Cuentosrain - Relatos cortos de terror y fantasía. Nro 1. Agosto 2010

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CUENTOS RAIN

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dmito que soy un culo inquieto. Una de esas personas que no pueden estarse quietas y por esa razón, tú estás leyendo las páginas de esta “revista” que tienes ante tus ojos.

A

Tengo un buen número de proyectos entre manos que ocupan gran parte de mi vida y aún así cometo la estupidez de hacer caso a mi voz interior para involucrarme en tamaña locura, con la idea de compartir contigo mis extravagancias literarias y darte la oportunidad de conocer a otros autores, con la esperanza de que disfrutes de sus escritos.

mente enferma como la mía (impropia de valores como la amistad o el honor) se imagina el llanto del sol para buscar la inspiración las noches de intensa luna llena.

Personalmente uno no lo pasa bien siempre que escribe pero no voy a explicarte La idea surgió un mal día, cuando camina- las razones ni a quejarme de un trabajo ba hacia mi cabaña, un estado mental siduro y poco recompensando. Por el motuado en mitad de un bosque frondoso mento me basta y me conformo si contidonde me refugio para escribir relatos de núas a mi lado, tú, amigo lector, querida Terror y Fantasía, creando el universo lectora, sin ti todo esto no tiene sentido. Rain, donde tiene cabida todo lo grotesco, la sangre, la paranoia, un poco de locura, Admito que me he esforzado por hacer seres extraños, víctimas potenciales, asesi- algo digno para ti, para agradecer toda tu nos en serie y a veces un poco de humor, atención prestada en el pasado y, espero, que tampoco viene mal. en el futuro y mi mayor recompensa es que disfrutes con todas estas páginas y que Es duro, por la soledad que me rodea, por tengas deseos de que volvamos a enconel silencio del bosque (donde sé que se trarnos en nuestro próximo ejemplar. ocultan sombras que esperan atraparme y conducirme a la oscuridad) pero una Siempre contigo, siempre en ti

Algunas de las imágenes que ilustran los relatos son tomadas de bancos de imágenes gratuitas en la red. Pero si alguien es poseedor de alguna de ellas y quiere que sea retirada solo tiene que ponerse en contacto conmigo: rainduran@gmail.com Gracias y disculpen las molestias que pudiera ocasionar. 2


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después bajó la cabeza, levemente cegado y

Debes de haberte vuel-

con los ojos rebosantes de lágrimas.

to loco.

-Podemos probar.-admitió finalmente.-Pero

-¡Que no!.-se quejó

desde ya te digo que me parece una tontería.

Iñaki al ver que su

-Perfecto.-se alegró Iñaki y comenzó a

amigo no creía lo que acababa de contarle.-Te

aplaudir ilusionado.-¿Con cuál lo hacemos, con

digo que es verdad.

tu sombra o con la mía?

-¡Estás loco!.-repitió Gorka.-¡Eso es imposi-

Gorka dedicó una intensa mirada hacia las

ble! -¿Y por qué no probamos? ¿Tienes miedo?

alargadas sombras de ambos chicos que perma-

Gorka abrió sus ojos saltones, levantó las

necían inmóviles, pegadas en el suelo. Iñaki se movió y la sombra que le correspondía se agitó,

manos y comenzó a reír falseando un temblor.

imitando sus movimientos. Gorka rompió a re-

-No me gusta hacer el idiota.-dijo.-Y lo que

ír.

cuentas es una estupidez. -Ya. Tienes miedo.-acusó Iñaki.

-¿Qué te pasa?.-preguntó perplejo su amigo.

Se miraron en silencio. Hacía un calor es-

-Nada tío, que todo esto me parece una estu-

pantoso, el sol brillaba en lo alto del cielo. Gor- pidez. ka levantó la cabeza y dirigió sus ojos hacia el

-No lo es, se han dado muchos casos…

astro rey. Colocó una de sus manos sobre la

-Vamos a ver… Según tú, si a una sombra la golpeamos con una barra de hierro en, por

frente, para apreciar mejor los rayos del sol;

ejemplo, la pierna, la persona a quien pertenez-

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ca esa sombra, al día siguiente, tendrá una

tante.

herida horrible en ese lugar.

Hundió el clavo en la tierra, justo en la rodi-

-¡Exacto!

lla. Los dos rieron. Gorka entonces sacó el cla-

-Es una memez.

vo.

-¿Probamos? Podemos golpear si quieres una

-¡No!.-gritó furioso Iñaki.-Para que tenga

de nuestras sombras con una piedra y ya verás

efecto tiene que estar ahí metido todo el día, es

como mañana…

como si un trozo de la sombra se hubiera que-

Gorka estalló en una sonora carcajada y se

dado clavada en el suelo, desprendiéndose ¿No

apresuró a encender un cigarrillo. Ofreció el

lo entiendes?

paquete a su amigo, pero Iñaki lo rechazó con

-Déjalo, esto es una chorrada.-farfulló Gorka

un movimiento brusco de cabeza.

con una expresión en la cara que convenció a

-Es verdad tío, perdona, que lo estás dejan-

su amigo de que era el momento adecuado para

do.

abandonar tan extraño juego.

-¿Probamos?.-insistió Iñaki.

Se sentaron y charlaron sobre cosas que sólo

-¡Qué pesado!.-resopló Gorka con cierta

ellos encontrarían interesantes. Gorka encendió

consternación y buscó por el suelo hasta encon- otro cigarrillo que devoró en un par de minutrar una piedra. Se giró y vio a su compañero

tos. Iñaki lo observaba cuando desvió la cabeza

sacando algo del bolsillo.-¿Qué es eso?

y su rostro se cubrió de una sonrisa. Gorka sin-

-Un clavo.

tió interés por ver qué es lo que había provoca-

-¿Un clavo? ¡Qué jodio eres! Quieres clavar- do aquel gesto. lo a una de nuestras sombras, ¿no?

Sacó un cigarrillo y lo encendió mientras

-Exacto. ¿A la tuya o a la mía?

miraba a la persona que se estaba acercando.

-Prefiero… la tuya.

Saludó con la mano.

-¿Por qué, si tú no crees?.-rió cínicamente Iñaki y le hizo entrega del clavo.-Voy a ponerme de pie, para que la sombra se extienda a lo largo, imagino que la sombra tiene que estar entera. Gorka agarró el cigarrillo con los labios y cogió el clavo. Lanzó a Iñaki una mirada socarrona y se acercó a la sombra que proyectaba el cuerpo de su compañero. No lo dudó ni un ins4


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-¡Hola!-dijo una chica rubia, de pelo rizado

Veinte minutos después la chica se despidió

que vestía unos pantalones azules ceñidos y una y se marchó. Los dos amigos pegaron sus ojos camiseta roja ajustada. En la mano llevaba una en el trasero redondo y apretado de Mary. Se chaqueta de color verde.

miraron y rieron a mandíbula batiente.

-Hola Mary, ¿Qué tal?

-¡Que buena está la condenada!.-gimió Gor-

-¿Qué hacéis?.-preguntó.

ka.

-Pasando el tiempo.-respondió Gorka ofre-

-Ya te digo…¡¡¡Ayyyy!!!!

ciendo un cigarrillo a la recién llegada que di-

Los dos chicos permanecieron charlando

bujó una sonrisa con los labios mientras alarga- casi durante una hora para después despedirse y ba el brazo para recoger el cigarro.

alejarse el uno del otro.

-¡Espera!.-gritó Iñaki, lo que provocó que sus

A la mañana siguiente, Iñaki se despertó

dos amigos se detuvieran en el acto y lo mira- hacia las siete. Desayunó ligeramente y se puso ran sorprendidos.-Ponte aquí, Mary, donde yo ropa cómoda. Se colocó unos cascos para oír estoy.

música y salió a la calle, con la intención de

La chica miró primero a Gorka a través de caminar un poco, rutina que llevaba haciendo sus ojos azules, después obedeció a Iñaki sin desde aproximadamente un par de meses. preguntar nada y permaneció de pié. Su alargada sombra se extendió a lo largo del suelo e Iñaki la observó con desmedido interés. Cogió el clavo y con ayuda de la piedra que había encontrado Gorka, se arrodilló junto a la sombra, a la altura de la cabeza. Ante el asombro de Mary y las muecas burlescas de Gorka, Iñaki clavó el trozo de acero en la sombra de la chica, de un solo golpe, y el clavo se hundió en la tierra, totalmente. -¡Ya está! -¿Qué has hecho? -¡Nada!, mañana nos cuentas si te ha dolido la cabeza esta noche. -Tú eres tonto.-rió Mary y encendió el cigarro que Gorka le había ofrecido. 5


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Nada más poner el pie en la calle, notó el

una blusa blanca. Se iba de compras con algu-

fresco de la mañana pero miró hacia el cielo y

nas amigas, pero antes estaba el desayuno.

lo vio completamente despejado. Hoy iba a

En cierto momento, poco después de que su

hacer un día maravilloso.

amigo Iñaki extrajera el clavo del suelo, Mary

Anduvo durante hora y media y cuando pre- recibió una fuerte sacudida en la cabeza, como tendía regresar a su casa se acordó del clavo que un potente balonazo que le hizo inclinar su había hundido en la sombra de Mary y, con

cuerpo hacia delante de manera violenta, cho-

media sonrisa cubriendo su rostro, se dirigió

cando su cabeza contra la mesa y haciéndose

hacia el lugar donde se encontraba. No es que

una grieta en la frente. Aulló de dolor, pero su

creyera demasiado en ello pero, por si acaso,

sufrimiento no había acabado aún.

pretendía sacar la punta de la tierra, para evitar

Iñaki, sorprendido aún por el clavo que te-

que su amiga sufriera algo más que insoporta-

nía en su mano, limpió con su jersey la sangre y

bles dolores de cabeza.

comenzó a asustarse al descubrir que por mu-

Encontró sin mayores dificultades el clavo

cho que limpiara, el clavo seguía chorreando

enterrado y se agachó para extraerlo, pero con

sangre, como si el pequeño trozo de acero tu-

sus propias manos no pudo hacerlo. Buscó por

viera una pequeña hemorragia. Preocupado,

el suelo un objeto que pudiera servirle para

introdujo de nuevo el clavo en el agujero, hasta

arrancar el clavo y a varios metros encontró

el fondo.

algo que tal vez pudiera facilitarle el trabajo.

El cuerpo de Mary sufrió otra sacudida. La

Cuando lo fue sacando, no sin esfuerzo, sus ojos chica abrió los ojos, que estuvieron a punto de se abrieron mostrando una mezcla de asombro

salirse de sus órbitas, y notó un intenso dolor

y estupor. El clavo estaba manchado y hasta

en el interior de su cabeza, como si la hubieran

que no lo sacó del todo no advirtió de qué se

perforado con un taladro hasta llegar a su cere-

trataba.

bro. Vomitó sangre sobre la mesa y se levantó,

El pequeño trozo de acero chorreaba un vis- aquejándose de un agudo dolor. coso líquido rojo que desprendía un intenso

Sacó el clavo de nuevo e Iñaki comprobó

aroma que a Iñaki le pareció dulce. Tocó aquél

que incluso el agujero estaba repleto de sangre,

líquido con sus dedos y se lo llevó a la nariz.

intento hacerlo más grande, para descubrir de

-Sangre.-murmuró sobrecogido.

dónde salía. ¿Habría algo enterrado? Con ayuda

En ese mismo instante, Mary estaba desayu- del propio clavo, fue agrandando el agujero. nando en su casa. Había dormido perfectamen-

Mary rodó por el suelo con las manos aga-

te y se había puesto unos pantalones negros y

rradas a la cabeza mientras aullaba de dolor. 6


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Sentía un fuerte suplicio en su cerebro, no-

Iñaki levantó las manos y se las vio comple-

taba como si le estuvieran hurgando en su in-

tamente manchadas de sangre. Excitado y azo-

terior, como si le mordiera una rata que pre-

rado, miró el charco de sangre y después el cla-

tendía alimentarse de su masa cerebral.

vo. Recogió este último y lo lanzó lejos de allí.

Cada vez el agujero del suelo era más gran-

Después, respirando con dificultad, bajó la ca-

de. Iñaki estaba tan excitado que no se percata- beza para mirar de nuevo el charco rojo. Vio ba que se había formado un charco de sangre

algo entre la sangre, algo que le llamó la aten-

que le estaba salpicando la ropa y le manchaba

ción. Lo tocó con los dedos, parecía un amasijo

las manos; incluso tenía gotas de sangre sobre la de hilos. Sin dudarlo, lo aferró con la mano y cara. Siguió haciendo más grande el agujero,

tiró fuertemente.

tratando de encontrar el origen para la irrup-

El escalofriante alarido de Mary resonó en

ción de tanto líquido rojo.

todo el edificio, haciendo temblar sus cimien-

La sangre le salía por los oídos y Mary dejó

tos. Todo aquel que lo hubiera escuchado sa-

de gritar al vomitar de nuevo, esta vez trozos

bría, perfectamente, que aquél grito era desga-

coagulados de sangre oscura. Sentía que su ca-

rradoramente diabólico. Mary quedó tendida

beza estaba a punto de estallar y percibía la im- en el suelo, sin vida. De su cabeza manaba un presión de que su cerebro se estaba agujerean-

reguero de sangre aderezada con trozos grises y

do.

verduzcos pertenecientes a su cerebro.

Iñaki dejó de cavar cuando vio que su tarea

Iñaki levantó la mano triunfante cuando por

resultaba imposible. Un gran charco de sangre

fin consiguió sacar el manojo de hilos ensan-

como única respuesta, El chico metió los dedos. grentado. Lo examinó con atención y pronto La sangre estaba caliente. Hurgó en el interior,

descubrió que no se trataba de hilos.

tratando de descubrir algún animal enterrado.

Era un manojo de pelo.

El dolor cada vez era más insoportable. Su

Lo soltó horrorizado cuando reconoció los

garganta rugió como un animal conducido al

graciosos rizos de la cabellera rubia de su amiga

matadero y trató de ponerse de pie, pero a Ma-

Mary. Observó de nuevo el charco de sangre y

ry le fallaron las piernas. Sus ojos se volvieron

se levantó. Huyó del lugar, convencido de que

del revés, la oscuridad comenzaba a avanzar,

algo trágico había ocurrido.

penetrando por el gran agujero que debía tener

Minutos después, la sombra deformada de

en su cabeza. Estuvo a punto de perder la con-

Iñaki se arrastró por el suelo y persiguió a su

ciencia cuando, de pronto, el dolor desapareció, dueño. repentinamente. 7


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ZAPATITOS VIEJOS R

zapatitos, si no que mi viejito se cure, solo lo tengo a él”.

en su carrera desesperada tropieza mira al suelo y se enEl aguacero se dio prisa en de- cuentra con unos zapatitos viejos, se agacha los tomas entre rramarse, con él precipitaba peligrosamente la gravilla en- las manos y se lo lleva contra el tre las rocas. Rosita sacó de la pecho, ¡zapatitos!, grita. Su cobolsa que llevaba colgada en la razón se estremece, tenía tanespalda dos plásticos amarillos tas ganas y necesidad de ellos. para cubrirse. No era suficien- Casi se los calza, pero cuando te, el abuelo negó con la cabe- iba a brocharse el primero se za, cogió a la pequeña en bra- siente egoísta y los rechaza, se zos e inició el descenso. Rosita incorpora cierra sus ojos y clase zafó gritándole que era más ma al cielo:”Diosito, no creas importante la cesta de las pie- que soy desagradecida, zapatitos fue lo que te pedí, pero medras. La lluvia arreciaba con violencia, ignorando sus pala- jor cura a mi abuelito, yo, puebras se cargó la niña al hombro do andar descalza.” Prosigue su búsqueda entrado y bajó por las rocas dejando de lleno en un barrizal que se tras ellos el sustento del día. ha formado por el arrastre del titos viejitos no más quiero”. En la carrera, una de las hebi- caudal. Con el barro por la cinEl tiempo revuelto amenazaba llas de la chancla quedó enre- tura lucha por avanzar, impotormenta y aún no les dio dada en una maya que cubría tente cierra los ojos y grita: tiempo de recoger suficientes apuntalando parte del terreno, “Diosito no dejes que muera ahora, mi viejito está solo y piedras que llenasen la cesta haciendo que se desplomase para la venta. La aguda tos del junco con Rosita rodando un abuelo la alertó arrebatándole trecho. un gesto de amor y generosiLa niña zarandea al hombre dad hacia él, se quitó el pañue- inconsciente mientras un reguero de agua y barro se lleva lo de sus hombros y lo anudo alrededor del curtido y arruga- la vida de éste tiñéndose de do cuello, tras un fuerte abra- rojo. Su voz es tan frágil, sus gritos de auxilio apenas se diszo, y un beso mientras acariciaba, con su diminuta palma, tingue del bullicio de la lluvia. las pronunciadas canas reanu- Rosita le pide que la espere que daron la faena. Volvió a toser, corre a pedir ayuda; se ha roto Rosita agarró con fuerza el de- un bracito pero el dolor por su lantal roído y suplicó para sus a abuelo es más angustioso. Corre, corre pidiendo auxilio, adentros: “Diosito, no quiero osita pisó las piedras con los pies descalzos, las aristas le arañaron robándole un quejido a su pequeño cuerpecito al que ahogó súbitamente. Nunca se quejaba, no quería que su abuelo se preocupase, pero aquellas piedras medio sesgadas cortaban como el más afilado de los cuchillos y devoraban a girones las vetustas vendas que improvisaban un escaso calzado. Lagrimas silenciosas inundaban sus ojitos, las que apartó veloz antes de que se percatase el abuelo de su lamento. Suspiró, aferró con fuerzas los puños en el roído delantal y pidió para sus adentros:”Diosito, zapa-

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herido. ¡Déjame que lo salve, después si es tu antojo llévame contigo!... Viejito ya estoy aquí, yo misma voy a curarte, dice Rosita mientras posa las pequeñas palmas sobre su pecho. Una luz tenue en principio, emerge de sus manos, cálida, envolvente, que va cubriendo el cuerpo del hombre paulatinamente, hasta que una explosión ocasiona un hueco en su vientre por el que se abre paso la corriente de luz. El hombre moribundo se siente confortado, entrando en una paz profunda a la vez que escucha la cascabelera risa de su nieta. Poco tiempo después la luz va desapareciendo como si se recogiese en sí misma. Siente como recobra los senti-

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dos, las fuerzas, y lleva sus manos al pecho para agarrar las de ella, pero solo encuentra su ausencia. Se incorpora gritando su nombre, aún sentado en el suelo mira en rededor para hallarla. No entiende nada, un pesar oprime todo su ser; esa luz, ¿qué era esa luz? se pregunta. Hasta ese momento no había sido consciente de lo sucedido. En busca de su nieta tropieza con unos zapatitos viejos, los toma pensando en Rosita y logra sacarle una sonrisa. Prosigue en su búsqueda hasta llegar un barrizal donde la cabecita inerte de una niña asoma apenas por encima del barro. Llora con el cuerpecito de Rosita entre sus brazos, le calza

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los zapatitos viejos, y la mece arrodillado bajo la lluvia. ¡Ya tienes tus zapatitos Rosita! Le dice con una amarga sonrisa. Del pecho del hombre brota un rayo de luz proyectando la imagen de un ángel antes sus ojos que le dice con voz amorosa: Viejito no llores, siempre

estaré contigo. El Diosito fue inmensamente bueno conmigo, curó a mi viejito y me trajo zapatitos.

Dedicado especialmente a todos esos niños que trabajan en la cantera y a todos aquellos que buscan desesperados sobrevivir a un futuro cruel e incierto; al que no tendría que enfrentarse ningún niño.


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“cerebro” a aquel órgano que servía para decir

H

abía una vez en una plaza… Era de noche. El hombre sentado a la mesa de concreto mantenía los dedos entrelazados ante sí. Silbaba. Sil-

baba una tonada: Strangers in the night. Ellos lo

oyeron. Oyeron la tonada, el silbido, el leve cordel desgranándose en lo oscuro. Se acercaron. Se aproximaron. El hombre los oyó, pero no abandonó la tonada: ahora tarareaba: Du-bi-

yo. Así que se agolparon alrededor del hombre —¿el último, tal vez?—, un hombre no muy mayor, con gafas, con ristras de pelo entre las orejas de lóbulos grandes. Un hombre que silbaba o tarareaba o cantaba Strangers in the night en el filo de la noche del fin del mundo. El hombre dejó de silbar, de tararear, de cantar. No se volvió. Miró al frente, los dedos entrelazados sobre la superficie de concreto. —Traté —dijo el hombre—, ¿saben?

du-bi-duuuuuuu, la-ri-ra-raaaaa-ra, pa-pa-pa-papaaaaaa, ta-ti-ta-taaaaa-ta… Ellos surgieron a sus espaldas. Lo olfatearon. Lo señalaron. Como pudieron se aproximaron: corriendo, saltando, arrastrándose. Pocos eran los que conservaban íntegras sus extremidades. Las devoraban. Entre sí se devoraban. A dentelladas. Tras agónicas peleas que remedaban los infiernos cinematográficos de Kurosawa. Carecían de pelo. Eran pálidos, níveos. Fláccidos. No tenían mente. Sí tenían dientes. Muchos dientes. Algunos sólo eran grandes bocas negras y babeantes orladas de furiosos y rotos dientes. Para machacar. Para abrirse paso por la carne.

Soy científico, y traté. Intenté hallar la cura. Intenté, ¡carajo!, curarlos. Pensé que la clave del antídoto residía en un compuesto de hormonas… Los sujetos de prueba respondían: sus uñas crecían, mechones de pelo comenzaban a poblar la superficie cutánea, un destello de inteligencia asomaba a sus ojos… Pero no, claro, soy un estúpido, ¿de acuerdo? Fracasé. Mis intentos fueron vanos, ilusorios. Ya no tiene sentido seguir, así que decidí salir a dar una vuelta, como el peatón de Bradbury. —El hombre retomó la tonada, silbándola—. Se me pegó esta musiquita, ¿vieron? Creo que… Sintió los dientes. Sintió los dientes co-

La carne que ocultaba el cráneo. La carne que ocultaba el cráneo que ocultaba el cerebro. El rico, el delicioso cerebro. Aunque ellos no su-

mo una furia helada de piedra rota sobre su cráneo de humano no infectado. Sintió el cor-

pieran —no recordaran— que se denominaba te, los cortes, el bruto desgarro. Sintió la sangre 10


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caliente que le recorría la nuca, como un río de

LA COLUMNA DE…

lava, y entonces no sintió más.

DANIEL RIBAS

Los extraños quedaron con las panzas llenas, y se relamieron y se restregaron los

D

isfrazo una extraña maldición que asfixia mi alma desde hace unos meses, trabajando en este periodicucho como columnista, con la intención de dar sentido a mi miserable existencia.

dientes. Entonces oyeron el llamado del líder: la manada debía moverse, debía irse. Se alejaban. Se iban. Pero uno quedó rezagado, un solitario que miraba la mesa de concreto sobre la que se habían apoyado unas manos entrela-

Hay que joderse. Yo que siempre he odiado trabajar, que he sido un mujeriego, un pringao jeta y bobalicón y ahora trato de ocultarme de la oscuridad comportándome como una persona normal y corriente.

zadas. Frunció la nariz. Chasqueó la lengua. Ladeó la cabeza... La pantomima de un saltimbanqui demente y, sin embargo, había algo en sus ojos, un brillo, un destello, un algo.

Maldigo y escupo mi suerte. La ambición me hizo introducirme en un mundo desconocido y tormentoso. Fui un muñeco manejado por hábiles manipuladores y ahora sólo me quedan los terribles recuerdos y la sensación de culpabilidad que me hace estar en vela cada noche.

Juntó los labios, los labios negros, tensando la epidermis delgada y diáfana. Silbó un intento de silbido: un Do, la sombra de un Re… Pero el líder llamaba. Ya más lejos. Los

Desde aquél día apenas puedo dormir y noto la presencia de entes invisibles a mi alrededor. Sé lo que quieren, lo que andan buscando pero ese objeto pende de mi cuello y me protege… de momento.

extraños se alejaban, se iban. El solitario se despabiló, como si volviera de un sueño, y le dio la espalda a la mesa de concreto, y se alejó él también, en la noche si-

Estoy jodido. Echo de menos aquellas noches de borrachera y sexo barato… ¿Y quién me impide hacerlo de nuevo?

lenciosa, en la noche de músicas calladas.

Esta noche todo será diferente. Me compraré un par de botellas y después llamaré a alguna putita que entre en mi presupuesto, quizá la próxima ocasión que nos veamos (si nos vemos) te pueda contar qué tal me fue la noche, cuánto me duro la resaca y, si me acuerdo, hasta te hablaré del tamaño de las tetas de la puta. Esta noche toca disfrutar, no sé cuánto me queda de vida antes de que la oscuridad se cobre su venganza. 11


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Primera entrega

El Mordisco

el horror para defender nuestro mundo o que, en realidad, se oculta para no ser encontrado. Lo que vas a leer a continuación es la his-

Segunda Semana de Noviembre de

Estoy aterrorizado, el miedo atenaza mi

2008

M

toria de mi vida…

interior. Llevo varias semanas encerrado en un sótano. Durante días lo he provisto de los i nombre es Tom Carella y atesoro la necesidad de escribir unas líneas, aunque cada vez tengo menos esperanza de que

alguien pueda leerlas. Sin embargo, mantengo la llama de la ilusión encendida para que el

suministros necesarios para sobrevivir durante algún tiempo, pero tarde o temprano el agua o los comestibles se acabaran y entonces me veré obligado a salir al exterior y no quiero encontrarme con el horror del que me he escondido.

mundo que hoy se ha vuelto completamente loco, algún día retome las riendas de la coherencia y la razón. Soy un superviviente y un pálpito en mi interior me susurra que quizá en el exterior haya gente como yo, que lucha contra

Hace tiempo que no escucho gritos pidiendo auxilio y sospecho que no queda nadie vivo por los alrededores; oigo como ellos arrastran los pies, intuyen que estoy aquí, probablemente me huelen, me sienten, y saben que sólo es cuestión de tiempo para que abandone este maldito lugar. Me están esperando. Yo

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también los puedo sentir. A través de las

mientras los muertos caminaban por las ciu-

paredes se filtra su nauseabundo olor y me

dades, sembrando la muerte y la destrucción.

imagino una hilera de apestosos muertos vi-

Sí, que quede constancia que yo me escondí,

vientes haciendo guardia frente a la entrada

pero no como un cobarde, sino como un sol-

del sótano.

dado que luchó por ser un superviviente. Que

Desde hace dos días dejaron de dar golpes así se me recuerde. en la puerta y pensé que se habían rendido, pero ahora comprendo que simplemente

24 de Abril de 2008

T

aguardan a que yo abra voluntariamente esa puerta. Y sé que algún día tendré que hacerlo. Mientras llega ese momento, con lágrimas en los ojos, me dispongo a dejar constancia

odo comienza esta mañana. Es posible que en otros sectores la plaga haya surgido anteriormente, incluso aquí,

del exterminio al que ha sido sometido la en mi ciudad, pero para mí todo se derrumbó Humanidad, pues mucho me temo que, con el a las diez de la mañana de este fatídico día.

Soy investigador privado, o mejor dicho,

tiempo, nadie quedará con vida sobre la faz

de la Tierra pero, aún así, confío en que, al- lo era. Aquél día estaba siguiendo unas pistas gún día, algo cambie en la superficie, que los que me condujeron a una casa abandonada, a muertos regresen a las tumbas de las que nun- las afueras de la ciudad. Si mis informaciones ca debieron salir, que todo vuelva a la nor- eran correctas, la persona a la que estaba busmalidad. Si esto ocurre, tal vez pueda volver a cando, una mujer de 24 años, debía enconver la luz del sol, a respirar tranquilidad, pero trarse allí. Y lo estaba. Pero muerta. O viva. me temo que ellos están preparando su defi- Quizá una mezcla de todo. No lo sé. nitivo ataque. Si se impacientan entrarán, Perdona si no soy muy coherente con mis

irrumpiendo con violencia extrema, buscando

mi cerebro para masticarlo con sus dientes explicaciones o con las descripciones que estoy dando, pero hay tantas cosas que contar y

rotos y podridos.

No sé de cuánto tiempo dispongo, por esa probablemente tan poco tiempo que no acierrazón he decidido escribir todo lo que ha ocu- to a buscar la fórmula correcta para trasmitirrrido en los últimos meses, para dejar cons- te toda la información sin que mis sentimientancia de que al menos un hombre luchó por tos irrumpan. sobrevivir y aguantó oculto como un cobarde 13


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Era evidente que la casa podía ser un buen

No se apreciaba señal alguna de vida. La

escondite. Lejos de miradas curiosas, un fugi- espantosa muerte puede ser cruelmente silentivo podía pasar días enteros, sino semanas, ciosa. dentro de la casa, un lugar que podría darle

Cuando me di cuenta ya era demasiado

refugio a cualquier necesitado. Y la mujer que tarde. Pero no adelantemos acontecimienbuscaba era una necesitada. Y también una tos… fugitiva.

Examiné la casa astutamente, tal y como la

Me habían encargado localizarla, y lo hice experiencia me ha enseñado. Estaba convenesa mañana, pero necesitaba comprobarlo cido de que Helen se encontraba en su interantes de llamar a la policía, que son quienes ior, sola. Hubiera bastado una simple llamada tienen la autoridad de intervenir en estos ca- telefónica para evitar los problemas que sursos.

gieron repentinamente pero cuando uno es

Nunca debí entrar en la casa.

cabezón hasta la médula no atina a evaluar la

Detuve mi coche en las inmediaciones, a estupidez de los actos de un idiota. Y yo soy una distancia prudencial, evitando que pudie- tan estúpido como idiota. ran verme desde el interior. Jamás pensé que

Naturalmente, después de comprobar todo

los ojos de la muerte estaban observándome lo que ha sucedido a lo largo del ancho muncon suma atención.

do, siempre según las informaciones de la te-

Caminé hacia la casa cerciorándome de levisión y la radio, naturalmente cuando funque no había nadie por los alrededores. Nin- cionaban, y sobre todo del horror que viví en gún coche, nada que me llamara la atención. días posteriores, encontrarme con lo imposiHelen debía haber venido a pie.

ble era cuestión de tiempo, pero hubiera sido

TE RECOMENDAMOS “Descansa en Paz! John Ajvide Lindqvist

“Nunca antes la muerte fue tan estremecedora”

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mejor demorar un poco ese enfrentamiento. Mi ímpetu facilitó las cosas. Entré en la casa y me encontré con la muerte.

Recordar este episodio trae a mi memoria demasiados recuerdos y no puedo seguir escribiendo, tal vez lo haga en otro momento pero en este instante solo puedo permitir que las lágrimas, que duelen como lenguas de fuego abrasando mi piel, resbalan por las mejillas. Cierro los ojos pero no detengo las lágrimas, que a su modo forman dos pequeños ríos de tristeza que aplastan mis pómulos.

24 de Abril de 2008 (continuación…)

S

entí una repulsión total al recibir el puñetazo atroz de un olor nauseabundo que aplastó mi nariz y la inhibió durante varios minutos. Sentí

arcadas y un intenso mareo que a los pocos segundos se convirtió en un profundo e insoportable dolor de cabeza. Entonces oí el grito infrahumano. Después la vi. La muerte surgiendo de la oscuridad extrema. El horror en estado puro. Si aquello era Helen parecía un abominable monstruo. Si aquello era la muerte se movía con tal diabólica velocidad que apestaba a vida podrida. No tuve tiempo de reaccionar. O quizá no supe hacerlo. Se abalanzó hacia mí desde la oscuridad, como un monstruo oculto que espera a su presa. Y ella me esta15


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ba esperando. Aunque al principio no la reconocí, después supe con toda certeza que mi atacante había sido Helen. Pero en aquel primer momento solo vi una cara deforme que emergía de entre la oscuridad, acompañada de una mueca horrible en la boca de aquella cosa estaba manchada de sanboca entreabierta, de la que surgió un gemido gre y escuché cómo masticaba mi propia carque me heló la sangre. Entonces sentí el dolor ne. Bajo aquella imagen espantosa reconocí en el brazo. Cuando me quise dar cuenta, aquella cosa

las facciones de Helen y durante unos momentos permanecí destrozado por la situa-

tenía clavada sus dientes en mi brazo y bramé ción. Hasta que ella saltó de nuevo sobre mí. de dolor. Traté de luchar para zafarme de

Rugió como un demonio. Abrió su boca y

aquella prisión y golpeé con mi puño la cabe- me enseñó dos afilados colmillos que estaban za de mi agresor. Le di fuerte pero ni se in-

dispuestos a clavarse en algún punto de mi

mutó. No se movió lo más mínimo. Noté la

cuerpo. Si no hacía nada estaba convencido

sangre cayendo al suelo y mis piernas comen- que volvería a morderme, para sacarme un zaron a temblar. Grité. Pedí auxilio. Pero las

nuevo trozo de carne. Y yo ya había perdido

sombras de la casa se reían y la soledad de

demasiada sangre. Mi herida requería trata-

aquél maldito lugar ahogaba mis gritos. En un momento que no recuerdo bien, mi atacante se retiró con un trozo de carne entre sus dientes. Dirigí horrorizado los ojos hacia mi brazo herido y descubrí que sangraba en abundancia. El dolor era insoportable. El monstruo emitió un profundo lamento y lo miré. Sus ojos eran inexpresivos, como si no tuvieran vida, como si la muerte fuera dueña de ellos. Su rostro, blanco como una muda pared, me observaba con una expresión que no sabría explicar adecuadamente. La 16


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miento médico, varios puntos de sutura y algo de morfina para soportar el dolor. Me daba terror mirar mi brazo y comprobar el trozo de carne que me faltaba. Afortunadamente para mí, reaccioné a tiempo. Me aparté a un lado y Helen cayó al suelo, momento que aproveché para darle algunas patadas. Salí de la casa y me encontré con el cañón de una escopeta apuntando directamente a mi cabeza. Tras el arma, un hombre fornido me ob-

concreto a la herida de mi brazo, de la que

servaba con una clara intención que leí en sus continuaba manando sangre. ojos: Disparar. Y lo hizo en el preciso instante en que oí

-Lo siento amigo, pero así debe hacerse.murmuró con una voz temblorosa. En aquél

un sordo sonido a mis espaldas. Me giré a

momento no supe qué significaban aquellas

tiempo de ver a Helen que se abalanzaba

palabras.

hacia mí profiriendo un profundo lamento.

Vi en la lejanía varias siluetas que se

Tras la detonación vi claramente cómo la

aproximaban, tal vez cuatro o cinco hombres

bala perforaba la cabeza de Helen, penetran-

que se acercaban. No dije nada, pero el hom-

do en su cerebro y atravesándolo. Vi trozos

bre advirtió mi insistente mirada hacia el

de su cuero cabelludo saltar por los aires y

horizonte y giró su cabeza sin dejar de apun-

percibí el reflejo de la muerte en un rostro ya tarme con el arma con la que había matado a muerto.

la mujer convertida en monstruo.

Helen quedó tendida en el suelo, con los

-¡Maldita sea!.-masculló violentamente.

brazos echados hacia atrás y las piernas abier- En aquél momento, el hombre armado paretas. Sus terribles ojos sin vida seguían abier-

ció olvidarse de mí. Me puse a su lado y jun-

tos. Eran estremecedores.

tos contemplamos el avance de aquellas figu-

Oí claramente que el hombre que había

ras lejanas. ¿Dije cuatro o cinco? Me equivo-

disparado cargaba de nuevo el arma. Me volví qué, rondarían la docena y avanzaban despalentamente y jamás olvidaré el miedo que

cio. Noté algo raro en su forma de caminar.

expresaban sus ojos. Me miraba fijamente, en La distancia no me permitía apreciar suficien17


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tes detalles, pero podía adivinarse que se movían torpemente, como si no pudieran flexionar las rodillas. Ahora sé que no pueden hacerlo. Creo que nos vieron porque algunas de aquellas figuras patosas y ridículas, alzaron los

R

esbalar por la hoja desnuda de un cuchillo, con la lentitud de una tortuga, con ese color escarlata que atrae irrede dar tumbos en nuestra dirección, gimieron mediablemente tu atención; con ese tacto espeso que mancha las yemas de tus en un prolongado lamento. Incluso noté que dedos. Pronto sucumbes a su olor dulzón y, aceleraban el paso, pero no los vi correr. si te atreves, descubrirás su sabor agrio y amargo. Ahora sé que no pueden hacerlo. brazos por delante de sus narices y sin dejar

Es la sangre que sale despedida del cuerpo de tu víctima, la que cae en cascada y se filtra por el suelo, para desaparecer en la tierra como si nunca hubiera pasado nada, como si nadie hubiera muerto entre tus manos.

El dolor en mi brazo era ya inaguantable. Había perdido demasiada sangre y mis rodillas se doblaron; caí al suelo como una marioneta a la que habían cortado sus hilos, pero

Es la sangre que lames para borrar todo rastro de su existencia y dejas el cuerpo oculto entre los árboles, tan blanco como el mármol.

tardé un poco en perder la conciencia. Me mantuve despierto el tiempo suficiente como para comprobar que el hombre armado tirada

Contemplas el cuchillo que se ha hundido en el pecho de la víctima y que ahora aferras entre tus manos. Brilla de codicia y tus ojos lo contemplan desde la cima de la locura.

de mí hacia la casa. Parecía muy nervioso y yo sólo sentía dolor. Podía ver desde el suelo, mientras era arrastrado, el inexorable avance

Quemas la ropa para liberarla de todo rastro y después te duchas, frotándote a conciencia. Ya no tienes manchas de sangre, ni una sola gota que rebele tu relación con la víctima.

de aquellas siluetas encorvadas. Entonces el hombre cerró la puerta de un portazo y dejé de ver las figuras que se aproximaban a la casa, pero seguí escuchando el agónico lamento

Pero es tu sombra la que puede delatarte, tu alma corrupta y perturbada la que sabe lo que has hecho. Tu conciencia, que te traerá recuerdos terribles por la noche.

que sus muertas gargantas proferían. Perdí la conciencia, vencido por un dolor infernal.

Y llorarás. Lo harás con tanta rabia y desesperación que sentirás un profundo dolor en tu pecho, porque sabes que no has podido evitarlo y que pronto, en apenas unos días, volverás a hacerlo. Y sonríes, feliz.

De aquél día no recuerdo nada más.

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En el próximo número CUENTOS RAIN te hará disfrutar con la primera entrega de “EL TESTIGO”, una peculiar historia que iremos conociendo entrega tras entrega.

¡¡No te lo pierdas!!

“Mónica Vargas esconde un secreto y el agente Gabriel Martín está dispuesto a descubrirlo”

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LA BALADA DE DUIR Y SU AMOR GALANTE By Daniel Frini

siento una princesa y brillo aún más para él.

M

i amado me habla siempre con palabras suaves. Acostumbra describirme, dulcemente, alabando mi tersura al contacto de sus manos, mi perfil marcado, mi aroma “a majestuosidad de la madera del roble” como suele decir, y razón por la cual me llama Duir; que es la palabra con que los viejos druidas nombraban al Árbol. El dice que tengo su energía, su nobleza y su fuerza, y también dice que soy resistente, flexible y ágil como el acero de Mondragón, el mismo con el que hacen las espadas toledanas los tenaceros de las ferrerías de Soraluze y Tolosa.

Él me sujeta con sus brazos fuertes y seguros. Recorre mi figura con sus manos ásperas y siento, sin embargo, sus suaves caricias. Me toma firmemente y eleva mi cuerpo en el aire. Allí quedo estática, por un instante que es toda una eternidad. La visión es hermosa: yo, en lo alto, sostenida por el hombre que es mi razón de existir; él, gigante, con su cuerpo atlético tensado hasta el punto en que parece estallar, su melena azabache apenas movida por la brisa veraniega; su torso desnudo, sudoroso; parado sobre los dos pilares que son sus piernas, separadas apenas para lograr un correcto equilibrio; en una danza que hemos repetido Con voz cansina, me cuenta de su pasa- cientos de veces. A los pies de mi amado, arrodo en las filas del ejército del Rey Carlos, cuan- dillado y con su cabeza en el cadalso, está el do participó en el incendio a Medina del Cam- Maestre Condestable Don Martín de Cardés, po, bajo las órdenes de Adriano de Utrecht; y las victorias sobre los comuneros en Tordesillas y Villalar; y de su intervención en las ejecuciones de Padilla, Maldonado y Bravo; de sus cabezas expuestas durante nueve días en el garavato de la Plaza Mayor; y cómo después el mismísimo Rey lo elevó al cargo que mi dulce caballero ocupa hoy.

Me habla con los ojos empañados en lágrimas de emoción. Dice que así se siente al verme y acariciarme; y yo me veo transportada a la gloria de la felicidad. Dice, también, que cuando me abraza es el hombre más poderoso del mundo; más aún que Carlos, aunque éste reine sobre Castilla y Sicilia y Nápoles y las Indias y todo el Sacro Imperio. Entonces, me 20


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reo acusado de pecado nefando por el Santo Oficio de la Inquisición, y relajado a la Justicia del Rey que lo condena a morir decapitado bajo el hacha, en esta muy noble y leal Villa de Calahorra. Alrededor nuestro, en los tablados y las ventanas, los muchos asistentes venidos de todos los lugares de esta comarca, se desgañitan gritando groserías. La eternidad se acaba y mi querido me impulsa para caer con fuerza. Su destreza en estas artes y mi filo separan, limpiamente, la cabeza del cuerpo. Me apoya suavemente a su lado y toma por el cabello a la cabeza del ajusticiado que aún abre y cierra sus ojos de pupilas dilatadas. La muestra al populacho, que estalla en una explosión de regocijo. Después, cuando el cadalso queda solo y los monjes mendicantes se han llevado el cuerpo del ejecutado, me toma nuevamente con cariño y con un trapo mojado en aceites livianos; lentamente, mientras me habla otra vez con palabras tiernas, va limpiando de sangre el acero de mi hoja, venido del hierro de las laderas del Udalaitz, y fraguado a la calda en Bergara, según la antigua usanza de los maestros espaderos vascos. Cambia de trapo y seca mi mango de madera de roble quejigo nacido en la llanada de Álava, y en el que él, mi enamorado, grabó mi nombre con su daga. Luego baja la escalera del patíbulo cargándome en equilibrio sobre su hombro derecho, mi cabeza a su espalda; y toma con su mano izquierda la pequeña bolsa de cuero que contiene los dos florines con que los familiares del muerto le pagaron para asegurar que él, mi luz, me hubiese afilado adecuadamente, y que no fuesen necesarios mas que un par de golpes para acabar con la vida del infortunado.

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MI OBSESION POR LA LUNA

S

i de algo puedo estar orgulloso en esta vida es de la relación que de un tiempo a esta parte tengo con la Luna, hermosa y

he convertido. ¿Cuántas veces he llorado a la luna pidiéndole perdón? ¿Cuántas veces he alzado mis brazos al cielo tratando de rozar su cuerpo con la yema de mis dedos?

bella.

Su olor, su tacto, el tono de su voz. Pequeñas joyas de mi maldición por las que no me imporCada noche, cuando la veo aparecer, el cambio que siento en mi interior es tremendo y a ella le ta sufrir, por las que ya no me importa morir. he entregado mi alma y mi corazón. Convertido en un monstruo, contemplo la Luna en la distancia y me maravillo. Lo hago en siYa no soy humano. Las noches de Luna Llena me transformo en una aterradora bestia, en un lencio, sin decir nada, con las manos manchaengendro diabólico que aúlla en la colina para das de la muerte de jóvenes solitarios y con el sabor de la sangre resbalando por el interior de demostrarle todo lo que siento por ella, algo mi garganta. que nada ni nadie podrá matar jamás. Tengo que estar escondido, oculto, pues hay personas que me buscan, que quieren dar caza al monstruo y corro dando saltos entre la maleza, pero mis ojos están clavados en la Luna, de la que me enamoré el mismo día en que comprendí que no era un simple humano, sino una bestia despiadada ávida de sangre y carne Sé que jamás la alcanzaré por muchas montañas humana. altas que logre subir. Ella siempre estará lejos, en lo alto del cielo, observando con parsimonia Tal vez ella me odie por lo que soy, que huya a todos y cada uno de los mortales, con su agra- de mi persecución pero yo… siempre aullaré durante la transformación, haciéndole ver todo dable sonrisa dibujada en su hermoso rostro. lo que siento, lo que llevo dentro. A ella le pertenece todo lo que soy y todo lo que seré, por ella he derramado tantas lágrimas y he sentido tanto dolor que la amo con tanta pasión que no me importa ni la tristeza ni la soledad a la que una Bestia como yo está sometida de por vida.

He vagado por los bosques, ocultándome entre los árboles, evitando caer en la tentación, eludiendo abalanzarme sobre las víctimas, pero siempre he vuelto a ser el animal en el que me

Mis afilados dientes no son para ella, mis garras no rasgarán su cuerpo. Ella tiene todo mi corazón porque gracias a la Luna yo soy lo que soy. 22


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UN ESCRITOR SIN FUTURO de mandar manuscritos y no obtener respuestas uando el director de esta publicación se claras. Puedo llegar a admitir que rechacen mis puso en contacto conmigo para propo- obras, pero al menos deberían explicarte la ranerme llevar una sección, estaba a pun- zón y no limitarse a decir “no sigue nuestra línea editorial” porque eso son excusas baratas. to de quitarme la vida. Los editores deberían tener un poco más de vaFinalmente le he dicho que sí, pero he puesto mis condiciones porque quiero tener total liber- lor a la hora de contestar a los autores, que simplemente necesitan un trato humano, algo que tad a la hora de elaborarla, tanto en el fondo se ha perdido en este mundillo si es que algún como en el contenido. día lo hubo. Como puedes imaginar, soy escritor de novelas de terror o, más bien, lo intento, porque nunca Aunque finalmente no me quite la vida (siempre he sido un miserable cobarde) he decihe tenido suerte y he fracasado en todos los dido dejar de escribir aunque ya que he aceptaproyectos que he llevado a cabo. do este trabajo, iré contando las penas y la frustración de un escritor sin futuro. El mundo de la literatura es muy duro, si no tienes padrino es difícil que una editorial Hay quien ha leído algunos trabajos míos y han apueste por ti por mucho talento que tengas. alabado su calidad, confesando que han disfruEstoy convencido de que si vas a unos grandes tado mucho con su lectura. ¿De qué me vale eso almacenes, te encontrarás con un buen número si no he podido colarlo en ninguna editorial? de libros publicados, muchos de los cuales no valen nada porque son malos e infumables pero Tengo un cajón lleno de manuscritos originales a los que después de escribir estas líneas voy a ahí están, en las estanterías, publicados con grandes portadas y con la palabra “Best Sellers” prender fuego. impresa. Quizá en el próximo ejemplar pueda estar de ¡Tonterías! No vende la calidad del libro sino el mejor humor y contarte algo divertido, pero lo nombre del autor, alguien que ha tenido suerte, dudo, Matt Cassidy tiene muchas cosas malas que ha tenido éxito en el pasado, lo que justifica que contarte, demasiados motivos para derramar lágrimas. la apuesta de las editoriales por ellos.

C

No debería rendirme pero uno ya está cansado

Limítate a sonreír, para sufrir ya estoy yo. 23


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a observaba desde la ventana de mi casa. Allí estaba, mi vecina Rina, con su cuerpo deteriorado por la edad, no queriéndolo dejar que aplastase su voluntad inigualable que arrastraba desde su juventud. Yo la conocía, desde niña había visto su increíble fuerza para luchar por la vida. Estaba parada mirando el pasto verde crecido y aunque su cuerpo se resistía al trabajo pesado, tomó la cortadora de césped y comenzó a sacar la hierba en forma prolija. La seguía viendo, la vereda era ancha y el trabajo llevaría un largo tiempo. La máquina iba y venía, dejando el verdor prolijo por donde pasaba, aunque para lograr la perfección debería hacerlo varias veces. De pronto la hierba ya no era la hierba, aunque Rina no lo veía, la hierba que ya

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se había limitado a un rectángulo de un metro sesenta de largo por unos setenta centímetros de ancho, era mi cuerpo, que yacía en una resignada posición de ejecución. De esta forma sentenciaba todo lo habido y por haber en el ser que se entregaba a un estrepitoso final. Sin buscarlo ni ella ni yo, cada una cumpliría con su cometido. La seguía con la mirada detrás del vidrio impecable. Comenzaba con mi piel, las paletas de la cortadora habían dejado ahora mis músculos y mis tendones a plena luz. Se salpicaba de rojo, aunque Rina creía que era verde pasto, era líquido purpúreo. Continuaba haciendo fuerza, ella suponía que eran piedras escondidas entre la maleza las que trababan la cortadora, pero en realidad no se daba cuenta que lentamente molía mis huesos dejando los tuétanos al aire, 24

terminando con la laboriosa tarea de deshacer y desgarrar poco a poco mi cuerpo que se distribuía por toda la acera. La vi de repente como espantaba una mosca que la molestaba posándosele en la cara. La sacaba con su mano, sin notar que el insecto buscaba un pedazo mío que había quedado pegado en su rostro. Juntó los cables satisfecha, sacudía el escarlata de su ropa que confundía con color verde, como si fuese picadillo de pasto y no cómo lo que era,”de carne”. Dejó esparcido todo mi sobrante y se metió en la casa. Desde los árboles cercanos, los zorzales la habían observado todo ese tiempo, esperando a que terminase con su tarea. Bajaron en bandada y se regocijaron conmigo, no los espantó aunque los vio, pensó que comían lombrices. Pobre Rina, nunca veía nada, ni razonaba lo que pasaba a su alrededor. Cuando acabaron con el banquete los pájaros se retiraron satisfechos, volando alto. Nadie los había visto, sólo ella y yo, pero como su mente ya estaba senil no distinguió lo que ellos habían ingerido. Se los digo yo, que era la que estaba en sus estómagos.


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onocí a dos muchachas heavies después de un concierto brutal en el que vi a uno de mis grupos preferidos y pensé que un chico duro y apuesto como yo había ligado, por fin.

pero lo cierto era que una sonrisa bobalicona cubría mi rostro y mi pene estaba tan erecto que hacía presión en los pantalones, a punto de estallar.

Y ya ves cómo salió la cosa. Estoy aquí, arrodillado en el suelo, sobre una estrella satánica y Eran dos diosas hermosas. Una morena y otra encadenado por las muñecas, en un frío sótano rubia. Vestían de negro, con minifalda. Heriluminado por un par de gruesas velas que hay mosas piernas, grandes tetas, bellos rostros. a mis costados. Tras beber unas cuantas jarras de cerveza y fumar algunos porros, decidimos desaparecer del mundo y me invitaron a su casa. Iba a triunfar por partida doble, cumpliendo uno de mis sueños: Estar con dos portentosas amazonas.

Huelo mi propio miedo. Al girar la cabeza descubro varias calaveras humanas apiladas en la pared, incluso algunas cuelgan del techo. He sido un imbécil por confiar en esas dos mujeres, que deben pertenecer a alguna Hermandad Satánica o algo parecido.

No sé si tendría suficiente energía para las dos

Yo de esto no entiendo, sólo soy un pobre heavy que había acudido a un concierto para disfrutar. Sólo soy un pobre amante del metal que quería perderse entre las piernas de dos explosivas féminas. Ahora me he convertido en una víctima, en un muñeco al que van a sacrificar, al que le van a quitar la piel a tiras y mis gritos, mis alaridos, retumbarán en las paredes de este lúgubre sótano y nadie va a venir en mi ayuda. ¡Para que luego digan que el heavy no es violencia! ¡OH!, ya vienen y encima se ríen. Cierro los ojos y espero. Nada puedo hacer.

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Un certero trabajo de

BRUJERIA

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oy una persona inteligente, por eso nunca he creído en curan-

deros, charlatanes, videntes y brujos. Para mí todo eso no eran más que estupideces, supersticiones irracionales que sacaban el dinero de los incautos jugando con sus vanas esperanzas… hasta hoy. Ya no puedo pensar lo mismo. Ahora sé que ese mundo es diabólicamente real. Todo comenzó esta mañana. Me he despertado a las seis con la idea fija de acabar la escena de una novela que tenía pendiente pues, como sabes, soy escritor. Sin embargo, no he podido hacerlo. Nada más abrir los ojos, me

lor de cabeza que padezco.

cuerpo salvo un intenso dolor

Enciendo la luz y al hacerlo

en el estómago y un nudo en

observo extrañado que apenas la garganta que ha provocado puedo ver a consecuencia de

que se me seque completa-

una ligera bruma que cubre

mente. Carraspeo para evitar el

mis ojos, como una fina telara- picor y me dan arcadas. Estoy ña que me impide una correcta a punto de vomitar. visión. Noto además que me

Lo hago. En mitad del ba-

duelen los oídos y que mis ar-

ño. Los restos de comida caen

ticulaciones parecen pesadas.

al suelo, sobre mis pies. La

Apenas puedo andar pero con- cena de anoche está ahora allí, sigo llegar al cuarto de baño.

aderezada con bilis y pequeños

Quizá una buena ducha me

fragmentos coagulados de san-

haga recobrar fuerzas.

gre. Es terrible.

Al mirarme al espejo ape-

Con una sed abrumadora,

nas me reconozco. La palidez

me dirijo a la cocina y abro la

del rostro me sobrecoge y la

nevera con el ansia de coger

muerta mirada de mis ojos me un cartón de leche, pero nada hace estremecer. Agacho la

más abrir la puerta un hedor

cabeza y me lavo la cara. Evito insoportable, putrefacto, sacuvolver a mirarme en el espejo. de mi rostro. Todos los aliConsigo ducharme pero apenas noto diferencia en mi

he dado cuenta del fuerte do-

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mentos parecen haberse podrido. Carne, fruta, embutidos,


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contar esto. Alguien está

bebidas, tomates… Enfure- congelador? cido cierro la puerta de golpe

Al dorso de la imagen hay

con tal fuerza que la portezue- inscrito algo. Es la fecha de la del congelador se abre suavemente. Sintiendo una curio-

haciendo brujería sobre mi persona y ese “trabajo” está surtiendo efecto. Suena el telé-

hoy. Turbado y desconcertado,

fono. Intento correr hacia él.

sidad que no puedo explicar,

intentado soportar la pesadez

Tal vez pueda pedir ayuda, un

abro la pequeña portezuela y

de mi cuerpo, los dolores irri-

médico, un curandero, alguien

descubro algo extraño. Dentro tantes que cada vez son mayo- o algo que alivie el mal que de un bote de cristal puede

res, llegando incluso a mis

divisarse un papel. Frunciendo dientes, me siento en el sofá el ceño alargo la mano y noto

del salón. Miro a mi alrededor

el frío del hielo pero no le doy y apenas reconozco mi casa. más importancia que la que tiene. Cojo el tarro de cristal y

¡Un momento! ¿Qué es eso? En una esquina, semiocul-

me aqueja. -¿Quién es? -¡Hola!.-contesta una voz de mujer. -¿Quién llama? -¿Quiere que le eche las

lo saco del congelador. No sé

to, asoma algo tras un cuadro. Cartas?.-pregunta.

qué puede ser, no recuerdo

Me levanto. Esta vez me cues-

haber guardado nada allí.

ta mucho hacerlo y temo que

-Se ha equivocado.respondo frustrado sin apenas

Lo abro sin problema algu- en cualquier momento no pue- entender la situación. no y saco el papel que hay en

da volver a moverme.

-Yo creo que no.-dice la

Llego hasta el punto que

voz de mujer, esta vez con un

Mía.

me ha llamado la atención y

tono más grave.-¿Sabe lo que

Sí. ¿Cómo ha llegado hasta

cojo el objeto que parece

tiene que hacer para anular la

su interior. Es una fotografía.

allí? ¿Quién ha guardado una

haber sido escondido. Es algo maldición?

fotografía de mi cara en el

negro.

-¡Por favor, dígamelo!.-grito

¡Un muñeco! Tiene agujas clavadas en la cabeza, concretamente en los

de manera desesperada. Lo hace. Es sencillo. Muy sencillo.

ojos y oídos y si le echamos

Me cuesta llegar al ordena-

un poco de imaginación po-

dor pero lo consigo. Mi cuer-

dría parecerse a mí; es más, el

po apenas responde mis indi-

muñeco está vestido con tro-

caciones y la cabeza está a

zos de mi ropa. ¿Qué ocurre?

punto de estallarme.

Creo que me queda poco de vida y debo apresurarme a 27

Hago caso a la mujer del teléfono y escribo todo lo que


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me ha pasado. Ahora solo

leyendo este relato, porque la

queda un pequeño paso para

voz del teléfono me ha asegu-

al lector. Sí, es posible que estas co-

que la maldición sobre mi per- rado que para librarme de la

sas no sean más que tonterías

sona desaparezca. Para ello,

maldición, solamente tengo

pero yo, en estos momentos,

otro inocente deberá cargar

que lograr que una persona

comienzo a sentirme mejor...

con la culpa.

acabe de leer estas líneas, en-

¿Y tú?

Lo siento de verás por el

tonces, la maldición dejará de

desconocido que se encuentre atormentarme para trasmitirse

El dragon desmarado M

icrogotas de espuma se depositan en mi cara. No quiero despertarme, no quiero recordar que es real.

La arena raspa, en el viento la arena raspa. Maldita piel humana, el cabello jamás será mejor que mis escamas. La sal seca y tironea de esta inútil piel humana. Me resigno y veo. El mar está ahí, lejos. Recuerdo cuando me llamaste soberbio y te alejaste llorando, y ahora estás allí, lejos. Las espirales que dibujabas con tu cuerpo, y el agua fluyendo contra el mio. Desapareciste en el mar, te enterraste en su arena y me esperaste así, escondida, bajo la arena. En el aire el sol quema. Demasiada luz, mis ojos se me cierran. Mi ahora pequeño cuerpo pesa, ¿cómo haré para andar en la tierra? Un bote tambaléandose sobre mí, quizás entonces habría una tormenta. Un hombre cayó al mar… ¿recuerdas qué pasó? “Asesino” Me gritaste asesino. La sangre se esparcía en el agua, algunas partículas rojizas aún flotaban. Sólo era un humano, y yo tenía hambre. Por atacar a un humano, un ser inferior, soy esto ahora. ¿Humano? No. Un dragón desmarado. 28


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ARIADNE La ConversiOn EL TORMENTO DE UNA MUJER CONVERTIDA EN VAMPIRO

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