10 minute read
HISTORIA
HISTORIA
Teniendo en cuenta las fuentes documentales escritas y con los pocos restos arqueológicos que se han descubierto hasta la fecha, se puede afirmar como hipótesis que el actual núcleo urbano de Velillas pudo tener su origen en la Alta Edad Media (siglos x al XII), siendo sin duda, por aquel entonces, un'reducido núcleo de población donde habitaban algunas familias.
No obstante, en el denominado cerro de San Bartolomé, que se yergue hacia el Este del pueblo, son visibles los restos inéditos de uno de los yacimientos —recientemente localizado— más importantes de nuestra provincia, que ha suministrado monetario ibérico, romano y medieval(1).
Como hipótesis se puede adelantar que este yacimiento corresponde a un primitivo poblado indígena que posteriormente se iberizó y más tarde, como todos los de esta zona, recibió la influencia romana. Justifico esta afirmación por las monedas encontradas en sus inmediaciones y por los restos de cerámica que afloran en la capa superficial del suelo (fragmentos de cerámica de
(1) CASTÁN, A.; CALVERA, E.; IGLESIAS, M.: "Huesca de la A a la Z", en "Cuadernos Altoaragoneses" (Diario del Altoaragón), 16 de junio 1991.
Monetario ibérico.
Monetario ibérico.
4.9111 14111»
Fíbula y moneda romanas.
Proyectiles de honda.
pasta reductora a mano y a torno, cerámica ibérica pintada, restos de ánfora romana, un fragmento de boca de dolium, etc.). Cronológicamente se podría datar en los siglos II-1 antes de Cristo. Topográficamente este cerro de San Bartolomé reúne las características propias de un emplazamiento ibérico. El hecho de que en sus alrededores también se hayan encontrado proyectiles de honda, nos puede hacer pensar en que debió ser escenario de enfrentamientos entre ocupantes e invasores. En fecha incierta este poblado de San Bartolomé quedó abandonado. De momento, y a la espera de lo que la investigación arqueológica pueda aportarnos, se puede afirmar que los habitantes de este primitivo poblado no tuvieron relación alguna con aquellas personas que en la Alta Edad Media vivieron en el pueblo de Velillas. Como vestigio medieval bien visible se conservan los restos de una torre de vigilancia, cuadrada, que mide aproximadamente 4 m. por cada lado y que
Restos de la torre de vigilancia medieval, junto a la derruida ermita de Santa Bárbara.
conecta visualmente el Pueyo de Barbastro con Santa Eulalia la Mayor(2). Se encuentra en la colina junto a la derruida ermita de Santa Bárbara, a pocos metros de la cual hay dos cavidades (depósitos o cías) excavadas en la roca, cuya distancia entre ambas es de 5 m., y que muy bien pudieron servir en su momento para almacén de alimentos o agua. Pascual Madoz en el Diccionario Geográfico, Estadístico e Histórico, al referirse a Velillas, dice escuetamente: «en el monte en que está situado el lugar se ven ruinas de una muralla que indica haber existido un fuerte en aquel sitio».
Cuando Velillas fue conquistado por los aragoneses, el rey Sancho Ramírez lo donó el 3 de mayo de 1093 al abad del monasterio de San Ponce de Tomeras(3). Este rey, en su estrategia de ocupar la tierra llana, debía dominar el Somontano para ocupar la ciudad de Huesca. Con tal finalidad, entre los años 1062 y 1094 fue estableciendo un cerco escalonado en torno a la citada ciudad, conquistando entre otras fortificaciones: Alquézar, Labata y Santa Eulalia.
Posteriormente, en el año 1280 el pueblo perteneció a San Pedro el Viejo de Huesca. En el siglo xv Velillás ostentaba el rango eclesiástico de Vicaría. Llegados al siglo XVII, los documentos nos dicen que en el año 1609 pasó a depender del Colegio Imperial de Santiago de la ciudad de Huesca, que había sido fundado en 1534 por D. Berenguer de San Vicente y el emperador Carlos V. Al depender del mencionado Colegio, Velillas debía pagarle los censales(4), cuyas cantidades aparecen recogidas en la documentación consultada en dos enunciados diferentes: a) Por entero, al Colegio de Santiago.
(2) Santa Eulalia la Mayor también posee en lo alto de una colina un torreón óptico del siglo xi que vigilaba la ruta entre la Val de Nocito y la Hoya de Huesca. ESTEBAN LORENTE, J. F.; GALTIER MARTÍ, F. y GARCÍA GUATAS, M.: El nacimiento del arte románico en Aragón. Arquitectura, Caja de Ahorros de la Inmaculada, Zaragoza, 1982. (3) UBIETO ARTETA, A., Historia de Aragón, los pueblos y los despoblados, tomo III, Ediciones Anúbar, Zaragoza, 1984. (4) El censal era un documento que consignaba un contrato de censo, por el que se sujeta un inmueble al pago de una pensión anual como interés de un capital recibido.
b) Por concordia, a favor de algunos particulares y entre los cuales se citan: vicario y jurados de Liesa; el rector de Ibieca; Gaspar Navarro, canónigo de Montearagón; vicario de Velillas, etc.
Normalmente por cada 1.000 sueldos de propiedad se establecía un censal de 50 sueldos de pensión; así, por ejemplo, el 5 de noviembre de 1609 el lugar de Velillas debía pagar al Colegio de Santiago un censal de 105 sueldos sobre un total de 2.100 sueldos de propiedad.
Además de los censales, el pueblo entregaba al citado Colegio diezmos y primicias, cuya cantidad en el año 1799 suponía 1/5 de lo que se producía. Por otra parte, los documentos nos informan de que el Colegio de Santiago prestó durante algunos años diversas cantidades de cereales para la siembra (trigo, avena, mestura y trigo de Nocito); entre los vecinos necesitados de tal préstamo se cita a los siguientes: Garcés, Viñau, Juan de Ortigas, Allué, Betrán, Satué, etc.
En la relación de dependencia del pueblo con respecto al Colegio de Santiago se sucedieron algunos pleitos, uno de los cuales fue el presentado el 24 de julio de 1758 ante Martín Aguarta, alcalde y juez ordinario de Velillas; tal situación se produjo porque ciertos vecinos del pueblo no pagaron el censo al que se habían comprometido (100 sueldos j aqueses de pensión anual) en favor de los herederos de Miguel Arnáldez, que era vicario de Blecua, destinando dicho dinero en beneficio y utilidad del común de Velillas para atender las urgencias que tenía el lugar.
Aproximándonos a épocas más recientes, se observa que durante el gobierno de los Borbones (1711-1833) este pueblo perteneció al Corregimiento de Huesca. La época contemporánea se desarrolla bajo el régimen municipal implantado en nuestro país durante el reinado de Isabel II y concretado en Velillas con la constitución de un Ayuntamiento propio en el año 1834. Desde el año 1969 está incorporado al de Angüés a los efectos administrativos y estadísticos municipales.
Ya en el siglo XX, un destacado acontecimiento histórico es el relacionado con la contienda civil española. La vida cotidiana de la población se vio profundamente alterada durante todo el período de tiempo en el que el pueblo estuvo ocupado por el ejército republicano (desde el inicio de la guerra hasta poco después de quedar levantado el asedio de Huesca el 25 de marzo de 1938). Dada su situación estratégica, Velillas se encontraba en la avanzadilla de la columna republicana del coronel Villalba Rubio, quien había establecido su cuartel general, a retaguardia, en el vecino pueblo de Angüés. Esta columna, formada por un total de 1.500 hombres, había salido de Barbastro el 27 de julio de 1936 con el propósito de atacar la ciudad de Huesca.
Las tropas defensoras de la República, que dominaban más de las dos terceras partes de la provincia de Huesca, establecieron un parque móvil aproximadamente a 200 m. de la carretera nacional 240 Tarragona-San Sebastián, en la demba de Antonio Salillas, quien además tuvo que compartir su vivienda familiar con las tropas de ocupación, que habilitaron algunas,habitaciones como oficinas militares y en las que diariamente se preparaban las hojas de ruta. En el parque móvil se procedía a la reparación de vehículos (en su mayoría camiones y carros de combate) dispuestos para el transporte de las tropas que, tras repetidos asaltos, ocuparon el pueblo de Siétamo.
Velillas, al ser uno más de los enclaves existentes en las comunicaciones por carretera entre Huesca y Lérida, fue también testigo del paso de los soldados pertenecientes a la columna republicana Ascaso (Lérida-Barbastro-Huesca) y a la columna Durruti, además de las tropas que componían el contingente formado por varias centurias pertenecientes al P. O. U. M. (muchos de cuyos efectivos procedían de Cataluña) y de las Milicias de Barbastro(5).
(5) En su mayor parte eran cenetistas, pues la C. N. T. estaba fuertemente implantada en la provincia de Huesca.
En los días que siguieron al 18 de julio de 1936 los vecinos del pueblo vivieron situaciones críticas que dejaron huella en sus vidas. Quedaron consternados cuando el 16 de agosto de 1936, y en el camino que conduce a la ermita de San Bartolomé, moría abatido a tiros el párroco del pueblo, D. Bartolomé Ascaso Goya, natural de Lupiñén. Asimismo tuvieron que soportar dos bombardeos que, afortunadamente, no llegaron a destruir las casas del pueblo, cayendo las bombas en las dembas próximas al parque móvil yen las proximidades del mesón. En otra ocasión los vecinos se vieron obligados a evacuar el lugar ante la amenaza de un duro ataque proveniente de las fuerzas defensoras de Siétamo.
Para protegerse de los posibles ataques aéreos, la población civil disponía de un refugio excavado en la roca y ubicado bajo el frontón de la plaza mayor. A su vez, las tropas destinadas en el ya mencionado parque móvil contaban con un pequeño refugio construido para tal efecto bajo la era de Antonio Salinas. Además de estos refugios, en las proximidades del mesón se conserva un polvorín subterráneo que se construyó para almacenar munición de fusilería y bombas para las piezas de artillería.
El cerro de Santa Bárbara fue un importante punto estratégico; desde él se avisaba a los vecinos y a las tropas mediante el repique de una pequeña campana de los ataques de la aviación. Además, en este mismo cerro se había colocado una pieza de artillería.
En la década de los años 60 el pueblo perdió parte de su población debido a la emigración de algunos de sus habitantes hacia las ciudades de Huesca, Zaragoza y Barcelona, a donde acudieron en busca de un trabajo que les permitiera vivir con las comodidades que la ciudad ofrecía por aquel entonces.
A pesar de la paulatina disminución demográfica que todavía persiste, los habitantes del pueblo, que según el padrón municipal del año 1991 sumaban un total de 71 personas, se han preocupado de llevar a efecto ciertas mejoras sociales que les aportaran un más elevado bienestar social. Entre estas mejoras podemos subrayar: el
agua potable por todas las casas y su correspondiente infraestructura de desagües en el año 1975, la pavimentación en el año 1981 de todas sus calles, que antaño eran polvorientas y embarradas; el nuevo sistema de alumbrado, la creación de un Centro Cultural Recreativo, la instalación de un equipo de megafonía, etc. Con fines de carácter social, medioambiental y cultural se constituyó, el 20 de septiembre de 1989, la Asociación de Vecinos de Velillas. Este pueblo del Somontano oscense es, sobre todo, cuna del ilustre don Victorián Aragón y Lasierra, publicista y orador sacro, que nació el 6 de abril de 1869. Profesor de Teología del Seminario Oscense, fue nombrado director de la Revista Eclesiástica en 1897, en la que publicó artículos sobre cuestiones morales, jurídicas y canónicas. Mantuvo correspondencia y amistad con Marcelino
Don Victorián Aragón y Lasierra (1869-1900).
Menéndez Pelayo, y fue autor de diversas obras como: Colección de Sermones, 2 volúmenes (Huesca, 1897 y 1898) y una famosa Colección de Legislación Civil y Penal de España y Ultramar. Falleció prematuramente el 28 de marzo de 1900 a los 30 años, siendo canónigo de la catedral de Valladolid. Sus restos reposan en el camposanto de su pueblo natal.
De Velillas salieron también personas que en su mayoría siguieron la vocación religiosa y cuyos nombres citamos a continuación: Petra Ballarín Otal (profesó su vocación en los colegios de las dominicas de Santa Rosa en Huesca y Pamplona), Trinidad Cabrero Seral, Presentación Cabrero Alastrué, Carmen Salillas Betrán y Adelaida Salillas Betrán (monjas todas ellas que estuvieron en el monasterio cisterciense de Casbas); Benito Salillas Bara, Teodoro Salillas Cortés, Francisco Bibián Callizo, Antonio Vicén Calvo y Manolo Nasarre Ferrando (curas que ejercieron su sacerdocio destinados en diversas parroquias). De todas estas personas, la única que queda con vida es Manolo Nasarre Ferrando, quien desarrolla su labor pastoral en la parroquia de Colungo.