Año 75 Nº 4100 - 9 de Noviembre de 2014 Dedicación de la Basílica de Letrán - Ciclo A - Color blanco
Jesús Templo vivo de Dios En la liturgia de la Palabra hoy Domingo se anotan dos niveles correlacionados del significado cristiano de un lugar de adoración: Jesucristo y los cristianos. “Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre” dice el Señor, con Jesús y por medio de Él se adora a Dios en Espíritu y en verdad. Dios no se limita a algún edificio. Las personas y el universo entero es su trono. Él habita en donde dos o tres están reunidos de verdad en su nombre. De este modo, entonces, los templos representan a Jesucristo que es sitio de encuentro por excelencia, con Dios Padre. La purificación que hace Jesús del templo de Jerusalén es una seria llamada de atención, a no manipular a Dios ni a la religión con el fin de sacar prove-
cho económico. Jesús es muy claro al decir que “no conviertan en un mercado la casa de mi Padre” porque el templo es Él mismo y somos nosotros por la efusión de su Espíritu. En un segundo nivel, san Pablo es claro al afirmar que “el templo de Dios es santo: ese templo son ustedes”. Aquí se encuentra cifrada una de las dimensiones que sustentan la dignidad de la persona humana. Dentro de cada uno vive Dios. De aquí que una forma de honrar y rendir culto al Dios verdadero es el respeto a uno mismo y el respeto a los demás. Ahí comienza toda espiritualidad cristiana: en el reconocimiento y buen trato con el que tengo al frente. Todos nosotros hemos sido consagrados “templo de Dios” el día de nuestro bautismo. Por esa razón todo hombre merece respeto, estimación y valoración.
«Destruyan este santuario, y en tres días lo reconstruiré.»