Año 75 Nº 4058 - 2 de Febrero de 2014 La Presentación de Jesús - Ciclo A - Color blanco
Luz para alumbrar naciones Cristo es Luz. Él ha venido al mundo para que todo el que crea en Él no permanezca en la tinieblas. Jesús es la Luz verdadera que ilumina, orienta, libera y salva a todo hombre. También el cristiano debe ser luz, debe realizar las obras de la luz. El cristiano, aún después del bautismo, no es nunca pura luz; es mezcla de luz y de tinieblas. Por esta razón su vida es lucha, esfuerzo y conversión. La conversión no es una acción realizada una vez para siempre. Es más bien un proceso sostenido, una tensión de cada día. No es una realidad que se pueda adquirir mediante “una promesa”. Es una realidad que se debe vivir minuto tras minuto. Es una respuesta al Señor y a los hermanos. Continua y perseverante. Cristo, en una parábola, habla de luz
escondida debajo de la cama. Jesús no concibe a los cristianos de hoy, como seres quietos, “tranquilos”, indolentes, que encierran bajo pesadas corazas de indiferencia, desinterés, insolidaridad y egoísmo, la Luz del Evangelio. Jesucristo quiere cristianos activos: Vayan a todo el mundo, les dirá a los suyos y los sacará del cenáculo donde estaban escondidos, para lanzarlos por los caminos de la Primera Nueva Evangelización. Y sigue hoy diciéndonos: “Ustedes son luz del mundo”. Los auténticos bautizados son y serán luz no solo porque pertenecen a la Iglesia, o tienen una doctrina de salvación que anunciar, y ni siquiera porque son hombres de oración y fieles al culto; sino, también y en primer lugar, porque son pobres, humildes, puros de corazón, con hambre y sed de justicia, solidarios, constructores de la fraternidad y la paz...
« y la gracia de Dios lo acompañaba»