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El valor del trabajo en equipo

EL VALOR DEL TRABAJO EN EQUIPO

SEBASTIÁN GÓMEZ MONGE

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Director del Colegio Público Rural “ADERAN I” de Cabezas Rubias (Huelva). Diplomado en Profesorado de Educación General Básica por la especialidad de Ciencias Humanas y Licenciado en Psicología, con veinte años de experiencia como director, los mismos que lleva de Coordinador del Proyecto de Ecoescuela en el colegio.

En el mundo educativo en el que nos movemos es fundamental desarrollar unas directrices de liderazgo pedagógico ajustado a la tipología de centro en el que nos ubiquemos. Es cierto, que cuando hablamos de este concepto, casi siempre nos referimos a la directora o director, pero es una apreciación limitada y se olvida del resto del equipo directivo, estructura fundamental para el buen funcionamiento del engranajeescolar. La línea que más nos puede acercar a un efectivo liderazgo escolar, parte de tres factores fundamentales: Características del grupo humano escolar, del propio entorno donde nos movemos y de las características personales que ponemos sobre la mesa a la hora de desarrollar el trabajo diario. Ahí es donde se pone de manifiesto la necesidad de una cierta afinidad y continuidad entre todos los miembros del equipo directivo; contando con las coordinaciones de ciclo, tan vitales en los centros con mayor número de unidades.

Entre todos esos elementos, se debe desarrollar un entramado de conexiones, sinergias necesarias para el adecuado y ajustado funcionamiento. Tengamos en cuenta, que todo está relacionado,como una red básica ya la vez compleja donde se establecen estrategias para alcanzar los objetivos educativos planteados; con el fin último de transformar, profundizar y mejorar los rendimientos escolares de nuestro alumnado.

Es ciertoque,en cada circunstancia, alguien puede sostener el liderazgo de la transformación; pero no puede obviar al resto, todos los factores humanos deben tenerse en cuenta y ajustar la respuesta al momento y a los objetivos. Por ello, todos los tipos de liderazgo que queramos definir y clasificar, pueden tener su cabida en algún momento del proceso, del día a día de la función directiva. Diría que no hay liderazgos malos o buenos, negativos o positivos; sino aspectos del mismo con más oportunidades o menos de aplicación, según las estrategias que queramos desarrollar y el ajuste a la realidad del centro donde nos ubiquemos. Todo ello dentro de la

micropolítica, que se constata en cualquier centro educativo, sea cual sea su tipología y del poder que se ejerce de forma automática emanado de tu cargo, ligado a la responsabilidad innata al mismo.

Huyamos del gran héroe o heroína que dirige el centro escolar, aprendamos a delegar y a la evidencia que deben existir muchos patrones a tener en cuenta, basándonos en la delegación de funciones y en el valor de la implicación responsable. Sabedores que no todos vamos a ser siempre máquinas del tren escolar, sino que aveces,tenemos que aprender a ser unos vagones que aportan desde la conexión con la máquina, pero con una efectiva implicación, que no frene los múltiples trenes que llevan adelante el adecuado funcionamiento del centro educativo. En los momentos que nos ha tocado vivir, sabemos de las dificultades que nos vienen añadidas para desarrollar el eficaz liderazgo pedagógico, como la variabilidad normativa y su politización excesiva; la irrupción de una pandemia mundial en nuestro diario, los ajustes rápidos en la digitalización educativa, el avance sin medida de la burocratización en los centros, los desequilibrios por falta de recursos de todo tipo, las percepciones sociales erróneas de las verdaderas funciones de los centros educativos, … Con todo este panorama, que se me ha quedado corto seguramente, es complicado desarrollar la verdadera docencia y a la vez las funciones propias de los cargos directivos. Incluso aparecen situaciones extremas derivadas del propio estrés profesional o de la impotencia propia de los que necesitamos más pedagogía y menos burocracia. Elementos como la creatividad, la motivación, la ilusión, la profesionalidad, la implicación, …a la hora de emprender nuevos proyectos hacen que se vean mermados por las muchas trabas que se nos presentan en el camino. Mucho más en los cargos directivos que,al recaernos una responsabilidad añadida, nos vemos mermados, aún más, en nuestros objetivos transformadores. Muchos planes y programas siguen adelante, como islas dentro de la gran corriente del sistema educativo que a duras penas se mantiene sin inundarse o desaparecer. Ello, sin contar con el exceso de esfuerzo de los docentes para mantenerlas a flote, a costa de estados de ansiedad y desesperación. Quizás sea el momento de entrar en período de reflexión, en el cual reconozco nos encontramos muchos docentes desde hace algún tiempo, para solicitar una mayor profesionalización de nuestra apasionante docencia, incluyendo una decidida apuesta por la ambientalización educativa, que le dé sentido al momento transcendental que vivimos, que necesita de un ajuste comprometido con el entorno social y natural donde nos ubiquemos. La autonomía pedagógica mínima necesaria con su rendimiento de cuentas propio, esa desburocratización que tanto se demanda, que nunca la vemos llegar, y la propia estabilidad de los cargos directivos para poder desarrollar los proyectos. Todo ello para que se llegue a reconocer la gran labor del equipo, como tal, se valore como verdaderamente se merece, no solo como autoridad con cargo de responsabilidad administrativa, sino como los líderes pedagógicos de un ilusionante proceso de enseñanza y aprendizaje.

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