Año 75 Nº 4066 - 30 de Marzo de 2014 Cuarto Domingo de Cuaresma - Ciclo A - Color morado
Una visión única
dirigentes se lo habían permitido; David, hijo de Samuel, el más pe- gracias a Jesús puede ver. queño de su casa y pastor, es ele- Esta persona busca una nueva magido Rey que conducirá a la unifi- nifestación de su fe, y lo hace idencación de Israel y a la conquista de tificándose con la misma expresión grandes victorias. David dejará de de Dios y de Jesús: “Soy yo” (Jn 9,9); ser pastor de ovejas para hacerse ahora goza de una identidad propastor de Israel. pia y la manifiesta públicaJesús es la luz del mundo y en consecuencia procede a dar luz a quien no la posee. Para ello emplea dos elementos de un alto valor simbólico: el barro, materia original de la creación del hombre y la saliva, que era vista como el elemento donde está presente la energía vital. Barro y saliva aplicados en los ojos que producen como resultado el que ese hombre pueda ver por primera vez. El que era ciego, el que no conocía el don de Dios (cf. Jn 4,10), porque ni su religión, ni sus
mente sin ningún temor; pero además, tiene la capacidad de “identificar” también al que le ha abierto los ojos.
De otro lado, a pesar de la insistencia de los adversarios en rechazar la obra de Jesús, produce el efecto contrario en el sanado: confesar la autenticidad de la acción y al mismo tiempo declarar que Jesús es un profeta. El ciego se declara seguidor de Jesús y asume las consecuencias de ese seguimiento.
«El ciego fue, se lavó, y al regresar, ya veía»