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Renacer Rojo
Laura Yepes Klasse 12D
Se supone que el 2020 iba a ser el mejor año de mi vida, pero resultó ser el año en el que murió la parte de mí que era feliz, el inicio de una pesadilla que marcó a lo que queda de la humanidad, el año en el que la idea del fin del mundo se convirtió en la cruda realidad. El 31 de diciembre de 2020 detonaron 7 bombas nucleares, posicionadas estratégicamente para el “renacimiento” de la raza humana. Las primeras explosiones fueron más letales, envolvieron a Asia y África en terremotos, tsunamis y tornados de fuego que acabaron con los 2 continentes en cuestión de minutos, dejando suficiente tiempo para que se declarara una emergencia global. Hubo caos total, pánico, intentos de encontrar causas o soluciones a la catástrofe, pero al final todo fue en vano, ya que 3 horas después hubo paz completa en el resto del mundo.
Ese fue solo el comienzo de la realidad en la que vivo ahora, y si soy completamente sincera, envidio a las personas que murieron por las bombas, ya que no sufren, ya no sienten dolor, mientras que yo vivo en la prisión que es mi propia cabeza, dándole vueltas a la pregunta que me mantiene despierta todas las noches: ¿Por qué sobreviví yo? Mi padre hizo parte de un proyecto internacional altamente confidencial, el cual lo llevó al borde de la locura hasta el día que llamamos el comienzo del fin, ese día terminó el trance en el que había estado por meses, volvió a ser la misma persona que era antes del proyecto… Todo fue tan rápido, tan confuso, pero de alguna forma él supo exactamente qué hacer, como reaccionar, a donde ir. Minutos antes de la publicación de la noticia, dejó todo lo que estaba haciendo para decirnos que empacáramos ligero, ya que haríamos un viaje corto. Al cabo de 15 minutos dejamos nuestra casa, estuvimos en la carretera alrededor de una media hora, en la cual hizo varias llamadas diciendo siempre la misma frase: “es hora, nos vemos allá” luego colgaba y volvía a posar su mirada en la carretera por algunos segundos. No negaré que tuve miedo al enterarme de la noticia, una parte de mi pensó que mi padre se había vuelto loco, pero mi instinto me mantuvo calmada, solo supe que debía confiar en él. Sin embargo, al llegar a nuestro destino y encontrarnos frente al edificio de su compañía, mi hermana no sintió la misma paz que yo, lloró y nos pidió que volviéramos a casa, porque no quería pasar sus últimos momentos en el trabajo de papá, pero mis padres ignoraron sus suplicas y entramos al edificio. El resto se siente como un sueño, después de pasar por lo que se sintió como un laberinto, entramos a lo que parecía ser un salón de eventos, donde se encontraba un grupo de gente, algunos conocidos, otros desconocidos, todos esperando animadamente en lo que parecía ser la entrada a otra vida, mi padre sacó una llave de su bolsillo y abrió las enormes puertas que todo el mundo analizaba con ojos expectantes… No tuve tiempo de tratar de adivinar lo que se hallaba al otro lado de las puertas, sin embargo, un nuevo comienzo, no solo de mi propia vida, sino de la humanidad en general no estaría ni en mis sueños más salvajes Mi nuevo hogar es uno de los 5 bunkers militares construidos durante la guerra fría en caso de una emergencia nuclear, con el propósito de resistir las bombas y cualquier otra catástrofe que estas produjeran. Es viejo, pero bastante cómodo, ya que está diseñado originalmente para 1.200 personas, desafortunadamente solo sobrevivimos 136, de las cuales 7 tuvieron que ser aisladas para no contagiar a los demás del virus.