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Perspectivas y retos: La ruta hacia la estabilidad económica en Argentina
Natalia MOTYL
Economista, docente en UCEMA y directora de consultora NM. consultoranm.com
Un nuevo gobierno llega a la Argentina y las esperanzas vuelven a acrecentarse ante las oportunidades de encaminar el país hacia el crecimiento económico sostenido.
La gente está ansiosa por ver qué planes económicos traen consigo, pero lo único que el presidente electo ha afirmado hasta ahora es: “No hay plata”. Y eso sí que es algo nuevo para un país como el nuestro, conocido por tener una sucesión de gobiernos que parecen gastar sin medida los escasos recursos que generan sus propios ciudadanos.
La incertidumbre sobre el plan económico es grande, y es comprensible. La mayoría está expectante para ver qué medidas se tomarán para enderezar la economía. A lo largo del tiempo, el país ha experimentado altibajos económicos, con crisis que han dejado a la gente preocupada por su futuro. Por eso, la idea de un gobierno que reconozca la realidad de las finanzas del país puede ser un giro importante.
Hablar de “no hay plata” puede sonar fuerte, pero puede ser un indicativo de que se busca una gestión más responsable de los recursos. Si los gobiernos anteriores gastaron de manera excesiva o mal administraron los ingresos, esto podría ser una señal de que se pretende cambiar esa tendencia. La esperanza es que se puedan implementar políticas económicas más prudentes, enfocadas en generar ingresos de forma sostenible y usarlos de manera más eficiente para el beneficio de todos los argentinos.
Imaginemos que nuestra economía es como una montaña rusa: a veces sube, a veces baja, y hay momentos en que la cosa se pone un poco fea. Cuando eso pasa y la economía está mal, es como cuando te duele la cabeza y necesitas una aspirina para sentirte mejor. En el caso de un país, cuando las cosas no van bien, cuando los precios suben mucho, hay pocos empleos o el Estado tiene más gastos que lo que gana, el gobierno saca su “aspirina” económica, que es un plan de estabilización.
A lo largo de la historia de Argentina, hemos tenido varios de estos “planes de aspirina” económica.
Plan Austral de 1985, durante la Presidencia de Alfonsín, fue como cambiar la medicina: en lugar de usar la misma moneda de siempre, introdujeron una nueva, el “Austral”, que tenía menos ceros y congelaron los precios y los salarios por un tiempo para tratar de calmar las cosas.
El Plan Bonex de 1989, durante la Presidencia de Menem, una medida un tanto drástica. Imagina que la gente tenía su dinero guardado en el banco y de repente les cambiaron esos ahorros por un bono del gobierno. Fue un movimiento bastante controversial
Plan de Convertibilidad, también con Menem y de la mano de Cavallo, este plan era como pegar el peso argentino al dólar. Es decir, un peso argentino valía exactamente lo mismo que un dólar.
El más exitoso fue el de la convertibilidad, el que logró algo que parecía imposible: pasar de una hiperinflación (esos momentos en los que los precios subían más rápido que un cohete) a una inflación del 0%. Imagínate, ¡ni un solo aumento de precios por un buen tiempo!
Pero no se trataba solo de parar la inflación. El objetivo más grande siempre fue hacer que la economía sea más estable.
Entonces, ¿qué significa tener una economía estable? En términos simples: es como tener una flor que crece linda y fuerte. En la economía, eso se traduce en un crecimiento constante, como una planta que no deja de crecer. También implica tener poca inflación, o sea, que los precios no se vayan por las nubes de repente. Además, se busca que el gobierno no gaste más de lo que tiene, como si a uno le pagaran $100 y no gastara más de eso.
Otra cosa importante es que se creen trabajos, porque si hay mucha gente sin trabajo, es como si a la planta le cortas las raíces y no puede crecer. Y para que todos puedan tener oportunidades, es clave que los préstamos sean accesibles, como si alguien te presta algo y no te cobra un montón extra por eso.
Así que, resumiendo, el plan de la Convertibilidad no solo detuvo la inflación, sino que buscó que la economía estuviera más equilibrada, con crecimiento, sin inflación, gastos controlados del gobierno y más oportunidades para la gente.
El nuevo presidente dijo algo que muchos han estado sintiendo: nuestra economía está estancada y, encima, todo está más caro. Es como estar inmovilizado en plena autopista, ¡nadie avanza y además te cobran más por quedarte ahí parado!
El término que usó, estanflación, es como un combo de dos problemas serios que se juntan Por un lado, está el estancamiento económico. Es cuando las empresas no están produciendo más, no están contratando más empleados y no están invirtiendo en crecer. Es como si un negocio dejara de vender, no contratara más empleados y no abriera más sucursales, se queda así, quieto. Y por otro lado, está la inflación. Eso es cuando el dinero en tu bolsillo parece que se achica como por arte de magia y te alcanza para menos cosas. ¿Te pasó que cuando vas al chino y cada vez tus productos de siempre cuestan más? Eso es inflación, y es como si el dinero perdiera su valor cada día.
Imagina la economía como un auto que está atascado en el barro y además tiene las llantas desinfladas, ¡es una situación complicada! Ahora el desafío es cómo sacar el auto del barro y arreglar esas llantas para poder volver a avanzar por la carretera del crecimiento económico.
Las consecuencias de la estanflación son:
Más desempleo: Imagina que las empresas tienen que lidiar con precios que suben cada vez más rápido. ¿Sabes qué pasa? Hacer negocios se vuelve complicado. No pueden calcular bien sus costos y eso significa que no saben cuánto van a ganar o perder. Como consecuencia, pueden decidir no contratar más gente o incluso despedir a algunos empleados para tratar de sobrevivir en medio de esta situación.
Menos ahorro e inversión: la incertidumbre y los cambios constantes en la economía hacen que las empresas sean más cautas. Las empresas, dudan en invertir en nuevos proyectos porque no saben si van a ser rentables o no.
Mayor incertidumbre y crisis de confianza: Esto es como un círculo vicioso. Cuando la economía está así de inestable, las empresas no invierten, lo que significa menos crecimiento. Y cuando no hay crecimiento, la confianza de la gente y de los inversionistas en el futuro se desploma. Todo esto hace que sea más difícil salir.
Caída de recursos públicos: Si no hay mucho dinero entrando, no puedes gastar tanto. Cuando la economía va mal, la gente gana menos o pierde sus trabajos, entonces el gobierno también recibe menos dinero en impuestos. Esto puede significar que haya menos dinero para invertir en áreas como educación, salud o infraestructura. Y si una región depende mucho del gobierno para empleos, una caída en los recursos puede golpearla especialmente duro.
Este va a ser un período bastante difícil. Vamos a necesitar un buen tiempo para poner todo en orden. La clave aquí va a ser cómo la gente maneje todo esto. Si todos podemos aguantar un poco y mantener la calma mientras se ponen en marcha las soluciones, ¡genial! Pero si la gente empieza a ponerse nerviosa o enojada, eso podría complicar las cosas. Imagina que estás cocinando algo y de repente hay mucho fuego en la cocina, si te pones a gritar y correr, todo será aún peor. Es un poco así en la economía, si la gente se pone muy nerviosa durante este plan de estabilización, podría poner límites a lo que se puede hacer para resolver todo esto.
Además, hay otro asunto importante: este plan va a estar rodeado de deudas. Imaginemos que pedimos prestado dinero para arreglar nuestra casa. Suena bien, ¿verdad? Pero si pedimos demasiado, corremos el riesgo de no poder pagar esas deudas. Y si no podemos pagar, eso va a afectar a todos, no solo a uno, sino a nuestros vecinos, familia... bueno, en el caso de la economía, podría impactar no solo en las empresas y el trabajo, sino también en el banco y todo lo relacionado con el dinero.
En resumen, vamos a necesitar ser pacientes y mantener la calma mientras se pone en marcha este plan para enderezar las cosas. Pero también hay que tener cuidado con la deuda, ya que, si nos endeudamos mucho, podríamos terminar metidos en un problema aún más grande que el que estamos tratando de resolver.