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La resurrección de Smoot y Hawley
Carlos CANTA YOY
Asesor en Comercio Exterior.
El presidente electo de los Estados Unidos, DONALD TRUMP, ya lo ha demostrado en su anterior gobierno y ahora piensa intensificar la aplicación de sus ideas respecto a las relaciones comerciales de su país con el resto del mundo: es contrario a los tratados de libre comercio con otros países, es proteccionista, proyecta aumentar drásticamente los derechos de importación, especialmente a los productos de sus principales proveedores, entre ellos Canadá y México (miembros del antiguo NAFTA) y, por supuesto, China. Todo en beneficio, sostiene, de su país. Esta política, que resulta simpática a muchos desocupados o desplazados en el mercado de trabajo norteamericano, tiene sus consecuencias perjudiciales. Entre ellas la del encarecimiento de los productos de consumo y el aumento de la inflación. La suba de los costos de importación encarecerá a aquellos, muchos, productos fabricados en los Estados Unidos, pero con la participación de insumos y materiales de otros países proveedores.
El Instituto Tecnológico de Massachusetts indicó que la política proteccionista de Trump en su primer mandato no redujo la desocupación como él mismo predecía.
Esta película ya la vimos y sus consecuencias fueron desastrosas
La Ley Smoot-Hawley fue aprobada por el Congreso de los Estados Unidos y entró en vigencia el 17 de junio de 1930. La Ley de Aranceles fue propuesta por los senadores REED SMOOT y WILLIS HAWLEY y elevó unilateralmente los derechos de los productos importados, tanto materias primas y alimentos, como productos industrializados, con la intención de atenuar los efectos de la Gran Depresión ocurrida en 1929.
Se establecieron fuertes aumentos a los aranceles de importación a alrededor de veinte mil productos. Esto causó un fuerte impacto en el comercio mundial de la década de los años treinta. En la historia del país fueron los segundos por su monto desde su similar de 1828. Pero la situación no era la misma. Había transcurrido poco más de un siglo y los Estados Unidos eran ya, como son ahora noventa y cuatro años después, el primer mercado de importación del mundo.
Se suponía que entonces, igual que ahora Trump, iba a resolverse la desocupación y los salarios, protegiendo así a los trabajadores y principalmente a los agricultores contra la competencia de otros países.
Había un antecedente inmediato a la Ley: en febrero de 1929 se habían elevado los aranceles de importación de productos agrícolas, perjudicando a socios comerciales, como el Canadá, entre tantos otros. Ahora, en 1930, hubo protestas ante la Ley por parte de economistas, banqueros y hasta industriales, solicitan- do al presidente Hoover que vetara el proyecto del Senado. El principal motivo era que se temía hubiera represalias de los países importadores de productos norteamericanos. El prejuicio sería entonces para todo el comercio internacional. Y así fue.
Empezaron a brotar como hongos las represalias arancelarias y las restricciones en otros países a la importación de productos norteamericanos. Canadá elevó al 30% los aranceles a dieciséis productos norteamericanos. Inglaterra y Francia adoptaron medidas similares, proteccionistas, como respuesta a la Ley Smoot-Hawley. Alemania aspiró a la autarquía y al comercio solamente con países europeos.
Pero, no fueron éstos, los únicos ejemplos. La tendencia fue mundial hacia el proteccionismo. Internamente, al principio la ley fue beneficiosa para los protegidos agri- cultores e industriales de Estados Unidos. Pero pronto fue evidente el perjuicio no solamente al comercio internacional sino en particular a la exportación de productos norteamericanos. La industria fue entonces la principal perjudicada.
La situación económica en depresión hizo que las barreras arancelarias y para-arancelarias a las importaciones fueran totalmente ineficaces. Por si fuera poco, bajó sensiblemente la demanda de productos agrícolas tanto como industriales. En una palabra, las consecuencias de la Ley Smoot-Hawley fueron desastrosas. Algo que hoy parece ignorar u olvidar el nuevo gobierno del Partido Republicano.