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Análisis sostenibilidad cuelga

Hace algunos días, Biomar , la subsidiaria del conglomerado danés Schouw&Co. , publicó en una de sus redes sociales que el 80% de la huella de carbono de las granjas de acuicultura proviene de los alimentos acuícolas.

Esta revelación deja a los acuicultores preocupados por la sostenibilidad de sus empresas, con solo dos oportunidades de tener éxito en la reducción de la huella de carbono de sus granjas:

1.- Bajar el consumo de alimento y, con esto, bajar porcentaje de participación de la huella de carbono de las fábricas de alimentos acuícolas, en la huella de carbono total de sus peces y camarones producidos.

2.- Esperar a que sus proveedores de alimentos acuícolas reduzcan sustancialmente su huella de carbono, al seleccionar proveedores de materias primas que, a su vez, realicen prácticas reales para reducir la huella de carbono de la producción de sus granos, o semillas, y de sus proveedores de otros insumos como proteínas y minerales, y de aditivos como aceites esenciales, aminoácidos libres, vitaminas, enzimas, etc., y que sus proveedores de equipos de molinos, extrusión, secado y empaque, también a su vez, estén comprometidos con la reducción de la huella de carbono en la fabricación y funcionamiento de su maquinaria y equipos.

Bueno, sin ánimo de desestimar todos estos esfuerzos, que realmente se dan, es decir están sucediendo, las dos opciones representan un desafío que la industria aún no tiene resuelto del todo, y los caminos para resolverlo también están aún por revelarse.

Si los productores lograran bajar la conversión alimenticia promedio de su operación de engorda, de 1.4 a 1.1, lo cual ya es un reto difícil de llevar cabo en la práctica, la reducción de la aportación del alimento en la huella de carbono del alimento consumido podría ser apenas del 18%

(porque no es totalmente proporcional la reducción) y, en términos nominales, la reducción sería solo del 12%. La huella de carbono que correspondería al alimento comprado para sumarse a la producción de peces y camarones en este caso, sería todavía más del 50% de la huella de carbono total generada por la producción en la granja. La posibilidad de seguir reduciendo el alimento sin tener consecuencias en el desempeño de la producción, ya sería remota.

La opción que queda sería esperar a que las empresas productoras de alimentos balanceados realicen un esfuerzo sin precedente para disminuir la huella de carbono de sus productos, pero, en este proceso ellos no están solos. Dependen de los proveedores de insumos, principalmente de granos y semillas, que son la base y el vehículo de los alimentos. Aquí, como acuicultores nos afrentamos a una serie de situaciones que se escapan de la más mínima posibilidad de influir en ellas. Estamos hablando de prácticas agrícolas sostenibles que excluyen varios conceptos como desforestación, monocultivos, algunos fertilizantes e insecticidas, entre otros, los cuales pueden o no ser actividades que los proveedores de insumos de las empresas productoras de alimentos estén realizando, y la huella de carbono que cada una de esas actividades esté generando.

Y de ahí siguen aditivos, proteínas y grasas de animales, probióticos y todos los demás elementos que conforman el alimento. Luego, el proceso: molienda, extrusión, secado, empaque y transporte hasta las granjas.

¿De qué forma y cuándo van a disminuir efectivamente esta huella de carbono las fábricas de alimentos? No lo sabemos y algunas de estas empresas posiblemente tampoco lo sepan.

Sin embargo, por más dura que parezca esta realidad, tenemos que sumarnos al esfuerzo de la sostenibilidad y reducción de la emisión de gases de efecto invernadero, que son los principales causantes del calentamiento global. Esta realidad, lejos de causar un desánimo, nos proporciona los argumentos suficientes para provocar el cambio. Y tenemos que ir todos juntos, porque formamos una cadena de producción, con un eslabón que falle, fracasamos todos.

Estamos en una época en la cual los desafíos que enfrenta la humanidad sobrepasan el periodo de vida de las generaciones que actualmente la estamos viviendo. Es decir, nuestra generación puede propiciar una disminución de la generación de gases de efecto invernadero, pero la manifestación de esta diminución será percibida por las generaciones siguientes… O al revés.

En este sentido, tenemos que empezar a ver un cambio en la transparencia de los procesos de cada eslabón de la cadena de producción acuícola, en el cual todos sepamos dónde estamos parados con relación a la emisión de gases de efecto invernadero. Y es la misma transparencia que van a querer ver los consumidores de pescados y mariscos con relación a la producción en las granjas de peces y camarones.

¿Estamos listos para ser transparentes?

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