35 minute read
economía
Opinión
Mgs. Aldo Abram
Advertisement
Economista y Director de la Fundación “Libertad y Progreso”.
El Banco Central de la República Argentina (BCRA) y el gobierno cifran sus expectativas de salir del “cepo” en un futuro con un mayor ingreso de divisas. El problema es que no parece factible que, con control de cambios, vayamos a ver un incremento sostenido de recursos del exterior. En principio, nadie va a traer sus ahorros e inversiones del extranjero si no sabe con certeza si podrá llevárselos. De hecho, son frecuentes las restricciones a girar dividendos o pagos de otros compromisos al exterior por el mercado cambiario oficial. Incluso se ha avanzado sobre la operatoria con dólares paralelos legales, como los que recientemente implementó el BCRA y que afectó particularmente al “Contado con Liquidación”, donde operan empresas y grandes ahorristas. El problema con el “cepo” es que los gobiernos usan este tipo de instrumentos cuando no quieren que se refleje en el dólar oficial todo lo que se está depreciando el peso. Cosa que en general sucede porque el BCRA emite para financiar el exceso de gasto del gobierno, y como la gente no demanda esa moneda local poco confiable, su precio baja, como pasa se produce de algo más de lo que la gente quiere. Estamos hablando de que los pesos en los que ahorramos y cobramos nuestros sueldos pierden poder adquisitivo, del que se apropia el BCRA para dárselo al gobierno para que gaste más. Mientras tanto, la gente tendrá menos con qué comprar, empobreciéndose. Cuando una moneda pierde valor, se refleja inmediatamente en el tipo de cambio, lo que preocupa a los gobiernos; ya que todos los bienes que están en las góndolas de los supermercados se pueden exportar o importar y, por ende, su valor depende del valor del dólar oficial. Por eso intentan evitar su alza y una de las formas para lograrlo es poner un cepo. O sea, restringir el acceso de empresas y personas a dicho mercado para poder fijar un valor artificialmente barato del dólar oficial. De esta forma, se logra que los precios de la gran mayoría de los bienes que consume la gente suban menos de lo que deberían. Así que está en la naturaleza del cepo que el valor de la divisa estadounidense que paga a quién se la vende no refleje la verdadera depreciación de nuestra moneda; pero ésta sí se observa en los mercados paralelos libres. Por ello, también la historia muestra que en el largo plazo la brecha entre ambas cotizaciones tiende a agrandarse, más allá de coyunturales reducciones. Así podemos decir que cualquiera que está obligado a entregar sus divisas extranjeras al BCRA sufre una quita, equivalente a la diferencia entre lo que recibió de pesos y lo que le saldría volver a recomprar esa moneda en los mercados libres. En la actualidad, esa diferencia implica una pérdida del 40%.
Más exportaciones para poder salir del cepo, un perro que se muerde la cola
¿Habrá muchos dispuestos a aceptar ese porcentaje de quita por tener el privilegio de que le dejen entrar sus recursos a la economía argentina? Ahora imaginemos, un productor de bienes o servicios que se pueden exportar y que, por ende, su precio está determinado por el dólar mayorista que artificialmente fija el BCRA. Este señor también tiene una quita sobre el total de su producción, hoy de más de 40%. Con lo que le resta tiene que pagar todos los impuestos que paga el resto de los argentinos, los costos y tratar de ganar. La cosa se pone peor si le agregamos que además hay retenciones impositivas; ya que, por ejemplo, la quita total para un productor de soja supera el 60% de sus ingresos. Si mañana el gobierno decidiera sacarle ese porcentaje al ingreso de todos los trabajadores y que, además, sigan pagando los mismos tributos que antes, seguramente la reacción sería apocalíptica. Sin embargo, parece resultar normal que se lo hagan a otro. Otra forma de analizarlo es la siguiente. El precio de un bien o servicio exportable está determinado por el tipo de cambio mayorista, que es el que se recibe al venderlo al exterior; pero que también determinará el valor de venta en el mercado interno, porque habiendo competencia ambos precios deben ser similares. Como el dólar “cepo” no refleja todo lo que se deprecia el peso, abarata artificialmente lo que cobra el productor. Sin embargo, sus costos sí subirán de acuerdo a la verdadera pérdida de valor de la moneda local. Así, queda en una suerte de “prensa” en el que la parte de abajo aumenta más rápido que la de arriba, asfixiándolo. Por ello, la producción de este tipo de bienes y servicios tiende a bajar con cepo. En los últimos 8 años, con oscilaciones coyunturales, las exportaciones se han mantenido estancadas. Si se analizan los períodos de cepo, se pueden identificar algunos momentos de suba y es porque los precios internacionales aumentan o están altos. Lógico, si tus ingresos están en alza, pueden quitarte cada vez más de él sin que lo notes; siempre y cuando lo que te saquen sea menos de lo que estos se incrementan. El problema, es que esas subas de valores mundiales son coyunturales y, cuando corrigen a la baja, como sucedió durante el cepo de la Presidente Cristina Fernández, los sectores productores se ven fuertemente
empobrecidos. Por lo tanto, las exportaciones vuelven a caer en cantidad, manteniendo la tendencia de largo plazo al estancamiento o a la baja. Cabe observar que durante el período 2016-2019, a pesar de un escenario externo relativamente menos favorable, las cantidades exportadas tendieron a subir. No es raro, ya que se eliminó el cepo y, por ende, la quita cambiaria que sufrían quienes producían esos bienes y servicios que se vendían al exterior. De hecho, con el cepo actual la tendencia a la baja de las cantidades exportadas se mantiene. En 2020, debido al impacto de la pandemia y de haberse impuesto una de las cuarentenas más largas y restrictivas del mundo, las exportaciones cayeron un 17% en términos de cantidad y en 2021 será una suerte que se recupere un cuarto de esa pérdida. Es cierto que venderemos más que en 2019; pero solamente por un enorme aumento de precios internacionales que, no sólo modera el impacto negativo del cepo, sino que permite sumar muchos dólares por unidad. La mala noticia es que esta alza de los valores de lo que exportamos es coyuntural y que volverán a bajar, a más tardar, en 2022. Entonces, sucederá como cuando una zona se inunda, se puede observar un hermoso ojo de agua; pero cuando la creciente se retira queda a la vista un paisaje desolador. Así que, sin un profundo cambio de política económica, no hay ninguna posibilidad de que en los próximos años volvamos a tener niveles físicos de ventas externas como los de 2019.
La Argentina tiene una larga lista de razones por las cuales es poco competitiva internacionalmente y, por ende, está condenada a tener una pobre evolución de sus exportaciones. La presión tributaria es exuberante, al nivel que la Argentina está en el puesto 21 de los países que más exprimen con impuestos a sus empresas, entre 191 relevados por el Banco Mundial. Además, los productores se ven asfixiados por más de 67.000 regulaciones con las que los funcionarios intentan decirles cómo tienen que hacer las cosas. Por último, la legislación laboral desincentiva la creación de puestos de trabajo productivo en un país en que más de la mitad de la población está desempleada, en la informalidad o tiene un seguro de desocupación disfrazado de empleo público o plan asistencial. Conclusión, no sólo no parece haber voluntad de resolver los problemas de fondo que tiene el país y que implican una enorme carga sobre las posibilidades de mejorar las exportaciones, sino que el cepo en sí es un instrumento que las desincentiva. Así que suena a un perro que se intenta morder la cola decir que saldremos del control de cambios cuando aumenten fuerte las ventas externas del país; porque eso nunca sucederá en forma sostenida; mientras mantengamos el actual rumbo económico.
Opinión
Claus Noceti
Asesor. Abogado especialista en derecho aduanero y cambiario.
No hay duda de que los controles de cambio son una herramienta válida para ciertos momentos críticos de las economías. Son medidas que, bien utilizadas, suelen ser efectivas. No obstante ello, si son mal utilizadas, por su uso prolongado o su exceso en las formas, puede tener efectos sumamente adversos. En otras palabras, el problema surge cuando el régimen de control de cambios deja de ser un régimen de control propiamente dicho, para transformarse en un mero régimen de prohibición. Las diferencias de funcionamiento de ambos son bien pronunciadas: mientras que el control de cambios monitorea las operaciones y establece requisitos variables para ciertas operaciones buscando así un equilibrio entre transacciones de compra y venta de divisas, el régimen de prohibición se encarga de ir restringiendo de forma creciente las operaciones, llegand0 incluso (en sus versiones más extremas) al punto de prohibir no solo las operaciones estrictamente de cambio, sino incluso interferir en operaciones ajenas a estas (como por ejemplo, transacciones bursátiles, operaciones locales en moneda nacional, etc.). El peligro de los regímenes de prohibición es que generan dos posibles efectos colaterales. El primero de ellos es la utilización de mercados paralelos, y el segundo, aun más drástico, es la inexorable renuncia al ámbito territorial donde este se aplica. En términos prácticos, nos referimos a la renuncia de las empresas al mercado oficial de cambios, utilizando estos mercados alternativos cuya utilización implica costos adicionales que se trasladarán a precios (siempre paga el mismo). O bien, la migración de éstas hacia territorios que incluso con controles de cambios, por no de prohibición, resultan más atractivos. Pareciera no haber lugar a duda sobre qué tipo de régimen tenemos en Argentina, pero si por casualidad algún optimista a ultranza la tuviera, el Banco Central de la República Argentina (BCRA), a través de la Comunicación “A” 7327 (del 12/07/2021), termino por despejarla. Hagamos primero un muy breve repaso. Hoy, el BCRA no concede acceso al mercado de cambios para pagar dividendos, tampoco para el caso de repatriaciones de capital. No permite el acceso al mercado de cambios para pagar servicios a contrapartes vinculadas y, la suerte para el pago de importaciones de bienes dependerá de la antigüedad de las transacciones. Además, el mencionado organismo a determinado que no hay acceso al mercado de cambios (bajo ningún concepto) para aquellos que hubieran hecho venta de títulos valor contra dólares, o el envío de éstos
Los controles cambiarios, sin control
a cuentas del exterior. Ante este panorama, resulta lógico que las empresas, busquen la forma de poder honrar sus deudas, sin que esto implique una violación a tan complejo plexo normativo. Así, se evaluaban ciertas transacciones bursátiles que no implicaban un envío de bonos al exterior (canjes), como si también, la cancelación de ciertas deudas localmente, en pesos. La respuesta a esto fue la última Comunicación “A” 7237 que, básicamente, tiene el único propósito de acabar con estas soluciones que había encontrado el mercado. No se ofrece una solución alternativa, ya que no se trata de un control de cambios, simplemente prohíbe. Así, la mencionada normativa emparenta a los canjes de títulos en el país contra activos externos, con las operaciones de contado con liquidación que, resta decir, impiden por hasta por 180 días el acceso al mercado de cambios (no es factible acceder al mercado de cambios dentro de los 90 días de realizada esta operación bursátil ni será factible hacerlo 90 días después). Adicionalmente, la norma en cuestión apunta directamente contra la cancelación local de deudas. Al respecto se dispone que aquellos que deseen acceder al mercado de cambios, deberán presentar una serie de declaraciones juradas:
• Primeramente debe declararse bajo juramento, quienes resultar ser controlantes directos (en consideración de los preceptos de control directo incluidos en el punto 1.2.2.1. de la normativa de Grandes Exposiciones al Riesgo de Crédito) de la empresa accedente.
• En segundo término deberá declararse si acaso se han realizado pagos a estos controlantes en pesos o en activos líquidos externos (con excepción de aquellos por adquisición de bienes y servicios habituales).
• Por último, en caso de efectivamente se hubieran realizado estos pagos, sólo se concederá el acceso para el caso que estos controlantes, no hubieran realizado las operaciones de canjes de títulos contra activos externos, venta de títulos contra dólares en el país, o transferencia de títulos al exterior, dentro de los 90 días anteriores a la fecha en que se pretende acceder al mercado de cambios y, por supuesto, no harán estas operaciones dentro de los 90 posteriores a la operación de cambios.
Debe mencionarse que la norma ha dejado muchos interrogantes que se espera sean aclarados por el organismo de control. En este sentido mencionamos las dudas respecto la determinación de los controlantes, sobre el concepto de activo local, respecto del caso de salarios de personas físicas controlantes, e incluso sobre la universalidad de servicios y bienes a los que corresponde la excepción. Y así, entre tantas dudas, emerge una única certeza: siempre hay lugar para una nueva restricción cambiaria.
Opinión
Martín Simonetta
Director Ejecutivo de Fundación Atlas para una Sociedad Libre. Profesor titular de Economía Política I (UCES) y Economía Argentina, Economía Mundial y Principios de Economía (Cámara Argentina de Comercio).
Hacia fin de la década de los 80, mientras caía el muro de Berlín, se unificaban las dos Alemanias y desaparecía la Unión Soviética, Francis Fukuyama hablaba de “el fin de la historia” y el triunfo del capitalismo. El escenario no parece tan claro unas pocas décadas después. O, al menos, el triunfo unívoco del modelo de capitalismo norteamericano basado en la libertad económica sustentado en libertades políticas y civiles. El inesperado fenómeno del COVID lo ha puesto de manifiesto de forma más evidente. En el presente, al menos dos grandes actores políticos desafían el otrora liderazgo unívoco de los Estados Unidos. El mundo bipolar posterior a la Segunda Guerra Mundial (en el que prevalecieron los EEUU y Unión Soviética), fue -en los años siguientes- sustituido por un liderazgo unipolar y -no tan lentamente- ha ido mutando hacia uno multipolar, integrado siempre por Estados Unidos, pero sumando a dos países. Ambos con bajo PBI por habitante, pero con “poder de fuego” estratégico: la ex líder de la URSS, Rusia, y el gigante chino. Ambos países son parte de los BRICS, técnicamente no desarrollados, pero con capacidad de quitar el sueño a los países más avanzados, aunque menos poderosos. Por un lado, China, con más de 5800 años de historia, es un país al que actualmente pertenece 1 de cada 5 humanos y que crece económicamente desde la década de los 80. Por el otro, Rusia, el país más extenso del planeta, con 160 millones de habitantes, y con una riqueza en recursos hidrocarburíferos que hace que Europa hoy dependa de su gas -en primer lugar- y su petróleo.
China, Rusia y la rebelión de dos BRICS
¿Economías de mercado sin libertad política ni civil?
Estas potencias emergentes están lejos de poder ser consideradas países desarrollados. Tampoco de los puede calificar como repúblicas con división de poderes, transparencia institucional, etc. Es bien claro en el caso de China, país al que el informe “Freedom in the World 2021” de Freedom House, califica como país “no libre”. Señala este informe que el régimen autoritario chino se ha vuelto crecientemente represivo en los años recientes y que el gobierno del Partido Comunista Chino está fortaleciendo su control sobre la burocracia estatal, los medios de comunicación, los grupos religiosos, las universidades, los negocios y las asociaciones de la sociedad civil. Asimismo, que el presidente Xi Jinping ha consolidado su poder personal en un nivel no visto por décadas en China.[1] El mismo informe de Freedom House califica a Rusia también como país “no libre”, señalando que el poder está
concentrado en manos del Presidente Putin, que cuenta con fuerzas de seguridad leales, un poder judicial subordinado, medios de comunicación controlados. En este marco el Kremlin es capaz de manipular elecciones y suprimir el disenso genuino.[2]
El doble standard de la Argentina
Argentina hoy es un país económicamente sin un amplio margen de maniobra y un bajo poder de negociación, en consecuencia. En este marco, desarrolla una política exterior que combina la serial necesidad crediticia con la vocación antinorteamericana, intentando diversificar vínculos estratégicos con naciones que parecen contradictorios entre sí. Mientras, por un lado, pide apoyo a los Estados Unidos en la renegociación de su deuda con FMI y Club de París, a la vez desarrolla una activa política de cooperación con China (2ndo destino de exportaciones del país), país que le ha prestado un SWAP, y al que le posibilita la instalación de una base en Patagonia. Algo similar (aunque con un nivel de interacción menor) sucede con Rusia, manifestado en la provisión de su vacuna (al menos en una primera dosis) así como la producción de la misma en territorio argentino. El fluido diálogo público entre los primeros mandatarios de Argentina y Rusia es también un indicador del fluido relacionamiento entre nuestro país y un Putin, firmemente arraigado a su cargo. Lo interesante -a diferencia de lo sucedido luego de la Segunda Guerra Mundial- es que tanto la “China comunista” como Rusia no desafían abiertamente el sistema de mercado en materia económica, como sucedió otrora con la URSS. Los mercados son intervenidos, manipulados, pero no cuestionados en sus fundamentos Recordemos que también en el caso de Venezuela, tanto China como Rusia, se han acercado al régimen de Maduro, complejizando una actitud más definida de los Estados Unidos en esa temática. Lo paradójico es que el partido populista de centro izquierda que gobierna argentina no manifieste ninguna posición crítica respecto del no respecto de los derechos humanos en Venezuela y China. El aún no clarificado origen de la pandemia en China -al que Donald Trump hiciera referencia oportunamente- fue no tenido en cuenta en su momento, pero recientemente la administración Biden retomó el análisis de la temática. Por su parte, las diferentes vacunas rusas Sputnik, cuyo significado es “compañero de viaje”, recuerda al primer satélite que pusiera la URSS en el espacio mostrando su apetito espacial en la “guerra de las galaxias” del entonces mundo bipolar. China también desarrolló diversas vacunas (la más conocida la Sinofarm). ¿A qué apunto con estos datos? Que tanto China como Rusia muestran sin temor su vocación de jugar más allá de sus fronteras. Estos dos actores, parte de los otrora nacientes y aún débiles BRICS, hoy ya desafían -de forma abierta y sin temor- el juego monopólico del adalid de la Libertad y la República: Los Estados Unidos. Debemos seguir monitoreando a la evolución de estos actores para visualizar posibles escenarios futuros.
[1] Freedom House, “Freedom in the World 2021”. [2] Freedom House, “Freedom in the World 2021”.
Opinión
Santiago Rossetti
Economista. Arriazu Macroanalistas @srossettiok
En los últimos tiempos se ha hablado mucho sobre el bitcoin, las criptomonedas y la posibilidad que estas tienen de reemplazar el dinero tal y como lo conocemos. Por un lado, los fundamentalistas de las nuevas tecnologías se encuentran enamorados de las criptomonedas y auguran un futuro sin dinero físico y sin bancos centrales o entidades financieras. Por otro, muchos economistas miran las estas tecnologías con recelo y prevén que el valor de las monedas tenderá a cero cuando cualquier individuo pueda emitir una nueva. El bitcoin es por sobre todo una nueva tecnología que intenta mejorar algunos de los procesos económicos que desarrollamos día a día. Es una forma de utilizar conocimientos y herramientas de una forma novedosa y que dan por resultado, en este caso, la posibilidad de tener un nuevo mecanismo de pagos. Las tecnologías precedentes de las que se nutre el bitcoin ya existían desde el 2001. Sin embargo, se debieron esperar siete años para que se publicara el white paper seminal del bitcoin. El papel moneda es también una tecnología, hoy por hoy poco novedosa, cuyos orígenes se remontan a la China del siglo VII y que Marco Polo quiso llevar a Europa en el siglo XIII, aunque las letras de crédito existieron desde antes. Esta tecnología intentaba solucionar el problema de transportar grandes cantidades de oro o metales preciosos. Como el papel moneda nunca tuvo un valor per se, cada billete debía tener el respaldo de una autoridad financiera con capacidad para hacer de caja de conversión: este fue el rol inicial de los Banco Centrales. Con el transcurrir de los años, el papel moneda fue perfeccionándose y también complejizándose. Se añadieron nuevas tecnologías para dificultar el trabajo de los falsificadores, y quienes emitían el papel moneda fueron descubriendo que la gente lo demandaba por la simplicidad que les aportaba en concretar sus operaciones diarias. Por lo tanto, los emisores no necesitaban tener un respaldo pleno para responder ante las exigencias los tenedores. En la década del ’70, Estados Unidos abandonó definitivamente el patrón oro. Esto quiere decir que el valor del dinero ya no se encontraba respaldado por un activo, sino que su valor era puramente fiduciario, es decir, que dependía únicamente de la confianza de la gente. Ahora bien, es importante tener en cuenta que para que una moneda conserve la confianza que la gente tiene en ella, es necesario que conserve su valor en el tiempo. En caso de perder demasiado valor conforme pasa el tiempo, quienes demandan esa moneda dejarán de hacerlo y, de esta manera, el valor de la moneda se deteriorará aún más. Por otro lado, es también relevante que la moneda no aumente su valor de forma intempestiva, puesto que, en caso de hacerlo, traerá problemas. Existen dentro de la economía algunos precios que presentan cierta rigidez a la baja, la
Criptomonedas y el sistema financiero
disminución de su precio puede llevar a la subutilización de recursos. Para esto es fundamental un Banco Central que logre balancear el mercado mediante su política monetaria. Los optimistas del bitcoin creen que la mayor fortaleza de este es que representa un medio de pago descentralizado. Sin embargo, al no estar centralizada su oferta y no haber un Banco Central que se preocupe por la estabilidad del valor del bitcoin, se pierden algunas de las características necesarias para que sea una moneda global. La principal debilidad del bitcoin como dinero es que su valor es demasiado volátil, lo que lo convierte en un activo riesgoso; y la realidad es que un activo riesgoso difícilmente pueda ser la principal moneda del mundo. La idea germinal de la red de bitcoin es justamente la de crear un sistema de pagos descentralizado carente de una unidad física. En su remplazo, aparece esta unidad virtual llamada bitcoin. Pero para inventar esta unidad monetaria de la nada, es necesaria la existencia de al menos un libro mayor que registre las transacciones de este activo. La red de bitcoin es una red donde cada nodo tiene un libro mayor idéntico al del resto de los nodos. Para evitar transacciones fraudulentas, cada participante de la red posee una billetera virtual con una clave pública y una privada que solo conoce el dueño de la billetera. Mediante códigos criptográficos se puede asegurar que quien anuncia una transacción es quien conoce la clave privada de la billetera. Los mineros son quienes recogen las transacciones anunciadas y las incluyen en el libro mayor en forma de bloques. Estos bloques están formados principalmente por tres componentes: el registro de las transacciones realizadas en un tiempo determinado, el código de identificación del bloque conocido como “hash”, y el código de identificación del bloque anterior, con el cual se logra formar una cadena de bloques. Para evitar que estos mineros incorporen bloques fraudulentos, el protocolo de la red establece que cada integrante debe interpretar la cadena de bloques con mayor poder computacional -es decir, la cadena más larga- como la cadena correcta. El “hash” es la variable fundamental para esto, puesto que el hash es un código criptográfico único que depende del texto del bloque y que identifica pura y exclusivamente a ese bloque, pues cambiándole cualquier letra dentro del bloque el hash será completamente distinto. El trabajo de los mineros de bitcoin es el de encontrar un hash correspondiente al bloque que empiece por una cantidad determinada de ceros. Esto lo hacen a partir de poder cambiar una parte del bloque llamado “nonce” que, a su vez, modifica el hash del bloque (porque el hash depende del texto dentro del bloque). La única forma de encontrar el hash del bloque que empiece con una cantidad determinada de ceros es a través de la prueba y error de millones de “nonce” posibles hasta dar con uno correcto. Una vez que uno de los mineros consigue agregar un bloque a la cadena, le comunica al resto de la red que verificará que el nuevo bloque cumpla con los requisitos. Debido a la complejidad del problema a resolver, en promedio los mineros tardan diez minutos en agregar un nuevo bloque. Una de las principales críticas al bitcoin tiene que ver con el consumo eléctrico que demanda la red de bitcoin: el método de validación mediante la resolución de problemas criptográficos demanda una cantidad de enorme de electricidad, similar a la de un país. Sin embargo, actualmente existen muchas criptomonedas que disponen de otro método de validación que consume una cantidad considerablemente inferior de electricidad. En cuanto al problema de la volatilidad de bitcoin, actualmente existen otras criptomonedas cuyos protocolos establecen una variación en la oferta dependiendo del precio, y este es un buen mecanismo para estabilizar su precio. Los valores varían dependiendo de la demanda: cuando hay más demanda el precio aumenta; pasado cierto umbral, el protocolo establece la emisión de más unidades aumentando la oferta y reduciendo su precio, funcionando de forma análoga para cuando la demanda disminuye. La tecnología de la cadena de bloques es claramente innovadora y revolucionaria, y continúa provocando disrupciones en la economía. Sin embargo, aún existen algunos inconvenientes para poder convertirse en la próxima moneda mundial. Algunos de esos inconvenientes pueden corregirse: lo que sí está claro es que la tecnología de las criptomonedas ha llegado para quedarse, y que probablemente continúe generando posibilidades que aún permanecen inconcebibles e inimaginables.
Informe FMI
Un crecimiento inestable
La consultora Invecq Consulting S.A. dio a conocer un informe del Fondo Monetario Internacional, el cual publicó esta semana proyecciones sobre la economía global.
Se prevé que la economía mundial crezca un 6,0% en 2021 y un 4,9% en 2022. Aunque el pronóstico de crecimiento global para 2021 se mantiene inalterado respecto del mes de abril, hubo revisiones compensatorias en las economías avanzadas y las economías de mercados emergentes y en desarrollo que reflejan diferencias en la evolución de la pandemia. Mientras que las primeras aumentaron su proyección 0,5 puntos hasta 5,6% anual, la estimación para las economías en desarrollo cayó 0,4 puntos hasta 6,3%. Este descenso se explica principalmente por una previa sobreestimación de las proyecciones en los mercados asiáticos. Por su parte, la revisión al alza de 0,5 puntos porcentuales para 2022 refleja en gran medida el apoyo fiscal adicional previsto en los Estados Unidos, con los efectos secundarios asociados a la economía mundial. De esta manera, se espera que las economías avanzadas crezcan levemente menos que las economías emergentes (4,4% vs. 5,2%). Sin embargo, el FMI marca que las proyecciones base podrían verse afectadas en el corto plazo hacia la baja por los riesgos latentes. Por la positiva, una mejor cooperación mun-
dial en vacunas podría ayudar a prevenir nuevas oleadas de infección y la aparición de nuevas variantes, poner fin a la crisis sanitaria antes de lo previsto y permitir una normalización más rápida de la actividad, especialmente entre los mercados emergentes y las economías en desarrollo. Además, esto daría lugar a una liberación más rápida de lo esperado del exceso de ahorro por parte de los hogares, una mayor confianza y un mayor gasto de inversión anticipado por parte de las empresas. Por el contrario (y también más factible) un escenario negativo, basado en el retraso del reparto de vacunas que afecte sobre todo a las economías emergentes permitiría la propagación de las nuevas cepas, haciendo que los excedentes de ahorro de los hogares se liberen de forma más precavida a partir de las preocupaciones sobre la falta de empleo y los ingresos, lo que afectaría el efecto multiplicador y a la economía agregada.
Vinculados a un panorama que resulte en un menor nivel de movilidad y afecte el comercio global y a las economías más dependiente del turismo, las presiones inflacionarias pueden resultar más persistentes de lo esperado y la suba de tasas de interés globales se anticipa a lo esperado en el escenario base. Esto impactaría principalmente a las economías emergentes dado que llevaría a un endurecimiento de las condiciones financieras globales que puedan mantener el financiamiento de los elevados niveles de gasto actuales. Dado el escenario negativo, la desviación estándar que sufrirían las economías emergentes sobre su crecimiento se proyecta en un nivel mayor al de las economías avanzadas, que cuentan con una menor posibilidad de sufrir un impacto negativo. En el primer caso la baja sería del orden del 3,5% con respecto al escenario base, mientras que en las economías avanzadas sería de 1%. La preocupación que sigue firme a nivel global se relaciona con la dinámica de precios, aunque al momento el consenso sigue sosteniendo que los aumentos son transitorios, pero más elevados de lo esperado. Las recientes presiones sobre los precios reflejan en su mayor parte reacciones inusuales relacionadas con la pandemia y desajustes transitorios entre la oferta y la demanda. Por ello, se espera que la inflación vuelva a sus rangos previos a la pandemia en la mayoría de los países para 2022 una vez disipadas estas perturbaciones. Sin embargo, también se estima una alta inflación en economías emergentes, relacionada en parte por el efecto de los altos precios de los alimentos. En el caso de que las presiones inflacionarias continúen, el FMI destaca como relevante el accionar de los Bancos Centrales como las entidades encargadas de actuar para frenar la suba de precios.
Sin ir más lejos, esta semana se dieron a conocer el resultado de inflación anual de Alemania, que alcanzó 3,8%, por encima del esperado por los analistas (3,3%), hecho que no sucedía desde 1994. En España sucedió algo similar, con precios que aumentaron 2,9% y superaron las expectativas. También en Bélgica, que alcanzó 2,3% anual. Esos números dan a entender que las presiones son globales y que será vital monitorear de cerca cual es la dinámica del segundo semestre. Por último, el nivel de deuda de los gobiernos alcanzó un nivel sin precedentes, equivalente al 100 por ciento del PIB mundial en 2020 y se prevé que se mantenga en torno a ese nivel en 2021 y 2022. Si bien se espera que las potencias mundiales como EE.UU. y China reduzcan sus niveles de déficit fiscal al cierre de 2021, las economías de menores ingresos deberán seguir brindando apoyo fiscal y por eso la reducción del déficit será más tenue que en el caso de quienes ya han hecho paquetes fiscales agresivos. El acceso al mercado de deuda internacional para cumplir estos objetivos será fundamental. Para esto se propone que los países que han ingresado con un stress financiero a la pandemia y con la complicación latente de una nueva reversión de flujos de capital globales, deben refinanciar sus pasivos, haciéndose acreedores de la asignación extraordinaria que brindará en estos meses el FMI por un monto total de US$ 650.000 millones.
Opinión
Actualidad tributaria nacional
Cristina del Carmen Mansilla
Especialista en Tributación. Especialista en Derecho Tributario. Directora Especialización en Impuestos Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Belgrano.
Según doctrina especializada en Argentina la presión tributaria está entre las mayores de la región, y además son muchos los impuestos que pagan los contribuyentes por sus posesiones, su trabajo y sus consumos, tanto las personas como las empresas y organizaciones. La presión fiscal representa la cantidad de tributos que recauda el sector público de un país a través de sus ciudadanos, sin embargo, el fisco nacional ante la crisis productiva que ha generado este distanciamiento social, ha tomado una serie de medidas para aliviar la carga fiscal, lo que contradice esa doctrina y que presentamos a continuación: El 01.07.2021 la RG N° 5022 AFIP dispuso que a partir de la publicación del Régimen de Sostenimiento e Inclusión Fiscal para Pequeños Contribuyentes. Ley N° 27.618, los responsables inscriptos en IVA a partir del 01.07.2021 a efectos de cumplir con la obligación de emitir comprobantes clase “A” a responsables monotributista podrán incorporar en el comprobante la leyenda “Receptor del comprobante - Responsable Monotributo”, a través de un sello, una oblea autoadhesiva, etc.-, en el momento de su emisión, entrega o puesta a disposición.
El 06/07/2021 la RG N° 5025 AFIP dispuso la suspensión del procedimiento de exclusión de pleno derecho del monotributo de forma sistémica, así como la recategorización de oficio de los pequeños contribuyentes. También se prorrogo a los meses de mayo, junio y julio de 2021 el cómputo del plazo para la aplicación de la baja automática, por falta de pago de 10 cuotas continuadas o alternadas. AFIP, estableció que la recategorización del semestre enero/junio de 2021 podrá efectuarse a partir del 28/07/2021 y hasta el 17/08/2021, ambas fechas inclusive, la que tendrá efectos para el período comprendido entre el 1/08/2021 y el 31/01/2022. Recordemos que a partir de la vigencia de la Ley N.º 27.618 y el Decreto N° 337 se dispusieron una serie de medidas de carácter transitorio y permanentes, vinculadas a la permanencia en el monotributo o su traspaso al Régimen General de determinación de impuestos. Asimismo, cuando abonen sus obligaciones a través del débito directo en cuenta bancaria o mediante la utilización de tarjeta de crédito, el pago se efectuará el día 27/08/2021.
El 22/07/2021 la Ley N° 27639 denominada de “Fortalecimiento y alivio fiscal para pequeños contribuyentes” adoptó una serie de medidas, como el sostenimiento de los valores mensuales -impuesto integrado y cotizaciones previsionales-del Régimen Simplificado correspondientes a los meses de enero a
junio de 2021, ambos inclusive, los cuales serán retrotraídos a los vigentes para el mes de diciembre de 2020 para cada una de las categorías, respectivamente. Además, se propone un esquema excepcional de actualización de escalas; y un régimen de regularización de deudas para monotributista que procura generar un esquema de previsibilidad económica y financiera, donde los contribuyentes adheridos que registraren deuda en aquel, podrán acogerse por las obligaciones devengadas o infracciones cometidas al 30/06/2021 por los componentes impositivo y previsional, incluido obra social, con condonación de intereses, multas y demás sanciones, hasta en 60 cuotas mensuales, y con un interés de financiación no superior al 1.5% mensual. Quedan incluidas las obligaciones que se encuentren en curso de discusión administrativa o sean objeto de un procedimiento administrativo o judicial a la fecha de publicación de la presente ley, asumiendo el responsable el pago de las costas y gastos causídicos. Asimismo, el acogimiento al régimen importará el desistimiento de todo derecho, acción o reclamo, incluso el de repetición, respecto de las obligaciones regularizadas. El beneficio de liberación de multas y demás sanciones correspondientes a infracciones formales, que no se encontraran firmes ni abonadas, operará cuando con anterioridad a la fecha en que se produzca el acogimiento al régimen, se haya cumplido o se cumpla la respectiva obligación formal, aunque si el deber formal transgredido fuese, por su naturaleza, insusceptible de ser cumplido, la sanción quedará condonada de oficio, siempre que la falta haya sido cometida con anterioridad al 30/06/2021 inclusive.
Opinión
Gonzalo de León
Economista, Investigador del Observatorio de Productividad y Competitividad (*) de la Universidad CAECE.
Independientemente de la crisis actual, existe amplio consenso en que Argentina registra un desempeño decepcionante en materia de crecimiento económico, lo que en buena medida se explica por su significativo retraso en materia de inversiones y de productividad. De este diagnóstico se desprende una prescripción: aquellas acciones capaces de generar mejoras en al menos uno de estos elementos deben ser especialmente consideradas por la política pública. En esta línea, la Inversión Extranjera Directiva (IED), con potencial para generar avances simultáneos en ambos aspectos, merecería particular atención. Por IED se entiende a la participación de no residentes en empresas instaladas en un país, y el término suele usarse tanto para referirse al flujo en un período en particular -incluyendo la eventual reinversión de utilidades- como al stock acumulado a lo largo del tiempo. Se trata de una cuestión con numerosas aristas y sólo limitándose a lo estrictamente económico, pueden advertirse aspectos múltiples. Por una parte, el flujo receptivo de IED lleva alivio al balance de pagos en el momento en que se produce, pues representa un ingreso de recursos financieros, en tanto que el posterior giro de utilidades -esto es, la remisión de ganancias hacia el país de origen del inversor- implica movimientos en sentido opuesto. Es en estas cuestiones en la que suele centrarse la atención al analizar la IED en Argentina, lo que es comprensible, dado que el sector externo cumple frecuentemente un papel destacado en las recurrentes crisis macroeconómicas que padece el país. Sin embargo, el rol de la IED en la economía dista de agotarse en su injerencia en el balance de pagos. Los flujos de IED pueden ser significativos para la expansión del stock de capital: en tanto se apliquen a construcción de nuevas plantas, compra de nuevo equipamiento o algún otro tipo de ampliación de la capacidad instalada (y no meramente a adquisición de una empresa ya existente) serán parte del componente de la demanda agregada que los economistas llaman Inversión, y que define buena parte de la capacidad productiva futura. Pero esto no es todo, pues la IED en general trae consigo más que recursos financieros, y es esto es algo que queremos destacar en este artículo, dado que a menudo es pasado por alto. Una compañía multinacional, que opera en mercados líderes, al desembarcar en el país típicamente traslada consigo técnicas de vanguardia (en materia de producción, administración, marketing, etc.), a la vez que lleva a una profesionalización de los recursos humanos locales y a avances en materia de investigación y desarrollo. Todo esto permite un alza de la producción más allá de lo que cabe esperar de la mera expansión del stock de capital físico. A la vez, estos saberes no tienen porqué quedar confinados a la empresa
La inversión extranjera como motor de la productividad
en cuestión, sino que paulatinamente pueden diseminarse entre otras firmas de la economía receptora -en la medida en que éstas sean capaces de absorber las habilidades que aquella aporta-. Por ejemplo, los proveedores locales de una compañía que opera con elevados estándares pueden a su vez, mediante un progresivo aprendizaje, mejorar sus niveles de calidad, constituyendo esto un paso relevante para su propia expansión, especialmente hacia los exigentes mercados internacionales. De todo lo anterior se desprende que la IED puede no solo colaborar para mejorar el balance de pagos -en el momento de recibir los flujos- y posibilitar una mejora de la tasa de inversión, sino que también tiene un significativo potencial para mejorar un aspecto en el que Argentina registra un rezago notable: la productividad. Los detractores de la IED suelen recriminarle especialmente dos efectos adversos: perjuicio para firmas locales no competitivas y deterioro futuro del balance de pagos por giro de utilidades. Ante esto, cabe proponer acciones para minimizarlos. Por una parte, los esquemas de asociación con compañías ya instaladas en el país -que carecen de los saberes que la empresa extranjera posee pero que pueden aportar un profundo conocimiento del mercado interno- amortiguaría el eventual costo del desplazamiento de firmas locales rezagadas tecnológicamente. En relación al segundo punto, en tanto, deberían generarse los incentivos adecuados para que las inversiones estén especialmente orientada a actividades con capacidad de generar divisas -como podrían los incipientes sectores exportadores de servicios basados en el conocimiento-, lo que compensaría las presiones que en el futuro la remisión de dividendos puede ejercer sobre las cuentas externas. En resumen, la IED constituye una vía para generar mejoras en la economía en general y en la productividad en particular. Para un país como Argentina, ciertamente necesitado de urgentes y significativos progresos en estos aspectos, se presenta como un camino que no debería ser desaprovechado. Pese a ello, de acuerdo a cifras del Banco Mundial, en 2019 el país recibió flujos de IED por algo menos de 1,5% del PIB, muy por debajo de otras economías de la región, como Perú (3,9%), Brasil (4%), Chile (4,2%) y Colombia (4,4%). Sería deseable, pues, que desde la política pública se promoviera su avance, por ejemplo, generando condiciones de mayor certidumbre o yendo en búsqueda de estos capitales; o, cuanto menos, que no se los desalentara con un tratamiento discriminativo en materia tributaria, regulatoria o de otra índole.