Año 75 Nº 4080 - 22 de Junio de 2014 El Cuerpo y la Sangre Santísimos de Cristo - Ciclo A - Color blanco
Jesús pan de vida San Pablo orienta a la comunidad de los peligros de división: ‘Beber el Cáliz, comer el Pan...’ expresan el hondo sentido de una fe comprometida por la unidad; si esto no está claro, nuestra Eucaristía está vacía de sentido, o es un mero rito religioso intimista, muy lejos de lo que Pablo quiso inculcar a su comunidad. Podemos afirmar con propiedad que Jesús es el Pan de Vida. Es decir, es aquel que ha venido para saciar definitivamente las hambrunas enraizadas en el corazón humano. Jesús no procede de este mundo determinado por la violencia, la ambición y el afán de lucro, sino de una realidad alternativa que Él inaugura en esta tierra, escenario del amor de Dios. Las profundas
insatisfacciones, que son muchas: el cansancio de la vida, el sin sentido, los anhelos del corazón... encuentran en este Pan de vida un remedio saludable. La terrible soledad se transforma en habitación de comunión de vida. El creyente ya no vive para sí, es un consagrado, un poseído por una presencia transformadora que le eterniza y da pleno sentido a su existencia. Un dato interesante del Evangelio es la relación que hace de esta comida (única y sin precedentes), con el sacrificio de Jesús: se trata de comer su cuerpo, beber su sangre. Al comulgar el Cuerpo y la Sangre de Cristo el creyente no solo recibe, se identifica, se une a... sino que es capacitado para dar, ofrecer, entregar una vida digna...a semejanza de aquel a quien comulga.
«Yo soy el pan vivo bajado del cielo»