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Proyecto Museo Pewenche Entrevista a Marcial Cortés-MONroy Pablo Hermansen

Diseñador y Doctor (c) en Arquitectura y Estudios Urbanos de la Pontificia Universidad Católica de Chile _ Docente e investigador en la Escuela de Diseño de la Pontificia Universidad Católica de Chile Designer and PhD (c) in Architecture and Urban Studies from Pontificia Universidad Católica de Chile _ Academic and researcher at Pontificia Universidad Católica de Chile School of Design

El museo es una institución europea. En el Viejo Continente las colecciones de artes y artefactos, ya desde el Imperio Romano, constituyeron parte fundamental del patrimonio de las familias y grupos dominantes. Adquiridas desde múltiples proveedores o tomadas en conquistas militares, estas colecciones de tesoros eran una reserva de riquezas, a la vez que representaban al colectivo el alcance del propio poder. En esta lógica, los artefactos concentraban el valor de la exposición. Con la emergencia del estado-nación, estas colecciones comenzaron a desplazarse desde los palacios a edificios dedicados a exhibirlas: el poder dependía ya no sólo del clan dominante, sino que del conjunto de los ciudadanos y las instituciones nacionales. Este proyecto llega a su auge en el siglo XIX con la carrera colonialista entre las potencias europeas: cada gobierno organizaba científicamente y desplegaba escenográficamente para sus ciudadanos el fruto de sus aventuras militares (Conklin, 2002). Consecuentemente, el museo antropológico en Europa se constituye como el mausoleo del otro, el depositario de los sujetos vencidos convertidos en objetos de exhibición. En este contexto, el grado de exotismo de la muestra repre-

sentaba el alcance del dominio del propio imperio colonial, a la vez que un atractivo irresistible para el público, que en su mayoría no salía en toda su vida fuera de las fronteras de su nación. Entonces, ¿cuál es el sentido de un museo en Latinoamérica? Más aún, ¿cuál es el sentido de un museo que se emplaza en el centro de la misma comunidad que le dará contenido? Desde estas preguntas, Marcial Cortés-Monroy, socio director de Diseño de Árbol de Color, reflexiona para rediseñar el Museo Pewenche, localizado en la comuna de Alto Bío-Bío, al interior de la VIII Región. Construido en 2006, su edificio fue proyectado por el estudio Víctor Lobos Arquitectos, por encargo de la fundación Pehuén (ENDESA) y la Fundación CMPC.

La búsqueda de un sentido para la muestra cambiaba reflexiva pero definitivamente su

¿Cuál es el sentido de un museo en Latinoamérica, que además se emplaza en el centro de la misma comunidad que le da contenido? Desde esta pregunta se inicia el rediseño del Museo Pewenche, encargado a Marcial Cortés-Monroy, socio director de Diseño de Árbol de Color. Permeando las fronteras convencionales que separan antropología, museografía y diseño, asume como primer desafío la construcción de un sentido. Haciendo de la investigación parte del proceso creativo, se producen datos originales que cambian la mirada arqueológica por una de inspiración antropológica, se define la voz narrativa de la muestra y, consecuentemente, se diseñan el programa museográfico y la puesta en escena del Museo Pewenche. El rico material producido durante la investigación es, no sólo soporte e inspiración del rediseño, sino que se hace parte de la muestra, tanto en el espacio físico como en la aplicación digital que la complementa y hace disponible en la Web. En palabras del mismo Cortés-Monroy, “mientras descubres y atesoras cosas y saberes, descubres también lo que te empuja a materializar un museo, que es el descubrimiento de un tesoro. En este caso, como el tesoro material, en su mayor parte, ya se lo habían llevado, decidimos buscar el origen. Los objetos pueden desaparecer, pero los que crean el objeto mantienen su valor”. What’s the sense of a museum in Latin America, which by addition is placed in the center of the very community that provides its content? From this question arises the redesigning of the Pewenche Museum, commissioned to Marcial Cortés-Monroy, partner, Design director of Árbol de Color. Permeating the conventional frontiers that separate anthropology, museography and design, it faces as his first challenge the construction of a sense. Making the research a part of the creative process, original pieces of information are produced that turn the archaeological gaze into one of anthropological inspiration, the narrative voice of the exhibition is defined and, consequently, the museographic program and the staging of the Pewenche Museum are designed. The rich material produced during the research is not only support and inspiration of the redesigning, but it becomes part of the exhibition, both in the physical space as well as in the digital application complementing it and making it available on the Web. In Cortes Monroy’s own words, “as you discover and treasure things and learning, you also discover what drives you to materialize a museum, which is the discovery of a treasure. In this case, since the treasure, in its greater part, had already been taken away, we decided to seek its origin. The objects can disappear, but those who created the object keep their value” Museo Pewenche _ Marcial Cortés-Monroy _ arqueología _ patrimonio _ pueblos originarios Pewenche Museum _ Marcial Cortés-Monroy _ archaeology _ heritage _ native peoples

orientación original: desde la exhibición de artefactos aislados a la afirmación de una forma de vida.

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El programa museográfico original del Museo Pewenche respondía adecuadamente a la exhibición de la cultura material local. Sin embargo, para Cortés-Monroy, la aproximación arqueológica ―o, al menos, con centro en los artefactos―, dominante en el grueso de los museos nacionales orientados a mostrar una cultura, opaca aquello que tiene valor efectivo y es más urgente de exponer: la forma de vida actual de quienes, en los márgenes de un sistema cultural hegemónico, insisten en no abandonar sus prácticas culturales. “Hay como un fetiche respecto de los pueblos originarios. Como me dijo un colega, ‘a los pueblos originarios los usan sólo para hacer etiquetas de vino’. Pero, en estricto rigor, no se valora a las personas, que es desde donde emana todo. Es como si por haber sido colonizados, las personas cambiaron de condición y quedaron en una categoría gamma. Más bien, se hace la asociación de que antiguamente, antes que pasaran de ser seres categoría alfa a seres categoría gamma, tuvieron clarividencia, tuvieron arte”. Estas inquietudes configuran poco a poco la visión del nuevo Museo Pewenche. La búsqueda de un sentido para la muestra cambiaba reflexiva pero definitivamente su orientación original: desde la exhibición de artefactos aislados a la afirmación de una forma de vida. Pero esta visión no se tradujo inmediatamente ni en un programa museográfico ni en una respuesta formal: dio partida a una investigación rigurosa, lejos de las idealizaciones y del fetiche, sobre la actual cultura Pewenche y el origen de su valor, “porque no se trata de hacer homenajes, sino de hacer una búsqueda para descu-

brir desde dónde emerge esta cultura, que se alimenta del piñón, que posee toda una cosmovisión que si bien es muy similar a la Mapuche, están separadas y se distinguen por el tipo de relación con el paisaje en que habitan. Sin embargo, la cosmovisión de los pueblos originarios del sur de Chile tiene, desde nuestra perspectiva moderna, una estructura con similitudes ciertas ―cómo habitan el universo, la tierra, el cielo, los astros, el sol, el ciclo de vida―: dado que habitan un paisaje similar y son fieles a él, no tendrían por qué ser tan diferentes”. Cortés-Monroy ve que en la comunidad Pewenche persiste la voluntad de continuar sus formas culturales ancestrales, que son la consecuencia no planeada de una determinada relación de pertenencia y dependencia con su entorno. En ese sentido, la descripción Pewenche del mundo, su tecnología y su manera de interactuar con las fuerzas naturales no es ni romántica ni el resultado de una estrategia, sino que “se da por defecto”. La investigación que sustenta el sentido y el contenido de esta nueva versión del Museo Pewenche fue un proceso creativo, en el sentido que de ella se derivó un

punto de vista narrativo para representar la identidad del otro. Y esta narración, que subyace y estructura la propuesta museográfica, constituye el principal aporte de valor de este proyecto. “Mientras descubres y atesoras cosas y saberes, descubres también lo que te empuja a materializar un museo, que es el descubrimiento de un tesoro. En este caso, como el tesoro material, en su mayor parte, ya se lo habían llevado, decidimos buscar el origen. Los objetos pueden desaparecer, pero los que crean el objeto mantienen su valor. Y eso, además, hace sentido con la idea de registro patrimonial. Primero, está la hipótesis de que ahí hay un valor único, como en toda comunidad y su forma de vida. Segundo, es que lo que ellos son es parte de nuestra identidad. O sea, para conocerme, tengo que conocerlos a ellos, como a otros; en el mundo Pewenche, como en el Mapuche, en el Diaguita, Atacameño y en muchos más, está una parte de nuestra identidad”. Lo irónico para Cortés-Monroy es que aquella forma de relación con la naturaleza, que dentro de la posmodernidad se nombra como un ideal de vida, es la que ejercen, en los márgenes de nuestra sociedad, los pueblos originarios. “Todos los pueblos origina-

Mientras descubres y atesoras cosas y saberes, descubres también lo que te empuja

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rios, que mantienen este vínculo tan fuerte con la naturaleza, ejercen una postura a la que nuestra sociedad llega después de darse muchas vueltas y a la que llama ecología, que se basa en unos mismos principios, en donde el ser humano en relación con la naturaleza es un elemento más, es una plantita más, una especie más. Como dicen los ecologistas, creemos que la tierra es nuestra cuando nosotros somos de la tierra. Esa creencia para los pewenches es absolutamente obvia, no puede ser de otra manera: es por defecto. Por la misma razón, el tema de la propiedad por escrituras está absolutamente fuera de su mentalidad. Por eso, en parte, se han quedado sin tierras. Ellos son parte de la tierra, usan la tierra pero no es su tema hacerse dueños de las hectáreas. Es como si uno estuviera flotando mar adentro, no se le ocurriría comprarse unos metros cuadrados de mar, porque el mar es el mar… ellos tienen esa noción de la tierra”. Armado de estas consideraciones, da inicio a la etapa de investigación. Pero no una propiamente académica, sino una indagación que nutra y movilice el proyecto y que, al mismo tiempo, deje documentos valiosos para la misma comunidad Pewenche. “Todos estos elementos nos parecieron suficientes como para iniciar una investigación, en la medida de nuestras posibilidades y según nuestros objetivos. No era nuestra idea hacer un manual canó-

nico, pero sí abrir una puerta, desde otro ángulo. Ya en el proceso y con esa mirada decidimos priorizar, como línea estructural, la entrevista y el registro fotográfico de las personas. De esa manera cambiamos el foco de la investigación, desde el estudio de tesis, memorias y otros trabajos académicos ―que revisamos y fueron útiles― a la construcción de un catastro de los relatos presentes al día de hoy. La hipótesis nuestra es que ahí hay gente valiosa, hay un tesoro que buscar, un tesoro que hemos visto expresado en artesanías, en orfebrerías, en rituales, pero que no sabemos bien de dónde viene. Sin embargo, en vez de buscar la respuesta en los objetos, en lugar de interrogar los artefactos según su función, significado o propósito, decidimos ir a las personas. Así empezamos a hacer este catastro de identidad, pero desde las personas, desde lo que hoy día hay y está vivo. Eso lo podemos contrastar con las crónicas, con los ensayos, con los estudios académicos, y ver dónde confluyen, pero nosotros vamos a priorizar el testimonio: esa es nuestra fuente, lo otro es un medio de contraste”.

Catastro de identidades Si bien las personas eran un foco pertinente y el acopio de relatos ―en una cultura oral como la Pewenche― prometía entregar contenidos profundos y originales para la muestra, esta perspectiva presentaba el desafío de entender las redes que constituían dicha comunidad. A pesar de ser más bien pequeña ―“entiendo que se está haciendo un censo que podría contar 8.000 personas, pero según el último censo eran un poco más de 5.000”―, a primera vista aparece como un colectivo fragmentado, disperso geográficamente y estructurado por lazos no obvios. “Revi-

a materializar un museo, que es el descubrimiento de un tesoro.

samos a quién convenía entrevistar. Por un lado estaban los líderes de las comunidades, los Loncos, los Quinches, que son los viejos más sabios. Por otro estaban las personas que representan a los oficios más estructurales, como la yerbatera o la partera, los que se mantienen funcionando en la comunidad y que a su vez le dan unidad”. Mientras se desarrollaba la indagación de las personas y sus relatos, CortésMonroy se encuentra con que la “Fundación Pewen de Endesa, paralelamente a nuestro trabajo, estaba haciendo una investigación sobre las necesidades y las carencias de la comunidad Pewenche. Esta investigación nos permitió constatar que los problemas más urgentes de esta comunidad coincidían estructuralmente en, y apuntaban a, una gradual pérdida de su identidad. Primero en el lenguaje y en el abandono de los rituales ―como el Nguillatún, Wetripantru o el Lacutún―, los que se sostienen desde la cosmovisión, como también el tema de la alimentación, especialmente porque la alimentación industrial les estaba afectando su salud. Concretamente, había una correlación entre los cambios de los hábitos alimenticios y el aumento de casos de trombosis, problemas de dentadura, etc.” Y es que para una cultura como la Pewenche, que gravita respecto de su paisaje natural, los ritos, la comida, la poesía y la medicina son un continuo estrechamente interconectado e interdependiente. La adquisición de una tecnología exógena para cocinar o la incorporación de nuevos alimentos pueden tener como consecuencia, por ejemplo, una disminución de la efectividad de su sistema de medicinas. “En el fondo es el reflejo de la fragilidad de esta cultura, cuya cotidianidad no está estructurada para defenProyecto Museo Pewenche

Revisión del sentido para la construcción de una nueva perspectiva museográfica

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Y es que para una cultura como la Pewenche, que gravita respecto de su paisaje natural, los ritos, la comida, la poesía y la medicina son un continuo estrechamente interconectado

que caminar bajo la lluvia 4 horas para llegar a una ceremonia: comparativamente es a contrapelo y muchos pewenches terminan cediendo. Lo mismo les pasa con la comida: en vez de cultivar en unas tierras que no son muy cultivables, es más atractivo bajar a un supermercado o almacén y comprar cuatro cosas baratas y rápidas. Están en el conflicto entre vivir más cómodamente y ser colonizados nuevamente”. Una de las externalidades más fuertes de la pobreza material y de estar insertos en una nación que los mantiene al margen, es que su propia identidad desaparece gradualmente del imaginario de los jóvenes pewenches. La propia identidad se transforma en algo abstracto y difícil de entender, dado el gradual abandono de

las prácticas tradicionales y la ausencia de una representación de su cultura que les permita percibirla como una unidad. Además, y a pesar de sus paisajes sublimes, esta región no se caracteriza por la presencia de visitantes ni tampoco por sus instalaciones turísticas. Al mismo tiempo, los medios de comunicación masiva han difundido a la Araucanía como una región conflictiva, lo que ciertamente no incentiva el flujo de visitas. Entonces, ¿a quién le hablará este museo? “De ese estado de cosas, de sus necesidades identitarias, nos planteamos el desafío de devolverles su propia imagen, hacer un catastro de su identidad y poder hacerles espejo de lo que ellos son. Porque ellos no ven necesariamente los valores implícitos que comentábamos antes. Los que obviamente lo ven son los ancianos, son los que han sido formados en su cultura y no la ponen en duda ni niegan su identidad”. “Entonces, con ese mapa en el camino es que adoptamos una perspectiva antropológica. Nos contactamos con Andrea Molina, que es una antropóloga que se fue para allá a hacer una investigación etnográfica de un año, quien se unió al equipo de trabajo. Entramos entonces, mediante las entrevistas, al registro de la oralidad, para luego transcribir y guardar el audio y así contar con material original. Porque lo que nos interesó desde un principio fueron ellos, las personas, eran nuestro objetivo, y por lo tanto lo que nos interesaba era lo que dijeran ellos, en primera voz. Así se definió un asunto estructural para el proyecto de museografía: ¿Quién va a hablar? ¿La academia? ¿La escuela de antropología de una universidad? ¿Va a hablar el Estado? ¿Quién cuenta esta historia? ¿Quién es la voz narrativa? Como resultado del análisis, ese fue el primer punto de bajada desde los datos hacia el proyecto: cuál iba a ser la voz narrativa”. En ese momento se hizo urgente la pregunta sobre el sentido de un museo emplazado en el corazón de la misma comunidad que aporta sentido y contenido al museo. “Este no es un museo en Santiago, que podría servir como una suerte de embajada. Nos dijimos ‘si esta es su ruca, entonces es aquí donde se atesora lo que más se quiere’. Y nos propusimos esa meta, la de poder identificar desde ellos cuál era el tesoro. Y ahí definimos una línea de trabajo y, en cierta forma, de diseño. Ésta tenía que ver con el lenguaje, con la cosmovisión. Todo esto apoyado con un registro

audiovisual, con fotografía, video, audio y transcripción. Junto con eso se hicieron otras investigaciones que tenían que ver con la alimentación, investigación de las recetas, de dónde venían, buscando más para atrás. También buscamos en el lenguaje, en la poesía y en cantares, que eran de lo que teníamos señas. Abordamos todo el tema de los nombres y de los apellidos, para ver desde el origen mismo de la identidad, y ver cómo responder y representar rituales como el Lacutún, que es el equivalente al bautizo cristiano. En el caso del Lacutún y de la elección de un nombre para un nuevo pewenche, supone una decisión y un compromiso, no es sólo un adorno ni se limita a la función de nombrar. Esta es una tradición que en parte se ha ido perdiendo, pero que conserva manifestaciones del tesoro original, las que se pueden rescatar y que dan herramientas que hoy sirven mucho, tanto a ellos como a nosotros. En esa tradición se pueden reconocer formas culturales que fueron esenciales en su momento y que hoy nos pueden enriquecer a todos, entusiasmándonos a recuperar algo de la armonía entre las partes de nuestra vida que hemos ido perdiendo. En el Lacutún, rito del nombramiento Pewenche, los padres eligen un nombre para su hijo o hija. El nombre que se le asigna representa algo que ellos vieron en un sueño, una ilusión, y esa ilusión, de alguna manera, es un compromiso que adquiere el recién nacido, quien vive para que se cumpla. Y si el nombre que elegiste lo elegiste porque lo tiene otra persona en la que tú ves ciertas virtudes, debes ir donde esa persona y pedirle el nombre, que lo comparta para que tu hijo lo lleve. En ese caso el nombre está asociado a una característica de un ser humano. Junto con mantener ciertos criterios estéticos, fonéticos y musicales respecto de cómo se nombra, tiene un sentido trascendente. Este tipo de ritos, hoy en día, en una sociedad como la nuestra, donde se miran las listas de nombres de moda que se ofrecen en las clínicas (también de moda) para nombrar al propio hijo, son ejemplos sanadores, que se suman al valor propio de cualquier manifestación que nos describa momentos de una cultura como ésta, a la que estamos inevitablemente ligados. ¿Por qué es importante que se conozcan ceremonias como el Wetripantru, que es el año nuevo Pewenche? Porque al entender por qué ocurre en junio, nos damos cuenta de que

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e interdependiente.

derse, que se ha desarrollado por el voz a voz, de generación en generación y que, además, su voluntad de no sumarse al desarrollo tecnológico los ha empobrecido. O más bien, el no sumarse al sistema de mercado no les ha permitido crecer económicamente. Entonces, esa pobreza, que es una cáscara que envuelve toda esta cultura, hace que sea muy vulnerable a otras propuestas, como por ejemplo a la instalación de organizaciones evangélicas, que vienen poderosamente apertrechadas para evangelizar, con financiamiento para construir iglesias y centros de reunión. Los pewenches se encuentran entonces con un sistema foráneo que les da una serie de beneficios y comodidades, versus seguir su tradición y tener, por ejemplo,

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celebramos el año nuevo en una época que no corresponde a nuestro hemisferio. El año nuevo es el cambio de ciclo, que es lo que ocurre en diciembre en el hemisferio norte, al otro lado del mundo. Acá el cambio de ciclo ocurre en junio, no en diciembre. Si uno parte desde ahí, que celebramos el año nuevo en una fecha que no se corresponde con el ciclo de nuestro Paisaje, nos damos cuenta cuánto hemos trastocado el sentido original de las cosas. No prestamos atención a la naturaleza, como los Pewenches, que siguen ligados estructuralmente a ella. Duermen con las gallinas, despiertan con el sol, las estrellas siguen siendo su guía. Sus fechas son sus fechas, ya que su cosecha depende de su clima, y no del clima de Europa. De la manera que ellos viven su año nuevo tiene todo el sentido de su mundo, el de la rogativa a una vida nueva. Ya no es una fiesta en una fecha asignada por calendario”.

De la investigación y la emoción a la museografía y el diseño de la muestra

vestimenta, su habitación, viene de lo que te ofrece el paisaje, como madera, piedras y otros, que no es tan distinto a otros pueblos originarios del sur, pero que sí ya es radical entre el sur y el norte de Chile, donde el paisaje manifiesta fuerzas que favorecen identidades distintas”. La indagación permitió definir quiénes serían el alma de esta puesta en escena. Así es como “después de más de seis meses de investigación y registro, tomamos la opción de rehacer el interiorismo del museo controlando radicalmente la luz, a la manera de un teatro, una caja negra”. Como protagonistas estarían los pewenches que, allí y ahora, constituyen la comunidad. El carácter de la muestra incorpora la realidad presente y el dramatismo de la escena, evitando así el realismo, el realismo mágico o el documentalismo. Lo cotidiano está dado por el despliegue de las personas que efectivamente uno encuentra en la comunidad, rodeados por sus nombres, artefactos, recetas, viviendas, plantas, animales, ceremonias y, por supuesto, por su paisaje natural. La escena, es decir, aquello que convierte al Museo Pewenche en una representación que va más allá de la descripción, proviene, primero, de la voluntad de destacar estéticamente el valor de la forma de vida que se expone. En ese sentido la museografía no es neutra, ni se pretende objetiva: se propone, como mencionamos más arriba, ejercer una subjeti-

El Museo Pewenche entrega a la misma comunidad Pewenche una puesta en escena de su valor como cultura, centrada en sus miembros actuales y contextualizados con su propia cultura material y relatos.

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Que una voz Pewenche les narre a los mismos pewenches desde su presente sobre su origen, adquiría así urgencia y trascendencia. Además, el relato de la cultura Pewenche como una unidad, en que las partes se aportan mutuamente un sentido, sentido que a su vez se arraiga profundamente en la naturaleza que los rodea y es-

tructura, interpela nuestra forma de vida moderna, respecto de la cual, por estar inmersos, perdemos perspectiva crítica. “Asociamos el sentido narrativo de la museografía con el de la cultura tradicional Pewenche y adoptamos en consecuencia una forma de representación, a la manera de un teatro. Hay un guión basado en esta comunidad de personas, instaladas en la naturaleza, en su paisaje, el que los provee de recursos y guía el entendimiento de la vida. Se hace una puesta en escena en relación a ciertos ritos: El Wetripantru, por ejemplo, es en pleno invierno, mientras que entrado el año se hace presente el fuego y la celebración de la comida. La gente se viste de una determinada manera, lo que aporta con ciertos colores y texturas a su paisaje. Las cosas calzan, las partes están en armonía. Las comunidades indígenas tienen una cosa que es muy fuerte en su vida, y es que son fieles a la sabiduría del paisaje. Quizás es por defecto, pero el paisaje provee de lo que se necesita. La rica-rica que hay en San Pedro de Atacama te sirve para la puna y no hay rica-rica en lugares bajos. El piñón te provee de una gran cantidad de proteínas, donde no crece casi nada, y te da una base alimenticia que te cubre lo que veinte alimentos distintos. Hay una sabiduría del paisaje respecto de lo que te da y de lo que te quita, de cómo se mantiene ese equilibrio ahí. Luego, cómo ellos se visten, resuelven su

vidad rigurosa, orientada a promover en la comunidad Pewenche una percepción de sí misma como un todo unitario, consistente, vivo y valioso. Una forma de vida respecto de la cual los pewenches pueden estar orgullosos, y que, al mismo tiempo, se constituya en referente de valor para el Chile contemporáneo. “Rescatar y representar la armonía de forma y de fondo, que tiene un origen y un sentido, es muy importante para una sociedad altamente fraccionada como la nuestra. En la representación museográfica también incluimos asuntos concretos y cotidianos, como es la cocina y la yerbatería”. El impresionante paisaje que rodea al Museo, y en el que transcurre la vida cotidiana de la cultura Pewenche, debía ceder su apabullante protagonismo a las personas y sus relatos, usos, costumbres y artefactos. La escena de la identidad Pewenche debía lograr que los mismos protagonistas de la muestra se revisitaran, se vieran como un todo con origen y sentido. El museo como plataforma debía acoger y dignificar, sin sobreponer un estilo o modo que se evidenciara como ajeno a la cultura. Es por eso que el Museo es una escena para las múltiples intimidades que constituyen la vida cotidiana Pewenche. Cortés-Monroy se distancia así de la tendencia a la sobreexposición de la arquitectura contemporánea, y se repliega en un opuesto, más inspirado en la arquitectura medieval. El museo, como ruca que guarda un tesoro a la vez tangible e intangible, debe protegerse no sólo del clima y de otros factores físicos, sino que también de la dispersión que la propia identidad sufre en su lucha cotidiana por sobrevivir. Desde esa emoción es que se llega a una estructura cerrada, privada e íntima, elementos que lo configuran como un lugar sacro para el clan que lo habita.

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El interior del museo, concebido como un todo destinado a representar el carácter y el valor de la cultura Pewenche, debía ser figurativo sin ser literal. Lo anterior porque si bien los pewenches deben verse e identificarse sin ambigüedades, la muestra debía hacer evidente el tesoro de su propia cultura, un tesoro escondido en la superficie de su vida cotidiana. La experiencia del interior del museo, para la comunidad Pewenche, por un lado espeja dimensiones esenciales de su vida cotidiana y, por otro, representa un quiebre respecto de la sobreexposición a que los somete su modo de interacción con la naturaleza. Esta sobreexposición tiene como consecuencia una estética en la cual las personas orbitan alrededor de lo que las rodea. El quiebre planteado por la museografía implicaba el desafío de hacer un relato en el que las personas volvieran a ser el centro de su propia atención. Y si

bien es posible diseñar una escena de este tipo al aire libre, el que el museo fuera un refugio de la supremacía del paisaje, no sólo funcionalmente, sino que simbólica y emocionalmente, favorece que la atención se centre en las personas. Además, la imagen de cámara oscura es una metáfora adecuada al ambiente interior de la vivienda Pewenche. En la pieza principal de la casa tradicional el fogón y su humo dan a las paredes de madera un tinte oscuro, casi negro. Esto hace que las condiciones controladas de luz que se proyectaban para el museo sean consistentes con el espacio íntimo Pewenche, por lo que las personas, los relatos y la cultura material a desplegar hallarán en el museo condiciones similares a las de su cotidianidad. Por lo demás, es en la intimidad de las oscuras habitaciones de las viviendas pewenches en donde se llevan a cabo las conversaciones con las que se transmite y mantiene la cultura.

La pieza principal en la vivienda Pewenche tiene múltiples funciones, es decir, es una posible de adaptar a las distintas prácticas cotidianas que allí ocurren. El espacio del museo hace eco a este tipo de habitación, a la vez cerrado que con un interior abierto a la comparecencia de múltiples escenas de intimidad. La sala del museo es tanto un lugar protegido del exterior, privado y oscuro, como diverso en sus usos y en el que coexisten, turnándose el protagonismo, múltiples relatos simultáneos. En la vivienda Pewenche no hay estantes: todo cuelga, disponible para ser usado. No es precario, ya que según sus propios parámetros no falta nada: es así su estética y solución. Por su parte, la lógica de despliegue del museo recoge esta forma de organización, pero no literalmente. La puesta en escena se desarrolla desde la tensión narrativa entre la crudeza de la organización de los artefactos en la vivienda Pewenche y el rigor en la producción escenográfica. Lo expuesto está ahí disponible, como en una vivienda, mayormente sin protección ni barreras, pero al mismo tiempo asume el desafío de que la comunidad Pewenche se re-encante con su propia imagen. El diseño logra que las exigencias de oficio propias del montaje museográfico actúen como una trama subyacente que aporta verosimilitud a la muestra, sin opacar el valor de la cultura expuesta. Destacan siete esculturas hiperrealistas de personajes pewenches que reproducen, sin idealización ni exotismo, los rasgos físicos de la etnia en dos escenas: un Nguillatún y una conversación frente al fogón donde se cocina, una de las instancias más importantes de transferencia de cultura en esta sociedad, predominantemente oral. Estas representaciones de cuerpos pewenches son el resultado de la coordinación de varias miradas: la artística, para

La muestra es, a fin de cuentas, un espejo que, con un zoom de acercamiento progresivo, pone a nuestra disposición

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dar a los gestos y las posturas viveza; la antropológica, para documentar y definir las medidas y rasgos físicos, la indumentaria, el ambiente sonoro y los artefactos; y el manejo de nuevas tecnologías y materiales, para la compleja representación de la piel humana, de manera de lograr texturas, tonos y consistencias verosímiles. El Museo Pewenche entrega a la misma comunidad Pewenche una puesta en escena de su valor como cultura, centrada en sus miembros actuales y contextualizados con su propia cultura material y relatos. El identificador gráfico del museo está directamente basado en un diseño Pewenche. Se adaptan, para su uso impreso y digital, las figuras de dos araucarias, una celeste y la otra amarilla, que los pewenches se dibujan en las piernas para el rito del Nguillatún. Es parte del diseño museográfico un centro interactivo compuesto de 4 computadores, desde los que se despliega una aplicación, alojada en la web, que hace disponible tanto la muestra como los resultados de la investigación, a través de documentos de texto, audio, imágenes y películas. Entre los contenidos más destacados (disponibles en www.museopewenche.cl) están las recopilaciones de Poesía, Medicina y Cocina Pewenche, un video con conversaciones que describen, en chedungún con subtítulos en castellano, impresiones de pewenches sobre el estado presente de su cultura, y un diccionario audiovisual que muestra a miembros de la comunidad

Pewenche pronunciando palabras en chedungún, después de que éstas aparecen escritas en la pantalla en castellano e inglés. El aporte más copioso de la aplicación es la Galería Fotográfica, con más de 200 fotografías organizadas temáticamente: Retratos, Cocina, Herbario, Ruca, Objetos, Ecuestre, Ceremonias, Paisaje y Museo. Estas imágenes, en su gran mayoría tomadas para la investigación, pueden ser vistas como presentación de diapositivas o descargadas en alta resolución. El sitio está pensado para ser útil tanto a la misma comunidad como para servir de conexión a las redes globales de información e interacción, a través de un sistema de postales con poesía y fotografías y la posibilidad de publicar y reenviar cada uno de los contenidos del sitio a través de Facebook, Twitter y correo electrónico. También es posible descargar los contenidos en formato PDF, de manera de facilitar su uso a un amplio rango de escolares. Esta interconectividad digital es especialmente importante, dado que el museo no se encuentra emplazado en un lugar de alta accesibilidad. La muestra es, a fin de cuentas, un espejo que, con un zoom de acercamiento progresivo, pone a nuestra disposición claves que nos hacen accesible una vista al tesoro de la actual cultura Pewenche. Así, a través de múltiples medios orquestados por la narración museográfica, se hace tangible el registro y la interpretación del valor implícito en la cultura Pewenche.

Museo Pewenche Marcial Cortés-Monroy Director proyecto Pilar Matte Investigación y Gestión Cultural Andrea Molina Investigación Antropológica Soledad Campaña Fotografía Andrea Palet Edición Carlos Fernández Claudio Palominos Esculturas Pablo Hemansen Alejandro Durán Diseño web Manuel Pichinao Fernando Llaulén Coordinación comunidad pewenche Árbol de Color Diseño y Museografía

www.museopewenche.cl

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claves que nos hacen accesible una vista al tesoro de la actual cultura Pewenche.

Bibliografía Árbol de Color - Frankenstudio. (31 de diciembre de 2010). Museo Pewenche. Recuperado el 14 de mayo de 2011, de Museo Pewenche: Lugar de encuentro del pewen: http://www. museopewenche.cl Conklin, A. L. (2002). Civil Society, Science, and Empire in the Late Republican France: The Fundation of the Paris’s Museum of Man. Osiris (17), 255-290. Cortés-Monroy, M. (27 de abril de 2011). Investigación, museografía y diseño del Museo Pewenche. (P. Hermansen U., Entrevistador)

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