LLATINISMES
Iter per Europam
AUTORA: Ana Robles Campabadal ASSIGNATURA: Llatà CURS: 2n Batxillerat INSTITUT: IES Can Planas ANY: 2015 -2016
ITER PER EVROPAM
Franรงois Gignard
PREFACIO
Mi padre, hijo de un francés emigrado a España durante el Segundo Imperio, fue un gran aficionado a la lectura desde su infancia, había participado en concursos literarios en la escuela, y siendo ya un muchacho llegó a demostrar un gran talento componiendo pequeños cuentos y algunos versos. De hecho, fue premiado con el segundo accésit en un certamen literario universitario gracias a un poema titulado Le printemps. A raíz de la lectura de Scènes de la Vie de Bohème y fascinado por la leve brisa que llegaba desde Francia de los grandes artistas bohemios, se marchó de casa a los veinte años en busca de inspiración y, en el mejor de los casos, para acabar convirtiéndose en un escritor atormentado del barrio de Montmartre. Cuando mi padre escribió estos relatos que siguen, lo hizo inspirado -como más tarde él me confesaría-, por la entonces desconocida obra en nuestro país de Hans Christian Andersen, Viaje por España. Mi padre escribió en un cuaderno a modo de diario sus impresiones acumuladas en el ínterin de su viaje por algunos países de Europa, y además añadió algunos grabados y fotografías tomadas por él. Estos escritos en forma de diario pretendían ser un armazón para una futura obra titulada, que él mismo encabezaría con un prólogo. Sin embargo, consumió todos sus ahorros mucho antes de alcanzar la culminación como escritor libre y despreocupado, por lo que tuvo que regresar a Barcelona pocos meses después. Enseguida se casó con mi madre, y empezó a trabajar como contable en una farmacia del barrio de Gracia.
Tras el estallido de la Guerra de Cuba fue llamado a filas para luchar contra los americanos , y ya no regresó. Contaba yo con cinco años entonces.
Hace siete meses, tras la muerte de mi madre y mientras seleccionábamos todos muebles y objetos de la casa familiar, apareció en el altillo una vieja caja con algunas pertenencias personales de mi padre, y entre ellas se encontraban las crónicas de su viaje de juventud. Así pues, me dispongo a publicar esos relatos como obra póstuma de mi padre, sin pretender en absoluto beneficiarme por ello, tan sólo mantener vivo el recuerdo de mi padre. Luis Gignard Barcelona, 1934
SOBRE LA TRADUCCIÓN Y EL CONTENIDO Puesto que este libro se publicará en España y estos relatos fueron escritos en francés -idioma que mi padre estimaba y con el que se desenvolvía por ser su lengua materna-, ha sido necesaria toda una labor de traducción por mi parte. La propia traducción refleja mi empeño en mantenerme lo más fiel posible el estilo de mi padre, espontáneo y natural, con un leve toque irónico y con un abundante uso de latinismos. Sobre el contenido, he conservado la totalidad de los textos, así como las fotografías adjuntas, y sólo he suprimido algunos pasajes que no eran sino repetición de otros y varios versos, que he agrupado en una adenda al final de esta obra.
13 junio 1892
Hemos salido de Barcelona muy temprano, atravesado La Jonquera, cruzado la frontera y, finalmente en Francia se acabó el viaje. Hacia mediodía ya se divisaban los radiantes Pirineos; aunque la meta de nuestra travesía aún estaba lejos... No creo necesario mencionar las causas de este viaje, pero cabe decir que no lo he emprendido solo, sino con mi compañero y amigo de la infancia Maurice Châtelier, cuyo padre, igual que el mío, se exilió a España durante la Comuna de Paris. Maurice es conocido también como tourbillon, un alias que aborrece pero que define perfectamente su gran ánimo y vitalidad. Maurice quiere ser pintor, y hasta ahora ha imitado el estilo de su álter ego, el artista Toulouse-Lautrec. Al llegar a la estación de Perpiñán, Maurice y yo hemos bajado del ferrocarril a toda prisa para llegar hasta la oficina de información turística, pues ya era tarde para buscar un alojamiento confortable en el que ofrecieran la cena. Un mozo de servicio que pasaba por allí en aquel momento, debió vernos algo desorientados, así que nos facilitó la dirección de la pensión donde ahora nos encontramos; todo un detalle, porque con el maremágnum de gente, niños, viajeros y militares que ocupaban el andén y todos los espacios de la estación no hubiéramos llegado muy lejos. Poco puedo decir: es un establecimiento modesto y discreto, pero está limpio, es cómodo y sirven buena comida; aunque Maurice, en un lapsus, derramó sus pinturas sobre la alfombra del comedor, por lo que tuvo que pagarla.
Mañana visitaremos con calma la ciudad. Acerca de esta ciudad había oído las opiniones más disparatadas: al parecer hay muchos burgueses y esnobs adinerados, y también ladronzuelos, así que habrá que andar con mucho cuidado. Al lado de la posada hay un anticuario, y Maurice ha visto desde el escaparate unos libros bastante antiguos que aún conservaban su ex libris. Por lo que parece ha reconocido en la estampa de uno de los libros el nombre del dueño al que pertenecía, así que me ha hecho prometer que mañana a primera hora nos acercaríamos. Nada más por hoy, mañana nos espera un día duro. Añado una postal de la ciudad, pues me parecido un bonito recuerdo, y un pequeño esbozo que ha hecho Maurice durante el viaje.
18 junio 1892
Prácticamente he olvidado cómo coger la estilográfica, y mucho más mi gran propósito de escribir este espléndido memorándum-todo escritor que se precie debe tener como mínimo una obra de juventud, una obra sin argumento marcado y de carácter espontáneo, como este diario-, pero no puedo negar que estos últimos días no han sido nada fáciles. Ya mencioné que el día de nuestra llegada, Maurice y yo fuimos a una pensión en el centro de Perpiñán; pues bien, esa misma noche, a pesar del pequeño incidente de las pinturas derramadas por mi compañero, no ocurrió nada extraordinario. Sin embargo, al día siguiente resultó imposible salir a la calle, pues fuera soplaba un viento muy fuerte que se llevaba hasta los sombreros de los señores, y las nubes, rebosantes de agua, regaron la ciudad durante todo el día. El súmmum del mal tiempo. Esto obligó a todos los huéspedes a quedarnos en la posada, con elaburrimiento y el hastío que conlleva , y el quid más delicado de la situación: la convivencia entre nosotros. Entre todos los pensionistas, había un italiano de Calabria y sus dos hijas, unas encantadoras gemelas que no pasaban de los veinte años, Amalia y Carmelina. Maurice, que había sido seducida por la belleza sureña de esas muchachas -¡italianas, un plus importante!-, intentó acercarse a ellas con la excusa de que había encontrado a sus musas, que eran la viva imagen de las donnasangelicatas de Petrarca y que él debía pintarlas. Al final de un lamentable episodio que no relataré, el dueño de la posada nos dirigió un ultimátum en el que nos pedía abandonar la posada a primera hora del día siguiente sin falta, a no ser que quisiéramos tropezar con disgustos mayores. Jamás olvidaré el rictus que debieron dibujar mis labios en aquel momento.
A la mañana siguiente, empaquetamos nuestras cosas y nos marchamos enseguida de la posada. Se puede decir que decidimos que ya era el momento de continuar nuestro viaje, así que cogimos el tren de las nueve con dirección a Toulouse. De nuestra breve parada en Perpiñán, Maurice y yo guardamos recuerdos muy diferentes. Por mi parte, creo que me ahorraré los comentarios. Por la parte de Maurice, se puede decir que está en las nubes desde que en el tren de camino a Toulouse, descubrió una carta en el bolsillo de su abrigo que le habían introducido secretamente las hermanas italianas. Nunca supe lo que decía esa carta, pero la posdata que adjuntaron -y que fue lo único que Maurice me dejó leer- dice esto: " PD: Tutte le stradeconducono a Roma, cioè, amor non conoscetravaglio." A eso de las dos de la tarde y a medio camino, hicimos parada en Carcassonnepara comer y visitar la ciudadela amurallada. Me llamó la atención esta curiosa información que he leí en un cartel informativo, así que la he copiado: "EL GRAN POZO. Entre los 22 pozos que abastecían la Ciudadela, es el más antiguo. Su brocal data del siglo XIV y sus columnas y herrajes de la época del Renacimiento. Una leyenda cuenta que los Visigodos, asustados por la llegada de Atila, se reunieron para decidir el lugar dónde iban a esconder el tesoro del Templo de Salomón."El gran pozo" de Carcassonne, fue el lugar predilecto escogido por el quórum de la asamblea.El pozo ha sido excavado muchas veces, mas siempre en vano."
Parece increíble, ¿verdad? La riqueza y el poder son el motordel mundo ya enlos tiempos de Atila. GeorgesClemenceau definía el poder como la más completa de las servidumbres. He aquí la vis cómica de la coherencia, pues a simple vista parece sólo una contradicción sin mucho sentido...
Con todo el ajetreo olvidĂŠ tomar fotografĂas, pero por suerte Maurice, que estĂĄ al corriente de mis escritos, hizo una maravillosa de toda la ciudadela de Carcasona.
20 junio 1892
Me he tomado la libertad de no escribir todos los días, pues creo que son pocas las personas que suelen considerar como una conditio sine qua non el hecho de dar tregua al papel y dejar pasar el tiempo para que la inspiración llegue por sí sola -que es lo que yo necesito en estos momentos-. En realidad resulta poco creíble que no pueda escribir a diario cuando no hay nada más realista que la experiencia de uno, sin embargo, yo necesito tiempo para redactar textos de más calidad. Valoro más la calidad que la cantidad, y al parecer ese es el modus operandi de varios escritores. Dejando de lado estas reflexiones, me gustaría escribir en unas líneas lo que sucedió en el trayecto hasta Toulouse, y lo que hicimos Maurice y yo al llegar. De hecho, el mismo día que salimos de Perpiñán debimos haber llegado a Toulouse, sin embargo un incidente ocurrido en las estación de Baziège -un pueblecito cuyo modus vivendi es el cultivo de vid-, alargó el viaje durante toda la noche. Lo que ocurría ese pueblo era según parece vox populi: uno de los cinco propietarios de tierras del pueblo, el primus inter pares -pues está casado con la hija del alcalde-, aumentó las jornadas laborales de todos sus jornaleros manteniéndoles el mismo sueldo. Vista la injusticia cometida -que no pueden tolerar debido al statu quo en el que se encuentran-,los campesinos se habían reunido para protestar en diferentes puntos de la ciudad y habían levantado barricadas en el tramo de vía que pertenecía a la estación de Baziège, de modo que el tren donde íbamos quedó parado unas horas. Finalmente, debido a la presión de toda la gente que había allí, amo y jornaleros llegaron a un acuerdo: un quid pro quo: a los jornaleros que estuvieran dispuestos a trabajar más horas se les aumentaría el sueldo.
Admiro la rapidez con la que este país y sus habitantes resuelven las cosas razonablemente, aunque mi padre solía decirme que esto es así desde la Revolución francesa, ya que no hay que olvidar que su casus belli fue una revuelta del pueblo. Dicho esto, el miedo de los hombres poderosos los hace más negociables. Zanjado este suceso, nos hicieron salir del tren y subirnos en otro que se estaba más allá de las barricadas, porque éstas pesaban tanto que no pudieron levantarlas. Finalmente, después del transfert de maletas y pasajeros, el maquinista del tren pudo retomar el viaje sin ningún otro contratiempo. Llegamos a Toulouse de madrugada. Al llegar a la estación de Toulouse nos hicieron pasar a todos por la ventanilla de atención al cliente, y en pago por las molestias causadas nos regalaron a todos los viajeros una noche en un buen hotel en el centro de la ciudad y una entrada para la ópera La dama de las camelias. Maurice y yo nos pasamos toda la mañana y parte de la tarde durmiendo en el hotel, y ya por la noche nos arreglamos para ir a cenar y luego para ir al teatro. A mi madre le gustaba mucho La dama de las camelias, aunque no vivió para ver cómo se hacía la ópera basada en la opera prima de Alejandro Dumas. Ella me explicaba que el autor, a pesar de ser un gran escritor, era también una rara avis, y esto me hace pensar en los grandes genios artísticos, pues gracias a su peculiaridad y a su carácter poco común alcanzan la creación de obras magníficas.
Adjunto un grabado de propaganda de La dama de las camelias que consiguiรณ Maurice
21 junio 1892
Hoy me gustaría hacer un repaso de lo que ocurrió ayer al salir del teatro. Sin embargo creo que debería relatar a priori la maravillosa experiencia de asistir a la representación de una ópera como La dama de las camelias. El argumento de la obra es el siguiente: El amor imposible entre Margarita Gautier, una reconocida cortesana, y ArmandDuval, un joven acomodado pero sin mucha reputación. Ab illo tempore, estas relaciones amorosas sin matrimonio no estaban muy bien vistas, probablemente a causa de los prejuicios sociales. El padre deDuval le ruega a Margarita que deje a su hija, y ella lo abandona dejándolo muy herido. A posteriori, al sentirse traicionado, hace todo lo posible para hacerle daño a Margarita. Cuando Margarita se encuentra in articulo mortis, escribe a Duval explicándole el verdadero motivo por el que ella le abandonó -que no era más que otra prueba de su amor-. Entonces él decide ir a verla pero no llega a tiempo: al llegar margarita ya ha muerto debido a una tuberculosis que acarreaba desde hacía mucho tiempo. Este relato plantea lo efímero de la vida, pero también la inmortalidad del amor, por lo menos en la literatura. De alguna manera se puede decir que el amor se prolonga en las letras... Ahora sí, voy a relatar lo que ocurrió cuando salimos de ver la ópera. Primero debo decir que cuando llevábamos ya dos horas en el teatro -la representación comenzó a las diez p.m.- y la obra estaba in extremis, Maurice se dormía -todo lo contrario que yo-; pero ¿quién podía imaginar lo que pasaría después? Fue pisar la calle e ipso facto la situación se animó. Cuando volvíamos hacia el hotel vimos a un hombre que intentaba forzar la cerradura de la puerta de una joyería. Esa joyería está al lado de una comisaría de policía, así que no hace falta que explique lo que ocurrió:
mientras el ladrón estaba concentrado intentando abrir la puerta, dos policías salieron fuera a fumarse un cigarrillo, y aunque lo pillaron in flagranti, tardaron un tiempo en detenerlo debido supongo a lo absurdo de la situación. Así pues, entre una cosa y otra, llegamos al hotel a las dos a.m. Esta mañana hemos leído en la prensa local que el juez aplazará sine die el juicio de este hombre. No sabía que imagen podía adjuntar hoy, pero Maurice ha resuelto ese asunto: ayercompró una postal para enviársela a sus padres, pero esta mañana mientras la escribía ha derramado unas gotas de café sobre la parte escrita, así que ya no la quiere y me la ha dado. Tiene hasta el sello.
15 julio 1892
No me siento demasiado orgulloso de mi labor con estas crónicas. De hecho, me prometí motu proprio mantener una cierta constancia y regularidad, pero tengo que admitir que no he cumplido con ello. Sin embargo, he decidido tomarme las cosas de otra manera. En un principio, la idea que tenía in mente era la de seguir una especie de diario, pero esto acabó por convertirse en una obligación. Tal vez yo no esté hecho para esto. Maurice suele decirme que no me arrepentiré si escribo, y que puede ser un recuerdo muy grato para mí y mis "futuros y nobles descendientes" [sic]. Creo que Maurice me toma el pelo. Sé bien que he planteado esta cuestión ad nauseam, tanto hablada como por escrito, aunque no puedo prometer que no volverá a ocurrir. Después de estas repetitivas palabras, me alegro mucho de poder decir que ya no estamos en Francia. De hecho, pasamos allí más de dos semanas, y Maurice y yo decidimos que ya era hora de continuar nuestro viaje. ¿A dónde? ¡A Italia, sí señor! Italia, hogar de culturas europeas como la etrusca y la romana, cuna del Humanismo y del Renacimiento ex aequo. Su capital, Roma, ha sido durante siglos el centro político y cultural de la civilización occidental, y también la santa ciudad de la Iglesia católica. Hemos cambiado el país de la libertad y la revolución por el país de la cultura, el monsieur por el signore, la quiche lorraine por la pasta, y el vouloir, c'estpouvoir por el dolcefarniente. ¡Allí florecerán nuestras mentes in albis!
En este momento nos encontramos en Torino, en la región del Piamonte. En realidad Maurice y yo queremos ir a Venecia, y luego recorrer toda la bota hasta el sur, hasta Nápoles y con suerte a Sicilia. Desgraciadamente el viaje de Toulouse hasta Venecia hubiera sido demasiado largo, de modo hacer parada en Torino nos pareció una solución ad hoc. A medida que nos alejábamos de Francia, mis ganas de estar en Italia y visitar sus ciudades fueron in crescendo. Es comprensible, puesto que yo nunca antes había viajado como lo estoy haciendo ahora, aunque se puede decir que he cruzado distintas fronteras dos veces. ¡Y qué decir sobre las óperas! Sobra decir que soy un amante de la óperas lato sensu, y de hecho me encantan la óperas italianas de Verdi, Puccini y todos esos magníficos músicos artistas. Disfruté varias veces de La Traviata y Nabucco en el Liceo de Barcelona, pero supongo que no es lo mismo. Le he hecho prometer a Maurice que me acompañará volensnolens y sin protestar a todas y cada una de las óperas que desee ver durante nuestra estancia en Italia. En el fondo yo sé que a él también le inspiran...:
Libiamne'dolcifremiti che suscita l'amore,
poichéquell'occhio al coreonnipotente va.
Libiamo, amore, amor fra i calici
piùcaldibaciavrà ...pues estos versos de La Traviatavienen a decir stricto sensu que gocemos del vino y del amor. Recuerdo que la primera vez que se representó esta ópera en Barcelona, llegaron a hacer un bis de esta escena, debido al gran éxito que tuvo.
Dejo un anuncio de representación in extenso del estreno de la ópera en el 1853, cuando yo ni siquiera había nacido.
12 julio 1892
¡Hoy me siento inspirado! No sé si serán los aires de Venecia -llegamos aquí hace un par de días- o bien el gran acontecimiento que nos ha ocurrido. Podríamos decir que ha cambiado nuestras vidas, ¡especialmente la de Maurice! Como dije, hicimos parada en Torino para amenizar el viaje, así que tras pasar allí una noche, llegamos a Venecia al día siguiente. Cómo podría describir una ciudad tan fascinante y prodigiosa, incluso afirman que Venecia es de facto una ciudad independiente. Se ha escrito más sobre Venecia que sobre la mayoría de las otras ciudades del mundo. En 1364 Petrarca la encontró "rica en oro, pero más rica aún en fama". En 1786 Goethe opinaba que esta ciudad no podía compararse a ninguna otra. En 1789 Ernst MoritzArndt se enfadó por sus "aspectos y olores repugnantes" -no es de extrañar que acabara siendo una persona non grata en esta ciudad-, y en 1844 Charles Dickens se entusiasmaba diciendo que la realidad de Venecia "superaba la capacidad imaginativa del más fantástico soñador" Sin embargo yo veo a una Venecia derrotada que un día devino símbolo de grandeza perdida, lugar de melancolía, nostalgia, romance, misterio y belleza.
Y por tanto, ha ejercido siempre un poder irresistible en pintores y escritores de todas las épocas y lugares. Habiendo descrito esta ciudad, voy a relatar la historia increíble que ha sucedido aquí, en una ciudad digna de ello. Después de dar un paseo en góndola, Maurice y yo regresábamos por un oscuro callejón cerca de la Plaza de San Marcos, cuando de repente pasaron corriendo unos hombres con una bolsa. Al pasar por nuestro lado soltaron la bolsa y continuaron su carrera. Maurice recogió la bolsa y juntos la abrimos: estaba repleta de joyas.
Por lo tanto se trataba de ladrones que habían robado en una joyería... Enfrascados como estábamos Maurice y yo contemplando las joyas, llegaron a nuestro lado unos Carabinieri. ¡Nos habían tendido una trampa! Los guardias nos detuvieron, y nos comunicaron que este asunto sería llevado a cabo sub iudice. A pesar de nuestros ruegos y de nuestros intentos por intentar explicarles la verdad -algo difícil por nuestra diferencia de lengua-, sólo recuerdo una única respuesta, que parecía entre un consuelo y la recomendación de resignarnos ante la ley: "Dura lex, sed lex". Mientras avanzábamos custodiados por ellos, pasó por nuestro lado una chica muy joven, con aspecto agitado y preocupado. Al vernos abrió mucho los ojos, y nos lanzó a Maurice y a mí una mirada cómplice e hizo una leve señal con la cabeza. Entonces en italiano les explicó algo a los Carabinieri, y éstos sorprendidos nos soltaron, no sin antes obligándonos a pagar una considerable cantidad de dinero. ¿La razón? Ignorantialegis non excusat. Según ellos, tuvimos el "botín" en nuestras manos, y además no intentamos atrapar a los ladrones, pero la verdad es que nosotros no teníamos ni la más remota idea de que eso fuera necesarios.
Por si eso fuera poco, también nos dijeron que habíamos tenido suerte en medio de tanta confusión, y por lo tantoin dubio pro reo. La joven que nos había salvado se acercó a nosotros y nos explicó que había visto a unos hombres corriendo antes de cruzarse con nosotros, así que no le fue difícil interceder por nosotros. Después de explicarnos esto, se ofreció a prepararnos algo caliente y nos pidió que la acompañáramos. En la plaza de San Marcos había una pequeña tienda de figuritas de cristal -algo muy típico de Venecia-, y al parecer esa tienda era de su padre. Era más de media noche cuando entramos en la trastienda con ella, una pequeña estancia dónde no había más que una mesa, un hornillo y un armario grande.
La muchacha se llamaba Ofelia, ¡qué nombre tan acertado! y nos explicó además su historia: su padre quería casarla con el hijo de un comerciante rico, con la intención de "unir patrimonios". Sobra decir que ella no podía soportar esa idea, pero luchar contra la patria potestas es algo impensable, y menos para una mujer. Nosotros le explicamos nuestra situación también: viajeros errantes en busca de inspiración. Así que Ofelia nos suplicó que la dejáramos venir con nosotros a recorrer mundo, y que al fin y al cabo era lo mínimo que podíamos hacer nosotros para agradecerle lo que había hecho. Y comopacta suntservanda, Ofelia salió a escondidas de su casa por la noche y se unió a nosotros para huir del matrimonio de iure. Ahora somos tres, y parece que Maurice ha recibido un coup de foudre, como solemos decir en Francia...
Maurice, que está muy enamorado de ella, me ha dicho que este cuadro es la viva imagen de Ofelia, tan frágil y hermosa como una flor y tan clásica y helénica como una diosa griega
20 julio1892 Desde que Ofelia está con nosotros, nuestras costumbres han cambiado, no para mal precisamente. Para empezar mis ganas de escribir han resucitado, tal vez es ella la que me inspira, o este país donde estamos ahora, o incluso la estación del año. ¡De hecho ahora tengo un déficit de papel! En cualquier caso, siento y espero que todo lo que he escrito hasta ahora y todo lo que me queda por escribir hasta nuestro regreso a Barcelona - llegue a constituir algo más que una simple crónica de este viaje; espero que pueda resultar un retrato en todos los sentidos de la vida y las costumbres de cada país y de sus gentes. Después de este inciso, voy a seguir con los cambios que ha introducido Ofelia en nuestra rutina. El más significativo es la organización del viaje, pues ya hemos decidido por votación entre los tres las ciudades de Italia que visitaremos. ¡Hay que ver cómo dominan los italianos el tema de la mano alzada después del referéndumque se hizo durante la Unificación! Otra anécdota curiosa es cómo Ofelia hizo creer a Maurice que unos caramelos de limón tenían propiedades curativas para su resfriado, y este placebo nos salió mucho más barato que unas píldoras de farmacia.
Con todo esto aún no he explicado dónde estamos ahora. ¡Pues estamos en Florencia! Debo decir que es una ciudad preciosa, no podría compararla con Venecia en relación con sus edificios y monumentos, pues ambas son muy diferentes. Es también un gran centro religioso. Dicen las estadísticas que la ratio clérigos/civiles es de uno a cien; aunque no sé hasta qué punto deberíamos creerlo. Y por si fuera poco es una ciudad muy rica, ya que gracias al gran turismo y comercio artesano y tradicional de calidad, los ingresos superan a los gastos, de manera que hay un gran superávit. Ofelia nos explicó un dato muy curioso: al parecer todos y cada uno de los miembros de la familia Médici tuvieron al menos un palazzoper cápita... El día de hoy no ha sido demasiado bueno. No hemos visto cosas agradables a la vista, y para colmo hemos llegado a la pensión donde nos alojamos con una sensación muy mala en el cuerpo. He pensado que a lo mejor escribiendo se me pasaría, y me dispongo a averiguarlo ahora mismo. Al menos servirá para demostrar que en las ciudades bonitas también ocurren cosas desagradables. Ha sucedido así: Como todas las mañanas, hemos salido a pasear bien temprano, pues es el único momento del día en que ya hay luz y el calor veraniego aún no ha llegado a su cenit. Sin embargo hoy hemos salido aún más temprano que de costumbre, y después del almorzar en un café de la Piazza del Duomonos hemos desviado hacia una zona más residencial y menos turística. Y allí, en una calle muy estrecha y mal asfaltada, había un hombre tendido boca abajo en el suelo con una botella vacía en la mano. Maurice se acercó con cautela, y le dio la vuelta con cuidado: el aspecto que tenía era espantoso. Tenía la piel lívida y con moratones violáceos, y su cuerpo presentaba el característico rigor mortisque aparece pocas horas más tarde después de la muerte.
La botella en la mano no engañaba; probablemente habría sufrido un delírium tremens debido al alcohol, y al no ser atendido acabó de este modo. Ofelia entró en un estado de nervios increíble, y Maurice y yo nos la llevamos corriendo a la facultad de estudiantes de medicina. Aquel edificio era lo más parecido a un hospital que habíamos podido localizar, y cuando entramos, Maurice fue con Ofelia a buscar a alguien que la atendiera, y yo fui a avisar sobre el hallazgo del hombre. Enseguida avisaron al doctor,enviaron un telegrama al juez y otro a la policía para hacer el levantamiento del cadáver. Mientras yo fui a buscar a mis compañeros. En aquel momento los estudiantes estaban atendiendo a una pareja de jóvenes. Maurice -que había puesto la oreja-, me explicó que la pareja estaba manteniendo relaciones íntimas en casa de los padres de ella, cuando sin esperarlo estos entraron en casa sin avisar. Esto provocó un coitus interruptus, y además, con el sobresalto, el joven tiró al suelo un candelabro, con tan mala suerte que cayó sobre su pie provocándole uno herida. Y los estudiantes estaban curando esa herida. Al cabo de un buen rato regresaron los estudiantes con el doctor y alguien más: el cuerpo. Habían estado batallando para llevárselo a la facultad y experimentar con él, pues aunque podían hacer prácticas in vivo con otros organismos, no era los mismo. Un investigador había descubierto que el hombre se había arruinado y no había podido pagar su prorrata en un negocio compartido, así que se dio a la bebida y el resto ya lo sabemos. Ese día no será olvidado jamás por ningún estudiante, y probablemente hayan aprendido más en sólo una jornada que en unos cuantos meses juntos. Y por supuesto, en el oficio de médico es necesaria la experiencia práctica, y en este caso con un cuerpo real. ¡Ahora los futuros doctores ya podrán añadir una buena práctica en su currículumvitae de estudiantes!
Dejo aquí un dibujo que ha hecho Maurice de las vistas de Florencia:
27 julio 1892
Me alegro anunciar que estamos en Roma, la espléndida capital de Italia. En el transcurso de su larga historia, llegó a extender sus dominios sobre todo el Mediterráneo y gran parte de Europa. Como capital del Imperio romano, llegó a ser una de las primeras grandes metrópolis de la humanidad, y centro de una de las civilizaciones antiguas más importantes. Roma -y lo sabemos todos- fue, es y será siempre la cuna de las artes y humanidades per saecula saeculorum; por algo es conocida como la Città Eterna. Debo advertir, aunque creo que es algo que nunca he podido esconder, que admiro la historia desde que era pequeño, y por lo tanto es comprensible que me maraville en estas ciudades llenas de monumentos históricos. Ofelia y Maurice, en cambio, de tanto como les he hablado, han llegado a aborrecerla. Se puede decir que hablar demasiado ha sido mi peccata minuta. De hecho me ha ocurrido algo terrible: llevaba yo encima siempre un pequeño cuaderno en el que anotaba todos aquellos datos importantes para complementar luego mis relatos, sin embargo desapareció durante el viaje de Florencia a Roma. Maurice dice que es mea culpa, pues según él lo dejé olvidado en el compartimento del tren. Cuando llegamos a la estación, a Maurice le entró hambre, así que dejamos el equipaje en el hotel y luego fuimos a almorzar. Después nos acercamos al Coliseo, y debo decir que visto de frente era mucho más impresionante de lo que yo podía imaginar. ¡Pobre gladiadores que
lucharon en la arena! Aunque peor debió de ser para los prisioneros cristianos condenados a morir a manos de fieras salvajes en forma de espectáculo, y para más inri con un público inmenso. Ofelia propuso visitar laiglesia de San Pablo, pues decía que le recordaba en el nombre y en la forma a la Iglesia del San Pablo del Vaticano, y ella siempre había querido visitar una iglesia de renombre; así que no nos atrevimos a negarle ese deseo tan inocente. A mí me vino a la cabeza la fórmula Urbi et orbi, que era la manera habitual con la que empezaban las proclamas del Imperio Romano. Ofelia sin embargo tan sólo conocía la famosa y solemne bendición del Papa, que lleva el mismo nombre yque dirige a la gran ciudad de Roma y al mundo entero el domingo de Pascua y el día de Navidad
Al acercarnos nos dimos cuenta de que había mucha gente vestida de luto, y además un coche de caballos con un féretro. Es evidente que se estaba celebrando un entierro. El difunto debió de ser un hombre importante y de gran cultura. Las palabras que más le repetían los asistentes eran "Requiescat in pace". Cuando entraron todos dentro, la puerta de la iglesia quedó abierta, mostrando que la misa del entierro no era privada. Nosotros nos acercamos hasta el pórtico de la entrada atraídos por el solemne réquiem que entonaba el coro. La verdad es que nos fuimos enseguida, porque Ofelia tenía aún no había superado del todo el episodio del hombre ebrio de Florencia. Maurice, para cambiar totalmente y animarnos, propuso ir a la UniversitàLaSapienza, la universidad más grande de Europa. Él nunca había estudiado más allá de la escuela elemental, y a pesar de asistir a una escuela de arte para desarrollar sus cualidades artísticas, Maurice nunca había ido a ninguna universidad, y por eso siempre tenía la curiosidad de acercarse a todas las que veía. Pues resulta que en la plaza central de la universidad estaba muy concurrida también: estaban celebrando la ceremonia de entrega del doctorado honoris causa a un tal signoreMarchetti. A Maurice y a mí nos pareció divertido el motivo, y es que este señor había hecho una gran donación a la universidad. Ofelia nos confesó muy seriamente que, dejando de lado el motivo de la investidura de este señor, ella sí que había estudiado en universidad -en este caso en la de Florencia-, y se había graduado cum laude en bellas artes.
Maurice, al oír a Ofelia -y debo decir que parecía avergonzada de contarlo-, cayó rendido a sus pies, y si antes saltaba a la vista que Maurice estaba enamorado de ella, ahora lo demostró: la abrazó con todas sus fuerzas y la besó en los labios, confesándole su amor desde el primer momento en que la vio. Después de esto, nos acercamos a la Fontana di Trevi, y aunque yo no creo en esas cosas, Maurice y Ofelia lanzaron juntos una moneda al agua como dos enamorados, y creo recordar que juraron algo más que volver a Roma en otro momento... Nuestro paso por Roma ha sido fugaz, y como nuestro viaje continua hacia el sur del país, empiezo a presentir que no tardaremos mucho en regresar a España... Y eso me apena, pues siento que viajar sin rumbo y sin cese es prácticamente otro modo de vida, un modo de vida que me gusta.
Dejo aquí algunos cuadros que me han llamado la atención sobre el Coliseo y la Fontana di Trevi. En esta ocasión no son de Maurice, sino de artista que los venden por las calles de Roma.
3 agosto 1892
¡Por fin llegamos a Nápoles! Debo confesar que estaba desando visitar esta ciudad. Esta ciudad y además Pompeya también. La verdad es que estas dos ciudades son las últimas ciudades de la península que hemos visitado, y muy pronto embarcaremos rumbo a Sicilia. Es por ello que debemos aprovechar bien estos pocos días que nos quedan, pues dentro de poco no será más que un maravilloso e inolvidable recuerdo, pero nada más que eso: un recuerdo. Carpe diem, pues, gocemos del tiempo que nos queda en Italia... Merece la pena relatar el viaje en tren hasta que llegamos a Nápoles, fue muy nostálgico y melancólico. Los verdes prados de la costa italiana bordeaban la perfección: la vegetación no era ni demasiado frondosa ni demasiado pobre, las flores cubrían parcialmente, sin excederse, las largas alfombras de hierba. Los árboles parecían colocados estratégicamente en función del terreno y de la
elevación de la montaña. Los elementos naturales seguían un orden perfecto, ni como en la selva ni como en la estepa rusa. Simplemente se encontraba en una aurea mediocritas perfecta. Sin embargo esta extrema moderación acabó en cuanto las montañas dejaron ver el Golfo de Nápoles, bañado por el mar Tirreno, con la ciudad de Nápoles al norte y la de Sorrento al sur. Se veía también el imponente volcán Vesubio, que provocaba una especie de captatio benevolentiae hacia todos los viajeros, como si se tratara de un recurso de la naturaleza para hechizarlos a todoscon un misterioso magnetismo. ¡Beatus ille aquel que pudiera contemplar esa vista desde su ventana cada mañana al despertar! Hacia mediodía buscamos un lugar para comer. Se nos había antojado probar algún plato tradicional napolitano, hasta que encontramos un establecimiento casero cuya especialidad era la pizza. ¡Qué alimento tan curioso y a la vez delicioso! Se trata de una especie de pan redondo y plano, cubierto de salsa de tomate y otros ingredientes como queso, champiñones, cebolla y otros tantos como permita la imaginación. Se puede crear una pizza a medida para cada persona del mundo, pues de gustibus non disputandum. Pasamos en Nápoles un par de días, hasta que Maurice y Ofelia decidieron que ya era hora de visitar las ruinas de Pompeya. Pompeya está muy cerca de Nápoles, así que bien temprano nos subimos a una de las berlina tirada por caballos que hacía la ruta Nápoles-Pompeya varias veces al día. Llegamos a Pompeya a las dos de la tarde, justo cuando lucía un sol espléndido.
En ese momento la ciudad en ruinas estaba vacía de
gente -tal vez porque en Italia pasa un poco como en España, la sobremesa se alarga...- y aprovechamos para recorrerla.
Ofelia nos confesó que la carrera que había estudiado era filología clásica, de modo que pudo explicarnos muchísimas cosas sobre Pompeya y la erupción del Vesubio. Al parecer Pompeya era una ciudad próspera, muy conocida como sitio de vacaciones para los más poderosos. El Monte Vesubioquedaba muy cerca de Pompeya, pero la gente de la época no sabía que se trataba de un volcán, por eso la gran tragedia fue algo imprevisto. Más tarde Plinio el Joven escribió una carta en la que describía la erupción del volcán, así como la muerte de su tío Plinio el Viejo. Parece que en esa época los científicos eran los únicos que entendían los fenómenos naturales de forma objetiva, es decir, aceptaban la razón, la experiencia y la evidencia de las cosas. Todo lo contrario que el resto de mortales, que le otorgaban un carácter divino, y creían que todo lo que ocurría era obra de los dioses. Hay que decir que actualmente este tema se ha equilibrado, y tanto los científicom como los hombres de a pie tratan el tema con moderación, sin extremos ni discusiones, cum grano salis. Cuando la erupción comenzó, el destino de las personas y de la propia ciudad perdió su solidez: alea iactaest. Esta duró un día entero, pero los restos de cenizas y roca siguieron cayendo durante dos días más. Antes de esta erupción la palabra volcán no existía. Se le dio ese nombre en honor al dios Vulcano. La lava alcanzó la ciudad a una altísima velocidad, sin posibilidad de que nadie escapara. Cuentan algunos, sin embargo, que una familia entera logró huir con vida, y debieron de ser muy valientes arriesgando su vida por intentar salvarse; pero ya se sabe, audaces fortuna iuvat. Algunos científicos actuales están intentando calcular el año de la próxima erupción, y según dicen no debemos preocuparnos, que esta ocurrirá ad kalendas graecas .
He adjuntado una copia del maravilloso retrato del panadero Terentius Neo y su mujer, que fue encontrado durante las excavaciones en Pompeya.
12 agosto 1892
Hace tres días que llegamos a la preciosa isla de Sicilia. Por si alguien se preguntara cómo, diré que nos subimos en un barco no muy grande en Villa San Giovanni, un pueblecito pesquero de la región de Calabria. El barquito cruzaba el estrecho de Messina varias veces al día, soportando las corrientes, vientos y remolinos que allí se producen. Uno de los marineros mencionó a Caribdis y Escila. Maurice y yo no entendimos a qué se refería el hombre, pues ninguno teníamos idea de mitología. Ofelia, en cambio, como había estudiado filología clásica, era una gran experta y conocedora de las aventuras de Odiseo, y lo captó enseguida la broma. Ya se sabe, intelligentipauca, aunque luego ella misma nos explicó que se trataba de los dos monstruos marinos que amenazaron a Odiseo en este estrecho en su retorno a Ítaca.
En ese mismo viaje, Ofelia me preguntó por qué escribía yo estas crónicas sobre mi viaje. Me dijo que yo mismo podría contar con mis propias palabras mis aventuras a mis hijos e incluso a mis nietos, y que lo haría de una manera que seguramente no podría transmitir plasmándolo en un papel. Yo le respondí que tenía toda la razón, que era mi intención explicarlo con palabras; sin embargo también deseaba escribirlo porque de este modo mis memorias perdurarían siempre, incluso después de mi muerte. Ofelia, que es muy comprensiva, entendió enseguida queverba volant, scriptamanent. Cuando desembarcamos en la costa de Sicilia, nos dirigimos a la estación más cercana con la intención de ir a Siracusa. Cuando estábamos llegando, Maurice se encargó de bajar nuestras maletas del compartimento, y justo cuando salíamos del tren, un señor lo alcanzó muy enfadado: al parecer Maurice se había confundido de maletas y había cogido las suyas en lugar de las nuestras. Maurice se disculpó diciéndole que había sido una confusión, y a pesar de que errare humanumest, el señor se marchó muy enfadado creyendo que se las habían intentado robar. Creo que Sicilia en el lugar más bonito que he pisado en mi vida. Rodeada de un mar azul intenso, con sus casas coloridas y sus gentes amables, es sin duda un paisaje muy pintoresco y entrañable. Para visualizarlo mejor cf. el cuadro que ha pintado Maurice esta tarde, y que adjuntaré al final de estas líneas. Hablando de Maurice, no puedo mantener en secreto lo que ha hecho: ¡Se ha declarado a Ofelia y quiere casarse con ella al llegar a Barcelona! Ofelia ha aceptado emocionada, y es que el amor que sentían el uno por el otro era un amor intenso y verdadero, que iba mucho más allá de unas palaras románticas pronunciadas bajo las estrellas, y lo han demostrado con facta, non verba. En Siracusa hay muchas ruinas, entre ellas templos y monumentos que erigieron los romanos vencedores en Primera Guerra Púnica.
Estas ruinas aún
desprenden el eco victorioso del "¡Veni, vidi, vici!" que probablemente pronunciaron los soldados que los construyeron. Algo que nos llamó mucho la atención es la presencia de jóvenes bañándose en el mar, tal vez porque en España no es una costumbre muy extendida.
Luego nos
enteramos de que estos jóvenes nadan con el mismo propósito de correr o montar a caballo, es decir, para mantenerse en forma. Y es que el ejercicio combinado con la saludable dieta mediterránea -tan propia de Sicilia- y la lectura de buenos libros
cultivan el cuerpo y el espíritu, y la verdad es que todos deberíamos disfrutar de mens sana in corpore sano. Al cabo de unos días fuimos a la capital, Palermo. Es una ciudad circundada por viñas, palmerales y naranjos, todos ellos favorecidos por la dulzura de su clima. Los vaivenes de su historia han atenuado por desgracia el antiguo resplandor de Palermo. Esta ciudad es testimonio de la cultura de todos sus conquistadores. Cuando parecía que los romanos habían alcanzado la cúspide del poder, y cuando se pensaba que serían los pobladores definitivos de Palermo, llegaron los bizantinos, y más tarde los árabes, y lo curioso es que en ese momento nadie creía ya que Palermo cambiaría de dominio. Hasta que siglos más tarde llegaron los españoles y luego los austríacos.
¿Y quién
puede asegurarnos que en los años venideros no vuelva a ser ocupada por otro pueblo?Y es que la historia nos ha enseñado que todo es cíclico, nihil novum sub sole. Y aunque todo sea constante en la eternidad, puedo asegurar que este viaje que pronto llegará a su fin jamás podrá repetirse en mi vida, pues creo que ha alcanzado la máxima perfección posible, ha llegado a mi non plus ultra... ...aunque tal vez sí podría repetirse en el más allá. Chi lo sa! Dejo aquí el cuadro de al que me refería de Maurice, un espléndido paisaje de Siracusa.
15 octubre 1892
¡Oh dulce viaje que has sucumbido! Hace más de una semana que llegué a Barcelona, y desde entonces no he sido capaz de volver a tomar la estilográfica y escribir. Siento una profunda añoranza por las tierras forasteras recorridas, y por la sensación de vagar sin rumbo y sin destino. Per se, el regreso de una larga travesía siempre es desolador, pero si le añadimos el grato recuerdo de los momentos que pasamos fuera, entonces llega a ser insoportable. Los últimos días los pasamos en Sicilia, como ya relaté en mis anteriores escritos. A mediados de agosto , id est, hace dos meses exactamente, embarcamos en Marsala en un vapor que nos llevaría a Barcelona. Puedo decir que durante la travesía en barco también aprendí y viví muchas cosas.
Conocimos a muchos viajeros que, ídem que nosotros, o bien volvían a España, o bien empezaban en este barco sus aventuras recorriendo mundo. Yo hablaba con todos los que podía, los que hablaban mi lengua -el castellano o el francés. Ellos me entretenían y me contaban sus experiencias, y viceversa. Poco después de llegar a Barcelona, Maurice y Ofelia celebraron su boda como se habían prometido. Fue una ceremonia sencilla con un convite escaso, pues más allá de la familia directa de Maurice y algunos de sus amigos íntimos -entre los que me incluyo yo mismo- no había mucha más gente. El banquete, eso sí, nos dejó a todos muy buen sabor de boca. ¡Estaba delicioso! Y además, con un cierto toque italiano debido a la nacionalidad de la novia. Debo reconocer que el amor de Maurice y Ofelia despertó en mi algo más que admiración: me produjo algo de envidia, pues yo también deseo encontrar a la mujer de mi vida, a la compañera con la que compartirlo todo. Pero esto que quede inter nos. En fin, he descrito lo mejor que he podido todos los lugares que he visitado, sus paisajes, sus monumentos, sus gentes, sus comidas, y un largo etcétera. De momento no voy a escribir más. Creo que necesitaré un tiempo de reposo y descanso antes de volver a sentarme y emprender otra obra. Sin embargo, debo aclarar algo sobre la que ya he escrito: todo aquel que desee conocer mejor estos dos increíbles países que son Francia e Italia, deberá hacerlo in situ, no sólo leyendo mis memorias y observando las pinturas de Maurice, pues todo esto es únicamente una parte muy pequeña, y además está sujeta a nuestras vivencias más íntimas y personales. Post scriptum: Si alguien llega a leer todo esto algún día, que no me juzgue por mi inexperiencia como escritor.
Dejo aquí la imagen que cerrará mis relatos: una fotografía de la boda de Maurice y Ofelia, que me parece muy tierna y hermosa.
EPÍLOGO
Aquí concluye la obra de mi padre. Creo firmemente que es tan sui generis su manera de escribir y de ver las cosas, que nadie podría repetir unos escritos parecidos. Espero haber conseguido mantener al máximo la tendencia de mi padre, pues a pesar de ser hijo suyo, eso no es siempre algo fácil de alcanzar. En el transcurso de la traducción de la obra, se me ocurrió que tal vez debería adjuntar los escritos originales, los que están en francés. De esta manera, aquellos lectores que tengan conocimiento de esta preciosa lengua, podrán leerla en su versión original. Así pues, para leer la obra original, sin retoques ni supresiones, vide el anexo final.