Cuento popular chino
Hace mucho tiempo, muy lejos de aquí, un poderoso Emperador reinaba en China Tenía una hija hermosa como una rosa! Era muy, muy caprichosa y nunca sonreía. El Emperador daría todo su reino por ver reir a su hija.
Cada día hacía que le llevaran a la princesa túnicas bordadas en oro, joyas y piedras preciosas. Pero la princesa seguía sin sonreir y su padre se desesperaba
Una mañana de primavera, la princesa despertó muy temprano, salió a pasear por los jardines del palacio descalza.
Cuando apareció el sol detrás de los árboles, miles de gotas de rocio resplandecían sobre las rosas, las flores de loto y las hierbas salvajes.
De unas rocas, emanaba una cascada. De ella salĂan volando miles de gotitas irisadas.
Los pĂĄjaros, con sus cantos, celebraban la belleza de aquella maĂąana de primavera La princesa estaba maravillada, nunca habĂa visto la naturaleza tan resplandeciente.
La princesa corrió a despertar a su padre para que también contemplara el espectáculo. - ¡Papá! Papá! ¡Ven, ven! Mira como el roció hace resplandecer las flores. Quiero una diadema de rocío!!! - ¿Una diadema de rocío? ¡Pero eso es imposible! -¡Papá, para ti nada es imposible! ¡ Sois el Emperador! ¡ El dueño del mundo!
El Emperador, que quería ver sonreír a su hija, no se pudo resistir a cumplirle el capricho. Hizo llamar al palacio a los mejores orfebres del país y les dijo: - Os doy tres días para realizar una diadema de rocío, quiero regalarsela a mi hija. ¡Si falláis, mandaré que os corten la cabeza !
Los orfebrese abandonaron el palacio muy preocupados. Todos se pregun_ taban como hacer una joya con gotas de rocío.
Pasados los tres días, los artesanos volvieron al palacio.
- ¿ Dónde está la diadema? - !Señor, tened piedad de nosotros!
Al escuchar aquellas palabras, la princesa se puso furiosa.
El Emperador estaba llamando al verdugo, cuando por la puerta apareciรณ un hombre de larga barba blanca que dijo:
_ Glorioso Emperador, vengo a hacer la diadema de rocío para la princesa. _ ¿ La diadema de rocío? _ Si, vengo a hacerla, pero con una condición _ Está concedida_ dijo la princesa _ Tús deseos son órdenes, hija. _ Perfecto_ dijo el hombre. No será difícil hacer una diadema o un collar de perlas de rocío. Pero, para que estas joyas puedan ser tan hermosas como la princesa, ella debe elegir las mejores gotas de rocio de los jardines del palacio.
La princesa, corrió al jardín para coger alguna de aquellas preciosas gotas.
Pero cada vez que se agachaba para cogerlas, el rocío desaparecía entre sus manos.
_ Buen hombre_ gimió la princesa avergonzada. No puedo coger el rocío. En cuanto lo toco, desaparece. _ En efecto, es imposible. Le exigiste a otros algo que tú misma no eres capaz de hacer.
El buen hombre acarició los cabellos de la princesa que estaba llorando.
Poco después el hombre desapareció.
Desde aquel día, la princesa dejó de ser caprichosa.
Desde entonces, cada vez que contempla el jardĂn cubierto de rocĂo, una enorme sonrisa se dibuja en su cara.
DĂa do libro 2017 Alumnos de 4Âş de primaria
P.D.I. Viaxamos polo mundo: China