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Por Carmen Bernabé
Jesús y la historia: fuentes, historicidad y fiabilidad
Para conocer a un personaje histórico de la Antigüedad es necesario examinar las diferentes fuentes que lo mencionan, valorarlas y usarlas críticamente. Esto último supone su estudio con métodos literarios e históricos que permitan entender lo que expresan. Para poder discernir el grado de historicidad de lo que narran las fuentes de las que disponemos para acercarnos a Jesús de Nazaret, es preciso aplicar criterios de historicidad que permitan establecer la fiabilidad o plausibilidad de lo que cuentan. El trabajo crítico sobre las fuentes y el contexto que se realizó durante el siglo pasado ha hecho posible llegar a un consenso básico.
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Carmen Bernabé
Universidad de Deusto
Jesús de Nazaret vivió en una esquina del Imperio romano, en un distrito del sur de la provincia imperial de Siria controlado por un legado imperial. Galilea, donde estaba localizada Nazaret, era un territorio gobernado por el tetrarca Herodes Antipas, vasallo de Roma, mientras Judea lo era por un prefecto nombrado por Roma, aunque la vida cotidiana la llevaban el Sanedrín y el sumo sacerdocio del templo de Jerusalén.
Aunque era geoestratégicamente importante, este territorio no dejaba de ser una parte marginal del Imperio romano. Nazaret era una aldea del interior de Galilea con menos de quinientos habitantes, donde con probabilidad nació Jesús, uno de los personajes más influyentes en la historia de la humanidad.
Pero ¿existió realmente Jesús de Nazaret o es un invento? La duda sobre su existencia surgió a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, cuando con la Ilustración quiso aplicarse la razón en todos los campos de la vida, incluido el de la fe. Hoy en día son muy pocos los que niegan la existencia histórica de Jesús. Sus argumentos se apoyan, sobre todo, en el tipo de fuentes que hablan de él. Aunque de pocos personajes históricos, exceptuando quizá Julio César y Cicerón, se tienen tantos y tan diversos testimonios escritos, el hecho de que la mayoría fueran escritos por seguidores podría parecer que les resta valor. Sin embargo, una aproximación a la forma crítica de acercarse y usar esas fuentes permite disipar esa duda. ¿Cuáles y de qué tipo son esas fuentes que hablan de Jesús de Nazaret? ¿Cómo deben ser utilizadas y cómo se puede saber el grado de historicidad de lo que relatan sobre sus hechos y palabras? En lo que sigue vamos a tratar de contestar a estas y otras preguntas.
UNAS ACLARACIONES TERMINOLÓGICAS
Antes de nada, conviene hacer una distinción para poder entender lo que sigue. ¿Es igual utilizar el nombre Jesús de Nazaret que el de Jesucristo?, ¿es igual hablar del Jesús histórico que del Jesús real?
El apelativo Jesús de Nazaret hace mención a una persona histórica que vivió en un extremo del Imperio romano, en el siglo I, y tuvo una vida concreta. El nombre de Jesucristo implica ya una confesión de fe y significado: Jesús es el Cristo o Mesías esperado. La hicieron sus seguidores tras la crucifixión, y otros muchos después de ellos. La hicieron al recordar su vida después de haber tenido lo que algunos de ellos –hombres y mujeres– contaban como una experiencia extraordinaria de revelación acerca del verdadero destino de Jesús de Nazaret tras su muerte. Para aludir a ello utilizaron una categoría de su tradición bíblica, la resurrección, de donde adquiría su significado.
Cuando se habla del “Jesús histórico”, se está haciendo alusión a una reconstrucción moderna de Jesús de Nazaret, que se puede “recobrar” y examinar utilizando los medios científicos de la moderna investigación histórica. La designación “Jesús real” alude, más bien, a la totalidad de su persona, algo imposible incluso para los personajes actuales, y mucho menos en el caso de los personajes de la historia antigua que no han dejado escritos, autobiografías o testimonios de tipo diverso. La presentación de Jesús de Nazaret que se hace aquí no pretende llegar al Jesús real, sino al Jesús histórico, pero esta labor es fundamental. Conocer sus rasgos característiCuando se habla del “Jesús histórico”, se está haciendo alusión a una reconstrucción moderna de Jesús de Nazaret, que se puede “recobrar” y examinar utilizando los medios científicos de la moderna investigación histórica
Tácito, Anales 15,44 (115-117 d.C.)
cos, sus opciones y actitudes es interesante para todos e inexcusable para una actitud creyente.
FUENTES DOCUMENTALES SOBRE JESÚS DE NAZARET
Los escritos que hablan de Jesús de Nazaret o de sus seguidores son de varios tipos, pero se dividen en dos grandes clases: 1) Fuentes no cristianas. Suelen ser alusiones breves y escuetas, pero ofrecen algunos datos interesantes y básicos para constatar la existencia histórica de Jesús de Nazaret y
Columna de Trajano, Roma situarlo históricamente. 2) Fuentes cristianas de clases y épocas muy diversas. Hay documentos que entraron en el canon del Nuevo Testamento y otros muchos documentos que no lo hicieron, los escritos extracanónicos; algunos de estos son los llamados “apócrifos”, de estilos y procedencias culturales diversas.
FUENTES NO CRISTIANAS
Entre las más importantes están varios escritores romanos. Uno de ellos fue Tácito, que escribió en su obra Anales (116-117 d.C.): “Este nombre ‘cristianos’ viene de Cristo, que fue ejecutado bajo Tiberio por el procurador Poncio Pilato. Esta superstición abominable fue reprimida en su momento, pero más tarde irrumpió de nuevo y se extendió no solo en Judea, donde había aparecido, sino en Roma, donde confluyen y se cometen todas las atrocidades y horrores del mundo entero” (Anales 15,44,3).
Aquí, Tácito parece emplear una fuente no cristiana, pues alude a una represión temprana no mencionada en ellas, lo que denotaría, con mucha probabilidad, una fuente oficial consultada en los archivos romanos. Su testimonio tiene que ver tanto con los participantes en el movimiento cristiano como con aquel que estaba en su origen y al que estos seguían, Cristo (término griego para el hebreo ‘mesías’, que significa ‘ungido’), de quien ofrece unas notas fundamentales: que fue condenado y ejecutado por Poncio Pilato en Judea, siendo Tiberio emperador; que con él comenzó un movimiento que, aunque reprimido de momento, se extendió después a otros lugares, entre ellos Roma. Estos datos coinciden con lo que dicen las fuentes cristianas.
Otros escritores romanos, como Plinio el Joven y Suetonio, se refieren también a estos grupos de seguidores de Cristo y mencionan brevemente su liturgia, sus reuniones, su ética, su composición mixta o su organización. Suetonio dice que dan “culto a Cristo como a un dios”. Plinio, siendo legado imperial en el Ponto, escribe a Trajano (hacia el 111) a cuenta de algunos cristianos que, llevados presos ante él, aseguraban haber dejado de ser cristianos. Sin fiarse, había interrogado, bajo tortura, a dos esclavas que eran ministras de la comunidad y le dijeron cómo “solían reunirse un día fijo antes del amanecer, cantando loas a Cristo como si fuera dios, y que se comprometían con juramento a no cometer delitos, ni hurtos, ni adulterios, ni infidelidad, ni malversar los bienes confiados”. Su conclusión fue que se trataba de una “superstición miserable y absurda” (superstitio prava et immodica), sin interés alguno.
Mar bar Serapión, un estoico sirio de Samosata, habla de un sabio al que pone en paralelo con Pitágoras y Sócrates y de quien dice que fue muerto injustamente, pero que sigue vivo a través de las
Zona de casas de Cafarnaún. Al fondo, iglesia edificada en 1990 sobre la llamada ínsula sacra (casa de Pedro)
nuevas leyes que dejó a sus seguidores. Muchos historiadores han interpretado que este personaje anónimo era Jesús.
Quizá el testimonio más interesante, por su cercanía en tiempo y procedencia, sea el de Flavio Josefo, un judío nacido en Jerusalén hacia el 37 d.C. que lideró la defensa de Galilea en la primera guerra judía contra los romanos, pero que acabó su vida en Roma, en el entorno del poder imperial, donde escribió sus obras. Dos El testimonio más interesante sobre Jesús, por su cercanía en tiempo y procedencia, es el de Flavio Josefo, un judío nacido en Jerusalén hacia el 37 d.C. que lideró la defensa de Galilea en la primera guerra judía contra los romanos
menciones son especialmente interesantes. La primera la hace cuando, al hablar de la historia de los judíos, alude a la lapidación de Santiago, a quien presenta como “hermano de Jesús, llamado Cristo”, condenado por el Sanedrín y el sumo sacerdote Anán en el año 62, aprovechando un vacío de poder romano entre un prefecto y otro.
Pero el pasaje más conocido e importante de Flavio Josefo es el que se conoce con el nombre de “Testimonio flaviano”. Se trata de
un texto discutido debido a que presenta interpolaciones o modificaciones cristianas (que ponemos en cursiva), pero pocos dudan de que hay en él un núcleo auténtico: “Por este tiempo vivió Jesús, un hombre sabio, si se le puede llamar hombre. Fue autor de obras increíbles y el maestro de todos los hombres que acogen la verdad con placer. Atrajo a muchos judíos y también a muchos paganos. Era el Cristo. Y, aunque Pilato lo condenó a morir en cruz por instigación de las autoridades de nuestro pueblo, sus anteriores adeptos no le fueron desleales. Porque al tercer día se les apareció vivo, como habían vaticinado profetas enviados por Dios, que anunciaron cosas maravillosas de él . Y hasta el día de hoy existe la comunidad de los cristianos, que se denominan así en referencia a él”.
Un texto árabe, cuyo autor, Agapio (siglo X) alude a este ”Testimonio flaviano“, presenta una versión que puede estar más cerca del testimonio original, sin interpolaciones cristianas, y que dice así: “Josefo […] refiere […] que, por este tiempo, un hombre sabio llamado Jesús mostró un buen comportamiento y fue reconocido como virtuoso [o docto], y tuvo como discípulos a muchas personas de los judíos y de otros pueblos. Pilato lo condenó a la cruz y a la muerte; pero los que se habían hecho discípulos [suyos] no abandonaron su discipulado [o enseñanza] y contaron que a los tres días se les apareció después de la crucifixión y estaba vivo, y que por eso podía ser el mesías, sobre el que los profetas habían dicho cosas maravillosas”.
TESTIMONIOS CRISTIANOS
Entre los documentos cristianos están los escritos del Nuevo Testamento (los evangelios, el libro de Hechos de los Apóstoles, las cartas de Pablo y otros), pero también aquellos otros textos que no entraron en el canon, los llamados escritos extracanónicos, que son de tipo, procedencia, épocas, influencias filosóficas y contenidos muy diversos. Más que dar información sobre Jesús son interesantes para conocer las comunidades posteriores.
Estas fuentes han de leerse críticamente, utilizando los métodos críticos de análisis necesarios para acercarse a un texto antiguo. Han de utilizarse las ciencias y la razón, no los prejuicios.
ANTIGÜEDAD, NATURALEZA Y ORIGEN DE LOS TESTIMONIOS CRISTIANOS
Es verdad que, como toda mirada al pasado, hacer memoria supone una interpretación de lo sucedido desde el presente, en el que se hace con una mirada más completa. Por ejemplo, un suceso que, cuando ocurrió, pasó casi inadvertido puede, al cabo del tiempo, mostrar su verdadera importancia y trascendencia. La importancia decisiva que para la Revolución francesa se atribuye a la toma de la Bastilla solo pudo entenderse tiempo después, al recordar los sucesos desde la totalidad del proceso. Cuando se hace memoria, cuando se hace historia, se seleccionan ciertos acontecimientos como más importantes, y también se olvidan o se invisibilizan otros.
Jesús de Nazaret, después de unos tres años de actuación pública, fue crucificado a comienzos de la década de los años treinta. El primer evangelio, el de Marcos, se escribió hacia el año 70, es decir, unos cuarenta años después de los sucesos narrados. A pesar de lo que quizá pueda parecer hoy, no es mucho tiempo para poner por escrito algo importante para quienes lo vivieron, algo que se había recordado, sobre lo que se había hecho memoria y transmitido intencionadamente, debido a su significatividad para un colectivo de personas. Este fue el primer paso en la génesis de los evangelios, cuyo proceso es algo más complejo. Este comenzó mucho antes de ser escritos; empezó con la formación de las tradiciones y los materiales orales y escritos que utilizaron los evangelistas. El relato más antiguo fue el que hacía memoria de la pasión y muerte en cruz de Jesús, hacia el año 40, en Jerusalén. Con gran probabilidad, se puso por escrito cuando los testigos presenciales aún vivían y ejercían una función de control de la transmisión de la memoria y la tradición.
De forma similar, aquellos primeros seguidores de Jesús de Nazaret interpretaron el significado de su vida y su muerte a la luz de lo que hoy llamamos Antiguo Testamento, que conformaba su universo mental y cultural. La interpretación de lo vivido al recordarlo no significa su invención, sino que supone darle una significación nueva y más profunda en un marco de comprensión más amplio y significativo. Junto a este antiguo relato de la pasión se transmitieron otras tradiciones de dichos y hechos de Jesús. Cuando aquella primera generación de testigos estaba muriendo (hacia el 70 d.C.), los evangelistas recogieron este material que guardaban las comunidades, y cuya interpretación custodiaban los primeros testigos, y compusieron sus obras, siguiendo el modelo de las vidas greco-helenistas. De ese modo fijaban aquellas primeras tradiciones y su interpretación: a la vez ofrecían una actualización de la buena noticia que querían transmitir al “hoy” de comunidades en situaciones diversas.
Los evangelios no son crónicas históricas, pero sí están basados en la historia, con la que quieren mantener una relación estrecha, pues pretenden transmitir la experiencia de la presencia de Dios en una persona histórica, Jesús de Nazaret. Son relatos teológicos porque dan una visión religiosa de un acontecimiento histórico, que puede ser compartida o no; pero en ellos es fundamental el anclaje histórico del relato. La interpretación de los hechos es inevitable, como sucede con cualquier recuerdo del pasado. En este caso es una interpretación teológica.
El resto de los escritos del Nuevo
Los cuatro evangelistas, de K. Buchmaler (hacia 820). Representación de los cuatro evangelistas con su correspondiente simbología: Mateo (hombre-ángel), Marcos (león alado), Lucas (toro alado) y Juan (águila)
Testamento son cartas (exceptuando el libro de Hechos y el libro del Apocalipsis, escrito en un género literario especial cuyas claves hay que conocer para poder entender el mensaje). En las cartas, el único autor identificado es Pablo de Tarso, que escribió varias de ellas (Romanos, 1-2 Corintios, Gálatas, 1 Tesalonicenses, Filipenses, Filemón, entre el 50-60 d.C.). Otras fueron escritas por discípulos (Efesios, Colosenses, 2 Tesalonicenses, escritas hacia 70-90 d.C.) o por quienes, en una situación eclesial y social muy distinta, quisieron invocar su autoridad para iluminar las nuevas situaciones a las que se enfrentaban y dar legitimidad a la actualización que proponían (1-2 Timoteo, Tito, escritas hacia 110-120 d.C.). Pablo no habla de la vida de Jesús, porque su interés al escribir las cartas era otro: iluminar algunas situaciones comunitarias desde la fe en Jesucristo y los valores recibidos en su tradición. Las cartas son un género literario diferente al de los evangelios y requieren un acercamiento y unos métodos propios, pero apenas añaden datos históricos a los que encontramos en las demás fuentes canónicas.
Es necesario un estudio crítico del texto que permita llegar a su sentido originario, a aquel que pudieron captar sus destinatarios primeros en su contexto, y
a la historicidad de lo que narra. Para ello hay que tener en cuenta los recursos literarios (géneros literarios, alusiones a la tradición del Antiguo Testamento y a técnicas estilísticas del tiempo; las fuentes; la composición literaria y subrayados teológicos de cada evangelista en función de la situación concreta de sus comunidades), el contexto (formas de pensar, situación histórica y socio-política) y unos criterios de historicidad que se aplican al texto. Este análisis crítico puede ser realizado tanto por exegetas creyentes como por quienes no lo son. Ese significado originario, como sucede en todo texto clásico de profundidad humana, puede ser actualizado y traído a nuestros días teniendo en cuenta las mediaciones históricas y hermenéuticas adecuadas.
¿CÓMO SE DECIDE EL GRADO DE HISTORICIDAD DE LO QUE CUENTA UN TEXTO?
Como se ha dicho, el análisis crítico de los textos (la exégesis) acaba su proceso indagando la historicidad de lo que narran los textos. Para ello se utilizan los “criterios de historicidad”, que son unas normas que se aplican a los relatos evangélicos para poder llegar a discernir lo que procede del Jesús histórico de lo que tiene su origen en el trabajo redaccional de los evangelistas. Los hechos que tienen mayor posibilidad de ser reconocidos como históricos son aquellos que aparecen en fuentes independientes y de formas diversas en ellas; aquellos que han sido conservados y transmitidos, a pesar de causar dificultad o incomodidad para los primeros
Mosaico en la iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén seguidores, pues su evolución posterior fue por otro camino; aquellos hechos que se muestran coherentes con el final de la vida de Jesús, el rechazo y la ejecución.
Aunque en este espacio es imposible desarrollar todos los aspectos y la argumentación completa de cada criterio, sirvan estos dos ejemplos para acercarnos a la forma de proceder en la aplicación de estos criterios. 1) El episodio que narra la acción simbólica en el templo de Jerusalén, donde, al estilo de los profetas, Jesús echa por tierra las mesas de palomas y cambistas, aparece en los cuatro evangelios (en Juan, al comienzo del relato, mientras que en los demás lo hace al final, durante la última semana en la ciudad), pero además asoma como referencia en el juicio y en las burlas de la cruz, así como en el libro de
Hechos de los Apóstoles. Por tanto, es un hecho que cuenta con testimonio múltiple en fuentes y géneros literarios. A la vez, el episodio parece haber creado cierta incomodidad en los primeros testigos. Fue un tema polémico entre sus seguidores y las autoridades del Templo, como se ve en el relato de la muerte de Esteban en Hechos.
En Mc 14,56-59, en el juicio de
Jesús ante el Sanedrín, se menciona que la acusación tiene que ver con el falso testimonio de alguien que decía que le había oído decir que él destruiría ese santuario hecho por manos de hombres y edificaría otro no hecho por hombres. Del mismo modo, estas palabras aparecen en forma de burla en la cruz en
Mc 15,29 y Mt 27,40; mientras que en Lc la alusión a la destrucción del Templo aparece en la
La acción simbólica en el templo de Jerusalén es un hecho que cuenta con testimonio múltiple en fuentes y géneros literarios. A la vez, el episodio parece haber creado cierta incomodidad en los primeros testigos
segunda parte de su obra, en el libro de Hechos, en el episodio de la muerte de Esteban (Hch 6,14). Sin embargo, en el evangelio de Juan, esas palabras, de las que Marcos decía que eran falso testimonio, son puestas en boca de Jesús (Jn 2,19). Por otra parte, si se observa este episodio y su significado en el contexto cultural de aquel tiempo, vemos que entra dentro del estilo profético de acciones simbólicas contra el culto y contra la utilización de Yahvé para la injusticia, y es posible decir que está en coherencia con el mensaje de Jesús y sus acciones. Además, esta acción es un aspecto que, añadido a todo su recorrido, puede explicar su acusación y ejecución. Del análisis crítico de los textos que aluden a él, estudiados en su contexto, se puede afirmar que ese hecho dejó una huella que se plasmó en los textos. Pero, además, esa acción es plausible contextualmente, pues, como hemos dicho, los profetas de Israel, en cuya tradición Jesús estaba arraigado, habían realzado acciones parecidas, y la gente que la contemplaba era capaz de entenderla. Las citas de los profetas que los evangelistas ponen en boca de Jesús lo conectan con ellos y señalan el significado de su acción. Unos años después, otro personaje también hizo un gesto en el Templo, simbolizando su destrucción. Se salvó de morir ejecutado porque pensaron que estaba loco. Por tanto, la historicidad de este episodio es muy probable. La seguridad total nunca es posible. 2) Los relatos evangélicos narran el bautismo de Jesús por Juan Bautista en el Jordán. Un bautismo que Juan anunciaba “para el perdón de los pecados”. El episodio aparece en los cuatro evangelios, aunque de forma diversa (Mc 1,9-11; Mt 3,13-17; Lc 3,21-22; Jn 1,29-34), y se advierte la incomodidad progresiva que el hecho produjo entre sus seguidores. Marcos narra el hecho sin dar explicación alguna; subraya la vocación de Jesús para su tarea mediante una teofanía (género literario). Mateo introduce un diálogo entre Juan y Jesús que refleja las dudas y extrañezas de los oyentes del evangelio, confundidos por el hecho, y a los que, por boca de Jesús, se les promete que lo entenderán: “Juan trataba de impedírselo diciendo: ‘Soy yo el que necesita ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?’. Jesús respondió: ‘Déjame ahora, pues conviene que ahora así cumplamos toda justicia’”. Lucas no dice quién llevó a cabo el bautismo de Jesús (posterior, narrativamente, al apresamiento de Juan Bautista, Lc 3,21-22). El evangelio de Juan presenta al Bautista dando testimonio de Jesús al narrar la teofanía de la que fue testigo cuando bautizaba (Jn 1,32-34). Resumiendo: la tradición conservó la noticia, a pesar de la incomodidad causada en los creyentes por el hecho de que Jesús fuera a recibir el bautismo de Juan, dado que era para perdón de los pecados y ya que se le confesaba más importante que este. Después, cada evangelista subrayó el aspecto que le interesaba para su obra y dejó más o menos en la sombra otros. Pero no se eliminó la noticia. Aplicar los criterios de historicidad al material evangélico es un trabajo complejo, dado el tipo de
Galilea, vista del lago
textos que son los evangelios en particular y la índole de la historia antigua en general. Sin embargo, a pesar de la imposibilidad de llegar a un grado de certeza absoluta, su aplicación permite alcanzar unas conclusiones para pasar de lo posible a lo realmente probable. De hecho, la investigación crítica ha llegado a un consenso general en los rasgos básicos que ofrecen las fuentes, aunque no sea unánime. Veamos esos rasgos: ▸ Fue bautizado por Juan Bautista en el Jordán. ▸ Anunció el reino de Dios. ▸ Se dirigió a Israel, pero no solo a un grupo selecto, sino a todo el pueblo, preferentemente a los más estigmatizados y excluidos por el sistema socio-religioso. ▸ En torno a él se reunió un grupo de seguidores –varones y mujeres– con unas características peculiares. ▸ Promovió un movimiento de renovación intrajudío entre quienes le reconocían una autoridad especial, y, sobre todo en Galilea, suscitó una gran esperanza en
ciertos sectores campesinos. ▸ Hizo sanaciones y exorcismos. ▸ Se mantuvo fiel al judaísmo. ▸ Asumió un cierto aspecto marginal en su vida. ▸ Al final de su vida realizó un gesto simbólico en el templo de
Jerusalén que fue decisivo en su condena y ejecución. ▸ Fue crucificado mediante una alianza entre la aristocracia sacerdotal y el poder romano, siendo sumo sacerdote Caifás y prefecto romano Poncio Pilato. ▸ Tras su muerte, el movimiento que se había formado en torno a él pervivió y creció. Algunos, utilizando una categoría de su tradición religiosa, decían que
Jesús había resucitado.
Junto a estos consensos, entre exegetas hay diferencias en la valoración de los siguientes aspectos: la contextualización de su vida y mensaje; Galilea como región con unas características propias y la penetración del helenismo en la zona; la actitud de Jesús ante la Ley y las normas de pureza; el papel de las autoridades judías y romanas en su muerte; la comprensión del reino de Dios.
CONCLUSIÓN
Tras un siglo de investigación se puede afirmar, con cautelas, pues la historia no es una ciencia exacta pero tampoco una actividad arbitraria, que se va estableciendo un cierto consenso sobre la figura histórica de Jesús. El análisis crítico de los textos y la aplicación de los criterios de historicidad permiten llegar a ciertos acuerdos sobre los rasgos básicos, opciones y actitudes de este personaje histórico, Jesús de Nazaret.
BIBLIOGRAFÍA
> R. AGUIRRE, C. BERNABÉ,
C. GIL, Qué se sabe de…
Jesús de Nazaret, Verbo
Divino, Estella 2009.
> J. P. MEIER, Jesús, un judío marginal. I. Raíces del problema y de la persona, Verbo Divino,
Estella 1998.