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José Gregorio, Gregory y Grego TRES NOMBRES Y UNA MISMA FE A

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Para la memoria

Para la memoria

El actor Sócrates Serrano y el fotógrafo Mauricio Donelli han desarrollado varios proyectos sobre la fgura del beato José Gregorio Hernández. Ahora preparan un libro de fotos para continuar rindiéndole homenaje a una fgura intrínsecamente ligada a la vida de ambos por el atributo de la fe. He aquí los detalles los 20 años, el fotógrafo Mauricio Donelli tuvo un grave accidente automovilístico que casi le cuesta la vida. Estuvo en coma ocho días y recuerda haber estado “en el otro plano”. Pero los médicos lograron regresarlo a la realidad y su vida cambió producto de esa experiencia. “Era como una energía”, dice. Permaneció en la clínica varios meses y su proceso de recuperación posterior fue largo. Rememora que desde muy pequeño la imagen de José Gregorio Hernández siempre estuvo en su casa, pues su madre era muy devota del llamado “Médico de los pobres”. Inclusive la acompañó a Isnotú, a donde ella acudió para llevarle una placa de agradecimiento por haber salido airosa de un cáncer.

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Reconoce que lo vivido en aquella clínica transformó su vida: “Entendí que me regresaron para esas cosas que vinieron después. Todo lo que está pasando hoy en día, toda esa conexión con Sócrates, con la gente y las almas que se cruzaron en mi camino desde entonces”.

Revelación en La Candelaria

Sócrates Serrano tuvo su encuentro con José Gregorio de una manera diferente. “Fue por mi hermana Serge. Enfermé de un adenocarcinoma y estaba bastante desanimado. Un día ella me dijo que me llevaría a la iglesia de La Candelaria para visitar el sepulcro de Gregory, como ella lo lla- maba. Yo lo conocía como ícono de la fe venezolana, pero esa fue la primera vez que tuve un contacto con él en una situación de fragilidad. A partir de entonces empecé a estudiar su vida como mortal, como científco, académico y como el médico tan generoso que fue. Me conectó mucho saber que vivía entre dos pasiones, la ciencia y la religión, porque yo siempre he sentido la misma pulsión entre la psicología y la actuación. Desde entonces, me empezaron a ocurrir cosas muy particulares en mi proceso de enfermedad y sanación”.

“Es mi comienzo de revelación con José Gregorio”, destaca el actor, “porque yo vengo de una familia mixta. Mi papá era agnóstico, prácticamente ateo. Mi mamá sí es muy católica. Me fui más hacia el lado de mi papá por mi formación profesional como psicólogo. A mí me diagnostican el 26 de diciembre de 2017 y yo arranco con mi tratamiento en febrero de 2018. En este proceso, comienzo a recibir diferentes elementos: estampitas, escapularios, libros, todos vinculados con José Gregorio. Y una amiga muy querida, fotógrafa también, Billy Quintero, muy devota de José Gregorio, me regala el libro de la Fundación Bigott y me sugiere que le pida a él. Y mi hermana, que en paz descanse (murió de Covid, en 2021), me dice un día: ‘Vístete que vamos a ver a Gregory’ porque ella me veía bastante afectado y quería apoyarme de alguna manera. Íbamos a ir a una misa en La Candelaria, en donde estaba el antiguo sepulcro de José Gregorio, quien todavía no había sido beatifcado. Allí fue mi contacto ‘ofcial’ con su fgura, frente a su sepulcro, en una misa muy especial. Allí me conecto por primera vez con él. Y con la fgura académica y científca de José Gregorio, porque yo cuestionaba mucho todo lo que tenía que ver con lo religioso, por mi formación familiar, con la infuencia de mi papá y también por mi formación científca más positivista. Comienzo a relacionarme con el hombre, con el académico, con el científco y me parece muy interesante la historia de este santo, que yo siempre había visto en todos lados”.

A partir de ese momento, relata que se empieza a vincular y relacionar con él, de una manera diferente: “Pero también empiezo a soñar con José Gregorio. Cuando entro en la fase más aguda del tratamiento, muy invasivo y desgastante, en una parte de mucha fragilidad y en algo muy cotidiano, cepillándome los dientes, experimento una certeza. Sentí que tenía que hablar de José Gregorio y todo esto que me está pasando es para que hable sobre él como actor. Pero no fue una cosa sobrenatural, sino simplemente un sentir muy contundente, muy fuerte emocionalmente. Me senté, lloré y ya teniéndolo claro, me pregunté: ¿Cómo hago? ¿De qué manera doy este mensaje de fe?”

Una estatuilla de yeso viajera

La aproximación más cercana de Mauricio Donelli al personaje ocurrió hace 25 años. “Yo estaba en Paraguaná, comprando mi dulce de leche donde las hermanas Osorio, en Pueblo Nuevo. Entre las cosas que ellas vendían, expuestas en una vitrina, estaba una escultura de yeso de

José Gregorio vestido de blanco y envuelta en envoplast. Yo la veía y sentía que él me veía. Había una conexión y termino comprándola”.

“Al regresar a Caracas vía aérea me meto en el avión, y cuando lo hago no podía entrar en el puesto que me dieron, pues no cabía porque llevaba la estatuilla que acababa de comprar. Pedí entonces el asiento del centro de la última fla, que era de cinco puestos. Puse la escultura en mis piernas, viendo hacia mí. Pero los pasajeros empezaron a decirme: ‘Voltéalo para verle la cara’. Lo giré y lo dejé en esa posición. A los cuarenta minutos de vuelo, el avión empezó a perder altura. Por al- gún motivo, quizás por el accidente que tuve de joven, nunca le he tenido mucho miedo a la muerte, así que cogí mi cámara y empecé a retratar lo que ocurría. Al revelar las fotos vi las escenas del miedo de la gente cogida de las manos, abrazándose y consolándose, mientras José Gregorio los miraba de frente. Desde ese momento empecé a llevarlo en mis viajes. Yo siento que siempre me llegan mensajes de José Gregorio, ya sea en sueños o en distintas situaciones”.

“Unas semanas después, me tenía que ir a la playa en Morrocoy a trabajar. Lo llevé y empecé a tomarle fotos incluyéndolo en el espacio. Al ver las imágenes digitalmente, me di cuenta que algo estaba haciendo mal, y decidí colocarlo mirando hacia el frente y de espaldas hacia mí. Ahí se creó la magia, sentí como si me hubiera pedido ser una proyección de lo que yo observara”.

De Gregory a Grego

Sobre la obra Gregory, canal de fe, Sócrates Serrano dice que fue concebida para hablar de su proceso de sanación del cáncer y de su contacto con José Gregorio Hernández. “Luego de la pandemia”, comenta, “su historia está más vigente que nunca, porque habla de la fragilidad y de la fe: de la fragilidad emocional ante los procesos crónicos y de cómo la fe es una energía sanadora y creadora para superarlos”.

Fue una de las fuentes de inspiración para el actual proyecto de Grego, camino de fe, que realiza con Mauricio Donelli. “Recorremos los diferentes sitios en donde estudió religión y ciencias José Gregorio. Estuvimos en Nueva York, París, Roma, en la Toscana y Madrid. Adicionalmente, recorrimos espacios icónicos de Venezuela. Estuvimos en Isnotú, Maracaibo, Los Roques, Coro, Margarita y Caracas. El registro fotográfco que hicimos fue de mi caracterización de José Gregorio en esos sitios, y adicional a las fotos, cuento mi historia y todo el proceso y el recorrido con la fgura de José Gregorio durante estos dos años, nuestro recorrido personal, vivencial y fnalmente fotográfco”.

Donelli revela que se titula Grego, porque es la frma que el beato usaba cuando escri- bía cartas a sus familiares y a su entorno más íntimo. “Habíamos probado muchos títulos, pero no me parecían. También Sócrates escribía títulos y algo decía que no eran. Ya estábamos cerrando el circuito del libro y quise hacerlo por último en Isnotú. Llegamos al título por la museógrafa del Museo de José Gregorio, que cuando fuimos estaba en obras y con toda su colección recogida. Como una deferencia hacia nosotros, y para darnos una sorpresa, el día que nos íbamos nos convocó a su ofcina, donde había llevado varias cosas de él y las destapó. Había un rosario de madera, unos crucifjos y un teléfono.

“Y reveló también una carta. La puso en una mesa de madera y yo le pedí que si podía abrir la ventana para yo poder iluminarla con luz natural. Retraté la carta completa con el angular, como si estuviera haciendo una reproducción. Mientras la fotografaba, me metí en la escritura para examinarla desde los sentimientos. Tenía que registrar el trazo del bolígrafo, que él clavó en el papel y lo marcó. Veo la frma de José Gregorio y no era la que usualmente conocía, sino que pone Grego. La museógrafa me dice que es una carta que él le escribió a Isolina, su hermana. Insistí en que esa no era la frma de él, pero me dice que sí, que se trata de su frma íntima, personal. No le frmaba así sino a su familia y a los más allegados. Es a los únicos a los que les frmaba así. Hay pocas cartas que están frmadas así. Cuando vuelvo a ver para abajo, percibo que me dicen: ‘Este es el título’. Llamo a Sócrates para que vea la frma y me dice: ¿El título? ¡Claro, es el título del libro!”

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