Enfoques psicologicos contemporaneos iv unidad

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CUARTA UNIDAD: LA PSICOLOGIA HUMANISTICA Y LA PSICOLOGIA EN AMERICA LATINA

LA PSICOLOGIA HUMANISTICA La Psicología Humanística no es una teoría sino un movimiento en psicología, que aparece hacia los años 1960 y que, de allí en adelante, experimenta un gran desarrollo, que continúa en nuestros días y que se encuentra expresado en la moderna Psicología positiva. El contexto “El crecimiento de la psicoterapia después de la Segunda Guerra Mundial trajo una verdadera catarata de nuevas ideas en la década siguiente. Cientos de psicoterapeutas flamantemente entrenados a partir de una gran variedad de backgrounds experimentaron con sus propios enfoques terapéuticos y empezaron a crear nuevas ‘escuelas’ de psicoterapia. Aunque muchas de ellas diferían poco de las técnicas ya existentes, una cuantas demostraron poseer consecuencias de largo aliento: una técnica nueva enfatizó la importancia de los procesos cognitivos sobre los emocionales por ejemplo, y otra demandó intervenciones conductuales en lugar de intervenciones psicológicas. Algunas de estas nuevas escuelas morirían tan pronto como sus fundadores perdieron el interés o el entusiasmo en difundirlas y promoverlas, pero otras atrajeron a un gran número de seguidores que perpetuaron sus ideas después de fallecido el fundador”. Tomado de Engel, J., 2008, American therapy. The rise of psychotherapy in the United States, New York, Gotham Books, pg. 76.

Se puede decir que la Psicología Humanística surge en los Estados Unidos de Norte América como una reacción al predominio de cerca de 40 años del enfoque conductista y del psicoanálisis en la escena académica y profesional de la psicología norteamericana. Sus rasgos distintivos son cuatro:


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(1) Rechazo de la versión mecanicista propia del conductismo, especialmente en su perspectiva clásica (la de Watson), y del determinismo biologista propio de la teoría freudiana; (2) Concentración no en lo patológico, como había sucedido en el caso del psicoanálisis, sino más bien en los aspectos superiores de la persona (es decir, la posibilidad de llevar una vida mentalmente sana y experimentar emociones positivas); (3) Coexistencia de una serie de enfoques teóricos y prácticos (por ejemplo, los de Maslow, Rogers, Ellis, May, Bühler), todos los cuales consideran a la persona en su totalidad, pero cada uno de ellos tiene sus propios planteamientos (4) Ausencia de una metodología integradora; el elemento integrador es la creencia en la posibilidad de la persona de crecer, de autorrealizarse. Orígenes de la Psicología Humanística Como ya se dijo antes, la psicología norteamericana se encontraba a mediados de los 1950 dominada por dos grandes enfoques: los provenientes del conductismo y los tributarios del psicoanálisis. La llegada a los Estados Unidos de numerosos psicoanalistas europeos (especialmente alemanes) en los años 1930, huyendo ya sea del nacionalsocialismo o de las turbulencias políticas que asolaban al Viejo Mundo fue, después de algunas reservas, bien recibida. Muchos de los psicoanalistas emigrados desplegaron procesos adaptativos exitosos y con el paso de los años llegaron a ocupar importantes posiciones tanto en el medio universitario como en las asociaciones profesionales, determinando la inmensa popularidad y gran influencia que el psicoanálisis llegara a tener en los Estados Unidos. De otro lado, el conductismo, ya no representado por Watson, tempranamente alejado del mundo académico, sino por sus seguidores y por quienes optaron por sus ideas y las ampliaron, por ejemplo Skinner, gozaba asimismo de un prestigio no menos importante, basado en la insistencia en los


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aspectos claramente objetivos del enfoque y en las posibilidades aplicativas del mismo, que iban desde las máquinas de aprendizaje y en algunos tratamientos exitosos en el manejo de personas con problemas psicológicos. En este contexto, quienes no formaban parte de un enfoque o del otro tenían escasas posibilidades de desarrollo académico y podían ver seriamente afectadas sus carreras. Así, por ejemplo, un grupo de seguidores de Alfred Adler que habían emigrado de Europa a los Estados Unidos, ya establecidos en este país se vieron virtualmente obligados a negar su adherencia teórica a las ideas de Adler por temor a perder sus posiciones universitarias o en hospitales y clínicas. A ese grupo se le conoce en la historia de la psicología como los “criptoadlerianos”. Fue Abraham Maslow quien llamó la atención en torno a este hecho y convocó al desarrollo de una tercera fuerza (third force), a la que denominó Psicología Humanística. El término “humanística” no dejó de provocar reacciones, especialmente en Europa, en donde los psicólogos de cuño clásico creían ver una redundancia: al fin y al cabo, según la visión de ellos, la psicología en su esencia era por definición humanística. A pesar de estas objeciones, el movimiento de la Psicología Humanística se estableció en los Estados Unidos en 1962 y pronto ganó una inmensa cantidad de adeptos, lo que permite afirmar que respondía las necesidades experimentadas por algunos psicólogos que no se veían representados ni se sentían identificados con los enfoques conductista y psicoanalítico. En realidad, en los Estados Unidos se puede encontrar una tradición humanística en psicología, como lo señala Irvin L. Child (1975), en el siguiente párrafo, tomado de su Psicología humanística y la tradición experimental (México DF,pg. 24): “La psicología norteamericana desde sus inicios ha contado con la tradición humanística representada por el más notable de los psicólogos norteamericano de primera hora, William James. La inequívoca adopción del modelo humanista del hombre que James efectuó no fue compartida del todo por los psicólogos


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‘funcionalistas’ y ‘estructuralistas’ que le sucedieron, y fue rechazada por completo por el movimiento conductista que llegó a prevalecer en la psicología clínica norteamericana a mediados del siglo XX. A excepción de los psicólogos clínicos practicantes, que a duras penas podían dejar de ser humanistas de algún modo, sólo unas cuantas voces –especialmente las de Gordon Allport, Gardner Murphy y Henry Murray- continuaron protestando en contra del punto de vista estrecho y mecanicista del hombre, apadrinado por la tradición científica en la investigación. En Europa siguieron predominando los modelos humanísticos del hombre, siendo los escritores europeos quienes más influyeron en que permaneciera viva la conciencia de esos modelos entre los psicólogos norteamericanos. Tuvieron especial importancia los psiquiatras y los psicólogos clínicos –Jung, Adler, Rank y, por fin, otros muchoslos cuales reaccionaron contra los elementos mecanicistas contenidos en la primera teoría de Freud, y al mismo tiempo que elaboraban sus propios puntos de vista humanísticos movieron a Freud y a los freudianos hacia una orientación más humanística, que es la que caracteriza al psicoanálisis de hoy”.

La psicología humanística, así, reconoce una serie de influencias. De un lado, las ideas de William James (1842-1910), la gran figura de la psicología norteamericana del siglo XIX; del otro, las ideas de Kurt Goldstein, en especial su concepto de la autoactualización, una tendencia al desarrollo presente en todo ser vivo. También están las ideas propias del existencialismo. Un par de informaciones sobre William James son necesarias. Nacido en el hogar de una familia muy adinerada y hermano del famoso escritor Henry James (1843-1916), James es una figura casi legendaria de la psicología norteamericana y es la más caracterizada en el siglo XIX. Conocedor de varias lenguas europeas y visitante frecuente del Viejo Mundo, James escribió sus famosos Principles of psychology (1890), un verdadero clásico de la psicología norteamericana. Fundador de un laboratorio de psicologٕía en la Universidad de Harvard, en la que enseñó, James representa en la historia de la ciencia psicológica norteamericana un punto de vista amplio y humanista de la psique humana. En algunos aspectos tal vez demasiado amplio: en 1898 publicó Human inmortality, un libro que bien puede ser considerado como propio del esoterismo. De hecho, James mostró gran interés siempre por temas parapsicológicos (Klimo, J., 1987, Channeling. Investigations on receiving information from paranormal sources, New York).


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Volvamos, sin embargo, al tema de la autoactualización que se encuentra mismo del movimiento de la psicología humanística. El término, que hoy se ha vuelto popular, era, como hemos dicho desconocido antes de que lo empleara Goldstein. Formado en medicina pero con un sólido conocimiento de la filosofía, Goldstein fundamentó muchos de sus planteamientos en el saber filosófico. El término de autoactualización también recibe influencia de la filosofía en su pluma. Hoy, por cierto, el término se emplea más bien con prescindencia de los aspectos filosóficos a los que hiciera referencia Goldstein. La autoactualización “Uno de los principales puntos de la nueva orientación de la psicología humanística es su concepto de la meta final en la vida de la persona sana. Kurt Goldstein y Charlotte Bühler criticaron el concepto psicoanalítico de homeostasis como meta final. Goldstein demostró de manera convincente que la homeostasis era solo una meta en los casos de enfermedad. Bühler se refirió a la homeostasis como un estado transitorio desde el cual la persona sana se mueve activamente rumbo al cumplimiento de metas autorrealizadoras. Entre los psicólogos humanísticos la teoría de la meta final más difundida es la de la autorrealización, primero sugerida por Karen Horney y Erich Fromm, y la de la autoactualización, sugerida por Kurt Goldstein y Abraham Maslow. Algunos autores prefieren enfatizar otras características del proceso de desarrollo. Carl Rogers habla de él como un proceso de crecimiento en el cual las potencialidades se realizan. Bühler enfatiza, como lo hace von Bertalanffy, que lo esencial del proceso de la autorrealización es la materialización de los valores. Viktor Frankl asevera que la existencia humana es autotrascendente y que la meta humana consiste en la realización de un sentido personal” Tomado de Bühler, Ch. & Allen, M., 1972, Introduction to humanistic psychology, Monterey CA, Brooks/Cole Publishing Company, pg. 45.

Abraham Maslow (1908-1970) Aunque se suele mencionar a Kurt Goldstein como uno de los pioneros de la psicología humanística, el nombre más conocido vinculado a este movimiento es el de Abraham Maslow, psicólogo norteamericano hijo de judíos emigrados a los Estados Unidos. Su aporte teórico a la Psicología Humanística consiste en señalar –como Goldstein- que todo individuo sano


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desea y busca que autorrealizarse. La homeostasis, o el nirvana al que hacía referencia Freud, eran metas transitorias, que se volvían en finales solo en individuos enfermos. El encuentro entre Maslow y Goldstein se produce cuando el primero se traslada a trabajar en 1951 a la Universidad de Brandeis. Las ideas del neurólogo alemán lo influyen y en 1954 publica su libro Motivación y personalidad, su opus magnum. En esa obra Maslow toma la idea de la autoactualización de Goldstein y propone, a través del estudio de un conjunto de grandes personalidades, ejemplos de ella. Maslow y la psicología humanística “Maslow estudió a las personas que él creía destacaban en el arte de vivir. Estas eran raras y difíciles de estudiar. Maslow mismo, con frecuencia, se sorprendió de algunos de sus descubrimientos. Aun la más sana de las personas no parecía llenar el punto de vista general del ser humano perfeccionado; no eran extravertidos, cordiales, siempre amables agradables, encantadores y afectuosos. En realidad eran muy autosuficientes y guiados por normas propias. La psicología humanista de Maslow es de gran alcance. Fue siempre un observador perspicaz de su tiempo. Sentía que nuestras instituciones culturales se basaban en una concepción deformada de la naturaleza humana. El punto de vista prevaleciente que fundamenta las prácticas de educación infantil, educación formal y aun nuestras principales religiones, es que el hombre es animalista y absolutamente egocéntrico. Esta postura sostiene que solo la disciplina estricta y la continua amenaza de castigo pueden mantener estas tendencias en su lugar correspondiente. Maslow creía que las satisfacciones y no las negaciones y restricciones de las necesidades básicas, serían las que producirían lo mejor del ser humano. Creía que permitiendo la libertad de expresión y apoyando a la persona en desarrollo para que pudiera expresar todas sus potencialidades, la raza humana sería muy diferente” Tomado de DiCaprio, N.S., 1979, La buena vida. Modelos para una personalidad sana, México DF, Diana, pp. 163-164.

Las personas que se autorrealizan poseen, según Maslow, las siguientes características:


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(a) Percepción más objetiva de la realidad y, por eso, una relación más adecuada con ella; (b) Aceptación de uno mismo y de los demás; (c) Espontaneidad, sencillez y naturalidad; (d) Concentración en los problemas (que muchas veces se expresa en un compromiso con su vocación); (e) Necesidad de privacidad (pueden disfrutar de estar solo consigo mismos); (f) Autonomía; (g) Lozanía permanente en la valoración de los bienes de la vida; (h) Mística, que puede llegar a experiencias pico; (i) Amistades (si bien no muchas, sino más bien unas cuantas, las que dedica tiempo y afecto); (j) Tolerancia con los demás; (k) Diferenciación entre medios y fines (lo cual supone un elemento de flexibilidad presente en ellas); (l) Sentido filosófico del humor; y, (m)

Creatividad.

Además, Maslow propone su famosa teoría jerárquica de la motivación, considerada como la más abarcativa, si bien hay quienes la critican señalando que probablemente corresponde al hombre de la cultura occidental, pero no a los habitantes de otras realidades culturales. Esa teoría plantea los siguientes tipos de necesidades que tienen que ser satisfechas para que se pueda acceder a las inmediatamente superiores: (a) Necesidades fisiológicas (hambre, sed, excitación sexual);


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(b) Necesidades de seguridad (frente al fracaso, el desamparo, la invalidez); (c) Necesidades de amor y pertenencia; (d) Necesidades de estima (respeto y valoración de parte de los demás, pero también la sensación de la propia dignidad); y, (e) Necesidades de realización personal (cuando la persona hace lo que es importante para sí misma). Charlotte Bühler (1893-1974) Hasta antes de su forzada emigración a los Estados Unidos, se puede considerar a Charlotte Bühler como una de las psicólogas europeas más importantes e influyentes, al lado de Franziska Baumgarten-Tramer. Casada con Karl Bühler, teórico de la psicología de rango mundial, Charlotte Bühler se desempeñó como docente en la Universidad Técnica de Dresde y posteriormente en la Universidad de Viena, llevando a cabo en esa casa de estudios importantes investigaciones, especialmente en el campo de la niñez y de la adolescencia. Obligada a emigrar a los Estados Unidos debido a su origen judío, Charlotte Bühler tuvo que pasar por un largo periodo de adaptación hasta que consiguió establecerse con pleno derecho en ese país. Si en Europa había destacado como psicóloga del desarrollo e investigadora del desarrollo infantil, en los Estados Unidos se orientó a la práctica profesional como psicoterapeuta. Sumamente trabajadora y ambiciosa y de carácter difícil (lo cual le valió más de una enemistad tanto en Europa como en Estados Unidos), la Bühler destacó como una investigadora original. Ya en los años treinta, antes de la emigración, publicó en Europa El curso de la vida humana como problema psicológico (Der menschliche Lebenslauf als psychologisches Problem, 1933), una obra en la cual intenta una visión holística del desarrollo a lo largo de toda la existencia. Se trata de un libro que, aunque hoy olvidado, es en realidad un adelanto de lo que años después presentaría Erikson.


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En los Estados Unidos incursionó en la práctica privada de la psicoterapia y fue allí donde desarrolló los planteamientos de los cuatro objetivos vitales: satisfacción de necesidades, mantenimiento del orden interno, expansión creadora, y amor y amistad. La aplicación de esta teoría la desarrolla en su obra Psicología de la vida activa. Características de una existencia humana adecuada “Estas características, tal como han sido establecidas en estudios con personas sanas, pueden ser resumidas de la manera siguiente. Hay una actitud básica amorosa, proactiva y una activa búsqueda de intereses, así como un temprano y permanente impulso hacia la autorrealización, la cual sin embargo toma en cuenta las necesidades de las otras personas; hay suficiente flexibilidad para aceptar negativas y fracasos y llegar a compromisos, conciencia y comprensión del yo y de los otros, con respecto al yo y a los otros; hay una honestidad interna, autoestima y la habilidad para tomar decisiones en libertad interna. Hay un sentimientos de totalidad del yo y de la propia vida” Tomado de Bühler, Ch., 1968, “Psychotherapy and the image of man”, Psychotherapy: Theory, Research and Practice, 5, 89-94 [la cita está tomada de la página 89; R.L.].

Carl Rogers (1902-1987) Tal vez el más conocido de los adalides de la psicología humanística, Carl Rogers ha pasado a la historia de la psicología y también de la psicoterapia debido a su enfoque, denominado terapia centrada en el cliente, o más comúnmente, terapia rogeriana. En alemán se la conoce con un nombre algo especial, Gesprächspsychotherapie (terapia de la conversación). Rogers, formado como pastor en el mundo protestante, desarrolla un planteamiento terapéutico en el cual se plantea que existe en la persona, en toda persona, una tendencia al desarrollo, y que solo es necesario crear una atmósfera de aceptación benevolente hacia ella, a la que él denominó consideración positiva incondicional, para que esa tendencia se actualizara. Sus planteamientos terapéuticos apuntan a una creciente toma de conciencia del mundo subjetivo por parte del cliente (Rogers renuncia


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expresamente a la palabra paciente), por medio de la verbalización de los estados afectivos, la misma que es “reflejada” por el terapeuta, es decir, devuelta con una en muchos casos con una reformulación verbal por parte de éste, que se dirige a que el cliente pueda aclarar aquellos sentimientos que experimenta y que le son oscuros o incomprensibles. “Rogers confía en que cada persona hay un impulso que la lleva a crecer, a ser congruente y a realizar su propio yo. El denomina a ese impulso tendencia a la autoactualización, y el cliente debe integrarlo a él en el proceso de terapia. Cuando el cliente se confronta de manera honesta con sus experiencias y emociones, e integra aquello que es percibido por él como ajeno e incomprensible, él se ordena y renueva y crece internamente. El realiza su yo en una mejor relación con la realidad exterior y gana con ella una capacidad de acción mayor y más efectiva. Su vida se torna más rica y diferenciada” (Schlüter, C., 2007, Die wichtigsten Psychologen im Porträt, Wiesbaden, Marixverlag, pg. 162).

Rogers tiene un afronte que no deja de ser audaz. Así, por ejemplo, considera que la clasificación diagnóstica de los clientes no es lo más importante, sino una clara comprensión comprensión de su problemática personal (es decir, un enfoque fenomenológico). El enfoque rogeriano disfruta hoy de una gran difusión y parece particularmente apropiado para la superación de problemas de menor envergadura. El cliente ideal de Rogers es la persona con instrucción superior, adecuados recursos verbales, vuelo introspectivo y afectado por una problemática relativa en su significación. Es en los medios universitarios en donde la terapia rogeriana ha tenido mayor acogida, y es lo que se suele llamar el counseling. El impacto de la psicoterapia rogeriana en los Estados Unidos fue muy grande y dio lugar a una serie de procedimientos y técnicas, como los grupos de encuentro, que gozaron de inmensa difusión hace unos 30-40 años. Sin embargo, la incursión de Rogers en la terapia de problemas de envergadura mayor, por ejemplo, las psicosis, solo dio resultados muy magros, cuando no decepcionantes.


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Semejanzas entre el análisis freudiano ortodoxo y la terapia centrada en el cliente “Aunque muy diferente del análisis freudiano ortodoxo, la terapia centrada en el cliente retiene ciertos aspectos de su precursor continental [Freud; R.L.]. Por un lado, el proceso busca lo mismo que el análisis. Aunque el cliente rogeriano no está echado en un diván como sí lo está el paciente freudiano, ambos hablan una gran cantidad de cosas de manera absolutamente inestructurada, de modo tal que las verbalizaciones del cliente rogeriano pueden hacer recordar a las asociaciones libres que preconizaba Freud. Y mientras que el terapeuta humanista no trata de imponer lecturas analíticas de las asociaciones libres al cliente, él escucha con cuidado y en amplitud las verbalizaciones del cliente a fin de poder tomar nota o registrar afectos que no han sido verbalizados. El terapeuta rogeriano no se referirá tanto a la infancia del cliente y a sus sentimientos en esa etapa de la vida, pero la naturaleza y la calidad de la información que se intercambia sobre el particular son muy similares. En ambas terapias los sentimientos son lo más importante y los pensamientos ocupan un lugar secundario”. Tomado de Engel, J., 2008, American therapy. The rise of psychotherapy in the United States, New York, Gotham Books, pp. 77-78.

Viktor Frankl (1905-1997) El único de los representantes europeos de la Psicología Humanística, Frankl fue por mucho tiempo poco conocido en todo el continente americano. Esto ha cambiado en los últimos años, en los cuales sus planteamientos terapéuticos, a los que él denominó logoterapia, han disfrutado de una gran difusión. A no dudarlo con una formación filosófica mucho más amplia y completa que la de Rogers y Maslow y, aparte, con una formación médica,


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Frankl integra y supera los planteamientos de Freud y Adler, conjugándolos con conceptos propios del existencialismo. Su enfoque psicoterapéutico, que él lo consideró una cura de almas, no solo se dirige a personas con problemáticas psicológicas sino también a la persona sana que experimenta insatisfacción con la vida y que en particular no le encuentra sentido a su existencia. Frankl afirma que si a comienzos del siglo XX la sexualidad era el gran problema de la humanidad, al finalizar esta centuria el problema existencial más grave es el de la falta de sentido en la existencia de las personas. La psicoterapia, y en particular su psicoterapia, tiene por misión darle un sentido a la vida de los individuos. Frankl plantea que en la vida de las personas hay tres tipos de valores: los de actividad (por ejemplo, estudiar, hacer deporte, trabajar), los estéticos (disfrutar de una obra de arte, asistir a una representación teatral), y los actitudinales (por ejemplar, enfrentar de manera madura la muerte, afrontar con entereza las situaciones-límite). Hombre de una actividad arrolladora casi hasta el fin de sus días y de una pluma muy bien dotada, Frankl ha dejado una amplísima bibliografía que recién comienza a ser traducida al castellano en su totalidad. A pesar de la aparente profundidad de su obra, sus críticos no siempre se han dejado impresionar ni por la productividad desmedida ni por las ideas que él presenta. Rattner califica a su enfoque terapéutico de filosofía de folletín y destaca el carácter repetitivo de muchos de sus planteamientos, señalando que solo algunos de los casos clínicos que presenta son de valor. Sin embargo, la difusión de la obra de Frankl es hoy casi incontenible. Algunos de los procedimientos que él creara han demostrado su efectividad y parecen acercarlo a enfoques cognitivo-conductuales. Por ejemplo, el de la intención paradójica y el de la derreflexión. En el caso de la intención paradójica, se trata precisamente no de combatir el síntoma sino, por el contrario, de buscar su agudización. En el caso de la dereflexión se trata no de concentrarse en el problema sino de


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ignorarlo, concentrándose más bien en algunas tareas placenteras o en imágenes agradables. La logoterapia es también conocida como la tercera escuela vienesa de la psicología profunda, después del psicoanálisis y la psicología individual de Alfred Adler. Pero, en las propias palabras de Frankl, mientras las dos primeras se van a las profundidades a la búsqueda de problemas irresueltos y traumas aún actuantes, la logoterapia se dirige a las alturas, a las posibilidades inagotables del espíritu. Rollo May (1909-1994) Mucho menos conocido que Viktor Frankl, aunque como él también sumamente fértil en la producción de libros y artículos, Rollo May llegó a ser el decano de los psicoterapeutas norteamericanos. Influido por Freud y por Adler, May desarrolló planteamientos psicoterapéuticos propios en los cuales se percibe la influencia de la filosofía existencialista. Recurriendo a ejemplos de la literatura, la historia, la filosofía y la vida cotidiana, May esboza una concepción propia de la angustia, expresada en su conocido libro El dilema existencial del hombre moderno (1978). La libertad, el bien más ansiado por la humanidad, va irremisiblemente asociada a la angustia y a la soledad. El hombre libre está solo, aun cuando viva en medio de una muchedumbre, pues él solo asume las responsabilidades de cada uno de sus actos y de cada uno de sus errores. El dilema existencial del hombre moderno, la gran obra de May, refleja la problemática de la sociedad norteamericana de los años 1960, en que el progreso tecnológico y el bienestar material no logran darles a las personas una significación a su existencia. Es por esos años también que se publica en los Estados Unidos otro clásico, esta vez de la sociología: nos referimos a La muchedumbre solitaria (1950), de David Riesman (1909-2002). Las ideas de May sobre la ansiedad quedan expresadas y resumidas en el siguiente párrafo que transcribimos: “Quiero primero presentar una hipótesis: cuando una sociedad acepta en general los presupuestos y las suposiciones inconcientes de los valores, el individuo puede


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hacer frente a las amenazas con miedo y no con ansiedad. Pero, cuando los presupuestos mismos de una sociedad son los que están amenazados, el individuo no tiene una base de orientación cuando se enfrenta con una amenaza determinada. Ya que la ciudadela interna de la propia sociedad se encuentra en un estado de confusión y cambio traumático durante estos periodos, el individuo carece de un fundamento sólido desde donde hacer frente a las amenazas específicas a las que confronta. El resultado es que el individuo experimenta una profunda desorientación, una confusión psicológica y, por lo tanto, un pánico crónico o agudo y ansiedad. Ahora bien, ¿no es éste el estado de nuestra cultura en el siglo XX? En otras palabras, creo que la desintegración de los presupuestos de nuestra cultura histórica que he señalado en este capítulo, está íntimamente relacionada con la extendida ansiedad e este siglo. Y está relacionada con las dificultades específicas del dilema del hombre que debemos enfrentar en nuestro tiempo” (May, R., 2000, “Raíces históricas de las teorías modernas sobre la ansiedad”, en El dilema del hombre. Respuestas a los problemas del amor y de la angustia, Barcelona, Gedisa, pp. 78-79).

Balance final En los últimos años ha disminuido notoriamente el interés por la psicología humanística, especialmente en los medios universitarios, en los cuales las dificultades financieras propias de las últimas décadas han vuelto limitados los fondos para la investigación. De otro lado, los psicólogos humanistas y los terapeutas se han preocupado relativamente poco por demostrar la efectividad de sus técnicas por los procedimientos habituales de evaluación. Por último, la gran cantidad de enfoques que reclaman para sí el predicado de “psicología humanística” ha confundido y decepcionado a quienes más bien esperan un enfoque consolidado y claramente delimitado en el plano teórico y accesible a la investigación. Recapitulando en torno a los rasgos centrales de la psicología humanística (cualquiera que ella sea que reclame esa denominación), nos permitimos reproducir lo que sostiene Edgar Heim, reconocido psicoterapeuta suizo, en su muy reciente libro Die Welt der Psychotherapie. Entwicklungen und Persönlichkeiten, Stuttgart, Klett-Cota, 2009: “El nombre establecido de ‘terapias humanísticas’ alude a una determinada imagen del ser humano, que reúne a personalidades tan diversas como Maslow, Rogers, Perls y May. El ser humano es visto como abierto al encuentro con otros seres


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humanos, como dispuesto para un desarrollo interno que será determinado a través de su propia elección y responsabilidad. Se le atribuye al individuo la capacidad de poder explotar sus potencialidades. La experiencia subjetiva es altamente valorada y estimulada de maneras muy diversas. El énfasis en la experiencia y en la vivencia ha llevado a que en los últimos tiempos estas terapias sean denominadas como experiential psychotherapies. La vivencia conciente es valorada como algo muy importante, en oposición al psicoanálisis, que concede mucho más valor al acontecer inconciente. La vivencia conciente puede surgir también de acontecimientos preconcientes. El proceso terapéutico está caracterizado por una relación cálida –en el sentido rogeriano- y promocionadora de la confianza, pero también lo distingue un gran respeto por el otro. El individuo es percibido como una totalidad, no como primariamente el portador de un síntoma o un transtorno” (pg. 146; traducción de R. León).


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LA PSICOLOGIA EN AMERICA LATINA Y EL PERU El conocimiento psicológico que reclama para sí el calificativo de científico surgió en Europa y en los Estados Unidos, pero también en América Latina se produjeron tempranos desarrollos que merecen ser comentados. Así, por ejemplo, las ideas de pensadores de gran importancia para la psicología en el siglo XIX como Théodule Ribot (1823-1891) y Wilhelm Wundt llegaron a las costas latinoamericanas gracias a las traducciones al español que eran publicadas por la casa madrileña Daniel Jorro y que, sin duda alguna, encontraron amplia lectoría en nuestros países. De otro lado, los cultores de la psicología en América Latina siguieron con atención la evolución de ella en Europa y América del Norte e intentaron dar a conocer sus trabajos enviando copias de sus libros a revistas europeas y estadounidenses, tal como queda demostrado en el estudio “La psicología latinoamericana en la Revue Philosophique” (León, R. & Zambrano Mora, A., Teoría e Investigación en Psicología, 2003, 11, 91-116). Dado que América Latina es una región inmensa, solo nos concentraremos en dos países, Argentina y Perú, y haremos al final una breve referencia a lo que sucede en algunos otros de la región. Argentina Uno de los países en los cuales más prontamente el enfoque experimental en psicología encontraría acogida y difusión fue Argentina. Comprensible esto si se tiene en cuenta que ese país era, al comenzar el siglo XX, una de las naciones del futuro, es decir un país predestinado a alcanzar prontamente el desarrollo. De otro lado, la numerosa cantidad de inmigrantes europeos que habían arribado a las costas argentinas, procedentes de Italia,


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Francia, Alemania, España, permitió un activo intercambio de información entre el Viejo Mundo y ese país. La más destacada figura de la psicología argentina en las primeras tres décadas del siglo XX fue, a no dudarlo, José Ingenieros (1977-1925), más un psiquiatra y psicólogo clínico que un experimentalista. Un verdadero polígrafo y un hombre de mundo, sus ideas encontraron amplia repercusión y profundo respeto en todo el mundo latinoamericano hispanohablante. Ingenieros fue, sin embargo, también una figura muy respetada en Europa, algunos de cuyos trabajos se tradujeron al alemán, al francés y al italiano. Además de estudios médicos, Ingenieros dio a la publicidad una obra de inmensa influencia en América Latina por su contenido moral: nos referimos a El hombre mediocre (1913). “En Italia había visitado las instituciones donde se ponían en práctica las nuevas teorías sobre la criminalidad. En Buenos Aires editó la primera revista argentina de psiquiatría y criminología, se hizo cargo de la clínica en el servicio psiquiátrico policial y dirigió el Instituto de Criminología de la penitenciaría. Acumulaba experiencia y adquiría renombre local, sustentado en su reconocimiento en el extranjero. Psiquiatra y criminólogo, sociólogo y filósofo, Ingenieros tenía antecedentes inmejorables para ocupar la cátedra de Medicina Legal en la Facultad de Ciencias Médicas, para la que fue propuesto por su Consejo Directivo. Pero el presidente Sáenz Peña escogió otro candidato bajo presión de grupos clericales. Así se completó el rechazo a sus pretensiones de incorporarse a la sociedad argentina mediante una carrera intelectual y académica centrada en el servicio público y en la práctica privada de su profesión. De un portazo, Ingenieros cerró su consultorio, renunció a sus cargos públicos, vendió o regaló sus libros y se fue del país, no sin antes escribirle una carta pública al presidente de la nación denunciando el agravio cometido contra su dignidad profesional. Ingenieros conocía bien la estrechez del instrumental terapéutico con que contaba la nueva disciplina para el tratamiento de las neurosis y que incluía, de forma habitual, la sugestión. En 1904 había publicado el libro Los accidentes histéricos y las sugestiones terapéuticas, basado en las últimas producciones sobre el tema, desde los experimentos de Charcot con la hipnosis hasta los trabajos más recientes de Janet. Freud hacía una aparición fugaz en ese libro, junto con Breuer. Predominaban las referencias a la literatura francesa, que había influido a Ingenieros en su forma de encarar la psicoterapia con sus pacientes de la élite porteña” (tomado de Balán, J., 1991, Cuéntame tu vida. Una biografía colectiva del psicoanálisis argentino, Buenos Aires, Planeta, pg. 52).


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La referencia al Ingenieros criminólogo nos obliga a hacer una mención aunque sea mínima a uno de los personajes más originales y anecdóticos de la psiquiatría italiana del siglo XIX. Nos referimos a Cesare Lombroso (18351909), cuya teoría del criminal nato recibió en su momento una gran acogida en los círculos psiquiátricos europeos e influyó también en América Latina (Montaldo, S. & Tappero, P., eds., 2009, Cesare Lombroso cento anni dopo, Turín). Con el paso de los años y la llegada de nuevos emigrantes, no sería la psicología experimental la que continuaría desarrollándose en Argentina, sino una corriente alejada de ella: el psicoanálisis. Hoy, Argentina es probablemente el país en el cual hay el mayor número de psicoanalistas en proporción a la población total. Inmigrantes como Angel Garma (1904-1993), un español establecido en Buenos Aires, y Marie Langer (1910-1987), una austriaca que huía del nazismo y que asimismo se estableció en la ciudad del Río de La Plata, junto con el trabajo activo de una serie de psicoanalistas locales, han contribuido al inmenso predominio del psicoanálisis en ese país. “Lo inusitado del ‘caso argentino’ es que esta posición hegemónica del psicoanálisis, una vez instaurada, nunca fue amenazada por otros modelos teóricos (al menos hasta los años noventa). Por el contrario, en otros países, como Francia y Brasil –en los que el psicoanálisis siguió teniendo un arraigo importante después de los años sesenta-, dentro de las carreras de Psicología siempre debió disputar un espacio con las vertientes consideradas científicas (desde el conductismo clásico hasta el cognitivismo, desde la reflexología hasta las concepciones vygotskianas, desde el comportamentalismo pieroniano hasta el experimentalismo de Paul Fraisse), que dominaban –y aún hoy lo hacen- en la mayoría de los organismos de investigación y en las instancias de decisión universitaria. En nuestro país, después de la reacción antipositivista de los años treinta, las corrientes experimentales o naturalistas de cualquier signo apenas si lograron implantarse con fuerza en algunas universidades (no en las más grandes) y en ciertas instituciones universitarias. En todo caso, luego de algunos debates iniciales, producidos entre fines de los cincuenta y principios de los sesenta, esas corrientes no tuvieron mayor incidencia en el perfil profesional del psicólogo en estas latitudes. Contra la voluntad explícita de muchos de los fundadores de las carreras (como Marcos Victoria, Telma Reca, Fernanda Monasterio, Alfredo Calcagno, Plácido Horas, etc.), los psicólogos argentinos permanecieron relativamente apartados de los circuitos de investigación durante varios lustros, al tiempo que, a


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partir de posiciones de ‘inspiración psicoanalítica’ más o menos kleiniana, se volcaron de forma masiva a la práctica clínica privada y al trabajo en otras áreas (educación, orientación, prevención, etc.), en instituciones diversas” (Dagfal, A, 2009, Entre París y Buenos Aires. La invención del psicólogo (1942-1966), Buenos Aires, Paidós, pp. 31-32).

Otros nombres de importancia en la psicología argentina son los de José Bleger (1922-1972) y Arminda Aberastury (1910-1972), el primero tratando de integrar el marxismo y el psicoanálisis, la segunda una dotada psicoanalista especializada en niños. Alguien que debe ser mencionado, si bien su perspectiva fue opuesta a la de los psicoanalistas, es Horacio Rimoldi (19132006), un psicólogo con excelente formación matemática, gran rigurosidad en sus estudios y con una prolongada estancia en el extranjero antes de retornar a su país. Por último, una revista argentina que tuvo amplia lectoría entre psiquiatras y psicólogos no solo argentinos sino de toda Latinoamérica es Acta Psiquiátrica y Psicológica de América Latina, que dirigiera desde su fundación (1954) el ya fallecido Guillermo Vidal (1917-2000). Perú Pero el psicoanálisis no ingresó a América Latina vía Argentina. No: lo hizo más bien desde el otro lado de los Andes, más precisamente desde el Perú. En 1915, en el diario limeño El Comercio, un joven estudiante de medicina llamado Honorio Delgado, publicó un artículo que tenía por título “El psicoanálisis”, que suele ser considerado como el primer trabajo latinoamericano que trata de la doctrina de Freud. En todo caso, “El psicoanálisis” fue el primer trabajo de Delgado dedicado al psicoanálisis, doctrina por la cual se sentiría muy entusiasmado hasta aproximadamente los últimos años de la década de los 1920. En unión de su maestro, Hermilio Valdizán (1884-1929), psiquiatra huanuqueño que había recibido un perfeccionamiento como tal bajo la dirección de Sante De Sanctis (1862-1935), la figura más destacada de la psicología y la psiquiatría italianas de su época, Delgado fundó en 1918 la Revista de Psiquiatría y Disciplinas Conexas, la primera revista peruana especializada en psiquiatría, y


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que para efectos prácticos, se convirtió en una suerte de órgano de expresión del psicoanálisis en América Latina. Honorio Delgado (1892-1969) Delgado, personalidad muy perfilada de la cultura peruana, era un trabajador obseso y a lo largo de toda su vida publicó (en castellano, pero también en inglés, francés, alemán, portugués) por lo menos trescientos artículos sobre psiquiatría, psicología, filosofía, literatura, lingüística, historia de la medicina, fisiología y, por supuesto, psicoanálisis. A este impresionante output debemos agregar sus 25 libros, tres de los cuales merecen una mención: primero, Sigmund Freud (1926), tal vez la primera biografía sobre el padre del psicoanálisis; en segundo lugar, Psicología, escrita al alimón con Mariano Iberico (1892-1974), y que ha alcanzado diez ediciones desde su primera aparición en 1933; y Curso de psiquiatría (1953), influyente tratado de psiquiatría que resume su posición sobre esta disciplina. Después de ser un seguidor y defensor del psicoanálisis en esta parte del mundo, reconocido inclusive por el propio Sigmund Freud, quien lo menciona en la segunda edición de su Historia del movimiento psicoanalítico, Delgado se aleja del psicoanálisis y opta por una posición cada vez más crítica acerca de esta doctrina, siendo influido a partir de entonces por las ideas de Karl Jaspers y Nicolai Hartmann. Delgado cumplió una importante tarea difusora en el extranjero de los avances internacionales en la psicología y la psiquiatría. Durante muchos años profesor en la Universidad de San Marcos, en 1961 encabezó la renuncia colectiva de docentes de la Facultad de Medicina de esa casa de estudios por su disconformidad con respecto a la ley que implementaba el co-gobierno. Poco después se creó la Universidad Peruana de Ciencias Médicas y Biológicas (hoy Universidad Peruana Cayetano Heredia), cuyo primer rector fue precisamente Honorio Delgado. Breve semblanza de Honorio Delgado “Honorio Delgado representa la figura del médico humanista y renacentista que va más allá de su profesión para abarcar amplias parcelas del conocimiento. Clínico sagaz, psicopatólogo profundo, terapeuta enterado de todo lo nuevo, que aplicaba en nuestro


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medio con rigor crítico, fue la expresión de lo que puede desear un espíritu de elección, en constante hervor creativo. Filósofo y escritor, esteta y lingüista, naturalista y ecólogo era, en los diversos escenarios que la vida le ofreciera, la misma persona y el mismo pensador que concebía y practicaba su profesión conforme con los elevados valores de la ética” Tomado de Mariátegui, J., Elogio de Honorio Delgado, Lima, Universidad Peruana Cayetano Heredia, 1993, pg. 36

Walter Blumenfeld (1882-1967) En el Perú, Delgado representa la posición filosófica en psicología. Pero en 1935 llega a Lima, procedente de Alemania, Walter Blumenfeld. Blumenfeld, destacada figura del movimiento psicotécnico alemán, había sido profesor en la Universidad Técnica de Dresde hasta que en 1935 fue privado de su cargo debido a su ascendencia judía. Impedido de asumir posición laboral en Alemania y con escasas posibilidades de encontrar algo en Europa, Blumenfeld aceptó una oferta de trabajo que le alcanzara la Universidad Nacional de San Marcos, trasladándose al Perú, donde permanecería hasta el fin de sus días. Formado bajo la dirección de Stumpf y autor de un interesante y hasta hoy muy citado estudio sobre psicofísica de la visión, trabajo que fue presentado como tesis doctoral en la Universidad de Berlín, Blumenfeld se distinguía por una posición objetiva en psicología, considerando al experimento como la vía más prometedora de obtención de conocimiento en psicología. Sus ideas no fueron comprendidas en nuestro medio y, además, Blumenfeld tuvo que afrontar el más o menos soterrado antisemitismo de la sociedad limeña. A pesar de eso permaneció en el Perú y publicó su importante Introducción a la psicología experimental (1946), el primer libro que presenta una visión objetiva de la psicología en nuestro medio. La escena psicológica peruana de los últimos años


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Figuras destacadas de la escena psicológica peruana de los últimos años son Raúl González, hace algunos años fallecido; y Reynaldo Alarcón (1924-), psicólogo con una muy larga trayectoria académica que se inicia cuando él es discípulo de Walter Blumenfeld, y que es en la actualidad uno de los impulsores de la psicología positiva en el Perú; y, Leopoldo Chiappo (19262010), recientemente fallecido, tal vez el más distinguido representante de la psicología humanística en el país. Alarcón, durante muchos años profesor en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, continúa en actividad y ha dado a la luz numerosos libros así como también investigaciones. Metodólogo e historiador de la psicología peruana (véase por ejemplo su Historia de la psicología en el Perú, Lima, 2000) en la actualidad se dedica a difundir y promover en el Perú la psicología, habiendo estimulado la creación de la Sociedad Peruana de Psicología Positiva, la misma que llevó a cabo el primer simposio sobre el particular en el país, en las postrimerías del 2009. Alarcón es la figura más conocida de la psicología peruana en América Latina Leopoldo Chiappo, por su parte, incursionó en el campo de la psicología filosófica con su muy leído Dante y la psicología del infierno (1983), una obra basada en La Divina Comedia de Dante Alighieri. Poseedor de una pluma con un amplio registro expresivo, y hombre de una cultura portentosa, puede con toda justicia ser considerado un representante de la psicología humanística entre nosotros. En el 2005 dio a la luz una muy leída Psicología del amor (Lima). Tampoco puede dejar de mencionarse a Javier Mariátegui (1928-2008), el hijo de José Carlos Mariátegui (1894-1930), el Amauta, la gran figura del marxismo latinoamericano. Psiquiatra de profesión, Mariátegui mostró siempre un gran interés por los temas psicológicos. Además de una amplia obra escrita expresada en libros (por ejemplo, Estudios de psiquiatría social en el Perú, escrito en colaboración con Baltazar Caravedo y Humberto Rotondo, Lima, Ediciones del Sol, 1963), artículos, investigaciones clínicas y en el área de la psicología social, así como en comentarios de obras, Mariátegui será siempre recordado por haber sido el fundador del Instituto


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Nacional de Salud Mental “Honorio Delgado-Hideyo Noguchi”, la más importante institución en salud mental en el Perú. Tras el fallecimiento de Honorio Delgado, su maestro, Mariátegui asumió la dirección de la Revista de Neuro-psiquiatría, que Delgado había fundado en 1938 y animó hasta su muerte. La Revista de Neuro-psiquiatría fue dirigida por Mariátegui hasta su fallecimiento y es una publicación en la que se puede seguir la evolución de la psiquiatría peruana hasta la actualidad. Un artículo de Mariátegui cuya lectura es muy recomendable es “Concepción del hombre y alcoholismo en el antiguo Perú” (Anales de Salud Mental, Lima, 1985, vol. 1, 33-49) El rol de los emigrantes Un hecho cierto es que el progreso de la psicología latinoamericana fue poderosamente estimulado por la presencia de psicólogos europeos que, por un tiempo o permanentemente, estuvieron en alguno de los países de la región. Ya nos hemos referido a Walter Blumenfeld, quien optó por el Perú como su segunda patria. Pero él en modo alguno fue el único. La lista en realidad es extensa y solo mencionaremos dos o tres casos: Waclaw Radecki (18871953), un psicólogo polaco formado bajo la dirección de Claparède (18731940) en Ginebra, emigró primero a Brasil y de allí a Montevideo, donde se estableció definitivamente, organizando en 1950 el I Congreso Latinoamericano de Psicología; Mercedes Rodrigo (1891-1982), española, que emigró a Colombia y de allí a Puerto Rico, jugando un rol muy importante en la psicología colombiana; los húngaros Béla Székely (1899-1955) y Oliver Brachfeld (1908-1967), el primero trabajando en Argentina y en Chile, y publicando un importante libro en su momento, Los tests, algo así como un vademécum para aquel que en los 1950 y los 1960 quería saber algo de pruebas psicológicas, y el segundo (Brachfeld), desplegando una intensa actividad en Ecuador y Venezuela. Pero de todos ellos la figura más importante fue Emilio Mira y López (1896-1964), destacado psicólogo español de actividad incansable, que a raíz del desenlace de la Guerra Civil Europea, se vio obligado a dejar España, e iniciar una suerte de vagabundeo por América Latina en búsqueda de una


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posición profesional. Mundialmente conocido y autor de una ingente obra escrita, Mira y López enfrentó los problemas de todo exiliado pero además la oposición (no siempre muy disimulada) de grupos conservadores en América Latina que no veían con agrado su presencia por esta parte del mundo. Tras coleccionar promesas de empleos en Argentina que nunca se concretaron, Mira y López se trasladó a Brasil en donde sí jugó un rol importantísimo en el desarrollo de la psicología en ese país. El panorama en la actualidad La psicología se ha establecido definitivamente como ciencia y como profesión en América Latina. La cantidad de psicólogos latinoamericanos probablemente desborda las necesidades reales sobre el particular de la región, pero por otro lado, pone de manifiesto el interés de las sociedades latinoamericanas por esta disciplina. Sin embargo, se observa un déficit en materia de investigación y, asimismo, una falta de concentración en algunos de los temas urgentes de la región, como son la violencia, la exclusión social, el racismo. Una excepción la constituye la obra, lamentablemente trunca, de Ignacio Martín-Baró (19421989), cuyos planteamientos se conocen con el nombre de psicología de la liberación. Martín-Baró, un sacerdote jesuita que enseñaba en El Salvador, desplegó una actividad intensa de estudio de la realidad de ese país, sacudido por una violencia estructural y la guerra civil. Utilizando enfoques variados Martín-Baró formuló importantes denuncias y cuestionó algunos de los mitos de mayor circulación en América Latina, por ejemplo el del latinoamericano ocioso. En medio de la guerra civil, Martín-Baró fue asesinado por paramilitares en el campus de la Universidad Simón Cañas, de San Salvador. Alguien que ha contribuido notoriamente al desarrollo académico de la psicología es Rubén Ardila, fundador en 1969 de la Revista Latinoamericana de Psicología y decidido impulsor de la Sociedad Interamericana de


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Psicología, entidad que agrupa a un importante número de psicólogos de la región y que celebra un congreso cada dos años. La comunidad psicológica latinoamericana ha rendido homenaje al incansable trabajo de Ardila en un libro titulado El legado de Rubén Ardila. Psicología: de la biología a la cultura (editado por Luis Flórez Alarcón, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 2003). En México no puede obviarse una mención a Rogelio Díaz-Guerrero (1918-2004), impulsor decidido de la psicología académica e importante investigador en el área de la psicología social (habiendo escrito trabajos sobre la psicología del mexicano; Psicología del mexicano: descubrimiento de la etnopsicología, 2001), cuyas ideas han influido grandemente en la psicología latinoamericana. Si bien no un psicólogo sino más bien un agudoy sensitivo observador de la realidad de su país y de la América mestiza, Octavio Paz (1914-1998), el gran escritor mexicano que fuera laureado con el Premio Nobel, ha legado una obra de gran significado para la comprensión de la identidad latinoamericana: El laberinto de la soledad (1950). También en México encontramos por algunos años a Erich Fromm, que impulso el psicoanálisis en ese país. Como resultado de sus investigaciones acerca de la mentalidad de campesinos mexicanos publicó en colaboración con Michael Maccoby Social carácter in a Mexican village: a sociopsychoanalytic study (1970).


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