27 minute read

LOS ELEMENTOS NATURALES Y SU SIMBOLISMO DENTRO DE LA LITURGIA:

Ciertamente, el agua es uno de los elementos más indispensables para la vida. Este elemento cubre el 70 por ciento de la superficie de la tierra, lo que permite el desarrollo de la vida sobre la misma. El cuerpo humano, de hecho, necesita al menos dos litros de agua diariamente para mantener el funcionamiento de los órganos vitales en perfecto estado, pues el agua representa entre el 50 y el 70 por ciento de su peso. Sin agua, pues, no habría vida sobre la tierra, dada la importancia del agua para la vida humana. La Iglesia hace uso del agua en su liturgia, al punto de que podríamos decir que está siempre presente en sus celebraciones.

El testimonio bíblico

Advertisement

Es elocuente el testimonio bíblico sobre el agua. De hecho, este elemento es omnipresente en las Escrituras. Aquí algunas referencias: “En el principio, cuando Dios creó los cielos y la tierra […] el espíritu de Dios aleteaba sobre la superficie de las aguas” (Gn 1,1-2); “él junta las aguas del mar para derramarlas por la superficie terrestre” (Am 9,6); “mi alma tiene sed de ti; en pos de ti mi carne languidece cual tierra seca, sedienta, sin agua” (Sal 63,2); “¡Bendito el que confía en Yavé, y que en él pone su esperanza! Se asemeja a un árbol plantado a la orilla del agua, y que alarga sus raíces hacia la corriente: no tiene miedo de que llegue el calor, su follaje se mantendrá verde; en año de sequía no se inquieta, ni deja de producir sus frutos” (Jr 17,7-8); “En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios” (Jn 3,5); “pero el que beba del agua que yo le dé, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le dé se convertirá en él en fuente de agua que brota para vida eterna” (Jn 4,14); “ya no sufrirán más hambre ni sed ni se verán agobiados por el sol ni por viento abrasador alguno, porque el Cordero que está junto al trono será su pastor y los guiará a los manantiales de las aguas de la vida” (Ap 7,16-17). Como vemos, del Génesis al Apocalipsis se mencionan las aguas como elemento natural mediante el cual Dios manifiesta su acción en el mundo.

El testimonio de la liturgia cristiana y su sentido espiritual

Bebiendo del testimonio de las Escrituras, la liturgia cristiana ha integrado este elemento y lo ha identificado como parte fundamental en la celebración de los sacramentos del Bautismo – del que es materia única – y de la Eucaristía, al mezclar unas gotas de agua con el vino que será consagrado. En los demás sacramentos y en las bendiciones rituales se utiliza para bendecir a los fieles que participan de dichos ritos, así como para las abluciones de los ministros y la purificación de los vasos sagrados.

La utilización del agua evoca, pues, para los creyentes que hacen uso de este elemento natural, la presencia viva y purificadora de Dios en medio de su pueblo, pues ha sido Él mismo quien nos ha hecho nacer de nuevo de las aguas del bautismo que se bendicen la noche de pascua, recordando los episodios bíblicos en los cuales Dios mismo renovó la humanidad a través de este elemento: El diluvio universal (cf. Gn 7,1-24); el paso por el mar rojo (cf. Ex 14,1-31), invitándonos de este modo a nacer del agua y del Espíritu, como anhela el mismo Jesús (cf. Jn 3,5).

Por: Pbro. Jesús Alexander Toro Toro Delegado Itinerarios de Evangelización

“La Iglesia es misionera por excelencia y la obra de la evangelización es deber fundamental de todo el pueblo de Dios” (AG 35; EN 59).

La misión de la Iglesia no está ligada a un solo espacio o lugar determinado; ella se hace en todos los campos de acción donde está presente, ya que todo bautizado es discípulo, testigo, evangelizador, apóstol, misionero, servidor y pastor. Todos los cristianos pueden realizar esta labor porque, por el Bautismo están llamados a ser testimonio de Cristo en medio de sus hermanos.

En nuestra diócesis, se está presentando un modelo de evangelización que no es nuevo en la Iglesia; es tan antiguo y tan nuevo como el mismo mensaje evangélico: formación de pequeñas comunidades. A través de los tiempos, estas han tomado diferentes formas y nombres. En el mismo centro de su misión está el querer de Cristo, llevando su mensaje a pequeños grupos de personas que deseen vivir una experiencia cristiana mucho más madura que no se puede medir por tiempos, espacios o libros; que es, en realidad, una verdadera experiencia de vida en Cristo.

Este itinerario de evangelización se llama SINE, es una verdadera experiencia integral del Evangelio; llega a todos y a todas. Esto no quiere decir que sea una verdad absoluta, sino que es un medio para llegar a Jesús.

Este proceso de evangelización tiene unos pasos definidos para su desarrollo. Primero, se inicia con una motivación directa a los sacerdotes, dado que son ellos quienes tienen injerencia en la comunidad y pueden liderar estos procesos. Segundo, una vez identificadas las personas que quieran y puedan ser parte de la casa de reunión, reciben la invitación personalizada por parte del sacerdote. Esta invitación se llama primer anuncio, que consta de un kerigma. Tercer paso, quienes deseen continuar participando comienzan este itinerario de discipulado cristiano. El siguiente y último paso, es la preparación semanal, que culmina con el retiro de Kerigma.

Serán 11 semanas de catequesis experiencial antes de realizar el retiro fundamental o Kerigma. Este grupo en esta primera etapa se configura como una casa de reunión, la cual se caracteriza por vivir la experiencia de Pentecostés, para que al igual que aquellos que escucharon el discurso de Pedro, el corazón les empiece a palpitar de alegría porque han tenido una verdadera experiencia del resucitado (Hch2, 14-42).

Una casa de reunión es un diálogo continuado de la experiencia de Jesús

- Marzo -

VIERNES 3

SÁBADO 4

Jornada cuaresmal de las CER Retiro cuaresmal para candidatos al diaconado permanente y sus familias

Concierto de cuaresma: Coro Diocesano DOMINGO 5

Retiro espiritual para la vida consagrada

MIÉRCOLES 8

Jornada cuaresmal en los colegios

Día de la mujer

Encuentro de formación para contadores y auxiliares contables

JUEVES 9

9-11 Visita pastoral Guarne

VIERNES 10

Primer encuentro de centros misionales

SÁBADO 11

Encuentro vicarial del SAM (El Sagrado Corazón de Jesús) Escuelas de Animación Misionera (ESAM)

MIÉRCOLES 15

Retiro espiritual para maestros

VIERNES 17

17-20 Retiro espiritual para los diáconos permanentes

SÁBADO 18

Aniversario 66 de la Diócesis de Sonsón Rionegro

18-19 Retiro espiritual para adolescentes y jóvenes Jornada cuaresmal del SINE

DOMINGO 19

19-26 Semana por la vida Día de San José

JUEVES 23

Encuentro con sacerdotes de más de 30 años de ordenados

SÁBADO 25

25-26 Catequesis prematrimonial Convivencia de aspirantes al seminario mayor Encuentro diocesano para agentes de pastoral social Jornada del niño por nacer

DOMINGO 26 Jornada cuaresmal para los movimientos eclesiales

LUNES 27

Encuentro con sacerdotes encargados de pastoral educativa, infancia, adolescencia y juventud

MIÉRCOLES 29

Retiro Espiritual para alcaldes y funcionarios públicos

JUEVES 30

Misa Crismal – Catedral Nuestra Señora de Chiquinquirá (Sonsón)

Segundo Domingo de Cuaresma

Primera Lectura: del libro del Génesis 12, 1-4 Salmo 32: “Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros como lo esperamos de ti” Segunda Lectura: de la segunda carta de San Pablo a Timoteo 1, 8-10 Evangelio: del santo Evangelio según San Mateo 17, 1-9

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz.

Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bien se está aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: «Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo.»

Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: «Levantaos, no temáis.»

Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús solo. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.»

Según Jesús de Nazaret la condición divina no se obtiene desde el poder, la violencia, la fuerza, la riqueza, sino con el amor, el servicio, la compasión, la solidaridad con los hermanos. Se logra no cortando o eliminando la vida sino entregando la existencia. El efecto de esta orientación de la vida para el bien de los demás es la transformación (metamorfosis). La muerte es una transformación de cada ser humano. En la transfiguración de Jesús se manifiestan los efectos de la resurrección, se logra una forma de vida que no se alcanza en la vida terrena.

Los vestidos de Jesús ahora son como la luz. Una frase similar aparece en el relato de la resurrección (Mt 28,1-10). El ángel aparece con vestidos resplandecientes. Jesús pasará por la muerte y no será destruido sino, potenciada con mayor fuerza y dinamismo. En la escena están también Moisés, el grande legislador y Elías el gran profeta quien con la violencia impuso la observancia de la ley de Israel. Moisés y Elías conversan con Jesús. La ley y los profetas no tienen nada que decir a la comunidad (los discípulos), aquellos solo conversan con Jesús. Moisés y Elías dialogaron con Dios en el Antiguo Testamento, ahora conversan con Jesús que es Dios.

El efecto del bautismo en Jesús es el empeño de manifestar la fidelidad al Padre, a costa de la propia vida si fuera necesario, por esa razón se repite la frase del bautismo en el relato de la transfiguración “mi Hijo amado”. La respuesta del Padre a una vida entregada es una vida capaz de superar la muerte. En este hijo está toda la complacencia de Dios Padre, fueron las mismas palabras del Padre para su hijo en el bautismo en el río jordán. Y viene ahora un imperativo “A él escúchenlo”. Ya no es tiempo de escuchar a Moisés y a Elías sino a Jesús de Nazaret, plenitud de la voluntad divina. Al oír este anuncio los discípulos caen por tierra, desconcertados, llenos de temor ¿Por qué? Ellos no quieren un mesías así, a la manera de Jesús. Ellos quieren un mesías militar, triunfador, victorioso, que impone la ley incluso a la fuerza.

Los discípulos ya tienen la experien- cia de cuál es la condición del ser humano cuando atraviesa la muerte. Pero serán testigos de la muerte de Jesús y de la manera como él la afronta: Jesús vivirá la muerte de los malditos de Dios (Dt 21,22-23), una muerte infame, la muerte de la cruz. Para evitar el entusiasmo pasajero, fuera de puesto, deben mejor callar hasta la resurrección. No es fácil pasar la muerte, menos aún atravesarla con fe y en especial, asumir una muerte en cruz.

Para la reflexión:

1. ¿Qué significa para mí y para mi comunidad la transfiguración del Señor?

2. ¿Cómo vivir la Cuaresma desde una opción por la vida y el rechazo de la muerte?

Tercer Domingo de Cuaresma

Primera Lectura: del libro del Éxodo 17, 3-7

Salmo 94: “Ojalá escuchen hoy la voz del Señor: no endurezcan su corazón”

Segunda Lectura: de la carta el apóstol San Pablo a los Romanos 5,1-2.8 Evangelio: del santo Evangelio según San Juan 4, 5-42

En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaría llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José; allí estaba el manantial de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al manantial. Era alrededor del mediodía. Llega una mujer de Samaría a sacar agua, y Jesús le dice: «Dame de beber». Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida.

La samaritana le dice: «¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?»

Porque los judíos no se tratan con los samaritanos.

Jesús le contestó: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva.»

En este Evangelio, la mujer de Samaría comprende que está delante de un anuncio testimonial, nunca visto ni escuchado. Por ello, toma conciencia de que ha llegado el momento del arribo del Mesías, en quien ella deposita su esperanza: “Sé que el Mesías debe venir, el llamado Cristo. Cuando él venga, nos anunciará todo” (Jn 4,25). A la esposa adúltera, dispuesta a acoger el don del amor del esposo, Jesús se le revela en la plenitud de su divinidad: “Le dice Jesus: Yo soy, el que habla contigo” (Jn 4,26). “Yo soy” es el nombre con el cual el Señor se le reveló a Moisés (Ex 3,14). Por vez primera, en el Cuarto Evangelio, el nombre de Dios se atribuye a Cristo Jesús, y es la única vez, que Jesús acepta el título de “Mesías” aplicado a su persona.

Además, según los rabinos, Dios “no habla con ninguna mujer” (Ver. R. XX, 6); lo había hecho solo con Sara (esposa de Abraham, Gen 18,15), pero, ofendido por su mentira, nunca más dirigirá la palabra a las mujeres. Jesús, la plena revelación de Dios, manifiesta su divinidad justo a una mujer, samaritana, hereje y adúltera, lo cual provoca el escándalo y el estupor en sus discípulos “que se admiraban de que Jesús hablase con una mujer” (Jn 4,27). Cristo Jesús no reconoce las barreras levantadas por la religión, los nacionalismos, los preconceptos, para dividir a los seres humanos entre sí y a la humanidad con Dios, porque “Dios no hace distinción de personas, sino que acoge a quien pone en práctica la justicia, sea cual sea la nación de su pertenencia (Hech 10,34-35).

La mujer de Sicar comprende la novedad de Jesús, acepta su propuesta y “abandona su cántaro” (Jn 4,28). Ante la fuente de agua viva, recibida como un regalo, el agua del pozo ahora es inútil y la mujer abandona el cántaro, y, con él, una relación con Dios amparada en la Ley, en el esfuerzo y en el mérito personal. La mujer samaritana se convierte ahora en la primera testigo del Evangelio en su región. Corre a la aldea, anuncia a Cristo Jesús “a los hombres” (Jn 4,28) y muchos samaritanos de aquel pueblo creen en Jesús gracias al testimonio de la mujer: “Me dijo todo lo que hice” (Jn 4,39). Su condición de mujer no fue impedimento para evangelizar a los varones. El comportamiento de la Samaritana no es idéntico al de los primeros discípulos, los cuales, después de encontrar a Jesús, fueron a contarlo a otros: Simón, Felipe, Natanael (Jn 1,40-46). Para el evangelista, ella se comporta como Juan el Bautista, es testigo de Cristo Jesús que “vino como testigo para dar testimonio de la luz, para que todos creyesen por medio de él” (Jn 1,7). Acogido y festejado por los samaritanos que, creyendo en Él, “Le piden que se quede con ellos” (Jn 4,40), Jesús permanece en Samaría tres días.

Para la reflexión:

1. ¿Cómo se comporta la mujer de Samaría frente a Jesús?

2. ¿Qué cualidades de esta mujer me ayudan para vivir con fe la Cuaresma?

Cuarto Domingo de Cuaresma

“Yo soy la luz del mundo, dice el Señor; el que me sigue tendrá la luz de la vida”

Primera Lectura: del primer libro de Samuel 16, 1b.6-7.10-13b Salmo 22: “El Señor es mi Pastor nada me falta” Segunda Lectura: de la carta del apóstol San Pablo a los Efesios 5, 8-14 Evangelio: del santo Evangelio según San Juan 9, 1-41

En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Y sus discípulos le preguntaron: «Maestro, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego?» Jesús contestó: «Ni éste pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. Mientras es de día, tenemos que hacer las obras del que me ha enviado; viene la noche, y nadie podrá hacerlas. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo.» Dicho esto, escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo: «Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado).» Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: «¿No es ése el que se sentaba a pedir?»

Unos decían: «El mismo.» Otros decían: «No es él, pero se le parece.» Él respondía: «Soy yo.»

Si el pueblo de Israel, si la gente sencilla abre sus ojos, es el final de la casta sacerdotal. Ella puede actuar como un patrón cruel en cuanto el pueblo esté sometido, envuelto en el humo del incienso y de las ceremonias, narcotizado por las somnolientas liturgias y ensordecido por las doctrinas, pero cuando el pueblo vuelva a ver y descubra el verdadero rostro del Padre, el Dios de Jesús, el Señor del servicio en favor de las personas, para las autoridades religiosas, hasta ahora duros dominadores, ha llegado su desaparición, quedan fuera de combate. Por ello es tan fuerte el interrogatorio a quien recuperó la vista -un ciego de nacimiento-. La pregunta a las autoridades es demoledora: acaso ¿Quieren ustedes también hacerse discípulos de Él?” (Jn 9,29).

El hacerse discípulos de Jesús es una afrenta para las autoridades, y “lo insultan: Tú eres discípulo de Él, ¡nosotros somos discípulos de Moisés! Y sabemos que a Moisés le habló Dios; pero de ese no sabemos quién sea” (Jn 9,28-29). Los jefes judíos son despiadados y, el joven, delata su dureza de corazón y su terquedad.

Ellos son obtusos. El pueblo es capaz de reconocer a Jesús como el Salvador, pero las autoridades judías lo ignoran (Jn 9,30). Y es este hombre que, hablando en plural, se transforma en el vocero del sentir común, les ofrece una catequesis nueva a los maestros de la doctrina judía.

Quienes pretenden enseñar al pueblo no conocen ni siquiera los rudimentos básicos de la religión y, fundado en su experiencia y en el sentido común, el exciego objeta las acrobacias teológicas de los jefes judíos: “Nosotros sabemos que Dios no escucha a los pecadores, pero, si alguien adora a Dios y hace su voluntad, Él lo escucha. Jamás se ha oído decir que alguien haya abierto los ojos a un ciego de nacimiento. Si este no fuese de Dios (Padre, Creador), no habría hecho nada” (Jn 9,31-33). Pero, las autoridades no desean aprender. Solo ellas pueden enseñar al pueblo, no a la inversa, y se refugian en la Ley para no aceptar la novedad traída por el Espíritu. La doctrina se opone a la vida.

Los jefes ni ven, ni aceptan el hecho, porque contrasta con sus convicciones y derrumba su sistema teológico; incapaces de ofrecer raciocinios a los argumentos del exciego, reiteran el insulto: “Naciste todo entero en el pecado y ¿pretendes enseñarnos? Y lo expulsaron” (Jn 9, 34). Desde antes, Jesús excluyó que la ceguera fuera consecuencia del pecado. Para los jefes judíos, por el contrario, no queda duda de la relación. Este varón debe volver a ser ciego para darles razón y estar en paz con Dios. “Y lo expulsaron” (Jn 9,34). Pero no. No fueron las autoridades quienes expulsaron al hombre recién curado de la institución judía, culpado por recuperar la vista, más bien, Jesús saca del corral a las ovejas y las lanza a la libertad, para que salgan de la ancestral institución que las mantiene prisioneras (Jn 10,4).

Para la reflexión:

1. ¿Qué me enseña este evangelio para mi fe personal, familiar y en comunidad?

2. Esta valentía del recién curado, ¿cómo anima mi experiencia de Cuaresma?

Solemnidad de la Anunciación del Señor

Primera Lectura: del libro del profeta Isaías 7, 10-14

Salmo 39: “Aquí estoy Señor para hacer tu voluntad”

Segunda Lectura: comienzo de la carta del apóstol San Pablo a los Romano 8, 8-11

Evangelio: del santo Evangelio según San Lucas 1, 26-38

A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»

Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél.

El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.» Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?»

El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.» María contestó: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y la dejó el ángel.

Una manera de leer este relato de la Anunciación de Dios a santa María de Nazaret es a partir de las personas y los lugares allí citados. María es una mujer de Galilea, sencilla y humilde, una mujer del grupo de los pobres de Yahvé, es decir, una “anawim”. Y también Zacarías e Isabel, si bien son de familia sacerdotal, son anawim, porque son ancianos y no tienen hijos por la esterilidad.

Después de la concepción de Juan Bautista, o sea “en el sexto mes” (Lc 1,26), la buena noticia (el Evangelio) es acogida “en una aldea de Galilea: Nazaret” (Lc 1,26), por una doncella, “virgen, prometida como esposa” (Lc 1,27). “Nazaret” y “María” hacen contraste a “Jerusalén” y “sacerdote”; así como la frase “el ángel habla a María” con la palabra “templo”. El Señor se revela en lugares humildes y es acogido por gente humilde de la que no “puede venir nada de bueno” (Jn 1,45). A santa María se le invita a gozar: “¡Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo!” (Lc 1, 28). La presencia del Señor en medio de su pueblo es ocasión de gozo, porque la presencia del Señor lleva salvación y bendición. El saludo e invitación del ángel está dirigido a todo el pueblo de Dios en la persona de María. Por lo que, todo el pueblo de Dios está llamado a gozar y a alegrarse en el Señor su Salvador.

La concepción de Jesús es un evento nuevo, la primicia de la futura nueva creación operada por la potencia creativa de Dios que viene al encuentro de la imposibilidad de concebir de María, porque todavía no conoce varón (Lc 1, 34). La sombra que el Altísimo extiende sobre María recuerda la nube que de día acompañaba al pueblo de Israel en el desierto (Ex 13,22), que daba sombra al monte Sinaí revelando la gloria del Señor por seis días (Ex 19,16; 24,17). Es también un signo de la protección de Dios otorgada al justo que invoca el nombre del Señor y se pone en sus manos durante la prueba (Sal 17,8, 57,2; 140,8). En la creación, el Espíritu de Dios aleteaba sobre las aguas, signo de la potencia creadora de la palabra de Dios (Gén 1,2). Dios supera toda capacidad humana, nada es imposible para Él (Lc 1,47; Gen 18, 14; Jer 32,27). Ante el Señor de la alegría, de la vida y de la salvación, María acoge su palabra generadora y creadora: “He aquí la esclava del Señor, que me suceda como has dicho” (Lc 1, 38).

Para la reflexión:

1. ¿Soy un decidido defensor de la vida en todas sus manifestaciones y, en particular, defiendo la vida próxima a nacer?

2. ¿Cómo me ayuda este evangelio a vivir en mis actividades de la semana el sentido de la Cuaresma?

En el centro del relato Jesús asegura a las hermanas de Lázaro que Él es la resurrección y la vida. Jesús asocia la gloria con la vida, la gloria de Dios se manifiesta en la vida indestructible, en la vida de Lázaro se vuelve visible la acción de Dios Padre. La narración va hacia el clímax y, ahora, toda la atención se centra en cuanto Jesús hace y dice. Jesús gritó con fuerte voz: “Lázaro, ven fuera” (Jn 11,43). Jesús llama a Lázaro, aquel que está vivo, colocado en un lugar impropio para un discípulo de Cristo Jesús, porque, aunque muera, continúa viviendo. Jesús llama a Lázaro, pero salió el muerto.

Lázaro como discípulo, escucha la voz del Hijo de Dios (Jn 5,25.28), está vivo, ya vive en la plenitud del amor de Dios Padre; no es él quien debe salir del sepulcro, sino el muerto, que no solo viene hacia afuera, sino que sale “con los pies y las manos amarrados con vendas” (Jn 11,44). Esa forma de sepultar los

Quinto Domingo de Cuaresma

Primera Lectura: del libro del profeta Ezequiel 37, 12-14 Salmo 129: “Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa” Comienzo de la carta del apóstol San Pablo a los Romano 8, 8-11 Evangelio: del santo Evangelio según San Juan 11, 1-45

En aquel tiempo, un cierto Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta, su hermana, había caído enfermo. María era la que ungió al Señor con perfume y le enjugó los pies con su cabellera; el enfermo era su hermano Lázaro. Las hermanas mandaron recado a Jesús, diciendo: «Señor, tu amigo está enfermo.» Jesús, al oírlo, dijo: «Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.» muertos era desconocida entre los judíos, que lavaban el cadáver y lo envolvían en sábanas o lienzos. Por lo tanto, la descripción del evangelista mira a otro punto: el muerto fue amarrado como un prisionero, capturado por la muerte, retenido por ella “Me apretaban las cuerdas de la muerte, estaba preso en los lazos del sheol” (Sal 116, 3).

La última orden de Jesús es sorprendente, pero es, a la vez, la clave de lectura y de comprensión del episodio: “Desamárrenlo y déjenlo ir” (Jn 11,44). Jesús no devuelve el muerto a las hermanas, como era de esperar, sino que lo deja ir, ahora, es libre. Desamarrado el muerto, la comunidad se libra del miedo a la muerte. Y el muerto, una vez suelto de los lazos de la muerte, desaparece… no hay una palabra, ni un gesto… el muerto debe irse para que Lázaro venga. Mientras las hermanas lloraban a Lázaro como un muerto, no lo podían experimentar como viviente. Es un cambio radical de mentalidad: de la concepción judía de la muerte, entendida como un final que espera la resurrección de los muertos, se pasa a la mentalidad cristiana, en la cual la muerte no interrumpe la vida, sino que le permite desenvolverse de una manera más poderosa y definitiva. La vida triunfa sobre la muerte. La comunidad de Betania es testigo visible de esa vida, que se transforma en luz atrayente para quienes se encuentran en las tinieblas, de modo que así “muchos judíos que habían ido donde María, al ver aquello hecho por Jesús, creyeron en Él” (Jn 11,45).

Para la reflexión:

1. ¿Cuál es mi actitud frente a la muerte y la resurrección?

2. ¿Cómo me prepara este pasaje del Evangelio para celebrar la Pascua de este año?

Dejarse encontrar

Se dijo en el sínodo de los obispos del año 2012 que la fe cristiana traspasa doctrinas, sabidurías, normas morales e incluso la tradición. Ella es un encuentro real con Jesucristo (Instrumentum Laboris 18). No hay otra forma de conocer al Señor, sino es teniendo un profundo, real y eficaz encuentro con Él.

“Si ustedes me conocen a mí, también conocerán a mi Padre” (Jn 14,7). Conocer el misterio de la fe, implica pasar por una experiencia de encuentro; y éste a su vez, supone apertura, acogida, disposición, asombro, hondura y compromiso.

Bien se dice, que el encuentro con Jesús cambia la vida; eso les pasó a Andrés y Santiago; a Pedro y Juan; a Madre Teresa, a Santa Laura Montoya; y a otros tantos que, sin dudarlo, emprendieron la aventura de dejarse encontrar por Jesucristo, Evangelio vivo.

Para responder diocesanamente

Todo encuentro es recíproco, entre quien busca y aquel que se deja encontrar. Para favorecer esta dinámica, la Iglesia, en su pedagogía pastoral, ha ofrecido variedad de herramientas que sigan posibilitando en los fieles el contemplar a Jesucristo como único evangelio, capaz de transformar desde el interior.

Por eso, para hacer más asequible el encuentro con Él, la Diócesis de Sonsón Rionegro, ha propuesto un Plan de Pastoral, organizado en tres grandes áreas:

Área de Vocaciones y Ministerios Ordenados.

· Área de Evangelización.

· Área de Pastoral Social.

Con este Plan se pretende que, mediante estrategias y metas propuestas, se responda al deseo más hondo de la Iglesia, que todos, puedan tener un verdadero encuentro personal y comunitario con el Señor.

La labor evangelizadora

¿Cómo evangelizar desde cada una de las áreas a toda una Iglesia diocesana?

Cada área pone sus modos y maneras para responder con fidelidad al mandato Divino y al deseo de la Iglesia. En específico, el área de evangelización, tiene más directamente este compromiso con la Iglesia diocesana: favorecer el encuentro con Jesucristo, mediante la evangelización del pueblo de Dios.

Dicha área está organizada por delegaciones, las cuales, contando con un comité, impulsan, motivan y acompañan la labor pastoral en cada una de las 72 parroquias, que conforman la diócesis.

Cada delegación, trata de responder a unas líneas de acción pastoral, las cuales pretenden que cada uno de los bautizados pueda tener una experiencia de irse configurando con el Señor, en y desde la comunidad misma.

Evangelio, Buena Nueva

Jesús es la Buena Nueva del Padre, para todo aquel que abre su corazón al mensaje.

De ahí que la incansable labor de las distintas delegaciones de esta diócesis esté en función de conducir a los fieles a entablar un encuentro sincero, profundo y comprometido, que surge a partir del anuncio que se realiza.

Hablar de Evangelio es hablar de misericordia, perdón, salvación y acogida a todos; de aceptación, paciencia, acompañamiento y apertura a cada uno. En definitiva, es hablar de Jesús, el rostro humano de Dios para todos.

Esta expresión, formulada en Aparecida (2007) y recogida luego en FRANCISCO, Evangelii Gaudium, 75 (2013), se ha constituido en una proclama que convoca a responder a los actuales desafíos de la llamada Pastoral Urbana, de las grandes ciudades y realidades urbanizadas de estos tiempos ya establecidos de manera irreversible, pues cada vez seremos más urbanizados, en un proceso incesante de configuración de la realidad.

La ciudad es el signo de los tiempos que mayores cuestionamientos hace a nuestros modos de evangelizar; es el escenario donde se desarrolla nuestra civilización, donde “la fe nos enseña que Dios vive en la ciudad, en medio de sus alegrías, anhelos y esperanzas, como también en sus dolores y sufrimientos (…), en las ciudades es posible experimentar vínculos de fraternidad, solidaridad y universalidad” (Aparecida, 2007, p. 256). Teniendo en cuenta esto, la ciudad interpela la fe, desafía la pastoral y reformula las tradiciones y costumbres de las comunidades.

Cuando decimos que “Dios vive en la ciudad”, estamos aceptando que Dios está allí, en muchos modos y experiencias humanas, antes de que los evangelizadores lleguemos. Es decir, nuestra tradición misionera y pastoral nos ha enseñado que “hacer misión” es llevar a Dios allí donde no es conocido, para que “los paganos” conozcan al Dios vivo y verdadero. Pero si decimos que Él ya vive en la ciudad, la evangelización será descubrir al Dios que ya vive y actúa antes de mi llega da. Con esto en mente, nuestra tarea será descubrirlo en las experiencias que los grupos y personas ya tienen de Él.

Con esta mentalidad de apertura y de escucha, nuestra pastoral tendrá que superar el modelo colonialista de “conquistar infieles” y entrar en una nueva expresión valorativa del otro, de sus formas y vivencias humanas, sin los prejuicios impositivos de atribuir la verdad por vía de autoridad; más bien, preferir la atracción y seducción del evangelio, por el testi monio, renunciando a las acciones proselitistas que se quedan en la divul gación de narrativas doctrinales que, si no están respaldadas por el ejemplo, no pasarán de ser demagogía.

Nuestra Diócesis de Sonsón Rionegro vive una significativa transformación urbanística, con asentamientos huma nos de claras expresiones de ciudad. Debemos abrir el corazón y la mente para que con la creatividad que da el Espíritu, respondamos al “Dios que vive en la ciudad”.

Para los católicos, en el caminar de la fe, no es extraño el reconocer la relación que se da entre la familia y la vocación al ministerio sacerdotal y la vida consagrada; por lo general, cuando una persona hace los votos como religioso o recibe la ordenación sacerdotal, una vez esto acontece, expresa con sus propias palabras la gratitud a la familia que lo formó, lo educó, le transmitió virtudes, valores y le manifestó un cuidado amoroso; lo más importante, le comunicó con las palabras y el ejemplo, una verdadera y transparente relación con Dios, hecha experiencia de vida en el amor, la fidelidad, la justicia, la obediencia y en la oración. Con toda razón, el papa san Juan Pablo II, hablando desde lo que él mismo había vivido, se refiere a la familia con estas hermosas palabras: “Es como un jardín o como el primer semillero donde las semillas de vocación, que Dios esparce a manos llenas, encuentran las condiciones para germinar y crecer hasta su madurez”. Por lo tanto, se hace entendible, además, el que sea llamada por los padres conciliares como el primer seminario (Optatam totius, s. f.).

Ahora bien, la persona nace dentro de una familia, cultura, tradición científica o filosófica; los padres poseen el derecho, el cual no se puede negar, de transmitirle a sus hijos su lengua, cultura, conocimientos, y espiritualidad, todo ello es gradual. No obstante, llega un momento de madurez humana, intelectual y espiritual en la que su fe se confirma o se niega, puesto que debe ser una decisión responsable, basada en fundamentos, que debe ser crítica y libre, lo cual se requiere para propiciar un ambiente apropiado para descubrir la llamada de Dios, es decir, la propia vocación.

No podemos ocultar lo que viene aconteciendo en nuestra sociedad contemporánea, en la que se vienen produciendo unos cambios, con sus respectivas transformaciones en la cultura, en la que “la novedad de estos cambios, a diferencia de los ocurridos en otras épocas, es que tienen un alcance global que, con diferencias y matices, afectan al mundo entero” (Aparecida, 2007, p. 53).

Nuestras tradiciones culturales ya no se transmiten de una generación a otra, con la misma fluidez que en el pasado. Ello afecta, incluso, a ese núcleo más profundo de cada cultura, constituido por la experiencia religiosa, que resulta ahora igualmente difícil de transmitir a través de la educación y de la belleza de las expresiones culturales, alcanzando aun la misma familia que, como lugar del diálogo y de la solidaridad intergeneracional, había sido uno de los vehículos más importantes de la transmisión de la fe (Aparecida, 2007, p. 55).

Según lo expresado por el documento de Aparecida, quizá la institución más afectada por todos estos cambios que vivimos como sociedad contemporánea es la familia que, de alguna manera, nos da luces para comprender el ser uno de los motivos de la falta de vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa. Ante el actual panorama, tenemos que preguntarnos:

¿Qué se está haciendo en cada una de nuestras comunidades parroquiales, a nivel pastoral, para que la familia vuelva a ser agente primero de la pastoral vocacional?

Al pensar en la promoción vocacional se acumulan preguntas y opiniones ¿A dónde hay que ir? ¿Dónde se puede generar un trabajo de pastoral vocacional? ¿Dónde encontrar nuevas vocaciones? ¿Quién debe hacerlo?

Hablemos sobre algunos ambientes interesantes:

Colegios e instituciones educativas

Es verdad que las circunstancias sociales y culturales han convertido los colegios en ambientes humanos desafiantes, de manera que muchos agentes de evangelización ya no sienten el deseo de acercarse… ¿Miedo al rechazo? ¿temor al fracaso? ¿al ridículo? Todo influye. No se puede negar que allí, en la escuela y el colegio, sigue existiendo una gran oportunidad para ofrecer la opción de la vida consagrada. A los sacerdotes de las parroquias nos corresponde ir a los colegios, si no lo hacemos, cada vez tendremos menores opciones con los posibles vocacionados. Enseñaba PABLO VI, Concilium de Laicis (1974) "El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si escuchan a los que enseñan, es porque dan testimonio”.

Empresas e instituciones

El ambiente profesional es una de las apuestas más evidentes y necesarias de la promoción vocacional. Hay muchas personas que han dedicado años de sus vidas en las universidades, que los han llevado a consolidarse como profesionales en distintas áreas del conocimiento y del trabajo. Allí también se pueden encontrar hombres y mujeres con inquietudes vocacionales latentes, que pueden aspirar a un estilo de vida de especial consagración en la iglesia. Es necesario seguir generando iniciativas reales y directas para llegar a ellos, de manera que el mensaje y la propuesta esté al alcance de su reflexión. Dirá FRANCISCO (2017) que:

Para proponer hoy a un joven el «ven y sígueme» (Jn 1, 39), se requiere audacia evangélica; la convicción de que el seguimiento de Cristo, también en la vida consagrada, merece la pena, y que la entrega total de uno mismo a la causa del Evangelio es algo hermoso y bello que puede dar sentido a toda una vida.

La vida parroquial

No dejarán de acercarse a nosotros aquellas personas que podemos denominar como “vocaciones espontáneas”; por supuesto que estas dependen de innumerables factores que los llevan a tener cierta cercanía con la vida de la iglesia, familias de fe que educan a sus hijos en el camino del Señor, acción pastoral parroquial que atiende a las diferentes poblaciones de manera efectiva, desde la infancia hasta la juventud. La parroquia siempre será lugar privilegiado para lanzar las redes al estilo de Jesús y sus discípulos.

Pensando en estos diferentes ambientes, podemos preguntarnos:

¿Cómo hacer promoción vocacional en cada uno de esos lugares?

¿A quiénes les corresponde hacer pastoral vocacional?

En los próximos artículos lo trataremos.

This article is from: