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Empresas en la mira de la crisis climática. Cómo adaptarse para un futuro sostenible
Julián D’ANGELO
Director del Centro Nacional de Responsabilidad Social Empresaria y Capital Social (FCE-UBA).
Secretario Ejecutivo de la Red Iberoamericana de Universidades por la RSE (RedUniRSE
Las devastadoras consecuencias de la crisis climática se hacen cada vez más palpables en todo el mundo, con un año particularmente severo en cuanto a fenómenos climáticos extremos.
Los eventos climáticos han provocado pérdidas humanas, destrucción masiva, daños materiales significativos y enormes impactos económicos. En España, inundaciones históricas; en Cuba y Florida, huracanes devastadores; en Sudamérica, incendios forestales incontrolables; y en China y Filipinas, tifones letales, son solo algunos ejemplos de esta preocupante realidad. Además, la sequía extrema continúa azotando al Ama- zonas y grandes regiones de Estados Unidos, ampliando la crisis.
En la región amazónica, que abarca parte de Brasil, Colombia y Perú, la sequía ha afectado profundamente a más de 400.000 niños y niñas, quienes ahora enfrentan limitaciones críticas en acceso a alimentos, agua y educación. En Estados Unidos, 48 estados se encuentran afectados por una sequía extrema que ha desencadenado una crisis hídrica sin precedentes, impactando a cerca de 150 millones de personas en zonas rurales y urbanas. Este escenario también golpea severamente la agricultura, un sector especialmente vulnerable, al comprometer la producción de cultivos clave. Según Morgan Stanley, regiones de alto riesgo climático producen el 44% del trigo, el 43% del arroz, el 32% del maíz y el 17% de la soja del mundo. Según un reciente informe del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), se prevé que durante la década de 2050-2059, las crisis climáticas y ambientales se intensifiquen drásticamente. En comparación con la década del 2000, se estima que habrá ocho veces más niños expuestos a olas de calor extremas, tres veces más a inundaciones fluviales severas y casi el doble a incendios forestales extremos.
UNICEF destaca que el impacto de estos peligros climáticos en la niñez dependerá de factores como su edad, estado de salud, contexto socioeconómico y acceso a recursos esenciales. Por ejemplo, un niño que cuente con refugios adaptados al clima, sistemas de refrigeración, servicios de salud, educación y agua potable tendrá mayores posibilidades de resistir las adversidades climáticas en comparación con uno que carezca de estas condiciones básicas.
A pesar de la influencia de un pequeño pero poderoso grupo de negacionistas que aún intenta cuestionar lo innegable, la crisis climática ya es una realidad dramáticamente presente
La Organización Meteorológica Mundial (OMM) advierte que 2024 podría establecer un nuevo récord como el año más caluroso registrado, superando incluso a 2023, superando en promedio los 1,5 °C por sobre el nivel preindustrial. El 22 de julio se registró el día más caluroso de la historia, con una temperatura media global superior a los 17 °C. En agosto, las áreas congeladas del Ártico y la Antártida experimentaron una reducción del 17% y el 7%, respectivamente.
Entre 2000 y 2019, las olas de calor extremo provocaron un promedio anual de 500,000 muertes. Además, el cambio climático y los desastres asociados desplazan cada año a cerca de 30 millones de personas. Para 2050, se estima que habrá más de 1.200 millones de desplazados climáticos
A pesar de la influencia de un pequeño pero poderoso grupo de negacionistas que aún intenta cuestionar lo innegable, la crisis climática ya es una realidad dramáticamente presente.
Más allá de las negociaciones en organismos internacionales y las acciones gubernamentales, esta crisis atraviesa también las agendas corporativas de múltiples formas. Cada vez más empresas están integrando políticas de sostenibilidad en sus estrategias, impulsadas por varios factores clave. La presión social es una de las principales fuerzas que las motiva, ya que los consumidores, empleados e inversores demandan, cada vez más, prácticas empresariales más responsables con el ambiente. Además, las regulaciones gubernamentales están siendo cada vez más estrictas, obligando a las empresas a adaptarse a normas de emisiones, eficiencia energética y manejo de residuos, bajo el riesgo de sanciones.
Por otro lado, muchas empresas han comprendido que la transición hacia modelos sostenibles no es solo una obligación ética, sino una buena oportunidad de negocios que les ofrece estrategias rentables a mediano plazo. La adopción de prácticas sostenibles puede reducir costos operativos, como el uso de energías renovables o la eficiencia en el uso de recursos. Además, abrir nuevas oportunidades de mercado y mejorar la reputación puede atraer a consumidores conscientes y a inversores interesados en compañías comprometidas con la sostenibilidad.
Las empresas deben asumir su parte para evitar un colapso climático que afectará a generaciones presentes y futuras. Desde innovaciones en tecnología limpia hasta inversiones en energías renovables y la reducción de emisiones a lo largo de sus cadenas de valor, las empresas tienen el poder de impulsar cambios significativos.
Por supuesto, todos estos temas estuvieron presentes hace unos días en la Cumbre del Clima de Naciones Unidas, COP29, que se llevó a cabo en Bakú, Azerbaiyán.
Tras dos semanas de intensas negociaciones y debates, marcados por tensiones entre las potencias mundiales y los países en desarrollo, y cuando la conferencia ya se encontraba en su fase de prórroga, las partes finalmente acordaron firmar una declaración final. Esta establece una contribución anual de 300.000 millones de dólares a las naciones en desarrollo para enfrentar el cambio climático hasta 2035, una cifra inferior a la solicitada inicialmente. Aunque esta cifra triplica la meta actual, expertos independientes han señalado que las necesidades de los países en desarrollo son mucho mayores, estimando que se requieren 1,3 billones de dólares al año. Según estos especialistas, esta es la cantidad que debería invertirse en las transiciones energéticas de los países de bajos ingresos, además de lo que ya destinan estos países, con el fin de mantener el aumento de la temperatura global por debajo de 1,5 grados.
Irónicamente, esa cifra de 1,3 billones de dólares al año que podría atender suficientemente las demandas de la transición energética es inferior al valor actual de la industria del lujo en el mundo, que alcanza un valor récord de 1,6 billones de dólares, con ventas anuales de artículos personales de lujo para satisfacer los absurdos caprichos de los súper ricos, que alcanzan los USD 388 mil millones.
Más preocupante aún, según un estudio reciente del Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz, el gasto militar global ha registrado su mayor aumento anual en una década, alcanzando un récord de 2,44 billones de dólares. Este incremento supera más de tres veces el crecimiento de la economía mundial. El aumento del 6,8% entre 2022 y 2023 es el más alto desde 2009, y la cifra total de gasto militar marca un máximo histórico en los 60 años de existencia de este instituto.
En este contexto, las empresas tienen una responsabilidad crucial en la lucha contra la crisis climática. Tienen el poder y los recursos para implementar cambios significativos en sus prácticas, desde la reducción de emisiones hasta la adopción de energías renovables y la innovación en tecnologías limpias. El compromiso empresarial debe ir más allá de la retórica y transformarse en acciones concretas, ya que el futuro del planeta y las próximas generaciones dependen, en gran medida, de las decisiones que tomen hoy las grandes compañías. Es el momento de que las empresas asuman su rol protagónico y se conviertan en agentes de cambio, liderando la transición hacia un modelo económico más sostenible y responsable.