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Calentamiento global segunda parte: Problemas de desabasto de ingredientes y granos
Por: Lilia Marín Martínez*
La agricultura es extremadamente vulnerable al cambio climático. El aumento de las temperaturas termina por reducir la producción de los cultivos deseados, a la vez que provoca la proliferación de malas hierbas y pestes. Los cambios en los regímenes de lluvias aumentan las probabilidades de fracaso de las cosechas a corto plazo y de reducción de la producción a largo plazo. Aunque algunos cultivos en ciertas regiones del mundo puedan beneficiarse, en general se espera que los impactos del cambio climático sean negativos para la agricultura, amenazando la seguridad alimentaria mundial.
Probablemente las más afectadas sean las poblaciones de los países en vías de desarrollo, encontrándose actualmente ya vulnerables y siendo presas de la inseguridad alimentaria. El cambio climático acarreará aumentos adicionales de precios para los principales cultivos, tales como el arroz, trigo, maíz y soya. Esto implica un aumento en los costos de la alimentación animal, que se traducirá en un aumento de los precios de la carne. Como consecuencia, el cambio climático reducirá ligeramente el crecimiento del consumo de carne y producirá una caída más notable en el consumo de cereales.
México, debido a su ubicación latitudinal, su topografía y la influencia de los mares que lo afectan, contiene casi todos los tipos de ecosistemas del mundo, lo cual lo convierte en uno de los países con mayor vulnerabilidad, debido a que el 15% de su territorio nacional, el 68% de su población y el 71% de su PIB (Producto Interno Bruto) se encuentran altamente expuestos al riesgo de impactos directos adversos del cambio climático. Por ejemplo, se estima que 20 millones de personas habitan en áreas expuestas al impacto de huracanes. Además, la posible alteración en los rendimientos de cultivos básicos, provocada
por eventos climáticos extremos, podría afectar la seguridad alimentaria; al ser un país megadiverso y poseer parte de la segunda cadena arrecifal más grande del mundo, debe de hacer esfuerzos especiales para cuidar el patrimonio natural.
En México, debemos de esforzarnos aún más en reducir las emisiones de CO2 o dicho de otra manera, disminuir nuestra “Huella de Carbono”. Existen muchas definiciones de lo que significa dicho concepto, pero una genérica se refiere a “la totalidad de gases de efecto invernadero emitidos por efecto directo o indirecto por un individuo, organización, evento o producto”.
Las emisiones de CO2 son variadas por país y provienen en buena medida de la quema de combustibles fósiles. Sin embargo, también es producido durante su consumo en estado sólido, líquido, gaseoso y de la quema de gas. Y como todos los habitantes de la tierra consumimos algún tipo de esta energía en ciertas actividades cotidianas (movilidad, alimentación, actividades de hogar), todos vamos dejando una huella de carbono la cual contribuye al cambio climático.
Estamos viviendo tiempos marcados por profundos cambios sociales, políticos, económicos y de retos éticos, cuyos motores principales son, por un lado, la naturaleza y, por otro, la creciente insatisfacción social de muchos millones de habitantes del planeta que están sufriendo los primeros embates impuestos por el cambio climático, y que además no pueden satisfacer sus necesidades básicas de mejora y bienestar personal y familiar.
Referencias consultadas para la elaboración de la columna, disponibles previa solicitud. *Estudió Ingeniería Química en la Universidad de Guadalajara, con especialidad en Nutrición, Producción de Alimentos para Mascotas y Acuicultura por T&M. Ha sido Jefe de Control de Calidad y Producción en Aceiteras y en Empresas de Alimentos Balanceados. Es Consultora Internacional y Nacional en Empresas de Productos Marinos, Aceites y Harinas de Pescado, Plantas de Rendimiento de subproductos de origen animal, entre otros. CEO de Proteínas Marinas y Agropecuarias S.A. de C.V. (PROTMAGRO) y de Marín Consultores Analíticos.