó la ocasión en que la reprendió por haberse teñido de morado. La maestra buscó apoyo del sindicato, pero estos respaldaron la decisión directiva. Después de cubrir el tinte con negro, tardó dos meses en dirigirle la palabra. A María Verónica no le importaba, no buscaba hacer amigos, sus amigos eran directores de otras escuelas o maestros jubilados. La mujer frente a ella tenía treinta y dos años. —Otra vez no vino el profe Hernán. —¿Y sus niños? —Los míos, trabajando. Los del profe Hernán, en mi salón, trabajando también. La maestra Mayra tenía veintinueve alumnos, diciembre 2021
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mientras que el profesor Hernán Meléndez sólo diez. De agosto a la fecha había perdido quince alumnos. —¿Y cuál es el problema? —¿Cómo que cuál es el problema? ¡Es la quinta vez este mes! Cinco veces en menos de dos semanas. María Verónica la vio con severidad, debía ser contundente, la maestra le había alzado la voz y era deber de la directora controlar la situación. —Yo no puedo cubrir el grupo, tengo mucho trabajo administrativo. Yo creo —dijo tomándola del hombro, endulzando abruptamente su voz —que debemos ser solidarios. Hoy tú le ayudas a él. Veré que en el futuro se te devuelva ese favor. Uno nunca sabe cuándo pueda ocupar los días. Odiaba negociar con profesores. Pero la maestra Mayra tenía razón, Hernán estaba abusando. Para infortunio de María Verónica, el primo del profesor Meléndez fungía como secretario general del Sindicato de maestros a nivel municipio. La maestra Mayra se dejó acompañar hasta la puerta de la dirección donde María Verónica le aseguró que en el futuro ella podría cobrarse el favor. Lo del trabajo administrativo era mentira. Después de algunos años en un puesto las personas suelen darse las mañas para laborar más con menos esfuerzo. Del ochenta por ciento del trabajo administrativo de la escuela primaria Fernando Montes de Oca, así como de otras cuatro escuelas más —incluida la Melchor Ocampo— se encargaba el profesor Erzulí Reyes, un maestro jubilado que había pasado veintitrés años como subdirector de una primaria en Ciudad Victoria. El recibía un pago modesto —aquel hombre lo hubiese hecho gratis con tal de sentirse útil— que multiplicado por cinco resultaba un sueldo decente y a cambio se encargaba de responder correos y llenar engorrosos formularios. La directora dedicó su tarde a revisar la ropa en Shein, quería comprarle un nuevo conjunto a su nieta Lucila, que era por mucho la niña de sus ojos. Diez minutos antes del recreo de los niños llegó el repartidor con su comida. La fonda Ivonne se encargaba de suministrarle alimento de lunes a viernes, ni siquiera tenía que pedirla, ellos ya 58
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sabían que debían llevarle la comida del día. Sólo en ocasiones especiales como fiestas y convivios, se veía obligada a marcar y pedirles que cancelaran la orden. El especial de los jueves era tampiqueña. Había dado la primera mordida a su carne cuando Arturo Castillo atravesó la puerta de dirección. —Dígame, profesor, ¿en qué puedo servirle? —Arturo era un hombre alto, robusto (aunque ella le había conocido delgado), de cabello negro y ojos café oscuro. Sonreía mucho, era de esos maestros positivos, que hacen su trabajo con buen humor. De los seis docentes a su cargo, era quizá, su favorito. —Quería hablar de mi lista de alumnos —aunque últimamente había estado raro. El docente sostenía la lista forrada de personajes de la Guerra de las Galaxias en su mano. El día anterior la había abordado con un asunto similar. Aseguraba que ella había traído un nuevo alumno a su grupo, alumno que los demás estudiantes no recordaban y que por supuesto, ella tampoco. —¿Tiene que ver con lo que platicamos ayer? —No… yo… quiero saber por qué la alumna Romina Damily Falcón Rocha no aparece en el sistema. —No me suena. —¿No le suena? ¡Pero si es la abanderada! —nunca le había levantado la voz. Notó que tenía los ojos un tanto rojos. —¿Acaso consumió algo? Profesor, si está bajo la influencia de alguna sustancia deberé enviarlo a casa enseguida y tendré que citarlo mañana con la supervisora. —¿Qué?, ¿no? Yo… es que no he dormido bien —tenía la cara descompuesta, le dio un poco de lastima, pero le había gritado, y el papel de consoladora no se le daba mucho. —Es la primera y última vez que le permito que me alce la voz, vaya con su grupo —él la miró, con la misma mirada que su perro Rufo cuando no sabe por qué está siendo regañado, se dio la media vuelta y caminó a la salida. Cuando llegó a la puerta, la directora agregó —Y arregle sus problemas de sueño. Cuando María Verónica se sentó, su comida estaba fría.
CAPÍTULO III Jueves, 30 de diciembre La biblia dice que quién encuentra un amigo, ha encontrado un tesoro. Tonatiuh no me reprende, no llama a la policía ni intenta llevarme con el psiquiatra. Su silencio me reconforta. Sólo me mira, primero con extrañeza, luego con compasión, yo camino hasta la sala y me siento en el sofá, él me sigue como si fuese mi sombra, guardando una sincronizada distancia, con la pistola aún en mano, cargándola como el monaguillo carga la indumentaria de iglesia. —Te voy a contar una historia —él asiente con la cabeza, sin emitir sonido alguno —pero necesito que no me interrumpas. Escúchame hasta el final. —Está bien —dice por fin. —Comenzó la última vez que nos vimos. Ese día la directora trajo un nuevo alumno al grupo. Me llamó la atención su acta de nacimiento, que no tenía otro nombre más que el suyo. Comprendí que era huérfano. Sólo lo vi una vez, pero trataré de describirlo lo mejor posible. »Era delgado, de piel blanca tenía ojeras en los ojos, y las orejas grandes, como de once años. La directora me pasó una hoja con su nombre: Mario Andrés… no estoy seguro si Velázquez o Martínez —«lo he olvidado» —yo me presenté con él, la directora me pidió de regreso el acta, quedó de darme toda la papelería del niño al día siguiente y se marchó. »Senté a Mario junto a Romina, así pensaría que todos en el grupo son aplicados. Recuerdo que estuvo trabajando bien, no era el primero en terminar, pero tampoco se atrasaba. —¿Qué tiene que ver este niño? —su pregunta me molesta, ya que deseo dar todos los detalles posibles, así se entendería mejor. —Que no existe. Pregunté al día siguiente a la directora por sus papeles y ella no recordaba al niño. —¿Y el niño no volvió a la escuela? —¿No me estás escuchando? ¡No existe!, Maldita sea, no existe —«Estoy muy alterado. Debo calmarme. Respira». Mi amigo se acerca a mí, coloca su mano en mi hombro. Por un
momento abre sus brazos como si fuese a abrazarme, pero finalmente me da un pequeño golpe en el hombro. —Disculpa, Arturo, yo… no me iré a ningún lado, voy a escucharte y después, si necesitas ayuda, te llevaré a donde puedan dártela. «Lo último que quiero es ir a un maldito loquero». —Debes prometer no interrumpir y escuchar, aunque no conozcas los nombres de las personas. —Lo prometo. —Ese día platiqué con Mayra —hago una pausa, la maestra Mayra era mi mejor amiga, una vez salió con Tonatiuh en plan romántico, pero no hubo mucha química, pienso en mencionar estas cosas, pero decido no hacerlo, porque lo más probable es que no la recuerde —ella trabaja en mi escuela. Es una mujer de piel blanca, alta y con el cabello teñido de rubio. —Suena como una aventura —yo le miro con severidad, él hace una seña, como de cerrar un zipper en su boca. —No, nada de eso. Le platiqué de la situación y se quedó muy admirada de que la directora no recordase a un alumno de nuevo ingreso. Entonces llamé a Romina, quien además de ser muy aplicada es muy honesta. Pero tampoco lo recordaba. Me molesté un poco, porque estaba quedando como un mentiroso, le pregunté al resto de los alumnos, y ninguno recordaba al chico nuevo. —¿No lo habrás soñado? —Fue lo mismo que pensé. Así que traté de no darle más importancia. Al llegar a mi casa Vanessa me esperaba con la cena— Tonatiuh intenta interrumpir, pero le hago una seña con la mano para que aguarde —hizo carne con champiñones y un poco de arroz blanco —en ese momento pensé lo mucho que extrañaba su comida. Su voz, su olor. Después de cenar le pusimos a Rodo una película y nos metimos a bañar. Desde que nuestro hijo cumplió cinco, lo hacíamos con frecuencia en la ducha, reproducíamos música en el celular a todo volumen, con eso y el ruido de la regadera, nos bastaba para disimular nuestros gemidos. Por supuesto, no le cuento esto a Tonatiuh —Vanessa se fue a trabajar y aproveché para hacer palomitas diciembre 2021
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y acompañar a mi hijo a terminar de ver la película —Tonatiuh intentó interrumpir otra vez, pero le pedí que aguardara de nuevo —cuando acabó la película, Rodo me pidió que jugáramos a los espadazos. Él se refería a mis sables de luz, a él le gustaba elegir el azul, porque decía que era el bueno, por lo que a mí siempre tocaba interpretar al lado oscuro. Apagamos todas las luces para que se vieran mejor nuestros sables de luz al chocar, después de un rato le dejaba ganar, aunque cada mes lo sentía un poco más fuerte y rápido. Después de eso, lo mandé a lavarse los dientes y lo acompañé a su habitación. Le leí el penúltimo capítulo de El Principito y le pedí que se durmiera. Hubo una etapa en que batallaba mucho con eso, pero a sus siete años, Rodo era un niño obediente…casi siempre. Dejé la luz de su habitación encendida, esto molestaba enormemente a mi mujer, pero yo le entendía, cuando niño no les tenía miedo a los perros ni a los robachicos, pero la oscuridad me aterraba. Quizá aún ahora sigo temiéndole un poco. Tomé una cerveza y encendí el televisor. Estaba ese programa de los inversionistas, donde aparece el yerno de Carlos Slim. Creo que me quedé dormido viéndolo. Esa noche tuve un sueño… no lo sé… bueno, sí, un sueño muy extraño. Un par de figuras, muy altas me observaban. Su piel era roja y escamosa. Cuernos delgados y oscuros sobresalían de sus hombros y su espalda. Tenían unos ojos amarillos, viperinos. Yo podía verlos, pero no moverme, como un conejo frente a una serpiente. Ellos se acercaron y me tocaron el abdomen, enterrando sus manos en él; y sentí como se quemaban mis entrañas y luego vidrios enterrados en la frente. Cuando pude moverme, me descubrí bocabajo, el televisor se había apagado. Y esos sujetos ya no estaban. Corrí al cuarto de Rodo que tenía la luz encendida. Y lo encontré durmiendo tranquilo. »El día siguiente transcurrió normal. Vanessa llegó mientras me bañaba. Leí el segundo cuento del libro de Borges. No le entendí nada. Era sobre un tipo que intentó imitar la escritura del Quijote o algo peor: escribirlo de principio a fin, como si llevara cientos de años existiendo. Fui a dejar a Rodo a la escuela. Luego, no sé si por costumbre o iniciativa propia, fui a almorzar al Papagayo…te 60
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esperé, antes de recordar que te habías ido. Hasta ese entonces me preocupaba mi memoria, quizá si estaba olvidando cosas, principios de Alzheimer o qué se yo. Pero al llegar a la escuela confirmé que no había nada malo conmigo. —¿Cómo? —Estaba pasando lista, pero no estaba el nombre de Romina en ella. Los maestros podemos olvidar algunos alumnos, pero siempre recordamos a los aplicados. —Y a los tremendos. —Sí…bueno, el punto es que no aparecía en mi lista. Pero aun así la nombré: Romina Damily Falcón Rocha. Nadie contestó. Era muy extraño que ella faltase. Mi preocupación creció cuando otro de mis alumnos preguntó: “¿Quién es ella?”. Me di cuenta de que ninguno la conocía. Creo que les grité, les dije que no estaba bien jugar ese tipo de bromas, luego recordé la foto. Hace un año montamos la pastorela y Romina se había disfrazado de diablita, en la foto aparecía la maestra Mayra, Leonardo, quien vestía de ángel, Romina y yo. Saqué mi celular para revisar la fotografía. Ahí estaba guardada, pero Romina no aparecía. —¿Dices qué estás olvidando personas? —No las olvido, ¡desaparecen! Sólo yo las recuerdo. Pregunté a la maestra Mayra en el recreo de los niños, y recordó la foto, pero no a la niña. Fui a dirección, la directora incluso llegó a pensar que estaba bajo el influjo de una droga. —Bueno, es que todo esto que me cuentas esta medio loco, interesante, pero diremos que difícil de creer, yo también hubiese pensado lo mismo —Tonatiuh sintió la pesadez en mi mirada y compuso— pero no creo que estés drogado. Te escucho. Lo que me estás diciendo es que están desapareciendo tus alumnos. —No. —¿No? —No sólo mis alumnos.
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Vuelan las palabras
La música de Eric Jair Palacios
Leer autores noveles es siempre un reto, hay tanto escrito y tantos pendientes de lectura, que tomar la apuesta de leer a un joven poeta es, por decir lo menos, arriesgado. Con Eric Jair Palacios, la gota que perfora la piedra, no leerlo es perderse de la melodía que permea nuestros días: la poesía es, y será, el sonido constante que persevera antes y después de nuestra humana existencia; la voz que resuena y que encuentra eco en quién se atreve a tomarla y darle vida. Desconfío, por sistema, de los autores que antes de los 30 han publicado tres títulos y más aún de quienes se convierten antes de los 50 en antólogos de sí mismos. No es el caso de Eric Jair, por alguna razón he leído devotamente sus tres entregas y celebro la aparición de Vuelan las palabras, compilación de los tres poemarios que, bajo el sello de Metalibros, conforman la trilogía que abre y cierra una etapa de su vida IRL (In Real Life) y de esta otra vida, la de las letras y los impresos. La Cláusula maestra es un libro honesto, escrito desde la entraña, que logra transmitir las emociones que el autor dice con sus palabras; es un libro que se siente más de lo que se lee; un arrebato sensorial en donde están el descubrimiento, la entrega y la decepción de la propia esencia y la náusea primordial que da el saberse humano, vulnerable, hecho de carne y hueso, víscera y orificios de entrada y de salida. Violentamente primordial, La Cláusula maestra nos refiere a lo que somos; un compilado de secreciones, latidos y olores dotado de conciencia, ¡ay!, la conciencia, amiga traicionera que nos hace amar, ser, saber y sentir más allá de la simple existencia: Soy una mezcla de sustancias, muchas veces estoy orgulloso de serlo, hay días en los que me limito a la resignación, a esa falsa aceptación de mis habilidades carentes... Y como buenos
Elizabeth Algrávez Celebro la existencia de la poesía, la vida de los poetas, la elegía mayor los sonetos de amor. EJP humanos, limitados, sitiados en lo que nos contiene y nos conforma, en la epidermis que ya reconocía Gorostiza como conducto y cárcel. Ciclos constantes es un canto de amor, la caída hacia arriba que desafía las leyes de la física, la piedra de Sísifo que nos empeñamos en empujar cuesta arriba sin estar condenados a hacerlo, por el placer que da la agonía: En el pasado existieron cláusulas que dictaban verdades, nunca pudieron ser descifradas, no lograron conocer la luz. /Ha pasado el tiempo y solo queda esperar a que algún día, lejano-imposible, los astros vuelvan a encontrarse en esa posibilidad primaria del ayer. El ciclo interminable anhelo-entrega-decepción en sus múltiples variaciones: las muchas caras de la ilusión, las muchas maneras de encontrar el goce y el inevitable enfrentamiento con la realidad que rompe el velo de nuestras expectativas, que nos deja sin filtros, a nosotros y al amado y, se deslava como maquillaje pasada la fiesta. Pero como siempre habremos de caer para ser, la música sigue al son de Guitarras: cálidos/pétalos/se/rompen/en/agonía/sonora. Porque dejar de doler es dejar de estar vivo. Aquello que no, que nunca, que jamás… vuelve a suceder. Perseguimos siempre al conejo blanco y siempre va tarde, nos adentramos en la madriguera como en el vientre; un nacimiento al revés, un regreso al inframundo, en búsqueda del amor; esa cosa escurridiza e inasible que sin embargo queremos atrapar, maniatar y retener. Mas no es la consecución sino la búsqueda lo que nos llama, el mundo alterno en donde las cosas tienen una vida diferente, donde lo duro es blando y lo amargo es dulce: la voz del amado es concreta y atesorable; su mirada es un lazo, un abrevadero de miel bebible y un canto luminoso y, la infelicidad, lo imposible, todo lo que no somos ni habremos de ser es, en sí mismo, en potencia y no en acto, la mayor verdad que habremos de poseer nunca, la certeza del amor, la única manera posible diciembre 2021
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de posesión del objeto amado, el Amor con A mayúscula. Celebremos pues, la aparición de esta trilogía, la voz que no cesa, el canto primigenio que se expande a través de los tiempos y nos llega, nos toca, nos dice y nos despierta: La misma pluma que plasmó aquel amor universal/ hoy lo llora. Porque llorar es la primera prueba que damos al mundo, en este plano, de estar vivos.
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Abigael Bohórquez y su Manifiesto poético
En agosto de 2008 me quedé unos días en casa de la poeta y editora Rosa Espinoza (Mexicali, 1968), quien me dio cobijo durante la “gira” que realizara para la presentación del Mapa Poético que recién había aparecido. Y fue ella quien me regaló (entre muchos otros libros) uno titulado Heredad. Antología provisional (19561978) de Abigael Bohórquez (Sonora, 1936-1995), con prólogo de Carlos Eduardo Turón. Y desde ese momento, no he podido apartarme de sus poemas, ni de su poética, con la que uno no puede quedarse indiferente. Y cómo podría ser, si desde que uno abre el libro se topa con un poema tan profundamente sincero y emotivo: “Llanto por la muerte de un perro”. “mi perro era corriente, pero dejaba un corazón por huella; no tenía argolla ni sonaja, pero sus ojos eran dos panderos; no tenía listón en el pescuezo, pero tenía un girasol por cola”
Ese poema, todo nostalgia, del joven que se encuentra lejos de la casa familiar y de su infancia: “Hoy me llegó la carta de mi madre y me dice, entre otras cosas: —besos y palabras— que alguien mató a mi perro.”
y que a pesar de todo no logra evadirse a la emoción que resulta la noticia del asesinato, y realizar la comparación de esa inocencia de quien fuera su mascota, con la vida adulta en la que comienza a verse implicado: “(…) la muerte de mi perro sin palabras me duele más que la del perro que habla, y engaña, y ríe, y asesina. Mi perro siendo perro no mordía. Mi perro no envidiaba ni mordía. No engañaba ni mordía.”
Tan solo abrí el libro y me topé con este tremendo poema con el que el joven poeta Abigael
Adán Echeverría “si no viene mi verso a decir las verdades del hombre no me sirve” Abigael Bohórquez
(que rondaba los 20 años) se aventaba sobre la creación poética, sobre el quehacer de la poesía, plantando con firmeza su huella. 21 años tenía Rubén Darío cuando presentó su libro Azul, que solamente implantó el Modernismo en el mundo literario. 24 años tenía Jaime Sabines cuando dio a luz aquel tremendo poemario titulado “Horal”. Tal como estos jóvenes poetas, Abigael Bohórquez da sus primeros pasos poéticos atrapando terriblemente la emoción entre las letras, para nombrarse poeta y tener de herramienta la palabra con la que nos hará emocionarnos, imaginar y sentir: “A los siete años tuve escarlatina, y por aquello del llanto y el capricho de estar pidiendo dinero a cada rato, me trajeron al perro de muy lejos en una caja de zapatos. Era minúsculo y sencillo como el trigo; luego fue creciendo admirado y displicente al par que mis tobillos y mi sexo; supo de mi primera lágrima: la novia que partía, la novia de las trenzas de racimo y de la voz de lirio; supo de mi primer poema balbuceante cuando murió la abuela; el perro fue en su tiempo de ladridos mi amigo más amigo.”
En los versos de Bohórquez es palpable el equilibrio entre la mirada inocente: “minúsculo y sencillo como el trigo”, “tenía un girasol por cola”, “mi amigo más amigo”, respecto de la madurez intelectual y corpórea en que el hablante lírico se reconoce: “luego fue creciendo admirado y displicente / al par que mis tobillos y mi sexo”; “me duele más que la del perro que habla, / y engaña, y ríe, y asesina”. El libro Heredad reúne trabajos de siete de los poemarios del autor sonorense: Fe de bautismo (1960), Acta de confirmación (1966), Canción de diciembre 2021
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amor y muerte por Rubén Jaramillo y otros poemas civiles (1967), Las amarras terrestres (1969), Memoria en la Alta Milpa (1975), Digo lo que amo (1976) y Desierto mayor (1980). Y es justamente con su “Acta de confirmación” con el cual Bohórquez nos avienta a la cara su poética, el sino de su palabra, cuando presenta justamente su “Manifiesto poético” con el que pretende dar un golpe sobre la mesa para terminar de una vez por todas con la cursilería poética, el romanticismo inane, sin tener que lanzarse en pos del tremendismo decadentista, ni apuntalarse tampoco sobre el bagaje estridentista con el que Manuel Maples Arce recuperaba el futurismo de Mayakovski, pero sí considerando algún tipo de realidad social dentro de sus letras, bravura, y enojo, desde luego: “Mientras no tenga el lápiz curvaturas de hoz para segar el trigo rumor de cascos para horadar la mina, devoción de machetes para abrir carreteras, no me sirve.”
Luego de trabajar las poco más de mil páginas del proyecto Del silencio hacia la luz. Mapa Poético de México. Poetas nacidos en el período 1960-1989 (siete volúmenes de poemas), lo cursi y lo tremendista en la poesía mexicana me habían dejado agotado. Grandes poemas se habían reunido en dicho trabajo, desde luego; y también había encontrado a algunas promesas de la poesía mexicana que pronto se fueron haciendo realidad, pero reconocía que algo hacía falta en ese documento que reunió a más de 650 autores nacidos o radicados en México. Era notorio que la poética mexicana estaba llena de altibajos entre la obra publicada de un mismo autor, así como entre los autores que habían recibido un mismo premio. Y oscilaba (oscila) en un gradiente que va de lo coloquial de Jaime Sabines hasta lo profundo y erudito de la obra de Octavio Paz. Los trabajos de Bohórquez muestran otro camino, un camino que relata poéticamente la realidad social en la que los hablantes líricos se muestras inmersos; el autor juega con la forma para mantener temas similares: la importancia del ser humano dentro de las sociedades, sus vivencias, desventuras, amargos 72
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desencuentros, un testimonio vital hecho poema, con las emociones encimada una sobre otras en un grito que puede causar angustia como alegría y ludismo. Y eso es lo que Abigael Bohórquez deja claro en su “Manifiesto poético”, que el poeta tiene que nutrirse de la realidad: “Canto al hombre del mundo / por el dedo en las llagas de la estatua”; y esos son los extremos “el hombre” como acepción humana del Yo, y “la estatua” como aquel súper Yo, que los otros esperan de nosotros; lo cárnico en contraposición de lo marmóleo. En el poema “Madre, ya he crecido” de su poemario “Fe de bautismo”, podemos leer: “fui una ronca palabra desolada”, “fui en tu soltería violentada”, que el hablante lírico le habla a una madre soltera; “caminaste con miedo por los cuartos / porque temías despertarme”, una relación poderosa madre-hijo-madre, dualidad indisoluble de arrebatado amor en el que la mujer-madre lo parece todo para el hijo, que en su percepción viene a serlo todo para la madre; una forma enfermiza de la maternidad mexicana: mujeres que jóvenes son embarazadas, abandonadas a su suerte, y que luchan para sacar adelante aquella criatura, que luego se alejará; hijos encarnados en el vientre de aquellas mujeres como una profunda cicatriz, dolorosa luego en la partida de los críos. Abigael lo deduce y muestra: “ya que miraste mi fealdad minúscula, habituaste a tus brazos con mi peso, meciste en el impulso de besarme la formamuerte de mi cuerpo amargo, y en el vaivén del ritmo señalado me miraste hacia adentro, estremecida, y presentiste mi semblante breve, mi destino poeta, la dura suerte de sufrir temprano.”
Esa voz natural, esa sencilla forma de soltarse en una realidad poética, es tan necesaria, que debe ser recuperada, imitada incluso, y estudiada. Por eso me resultó agradable y necesario encontrarme con su poética: “Mientras no tenga el lápiz (…) no me sirve”. Cuando uno sigue leyendo encuentra: “Ya no estoy para rosas. Si vienen a saber si estoy en casa que no estoy para nadie;
mucho menos para esos menesteres de cantar a la boca, a la libélula, al sol, a la oropéndola, a unos ojos remando.”
Pero algunos autores contemporáneos en México siguen sin comprenderlo y durante todo el siglo XXI, escriben y terminan publicando cosas como éstas: “Quieren sacarme el cascajo pero yo no quiero. Estoy bien.” (Rodrigo Flores Sánchez en La edad de oro) (los chascarrillos tremendistas) “Me dicen que escriba, que escriba y guarde: oh llama de amor viva que tiernamente hieres, rompe la tela de este dulce encuentro.” (Maricela Guerrero en La edad de oro) (lo cursi) “Este martes quisiera pedir prestado un coche y llevarte a comer carnitas a Huichapan. Este martes quisiera, pero es martes y alguien debe llevarle a Tolomeo III, el llamado Everjetes, sus miles de elefantes.” (Óscar de Pablo en La edad de oro) (el erudismo de barrio, que intenta ser un hallazgo)
Habríamos de volver a Abigael Bohórquez y a su Manifiesto poético: “Mientras no tenga el lápiz sonido de martillos levantando edificios, cantos de obrero en marcha, ímpetu de azadón, pico y máquina de coser; mientras no venga mi lápiz a decir las verdades del sudor, el carrete del hambre; mientras venga a decirme solamente de un agónico tacto, no me sirve.”
Ismael Lares escribe: “se le designa poética al estudio que un autor hace sobre alguna obra de poesía”; y desde este apunte podemos reconocer que el “Manifiesto poético” de Bohórquez fue creado para dejar en claro cuál era la poética sobre
la que trasladaría los dominios de la palabra, a través de sus emociones. Lares aclara: “Sea cual fuere la razón para crear, los alcances de la poesía pueden hallarse a lo largo de la historia de los pueblos.” Así nos sostenemos ante la poética expresada por Abigael Bohórquez: “Ha de cantarse —esto es lo que se debe, señoritos poetas de intocables perfiles y cafés literarios— al hombre por el hacha, al hombre por el túnel, al hombre por la huelga,”
¿Lo aprenderán alguna vez? Los inicios del siglo XX traían a los poetas preocupados (aún nos preocupa) sobre el por qué escribir poemas. Y nos han hablado de aquellos poetas que reconocen que la poesía no se vende, pero no se vende porque ya nadie la paga; porque el poeta en su momento pudo ser utilizado para ensalzar reyes, reinos, reinas, héroes, y fue bien pagado (bien comprado) por quienes requerían que se contara y cantara su historia, pero eso fue quedando en el olvido: “Esto que vais a leer está en verso. Lo digo porque acaso no sabéis ya lo que es un verso ni un poeta.” (…) “Nadie paga ya nada por la poesía. Por eso hoy no se escribe. Los poetas preguntan: «¿Quién la lee?» Mas también se preguntan: «¿Quién la paga?» Si no pagan, no escriben. A tal situación los habéis reducido.” (Bertold Brecht, Canción de los poetas líricos)
Hasta el grado de reconocer que ser poeta es una vocación a la que uno se entrega para consumirse de manera total: “me di por dar por tara por vocación de dado por hacer noche solo entre amantes fogatas desinhalar lo hueco y encontrarme inhallable hora tras otra lacra más y más cavernoso menos volátil paria más total seudo apoeta con esqueleto topo y
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suspensivas nueces de apetencias atávicas” (Oliverio Girondo, Por vocación de dado)
Volvamos al Manifiesto de Abigael; el poema continúa y leemos: “puede el hombre, si quiere, torcerse; con terquedad de péndulos, llegar hasta los huecos de un cuarto amanecido, con saliva y cigarros romperse una quijada, puede hacer lo que guste; yo canto al zapatero, al leñador, al paria, al hombre estrictamente situado en sus bolsillos,”
y comparemos este fragmento del poema con el monumento de la poesía beat: “He visto los mejores cerebros de mi generación destruidos por la locura, famélicos, histéricos, desnudos, arrastrándose de madrugada por las calles de los negros en busca de un colérico picotazo,” (Allen Ginsberg, Aullido)
Abigael ya nos dice que el hablante lírico no necesita ser correcto “puede torcerse”; puede incluso no ser un ejemplo del decoro: “(puede) llegar hasta los huecos de un cuarto amanecido, / con saliva y cigarros / romperse una quijada, /puede hacer lo que guste;” y no hay forma de no reconocer que el hablante lírico al que apela el poeta sonorense, no es otro más que los personajes similares que presentaría años después el gran poeta beat: “arrastrándose de madrugada por las calles de los negros”. Abigael remata su poema (su Manifiesto) diciendo: “yo proclamo mi corazón abierto al músculo cargado de agobiados instantes, al honesto viandante de cosas permitidas; mientras no tenga el lápiz minas, surcos, arados, caballos, mecánicos, taladros,
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omóplatos doblados por linternas en marcha, que se me olvide el pájaro, la camelia y el trino. Canto al hombre del mundo por el dedo en las llagas de su estatua, de su hambre y de su hombría; si no tiene mi verso sonido de martillos levantando edificios, cantos de obrero en marcha, ímpetu de azadón, pico y máquina de coser, si no viene mi verso a decir las verdades del hombre no me sirve. Eso es todo.”
Y en verdad que eso ha sido todo. No hay mucho que agregar para reconocer lo que es y debe ser la poesía actual; una en la que se pueda reconocer que el creador no precisa solamente del personaje paria y decadente, o del chascarrillo tremendista, sino que lo que debe perdurar es el golpe en la mirada, en el plexo, en la nuca, en los pulmones: un golpe a las emociones: “es preciso volvernos a tiempo hacia los que no nos ignoran; ser prudentes, pacientes, cristianamente alcohólicos, acostólicos y remonos, los enemigos no tienen conducta ni sentido;” (Aprehensión, de Digo lo que amo) “Mi calavera donde ocurrió la luz y tremó el corazón y aulló la magia y la carga mortal de los amoríos, y que descabelló sus ojos turbios desencantadamente sobre hombre de vientre glandular: ama con su terrena potestad aún la vida y le crece la barba y encanece, pero, ah tú, el más abandonado y lejos entre la muchedumbre, soy tu palabra, cántala conmigo.” (Carta, en Poesida)
Luego de leer a Abigael Bohórquez, entendemos que se cumple lo que ha dejado escrito Carlos Eduardo Turón: Los poetas “no podemos
ser simplemente poetas”. Venga, pues, acabemos ya con la cursilería dentro del poema; terminemos ya con los chascarrillos tremendistas que apenas nos hacen escupir risas amargas y a lo que sigue. Hagamos que el poema perdure, sintiéndolo con cada fibra de nuestro ser.
Referencias: Bohórquez, Abigael. 2005. Heredad. Antología provisional. (1956-1978). El Colegio de Sonora y el Instituto Sonorense de Cultura. Segunda edición. 241 pp. Bohórquez, Abigael. 2009. Poesida. Fondo Regional para la Cultura y las Artes del Noroeste. Instituto Sonorense de Cultura. Tercera edición. 88 pp. Lares, Ismael. 2012. Abigael Bohórquez. La creación como catarsis. Programa Cultural Tierra Adentro. 64 pp.
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Descolonizando la enseñanza de la literatura yucateca contemporánea El objetivo de este trabajo es mostrar experiencias educativas en el nivel superior, que proponen un camino respetuoso para la enseñanza de las literaturas que coexisten en Yucatán, camino que celebra la identidad maya en todas sus expresiones y que promueve las relaciones interculturales equitativas.
Introducción Las instituciones escolares, en todos sus niveles deben promover la valoración de las diversas expresiones literarias de los pueblos de México, tanto orales como escritas. Para ello es necesario que se estudie la producción textual antigua, cuando la historia se inscribía en los templos monumentales y en los códices, que se analice cómo se relacionan estos textos con sus transcripciones escritas con alfabeto latino. El establecimiento de un efectivo sistema de educación intercultural implicaría importantes cambios para el progreso del respeto a los derechos culturales de los pueblos originarios, así transitaríamos de la sociedad discriminatoria que somos a una que se interesa por las diferencias culturales con un sentido de equidad. Para lograr el aprecio y la valoración de todos los grupos que interactuamos en la sociedad nacional, o a escala regional y local, es necesario que también se exija a quienes no pertenecen a los grupos étnicos conocer las culturas con las que están en contacto de manera cotidiana. Esta es la única forma de desarticular los prejuicios que han perpetuado la violencia simbólica, que sustenta la violencia estructural que afecta tan gravemente a los miembros de los grupos étnicos y sus descendientes.
II. Inclusión de todos los cánones literarios en las políticas culturales
La comprensión de los cánones literarios que coexisten (en nuestro caso, el canon literario maya, el canon mestizo y el castizo), es fundamental para entender cabalmente el 76
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panorama de la producción artística en nuestra región; la literatura maya ha influido en la obra literaria de autores aceptados por el canon eurocéntrico, sin que las instituciones que lo avalan hayan reconocido la impronta que ella ha dejado en la literatura escrita en español. Los estudios literarios en nuestra región, aunque han aceptado y exaltado durante mucho tiempo esta influencia de la literatura maya en la literatura escrita en español, se han caracterizado por la exclusión de las literaturas que no se apegan al canon literario eurocéntrico. La etnografía ha sido la primera disciplina académica que se ha dado a la tarea de recopilar las producciones de la literatura de los pueblos originarios; existen también importantes sistematizaciones etnológicas que realizan el análisis comparativo de diversas literaturas ancestrales. Para el caso de Yucatán, todos los textos escritos después de la llegada de los españoles, empleando ya el alfabeto latino, expresan su relación con la escritura anterior. Además, coincide que donde había tradición de escritura con glifos abundan los documentos coloniales, por ejemplo el norte de Campeche y el suroeste de Yucatán, es una región rica en monumentos con inscripciones y en ella se han encontrado varios documentos indígenas coloniales (López de la Rosa y Martel, 2001: 19); esto nos habla de una tradición escritural que atraviesa la época colonial y llega a nuestros días y que debe ser estudiada por quienes pretendan hacer la historia literaria de nuestra región. A partir de esta apropiación del alfabeto latino como instrumento para transcribir los textos que antes escribían con sus propios alfabetos, se inicia la escritura con caracteres latinos de textos en lenguas originarias. Las instituciones literarias tienen que reconocer que la historia de la literatura mexicana escrita empieza hacia el 300 antes de nuestra era, cuando surge la escritura maya, y que la literatura oral es incluso más antigua.
Los nuevos paradigmas de estudios literarios incluyen a todos los sujetos creadores de discursos artísticos; un literato capaz, es el que conoce los valores de los cánones literarios que coexisten en la región donde influye su práctica. El compromiso ético está aliado a un conocimiento profundo de las lenguas, las culturas y las formaciones discursivas de los pueblos con cuya literatura se trabaja. Esta es la única manera de que los cánones coexistentes lleguen a tener las mismas posibilidades de acceso a recursos como premios, ediciones, espacios en los medios de comunicación. Los estudios literarios con enfoque de estudios culturales pueden arrojan resultados interesantes.
III. La enseñanza de literatura maya en Yucatán A partir de 2001, en la Península inician los cursos de literatura indígena a nivel superior, cuando se funda la Licenciatura en Literatura Latinoamericana, en la Facultad de Ciencias Antropológicas de la UADY, que en su primer plan de estudios, contaba con un eje curricular de tres asignaturas: Literatura Indígena Colonial; Literatura Indígena Contemporánea y Literatura Maya Contemporánea. Tras un proceso errático para este eje, que se acortó en el segundo y en el tercer plan de estudios; actualmente, en la reformulación que se hizo para adecuar la Licenciatura en Literatura Latinoamericana al modelo educativo para la formación integral, a este eje se le incluyeron cuatro asignaturas, además, ahora este eje se llamará Literatura de los Pueblos Originarios; está integrado por Cultura Maya (la asignatura institucional que se imparte en todas las licenciaturas); Literatura de los Pueblos Originarios de América, siglos XVI al XVIII; Literatura de los Pueblos Originarios de América, siglos XIX al XXI; Literatura Maya Contemporánea. Ello permitirá que se conozca el acervo literario de más pueblos, y que se profundice en el conocimiento de la Literatura maya yucateca. Y lo más importante, mayas y no mayas conocerán esta literatura, permeando así en la concepción teórica y creativa de todos los profesionistas en literatura. Asimismo, los estudios de literatura conocerán la producida por mujeres
(mayas, mestizas y castizas), así como la escrita por jóvenes, y por hombres y mujeres homosexuales de diversas edades y con o sin adscripción étnica, porque se busca contribuir a que todas y todos los profesionistas en estudios literarios abran sus criterios para entender los cánones de las diversas formaciones discursivas que coexistimos. Respecto a los espacios en los que se ha impartido literatura maya a nivel superior en nuestro estado, quiero compartirles que la profesora MINE Martha Aracelly Ucán Piña, que trabajó un tiempo con nosotros, ha tenido la experiencia de impartir la asignatura Literatura Maya Contemporánea con nosotros (UADY); y la asignatura Literatura Maya en la Universidad de Oriente (UNO) que, desde 2006 ofrece la carrera de Lingüística y Cultura Maya cuyo objetivo es formar profesionales calificados que participen en la difusión y el desarrollo de la cultura y la lengua maya como intérpretes, traductores, investigadores, asesores y diseñadores de programas comunitarios, trabajando siempre a favor de la interculturalidad, la preservación y revalorización de las manifestaciones culturales de la etnia maya (Universidad de Oriente, 2012). En su tesis de maestría ella documenta esta experiencia: El curso de Literatura maya se ubica en el séptimo semestre del programa de Lingüística y cultura maya de la Universidad de Oriente de Valladolid, Yucatán. En este período los estudiantes deben contar con un alto nivel de competencias lingüísticas en la comprensión, lectura, escritura y habla de la lengua maya como resultado de la experiencia en su formación profesional. No obstante, en el desarrollo de dichas competencias lingüísticas profesionales se pueden reconocer diferentes niveles en el empleo de la lengua maya. Lo que cabe destacar en tal contexto, es que los estudiantes pueden tener una percepción directa de las manifestaciones literarias desde la lengua maya. Contexto, sujetos y objeto de estudio coinciden en naturaleza lingüística y cultural. Por ello, se podría inferir un grado importante de identificación con el discurso literario, no obstante es una condición susceptible de ser cuestionada. De tal manera, los estudiantes tienden más a un acercamiento sociocrítico del discurso literario, diciembre 2021
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por lo que los esfuerzos estarían dirigidos a que logren hacer un análisis de las obras desde el idioma original en que fueron escritas, es decir, el maya (Ucán Piña, 2012: 29-30). En el caso de la Licenciatura de literatura Latinoamericana de la UADY, las asignaturas del eje de Literatura indígena son impartidas en los primeros semestres de dicha carrera. La asignatura de Literatura maya pasó de ser obligatoria para el penúltimo cuatrimestre en el plan de estudio 2004 a optativa en el plan semestral de 2006. En este contexto, la mayoría de los estudiantes no presentan competencias lingüísticas para la comprensión, lectura, escritura y habla de la lengua maya, por lo que su acercamiento a las manifestaciones literarias mayas se encuentra mediado desde un equivalente o traducción al español. No obstante, en estos estudiantes hay una inclinación por el reconocimiento de la estructura del enunciado que alberga al discurso literario, así como un discernimiento teórico del mismo (Ucán Piña, 2012: 30). Otras experiencias importantes en la formación de literatos son: la Escuela de Creación Literaria que en febrero de 2009 inicia su Programa de Formación de Escritores Mayas, que sigue vigente y cuyo responsable es el poeta Feliciano Sánchez Chan, y la Escuela de Escritores, que inició sus labores en 2010 y ofrece como asignatura virtual Literatura y Lengua Maya, en la que en 2012 trabajó la MINE Martha Ucán Piña, pues es experta en literatura maya y en uso de la tecnología para la educación. En la Universidad Modelo ofrecen la asignatura Literatura prehispánica en América (que en otro documento de la misma universidad aparece como Literatura Hispanoamericana: Prehispánica y Colonial) en el tercer semestre de la Licenciatura en Lengua y Literatura Modernas. Es una lástima que no aparezca el programa de la misma, imagino que su contenido corresponde más al segundo título: prehispánica y colonial, porque en una revisión que hice en 2007 acerca de qué licenciaturas en literatura o en letras (con sus diversas adjetivaciones) de universidades de México incluían el estudio de las literaturas originarias, encontré que varias materias que se denominaban Literatura Prehispánica, correspondían al estudio de textos coloniales. Para 78
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estudiar la literatura prehispánica hay que conocer la escritura antigua, es decir, la epigrafía, que creo yo, es un pendiente que tenemos en el área de los estudios literarios. Actualmente son los arqueólogos los especialistas más versados en ella. Cabe reconocer que los y las autores y autoras mayas sí han cumplido esta parte, yo recuerdo al poeta Santiago Arellano Tuz, que estudiaba epigrafía para leer los códices, y que estos textos también nutrieran su proceso creativo. Varios de los participantes en el taller literario que él coordinaba en Valladolid, “Yaajal K'in” también participaban en estos cursos. Reconocemos que la Universidad Modelo se ha abierto las expresiones mayas, pues una de las asignaturas optativas es Lengua y Litaratura Maya Contemporánea y con ella han colaborado escritoras destacadas como Patricia Martínez Huchim y lingüistas reconocidos como Fidencio Briceño Chel. Por parte de la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY), en el estudio de la Literatura de los Pueblos Originarios de los Siglos XVI al XVIII, tal como se imparte ahora, nos asomamos a los resultados que nos brindan los arqueólogos y epigrafistas, para comprender que la tradición escritural desarrollada por los pueblos de Nuestra América, se transformó, pero no murió. No es casual que los yucatecos seamos muy inclinados a las artes. Además, a mediados de 2015 se instituyó en la UADY el Programa Institucional del Pueblo y la Cultura Maya (PROIMAYA), a través del cual, todas las otras licenciaturas de la UADY tendrán acceso a materias optativas relacionadas con diversos aspectos de la cultura maya, entre ellos la literatura en sus diferentes épocas. El cambio en el paradigma acerca de la forma de entender la cultura en la UADY promovido por el PROIMAYA brinda espacios para que los y las expertos mayas tengan la confianza de permitirnos participar en el desarrollo de sus proyectos y la difusión de los mismos.
IV. Consideraciones finales Es necesario revisar el papel que en todo México y particularmente en Yucatán ha jugado la educación institucionalizada en la sumisión de las lenguas, el maya en nuestro caso, y poner en marcha modelos y estrategias educativas que coadyuven a garantizar los derechos lingüísticos y las expresiones literarias propias de los grupos étnicos, de los mayas en este caso; el Estado mexicano tiene la obligación de garantizar los derechos lingüísticos de todos sus habitantes, para ello no basta el marco jurídico, hay que establecer las dinámicas que permitan a los ciudadanos hacer exigibles estos derechos. Si los estudiosos de las literaturas lleváramos a las aulas –en igualdad de condiciones– las propuestas estésicas de los diversos grupos sociales que conforman nuestro entorno, estaríamos contribuyendo a facilitar el ámbito de comunicación entre las diversas culturas, con lo que promoveríamos la libre elección de las actividades creativas. Ello permitiría, además, una reorientación ética a nuestra práctica académica actual, lo que finalmente correspondería a la responsabilidad moral que han asumidos los y las escritoras que eligen como código de expresión una lengua minorizada, aunque dicha elección necesariamente acarree la reducción de la extensión internacional de su auditorio. Si bien existen desde 1987 algunas experiencias educativas que apuntan en este sentido, mayoritariamente siguen siendo excluidas las literaturas de los pueblos originarios de las instituciones literarias, como podernos verlo en el número de asignaturas que ocupan en los planes de estudio de las licenciaturas en literatura; en el tiraje de los libros bilingües (menor que el tiraje de los libros en español); en el número de certámenes en lenguas originarias, y el monto con el que se premia. Ser literato en una lengua originaria es más difícil que ser literato en español. Y esto es un más difícil para las mujeres porque se entreveran discriminaciones de clase, de etnia y de género. La educación intercultural en literatura debe abarcar a todos los profesionistas del área, no únicamente a los miembros de los pueblos originarios.
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Vivir la vida Una esperanza nueva: Puerto Vallarta 2022 Prepararse para recibir el año nuevo en la ciudad de México es recibir un viento frío y pensar en un clima cálido. Viajar en temporada decembrina es un lujo que no solamente las personas nórdicas, europeas y norte americanas pueden darse. Viajeros de distintas partes del mundo incluyendo México, tienen por costumbre recibir la navidad y el año nuevo en un puerto maravilloso como lo es Vallarta. Llegar a la ciudad vía terrestre o aérea es ver una entrada por kilómetros llena de palmeras: un resplandor por las tarde o mañanas que pareciera eterno. Con ello se avizoran un cúmulo de emociones y expectativas nuevas sobre el disfrute de la playa; aún para los que vamos continuamente. El puerto de Vallarta tiene varios momentos históricos al descubrimiento durante la colonia en 1587, durante la colonia (1521-1821) y con el surgimiento del capitalismo en México a partir de las minas de sal en San Sebastian, Mismaloya y Río Cuale Siglo XVIII. Hoy en día con el surgimiento del Puerto como uno de los destinos turísticos favoritos para el turismo internacional, el puerto ofrece una gama de diversiones y tranquilidad para los distintos sectores de la sociedad incluyendo el LGBTTTI. La distribución territorial se divide en: Nuevo Vallarta, que abarca punta Nayarit y parte de los Resorts u Hoteles de cinco estrellas, y el Vallarta Viejo o conocido como Vallarta Centro en Jalisco. En esta ocasión me referiré al segundo. En el medio de ambas partes se encuentra la conocida Bahía de Banderas, lugar en el que llegan los principales Cruceros de distintas partes del mundo. Al final de la bahía hacia el
sur comienza el maravilloso viaje Romántico a un lugar que jamás tiene término ni descanso: Vallarta Centro. La calle principal de la también denominada zona romántica te recibe con un empedrado de roca de río natural y a lado derecho las olas del malecón. Pasando por distintas iglesias y casas rústicas con techo de teja y adobe natural llegamos hasta el quiosco principal… lugar de música folclor y tianguis de comida especiales por la temporada navideña. A un lado: la Iglesia principal mejor conocida como la CORONA, pues resulta de una majestuosidad impresionante de noche; en que da la impresión visual estar suspendida en el aire. Un barquito sobre el mar con un manto estelar en medio del cielo con una luna decora la bahía principal de noche. Siguiendo el recorrido por el Malecón, cruzamos un río denominado Cuale, el cual; cuenta con aves como pelícanos o garzas, reptiles como iguanas, y una flora silvestre diversa. En medio un mercado de artesanías cien por ciento mexicanas y restaurantes que por la noche a la luz de la luna y música jazz ambientan el camino del río y el malecón. Siguiendo hasta el sur de la playa encontramos restaurantes, cafés, distintos camastros, hoteles, tiendas de ropa y souvenirs para la Comunidad Gay. Pienso que la mejor temporada de afluencia de parte de ésta comunidad es sin duda la navidad y el año nuevo. Ya que el puerto ofrece una cantidad de diciembre 2021
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actividades para dicho sector como, Pool Partys, Show Drag Queens, Shows de Comedias, Cenas especiales… Sólo por mencionar algunas. La gente de Vallarta suele ser muy cálida y amigable, se considera uno de los puertos turísticos más seguros para transitar de día y de noche. Al final de malecón en la parte suroeste se encuentran distintos condominios donde habitan por temporadas cortas, medianas y extensas hombres y personas predominantemente gays de nacionalidad, canadiense y norte americanas. Quienes durante el día salen hacer sus compras de despensa básica o para una cena romántica; a las tiendas de supermercado pequeñas alrededor de la bahía. Disfrutar de una velada romántica cocinada por ti mismo a la luz de las velas frente a la bahía de los muertos, mientras recibes a tus mejores amigos y sus respectivas parejas con música de jazz es uno deleites que se lleva en el alma en uno o varios viajes hacia el mar. Camino a la temporada de cada año nuevo, la bahía de Vallarta se viste de las mejores fiestas nocturnas en cada condómino y balcones de hotel preparándose para recibir un nuevo ciclo de vida. En el que las esperanzas se manifiestan en el corazón de cada uno de los visitantes asiduos al puerto. Recibir un año nuevo en Vallarta significa para muchas de nosotras la promesa puesta en esperanza de que no importa lo que haya sucedido años anteriores siempre vendrá una oportunidad mejor en la vida. La magnitud de las maravillas que ofrece la ciudad como el clima, el oleaje, acantilados, caminos selváticos, veladas frente al mar… Representan una pequeña muestra de lo que a todos y cada uno de los seres humanos nos esperan como regalos celestiales no en otra vida, no en otra estratosfera u en otro cielo: Sino en ésta misma vida que todas y todos los seres humanos habitamos y existimos. Para la noche del 31 de diciembre en la calle de Olas Altas los empresarios de los restaurantes convocan a los turistas a recibir en una fiesta comunitaria (libre y gratuita) llena de baile de júbilo para recibir el año nuevo. En esa fiesta vemos a jóvenes, adultos, adultos mayores, 82
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niñas, niños, gays, lesbianas, travestis: personas. Reunirse en pro de la gratitud y la alegría por coincidir en ese maravilloso fin de año. La gente sin conocerse, abraza, baila, se felicita, llegar de amor, paz y gratitud se adentran al empedrado de la calle para bailar un sin de canciones. No se necesitan tanto dinero para disfrutar de las mejores actividades que ofrecer Puerto Vallarta. Muchas de las actividades son culturales por parte del gobierno en explanadas principales como el quiosco. La mayoría de los bares que ofrecen algún tipo de show no establecen un costo por la entrada ni consumo mínimo, los artistas como músicos ambientan cada noche la estancia. Observar los fuegos pirotécnicos a la orilla de playa pienso que representan cada una de las ilusiones de los vacacionistas quiénes vamos en busca de un lugar mejor de descanso de remanso de paz. Para tomar fuerzas y volver a vivir la vida en nuestras ciudades habituales. Enamorarse, vivir un romance, una luna de miel, despedida de soltera o soltero, o simplemente un viaje con amigos o consigo mismo al embelesador Puerto es una de las experiencias que se lleva en el alma perennemente. Cada puesta de sol, cada amanecer, sentir la arena en los pies, el recorrer del sol en la piel frente al mar o en una caminata nocturna se vuelve un acto curativo para el alma. Vivifica al ser y al espíritu humano… Deseando que todas y todos los seres humanos tengan la oportunidad en la vida de experimentar ¡un viaje en su vida al Puerto de Vallarta! Felices fiestas y un próspero año Nuevo… Les desea su más seguro soñador: Salvador Zavaleta.
Sopa de letras Sobre Gritos enmudecidos de Daniel Marín Un terremoto sacude a la ciudad. Un edificio desaparece bajo tierra. Aterrados, los que logran escapar, ven disiparse la nube de polvo. Desde la calle, contrario a lo que esperan encontrar, se observa un corte fino y exacto donde antes estuviera la edificación. Apenas se alcanza a divisar la azotea. Tuberías de los sitios colindantes arrojan trombas imparables de agua. Las puertas están bloqueadas por muros filosos de piedra. No tardan mucho tiempo en darse cuenta que están atrapados. Congeladas gargantas sueltan alaridos de terror. ¿Qué harán para llegar a la superficie? Estrujante, hipnótica y mórbida sinopsis de la contraportada del libro; la cual, nos invita a detenernos para observar con horror y fascinación, la tragedia ajena. Tal catástrofe de dimensiones aterradoras, sacude a un barrio de clase media trabajadora en pleno corazón de la Ciudad de México. La fatalidad provocada por el fenómeno natural, ha ido y venido a través del tiempo. Pero, lo qué no sabemos, es si algo sobrenatural está detrás y después del siniestro evento. ¿Lo habrá? México, un país mágico, de leyendas, mitos y Dioses. Donde lo imposiblemente fantástico sucede hasta en la absurdez de la vida cotidiana. Para comentar la novela de Daniel Marín, voy hacer hincapié a algo: Cuántos autores, y abundan en las redes, y por lo general jóvenes, quienes, con tal de tener un gran alcance para sus historias, las sitúan en lugares comunes de la cinematografía: Los Ángeles, New York (con las típicas escenas en Central Park, la 5ta Avenida o Time Square; los personajes siempre andan por allí), San Francisco, ect. O en otros casos, la historia se desarrolla en México y los personajes tienen nombres anglosajones: Kevin Smith, Allison Foster y así, pero ninguna Juana o Juan. O sea, nosotros mismos nos saboteamos. Dicen que lo pequeño de lo local, en manos de un gran artista, lo local se convierte en algo
universal. Tal como lo logró Rulfo con sus dos breves obras maestras; de Jalisco para el mundo. Marín, en casi 300 páginas, construye una novela que tiene en vilo a sus protagonistas a merced de un cable que sostiene a un elevador que está a punto de irse al vació, y junto con él, esos “GRITOS ENMUDECIDOS” de quienes saben que no podrán salir al exterior para implorar ayuda. Mientras, en medio de la penumbra casi abismal, sus mentes viajan al interior de sus propias cosmovisiones. Tiempo, pasado, futuro, metafísico, deseos y miedos, se entrelazan en un potente discurso, en ocasiones dislocado, en otras lineal; recuerdos de vivencias, del trabajo, el hogar, amores y pasiones giran como potente huracán enloqueciendo de miedo, y provocando a la vez en los sobrevivientes algún atisbo de esperanza al buscar esa luz del exterior que se les niega. Todo sucede, dentro de un edifico hundido, y en algunos capítulos en el exterior donde los cuerpos de rescate hacen hasta lo imposible para adentrarse en tan peligrosa misión: un rescate que va perdiendo fuerzas debido a que el lugar es realmente una gigantesca tumba. Desapareciendo en un santiamén toda certidumbre en una funesta ilusión. Aquí, es donde brilla esa localidad universal: una novela muy mexicana, con sus modismos, nombres, costumbres, con mentadas de madre y valemadrismo, picardía, valentía, nobleza y sueños. Es una novela de drama fantástico oscuro de México para el mundo. Marín hace hablar a sus personajes, trabajadores de maquiladora, tal y como se expresan en la vida cotidiana de la gran metrópoli de la Región más Transparente del aire, alejándose diciembre 2021
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a años luz de ese mencionado: “Español Neutro”. Dejándolos a ellos en la libertad de dar rienda suelta a todos su arrebatos y delirios mentales en un discurso polifónico. Y para que esto suceda, los personajes tienen que ser “personas reales”- No personajes -, con sentimientos y emociones propias, con reacciones lógicas de acuerdo a la situación o ambiente donde se encuentren, siempre, fieles a sus personalidades construidas de manera ficticia, pero con un respaldo del autor de muchas lecturas y sabiduría de vida. Este bagaje bien ejecutado y creíble, hace que entendamos lo que los personajes transmiten con sus acciones y palabras; y si no las entendemos, ¡por Dios! Agarrar el móvil y googlearlo, y listo, armamos por completo el contexto. Así me pasaba cuando comencé a leer a Cortázar, a Márquez, a Vargas Llosa; tenía que googlear el caló para entender a fondo, y haciendo esto, aprendes y disfrutas: es como estar allí conociendo otras costumbres y lenguaje callejero a través de la literatura. Y ahora, hablemos de qué es estar allí. Ahí. Carlos Marín vive en la ciudad de México y experimentó en carne propia el terremoto de 2017, y a partir de esa experiencia aterradora y a la vez fascinante - y les digo que así es, aterradora cuando la tierra está moviéndose y fascinante cuando se detiene y te das cuenta que te encuentras a salvo junto con tus seres queridos, y lo digo porque en mi ciudad, San Luis Río Colorado, Sonora. Nos sacudió uno en 2010 -, Marín tuvo la idea de escribir “GRITOS ENMUDECIDOS”. Dicen, que hay que escribir de lo que se sabe, de lo que se ha vivido, y estoy muy de acuerdo al igual que escribir sobre todo lo contrario. Y, ahora; hagamos una mezcla de ambas: realidad, ficción, mezclada con fantasmagoría y un brochazo de ciencia ficción. ¿Alguna vez te has preguntado que se sentiría estar vivo debajo de los escombros? Hace más de un siglo, Poe escribió algo similar, sobre las sensaciones de ser enterrado vivo. Pues bien, estar bajo toneladas de acero y escombro es algo tan similar como estar dentro de un ataúd sellado a tres metros bajo tierra. En este caso; Victoria, Juanita, Miguel, Carlos, Carmen y un degenerado de nombre Ulises – quienes son obreros de la industria textil -, están conscientes de que el edificio se ha hundido – su centro de 84
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trabajo, oficinas, baños, comedor, área productiva, absolutamente todo perdido -, descubren que las ventanas están flanqueadas por un muro negro de piedra filosa, y miran (y miran poco porque el lugar en donde se encuentran, dentro de un elevador, hay poca electricidad, apenas parpadeos), y también escuchan, huelen y sienten como el agua se va filtrando por el techo y las paredes, así como también arena, y serpientes, sí, ¡serpientes espectrales! ¡Vaya coctel claustrofóbico! Dentro de ese ambiente, a veces en tinieblas y otras en penumbra, los personajes comienzan a hacer uso de sus otros sentidos ya desprovistos casi de la vista; se apoyan en el oído, el olfato y el tacto, los cuales se potencian en una sensibilidad y percepción, obteniendo con ello un nuevo conocimiento del mundo a través de lo material y lo espiritual. Aquí el autor se inspira en la teoría del conocimiento del empirismo, y lo dijo en una entrevista, ya que nuestros protagonistas conforme avanza la trama: ven, tocan y sienten, junto con sus mentes, la cual, en un profundo soliloquio, el discurso trae a la memoria las vivencias de toda una vida –como cuando cuentan que uno observa su vida en sus últimos momentos-. Y, para darle una sensación de claustro psíquico, el autor hace una estructura simétrica en sus capítulos, todos con el mismo número de páginas en tan sólo un largo y denso párrafo cargado de recuerdos, hechos, diálogos e imágenes sobrenaturales. Aquí el guión de dialogo es inexistente, y por tal ausencia, el lector debe de poner de su parte y leer a un ritmo moderado, respetando comas y puntos, recreando las imágenes para no perderse en la locura o en el propio viaje de los personajes. La técnica de escribir párrafos tipo bloques, lo utilizó José Revueltas en su célebre novela El Apando para dar esa sensación de aprisionamiento, también García Márquez para hechizarnos en una historia suspendida en el tiempo y Lovecraft para aplastarnos con la densidad del cosmos. Aquí Marín nos sepulta con todo edificio, el cual, sin derrumbase, se transforma en una cámara mortuoria, donde los que murieron, comienzan a transmutarse despidiendo luz, una luz cegadora y también, algo, algo que no es de este mundo, comienza a circundar subterráneamente alrededor del edificio, invisible, majestuoso, transformando
con su inmenso poder a los que no dejan de luchar por salir por la azotea, convirtiéndolos en seres fantásticos de pesadilla. Con tal estructura narrativa, de un sólo párrafo por capitulo y compuesta de un maremágnum filosófico espiritual y metafísico, donde tiene cabida la metempsicosis, la reencarnación del alma, y el Noúmeno de Kant con su intuición intelectual; disparados como metralla neuronal impulsados por la adrenalina de quien sabe que puede morir en cualquier momento y sin haberse podido despedir, de estar consciente y ser testigo de un suceso vedado para quienes están vivos, y que solamente pueden presenciar y sentir durante ese flujo narrativo de la conciencia, en un viaje metafísico que discurre imágenes dentro de un plano abstracto, ¿o real? ¿Han leído a Joyce, en especial el Ulises? Pues el mismo autor lo ha dicho, que se ha inspirado, en algunos capítulos para crear su obra. Sobre todo, en la parte del discurso de la mente. GRITOS ENMUDECIDOS es una obra de personajes sencillos, pero moldeados con una técnica compleja, que succiona al lector dentro del edificio, y, que, si éste se siente abrumado, de estar enterrado vivo debajo de toneladas de palabras y abandona su lectura, es como si hubiera muerto. En cambio, si se arma de valentía, y paciencia, y llega hasta el final: ¡UN FINAL APOTEOSICO! probablemente también morirá, o, caminará hacia la luz por el camino de la serpiente.
Calificación del libro: Póngalo en un altar y préndale veladoras. Sí les interesa la novela, la pueden encontrar de venta en Amazon, o con el autor; lo pueden contactar en Facebook como Daniel Marín Pablo, en el link: https://www.facebook.com/jonathan.swifthean
P.D. Amigos colaboradores y lectores de esta genial revista delatripa, les deseo, de todo corazón, una feliz navidad y un próspero año 2022. ¡Felices Fiestas!
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Dunas Arteson Depresión y las enfermedades psicosomáticas “Y en este titubeo de aliento y agonía, cargo lleno de penas lo que apenas soporto. ¿No oyes caer las gotas de mi melancolía.” Rubén Darío
“Depresión, bendita seas, que me haces foco de atención, protagonista infinito, incluso para mí. Ese mi “yo” interior tan propio que exige que todos y cada uno de los que dicen que me aman, lo demuestren día a día, a cada momento, en actos solidarios que me mantengan a flote de la manera que me sea convincente y placentera”. Lo anterior podría ser prólogo para escribir un diario, si aceptamos que nos gusta ser dramáticos para usar y abusar de los demás, en beneficio propio, que somos manipuladores. Existen varios tipos de depresión. Las hay económicas, que pegan durísimo al otro corazón llamado “bolsillo”. Esta es algo que difícilmente se supera. Hay que trabajar mucho, hasta horas extras, o ser muy inteligente e idear una manera, una negocio redituable que quizá no nos vuelva ricos, pero sí que nos saque del bache de pobreza extrema, o de la subsistencia mediocre que nos mantiene con el espíritu aplastado, el cuerpo cansado y el ánimo casi extinto para aspirar a salir a divertirnos después de más de 40 o 60 horas de trabajo extenuante de una semana laboral. La otra depresión, la del corazón principal, la que surge por el mal de amores, es electiva. Si analizamos el termino enamorarse, nos damos cuenta de que idealizamos, admiramos y formamos universos alrededor de otras personas que ningún compromiso real tienen en cumplir con nuestras expectativas o fantasías. Es como ir de compras y “enamorarnos” del abrigo o zapatos carísimos que no podemos tener porque no tenemos suficiente dinero para comprarlos, o no 86
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hay de nuestra talla. No nos quedan, y así es con las relaciones. No hay suficiente química para que suceda y caemos en la negación de ¿por qué no se dio, qué faltaba ahí si había mucho amor de nuestra parte? Ojo, pero de la otra parte no. Sin caer en el cliché de comenzar a analizar actitudes incongruentes como “si me quería, pero no me respetaba” etc, etc…trabajar en nosotros mismos para no caer en un cuadro depresivo después de un ruptura o “aborto” sentimental es difícil. ¿Necesitamos dinero para eso? Sí. Definitivamente que sí. Y entonces, ¿por qué no aprovechar que estamos deprimidos y buscamos distraernos trabajando un poco más? Ventajas: nos distraemos, tenemos poco tiempo para llorar, es más, está prohibido llorar pues nos vamos a ver mal, y hay que salir a trabajar y podemos tener más dinero, comer y comprarnos cosas lindas, darnos un gustito y hasta quizás salir en unas pequeñas vacaciones, y por ahí conocer a otras personas y con suerte, al siguiente “amor de tu vida”. La vida no es tan villana como la tratamos de hacer ver, solo debemos trabajar, sobre todo mentalmente para ser menos infelices. Nadie está obligado a poner árbol navideño tan solo por ser diciembre, ni a quitarlo, si le quedó hermoso y le gusta tanto verlo en su sala, por ser febrero. Tampoco hay obligación de hacer una cena para una noche, donde se nos vaya hasta el último peso de un sueldo destinado a toda la quincena, ni sentirnos tristes por no tener con que comprar
regalos. No hay mejor regalo para una familia que mantener ese hogar seguro, cálido afectivamente, refrigerado en tiempo de calor, calientito en tiempo de frío, y comida en la mesa todos los días. La depresión que causan las enfermedades psicosomáticas, generalmente es ocasionada por el factor económico. Si bien es cierto que la depresión sentimental es muy importante, también es cierto que eso puede cambiar y superarse, según el nivel de la autoestima que posea y el ambiente o amigos del que los que se rodee el individuo. Pero la económica influye en todo. Existe un dicho famoso de “cuando el dinero falta el amor huye por la ventana ” y suele ser realidad, o casi. La verdad es que los demonios entran por todas partes y se llevan la paz, la armonía. En un hogar con presiones, aunque exista mucho amor, las relaciones se deterioran, y no siempre por apatía, sino por agotamiento mental. Las necesidades básicas, entre ellas tener ropa presentable y un carro en buenas condiciones para ir a trabajar, sobre todo en las grandes ciudades, son numerosas y prioritarias y la carga emocional se vuelve aplastante ante las “otras necesidades”, las que se han creado por reglas sociales, como los gastos de una fiesta para festejar a la quinceañera, una boda, un aniversario. El estado emocional de los jefes de familia es vulnerable, y lo más seguro es que el de la ama de casa también. Empieza el clima tenso, el tiempo apremia, las cosas no se completan, hay crisis en casa, no hay dinero pero sí hay discusiones, reclamos y la depresión se empieza a manifestar en la hipertensión del señor o de la señora, o de los dos. Ella puede manejar cuadros de histeria donde será paciente recurrente del servicio de urgencias, a donde será llevada por un familiar nervioso, asustado, pues ella va en estado inconsciente aparentemente y nadie sabe qué le pasa, “el por qué se puso así” si solo estaban platicando (generalmente estaban discutiendo) y de pronto se cayó desmayada. El hombre tiende más a sentir dolor aparentemente de cabeza (hipertensión arterial por presión emocional de origen a determinar), las causas pueden ser el factor económico y hasta los oportunos desmayos de su señora (manipuladores), o las escenas chantajistas de los otros miembros de la familia. Moraleja. El cerebro es súper inteligente y va a enviar señales falsas a determinadas partes (casi siempre musculares) del cuerpo, haciendo que el individuo o la individua, sienta como si padeciera alguna enfermedad. Lumbalgias, dolores abdominales y de articulaciones, incluso limitaciones para caminar. Ansiedad, insomnio o que duerme de más, llanto inexplicable, dolor de cabeza antecedente de hipertensión, pueden ser enfermedades creadas por el cerebro para no “tronar”. Aun así, todas y cada una de las manifestaciones son revisadas y atendidas por el personal de salud, antes de que puedan hacer propicio un cuadro severo, como una isquemia o derrame cerebral o un infarto al miocardio. La depresión es contaminante, invasiva. El tratamiento es con médicos especialistas. No hay que verla como algo pasajero. Se debe de atender. Que Diciembre sea un mes lleno de amor, dinero y tranquilidad, que después de eso está la salud. Sean felices… se lo deben.
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Matriarcadia: Separatismo Navidad, familia y separatismo La familia nuclear debe ser destruida sin importar su significado final. La destrucción de la familia es ahora una meta objetivamente revolucionaria. Linda Gordon, historiadora feminista
En Latinoamérica y en otros países donde la familia tiene un peso importante, esas familias donde los hijos y las hijas se van de casa después de los 40, en donde los abuelitos y abuelitas andan navegando en las casas de los hijos e hijas, dicen estudios de medición de la felicidad, tienen niveles más altos que los países europeos, en especial, los nórdicos. Vivo en un estado del norte de México, en Chihuahua, hay pocos casos de abandonos a padres y madres en asilo; casi siempre los abuelos viven en sus casas y los hijos los visitan o son recibidos en las casas de sus hijos; pero al final de cuentas la mayoría de los ancianos termina olvidada en sus casas. Menciono lo anterior, porque al no querer yo tener hijos o hijas, la frase más común que me dicen es: ten un hijo para que al menos tengas a alguien que te lleve un vaso con agua, como si uno tuviera hij@s solo para que les lleven vasos con agua, como si no viera yo que hay familias de 10 que abandonaran a sus padres a su suerte. Los ancianos de 80 años y más, la mayoría son como niños de nueva cuenta, ya no salen de compras, l@s hij@s les arriman las despensas. Mi tatarabuela vivió 107 años, casi no se movía, sentada siempre en un mismo sitio, la peinaban, la bañaban. Vuelves a ser un bebé. Los latinos somos felices con nuestras familias, nos decimos, como contraparte a los países de primer mundo. Yo me pregunto si todos vivimos engañados, ¿acaso no tenemos problemas con el tío metiche, o el hermano rebelde? ¿No andamos peleados con parientes, con los familiares políticos? Y de acuerdo a la experiencia, todo indica que si tienes hermanastr@s, la vida se complica más. 88
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Padres y madres vacían sus traumas y frustraciones en sus hij@s; quieren que logren lo que ellos no pudieron, o quieren que seas como ellos o mejores, no puedes fracasar porque entonces eres la oveja negra: debes tener un buen trabajo, buena casa y, casi siempre, al gusto de ellos en todos los detalles, buen marido o esposa, con todas las cualidades del sexo opuesto; y los hijos deben nacer rápido. Y lo impresionante es cómo las mujeres han absorbido muy bien esas maneras, esos valores androcéntricos son llevados a la esfera familiar, y por eso tenemos el (des)orden social que tenemos. Mi bisabuela parió 16 hijos en total, mis abuelas nueve hijos cada una, caray, yo me pregunto qué pensaban en esa época. ¿Seguros que no tiene nada que ver el sometimiento de la mujer con la invención de la familia? Estoy de acuerdo que analizando, en los principios de la humanidad era necesario, los humanos primitivos debieron unirse y apoyarse para la caza, para formar los clanes y las ciudades más tarde, sin embargo, parir 13 hij@s, te obliga a mantenerte casi toda tu vida embarazada y después con la tarea de cuidar a tanto escuincle. Actualmente ni hombres ni mujeres soportarían parir ni mantener a tant@s hij@s, ya sé por qué nuestr@s abuel@s terminaban viej@s más pronto. La cuestión es que recurriendo a Marilyn Frye, la opresión de ciertos pueblos es por intereses capitalistas neocoloniales o dictatoriales, en todas las formas de gobierno, y que con esto quede claro, al hombre no se le oprime o esclaviza por ser hombre, a la mujer se le esclaviza, se le oprime, por ser mujer. También lo explica Elena Urrutia en “Imagen y realidad de la mujer” (1975), la mujer se
esclaviza a un hombre para formar una familia a cambio de un plato de lentejas. Sin embargo, hay algo que lo justifica todo, la unión familiar en navidad, en medio de la pobreza, pero habría que celebrar la navidad con lo que hubiera, regalos y Santa Clós, quizá no, pero comida tenía que haber; Santa Clós pobre, pero la esposa de Santa preparando los 10 kilos de menudo, los tamales, el pavo, los buñuelos; me pregunto por qué pasaba eso, no había dinero para juguetes pero sí para la comilona que siempre preparaba la mujer. Una consecuencia de la libertad es la soledad. Las personas mentalmente sanas, tampoco controlan la soledad, la mayoría implota, al no platicar con alguien, y los relajados de más, disfrutan la soledad porque se la pasan tirando concha, esos nunca se suicidarían en Navidad o Año Nuevo. Quizá soy afortunada por tener una familia con quién celebrar navidad, sin embargo, estoy en contra de la familia; yo sí considero que la familia afianza los roles de género impuestos. ¿Cómo hay defensores de la familia a estas alturas de la civilización cuando por miles de años nos hemos ido cada vez más al despeñadero? Con plena seguridad y conocimiento en el tema digo, que los asesinos seriales y psicópatas han emergido de las familias, y la mayoría de los problemas actuales en la mayoría de las familias provienen de la misma institución. Y más aún, hay grupos como Varones Unidos que defienden a la familia, claro, por la cuestión de dominancia masculina, y recordemos que el matriarcado en países como México se da por la ausencia del hombre, ¿cómo salían adelante nuestras abuelas con 10 o 12 hij@s? Solas, trabajando, con apoyo de la familia materna. Y muchas veces existe el matriarcado pero no con visión feminista, sino con los valores androcéntricos, y en ese matriarcado la que las lleva de perder es la mujer, y a los hombres se les exige a merced de los valores patriarcales, por eso las mujeres buscan buen partido, por eso las suegras y las nueras compiten por el hijo, claro, hay que pelear al macho y a ver quién lo tiene más contento, la madre con comida y la esposa con comida y vagina.
Además, ya dije quiénes son los que se quejan del feminismo, y al ser hombres de mala suerte que solo las tóxicas los siguen (ya hablé en una columna sobre esos comportamientos), creen que medio mundo dentro de las mujeres son iguales. Por favor, que esos hombres vean a sus mamás y se pregunten qué quieren, una esposa o una madre. Ya que si tienen de madre a una bruja (en el buen sentido de la palabra, una feminista no critica ni juzga a las mujeres, pero es para fines explicativos, mi abuela tenía esquizofrenia, era una incomprendida, quizá para muchos una bruja), van a creer que todas las mujeres lo son. Y todavía un colaborador de Varones Unidos se atreve a publicar: “El feminismo le usurpó al hombre su papel tradicional de sostén económico de la familia, protector y proveedor, y las leyes de divorcio crean cada vez más, una perspectiva financiera peligrosamente precaria para los hombres que se desprenden del matrimonio, por esto los hombres simplemente no encuentran ningún beneficio en él (sic)”. Y añade que las mujeres a pesar de las feministas anti matrimonio, sí quieren casarse, pero menciona cifras de Estados Unidos, ahí ya empezamos mal, a menos que el señor sea gringo. Y el subtítulo más tendencioso no puede ser: “El fracaso de la campaña feminista contra el matrimonio”. A ver, el feminismo no ha usurpado nada, más bien tuvo que tomar las riendas, y es más, no fue el feminismo, desde la década de 1950 y poco antes, las mujeres solas tuvieron que ser el sostén de sus familias por causa de la guerra o el abandono de los maridos; fueron mujeres las que sacaron la casta, pero eran feministas inconscientes, las causas las llevaron a ese actuar; otras se casaron, porque como decía mi tatarabuela, “una mujer viuda debía casarse para que la respetaran (sic)”. Y el feminismo en años muy recientes, la tercera ola, 1990-2013, (Cochrane, Kira), ha tomado la bandera de las jefas de familia; entonces, si los hombres no quieren que les “usurpen” sus responsabilidades, que no abandonen y se pongan las pilas, si no quieren que les pateen las nalgas en los juzgados. Habla también de las leyes del divorcio, ¿qué este hombre piensa en fracasar antes de casarse? Pues diciembre 2021
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que no se case si no está seguro; y lo digo yo, que vivo en el estado que hace unos años contaba con más divorcios por habitantes, actualmente somos el tercero, de acuerdo con el INEGI, 2018. No sé qué crea el jovencito sobre lo que se hace en el matrimonio, pero hasta yo, que soy separatista estaría dispuesta a casarme con un buen hombre. Que me respete, me quiera y se bañe, no pido más. Y él le teme o le preocupan las pensiones por paternidad, pues le informo que hay unos hulitos que se llaman condones, y se ponen en el pene por si no quiere embarazar a una mujer, y por si teme que alguna quiera embarazarse para atraparlo y obligarlo al matrimonio. Que elija bien a la que quiera de esposa, y que no piense en el divorcio antes de casarse, ni ande dejando hijos regados. Y hago un llamado: Hombres, mujeres, las cartas sobre la mesa, lleguen a acuerdos, y a cuidarse de tóxicos y tóxicas, ya dije en la columna de Monstruas, qué hacer en esos casos. Para que después no se quejen de las “locas”, como les llaman, y crean que así son todas, menos sus madres. Los hombres tienen nada que reclamarle al feminismo. Y si ven que gracias al feminismo se crean leyes que invisibilizan la violencia ejercida por algunas mujeres, la respuesta es: SEPARATISMO; sí, también el separatismo le sirve a los hombres, y el individualismo nos sirve a tod@s, en lugar de la familia que se torna castrante. Si de verdad queremos adultos sanos, sin depresiones en navidad, y un mundo mejor, divisionismo total, niñ@s felices para siempre, lejos de hombres y mujeres maltratadores. L@s niñ@s pueden cuidarse sol@s. Paz mental para tod@s.
Pero claro, los hombres son listos, desprestigian el Separatismo porque les quita el poder que argumenta Frye, el poder de acceso de los hombres hacia las mujeres. Pero en México no puede acabar de la noche a la mañana, el patriarcado está muy arraigado, por eso las mujeres quieren casarse, y hacen lo que sea para casarse, por la falta de una educación feminista en escuelas. Si tus bisabuelas se casaron a los 15 años y parieron hijos al por mayor, traemos esa educación reforzada en el dicho de que las familias grandes son más “bonitas”, y el marido con sus casas chicas. Elijan a una buena esposa o esposo si quieren una feliz navidad en familia, o no se casen y no tengan hijos, y les garantizo que esa sí es una feliz navidad, porque uno no se casa para ser feliz, como le dijo a María Antonieta su madre; una es feliz sola y no tiene que andar sosteniendo la moral ni la autoestima de ningún hombre que es para lo que nos quieren. Separatismo Ya. Feliz navidad y próspero año nuevo lectores y lectoras. Yo, aunque celebre con mi familia, estoy en soledad por mi decisión, pero me gusta cocinar y es imposible estar sola en la cocina. La especialidad: el menudo, que en Chihuahua juntamos la pancita con el maíz y lo pintamos con chile colorado (colorín), guajillo o del árbol, y lo acompañamos con bolillo o telera. Lectores y lectoras, disfruten a sus familias cercanas; las mujeres y los hombres perdonan, lamentablemente esta pandemia de Covid no lo hace
FUENTES: https://varonesunidos.com/masculinidad/el-feminismo-lleva-a-hombres-jovenes-aabandonar-el-sueno-de-una-familia-feliz-las-mujeres-ya-no-son-mujeres/ Cochrane, Kira,2013, The fourth wave of feminism: meet the rebel women. The Guardian El diario de Chihuahua, domingo 3 de diciembre 2019 Frye, Marilyn; Politics of reality, 1983 Urrutia, Elena; Imagen y realidad de la mujer, 1975
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Introspecciones del Erizo Diálogos “Hay más cosas entre el cielo y la tierra” William Shakespeare Entre la ciencia y la literatura existen diálogos que generan avances en ambas direcciones. Verbi gracia, una de las mayores influencias que condujeron a la astrofísica Jocelyn Bell al descubrimiento de los púlsares fue la poesía de Elizabeth Jennings. En específico, el siguiente poema: Delay The radiance of the star that leans on me was shining years ago. The light that now glitters up there my eyes may never see, and so the time lag teases me with how Love that loves now may not reach me until its first desire is spent. The star's impulse must wait for eyes to claim it beautiful and love arrived may find us somewhere else. Galileo Galilei dijo que el universo es un libro escrito en el lenguaje de las matemáticas. Esta idea metafórica se prolongó en el tiempo y el espacio cual señal electromagnética; sus oscilaciones entraron en resonancia con la creatividad de escritores como Octavio Paz, quien escribió los siguientes versos: Hermandad Soy hombre: duro poco y es enorme la noche. Pero miro hacia arriba: las estrellas escriben. diciembre 2021
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Sin entender comprendo: también soy escritura y en este mismo instante alguien me deletrea. Como bien señala Isaac Asimov en su ensayo titulado "¿Qué es la Ciencia?", estos ejemplos muestran que la curiosidad y la imaginación son las fuerzas que impulsan a descubrir en la tierra y el cielo manifestaciones de orden y elegante belleza.
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Demersales en A mayor ¿Qué tal las depresiones de fin de año? Solo quien ha vivido una depresión es capaz de “entender” lo que realmente significa la palabra. Y digo entender entre comillas porque no es algo cognoscible por la mente racional. Es una experiencia anímica que solo puede percibirse a través del sentido emocional. Psicólogos y psiquiatras permanecen en lo observable, lo que está afuera las más de las veces. Y se burlan cuándo la reconoces en quienes te rodean. “No puedes diagnosticar a nadie”, me han dicho. Soberbia pura. Pura soberbia. Lo primero que sucede es la gran caída. Una inmersión hacia los confines más profundos de uno mismo. Ya estando allí, nada puede tocarte, ni las personas, ni los placeres, ni el amor, ni siquiera el sonido o el viento. El aletargamiento y la parálisis se apoderan de ti. La inmovilidad es el primer síntoma: solo un muerto podría moverse menos. Después, la indiferencia cubre, te cubre por completo y te aturde y entumece. Hace frío acá abajo, está oscuro, todo está quedo, no hay nadie que te haga compañía y, pronto, te percatas de tu absoluto aislamiento. Fui una niña, una adolescente y una adulta que temió a la muerte hasta sus veintiséis años cuando fui a dar al fondo del océano. Ahí donde la soledad es lo único que se conoce, y se anda errabundo como un pez ciego; conocí ese aislamiento aterrador. Entonces, mi miedo a la muerte fue sustituido por el cansancio de no sentir, la náusea de respirar, el vértigo que produce la ceguera, la paranoia de no escuchar, la anorgasmia en el comer. La muerte se me reveló como descanso.
Ahora entiendo que el drama social ante el suicidio es precisamente eso: una telenovela. Podría apostar a que quien se suicida lo hace, no al borde de la desesperación y el llanto, sino en cierta paz con la idea de no existir. Estando allá abajo, sabes que cuando ya no hay más placeres ni conexión para ti en este mundo, ha llegado el momento de apagar el sistema. Los suicidas somos aves cuya jaula de hierro se ha fundido. Sabemos que los vivos sobrevivirán a nuestra muerte y sufrirán lo poco que les quede de vida, un pestañeo. Y si no hay lazos afectivos con este mundo, porque nada puede tocarte, resulta inmensamente fácil concebirse en otro lugar donde la nada lo habita todo. La consciencia de la soledad es el comburente que va oxidando poco a poco los barrotes de la jaula, disuelve la aparente protección, el hogar falso. Pero todo ello es percepción. Lo dije antes, creo en fantasmas y creo en ellos porque la percepción es sinónimo de distorsión, y las emociones son lentes que transforman continuamente la forma en la que percibimos esto que llamamos vida. No podemos culpar o avergonzarnos de quien detiene su propio pulso. Si no has estado en el abismo, con los pulmones llenos de agua y sal, si no has visto a la oscuridad a los ojos no puedes más que imaginar torpemente el infierno que supone. diciembre 2021
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Seguramente, querido lector, te habrás alarmado cuando me nombré suicida. No es mi intención entristecerte o perturbarte,, pero debes saber que cuando uno se concilia con la idea de la muerte porque se ha manifestado como un dormir dulce y gentil, y el instinto de tánatos ha aflorado en tu garganta y tus muñecas, se ha abierto una posibilidad permanente. Además, creo que los suicidas elegimos la vida las más de las veces. Por eso estoy aquí para contarlo. Una vez en la superficie, lo que acaba de suceder se ve difuso como un sueño o una pesadilla o algo extraño entre ambos. Agradeces haber resistido y que todo haya terminado. No se lo deseas a nadie. Observas el mar calmo, la arena y los cielos azules y transparentes, y si eres prevenido comienzas a prepararte para el siguiente descenso, la siguiente inmersión.
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Interés superior Reivindicando al Grillito Cantor No quiero cerrar el año sin hacer alusión a un tema que tengo pendiente y me da vueltas en la cabeza sonando como un mayate, pero uno lindo y melodioso, como el de la canción de Cri Cri; sí, la canción que hace alusión a un par de escarabajos cojos. Dos mayates, si los ves, pues no los pises ni los mates. Los pobres son insectos incapaces de hacerte ningún daño a ti. Van en busca del caliente sol
Fue este grillito quien escribió sobre personajes con algún tipo de discapacidad, antes, mucho antes del Nemo de Disney. Francisco Gabilondo Soler hizo un tema musical para la infancia con un claro contenido sobre inclusión. Pero en Twitter tuve una discusión con una popular twitera feminista y antirracista quién hizo esta afirmación: “Cri cri era demasiado racista ¿por qué siguen poniéndole eso a las infancias?” Al cuestionarla me dijo que las canciones del grillito cantor son racistas por hablar de chinos y negros, además de clasista porque el ropavejero era robachicos y un niño berrinchudo se enoja con la sirvienta en la merienda. Además me acusó de yo también serlo por defender a ese hombre, blanco, macho. Me bloqueó y no pude reivindicar a mi ídolo de la infancia ante ella. Algunas de las canciones de Cri-Cri ya eran parte del repertorio que canto a mi hijo; en la bañera usamos La Patita y El chorrito. Para la cama el clásico Los cerditos dormilones. La maestra de ballet de mi hijo pone una coreografía con la canción El ratón Vaquero,
tengo en mi mente el elegante ademán cuando inclina el sombrero imaginario. Cri-Cri, en mayor o menor medida, ha sido parte de varias generaciones mexicanas, desde su aparición en el programa radiofónico Cri-Cri El Grillito Cantor de la XEW en 1934. Fue parte de mi infancia y por eso me vi sorprendida con esa afirmación que recorrió todos mis recuerdos de niña y de los poquitos años que llevo de mamá. También recuerdo el musical homenaje con sus canciones que hicieron la francesa Mirel Mattieu, de quien quise su corte de pelo y Placido Domingo, quien ahora es el vil, el acosador de la ópera. Pero no así Francisco Gabilondo Soler y esta es mi reivindicación de su arte. La oficina de asuntos interamericanos del gobierno de los Estados Unidos, a través de Disney, trataron de comprar los derechos de los personajes y canciones de Francisco Gabilondo Soler, pero él y su esposa Charito, se negaron rotundamente a realizar tal negociación, por miedo que se usaran los personajes para propaganda anticomunista dirigida a las infancias latinoamericanas. Además de que estaban muy determinados a preservar las creaciones de elementos ajenos a la intensión del autor, que diciembre 2021
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era ayudar a los niños y niñas en su etapa formativa con historias cortas musicalizadas. Las letras de Gabilondo Soler no son simplistas, sino que tienen una elegante crítica social, con ternura y poesía habla a las infancias de cosas que no se pueden ocultar, porque es lo que viven a diario, como la pobreza. Así la Patita que hace el mandado se molesta por lo caro que está todo en el mercado, y el cerdito menor sueña con trabajar para ayudarle a su pobre mamá. Cri-Cri reconoce a la mujer de todas las edades, la abuela que se entristece ante sus recuerdos y ya no le gusta saltar en las camas, o la abuela que guarda en un ropero cosas maravillosas que muestra alentada por la curiosidad de su nieto o nieta. Pero también habla de Esther, una jovencita en pleno despertar sexual, a la que le piden dejar de esperar al príncipe azul y regresar a las muñecas. Y aquí viene la controversia de las canciones del compositor veracruzano Francisco Gabilondo Soler, reconoce a la mujer negra, la Negrita Cucurumbé y Cleta Dominga, son protagonistas de dos canciones muy poéticas de dos mujeres tristes, una quiere ser blanca y la otra le llora a la luna. Pero lejos de los estereotipos, el autor le habla al ser humano y sus características; así son, así los retrata, siempre usando el recurso amable de la ternura para hablarle a los y las niñas. La multiculturalidad está presente en muchas de sus canciones, un niño alemán llamado Hans, Che Araña que baila tango, el Ratón Vaquero que habla en inglés, y sí, Chinos, de los cuales no se burla, los representa con los elementos de su propia cultura. Como en la canción que es Chong Ki Fu, la cual es una fábula en la que el personaje es encerrado en un jarrón por un emperador, esta canción tiene partes en chino mandarín. 96
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La otra canción es Chinescas que es una alusión de elementos de la cultura y va así: Quisiera ser mandarín con bigotes de tallarín, un vestido rico, trenza y abanico y chinelas de Pekín.
Además de hablar de oficios, animales y diversas situaciones de la vida cotidiana, en sus 263 canciones que se pueden analizar una a una, y en todas va a ser difícil encontrar los elementos de los que ha sido acusado; pero si se quiere hacerlo, pues todo se puede tergiversar, porque al final el autor fue un hombre de su época y no un santo. Pero su intención de crear composiciones originales para niños y niñas con historias siempre buscando despertar la imaginación y la sensibilidad de su público. Con gran calidad usó diversos géneros musicales, como vals, blues, jazz, son, swing, polca, foxtrot etc. La canción La acuarela es el ejercicio sensorial que Francisco Gabilondo Soler (1907-1990) propuso a niñas y niños. Musicalizada de manera exquisita en un jazz clásico, es la contemplación de una pintura. De una manera muy sutil introduce a la infancia al deleite de la observación del arte, lo que aporta a la imaginación y a la alegría de vivir. Los dejo con esta estrofa que define el pensamiento de un hombre que en su obra invitaba a ver más allá del blanco y negro y que la felicidad está en la gama de colores. Si no fuera por tanto color qué haría el pobre pintor Si no fuera por tanto matiz ¡nunca sería ya feliz! En la casita de la acuarela no sé quién vive, ni lo sabré nunca se asoma esa persona ¡mas muy dichosa que debe ser!
Sígueme en twitter: @Larableu
F es de Fantástico Segundo aire En el 2020, el Programa Editorial Tamaulipas lanzó una convocatoria para la publicación de libros. Orlando Ortiz, Iliana Olmedo y Paola Velasco fungieron como jurados y seleccionaron nueve libros para su publicación. Segundo aire de Mercedes Varela, fue uno de los elegidos. El libro de narrativa se compone de 48 textos entre cuentos y minificciones. Todos ellos comparten el tema de la mujer autosuficiente, de la mujer siguiendo adelante sin importar el obstáculo o la adversidad. “Había una niña que soñaba con el amor. Creció, se enamoró y hoy sueña con poder dormir”. Mercedes Varela. El libro abre con Perspectivas, un cuento en el que se expone cómo las personas podemos hacernos películas enteras en la cabeza; y de cómo la forma en la que vemos el mundo influye en nuestras decisiones y porvenir. Un texto muy corto (dos páginas), elegante, que no te tira la reflexión a la cara y con diálogos medidos que le dan ese efecto de contundencia. Otro texto que me embebe es Segundo aire, cuento epónimo del libro, en el que la protagonista ha descubierto la felicidad tras una ruptura amorosa. Aprender a estar con uno mismo, valorarse y volver a una relación sólo si se es feliz, es algo en lo que todas las personas deberíamos trabajar.
“—Ya estaba sola, aunque ahora soy más independiente y me estoy dedicando a hacer todas las cosas que me gustan sin pensar si le parecen bien a alguien o no…”. Varela se caracteriza por su lenguaje sencillo, su prosa ágil y la profundidad de los temas que toca, a simple vista cotidianos, pero que con su estilo narrativo, los hace deleitables y reflexivos. Los invito a leer la narrativa de la escritora tamaulipeca Mercedes Varela, les dejo también, el link de descarga gratuito de su libro: http://bibliotecavirtual.itca.gob.mx/2021/0 2/16/segundo-aire/
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Bajo el barandal Caminar por Ensenada El fin de año se acerca y Ensenada se viste de luces multicolores, y esa alegría que los porteños tenían guardada a causa de la pandemia ha renacido. Caminar por las calles comerciales del puerto es una incitación a vaciar las carteras y poner bajo el arbolito una emoción. Hacer cuentas mientras tus sobrinas te acompañan en busca del juguete para tus hijos. Y olvidar por un momento la ausencia de tu recién fallecida madre, y pasar de largo entre la ropa que ella tanto gustaba. Dejar la depresión para después; porque es época de ser felices, de sonreír, y sobre todo olvidarse por un momento del cansancio de este año 2021 que ya se va. Porque Ensenada hoy luce con una emoción diferente, y con solo caminar por sus calles, y ver a rostros conocidos ya es ganancia. Recordar a los que se han ido y levantar una plegaria mientras ves a lo lejos el rojo de las nochebuenas anunciando los días felices, los días llenos de recuerdos de antaño. Y querer volver a ser niña para ver a tu abuela y que está te dé una linda muñeca vestida de color rojo tan alta cómo tú. Pero a la vez sabes que envolver regalos no es tu fuerte, que la nostalgia te invade y quisieras morir. Pero no te es permitido deprimirte porque delante de ti hay cuatro personitas, las cuales esperan con alegría el 25 para abrir esos paquetes que has envuelvo entre alegrías y lágrimas, por un diciembre más sin las risas inocentes de tu pequeño. Sonríes y sigues caminando. La brisa de
Ensenada te inunda los pulmones y el mar te sala la pupila. Hemos celebrado el oficio de ser escritor, con los amigos, contamos nuestros logros, escuchamos sus textos, sus libros, porque aquí hay buenos escritores, hay hilo para seguir contando sobre el puerto, y sus historias. Para recordar a los que se han marchado, y abrazar a los qué seguimos aquí. Y alegramos con su presencia. Hoy yo los felicitó por ser y estar aquí. David Salazar Miranda admiro mucho tu fortaleza y celebró contigo tu jubilación, querida Delfina Solórzano Ramírez tu vida hay qué celebrarla siempre. Jesús Fuentes, compañero de andanzas vamos más en este 2022, Imelda Meraz sigamos adelante siempre. Yolanda Victorio Cota, la libertad es un don sagrado, sigamos dejando volar mas mariposas. Querido Pablo Gómez mil gracias por tu bondad e inocencia para describir la vida. Rosy Murillo sigue escribiendo. Mirna Rocío Carmona, tienes razón, los sueños hay que perseguirlos, Ross Raga sigue haciendo poemas tejiendo tu historia. Anuar David gracias por tu tiempo. José Barbosa qué fluya la poesía. Félix Martínez gracias por ser y estar, José Rodolfo Espinoza gracias mil. David Sarabia sigamos haciendo equipo, Alfonso DC sigue escribiendo siempre. Beda Domínguez viajar y leer siempre es un reto. Arturo Mendoza gracias mil por tu amistad. Lourdes Santos, cien palabras para ti, para contar la vida. diciembre 2021
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José Blanco Loya gracias por ser y estar. Paúl Nazar sigamos haciendo poesía, Betty Ayub, profe la admiro por su valentía y amor. Rafael Antonio Chávez sabe qué usted es mi mejor amigo, mi fortaleza y mi amor hacia la humanidad, usted mejor qué nadie lo entiende. Queridos Adán, Larissa y Dante, celebro junto a ustedes este caminar por las calles de Ensenada en compañía de mi amada nieta y ahora con un nuevo integrante a nuestra vida el prospecto de novio; los extrañamos muchísimo , y saben que aquí esta su presencia siempre. Paty Castaldi y Lu Carmona gracias. Gracias Sergio García, y demás compañeros de Detrás del vuelo. Gracias profe Daniel Estrada y Víctor Chávez Duarte. Gracias Ingeniero Joel Rodríguez Islas. Gracias mamá por mi vida, por un año más amando la lectura por tu recuerdo. Gracias lectores por su amor. Y gracias Benjamín Pacheco por tu apoyo, Rina Ruiz mil gracias por ese amor a las letras. No me despido nos seguiremos leyendo el próximo año. Contáctame: roxi-07@hotmail.com
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Mi punto de risa Las felices navidades Aún recuerdo muchas de las tantas fiestas familiares en navidad. Nunca fuimos los más pachangueros, las escenas eran las clásicas y tradicionales: las mamás cocinando, los papás en el asunto de las bebidas y los primos metiéndonos en problemas con la pirotecnia. En ocasiones sentía que esas cosas no tenían sentido, pero la energía de la adolescencia podía más que esos pensamientos que iban metiéndose poco a poco en mi manera de ver y vivir las fiestas. En ocasiones me mandaban a la tienda, una que quedaba a dos calles de la casa de los abuelos, donde solíamos reunirnos en navidad y al caminar notaba cómo en las casas vecinas también se reunían las personas, con sus caras felices, intercambiando abrazos entre todos. Siempre pensé que sería lindo que todos los días fueran navidad, porque ese día todos era felices. Era lo único que le daba sentido a la navidad, ver a todos contentos, reunidos para celebrar. ¿Qué celebrábamos? Hasta el día de hoy no lo entiendo plenamente, pero acepto que esta tradición de origen judeo cristiano que mezcla el nacimiento del mesías cristiano con la celebración del Santa Claus y lo que se vaya acumulando con el paso de los años. Con el paso del tiempo pude notar cómo algunas personas se veían muy felices y divertidas en las fiestas, pero vivían tragedias personales que quizá en otra época del año se habrían notado con facilidad. Fui observando cómo nos vemos presionados para sonreír en las navidades y
tenemos que empezar a fingir que todos somos felices. Algo que parecía fácil, hasta que me tocó ser quien fingía en las reuniones, queriendo estar en otro lado o sin ganas de saludar en estas épocas en las que todo mundo, hasta el vecino/némesis que todos tenemos te desea una “feliz navidad y próspero año nuevo”. Ni qué decir del trabajo. Y es que esto no se trata de ser creyente o no. Como no creyente, he tenido navidades muy felices, como tanta gente que se divierte y celebra aún sin recordar los motivos de estas celebraciones. Tan bombardeados estamos por la publicidad, que el verdadero origen queda en el olvido. Ahora me da tristeza esa gente que tiene que fingir que todo está bien, esas personas que se ven presionadas para mostrar una cara feliz ante situaciones que poco a poco hacen que se hundan en depresiones interminables. Los veo y pienso: ojalá tuviera la forma de abrirles los ojos y hacerles notar que solamente se engañan a sí mismos. Inmediatamente pienso: quizá, aunque sea por un momento, vale la pena olvidar los problemas y pretender que uno es feliz. No lo sé, lo que sí me da mucha felicidad es que es una época para comer y beber (sobre todo comer) hasta excesos peligrosos sin que alguien nos juzgue, sino todo lo contrario.
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Íncipit Una melancolía necesaria La depresión es una melancolía sin encantos Susan Sontag
Abrir los ojos en una mañana cualquiera, puede a veces ser un gran reto. No lo consideren una exageración, hay días en que uno desea no saber que se está en este plano y quisiera sumergirse indefinidamente en el estado onírico. La depresión es la gran acompañante de nuestro siglo, existen estudios que muestran que más del 90% de la población ha sufrido un tipo de depresión y la mayoría no se da cuenta (o no quiere) y la deja pasar, como si fuese nada, todo eso que se siente. Es verdad que existe el fenómeno de depresión navideña, ya que es en esta temporada donde más personas acuden a centros psicológicos o bien, existe un alza en los suicidios ¿Se han preguntado el por qué? Consideremos que hay una contante que nos está bombardeando sobre lo que debemos o no debemos hacer en la vida cotidiana, nos indican los medios de comunicación masiva que ser FELIZ es sinónimo de éxito y de triunfo, se nos han negado las emociones y nos relegan a un condicionamiento no normal, el cual se potencializa en una época donde la economía consumista dicta que la felicidad llega envuelta en cajas de grandes almacenes, con grandes moños y de colores verdes, rojos, dorados o plateados. Y aunque sé que depresión existe cada uno de los 365 días, sí hay manifestaciones
graves que se ven agudizadas en la época de fin de año; el fallecimiento de un ser querido, la pérdida de un bien material, del empleo o de la condición misma de saberse uno. Si ustedes tienen la oportunidad y la sensibilidad de platicar con alguien que saben tiene esta enfermedad1, les sugiero tomen en serio sus palabras y sus sentimientos, ya que de manera irresponsable se suele decir: Ya verás que pronto saldrás de ésta, No es nada, anda vamos a la fiesta, o bien, No exageres no es para tanto, levántate. Estar en una depresión es como hundirse en un pozo sombrío al cual no se le encuentra fondo, y cuando se va cayendo en él también se llega a preguntar si existirá algo que salve y en lugar de que exista una luz efectiva, todo se ve más tenebroso y más terrible y se cae, cae,
1. La depresión es una enfermedad grave y común que nos afecta física y mentalmente en nuestro modo de sentir y de pensar. La depresión nos puede provocar deseos de alejarnos de nuestra familia, amigos, trabajo, y escuela. Puede además causarnos ansiedad, pérdida del sueño, del apetito, y falta de interés o placer en realizar diferentes actividades. https://www.mhanational.org/que-es-la-depresion
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cae… y muchas veces todo termina hasta que alguien te encuentra sin haber sobrevivido. Pero no crean que estar triste es malo; al contrario, la melancolía es necesaria en nuestro cotidiano, lo que no es justificable es que todo el tiempo se esté en ese estado, es por eso que todos los que nos creemos humanos debemos buscar de nos ser indolentes ante las emociones de quienes nos rodean. Hay tantos procesos sociales que nos arrojan a la tristeza que se debe estar atento, ya que en muchas ocasiones subyacen actos que no nos dejan vislumbrar aspectos graves de las personas que conocemos. Que esta época decembrina nos desenmascaremos, que tengamos la oportunidad de vernos humanamente, que dejemos los estereotipos, los agravios y las indiferencias. Quienes aun estamos aquí debemos pugnar por una vida digna y conciliadora. A todas y todos quienes nos leen en #delatripa narrativa y algo más; y a quienes me acompañan en #Incipit les deseo más mejores emociones, seamos Humanos de verdad.
Itasavi1@hotmail.com Facebook: Blanca Vázquez Twitter: @Blancartume Instagram: itasavi68
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Desvaríos de la freaky neurosis Debrayes literarios “La lectura de todos los buenos libros, es como una conversación con los mejores ingenios de los pasados siglos” René Descartes
La Literatura nos transporta a diversos espacios, dependiendo la época en la cual una obra fue escrita. Es como recorrer la historia de la mano de grandes creadores, conocer lo que en su mente habitaba, ya sea real o imaginario. Gracias a la lectura, conocemos pensamientos, modos de vida y creencias de ciertos autores; para formarnos una idea bastante clara de quienes eran. Los primeros relatos nacen de la oralidad, en el mundo de los mitos, criaturas fantásticas y elementos irracionales; posiblemente en un afán del hombre por intentar explicar todo aquello que era ajeno a su entender. Después el lenguaje evolucionó hacia la escritura, surgiendo las primeras tablillas y papiros. Las grandes civilizaciones como los egipcios, desarrollaron obras que nos han sido legadas hasta hoy, como “El libro de los muertos”; o por ejemplo los sumerios, cuyas obras no llegaron directamente; pero sin duda influyeron en la literatura del Oriente Medio, por ejemplo, en la Biblia. En ese sentido, resulta extraordinario pensar cómo un simple libro, puede influir en todo un sistema de creencias a lo largo de los siglos. De la oralidad a la narrativa actual existen siglos de diferencia. La imprenta revoluciona al mundo porque convierte la Literatura en algo accesible para todos. Gracias a ello, y a 104
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los avances tecnológicos, disfrutamos de grandes obras que marcaron o reflejan toda una generación. Esa es la magia de la narrativa; trascender las distancias y el tiempo. A menudo pienso en los libros como fieles compañeros; ellos no juzgan y podemos recurrir a su lado en cualquier momento, para aprender o entretenernos. La narrativa cobra fuerza en nuestro interior, creando imágenes que nos acompañarán durante mucho tiempo. Las historias impactan de manera diferente, según la perspectiva del lector. Incluso, un mismo relato se transforma ante nuestros ojos, si lo leemos en diferentes épocas y contextos de nuestra vida. Creo que no podríamos entender la literatura sin una obra como por ejemplo El Quijote, considerada la Novela por excelencia. Y aunque la intención de Cervantes haya sido hacer una sátira a las novelas de caballería; lo cierto es que la historia se transforma en algo tan complejo que resulta inspirador. En muchos momentos, durante la lectura de este libro, quise entrar en la historia para ser la mujer vestida de caballero. Leí, respiré,
comí, soñé a Don Quijote, y me pareció cabalgar una eternidad a su lado. Pude reconocer la sensatez dentro de la locura, la inocencia en los actos del escudero fiel. El honor, valentía, el amor, la amistad, la lealtad; todo eso vi en Don Quijote. Y al final, cuando Alonso Quijano “el bueno”, despierta y maldice a los libros de caballería, renegando lo que fuera alguna vez, es profundamente impactante. Alonso recupera su cordura, y en ese preciso instante, el Quijote muere. Hay dos muertes entonces del personaje principal; la del Quijote y la de Don Alonso. Por supuesto, la que más duele, es la del caballero loco, defensor de las causas perdidas. Precisamente la importancia de la narrativa en nuestras vidas es esa: sorprendernos, enseñarnos, impactarnos e imprimir parte de su esencia en nosotros, para finalmente, trascender a través del tiempo.
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Nos vemos en el slam ¡Mérida, ésa no es tu familia! La pandemia del COVID-19 nos arrebató por un buen rato los conciertos masivos; durante varios meses el territorio mexicano no vivió estos amontonamientos en los que disfrutas en vivo a una banda favorita o simplemente vas a ser parte de la mera fiesta musical. La campaña de vacunación contra el coronavirus y la desesperación por reactivar la economía, antes de irnos más al fondo de la crisis, motivó a las autoridades a establecer el semáforo verde y con ello el permiso para los conciertos que reúnen a miles de personas. El Pal Norte 2021 se realizó con un saldo supuestamente bajo de contagios y ya se anunció la edición del siguiente año; el Vive Latino 2022 sigue en pie y Panteón Rococó celebró su aniversario. Cartel tras cartel van apareciendo en redes sociales demostrándose que la normalidad musical está de regreso en México y entre ellos hay uno que anuncia una gira de los Guns N´Roses en Guadalajara, Ciudad de México, Monterrey y Mérida. El cartel inspira a un meme para decir “Mérida, ésa no es tu familia”. Si algo no ha cambiado en México es que las grandes o legendarias bandas cuando llegan de gira al país anuncian fechas para la capital, Guadalajara y Monterrey, muy rara vez se incluye otra ciudad. Mérida es la primera fecha y muy probablemente llegará gente de toda la península, Tabasco, sur de Veracruz y Chiapas, 106
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para ver a la banda estadounidense que tiene un lugar seguro en la inmortalidad de la música. Otra razón por la que Mérida “no está en su familia” es el costo de las entradas; si no me falla la memoria creo que será uno de los conciertos más caros o el más caro en los últimos años anunciando para la capital yucateca. En redes sociales se vivió un efecto muy interesante cuando se confirmó que la sede en la capital yucateca iba a ser el recinto ferial de Xmatkuil. Para muchos, en este lugar, solo se cobra caro cuando el concierto es en el Palenque, fuera de ahí o es gratis o el costo no pasa de los 500 pesos. Al soltarse los costos de los boletos, cuando se anunció la gira por primera vez, y luego se suspendió por la pandemia, hubo sus quejas de por qué si el concierto es en Xmatkuil son tan caras las entradas. Algunos lo esperaban gratuito e incluso imaginaban que comprando un six de cerveza recibirían una pulsera a modo de pase. Lo anterior ocurrió por la costumbre que generaron conciertos de rock en el pasado, con bandas mexicanas y una que otra extranjera en los que no se cobraba la entrada. La inclusión de Mérida en la gira de Guns N´Roses puede ser un gran motivo para desaparecer por completo esa costumbre, y que los yucatecos rockeros no le saquen al momento de pagar por un buen concierto o un festival.
Así como Mérida va creciendo en desarrollo inmobiliario y comercial, también ya debería ser la sede de un evento tipo Vive Latino o Pal Norte, esperemos que esto se cumpla pronto y haya el atrevimiento de pagar de más para que el norte, centro y sur del país tengan un festival musical de gran importancia.
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Blanca Estela Vázquez Hidalgo. CDMX. 1973. Radica en Guerrero. Licenciada en Literatura Hispanoamericana, maestra en Estudios Socioterritoriales y maestra en Humanidades. Ha publicado Los Letargos de Artume (Conectivo La Tarántula Dormida), Ojos de Lechuza (Rojo Siena), El corazón en la mano (Editorial Fridaura); en “Antología Gatuna”, (Editorial Alevosía). Coordinadora y colaboradora del libro Hermenéutica de las Humanidades (Editorial UAGro/EON, Editora), Poética sin fronteras / Poetics without borders. (LAMA/ Ediciones Valparaíso/ Círculo de poesía) y Estigia aquí dentro del cuerpo (Ediciones Trinchera). Es parte del cuerpo editorial y columnista en delatripa y columnista de la revista Bitácora de vuelos. Cristina Leirana. Salamanca, Guanajuato. 1971. Escritora. Doctora en Literatura y Comunicación. Profesora de Literatura. Vive en Mérida. Ha publicado relatos, artículos y poemas en El Juglar del Diario del Sureste; las revistas Tierra Adentro, Diálogo cultural entre las Fronteras de México; Navegaciones Zur; en antologías como Anuario de poesía 2007 (Conaculta, 2008); Vamos al circo (BUAP, 2016); Corto circuito (BUAP, 2017). Primer lugar del Certamen Nacional de Recopilación de Tradiciones Orales ISSSTE (1987). Becaria del PACMYC, de “Alas y raíces a los niños de Yucatán” y del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes. Libros de su autoría: Conjurando el silencio. Algunos aspectos de la diversidad literaria (ICY, 2005); Catálogo de textos mayas publicados entre 1990 y 2009 (ICY, 2011); El gato bajo la lluvia, cuentos de horror y suspenso volumen II (en coautoría con Jorge Arquieta, Editorial El Gato Bajo la Lluvia, 2017) y Dos penínsulas (El Gato Bajo la Lluvia, 2018). Gema Evangelina Cerón Bracamonte. 1979. Vive en Mérida, Yuc. Columnista desde el número 21. Licenciada en Nutrición por la Universidad Autónoma de Yucatán. Escritora y Artista Visual. Programa de Formación Literaria de la Escuela de Escritores de Yucatán “Leopoldo Peniche Vallado”. Creadora del blog “Nutritura” Nutrición y Literatura, como programa de radio por internet (2019-2020). Sus cuentos han sido publicados en las revistas “El canto del ahuehuete” y “delatripa, narrativa y algo más”, “Ojos de perro azul”, “Karst, antología de Escritores yucatecos”. Su obra visual ha sido expuesta en el Centro Estatal de Bellas Artes e Impulso Universitario. Actriz y dramaturga de la obra “Una gatita bailarina” transmitida a través del programa “Cultura en Línea” SEDECULTA, 2020. J. R. Spinoza. Matamoros, Tamaulipas. 1990. Escritor y profesor mexicano. Columnista en delatripa: narrativa y algo más, desde el número 45, de la que forma parte del consejo editorial. Becario del PECDA (emisión 23), en la categoría de Jóvenes Creadores por novela. Presidente Ateneo Literario José Arrese de Matamoros. Columnista en Editorial Tríada Primate de Perú. Ha publicado entre otros: El demiurgo y otros cuentos fantásticos (Kaus, 2020). Los deseos de Serena (Catarsis Literaria, 2021).
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Tragaluz (Winged, 2021). Larissa Calderón. CDMX, 1978. Mamá dedicada al hogar, columnista y editora en delatripa: narrativa y algo más, traductora y lectora. Licenciada en Lenguas Modernas. Diplomada en lengua, cultura y civilización francesa. Diplomada en Creación Literaria por la SOGEM. Escribo sobre los derechos de la infancia. Mario Pineda. Mérida, Yucatán, 1986. Licenciado en Comunicación con maestría en Comunicación Política y Marketing Electoral. Premio de Poesía Joven Jorge Lara Rivero y autor de las plaquets Cuadrante Nostálgico; P(r)o(l)emas y se vislumbra la venganza; Pasajero/Revisteros. Columnista en delatripa, director del medio deportivo Señor Aficionado, reportero en Periódico Cubano y locutor deportivo en 69 Opichén Radio. Norma Leticia Vázquez. Chihuahua. 1985. Narradora y poeta. Premio Municipal de Publicaciones en cuento, creación colectiva 2011. Minificciones en Ficción Express, BUAP 2016, 2017, 2018 y 2019. En poesía ha publicado Flores de luna (Doble hélice, 2019), No haremos obra perdurable, 2019; Coordenadas de voces femeninas, 2020. Javier Enrique Paredes Chi. Umán, Yuc. 1989. Estudió Ingeniería en Computación en la Facultad de matemáticas, UADY. Ha participado en talleres de Matemáticas, Física y Computación, organizadas por la Sociedad Matemática Mexicana, CINVESTAV y el CIMAT. Como escritor ha publicado en la antología Karst: Escritores de la Península Yucateca, revista el Canto del Ahuehuete y portal cultural La Piraña. Como artista visual sus ilustraciones han sido publicadas en revistas digitales. Pinturas y dibujos presentados en exposiciones: Impulso Universitario A.C., ESAY, galería Mérida, galería Mesoamericana, galería Le Cirque, el Gran Museo del Mundo Maya, galería Arte y Punto, 8° Encuentro de Pintores de la Península de Yucatán y Gran Logia Unida la Oriental Peninsular. Roberto Cardozo Peraza. Mérida, Yuc. 1975. En el equipo editorial desde el primer número. Columnista desde el No. 23. Maestro en Matemáticas, escritor y guionista. Columnista en Opinión de Yucatán. Ha publicado la plaquette de poesía En los ojos la noche (2011); Antología Poética (Rojo Siena, 2014). Premio del público en la Antología de Microrelats Negres del Centro Cultural La Bòbila (Barcelona, 2012). Guionista, Co Productor y Co Director de ECO (2016). Premio El cine te mueve en tu comunidad 2016. Co-guionista del cortometraje Semilla (2017), producido en el programa Polos Audiovisuales de IMCINE; Premio Colibrí del IV Festival de Cine y Video Kayche’ Tejidos Visuales 2017; elegido como parte del acervo de la 1ª Muestra Internacional de Obras Audiovisuales sobre Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNAM. Co-guionista de Vas a terminar muerto (2020). Rocío Prieto Valdivia. Mexicali, Baja California. 1974.
Escritora, promotora de lectura imparte talleres infantiles y juveniles de escritura, lectura y arte. Columnista y parte del equipo editorial de la revista delatripa desde 2018. Coordinadora del Festival internacional de grito de Mujer sede Ensenada desde el 2013. Directora de Arte Letras Migrantes desde 2003. Ha publicado en Archipiélago, Maquina Combinatoria. Salvador Zavaleta. Es sociólogo y psicólogo social de grupos e instituciones por la UAM-Xochimilco. Desde 2002 se hace activista defensor de derechos humanos de las personas LGBTTTi. Trabaja temas sobre estudios de género y prevención de violencia de género. Ha obtenido algunos premios como Al Ciudadano Con valores en el 2013. Articulista de la Revista Empodérate del 2014 al 2018. Es Profesor de Psicología donde imparte cursos, seminarios y diplomados sobre el tema de la Sexualidad Humana desde el 2010. Sofía Garduño Buentello. Cuernavaca, Morelos. 1992. Radica en Ensenada y es columnista en delatripa desde su edición número 31.
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