Revista Lagunita Country Club Nº16

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LAGUNITA • ENTREVISTA

El café espresso nos envía, en primera clase, a un viaje directo a Italia. Allí se originó esa particular forma de prepararlo, y ha invadido a todo el mundo desde su aparición. A Venezuela llegó de la mano de los inmigrantes del país de la bota, y gracias a él, Giorgio Taurchini aún recuerda el día en que pisó nuestra tierra Por Yolanda Manrique Fotos: Raymond Fuenmayor

GIORGIO TAURCHINI

60 años de buen servicio

N

o toma café. En vez de eso, disfruta de un delicioso chocolate elaborado en una de las máquinas de la nueva línea de cápsulas, que también ofrece esa opción, además de té y otras infusiones. Así, con nuestras tazas humeantes, nos sentamos en las oficinas del Grupo Giorgio, ambos como visitantes e invitados, pues hace algún tiempo delegó el mando en su hijo y nietos. Giorgio Taurchini llegó a Venezuela el 19 de febrero de 1953. Lo recuerda perfectamente, llegaba desde Roma, donde unos meses antes, había sido reclutado por Gaggia, uno de los fabricantes italiano de cafeteras expreso y capuchino más popular en aquel momento: “Un primo de mi madre, que estaba de visita, me preguntó si me interesaría aprender a reparar las máquinas de café que él estaba llevando a Venezuela, pues

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necesitaba ofrecer el servicio de post-venta, ya que se trataba de una maquinaria muy sofisticada, y no se podía poner en manos de cualquier técnico. A mí, que me encantaban los motores y estaba trabajando en la Fiat, me pareció una excelente idea, hice el curso y me vine”. Con Gaggia trabajó durante siete años y pronto decidió fundar su propia empresa, Taller Giorgio, que se encargaba de dar servicio y reparar las muchas máquinas que fueron proliferando en la Venezuela cosmopolita, ávida de modernidad y vanguardismo. Conoció muchos rincones de nuestro país, pero recuerda con especial aprecio a sus clientes del Pico El Águila, en Mérida, hasta donde llegó para reparar sus primeras máquinas. Lo curioso e interesante del legado del nonno Taurchini, como se le trata cariñosamente, es su

reducido gusto por el café como bebida, en contraste con el aporte que le ha brindado al mundo cafetero: “Solo me gusta el Caffe Corretto, un tinto al que se le añade Fernet, un licor amargo, que se sirve como digestivo. Así les enseñé a tomarlo a mis hijos”. Sin embargo, la industria del café le debe a esta empresa familiar, que este año celebra su 60 aniversario, una cultura de servicio y asistencia, que le ha permitido mantenerse, y en cierta medida, ha contribuido con el repunte de cafeterías y nuevas tiendas especializadas.

En la unión, la fuerza Giorgio rememora sus primeros pasos, cuando decide ir más allá del mero servicio técnico, y transforma la empresa en Distribuidora Giorgio, en 1970: “Las primeras máquinas que importé tardaron algún tiempo en venderse. Eran


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